Dialnet-DeQueColorEsUnEspejoLasPrimaverasArabesYLaComparac-4593593

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ReDCE. Año 10. Núm. 19. Enero-junio/2013. Págs. 151-166. ¿DE QUÉ COLOR ES UN ESPEJO? LAS PRIMAVERAS ÁRABES Y LA COMPARACIÓN CONSTITUCIONAL ANGELO SCHILLACI * SUMARIO: 1. INTRODUCCIÓN 2. DERECHO CONSTITUCIONAL Y METODOLOGÍA EN EL ANÁLISIS DE LOS PROCESOS DE TRANSICIÓN 3. EL COMPARATISTA ANTE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN TIEMPOS DE CRISIS 4. A LA BÚSQUEDA DE UNA FÓRMULA DE CONVIVENCIA 5. EL FACTOR RELIGIOSO EN LA ESFERA PÚBLICA 1. INTRODUCCIÓN Un año después del Congreso internacional que dio origen a estas no- tas, la situación en los países de África del Norte que protagonizaron, en su momento, el proceso de transición política llamado «primavera árabe» sigue en condiciones constitucionales de gran incertidumbre, de manera que, en algunos estudios, pudo hablarse de «primaveras sin verano» 1 : junto a la intervención militar internacional en Libia, la crisis en Siria —que ya ha desembocado en una verdadera guerra civil, debido a la resistencia violen- ta del régimen alauí de Bashar-el-Assad a cualquier tentativa de apertura democrática de las instituciones políticas sirias— fortalece esta impresión * Investigador de la Universidad de Teramo (Italia). 1 Así, por ejemplo, R. REDAELLI, «Una primavera senza estate. I mille volti della rivoluzione araba», Aggiornamenti sociali, n. 11/2012, pp. 765 y ss.

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  • De qu color es un espejo? las primaveras rabes y la comparacin constitucional 151

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    DE QU COLOR ES UN ESPEJO? LAS PRIMAVERAS RABESY LA COMPARACIN CONSTITUCIONAL

    ANGELO SCHILLACI *

    SUMARIO:1. INTRODUCCIN2. DERECHO CONSTITUCIONAL Y METODOLOGA EN EL ANLISIS DE LOS PROCESOS DE TRANSICIN3. EL COMPARATISTA ANTE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN TIEMPOS DE CRISIS4. A LA BSQUEDA DE UNA FRMULA DE CONVIVENCIA5. EL FACTOR RELIGIOSO EN LA ESFERA PBLICA

    1. INTRODUCCIN

    Un ao despus del Congreso internacional que dio origen a estas no-tas, la situacin en los pases de frica del Norte que protagonizaron, ensu momento, el proceso de transicin poltica llamado primavera rabesigue en condiciones constitucionales de gran incertidumbre, de manera que,en algunos estudios, pudo hablarse de primaveras sin verano 1: junto ala intervencin militar internacional en Libia, la crisis en Siria que ya hadesembocado en una verdadera guerra civil, debido a la resistencia violen-ta del rgimen alau de Bashar-el-Assad a cualquier tentativa de aperturademocrtica de las instituciones polticas sirias fortalece esta impresin

    * Investigador de la Universidad de Teramo (Italia).1 As, por ejemplo, R. REDAELLI, Una primavera senza estate. I mille volti della

    rivoluzione araba, Aggiornamenti sociali, n. 11/2012, pp. 765 y ss.

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    inicial, y apaga en gran medida el entusiasmo con el cual Europa ha acogi-do, en su momento, el inicio de la transicin en Egipto y Tnez (las cono-cidas revoluciones de los jazmines, que empezaron a finales de 2010) 2.

    Y efectivamente, los procesos de transicin siguen inacabados, y apa-recen en el horizonte nuevas razones de conflicto, que repiten y amplifi-can en gran medida las incertidumbres, que ya hace un ao fueron muybien subrayadas en las intervenciones en el Congreso.

    Desde luego, en el fondo de esas incertidumbres permanece la con-ciencia de la fragilidad de todo proceso de transicin y, sobre todo, y porlo que al mundo contemporneo se refiere, su naturaleza intrnsecamentedinmica, que mucho se aleja de la idea tradicional del momento revolu-cionario como rasgo esencial y exclusivo de toda transicin constitucio-nal 3: la rebelin es decir el papel jugado por las masas puede repre-sentar ms bien uno de los elementos de la transicin 4, insertndose sinembargo en un panorama mucho ms complejo. En ello, efectivamente, casisiempre participan instituciones del rgimen pasado pinsese en las Fuer-zas Armadas, como en Portugal despus de la Revolucin de los Claveles

    2 Muy distinto, efectivamente, es el discurso con respecto a los casos de Libiay Siria. En Libia, la transicin ha sido violenta y afectada por una intervencin mili-tar internacional que sigue condicionando los resultados del proceso de transicin:vase, al respecto A. VARVELLI, La pericolosa transizione della Libia, Aggior-namenti sociali, n. 12/2012, pp. 852 y ss. En Siria, por otro lado, el proceso de tran-sicin ha coincidido con el estallido de una verdadera guerra civil, cuyo xito siguesiendo muy incierto: v. al respecto, I. R. PAVONE, La situazione in Siria e larisoluzione dellAssemblea Generale del 16 febbraio 2012, Diritti umani e dirittointernazionale, n. 2/2012, pp. 425 y ss.

