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Desarrollo agroindustrial y la política agrícola en Jalisco* Javier Orozco Alvarado El Colegio de Michoacán 1) Agricultura y política agroindustrial en Jalisco Jalisco aborda los 80’s con una situación económica y social lo bastante deteriorada como para darnos cuenta que en las mismas condiciones se encuentra todo el país. Esto da muestra de que los regionalismos, en sentido estricto, han dejado de existir, que el auge económico o la crisis ya no son exclusivos de uno u otro espacio nacional, sino que la gran integración e interdependencia económica (y política) de to- do el territorio marcan el ritmo al aparato económico regio- nal, estatal y local; de hecho no es más que la consecuencia de la dinámica que las oligarquías van imponiendo al cuerpo social del cual formamos parte. La política del Gobierno Federal, y por ende las acciones del estatal, han permitido el logro de ciertos niveles de des- arrollo sectorial, más concretamente de ciertas ramas, tanto del sector agroindustrial como del sector agropecuario. Como vivimos en un país de marcados y continuos des- equilibrios económicos, cualquier investigación que haga- mos recurriendo a fuentes directas, a través del contacto con la realidad, posiblemente refleje la inconformidad a todos los niveles, pues los agentes económicos o las clases sociales, como personificación del capital y del trabajo, continuamen- te estarán reclamando una situación óptima que permita su * Este artículo forma parte de un estudio más amplio sobre la agroindustria y la migración en la zona metropolitana de Guadalajara, realizado duran- te 1982-1983 en el CISE, con el apoyo financiero de la Asociación Mexica- na de Población (AMEP), A.C.

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Desarrollo agroindustrial y la política agrícola en Jalisco*

Javier Orozco Alvarado El Colegio de Michoacán

1) Agricultura y política agroindustrial en Jalisco

Jalisco aborda los 80’s con una situación económica y social lo bastante deteriorada como para darnos cuenta que en las mismas condiciones se encuentra todo el país. Esto da muestra de que los regionalismos, en sentido estricto, han dejado de existir, que el auge económico o la crisis ya no son exclusivos de uno u otro espacio nacional, sino que la gran integración e interdependencia económica (y política) de to­do el territorio marcan el ritmo al aparato económico regio­nal, estatal y local; de hecho no es más que la consecuencia de la dinámica que las oligarquías van imponiendo al cuerpo social del cual formamos parte.

La política del Gobierno Federal, y por ende las acciones del estatal, han permitido el logro de ciertos niveles de des­arrollo sectorial, más concretamente de ciertas ramas, tanto del sector agroindustrial como del sector agropecuario.

Como vivimos en un país de marcados y continuos des­equilibrios económicos, cualquier investigación que haga­mos recurriendo a fuentes directas, a través del contacto con la realidad, posiblemente refleje la inconformidad a todos los niveles, pues los agentes económicos o las clases sociales, como personificación del capital y del trabajo, continuamen­te estarán reclamando una situación óptima que permita su

* Este artículo forma parte de un estudio más amplio sobre la agroindustria y la migración en la zona metropolitana de Guadalajara, realizado duran­te 1982-1983 en el CISE, con el apoyo financiero de la Asociación Mexica­na de Población (AMEP), A.C.

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existencia; desde luego que al interior de estas clases, por su capacidad organizativa y fuerza económica, ciertos grupos se encuentran en mejores condiciones, pero como estrategia de ascenso o permanencia se organizan, luchan y exigen permanentemente la acción del Estado.

Sabemos que el inicio de los 80’s se caracteriza por una aguda crisis de granos, tanto para el consumo humano como para el uso industrial; tal crisis venía agudizándose desde principios de los 70’s y persiste como tal hasta nuestros días. Esta insuficiencia de granos se reflejó en los altos precios de los mismos, y significó un obstáculo para un mayor desarro­llo y crecimiento de la planta agroindustrial de Jalisco. Aproximadamente el 85% de los establecimientos del com­plejo industrial de granos, tanto aceiteras como forrajeras y harinas, establecidos en la Z.M.G., han experimentado un cierto crecimiento económico durante los últimos cinco años, crecimiento que se ha dado sobre la base del crecimiento del mercado nacional y local. Parece que el crecimiento de la población tanto nacional como estatal ha sido uno de los factores que han inducido positivamente el crecimiento de la planta agroindustrial.

