Dialnet-LasFincasDeSimojovelChiapas-2463085

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© MESOAMÉRICA 46 (ENERODICIEMBRE DE 2004), PÁGS. 86–109 Sonia Toledo Tello * LAS FINCAS DE S IMOJOVEL , CHIAPAS : RELACIONES DE GÉNERO EN UN MUNDO JERÁRQUICO, 1900–1975 Resumen Este trabajo concibe las fincas de Simojovel como espacios de producción econó- mica, cultural y simbólica. A partir de esta idea, se exploran algunas de las formas que adquirieron las estructuras de dominación entre hombres y mujeres. Lo femenino y lo masculino era vivido a partir de las diversas y muy desiguales posiciones de poder entre patrones, patronas, vaqueros, encargados, peones, baldíos, sirvientes y sirvientas. Así, las experiencias de género estaban relacionadas con ser “indio” o “mestizo”, joven o viejo, hijo legítimo o no del patrón, con el hecho de hablar español o lengua indígena, entre otras cosas. THE FINCAS OF SIMOJOVEL, CHIAPAS: GENDER RELATIONS IN A HIERARCHICAL WORLD, 1900–1975 Abstract This article considers the fincas of Simojovel as spaces of economic, cultural, and symbolic production. Using this idea as a starting point, it explores some of the forms taken by the structures of domination between men and women. Femininity and mascu- linity were lived from diverse and very unequal positions of power by landowners, both men and women, cowboys, managers, day laborers, workers attached to the land, and servants—again, both male and female. Similarly, gender was experienced differently, depending on whether one was, among other things, “indio” or “mestizo,” young or old, legitimate child or not of the landowner, or a speaker of Spanish or an indigenous language. * Sonia Toledo Tello (mexicana) es maestra en Antropología Social por la Univer- sidad Autónoma de Chiapas (UNACH) e investigadora del Instituto de Estudios Indíge- nas de la UNACH. Publicó Historia del movimiento indígena de Simojovel, 1975–1985 (México: IEI-UNACH, 1996) y Fincas, poder y cultura en Simojovel, Chiapas (México: PROIMMSE-UNAM / IEI-UNACH, 2002). Actualmente es alumna del doctorado en Estudios Mesoamericanos de la UNAM. La autora agradece a Mario Suárez por sus co- mentarios y apoyo. Su dirección de correo electrónico es [email protected]. Toledo 46.p65 6/10/2004, 3:28 PM 86

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    MESOAMRICA 46 (ENERODICIEMBRE DE 2004), PGS. 86109

    Sonia Toledo Tello*

    LAS FINCAS DE SIMOJOVEL, CHIAPAS:RELACIONES DE GNERO EN UN MUNDO

    JERRQUICO, 19001975

    ResumenEste trabajo concibe las fincas de Simojovel como espacios de produccin econ-

    mica, cultural y simblica. A partir de esta idea, se exploran algunas de las formas queadquirieron las estructuras de dominacin entre hombres y mujeres. Lo femenino y lomasculino era vivido a partir de las diversas y muy desiguales posiciones de poder entrepatrones, patronas, vaqueros, encargados, peones, baldos, sirvientes y sirvientas. As,las experiencias de gnero estaban relacionadas con ser indio o mestizo, joven oviejo, hijo legtimo o no del patrn, con el hecho de hablar espaol o lengua indgena,entre otras cosas.

    THE FINCAS OF SIMOJOVEL, CHIAPAS:GENDER RELATIONS IN A HIERARCHICAL WORLD, 19001975

    AbstractThis article considers the fincas of Simojovel as spaces of economic, cultural, and

    symbolic production. Using this idea as a starting point, it explores some of the formstaken by the structures of domination between men and women. Femininity and mascu-linity were lived from diverse and very unequal positions of power by landowners, bothmen and women, cowboys, managers, day laborers, workers attached to the land, andservantsagain, both male and female. Similarly, gender was experienced differently,depending on whether one was, among other things, indio or mestizo, young orold, legitimate child or not of the landowner, or a speaker of Spanish or an indigenouslanguage.

    * Sonia Toledo Tello (mexicana) es maestra en Antropologa Social por la Univer-sidad Autnoma de Chiapas (UNACH) e investigadora del Instituto de Estudios Indge-nas de la UNACH. Public Historia del movimiento indgena de Simojovel, 19751985(Mxico: IEI-UNACH, 1996) y Fincas, poder y cultura en Simojovel, Chiapas (Mxico:PROIMMSE-UNAM / IEI-UNACH, 2002). Actualmente es alumna del doctorado enEstudios Mesoamericanos de la UNAM. La autora agradece a Mario Surez por sus co-mentarios y apoyo. Su direccin de correo electrnico es [email protected].

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    Las fincas de Simojovel y de varios municipios del noroeste chiapanecodominaron la dinmica regional durante un siglo, de fines del siglo XIXa fines de la dcada de 1970.1 El espacio heterogneo y desigual de estasunidades productivas fue construido por una multiplicidad de relaciones:laborales, tnicas, de parentesco y culturales. Aqu me propongo explorar lasformas que adquirieron las estructuras de dominacin entre hombres y muje-res al entretejerse con distintas relaciones de desigualdad social.

    Las fincas de tabaco, caf y ganado de Simojovel surgieron como partedel modelo agroexportador con el que Mxico se insert, a fines del sigloXIX, al capitalismo mundial.2 Este proceso transform una amplia reginque comprende varios municipios del noroeste chiapaneco (Figura 1): de seruna regin de pueblos indgenas y enormes terrenos despoblados, se convir-ti en un centro de atraccin de individuos y familias no indgenas que seapropiaron de la tierra, de la fuerza de trabajo, del mercado y del gobierno

    1 En 1980, los municipios chiapanecos de Simojovel y Huitiupn registraban entotal 730 fincas y solamente 26 ejidos. Vase Ana Mara Salazar Peralta, La participacinestatal en al produccin y comercializacin del caf en la regin norte del estado de Chiapas(Mxico: UNAM, 1988), pg. 169. Al finalizar esa dcada, despus de una gran oleada deinvasiones, nicamente quedaban dos o tres grandes fincas, frente a 207 localidadescampesinas ejidos, copropiedades y ncleos de poblacin en trmite para su reconoci-miento ejidal. Despus de dos dcadas de luchas agrarias en la regin las de 1970 y1980, campesinos de Simojovel, Huitiupn, Sabanilla, El Bosque, Bochil, Jitotol yPueblo Nuevo Solistahuacn se apropiaron de 40,000 hectreas que hasta entonces ha-ban estado en manos privadas. Vase Miguel Hernndez Gonzlez y Elvia Quintanar,La construccin de la regin autnoma norte y el ejercicio del gobierno municipal, enAraceli Burguete Cal y Mayor, coordinadora, Mxico: experiencias de autonoma indgena(Copenhague, Dinamarca: IWGIA (Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Ind-genas), 1999), pg. 217. En 1994 y 1995, luego del levantamiento zapatista, la poblacincampesina recuper 10,000 hectreas ms y prcticamente desapareci la propiedad pri-vada de los municipios de Simojovel, Huitiupn y Bochil. Tambin se registr un aumen-to significativo de la propiedad social en los municipios de Ixtapa, Jitotol, Pueblo NuevoSolistahuacn, Rayn, Tapilula y Reforma. Vase Hernndez Gonzlez y Quintanar, Laconstruccin de la regin autnoma norte y el ejercicio del gobierno municipal.

    2 Las diferencias entre haciendas, fincas y ranchos en esta regin, de acuerdo condiversos documentos y el uso de la terminologa local, es poco clara. Generalmente sondistinguidas por el tamao del terreno. La gente habla de las fincas refirindose a lasprimeras unidades privadas de produccin que se edificaron a fines del siglo XIX hastaantes de la reforma agraria cardenista, cuando muchas de stas fueron fraccionadas enforma simulada o bien para ser vendidas en pequeos lotes de terrenos y evitar as laafectacin agraria. Al parecer, desde entonces los propietarios se autodenominaron con el

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    regional.3 Los pueblos indgenas desaparecieron y sus habitantes se integra-ron a las fincas como mozos o baldos. As comenzaron a formarse pequeoscentros dominados por poblacin ladina. Varios de stos adquirieron lacategora de ciudad a principios del siglo XX. Simojovel la obtuvo en 1912, yposteriormente pas a ser la cabecera del municipio del mismo nombre.

    trmino de rancheros. Sin embargo, yo utilizo el trmino de finca, refirindome a ste nopor su tamao sino por el tipo de relaciones que se crearon all y que dominaron ladinmica regional, donde Simojovel se convirti en el centro hegemnico, cultural, pol-tica y administrativamente hablando. Acerca de las diferencias entre haciendas y planta-ciones. Vanse Eric Wolf y Sidney Mintz ,Haciendas y plantaciones en Mesoamrica ylas Antillas, en Enrique Florescano, coordinador, Haciendas, latifundios y plantaciones enAmrica Latina (Mxico: Siglo XXI, 1975). pgs. 461471; y Jos Bengoa, Plantacionesy agroexportacin: un modelo terico, en Antonio Garca, coordinador, Desarrollo agra-rio y la Amrica Latina (Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1981), pgs. 162181.