    3 Adems del clsico S. ROMANO, Linstaurazione di fatto di un ordinamentocostituzionale e sua legittimazione, en ID. Scritti minori, vol. I, Giuffr, Miln, 1990,pp. 131 y ss., v. sobre todo G. DE VERGOTTINI, Le transizioni costituzionali: sviluppie crisi del costituzionalismo alla fine del XX secolo, Bologna, Il Mulino, 1998 y L.MEZZETTI, Teoria e prassi delle transizioni costituzionali e del consolidamentodemocratico, Padova, CEDAM, 2003.

    4 Que puede incluso no estar, en el caso de transiciones pacficas como, al me-nos en parte, la espaola, acerca de la cual v. al menos F. BALAGUER CALLEJN (etalt.), Derecho constitucional, Tecnos, Madrid, 2007, vol. I, pp. 40 y ss.

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    o en Egipto en 2011, donde se registra adems el papel central desarrolla-do por el Supremo Tribunal Constitucional 5 as como fuerzas socialesque en su momento no tomaron parte en las manifestaciones masivas (ypinsese, por ejemplo, en el papel de los intelectuales o, en forma distinta,de las instituciones religiosas) 6. Hay ms, si consideramos la funcin quepueden desarrollar organizaciones internacionales (la ONU en los proce-sos de descolonizacin, por ejemplo), as como otros Estados, incluso atravs de presiones de carcter militar: casi obvia, a este respecto, la refe-rencia al caso de Libia 7.

    Sin embargo, aunque describir un proceso de transicin no sea tareafcil, y ms an cuando, como en nuestro caso, la transicin no puedadefinirse acabada, es posible detectar, en los procesos de transicin quesiguieron a las primaveras rabes unos cuantos rasgos de los menciona-dos arriba. Esto es, precisamente, lo que intentar hacer en estas brevesnotas, sin poder obviamente completar el discurso, ni extenderlo a todoslos procesos de transicin que se estn desarrollando, pero s subrayando

    5 V. al respecto E. GOLDBERG - H. A. ZAKI, After the Revolution: SovereignRespect and the Rule of Law in Egypt, Yearbook of Islamic and Middle EasternLaw, 2010-2011, pp. 17 y ss.; N. J. BROWN, Caught in the Crossfire: EgyptsJudiciary in a Revolutionary Age, en la misma Revista, pp. 32 y ss.; K. STILT, TheEnd of one Hand: the Egyptian Constitutional Declaration and the Rift betweenthe People and the Supreme Council of the Armied Forces, en la misma Revista,pp. 43 y ss.

    6 A este respecto, fascinante resulta la lectura de P. HBERLE, Diritto e verit,Torino, Einaudi, 2000, en particular pp. 72 y ss.

    7 V. por ejemplo, con respecto a la transicin en Libia, E. CANNIZZARO,Responsabilit di proteggere e intervento delle Nazioni Unite in Libia, Rivista didiritto internazionale, n. 3/2011, pp. 821 y ss.; P. PICONE, Considerazioni sulla naturadella Risoluzione del Consiglio di Sicurezza a favore di un intervento umanitario inLibia, Diritti umani e diritto internazionale, n. 2/2011, pp. 213 y ss., as como, en-tre los constitucionalistas, C. DE FIORES, La Libia, la Costituzione e la guerraumanitaria, Diritti umani e diritto internazionale, n. 2/2011, pp. 41 y ss. y M.BENVENUTI, LItalia, la Costituzione e la (seconda) guerra di Libia, www.costituzionalismo.it, n. 1/2011.

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    unos cuantos perfiles problemticos, en la perspectiva metodolgica de lacomparacin constitucional.

    2. DERECHO CONSTITUCIONAL Y METODOLOGA EN ELANLISIS DE LOS PROCESOS DE TRANSICIN

    En el anlisis del fenmeno complejo y nuevo que se ha denominadoprimavera rabe aunque sea tal vez mejor hablar de primaveras ra-bes el constitucionalismo se enfrenta ante nuevos desafos tericos ymetodolgicos.

