Dolores Cacuango de Raquel Rodas

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RAQUEL RODAS

DOLORES CACUANGOPionera en la lucha por los derechos indígenas

Gobierno del Ec. Rafael Correa Delgado - 2007

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COMISIÓN NACIONAL PERMANENTEDE CONMEMORACIONES CÍVICAS

Doctor Wankar Ariruma Kowii Maldonado,Presidente de la CNPCC.Doctor Claude Lara,Vicepresidente Ejecutivo de la CNPCC.Doctora Cumandá Campi, Miembro, Representante de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.Coronel E.M.C. Arturo Cadena Merlo, Miembro, Representante de las Fuerzas Armadas.Doctor Guillermo Bustos, Miembro, Representante del Ministerio de Educación.Doctor Carlos Joaquín Córdova,Miembro Asesor, Representante de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.Economista Fabiola Cuvi Ortiz, Miembro Asesor, Representante del Instituto Ecuatoriano de Capacitación e Investigación de la Mujer.Doctor Manuel de Guzmán Polanco, Miembro Asesor, Representante de la Academia Nacional de Historia.Soc. Fabián Bedón Samaniego, Secretario (e), Jimmy Chung, Asistente.

Comisión Nacional Permanente de Conmemoraciones CívicasAv. Amazonas 477 y Roca, Telfax: 2 502 770 - 2 231 [email protected] electrónica de la CNPCC: www.conmemoracionescivicas.gov.ecLibros: www.conmemoracionescivicas .gov.ec/ l ibros .htmlCuadernos: www.conmemoracionescivicas .gov.ec/cc.html

© Comisión Nacional Permanente de Conmemoraciones CívicasDOLORES CACUANGOPionera en la lucha por los derechos indígenasRaquel Rodas

ISBN- 978-9978-92-516-4

Fotografías: Archivo gráfico, Diario El Comercio.Diseño, diagramación, impresiónCREAR GRÁFICA - EDITORES097793525

Quito, marzo de 2007

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Pionera en la lucha por los derechos indígenas

Dolores Cacuango, cabecilla de la zona de Cayambey Secretaria General de la primera organización

indígena nacional, la Federación Ecuatoriana de Indios, tuvorelevante actividad política entre la tercera y la sexta décadadel siglo XX. Su vida corrió paralela a importantes eventosdel país.

Para analizar su trayectoria, divido a este trabajo en cua-tro partes correspondientes a igual número de etapas de lahistoria nacional.

La primera parte está marcada por la irrupción del libera-lismo que trae el planteamiento explícito de trasformar la situa-ción deplorable del indigenado, sujeto a la propiedad latifun-dista de la Sierra. Las continuas tormentas políticas que tieneque aplacar el general Eloy Alfaro talvez le impidieron concre-tar sus ideas de emancipación de los indígenas, a pesar de locual su imagen se impregnó en la conciencia de los pueblosindios como esperanza de salvación. De manera particular,Dolores Cacuango, nacida, crecida y sufrida en la hacienda delos padres mercedarios, en Cayambe, recurrirá con frecuencia

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al legado alfarista para enfatizar la necesidad y pertinencia dela insurgencia indígena. Incluye este capítulo el interregnocorrespondiente a los gobiernos plutocráticos, 1912-1925, añosque representaron la larga agonía del alfarismo.

La segunda parte está inscrita en el período que va de larevolución juliana a la revolución de mayo. Gracias a las leyesdecretadas por los gobiernos liberales se produce en este pe-ríodo un clima favorable a la organización y la protesta de lostrabajadores del campo. Estos utilizan inéditos instrumentosde expresión de sus demandas como el sindicato, la huelga yel pliego de peticiones. El acompañamiento de los líderes deizquierda (socialistas y comunistas) insertos en las comunida-des de Cayambe, colabora con el crecimiento de la organiza-ción indígena. Entre 1926 y 1944, Dolores Cacuango desplie-ga una serie de acciones que, al tiempo que revelan las cuali-dades de gran líder del pueblo indio, evidencian las contra-dicciones existentes en un modelo de producción que poneénfasis en la rápida rentabilidad, sin detenerse a mirar cómodeteriora el capital humano.

La tercera parte comprende el lapso que va desde la revo-lución del 28 de mayo de 1944 hasta la promulgación de laReforma Agraria en 1964. Aquí se destaca el papel protagóni-co que tienen Dolores y la dirigencia indígena en estos acon-tecimientos. Comprende esta parte, el nacimiento de laFederación Ecuatoriana de Indios, FEI, y las ejecutorias deDolores como Secretaria General de esta organización.

En esta sección se enfatiza el interés de Dolores en la edu-cación, y la creación de las primeras escuelas indígenas bilin-gües, enseñadas por maestros quichuas, escuelas que duranhasta el advenimiento de la dictadura militar.

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La cuarta y última parte se refiere a los últimos días deDolores, su decepción de la Reforma Agraria que tantasexpectativas había producido, y el abandono en que muere.

Circulan en todo el texto pedazos del discurso de Doloresque, gracias a entrevistas realizadas por su amiga y coidearia,Dolores Gómez de la Torre y por el Instituto de EstudiosIndígenas, ya desaparecido, testimonian su profunda sabidu-ría, expresada muchas veces poética y proféticamente.

El presente trabajo está basado en las investigaciones quedieron lugar a la Biografía de Dolores Cacuango, obra publi-cada inicialmente en 1992 por el Proyecto EBI-GTZ y reedita-da por el Banco Central del Ecuador, el año 2006. Con base endicho documento, y organizado de manera diferente, el textoactual incluye nuevos datos y apreciaciones.

La autoraQuito, enero de 2007.

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PRIMERA PARTE

Fin del siglo XIX y principios del siglo XX: bloques de poder que luchan por la supremacía

A finales del siglo XIX triunfaba el liberalismo en el país.Las ideas liberales habían aparecido desde finales de la colo-nia pero durante los primeros gobiernos republicanos noalcanzaron a consolidarse. Por décadas se mantuvo el enfren-tamiento entre conservadores, y librepensadores. Los prime-ros querían que el Estado mantuviera inamovible la organiza-ción social. Los segundos proclamaban la necesidad de unatransformación. Consideraban que la emancipación políticadebía tener como correlato la independencia mental.

Para los más fieles seguidores de las nuevas ideas, ellevantamiento del 5 de junio de 1895 ocurrido en Guayaquil,anunciaba el cierre definitivo de una época y la apertura a uncambio fundamental y definitivo en los modelos de pensa-miento y en las estructuras de la sociedad.

Eloy Alfaro, el Viejo Luchador, el General de Montoneras,el General de las Mil Batallas, el Caudillo Liberal, desde los 22años líder de varias insurrecciones, fue al fin proclamado JefeSupremo cuando contaba 53 años. En calidad de Jefe

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Supremo entró en Quito, sede del gobierno central, el 4 deseptiembre de 1895. Las milicias conservadoras, sin embargo,siguieron obstaculizando su labor. El 10 de enero de 1897,después de dieciséis meses de sofocar revueltas y levanta-mientos en su contra, la Convención Nacional lo ratificó en elpoder, como Presidente Constitucional de la República delEcuador.

Alfaro y la causa indígenaLa llegada del general Alfaro abrió el escenario social y

político a otros estratos sociales que habían peleado junto a él.Soldados de baja extracción, campesinos de la Costa, negrosy mulatos esmeraldeños, montubios macheteros, habitantespobres de las ciudades y pueblos, cabecillas y peones indíge-nas pusieron sus expectativas en el nuevo gobierno. La buenanueva se propagó por la manigua y por los Andes.

Los hacendados de la Sierra y sus círculos de influenciafuertemente molestos por esta remoción social se alistaron adefender sus privilegios. Tachaban al General de “indioAlfaro”. Él, no se inhibía de llamar a los indios sus hermanos.Expresó públicamente su propósito de acabar con la ignomi-nia que pesaba sobre los infelices indios desheredados e injusta-mente vilipendiados. Sus enemigos veían en él cualidades como“astucia y reserva” que provenían de su origen indígena.

Cuando se encontraba en Guamote (agosto de 1895) cabe-cillas indígenas de las provincias centrales al frente de ungrupo numeroso, preguntaron por él. Querían saber si en ver-dad era indio como decían. Aunque le encontraron físicamen-te diferente a ellos, no dejó de convencerles su humanidadpor el trato digno que les brindó. Tal vez pensaron: si no es

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indio de cara, sí lo es de sangre. Inmediatamente, Alfaro lesincorporó al ejército nombrando a los dos jefes Alejo Saes yManuel Guamán, General y Coronel, respectivamente. Desdeentonces, mientras duró la campaña militar, Alfaro contó conel respaldo en refuerzos, víveres e información que podíanproporcionarle los indios de la serranía.

Conforme a su preocupación, el 20 de agosto de 1895, porrecomendación suya, el Consejo de Ministros expidió elDecreto por el cual se mandaba que a los indios se les dé lasconsideraciones debidas a todo “ciudadano ecuatoriano” yque se suprima la contribución territorial, el trabajo subsidia-rio y el maltrato. Estas decisiones fueron ratificadas el l9 deabril de 1896 con el Decreto de Protección a la Raza indígena.El conocimiento de este Decreto fue recibido en el altiplanocon el grito de ¡Viva Alfaro! La supresión del concertaje sedará más tarde en el gobierno liberal de Alfredo BaquerizoMoreno, pero las bases de este proyecto las sentó Alfaromediante el Decreto Ejecutivo del 12 de abril de 1899 en elcual se puntualizó que el “concertaje de por vida es nulo”.

Existen muchos testimonios que demuestran la gratitudque profesaron los indios al general Alfaro. FloresmiloRomero cuenta de un indio que expresó: “General, voy apelear mi libertad. Después del triunfo me darás una papele-ta para no ser más indio concierto”. El mismo testimonianteexpresa: “Eloy Alfaro peleó junto al indio de la Sierra y alindio de la Costa. Por eso hasta ahora dicen: Taita Alfaro mesacó de la esclavitud”. Según contaba Marieta Cárdenas: “Enla Casa del Obrero ubicada en el centro de Quito había ungran retrato de Alfaro. Muchos indios, cuando entraban en lasala, iban directamente hacia el retrato, se arrodillaban y san-tiguaban frente a él”.

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Nacimiento de Dolores Cacuango QuiloPor esa época turbulenta, de enfrentamiento entre fuerzas

políticas tan disímiles, nació Dolores Cacuango, en San PabloUrco, una parcialidad de la hacienda de Moyurco, que losfrailes mercedarios tenían en el cantón Cayambe, de la pro-vincia de Pichincha. Otros feudos vecinos pertenecían a losjesuitas y a los dominicanos.

El paisaje de estas tierras era hermoso: amplios campos decultivo en tonalidades verde y oro, rodeados de colinascubiertas de bosques, arroyos que bajaban del nevado. En elhorizonte se levantaba el monte majestuoso, al que los cam-pesinos llamaban con respeto el “Señor Blanco”. Todo eramagnífico y predisponía para una vida de paz y armonía.

En medio de ese entorno privilegiado de la naturaleza,cuando la peonada se aprestaba a las siembras, nació Dolores.Era el 26 de octubre de 1881.

Dolores, hija de Andrea Quilo y de Juan Cacuango, peo-nes conciertos, tenía 14 años cuando triunfó la revoluciónliberal. El apellido paterno de Dolores señala un ascendientede prestigio. Dolores provenía de los antiguos caciques de lazona y por lo tanto debería ser “señora principal”. Uno de lostrece ayllus que se mencionan en el Informe de visita deAndrés de Sevilla, Comisionado del Presidente de la RealAudiencia de Quito, al repartimiento de Cayambe, en 1632, esel de los Caogango. Dos siglos y medio después, las condicio-nes de trabajo y esclavitud a que habían sido sometidas lasfamilias indígenas, ubicaron a la familia de Dolores entre lagente que vivía en extrema pobreza como todos los peonesconciertos de la hacienda agrícola de la Sierra.

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La hacienda serrana: un mundo de abundancia y de miseriaLas fuerzas conservadoras que se oponían al proyecto

liberal representaban a los terratenientes de la Sierra, posee-dores de grandes extensiones de cultivo, hatos, rebaños yademás, dueños de peones y de sus familias que trabajabanen las condiciones más inhumanas.

La hacienda serrana tenía un sistema de estratificaciónmuy marcado. En la cúspide estaba el dueño de la hacienda,quien normalmente había heredado a través de generacionesla propiedad de la tierra y de cuyo producto vivía con holgu-ra y lujo. Después venía el administrador: un mestizo queganaba un sueldo y ostentaba la representación del amo queno se molestaba en vivir en el campo. Tenía todo el poderdentro de la hacienda. Luego, estaba el mayordomo que eraun indio “apatronado” encargado de hacer cumplir las órde-nes del administrador y disponer quién, dónde y cuándohabían de cumplir las labores los trabajadores del latifundio.Después estaba el cuentayo, indio responsable de los bienesde la hacienda. Si la hacienda era grande requería de varioscuentayos: uno de troje, otro de ganado, otro de tejería, etc.,según las especializaciones que tuviera el fundo. Más abajo seubicaban los peones libres que trabajaban en los meses demayor demanda (siembra o cosecha) y ganaban un jornal porcada día de labor. Los yanaperos que vivían cerca de lahacienda trabajaban gratis, en ciertas épocas de año, a cambiode hierba, agua, leña que la hacienda les permitía tomar. Alfinal de la escala estaban los conciertos o gañanes y sus fami-lias que no podían salir de la hacienda. Trabajaban gratis porel préstamo de un pequeño trozo de tierra, al que llamabanhuasipungo, que les proporcionaba lo mínimo para sobrevi-

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vir. Tenían derecho además a la leña del monte y al agua.Como esos ínfimos recursos eran insuficientes para cubrir lasnecesidades materiales y rituales, pedían plata al patrón y porello estaban continuamente endeudados. Esa dependencia lesvolvía esclavos de la hacienda. Se llamaban indios conciertosporque habían hecho un pacto tácito o explícito con el patrónpara trabajar bajo ese régimen. Imperaba aún el decreto delPresidente Juan José Flores por el cual se les conminaba a losindios a “cumplir religiosamente con las obligaciones con lahacienda sin serles permitido quebrantar el contrato por nin-gún motivo”, como dice Leopoldo Benitez. Eran analfabetostodos y tenían un grado de desnutrición alarmante. En unamísera choza habitaba una familia extensa de la que sobrevi-vían solo los más fuertes. La choza era de barro y paja que conlos vientos y las lluvias dejaba filtrar el agua y era muy fría.A las condiciones de trabajo excesivo que comprendían untrabajo obligatorio y otro adicional “voluntario”, se añadíanel trato humillante, el castigo físico por cualquier leve motivo,la advertencia continua de confiscarles sus incipientes bienescomo pago por cualquier pérdida u objeto dañado en el tra-bajo, de tumbarles la casa, de quitarles el huasipungo, deecharles fuera de la hacienda y separarles de la tierra que erasu antigua herencia, de la madre tierra que les identificabacomo grupo humano. El Estado también les obligaba a dartrabajo gratuito para obras públicas o entregar productos desubsistencia para los ejércitos.

En la misma hacienda existía una cárcel donde por unafalta al trabajo, la muerte de un animal, una respuesta consi-derada atrevida, se les retenía en condiciones deplorables. Sila infracción se consideraba grave pasaban a la cárcel de lacabecera cantonal. La dependencia se acentuaba con la obli-gación de mantener los servicios y las fiestas religiosas con

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erogaciones en dinero o en especie. La costumbre de los diez-mos y primicias obligaba a entregar al cura la décima parte detodo lo que producía el huasipungo: papas, mazorcas, ovejas,gallinas…

A la última categoría de trabajadores pertenecía JuanCacuango, su esposa Andrea Quilo y su familia. Dolores sin-tió desde niña hambre, soledad y tristeza. Ella recordaba:

Los indígenas vivíamos en choza húmeda, sin sol,sin luz. Nos alumbrábamos con la llama de la tull-pa. Sí existían velas en ese tiempo pero no teníamoscon qué comprar. Allí mismo dormíamos, cocinába-mos y teníamos nuestros cuycitos. Y en el soberadoteníamos nuestros granitos, nuestra ropita. Lacama era en el suelo cerca de la tullpa para recibircalor. Plata no veíamos en ese tiempo. Solo fuete yfuete.

La hacienda de los Padres MercedariosLos campos de Moyurco, donde había nacido Dolores,

formaba junto con la hacienda de La Chimba y la de Pesilloun juego de haciendas de propiedad de los padres merceda-rios. Ellos los habían recibido como donación del gobiernocolonial y lo habían incrementando con donaciones sucesivasque hacían los “fieles cristianos” a cambio de la salvación desus almas. Las haciendas de los mercedarios poseían bosquesy pastizales donde se criaba ganado vacuno, lanar y caballar.Los molinos producían harina de muy buena calidad. Laagropecuaria producía quesos, lana y cueros. Las cosechas decereales: maíz, trigo, cebada y de leguminosas eran abundan-tes. Por ser tan de buena calidad, los granos se vendían en la

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misma hacienda a los comerciantes que a su vez los llevabana los mercados de Quito, Ibarra y Colombia. El producto de laventa se remitía al convento principal de la Merced en Quito.Cada quince días salían los arrieros con seis mulas que carga-ban las cajas de monedas de plata y los productos para la sub-sistencia de la comunidad. La riqueza también quedaba enparte en la hacienda. Se daba especial importancia al patrimo-nio de la iglesia de Pesillo a la que se le dotaba de accesoriosde alto valor en plata y oro, de tal manera que dieron en lla-marla la “Escorial del Ecuador”. No por estar regentada porfrailes, las condiciones de trato y trabajo eran mejores. Losmonjes fueron amos crueles, terribles.