En general, las tres ramas mencionadas, al parecer, no han enfrentado problemas de mercado ni obstáculos a su crecimiento por falta de apoyo estatal; el principal problema, como dijimos, es la insuficiencia de materias primas.

A pesar de que la planta procesadora de granos de Jalis­co tiene como destino principal de sus productos el mercado nacional y local, su dependencia de granos con el exterior es significativa.

Algunos estudios realizados por funcionarios del Depar­tamento de Programación y Desarrollo dan cuenta de la grave dependencia del estado de Jalisco con el exterior, al afirmar que el comercio internacional de Jalisco ha sido permanentemente deficitario en los últimos diez años. En pocas palabras, compra más de lo que vende, lo mismo que le está sucediendo a todo el país, y de ahí el tremendo saldo negativo de la balanza comercial, que para nuestra entidad fue de más de 5 mil millones de pesos en 1980, y cuya tenden­cia es a agravarse. (Torres, 1982:3)

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El siguiente cuadro puede damos una idea de esta gran dependencia.

CUADRO No. 1 Importaciones de Jalisco durante 1979

Clasificación de las importaciones

Valor Porcentaje de partici- (millones de paciones en las impor-

pesos) taciones totales

Insumos 1 717 41.10Bienes de capital 1 310 31.26Partes 886 21.21

Totales 3 914 93.57

Fuente: Torres, Montes de Oca, J. Abelino; El comercio internacional de Jalisco en el período 1960-1980 y las posibilidades de exportación de la re­gión de los Altos, d e p r o d e , junio, 1982.

Bajo el cuadro anterior podemos ver que el rubro de insumos es el más elevado respecto al total de las importacio­nes realizadas por el estado de Jalisco, al alcanzar en 1970 el 41.10%.

El deficiente sistema de información que impera en nuestro país, sobre todo en provincia, ha sido un obstáculo para clarificar cuál es el grado de dependencia de granos del exterior por parte de la agroindustria jalisciense, ya que los datos sobre comercio exterior de esta entidad difícilmente se pueden conseguir por rubros específicos. Esto, desde luego, ha significado un gran obstáculo para la planificación regio­nal debido a que es casi imposible conocer los flujos intersec­toriales de materias primas, básicamente de granos.

Desde luego que podemos hacer cierta deducción sobre el grado de dependencia de granos del exterior si tomamos en cuenta los grandes volúmenes de granos importados por CO- NASUPO y la importancia nacional de la agro-industria de granos jalisciense, la cual es abastecida en una gran parte por dicha institución.

A pesar de que Jalisco ha sido históricamente importan­te productor de maíz (desde los 60’s su producción ha fluctua­

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do alrededor de los dos millones de toneladas), producción que resulta insuficiente en nuestros días si consideramos que la población ha crecido, alcanzando para 1980, 4 548,903 habitantes; con el crecimiento y la expansión de la planta agroindustrial de la entidad eso significa un relativo retroce­so de la producción agrícola. Así, los empresarios de la indus­tria del aceite afirman, a pesar de que emplean la mayor parte del maíz blanco que se produce en Jalisco, que no alcanzan ni a cubrir una tercera parte de sus necesidades con la producción del estado. A ello agreguemos las dificultades de abasto que enfrentan los molineros, quienes han exigido en los últimos años que se recurra a las importaciones masi­vas de maíz.

Desde luego que la insuficiencia de granos básicos no es solamente debido al gran crecimiento de la población de la entidad y al crecimiento de la planta agroindustrial, sino que influyen otras dos causas:

1) Para 1980 lás áreas de cultivo de maíz se han reducido, en relación a 1960, de 1 080,515 a 929,450 hectáreas, lo que ha significado, si no una reducción en la producción de maíz —por los aumentos de productividad—, sí una mayor po­blación que depende de este grano al ser expulsada o transferida hacia otras actividades no agrícolas; y

2) la sustitución de cultivos ha provocado, aun entre los eji- datarios y unidades domésticas, que estos dependan en gran medida del mercado de granos básicos, en tanto que ya no producen fundamentalmente maíz, sino granos co­merciales para satisfacer otras necesidades más inme­diatas con su venta.

