Desarrollo regenerativo: de la crisis a la oportunidad

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Álvaro Cedeño MolinariEmbajador de Costa Rica en el Japón

El término chino “weiji”, que significa crisis, está compuesto por dos ideogra-mas que representan “crisis” y “oportu-nidad”. Recuerdo a Rahm Emanuel, pri-mer jefe de despacho de la Casa Blanca que el presidente Barack Obama nom-bró al asumir la presidencia estadouni-dense en 2009, al decir que “no se debe desperdiciar una buena crisis.”

El paso del huracán Sandy por el Caribe y la costa noroeste de los Estados Uni-dos a fines de octubre pasado podría ser una de estas crisis, terrible en pérdida de vidas humanas, daños materiales y per-turbación de la normalidad a millones de habitantes de las zonas afectadas. Al cierre de un electrizante proceso electo-ral donde el cambio climático brilló por su ausencia entre los temas debatidos y propuestos en las agendas de uno y otro contendiente, el clima mismo se encar-gó de ejercer voz y voto a escasos siete días de que el pueblo estadounidense acudiera a las urnas. De hecho, hay quie-nes aseguran que el de Sandy fue el voto que decantó la reelección del presidente Obama.

Lo cierto del caso es que Sandy llega en el momento más oportuno posible para todo el planeta, que aguardaba con an-siedad el resultado de una elección mien-tras el cambio climático continuaba ma-nifestándose sin que pareciera llamar la atención de los tomadores de decisión.

La misma mañana que Sandy inundó Manhattan, en Tokio recibieron el pre-mio Planeta Azul –considerado el Nóbel de Ecología- los doctores William Rees y Mathis Wackernagel, el primero por acuñar el término “huella ecológica” y el segundo por desarrollar la metodología de medición de la huella ecológica del ser humano en el planeta, conocida como el

Global Footprint Network (footprint-network.org).

Lo primero que debe saberse sobre este concepto es que existe un límite a la ca-pacidad de la Tierra de regenerar natu-ralmente los recursos renovables y no re-novables que los seres vivos consumimos año a año. Este límite es como una línea imaginaria que determina la capacidad de carga de la ecoesfera –acumulación de todos los ecosistemas marinos, terrestres y aéreos. Más allá de ese límite, el planeta es incapaz de recuperar todo lo consumi-do y se encuentra en fase de sobrecarga o degradación ambiental.

De las grandes innovaciones de la me-todología de medición desarrollada por Wackernagel, es el cálculo de la cantidad de hectáreas de tierra fértil que existen en el planeta para generar los servicios ambientales y recursos naturales que uti-lizamos todos los seres vivos como me-dio indispensable de subsistencia. Este número, calculado en cerca de 15.000 millones de hectáreas, luego se divide por la población humana total del plane-ta –hoy en 7.078 millones de habitantes- para obtener la cifra de hectáreas globa-les (HaG) per capita, que se encuentra en poco más de 2.1. Lo que esta figura

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quiere decir es que a cada ser humano le corresponde esa cantidad de recursos naturales como límite anual para evitar que la ecosfera se sobrecargue.

La mala noticia es que hoy en día los seres humanos estamos consumiendo aproximadamente 3 HaG per capi-ta equivalentes en recursos naturales y servicios ambientales por persona. Imagínese lo que sería disponer de una cantidad de dinero en el banco lo suficientemente grande como para poder vivir de los intereses, pero cada año consumiéramos todos los intere-ses devengados y un monto adicional de 50% el valor de aquellos intereses. Cualquier estudiante de finanzas o de matemáticas avanzadas de colegio sa-bría que estaríamos agotando poco a poco el monto principal, reduciendo así la capacidad de generar intereses año a año. Esto es precisamente lo que le está sucediendo al planeta.

Las malas noticias no acaban allí. Esta metodología ha permitido calcular el año en el que la humanidad cruzó el límite de la capacidad de carga del pla-neta, y fue cerca de 1985. O sea, por casi 30 años hemos estado sobregirados en el consumo de intereses, y cada año, desde entonces, el monto principal en el banco es cada vez menor. En térmi-nos ecológicos, podemos afirmar que desde 1985 el medio ambiente planeta-rio se ha venido degradando año a año. Para peor, a mayor población humana y mayor tasa de consumo, el proceso de degradación se acelera.

La primera buena noticia es que dis-ponemos del conocimiento necesario para saber que tenemos un enorme problema entre manos y de lo necesario para transformarlo. Como bioalfabetas, conocemos el ciclo de fertilidad de la tierra y debemos impulsarlo aumentan-do la biocapacidad del planeta, esto es, la cobertura vegetal que se composta en forma de tierra al descomponerse.

Conocemos el ciclo del agua y debe-mos reforzarlo. En realidad, sí se puede hacer llover: las nubes son el resultado

de la evaporación, y a mayor cobertura boscosa, mayor vapor de agua liberado a la atmósfera por los árboles, formando más nubes, más lluvia, y produciendo mayor fertilidad.

Otra buena noticia es que la naturaleza es resiliente y se recupera acelerada-mente. Basta darle espacio y tiempo y ella hará lo propio. Ello representa una valiosa oportunidad para replantear el desarrollo agro-urbanístico de nuestros entornos de manera que rediseñemos las ciudades y manejemos adecuada-mente las áreas de conservación y pro-ducción de alimentos necesarias para la salud y el desarrollo humano.

Es bien sabido que, los últimos 200 años, los seres humanos hemos degra-dado el medio ambiente reduciendo nuestra capacidad de producir riqueza a partir de insumos de la naturaleza. Conforme excedemos la capacidad de carga de los ecosistemas, nos acerca-mos peligrosamente a límites de resis-tencia de la ecosfera, a partir de los cua-les algunos daños son irreversibles.

También se sabe que, para revertir cualquier tendencia, se requieren dos cosas: primero, detener la actual y se-gundo hacer esfuerzos en la dirección contraria. Sin embargo, la discusión internacional sobre el tema pareciera orientarse solamente a cumplir el pri-mer precepto de detener las tendencias degradantes actuales. Serían más efica-ces nuestros esfuerzos individuales y colectivos si aspiráramos a tendencias regenerativas, con lo cual lograríamos implícitamente detener la degradación

y comenzar a dar pasos en la dirección requerida.

Políticamente, este argumento es más aceptable por todas las partes involu-cradas. Dejaría de ser un ataque visce-ral contra algunos sectores industriales señalados como principales culpables por la degradación, y promovería la bús-queda de alianzas transversales hacia la regeneración entre todos los sectores de la sociedad. En dos platos, transfor-maría la crisis en oportunidad. En estos procesos, aquellos sectores industriales no sólo son bienvenidos, sino que exis-ten vacíos de liderazgo que sólo ellos podrían ocupar. La transformación de la industria es, precisamente, aquello que permitirá transformar el paradig-ma actual y consolidar uno nuevo para el resto del Siglo XXI.

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20 FEBRERO / MARZO 12

"En 10 creemos en apoyar emprendedores, proyectos inspiradores, empresarios

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