Dolores, bajo la luz maternaMama Andrea Quilo enseñó a la hija las labores de la casa

y el cultivo de la tierra. De su madre aprendió a convertir enhilo la lana de las ovejas para hacer la “cushma” y el refajo.Dolores creció en medio del dolor propio y de los suyos. Lavida era dura, miserable, diría siempre que recordaba sus pri-meros años. Pero mientras muchos se resignaban y aceptabanlas condiciones de servidumbre, ella aprendió directamentede su madre a luchar contra los mandos de la hacienda. DoñaAndrea no aceptaba el maltrato. Protestaba, defendía a losdébiles que no osaban levantar la cabeza. Dolores, desde quetuvo uso de razón, compartió sentimientos y reflexiones conla madre. También ella reclamó en alta voz y soñó con que undía debían cambiar esas costumbres.

Cuando murió el padre, la miseria familiar se acentuóporque según las leyes de la hacienda el huasipungo no loheredaban las mujeres. Por lo mismo, tampoco tenían dere-

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cho de recibir los “socorros” en granos y ropa que los patro-nes entregaban a sus peones en el día de los difuntos. La fami-lia pasaba a ser “arrimada”, sin ninguna posibilidad de reci-bir protección. La situación hizo pensar a Dolores en salir dela hacienda en busca de trabajo que le permitiera colaborarcon la sobrevivencia de su madre y de su hermana. Pero losPadres habían decidido cooptar para su servicio a la vivazmuchacha y de ese modo asegurar su permanencia en lahacienda.

La primera trasgresión de DoloresJovencita aún, fue presionada por los frailes propietarios

para que tomara un hombre, para que se casara como todamujer “debía hacerlo”, a fin de procrear una familia y aumen-tar la mano de obra que la hacienda requería. Esta orden fuemotivo para que Dolores se rebelara terminantemente. Noaceptó la imposición de los monjes patrones y antes quecasarse con un hombre que no concordaba con ella, prefirióhuir de la hacienda. Había concebido ya un plan. Se iría aQuito. Conocería cómo es ese lugar a donde iba la plata ydónde estaba el reino de los despóticos amos.

Aprovechó un viaje de los arrieros amigos a Quito y se colóen la caravana. Hizo el trayecto de tres días y dos noches quetomaba recorrer el camino: subiendo cerros y bajando cuestas,atravesando quebradas y bordeando ríos; parando en los pue-blos del camino: Cayambe, Guayllabamba y Calderón, paradescansar, refrescarse o pasar la noche. Al llegar a la capital, losarrieros le dejaron en la casa de un militar en Quito cuya espo-sa siempre les había rogado que le consiguieran una “longa”que se hiciera cargo de las labores domésticas.

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Dolores trabajó como sirvienta en silencio y con responsa-bilidad. Aunque no recibió maltrato explícito, esa casa, esafamilia, esa ciudad no la hicieron feliz. Mientras cumplía larutina que comenzaba a la madrugada y terminaba cerca demedianoche, añoraba su nevado y sus campos de pastoverde, muy verde. Pensaba en el destino de los suyos, en supropia condición de nueva servidumbre, en las discrimina-ciones, en las distancias que separaban a las personas quevivían en la ciudad y en el campo, entre los que tenían dine-ro y los que carecían de él, pero sobre todo entre los que ha-bían ido a la escuela y los que no conocían “la letra”. Su esta-día en la capital de la república le sirvió para desmitificar eseQuito que habitaba en su imaginario como una ciudad derejas y de torres, de plazas anchas y de calles estrechas; defaroles que se prendían solos y de agua que chorreaba de laspiedras labradas.

Ese Quito es una ciudad convulsa y la gente es desconfia-da. No se quieren los unos con los otros. Es una ciudad quehuele a pólvora y destila rumores y sospechas. En la casa delmilitar se habla a gritos unas veces y otras el cuchicheo atra-viesa el ambiente como una boa. No se entera bien de lo quepasa pero sospecha que algo se está quebrando. El nombre deAlfaro se repite con frecuencia. Dolores aprovecha la estadíaen la capital para aprender la lengua de los blancos, movili-zarse por los barrios de la ciudad y para intuir que hay unmundo que está más allá de la preocupación por el hambrediaria.

Este período en la ciudad de Quito lejos de cambiarle susafectos, los vigoriza; agudiza sus percepciones y afianza susanhelos humanos. No quiere permanecer más tiempo lejos desu llacta. Vuelve a San Pablo Urco. Reencuentra a su madre, a

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la única hermana que le queda y a ese joven huasipungueropor quien su corazón se agita como pajonal al viento demedio día.

Las piedras parecen cambiar de color: reformas del liberalismoAlfaro, el Viejo Luchador, aspira a modernizar el Estado

y la sociedad. Una élite de intelectuales de formación huma-nista le apoya. Todos intentan transformar las condicionesde vida y las relaciones entre ciudadanos ecuatorianos. Elgobierno liberal radical quiere poner fin al Estado desorga-nizado y a la sociedad desunida por razones geográficas,económicas, políticas y culturales. Quiere colocar hondoscimientos para un país integrado y próspero. Varios avancesmateriales que provienen de los afanes liberales, el viejopatriarca los puede ver con inmensa satisfacción. Se unen elmar y los Andes mediante el ferrocarril, Guayaquil se ade-centa, nuevos caminos unen las ciudades y los pueblos, seoye el bullicio de los niños y las niñas en las escuelas (diur-nas y nocturnas) van jóvenes a los colegios e instituciones deformación artística o científica, se abren las puertas de cole-gios y oficinas para las mujeres.

El sueño alfarista es un proyecto de grandes alcances.Convertir a la economía de consumo interno en economíamercantil, lo cual significa centrar la atención en la plantacióncosteña más que en la hacienda serrana. Desarrollar la bur-guesía comercial y financiera superando el omnímodo poderterrateniente y aristócrata concentrado en la Sierra. Erradicarla influencia de la Iglesia propietaria de enormes extensionesde terreno; pero sobre todo propietaria de las conciencias y

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arsenal ideológico de las fuerzas conservadoras. Por eso sonnecesarias algunas reformas en el plano simbólico que debili-ten el poder del clero. Es necesario decretar la separación dela Iglesia y el Estado, instaurar el laicismo, dar educación alpueblo, permitir el matrimonio civil y el divorcio. Sólo así laIglesia dejará de controlar las decisiones de la gente en todoslos aspectos de la vida privada: matrimonio y familia, educa-ción de los hijos e hijas, cultos y creencias, transmisión de losbienes. Los objetivos económicos se mezclan con los objetivospolíticos y culturales. Y para que tengan vigencia real, esimportante difundir las ideas liberales en el pueblo para queéste sostenga –con la vida si es necesario- la transformacióniniciada.

Y hay que actuar con prisa y sin pausa. Con la Ley dePatronato se prohíbe el pago de los servicios religiosos y laexpresión pública de la fe a través de las procesiones religio-sas. Se crea el Registro Civil. El censo de las personas corres-ponde ahora al Estado y no a las parroquias eclesiales dondese inscribían a los recién nacidos, a los cónyuges y a los difun-tos. En 1902 se expide la ley del matrimonio civil y en 1910 ladel divorcio. Se dicta la ley de Libertad de Cultos y se supri-men los diezmos para la iglesia. Se dicta la ley de educaciónpredial. De acuerdo a este mandato oficial los hacendadosestaban obligados a escolarizar a la niñez indígena. Debíancrear una escuela en su predio para la educación de los hijose hijas de los peones.

La Ley de Manos MuertasEl mismo año en que llega el ferrocarril a Quito (1908) se

dicta la Ley de Beneficencia conocida como Ley de Manos

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Muertas, que Dolores y más indígenas la conocían como “Leyde Manos Negras”. Por efecto de esta ley, se incautan las tie-rras de las comunidades religiosas. Las rentas que producenestos bienes se destinan a sufragar los gastos de las casas debeneficencia: asilos de huérfanos y de ancianos, maternidadesy casas cunas, hospitales y centros de asistencia social dispen-sados hasta ese momento por la Iglesia.

El liberalismo propone enfáticamente la emancipaciónindígena. Se piensa en instrumentos legales que permitan rom-per las ataduras que mantienen a los indios ligados de por vidaa la hacienda serrana. La propuesta beneficiaría al indigenadoy favorecería a la nueva economía que necesita mano de obra.Ya la Constitución de 1897 prohibió la confiscación de bienes yla recluta forzosa. Fueron los primeros pasos que apuntaron ala supresión del concertaje, lo que dada la envergadura de lamedida en contra de los hacendados prepotentes, sólo llegaráa decretarse más tarde (1918) y el establecerse como prácticatomó muchos años más. El problema indígena pasa a ser untema de discusión que involucra el posicionamiento de losbandos opuestos. Quienes se oponían a supresión de la “ley deindios conciertos” argumentaban que defendían la agricultura.Los que estaban por la desaparición del concertaje esgrimían elprincipio de la libertad como derecho fundamental de todo serhumano.

Matrimonio de DoloresRafael Catucuamba se llamaba el gañán que Dolores esco-

gió como compañero de su vida. Él era hijo de JoséCatucuamba y de Juana Chirana, muertos los dos tras durasjornadas de trabajo. Dolores y Rafael entraron en noviazgo. El

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15 de agosto de 1905, cumpliendo los rituales comunitariosde rigor, esposa y esposo se inscribieron en el Registro Civil.Luego celebraron la boda religiosa en la iglesia principal deCayambe. Ella se sentía ilusionada por el acontecimiento yhubiese querido certificarlo en el papel pero ese gozo le estáimpedido porque no sabe leer ni escribir. Como los contra-yentes y todos sus familiares, incluso los testigos, unos arte-sanos conocidos del pueblo son analfabetos, los empleadosdel Registro Civil suscriben el acta en nombre de los contra-yentes. Pese a esta sensación de desvalimiento por no poseerel don de la palabra escrita, un cierto orgullo y satisfacción leacompaña. Dice Dolores: Ese Alfaro que está sepultado en SanDiego, sepultado con la bandera. Ese Alfaro que quitó las haciendasa los frailes. Ese también hizo matrimonio civil. Yo primerita hicematrimonio civil en Cayambe.

No se equivocó Dolores al escoger a Rafael. Fue dulce,firme y leal compañero en las buenas y en las malas. Ella lodecía: Él me quiso y yo le quise y desde entonces no volví a salir deCayambe.

Juntos cuidaron del huasipungo heredado por Rafael enYanahuaico y juntos desempeñaron las labores de la vidahogareña. Tuvieron nueve hijos pero solo uno llegó a lamadurez. Los demás fueron muriendo, víctimas de la pobre-za y la marginalidad. Las frecuentes ausencias de su madredirigente también les afectaron. Mi hijita, mi hijito murieron dela pena, decía Dolores, cuajado su rostro en llanto.

El único hijo que le acompañó en sus jornadas de lucha yen la concreción de sus sueños, que fue su secretario y el pri-mer maestro bilingüe, este hijo llamado Luis Catucuambarecordaba la relación amorosa que veía entre su madre y supadre:

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Si ella hilaba, él tejía. Si él torcía la cabuya, ellacosía el pantalón. Si ella tostaba el grano, él molíaen la piedra. Si él amarraba, ella emparejaba layunta. Desde el tiempo en que eran peones en lahacienda iban juntos a la siembra, al deshierbe y ala cosecha. Juntos al pastoreo y al molino.

Desde el momento en que ella empezó a despuntar comocabecilla, Rafael no tuvo reparo en hacerse cargo de las labo-res agrícolas y del cuidado de los vástagos. Cocinaba, lavabay se hacía cargo de todos los menesteres. Jamás le impidióentregarse a la lucha por los intereses de su comunidad nituvo celos de su prestigio. Todo lo contrario, si creía que suapoyo era necesario, no dudaba en acompañarla. Los doscompartían todas las angustias y penalidades que ocasiona-ban la defensa de los derechos conculcados.

A mi padre le decían: Vos no sigas a tu mujer, vos deja. A ellaal archipiélago vamos a mandar. A vos vamos a quedar el huasipun-go, recordaba su hijo Luis.

Los chantajes no le hacían cambiar de idea. El apoyo a sumujer fue incondicional. Dice Dolores: Yo decía vos quédate nomás. Yo donde quiera he de morir. Pero él no. Atrás, atrás seguía,pobrecito.

En medio de los sinsabores de la lucha se daban tiempopara llevar flores a las cruces blancas, debajo de las cualesreposaban sus hijos muertos. Inspirándose en esta imagen deamor y fidelidad la cantautora Judith Hurtado compuso unacanción que expresa:

Tierra y sol largo camino / nos fuimos juntosandando / el maíz fue un niño nuestro / como el tri-

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gal y el arado / y así acunamos la vida / de unpequeño pueblo hermano // ¿Por qué temer las espi-nas / si tú estabas a mi lado / si te escogí contra elviento / de la sinrazón mi amado?/¿Si tú acompa-ñaste tierno alegrías y fracasos?//Con la estrella y ala aurora / los dos tejimos cantando / en telar devida nueva / el poema más humano / de recobrarpara el indio dignidad, tierra y trabajo // No nosquebró la pobreza / ni la crueldad de los amos / nila injusticia o miseria / ni los hijos que enterramos//¡ La fe en la vida sembramos hombre y mujer de lamano!

Don Eloy sacrificado en la “hoguera bárbara”Por sus obras y sus años el Viejo Luchador se había vuel-

to un anciano venerable. Siempre fue bueno y magnánimocon amigos y enemigos. Lo que no niega que haya sido unguerrero fogoso, que peleara y dirigiera combates con valen-tía asombrosa, incluso con temeridad, dicen sus biógrafos.Pero fuera del fragor de la campaña era bueno, blando inclu-so. Un demócrata convencido que rehusó convertirse en dic-tador aun cuando esta medida hubiera facilitado la consolida-ción del proyecto liberal. Honesto y pulcro en el manejo delos fondos públicos vivió en austeridad y murió en pobrezahabiendo dado a la causa liberal toda su fortuna lograda en elcomercio. Convencido americanista, puso a disposición supatrimonio económico para financiar la propagación de lasideas liberales y crear una América Latina que se opusiera ala hegemonía del país del norte. El acendrado patriotismo desus años mozos se mantuvo incólume. En su vida privada yen su vida pública ejerció una moral sin tacha. Estaba lleno de

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sueños y quería transformar al país en una nación próspera ymoralmente sana. Eso le enfrentó a fuerzas poderosas queminaron la unidad del partido, que malinterpretaron sus ini-ciativas y sembraron desconfianza en el pueblo manipulable.Esas fuerzas oscuras, la Iglesia incluida, fraguaron su muerte.Para vergüenza histórica el Viejo Soñador fue sacrificado (28de enero de 1912) en un acto sanguinario que espeluzna consolo recordarlo. Ese fue “el día de decapitación de la últimaesperanza”, dijo con razón, Leopoldo Benitez Vinueza.

Levantamientos indígenas en CayambeLa Ley de Beneficencia obligó a los mercedarios a dejar las

propiedades que mantenían en Pesillo. La gente indígena sealegró porque los frailes eran patrones crueles, pero por efec-to de la ideología también se sentían desprotegidos. Al salirde las haciendas no sólo que fueron echando pestes contra losliberales, “masones, herejes, enemigos de Dios”, sino que lesengañaron diciendo que las tierras volvían a los indígenas. Yellos se lo creyeron porque de hecho recordaban cómo fuerondespojados de esas tierras ancestrales. Dice Dolores: A unindio Guatemal con engaños han quitado los frailes. Han hecho fir-mar escrituras... Como el Guatemal no ha sabido leer ni escribir…

Cuando los nuevos patrones llegaron, no estaban muydispuestos a obedecerles y empezaron a buscar apoyo fuerade la hacienda. Querían saber qué pasaba y cómo podíandefenderse de la prepotencia de los patrones. Así se dieron losprimeros contactos.

Durante los años 1908 a 1913 la Asistencia Pública, enti-dad creada para organizar la caridad pública, administró sinmayor atención las haciendas incautadas. La poca experiencia

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en el manejo de los nuevos bienes del Estado, obligó a buscarintermediarios que administraran esas tierras. Se las dio enarrendamiento. La “mama” hacienda de Pesillo fue divididaen tres predios: Pesillo, Moyurco y La Chimba, y entregada adiferentes arrendatarios. Más tarde, cuando la nueva formade administración se admitió, las haciendas fueron reagrupa-das bajo la conducción de Luis Delgado que las usufructuópor más de veinte años.

La primera rebelión en Pesillo, cuando las lomas y el agua se tiñeron de rojoEn 1919 estalló la primera rebelión en la hacienda de

Pesillo contra el primer arrendatario, un colombiano llamadoErnesto Fierro. La leyenda de Andón Guatemal y de su espo-sa Soforina, propietarios de esas tierras sonsacados por losfrailes, según lo decía Dolores Cacuango, les dio impulsopara oponerse al nuevo amo. Alentados por las admonicionesde los frailes que al ser botados de la hacienda les habíandicho que las tierras volvían a su legítima propiedad, los peo-nes se negaron a bajar al trabajo.

Hacía un año que se había decretado la abolición del con-certaje y la prisión por deudas. A pesar de los cuidados queponían los terratenientes para mantener oculta esta informa-ción, de alguna manera se había filtrado entre la peonadainconforme, golpeada pero que sabía cómo resistir la injusti-cia y los ultrajes.

Se había legislado a favor de los indios. Esas disposicio-nes legales apenas eran conocidas por ellos como un rumor.Los más insumisos averiguaron por su cuenta. Realmentefueron mujeres las primeras que salieron fuera de los predios.

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En busca de información y asesoramiento llegaron hasta losdespachos de quillcas y tinterillos. Primero indagaron enCayambe, después en Ibarra y más tarde en Quito. Así se per-cataron que sí era cierto que “había ley para indios”.

El indigenado aprovechó la oportunidad para aglutinarsey repensar su situación. El nuevo patrón no era ya represen-tante del orden divino, ni siquiera un “cristiano” sino un mor-tal común enviado por los “masones” liberales enemigos deDios. Esa ambigüedad contribuyó a debilitar el prestigio delpatrón frente al conjunto de trabajadores de la hacienda y porlo mismo a desafiar su autoridad. Las contradicciones de laépoca también se manifestaron en las altas esferas del poder.El presidente liberal Alfredo Baquerizo envió tropas parareprimir el alzamiento y defender los intereses del nuevopatrón y del Estado.

