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CAPÍTULO SEXTO DEMOCRACIA E INTERNET I. El proceso democrático . . . . . . . . . . . . . 199 II. Ventajas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201 1. Pluralismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201 2. Participación . . . . . . . . . . . . . . . . . 203 3. Democratización . . . . . . . . . . . . . . . 211 III. Peligros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215 IV. El Parlamento . . . . . . . . . . . . . . . . . . 218 Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM www.juridicas.unam.mx https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv DR © 2004. Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Jurídicas Libro completo en: https://goo.gl/y9aj1W

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CAPÍTULO SEXTO

DEMOCRACIA E INTERNET

I. El proceso democrático . . . . . . . . . . . . . 199II. Ventajas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201

1. Pluralismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2012. Participación . . . . . . . . . . . . . . . . . 2033. Democratización . . . . . . . . . . . . . . . 211

III. Peligros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215IV. El Parlamento . . . . . . . . . . . . . . . . . . 218

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CAPÍTULO SEXTO

DEMOCRACIA E INTERNET

I. EL PROCESO DEMOCRÁTICO

La democracia es un proceso continuo de control del poderque se articula a través de diversos mecanismos. El másllamativo de todos ellos es el sistema electoral que, conbase en un sufragio universal, libre, igual, directo y secre-to, permite, en su versión representativa, traducir en es-caños las preferencias de los ciudadanos expresadas envotos. No obstante, la democracia no se limita a las cues-tiones electorales, sino que va mucho más allá englobandoal pluralismo, la participación y diversos elementos axio-lógicos que la convierten en principio de convivencia. Lademocracia, en suma, es cultura, la cultura democrática.Se produce, de este modo, un salto desde la democraciacomo sistema a la democracia como valor, salto permisibleen un retrato tan rápido como el expuesto. Sin duda, eltérmino democracia presenta una complejidad semánticaimportante como lo atestigua su homonimia y anfibología.De lo que se trata ahora es simplemente de conectar laRed con algunos de los trazos básicos de un régimen de-mocrático.

Internet favorece el funcionamiento del proceso demo-crático desde diversos puntos de vista, que tratamos de ex-poner a continuación y que van desde cuestiones electo-rales a un papel que juega a favor del pluralismo y laparticipación en un sentido que va más allá de la simplelógica electoral. Kim Alexander es tajante en este sentidoal indicar que las nuevas tecnologías ofrecen “una oportu-nidad innovadora para hacer mejoras necesarias en la

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orientación de la democracia” (en Pau I Vall, 2002, 90). Yavimos que Internet es medio de comunicación y de vigilan-cia. Ahora reconocemos su virtualidad como medio de pre-sión, discusión-disuasión y participación. La Red no essólo la tecnología de la libertad sino también, como indicaShapiro, tecnología de la democracia (en Mayor/De Areil-za, 2002, 18). Pero, al mismo tiempo, la Red hace nacerdiversos peligros para el funcionamiento de un sistema de-mocrático, peligros a los que también aludiremos más aba-jo. Se abre, de este modo, un amplio campo de estudiopara el que se están acuñando términos diversos, como losde ciberdemocracia, democracia electrónica, democraciatecnológica, e-democracia o democracia virtual. Los “prin-cipales factores inductores” de “la transformación de la po-lítica y de los procesos democráticos en la sociedad red”vienen dados por “las consecuencias directas de las nue-vas tecnologías de la información sobre el debate políticoy las estrategias de búsqueda del poder” (Castells, 1998, 342).No obstante, hay que permanecer atentos para que la fas-cinación tecnológica no oculte las esencias de la democra-cia y no nos precipite a un desafortunado nihilismo ideo-lógico. El núcleo básico de la democracia no debe versealterado por los progresos técnicos porque éstos son merasherramientas para alcanzar los fines que vienen marcadospor otras vías, como la que ofrece el contenido axiológicode la democracia.

Como ya hemos visto al abordar la problemática de laregulación de la Red, el Estado se topa con un conjuntode cuestiones que se avienen mal con sus clásicos perfiles.Como indica Tapscott, ¿habrá que reinventar el Estado?(en Cebrián, 1998, 18). Los Estados perdían poder con losprocesos de integración supranacional y con la mayor in-cidencia de la descentralización de su territorio. Ahora, laglobalización coadyuva a acentuar esta situación. Ya sepuede imaginar un Estado virtual, “con sus propios ciu-dadanos, sus propias relaciones de poder, sus propios ob-jetivos y su propia y legítima soberanía” (Cebrián, 1998, 116),

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aunque no se nos entienda mal, hablamos, de momento,de imaginar.

