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DIRECTORIO Año 1, número 5

Marzo 2013

Director José Luis Barrera Mora

Editor Luciano Pérez

Consejo Editorial Agustín Cadena

Alejandro Pérez Cruz Alejandra Silva

Fabián Guerrero

Web Master Gabriel Rojas Ruiz

Ave lamia es un esfuerzo editorial de:

Director

Juvenal Delgado Ramírez

www.avelamia.com

ILUSTRACIONES: � Portada: Soledad, de Joaquín Marín. � P. 3: Ebrias, Francisco Martínez. � P. 5: Escalera, Laura Parodi, 2013. � P. 5, 7: En concreto, Laura Parodi, 2012. � P. 6: Desnudos, Frank Boots. � P. 8: Castillo japonés, wallpaper. � P. 8: Platos, autor desconocido. � P. 8: Pozo, anónimo. � P. 9: Bosque japonés, anónimo. � P. 9: Okiku, anónimo. � P. 10 - 12: The Beatles. � P. 13: Woman writing a letter, de Gerard ter

Borch. � P. 13: Alba, anónimo. � P. 14: Humpty Dumpty. � P. 14: Cirros, anónimo. � P. 15: Ventana, autor desconocido. � P. 15: Entre sábanas, Eva María Villalba Vega. � P. 16: Cuarto de sombras, Marce Nava, Flickr. � P. 17: Tumba infantil, anónimo. � P. 17: Osa Mayor, sin autor. � P. 18: Sophia Loren y Marcelo Mastroiani en

“Ieri, oggi, domani”, de Vittorio de Sica, 1963. � P. 19: Elizabeth Taylor, en “Cleopatra”, de

Joseph L. Mankiewicz, 1963. � P. 21: María Félix en “Amor y sexo”, de Luis

Alcoriza, 1963. � P. 18 - 22: Carteles cinematográficos de 1963. � P. 23: Don Quijote, G A Harkerp. � P. 24 Titania Awakening, by Henry Fuseli. � P. 25: Dulcinea del Toboso, William Rendon � P. 26: Sor Juana Inés de la Cruz, Carson

McCullers, Sylvia Plath y Artemisia Gentileschi

INDICE EDITORIAL 3

TRES POEMAS

Claudia Contreras 5

HAIKUS DE LA SERIE OKIKU Leticia Vázquez 8

YEAH, YEAH, YEAH! (2ª parte) Luciano Pérez 10

TRES POEMAS Ángeles Camacho 13

HOMBRE QUE NO QUIERE SALIR DE SU CAVERNA Mario Bravo 15

MARIELENA Hosscox Huraño 17

1963, EL CINE José Luis Barrera 18

MARCHA NUPCIAL PARA SIR QUIXOTE Luciano Pérez 23

LA REUNIÓN Norma Elsa Pérez 26

Mariposa 2, litografía sobre papel Algodón. Silvia Gaona Moreno 27

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Ave Lamia @ave_lamia

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En busca del feminismo perdido

Lejos están los años donde en las casas olía a comida recién hecha, los tendederos estaban repletos de ropa impecablemente lavada a mano, las casas ordenadas y todos alrededor de la mesa comentándole a mamá nuestras insignificantes aventuras, a las que ella prestaba atención como una verdadera profesional de la psicología. Esa nada valorada labor se emancipó, y hoy mandamos la ropa a la lavandería, los niños están desde temprana hora y edad en las guarderías o escuelas de tiempo completo, la comida “casera” se compra en la fonda de la esquina; hoy pagamos por no hacer ninguna labor en casa, las mujeres emancipadas hablamos con desprecio de la labor doméstica, nos sentimos ofendidas cuando nuestra pareja nos respalda para que dejemos de trabajar y cuidemos a los niños. Decimos que los tiempos exigen el trabajo de ambos, para justificar la evasión a dicha labor. Es una época donde el consumismo nos consume, y los niños crecen solitarios, sin figuras de autoridad. En la adolescencia, que es cuando las cosas se complican, parecemos no ver al padre o le exigimos que funcione como tal, cuando antes lo descalificábamos en cada intervención. Por otro lado, las jóvenes de hoy cultivan cuerpos perfectos en corazones vacíos, en donde la superficialidad ha dado paso a una generación de papel: frágil, sin valores, sin identidad, actuando como machos y exigiendo trato de princesas, teniendo sexo indiscriminado, bebiendo, fumando y diciendo palabrotas al parejo de esos machos a los que tanto atacamos (que dicho de paso también educamos nosotras). Hoy somos una copia burda del misógino, y ahora hay ese repudio de las mujeres hacia los hombres, a pesar de que muchas de ellas ya no saben lo que fue el machismo, sólo reproducen patrones de la madre o abuela que sí vivieron ese yugo. Nuestro género, mal llamado “sexo débil”, a través de la historia ha mostrado ser mucho más fuerte de lo que se cree y a pesar de ello nos empeñamos en parecer tontas y frágiles para manipular las cosas a nuestro antojo. Hemos olvidado la negociación y la sensibilidad tan propias de nuestra condición femenina y tan importantes para la formación de las familias; ser cabronas es nuestra bandera y no hemos entendido que el concepto no es “ahora me vengo de ti, por lo que le hicieron a mi abuela”;