Para la comunidad de indios defender la tierra era pri-mordial. Existía en ellos una ancestral adhesión a la tierra desus mayores, a su tierra, ligazón que les había mantenido enla hacienda, a pesar de la servidumbre y la pobreza.

Corría 1919 cuando las lomas de Pesillo se tiñeron de rojo.Las quipas y churos sonaron. Los indios protegidos por susenormes sombreros rojos y haciendo flamear sus ponchosbajaron con el puño alzado hasta la hacienda. Después, fue lasangre que tiñó de rojo la tierra y el agua del arroyo. La refrie-ga entre soldados provistos de armas de fuego, y la gentecampesina armada de piedras y palos, dio como resultadotreinta personas muertas, y heridas en ambos bandos, a másde huérfanos y viudas. Entre las heroínas de la jornada desta-caron Juana Calcán, Mama Cipriana, Rosa Colcha yEncarnación Colcha. Con esta lucha los peones y peonas con-siguieron por primera vez que el pago del salario se hiciera en

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dinero y no en especie ( 0,20 de peso al día para los hombresy 0,10 para las mujeres).

Sombras nefastas enturbian el cielo de la PatriaLa muerte del general Alfaro interrumpió muchos pro-

yectos de desarrollo del país. La agonía del alfarismo durómuchos años.

Con la exportación de cacao, “la pepa de oro”, las clasespoderosas del país quisieron abrirse al mundo. Pretendieronque el país dejara de ser una aldea grande prendida a lasmontañas y mantuviera relaciones comerciales que la hicie-ran rica y poderosa. En poco tiempo las ilusiones de progresonacional se desinflaron. La I Guerra Mundial produjo un efec-to desastroso para la exportación del cacao. Por último, laplaga de la “monilla” asoló las plantaciones. El nuevo centromundial de mercado de cacao pasó de Europa a Nueva York,y esto inició la dependencia comercial de Ecuador a losEstados Unidos. Y como si eso fuera poco, las pretensiones decrecimiento se enredaron entre las mezquindades de ciertosgrupos de poder. Los ricos de la Sierra y los de la Costa, se lasarreglaron bien. Habían creado sus propios bancos. Uno deestos grupos, el más ambicioso de todos, era propietario delBanco Comercial y Agrícola, en Guayaquil, institución que enpoco tiempo llegó a tener más dinero que las cajas fiscales y aemitir sus propios billetes lo que le convirtió en acreedor usu-rero del Estado.

De 1912 a 1925, años que comprenden la época de losgobiernos plutocráticos fueron tiempos muy convulsionadosy de fuerte depresión económica. No sólo la guerra mundial,la caída de los ingresos por disminución de la venta del cacao

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en el exterior, sino los intereses encontrados de las clasesaltas: terratenientes y banqueros, exportadores e importado-res, que vivían en derroche permanente a costa de la explota-ción a trabajadores del campo y la ciudad. La pobreza gene-ralizada, y su consecuencia: las huelgas de obreros y campe-sinos generaron una época de caos casi incontrolable.

Ocurrió en este período, la manifestación de una multitudformada por los trabajadores de los gremios de carros urba-nos, luz eléctrica y otros que salieron el 15 de noviembre de1922 a reclamar por la carestía de la vida. Sus cadáveres, ocuerpos vivos, abiertos para que no flotaran, fueron botadosen la ría que amaneció teñida de sangre.

También la educación sintió el impacto de los vaivenespolíticos. Dice Carlos Paladines:

Conforme avanzó la serie de gobiernos plutocráti-cos quedó sepultado el espíritu radical de la revolu-ción alfarista, la desnacionalización se profundizó yla educación laica quedó entrampada entre su ver-tiente nacional y la supeditación o acoplamiento alproyecto burgués, a pesar de los esfuerzos de algu-nos maestros por incentivar el sentido nacional ensus aulas.

En aquella época, aún las ciudades importantes comoQuito y Guayaquil tenían incipiente desarrollo. La mayoríade las calles eran de tierra. El Ecuador tenía mala reputaciónen cuanto a higiene y sanidad. Las condiciones de insalubri-dad y aseo eran deprimentes. El Ministerio de InstrucciónPública hubo de obligar al baño semanal en 1930. Práctica quetardó en consolidarse. Otra disposición incitaba al uso del cal-

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zado prohibiendo el ingreso de personas descalzas a los mer-cados, escuelas y otros lugares públicos. Más de la mitad delas familias ecuatorianas (de 6 a 12 personas) se alojaban enuna sola pieza.

El acaparamiento de la riqueza pública en manos de losplutócratas, limitó la construcción de obras públicas quebeneficiaran a la mayoría de la población. En Quito, ciertosadelantos tecnológicos, como el teléfono, la luz eléctrica, elcinematógrafo y el tranvía, contrastaban con la suciedad delos barrios y las acequias por donde corrían las aguas servi-das. De Guayaquil, dice Bruno Andrade, era una ciudad desobrevivientes, que se debatían entre la pobreza y el matonis-mo.

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SEGUNDA PARTE

Cambio de mando: de los civiles a los militares

La situación económica inestable y dudosa en lo políticofue causa de la irrupción del poder militar a través del cuar-telazo ocurrido en Guayaquil, y respaldado en Quito, el 9 dejulio de 1925, golpe de Estado que con el nombre deRevolución Juliana acabó con el liberalismo plutócrata.Cuadros jóvenes del ejército con cierta influencia de las ideassocialistas derrocaron al último presidente plutócrata,Gonzalo Córdova, y asumieron el poder en “nombre de lasclases oprimidas”. De alguna manera buscaban una exculpa-ción de la matanza protagonizada por el ejército, el fatídico 15de noviembre. Pero la verdad es que más bien facilitaron larecuperación de la clase terrateniente derrotada en 1895,parte de la cual se transformaba en débil burguesía industrial,especialmente en la rama textil.

El Estado carecía de organización administrativa y de fon-dos que permitieran canalizar las necesidades de la pobla-ción. El cuartelazo de 1925 intentó instaurar ciertas innova-ciones para manejar de forma metódica las rentas fiscales y laobra social, crear una entidad pública que controlara la emi-

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sión y el flujo de la moneda nacional y estos procedimientosno fueran un privilegio más de los grupos de poder de amboslados de los Andes.

Como consecuencia de toda la convulsión vivida, apare-ció en esos años una nueva intelectualidad que, renunciandoa las ventajas de clase, empezó a adentrarse en el conocimien-to del país profundo y a constituirse en portavoz de la pobla-ción miserable que no existía para la ley, el pensamiento ni elarte. Otros actores: cholos, indios, montubios; y otros paisajes,fueron develados a través de la literatura y la plástica e incor-porados a una visión más completa del país. En los añostreinta dejaron su impronta los escritores del Grupo deGuayaquil formado por “cinco como un puño”: JoaquínGallegos Lara, Alfredo Pareja D. Enrique Gil G. DemetrioAguilera M. y José de la Cuadra. En la Sierra incursionaroncon una mirada similar escritores y artistas, como Jorge Icaza,Pablo Palacio, Nicolás Kingman, Benjamín Carrión, PíoJaramillo. Todos abogaron por la construcción de una nuevasociedad y el nacimiento de un nuevo “hombre”.

No obstante, con la revolución juliana no se logró el equi-librio anhelado. Contrariamente, se inició un período de lamayor inestabilidad que ha conocido la nación. Un “torbelli-no”, una “confusión política”, un “revoltijo político”, “locu-ra”, “orgía”, “permanente pugna” de poderes se manifestóentre Costa y Sierra, entre exportadores e importadores, entreterratenientes e industriales incipientes, entre los podereslegislativo y ejecutivo. De 1925 a 1947 pasaron por la presi-dencia veintitrés individuos, ora conservadores, ora liberales.Los Jefes de Estado, llámense presidentes, interinos, encarga-dos del poder, jefes supremos o provisionales se sucedíancomo en una pasarela. Los socialistas que habían nacido for-

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malmente a la vida política en 1926, no fueron ajenos a estejuego y metieron la mano hasta donde les dejaron. Comosecuela de esta “intromisión” también sufrieron las conse-cuencias debidas a su menor experiencia.

Los análisis sobre este período bien se pueden concluircon el juicio de Quintero y Silva: “Hasta medio siglo después dela revolución liberal la nación ecuatoriana no existía (...) El Ecuadorde los años treinta y cuarenta albergaba una sociedad problema...Una situación que no había vivido ninguno de los países vecinos”.

En un país disgregado, dislocado, frágil, inseguro, lapoblación se debatía en la frustración, la zozobra, el pesimis-mo. Carecían de un sentido de identidad y de pertenencia.“Era un Estado sin nación”. José Llerena atribuye este senti-miento generalizado de confusión, pérdida y desconfianza, ala invasión del Perú y los desmembramientos del territorioque de aquella se derivaron.

La sensación de impotencia y carencia se trocaba en rebel-día, en inconformismo, en descontento contra las autoridadesde turno. Ante la insurgencia de los grupos populares los sec-tores de poder pedían volver a la prudencia, a la cordura, a“su” cordura. Nada era visto como la voz del hambre, la des-igualdad, la necesidad de justicia sino solamente como caos,anarquía y comunismo.

La época juliana termina con otro golpe militar que derro-ca al presidente Ayora (1931) Corresponden a los últimosaños de esta etapa histórica, dentro del gobierno del generalAlberto Enríquez Gallo, algunas disposiciones legales a favorde las clases pobres como la Ley de Comunas, el Código delTrabajo y la creación de la Caja de Previsión Social. Es deentender que estos logros no fueron bien vistos por los

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Dolores Cacuango 1968.

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empresarios burgueses que incitaron continuamente a accio-nes de desestabilización del orden gubernamental. El discur-so burgués atribuía cada cambio a la presencia de los “bolche-viques”. Incluían estos sobresaltos las sublevaciones indíge-nas a lo largo del callejón interandino.

El levantamiento de ChangaláEn la época juliana, en Cayambe se produjo un importan-

te alzamiento que contribuyó a definir el nacimiento de laorganización indígena. La rebelión acaeció en los primerosmeses de 1926. A causa de una intención de venta de las tie-rras comunales que, desde tiempos coloniales, habían sidoconcedidas a indígenas de la parcialidad de Juan Montalvo ya los habitantes del pueblo de Cayambe, unos y otros selevantaron para impedir esa negociación por parte de la fami-lia García Alcázar, hacendada de la zona.

También en esa ocasión las mujeres tuvieron un papelrelevante. Mestizas cayambeñas provistas de tambores reco-rrieron las calles y los caminos convocando a la gente.Petrona Barriga, Lucinda Baroja, Rafaela Torres, Ana Valdiviay la negra Beltrana comandaron a la población alzada pormás de un mes. Dando ejemplo de coraje se colocaron al fren-te y con su pecho hacían retroceder a los caballos de los sol-dados. Como las mujeres no se movían, los hombres tuvieronque permanecer con ellas en la lucha todo el tiempo de lasublevación. Esta fue sofocada al fin con la intervención delos batallones Carchi e Imbabura. Con la interposición de laIglesia las mujeres protagonistas fueron encarceladas y luegocondenadas al ostracismo y al silencio.

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Por el lado de los indígenas, la rebelión de Changalá pusoen alto el liderazgo de Jesús Gualavisí, un carismático y recioindígena de la comunidad de Juan Montalvo quien, a partirde este enfrentamiento y durante más de tres décadas, repre-sentó con inteligencia y dignidad, al naciente movimientoindígena, en el marco de la organización popular.

Las ideas socialistas alientan la organización indígenaEl liberalismo ideológico signado por los principios de

igualdad, libertad y fraternidad, había colapsado y ese fraca-so abrió el camino a las propuestas socialistas. Privilegiandosolo la libertad empresarial, el liberalismo se había identifica-do totalmente con los intereses de la burguesía comercial ybancaria. Los intelectuales y militantes inconformes con ladecadencia de las ideas liberales que se distorsionaron ydevaluaron en un ejercicio corrupto y prepotente del poder,se adhirieron a la propuesta filosófica y política del socialis-mo, con la esperanza de construir un país más equilibrado enlo económico y más humano en lo social.

La efervescencia de las ideas socialistas dio lugar a la for-mación de células organizativas en diferentes puntos de laSierra y la Costa ecuatorianas. Desde el siglo XIX, los trabaja-dores pagados y artesanos que trabajaban por cuenta propia,habían empezado a organizarse. Este desarrollo continuó enel siglo XX. Al ritmo del desarrollo capitalista surgieron losprimeros núcleos obreros en Guayaquil formados además delos artesanos, por cacahueros y trabajadores de las incipientesindustrias.

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Socialistas e indígenasEl socialismo aparecía como una nueva tendencia política

promovida por jóvenes intelectuales y profesionales que pre-conizaban propuestas más avanzadas. Los socialistas agrupa-dos alrededor del periódico “La Antorcha” fueron los prime-ros en abanderarse abierta y decididamente a favor de lapoblación indígena.

A partir de su nacimiento institucional (1926), el socialis-mo tuvo carta abierta para influir en los procesos organizati-vos del pueblo. La alianza con los indios permitió remover losantiguos prejuicios e intereses que mantenían en esclavitud ala población indígena, al mismo tiempo que ampliaron lasbases populares que el Partido necesitaba para sostenerse. ElI Congreso Socialista reunido en Quito, puntualizó como unaaspiración primordial del socialismo la liquidación del problemadel indio, como señala en su libro, Germán Rodas.

Entre los años veinte y treinta el movimiento indígenasiguió alimentando la fogata donde habrían de quemarse losesquemas de dominación. Cabecillas como Gualavisí,Ambrosio Laso y Dolores Cacuango se afirmaron en la esce-na nacional reclamando justicia.

La presión social obligó a crear en 1927 la Junta Protectorade Indios que nunca llegó a funcionar. Milton Luna dice quepara el indio, a pesar de los discursos líricos, en la década del vein-te no cambió nada. Se refiere sobre todo a la supresión del con-certaje que debía aplicarse inmediatamente conforme obligabala ley pero que en la práctica fue desconocida por la partepatronal. Sin embargo el indigenado protagonizó varias accio-nes y mantuvo la atención en torno a su emergencia.

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Los primeros sindicatos agrícolas y el frustrado Congreso IndígenaEn Cayambe se formaron células de artesanos y campesi-

nos, núcleos que recibieron el apoyo teórico y operacional deconnotados militantes socialistas como Ricardo Paredes, LuisF. Chávez, Rubén Rodríguez y Alejandro Torres. El cabecillaGualavisí que había sido cofundador del Partido, en repre-sentación del indigenado, participó decididamente en el sos-tenimiento de la organización indígena que admitía expresa-mente su carácter socialista. En la tierra de Gualavisí, laparroquia Juan Montalvo, se formó el primer sindicato agrí-cola. Los siguientes se formaron en las comunidades dePesillo, La Chimba y Moyurco.

En estas últimas, los sindicatos se enfrentaron prontamen-te con los patrones arrendatarios de las haciendas de laAsistencia Pública, en el año de 1930. Al mismo tiempo, JuanMontalvo, cuna de Jesús Gualavisí, fue escogida para la reali-zación del Primer Congreso Indígena que debía llevarse el 8de febrero de 1931. Este inusitado evento, que preveía la pre-sencia de 2000 indígenas que venían en representación de porlos menos 100.000, no llegó a efectuarse. El gobierno centralpresidido por Isidro Ayora, destacó al batallón Carchi paraimpedir que llegaran los indígenas convocados desde las pro-vincias centrales y del norte del país. Según O. Albornoz, lossoldados taponaron con sus cuerpos todas las entradas aCayambe. Este fue un suceso inédito que alarmó sobremane-ra a los poderes establecidos. ¿Qué podía pasar a la Nación sidespertaban las comunidades indígenas que representaban elcincuenta por ciento de la población ecuatoriana y que hastaahora habían sido ignoradas por las leyes, por los mandata-rios y despreciada por el resto de la gente? ¿Qué se ponía en

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juego si se levantaba esa gente que había sido repudiada, a lapar que explotada, por la clase terrateniente, tremendamentepoderosa, amparada en antiguos e inicuos privilegios?

Los gamonales se indignan ante este hecho sorpresivo, seestremecen de ira pero también de temor. Al frustrar elCongreso Indígena el Ministro de Gobierno informa a laNación La república estaba próxima a estallar en la más desastrosade las conmociones sociales, recuerdan Quintero y Silva. Encambio el Senador Leopoldo Chávez, favorable a la causaindígena, en su Informe exclama: No es un sueño ni un imposi-ble el mejoramiento del indio.

Dolores, una líder infatigableDolores fue introducida a la actividad gremial por un

compañero de su comunidad, el viejo astuto y rebelde, JuanAlbamocho.

Dolores Cacuango cabecilla de San Pablo Urco empezó acomprometerse, cada vez más intensamente, con la defensade las reivindicaciones indígenas, en especial de las mujeresservicias y ordeñadoras que trabajaban en jornadas comple-tas sin remuneración ninguna. Dolores se desplazaba de SanPablo Urco a Moyurco, de Moyurco a Pesillo, de aquí a laChimba. No le importaba si era de día o de noche. Caminabaaprisa, como iluminada, por pajonales y chaquiñanes.Mientras tanto su esposo Rafael se hacía cargo de las tareasdomésticas.

Quienes incursionan en la política necesitan energía, for-taleza, claridad, competencia, empatía, comunicación fluida yfirme. Todos esos atributos caracterizaban a Dolores. Ella era

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ágil para comprender y para responder. Tenía a su favor lapalabra lúcida y vehemente. El don de convocar y convencer,y el corazón receptivo a los clamores de la gente:

Entonces de ahí ca, hablando, hablando, ya reu-niendo uno, dos, tres, cuatro, cinco, ajustando diez,ñuca clavé sindicato con un secretario generalsecretario para que trabaje, secretario sindicato,otro propaganda, otro tesorero, cinco dirigentesponiendo. Elé así formé sindicato hablando concampesinos.