II. VENTAJAS

1. Pluralismo

Una sociedad democrática es una sociedad regida por elvalor del pluralismo. El pluralismo, conectado con ese en-tendimiento de la política de Bentley como proceso de in-teracción y ajuste entre grupos, persigue una vigencia tan-to estructural como personal y sirve para que la diversidadde la realidad, consustancial a la convivencia humana,tenga reflejo jurídico-político. Los diversos sectores de lasociedad deben tener alguna forma de correspondencia enel plano del poder estatal, que debe respetar la autonomíade los grupos en los que la sociedad se articula. Las exi-gencias del pluralismo se sitúan, así, equidistantes entreel individuo aislado y el Estado. Las fórmulas que el orde-namiento jurídico ofrece para ello son varias, como lasasociaciones (en sentido genérico), los partidos políticos,los sindicatos, las asociaciones de empresarios o los cole-gios profesionales. Asimismo, los medios de comunicación,al menos los públicos, están llamados a responder a estaconcepción plural de la sociedad y recoger en sus agendaslas distintas tendencias y posiciones, a través de un deli-cado juego de inclusiones, exclusiones y priorizaciones. Deigual forma, la concepción plural de la sociedad da lugar aque los medios de comunicación, ahora concebidos en con-junto, respondan a tendencias diferentes que reflejen la di-versidad ideológica. Así se garantiza la existencia de cana-les plurales para la exteriorización de ideas.

El pluralismo rige en todos los ámbitos (político, social,cultural) vinculándose con las ideas de tolerancia y parti-cipación. Un sistema democrático lo necesita de maneraineluctable para asegurarse que el sistema representativo

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sea libre. No estamos hablando de meras interpretacionesdel discurso dominante, sino que el pluralismo debe darcobertura, como afirma Boix (2002, 169) a “opiniones quehieran, choquen o estén simplemente equivocadas”. Esmás, su vigencia es de mayor relevancia cuando sirve decobijo a posiciones minoritarias.

La Red fomenta la diversidad sociocultural y acerca auna enorme audiencia potencial a las posiciones minori-tarias, que encuentran, de esta forma, un canal para darsea conocer y salir de reductos que las ahogan. Internet esun canal privilegiado para la confrontación de posturas di-ferentes. Por ello la regulación que se haga tiene que sersensible con esta vertiente positiva que representa para elpluralismo. Indica Fernández Esteban (1998, 110) que “lavitalidad del debate político e ideológico que puede encon-trarse en Internet es una fuente de enriquecimiento de lademocracia”. Ante lo cual, prosigue, aparece “una nuevadimensión de la libertad de expresión, al favorecer el plu-ralismo y la multiplicación de la información”. Es aquídonde hay que situar la necesaria regulación pública deInternet para garantizar el acceso en términos de igualdady universalidad y con las dosis de calidad precisas paraasegurar una eficaz conexión. La Red ayuda a que la com-plejidad de la sociedad se refleje en el ejercicio del poderpolítico frente a individualismos disfuncionales. La per-meabilidad del poder político se ve mejorada con Internetpor lo que es más sencillo llegar a él.

Internet, al permitir nuevas formas de comunicación,enriquece la situación de pluralismo mediático que debereflejar la diversidad ideológica. Así, el poder público nosólo tiene que salvaguardar las condiciones técnicas parael acceso y el desarrollo de la Red, sino que también debevelar por el pluralismo de la misma reaccionando ante in-tentos de control de los mercados informativos por partede las grandes empresas.

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2. Participación

La democracia también es participación, una participa-ción, como afirma Giddens (2000, 169), que debe ser efec-tiva, lo que “significa que hay que proporcionar a los in-dividuos los medios para que se escuchen sus voces”. Laparticipación se halla en las mismas raíces de la democra-cia occidental. La buena salud de una democracia se mideen gran parte a través de los niveles de participación ciu-dadana. Los mecanismos de realización, en este caso, sonigualmente diversos. El primero de ellos es la democraciadirecta, articulada en torno a las figuras del referéndum,del plebiscito. A su vez, la lógica de la democracia repre-sentativa lleva a las elecciones parlamentarias y presiden-ciales. A todas estas consultas la Red facilita su realiza-ción. Asimismo, la participación también se articula através de diversas vías diferentes a las electorales. En estesentido, es común establecer la posibilidad de articularuna iniciativa legislativa popular, de manera tal que unconjunto de ciudadanos incoen el procedimiento legislati-vo, o reconocer el derecho de petición, para que los ciu-dadanos se puedan dirigir directamente a los poseedoresdel poder político. En el ámbito judicial la participación secanaliza a través de la institución del jurado y de accionesprocesales populares. En la administración, los ciudada-nos pueden tener un derecho de audiencia en la elabora-ción de las disposiciones administrativas que les afecten(por ejemplo, artículo 105 de la Constitución española). Asu vez, la participación sociocultural puede articularse a tra-vés de centros docentes o asociaciones de todo tipo. Internettambién presta una muy relevante ayuda a estas otras for-mas de participación no electoral con el objeto de facilitar-las e impulsarlas.