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utilizamos los procesos hormonales para justificar nuestra incapacidad de hablar, de ser asertivas. La desconfianza y el revanchismo han secuestrado a nuestro género, las diferencias entre hombres y mujeres son reales, no podemos pretender parecernos a ellos. En Facebook aparecen a diario muros en los que mujeres ardidas se autoproclaman mujeres fuertes, cabronas, valiosas; pero la verdadera valía está en lograr equilibrar a las mujeres que traemos dentro: la sensual, la madre, la profesional, el ama de casa, la pareja. Sin duda es una ardua labor que se logrará sólo con un aprecio auténtico a nuestra condición, cualquier actividad que menospreciemos nos impedirá lograr el equilibrio y así llegar a ser una auténtica mujer de este siglo.

Patricia Barrera Mora

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Tres poemas

Claudia Contreras

Cíclope

Sueño con el espeso bosque que corona tu pubis el que cede a tus dedos o a mis labios Y despertar al Cíclope que dormita en su valle Disfruto ver lagrimear su ciego ojo Lo siento estremecer entre mis manos ¡Volverse fuerte y acometer entre mis muslos!

¡Remolino de luces Que todo lo devora! ¡Bienvenido!

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Declaración Quemo la noche, divago, cierno distancias, devoro madrugadas. ¿Sabes lo que oculta mi mirada? Silencio, invocaciones, amalgama de absurdos, de irrealidades. Sólo tú me centras entre Mar y Tierra. Sólo tú me posees. En la habitación oscura alimentas mi placer, vives, me revives.

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Intenciones Escucha la llamada del Mar entre la oscura espera, el clamor del amante sobre la piel desnuda, lo oculto a través de la palabra escrita. Huele, que la noche es una flor de mil aromas, un cerco de anhelos entre bares de mala muerte, dicotomías ahorcando deseos sobre techos clandestinos. Siente, la invasión que anhelas vertida en tu olvidada memoria estrujarte los sueños en trozos cada vez más invisibles, absorto instante desnuda intenciones. Ve los besos que te respiran flotar entre sí y espera, combate de ciegos bailarines por tus alas, por mis balas, perenne obsesión obviando el amanecer-te.

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Haikus de la serie Okiku

Leticia Vázquez

Castillo Medioevo

Hay un castillo hay una familia, **** y tú, Okiku.

Diez platos Cuidar diez platos, son de oro, Okiku feliz, dichosa.

Nueve platos

Limpias y cuentas… Son nueve, Okiku, **** cuenta otra vez…

La culpa de Okiku

La culpa dentro ¿Una soga? ¿Veneno? …mejor el pozo.

El grito de Okiku

…Nueve, Okiku. Ya es noche, Okiku… Agua y frío: Tu grito

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Tu grito

No te escucho. Okiku, ¿tú estás bien?**** Ya conté nueve… Okiku

Frío y noche

Todas las noches. Los gritos, el frío, ***** es un mal grande.

Es un mal grande

No es para ti, es para ellos, calla. ¿O es para ti?

Te dejarán sola

Se fueron, ¿verdad? Gritarás un tiempo, **** después callarás.

Okiku

Alma en pena, ¿te cansaste de gritar? Ellos de oír.

Grito entre las ruinas

Ahora, sola. Ya nadie te escucha, sólo las ruinas.

Nota: Los haikus que tienen asteriscos en ciertas líneas, es porque me falta o me sobra una sílaba.

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Desde que los Beatles aparecieron se les consideró peligrosos por parte de los adultos, desde el punto de vista social y de las costumbres, y también desde el musical. En México, y en todo el mundo, padres y madres se mostraron desconcertados al ver a sus hijos e hijas enloquecidos por cuatro músicos de cabello largo. Los muchachos comenzaron a dejarse crecer el pelo, en contra de las reglas de urbanidad, y los problemas comenzaron. Hubo amargas discusiones en los hogares y mucha represión en las escuelas y en las calles, porque el pelo largo se convirtió en símbolo de rebeldía y libertad, palabras que en 1963 y en años posteriores fueron consideradas malas. Las muchachas llenaron sus paredes y puertas, y forraron sus libros y cuadernos, con fotografías de John, Paul, George y Ringo, y discutían arduamente sobre cuál de los cuatro era el más atractivo. McCartney fue el más

favorecido, pero los otros tres también tenían muchas partidarias. Ellas vivieron días, semanas y años de exaltación orgásmica y orgiástica con los Beatles. Los conciertos de éstos llegaron a ser inaudibles por tantos gritos femeninos.