En su hijo Luis Catucuanba ha quedado impregnada laimagen de su madre que despertaba respeto y temor:

Desde su juventud, mi mamita había dedicado sutiempo a organizar a los indígenas, a las familiaspara que luchen unidos y consigan mejoras en elsalario, en el trato. Se paraba duro contra cualquierempleado, con el palo le hacia correr. Por eso desdejoven fue fichada por los patrones, ya en ese tiempoeran arrendatarios de la Asistencia Publica que orde-naban a los demás indígenas- a esa india picara no ledejen hablar con ninguna. Es india bandida.

Desde joven se había distinguido por su rebeldía y coraje. Apalazos impidió una vez que el mayordomo de la hacienda con-sumara la violación de su hija. Muchas veces obstaculizó quemaltrataran a sus compañeros de faena. Había desarrollado unaespecial percepción para captar el sufrimiento de su pueblosometido a explotación, humillación, pobreza, e incluso a tortu-ra. Cuando volvía a sus recuerdos, Dolores comentaba:

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Elé contra patrones luché yo, ca. Patroncito nopaga ni medio ni calé no paga. ¿Cómo ha de ser así?De noche, ca, con guardia civil viniendo y rompien-do puertas, allá dentro ca, pegaba hecho una lásti-ma. Otro atajaba la puerta y guardia civil en lapuerta y otro pegando. Otro día, yo ca visitaba asírutu sangre empapado yendo a policía. Policíadecía: bueno trae agradito, trae agradito para defen-der. Yo decía porque voy a estar pagando, obliga-ción tuya es.

Dolores, hermanaLa gente iba a la casa de Dolores a contarle sus sufrimien-

tos, a pedirle que le acompañara en sus reclamos, a llevar lasquejas a Quito, a buscar ayuda en el sindicato: “En mi casa hanorganizado no más. En otras partes tam han organizado no más,porque duro parando, duro parando. A mí ca no hacía nada ningu-no. Por eso a mí jamás cogió”.

De entre los muchos incidentes en los que testificó con suspropios ojos, Dolores contaba de esta manera:

Yendo con agradito, todo eso amontonado, cargan-do indio roto cabeza, cargando toditos los indígenasyendo. Entonces ahí el político (Teniente Político)sabía decir: Bueno, yo voy a salir a favor. Yo voy amandar a Quito. Estando así, ca ya vino patrón yviendo a este pobre campesino así tapado, toditoensangrentado, sentado así, dijo patrón: Ah, ah, ah,bandido así hay que tener a estos indios. Y el polí-tico decía: - Patroncito es que usted no sabe que...Bueno, bueno, para después ha de quedar; que vayanomás al trabajo.

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Pero más que receptar las quejas, procuraba que las cos-tumbres empleadas en las haciendas cambiaran a una situaciónmás humana, que se reconocieran a los indígenas como seresde derechos, como personas. La posibilidad de agruparse ypresentar ante las autoridades la voz colectiva le enardecía.

Y nosotros ca, decíamos: más mejor a patrón viejode Moyurco vamos a avisar. Pero pior, viejo cacerrando las puertas castiga. Ninguno era favora-ble a nosotros pobres. Por eso yo ca ya vine con lanoticia del sindicato y avisé a la gente. Entonces ca,nosotros, yo formé, de noche no más, de noche.Cuando llegaron a saber que estaba formando sin-dicato dijeron: Ve la india bandida. Y a mí mismootros indígenas decían: No te metas con socialistas,no te metás. Este ca, demonio son, hereje son. Novale. A vos ca, patrón ha de mandar al penal. Yo cavuelta contestaba: Entonces por qué pega, por quémaltrata al pobre natural. ¿Para qué? Habiendo unborreguito, al patrón dinvalde. Habiendo un chan-chito, al patrón dinvalde. Gallinita habiendo, alpatrón dinvalde. Huevos recogiendo a Quito. Todo.

Le dolía la situación de sus hermanas. Las mujeres indíge-nas que trabajaban como servicias o huasicamas en la casa dehacienda estaban obligadas a trabajar sin pago y sin horario.Dice Tránsito Amaguaña: “Después de trabajar todo el día, ya alas nueve de la noche venía la patrona a dar harina para cernir o qui-nua para lavar. Ve longa fiera no has limpiado bien. Con candilitochiquito ni se podía ver”.

A pesar de la poca valoración que se daba a las mujeres,su cuerpo –no importaba si fueran núbiles o casadas- estaba

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expuesto a la lascivia de los patrones y empleados. La apro-piación de sus cuerpos, el asalto a su virginidad, la crueldaddel trato sexual, eran sufrimientos que afectaban hondamen-te a las mujeres indígenas.

Por todo esto en el conjunto de aspiraciones de Doloresfiguraba el respeto a la dignidad de sus hermanas. La inva-sión al cuerpo de las mujeres había dado lugar a la prolifera-ción de hijos mestizos no reconocidos que aumentaban lamiseria de las comunidades. Por eso Dolores proclamaba:“Queremos que indias sepan de quién paren, para que nunca mássean violadas por tanto diablo patrón, para que nunca más nazcanguaguas sin padre y sean hijos despreciados”.

El gran estallido de 1931 en PesilloLa orientación de los cuadros socialistas -Ricardo Paredes,

en primer lugar- llevó a los sindicatos constituidos en lashaciendas de Pesillo, la Chimba y Moyurco a plantear sus exi-gencias mediante instrumentos tácticos novedosos para elcampo. Pusieron sus reclamos en un Pliego de Peticiones y selo presentaron a los patrones. Luchar contra el sistema hacen-dario era oponerse al poder establecido, enfrentarse a los apa-ratos de control con que los latifundistas contaban. Los hua-sipungueros arriesgaban el todo por el todo.

Dadas las circunstancias, se tomaba el máximo de precau-ciones para realizar las reuniones. Cuando se hubo discutidolo suficiente y previendo las consecuencias, se decidió enca-rar el asunto, de una vez por todas. El pliego de peticionescontenía varias reivindicaciones que eran, en verdad, elemen-tales derechos que se debían reconocer a los trabajadores ytrabajadoras del campo. La rebelión había estallado nueva-

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mente y esta vez tenía increíbles proporciones. Las chispas sedispersaban con rapidez y amenazaban alumbrar el panora-ma o consumirlo todo.

Cuenta Mercedes Prieto que en el pliego de peticiones sesolicitaba:

- que cesen los maltratos- se suprima el trabajo obligatorio de las mujeres- se supriman las huasicamías y servicias para ayudantes

y mayordomos- se supriman los diezmos y primicias- se provea de herramientas a los trabajadores- se rebaje el número de ovejas a cargo del cuentayo- se incremente el salario para los huasipungueros y peo-

nes libres- se asignen huasipungos a los apegados- se disminuyan las jornadas extras destinadas a la hacienda- se elimine la reposición de ganado muerto - se realicen las cuentas anualmente con presencia de un

representante de los trabajadores- se pague el jornal cada quincena.

El patrón desconoció en absoluto las peticiones de losdemandantes. Entonces estos se declararon en huelga. Nosalieron a trabajar. Terminaba el año 1930 cuando ocurrió elgran levantamiento de los sindicatos de Pesillo.

El patrón Luis Delgado pidió auxilio al gobierno de Ayorapara acabar con los huelguistas, que según decía, estabanbien tratados y sólo actuaban así porque estaban azuzadospor los comunistas. La prensa capitalina también sorprendidapor la medida de hecho clamó por mano dura contra los alza-dos que quitaban la paz y sembraban un mal ejemplo de fata-

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Resaltado
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les e impredecibles consecuencias. Mientras la prensa socia-lista celebraba el despertar de la raza vencida.

Un piquete se hizo presente en la hacienda de Pesillo parapresionar que los trabajadores indígenas retomaran las labo-res del agro. Tres meses resistieron sin moverse de sus casas.Mientras los cabecillas de la revuelta permanecían escondi-dos o con orden de arresto y juicio. Dolores estaba en cinta eigual desafiaba los peligros.

Cuando venían a querer coger, campesinos ca, com-prendiendo, levantando con palos, de noche, levan-taban. Estando así mismo, bonita, ya llegaron losdolores, ahí mismo, más, más, más. Después ca, yavinieron con tropas de batallón de policía, entoncescon eso para agarrar, para coger. Pero no hicimoscoger, no hicimos agarrar. Únicamente los emplea-dos aconsejaban: -Ve, Dolores, no te metás, no temetás, a vos ca, van a pelar viva, a vos ca, van adesollar viva, no te metás en esa cosa. Pero yo casisiempre decía: -Entonces ca, por qué llevan todoslos animales, todo llevan, y no dejan descansar niun día. Por qué. Más que haga lo que quiera yo ca,no he de dejar. Yo he de ir a saber en Quito, porqueen Quito hay sindicato grande de trabajadores.

La conciencia de su estado de dominación aumentaba yconsecuentemente se fortalecía su rebeldía, el contrapoder desu presencia insurrecta en las calles de la ciudad de Quito queun día despertó sobresaltada porque el tumulto de cientos deindígenas en las estrechas arterias del centro colonial, de lapequeña y recoleta Quito de entonces, hacía “temblar las

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calles”, según lo recordaba un testimoniante. “Así paramos parair a Quito, a poner conocimiento. Entonces campesinos ya reunie-ron para sacar colecta. Entonces ya me fui a Quito, para trabajar enprensa volante y con ese volante viniendo a trabajar y de ahí, cre-ciendo, creciendo, creciendo, dice Dolores.

Su liderazgo se imponeUn grupo de mil indígenas, engañados por el Jefe Político

de Cayambe, había llegado a Quito. Supuestamente iban aconferenciar con el presidente Ayora. Entraron a Quito con-mocionando la ciudad. Era inusitado mirar a un inmensoconjunto de indios que no venían amarrados como antes, niarrastrados, ni agachados, sino con paso firme y el puño alza-do. Al frente del grupo estaba la valiente e ingeniosa Dolores.Había entrado sin que los perseguidores se percataran. “Elpesquisa andaba buscando a mí en Cayambe, en Guachalá, enCalderón, en El Ejido, queriendo cogerme. Yo tiznada la cara, negra,negra, trapuda, trapuda, estera poniendo encima, por medio de laspatas de caballo, voy pasando”.

Una vez que llegaron a la capital les condujeron al cuartelde policía y les notificaron que quedaban prisioneros. Allífueron golpeados y ultrajados. A pesar de eso insistieron enhablar con el presidente Isidro Ayora. Al fin permitieron queuna comisión se movilizara a la casa de gobierno. Les recibióel secretario quien se limitó a aconsejarles que vuelvan a lahacienda, pidan perdón al patrón y se pongan a trabajar.

Regresaron escoltados por el ejército. Como diceMercedes Prieto, el diario El Comercio insistía en asombrarsede las osadas pretensiones de los indígenas que habían aban-donado la característica de los sencillos hijos de Atahualpa. Alrespecto, cuenta Neptalí Ulcuango:

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Vinimos en febrero a la capital, a implorar justiciaal señor Presidente de la República y no fuimosatendidos con justicia, ni siquiera con compasión,se nos trató sin piedad y después de inferirnos vejá-menes se nos ordenó que regresáramos a las hacien-das.

Lo único que consiguieron fue que una comisión vinieraa juzgar los hechos. Antes que cualquier indemnización llególa represión institucionalizada.

Era Semana Santa. Como se acostumbraba, había un seve-ro recogimiento religioso en todos los espacios de la hacien-da. De pronto irrumpieron las tropas que venían a aplastar ellevantamiento y arremetieron con cuanto encontraron a supaso. Un piquete de cincuenta soldados se desplazó a cadahacienda. En el patio de la hacienda de Pesillo encerraron alos animales que tenían los huasipungueros y los quemaron.Después procedieron a desbaratar sus casas y torturar a loscabecillas. Neptalí Ulcuango, un niño en ese momento, mástarde profesor de la escuela de La Chimba, escribió a partir desus reminiscencias:

El Director de la Asistencia Pública, Augusto Egasy el Jefe de Pesquisas con un piquete de tropas lle-garon a las haciendas no a solucionar el conflictolaboral suscitado sino a amedrentarnos, a imponer-nos, por el temor, sumisión a despóticos amos y,para demostrar el poder que tenían, hicieron des-truir nuestras casas de los que suponían cabecillasy así nos arrojaron, sin pan ni abrigo, a las incle-mencias de la vida.

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También Dolores recordaba entre lágrimas: “Había manda-do a Yaguachi para que queme casita, huasipunguito con animalitoy todo: chanchito, vaquita, borreguito, gallinita, cuycito; trastecito,granito, ropita, todo limpio quemaron”.

Persecución y amenazas contra Dolores y las comunidadesLos soldados tomaron presos a varios de ellos. A otros les

colgaron de los dedos pulgares hasta que declararan dóndetenían las armas, inexistentes. No les importó ver que los gua-guas y menores lloraran, chillaran y que de rodillas clamaranque no maltrataran más a sus padres. A vista de ellos, les lati-guearon en la piel desnuda hasta que les brotaba sangre. DiceDolores:

Habían mandado a Yaguachi, habían mandado paraque queme casita y así quemaron casa como huasi-punguito, había animalito, había chanchito, vaco-nita, vaquita, torete, borreguito, gallinita, cuycito,trastecito, granito, ropita. Todo limpio quemaron.Yaguachi, ca limpio quemaron. Y quemando así aYaguachico le digo. –Por qué hicieron tudu así. Porqué quemaron mi casita. Quién mandó. –No sé,mandado somos, mandado somos, mandado fui-mos-, ellos decían.

Los soldados se solazaron echando al suelo las pertenen-cias de las familias, sus escasas ropas, los granos de la tierraque guardaban en el soberado de las casas. Hecho que dolíay asombraba a los indígenas. ¿¡ Cómo podían derramar losgranos de la tierra y pisar a los pobres cuyes!? Las pocas per-tenencias de valor que tenían las familias: una máquina de

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moler o una alcancía, despertaban la codicia de los soldadosque se robaban a vista y sufrimiento de los afectados.Cuarenta y seis casas fueron desbaratadas e incendiadas enlas tres comunidades.

Cuando llegó a Pesillo, el Director de la Asistencia Públicano vino a ofrecer indemnizaciones ni compasión. Lo que leinteresaba era averiguar quién dirigía el movimiento. CuentaDolores:

Entonces ya, bueno, quemado casa, vino el Directorde Asistencia. Entonces ya vinieron tuditos deQuito, a trabajar, a reunir con alguacil, conYaguachi. Todo ese gentío que ya vino. Comisario,policía a reunir en la hacienda de Pesillo. Y hacien-do parar por grupo a campesino así en el aire pre-guntaron: ¡A ver! ¿Quién mandó a Quito, levanta-do?¿ Quién te mandó? -Una doña longa habíapatroncito. Mama Dolores enganchó.

Contestó algún atemorizado campesino, según refirióDolores. La respuesta despertó la indignación del funcionarioquién sentenció: “Ah, india del diablo. Por aquí es tu camino. Ahora nohas de dentrar. No has de dentrar. Ahora por este camino tenés que seguirdonde quiera, india bandida. Si te encuentro yo mismo te mato”.

La represión había calado bien hondo. Lo habían perdidotodo. Estaban maltratados en cuerpo y alma. Las amenazasdel todopoderoso representante de la Asistencia Pública debi-litaron la unidad campesina. Bajo amenaza Dolores se quedósola, perseguida y agredida. Lo dice su testimonio:

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-Ay india bandida del diablo. Por aquí es tu cami-no. Esa india puñetera no ha de volver acá. Toditoslos campesinos sí quieren trabajar.-Si hemos de trabajar, si hemos de trabajar contes-taron los indios.

El desarraigamiento En previsión de represalias, Dolores tuvo la buena idea de

esconderse. Cuando vinieron a llevarla a la madrugada, no laencontraron porque huyó al cerro de la Compañía.

Los hijitos querían ir conmigo pero no podía llevar-les. Mi hermanita dijo: -Espera mamita lleva uncucaíto, maíz tostado voy a hacer. Yo, no dije, así nomás, me voy. Echando pañuelito botado a los hom-bros, salí a las cuatro de la mañana, por cerro. Enhueco de loba ahí amanecí. No dejé coger. A lascinco de la mañana había venido guardia civil conempleado y no halló a mí. Buscando en sembrado,en quebrada, sin hallar.

En la cueva de los lobos permaneció hasta el día siguien-te cuando los soldados se habían alejado. Para no sentirseburlados, los soldados secuestraron a un hijo y una hija deDolores, ambos menores de edad. Les hicieron montar en elanca del caballo y les llevaron. Esperaban que Dolores apare-ciera en busca de sus guaguas. Dolores, ignorando el secues-tro, permaneció en su escondite de la montaña. Imaginandoque el peligro había pasado, regresó a la casa y se encontrócon la terrible noticia. Emprendió una búsqueda infatigable.

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Cuando ya todo parecía consumado, les encontró tristes yabandonados, pasando el pueblo de Cayambe, cerca de RíoBlanco.

Los soldados después de haber cumplido la consigna seretiraron a la cabecera cantonal en previsión de nuevos acon-tecimientos. El batallón “Sucre” de infantería, el regimiento“Quito” de artillería, los escuadrones “Yaguachi” y “Carchi”de caballería, quedaron acantonados largo tiempo enCayambe.

Con este respaldo al poder latifundista, era obvio que lascosas no mejoraran para los indígenas. Por largo tiempo mássiguió la explotación y el abuso, la humillación, el maltrato yla intimidación. Pero siguió latiendo el espíritu de rebelión.Cuenta Luis Catucuamba: “A mi madre le ofrecían desollar, pelarviva, pero ella no hacía caso. Seguía no más”.

Los campesinos desposeídos del huasipungo vagaban sinrumbo por Pisambilla, Cancagua, Tabacundo, o Alegría.Entre ellos, también Dolores sin casa, sin tener qué comer, niqué vestir. Continuaba perseguida por los patrones que ame-nazaban con encerrarla en el Penal o confinarla en la coloniapenal de Galápagos. Los expulsados de las haciendas logra-ron ubicarse en covachas precarias, a la vera del caminopúblico que llevaba a Cayambe, lo más cerca posible de suantiguo domicilio.