Esta situación ha beneficiado a ciertas ramas del sub­sector agroindustrial, pero ha perjudicado a otras, como las que emplean maíz (aceiteras, harinas y almidones) y las que emplean sorgo (forrajeras). Mediante una encuesta que apli­camos en la Z.M.G. (Zona Metropolitana de Guadalajara) pudimos darnos cuenta que el 83% de las aceiteras enfrentan problemas en el abastecimiento de granos, a lo que se agrega un 40% de las que producen harinas y almidones de maíz. La rama que enfrenta relativamente menos problemas, después

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de la de harinas y almidones, es la de alimentos para gana­do, pues solamente el 55% está afectada. Así, estas relaciones intersectoriales se han traducido en un estancamiento en el número de establecimientos que emplean maíz desde princi­pios de los 70’s, hecho que ha permitido a éstos mantener una posición oligopólica.

El caso de los forrajeros es un tanto distinto, ya que han mantenido un crecimiento ininterrumpido desde principios de los 60’ entrados los 80’s. Esta rama, que es de las más modernas, mantiene una continua competencia intrasecto- rial, lo que ha favorecido la adopción de tecnologías más avanzadas en el procesamiento de granos para lograr mayor productividad y mercados más amplios.

La industria de alimentos para ganado ha tenido mayores posibilidades de diversificarse, debido a que enfrenta menos problemas de materia prima. Es el caso de PURINA, quien además de su planta especializada en alimentos para gana­do, recientemente estableció otra especializada en alimentos para perros y gatos, en lo que anteriormente había sido “Galletera Guadalajara”, especializada en alimentos de con­sumo humano. Esto muestra que la diferencia de condicio­nes intersectoriales y la expansión del capital transnacional va absorbiendo la planta tradicional de alimentos.

Las fluctuaciones del mercado de materia prima de las aceiteras ha provocado insuficiencia de pastas y concentra­dos para la industria de alimentos para el ganado, que ade­más de sorgo emplea los desechos de la industria aceitera. Desde luego la producción de sorgo también ha resultado insuficiente.

Realmente, para Jalisco, como para el país, 1980 se pre­senta como la culminación de las contradicciones, que en materia de política económica se manifestaban desde media­dos de los 60’s: gran concentración de población en la Z.M.G.; insuficiencia de granos industriales y básicos; elevación de precios agrícolas; fuertes importaciones de granos y leche en polvo para la planta lechera; problemas de empleo, de finan- ciamiento.

Ante el caos económico imperante, la Cámara de la In­dustria Alimenticia planteó canalizar mayores inversiones para producir alimentos agropecuarios como solución a la

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aguda crisis agrícola en Jalisco. Estas expectativas de inver­sión estaban en función de los programas del Sistema Ali­mentario Mexicano (SAM) y del Plan Nacional de Desarrollo Agroindustrial que, desde nuestro punto de vista —fun­damentalmente el sam—, fueron realmente una estrate­gia para “solucionar” los problemas de abasto, básicamente de la industria, pero sin mucho éxito.

La importancia del impacto, la crisis agrícola sobre la planta agroindustrial se evidenció en la reunión del Presi­dente de la República y los gobernadores de los estados, el día 5 de agosto de 1980, en Guadalajara, Jalisco, para anali­zar las estrategias del SAM.

El SAM se presentó como una estrategia de desarrollo económico regional mediante el cual se pretendía implemen- tar cierto tipo de políticas relacionadas con cambios tecnoló­gicos en el campo, cambios en los sistemas de comercializa­ción de productos agrícolas y promoción de agroindustrias integradas, entre otras. Así, en los documentos del SAM se di­ce que éste y el dinamismo de la agroindustria lo eleva a la categoría de elemento orientador del proceso productivo en toda la cadena producción-consumo. Se dice también que los miembros de las organizaciones campesinas deberán aso­ciarse en tomo a sistemas agroindustriales básicos, procu­rando una mayor integración en cada sistema para elevarla productividad.

El PNDA (Plan Nacional de Desarrollo Agroindustrial), ligado al SAM, pretendía aumentar la participación del Esta­do en la actividad agroindustrial para lograr el abasteci­miento popular, acabar con los mercados oligopólicos (prin­cipalmente transnacionales) e incrementar el empleo de tecnologías con efectos multiplicadores sobre el empleo, etc.

Nos parece que estas medidas no han frenado un mayor proceso de proletarización y marginalidad de la población del campo, en tanto que ésta ha sido liberada de actividades agrícolas tradicionales con la introducción de nuevas tecno­logías agrícolas desplazadoras de fuerza de trabajo, aspecto que se agudiza con el desplazamiento de población que se da con la presión demográfica sobre la tierra.