    3 Sobre divisiones territoriales entre los siglos XVI y XIX, vanse Jan De Vos,Catlogo de documentos histricos que se conservan en el fondo llamado Provincia de Chiapasdel Archivo General de Centroamrica, Guatemala, Vol. 1 (San Cristbal de Las Casas,Chiapas: Centro de Estudios Indgenas-UNACH, CIES, 1985), pg. 48; Juan Pedro

    FIGURA 1Municipios de la regin norte de Chiapas

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    Las conexiones de las fincas se extendan tanto hacia los mercados na-cionales e internacionales como hacia los ejidos y las pequeas propiedadesque se formaron a partir de la Reforma Agraria cardenista (19341940). Elcultivo del caf estaba destinado al mercado internacional, pero el tabaco, elmaz, el frijol, diversos frutos y el ganado abastecan a los mercados nacionaly regional. Para ello, estas empresas contaban con abundante mano de obra,principalmente de la poblacin indgena tzotzil, tzeltal, zoque y chol. Par-te de esta poblacin tena sus races en esa zona desde tiempos prehispnicosy otro nmero importante de ella fij su residencia all con la formacin delas fincas. Adems, eventualmente llegaban trabajadores de diversas localida-des de Los Altos.

    Los propietarios, cuyos orgenes sociales se encontraban entre la pobla-cin pobre no indgena de San Cristbal de Las Casas y Comitn y que sededicaban a la arriera y al comercio, generalmente vivan con sus familias enlas fincas. Las grandes facilidades con que consiguieron las tierras a fines delsiglo XIX y principios del XX, y la posibilidad de obtener suficiente mano deobra en una zona apta para el cultivo en expansin, fueron las condicionesque les permitieron dar un enorme salto en su posicin socioeconmica ypoltica. La lgica de estos finqueros no era empresarial. Era la del ahorro y lavida austera, y se basaba fundamentalmente en la explotacin de la fuerza detrabajo. En este contexto se construyeron relaciones profundamente asimtricasy opresivas.

    UN SISTEMA DE PRODUCCIN AGROPECUARIA,CULTURAL Y SIMBLICA

    Los lazos que unan a patrones y trabajadores eran mltiples y, las msde las veces, encontrados: el patrn de la finca era padre, abuelo, to, herma-no, primo o compadre de muchos de los trabajadores. Las jvenes acasilladaseran objeto de hostigamiento sexual por parte de los finqueros. A pesar deesto, con frecuencia entre ellas y sus patrones se tejan lazos amorosos. Losnios de las familias rancheras y de las familias de los trabajadores compar-tan lengua, juegos y amistad. As se generaron vnculos afectivos, complejosy contradictorios, de lealtad, temor, respeto, odio, agradecimiento, amor ydesengao. Estas relaciones entretejidas con las de tipo econmico crearonen la regin a un complicado entramado social.

    Viqueira, Cronotopologa de una regin rebelde: la construccin histrica de los espa-cios sociales de la Alcalda Mayor de Chiapas (15201720) (Tesis de doctorado, colede Hautes tudes en Sciences Sociales, Paris, 1997); e Instituto Nacional de Estadstica,Geografa e Informtica, Divisin territorial del estado de Chiapas de 1821 a 1995 (Mxi-co: INEGI, 1996), pgs. 53, 161, 197 y 209211.

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    Los mozos o peones acasillados, que vivan en los terrenos de las fincasy trabajaban tres das por semana para el propietario a cambio de una parcela,conformaban el grupo de trabajadores permanentes. Estos trabajadores y susfamilias permanecieron endeudados durante varias generaciones. Los baldosvivan fuera de las fincas y arrendaban pequeos terrenos de stas, pero man-tenan tambin ligas personales con los finqueros y podan contraer deudascon ellos por lo que, con frecuencia, pasaban a la categora de mozos. Habatambin vaqueros, encargados, caporales, arrieros, a veces administradores ysirvientas de casa, que igualmente entablaban relaciones de tipo personal conlos propietarios. Adems existan distintos empleados eventuales: albailes,carpinteros, herreros y tcnicos agropecuarios. Todos estos trabajadores, des-de sus distintas posiciones en la jerarqua de las fincas, mantenan deudas conlos patrones. Muchas de stas eran econmicas, pero en la mayora de loscasos eran de tipo moral.

    La composicin del grupo de trabajadores y el nmero de stos fue cam-biante a lo largo de la historia de las fincas. Esto tena que ver con las condi-ciones socioeconmicas de las unidades productivas, pero sobre todo con laslgicas ms o menos empresariales de cada una de ellas. Sin embargo, lasrelaciones de tipo servil dominaron durante mucho tiempo este espacio so-cial. Representaron, de acuerdo con James Scott, la institucionalizacin deun sistema para apropiarse del trabajo, los bienes y los servicios de una pobla-cin subordinada.4 La reproduccin de este tipo de relaciones hasta la dcadade 1970 permiti que los propietarios se encargaran de satisfacer una serie denecesidades de gran parte de la poblacin, mantenindose as una dinmicaque se acercaba a lo que el historiador Edward P. Thompson denomin eco-noma moral.5 Los efectos de sta, es decir, en la que los propietarios seencargaran de asegurar el bienestar mnimo de sus trabajadores, fueron va-rios. Adems de reproducir la lealtad de los subordinados, limit la presenciade las instituciones del Estado, as como el desarrollo de mediaciones polti-cas que no fueran las de los propios finqueros y rancheros, por lo menos hastala segunda mitad de 1970.

    El paternalismo y las diversas formas de condescendencia de los patro-nes hacia los trabajadores formaban parte de lo que Pierre Bourdieu concibecomo violencia simblica, la forma de violencia ms compleja, paradjica e

    4 Vase James C. Scott, Los dominados y el arte de la resistencia (Mxico: Era, 2000),pg. 46.

    5 Vase Edward P. Thompson, Tradicin, revuelta y conciencia de clase: estudiossobre la sociedad preindustrial (Barcelona: Editorial Crtica, 1984).

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    imperceptible.6 Estas prcticas eran percibidas por los subordinados como labondad de los patrones y en la medida en que los trabajadores y tambinlos patrones las asuman como relaciones naturales e incluso deseadas, re-producan las condiciones de dominacin. Pero as como haba patrones bue-nos, haba tambin patrones malos; stos golpeaban, insultaban y castiga-ban violentamente a sus trabajadores y aunque los patrones buenos tam-bin propinaban malos tratos, muchas veces stos eran recibidos por los su-bordinados como un castigo merecido. La violencia fsica era causante dehumillaciones y malestares entre los subordinados, pero era tambin una for-ma de violencia simblica; la mayora de las veces las humillaciones no gene-raban entre quienes las padecan un cuestionamiento de las relaciones dedominacin, pero s evidenciaban la maldad del patrn. As se explica quelos subordinados se rebelaran de mltiples formas contra los patrones, llegan-do incluso, en casos extremos, a asesinar a algunos de los que se excedan enel trato violento.7 Sin embargo, en esta lgica los subordinados no esperabanque desaparecieran los patrones o se transformaran las asimetras sociales,sino que los patrones fueran bondadosos.