Desde el punto de vista electoral la Red es un salto cua-litativo en el voto electrónico al incorporar una serie deavances difíciles de contrarrestar con argumentos basadosen razones de seguridad que técnicamente ya no se sos-

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tienen si las cosas se hacen con corrección y profesiona-lidad. Una noción válida de voto electrónico es la que nosda Fernández Riveira (2001, 205) al afirmar que “es aquelque se ejercita por medio de procedimientos electrónicos”.Por tanto, hay muchas manifestaciones de voto electrónicoque nada tienen que ver con Internet. Es más, la mayorparte de las articulaciones técnicas que existen para reali-zar votaciones electrónicas no afectan a la Red. Así, y amodo de ejemplo, el uso de tarjetas con banda magnéticaque leen las urnas electrónicas o los sistemas de perfora-ción de papeletas son formas de votación electrónica aje-nas a Internet. Votaciones electrónicas ya se han produ-cido en muchos lugares del planeta (Bélgica, Holanda,Francia, Noruega, Dinamarca, España, Brasil, EstadosUnidos, México —en las presidenciales de julio de 2000 sevotó en el Distrito Federal mediante un sistema de reco-nocimiento facial, el facelt de visionics, que permitía a unescáner transformar la imagen de la cara del votante enun código digital que lo identificaba—).

El derecho de sufragio activo debe basarse en una seriede rasgos exigidos por el propio proceso democrático. Alu-dimos, claro está, al sufragio universal, libre, igual, directoy secreto, que encuentra un reconocimiento prototípico enel artículo 39 de la Ley Fundamental de Bonn, preceptoque alude a la elección de los miembros de la Cámara Bajaalemana. El sistema que se emplee para votar debe pre-servar la autenticidad del votante, basándose en un censo,y su anonimato. Tiene que, además, mantener la impar-cialidad y la fiabilidad de la votación evitando problemastales como los fraudes, la duplicidad de votos o el recuentoprevio al cierre de las mesas. La realización de una con-sulta electoral por medios electrónicos debe garantizartodo ello.

Internet incide positivamente en cuatro cuestiones queconstituyen otros tantos momentos diferentes al efectuarun proceso electoral: durante la votación, en el momentodel recuento, cuando se envían los resultados a los orga-

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nismos centrales y cuando se difunden tales resultados. Elvoto por Internet puede ser presencial (poll side Internet vo-ting), cuando el elector se desplaza físicamente al colegioelectoral, o remoto (remote Internet voting), cuando usa unequipo informático que no se halla en dicho colegio. Seade una forma u otra, el voto por Internet requiere más exi-gencias de seguridad que otros tipos de voto electrónico.En este sentido, es posible emplear técnicas diversas paraaportar la ansiada seguridad, como la propagación en olas,multirutas, certificaciones locales, firmas digitales, corta-fuegos, detectores de intrusos o antivirus. El votante de-positará la opción elegida en una urna virtual. El sistemade acreditación de dicha persona, basado en un registroprevio y articulado sobre una infraestructura de clave pú-blica (firma digital), debe preservar el secreto del contenidode su voto y, en cierto sentido, de sus propios datos. Enefecto, debe saberse efectivamente quién vota, sobre todosi el ordenamiento jurídico configura el voto como obliga-torio, pero lo que no puede saberse es a qué opción ha vo-tado ese ciudadano. La criptografía homomórfica permiteresolver esta problemática. De lo que se trata es de pre-servar la anonimia y, así, que no se pueda conectar, a lolargo del proceso, la identidad del elector con el contenidode su voto. Asimismo, el sistema que se implemente debegarantizar que sólo voten los que tengan derecho a ello yque no se den como válidos aquellos votos que no lo son,además de su propia disponibilidad, es decir, que no se“caiga” durante la votación, y de su verificabilidad. Deigual forma, tendrá que haber mecanismos de intervencióno de auditoría que supervisen la buena marcha de la con-sulta.

