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    Revista de Estudios Polticos(nueva poca)ISSN: 0048-7694, Nm. 157, Madrid, julio-septiembre (2012), pgs. 105-134 105

    LA MNADA PSQUICA Y LA OMNIPOTENCIADEL CIUDADANO: CORNELIUS CASTORIADIS

    JUAN DORADO ROMERO

    Universidad Complutense de Madrid

    I. ELAFUERADELAIDENTIDAD.II. LAREALIDADDELAPSIQUE.III. LOSRIESGOSDELASIDOLATRAS.IV. LAAPERTURAALMUNDO.V. UNAFILOSOFASINIMAGI-

    NACIN.VI. BIBLIOGRAFA.

    Wo Es war, soll Ich werden.Sigmund Freud

    Wo ich bin soll auch Es auftauchen.Cornelius Castoriadis (1)

    RESUMEN

    En la reflexin filosfica de Cornelius Castoriadis (1922-1997) hallamos sen-

    das que pueden ser muy fructferas para comprender las relaciones entre psique ypoltica. Castoriadis defender en su obra que los dos elementos que definen a losseres humanos son la capacidad de instituir significaciones sociales y la imaginacin

    (1) La famosa formulacin de Freud ha sido traducida por Luis Lpez-Ballesteros comodonde era ello, ha de ser yo. FREUD (2003a): 3146. Castoriadis cree necesario completarla frase del fundador del psicoanlisis con la reformulacin que citamos en la cabecera deeste trabajo, y que podra traducirse como donde Yo soy/es, Ello tambin debe emerger.CASTORIADIS(2008a): 118.

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    radical,por ello el estudio de lo poltico y lo social deberan escapar de la lgicaidentitaria. A partir de su anlisis de la psique y de su primer estrato originario, lamnada psquica, Castoriadis destacar el peligro que representa la omnipotenciaenel gobierno democrtico del ciudadano y de la polis(sea esta el Estado moderno ocualquier otro modo de organizacin poltica). Por ltimo, consideraremos la crticade Castoriadis a la tradicin filosfica occidental por ocultar el papel de la imagina-cin en nuestras experiencias polticas.

    Palabras clave:lgica identitaria; imaginacin radical; mnada psquica; omni-potencia; gobierno democrtico del individuo.

    ABSTRACT

    The philosophical refl

    ections of Cornelius Castoriadis (1922-1997) offer path-ways for a fruitful understanding of the relations between psyche and politics. Inhis work Castoriadis argued that the two elements that define human beings are thecapacity to establish social significations and radical imagination, which in turn im-

    plies that the study of politics and the social sphere must escape the identitary logic.From his analysis of the psyche and its first natural stratum, the psychic monad,Castoriadis highlights the danger that omnipotence represents for the democraticgovernment of the citizen and of the polis (whether of the modern State or any othermode of political organization). Finally, this article examines Castoriadis critiqueof the Western philosophical tradition based on the fact that it has hidden the role ofthe imagination in our political experiences.

    Key words:identitary logic; radical imaginations; psychic monad; omnipotence;democratic government of the individual.

    I. ELAFUERADELAIDENTIDAD

    [D]ecimos que es necesario que todo el ser seaen alguna parte, sea en algn lugar y que ocupe undeterminado sitio y que lo que no es en la tierra o

    en alguna parte del cielo, no es nada (2).Platn, Timeo,52b

    El pensador greco-francs Cornelius Castoriadis (1922-1997) afirmaruna y otra vez en sus escritos que ninguna sociedad humana puede existir sinun componente funcional. Lo funcional es aquello que obedece a las nece-

    (2) Citado en CASTORIADIS(1989): 47.

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    sidades vitales, fsicas o biolgicas y est sometido a constricciones lgicas,como el campo de la produccin econmica (3). Ahora bien, esa funciona-lidad de la sociedad no agota sus posibilidades porque slo nos sirve para

    responder a los mbitos que se rigen por la lgica conjuntista-identitaria.Y esos mbitos, aunque esenciales para la reproduccin de cualquier vidasocial, no cubren todas las parcelas de la realidad. Adems, haciendo usonicamente de los instrumentos de esa lgica, no podramos dar cuenta nide los cambios sociales y polticos ni de lo que nos caracteriza como sereshumanos: la institucin de la sociedad y la imaginacin radical (4).

    Para que podamos hablar de institucinde una sociedad se requiere, se-gn Castoriadis, el despliegue de dos dimensiones: la dimensin conjuntis-ta-identitaria y la dimensin imaginaria. En la primera de estas dos dimen-siones, la sociedad (y el ciudadano) acta y piensa a travs de elementos,clases, niveles, con propiedades y relaciones vinculantes entreellos, que se nos presentan como distintasy definidas(5).

    El pensamiento occidental y toda su ontologa heredadase basan, paraCastoriadis, en un gravsimo error que arrastra consecuencias hasta nuestrosdas, el de restringir la vida a la lgica identitaria (6), es decir, la sujecintanto del mundo interno como del mundo externo a ese principio de identi-dad o de no contradiccin que apuntalara Aristteles en su Metafsica(7).Para esta concepcin tan restringida de la realidad, ser significaserdetermi-nado,la existencia equivale a determinacin (perasentre los filsofos grie-

    gos,Bestimmtheitentre los alemanes) (8). Castoriadis se niega a plegarse aesta lgica porque excluye a los modos de ser que se salen del cuadro de ladeterminacin, y que constituyen su objeto de inters como investigador: lohistrico-social y lo imaginario.

    Siempre puedo proyectar un volumen sobre un plano, una figura sobreun eje; la operacin me deja algo entre manos. Pero no puedo proyectar lavida histrico-social sobre uno de sus ejes, pues la operacin no me dejaranada(9).

    (3) CASTORIADIS(1999a): 108. Esta caracterizacin de lo funcional recuerda a la que Han-nah Arendt hizo sobre la actividad humana de la labor.Vase ARENDT(1993): captulo III.

    (4) CASTORIADIS(1999b): 115-116.(5) CASTORIADIS(2005a): 71. Cursivas del autor.(6) CASTORIADIS(1989): 106.(7) ARISTTELES(2008): Libro IV.3-4. Para Javier Roiz, tambin sta es una de las carac-

    tersticas que definen a unasociedad vigilanteque ha llegado hasta el siglo XXI. Vase ROIZ(2008a): 311.

    (8) CASTORIADIS(1989): 11-12, 22-23.(9) CASTORIADIS(1989): 94.

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    Es decir, no dejara nada de los mundos donde hacen su aparicin y sedespliegan las creacioneshumanas. La misma idea de creacin es algo queno puede ser pensado por la filosofa identitaria, donde todo lo que existe

    est determinado desde siempre y para siempre, todo tiene un origen y unacausa y slo habra que remontarse, siguiendo una implacable secuencia l-gica, hacia el principio de lo que es. Para la ontologa heredada, la creacinex-nihilo de nuevos eidos (formas) en el campo histrico-social, como ellenguaje, la msica o la democracia, es imposible (10).

    Castoriadis afirma que lo social o lo poltico no pueden pensarse a partirde esta lgica conjuntista-identitaria, esto es, como conjunto cuyos elemen-tos distintos y bien definidos pueden determinarse con claridad, sino quehemos de pensarlo como un magma,e incluso como un magma de magmas,con lo que no quiero decir el caos, sino el modo de organizacin de una di-versidad no susceptible de ser reunida en un conjunto, ejemplificada por losocial, lo imaginario o lo inconsciente (11).

    Pero eso no quiere decir que haya que desechar sin ms esa lgica, puestoque es la que rige soberana sobre dos instituciones sin las cuales no es

    posible ninguna vida social. Estas dos instituciones son el legein(distinguir-elegir-poner-reunir-contar-decir), componente ineliminable del lenguaje yde la representacin social, y el teukhein(reunir-adaptar-fabricar-construir),componente ineliminable de la accin social (12). Del primero deriva ellogos,sobre el que se ha edificado el pensamiento desde la antigua Grecia, y

    del segundo deriva la tcnica,de la que hemos presenciado un impresionantedesarrollo en la modernidad. Legeiny teukheinremiten el uno al otro y seimplican mutuamente de manera circular (13).

