Domingo 23º del tiempo ordinario

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Ciclo A

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Domingo 23º del tiempo ordinario. Ciclo A. Día 4 de Septiembre de 2011. Acababa Jesús de hablar sobre la oveja perdida, ya que se había apartado de las otras 99. Y dice que la voluntad del Padre es que no se pierda ni uno sólo, aunque ése nos parezca pequeño o de poca relevancia. - PowerPoint PPT Presentation

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Ciclo A

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Acababa Jesús de hablar sobre la oveja perdida, ya que se había apartado de las otras 99. Y dice que la voluntad del Padre es que no se pierda ni uno sólo, aunque ése nos parezca pequeño o de poca relevancia.

Ahora nos da Jesús algunos consejos para ver qué podemos hacer nosotros para atraer o ganar a ese hermano perdido. Así nos dice el evangelio

de hoy: Mt 18, 15-20

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:-«Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. »

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Hoy Jesús nos habla de la “corrección fraterna”.

Debemos corregirnos y saber corregirnos. Directamente hoy se habla de la ofensa. El que se siente ofendido debe dar los primeros pasos para la reconciliación. Pero las palabras de hoy se aplican para otros muchos casos.

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La primera idea es que todos debemos preocuparnos de los demás. No nos salvamos solos. Somos seres sociables y todos formamos una gran comunidad. Por eso no debemos ser indiferentes ante las acciones de los demás.

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Ciertamente que hay algunos que tienen una responsabilidad principal, como es el padre de familia o un maestro o educador. Pero también un amigo no puede desentenderse cuando ve a su amigo que va por mal camino. Todos debemos ser solidarios para el bien.

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Hay personas que dicen que no debemos meternos en la vida ajena. Claro que todo tiene sus límites; pero eso quizá lo dicen o porque no les importa la persona, o por comodidad y porque tienen una vida muy egoísta. Creen que no necesitan de nadie, pero todos nos necesitamos para mejorar.

No es lo mismo indiferencia que respeto a la libertad.

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Pensando en cristiano, nos tenemos que preocupar de los demás, no sólo porque en el mundo formamos una gran comunidad, sino porque somos hermanos en Dios y en este mundo todos vamos caminando juntos hacia Dios.

Todo hombre es mi hermano: de cualquier raza o color.

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Todo hombre es mi hermano de cualquier raza o color.

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Todo hombre es mi hermano de cualquier raza o color.

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Compañero de camino, no pases nunca de largo, insensible a su dolor.

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Todo hombre es mi hermano de cualquier raza o color.

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Es bueno recordar aquello de Caín diciendo a Dios, después de haber matado a su hermano Abel: “¿Acaso soy yo guardián de mi hermano?”

Pues sí. Todos somos un poco guardianes de los demás. Esto no quiere decir que nos tenemos que comportar como espías o policías. Ni mirar sólo para reprochar.

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Si miramos sólo para corregir o nos fijamos más bien en la parte mala del prójimo podemos caer en aquello que nos dijo Jesús:

“Hay quienes ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el suyo propio”. Por lo tanto hay que quitar primero la viga en el propio ojo para luego mirar de quitar la paja del ojo ajeno.

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Tenemos que corregirnos, porque la Iglesia no es una comunidad de “puros” sino de pecadores.

Lo difícil es saber cómo debemos hacerlo.

Atendamos bien a lo que nos dice hoy Jesús.

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La primera condición es que debe ser entre dos personas, a solas.

El que ha visto el mal en el otro es quien debe dar el primer paso.

Es un paso discreto, que no trascienda, para que el hermano pueda conservar su honor y su reputación.

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Dice Jesús: “Si tu hermano peca”. No se trata de que el otro tenga ideas distintas o me es antipático.

Por lo tanto hay que entender que la culpa es verdadera. No es sólo un rumor o algo parecido.

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No se trata de formar un juicio al otro, sino de tenderle la mano, porque se va alejando.

Antes de mostrarle que se ha equivocado, debe entender que es amado, y que a pesar de todo se le estima.

Por lo tanto lo principal es la caridad. Será necesaria la paciencia, la misericordia, el respeto.

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Jesús nos enseña la delicadeza. Requiere no airear los defectos de los demás, pues esto en vez de salvarle, le hundiría más en su espíritu.

Lo esencial es el amor, mirar por el bien del otro.

Contar lo malo a otra diversa persona es faltar a la caridad y muchas veces a la justicia.

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La corrección debe hacerse con humildad y sobre todo no dejarse llevar por simpatías o antipatías, sino por un verdadero amor, de hacer el bien a la otra persona.