El recuento electrónico de votos exige una operacióncomputacional de complejidad mínima. El envío de los da-tos escrutados y la publicación de los mismos adquiere vi-sos de instantaneidad con las virtualidades de la Red. Mu-chas son las ventajas que se podrían citar: el voto porInternet, correctamente articulado, elimina los inconve-

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nientes del desplazamiento a los colegios electorales; faci-lita la participación; introduce mayor rapidez y exactituden el proceso de recuento, transmisión y publicación de losresultados; abarata los costos económicos; aporta mayorseguridad y confidencialidad a todo el proceso; dificulta elfraude electoral; aumenta la claridad y objetividad de laconsulta; hace menguar la carga de trabajo; reduce la con-flictividad en el recuento; educa al cuerpo electoral en lasnuevas tecnologías (lo que es una obligación para el Esta-do social), y facilita el intercambio de información entre losdiversos agentes implicados.

El gran escollo que se plantea al voto por Internet es lafalta de seguridad, lo que lleva al fantasma del pirata in-formático que intercepta el escrutinio y lo manipula o a lasuplantación de la personalidad del elector o al levanta-miento del secreto del voto. ¡Una sola persona puede hacervariar todo el resultado electoral! En la actualidad el gradode desarrollo técnico en este tipo de cuestiones contradicesemejante tipo de temores. Los riesgos de votar por Inter-net no son mayores que los que se localizan en otros tiposde votación (más bien son menores), ni tampoco son ma-yores a los que se encuentran en cotidianas operacionesque efectuamos a través de la Red con la mayor confianza.La tecnología ya está lista y sigue avanzando.

El reto —como se dice en la ya citada Declaración Institu-cional del Observatorio Voto Electrónico de 1o. de marzo de2003— no es contar votos electrónicamente de manera se-gura. Ese no es el reto, la humanidad hace más de mediosiglo que lo sabe hacer, el reto consiste en la competenciapara desplegar una arquitectura física y lógica robusta, só-lida y atención transparente para los interventores y paralas autoridades electorales, con funcionalidad bajo controlíntegro por parte de los interventores y las autoridades elec-torales, capaz de organizar la confianza y responder a ata-ques contra la señal, contra los procesos o los códigos ma-liciosos. El reto consiste, en suma, en desplegar sistemascompletamente auditables, al servicio de la comunidad ybajo absoluto control de la comunidad.

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Pese a los avances logrados en la materia, los recelosque sigue despertando son importantes. La consecuenciade ello es el retraso en la implantación de las modernastecnologías de decisión.

Experiencias de voto por Internet en procesos políticosreales ha habido, de momento, muy pocas, pero no cabeduda que el futuro los irá imponiendo paulatinamente amedida que se salven las reticencias aún existentes. Losriesgos de seguridad no son mayores que los presentes enuna votación tradicional o en el resto de votaciones elec-trónicas si el sistema se articula correctamente. El que síconstituye un problema real es la desigualdad que puedegenerar entre los que tienen más facilidad de acceso y losque no, lo que, como ya vimos en el capítulo inicial de estelibro, es hoy en día una realidad bastante evidente. En Es-tados Unidos la iniciativa del Partido Demócrata de Arizo-na en el año 2000 de abrir sus primarias al voto remotopor Internet, originó la respuesta de los responsables dela ONG “Proyecto para la Integridad del Voto” al estimarque era discriminatoria para las minorías raciales dado quelos negros y los hispanos usan menos la Red y disponenen sus casas de menos accesos. Ello provocó una interven-ción judicial que autorizó la consulta digital en marzo de2001 a pesar de reconocer la crítica que se esgrimía, con-sulta que ha sido la primera de carácter político para elvoto por Internet. Alemania, por su parte, fue el primerpaís europeo, en julio de 2001, que acogió una experien-cia real de voto por Internet para elegir un órgano de de-recho público (el Consejo de la Juventud de la localidadde Esslingen).

Por su parte, para los institutos de democracia directaInternet es un gran desafío y una puerta que se abre comoalternativa a la predominante democracia representativa.La lógica de la historia impuso a esta última, pero ahorael debate, tan viejo como el propio Estado constitucional, sereabre desde presupuestos diferentes. Un auténtico replan-teamiento para la política moderna. Algunos, como señala

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Muñoz Machado (2000, 23), “ven el resurgimiento de la de-mocracia directa con optimismo, con toda la frecuencia po-sible, porque, a la postre, esta oportunidad digital de en-sanchar la participación no es más que una recuperaciónde la soberanía por los ciudadanos, un condicionamientonuevo a la delegación de aquélla a los gobernantes”. A suvez, Castells (1998, 389) señala que “los referendos indi-cativos sobre una gran variedad de temas pueden propor-cionar una útil herramienta cuando se usan con cuidado,sin ceder a la estructura demasiado simplificada de la po-lítica de referéndum”.