En cuanto a los oligopolios, éstos se vieron favorecidos desde un principio, ya que en nombre del SAM, y como apoyo

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a la producción de básicos, se siguieron subsidiando empre sas oligopólicas como Nestlé y Carnation, hecho señalado con quejas por algunos círculos empresariales locales.

Las consecuencias mayores podrán observarse en el transcurso de los ochentas con el agravamiento, todavía mayor, de las condiciones de los agricultores de subsistencia y una mayor crisis de la planta agroindustrial, pues real­mente, según las opiniones de las propias cámaras empresa­riales de la industria de la transformación de Jalisco: ni fueron tomados en cuenta ni se organizaron en torno al proyecto del SAM. Estos empresarios se sintieron ajenos a la política alimentaria de dicho programa, manifestando un relativo repudio a la política de López Portillo, quien, desde su óptica sólo tomó medidas populistas y fue el causante del caos económico por el que atravesaba la entidad.

Realmente los más desfavorecidos por la política agríco­la de López Portillo fueron los de la industria del aceite, pues la mayor parte de su materia prima la tenían que importar de Estados Unidos, Brasil, Argentina y de otros estados de la República, debido a que los insumos que ésta requiere no recibieron los estímulos de otros productos agrícolas, como el sorgo. De ahí que la industria de alimentos para ganado, comparativamente con la de aceite, sea la que encuentra un “relativo” mercado local de materias primas, como lo es el sorgo, y directamente las pastas que le proporciona la indus­tria del aceite.

Si la industria aceitera ha permanecido en el mercado con alguna rentabilidad ha sido, como dijimos, gracias a su situación oligopólica estatal y nacional; además dispone de un amplio ejército industrial de reserva y de materia prima subsidiada de CONASUPO.

En cuanto al SAM. de hecho, la actividad agroindustrial ha impuesto su dinámica a la actividad agropecuaria, funda­mentalmente a través de las forrajeras; esta dinámica no es de acción reciente, pues arrastra desde mediados de los 60’s, periodo en que comienza a expandirse la planta de alimentos para ganado. Dicho de otra manera, en Jalisco, la expansión de la agroindustria de granos responde a las mismas causas y tendencias que influyen sobre el desarrollo industrial de México; así pues, dicha expansión se enmarca dentro del

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proceso de internacionalización del capital que transforma y reestructura al país: por ello, la política oficial constituye un factor importante que puede influir notoriamente en la su­pervivencia de determinadas industrias y el crecimiento di­ferencial entre sectores (Barkin y Suárez, 1982:134-135). Esto explica que en 1965 la política oficial planteó en Jalisco mayor volumen de crédito a la producción agropecuaria e industrial, mediante la aplicación de préstamos de la Alian­za para el Progreso y el Fondo de Garantía y Fomento a la Industria Mediana y Pequeña.

Durante este periodo de los 60’s la industria más dinámi­ca fue lógicamente la de alimentos para ganado. Mientras tanto, la industria tradicional, la de harinas, se vio en la necesidad de financiar las cosechas de trigo para asegurar el suministro. Esta situación difícil para la industria alimenta­ria de más tradición, fue la consecuencia de la penetración de las empresas transnacionales en la elaboración de alimen­tos (Esteva, 1970:70); así, en la entidad el instrumento de penetración del capital transnacional fue el Plan Jalisco, mediante el cual el Gobierno Estatal presentó al Gobierno Federal la potencialidad agrícola del estado y la posibilidad de introducir cambios en los cultivos, en general de la activi­dad agropecuaria y agroindustrial, sin prever las consecuen­cias a largo plazo.

El proceso de transnacionalización de la economía jalis- ciense arroja un crecimiento económico del 8.2% anual, en promedio, durante el lapso de 1960 a 1970, superior al de la economía nacional, que en conjunto creció a la tasa de 7.1%. (Programa de Desarrollo Económico y Social, 1973-1976)

La prolongación del proceso de transformación estructu­ral de la entidad gira en torno al Plan Lerma Asistencia Técnica (PLAT), bajo el cual se elabora el programa de Des­arrollo Económico y Social del Estado de Jalisco para los años de 1973 a 1976. En este documento se menciona como objetivo el aprovechamiento de las oportunidades de inver­sión que presenta el Estado de Jalisco y de las ventajas comparativas que él ofrece, para generar beneficios subs­tanciales: creación de un número considerable de empleos, aprovechamiento racional de los recursos, cuidadosa utiliza­ción del capital con que cuentan los particulares y el propio

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sector público en la jerarquización de sus decisiones de inver­sión. Con este programa se pretendía aumentar el producto interno bruto del estado a una tasa media anual del 10% durante los años de 1973 a 1976.