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Corrección no es como hablar de espaldas al otro, sino estando presente: en cuerpo y en espíritu o sintonía.

De tal modo debe ser, por el amor, que quien ha recibido la corrección debe sentirse agradecido, pues es para su bien.

Y debe haber diálogo, pues lo mismo que se habla, hay que saber escuchar.

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Si esto es esencial para todos, lo es más para los esposos.

Entre ellos debe haber un verdadero diálogo sincero.

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Algo que tenemos que tener en cuenta, al corregir, es si con aquello creemos que al menos ALGO podemos solucionar.

Corregir no es reprochar. El reproche nace de que uno se siente herido o dañado. Ese reproche causa resentimiento y división. Eso no es de Dios.

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Cuando Jesús dice “repréndele”, no significa ásperamente, sino sobre todo con amor. Y eso es lo difícil, porque para hacerlo con amor, hay que tenerlo.

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Hay que tener en cuenta que la corrección fraterna es algo muy difícil, y no suele ser gustoso ni para el que corrige ni para el que es corregido. A veces se piensa evitar la corrección por el dolor que puede causar. Puede ser una excusa para quedarse con lo más cómodo.

Antes de hacerlo mal, mejor es quedarse sólo con la oración. Siempre es necesaria la oración.

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Como no es fácil la corrección fraterna, en el diálogo entre los dos muchas veces no se consigue nada positivo. Eso es porque depende de los dos y quizá el otro no quiera cambiar. En otras ocasiones sí se consigue.

Para esos casos nos dice Jesús: “Has ganado a tu hermano”.

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Ese era el primer paso. Pero no hay que resignarse a los fracasos. Si con el diálogo personal no se consigue, dice Jesús que se tome algún testigo o dos.

Normalmente puede ser alguno de la familia. Pueden ser los padres o maestros.

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Si no hace caso ni a dos o tres, “díselo a la comunidad”. Y si no hace caso ni a la comunidad, será tenido como un pagano. El mismo pecador se está excluyendo de la comunidad. Es el significado de la excomunión.

La Iglesia, a través de la historia ha declarado excomulgados a algunos. Es la constatación de lo que ya se ha dado en el corazón de aquel cristiano.

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Para que uno pueda corregir, tiene que admitir ser corregido. No sólo somos jueces, ya que todos hacemos cosas malas. Por eso debemos ser humildes para poder admitir también la corrección. “Corregir” no es ponerse en superioridad, ya que quien corrige también es pecador.

El fruto no es tanto por lo que se dice, sino por la manera en que se dice.

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Es difícil aceptar la corrección, porque no solemos ser humildes. Cuando nos corrigen, queremos justificar lo que no se puede justificar; tratamos de defendernos. Cuando damos una corrección, no sabemos el resultado; pero cuando la recibimos, el resultado depende del receptor.

El rey Saúl era soberbio y no aceptaba la corrección del profeta Samuel.

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Esto de la corrección fraterna lo dice Jesús para todos; pero hay algunos que tienen una obligación mayor. En el Antiguo Testamento se les llamaba “atalayas” o centinelas del pueblo.

De esto nos habla hoy el profeta Ezequiel en la 1ª lectura.

Ez 33, 7-9

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Así dice el Señor: «A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: "¡Malvado, eres reo de muerte!", y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.»

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Especialmente en tiempo de guerra, alguien debía quedarse toda la noche vigilando por si venía el enemigo. ¡Ay de él si se dormía y no avisaba cuando llegaba el enemigo! Las consecuencias eran suyas.

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Este ejemplo lo pone el profeta para la vida real. Amonesta a los que tienen cargos especiales de autoridad, padres, educadores, etc. Hay que estar atentos a la voz de Dios para guiar y corregir a quienes tienen a su cargo.

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La voz de Dios nos puede venir de muchas maneras; pero nos vendrá sobre todo si, siendo centinelas, nos ponemos en oración: los padres por sus hijos y unos por otros, cuando encontramos fallos en la vida.

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Especialmente la oración en grupo. Hoy nos promete Jesús que, cuando haya dos o tres reunidos en su nombre, Él estará en medio, llevando esa oración al Padre.

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Terminamos recordando el salmo responsorial de hoy:

Si hoy escucháis la voz de Dios, no endurezcáis el corazón.

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Si hoy escucháis

su voz

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no endurezcáis el corazón.

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Si hoy escucháis su voz,

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no endurezcáis el corazón.

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Venid, aclamemos al Señor,

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a la Roca que nos salva.

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Entremos a su presencia

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aclamando con cantos y salmos.

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Si hoy

escucháis su voz,

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Que María nos ayude a guardar en el corazón la palabra del Señor.

AMÉN