    Aunque estas dos lgicas funcionales e instrumentales se apoyan(14) enel aspecto identitario del primer estrato natural, ambas son creaciones so-ciales que, sin embargo, condicionan toda institucin social (15). Decirque la institucin de la sociedad se apoya en la organizacin del primerestrato natural quiere decir que no lo reproduce, no lo refleja, no est de-terminada por l de ningn modo, sino que en ese estrato encuentra una

    (10) CASTORIADIS(1989): 55-56. Vase tambin CASTORIADIS(1999a): 94.(11) CASTORIADIS(1989): 34.(12) CASTORIADIS(1989): 22. En el captulo V de La institucin imaginaria de la socie-

    dad (pgs. 95-176), Castoriadis describe con detalle los aspectos de estas dos institucionesfundamentales.

    (13) CASTORIADIS(1989): 159.(14) Castoriadis le da el sentido del concepto freudiano de Anlehnung.Vase CASTO-

    RIADIS(2005a): 70-71.(15) CASTORIADIS(1989): 123.

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    serie de condiciones, de puntos de apoyo y de incitacin, de limitaciones yde obstculos (16); pero entre este apoyo de la institucin en la dimensinidentitaria de la vida natural, y la creencia de que lo fsico o lo biolgico son

    condicin necesaria y suficiente para la sociedad, hay todo un abismo (17).La funcionalidad de la lgica identitaria slo afecta efectivamente a este pri-mer estrato, pero al mismo tiempo lleva, como exigencia interna propia,la de expandirse para rellenar todos los huecos del ser, la de cubrir o agotartodo estrato posible (18).

    En los ltimos siglos, se ha producido en el campo del pensamiento y dela ciencia una autntica hipertrofia de esta dimensin conjuntista-identitaria,en menoscabo de la dimensin de lo imaginario (19). Para Castoriadis, elcientfico occidental est posedo por dos fantasmas: en primer lugar, el de laexistencia de una organizacin racional del mundo (de la que no sabe nada),y en segundo lugar, el de que su ciencia est a punto de desvelar ntegramen-te tal organizacin. Esto provoca que:

    [L]as lagunas de la organizacin del estrato natural nicamente aparecencomo lagunas de una organizacin racionala partir del momento en que seha decidido que el nico punto de vista importante es el de la explicacinracional,o que la nica autntica organizacin es la organizacin identitariay en conjuntos. Pero esta decisin es una institucin histrico-social particulary reciente (20).

    La tcnica como fin en s mismo es, en opinin del pensador griego, unaposicin imaginaria de nuestra sociedad contempornea, algo que valeen nuestros das como ese puro delirio social que presentifica el fantasmade omnipotencia, delirio que es, en gran parte, la realidad y la racio-nalidad entre comillas pero sobre todo sin comillas del capitalismomoderno (21).

    (16) CASTORIADIS(1989): 116.(17) CASTORIADIS(1989): 109.

    (18) CASTORIADIS(1989): 23.(19) Sobre este asunto, vase el excelente artculo de CARRILLO ZAPATA y SAIBACAM

    (2010): 97-122.(20) CASTORIADIS(1989): 120-121.(21) CASTORIADIS(1989): 165. Castoriadis establece en su obra en muchas ocasiones la

    asociacin entre capitalismo y omnipotencia: la institucin explcita del tiempo en el capi-talismo, en tanto que tiempo identitario o tiempo de referencia, es la de un flujo mensurable,homogneo, uniforme, totalmente aritmtico; y en tanto tiempo imaginario o tiempo de signi-ficacin, el tiempo capitalista tpico es un tiempo infinito representado como tiempo de pro-greso indefinido, de crecimiento ilimitado, de acumulacin, de racionalizacin, de conquista

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    Si el legeiny el teukheinson consustanciales a la institucin de cualquiertipo de sociedad, ha sido una representacin imaginaria particular acaeci-da en Occidente hace unos siglos la que ha propuesto que todo lo que es

    racional y trasladable a las matemticas, que todo lo que hay que conocer,es finito y que el fin del saber es el dominio y la posesin de la naturale-za (22). Es decir, la entronizacin de ese axioma fundamental del mundomoderno que dice que el conocimiento es poder, el mismo que desde quelo escribiera Francis Bacon (1561-1626) y lo suscribiera con ahnco ThomasHobbes (1578-1679) ha desfilado por todas las instituciones acadmicas conlas fanfarrias de una marcha triunfal (23).

    II. LAREALIDADDELAPSIQUE

    Y dijo Yahveh Dios: He aqu que el hombreha venido a ser como uno de nosotros, en cuantoa conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidadono alargue su mano y tome tambin del rbol de lavida y comiendo de l viva para siempre. Y le echYahveh Dios del jardn de Edn, para que labrase elsuelo de donde haba sido tomado. Y habiendo ex-

    pulsado al hombre, puso delante del jardn de Ednquerubines, y la llama de la espada vibrante, para

    guardar el camino del rbol de la vida (24).Gnesis 3, 22-24

    Consideramos que la complejidad y la originalidad del pensamiento deCastoriadis no pueden valorarse sin adentrarse en sus concepciones acercade la realidad psquica del ciudadano. Para este autor, el ninguneo al quealgunas ciencias sociales han sometido a todo lo concerniente al mundo in-terno de las personas es la gran falla que cruza tanto la teora poltica como

    de la naturaleza, de aproximacin cada vez mayor a un saber exacto total, de realizacin deun fantasma de omnipotencia. CASTORIADIS (1989): 74. Sobre la racionalizacin capitalistaseguir diciendo en uno de sus ltimos trabajos: podemos caracterizarla ms exactamenterelacionndola con algo ms conocido, ms familiar, y expresado de otras formas en otrostipos de organizacin social: la tendencia al dominio. Esto nos permite en particular enlazarcon uno de los rasgos ms fundamentales de la psique individual: la aspiracin a la omnipo-tencia. CASTORIADIS(1999c): 73.

    (22) CASTORIADIS(1989): 176.(23) Vase sobre este punto ROIZ(2008a): 47, 100-101.(24) Biblia de Jerusaln(1980): 17.

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    la sociolgica y que las incapacita para dar cuenta de aspectos cruciales en sumbito de investigacin. La incomunicacin entre las diferentes disciplinasque tratan lo social y lo poltico provoca que cada una de ellas tienda a de-

    sarrollar su propio dogmatismo y a volverse ciego ante todo lo dems (25).No slo es ceguera, sino tambin una preocupante sordera psicoanalticaentre los socilogos y politlogos, que hablan y escriben olvidando que suobjeto de investigacin y sujeto de construcciones tericas, el ser humano,comporta dos dimensiones indisociables, la dimensin psquica y la dimen-sin social (26). Al tratarse de dos mitades no separables, la mitad de la quetratan la ciencia poltica y la sociologa se ha convertido, en palabras de Cas-toriadis, en una caricatura (27). La consecuencia de tal actitud es el empo-

    brecimiento inquietante de estas ciencias sociales en las ltimas dcadas.

    La teora poltica, la teora econmica, la sociologa, dominadas... por unindividualismo metodolgico de una ingenuidad indescriptible, siguen desa-rrollndose como si Freud no hubiera existido, como si las motivaciones delos seres humanos fueran trivialmente simples y racionales (28).

    Ni el inters econmico ni factores puramente racionales pueden expli-car la conducta de los ciudadanos, ni en situaciones de prosperidad ni mu-cho menos en situaciones de angustia social e individual como los perodosde crisis. Por ello Castoriadis echa mano del viejo maestro austraco paracomprender qu se esconde detrs de la aparente racionalidad de nuestraorganizacin social, lo que a la vez le proporcionar diferentes claves paraelucidar(29) el gobierno de nuestras vidas.

    Nuestro autor expondr sus ms importantes contribuciones tericas acer-ca del funcionamiento del psiquismo humano en el captulo VI de la que esconsiderada su mayor obra, La institucin imaginaria de la sociedad(30).

    (25) CASTORIADIS(1999a): 110.(26) CASTORIADIS(1999a): 110.(27) CASTORIADIS(1999a): 110.

    (28) CASTORIADIS(1999a): 110.(29) Segn este terico, la filosofa no debe ni puede explicar ni comprender en lo

    referente a las ciencias humanas, en este mbito se trata de elucidar. CASTORIADIS(1999a):102. El hecho de preferir la elucidacin, ese arrojar luz sobre algo para que aparezca laclaridad, denota una preferencia por las metforas visuales, lo que indica, a su vez, la fuentepredominantementegriegade sus planteamientos. En la tradicin de Jerusaln, la otra mitadde la tradicin de pensamiento occidental, la verdad se adquiere de odas. Sobre el uso de lasmetforas visuales en el pensamiento poltico y filosfico, vase ARENDT(2002): 132-150.