En realidad existen planteamientos muy diversos sobreesta cuestión, que incluso datan de hace un par de déca-das, como la posición de Yoneji Masuda (1984, 120 y ss.),quien abogaba por la transformación de la democracia re-presentativa en una democracia participativa a causa delcambio en el patrón de comportamiento de los ciudadanos,de la necesidad de que las decisiones políticas no tenganefectos de largo alcance, de los efectos globales de lascuestiones a decidir y de la resolución de las dificultadestécnicas para la participación. El correcto funcionamientode esta democracia participativa exige, en su opinión, queparticipen, valga la redundancia, el mayor número posiblede ciudadanos, que esté presente un espíritu de sinergiay ayuda mutua, que se universalice el derecho a la infor-mación, que haya una distribución equitativa de beneficiosy sacrificios, que se busque una resolución extrajudicial delos conflictos y que haya una importante cooperación ciu-dadana para la puesta en marcha de las soluciones adop-tadas. No obstante, pese a lo dicho, estimamos que lasventajas de la democracia representativa sobre la demo-cracia directa son de índole material y, por tanto, no se ba-san en escollos técnicos e imposibilidades de ese tipo.

Lo evidente es que la Red puede hacer más viable la rea-lización de consultas directas a los ciudadanos sobre te-mas puntuales, en la medida en que agiliza el proceso yahorra costos. Pero ello debe verse como un complemento

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de la democracia representativa y no como un sustituto dela misma. La complejidad de las modernas sociedadesaconseja la permanencia de los esquemas representativos.Es la misma idea que sostiene Tudela Aranda al apuntar queInternet puede ser un instrumento de “gran utilidad” parala democracia representativa “por su capacidad para com-plementar los mecanismos estrictamente representativosdesde un incremento notable de la participación política”(en Cayón Garrido, 2001, 104). En otro lugar este autor rea-firma lo dicho al señalar que las nuevas tecnologías refuer-zan la democracia representativa y “pueden eliminar reti-cencias del ciudadano frente a la acción política, dentro delesquema de la democracia representativa” (en Pau I Vall,2002, 155).

Un par de apuntes más desde el ámbito electoral antesde proseguir. Internet facilita el ejercicio del voto en gene-ral, es decir, que no sólo aporta ventajas para que el puebloelija a sus representantes o participe en un referéndum, sinoque también puede emplearse para las votaciones que rea-licen los propios diputados en las cámaras en las que seintegran. Asimismo, Internet también es un instrumentosumamente útil durante la campaña para difundir publi-cidad electoral ganando eficiencia y reduciendo costos ma-teriales y ecológicos. Los candidatos, al igual que los par-tidos, pueden crear páginas personales para explicar susproyectos y responder a las preguntas de los ciudadanos.Desde 1994 las computadoras se emplean en Estados Uni-dos como instrumentos de propaganda política.

Pero la participación que nace de la democracia no seagota, claro está, con los procesos electorales. Como se afir-ma en la citada Declaración Institucional del ObervatorioVoto Electrónico, “el impacto de las modernas tecnologíasde decisión no se reduce o comprime a los periodos elec-torales”, sino que “su eficiencia y eficacia encuentra sumayor apogeo entre periodos electorales”, porque “la san-gre de la política es la comunicación entre electores (co-municación horizontal), entre electores y elegidos (comu-

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nicación vertical) y entre electores y aglutinadores, parti-dos, coaliciones o agrupaciones cívicas (comunicación in-termediada)”. De este modo, Internet facilita el juego detodo el esquema participativo que ofrecen los modernos re-gímenes democráticos.

Las nuevas legitimidades que se crean en las sociedadesactuales, soslayando las vías tradicionales, encuentran enla Red un camino perfecto de proyección ante la falta deotras vías formales de participación. Grupos de presión,organizaciones no gubernamentales o colectivos ciudada-nos se expresan y tratan de llegar a la opinión pública conel auxilio de las nuevas tecnologías, que son capaces deproyectar exponencialmente iniciativas en principio limita-das. La participación no es sólo política sino que resultamás poliédrica y abigarrada como lógica consecuencia delnuevo esquema de relaciones entre ciudadanos y centrosde poder.