    La reproduccin de un ambiente servil durante cien aos no impidique se produjeran cambios importantes. Por ejemplo, la posicin social delos subordinados no era inamovible; hubo vaqueros o encargados de fincasque, siendo hijos del propietario y de una sirvienta o acasillada de la finca,lograron convertirse en pequeos propietarios. Tambin algunos peones ybaldos pudieron acceder a pequeos terrenos como propietarios. Esto de-penda de la manera en que se desenvolvieran las relaciones que mantenancon las familias finqueras. Lo significativo de este proceso es que, incluso enlas pequeas propiedades de 10 o 20 hectreas, se produjeran relaciones detipo servil. Varios de los propietarios de pequesimos predios mantuvieronpor lo menos una o dos familias acasilladas hasta que se inici el conflictoagrario al finalizar la dcada de 1970. As, independientemente del tamaode la propiedad, del capital econmico y del nmero de trabajadores requeri-dos, prevaleca un ambiente de servidumbre. Las pequeas propiedades seintegraron a la dinmica impuesta por el sistema de fincas, como tambin lo

    6 Vase Pierre Bourdieu y Loc J. D. Wacquant, Respuestas por una antropologareflexiva (Mxico: Grijalbo, 1995), pg. 120.

    7 Estas manifestaciones muchas veces consistan en huir de la finca para buscarotro patrn, pero tambin podan resultar en simples deseos o en la ejecucin de accionesde reciprocidad negativa, como la brujera. Astrid Pinto, Los artificios de la fidelidad:reciprocidad y poder en la finca de los Altos de Chiapas (Tuxtla Gutirrez, Chiapas:CESMECA-UNICACH, 2000), analiza la utilizacin de la brujera como arma de lospeones contra los patrones en una finca de Los Altos.

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    hicieron los ejidos, ya que desde su formacin quedaron en condiciones dedependencia frente a las fincas o ranchos. Los pequeos productores ejida-tarios y privados reciban de los rancheros acaudalados prstamos a cuentade la cosecha.8 Eventualmente formaban parte de los jornaleros agrcolas re-queridos por las fincas, y la venta de sus productos la realizaban con estospropietarios. Algunas empresas agrcolas, equipadas para el beneficio del caf,acaparaban la produccin del municipio para exportarla directamente o paravenderla a las compaas exportadoras asentadas en la zona.

    La institucionalizacin del sistema de tipo servil, ms que sustentarse enel terror personal, en la violencia fsica que sin duda exista, o bien en lasconciencias engaadas de los subordinados, se encontraba inscrita en los es-quemas de visin y divisin del mundo que orientaban la accin en los gus-tos, gestos y todo el lenguaje corporal de los sujetos sociales involucrados. Laconvivencia cotidiana entre trabajadores y propietarios gener una cultura definca que era compartida por todos los participantes en la dinmica regional.Las desigualdades econmicas y las diferencias de lengua y cultura unagran mayora hablante de lenguas indgenas y una minora hablante de espa-ol no impidieron que se crearan ideas, valores, percepciones, aspiracio-nes, lgicas que a cada uno le permita moverse de manera natural, consentido del juego, en el espacio social de las fincas. El poder de los patrones,la subordinacin de los trabajadores en general y la posicin de cada uno delos individuos en particular gozaron de legitimidad durante mucho tiempo.La opresin, la explotacin, la obediencia y la desobediencia de los subordi-nados, la autoridad, la condescendencia y los castigos del patrn, las relacio-nes de los patrones con las mujeres acasilladas o baldas, el parentesco ritual yconsanguneo entre trabajadores y finqueros y en el interior de este grupo,eran elementos constitutivos de la lgica de las fincas. Incluso los desacuer-dos y las disputas eran parte de esa misma lgica.

    La recreacin de esta cultura compartida no cancelaba la reproduccinde diferencias que alimentaban la naturalizacin de las desigualdades. Otroelemento de la estructura jerrquica era la adscripcin social a grupos cultu-rales y lingsticamente diferentes. En las fincas haba una amplia gama decomposiciones creadas por relaciones mltiples. Estaban los finqueros de vie-ja tradicin y de reciente ingreso, lo que representaba una diferencia signifi-

    8 A partir de la reforma agraria y con el crecimiento de las familias propietarias,muchas de las grandes fincas se fraccionaron y fueron repartidas entre los descendientes.Al mismo tiempo fueron vendidos algunos lotes, dando lugar as a la desaparicin deextensas propiedades y a la formacin de propiedades medianas y pequeas, aunque eranunas cuantas familias las que acaparaban varios de estos predios con las tierras ms pro-ductivas. Por otro lado, algunos propietarios fueron tecnificando sus ranchos, dndolesuna lgica ms empresarial y por lo cual se mantenan como los propietarios acaudalados.

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    cativa dentro de este grupo. Los nuevos propietarios eran llamados ranche-ros de plstico por los propietarios de familias tradicionalmente finqueras.Algunos de los nuevos propietarios haban logrado cierto enriquecimientopor la va del comercio, por ejemplo, pero formaban parte del grupo domi-nante mediante lazos de parentesco y amistad. La tierra representaba paraellos una forma de inversin extra, pero sobre todo era una estrategia queincrementaba su prestigio personal, pues en ese mundo la tierra era uno delos recursos ms valorados. Los viejos y los nuevos propietarios se autoidenti-ficaban y eran reconocidos como mestizos, ladinos o kaxlanes, segn laterminologa de los grupos de lengua maya de Chiapas. Los vaqueros y encar-gados, generalmente hijos del patrn y una mujer acasillada, tambin seautoidentificaban como mestizos, pero sobre ellos pesaba el estigma de te-ner madre indgena. Otro grupo era el de los acasillados, muchos de ellosde padre finquero, que se reproducan como indgenas al ser criados por lamadre; los baldos y los jornaleros eventuales generalmente eran hablantes delenguas indgenas. Adems existan sirvientes y cocineras de la casa grande,frecuentemente las hijas solteras o las viudas de los acasillados y baldos,hablantes de lengua indgena. Haba tambin servidumbre que llegaba de lacabecera municipal y se autorreconoca como mestiza o ladina pobre, tra-tando de establecer una clara diferencia con los inditos, como veremos msadelante.

    El hecho de que se reprodujeran como indgenas unos y como mestizosotros no significa que formaran grupos ajenos entre s. Adems de los mlti-ples vnculos laborales y personales parentesco ritual y consanguneo,compartan y luchaban por similares valores, creencias, prcticas y espacios,tales como el reconocimiento de Simojovel como pueblo ladino o campe-sino, que tiene relacin con la disputa simblica del santo patrn de Simojovel,San Antonio de Padua.9 Tambin tenan en comn la concepcin sobre lasenfermedades, el tipo de alimentacin y prcticas rituales agrcolas por ejem-plo. Los recursos simblicos y ciertas prcticas atribuidos socialmente conexclusividad a la poblacin indgena o a la mestiza, eran compartidos enlas fincas y competidos por todos sus miembros.

    9 Cabe aclarar que en esta zona los hablantes de lenguas indgenas se autodeno-minan generalmente campesinos, incluso, como veremos en los testimonios, los mis-mos patrones de las fincas, muchas veces se refieren a sus trabajadores como campesi-nos y campesinitas como sinnimo de indios. En cuanto a la disputa por la autora dequin llev la imagen del santo patrn, sta tiene que ver con la lucha simblica porestablecer quienes son los originarios del lugar, quienes son los autnticos dueos de lastierras y los recursos. Vase Sonia Toledo, El santo patrn de Simojovel: las disputassimblicas entre la poblacin indgena y mestiza, en Anuario de Estudios Indgenas VIII(San Cristbal de Las Casas, Chiapas: IEI-UNACH, 2000), pgs. 213242.

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    LO FEMENINO Y LO MASCULINO EN LAS FINCAS

    En el complejo espacio de las fincas, el gnero entendido como laconstruccin social que pondera lo biolgico,10 o ms precisamente comoconstruccin arbitraria de lo biolgico que divide naturalmente a hom-bres y mujeres,11 era sin duda un elemento constitutivo de las relacionessociales y conform social y culturalmente lo femenino y lo masculino.Esa creacin social que separaba a los hombres de las mujeres estaba en lascosas, en el mundo social y en los cuerpos y hbitos de los agentes, al gradoque se presentaba como lo natural y por lo cual gozaba de legitimidad. Estaconstruccin social no se reduca a la orientacin de las representaciones. Enpalabras de Bourdieu:

    [S]e completa y se realiza en una transformacin profunda y duradera de loscuerpos (y de los cerebros)... en y a travs de un trabajo de construccin prc-tico que impone una definicin diferenciada de los usos legtimos del cuerpo;sexuales sobre todo para producir un hombre viril o una mujer femeni-na.12

    Si bien es cierto que las diferencias construidas entre hombres y muje-res penetran todas las relaciones sociales, tambin es cierto que no son lasnicas. El mundo de las fincas al que hacemos referencia es una expresinhistrica, entre otras, de mltiples relaciones de desigualdad que se cons-tituyeron entrelazadas. As, las mujeres y los hombres ocuparon diversasposiciones de poder que dependan de las cantidades y tipos de capital eco-nmico, social y simblico que cada uno de ellos tena para relacionarse. Latierra, la fuerza de trabajo, los recursos naturales, el ganado y la infraes-tructura productiva eran parte del capital econmico. La pertenencia a fa-milias de vieja tradicin finquera, las destrezas con el ganado, el ganadomismo, el don de mando y las alianzas entre familias poderosas eran partedel capital social y simblico. Entre los subordinados su principal capitalera la fuerza de trabajo, pero tambin eran muy valorados aquellos que,adems de ser eficientes en el trabajo, se mostraban sumisos, respetuo-

    10 Vase Susana Narotsky, Mujer, mujeres, gnero: una aproximacin crtica al estu-dio de las mujeres en las ciencias sociales (Madrid: Consejo Superior de InvestigacionesCientficas, 1995).