    (30) En un valioso artculo sobre el concepto de imaginario y sus implicaciones enel lenguaje, Sonia Arribas elabora toda su argumentacin sin hacer mencin a este captulo

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    Esas pginas de Castoriadis sern, desde ahora, la base de nuestra argumen-tacin.

    Para este filsofo y psicoanalista, el hallazgo fundamental de Sigmund

    Freud (1856-1939) fue el descubrimiento del modo de ser de lo inconscien-te, como ese espacioy esto supone un abuso de nuestro lenguaje identita-rio que dentro de nosotros mismos ignora el tiempo e ignora la contradic-cin (31). El tiempo en l no existe y las contradicciones no se excluyen. Loinconsciente slo existe como flujo indisociablemente representativo/afecti-vo/intencional (32). Es, pues, un espacio, o mejor, un modo de ser, comole gusta decir a Castoriadis, que no puede ser abordado con las armas del pen-samiento dialctico (33). En todo caso, slo puede ser entendido en una ciertamanera a partir de los tropos de la retrica. [L]a metfora, la metonimia yotros tropos del lenguaje de la vigilia toman prestado algo de las operacionesdel inconsciente, aunque, aclara Castoriadis, sin la capacidad de reproducirla exuberancia y la riqueza de este ltimo (34), que se despliegan a travs delos mecanismos descritos por Freud del desplazamiento y la condensacin.

    En el magmarepresentativo de lo inconsciente no opera en ningn sentidola lgica de la vigilia, de la existencia despierta(35), en su modo de serno encontramos ninguna limitacin, ninguna determinacin, ningn peras.

    Nos encontramos con un tipo de ser que es a la vez uno y muchos, para elque ninguna determinacin es decisiva, para la representacin inconscientelo obligatorio es trivial y vaco y lo imposible no existe (36).

    que considero fundamental, a pesar de citar profusamente el libro en su trabajo. De hecho,relega toda la influencia del psicoanlisis en la obra de Castoriadis a una nota a pie de pgina.Ver ARRIBAS(2008): 108. Tampoco aparece ninguna referencia a este captulo en el artculoantes citado de Ricardo Carrillo y Jacobo Saibacam (ver nota 19) aunque s trata sobre estasensibilidad de Castoriadis acerca del mundo interno del ciudadano.

    (31) CASTORIADIS(1989): 179. O en palabras del propio Freud: Diremos que los carac-teres que esperamos encontrar en los procesos pertenecientes al sistema inconsciente son lafalta de contradiccin... la independencia del tiempoy lasustitucin de la realidad exteriorpor la psquica. FREUD(2003b): 2073. Cursivas en el original.

    (32) CASTORIADIS(1989): 179.(33) No creo en la verdad de aquella mxima que pretende que de la discusin nace la

    luz, mxima que me parece ser un producto de la sofstica griega y pecar, como ella, por laatribucin de un exagerado valor a la dialctica: Sigmund FREUD(2003c): 2274.

    (34) CASTORIADIS (1989): 180. Freud al analizar el tema de la omnipotencia de lasideas seala que uno de los rasgos de esta actividad mental inconsciente es la sustitucinde la parte por el todo, es decir, el recurso a la metonimia. Vase FREUD (2003d): 1799.Cursivas en el original.

    (35) CASTORIADIS(1989): 181. Cursivas en el original.(36) CASTORIADIS(1989): 184.

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    Es tal el alcance de este descubrimiento cientfico que, segn Castoriadis,apabull incluso a quien lo hizo posible. La misma omnipotencia positivistaen la que Freud se form, fue la que, a pesar de haber descifrado el modo

    de ser de lo inconsciente, incompatible con la lgica-ontologa diurna, lellev a pensar en l, durante todo el resto de su obra, a condicin de invocartoda la maquinaria de aparatos psquicos, de instancias, de sitios, de fuerzas,de causas y fines, para terminar por ocultar su indeterminacin en tanto ima-ginacin radical (37). Por eso se preguntar nuestro autor:

    Acaso la teora freudiana, sobre todo la metapsicologa, no se refieretodo el tiempo a un aparato psquico constituido de una manera y no de otra,a lugares, fuerzas y entes tomados de la lgica identitaria de lo real y de susconstrucciones en otros dominios? (38).

    Dice Castoriadis en consonancia con su inters de plantear una filoso-fa que no sea esclava del principio de identidad que en todo gran autorhay que aprovechar la riqueza de sus contradicciones (39), y se refiere a lascontradicciones verdaderas, brutales, irreductibles, respecto de las cuales estan tonto pensar que por s mismas anulan la aportacin del autor, comotratar de disolverlas (40). Este respeto a las contradicciones es algo queHannah Arendt, otra de las pensadoras esenciales del siglo XX, tambin captcon su admirable y sutil inteligencia hacia lo que no es evidente:

    Estas contradicciones tan fundamentales y flagrantes pocas veces se pre-sentan en escritores de segunda lnea, en quienes pueden descontarse. En losgrandes autores nos llevan hasta el centro mismo de sus obras y son la clavems importante para llegar a la verdadera comprensin de sus problemas ysus nuevos criterios (41).

    Aunque se contradijera, o precisamente por ello, Freud dispersar a lolargo de sus escritos intuiciones, pequeos y valiosos cabos de los que tirardel hilo para ir adentrndonos en los pasadizos secretos de la mente humana.El ms fructfero de esos hilos fue el que le condujo a estudiar los sueos. Un

    atrevimiento imperdonable para la lgica-ontologa heredada, que siemprese haba negado a prestar atencin a ese tipo de representacin mental, con-

    (37) CASTORIADIS(1989): 22.(38) CASTORIADIS(1989): 185.(39) CASTORIADIS(1989): 20.(40) CASTORIADIS(1989): 20.(41) ARENDT(1996): 31. Vase sobre este tema ALONSOROCAFORT(2010): 233-269.

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    siderada hasta entonces como un deshecho del pensamiento vigilante (42). Sibien puede ser cierto que, como apunta Castoriadis, hasta Freud la filosofaoccidental no haba osado acercarse a la letargia(43), esto slo es vlido

    para la tradicin griega, aquella que tiene sus comienzos en la Atenas clsi-ca. En la tradicin juda, los sueos siempre han cumplido un papel esencialcomo vehculo privilegiado del pensamiento proftico, y han servido de ins-

    piracin para la difcil tarea del buen gobierno de la comunidad. Este cultivode la letargia por parte de la cultura y el pueblo judo y Freud se considersiempre como parte del mismo (44) es un punto ciego en la obra de Cas-toriadis. Volveremos sobre ello ms adelante.

    Castoriadis cree hallar la puerta al inconsciente a travs de varias frasesde Freud relativas al ombligo del sueo:

    Todo sueo tiene por lo menos un lugar en el que es insondable, como unombligo por el cual est unido al inconsciente... en los sueos mejor interpre-tados solemos vernos obligados a dejar en tinieblas un determinado punto...que constituye un punto de convergencia de ideas latentes... lo que podemosconsiderar como el ombligo del sueo... las ideas latentes descubiertas en elanlisis deben incluso obligatoriamente y de manera completamente universalquedar sin terminar, y tenemos que dejarlas perderse por todos lados en eltejido reticular de nuestro mundo intelectual (45).

    Esto quiere decir, segn Castoriadis, que las ideas latentes en un sueo

    son magmas en un magma. El sentido ltimo de un sueo, si se quiere serverdaderamente fiel al espritu del fundador del psicoanlisis, no puede es-tablecerse de una vez y para siempre, porque por su propia naturaleza esinterminable, indeterminado, apeiron,indefinido (46).

    De entre la larga nmina de reconocidos seguidores de Freud que hancontinuado su labor como tericos del psicoanlisis, Castoriadis slo recono-ce la influencia de Melanie Klein (1882-1960) como una de las pocas inves-

    (42) Hobbes, por ejemplo, consideraba a los sueos como las imaginaciones que apa-

    recen cuando dormimos, y que al igual que el resto de imaginaciones no son otra cosa quedecaying senses. Ver HOBBES(1946): captulo II, 10-11. Cursivas en el original.

    (43) Sobre la idea de letargia en la teora poltica, vase ROIZ(2003): 325-367.(44) En el prlogo a la edicin hebrea de Ttem y tabde 1930, Freud reconocer que,

    a pesar de hallarse muy alejado de cualquier creencia religiosa, nunca ha renegado de la per-tenencia a su pueblo, que se siente judo y que no desea que su naturaleza sea otra. Tambinconfesar que si alguien le preguntara qu queda en l de judo, l respondera: Todavamuchas cosas; quiz todo lo principal: FREUD(2003d): 1746.