Y entonces, a chicos y chicas les dio por cantar en inglés, lo cual fue considerado extraño para nuestra identidad musical mexicana. Y no podía llamársele “agringamiento”, pues se trataba de ingleses y en México no se sabía nada

Yeah, yeah, yeah! (Segunda parte)

Luciano Pérez

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de Inglaterra, salvo que había una Reina Isabel y un tal Winston Churchill (W.C., de modo que nosotros en aquel tiempo decíamos cuando acudíamos al sanitario: “Voy al Winston Churchill”). Lo “gringo” hasta podía ser bueno, pero lo “inglés”, lo “británico”, ¿cómo entenderlo? Y esas canciones beatles, ¡esos gritos! Nada que ver con “nuestra” música nacional, ni siquiera con la extranjera, pues Ray Conniff y Percy Faith habían sido bien aceptados. El grito de YEAH, YEAH, YEAH!, estribillo de la canción “She loves you”, se convirtió en nuestra liberación definitiva: libres del tiempo, de los padres, de los maestros, de la religión, de toda autoridad. Había que dejarse llevar por la corriente melódica. Y sólo fue el principio, quedaban seis años más que nos fueron

transformando junto con los Beatles mismos, lo cual nos cambió la vida. Y aquellos señores y señoras que se escandalizaban por “I want to hold your hand” y “From me to you”, no se imaginaron lo que vendría de ese mismo grupo años después: “Helter Skelter”, “Piggies” y “What a shame Mary Jane had a pain in the party”.

Como decíamos en la primera parte de este artículo, en 1963 fueron lanzados dos álbumes y tres singles. Ya hablamos del LP Please please me. Ahora lo haremos con los otros discos. Los singles confirmaron el poderío musical del grupo. En el primero, “From me to you” y “Thank you girl”, con John en la primera voz, los Beatles expresaron con inusitada rapidez en música y palabras el deseo y el amor, que a veces es lo mismo, y a veces no. En el segundo, “She loves you” fue el himno beatle con su Yeah, Yeah, Yeah característico, que a tantos nos dejó hipnotizados para siempre, y a la vuelta del disco venía “I'll get you”, que también nos impactó, ambas canciones otra vez con John como principal cantante. Pero el tercero fue más allá: “I want to hold your hand” cambió de una vez por todas la música popular, hizo pedazos todo lo anterior y ya nada fue igual en

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adelante; imposible describir la fuerza, la electricidad, de esa canción, con la voz de Lennon derribando fronteras y límites. La canción de a la vuelta, “This boy”, es también notable, porque además es un trío pues cantan juntos John, Paul y George.

El otro LP de ese año 63 fue llamado With The Beatles, donde aparecen sus rostros en primer plano sobre un fondo oscuro. Son 14 canciones. Hay 6 covers: “Till there was you”, un hit del viejo musical The Music Man, al que Paul le dio agilidad y frescura, con un toque acústico inolvidable que la melodía original no tenía; “Please Mr. Postman”, buena canción, con John adelante y el coro de Paul y George; “Roll over Beethoven”, una versión mejor que la original de Chuck Berry, con George cantando; “You really got a hold on me”, buena canción con John y el coro de Paul y George; “Money”, con John gritando; “Devil in her heart”, muy popular, con George al frente y el coro de John y Paul. Siete canciones fueron escritas por Lennon y McCartney: “It won't be long”, poderosa, con John adelante; “All I've got to do”, de nuevo John, buena melodía; “All my loving” es una pieza maestra, y Lennon lamentaba más tarde que el autor de ella fuese McCartney y no él,

porque de verdad que es una supercanción; “Little child”, donde John y su armónica destacan; “Hold me tight”, de la que se habla poco pero es buena, con Paul en primera voz; “I wanna be your man”, escrita por John y Paul para los Rolling Stones, y que aquí con los Beatles va en voz de Ringo; “Not a second time”, de las mejores canciones de Lennon. Y finalmente, el estreno de George Harrison como compositor, con “Don't bother me”, a partir de la cual se iría labrando él un camino propio en la música.

Cerramos con la famosa anécdota que ocurrió el 4 de

noviembre de 1963, en un concierto de los Beatles en el Prince of Wales Theatre de Londres, ante la presencia de la familia real británica. Lennon hizo entonces su irónica y valiente petición, para hacer notar las diferencias de clase: “Los de los asientos baratos, aplaudan; los de los asientos caros, nada más hagan sonar sus joyas”. Con ese mismo sarcasmo declaró tres años más tarde, en 1966, que los Beatles eran más populares que Cristo, que para nosotros fue toda una revelación y una revolución, un camino para el porvenir.

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Tres Poemas

Ángeles Camacho

El alba última

En la esperanza manoseada un silencio rompe en alba (las almohadas han de extrañar nuestros amaneceres púdicos) Hay albores en los subterráneos lamentos de la imprecisa lóbrega

pesadumbre jaranera ¿dónde se derriten los recuerdos..? ¡Qué simplicidad tan atroz! Ésa de amar con uñas y otros ésa de querernos selenitas ésta de entristecer gratuita y cotidianamente

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Espejo

La muñeca Alicia roja

se come tu recuerdo

he tenido que mentir:

a la luna dije que no eres cierto

¡que le corten la cabeza!

suspira la reina por los rincones

el ollín llora en charola de plata

tanta universal ausencia

copula con Humpty Dumpty

Era de la llama era el silencio jugando a carcajadas el viento y la espera y los pájaros la piel que sorbía parpadeante su deseo era primera luz de primavera el tiempo y la flor sobre la llama y fue que llegaste oculto en la mirada que tu voz volaba con las hojas que tus manos dormían entre las nubes cirros expulsados del vaho de la hierba era que tu lengua navegaba la palabra y fue que tu voz regresó palpitante vuelta a huir en lúdica revuelta y en la liviana curva del retorno lenta y dulce llenó mi al alma con ése tu aroma tabaco