La participación, en suma, permite que los ciudadanossean sujetos activos de su propia historia. Internet da nue-va vida a la participación política. La eficacia de la mismaredimensiona el concepto de control del poder y lo acercaa estándares de verdadera justicia democrática. Las nue-vas posibilidades que Internet ofrece al sistema mediáticoactivan la participación social en los procesos de comuni-cación e información. Una verdadera participación ciuda-dana únicamente se puede articular en torno a flujos deinformación construidos en aras de los intereses de la so-ciedad. Fernández Riveira (2001, 229-230) habla del for-talecimiento de la participación pública en el proceso de-mocrático, en donde “el voto electrónico sería un primerpaso, el voto a través de Internet un segundo paso, la aper-tura y participación en más información pública, el incre-mento de posibilidades de consulta a la ciudadanía, lospasos que, tal vez, están por venir”. Ello transforma la na-turaleza misma del poder político y origina “la reducciónde la importancia y necesidad, tal y como hemos entendidohasta ahora, de los representantes del poder político” (ibi-

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dem, 233). Internet ayuda a la discusión democrática y al fo-ro abierto de debate que implica. Así, indica Giddens(2000, 169), es posible que la “fuerza del mejor argumentocuente frente a otros medios para tomar decisiones”. A lo queañade que “la participación en el debate con otros puedeconducir al surgimiento de una ciudadanía más ilustrada”y a la “ampliación de los horizontes cognitivos individuales”.

En el horizonte todavía utópico late la idea de que la al-dea global de los tiempos modernos se convierta en laasamblea global con posibilidades de participación de cadaciudadano al instante mediante los equipos informáticosubicados en su hogar o trabajo. El ágora digital.

3. Democratización

La Red, en definitiva, incide en el proceso de democra-tización que se da en una sociedad avanzada. Su poten-cial, en este sentido, se detecta a primera vista en la me-dida en que, como ya hemos visto, “permite el acceso encondiciones de gran paridad” (Boix Palop, 2002, 169). Eneste apartado queremos recoger una serie de manifestacio-nes que por razones sistemáticas no hemos consideradooportuno plasmar con anterioridad.

Internet convierte a la información en un bien comúnaccesible a todos. La información es esencial para la bue-na marcha de un sistema democrático. En este sentido,“los ciudadanos necesitan información antes de que pue-dan hacer elecciones razonables sobre quién los repre-sentará” (Coleman/Taylor/Van de Donk, 1999, 365). Lainformación que se reclama es tanto privada como pública,como ya parecen haberlo entendido diversos gobiernos quevuelcan en la Red noticias de casi todas sus actividades(el gobierno estadounidense abrió en el año 2000 un portaldesde el que se accede a los 20,000 sitios de la adminis-tración federal —firstgov.gov—). Se abre, así, una retahílade nuevas oportunidades para la ciudadanía, que correnparalelas a su aumento de responsabilidad en las tareas

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de gobierno. En efecto, “los individuos serán más respon-sables de conservar la libertad, salvaguardar la democra-cia y crear una sociedad civil” (Shapiro en Mayor/De Areilza,2002, 32). El aumento de las capacidades de informacióny formación de la ciudadanía permite mejorar el tono de-liberativo de las sociedades democráticas, al igual que elcontrol que se ejerce sobre los poseedores del poder polí-tico. El proceso continuo del que hablábamos al principiode este capítulo se puede hacer, así, evidente.

Lessig (2002, 412) también detecta esta supervisión porparte de la ciudadanía: “a medida que los costes de la mo-nitorización de las opiniones de la ciudadanía vayan des-cendiendo, y a medida que se vayan construyendo máquinasdestinadas a la monitorización permanente de la pobla-ción, iremos tendiendo a producir una perpetua corrientede datos referentes a lo que la gente piensa acerca de cadauno de los temas que los gobiernos pueden abordar”. Noobstante, la abundancia de información no sólo ameritaun juicio positivo, sino que también puede resultar, en al-guna ocasión, perturbadora. Es lo que señala Diezhandino(2001, 221) al oponer, en conexión con el concepto de re-dundancia, las ventajas de la información presentada envarias modalidades (contribuir positivamente en el procesocognitivo y realzar la posibilidad de almacenarla en la me-moria) con los problemas que genera (“añadir modalidadesextras al texto degradan la memoria sobre el contenido” alproducirse “interferencia, distracción, sobreestimulación,carga cognitiva y fatiga”). En un sentido parecido se expre-sa Rubio Núñez (2000, 298) al señalar la “sobrecarga in-formativa” y la “saturación de contenidos”. La buena for-mación de la ciudadanía y la adecuada cultura políticapermitirá enfrentarse a las disfunciones del exceso de datos.

