Don Quixote de la Mancha: Ilustraciones IX (B)

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EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA [1] IMÁGENES IX LOS MODELOS ICONOGRÁFICOS DEL QUIJOTE (SIGLOS XVII-XVIII) CUATRO MODELOS En el conjunto de las ediciones ilustradas del Quijote de los siglos XVII y XVIII, unas 150, hemos identificado cuatro modelos iconográficos, de los que daremos unas breves explicaciones. EL MODELO HOLANDÉS : EL QUIJOTE COMO UN LIBRO DE CABALLERÍAS DE ENTRETENIMIENTO Dejando a un lado los frontispicios de las ediciones francesa (1.618) e inglesa (1.620) de la segunda parte de la obra cervantina, y del conjunto de estampas sueltas que se difundieron en el París de mediados de la centuria, nos adentrarnos en la floreciente y prestigiosa industria editorial flamenca para encontrar el primer modelo iconográfico del Quijote, el bautizado como «modelo holandés». La propuesta de autoridad de este modelo, exitoso y extenso, lleva consigo que sus copias y reelaboraciones perduraran hasta finales del siglo XVIII, su identidad iconográfica se aprecia al comparar algunas de sus estampas, veamos tres ejemplos.

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Un paseo por los grabados e ilustracioes de ediciones del Quijote

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EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE

DE LA MANCHA

[1]

IMÁGENES IX

LOS MODELOS ICONOGRÁFICOS DEL QUIJOTE (SIGLOS XVII-XVIII)

CUATRO MODELOS

En el conjunto de las ediciones ilustradas del Quijote de los siglos XVII y

XVIII, unas 150, hemos identificado cuatro modelos iconográficos, de los que

daremos unas breves explicaciones.

EL MODELO HOLANDÉS: EL QUIJOTE COMO UN LIBRO DE CABALLERÍAS

DE ENTRETENIMIENTO

Dejando a un lado los frontispicios de las ediciones francesa (1.618) e

inglesa (1.620) de la segunda parte de la obra cervantina, y del conjunto de

estampas sueltas que se difundieron en el París de mediados de la centuria,

nos adentrarnos en la floreciente y prestigiosa industria editorial flamenca para

encontrar el primer modelo iconográfico del Quijote, el bautizado como

«modelo holandés». La propuesta de autoridad de este modelo, exitoso y

extenso, lleva consigo que sus copias y reelaboraciones perduraran hasta

finales del siglo XVIII, su identidad iconográfica se aprecia al comparar algunas

de sus estampas, veamos tres ejemplos.

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Las láminas anteriores pertenecen a: Izquierda. Jacob Savery (Dordrecht

1.657) edición en holandés; centro Juan Mommarte (Bruselas 1.662) edición en

español y derecha Jerónimo y Juan Bautista Verdussen (Amberes 1.672-1.673)

edición en español.

Al analizar las estampas que forman parte de este modelo iconográfico,

destaca como característica esencial la «teatralidad burlesca», hay en este

modelo un elemento burlesco más que evidente. Pero su referente hay que

buscarlo en su propio género narrativo: los libros de caballerías de

entretenimiento.

Como un libro de caballerías se imprimió el Quijote en 1.605 y como tal

se sigue leyendo a mediados de la centuria. El impresor holandés Juan

Mommarte dedica su reedición de El Quijote de 1.662 al «muy illustre señor D.

Antonio Fernández de Córdova, Cavallero del Habito de Santiago .... ». En la epístola

dedicatoria ofrece una imagen clara de su recepción coetánea: el Quijote es un

texto que supera a todos los demás «inventado solo para pasar el tiempo en la

ociosidad», aunque, y así lo reconoce el impresor, es menor en su materia: «por

ser una Novela de Cavallerías, toda burla de las antiguas, y entretenimiento de las

venideras».

El Quijote como un libro de caballerías, se alza por encima de todos los

demás por su artificio «de todos alabado y nunca suficientemente encarecido, su

disposición en los discursos tan parecidos a la verdad». Un libro de caballerías que

habría terminado por «engolfar» al propio Don Quijote si hubiera tenido ocasión

de leerlo, y que le habría hecho, de nuevo, perder el juicio. Un libro de

entretenimiento y que, al igual que produce risa, enseña a «despreciar las

presunciones y altiveces», encamadas en su protagonista.

Un libro de caballerías que disfruta del éxito tanto en España <<que se

precia de seria» como en el resto de Europa <<leído con aplauso y celebrado con

universal aclamación», por lo que se ha convertido, gracias a una feliz metáfora,

en el «libro que más vezes haya sudado en la estampa».

EL MODELO FRANCÉS: DE LOS CARTONES DE COYPEL AL QUIJOTE

CORTESANO

Mientras que el modelo holandés se va a mantener durante dos

centurias, con sus copias, imitaciones y reelaboraciones, dominando la imagen

del Quijote como libro popular de entretenimiento, durante el siglo XVIII vamos

a encontrar tres nuevos modelos iconográficos que abrirán la obra cervantina a

nuevos ámbitos de recepción.

Así sucede con el modelo francés que se aprovechará de la autoridad de

un pintor de la corte francesa, Charles Antoine Coypel. El pintor francés

preparó desde 1.718 un total de 28 cartones para su posterior transformación

en líneas y colores en los tapices de la Manufactura de los Gibelinos en París,

que ya en 1.724 comenzaron a difundirse por medio de estampas.

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El nuevo espacio de difusión de las aventuras caballerescas de Don

Quijote imponía un nuevo lenguaje iconográfico: los nobles salones y los

sorprendentes jardines versallescos se darán cita en las imágenes ahora

imaginadas. El Quijote, sin dejar de ser una obra humorística, se hace

cortesana en los grandes salones franceses, cuyos nobles compran sin cesar

los tapices basados en los cartones de Coypel: hasta 1.790 se contabiliza un

total de 240 vendidos.