    Cul es, en otras palabras, el papel que va a desarrollar la ciencia delDerecho constitucional, y la comparacin constitucional de forma pecu-liar, a la hora de abarcar el anlisis de los procesos de transicin, en elcontexto de la crisis econmica global?

    El antecedente ms prximo coincide, sin duda, con los procesos detransicin a la democracia que realizaron los pases de Europa del Estedespus de 1989: en ese momento, efectivamente, los constitucionalistasen particular, los constitucionalistas alemanes lograron lanzar un puen-te entre las experiencias constitucionales de Europa occidental y la elabo-racin de las nuevas Constituciones del Este. Sin embargo, hay que reco-nocer que, en ese supuesto, la construccin del puente fue facilitada por laexistencia de una matriz cultural comn, es decir, por la pertenencia de lospases del Este al horizonte cultural europeo, aunque hubiese como esbien conocido relevantes diferencias histricas, sociales, econmicas ypolticas.

    Por todo esto, con respecto a la situacin actual, y en particular a laposibilidad de lanzar un puente anlogo hacia la otra orilla del Mediterr-neo, hay que ser conscientes de unos cuantos riesgos: en primer lugar, elriesgo de infravalorar las profundas diferencias relativas al contexto cultu-ral de las experiencias constitucionales que se van a analizar y, en segun-do lugar el riesgo, relacionado con el primero e igualmente serio, de asu-mir una posicin de superioridad eurocntrica que puede conllevarla engaosa ilusin de exportar acrticamente modelos institucionaleselaborados en el contexto europeo que, por otro lado, no siempre go-

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    zan de buena salud en contextos culturales y polticos distintos delprimero.

    Un instrumento muy til para aceptar el reto y enfrentarse a la no fciltarea de analizar y comprender las primaveras rabes es el empleo delmtodo de la comparacin constitucional, en particular accediendo a lasinterpretaciones de la comparacin que subrayan su vinculacin profundacon la apertura a la alteridad jurdica 8 lo que conlleva la respetuosaatencin a experiencias culturales e histricas diferentes e incluso muy le-janas de la nuestra y sobre todo las que valoran positivamente el papeldel contexto social, econmico y cultural en las dinmicas de desarrollode la experiencia jurdica considerada 9 (en nuestro caso, los procesos detransicin constitucional en el norte de frica).

    La atencin al contexto a la hora de acercarse segn el mtodo de lacomparacin a la experiencia de la transicin constitucional en pases detradicin islmica nos conduce, en particular, a un profundo esfuerzo decomprensin, mucho ms all de la imagen recibida de un Islam monolticoy totalmente ajeno a la tradicin jurdica occidental. El estudio de la tradi-cin jurdica islmica, por el contrario, demuestra que, junto a innegablesdiferencias, se esconde una realidad plural, en la que el debate y la bs-queda del consenso (ijma) entre distintas posiciones y escuelas desarro-llan un papel central. Ese mismo consenso, como se ha subrayado acerta-damente, es plural en su esencia, precisamente porque remonta a larelevancia del razonamiento individual (ray) en la interpretacin de lostextos sagrados (as como de su relacin con el ordenamiento civil), conatencin especial a los concretos supuestos de aplicacin 10.

    8 V. por todos, P. LEGRAND, Le droit compar, Pars, PUF, 1999.9 Es el caso de la clsica obra de P. HBERLE, Per una dottrina della

    Costituzione come scienza della cultura, Roma, Carocci, 2001.10 V. al respecto H. P. GLENN, Tradizioni giuridiche del mondo. La sostenibilit

    della differenza, Bologna, Il Mulino, 2011, pp. 293 y ss., y en particolar pp. 301-303, as como C. MALLAT, Islam and the constitutional order, in M. ROSENFELD -A. SAJ, The Oxford Handbook of Comparative Constitutional Law, OxfordUniversity Press, 2012, pp. 1287 y ss. y en particular pp. 1298-1300.

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    Abordar las primaveras rabes segn el mtodo de la comparacin ju-rdica podra as llevar al constitucionalista a reconocer en ellas un verda-dero espejo para Europa. Enfrentndose a los procesos de transicin cons-titucional en el Norte de frica, el constitucionalista-comparatista acabadescubrindose inmerso en la reflexin sobre la propia Europa y su crisis,progresivamente detectando simetras, problemas y perspectivas comunes,aun permaneciendo en la conciencia firme y advertida de las diferencias.Al mismo tiempo, no se puede olvidar que Europa en el mismo momen-to en que se abre a la comprensin de los procesos constitucionales, polti-cos, sociales y econmicos del Norte de frica acaba enfrentndose conlas consecuencias de su propia poltica de apoyo a los regmenesautocrticos, de sus propios silencios cmplices, de la prevalencia de losintereses econmicos y tambin geopolticos sobre la defensa de lademocracia, de los derechos, de las libertades fundamentales.