    11 Vase Pierre Bourdieu, La dominacin masculina (Barcelona: Anagrama, 2000).

    12 Vase Bourdieu, La dominacin masculina, pg. 37.

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    sos y leales.13 Ser indio o mestizo, hombre o mujer, pariente o no de lospropietarios, hijo legtimo o bastardo, joven o viejo eran, entre otros, recur-sos con los cuales jugaban los individuos en el espacio social de las fincas.

    La construccin social que divide a hombres y mujeres es histrica ydiversa; sin embargo, dichas construcciones generalmente operan a partir deuna serie de dicotomas con las cuales se piensa y organiza el mundo. Estasdicotomas han mostrado una tendencia a otorgar un carcter positivo atodo aquello atribuido a lo masculino y un carcter negativo a lo femeninoactivo/pasivo y fuerte/dbil, entre otras dicotomas. As, aunque a las mu-jeres de las fincas las una el hecho de estar separadas de los hombres por loque Bourdieu llama coeficiente simblico negativo que, como cualquiergrupo estigmatizado, afectaba todo lo que eran y lo que hacan, todas vivanla dominacin masculina de manera diferente.14 El coeficiente simbliconegativo era experimentado por las mujeres de manera relacional, de la mis-ma forma que los hombres vivan su coeficiente simblico positivo; es de-cir, desde posiciones de poder econmicas, sociales, generacionales y tnicas,entre otras que variaban dependiendo de con quin o quines entablaranrelaciones.

    PATRONAS-MADRES-PROTECTORAS, SIRVIENTAS,BALDAS Y ACASILLADAS

    Al finalizar el siglo XIX, gracias a la reforma agraria impulsada por elgobernador Emilio Rabasa, varias familias e individuos no indgenas llegarona crear fincas y ranchos a Simojovel y a otros municipios de Chiapas.15 Mu-

    13 Otro recurso de gran poder entre algunos trabajadores indgenas era la brujera,y en ocasiones los mismos propietarios buscaban los servicios de stos para algn traba-jo, pero era un recurso de los indios al que teman. Una mujer ex propietaria me comen-t que su familia no muy crea en la brujera pero que para algunas cosas, como el malde ojo o el susto, acudan al brujo, pero procuraban que no fuera gente de su rancho,para evitar problemas.

    14 Vase Bourdieu, La dominacin masculina, pg. 116.

    15 Thomas Benjamin, Chiapas: tierra rica, pueblo pobre. Historia poltica y social(Mxico: Grijalbo, 1989), pgs. 7576, plantea que entre 1890 y 1910 el nmero deranchos en Chiapas se duplic debido a las enormes facilidades otorgadas por la reformaagraria impulsada por Rabasa. Segn el autor, esta reforma fue un xito econmico y undesastre social. Afirma que los pagos por las tierras denunciadas eran accesibles inclusopara algunos campesinos, eran menores a los 20 pesos anuales... los emprendedoresaparceros, arrendatarios, pequeos comerciantes y capataces de rancho fueron los msbeneficiados por esta oportunidad de convertirse en terratenientes. Esta poltica, segn

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    chas de las mujeres de estas familias inmigrantes, la mayora provenientes deSan Cristbal y Comitn, llegaron con sus maridos o solas a ocupar extensosterrenos de Simojovel para edificar unidades de produccin de tabaco, caf yganado. Este es el caso de Salom del Carpio, conocida por mucha gente deSimojovel como Mam Salom porque, suponen sus descendientes, de ahviene toda la familia del Carpio de ese municipio.16 Segn Gilberto, bisnietode Salom, ella era de Guatemala y lleg a Simojovel a fines del siglo XIX,con sus dos hijos y con el proyecto de sembrar caf. Salom del Carpio adqui-ri terrenos nacionales sin pago alguno. Gilberto Trejo nos cuenta:

    [E]s que haba facilidades, si uno denunciaba equis terreno que fuera nacio-nal, ya que lo que le interesaba al gobierno pues era poblar, que se poblaraarriba de 500 hectreas. En ese tiempo, segn platicaba mi abuelo, existan losmozos, en la finca [El Pensil] haba como 150 mozos, era un poblado ah; osea que por derecho, al formar la finca esa, llegaron a conquistar gente. Lesdecan pues vyanse all, hay trabajo y todo eso es as como surgieron.17

    Las esposas de los finqueros eran respetadas y reconocidas por los trabajado-res como la patrona y casi siempre, en extensin de las labores que comomujeres les eran socialmente asignadas, asuman tareas maternales de protec-toras de la peonada. Trejo agrega:

    [E]n la finca El Ciprs, todos los indgenas le decan a mi abuela, mam Jovita[hija de Salom], todos sin excepcin, porque ella vea a la gente, les regalabaropa, les daba todo, era benefactora de toda aquella zona... la finca tena arri-ba de 200 peones acasillados, era grandsima la finca, tena como 1000 hect-reas. Ah lo que hacan los indgenas era pedir entrada, llegaban con todo y sufamilia, o sea que hacan como un total de 1000 gentes... era un pueblo.18

    Las patronas eran enfermeras, consejeras y madrinas de muchos de loshijos de los peones. Doa Blanca Gutirrez, ex propietaria del rancho ElCarmito, recuerda:

    Benjamin, tuvo un doble efecto; ampli y reforz al grupo de los rancheros, pero tambinpropici una mayor explotacin para otra parte importante de la poblacin, la indgena,reforzando el trabajo migratorio, la servidumbre por deudas, el aparceo y el baldiaje.

    16 La familia del Carpio era una de las ms acaudaladas y de la finca de Salom.Posteriormente se formaron 11 unidades ms, repartidas entre sus descendientes.

    17 Entrevista con Gilberto Trejo (Simojovel, 1998).

    18 Entrevista con Gilberto Trejo (Simojovel, 1998).

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    Mi mam tena entre sus empleados muchos ahijados. Le decan a mi mam:me quieres abrazar mi hijito seora?, s, por qu no, deca mi mam. Ledecan nantic a mi mam, era el decir de ellos, s te lo llevo, t me dicescundo y se venan un da sbado a preparar el bautizo y se regresaban alrancho, invitaban un chocolate con pan y ya, eso era todo, ya quedaba uncompadrazgo pero bien hecho!19

    Este tipo de relaciones reproducan la autoridad y el prestigio de losdominantes. El acto de consentimiento de parte de los patrones al aceptar unlazo ritual con algn subordinado, produca el efecto de poner de manifiestoel carcter dominante de una de las partes. Estas prcticas representaban unaforma de violencia simblica; a partir de ellas se generaba la deuda moral y serecreaba la lealtad, el agradecimiento y el compromiso de corresponder, dealguna manera, al acto de condescendencia de los patrones.