    (45) CASTORIADIS(1989): 186-187. Vase FREUD(2003d): 665-666.(46) CASTORIADIS(1989): 189.

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    tigadoras que se ha acercado al significado genuino de los modos de ser de lapsique al haber estudiado en profundidad la ambivalencia de los afectos, laspropiedades incompatibles de las representaciones mentales y la emergencia

    incesante de formaciones fantsticas (47). Freud y Klein le llevan a definir loinconsciente como un producto y manifestacin continua de la imaginacinradical y a afirmar que su modo de ser es el de un magma (48).

    Como ya hemos explicado al tratar el funcionamiento de la lgica iden-titaria, la relacin entre la psique y la realidad biolgica es una relacin deapoyo (Anlehnung), esto es, puede servir como soporte para la psique (unaespecie de hardwarede los equipos informticos), pero no la condiciona,ni es por supuesto la causa de las fantasas o representaciones. La psique

    puede tener en cuenta los datos somticos, pero no nos es posible predecirde qu manera los tendr en cuenta ni para elaborar qu cosa. Aqu la lgicaidentitaria nos muestra su radical impotencia, porque se encuentra fuera delos dominios en los que puede operar o imponer su determinacin. En este

    punto, entra en juego la creatividad de la imaginacin radical (49).La psique es tanto Bildung como Einbildung formacin e imagina-

    cin, creadora de representaciones a partir de una nada de representa-cin (50). La fantasa primordial de la psique es, para Castoriadis, el suje-to psquico originario, representacin de un S-mismo (o self) que lo esTodo (51).

    Ich bin die Brust(yo soy el pecho), dice Freud en una de las ltimas ano-

    taciones que escribi poco antes de morir (52). Y para Castoriadis esta frasees un tesoro porque nos retrotrae al modo en el que el beb, el infante recinnacido, percibe alucinado el pecho materno, en una relacin de identidadtotal, porque l y el mundo (el resto de los objetos) estn fundidos en uno. Ensu selfnada est ausente, nada falta. El lenguaje de la vigilia no puede des-cribir esa realidad en la que representacin, intencin y afecto estn indife-renciados, ese nivel originario en el que no hay ningn objeto ausente, y porlo tanto, tampoco hay deseo, pues el deseo es siempre satisfecho-realizado,antes de haber podido articularse como deseo (53). En tanto inconsciente, la

    (47) CASTORIADIS(1989): 180, 189, 195.(48) CASTORIADIS(1989): 189.(49) CASTORIADIS(1989): 204.(50) CASTORIADIS(1989): 193.(51) CASTORIADIS(1989): 200. Sobre el uso terico poltico del concepto de self,vase

    ROIZ, (1992):passim.(52) Esta frase se encuentra en una nota del 12 de julio de 1939, hallada entre los pape-

    les de Freud y no publicados hasta 1941, pstumamente. FREUD(2003f): 3431.(53) CASTORIADIS(1989): 206.

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    imaginacin radical se da existencia a s misma y da existencia a lo que no esen ningn lugar. Este no-sersegn los cnones diurnos, es a lo que Freudllama realidad psquica (54), una realidad constituida primordialmente por

    un flujo perpetuo de representaciones.En el nivel primario de la psique, no podramos hallar un ndice de rea-lidad o de verdad, tampoco hay representaciones de palabras o simbolismo,ni encontramos un dentro (interior) y un afuera (exterior) que ya sera unadistincin identitaria, lo nico que podra haber es una representacinde todo(como)s-mismo,de s-mismo(como) todo,expresiones en las quelas palabras entre parntesis indican la impotencia de nuestro pensamientode vigilia para nombrar este estado. Esto es lo nico real para la psi-que (55).

    Esteself-todoes, en la teora del pensador griego, la matriz y el pro-totipo de lo que, para el ciudadano, ser siempre, a lo largo de su infancia

    pero tambin de su vida adulta, elsentido,a saber, el sentirse como fin yfundamento de s mismo, fuente ilimitada de placer a la que nada le falta yque no deja nada por desear (56).

    Algunos psicoanalistas, siguiendo a Freud, han llamado a este estado nar-cisismo primario (57). Pero Castoriadis, siguiendo tambin a otro Freud,

    prefiere denominarlo autismo, y para ello se basa en una observacin quedej en una nota a pie de pgina en su ensayoLos dos principios del funcio-namiento mental.En esta extensa nota, Freud seala que el lactante aluci-

    na... el cumplimiento de sus necesidades internas y que al igual que ocurrecon el embrin de la aves en el que los cuidados maternales se limitan alsuministro de calor, el sistema psquico del beb humano se nos aparececomo totalmente aislado del mundo exterior y capaz de satisfacer de unmodo autstico... sus necesidades (58).

    (54) CASTORIADIS(1989): 207.(55) CASTORIADIS(1989): 209.(56) CASTORIADIS(1989): 210. Para Sandor Ferenczi, el discpulo predilecto de Freud, la

    omnipotencia es el sentimiento de que uno tiene todo lo que desea y que no hay nada msque uno pueda desear. La etapa psquica que aqu est describiendo Castoriadis coincidiracon lo que Ferenczi denomina perodo de omnipotencia incondicional. Vase FERENCZI(1959): 157.

    (57) El estudio clsico sobre el tema es la Introduccin al narcisismo (1914) de Sig-mund Freud. En este trabajo Freud opina que elyogeneralmente pasa de un narcisismo pri-mario (amor por uno mismo) a las relaciones objetales (con los dems), pero quedan siemprerestos narcisistas en el ideal del yo, a quien se le atribuyen rasgos omnipotentes. VaseFREUD(2003g): 2017-2033.

    (58) FREUD(2003h): 1639.

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    Este autismo del infante requiere que no haya ninguna separacin entrela representacin del selfcomo todo, el afecto a tal situacin y la inten-cin de permanencia atemporal en ese estado. Esta descripcin aparen-

    temente absurda, donde no hay ni medios ni fines o distinciones, es, segnCastoriadis, la autntica descripcin freudiana de lo inconsciente, cuandose la toma medianamente en serio y se la despoja de las capas positivistaso estructuralistas bajo las cuales se la ha recubierto apresuradamente parahacerla aceptable (59).

    Las fantasas de cualquier ciudadano de nuestros sistemas polticos occi-dentales, tan sofisticados, racionales y garantistas, remiten, si hacemos caso ala exposicin de Castoriadis, a un estado en el que el sujeto est en todas

    partes, en que ese sujeto, depositario de los derechos polticos, lo es todo.En realidad, el autntico deseo inconsciente que no cesa a lo largo de nuestrasvidas, no es el deseo de ningn objeto ni de ninguna otra persona, aquello a loque el deseo verdaderamente apunta es a ese estado, no es por tanto un deseode objeto, es ms bien un deseo de estado.Un estado mondico del que el indi-viduo social y el sujeto poltico llevan consigo sus huellas indelebles (60).

    La posterior aparicin de las otras presencias, en primer lugar, la de loscuidadores, a las que se irn sumando la infinidad de objetos pblicos conlos que el ciudadano se ir encontrando en su andadura por supolisparticu-lar, provocan la ruptura de ese mundo total del self, a lo que el ciudadanoresponde con un retorno interminable en sus fantasas a ese mundo primero,

    si bien no en su unidad intacta y a partir de entonces inaccesible, s porlo menos en sus caractersticas de cierre, de dominio, de simultaneidad ycongruencia absoluta entre la intencin, la representacin y el afecto (61).Este deseo de vuelta a un mundo en el que ya no hay deseos, en el que todoes posible, es radicalmente irreductible porque el ciudadano no volver aencontrar en la realidad de lapolisningn objeto pblico o privado que saciedefinitivamente esa ansiedad:

    Una vez que la psique ha sufrido la ruptura de ese estado mondico,que le imponen el objeto, el otro y el cuerpo propio, queda definitivamente

    descentrada respecto de s misma. Orientada por lo que ella no es, por lo queya no es y que ya no pueda ser.La psique es su propio objeto perdido(62).

    (59) CASTORIADIS(1989): 211.(60) CASTORIADIS(1989): 212-213.(61) CASTORIADIS(1989): 213.(62) CASTORIADIS (1989): 214. Este argumento de Castoriadis guarda un gran parecido

    con la teora del amor primario del psicoanalista hngaro Michael Balint. Vase BALINT(1982): 82-91.