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Hoy es un día para no salir de casa. Podríamos soñarnos dentro de los cuatro cuadros colgados en la pared; pararnos en alguna inédita esquina de la casa; mirar por la ventana como el reo que imagina su libertad si cierra los ojos; organizar congresos de vagabundos, con sedes distintas como la cocina o tu cadera. Podríamos seguir a las hormigas en sus rutas de ida y vuelta; abrir los libros de Cernuda o Galeano en sus respectivas páginas número cincuenta y nueve; fijar una residencia provisional debajo de las sábanas o leer periódicos que hemos guardado, sabes, aquellos diarios de días en que fuimos felices. Tengo la ocurrencia de que quizás sería posible realizar un inventario de todas las sombras que habitan en el cuarto: el ventilador, el perchero, el sofá, los libros y las repisas, la puerta entreabierta, tu silueta cuando te quedas pensando en algo que desconozco o la toalla

colgada y que aún sigue húmeda. Si lo anterior no sirviera para contar con una digna lista de actividades que nos evitaran salir de casa, propongo, entonces, lo siguiente: firmemos promesas en blanco; escúchame cuando te cuente de aquel niño que fui, ése que pasaba horas y horas mirando por la ventana de un departamento; echemos a andar hacia atrás las manecillas de los relojes; dibujemos (tú mejor que yo,

porque tú dibujas de mejor forma, ¡no hay remedio…!) retratos hablados de mi sombra que extravié una tarde de invierno, mientras caminaba con las manos en los bolsillos por avenida Callao, ahí en donde justamente después de volver a pie desde Santa Fe, hallé a una pareja que seguía besándose después de cuatro horas; hagamos avioncitos de papel con las hojas del calendario; apaguemos las luces y que se repita cien veces aquel viejo tango en la voz del “polaco”.

HOMBRE QUE NO DESEA SALIR DE SU

CAVERNA

Mario Bravo

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Hoy es un día para no salir de casa. Se me ocurre que comencemos por cerrar con llave todas las posibles salidas, poniendo la alarma de todos los despertadores y que nos anuncien, puntualmente,

cuando este día finalice y sea prudente salir a la calle, dejando tan sola a esta caverna que se quedará sin hombre ni mujer, sin dibujitos en donde relatemos al resto de la tribu cómo cazamos al

mamut o nuestra sorpresa al descubrir a un tiranosaurio justo a la vuelta de la esquina. Todo esto cuando por fin salgamos de casa.

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Me gusta el ruido de los helicópteros, las gordas feas y comer las bayas amarillas del carambolo. Es veintidós de mayo, la cola de la osa mayor, Alkaid, palpita en toda su blancura de enana blanca. Me siento acomplejado ante esta infame turba de estrellas.

Casi sin aliento he echado la última palada a la fosa del hijo recién nacido de esta mujer. Está sola y desesperada, me sacudo un poco la tierra de las manos y de un impulso la tomo. El primer calostro se chorrea por la piel de su pecho, me hinco para tratar de recogerlo con mi lengua. Al cabo sus tremendas ubres han quedado secas. Y vueltos animales copulamos en la tierra con lágrimas y con lo que nos queda de cuerpo.

Despertamos en un charco de lodo, salimos del panteón como imágenes de baba y salitre. De no ser por el penetrante tufo nadie se hubiera dado cuenta de que caminábamos entre los demás. Creo que nuestro ritual nocturno nos hizo animales callejeros y por lo

tanto nos perdimos al paso de unas cuadras.

A veces cuando me rasuro miro en el espejo a esa mujer, su rostro vacío de muchísimos años me hace pensar en las momias que uno se coge por piedad al más allá.

Mi primer entierro fue el de mi tío, de él heredé el trabajo y un mapa estelar que con los años aprendí a usar.

Algunas veces vendo muertos célebres a los estudiantes. Y siempre desentierro a los recién nacidos, hurgo en su trasero para sacar el meconio. Lo compran las brujas de por aquí a buen precio, le otorgan un poder magistral a una caca amarilla y viscosa.

Alquilo mensualmente por una noche el panteón a unos ingenuos para que hagan su pic nic metafísico.

Generalmente sueño que soy un cazador de mosquitos. Los voy ensartando con una aguja hasta que son suficientes como para empezar a tejer estrellas, pero cuando ya voy a terminar despierto. Y tengo la idea de que mis sueños fueron muy duros, como de malaquita, entonces me miro con unos lentes que había inventado mi tío, porque él también tenía el mismo sueño --eran lentes con rayos X--, y asombrado miro mi cerebro abollado, y es cuando realmente despierto.