    La fuerza, la capacidad de mando y las habilidades para ejercer la autori-dad, socialmente atribuidas al sexo masculino, cobraban especial relevanciaen la estructura jerrquica de las fincas, al mismo tiempo que eran formasambiguas de expresin. De hecho varias mujeres llegaron a manejar las fincaso ranchos, pero esos casos eran considerados excepcionales por parte de lagente de la regin. Esto recuerda doa Blanca:

    [M]i mam era la que mandaba, porque mi pap era litigante, l llevaba laadministracin de varias fincas y mi mam pues se dedicaba al campo... ellaestaba con los trabajadores y la respetaban mucho, nunca le faltaron al respetoa ella, antes no haba eso... yo conoc otra seora del rancho San Antonio laMontaa, ella montaba su caballo, como mi madre y traa su pistola. Tambinestaba doa Chus Bonifz... ah!, doa Mara Trejo tambin manejaba su ran-cho, El Portugal, pero ella fue muerta por una campesina. Es que doa Maralo llev, como quien dice su servidumbre, a Mxico, y all lo mat la campe-sina. Es que ella tena otro sistema, maltrataba a su gente pues. La muchachase vio obligada, y pues con su misma pistola la mat... cuando declar deca lamuchacha: mi rigaaba, mi pigaba; as deca.20

    Las mujeres que fundaron fincas o tomaban las riendas de las mismasadquiran todo el mando en las unidades de produccin. Adems del papelmaterno-protector que asuman con la peonada, dirigan los distintos tra-bajos de las fincas, contrataban a los jornaleros, resolvan los conflictos entretrabajadores, castigaban, perdonaban, hacan prstamos ante las emergen-

    19 Entrevista con Blanca Gutirrez (Simojovel, 1997).

    20 Entrevista con Blanca Gutirrez (Simojovel, 1997).

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    cias. Es decir, cumplan con las responsabilidades y desarrollaban muchas delas destrezas que en el mundo de las fincas estaban asignadas a los propieta-rios. Doa Chus, quien fuera propietaria de Santa Teresa Zacatn, nos dice:

    [M]i esposo me ense a manejar el rancho. Siempre cualquier cosa l meaventaba a mi, que yo lo hiciera, que negociara, que yo ordenara ya cuandomuri mi esposo ya el manejo del rancho yo lo tena... iba y vena, andaba yoa caballo, no entraba carro, ahora dicen que ya entra carro, pero entonces no.Iba yo con mi muchacha porque siempre tuve a quin mandar, iba yo al ran-cho, semaneaba dos, tres, cuatro das y me vena yo con mis hijos, aqu alpueblo [a la cabecera municipal de Simojovel].21

    El papel activo y de mando que tenan estas mujeres en las fincas oranchos no impeda, sin embargo que, estando dentro de una red de relacio-nes ms amplia, generalmente quedaran colocadas frente a sus maridos (en elcaso de las no viudas) o hijos mayores en un lugar subordinado. Este lugar noestaba slo en las mentes de los individuos; era incorporado por cada uno deellos y organizaba el mundo de las fincas a partir de lo considerado femeninoy masculino, pero tambin a partir de las posiciones sociales y condicionestnicas. Por ejemplo, la casa grande era para los patrones, los cuartos a sualrededor para los sirvientes y las casitas ms dispersas para los mozos; en lacocina gobernaban las patronas, pero sobre todo trabajaban las sirvientas. Enlos cafetales, milpas y pastizales el patrn tena bajo sus rdenes a diferentestipos de trabajadores. De los pollos y gallinas se encargaban las mujeres, perosu cuidado era por lo regular trabajo de las nias sirvientas. El ganado perte-neca al mbito masculino y adems de ser un recurso econmico representa-ba un signo de distincin, sobre todo los caballos y el buen manejo que deellos tuvieran los propietarios. Los vaqueros encargados del cuidado del gana-do ocupaban una posicin superior a la de otro tipo de trabajadores. Su tra-bajo era especializado. El parentesco que muchas veces una a los vaqueroscon la familia propietaria los colocaba tambin en una posicin distinta entreotros subordinados, aunque frente a la familia finquera eran los hijos bastar-dos. Las actividades y espacios festivos tambin estaban organizados jerr-quicamente a partir de la posicin social y por la adscripcin tnica. Erantambin, al igual que el trabajo productivo y domstico, espacios y prcticasdiferenciadas por sexo y a la vez sexuantes.22

    21 Entrevista con doa Chus Bonifaz (Simojovel, 1998).

    22 Una descripcin de estas festividades en Simojovel, durante la hegemona de lasfincas, se encuentra en Toledo, El santo patrn de Simojovel.

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    Las otras mujeres, siguiendo con las posiciones en la jerarqua de lasfincas, las sirvientas de la casa grande, las acasilladas y baldas eran todas su-bordinadas; sin embargo, no todas vivan su posicin de la misma manera.Hubo mujeres que de sirvientas o trabajadoras de las fincas pasaron a serparte del sector de los pequeos propietarios, sobre todo a partir de la segun-da mitad del siglo XX. Casi todas estas mujeres eran monolinges, mayorita-riamente hablantes de tzotzil, y estaban subordinadas a sus padres, hermanoso esposos, pero sobre todo se encontraban sometidas a los mandatos y deseosde los finqueros. stos no slo les asignaban las cargas de trabajo, sino queintervenan en sus vidas, asignndoles incluso un marido. Las trabajadorasestaban expuestas al acoso sexual por parte de los miembros de la familiapropietaria. El hostigamiento poda presentarse en forma de seduccin o lle-gar a la violacin. Lo significativo de esto es que en las fincas se perciba comouna prctica relativamente natural.

    En muchas ocasiones las jvenes que los propietarios llevaban comosirvientas a la casa grande mantenan relaciones sexuales e incluso amorosascon el patrn o con algn pariente de ste. Varios de los entrevistados, muje-res y hombres, que pertenecieron a las familias finqueras consideran que, porel gran respeto que los campesinos le deban al patrn, ...era un privilegioque el patrn se juntara con una de sus hijas, pero adems era algo muynormal... Afirman que el respeto y la humildad de los indgenas hacialos patrones eran absolutos.

    Las relaciones sexuales entre patrones y sirvientas, mozas o baldas noestaban exentas de ambigedades. De hecho generaban sentimientos com-plejos y encontrados dominio, sometimiento, respeto, odio, amor y des-amor. As se presentaron casos en que las mujeres colocadas tericamente enel nivel ms bajo de la jerarqua de la finca por ser mujeres, sirvientas oacasilladas y por ser indias podan llegar a representar una verdadera com-petencia para las mujeres finqueras, al disputarles los maridos o hijos a stas.Uno de los casos ms conocidos es el de Filemn Penagos, un finquero deprincipios del siglo XX. Este propietario fue uno de los pocos que sali arealizar estudios al extranjero estudi ingeniera en Nueva York pero alregresar a su finca cre fama de meterse con las campesinas. Varias perso-nas lo recuerdan por eso, y una de ellas, ex propietaria de un rancho, deca:

    [D]on Filemn compraba a las muchachitas, tena un hijo y lo dejaba, luegocompraba otra... as era su costumbre... abandon a su esposa por una campe-sina. Ah, la esposa era muy galana! tena el cutis de porcelana. Pero l era muyperverso, dej su esposa aqu y se fue a internarse al rancho, all compraba alas inditas, los peda al pap y ya que pasaba su gusto, les buscaba marido.Hasta que lo dej a la esposa, por una campesina... era muchacha, ya lo tena

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    revestida, con zapatillas, con vestido bueno rabn, bien pintada, bien arregla-da. Se miraba bien, pues no tena nada de malo...23

    Dentro de la servidumbre haba tambin mujeres reconocidas o auto-identificadas como mestizas pobres de la cabecera municipal, como es el casode doa Hiplita:

    [C]uando yo tena 10 aos empezamos a salir a trabajar a los ranchos lepagaban a mi mam 75 centavos, pero como quien dice era mensual. Mi her-mana [la mayor] le ayudaba a mi mam porque eran bastantes los que vivanah como all pues se mola todo el maz para hacer posol, para hacertortilla, que queran tostadas, bueno, todo lo que se hace para comer y cenar.

    Ya en la poca del corte de caf llegaban muchos trabajadores, nada msque con ellos era diferente, slo se les preparaba una bola de posol y una ollade frijol y nada ms. Bueno y tambin tortilla... Yo me tocaba barrer, trapeary estar ah con ellos por cualquier cosita. Andme a traer algo, sala yo acomprar, ah noms en las casitas del rancho; que si huevo, que si un pollo.Todo el da era puro trabajo... Nosotras no conocamos lo que era una mue-ca, bueno un juguete de nia pue...