Las necesidades primarias de los trabajadores campesinosno fueron satisfechas. El Ministro de Gobierno aprobó que seles pagara por las pertenencias destruidas pero esa disposi-ción nunca se cumplió. El Ministro de Previsión y Trabajo,mandaba de tiempo en tiempo a inspeccionar, supuestamen-te para dar trámite a los reclamos; mas, a pesar de las prue-

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bas, siempre se ponía de lado del patrón. El informe decía quetodo estaba bien, que no se les maltrataba y que los campesi-nos querían trabajar en paz.

La lucha continúa a pesar de todoPasado el descomunal espanto, recuperada en parte de su

dolor, la gente seguía reuniéndose a escondidas y fortalecién-dose en su posición, decidida a continuar con la lucha. Lasasambleas campesinas no desmayaron. Aunque todas lasdemandas laborales seguían en pie, los motivos emergenteseran recuperar el huasipungo y volver a levantar las casas.

Los cabecillas no pudieron reintegrarse enseguida a suslugares de origen. Algunas personas como Dolores nuncamás lo hicieron. Mientras tanto, los sindicatos continuaronpresionando por mejores condiciones de salario y mejor trato.Con el tiempo, por la necesidad de evitar mayores pérdidas yante la presión de los indígenas, los patrones concedieronalgunos puntos del pliego de peticiones, entre ellos nuevossalarios:

- a cuarenta centavos el del peón suelto con derecho atener animales

- treinta centavos el jornal de los hombres, con derecho ahuasipungo y a chucchir1 pago de veinte centavos para lasmujeres ordeñadoras.

Creyendo que habían recuperado el poder sobre los traba-

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1 Chucchir: recoger el grano suelto que quedaba en las eras.

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jadores y que los ánimos estaban calmados, los patronestomaron represalias contra los más luchadores. Instituyeronun descuento de tres sucres anuales por el uso del huasipun-go y despidieron a los que percibían como los nuevos cabeci-llas. Esto provocó otro estallido. Los campesinos respaldarona sus dirigentes y fueron a Cayambe a pedir justicia.Presionaron para que les reembolsaran el dinero descontado.

Los arrendatarios volvieron a solicitar el auxilio de laIglesia. Los curas fieles al sistema de poder hacendario,encontraron nuevos motivos para intimidar a los rebeldes. Supertenencia a los sindicatos y su amistad con los grupos deizquierda les valía la sentencia de “ser negados de Dios, socialis-tas, comunistas, condenados en vida”, como dice TránsitoAmaguaña. El comunismo era, según su versión, un temiblemonstruo que se había metido en las entrañas de los indios.

La compañera Dolores El reclamo de las casas de los cuarenta y seis líderes de las

haciendas de la Asistencia Pública, los reunió en un esfuerzomancomunado que no cesó pese a las amenazas, a la persecu-ción y a la diáspora. En esa lucha Dolores conoció a TránsitoAmaguaña, hija de Venancio Amaguaña y Rosa Alba, uno delos matrimonios desposeídos de la vivienda. Dolores teníacuarenta años, Tránsito dieciséis, pero ya estaba casada y eramadre de familia. Rosa Alba, su madre, fue una de las precur-soras de la rebelión indígena en Cayambe. La primera que fueen busca de luces a Ibarra para enfrentar la extorsión. Tránsitojunto a su madre se unió a los cabecillas. A la muerte de RosaAlba, la hija realizó una ceremonia comunal muy significati-va exaltando su liderazgo ejemplificador.

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Dolores, Tránsito y Angelita Andrango constituyeron untrío de mujeres combativas, inteligentes y tenaces a las quecupo, al menos quince años, conducir la organización sindicaly las reivindicaciones de los campesinos y campesinas expul-sados de las haciendas. Tránsito Amaguaña sobrevive aún.“En Pesillo había una compañera que se llamaba AngelitaAndrango. Tránsito Amaguaña y Angelita Andrango llegaron a serdirigentes, andando con mamita Dolores”, dice LuisCutucuamba.

Dolores buscó refugio en Santa Rosa, antes llamadoYanahuaico, donde organizó un nuevo sindicato que se convir-tió en el centro de operaciones.

Los familiares íntimos de Dolores, su esposo, hijo e hija,volvieron a depender de la bondad de los allegados o de lagente de buen corazón que les permitía “chucchir” en lascosechas. “Déjenlos no más, decían algunos buenos mayordomosde las haciendas vecinas, no vienen por ladrones...”, cuentaTránsito.

Por su lado, los camaradas comunistas les demostraronque la amistad con los “mishus”2 era posible. Llegaron a tenergran confianza en su palabra y en el ejemplo de su vida.Ricardo Paredes, Director del Partido Comunista y Senadorpor la Raza Indígena, Luisa Gómez de la Torre, Nela Martínezy muchos otros militantes comunistas, eran ejemplos intacha-bles de lealtad y solidaridad con la causa del conglomeradoindígena. Lo testimonia Miguel Lechón:

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2 Mishus: blancos, extraños.

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Cuando vinieron los chapas yo alcancé a conocer alfinado Juan Albamocho de Pesillo y a la finadacompañera Dolores Cacuango y había también undoctor Chávez, el chiquito, que era también lucha-dor por los campesinos. Había otro compañero,Rubén Rodríguez, él también era bueno. Pero elmás primero era el camarada Ricardo Paredes, el noera ateo para los compañeros. Él dio la conciencia alindio. Él ayudó, él defendió. Él dio clase. Yo sientoel alma de mi compañero. El doctor RicardoParedes, fue padre y madre para nosotros los obre-ros, los campesinos, los humildes.

Intentar comprensión de las autoridades de la AsistenciaPública les significaba desplazarse con frecuencia a la capital.Varias mujeres formaban parte de la iniciativa, entre ellasDolores y Tránsito. De esas visitas no lograban casi nada. Supresencia en la ciudad, si bien llamaba la atención, tambiénirritaba a las autoridades de la Asistencia Social y al gobiernoque no quería alteraciones del orden público.

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Mama Dulu Cacuango, madre del pueblo indio

Nosotros somos como los granos de quinuasi estamos solos, el viento lleva lejospero si estamos unidos en un costal,nada hace el viento, bamboleará, pero no nos hará caer.

Dolores Cacuango.

Palabras como estas hicieron célebre el discurso deDolores Cacuango. Al frente del grupo: diez, veinte, cincuen-ta o más indios, Dolores debía intervenir con firmeza ante losrepresentantes del poder. Debía exponer razones y defenderplanteamientos. Ella llevaba la voz de su pueblo y lo hacíacon profundidad, belleza y elocuencia.

El liderazgo de Dolores se impuso nítidamente. La luchainédita que sostenían los indígenas contra la prepotencia einjusticia de los patrones requería de personas fuertes y fir-mes. A esas cualidades, Dolores añadía una personalidadcarismática y una gran pasión por las causas que defendía.Tenía gran vehemencia al hablar. Era clara y directa en susintervenciones.

Permanecer en la capital, días o semanas, hasta un mes,no garantizaba el éxito de la misión. Casi siempre volvíandesalentados, frente a la indiferencia de los políticos y gober-nantes que no comprendían, o no querían, la validez de susreclamos. Aún así, continuaban en su empeño. InsistíaDolores: “Yo he luchado compañero aquí. Tanto, tanto ensangren-tado. No salía a favor, nadie, nadie. Ni policía, ni comisario, ni capi-tán de Quito, nadie. Peor en Quito”.

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Además, Dolores seguía visitando las comunidades, bus-cando respaldo, de noche si era necesario. Repartiendo volan-tes, hablando en las asambleas, oyendo las quejas de la gente.Las mujeres eran las que más se animaban a denunciar:“Patrón todo quita.... marido no dice nada, a él contenta con trago”.“A marido enfermo de la cama van sacando que venga a trabajo”.

Siguió recorriendo, sin parar. De Pucará a La Chimba, deLa Chimba a Moyurco, de Moyurco a Pesillo. Consolidandolos sindicatos, arengando a los indígenas, aleccionando a laniñez y a la juventud. A Cayambe también iba a las sesionescon Jesús Gualavisí y Rubén Rodríguez.

Por sesionar con los sindicatos no tenía descanso.De San Pablo Urco pasaba a Pesillo, de Pesillo a laChimba, de la Chimba a Chaupi y así. Unas veces apie, otras a caballo, daba la vuelta. Solo en Zuletano pudo formar sindicato. De gana quieren meter asocialistas, patrón Galo no molesta a nadie, dizquedecían, refiere Luis Catucuamba.

Persecución y amenazas Dolores, junto a otros líderes y lideresas, continuaba orga-

nizando, levantando el ánimo, explicando los objetivos de lalucha, robusteciendo la conciencia. Yendo y viniendo deQuito, hablando con las autoridades, buscando nuevas entre-vistas con los funcionarios de Gobierno, de Previsión Social yde Trabajo, de Fomento, de Educación. Continúa el testimo-nio de Luis:

Así luchaba mi mamita, organizando a la gente,yendo de un lugar a otro. Ochenta y cinco viajes

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hizo a pie, a pie lluchito a Quito a buscar justicia.Por eso los patrones no le querían, decían: Ve a laindia comunista, formando sindicatos. Voy a que-marle viva. Busca a la india, sácale los ojos, rómpe-le la cabeza, déjale sin dientes, no permitas quehable con nadie, decía el mayordomo.

Dolores no se inmutó frente a las amenazas ni a los chan-tajes. Su compromiso abarcaba el presente y el futuro: Simuero, muero; pero otros han de venir para seguir, para continuar,decía muy convencida. En una época de política huracanadaella vislumbraba la necesidad de crear una patria para igua-les, iniciar una ciudadanía fraterna.

Cierta vez, los patrones de Cayambe, valiéndose de loscuras, intentaron sobornarle ofreciendo dinero en efectivoque –de aceptarlo- le habría permitido cambiar radicalmentesus condiciones de vida. El cura de Cayambe la esperó en elcamino. Dolores venía con Tránsito Amaguaña, a quiencorresponde el testimonio: “-Toma, Dolores, cinco mil sucres”.(Una cantidad asombrosa si se toma en cuenta que el salariodiario estaba en treinta centavos. Sin tener deudas con elpatrón –cosa imposible- se necesitaban más de treinta años detrabajo para reunir esa cantidad). “-Dolores deja, no estés andan-do así. Coge la plata. Les doy eso para que no sean revoltosas, poli-tiqueras, para que no sean luchadoras, no anden en sesión, para esoles pago. Para que estén quietitas, para que no sean socialistas,comunistas”.

Tránsito se apresuró a descalificar la dádiva corruptora: -No cojas mamita Dolores, cinco sucres ha de dar, no cinco mil.

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A lo que el cura respondió amenazante: “-Calla india comu-nista. Cuando mueras, no has de entrar a la iglesia, en la quebradate hemos de botar”.

Esta frase en boca del cura significaba una maldición por-que según las creencias ancestrales, la quebrada era un lugartenebroso, donde moraba el rabudo.

Dolores, lo mismo que Tránsito y los demás dirigentes,siguió su línea de vida intachable, incorruptible, libre deambiciones personales. Ceder, congraciarse significaba retro-ceder, entregar la lucha a los enemigos de siempre.Significaba dejar de ser un dique para ellos, para sus futurospropósitos. Manteniendo su dignidad, su verdad, prefirióseguir siendo una amenaza y no una gracia.

Las retaliaciones no lograron amedrentarla. Al contrario,templaron más su espíritu rebelde, su fe en la lucha necesaria.Dolores solía decir tocándose en la mitad del pecho: “Yo, aun-que ponga la bala aquí, aunque ponga fusil aquí, tengo que reclamardonde quiera. Tengo que seguir luchando. Para vivir siquiera liber-tad en esta vida”.

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TERCERA PARTE

Los años cuarenta

Al final de los tumultuosos años treinta subió al podercomo encargado Carlos Alberto Arroyo del Río, abogado libe-ral vinculado a empresas multinacionales y poco grato a laclase trabajadora cuyas preocupaciones siempre había mini-mizado. Las elecciones le otorgaron la Presidencia Constitu-cional del Ecuador para el período 1940-1944. Arroyo es unode los presidentes más tristemente célebres de la historiarepublicana porque en su gobierno, el Ecuador firmó lacesión de la mitad de su territorio en el Oriente, donde sehabían detectado prometedoras perspectivas de explotaciónpetrolífera. Además manejó con descuido los intereses nacio-nales, ocupado más en mantener sus contactos a nivel inter-nacional y sostenerse en el poder. Los datos del libro de JennyEstrada son reveladores.

Un pueblo herido y decepcionado salió a las calles y, endos días y dos noches de insurgencia, abatió al Jefe de Estado.La sublevación convocó a gentes de todas las clases e ideolo-gías que expresaron unánimemente su protesta. Esta revolu-ción popular, conocida como La Gloriosa, marcó el tramofinal de una etapa ingrata para la nación.

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Pensando cambiar de panorama, la agrupación políticaque encabezaba la revuelta, Alianza DemocráticaEcuatoriana, ADE, integrada por dirigentes de diversos parti-dos políticos, buscó a un líder nuevo, independiente, carismá-tico. Hombre culto, ajeno a las contingencias económicas,fogoso orador que predicaba la vuelta a la armonía y a lareconciliación e invocaba la salvación de la patria. Era JoséVelasco Ibarra, exilado en Colombia a raíz de su fugaz desem-peño como Presidente electo, entre el 34 y el 35, cuando seanticipó a pedir apoyo a los cuarteles para nombrarse dicta-dor y estos le dejaron que se cayera “sobre las bayonetas”.

Con Velasco se inicia el populismo en el país. Una formade hacer política sin una doctrina y un programa que lo res-palden sino amparado en un pueblo que lo siga feligresamen-te. Por tanto, se inaugura un estilo de gobierno sustentado envagos ofrecimientos que, al no ser cumplidos causan descon-tento y confusión popular.

El intelectual impulsivo, apasionado y personalista pron-to dejó de lado al hombre público sereno y sagaz. Velascorompió con quienes le habían exaltado y quiso gobernar a sumanera rodeándose de seguidores fieles que no siempregarantizaban solvencia y honestidad. Después de haber dadopaso a una Constituyente (1945) que elaborara una nuevaCarta Magna, conforme a la demanda de los sectores progre-sistas, la rompió y llamó a una nueva Constituyente. Velascono logró acabar su período porque el pueblo se rebeló y loechó de la presidencia pero seguiría intentando en otras oca-siones llegar al palacio de Carondelet y gobernar a este pue-blo “díscolo y anárquico”, según sus palabras.

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Dolores militante comunistaLa primera división del Partido Socialista (1931) dio lugar

al nacimiento del Partido Comunista, identificado con losprincipios y estrategias de la Internacional Comunista. Lolideraba Ricardo Paredes. Los sindicatos de Cayambe, forma-dos por él, se mantuvieron leales a su conducción.

Dolores asumió la formación que el Partido le ofrecía ycumplió con las tareas asignadas, como la más leal militante.No a partir de una obediencia ciega sino en la medida que ladoctrina socialista-comunista se identificaba con sus propiosvalores y las necesidades de su pueblo. En tanto militante,predicó y mantuvo fidelidad con los principios y prácticas delPartido. Aconsejaba a sus compañeros mantenerse siempre enel mismo camino, sin virar la cabeza. No obstante esta formación.en su discurso jamás utilizó términos ni conceptos ajenos a supropio sistema de comprensión del mundo.

A “pesar de todos los pesares”, Dolores continuó luchan-do por su causa, porque sabía que era “justa y necesaria”.Estaba convencida de que había llegado el momento de noceder ante el predominio de los patrones que los habían atro-pellado inmisericordemente todo el tiempo. Pensaba que losindios tenían derecho a vivir bien y a ser respetados. Ochentay cinco viajes hizo a pie desnudo, para buscar justicia ydemandar atención a las necesidades de su pueblo:Devolución de la tierra, respeto a la organización, buen trato,educación, salarios justos.

La emergencia indígena fue favorecida por la coyunturasocial latinoamericana, pues desde la década del treinta, ycon más fervor en la del cuarenta estaba abierta la polémicasobre la situación de las masas indígenas. En palabras de

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Albornoz: “el temor al hacendado se había diluido y cualquier ciu-dadano podía criticar las actuaciones desacertadas e injustas de losterratenientes”. La cuestión indígena constituía en ese momen-to una preocupación continental. Se habían dado varios con-gresos indigenistas en México, Perú, Bolivia, Guatemala, a laluz del pensamiento de Carlos Mariátegui, Moisés Sáenz yotros. El Ecuador no podía abstraerse de un debate funda-mental. Después de haber sido durante centurias “indio” unapalabra inventada para excluir y sojuzgar, como dicenQuintero y Silva, lo indio dejó de ser adjetivo peyorativopara ocupar el lugar de concepto sustancial.

Dolores en la CTALCorría el año 1942. Había una preocupación generalizada

en los países latinoamericanos azotados por las consecuen-cias de la guerra mundial. Ecuador había sufrido la derrota yla usurpación de sus tierras a manos de la diplomacia com-prometida con los intereses de Estados Unidos, país quecomandaba el bloque de los aliados en contra de los paísesdel Eje germano-nipón.

En octubre de ese año visitó el país Vicente LombardoToledano, Presidente de la Confederación de Trabajadores deAmérica Latina, CTAL. El sindicalista fue invitado aCayambe donde Dolores Cacuango y Jesús Gualavisí prepa-raron su recibimiento con una multitud de indígenas, hom-bres y mujeres, que le aclamaron. La visita de Toledano fue unmotivo más para que Arroyo del Río pusiera de manifiesto supoco aprecio a la clase trabajadora a la vez que su escondidotemor a la sublevación popular.

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Desde esa histórica visita Dolores tuvo un proceso derápido crecimiento en su desenvolvimiento público. Ellaposeía una gran capacidad de aprendizaje, reflexión y expre-sión. Con el apoyo de los camaradas incrementó su formaciónpolítica y desenvolvimiento personal. Pasó de ser la mujersufrida, abrumada por su condición de mujer pobre y analfa-beta, a la líder segura, altiva, clara y contundente.