El desarrollo agroindustrial, sobre todo en lo que se refiere a alimentos para ganado, tuvo una amplia y estrecha relación con el programa del PLAT, que estaba en función del crédito internacional que estaría “orientado a los campesi­nos parcelarios”. Realmente, la política agrícola del Estado siguió en gran medida las necesidades de la agroindustria de granos, tanto la de aceites como la de alimentos para gana­do.

Los 70’s fueron decisivos para la conformación de la estructura económica y demográfica de la entidad en los 80’s, puesto que dicha estructura había comenzado a experi­mentar sólo ciertos cambios durante los sesentas.

El Programa de Desarrollo Económico y Social, 1973- 1976 del PLAT, en Jalisco, fue el reflejo de las exigencias de los grupos industriales, quienes enfrentaban dificultades para el abastecimiento de materias primas. Así, el mencionado programa propone incrementar la producción de. cultivos forrajeros, fundamentando que estos tienen condiciones pro­picias para su desarrollo, generan más ingresos que el maíz y, sobre todo, tienen una fuerte demanda para el desarrollo de las actividades ganaderas. Se propone también incremen­tar la producción de oleaginosas; en las áreas de riego el cultivo de linaza y cártamo, y en las de temporal de ajonjolí, cacahuate, girasol, soya. Tanto la industria aceitera local como la ganadería regional de Jalisco tuvieron una gran influencia a principios de los 70’s sobre la formulación del programa oficial de cultivos, hecho que significó un abando­no parcial de los cultivos intensivos en mano de obra y básicos en la alimentación.

A continuación presentam os la m etas específicas de pro­ducción agrícola del PLAT.*

* Los resultados de las metas programadas pueden aprecirase, aunque no totalmente, en el cuadro No. 3; además, el cuadro No. 4 ejemplifica los ru­bros de inversión para el periodo mencionado. En general, dicho programa tiene mucho que ver con la sustitución del cultivo de maíz por sorgo y la ampliación de las áreas de cultivo de éste y las oleaginosas en los setentas.

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CUADRO No. 2 Plan Lerma Asistencia Técnica Estado de Jalisco:

Metas de Producción (toneladas)

Cultivos 1972 1976

Arroz palay 17,948 30,400Alfalfa verde 275,931 456,000Ajonjolí 2,755 8,000Avena forrajera 165,600 590,000Avena de grano 4,084 12,250Caña de azúcar 2’545,920 3’040,000Cebada de grano 10,309 26,400Cacahuate 15,840 28,000Cártamo 8,208 31,200Frijol 87,264 127,000Fresa 19,368 90,000Garbanzo 86,570 156,000Girasol 4,240 23,400Linaza 8,540 21,500Maíz 1*874,897 1’905,851Maíz forrajero — 1’330,000So, jo forrajero — 1’775,000Sorgo uo grano 258,176 504,000

FUENTE: Prograi \a de Desarrollo Económico y Social, 1973-1976, Estado de Jalisco; p l a t .

El impulso a los forrajes es verdaderamente fuerte, sin prever las consecuencias para la población, tanto urbana co­mo rural.

Concretamente, dichos cambios provocan un gran éxo­do de campesinos, en el transcurso de los 70’s hacia la Z.M.G., que crece de aproximadamente 63.7% para 1980, ampliando considerablemente la brecha entre la población que produce alimentos y la que depende de ésta.

Se creía que el mencionado programa lograría solucio­nar los problemas de abastecimiento de la planta aceitera, pero las ventajas económicas de los cultivos forrajeros fue­ron relegando a un segundo plano a las oleaginosas y algu­nos productos básicos, manteniendo por lo demás, en la mis­

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ma situación de insuficiencia a la industria del aceite. Así, podemos decir que la producción de forrajes se vio más am­pliamente favorecida, provocando no sólo un abandono de otros cultivos comerciales sino de cultivos básicos.

2) Crisis agrícola y consecuencia social

La crisis agrícola ha sido la consecuencia de una política eco­nómica desvinculada de las necesidades de la población, pe­ro sí vinculada con las necesidades del desarrollo agroindus­trial que, lógicamente, pretendía ser impulsado bipolarmen­te sin considerar la posible elección que harían los agriculto­res a favor de productos menos aleatorios y más remunerati­vos.