    Ya cuando tenamos ms edad, ya mi mam no quiso que nos quedra-mos as en los ranchos porque ya nos bamos creciendo. Una vez uno se atre-vi a irnos a pedir, pero era indito y a mi mam no le gust y dijo: mejornos vamos a ir a vivir a Simojovel... si lo que no quiero es que se queden conun campesino, nosotros somos gente muy humilde pero no somos inditos....24

    Quizs poco se distinguan las cargas de trabajo y los tratos a los queestaban sometidas estas mujeres no indgenas y las mujeres indgenas sirvien-tas de la casa grande. Tal vez la diferencia ms notable era un sueldo ligera-mente mejor para las primeras. Sin embargo, entre los subordinados no era lomismo ser mestiza muy humilde que indita. La condicin tnica repre-sentaba un recurso, y ser indgena en ese espacio representaba un recursosimblico negativo. As para estas mujeres sirvientas, autodefinirse comomestizas les permita aspirar a otro tipo de relaciones, por lo menos en cuantoa posibles estrategias de matrimonio que las colocara en una posicin msprestigiosa. Casarse con alguien que en la jerarqua social de las fincas ocupa-ba el nivel ms bajo era lo que a toda costa trataran de evitar. En este casovale la pena resaltar que, al ser viuda y originaria de la cabecera, la madre dedoa Hiplita gozaba de una posicin que le permita decidir permanecer o

    23 Entrevista sobre don Filemn Penagos (Simojovel, 1998).

    24 Entrevista con doa Hiplita (Simojovel, 1998).

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    no en la finca. En teora, para una mujer acasillada esto hubiera sido casiimposible, por las relaciones que la ataban a los propietarios y a su propiafamilia.

    A lo largo de la historia de las fincas, la tierra y la mano de obra fuerondos de los recursos ms preciados y disputados. Una de las estrategias delgrupo dominante para asegurar su control fueron las alianzas matrimoniales.La estrategia permita, asimismo, la reproduccin de herederos que garanti-zaban la perpetuacin del grupo, as como las coaliciones entre familias pres-tigiosas. Los jvenes de las familias finqueras eran prospectos para asegurar laacumulacin del capital econmico y simblico del grupo dominante. Cuan-do un hijo de ranchero se iba a casar, buscaba, segn los entrevistados, ...quefuera bonita la muchacha... que supiera lo que es el trabajo del ranchero...Mientras que ellas preferan ...un muchacho que tuviera rancho y que fueraguapo. Ser ranchero significaba, adems de ser rico, conocer el trabajo delcampo, ser fuerte, saber del ganado, pero sobre todo, saber mandar.

    En esta estrategia de alianzas, las jvenes eran objetos simblicos muycuidados y controlados su virginidad y buen comportamiento, adems desu belleza y sus destrezas para vivir en un rancho con el fin de lograr unbuen matrimonio; es decir, la alianza con una familia poderosa, mientrasque los jvenes eran sujetos que gozaban de libertades al mismo tiempo queestaban socialmente presionados para mostrar su carcter dominante y suhombra. Adems de ser educados para ejercer su autoridad, les era permitidoy de alguna manera exigido mantener relaciones sexuales con variasmujeres, muchas de stas, subordinadas de las fincas. Acerca de estas prcticaslas mujeres de las familias finqueras consideraban y an muchas lo piensanas que los hombres son muy pcaros y que casi todos tenan por costum-bre enamorar a las sirvientas, a las campesinitas. Los jvenes y los hom-bres de este grupo probaban permanentemente su virilidad, su fuerza y supoder al disponer sexualmente de las subordinadas de las fincas. Al respectouna de las ex propietarias de rancho se refiri ampliamente:

    [A]qu pasaba en casi todos los ranchos o en las casas aqu en el pueblo, yo meacuerdo cuando yo era muy joven, mi mam tuvo una muchacha de nagitaazul, pero bien y regular la campesinita, muy atacadita para andar. Yo siempreme molestaba cuando ya vea yo que ya era otra, ella se estaba dando sus aires depureza y pues ya mi hermano le andaba haciendo el amor por ah. Entoncesvino mi mam [la patrona del rancho] y le digo: mire usted mamita, yo no loquiero esta muchacha, llveselo usted al rancho. Lo llev y all se acab deformalizar los amores con la campesinita. De ah salieron dos varones. Mi her-mano tena novia, pero al mismo tiempo haca el amor con la muchacha25

    25 Entrevista en Simojovel (1998).

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    Las sirvientas, mozas o baldas de las fincas eran tambin objetos simb-licos en las estrategias de reproduccin de las fincas. Su sometimiento a losabusos laborales y sexuales recreaba el papel dominante del patrn. Estasmujeres eran objetos en la preparacin de los jvenes de las familias rancheraspara ejercer la autoridad y para reforzar su virilidad. Por otro lado, cuandotenan hijos con algn miembro de la familia ranchera, eran ellas quienesgeneralmente los educaban, entre otras cosas, para respetar al padre patrn,aunque muchos crecieran con sentimientos encontrados por la falta de reco-nocimiento de parte del padre. En este sentido un ex pen de finca nos contsu experiencia poco despus de que particip en la toma de la finca durante elconflicto agrario de la dcada de 1980. Nos dice:

    [Y]o lo tengo tambin su apellido del dueo de la finca, porque al viejito legustaba gozar a las mujeres. La mam de mi mam lo goz don Cheyo, de allsali mi apa...

    Yo era chamaco... me met a trabajar con mi abuelito, primero ca en latrampa... me mandaba a dejar juncia al pueblo porque hay veces que haybautizos y casamientos, me deca: and hijito, sos mi hijito, est bueno decayo. A poco tiempo me meti a trabajar parejo con toda la gente, ya no era yosu hijito. Ganaba yo cincuenta centavos, trabajando de seis a seis... Pues asentr a trabajar, poco a poco y engaado... lleg a morir mi abuelo y qued suhijo, mi to... y estuvo viviendo all hasta que empez la lucha y sali pue...26

    Cuando la familia finquera se haca cargo de alguno de los hijos ilegti-mos del propietario, se aseguraba la lealtad y la disposicin de trabajadorescon cierta especializacin: de vaquero o supervisor (capataz). Aunque estoshijos bastardos generalmente no gozaban del derecho a heredar tierra, cre-can con la aspiracin de llegar a ser propietarios, de ser patrones. Ser acogi-dos por la familia paterna, la familia del patrn, implicaba un salto importan-te en la jerarqua de las fincas. Eran distintos al comn de los peones. Sinembargo, tambin tenan que trabajar como subordinados, no como los hijoslegtimos del patrn. Al respecto, un ex propietario comentaba:

    Cuando los patrones llegaban a recoger a los hijos que tenan con algunacampesina, los tena como un empleado ms, noms que aprendan a hablarperfectamente el espaol y todo eso. Vivan en la casa grande, pero inclusivepienso que la situacin de ellos era ms difcil porque trabajaban sin sueldo,pues como era hijo del patrn...27

    26 Entrevista en Tres Casas, Simojovel (1985).

    27 Entrevista en Simojovel (1998).

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    Por su parte, varias de las mujeres trabajadoras de los ranchos que tuvie-ron relaciones de este tipo con el patrn construyeron tambin sentimientosmuy contradictorios. Tan fuertes y ambiguas eran estas experiencias que huboacasilladas y baldas que, tiempo despus, al sumarse al movimiento agrario,podan mantener un discurso en contra de los propietarios y, al mismo tiem-po, sentirse orgullosas de que algunos de sus hijos fueran geritos, colochos(de cabello rizado), con toda su cara del patrn, o bien de que al habertenido vnculos muy cercanos con stos hubieran aprendido a hablar espa-ol.

    PADRES-PATRONES, RANCHEROS, VAQUEROS Y MOZOS

    Al igual que las mujeres, los hombres experimentaban su posicin degnero de manera diferenciada. Lo masculino se presentaba como una condi-cin de poder cambiante. Un hombre poda pasar de una posicin subordi-nada, como en el caso de los peones frente al patrn, a otra de dominio, en elcaso de los peones frente a sus mujeres e hijos, por ejemplo.28 Incluso, ensituaciones muy conflictivas, un pen poda disputarle la autoridad al mismopatrn por ejemplo, cuando el pen era brujo.