Esos ojos cansados de mirar la huida de los días infinitos,profundos aunque sombríos se volvieron astros de fulgorpenetrante, fogón de chispas que calcinaban a los otros. Esalumbre y ese fuego recorrieron campos y ciudades predican-do la unidad, buscando la justicia. Dice Dolores: “Yo en toda lanación he luchado. Yo he ido al Congreso. He ido a Bogotá. He ido aCali. He ido a Guayaquil. Todos los compañeros he cogido yo.Negros y mulatos he cogido yo. Por todos he luchado”.

La visita del líder sindicalista la catapultó a nivel nacionale internacional. En medio de una numerosa delegación ecua-toriana, junto con otros sindicalistas como Pedro Saad y NelaMartínez, Dolores fue invitada al Congreso Latinoamericanoque se realizó en Cali (1944). Era la primera vez que una indí-gena pudo exponer a la conciencia latinoamericana la reali-dad en que vivían los trabajadores del campo, la lucha inicia-da frente a los gobiernos de turno y sus más hondas aspira-ciones. Continúa Dolores:

Allí en Congreso de Cali todo planteé, para queconozcan cuál es la situación de los indios. Tododije. Cómo hemos sufrido, cómo hemos llorado.Hecho una lástima por servir de huasicama, devaquero, a punte palo.

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Nosotros necesitamos tierra, necesitamos casita,necesitamos qué vestir, qué comer, qué alimentar-nos. Somos humanos, queremos que nos tratenbien, así dije, todo eso dije en Congreso deTrabajadores.

El evento agrupó a los líderes populares más representa-tivos del continente. En ese foro internacional, Dolores recal-có la necesidad de apoyar la organización indígena como víapara acabar con las circunstancias de explotación y sufrimien-to de las inmensas masas de campesinos pobres que trabaja-ban para sostener las fortunas de los terratenientes incrusta-dos en las esferas del poder, mientras las condiciones de lavida de los indios seguía deteriorándose por falta de alimen-tación adecuada, exceso de trabajo e insalubridad.

Muriel Crespi, una investigadora extranjera que entró porlos años sesenta, en la zona de Olmedo, cuando aún vivíaDolores, y en tanto las vivencias de los hechos y sobre los per-sonajes estaban totalmente frescas, comentó con inusitadoentusiasmo el rol jugado por Dolores. Esta mujer exploró fron-teras sociales que hasta entonces habían sido inaccesibles a cualquierresidente de las haciendas, de cualquier sexo.

La loca DoloresDespués de haber cumplido decorosa y lúcidamente su

misión en Colombia, Dolores contó con el respaldo total de laizquierda ecuatoriana para sus proyectos. En contraste dioocasión a improperios y burlas entre algunos mestizos deCayambe que veían con mezquinos ojos el papel protagónicode la “india” Dolores. Su combatividad y fervor le valieron elcalificativo de la “loca” Dolores. Un epíteto común aplicado a

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todas las mujeres transgresoras, a las que adquirían notorie-dad más allá del cerco doméstico, a las que produjeron ruptu-ras excepcionales con el mundo establecido.

Dolores era capaz de movilizar miles de personas endirección a Quito. Cuando el sonido del churo y la bocinaretumbaban por el aire y las lomas se vestían de rojo con elflamear de las banderas socialistas, la gente del pueblo deCayambe tornaba a esconderse, murmurando: ¡Ahí viene laloca! En cambio, artesanos de militancia socialista, iban aesperarla en la quebrada de Ayacuchu y le acompañaban ensu peregrinaje.

El cura, el jefe político, el director de escuela tuvieronoportunidad de escucharle, de conocer sus planteamientos.Ellos –aun a su pesar- dieron testimonio de su coraje, de suvalor y de su talento. Mama Dolores tenía credibilidad. Latemían pero la respetaban, con es admiración que despiertanlas personas que portan en sí autoridad intrínseca, genuina.Era temible, pero conversando con ella buena era y también inteli-gente, la doña, enfatizaba el director de la escuela deCayambe.

Dolores y la Revolución de MayoSu espíritu ardoroso y temerario llevó a Dolores a coman-

dar un intento de asalto al cuartel “La Remonta”, deCayambe. Centenares de indios e indias de las comunidadesde Cayambe rodearon el cuartel hasta entrada la noche parapresionar la caída de Arroyo del Río, en la famosa revolucióndel 28 de mayo de 1944, conocida como La Gloriosa. Por ellocuando Velasco Ibarra llegó de Colombia, con dirección a lacapital, saludó con Dolores y los demás cabecillas y compar-

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tió el balcón municipal desde donde el gran orador señalabacon su palabra inflamada y su dedo acusador los males queiba a derrotar para siempre cuando asumiera el poder porsegunda oportunidad.

Por primera vez el indigenado participó como actor enuna transformación política nacional. Se cuenta que las prin-cipales lideresas indígenas que se integraron a las acciones deCayambe fueron introducidas en el palacio de gobierno.

La revuelta de mayo favoreció el establecimiento legal devarias expresiones de organización popular entre ellas laCentral de Trabajadores Ecuatorianos, CTE. Esta organiza-ción declaró enfáticamente su interés y preocupación porvencer la oprobiosa situación de los trabajadores del campo. Dioespecial importancia a la superación de la población indígenaque en ese entonces todavía era la mitad de toda la poblaciónnacional.

El papel conductor de Ricardo Paredes, la presencia com-bativa de Dolores y el peso de las comunidades indígenas enlos acontecimientos de mayo lograron la creación de la prime-ra organización indígena, la Federación Ecuatoriana deIndios, FEI.

La fundación de la FEILa lucha de los sindicalistas del campo presionó a los

políticos que se vieron obligados a discutir en otro tono lacuestión indígena. Entonces se escuchaban en el Parlamentofrases como éstas que difundían los periódicos de la época:

- El problema del indio es un problema nacional- Todos los problemas del país se resumen en el indio

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- Es hora de que cambien radicalmente sus condiciones. Eshora de que se haga justicia a quienes han alimentado con su sudory su sangre la fortuna de muchos potentados.

Otros querían introducirles rápidamente a los interesesdel mercado, los veían como potenciales consumidores. -Losindios más que tierra lo que necesitan es circulante. ¡Dinero, ese esel asunto!

Pero, como es de suponerse, muchos políticos se negabana considerar un asunto prioritario. Sin analizar debidamentela situación, sostenían alevosamente que el indigenado era unpeso muerto, un lastre nacional, que no valía la pena ponerinterés en el tema. -Tan solo son indios, no se puede discutir sobreello tanto tiempo cuando hay otros asuntos importantes para laRepública, decía un Honorable Legislador, en el seno delCongreso. Como reflexiona A. Muyulema: La integración a lacultura nacional, a la civilización era vista como la única forma deredención de la raza indígena, mediante un acto sacrificial de su cul-tura propia, de su propio proyecto civilizatorio.

No faltaron quienes, queriendo defender a los indios,construían horrendas descripciones de su persona y de suvida, que más bien producían el efecto contrario. Creabanuna especie de repudio acerca de ellos como si la naturalezales hubiese condenado a ser seres abyectos y por tanto su des-tino fuese fatalmente inmutable.

La creación de la FEI dejaba de lado estas absurdas creen-cias y concedía status social a la masa campesina de la Sierraformada en su mayoría por indígenas quichuas. Las líneasprogramáticas de la FEI, expresadas en su Manifiesto a laNación ponían en el tapete un conjunto de principios y orde-

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namientos congruentes, factibles y de urgente aplicación sirealmente se quería procurar el mejoramiento del indigenado.La FEI no pedía, exigía públicamente, por primera vez el tras-paso de la tierra a quienes la cultivaban, la parcelación de lastierras, como paso previo a la Reforma Agraria. Esto significa-ba en primer lugar la parcelación de las tierras de la AsistenciaPública y de las tierras baldías. Del mismo modo exigían: lainmediata regularización de las jornadas de trabajo y de lossalarios de hombres y mujeres que laboraban en la hacienda; lasupresión de las “obligaciones” consideradas connaturales a suestadía en la hacienda; el establecimiento de servicios de salud,educación, vivienda; la tecnificación de la agricultura; la defen-sa de su lengua y su cultura y la incorporación de la poblaciónindígena a la vida democrática del país.

La “lucha unidad” de Dolores, Secretaria General de la FEI Después de Gualavisí, correspondió a Dolores Cacuango

Quilo, la dirección de la máxima agrupación indígena nacio-nal. En tal sentido recayó en su gestión la defensa de losindios e indias de la nación. Fiel a sus convicciones de unidadnacional Dolores continuó visitando, convocando a la inte-gración a otras organizaciones y sectores populares querequerían exigir atención a sus “derechos”. Sin haber utiliza-do nunca este término, que se impuso en décadas posteriores,Dolores fue precursora en la lucha por los derechos humanos.En lo más profundo de su pensamiento estaba la certidumbrede que todas las personas, sin importar la procedencia étnica,regional, el color de la piel, el sexo, la edad debían ser consi-derados seres humanos, como ahora se reconoce: “sujetos dederechos”.

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Con el patrocinio del Partido Comunista, Dolores contri-buyó a que se fundara la FETAL, Federación de Trabajadoresdel Litoral. Estaba clara de la necesidad de la lucha-unidad. Lodijo así:

En mi lucha, ca hasta sirviente ha apoyado y haentendido. Y tenemos que reclamar aunque castigue patrón.(Ahora) No soy sola, no soy huérfana, no soy bota-da. Así formando, poniendo idea en la cabeza. Coneso he dado fuerza para avanzar en la lucha.

En calidad de Secretaria General de la FEI, Dolores hubode cumplir tareas especiales que correspondían a su cargo, enun momento en que la organización indígena debía afianzar-se y justificar su existencia. Esto significaba fortalecer los sin-dicatos ya constituidos, crear otros, ampliar las fronteras de laFederación y representarla en las gestiones o eventos que exi-gían su participación. El liderazgo de Dolores se impuso lim-pio y arrollador. Su presencia tenía gran poder de convocato-ria. Su palabra vibrante estremecía a los auditorios. Muchoshabitantes de Quito recuerdan, por ejemplo, su intervenciónen el Paraninfo de la Universidad Central, otros en el TeatroSucre o en la Plaza Arenas. Ante un público heterogéneo com-puesto por estudiantes, sindicalistas, maestros, profesionales,la gran líder cargada de santa indignación fue haciendo unrecuento de los dolores de su pueblo postergado por muchossiglos. Todas las humillaciones y atropellos provenientes delos hacendados, de los jueces, de los curas, de los tenientes, delos abogados, de los chulqueros que habían usufructuado desu dolor y su pobreza, que habían construido riqueza a costa

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del trabajo de los indios. Hablaba de la situación de las muje-res indias ofendidas y esclavizadas, de los niños que morían“porque sí”. De la insensibilidad de la gente que se habíaacostumbrado a tratarles como si los indios no fueran sereshumanos. Recalcó sobre la lucha incesante por cambiar lascondiciones de vida y lograr reconocimiento en el ámbitosocial.

En aquellas ocasiones las palabras de Dolores tuvieron lafuerza de un látigo y la luminosidad de un rayo. La descrip-ción de la situación indígena adquiría otro peso y ganabafuerza al ser hecha con la sapiencia y la contundencia dequien era parte sufriente de ese dolor y esa injusticia. Y paramuchos de los presentes era la primera vez que pudieron, através de la palabra de Dolores, aquilatar la enorme profun-didad y belleza que la concepción indígena guardaba en supensamiento y en su filosofía ancestral. “Somos como la paja,más que el viento nos mueva de un lado para otro no podrá arran-carnos. Somos como la paja del cerro que se arranca y vuelve a cre-cer y de paja del cerro cubriremos el mundo”.

Las palabras de Dolores sonaban como un Magnificatindio pronunciadas al amanecer de una nueva era. El caminode la lucha se había iniciado peleando por un mundo nuevodonde los oprimidos recuperaran su voz y su palabra, y loshambrientos y marginados pudieran alzar la cabeza y recono-cerse con respeto a sí mismos y ante los otros seres de con-ciencia. “Con la pasión que hablaba de su pueblo, del sufrimientode su gente, nos hacía estremecer de coraje. Nos hacía hasta llorarcon ella”, evocaba Marieta Cárdenas.

Cuando hablaba, salía a relucir su experiencia de vida: suconocimiento y su dolor. Al mismo tiempo sus palabras anun-ciaban del advenimiento de una nueva era que parecía estar-

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se gestando en las entrañas mismas de la tierra. No era el dis-curso frío que calculaba cada palabra para engatuzar, ni eldiscurso demagógico prefabricado según las consignasaprendidas mecánicamente. Hablaba como sentía, decía loque creía A través de ella hablaba la voz de los mayores, desus contemporáneos y de los renacientes. Era la voz de todoun pueblo oprimido por siglos y para ese pueblo clamaba unajusticia legítima.

Dolores desplegó todo su esfuerzo apoyando la forma-ción de nuevos sindicatos en la Sierra y en la Costa. Siemprecon la consigna: no hay que dejar, hay que seguir luchando.

Donde había un reclamo ante el patrón, allí estabaDolores. Donde había un conflicto de tierras, donde había queformar un sindicato; donde se necesitaban empuje, fortaleza,solidaridad, allí estaba ella con fuerza impresionante aplacan-do las oposiciones innecesarias, ajustando cuentas, exigiendocumplimiento incluso a sus propios compañeros. “Brava era,enérgica, dura. Nos exigía, pero ha sido para nuestro bien”. Así larecordaba Miguel Lechón, el sindicalista que le sucedió en larepresentación indígena ante la Federación Ecuatoriana deIndios, FEI.

Su lucha no tenía fronteras. Recalcó siempre la necesidadde la unidad, de la solidaridad entre desposeídos: “No soysolo, no soy huérfano, no soy botado. Ahora la lucha-unidad paratodos igualito. Por todos hemos luchado, por pobres, negros, mula-tos, carpintero, panadero, peluquero. Buscando futuro para todos”.

Ella creía en la acción mancomunada, en la minga huma-nitaria. “Así también todo obrero, todo artesano, peluquero, todopanadero, están con campesinos. Todo trabajador luchando paraconseguir futuro para todos”.

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Mientras tanto, debía continuar su labor de vigilanciaporque, a pesar de las regulaciones sobre el trabajo indígena,continuaban las dificultades de entendimiento entre latifun-distas y trabajadores. La terquedad de los patrones y las tra-bas burocráticas desanimaban a los indígenas y bajaban elnivel de participación en la organización. En esos casos, laacción de Dolores se volvía necesaria y tenaz. Muchos evocansu firmeza y compromiso inquebrantable. “Lisiadita era, opera-da la pobre, pero así seguía. Juntas íbamos a Quito, a donde quieraque había que ir”, dice Tránsito Amaguaña.

Y si cundía el desaliento o retornaba el miedo que parali-za las acciones, Dolores tenía la imprecación precisa y ardoro-sa: “Por qué van a estar así con la cabeza gacha y el corazón de cuy¡Párense duro, compañeros!”

Dolores, formadora Dolores, ya madura en edad y experimentada en la lucha

asume que su ciclo terminará pronto. Con paciencia, conamor y responsabilidad se apresta a traspasar el mandato.Forma gente a través del discurso clarificador, de la fraseardorosa, del consejo oportuno y a través de su ejemplo devida de mujer valerosa, honesta, inclaudicable. La doctrinasocialista empata con sus creencias sociales, con sus aspira-ciones. Los líderes “renacientes” comprenden que: “MamaDulu Cacuango, de San Pablo Urco, por tanto maltrato hablaba delsocialismo que es a favor del campesino”.

“Yo de la mano de Mama Dolores aprendí la lucha. Desdejovencito ella me llevó para que aprenda cómo hay que hablar con losdoctores, con las autoridades”, dice Miguel Lechón.

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Cumpliendo su rol de dirigenta fue educadora, comuni-cadora y propagandista. Sabía que la lucha recién habíacomenzado y que se necesitaba foguear a nuevos dirigentes.Fue un paradigma para Tránsito Amaguaña y tantas otrasmujeres. Nunca escatimó información ni ocultó su juicio.Estaba ubicada en una posición política y en una posiciónhumana trascendental. En esa convicción educó a los dirigen-tes que vendrían después de ella.

Miguel Lechón: Yo solo oyendo la voz de la com-pañera Dolores no más seguía. Yo aprendí con ella,porque ella me andaba llevando a mí desde chico.Muchachito de catorce años andé a Congreso, cono-ciendo Partido. Entonces ya desde ahí seguí traba-jando, trabajando, luchando, luchando, luchando.Florentino Nepas: Yo solo por mama Doloresentré al Sindicato. A ella yo seguía, ella me enseñódesde que era longo chico cómo se ha de hablar,cómo se ha de dirigir a los compañeros.Luis Catucuamba: Ustedes son jóvenes. Ustedesaprendan que yo ya me he de morir, decía mi mamita.

Los sindicalistas indígenas, aleccionados por los compa-ñeros del Partido, trataron que la lucha que mantenían se con-cretara en la expedición de leyes y decretos.

Para Dolores, que se convirtió en la voz autorizada de losindígenas de Cayambe, eso significaba movilizarse continua-mente a la capital, para hablar con las autoridades. La Casadel Obrero era su posada habitual y en otras ocasiones, elhogar de alguna camarada, en especial, el de Luisa Gómez dela Torre.

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Dolores envejeció en la lucha sin declinar un solo momen-to. El final de la vida no le asustaba. La muerte llegaría encualquier momento. Lo que le preocupaba era que la misiónno estuviera comprendida y que la palabra no hubiera pasa-do a otras bocas. Si muero, muero, pero uno siquiera ha de quedarpara seguir, para continuar.

La recuperación de los huasipungosEn 1946, después de quince años de insistencia, y presio-

nado por la FEI, el gobierno de Velasco Ibarra decretó quefueran devueltos los huasipungos a los cabecillas de la huel-ga indígena de 1931. Conjuntamente con este logro, la FEIalcanzó la conquista de muchos de los derechos que habíanmotivado dicho levantamiento. Las comunidades de lashaciendas de Pesillo en Olmedo consiguieron:

fijar la jornada de trabajo en ocho horas diarias, el descan-so de fin de semana, subir el salario a dos sucres cincuentacentavos (S. / 2,50)

- suprimir las servicias- pagar por las huasicamías - suprimir el trabajo gratuito de las mujeres- erradicar los maltratos.