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    Esta prdida irreparable, esta escisin del selfcon respecto a s mismo, esel primer trabajo que impone a la psique su inclusin en el mundo. No obs-tante, no olvidaremos jams nuestros das de gloria y se convertirn en nuestro

    ms oculto anhelo. La dimensin psquica del ciudadano siempre aorar eseparasodel que fue expulsado, y cuyas puertas se le cerraron a perpetuidad.La evolucin ulterior de la psique, la historia de su socializacin, arras-

    trar en todas sus etapas las huellas de su punto de origen, de ese Edn sindeseos, donde sujeto y mundo, afecto y sentido, eran uno y lo mismo. Lo queCastoriadis nos propone, a partir de su lectura de Freud, implica que la insti-tucin de la sociedad, que al mismo tiempo es institucin del individuo social,impone a la psique una organizacin esencialmente heterognea a su estado

    primero como selftotal. La mnada psquica ser eso que aunque ausenteporque la psique no podr volver a representarlo, contina estando pre-sente en todos los procesos de lo inconsciente, marcando con su sello todaslas representaciones. Significar el deseo, seor de todos los deseos, de uni-ficacin total, de abolicin de todas las diferencias y de la distancia. Si en loinconsciente no existen, porque son ignorados, el tiempo y la contradiccin,eso es debido a que, agazapado en lo ms oscuro de esa caverna, el monstruode la locura unificante reina all como dueo y seor (63).

    Este monstruo, este Leviatn (64), es la omnipotenciadel pensamiento, laautntica soberana del inconsciente de cada ciudadano (65). Es por la omni-

    potencia y a partir de ella que ha surgido de la mnada psquica, cuando

    todo era Uno por lo que en nuestra mente se mantiene siempre vigentela idea de una vinculacin total y universal entre la pluralidad de objetos eindividuos que encontramos en el espacio pblico. Lo que Castoriadis quiereque comprendamos, en otra vuelta de tuerca muy audaz en su elaboracinterica, es que esa locura autstica encierra el germen de la razn y de latendencia a la unidad y a la lgica identitaria.

    El hombre no es un animal racional, como afirma el antiguo tpico. Tam-poco es un animal enfermo. El hombre es un animal loco (que comienza porser loco) y que precisamente por ello llega a ser o puede llegar a ser racio-

    nal (66).Que el objetivo ltimo del terico o del cientfico sea encontrar en la

    alteridad, en lo diferente, en la pluralidad, las manifestaciones de lo mismo

    (63) CASTORIADIS(1989): 217.(64) Job 40-41.Biblia de Jerusaln(1980): 703-704.(65) CASTORIADIS(1999d): 229.(66) CASTORIADIS(1989): 218-219.

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    una y otra vez; que exista una necesidad de hallar un sistema o unasolucinfinalbasada en definiciones ltimas; que en lo distinto haya que encontrarsiempre relaciones de pertenencia, no son otra cosa, para Castoriadis, que el

    arrebato intratable de una razn loca que buscara calmar su angustia con laafirmacin del principio de identidad, en sus propias palabras un avatar dela locura unificadora (67).

    En esta etapa mondica, se produce un repliegue del selfsobre s mismo,no hay ni otro ni objeto, seala existe una clausuraque el pequeo in-fante tiene que romper para sobrevivir (68). Como ya hemos apuntado antes, enlo inconsciente y la mnada psquica es un estado anterior a la aparicin dela consciencia, la necesidad somtica no explica nada. La respuesta del beba la necesidad es siempre, en un primer momento, la alucinacin y la satisfac-cin fantstica. Es decir, responde con productos de la imaginacin radical,una imaginacin tan desbocada, tan poderosa, que puede llegar a matar, comoen el caso de la anorexia, en el que un nio (pero tambin un adulto) muereefectivamente a causa de su imaginacin (69). Sin embargo, es precisamenteesta no funcionalidad de nuestro psiquismo la que nos hace humanos, ya que sien el resto de especies animales sus representaciones obedecen siempre a unaserie de funciones biolgicas (es decir, se rigen por la satisfaccin del placerde rgano), en el caso de los humanos encontramos una completa desco-nexin entre el placer de representacin y el placer de rgano (70). Esta es larazn por la que la sexualidad humana fascin a Freud, porque en ella se da

    esa excepcin nica, al estar desvinculada de la funcin reproductora, al estardominada de forma decisiva por la imaginacin (71).

    No comprenderemos nada de la psique si no reconocemos la presenciaesencial en ella de la imaginacin radical, esa capacidad espontnea y creado-ra, no funcional, que corresponde al hecho de que el placer de representacinest por encima del placer de rgano (72).

    Entonces nos podemos preguntar, cmo puede este animal radical-mente inepto para la vida (73) sobrevivir y convertirse en el ciudadano de

    (67) CASTORIADIS(1989): 219. Esta tendencia a la unidad, que tambin percibir Arendt,supone la imposibilidad o la ruina de la poltica porque sta surge a partir del hecho de lapluralidad de los hombres. Vase Hannah ARENDT(2008): 131-134.

    (68) CASTORIADIS(1999e): 242.(69) CASTORIADIS(1989): 223.(70) CASTORIADIS(1999e): 234.(71) CASTORIADIS(1999d): 229.(72) CASTORIADIS(1999e): 234.(73) CASTORIADIS(1999b): 120.

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    nuestras democracias? Cmo es posible que ese hopeful and dreadful mons-ter(74) que es el recin nacido pueda llegar a reconocer las necesidades, lasaspiraciones o los intereses de las dems personas con quienes comparte

    tanto los espacios pblicos como privados de la polis? De esta descripcinabsolutamente solipsista de la realidad psquica, cmo puede derivarse unasociedad, un mundo pblico, en que sean posibles la amistad y el compro-miso cvico? Desde una negacin tan radical de la pluralidad in foro internoe in foro externo,de qu manera surgieron la isegora,la isonoma,el buen

    juicio o el gobierno democrtico de uno mismo y de la comunidad poltica?Somos conscientes de que el lector de este trabajo puede plantearse estas

    y otras cuestiones a raz de lo expuesto hasta ahora. Intentaremos en lo quesigue responder, escuchando las propuestas de Castoriadis, a estas preguntas,as como sealar algunas de las significativas ausencias que no omos en su

    pensamiento.

    III. LOSRIESGOSDELASIDOLATRAS

    Escultores de dolos! Todos ellos son vacui-dad; de nada sirven sus obras ms estimadas; sustestigos nada ven y nada saben, y por eso queda-rn abochornados. Quin modela un dios o fundeun dolo, sin esperar una ganancia? Mas ved quetodos sus devotos quedarn abochornados y sus ar-tfices, que no son ms que hombres, se reunirntodos y comparecern; y todos temblarn avergon-zados (75).

    Isaas 44, 9-11

    Como hemos visto, en los planteamientos tericos del pensador griego,resulta esencial la postulacin de un primigenio estado mondico del selfdel ciudadano, puesto que, desde su punto de vista, sin l, la totalidad de lahistoria posterior de la psique resulta incomprensible (76). En el caso de queno aceptramos la existencia de la mnada psquica, cmo podramos expli-car lo que Freud denominara la omnipotencia mgica del pensamiento?

    Ahora bien, esta omnipotencia, en realidad, no tiene nada de mgica.Es real, aunque no forme parte de la realidad de los espacios y los tiempos

    (74) CASTORIADIS(2008a): 119.(75) Biblia de Jerusaln(1980): 1105.(76) CASTORIADIS(1999f): 196.

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    lgico-identarios, de la realidad de los pesos y las medidas o del controlmatemtico de lo que nos rodea. Pero es absolutamente real para una com-

    prensin de la poltica que tiene en cuenta el mundo interno del ciudadano,

    donde se van elaborando a lo largo de toda una vida las sustancias pblicasque dan forma a las preferencias, las actitudes o las creencias polticas delos individuos.

    El inconsciente puede formar, y de hecho lo hace, el fantasma que satisfa-ce su deseo. En este sentido, la psique es efectivamente omnipotente (77).