    Consecuencias que se perciben intensamente con referencia a las pol-ticas migratorias, que suman ahora al silencio cmplice del pasado el si-lencio nuevo de quien rechaza, se niega a acoger, encierra en campos orepatra sin piedad, o bien deja simplemente que personas se hundan en lamar y se queden all para siempre. Un silencio que, por otro lado, no sepodr guardar por ms tiempo sin repetir la postura esquizofrnica de unaEuropa de los derechos que no toma responsabilidades humanas y pol-ticas que podran acabar siendo funcionales para la ampliacin del espaciode goce y coparticipacin de la democracia y de los derechos.

    En suma, las primaveras rabes como un espejo en el cual ir bus-cando analogas, diferencias, as como respuestas posibles a problemas queEuropa y el Mediterrneo comparten en gran medida en tiempos de crisis.

    3. EL COMPARATISTA ANTE LOS MOVIMIENTOS SOCIALESEN TIEMPOS DE CRISIS

    En primer lugar, si miramos, como en un espejo, la manera en la cualse han inaugurado los procesos de transicin en el Norte de frica, queda-mos asombrados por la energa y el valor de los revolucionarios, pero so-bre todo por su capacidad de encauzar el disenso, el antagonismo y la pro-

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    testa hacia objetivos polticos concretos y lo que es an ms llamativoen ausencia de cualquier apoyo operativo por parte de organizaciones yaasentadas (exceptuando, al menos parcialmente y con respecto a la fase yamadura y terminal de las insurrecciones, el papel del sindicato en Tnez ydel Ejrcito y de la Hermandad Musulmana en Egipto).

    Desde hace algunos aos, efectivamente, tambin en Europa se estdesarrollando un fuerte movimiento de protesta y antagonismo radical que,sin embargo, todava no ha conseguido encauzar sus fuerzas hacia concre-tos objetivos polticos: si bien fundamental, dicho movimiento permanecemarginal frente a la resistencia del sistema institucional y poltico (con sucorolario de represin violenta), que sigue rechazando interpretaciones al-ternativas de la realidad econmica y poltica contempornea. Las prima-veras rabes, entonces, confan al comparatista la tarea de comprender elmovimiento social, y sobre todo, la de interrogarse acerca de su papel po-ltico en tiempos de crisis.

    Adems, si centramos la atencin en las razones principales que handeterminado el estallido de las primaveras rabes, nos enfrentamos de nuevoante un espejo, es decir ante importantes puntos de contacto con la ola deprotesta e insatisfaccin profunda, de rabia y sed de inclusin y justiciasocial que atraviesa Europa. Aunque no sea posible olvidar las diferenciasestructurales y sobre todo el carcter opresivo y violento de los regmenesderrotados (algo que en Europa no se da, aunque no falten episodios derepresin violenta de las protestas), sin embargo las similitudes son msintensas de lo comnmente imaginado, en particular si nos fijamos en elhorizonte (compartido) de la crisis.

    Las insurrecciones en el Norte de frica traducen en trminos de ac-cin poltica y constituyente una desesperacin arraigada al menos en tresmbitos, muy conectados entre s 11.

    11 V. al respecto D. QUIRICO, Primavera araba. Le rivoluzioni dallaltra partedel mare, Turn, Bollati Boringhieri 2011. Las diferencias entre la postura de la nue-va generacin de ciudadanos frente a la de sus padres, en relacin con los regmenesautocrticos es muy bien subrayada, con respecto a Egipto, por A. O. SHERIF, ThePost Egyptian Revolutions Constitutional Crisis: an ongoing Anarchy with a Rayof Hope, Yearbook of Islamic and Middle Eastern Law, 2010-2011, pp. 3 y ss., 4.

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    En primer lugar, la precariedad y la inseguridad de la condicin juve-nil. Ahogados por la presin determinada por estndares de instruccin ele-vados, a los que sin embargo no podan corresponder por la situacineconmica y por la falta de dinamismo social posibilidades adecuadasde trabajo, los jvenes de Egipto y Tnez han desafiado la incertidumbre(con sus corolarios de resignacin y fatalismo), remontndose a la etimo-loga misma de la palabra precario. En efecto, precariedad es incertidum-bre, pero la raz latina de la palabra remite tambin a la idea de plegaria,demanda, es decir deseo de encontrar, construyndolo activamente, el sen-tido mismo de la experiencia personal de uno. En la actuacin poltica delos jvenes ciudadanos de Egipto y Tnez la inquietud (y el coraje, y lavirtud) de la precariedad han logrado traducirse en una demanda autnticade integracin social y poltica.