Ciertamente, el reconocimiento de que nuestra situación alimentaria es hoy muy dependiente de la importación de granos y que eso debe y puede revertirse drásticamente con­tradice, en lo fundamental, la estructura productiva social y política del sector agropecuario mexicano. Aquella conlleva implícitamente el reconocimiento de que aunque existe en el país un incremento de la oferta interna de alimentos, su com­posición interna ha cambiado a favor de otros cultivos, ob­servándose por tanto, dice Rodríguez Chaurnet (1980:164), una disminución en términos relativos y a veces absolutos en la producción cerealera, dificultando la satisfacción de las necesidades nutricionales de la mayoría de la población, a favor de la producción de granos de uso industrial o para alimento animal.

Podemos observar en el cuadro No. 3 que la superficie cultivada de maíz en el estado sufre continuas contracciones desde los primeros años de la década del setenta, hecho que tiene que ver con la política agrícola del Estado y los precios oficiales del maíz, que por entonces eran de $940.00 la tonela­da, precio que por lo demás enfrentaba una desigual compe­tencia con productos como el girasol, que se cotizaba entre 2 000 y 2 200 pesos la tonelada.

Aunque el año de 1979 fue un año malo en temporal, la reducción en el volumen de producción se debió también en gran parte a la marcada disminución del área de cultivo que cayó a 774 551 hectáreas en Jalisco.

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CUADRO No. 3

Comparación de la producción de maíz (1970-1980)

Superficie Has. Rendimiento Kgs. Producción Ton.Año Nacional Estatal Nacional Estatal Nacional Estatal

1970 7’439,684 1’103,818 1,194 2,104 8’879,384 2*432,8151971 7*691,656 953,007 1,272 2,529 9’785,734 2*410,1551972 7*292,180 852,050 1,300 2,600 9’222,838 2*213,0541973 7*606,341 873,137 1,131 2,055 8’609,131 1*794,8621974 6*717,324 1’115,700 1,168 1,759 8’787,763 1*973,2001975 6’694,267 191,550 1,262 1,506 8’448,708 1*384,9751976 6783,104 933,300 1,181 1,973 8*617,294 1*842,3001977 7*469,649 926,240 1,834 2,923 10’137,914 2*072,3411978 7*191,128 921,513 1,520 2,424 10’930,077 2*234,6571979 5*916,000 774,551 1,479 1,878 8’752,000 1*455,3561980 — 802,014 1,423 2,584 11*367,280 2*072,899

Fuente: Banco de Información de la S.A.R.H. Delegación Jalisco.

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De hecho, las medidas que se tomaron para alcanzar un mayor desarrollo han causado graves desequilibrios, y se pa­gó un costo social alto por el crecimiento. (González y Cobián, 1981,1981:1) Podemos decir que el crédito otorgado por el Es­tado en Jalisco ha orientado la actividad económica hacia fines más lucrativos como la producción de sorgo, alimentos para ganado y la ganadería, y abandonado la producción de granos básicos y productos industrializados para consumo humano. Ciertamente se requiere desarrollar la ganadería y la producción de cultivos comerciales por los efectos positi­vos que tienen sobre otras ramas, pero es irracional que este­mos produciendo alimentos para ganado, mientras que los de consumo humano los tengamos que importar.

El siguiente cuadro No. 4 ejemplifica la distribución por el FIRA*, de fondos obtenidos a partir de la “Alianza para el Progreso”.

CUADRO No. 4

Jalisco: Evolución de los créditos del FIRA

Año Agricultura Ganadería Agroindustrias

1968 32’092,211 31’549,167 1’525,0001969 36’723,004 31’907,959 —

1970 23’465,208 42’123,895 —

1971 40’807,822 73’170,3181972 44’828,921 76’388,333 —

1973 37’952,207 85’629,993 361,1001974 51’284,511 154’045,949 3’163,1951975 81’172,604 143’365,642 3’293,2301976 134’057,806 228’533.415 9’147,2751977 273’360,900 360’839,254 15’880,4481978 497’968,846 640’222,589 100’657,185 .1979 732,930,000 831’260,000 130’910,000

Fuente: Datos proporcionados por el f i r a .

*Fondo de Garantía y Fomento para la Agricultura, Ganadería y Silvicul­tura.

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Además de la marcada desproporción en la distribución del crédito por subsector, llama la atención el destino del cré­dito para la agricultura: exclusivamente para producción de sorgo, pastos y alfalfa, y una pequeñísima parte para fruta­les.