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Marielena Hosscox Huraño

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La memoria que guardo de aquellos años no puede ser otra que la bibliográfica o la cinematográfica, porque simple y llanamente no había nacido, y aun estaba distante de al menos ser un embrión. Pero mi afición por la literatura y el cine pronto me remontaron a aquellos años nonatos de la memoria. Y ya enfocándome al cine debo decir que algunas de mis películas favoritas fueron filmadas dos años antes de que yo naciera: 1963. Para finales de los años 70 fui descubriendo a Federico Fellini y mi afecto por el cine italiano fue in crescendo. No recuerdo el año exacto, pero de repente me topé con una película del más puro estilo felliniano, tan onírica como inquietante: “8 ½”, con el gran Marcelo Mastroiani interpretando a Guido Anselmi, alter ego del propio Fellini, la bellísima Claudia Cardinale (quien en ese mismo año participó en otra película: “El Gatopardo” de Luccino Visconti), y la no menos bella Anouk Aimée, con música de Nino Rota.

Esta obra de arte se mereció por supuesto el premio “Oscar” ese mismo año, así como el “San Jorge de Oro” del Festival de Cine de Moscú. La película, así como su autor, que es para muchos enredosa e incomprensible, para los que degustamos más el ambiente y los ritmos del cine europeo, simplemente nos resulta una auténtica ambrosía cinematográfica. Como ya lo mencioné, ese mismo año participó Claudia Cardinale en la extraordinaria adaptación que hizo Luccino Visconti de la novela de Giuseppe Tomasi di

Lampedusa: “El Gatopardo”. Burt Lancaster interpretaba al príncipe Fabrizio de Salina, Alain Delon a Tancredi y la ya citada Cardinale a Angélica. En esta cinta melancólica que narra la decadencia de la aristocracia, Visconti abandonó en definitiva el neorrealismo de sus orígenes y de paso consagró a Lancaster (actor de acción hollywoodense) en su faceta dramática. Dos giros artísticos que quedaron registrados en la historia de la cinematografía mundial. Al no ser asistente a los estrenos de estas películas, debo decir que fueron agregándose de manera aleatoria en mi cúmulo de evocaciones del séptimo arte. Así, de pronto también me encontré con la sensual y rústica napolitana Filomena Maturano (Sophia Loren) que conquista - además de a la audiencia masculina - al acomodado burgués Doménico Soriano (de nueva cuenta Marcelo Mastroiani), en la cinta “Matrimonio a la italiana”, de otro director surgido del evocador

1963, el cine

José Luis Barrera Tinta Rápida

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neorrealismo italiano, Vittorio de Sica. Esta película, que recibió la nominación al “Oscar” por mejor película de habla no inglesa (hasta 1965) y por mejor actriz, además de ser ganadora del “Globo de Oro”, fue una de las muchas cintas en las que Loren y Mastroiani nos deleitaron con su actuación al alimón. Sin duda una de las parejas más prolíficas y entrañables de la pantalla grande. De la ya mencionada mancuerna de actores italianos, ese mismo año 1963 fue rodado otro filme de Vittorio de Sica: “Ayer, hoy, y mañana” (producida por supuesto por Carlo Ponti) que es una comedia en la que se narran 3 historias breves sobre parejas de diferentes partes de Italia. ¿Quién puede olvidar la escena donde Sophia Loren se muestra en liguero quitándose las medias? Al menos yo no la olvido, máxime que la primera vez que la vi fue en mi hormonal época de adolescente. Esta película fue premiada en 1964 con un “Oscar” por mejor película de habla no inglesa y Mastroiani con un premio “Bafta” por su actuación. Como todas las de Loren y Mastroiani, fue una película memorable. Por su parte, en Hollywood, “Tom Jones, hombre de audacia”, ganaba el “Oscar” a

la mejor película y Tony Richardson, por la misma, como mejor director. Sin embargo, su protagonista Albert Finney pierde este premio a mejor actuación masculina frente a Sidney Poitier por “Una voz en las sombras”, y Patricia Neal, lo gana a mejor actuación femenina por “El indomable”. Películas de las que poco se puede hablar y que tampoco forjaron recuerdo alguno en los anales del séptimo arte.

Sin embargo, de los filmes de ese año se destacó por su espectacularidad “Cleopatra” de Joseph L. Mankiewicz, interpretada por Richard Burton, Rex Harrison y Elizabeth Taylor. Esta historia de la reina del Nilo y sus amoríos con Julio César y Marco Antonio, no obstante haber ganado un “Oscar” por mejor fotografía y mejores efectos especiales, además de contar con grandes interpretaciones por parte de Burton y Harrison (este último nominado a mejor actor), en realidad gira en torno a una Taylor en el más glamoroso papel de su carrera. Filmada con el propósito de ser una producción de bajo presupuesto, terminó teniendo una inversión de 44 millones de dólares, y aunque la crítica la destrozó en su momento, logró recaudar casi 58 millones en taquilla, lo cual fue una tranquilidad para su productor Walter Wanger, la