    En segundo lugar, no se puede olvidar el gran tema de la sostenibilidaddel modelo econmico, en particular por lo que se refiere al entrelazamientoentre las oligarquas econmicas y polticas, as como a la fuerte demandade apertura del sistema econmico hacia la participacin de sujetosdesvinculados de la pertenencia a determinadas facciones polticas, fami-liares o tribales.

    En tercer lugar, hay que mencionar la debilitacin de los espacios departicipacin poltica: aunque existan diferencias que no es posible infra-valorar, otro perfil comn en el anlisis comparado de las primaverasrabes y de la actual situacin europea es efectivamente la cada vezmayor profundizacin de la distancia entre dimensin institucional yfuerzas sociales.

    Nos enfrentamos, por lo tanto, a tres niveles de comprensin que nosinterpelan profundamente, como si nos mirramos en un espejo.

    Por otro lado, la misma situacin se produce a la hora de analizar losdesarrollos posteriores y los resultados, totalmente abiertos e inacabados,de los procesos de transicin: y efectivamente, como intentar mostrar, nosenfrentamos a problemas en gran medida comunes a la actual situacin eu-ropea, pero tambin se nos proporciona la oportunidad de reconsiderarlosen una perspectiva ms amplia, que toma luz y cuerpo por el mtodo com-parativo y por la apertura a otras experiencias culturales y jurdicas.

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    4. A LA BSQUEDA DE UNA FRMULA DE CONVIVENCIA

    Los escenarios abiertos una vez anudados los procesos de transicinse entrelazan con la necesidad de elaborar una frmula de convivenciaaceptable y aceptada por los diversos sujetos que actan en la transicin.A este respecto hay que subrayar que en Egipto y Tnez se han inaugura-do procesos constituyentes, aunque con algunas sombras, resistencias y muysignificativos problemas relativos al carcter representativo y a la autono-ma real de los sujetos a los que se ha encomendado la redaccin de lasnuevas Constituciones 12.

    En el fondo de la elaboracin de la frmula de convivencia consti-tucional, por otro lado, es posible detectar unas cuantas cuestiones que, lorepito, comparten Europa y el Norte de frica, en mayor medida respectoa lo que se podra pensar abordando superficialmente el tema. Pinsese, attulo de ejemplo y sin poder agotar el tema, en cuatro: 1) las estrategias ytcnicas de integracin social (en particular porque, como ya he subraya-do, en la base de las insurrecciones haba esencialmente una demanda deintegracin social); 2) la reforma del modelo econmico, en particular enlo que se refiere a la relacin entre Constitucin, poder poltico y merca-do; 3) las formas de la participacin democrtica y ciudadana; 4) el papeldel factor religioso.

    Por lo que a las estrategias de integracin social se refiere, las expe-riencias constitucionales europeas pueden proporcionar a los procesos detransicin en marcha un gran patrimonio terico y prctico. El nexo entredimensin constitucional y estrategias (y procesos) de integracin social

    12 Acerca de la transicin egipcia, v. los trabajos muy bien documentados deC. SBAIL, LEgitto, tra mutamento di regime e transizione costituzionale, Dirittopubblico comparato ed europeo, n. 2/2011 pp. 341 y ss.; A. O. SHERIF, The PostEgyptian Revolutions Constitutional Crisis: an ongoing Anarchy with a Ray ofHope, cit., en particular p. 3, que subraya como instead of collaborating with eachother and working together towards achieving the objectives of the devolution, mostlyeach one of these forces [el poder judicial, el ejrcito y las fuerzas polticas, y sobretodo la Hermandad Musulmana, n. d. A.] has opted to establish itself as the sole andmost deserving actor needed to introduce the revolutionary changes.

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    representa un rasgo peculiar de la ciencia jurdica y constitucional euro-pea: eso ha conllevado prcticas de igualdad e inclusin tanto a nivel jur-dico como a nivel social. Pinsese, por ejemplo, en la construccin jurdi-ca de los derechos sociales y, ms en general, en el propio modelo socialeuropeo: dicho modelo, sin embargo, se enfrenta hoy en da con nuevosretos y problemas debidos a la crisis, proporcionando tutelas insuficientesy nueva marginacin social. Por lo tanto, reflexionar acerca de las prima-veras rabes lleva al constitucionalista comparatista europeo a reconsiderarEuropa misma, as como su propio equipaje de conceptos y cultura. El re-sultado exitoso podra ser el de revitalizar la inspiracin original delas tcnicas europeas de integracin social, y asimismo interrogarse sobrelos nuevos rasgos que los procesos de integracin sociales tendrn que asu-mir en el escenario contemporneo.