La transformación de la agricultura jalisciense y de su aparato agroindustrial, son en gran parte la consecuencia del proceso de transnacionalización de la economía nacio­nal. El cambio en los hábitos del consumo de la población acomodada, inducido por la moderna agroindustria trans­nacional y nacional, aumentó considerablemente la deman­da de productos animales, ello ha propiciado cambios en la oferta del sector y, como consecuencia, se han modificado los patrones tecnológicos y el uso de la tierra. (Montes de Oca y Relio, 1981:4)

La consecuencia mayor, según creemos, ha sido el cam­bio cultural introducido entre los campesinos, es decir, que el Estado, mediante sus campañas de difusión tecnológica so­bre el uso de maquinaria, híbridos, productos químicos y uso del suelo, ha cambiado la racionalidad campesina respecto a los cultivos tradicionales, a pesar de que de ellos depende también su subsistencia. El campesino, o productor tradicio­nal, ha sucumbido ante los embates de la ideología indivi­dualista para ingresar, aunque sea de manera desventajosa, al mundo de las relaciones mercantilistas.

Una gran mayoría de agricultores que hace algunos años aún cultivaban maíz en una gran parte de sus parcelas, encuentran más redituable y comercializable la producción de sorgo; además afirman que el sorgo no requiere de abun­dantes lluvias y su cuidado representa menor trabajo que el del maíz. Realmente, con la adopción de estos procesos y tec­nologías agrícolas se ha transformado el esquema mental de los agricultores, quienes además difícilmente emprenden la­bores agrícolas si no disponen de los recursos modernos ne­cesarios para el cultivo, pues se ha creado en ellos la concien­cia de que si no adoptan las técnicas modernas el cultivo será infructuoso. De hecho la gran mayoría de agricultores, inclu­sive los de subsistencia, llegan a emplear fertilizantes a pe­sar de no disponer de asesoría oficial o del crédito bancario. Esto demuestra que el campesinado ha ingresado marginal

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o “plenamente” a los sistemas modernos de cultivo, con las consecuencias que ello conlleva; por una parte, el abandono o la renta de la parcela cuando no se dispone de los suficien­tes recursos, con fuerte tendencia a emigrar y, por la otra, adopción radical de cultivos como el sorgo, que se ha adapta­do de manera sorprendente a terrenos de temporal (inclusive con poca lluvia) y permite la maquila, hecho que vuelve su cul­tivo más ventajoso que el maíz, lo que también ha influido determinantemente sobre la migración.

Actualmente, las expectativas de los migrantes expulsa­dos por las múltiples causas existentes en el medio rural, no son ya las de emigrar a la ciudad, en nuestro caso a la Z.M.G., sino hacia los Estados Unidos, pues el grado de miseria y marginalidad de las grandes ciudades del país ha provocado un cierto rechazo de estos destinos. Aunque el lugar de desti­no de los migrantes reviste una gran importancia, lo cierto es que los cambios provocados por la reorganización y la mo­dernización del aparato productivo están arrancando de sus tierras a los campesinos, a los productores directos. En el proceso los desprenden de sus comunidades, obligándolos a buscar nuevas relaciones para obtener los recursos necesa­rios para trabajar sus parcelas.

Podemos decir que las causas de la emigración de los campesinos y el abandono de cultivos tradicionales para adoptar los comerciales no han sido estrictamente de carác­ter técnico —como podrían ser el empleo de nuevas tecnolo­gías o la relación tierra/hombre— sino social; tanto la políti­ca salarial como la política de precios han influido determi­nantemente sobre el comportamiento de la población rural. Los salarios rurales se encuentran a niveles inferiores en comparación a los del medio urbano, o más bien dicho a los de la ciudad, lo que manifiesta, en términos absolutos, una desigualdad nominal de ingresos. Ahí no para el problema, sino que esta desigualdad nominal se transforma en una de­sigualdad real, esto es, que los precios medios rurales de productos procesados son marcadamente más altos, ahí que en las mismas ciudades, pues su valor se incrementa en cuanto se incorpora a ellos el costo de transportarlos; inclusi­ve algunos productos agrícolas resultan más costosos que en las zonas urbanas.

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Lo mismo puede decirse de los precios de garantía, ya que éstos mantienen una relación desigual con respecto a los precios de los productos industriales de uso agrícola. De 1960 a mediados de los setenta el precio de garantía se mantiene ca¿i invariable, lo que provoca, particularmente en Jalisco, un marcado éxodo campesino hacia la Z.M.G., y los Estados Unidos.