Cuando la noticia fue debidamente confirmada, los hua-sipungueros de Pesillo llegaron al patio de la hacienda con labanda de música, a anunciar el fin de la esclavitud. Entraronde golpe a la casa de hacienda y sacaron a las servicias. Solodejamos una para el patrón principal, ya que tanto rogó, cuentaTránsito Amaguaña. Luego, expusieron al patrón cuáles eran

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las nuevas condiciones de trabajo. Ante la solidez de su exi-gencia, el patrón temblaba como una hoja de árbol. A regañadien-tes, tuvo que aceptar que los indígenas eran trabajadores conderechos.

No obstante, el cambio en las relaciones de trabajo no sedio automáticamente. Transcurrieron semanas y meses ymuchos enfrentamientos verbales y conatos de huelga, antesde que fuera reconocido el derecho a un salario y trato justos.El patrón Delgado prefirió salir de la hacienda, renunciar alarrendamiento. Antes de irse, y oculto en las sombras de lanoche, tomó revancha una vez más. Dispersó químicos en lossuelos para que perdieran su capacidad productiva.

Estaba pendiente el cambio de relaciones con la Iglesia. Lagente estaba harta de ese sistema de explotación.

Reflexiona Luis Catucuamba:El cura no trabajaba nada y recibía la décima partede todo lo que cultivábamos. De diez huachos depapas él se llevaba uno. De cada diez costales demaíz, él tenía derecho a uno. De cada diez gallinas,a él había que darle uno, huevos, quinua y así.Cuando ya suprimimos los diezmos, él ya no veníaa quitar. A una mujer había vendido. Ella venía acobrar. Elé, nosotros no entregábamos nada.

Y Tránsito Amaguaña lo confirmaComo el cura de Cayambe seguía cobrando los diez-mos, fuimos con la Dolores y otros más, donde elCardenal Carlos María de la Torre. Dijimos: -“Pobre campesino no tiene ni para él mismo ni para

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guaguas propios. No hay derecho que la Iglesiaquite más”. –“Bueno, bueno, que sea voluntario”dijo.

Como era de esperarse la supresión de los diezmos causóconmoción. El cura de Cayambe no aceptó de buena gana ladispensa del Cardenal. Arguyó un falso levantamiento parapedir que el ejército viniera a reprimir a los indígenas. Ellosfueron directamente a Quito y presentaron sus quejas ante lamáxima autoridad eclesiástica.

Habían conseguido atacar el poder económico del patróny el poder ideológico de la iglesia. ¡Eran fuertes! Venían otrostiempos, nuevos tiempos que Dolores con su imagen y supalabra contribuyó notablemente a modelarlos.

Esa misma Dolores temeraria y loca, como decían susenemigos, nunca usó más armas que su discurso conmove-dor, su arenga incisiva y la orden oportuna y firme. Esamisma loca Dolores era la ternura anhelante, era un copo dealgodón frente a los niños y niñas, a las mujeres golpeadas,a los indios sin techo. Era como la flor y el espino lo retrataOswaldo Albornoz. Ternura y fuerza, nieve y fuego almismo tiempo.

Muriel Crespi, afirmó: Esta notable mujer se convirtió en unode los más celebrados héroes culturales de los trabajadores rurales, ya mi entender, en su única heroína.

Muy cerca a Dolores, otra líder de recia personalidad yvibrante discurso estaba formada. Sería su continuadora. Setrataba de Tránsito Amaguaña.

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Su pasión por la educaciónJunto con la tierra, la organización y la educación, el gran

objetivo de la lucha de Dolores Cacuango fue insertar en laconciencia de los ajenos, la idea de la dignidad de los indiose indias, su calidad de seres humanos valiosos y respetables.Para eso era necesario que tuvieran las mismas oportunida-des de adelanto. Desarrollo que pasaba necesariamente por laeducación.

Esta visionaria mujer tuvo siempre gran confianza enlos efectos de la escolarización que, de alguna manera,daban carta de ciudadanía a la gente, concedían cierta res-petabilidad que la diferenciaba del común de los pobresque nunca habían pisado la escuela. Con el convencimientoen la acción redentora de la educación se la vio muchasveces recorrer los caminos, visitar las comunidades llevan-do bajo su rebozo hojas volantes para distribuirlas entre loscampesinos.

Los campesinos ya reunieron, ya sacaron colectapara que yo vaya a poner en conocimiento.Entonces ya me fui a Quito para trabajar en pren-sa volante y con esa volante viniendo a trabajar yasí ¡creciendo, creciendo, creciendo...!

Confiaba en el poder de la palabra escrita sobre la que sepodía volver las veces que se requirieran, o preguntar hastaentender el mensaje que contenía. Con gran avidez Doloresinquiere, aprende todo cuanto puede servir para fortalecer sulucha. Ella, en primer lugar, y los demás compañeros sindica-listas indígenas contribuyen con una módica suma de dineropara la impresión del periódico Ñucanchic Allpa que dirigía

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Nela Martínez. Material que mirado a través de la óptica dePaulo Freire era nada menos que instrumento de educaciónliberadora.

Dolores sintió más de una ocasión la invalidez de noconocer la lengua escrita de los blanco-mestizos. Pero eso nole inhibió para buscar oportunidades de aprender.Lamentablemente cuando quiso entregarse de lleno a eseaprendizaje ya era tarde, le habían salido cataratas en los ojos.No obstante pidió a una compañera del Partido Comunistaque le leyera, una y otra vez, el Código de Trabajo. Lo apren-dió de memoria y cuando cierta vez se entrevistó con la máxi-ma autoridad de la Cartera de Previsión, que daba vueltas alasunto sin resolverlo, ella le increpó: Vos, Ministro mientes quehas arreglado problema de indios. Cambias contenido de Código deTrabajo porque estás de parte de patrones. Y ante la estupefaccióndel Ministro, le citó el artículo exacto que correspondía a susreclamos.

Las escuelas indígenas bilingüesCansada de solicitar atención de los poderes centrales a

la educación del indigenado, la gran trasgresora que fueDolores mientras ejercía la alta dirigenta de la FEI decidiófundar por su cuenta escuelas para los niños y las niñasindígenas. Estos establecimientos enseñarían en kichwa ycastellano.

Siempre entendí el valor de la escuela, por eso lemandé a mis hijos a la escuela para que aprendan laletra. Yo hablé en la Federación Ecuatoriana deIndios y sabiendo que la compañera Lucha Gómezera maestra le pedí que nos ayude. Ella hizo una

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visita a mi choza y allí discutimos con más compa-ñeros la mejor forma de que estas escuelas funcio-nen, de que tengan bancas y material para la ense-ñanza. Con toda voluntad aceptó el pedido y desdeese momento empezó a dar clases, primero a los queiban a ser maestros de esas escuelas de indios.

Se consiguió que las Madres Lauritas facilitaran el textoMi cartilla Inca que habían elaborado para la escuela kichwade Otavalo. La innovación introducida por Dolores consistióen que estas escuelas bilingües estuvieran dirigidas por maes-tros que tenían el kichwa como lengua materna. Esto permi-tía mayor facilidad y empatía con el alumnado. La relacióncon maestros de sus propias comunidades establecía lazos demayor fraternidad, comprensión y respeto entre docentes yestudiantes.

La primera escuela se fundó en 1946 en Yanahuaico, juntoa la humilde choza de Dolores: A mi hijo Luis le pedí que deje lostrabajos del campo y se dedique a ayudar a los niños de su razahaciendo funcionar una escuelita aunque sea en la choza miserableque teníamos para vivir.

Después se fundaron otras tres escuelas en la Chimba, enSan Pablo Urco y en Pesillo. Se buscaron jóvenes indígenasque habían estudiado. Dos de ellos eran graduados en elNormal Rural de Uyumbicho. Estos primeros maestros fue-ron Neptalí Ulcuango, José Amaguaña y Luis Tarabata.

Al principio las escuelas no poseían mubles ni útiles. Seutilizaban troncos de árboles, piedras o el mismo suelo parasentarse. Los profesores no ganaban sueldo. Luisa les ayuda-ba pagando de su escasa pensión de profesora jubilada.

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Rememora Luis Catucuamba: Yo trabajé durante dieciocho añossin ganar sueldo. La compañera Luisa nos regalaba de su voluntadveinte sucres al mes, después de trabajar tres o cuatro años de balde.

Las escuelas incorporaron a su currículo además de lasmaterias básicas: lengua, matemática, ciencias naturales ysociales, otros elementos que provenían de su cultura: cultivode la tierra, confección de cedazos, tejido de fajas. Dabanimportancia a la música y el baile nativos. Lo que producía elalumnado se vendía para solventar algunos gastos de lasescuelas y se les pagaba a los niños y niñas para que conocie-ran el valor del dinero.

Los hacendados hostigaban de diferentes formas paraevitar que las escuelas funcionaran y que los niños continua-ran sus estudios. Tenían miedo de que ya educados, se rebe-laran, como así sucedió. Los patrones ya no podían hacerlestrampas, testimoniaba Luisa Gómez de la Torre.

Dolores vigilaba, estimulaba y estaba pendiente del fun-cionamiento de las escuelas. Frente a cada amenaza de lospatrones, Dolores y Luisa se ingeniaban para despistarlosmediante novedosos recursos como ocultar la escuela contapias, construir pupitres desarmables que se podían escon-der en cuanto veían venir a los enemigos. Otra táctica fueponer a funcionar las escuelas por la noche. Para que nosepan en dónde funcionaba la escuela todas las chozas per-manecían alumbradas mientras duraba el tiempo de las cla-ses.

Las escuelas lograron éxito a pesar de la animadversiónde patrones y también de profesores fiscales que acudían consus quejas a la Dirección de Educación pidiendo su supresiónporque no eran legales y no contaban con lo necesario. Cualquier

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cosa. Pero lo que no pudo el Ministerio de Educación con lasfacultades que le competen, lo logró la Dictadura Militar deCastro Jijón que en 1964 mandó a clausurar las escuelas porconsiderarlas focos de sedición comunista.

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CUARTA PARTE

La Reforma Agraria

El país había vivido doce años de relativa paz y orden(1948 - 1960) debido a los beneficios económicos que propor-cionaba la exportación de balsa, caucho, quina y otros pro-ductos necesarios en un momento de conflagración bélica degrandes proporciones (II Guerra Mundial y conflictos subsi-guientes). También contribuyó a mantener ese clima decalma, la apertura de mercados al banano ecuatoriano. Todoeso cambió bruscamente en los años sesenta.

Los años sesenta son especialmente célebres en el mundooccidental y en América. Intelectuales mayores, y jóvenes devarios países quisieron tomar el mundo por asalto. Romperlas viejas estructuras y dar paso a muchas libertades que lasinstituciones políticas y culturales habían cercenado. Es ladécada de la revolución de los estudiantes de París, de loshippies de los Estados Unidos, de Luther King y el adveni-miento del Black Power.

Los vientos más radicales y originales de cuantos hayanexistido antes circularon por el mundo. Cuba afirmaba surevolución socialista iniciada en 1959. La imagen del Che con-vertida en un icono provocador inflamaba las conciencias.

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Estados Unidos vio amenazada su hegemonía y buscó afian-zar su apoyo en Latinoamérica. Desplegó programas socialesde emergencia y apoyó el advenimiento de dictaduras quedejaron trágicas secuelas.

En esa onda de pánico político, en el Ecuador se implantaun cuadriunvirato militar para impedir que la efervescenciapopular llegara a estadios incontrolables. Con el fin de sosegarlas demandas populares se proclama la Reforma Agraria (1964).

Durante los años cincuenta, la cuestión de la ReformaAgraria fue tópico común de los políticos de derecha eizquierda. La clase política tomó para sí el asunto y lo mane-jó, como siempre, según sus intereses. Al interior delCongreso Nacional fue objeto de interminables discusiones.El asunto convocó a grupos de diversas tendencias. Claro quelos menos consultados fueron los indígenas. Había que haceralguna reforma en el régimen de tenencia y usufructo de latierra, para detener la ofensiva de los campesinos rebeldes yprecautelar las haciendas. Se produjo, entonces, un procesode liquidación voluntaria de las relaciones de huasipungue-ría. Esta entrega anticipada, realizada en un marco de absolu-ta ilegalidad e imprevisión, liberó a los terratenientes de lasobligaciones patronales y disipó el peligro inminente deredistribución de la tierra.

Como era previsible, cuando se dictó la Ley, la opciónadoptada fue la que beneficiaba a las sociedades de agriculto-res, esto es a sostener el poder terrateniente. A pesar de ello,no todos los latifundistas estuvieron de acuerdo con las nue-vas políticas. Se resistieron a eliminar las relaciones precaris-tas de producción y más aún a repartir las tierras. La situacióndio lugar a un largo período de enfrentamiento en el campo.La FEI tuvo un arduo trabajo en varias provincias del país,

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sobre todo en la Sierra-centro, nos recordaba Estuardo Walle(último presidente de la FEI), asesorando las acciones jurídi-cas pertinentes. Al mismo tiempo, se dictaron medidas com-pensatorias que trataron de distraer la atención del motivoprincipal, el contenido manipulado de la ley. Mientras lasnacientes empresas agrícolas capitalistas se conformaban, lasdébiles concesiones a los campesinos descomponían paulati-namente el movimiento indígena sindical.

Los amigos socialistas y comunistas, habían introducidoen el discurso la toma del poder total que pondría la tierra enlas manos de quienes realmente la cultivaban. Los sectorescampesinos, ya bastante deteriorados políticamente, no inte-riorizaron el discurso, por eso, a la hora de la hora, se conten-taron con beneficios inmediatos en disminución de la jornadade trabajo, mayor salario, menos obligaciones laborales, unaparcela mínima de tierra y otras conquistas fragmentarias.

La Reforma Agraria que sancionó el Estado nada tuvoque ver con los derechos de los campesinos e indígenas. Lanueva política agraria canalizó su acción a favor de las media-nas y grandes propiedades capitalistas en el campo que esta-ban ampliando su base de producción o cambiando la líneade cultivo, con miras al mercado, por eso enfatizó la imple-mentación de medidas que sirvieran para tecnificar y moder-nizar las haciendas de mayor productividad. Con toda inten-ción se impulsó la colonización de las tierras vírgenes del sub-trópico y de los bosques de la amazonía. Fue una manera deextender la frontera agrícola y desplazar a grandes grupos depoblación hambrienta que reclamaba tierra para cultivar osimplemente un lugar para vivir.

Las propiedades agrarias más vulnerables para implantaruna seudo reforma agraria, fueron las tierras del Estado, o

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sea, las haciendas de la Asistencia Pública. Solamente en añosposteriores la acción se extendió a los latifundios privados.Para el Fisco, ajustar las deudas no pagadas en salario y laseguridad social no cubierta durante tantos años a la masa detrabajadores agrícolas era más oneroso que deshacerse de lahacienda. Los huasipungueros se vieron impelidos a comprarlas enormes propiedades, sus tierras ancestrales, antes deproceder a la repartición individual o implementar la estruc-turación de procedimientos de administración colectiva.

La repartición de tierras en OlmedoLas primeras haciendas en ser parceladas por el Instituto

Ecuatoriano de Reforma Agraria y Colonización, IERAC, fue-ron las haciendas de Olmedo: Pesillo, Moyurco y demás, con-sideradas centro de agitación y disconformidad. Para la entre-ga de los huasipungos fue necesaria una nueva huelga. Era eltiempo del patrón Fausto Cordovez. Todo el período anteriora la expedición de la Ley de la Reforma Agraria, entre 1945 y1964 se mantuvo una fuerte tensión entre los sucesivos patro-nes que arrendaban las haciendas y los trabajadores indíge-nas que reclamaban pagos oportunos y cancelación de losfondos de seguridad social. En 1965, la efervescencia indíge-na en la zona llegó a un punto de máxima conflictividad.Todas las haciendas del cantón Cayambe se solidarizaron conla huelga de los peones de Pesillo.

Acompañadas de un despliegue de publicidad política, secomenzó a entregar a los huasipungueros, las escrituras de laposesión de las tierras de la Asistencia Pública, ya no tan fér-tiles como antes debido a la sobreexplotación de los arrenda-tarios. Se dejaron las tierras lotizadas en manos de los nuevos

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propietarios, los campesinos adjudicatarios. Estos, sin dinero,sin semillas y sin instrumentos de labranza tuvieron seriasdificultades para hacerlas producir. Los indígenas más viejosno sabían quién era este “señor IERAC” y qué mismo era loque se proponía hacer dividiendo el hacendón enorme enlotes insignificantes.

He aquí las palabras de Dolores dichas después del des-concierto que produjo la promulgación de la ley y luego de laimplantación de la reforma agraria:

La Ley de Reforma Agraria ha creado en nosotrosgrandes ilusiones. La entrega del huasipungo quedurante toda la vida hemos querido que sea propio,cuando se hizo realidad en el primer momento fuede gran alegría.Al principio estábamos contentos sabiendo que yano podían amenazarnos con quitarnos cada vez quequerían que trabajemos más horas. Pero cuandopasó el tiempo vimos que no había pasado nada.Por el contrario, estábamos más fregados que antesporque el patrón ya no nos tomaba en cuenta parael trabajo y por lo mismo, no teníamos la semana desalario, no teníamos el suplido y solamente tenía-mos que vivir del huasipungo y esto no alcanzapara la familia.

Adicionalmente a la imposición de una ley inconsulta, seimplantó un sistema de organización totalmente nuevo, basa-do en la acumulación del dinero que producían las cosechas.Como cualquier otro sistema capitalista, acorde a las leyes delmercado, el Cooperativismo degeneró en una lucha de ambi-ciones por el poder, por el gobierno de las cooperativas y por

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la mayor riqueza personal. Hasta el año 1971, en Pesillo sehabían formado siete cooperativas con resultados desiguales.Al margen de ellas quedaba un buen número de campesinosabsolutamente desposeídos. Los valores de reciprocidad, demesura, de solidaridad fueron desplazados por otros de com-petencia, agresividad e individualismo sin que las condicio-nes de vida mejoraran para todos. Al contrario, se detectóaumento de desempleo, migración, desnutrición, alcoholismoy desorganización familiar.