    El nio y ms tarde el ciudadano adulto atribuyen a lo largo de sus ex-periencias polticas, la omnipotencia a diversas figuras, entidades, personasque se convierten en dolos,ya sea la Madre, el Padre, la Familia, la Nacin,

    el Estado, el Lder o la Ciencia, cada uno de ellos recipientes de esa ilusinde poder sin fin. El recurso a la idolatra se ha convertido en uno de losrasgos ms sobresalientes de la modernidad, como ya nos hizo ver FrancisBacon (78) (1561-1626), y en una convencin ms tanto de los politlogosy socilogos ms prestigiosos como del ciudadano de a pie de nuestros re-gmenes democrticos (79). Ante los miedos y las ansiedades que nos pro-ducen los cambios en nuestras vidas, o la impotencia con la que parecemosencarar las contingencias que pueden zarandear las identidades que aparen-taban estar ms asentadas, no es extrao que proyectemos nuestras fantasasde omnipotencia en dolos que nos ofrezcan, de forma mgica, seguridad y

    perdurabilidad.La contrapartida a esta adoracin idoltrica puede ser, sin embargo, de-

    sastrosa para el gobierno democrtico del selfdel ciudadano. El arrastremasivo que provoca la promesa de un dolo acarrea una de las tiranas ms

    perversas que pueden imponerse en nuestros foros internos, ya que el objetoidolatrado slo puede ser tal si se suspende la capacidad de juicio, la que

    para pensadores como Arendt era la facultad ms poltica de la vida delespritu (80).

    (77) CASTORIADIS(1999f): 196.(78) BACON(1960): 47.(79) En un mundo que se re de conceptos como omnipotencia, letargia, abandono,

    bondad, generosidad o locura, es habitual que millones de personas vivan entregadas a algunode estos dolos. No slo no esconden su fervor, sino que se sienten orgullosas de sus procura-ciones y les aclaman. ROIZ(2010): 7.

    (80) Vase al respecto ARENDT(2008): 138-142. A la autora alemana le preocupan es-pecialmente la capacidad que tienen las Weltanschauungen ideolgicas para anular nuestracapacidad de juicio poltico. Se trataba por tanto de unos dolos de la polis que generan una

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    El rechazo a la idolatra es una de las constantes de la tradicin pol-tica juda (81), tradicin intelectual y espiritual de la que el psicoanlisises, en muchos aspectos, uno de sus ltimos frutos (82). Moiss Maimnides

    (1135-1204), el segundo Moisspara el judasmo y la figura principal delpensamiento poltico sefard, ya dej escrito en la tercera parte de su Guade perplejosque la adoracin de dolos no slo es algo intil, incapaz de darningn fruto, sino adems contraproducente (83), pues deja confundido yvaco a quien se entrega a ellos.

    Un gran conocedor de Freud, como Castoriadis, no poda dejar de estarpreocupado por estas identificaciones omnipotentes que, aunque tantas vecesinevitables en la maduracin psquica del ciudadano, pueden poner en riesgola fragilidad de la democracia. El infante es capaz, mediante una operacin

    proyectiva, de dotar de atributos omnipotentes a sus primeros cuidadores,y lo hace para poder sobrevivir movido por las ansiedades persecutorias

    propias de la niez ms temprana (84). A lo largo de su vida, el ciudadanoencontrar esa magia en los diversos objetos pblicos que crea que pueden

    protegerle del descontrol o la intemperie en la que, ms a menudo de lo quenos gustara, nos vemos arrojados en nuestras vidas.

    Pero, dnde halla el ciudadano esa omnipotencia que despus transferira otros o a sus propias visiones del mundo? Y de dnde procede esa furiaunificadora, esa obsesin maniaca que encontramos una y otra vez en la po-ltica y en la filosofa? La respuesta de Castoriadis es clara sobre este punto:

    de la mnada psquica, de la prolongacin en una imaginacin radical enla que no funciona el principio de identidad, de la imperiosa necesidaddel beb de percibirlo todo como idntico a s mismo (85), donde uno es elmundo y el mundo es uno y no hay ni siquiera deseo, porque nada falta enesa armona original.

    actividad mental basada en el prejuicio, cuya funcin es preservar a quien juzga de exponer-

    se abiertamente a lo real y de tener que afrontarlo pensando. ARENDT(2008): 140.(81) En palabras del sabio sefard Najmnides (1194-1270): El idlatra est vaco de

    consejo, no tiene ni consejo ni entendimiento,sino que slo camina detrs de su dolo y siem-pre niega el Glorioso Nombre. Citado en ROIZ(2008b): 111.

    (82) Sobre la identidad juda de Freud, puede consultarse YERUSHALMI(1991). Para unestudio de los fuertes vnculos entre el psicoanlisis y la tradicin juda, vanse por ejemploOSTOW(1997) y ARON& HENIK(2009).

    (83) FAUR(1978): 3.(84) KLEIN(1988): 37-38.(85) CASTORIADIS(1999f): 197.

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    IV. LAAPERTURAALMUNDO

    Cuando yo empleo una palabra dijo Humpty

    Dumpty con el mismo tono despectivo, esa pa-labra significa exactamente lo que yo quiero quesignifique, ni ms ni menos (86).

    Lewis Carroll,A travs del espejo

    Ese mundo autstico del infante es tambin, paradjicamente, el que nece-sita un espacio y unas figuras externas para poder sobrevivir. Esa bsquedade armona que prescribe el estado mondico de la psique ir a la vez crean-do un afueraal que arrojar todo lo malo, todo lo que no puede tener cabidaen ella, las diversas fuentes del displacer. La primera de ellas, como ya teo-

    riz Melanie Klein siguiendo las intuiciones del ltimo Freud, es el pechomalo, o mejor dicho, la ausencia de pecho, tan frecuente en las primerasetapas de la vida del infante (87). Ese pecho nutricio ser lo que, al serle ne-gado al infante, al ser algo que escapa finalmente a su control omnipotente,se convertir en el primer objeto externo a la mnada psquica, germen delespacio exterior y, por tanto, condicin de posibilidad del reconocimiento dela alteridad,de la existencia de los otros, sin los cuales no tiene sentidoaquello que llamamos poltica.

    Para Castoriadis, y siguiendo en este punto las investigaciones de su com-paera por aquel entonces, la psicoanalista Piera Aulagnier, la mnada ps-quica sufre una ruptura, una separacin esencial entre el selfy el afuera,una violencia primaria (88), sin la cual sera imposible la aparicin delindividuo social y, por ende, la capacidad de formar una comunidad poltica.A travs de esta ruptura violenta del estado mondico de la psique, se leimponen a sta pensamientos, acciones o elecciones ajenos a ella misma y

    producidos por el deseo de las primeras autoridades (los cuidadores), peroque dan respuesta a necesidades del infante(89), quien vive esta experiencia

    (86) CARROLL(2010): 221.

    (87) Freud dira en su ltima obra inacabada: El primer objeto ertico del nio es elpecho materno que lo nutre... Al principio, el pecho seguramente no es discernido del propiocuerpo, y cuando debe ser separado de ste, desplazado hacia afuera por sustraerse tanfrecuentemente al anhelo del nio, se lleva consigo, en calidad de objeto, una parte de lacatexia libidinal originalmente narcisista... En el curso de la puericultura la madre se convierteen primera seductora del nio... no importa en lo mnimo si el nio realmente succion elpecho de la madre o si fue alimentado con bibern. FREUD(2003i): 3406.

    (88) CASTORIADIS-AULAGNIER(2004): 34.(89) La palabra infanteest compuesta, etimolgicamente, del latin in-,partcula nega-

    tiva, yfari,hablar. Es decir, los infantes seran aquellos que no pueden hablar.

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    desde un espacio en el que an no ha aparecido un logoscon el que articularsus deseos o intereses en el entorno de la vigilia. Esto es, los ciudadanoscomienzan su recorrido por la polisdesde lo que el rtor napolitano Giam-

    battista Vico (1688-1744) denomin el mutos(90), un espacio sin voz de unariqueza poltica esencial, donde la fantasa y la imaginacin encuentran suverdadero hogar.