Como ya se ha indicado, la autoridad de este modelo iconográfico hay

que buscarlo tanto en los tapices (y sus correspondientes cartones) como en el

juego de estampas sueltas que se comenzaron a difundir en 1.724.

En algunas ediciones populares en francés (París, 1.732 y 17.33), se

copiarán algunas de estas estampas, con mala calidad y peor factura; mejor

fortuna tendrá cuando aparezcan, como un juego completo e independiente en

1.744, en la edición en español que se publica en La Haya, grabados de nuevo

por J. Folkema, S. Fokker y P. Tanjé.

Pero por encima de todas ellas, sobresale la propuesta editorial

novedosa que propone Pierre de Hondt, en La Haya, que termina de imprimirse

en 1.746: un volumen en cuarto mayor que recoge las principales aventuras del

admirable Don Quijote de la Mancha, como se indica desde la portada ... y

desde la portada se ponen las bases de autoridad de este nuevo modelo

iconográfico: «Représentées en figures par Coypel, Picart le Romain, et autres habiles

maitres».

En esta edición abreviada del Quijote, que se publicó tanto en francés

como en holandés, aparecen un total de 31 láminas, de las cuales 25

pertenecen a los cartones de Coypel.

Estas estampas, en principio, debían ser grabadas por uno de los

maestros de la época: Bernard Picart le Romain, pero la muerte le sorprendió

en 1.733, por lo que otros artistas (J. V. Schley, P. Tanjé y S. Fokke) tuvieron

que terminar su trabajo (algunos de estos últimos grabados están fechados en

1.742 y 1.745). Grabados y edición majestuosa, a la altura de la persona a

quien se dedica el libro: el Príncipe Real de Polonia.

Esta edición, partiendo de un imaginario cortesano ideado en la Francia

de principios del siglo XVII, se convertirá, sin duda, en la mejor propuesta para

el modelo iconográfico francés, que pervivirá a lo largo de toda la centuria,

tanto en nuevas ediciones francesas como en las portadas de traducciones a

otras lenguas como el danés, lo que muestra, una vez más, el predominio de la

cultura francesa en toda Europa (láminas 70, 71 y 72).

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EL MODELO INGLÉS: HACIA EL QUIJOTE DE LUJO

Si el modelo francés se basa en un imaginario ideado, en un primer

momento, para decorar las paredes de los palacios nobiliarios de la época, el

modelo inglés nace con una propuesta editorial muy concreta, que tiene al

político Lord Carteret como impulsor. La edición de los hermanos Tonson

(Londres 1.738) se compone de cuatro volúmenes, en cuarto mayor, adornados

con 68 estampas de gran tamaño, cuyos dibujos fueron realizados por

Vanderbank y que dejaron parcialmente fuera las imágenes de otro de los

grandes artistas ingleses de la época, el satírico Hogarth, del que sólo se

incluyó una estampa a partir de un dibujo de Vanderbank (lámina 73).

Otras cinco estampas de Hogarth quedaron fuera de la edición de

Tonson, entre elas que sobresale la que ilustra el momento en que el cura y el

barbero se disfrazan en la venta de Palomeque el Zurdo para ir en busca de

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don Quijote a Sierra Morena (lámina 74), episodio muy poco ilustrado, que sólo

aparecerá en la edición hiper-ilustrada de Tony Johannot en París (1.836-

1.837) o en la edición mexicana de 1.842, cuyas litografías están basadas en

los diseños del pintor francés.

La edición londinense, de 1.738, abrirá al Quijote a un nuevo ámbito de difusión

al que hasta entonces no se había acercado: El libro de lujo, destinado a

nobles, a burgueses adinerados, a hombres cultos que, junto al humor de la

obra, puedan apreciar otros aspectos, como la calidad de la impresión, el papel

utilizado y el cuidado de la edición.

Quizás por lo anterior fue la primera edición del Quijote que se publica

con un estudio preliminar: «La vida de Miguel de Cervantes Saavedra»,

firmada por D. Gregorio Mayàns y Siscar y con una explicación de las

estampas, firmada por D. Juan Oldield.

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La edición de 1.738, editada en inglés y en español, se parapeta tras la

autoridad de las personas a quien se destina, y que están en el origen de la

misma: la condesa de Montijo y Don Juan, Barón de Carteret.

Dentro de esta línea de abrirse a nuevos públicos, a nuevos ámbitos,

hemos de situar algunas de las propuestas iconográficos más particulares y

geniales de todo el siglo XVIII, como son las de Francis Hayman en la

traducción de Smollett publicada en Londres por Millar en 1.755 (en

competencia directa con la traducción de Jarvis, que publican los Tonson en

1.742, adornada con las mismas estampas de 1.738) (lámina 75), o la de Wale,

en la tan criticada traducción de Henry Wilmont (Londres, 1.774) (lámina 76).

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Por encima de las anteriores o de cualquier otra, la que ideó Daniel

Chodowiecki (y grabó Berger) para la traducción alemana de Bertusch, que se

imprimió por primera vez en 1.775 y que se reimprimió cinco años después

(lámina 77).

O también podemos comparar, cómo imaginó Chodowiecki la aventura

de Clavileño en la segunda parte, con las propuestas anteriores y posteriores -

como la de la misma Real Academia Española en 1.780 (lámina 78)- para

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comprobar su genialidad y originalidad. Y este será el camino -junto con la

bibliofilia - que transitará, de la mano del Quijote, el siglo XIX.