Dolores avistó bien lo que se avecinaba. Una nueva formade pobreza y desamparo:

Cuando nuestros hijos ya están grandes y se casanse quedan apegados al huasipungo de los padres yla situación se vuelve más pobre, más miserable.Los niños no crecen pronto y son muy flacos porqueno hay que darles de comer. La mama no tiene lecheen los pechos para darles de mamar.

Dolores, fuera ya de la dirigencia de la FEI, percibió queel nuevo sistema de trabajo, impuesto desde el Estado y losgrupos de poder, no empataba con el carácter de la lucha indí-gena ni con sus verdaderas necesidades. Una vez más com-prendió la situación de desigualdad que imperaba entre lasociedad de los blancos-mestizos instruidos y los indiosexpuestos a sus tejes y manejes. Volvió a insistir sobre la nece-sidad de mejorar la educación: Yo pienso que no habría ReformaAgraria mientras nosotros no aprendamos bien las letras para com-prender lo que dice la Ley y exigir.

Esa misma sensación de duda, de tomadura de pelo, dife-rente a cuanto había vislumbrado la lucha indígena, aparece

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en el testimonio de Tránsito Amaguaña frente a la ReformaAgraria: Tanto preguntar, tanto averiguar entendí qué era eso de laReforma Agraria.

El cambio en el régimen de la propiedad de la tierra quela revolución liberal no intentó modificar, logró imponerlo lalucha de los indígenas organizados; pero no fueron ellos losque los disfrutaron sino los dueños del poder, los mismos quehabían reprimido a bala y cárcel las movilizaciones indígenas.

Dolores en la gloria y el olvido

Esta es la vida,un día mil muriendo, mil naciendo,mil muriendo, mil renaciendo...

Dolores Cacuango

En el pequeño lote de terreno que le adjudicaron, Dolorespasó sus últimos días, en compañía de Rafael, su hijo Luis, sunuera y sus nietos. No obstante que ya había carretera, veníapoco a Quito, en ocasiones muy especiales.

Por los años setenta, la FEI había perdido fuerza enOlmedo y en gran parte de la sierra ecuatoriana. En el VICongreso de la FEI los dirigentes se lamentaban de la soledaden que habían quedado los pocos sindicalistas como NewtonMoreno, Manuel Oña, Pedro Ortiz y Modesto Rivera que eranlos únicos que sostenían el movimiento. También en el parti-do Comunista las viejas figuras habían sido desplazadas porla dirigencia más joven. Pedro Saad más conciliador reempla-zaba al socialista radical Ricardo Paredes. Dolores fue juzga-da con tanta acritud como injusticia. En torno de ella se levan-taron calumnias inculpándola de ansia de protagonismo.

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Era el hecho que Dolores no tenía reparos en expresar loque pensaba y en pedir explicaciones de las cosas que no leparecían absolutamente claras. Eso le valió para ser tachadade querer mantener su influencia indefinidamente y de teneractitudes cuadillistas y divisionistas.

Luisa Gómez de la Torre se levantó para defender a suamiga y coidearia porque la conocía de sobra y podía ponerlas manos al fuego por ella, segura como estaba de su inco-rruptibilidad, transparencia y lealtad con la causa indígena.La anciana figura de Ricardo Paredes que vivió toda la vidapara los trabajadores y los indios tampoco pudo hacer algoporque también estaba alejado del Partido.

Dolores fue ladeada del Partido. Pasó sus últimos meses devida junto a los suyos. En su lugar, el Partido acrecentó la figu-ra de Tránsito, pretendiendo opacar la estela de Dolores. PeroDolores brillaba ya límpida y tranquilamente. De ella se habíaconstruido una imagen imperecedera, única, con sólido basa-mento histórico. Runakunapac pushak-guía política y espiritualmujer, atributos que apropiadamente le asigna el antropólogoArmando Muyulema. Mama Dulu Cacuango, era la madre delpueblo indio que portaba en sí toda la grandiosidad de lamadre tierra. Dijo Juan Paz y Miño: Era una mujer cósmica, telú-rica, como si la misma Pachamama se expresara por su voz.

Cuando la televisión sueca recorría América entrevistan-do a los líderes del indigenado que más se habían destacadoen el continente, buscó a Dolores y la encontró en su humildechoza, en Yanahuaico, cerca de Ayora. Rolf Blomberg, viva-mente emocionado la recordaba:

Era un montoncito de paja seca sobrecogido por elfrío. Pero cuando tuvo que hablar de su pueblo, de

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los sufrimientos que su gente había pasado, de lasaspiraciones para mejorar su futuro, entonces...¡era increíble! Ese montoncito de paja seca se con-vertía en una hoguera, se inflamaba y crepitabacomo un volcán. De pronto se convirtió en una lla-marada. Era como si renaciera desde las entrañasde la tierra.

Escritores, políticos, comunicadores plasmaron en sus fra-ses el impacto que Dolores les había producido. HernánPernet Yépez expresaba:

... esa joven campesina dotada de un juicio y unalucidez moral extraordinarios se afirma en el cami-no de su existencia de tal forma que su espíritu porser incorruptible es casi perfecto; la campesina esta-blece ante su propia conciencia un juicio claro ydefinitivo de lo que es la justicia y lucha por llegara ella como meta final de su existencia… Doloresno ha sido reconocida por la Patria, ese oscurantis-mo absurdo de aquellos bastardos que escriben lahistoria, le ha querido negar un capítulo completoen la lucha que nuestro campesinado ha efectuadopor su redención. Dolores la revoltosa, Dolores lahereje, Dolores la comunista, Dolores la malditaasistió en 1931 rodeada de tres niños al incendio desu choza que los patrones lo decidieron pensandoque el fuego apaga el fuego.

Ricardo Paredes ensayó escribir versos para perpetuar suadmiración por su camarada y amiga del alma.

Dolores: de tu pueblo y de tu raza;/ alto nevado enlos Andes te transformaste en mujer./India excelsa

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acunada en el Cayambe,/ que te dio sangre volcáni-ca/ para tu amplio corazón.

Pero quien la ha descrito con profundo fervor es OswaldoAlbornoz, historiador de las luchas del pueblo. Él fue el pri-mero en dejar para de los sobrevivientes la memoria de lainigualable líder.

Ternura fijada en sus facciones, blanda y suave ter-nura, como copo de lana o escarcha matutina. No esuna ternura sola, es ternura colectiva, que abarcalos afectos de los ayllus serranos, transparente diá-fanos y purificados en el crisol del sufrimiento quecontiene encerrado en vasija de barro para que no seescape el tierno arrullo de las madres indias rítmi-co y grave como canto de tórtolas campestres.Rasgos de dura firmeza, coexistiendo con la mansadulzura como la flor al lado del espino. Fortalezacon consistencia de granito y resistente a los golpesmás furiosos, como el puño del martillo de los amoso el rayo lanzado por los dioses... Temple de inque-brantable roca porque es de fe su basamento.Porque es certidumbre pegada a la piel y grabada enla mente de reconquistar la tierra arrebatada, paraque ya poseída acariciar los surcos y acariciar ybesar el brote de las mieses. Y entonces clamar convoz potente, para que retumbe con el eco, el viejogrito de guerra y de victoria ¡Ñucanchic Allpa!Mirada potente y penetrante, hecha para romper laniebla espesa de los cerros nativos, para distinguirentre la paja de la puna la sierpe de los chaquiña-nes. Mirada prestada por los cóndores andinos,

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para avizorar también, desde la cumbre, el caminoy la meta de combate emprendido, ese mundo felizcon tierra propia, que titila en los horizontes delfuturo, irradiando claridad como una estrella!Barro arrugado-mama pacha-ternura y firmezaconfundidas, ojos en éxtasis mirando hacia la auro-ra, esa es Dolores.

Los años, las jornadas de lucha, cayeron con su peso sobreel sufrido cuerpo de Mama Dolores que se postró en su lechopor muchos años, quizá evocando, cosa que frecuentementelo hacía: Todo lo que yo he sufrido, todo lo que yo he padecido. Todala lástima que hemos vivido los indios.

Un velo de sombras cubrió los últimos días de Dolores,pagaba su tributo al implacable tiempo. Las piernas se leentumecieron, las carnes se le pegaron a los huesos, mil hili-llos de pena le recorrían las quebradas del rostro, el candil delos ojos se replegaba al interior para calentar las oquedadesde la soledad y la tristeza... Solo resurgía cuando algún diri-gente venía hasta su choza para pedir su consejo o algún bus-cador de estrellas llegaba a recoger la historia de su pueblo.

Tardó en apagarse, allí reclinada sobre un humilde camas-tro de paja. Decidida a entregar su vida para conquistar bien-estar y respeto para los indios, Dolores había dicho antes:

Ñuca mañana, ahura mismo, puedo ir muriendo.Todos tenemos que caminar por este camino a lamuerte, toda nuestra vida.Taita Diosito él ha de llevar, él ha de recoger. Esa esla vida. Tiene Dios así. No vivimos no más, nos-otros.

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La hora del enfrentamiento final, del enfrentamiento conella misma, con su historia, con su esencia, había llegado.Cayó al suelo su rústico bastón de palo de monte. Ya no eranecesario en su libre camino a la trascendencia. Cerró los ojosy recogió en un suspiro todos los senderos, todos los chaqui-ñanes, todos los caminos y las calles, los rostros de la genteque amó y combatió, todas las palabras que pronunció y escu-chó, todos los anhelos y las penas, las conquistas, las derrotas,los amaneceres sonrientes y las noches tempestuosas.Devolvió al padre sol los colores y los gritos repartidos por laslomas y al fin musitó: Sólo tengo una pena, mi hijito que se quedasin pan ni abrigo y empezó a desprenderse de la allpa mamamascullando su memorable proclama:

Esta es la vida. Un día mil naciendo. mil respon-diendo.Una noche mil naciendo, mil respondiendo. Asíestá la vida.

Cuando la noche cayó sobre sus ojos, hasta ese momentoluminosos, centellantes, junto a su lecho estaban su hijo Luis,su nuera y su nieta. Nadie más. La primera camarada en ente-rarse fue Luisa que emprendió su viaje a Cayambe paraacompañar a su amiga de lides y de sueños. Como diría tiem-po después O. Albornoz:

Esa obstinada perseguidora de una estrella -elsocialismo- ha desaparecido de la escena de la vida.Los ojos que avizoraban el porvenir lejano, se cerra-ron para siempre.

Y así, en nívea paz, la paz de los nevados, Dolores se rein-tegró al infinito.

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Murió tan pobre como había nacido. Hasta últimomomento lamentaba que su hijo se quedaba sin pan ni abri-go. Ella que había luchado tanto, tanto por la recuperación dela tierra no tenía que heredar a su hijo. La pobreza no es unmérito, pero en casos como éste, sirve para probar la honesti-dad de las acciones, la incorruptibilidad de la verdadera auto-ridad, la respetabilidad de la representación, y también elolvido que frecuentemente acompaña a las personas visiona-rias que abren caminos de luz en medio de las tinieblas.

A la mañana de día siguiente -24 de abril de 1971- unpequeño cortejo compuesto por sus familiares íntimos, susvecinos y unos pocos camaradas, llevaban a depositar susdespojos en una humilde tumba del cementerio de Olmedo,donde reposan sus últimos restos rodeados de hierbas y flo-res silvestres.

El IERAC, ese monstruo que Dolores repudiaba, se incli-nó ante su nombre y publicó una condolencia a la FEI, por lamuerte de la “Señora Dolores Cacuango”, el 31 de abril de1971. Fue la única nota de prensa que lamentó su partida.

Seis meses más tarde, Rafael Catucuamba su fiel compa-ñero, recogió a las hebras de su voz regadas en el viento delAnde: Una noche mil muriendo, mil reponiendo.

Años después, el movimiento popular asumió sus pala-bras como slogan poético político. Su rostro, pintado porGuayasamín, apareció en el mural del Palacio Legislativojunto a los de Rocafuerte y Alfaro, forjadores de la nacionali-dad, como dijo Jorge Enrique Adoum.

Para 1990, el movimiento indio había crecido tanto que eracapaz de paralizar el país. Se cumplía la profecía de Dolores: Simuero, muero, pero otros han de venir para seguir, para continuar.

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La presencia de Dolores en el escenario nacional -el pen-samiento disidente de Dolores, de acuerdo al antropólogoMuyulema- obligó a muchos de estos a repensar sus juiciossobre la supuesta inferioridad de una “raza”.

A través del ejemplo vivo de Dolores se evidenciaba lariqueza genotípica que existía en las y los indígenas. Siendoindígena, mujer, pobre y analfabeta, Dolores demostró poseercapacidad intelectual, carisma y valores humanos por encimade todas las limitaciones impuestas. Ella no representaba laexcepción a la regla, era la expresión de la plenitud de lasposibilidades humanas impedidas de expresarse normalmen-te por la marginación social. Su profundo ideal por recuperarel respeto para los indios, el reconocimiento de su dignidad,lo concretizó a partir de ella misma, en la primera mitad delsiglo pasado y abrió camino a otras posibilidades de expre-sión y reivindicación.3

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3 Para el año 1990, el movimiento indígena formado ya no solamente por los kichwas dela sierra y el oriente sino por las otras trece etnias organizadas a través de la Confederaciónde Nacionalidades Indígenas, CONAIE, paralizó el país con un levantamiento nacional.Aunque su afán de insertarse prontamente en “la vida democrática del país” ha dado lugara graves errores y divisiones al interior del movimiento, hay que reconocer que ya no sepuede ignorar la existencia de una sociedad multicultural. Han sido notorias algunas con-quistas obtenidas en los últimos años. Varios indígenas han llegado al Congreso Nacional.Luis Macas fue el primero. Una indígena Nina Pacari, fue vicepresidenta de la Legislaturay luego, en el gobierno de Lucio Gutiérrez ejerció temporalmente la representación del paíscomo Canciller de la República. Hombres y mujeres indígenas han ejercido Subsecretaríasde Estado. Sus intereses específicos son impulsados desde el Consejo Nacional de losPueblos Indígenas, CODENPI. Los gobiernos locales han contado con varios alcaldes fren-te a los municipios. El gobierno de Auki Tituaña, alcalde de Cotacachi, es paradigmático enmuchos aspectos. Tituaña es un prospecto interesante con opción de llegar a la primeramagistratura del país. El acceso a las universidades nacionales y extranjeras ha dotado alpaís de profesionales de excelente nivel en las diferentes ramas del saber humano. LuisMacas dirige la Universidad Indígena. El mismo Macas, fue en el 2006 candidato a laPresidencia de la República. El presidente Rafael Correa ha integrado a indígenas mujeresa importantes funciones dentro del Estado

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Diarios:

- ULTIMAS NOTICIAS, (Hernán Pernet Yépez), 1985- EL DÍA, 31 de abril de 1971, p.1

Entrevistas:

- Entrevista en audio grabada por Luisa Gómez de la Torre en 1969 (aprox.)y facilitada a la autora por Mercedes Prieto.

- Dolores Cacuango, en trevista en texto escrito, Instituto de EstudiosIndígenas, IEI, s,f.’

- Luisa Gómez de la Torre, entrevista por Mercedes Prieto, 1969.

Y todos los testimonios recogidos por la autora a: LuisCatucuamba, Luis Guzmán, Neptalí Ulcuango, Miguel Lechón,Marieta Cárdenas, Florentino Nepas, Juan Paz y Miño, RolfBlomberg. Luis Jarrín.

Archivos:

- Familia Costales Paredes.- Federación Ecuatoriana de Indios.- Registro Oficial, Nº 16 del 28 de agosto de 1895

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ÍNDICE DE TEMAS

DOLORES CACUANGOPionera en la lucha por los derechos indígenas 5

PRIMERA PARTE

Fin del siglo XIX y principios del siglo XX: bloques de poder que luchan por la supremacía 9Alfaro y la causa indígena 10Nacimiento de Dolores Cacuango Quilo 12La hacienda serrana: un mundo de abundancia y de miseria 13La hacienda de los Padres Mercedarios 15Dolores, bajo la luz materna 16La primera trasgresión de Dolores 17Las piedras parecen cambiar de color: reformas del liberalismo 19La Ley de Manos Muertas 20Matrimonio de Dolores 21Don Eloy sacrificado en la “hoguera bárbara” 24Levantamientos indígenas en Cayambe 25La primera rebelión en Pesillo, cuando las lomas

DOLORES CACUANGO 103

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y el agua se tiñeron de rojo 26Sombras nefastas enturbian el cielo de la Patria 28

SEGUNDA PARTE

Cambio de mando: de los civiles a los militares 31El levantamiento de Changalá 35Las ideas socialistas alientan la organización indígena 36Socialistas e indígenas 37Los primeros sindicatos agrícolas y el frustrado Congreso Indígena 38Dolores, una líder infatigable 39Dolores, hermana 41El gran estallido de 1931 en Pesillo 43Su liderazgo se impone 46Persecución y amenazas contra Dolores y las comunidades 48El desarraigamiento 50La lucha continúa a pesar de todo 52La compañera Dolores 53Mama Dulu Cacuango, madre del pueblo indio 57Persecución y amenazas 58

TERCERA PARTE

Los años cuarenta 61Dolores militante comunista 64Dolores en la CTAL 65La loca Dolores 67Dolores y la Revolución de Mayo 68La fundación de la FEI 69La “lucha unidad” de Dolores,

104 RAQUEL RODAS

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Secretaria General de la FEI 71Dolores, formadora 75La recuperación de los huasipungos 77Su pasión por la educación 80Las escuelas indígenas bilingües 81

CUARTA PARTE

La Reforma Agraria 85La repartición de tierras en Olmedo 88Dolores en la gloria y el olvido 91

Fuentes bibliográficas 99

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