    Otro problema comn, como se deca, es la reforma del modelo eco-nmico y de la relacin entre poder poltico y mercado. Tanto en Egiptocomo en Tnez, hay que intervenir en un contexto que, durante mucho tiem-po, se ha caracterizado por una estructura oligrquica y un vnculo muyestrecho entre intereses econmicos y polticos, y tambin con importan-tes proyecciones a nivel internacional y geopoltico. Se trata ahora de ga-rantizar la efectiva apertura del sistema econmico y sobre todo la redis-tribucin de la riqueza. Tambin en este caso, por lo tanto, no hay queinfravalorar analogas profundas con la situacin en Europa y Occi-dente, si bien haya que tener en cuenta los distintos niveles de desarrolloeconmico. Como en el Magreb, la relacin entre poder poltico y podereconmico representa un problema muy actual tambin en Europa, as comola estructura oligrquica del mercado y la ausencia o la debilidad extre-ma de polticas de redistribucin: en esta perspectiva, la comparacincon la experiencia de los pases de tradicin islmica resulta til y fasci-nante. Pinsese, por ejemplo, que en el derecho islmico tradicional no sepermite la financiacin en moneda a la actividad empresarial (como con-secuencia de la prohibicin del prstamo con inters), al no interpretarla comoforma de participacin conjunta a la empresa 13: el acento en la vertiente de

    13 V. al respecto H. P. GLENN, Tradizioni giuridiche del mondo, cit., pp. 312 -321.

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    la cooperacin econmica, superando relaciones de dependencia bruta, po-dra, por ejemplo y como mera sugestin, fortalecer el modelo econmicoen el sentido de una mayor sostenibilidad social de las actividades econ-micas y, sobre todo, financieras.

    En tercer lugar, habr que reconsiderar las formas y los instrumentosde participacin democrtica y ciudadana, frente a la profunda distanciaentre dimensin institucional y fuerzas sociales, que ha determinado el es-tallido de las primaveras rabes. Tambin en este caso, el problema es com-partido con Europa, en particular si consideramos la crisis de la represen-tacin poltica, as como de las tradicionales formas institucionales deorganizacin social: en este contexto aparecen movimientos y fuerzas so-ciales nuevas, que no tienen el objetivo inmediato de participar en la fun-cin de direccin poltica a travs del cauce tradicional de la representa-cin parlamentaria tramitada por los partidos polticos, sino ms bien deencauzar la protesta ciudadana y algunos temas centrales (medio ambientey acceso a los bienes comunes, gestin y superacin de la marginacinsocial, as como cuestiones clsicas de la protesta antipoltica: luchacontra la corrupcin, transparencia y recorte de los gastos para el soste-nimiento de la actuacin poltica y de los rganos constitucionales), con-dicionando el Gobierno sin participar directamente en ello (la situacinitaliana despus de las elecciones generales del mes de febrero de 2013me parece, a este respecto, ejemplar). Desde esta perspectiva, habr queaveriguar en qu medida los procesos de transicin en el Magreb conse-guirn enriquecer la estructura clsica de los rganos de representacin po-ltica, tal vez integrndola con instrumentos de participacin capaces deseguir encauzando las demandas de integracin que proceden de las fuer-zas sociales: sin embargo, observando el desarrollo de los procesos detransicin tanto en Egipto como en Tnez, se nota que, al menos en estosprimeros aos, las estructuras institucionales se siguen pensando en tr-minos tradicionales. De todas formas, la confrontacin crtica con la ex-periencia europea puede representar una oportunidad de enriquecimientomutuo.

  • Angelo Schillaci162

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    5. EL FACTOR RELIGIOSO EN LA ESFERA PBLICA

    No se puede prescindir, antes de las conclusiones, de unas considera-ciones acerca del papel del factor religioso en la esfera pblica, que acabamudndose en el convidado de piedra de cualquier discusin acerca de lasexperiencias polticas y constitucionales de tradicin islmica.

    No es posible abarcar de manera exhaustiva, en estas breves notas, elpapel de las fuerzas islmicas en los procesos de transicin, as como noes posible pronunciarse acertadamente sobre la gran cuestin de la posturade los regmenes derrotados hacia el factor religioso, y en particular si fue-ron regmenes autnticamente laicos, o en qu medida el ordenamiento ju-rdico fue condicionado por el derecho islmico tradicional, o cules fue-ron las consecuencias de la represin de los movimientos polticos deinspiracin islmica, e incluso si esa represin fue formal o sustancial, cons-tante u oscilante (algo que, por ejemplo, en lo que a Egipto se refiere, esmuy difcil de detectar) 14. Sin embargo, tanto en Egipto cuanto en Tnezse ha asistido, con ocasin de las primeras elecciones democrticas, a lavictoria de las fuerzas conectadas, en medida ms o menos intensa, a laHermandad Musulmana (que, por otro lado, se caracteriza por una voca-cin transnacional, muy interesante para el comparatista) 15. En Egipto,como es bien sabido, el partido Justicia y Libertad consigui elegir alPresidente (Mohamed Morsi), y en Tnez el partido Ennahda ha obteni-do una amplia mayora en las elecciones para la Asamblea Constituyente.