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cual le dio ganancias no obstante los problemas de recaudación. En este año se proyectaba la película “Los pájaros”, del “amo del suspenso” Alfred Hitchcock, con Tippi Hedren, Rod Taylor y Jessica Tandy. Thriller sobre una pequeña población costera de California que es atacada repentinamente por una enorme parvada de cuervos, que le mereció ganar al siguiente año el “Oscar” por mejores efectos visuales (que hay que verlos con la valía de la época y no comparados con los efectos actuales). Y como era característico en los filmes de Hitchcock, al principio hay un cameo de él mismo, en esta ocasión sale paseando a dos perros. Una película fundamental en la obra del cineasta inglés, quien se encontraba aquí en el momento más importante de su carrera. Cabe mencionar que esta película, que vi por

primera vez en la televisión con mi familia por ahí de mediados de los 70´s, en realidad dejaba al espectador con una sensación de temor cuando se salía a la calle después de ver la cinta. Y las taquillas se llenaban de billetes, porque una nueva versión del agente británico James Bond aparecía en pantalla. Esta vez con el nombre de “Desde Rusia con amor” dirigida por Terence Young e interpretada por

Sean Connery. En la cual, como era de esperarse, hay mucha acción y muchas bellas mujeres como en todas las películas del famoso “Bond”. Nunca fui muy aficionado a las películas de este galán otoñal de las películas policiacas y por tanto no tengo más que reseñas de la película, que tampoco hablan con entusiasmo de esta entrega de la muy pródiga saga. Se presentaba “La maldición de la llorona” de Rafael Baledón, con Rita Macedo, Abel Salazar y Carlos López Moctezuma, una de las películas basadas en la más famosa de las leyendas mexicanas, que en su momento era anunciada como terrorífica, pero que para esta época ya no lo es tanto. Al menos, en mis años infantiles, esta cinta, junto con la de “Los muñecos infernales” de Benito Alazraki (filmada en 1960, cuando alguien más infernal llegaba a este mundo), eran las películas que más me atemorizaban y por supuesto fueron causantes de unas cuantas pesadillas. También se propalaba la noticia de que Ismael Rodríguez había logrado su obra maestra e Ignacio López Tarso el papel de su vida: “El hombre de papel” basado en el cuento de Luis Spota, “El billete”, que narra las

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desventuras de un inocente pepenador, que es engañado cuando un ventajoso ventrílocuo, Luis Aguilar, le vende un muñeco que “habla” (el otrora famoso “Titino”). Una muy buena película que hacía ver a un Ismael Rodríguez más maduro y lejano a los muchos churros melodramatiquísimos a los que nos tenía acostumbrados. Y muy destacada la actuación de López Tarso que ya avizoraba su presencia de gran actor. “Amor y sexo” llamaba la atención en las carteleras nacionales, una película dirigida por Luis Alcoriza (alumno de Luis Buñuel), que presenta a una María Felix desnuda (aunque la versión no censurada de este filme no se encuentra por ningún lado), además Julio Alemán y Julio Aldama, en un melodrama romántico muy a la mexicana que llevaba un singular subtitulo, “Safo 1963”, que al

parecer no escandalizó, porque los palurdos censuradores sólo tenían la mira en el desnudo de “La Doña”.

Y si en Gran Bretaña en 1963 no podía faltar la ya mencionada película de Bond, en México hizo su aparición una más de las películas de la saga de “Santo, el enmascarado de plata”, el héroe mexicano por excelencia, cuyos filmes con el tiempo han adquirido denominación de cine de arte. Era el año para la película de “El Santo contra el estrangulador”, en donde hacía su aparición uno de los ídolos del rock sesentero mexicano, Alberto Vázquez. Y por supuesto que abundaban las películas de rock: “Mi alma por un amor”, “Luna de miel para nueve”, “La edad de la

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violencia” y “Adorada enemiga”, por ejemplo, que entretenían, pero no iban a entrar a la historia de las grandes películas de la historia. Angélica María, Enrique Guzmán, Cesar Costa y Angélica María eran las grandes estrellas de estas películas de la época. Aunque no recuerdo a cabalidad la secuencia con que fui descubriendo las películas de este año, sin duda la primera debe estar entre el propio Santo y

Viruta y Capulina, quienes hace 50 años se presentaban en la cartelera con dos películas: “Los invisibles” y “Barridos y regados”, ambas con guión de Roberto Gómez Bolaños (quien años más tarde se popularizara con el seudónimo de “Chespirito”). El llamado “Rey del humorismo blanco”, junto con su no tan inseparable compañero Marco Antonio Campos (Viruta), hacían del pastelazo y la risa fácil una forma de divertir en el cine, que aún a la fecha roba risas de los espectadores.

A fin de cuentas, el cine del año de 1963, que fue haciendo su aparición de manera paulatina en mis reminiscencias cinematográficas, me dejó más enamorado del cine europeo e italiano en particular.