La Red es una nueva forma de redistribución del poder.Ello permite la irrupción de nuevos actores o la potencia-ción de aquellos que se encontraban en inferioridad decondiciones en la sociedad analógica. Ejemplo paradigmá-tico pueden ser las organizaciones no gubernamentales,

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que con la Red ven aumentada “su capacidad de difundire influir, de organización a persona (O2P), hasta un gradoinsospechado, a distancia a través del correo electrónico,o las páginas web, y potenciando su fuerza moral, en lamedida en que la tienen, o simplemente la difusión de in-formación”. A lo que se añade que “su capacidad de coor-dinación se ve también incrementada, tanto entre ellas(O2O) como en las relaciones de persona a persona (P2P)”(Ortega Klein en Mayor/De Areilza, 2002, 38). Todo ello lle-va a una democratización de la sociedad civil internacio-nal, que corre paralela a las relaciones estatales y, a veces,a distancia de las mismas. Aunque este advenimiento deuna nueva sociedad civil internacional, muy sugerente yque despierta nuevas vías de análisis, hay que entenderlo,de momento, en su justa medida. Esta llamada a la pruden-cia la encontramos en Mattelart (1998, 116) cuando señala“que la sociedad civil internacional sea factible sigue de-pendiendo en gran parte de las correlaciones de fuerza in-ternas en los Estados-naciones y de las presiones ejercidasdesde estos territorios”. A lo que añade que “hasta que nose demuestre lo contrario... el territorio nacional sigue sien-do el lugar de construcción de la ciudadanía”. Creemosque ya empieza a ser posible demostrar lo contrario, enparte gracias a Internet. De lo que no cabe duda es queel mundo digital favorece nuevas formas de hacer políticasupranacional, una política en un mundo reticular que es-timula el talante deliberativo.

La democratización que favorece Internet trae consigolas ventajas del valor del “caos”. La desaparición de jerar-quías en la Red impulsa los elementos caóticos de la mis-ma que, como indica Cebrián, “son, en ocasiones, valora-dos como algo positivo, pues se considera que constituyenun avance en el disfrute de la libertad personal”. Es unguiño a un individualismo que puede redundar de manerapositiva para la sociedad, si se controlan los riesgos dedesgobierno que surgen. Pero desde ese caos e individua-lismo puede producirse una agregación de intereses a tra-

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vés, por ejemplo, de foros de discusión que generen ciertosconsensos y que conecten, incluso, representantes y re-presentados.

Asimismo, cualquier tipo de opinión tiene importanciaen Internet como corolario de la posición igualitaria queofrece la Red a los usuarios. Por ello, “las minorías estánmejor representadas que nadie en la web, donde práctica-mente cualquiera puede tener su sitio” (Cebrián, 1998, 100).De esta aproximación a las opiniones individuales se pasaal tema, ya visto, de la construcción de la opinión pública,que encuentra en Internet un eslabón más en su evolucióndesde que “la llegada de la prensa dirigida a amplios sec-tores de la población” estableciera “el marco de un debatesobre el surgimiento de una democracia basada en la opi-nión pública” (Mattelart, 1998, 36). Opina Castells (2001,187-188) que “Internet ofrece un potencial extraordinariopara la expresión de los derechos del ciudadano y para lacomunicación de los valores humanos”, de ahí que “aligualar relativamente las condiciones en que distintos acto-res e instituciones pueden proceder con la manipulación desímbolos y al ampliar las fuentes de la comunicación, con-tribuye sin duda a la democratización”. La Red ofrece a es-cala planetaria un espacio de discusión para que los ciu-dadanos expresen sus opiniones. Se abre la perspectiva de“un nuevo proyecto democrático” y de “un nuevo contratosocial” (Frydman, 1997, 300). El espacio-tiempo neopúbli-co reubica al ciudadano digital en esta dimensión políticaque viene constituida por la democratización.

Se llega, de este modo, a nuevos campos de legitimaciónque enriquecerán la marcha sociopolítica y que permitiránabrir sociedades cerradas, que, pese a sus intentos, no lo-gran controlar el tráfico de la Red. A la larga “la batallade la censura está perdida” (Ortega Klein en Mayor/DeAreilza, 2002, 44), aunque la moderna tecnología ofrezcamejores mecanismos de control.