    Esta atencin y cuidado de las zonas mudas del ser resulta incomprensiblepara autores que definen la poltica como comunicacin en accin, arrojandoesta parte fundamental de la ciudadana al no-ser (91). Jrgen Habermas, en suobraEl discursofilosfico de la modernidad,saludar a la obra de Castoriadiscomo la tentativa ms original, ambiciosa y reflexiva de repensar de nuevocomopraxisla emancipadora mediacin de historia, sociedad, naturaleza in-terna y naturaleza externa (92), para luego decir que sin el rol mediador dellenguaje, en la teora de Castoriadis psique y sociedad estn entre s en unaespecie de oposicin metafsica (93). Para percibir la importancia de la etapainfantil en la formacin del ciudadano, o reconocer las limitaciones del logosracional en el anlisis en profundidad de la gnesis de nuestras experiencias

    polticas (94), es requisito poseer una sensibilidad hacia la parte letrgica delsujeto de nuestros regmenes polticos, una sensibilidad de la que Habermascarece. El pensador alemn demuestra as que es incapaz de concebir la posi-

    bilidad de la existencia de espacios pblicos internos, es decir, de aceptar queen el interior del selfdel ciudadano encontraremos sustancias polticas tan

    importantes como las identidades nacionales o partidistas, y que por tratarsede un espacio interior no deja de ser al mismo tiempo pblico (95).Volviendo a Castoriadis observamos cmo el nico esquema que el beb

    tiene a su disposicin, el esquema de la omnipotencia, ser el que le sirva a

    (90) Vase al respecto ALONSO-ROCAFORT(2008): 27.(91) ROIZ(2003): 366.(92) HABERMAS(1993): 387.(93) HABERMAS (1993): 395. En su exposicin de la teora de Castoriadis, Habermas

    distorsiona y tergiversa el pensamiento del autor griego al menos en dos puntos cruciales. Poruna parte, afirma que lo imaginario est dirigido por las pulsiones (ibid.,pg. 394), cuando,como ya hemos visto, Castoriadis defiende que el imaginario humano se caracteriza por serafuncional e independiente de las pulsiones. Y en segundo lugar, Habermas hablar del con-flicto edpico (ibidem), mientras que Castoriadis prefiere denominarlo funcin edpica,resaltando la funcionalidad de esta etapa para la socializacin de la psique.

    (94) Como reconocer el psiquiatra Michael Balint, el lenguaje adulto es a menudointil o equvoco para describir los hechos de este nivel, porque las palabras no tienen siempreuna significacin convencional reconocida. BALINT(1982): 29.

    (95) Vase al respecto el excelente trabajo de VZQUEZ(2009):passim.

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    la psique individual para imaginar al primer Otro (96). Con todas las conse-cuencias que ello acarrea, y que son principalmente de naturaleza poltica, yaque a la primera proyeccin de la omnipotencia propia hacia el cuidador, le

    sucede la introyeccinde lo que representa esa primera figura, producindo-se la instauracin del primer origen de la represin en lo inconsciente:

    El otro, como dueo del placer y del displacer, es origen y fuente imagi-naria de un hay que y no hay que, de un germen de la norma (97).

    El paso por esta fase tridica sujeto, objeto, otro es el primer es-bozo de la socializacin de la psique, aunque an de una forma muy precariay relativa, ya que la omnipotencia no desaparece (en sentido estricto, nodesaparecer nunca), sino que se limita a ser transferida a otro: una figura

    esencialmente imaginaria que posee el objeto que adems de procurar placer,restablece el sentido perdido por la psique a partir de la ruptura del estadomondico. As, el sujeto en esta fase queda bajo la dependencia del otro,sobre el cual proyecta la indivisin del poder y del saber (98). Es decir, launin de conocimiento y poder, lema del racionalismo moderno, sera desdeesta perspectiva un recurso omnipotente que podemos rastrear en nuestrams tierna infancia.

    La siguiente etapa crucial en el camino hacia la formacin del individuosocial ser lo que Freud denomin el complejo de Edipo.Segn Castoriadis,esta temtica tan ridiculizada y malinterpretada por tantos hace referencia

    principalmente al problema de lasocializacin de la psique(99). El encuen-tro edpico con el padre, representante de la institucin social, quebrar elesquema de la omnipotencia al no poder ms que reconocer su existenciafuera del control o del dominio de la locura mondica: lo obliga a reconoceral otro y a los otros humanos como sujetos de deseos autnomos, que puedenencajar los unos en los otros con independencia del encuentro, hasta llegar aexcluirlo del circuito (100). Esta situacin es inaprensible por el nio como

    (96) CASTORIADIS(1989): 227.(97) CASTORIADIS(1989): 231.(98) CASTORIADIS(1989): 230.(99) CASTORIADIS(1989): 235. Castoriadis reconoce las aportaciones de Jacques Lacan

    (1901-1981) sobre la relacin del complejo de Edipo con la socializacin de la psique, perorechaza la mayor parte de las teoras lacanianas al considerarlas dogmticas y reduccionistas,y, en particular, destaca la pobreza de su concepcin de la imaginacin. CASTORIADIS(1999e):235, 250. Para un repaso sobre las diferencias tericas entre Castoriadis y Lacan, vase URI-BARRI(2002): 31-39.

    (100) CASTORIADIS(1989): 236.

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    paideia democrtica que comienza con el nacimiento del ciudadano, ynadie sabe cundo termina sera la de ayudar al ser humano a convertirseen un ser autnomo. Algo que, etimolgicamente, significa llegar a ser

    un individuo capaz de darse sus propias leyes, de gobernarse a s mismo, atravs de la autolimitacin(104) de esa omnipotencia (la hybrisde las tra-gedias griegas) que reina como duea y seora del psiquismo inconscientede la ciudadana.

    Esta omnipotencia, cuya raz, como hemos visto, Castoriadis encuentraen el ncleo mondico originario de la psique, es la rocacon la que tropie-zan, una y otra vez, los diversos intentos que las tres profesiones imposibleshan realizado en su afn de transformar al ciudadano democrtico en un sercapaz de gobernar y de ser gobernado. El individuo difcilmente aceptar, alo largo de su vida, la realidad de la muerte total, tanto de su desaparicinfsica como de la de sus obras individuales y colectivas:

    Hobbes tena razn, pero no por las razones que esgrima. El miedo a lamuerte constituye la piedra angular de las instituciones. No es ste el miedoa ser matado por el vecino sino el miedo, completamente justificado, de quetodo hasta el sentido se disuelva (105).

    Hay un terror ms profundo, por tanto, que el miedo a la propia muerteen el mundo interno del ciudadano, y es el miedo a perder irremediable-

    mente el sentido diurno (106), el miedo a la locura.Sin embargo, todauna tradicin de pensamiento que ha minusvalorado la trascendencia de laimaginacin radical en nuestras experiencias polticas no es capaz de reco-nocer este punto tan esencial. Trataremos, para finalizar, las reflexiones deCastoriadis sobre las consecuencias de esta ocultacin para la historia de lateora poltica.

    Las otras dos, conocidas desde hace mucho tiempo, son la de la educacin y la del gobierno.FREUD(2003j): 3361.

    (104) CASTORIADIS(1999b): 116-117. Para nuestro autor, esta siempre difcil autolimita-cinde nuestra libertad radical constituye la dimensin trgica de la democracia. Sobre lasrelaciones entre omnipotencia y tragedia, vase FERNNDEZLLBREZ(2001): 39-63.

    (105) CASTORIADIS(2008a): 127. Vase HOBBES(1946): captulos XIII y XVII, pgs. 80-84, 109-113.

    (106) CASTORIADIS(2008a): 126.

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    V. UNAFILOSOFASINIMAGINACIN

    El alma nunca piensa sin fantasmas (107).

    Aristteles,Del alma,III, 7

    En el pensamiento de Castoriadis, los elementos que humanizan al hombre(y a la mujer, aado) son dos: la capacidad de instituir significaciones socia-les y la imaginacin radical (108), y las dos estn ntimamente relacionadas.Mientras que han proliferado las ms diversas teoras sobre las institucionessociales y polticas, la imaginacin ha sido continuamente despreciada enla historia de la filosofa. Castoriadis halla en Aristteles al descubridor deesta facultad, concretamente en su tratado Del alma,donde llega a recono-

    cer que alma no piensa jams sin su fantasma, es decir, sin representacinimaginaria (109); pero al filsofo que codific el principio de identidad en su

    Metafsicaeste descubrimiento explosivo debi causarle miedo, porque loabandon rpidamente para seguir el hilo de su argumentacin.

    Tras hacer una leve mencin a los filsofos neoplatnicos, Castoriadis daun salto histrico enorme hasta llegar a Immanuel Kant (1724-1804) quienretomara en sus Crticasel tema de la imaginacin para ms tarde aban-donarlo de nuevo. Martin Heidegger (1889-1976), con su obra Kant y el

    problema de la metafsicade 1928, volver a redescubrir las intuiciones delfilsofo de Knigsberg y a intentar devolver a la imaginacin su lugar centralen la relacin entre el ser humano y el mundo. Pero la historia se repite y traseste libro, Heidegger no volver a mencionar el asunto (110). Es decir, tresson los hitos que, segn Castoriadis, han marcado la historia de la filosofa entorno a la facultad imaginativa: Aristteles, Kant y Heidegger. Pero ningunode ellos habra hecho justicia al potencial creador de la imaginacin. Y esaqu donde comenzara la labor terica de Castoriadis.