    La figura del finquero era la expresin ms alta del poder. En ella con-vergan la identidad masculina, la del patrn y la del mestizo, cada una destas socialmente construida como la parte activa, fuerte y dominante de sus

    28 Aqu no exploramos las formas en que se expresaban estas relaciones, sabemosque tambin las mujeres acasilladas y sus maridos peones experimentaban su gnero demanera relacional, pues su feminidad y masculinidad se entreteja con distintas relacionesy tipos de capital. Por ejemplo, las mujeres acasilladas tericamente las ms subordina-das de las fincas que haban vivido en casa del patrn podan tener cierto poder ociertos recursos al haber aprendido el espaol y al haber sido amantes del propietario,pues ello les proporcionaba herramientas para entender y moverse mejor en el mundoladino. De acuerdo con el testimonio de una acasillada que estuvo como sirvienta en lacasa de su patrn, cuando la dieron como esposa a un pen de la finca, sufra maltratosde parte de su marido y la envidia de muchos hombres y mujeres acasilladas. La mujersealaba que los celos del marido y la envidia de la gente se deba a que ella, por habervivido varios aos en casa del propietario, hablaba bien el castellano y adems tena unhijo meco (gero, de cabello claro) como su padre. Aos despus esta mujer decididejar al marido y se incorpor a la lucha agraria en la dcada de 1980 y al movimientosocial neozapatista de la dcada de 1990. Ella es desde hace varios aos una lder en laregin y explica que su valor y su decisin para luchar se deben a que entiende bien elcastellano, conoce a los que eran patrones y no se deja engaar. Aunque tal vez existanotras explicaciones para entender la posicin de sta y otras mujeres que han pasado poruna situacin similar, es importante no desestimar la importancia que tiene para los su-bordinados el manejo de la lengua, en este caso del espaol, y la experiencia de vida en elmbito familiar ladino, en un espacio social extremadamente desigual.

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    opuestos: lo femenino, los mozos, baldos o jornaleros y los indgenas, estascategoras identitarias encarnaban lo pasivo, dbil, dependiente y subordina-do. El patrn representaba la autoridad mxima aunque muchos no llega-ran a ejercerla completamente o fueran sus mujeres quienes lo hicieran. Eraquien castigaba y perdonaba y, al mismo tiempo, era quien provea: vetaba opermita la entrada de los peones proporcionndoles un pedazo de tierra ycasa; otorgaba prstamos, resolva los conflictos, daba solucin a los ms va-riados problemas y era condescendiente con sus trabajadores.

    Saber mandar y tener el respeto de los trabajadores eran los principalesatributos de los finqueros acaudalados. Desde la perspectiva del sector domi-nante, compartida por mucha de la poblacin de la regin, incluso por aque-lla que no tena ranchos, la poca de las fincas represent un tiempo de abun-dancia.29 La gran produccin y oferta de trabajo en la zona se deba a la exis-tencia de los propietarios. Afirman varios de ellos que cuando tenan ranchoseran exigentes con sus muchachos, pero para que rindieran en el trabajo.Al parecer, firmeza y buen trato proveer de lo necesario, convivir conlos trabajadores, dar consejos y prstamos era la frmula perfecta del sabermandar.

    La gran produccin de la que hacen gala los ex propietarios no tiene quever, segn su discurso, con la explotacin a la que estaban sometidos los tra-bajadores. El arreglo con los acasillados, por ejemplo, aparece como un tratojusto. Los propietarios les proporcionaban un pedazo de tierra y a cambioreciban tres das de trabajo a la semana, adems de la fajina.30 Segn estavisin patronal, en ese tiempo era cuando los campesinos [refirindose asus trabajadores] vivan bien, y la riqueza que flua de las fincas se deba a sucapacidad de mando. La diferencia entre el periodo hegemnico de las fincasy la poca actual en la que la tierra se encuentra bajo el rgimen de propie-dad social estriba en que los campesinos por s solos no trabajan: paraque exista produccin y abundancia, se requiere de los patrones. Quien fueradueo del rancho Tepeyac afirmaba en una entrevista: desgraciadamente elindio necesita que lo dominen, que los manden!, porque son haraganes, notodos, pero la mayora.

    Sobre los trabajadores indgenas pesaba una imagen estigmatizada, cons-truida con atributos simblicamente negativos. Estos trabajadores eran con-

    29 Existen varios testimonios en este sentido. Vase especialmente Toledo, Fincas,poder y cultura en Simojovel, captulos 2 y 5.

    30 La fajina era el trabajo que los mozos estaban obligados a realizar los sbados ydomingos para el mantenimiento de las casas y terrenos de los propietarios. Con estetrabajo los mozos pagaban generalmente el uso de terrenos que utilizaba con sus familiaspara la cra de ganado menor, pero poda ser el pago a cualquier otro tipo de deuda.

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    siderados por los patrones y por la poblacin no india en general, dbiles,menores de edad, con caractersticas socialmente asignadas a lo femenino. Eneste sentido, Henri Favre destac en su trabajo sobre Los Altos de Chiapas,que las desiguales relaciones entre ladinos y tzoztiles adquiran connotacio-nes sexualizadas:

    Frente al macho ladino, el indio aparece como individuo dbilmentesexualizado (y por ellos ser tratado de muchacho) o como individuo delsexo opuesto (y entonces ser tratado como hembra). En ambos casos, se leidentifica sexualmente como menores de la sociedad ladina, la mujer y el nio,cuyo status tiene una situacin homloga al suyo.31

    Favre seala que con frecuencia escuchaba chistes en las cantinas de SanCristbal de Las Casas en los que ladinos e indgenas aparecan comprometi-dos en el acto sexual, en ellos se otorgaba siempre el papel activo al ladino y elpasivo al indgena.32

    Pero por otro lado, de acuerdo con Favre, estas imgenes, chistes y hu-millaciones contienen ambigedades que expresan temores ocultos. Por unlado, nos dice Favre, el indgena considerado dbil y pasivo se representaincapaz de satisfacer a una mujer. Se maneja entonces la idea de que las ind-genas preferirn como compaero sexual al ladino. Pero al mismo tiempo, elindgena se considera una amenaza para la mujer ladina. La violacin de unamujer ladina por un indio, nos dice Favre, es un temor latente profunda-mente enraizado en el inconsciente colectivo de los no indios.33 En Simojovel,varias denuncias registradas ante las autoridades municipales aluden a estetipo de temores e imgenes sobre las mujeres y los indgenas. En una deman-da de la dcada de 1970, una mujer de la cabecera municipal de Simojovelacusa al marido de haber llegado ebrio a su casa, de golpearla e insultarladicindole, entre otras cosas: eres tan puta que hasta con los indios te acues-tas.34

    31 Henri Favre, Cambio y continuidad en los Altos de Chiapas (Mxico: INI, 1984),pg. 102.

    32 Claudio Lomnitz, al estudiar la cultura campesina del estado de Morelos, plan-tea la necesidad de analizar la cultura del poder en su relacin metafrica con la cultura delas relaciones sexuales. El autor seala que en su trabajo de campo encontr todo unvocabulario del sexo utilizado como metfora de la explotacin. Vase Claudio Lomnitz,Las salidas del laberinto (Mxico: Joaqun Mortiz/Planeta, 1995), pg. 171.

    33 Favre, Cambio y continuidad en los Altos de Chiapas, pg. 103.

    34 Archivo Histrico del Poder Legislativo de Chiapas, Expedientes del Municipiode Simojovel, 19701980.

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    Las imgenes de las mujeres y en este caso de los indgenas, en generalconstruidas como el lado negativo de las dicotomas con las que se explica yorganiza la vida, slo tienen dos posibilidades: o son pasivos, sumisos e inca-paces de ejercer la violencia, o poseen atributos totalmente opuestos a stos,aquellos que diversos autores reconocen como el poder de los dbiles; es de-cir, brujas, malficas, astutas o putas las mujeres; irrespetuosos, maosos, brujosy con instintos salvajes o perversos los indgenas.

    En la construccin social del patrn ladino que saba mandar, que eraactivo, progresista y muy viril estaba implcita su contraparte, la del indgenapen: haragn, atrasado, pasivo y dbil. Bajo esta perspectiva, lo mejor de losindgenas peones de las fincas eran sus patrones: con ellos haba riqueza, nadafaltaba, as lo concibe Amn Martnez, ex propietario de dos ranchos:

    [A]ntes los campesinos estaban mejor con los propietarios que ahora sin patrn;el patrn les proporcionaba todo para las fiestas, yo iba a comprar a San Crist-bal todo lo que se necesitaba para los castillos [fuegos artificiales] y ya ellos lohacan, yo les prestaba venan los campesinos y se sentaban en la banqueta,abra uno su puerta y ah estaban, ya pona yo una mesa y ah iban pasando:pues que yo quiero que me prestes tanto y ya se le daba y se anotaba en sucuenta y as iban pasando, para la fiesta pues ya tenan dinero, haba con qu...35

    Los trabajadores participaban tambin en esta lgica; gozaban de ciertaseguridad en la finca. Tenan donde vivir, una parcela y la ayuda del propieta-rio para resolver sus problemas. La justicia e injusticia y las relaciones deexplotacin y opresin, hemos dicho, se clasificaban en trminos de bondado maldad del patrn.