El siguiente cuadro No. 5 muestra el comportamiento de los precios de garantía a lo largo de 20 años:

CUADRO No. 5

Precios de garantía del maíz

Anos Cantidad

1960 8001961 8001962 8001963 9401964 9401965 9401966 9401967 9401968 9401969 9401970 9401971 9401972 9401973 9401974 1,5001975 1,7501976 1,9001977 2,9001978 2,9001979 3,4501980 4,500

Fuente: Dirección General de Econo­mía Agrícola, Jalisco.

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(Los bajos precios de garantía del maíz también se pre­sentan como un obstáculo a la subsistencia de la familia campesina, en cuanto que a pesar de que ésta no sea una uni­dad estrictamente mercantil requiere de ciertos intercam­bios para satisfacer otras necesidades, puesto que actual­mente es difícil concebir economía campesina que no esté in­tegrada a la economía de mercado y a sus patrones de consu­mo, hecho que determina un costo mayor en la reproducción de la fuerza de trabajo y una gran necesidad de buscar fuera de la comunidad los medios para su reproducción). De ahí que una gran cantidad de campesinos, como consecuencia, descuidan o abandonan sus terrenos, pues tanto los ingresos provenientes del trabajo agrícola y de la venta de la cosecha no satisfacen aún las necesidades más elementales de sub­sistencia. (Barkin y Suárez, 1982:83)

Las marcadas transformaciones que ha experimentado el sector agropecuario en Jalisco, no solamente se leen en la gran insuficiencia de granos para el consumo humano y la industria, sino en los cambios sectoriales de la PEA en 1980; los datos más recientes arrojan cifras impresionantes sobre aquella que trabaja en actividades agropecuarias, que de hecho constituye en todo el Estado tan sólo el 28.5%, frente al 32.4% y al 39.1% de la industria y los servicios.* Esta situa­ción ha provocado una gran concentración de población en la Z.M.G.; por ejemplo, en la actualidad el municipio de Zapo- pan ve crecer su población a una tasa nual de 10.47%; (le si­gue con 5.30% Tlaquepaque. Los dos municipios constituyen el área más productiva de la Z.M.G., en cuanto a básicos se re­fiere, lo que significa que de no establecer un límite a este cre­cimiento de población, básicamente social, la expansión ur­bana se acabará con las áreas cultivables y agudizará aún más la escasez local de granos. El Estado debe plantearse in­mediatamente, una nueva política de planeación urbana y ordenamiento territorial para orientar el crecimiento de la población y el crecimiento urbano hacia otras áreas qué no pongan en peligro lo que queda en autoabasto de granos de la entidad.

*Estimaciones del Departamento de Programación y Desarrollo, Gobierno de Jalisco.

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Al parecer, el régimen de López Portillo ni siquiera in­tentó una reestructuración de la distribución poblacional, puesto que la acción de política regional no mostró en térmi­nos prácticos un interés por desarrollar nuevos centros de po­blación y, por tanto, por orientar la expansión urbana e in­dustrial hacia espacios no agrícolas. La distribución de las participaciones federales respecto a la satisfacción de las ne­cesidades regionales de cada municipio mantienen durante parte del setenta y el ochenta desproporciones muy significa­tivas, de ahí que Guadalajara dispone, bajo el mencionado gobierno, de un 52.020% de las participaciones federales de todo el estado, siguiéndole en orden de importancia Zapo- pan, con el 5.9%, Tlaquepaque, con el 3.4% y Tonalá, con el 0.54%*. Esto significa que tan sólo 4 municipios de los 124 ab­sorben casi el 62% del total de las participaciones federales.

Si la tendencia no se revierte, dentro de pocos años esta­remos experimentando un fenómeno de concentración urba­na, industrial y de población similar a la.caótica estructura urbana de la Ciudad de México, que de hecho es lo que le podría pasar a la ciudad de Guadalajara de proseguir el pro­ceso que desde hace ya 20 ó 25 años ha iniciado. El acelerado crecimiento social de la población de la Z.M.G.,la extremada concentración industrial, la acelerada expansión urbana, los cambios en la estructura de cultivos y la reducción de áreas agrícolas repiten el desastre del Distrito Federal. El reto que enfrenta Jalisco sólo podrá ser superado por una adecuada política que contemple seriamente los problemas antes mencionados.

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