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Sir Quixote, gracias a su fe en el país de las hadas, que para la gente común y corriente no es más que locura, llegó ahí para que sus esfuerzos se viesen por fin recompensados. A la vieja manera, claro está, a la del tiempo de Avalon y de Camelot, cuando las damas premiaban a los caballeros por los méritos de éstos; no como ahora, que recompensan a quienes ni son caballeros ni mucho menos tienen méritos, y todavía se dan ellas el lujo de justificarse: “es que el corazón se inclina por quien una no debe”. Como algo inevitable e irremediable. No así con Sir Quixote, que llegó al mencionado país y fue recibido por las reinas de las hadas, Titania y Gloriana. Ellas ya le habían encargado a un compositor alemán una Marcha Nupcial para que el ilustre caballero de La Mancha cruzase el umbral de lo que es el matrimonio, y tomase la mano de la princesa Micomicona. Y ésta ajustó sus anteojos y los frenos de sus dientes, se limpió su larga nariz, y se

echó a la boca un chicle de menta para mascarlo con más intensidad que nunca. Fue una buena oportunidad para sentirse nerviosa. Casarse con alguien tan insigne no era para menos. Qué había pasado con Dulcinea, a nadie le preocupaba más. A pesar de las inmensas hazañas que por ella emprendió Sir Quixote, esa mujer orgullosa y egoísta prefirió no aceptar al caballero, pues no tenía éste tantos recursos monetarios (hombres como él ganan poco, cuando ganan) y eligió entonces a un empresario de cabeza cuadrada, de esos que acaparan a las mejores mujeres para usarlas y tirarlas, pues para ellos no son sino mercancías. A veces hay caballeros que intentan rescatarlas, pero ellas los rechazan por causa de la eterna canción: “el corazón se inclina por quien una no debe”. Por lo general dicen deberse al padre de sus hijos, nacidos o no, ya que éstos les fueron enviados (o quitados) por Dios mismo desde Su

Oficina de Correspondencias. Y por eso, como a Micomicona nadie le correspondía, Sir Quixote la aceptó por esposa antes de que a alguien se le ocurriese hacerla bella y venderla. “¡Adiós, Dulcinea del Toboso, tú que fuiste lo más alto, es decir, la más alta! ¡Que tus cabellos de oro se conviertan en lo que son, paja, apenas tu marido los toque!”, dijo el caballero, con algún pesar en el alma pero decidido a renovarse a través de la princesa que Gloriana y Titania le asignaron. El alemán entregó su composición ya casi con el día de la boda encima. Era música para soñarse una noche de verano. El rey Oberón y sus duendes la consideraron ideal para la temporada. La reina Titania no se diga. Y la reina Gloriana y su consorte Raleigh, siempre fumando los dos, mandaron imprimir miles de discos con la Marcha para que los piratas la difundiesen por todos los vagones del metro y las islas del océano. Alguna de las cortesanas,

Marcha nupcial para Sir Quixote

Luciano Pérez

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malévola como lo son todas por naturaleza, comentó que la princesa Micomicona más parecía un pato que un mico, y no le faltaba razón: con lentes, frenos y larga nariz no podía ser otra cosa. Sí, estaba predestinada a ser la Mamá Pato de los cuentos de Sir Quixote. Y en adelante se llamó Picopicona, para que los eruditos del Instituto Cervantes de Neza York se molestasen. Al propio Don Miguel le reprocharían el haberse dejado cortar el brazo nada más que para hacerlos quedar mal, pues ellos a dos manos llenan páginas y páginas de aparato crítico en obras tan inútiles como aquella que dice: Rocinante no se hizo filósofo por no comer, sino porque se matriculó con nosotros, según escribió con orgullo uno de los académicos cervantistas. El caso es que la Orquesta “Cuentos de Hoffmann” ensayó diligentemente la pieza musical, y ésta estaría bien dispuesta y armonizada para el día del enlace, el cual se efectuaría en la capilla de

los Diablos de la Vieja Jersey, que se engalanaría profusamente para la ocasión. “¿Por qué no de la Nueva?”, preguntó un querubín bizantino, y otro como él contestó dándole un coscorrón: “¡Tonto! ¿No ves que fue el único territorio inglés que ocuparon los alemanes? Por lo tanto, hay diablos ahí, en la Vieja, no en la Nueva. Esta última la tomaron los aztecas”. Pero aquél no quedó conforme, y le respondió a su compañero con una bofetada y diciéndole: “¡No, los aztecas lo que tomaron fue Manhattan, una marca de pulque muy buena!” Se agarraron a golpes, como historiadores que eran, pues nadie está de acuerdo acerca del sitio exacto donde los caudillos nahuas Jaguar Verde y Perezpochtli desembarcaron para devolverles a los pieles rojas la famosa isla por la que a éstos les pagaron 14 dólares los ricos empresarios de los Países Bajos. Ocurrió hace tanto tiempo que ya no importa saberlo.

La princesa Picopicona estaba feliz. El no ser, como dicen los ineptos, “agraciada”, le facilitaba las cosas, pues ningún empresario le daría 14 dólares para robársela. Además, su corazón sí estaba inclinado hacia quien se debía. No teniendo margen para ser orgullosa ni egoísta, calibró bien los méritos del famoso caballero. Y éste no la vio mal, no se le encalabrinó el alma, de ninguna manera. Se notaba en el rostro de la princesa lo mucho que había llorado siempre, cuando nadie se le acercaba y la echaban fuera de todos los lugares. Titania la vio, la rescató, y le prometió otorgarle al mejor hombre. Éste no podía ser otro que Sir Quixote, vencedor de mil enemigos. Y le fue fácil a él hacer amistad con Picopicona, así que le dijo: “Te amo porque eres, desde hoy, mi amiga”. Pues amor y amistad, en el País de las Hadas, equivalen a lo mismo. En el mundo real esto hace sufrir a muchas verdaderas damas y a muchos auténticos caballeros, pues ahí amor y amistad no son iguales, y no hay manera de hacerle entender a nadie que las palabras “tú y yo sólo somos amigos”, en Fairyland significan: “tú y yo somos al fin amantes”. Es decir, que ser amigos es serlo todo, y por eso Picopicona y Sir Quixote sellaron su amistad casándose.