    Esos resultados electorales, que han dado voz al muy fuerte consensoque suscita la Hermandad musulmana en las sociedades egipcia y tunecina,no representan una razn de asombro, ni tampoco de miedo: al mismo tiem-po, sin embargo, estn influyendo de una manera decisiva en el desarrollode la transicin.

    14 V. al respecto C. SBAIL, LEgitto, tra mutamento di regime e transizionecostituzionale, cit., pp. 345 y ss., 348 y ss.

    15 V. al respecto, C. MALLAT, Islam and the Constitutional Order, cit., pp.1291-1298.

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    En Egipto, por otra parte, la Hermandad Musulmana, formalmente clan-destina, haba sido crecientemente activa en las ltimas fases del rgimende Mubarak, hasta el punto de establecer y consolidar relaciones socialesmuy intensas, alternativas al bloque dominante (representado por la buro-cracia civil y militar), y orientadas a la solidaridad con los ms dbiles,que haban acabado traducindose incluso en un instrumento de orden ydisciplina social, no desagradable para el rgimen, cada vez ms dbil. Elconsenso sobre el partido Justicia y Libertad, por lo tanto, no es asom-broso, mientras mucho ms compleja es la valoracin de la actitud de laHermandad hacia el proceso de transicin, en particular por lo que se re-fiere a su relacin con los militares, cuyo papel en la transicin sigue re-presentando una gran incgnita.

    De todas formas, hay que subrayar que la inspiracin confesional delmovimiento no se ha traducido, al menos hasta ahora, en la superacin deltradicional principio del equilibrio entre factor religioso y factor poltico(conectado al principio general del din wa dawla) 16 que caracterizaba laexperiencia egipcia bajo el rgimen de Mubarak. La constitucionalizacinde la posicin de la sharja en el sistema de fuentes (art. 2 Cons. Egip-to) no consigue una innovacin del proceso de transicin, sino que proce-de de reformas llevadas a cabo por Mubarak a principios de los aos ochen-ta; hay que subrayar, por otro lado, que en la interpretacin de dichoprecepto el Supremo Tribunal Constitucional egipcio ha jugado un papelcentral. Y efectivamente, al lado de los militares, el papel del poder judi-cial, y del Supremo Tribunal Constitucional en particular ha representa-do un importante factor de estabilizacin en el proceso de transicin, enespecial por lo que se refiere al equilibrio entre poder civil y poder mili-tar aunque se hayan registrado tensiones y conflictos muy serios con elPresidente Morsi y sobre todo con respecto al equilibrio entre princi-pios del derecho islmico tradicional y legislacin civil 17.

    16 Acerca del cual v. por ejemplo C. SBAIL, LEgitto, tra mutamento di regimee transizione costituzionale, cit., pp. 349 y ss.

    17 V. al respecto N. J. BROWN, Caught in the Crossfire: Egypts Judiciary in aRevolutionary Age, cit.

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    El xito electoral de Ennahda en Tnez ha determinado problemas enparte anlogos: pinsese, a mero ttulo de ejemplo, en la propuesta de de-rogacin del Cdigo del Estatuto personal que se remonta a la presidenciade Bourghiba y que reconoce la plena igualdad entre hombre y mujer; otambin en la presencia en el territorio tunecino del movimiento salaf, ahorasospechoso de haber asesinado a uno de los lderes de la oposicin aEnnahda, Chokri Belaid 18, suscitando una oleada de indignacin popu-lar que podra llevar incluso a la formacin de un gobierno de unidadnacional.

    En el fondo, sigue abierto el complejo problema del papel pblico delfactor religioso: sin embargo, no hay que dramatizarlo, sino ms bien in-tentar abarcarlo con sensibilidad histrica y comparatista. Por otra parte,la actuacin poltica de las fuerzas de inspiracin islmica parece no diri-girse, al menos hasta ahora, hacia la islamizacin forzosa de la sociedadobjetivo por otro lado difcilmente alcanzable en sociedades como latunecina y la egipcia, en las que amplios sectores sociales siguen un estilode vida profundamente laico sino ms bien orientarse en el sentido deuna actuacin poltica moderadamente inspirada en los principios del Is-lam, siguiendo la huella trazada por la experiencia de Turqua en los lti-mos aos (y con todas sus contradicciones).