    Adems de los finqueros o rancheros acaudalados, descendientes de losfundadores de las grandes fincas, estaban los propietarios de pequeos ran-chos. Muchos de stos eran hijos de rancheros y sirvientas, acasilladas o bal-das y, antes de ser propietarios, por lo regular haban sido educados comovaqueros o encargados de finca. Despus, algunos de ellos con sacrificios yahorros pudieron adquirir tierras. Este fue el caso de don Augusto, hijo deuna campesina y de un pariente de finquero. Don Augusto no fue recono-cido por su padre y creci con su madre, como campesino. Sobre esto abunduno de los hijos de don Augusto:

    [S]olito l se fue a apuntar [al registro civil] y se puso el apellido de su pap...Mi pap creci como campesino, como pen pues... Es que resulta que miabuelo, el pap de mi pap, era familia de los dueos de la finca, pero l vivaen San Cristbal, es que as le hacan pues iban, enamoraban a las mucha-

    35 Entrevista en Simojovel (1998).

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    chas, les encajaban un hijo y ya, se regresaban! Entonces mi pap se quedcon su mam; l me deca que no usaban zapatos, por lo mismo de la necesi-dad de guardar, de ahorrar, de querer hacer algo... lleg el momento en que seestableci y dijo bueno, voy a trabajar como pen, voy a ofrecer mi mano deobra y me van a pagar.... A mi abuelo, el pap de mi pap, no le gust elcampo, l tena en San Cristbal una tienda de abarrotes, venda huevo, man-teca... Slo iba a visitar a su familia de Simojovel.

    Mi pap trabaj como pen y despus como encargado de la finca [consus tos paternos]. Junt su dinero... es que el hombre no saba gastar y aspudo comprar un ranchito, en 1961. Le cost mucho esfuerzo, se priv demuchas cosas para tener algo, entonces el propio trabajo iba a dar resultados.Tal vez por compadrazgo o amistad, o simplemente porque el dueo ya noquera su rancho, no saba cmo trabajarlo. Le vendi a mi pap... es que esagente no era gente de campo, simplemente eran jefes, estaban durmiendo y sisu gente [los trabajadores] trabajaba, pues bien y si no, pues tambin36

    Varios pequeos propietarios afirman que la diferencia entre ellos y losrancheros acaudalados era, adems del capital econmico y poltico, el traba-jo. As, para unos, parte de su capital simblico era saber mandar y para losotros saber trabajar. Pero despus de que las fincas desaparecieron, aquelloque fue signo de distincin, saber mandar, se convirti, segn los pequeospropietarios, en la ruina de los que slo eran patrones. Esto argumenta Anto-nio, al hablarnos de su experiencia despus de perder un rancho durante elmovimiento agrario:

    [P]ude hacer cosas porque yo s trabajar, tengo dos hijos y ellos s estn estu-diando, estn en Nuevo Len. A otros les dieron poco pero es porque no sesupieron mover... an invadido el rancho logr hipotecarlo por 1 milln depesos, y en el 85 [1985], cuando me pagaron,37 yo fui a pagar la hipoteca ycon lo dems invert en la compra de granos... pero los dems, cuando recibie-ron su dinero tuvieron que pagar deudas porque no saban trabajar, como eranpatrones no trabajaban, por eso la mayora se arruin, muy pocos salieron.

    36 Entrevista en Simojovel (1998).

    37 Se refiere al pago que recibi a travs del Programa de Rehabilitacin Agraria,intrumentado por la federacin con el objeto de poner fin a los violentos conflictos agra-rios de distintas regiones de Chiapas. Con los recursos de este programa se compraron lospredios invadidos a los propietarios para otorgarlos a los campesinos. A pesar de los ma-los manejos y de las nuevas confrontaciones creadas, ahora entre campesinos, varios ran-cheros resultaron beneficiados y otros, los menos poderosos, todava esperan que les seanpagados sus predios. Vanse Mara Eugenia Reyes Ramos, El reparto de tierra y la polticaagraria en Chiapas, 19141988 (Mxico: UNAM, 1992); y Rosa Rojas, Chiapas: la pazviolenta (Mxico: La Jornada Ediciones, 1995).

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    Algunos eran los grandes seores!, tenan otro porte, ahora hasta la voz lescambi... estn all en su tiendita de abarrotes, y algunos acabaron de veladores.

    Antonio, hijo de un ranchero y una mujer acasilladas, de vaquero pas aser encargado de finca, despus se convirti en propietario y posteriormente,al perder su rancho, se hizo comerciante. l como otros hijos ilegtimos delos patrones con campesinitas, trataba de establecer su diferencia con lostrabajadores indgenas:

    [E]s que antes la gente campesina trabajaba ms porque el patrn los obligabaa trabajar, a rendir pues... bueno, yo s de eso porque yo era supervisor deranchos... y se puede decir que despus de que invadieron todos los ranchos,la produccin disminuy en un 80%.

    [] el campesino indgena jams va a cambiar su mentalidad... ya lotraen de nacencia, nunca va a buscar progresar, eso que tiene todo el apoyo delgobierno, porque a nosotros, el gobierno no nos apoya, noms al campesino,pero ese dinero es como que fuera al agua.38

    A pesar de las distancias que los separaban de los rancheros acaudalados,los pequeos propietarios participaban en la recreacin de la lgica de lasfincas. Para ellos la tierra significaba y para muchos sigue significando elrecurso ms preciado. De igual forma contribuan en reproduccin de lasrelaciones de tipo servil, manteniendo por lo menos una familia en esas con-diciones, aun cuando su madre o abuela hubiera sido acasillada o balda definca. El hostigamiento sexual hacia las trabajadoras de los ranchos era vistopor los pequeos propietarios como una costumbre normal. Constitua tam-bin para ellos una forma de probar su virilidad, junto con las destrezas desa-rrolladas en el campo. Muchos de estos pequeos propietarios tenan, comolos grandes propietarios, hijos ilegtimos con diferentes mujeres, tanto delos ranchos como de la cabecera municipal. Su forma de ver la vida y deactuar en ella, as como sus aspiraciones, estaban sustentadas en las percep-ciones y prcticas creadas en las grandes fincas. Frente a los mozos indgenasreforzaban la identidad no india para oponer una diferencia tnica que, en elcaso de los pequeos propietarios de ascendencia materna indgena, los colo-caba en una escala inferior frente a los finqueros mestizos de familias podero-sas. Para los pequeos propietarios los trabajadores indgenas eran dbiles, sincapacidad de trabajar por s mismos y esencialmente atrasados. Desde su pers-pectiva eran ellos, los pequeos propietarios, quienes podan generar la ri-queza econmica regional, pues a diferencia del los grandes patrones sabantrabajar y no slo mandar. Pero tanto los pequeos propietarios, como los

    38 Entrevistas con Antonio Trejo (Simojovel, 1997).

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    grandes y medianos formaban parte del juego de las relaciones de poder delespacio de las fincas. Posean desiguales cantidades y tipos de capital con losque cada uno de ellos jugaba, apostaba y arriesgaba en la lucha por controlarlos recursos econmicos y simblicos que en ese espacio de la finca eranlos ms valorados.

    CONCLUSIN

    Hemos explorado algunas de las posibles relaciones de gnero produci-das en el espacio social de las fincas. Trat de mostrar que lo femenino y lomasculino eran vividos a partir de las diversas y muy desiguales posiciones depoder entre patrones, vaqueros, encargados, peones, baldos y sirvientes. Asi-mismo propuse que las experiencias de gnero estaban ntimamente ligadas alas construcciones sociales de lo tnico. Sin embargo, sabemos, y es necesarioseguir profundizando en ello, que en las formas de experimentar lo femeninoy lo masculino participaban una serie de elementos ms la edad, ser hijo ohija mayor o menor, lugar de residencia, escolaridad, entre otros que colo-caban de manera diversa, desigual y cambiante a los hombres y mujeres en eljuego de las relaciones de poder de las fincas.

    Fiesta en la finca Los ngeles, municipio de Pantelh, ca. 1910

    Coleccin de Prudencio Moscoso Pastrana, San Cristbal de Las Casas

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