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QUAM PULCHRA ES AMICA MEA! (“¡Cuán hermosa eres, amiga mía!”) decía, gloriosa frase salomónica, en letras formadas con flores, a la entrada de la capilla que ya mencionamos. Era el día de la boda de la princesa y el caballero, y los invitados aguardaban ansiosamente la llegada de la pareja. El capellán luciferino, vestido de rojo con llamas amarillas, llevaba en sus manos el Necronomicón sagrado. A caballo llegaron los novios, desmontaron y entraron al recinto religioso. La orquesta dirigida por Herr Sandmann (el que nos arroja en los ojos arena para que soñemos lo que no debemos soñar) puso en marcha los motores de la Marcha Nupcial para esta noche de verano. Amiga y amigo se casaron, y las reinas les regalaron una preciosa estancia en el pueblo de Avon Cosmetics, lleno de estatuas con personajes de Shakespeare, las cuales señalaban las separaciones entre las casas. Donde vivirían los recién casados era entre las estatuas de Hermione, reina de Sicilia en el Cuento de Invierno, y un cierto Lucianus, oscuro personaje de Hamlet, sobrino de un rey (acto III, escena 2). La Marcha fue bien tocada y se estableció como oficial para futuros matrimonios. Como el de Hermione y

Lucianus, por ejemplo, que se efectuaría en una noche de San Juan. ¿El de Patmos, o el que comía langostas con miel? Da lo mismo. En Fairyland todos los símbolos y evocaciones son válidos. Así que si alguien a quien tú amas dice querer contigo “sólo una bonita amistad”, recuérdale lo de Sir Quixote y la princesa Picopicona. Dile que eran bonitos amigos y eso no impidió el amor entre ellos, sino todo lo contrario. El cisne de Avon cantó todavía una vez más, mientras una mujer pato “no muy agraciada” se convirtió en la

más hermosa ave del País de las Hadas, sin tener que cambiarse en lo más mínimo el rostro. Siguió con sus anteojos, sus frenos, su larga nariz y su chicle de menta. Los verdaderos caballeros carecen de pretensiones, y no puede sorprenderlos que las mujeres que se creyeron de oro se conviertan en paja ante los ojos de sus maridos. Y después de todo, la reina de Saba, que se casó con su amigo el sabio rey Salomón de acuerdo al Cantar de los Cantares, era también un pato, y hermosa, y no importa cuán oscura. Así como Picopicona. Una fábula de Hans Christian Andersen.

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Una tarde desolada, mi alma y yo invocamos a cuatro mujeres, en la sala de la casa, llovía y no había luz.

Cuatro ilustres damas van llegando poco a poco, como los siglos les permitían; la primera fue Juana Inés de la Cruz, quien saludándome con su inigualable tono me dijo: "El amor es más que un laberinto” y se sentó a mi lado. La siguiente en llegar fue Carson McCullers y su saludo fue: "El corazón es un cazador solitario"; luego siguió Sylvia Plath, que con su longevo sufrimiento nos dijo: "Le hablo a Dios pero el cielo está vacío", y todas nos empezamos a reír.... La última en llegar fue Artemisia Gentileschi; ella no baja mucho, pero hoy sí quiso, porque quería pintar la

melancolía de todas estas mujeres.....

Cuatro mujeres con alma diferente pero con un mismo encierro, que bebieron agua salada vertida de lagrimas, cuatro mujeres heridas con dagas y puñales, cuatro mujeres con un corazón seco, roto y triste. ¿Qué les podía decir yo que tengo un corazón convertido en masacre?

Juana Inés habló en versos alejandrinos sus amorosos tormentos, sus esperanzas en el viento; McCullers sólo dijo “El perdón es una blasfemia".

Plath nos ilustró con sus teorías suicidas, vestidas de luto y de dolor. Todas somos amantes de de la muerte, ¿verdad, Magdalena?

Artemisia sólo pintaba en un lienzo tenebroso la interpretación de lo que escuchaba, con pinceladas muy suaves y muy exactas la melancolía profunda de estas mujeres, esperando algo que por destino o mala suerte, nunca llega.... "Olvido y resignación para tratar de vivir a través de la ausencia”, concluyó el mensaje. Las mujeres se fueron una a una, dejándome en una caja: los trozos de un corazón desafortunado y a través del espejo: una niña abandonada en un mundo triste.

Alma mía, no te flageles tanto, espera a que el divino Marqués haga su trabajo y te deje las heridas abiertas, que nunca, por nadie, dejará cicatrizar.....

La reunión

Norma Elsa Pérez

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Silvia Gaona Moreno , Mariposa 2, litografía sobre papel de algodón de 76 x 112 cm. 2012

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En Ave Lamia cumplimos seis meses Acuérdate de abril