    Lo que s hay que subrayar, segn la lgica, hasta aqu seguida, delespejo, es que tambin Europa, y gran parte de las sociedades occiden-tales, desde hace algunos aos se van enfrentando con la necesidad dereconsiderar de una manera radical las relaciones entre el factor religiosoy la esfera pblica, tanto en la vertiente individual (en el sentido dplicede la proteccin de las opciones religiosas fundamentales pinsese en elderecho a ponerse el velo as como de la plena proteccin de la libertadde conciencia frente a las injerencias del poder pblico y pinsese en laexposicin de los smbolos religiosos en los espacios pblicos): y esto tam-

    18 V. al respecto M. SEI, Tunisia: dal dolore una nuova speranza, in www.uninomade.it, as como el artculo de B. VALLI, La primavera rubata en La Re-pubblica del da 18 de febrero de 2013.

  • De qu color es un espejo? las primaveras rabes y la comparacin constitucional 165

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    bin pero no solamente, y hay que subrayarlo con fuerza en relacincon la creciente presencia islmica 19.

    Por lo tanto, es muy importante que, tambin en este mbito, vayanabandonndose en la confrontacin con el mundo islmico, posturascondicionadas por el prejuicio, a favor de una confrontacin comparativa,abierta, capaz de hablar con atencin respetuosa a los rasgos peculiaresde la identidad islmica (pinsese en la relevancia del concepto de ummacomo comunidad religiosa pero tambin poltica de los creyentes) 20 enla conciencia crtica de las fuerzas ms vitales de las sociedades de los pasesdel Magreb (jvenes, mujeres, clero progresista), en la bsqueda de unmodelo de laicidad que reconcilie el derecho a la libertad religiosa con larelevancia pblica del Islam, pero sobre todo con la libertad de concienciaindividual, la autodeterminacin y la dignidad de todo ser humano.

    Y es precisamente en estos mbitos donde podrn desarrollarse todaslas potencialidades evolutivas y progresivas de un enfoque comparativo,en particular por lo que se refiere a la sostenibilidad de la diferencia islmicajunto a la posibilidad de integrar en tales dinmicas de enriquecimientomutuo en el enfrentamiento crtico un ncleo de principios arraigadosen la experiencia constitucional europea (y en particular, la relacin entredignidad y libertad de conciencia y autodeterminacin del ser humano) 21.

    19 Fundamental, a este respecto, el libro de M. NUSSBAUM, La nuova intolle-ranza, Miln, Il Saggiatore, 2012

    20 V. al respecto, H. P. GLENN, Tradizioni giuridiche del mondo, cit., pp. 349 y ss.21 Muy importante a este respecto la llamada de Martha Nussbaum a una supe-

    racin tica de las polticas del miedo, que se articula, segn la Autora, en los tresprincipios del igual respeto hacia la diferencia religiosa y cultural, del pensamientoreligioso crtico (en el sentido de no dogmtico) y de la capacidad de imaginar checi permette di vedere come appare il mondo dalla prospettiva di una personaappartenente a una diversa religione o etnia (p. 20): v. tambin las pp. 224 y ss. ascomo el prrafo final del libro, verdadero programa para el comparatista a la hora deenfrentarse con la diferencia cultural y religiosa: per contrastare la tendenza nocivaa restringere lo sguardo sul nostro s abbiamo tutti bisogno anzitutto dellimpegnosocratico (e cristiano-kantiano) a esaminare le nostre decisioni per vedere se sonoegoistiche, se privilegiano la nostra esperienza ignorando le eguali rivendicazioni degli

  • Angelo Schillaci166

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    altri. E abbiamo altrettanto bisogno dello spirito interiore che deve animare la ricercadellimparzialit, se non vogliamo che questa resti un guscio vuoto: abbiamo bisognodi uno spirito di curiosit e di amicizia (p. 229).

    Resumen:En el artculo el autor aborda el tema de las primaveras rabes desde la perspecti-va metodolgica de la comparacin constitucional, detectando simetras y diferen-cias con la actual situacin constitucional de las democracias de Europa y Occi-dente, con respecto a la crisis econmica global. Al mismo tiempo, el autor subrayalas peculiaridades de los procesos de transicin en marcha, en particular por lo quese refiere al papel de las fuerzas polticas de inspiracin islmica.Palabras Clave: Palabras clave: primavera rabe, transicin constitucional, com-paracin constitucional.

    Abstract:In this Paper, the Author aims to analyses the so called Arab Spring in the lightand method of Constitutional Comparison. In doing so, the paper underlines simi-larities and differences with the contemporary constitutional experience of Europeanand Western Democracies. At the same time, the Author stresses as well the pecu-liarities of the transition processes, with particular attention to the role played bythe political movements and parties inspired from the Islam.Keywords: Arab Spring, constitutional transition, constitutional comparison.