    Sin embargo, nos llama mucho la atencin la ausencia en esta breve listade pensadores del canon greco-occidental de un autor que dedic todos susesfuerzos a destacar el papel de la imaginacin en la creacin de las institu-

    ciones humanas, el napolitano Giambattista Vico. Y nos llama la atencin que

    (107) Citado en CASTORIADIS(2005b): 152.(108) Vasesupranota 4.(109) CASTORIADIS(1999a): 92.(110) CASTORIADIS (1999a): 93. Tambin Hannah Arendt, gran conocedora de Kant y

    antigua discpula de Heidegger, tratar al final de su vida el asunto de la imaginacin comoingrediente esencial del juicio poltico y de un ciudadano caracterizado como un enlarged self.Vase ARENDT(2003):passim.

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    tampoco figure en esta lista el sefard Moiss Maimnides, aunque menos,vista la fijacin de Castoriadis en la tradicin filosfica de origen griego.

    No podemos, por razones de espacio, desarrollar las tesis de Maimnides

    y Vico sobre la imaginacin, pero tampoco debemos dejar de sealarlas, so-bre todo porque guardan gran afinidad con los planteamientos de Castoriadis.Vico, en su obra maestra Scienza Nuova (1725), quiere abandonar la con-cepcin de la filosofa tradicional que, basada en la metafsica apriorstica yen la lgica identitaria, describa al mundo humano como una derivacin de

    principios originarios e hipostasiados. Para Vico, en cambio, las institucioneshumanas surgen de la actividad imaginativa, ingeniosa y fantstica de loshombres y mujeres que han vivido en las diferentes pocas de la historia, a

    partir de un acto de autorrealizacin que se da una y otra vez cuando apare-cen nuevas situaciones (111).

    Para Maimnides, por su parte, la imaginacin es un concepto clave desu filosofa poltica, una facultad independiente de la razn que condicionanuestras percepciones y asociaciones mentales, al tiempo que es creadora delas instituciones religiosas, polticas y sociales que regulan las actividadeshumanas. A travs del desarrollo de la imaginacin, la humanidad alcanzarasu perfeccin ltima porque incide de manera particular en la funcin prof-tica. Las enseanzas profticas son para el pensador judo superiores a las delos filsofos, precisamente porque hacen uso de los poderes de la imagina-cin para escapar de las fronteras de la pura racionalidad (112).

    Volviendo al canon greco-occidental, s nos parece relevante hacer hinca-pi en la crtica de Castoriadis a las carencias y deformaciones de la filosofade Heidegger, el autor que ha simbolizado el retorno a Grecia en el siglo XX.A juicio de Castoriadis, la obra de Heidegger presenta una tara incurableque nos lo muestra ajeno al mundo y al espritu griegos, y eso se debe a laceguera de Heidegger ante la actividad crtica y poltica de los seres huma-nos, que se hallara en la raz de su adhesin al nazismo y alFhrerprinzip:

    Estamos aqu frente al extrao espectculo de un filsofo que habla inter-minablemente de los griegos, y en cuyo pensamiento se constatan huecos en

    lugar de lapolis,el erosy lapsich(113).

    Ese fin de la filosofa que proclaman Heidegger y sus seguidores su-pondra, para Castoriadis, el final de la libertad, ya que la filosofa es un ele-

    (111) Vase GRASSI(1999): 116-120, 126-127.(112) Vase FAUR (1993): 89-104. Sobre la funcin proftica en Maimnides, vase

    tambin ROIZ(2008a): 34-38.(113) CASTORIADIS(2008b): 150.

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    mento central de lo que nuestro autor denomina el proyecto de autonomacolectiva e individual (114). Realmente, resulta sorprendente que la inter-

    pretacin heideggeriana de la filosofa griega ignore, sistemticamente, que

    la filosofa naci en y por lapolis,y que forma parte del mismo movimientohistrico que dio lugar a las primeras democracias. O que cuando dice que elgriego no es una lengua ms, sino lalengua de la filosofa, parece desconocerque por ejemplo los espartanos, que tambin se comunicaban en esa lengua,no hayan dado a ningn filsofo (115).

    Castoriadis se opone a la prctica historicista del aufgehobende los fi-lsofos alemanes, es decir, a que los tericos del pasado no puedan ser cri-ticados, sino slo sobrepasados. De esta manera, la democracia filosfica,el gorafilosfica donde los autores presentes y pasados podran dialogaro discutir sin restricciones temporales parece condenada a la extincin. Esecamino incesante hacia el Saber absoluto que observamos en la filosofa dela historia hegeliana, parece repetirse con Heidegger. ste sostiene que to-dos los anteriores filsofos habran participado de la metafsica, o dicho ensus justos trminos, del olvido del Ser. Despus de este recorrido linealencontraramos el resultado predestinado desde el comienzo de la historiadel Ser, es decir, que sobre una montaa de cadveres se erigira el pensa-dor de la clausura de la metafsica, el propio Heidegger (116). As, todas lascontradicciones, los conflictos o los dilogos entre los filsofos quedaranignorados y encubiertos. Y lo que es ms grave, tras esta operacin de cierre

    del pensamiento filosfico, se encontrara la tentacin omnipotente de hacertabula rasade todo lo anterior, desconociendo que el pensamiento filosficono es acumulativo, sino esencialmente histrico: se despliega a la vez libre-mente y bajo las restricciones de su propio pasado (117).

    Al final, segn Castoriadis, el errneo diagnstico heideggeriano del finde la filosofa se ha convertido en una profeca autocumplida. El autor grie-go afirma apesadumbrado que ya apenas quedan filsofos, si acaso muy bue-nos comentadores eruditos o sabios historiadores de la filosofa, pero muy

    pocas creaciones novedosas. La filosofa en el siglo XXha dado lugar a unsrdido canibalismo, ya que se ha condenado a alimentarse comindose as misma, devorando su propia carne (118).

    (114) CASTORIADIS(2008c): 102.(115) CASTORIADIS(2008b): 150.(116) CASTORIADIS(2008b): 151.(117) CASTORIADIS(2008b): 153.(118) CASTORIADIS(1999a): 102.

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    Sin embargo, que Heidegger haya participado de este desaguisado inte-lectual no es algo particular, ni slo un rasgo comn de la filosofa alemana.Castoriadis rastrea esta grieta de la historia del pensamiento en el cambio

    de relacin entre el intelectual y la comunidad poltica, entre Scrates, elltimo filsofo-ciudadano, y Platn, el pensador que se sita por encima dela ciudad (119). La creatividad, la reflexividad y el juicio poltico estn nti-mamente emparentadas con la democracia, y es a partir de la cada de sta,con los seguidores de Platn, cuando la filosofa se comienza a esclerotizaren las diversas escuelas, es decir, cuando la filosofa deja de preguntarse

    por los presupuestos de la realidad, deja de cuestionar las instituciones so-ciales y de proponer una autoinstitucin explcita y lcida de la sociedad. Ensu lugar, con el pensamiento encerrado en las escuelas, la filosofa devendruna escolsticabasada en el principio de la sancta realitas.Este principio,derivado de la ontologa unitaria de Platn y Aristteles, a su vez centradaen la metaidea de la determinacin identitaria, y con la ayuda inestimabledel cristianismo, santificar la realidad, comenzando a racionalizar todo loexistente y a legitimar los poderes instituidos (120).

    De acuerdo con la crtica de Castoriadis, Heidegger participa ampliamen-te de este principio de la sancta realitas,ya que en caso contrario resultaincomprensible su aceptacin ingenua y acrtica del dominio global de latecnociencia (121), sin hacer mencin alguna a la fragilidad de sus funda-mentos, exclusivamente extrados de la lgica conjuntista-identitaria. As,

    y a pesar de todo su lenguaje esotrico, Heidegger muestra una adhesininconsciente al credo de la omnipotencia humana (122). Castoriadis defen-der que esta idea, la del fin de la filosofa, en realidad refleja la angustia,el miedo, las ansiedades inconscientes de unos pensadores atrapados en laimpotencia ante la clausura del mundo en torno a su dimensin identita-ria (123); incapaces de encontrar una salida desde una razn con las patasdemasiado cortas para afrontar una vida que se derrama por todos los bordesde los diversos receptculos filosficos.

    (119) CASTORIADIS(2008d): 79. Una tesis muy similar ser defendida por Arendt, vaseARENDT(1990): 73-103.

    (120) CASTORIADIS(2008b):157-158. Vase tambin CASTORIADIS(2008d): 81-84.(121) CASTORIADIS(2008b):159.(122) CASTORIADIS(1999d): 218.(123) CASTORIADIS(2008b): 166.

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