En la administración de justicia, en suma, Internet fa-vorece, como dijimos, la participación, principalmente con

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las nuevas facilidades que en potencia le otorga a la ins-titución del jurado. Además, surge la posibilidad de ciber-jueces que agilizarían la marca de la justicia y ahorraríancostos al entramado público. La videoconferencia permiti-ría mantener la magia de la presencialidad.

III. PELIGROS

El ciberespacio también ofrece un déficit democráticoque ya ha sido apuntado desde diversos ángulos e instan-cias. Antes hemos apuntado los riesgos de inseguridad, so-brecarga informativa y de desgobierno. Parémonos ahoraen otras cuestiones.

En este sentido, se puede traer a colación a Cebrián(1998, 94) cuando afirma que la globalización del sistemahace palidecer “la presencia de las autoridades políticasnacionales y permite un protagonismo mayor de las com-pañías propietarias del hardware y del software sobre losque se basa la creación del ciberespacio”. “En él —prosi-gue— la responsabilidad social no reposa tanto en los go-bernantes como en el mundo de los negocios”, ya que “lasempresas suplantarán funciones tradicionales de la gober-nación política”, a pesar de no poseer “para ello ningunalegitimación visible”. En semejante línea se encuentra Paul(2001, 32) al llamar la atención sobre el enorme peso degrupos de comunicación mundiales reforzados con fusio-nes y el riesgo que ello supone para el pluralismo y la di-versidad. La concentración de poder empresarial productode las diversas líneas de convergencia que se implemen-taron en los últimos años es un riesgo para un régimendemocrático. Son los riesgos de los nuevos monopolios delos que habla el Informe de la Comisión Especial sobre Re-des Informáticas del Senado español, del 17 de diciembre de1999.

Al margen de este peligro evidente de mercantilismo, te-nemos la “dificultad que la utilización de Internet como

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mecanismo democrático” encierra “a la hora de generarconsensos colectivos que no estén determinados por unmecanicismo absoluto” (Rubio Núñez, 2000, 291). Además,la capacidad de las nuevas tecnologías, ya reseñada, deproyectar de manera muy importante posicionamientosinicialmente limitados de determinadas organizaciones ogrupos puede resultar disfuncional para la lógica democrá-tica, que pese a todos los cambios, sigue basándose en es-quemas representativos formales que descansan en el Par-lamento y en el presidente del gobierno por él elegido, oen un presidente emanado directamente de una convoca-toria electoral. Internet puede coadyuvar a oscurecer laverdadera correlación de fuerzas representativas en unaderivación hacia posiciones organicistas de corte autorita-rio. La Red incide en lo que Castells (1998, 389) llama “po-lítica espectáculo”, “con sus explosiones de modas y mitos,una vez que el poder racionalizador de los partidos y lasinstituciones fuera sorteado por los flujos de talantes po-líticos repentinamente convergentes y divergentes”. La ma-yoría, la verdadera mayoría, es la que determina las elec-ciones válidamente celebradas. Falacias argumentales enapoyo de la democracia de la identidad, que diluyan la ló-gica representativa, se pueden asir a la Red como vehículopara articular mecanismos de democracia directa que des-de un punto de vista jurídico sean aporías para la verdade-ra racionalidad democrática.

La intolerancia y agresividad que Internet usa como ins-trumento mina los sentimientos ínsitos al juego democrá-tico. Es conocido que “la vulnerabilidad tecnológica de In-ternet permite a las expresiones de protesta individualesy colectivas desbaratar las páginas web de las redes elec-trónicas de agencias gubernamentales o corporacionesconsideradas como representantes de la opresión y la ex-plotación” (Castells, 2001, 160-161), cuando en realidad setrata de instituciones dotadas de absoluta legitimidad. Estasituación puede generar una peligrosa confusión de roles(el antidemocrático, por un lado, y el democrático, por

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otro) en una muy negativa espiral de desgaste de la racio-nalidad democrática, auspiciada por la ausencia de res-ponsabilidad social.

Curiosamente, también se ha aducido que el aumentode las posibilidades participativas de los ciudadanos puedemenguar la democracia del sistema. En efecto, a medidaen que crece dicha participación aumenta la necesidad deinformación y conocimientos, lo que repercute en beneficiode las elites y en perjuicio de la mayoría de la población.Así, se ha afirmado que “profundizar en los elementos par-ticipativos del sistema, como parece inevitable, supone, si-multáneamente, incorporar una dosis de elitismo a la po-lítica frente a la tendencia democratizadora de la mismadominante durante el último medio siglo” (Tudela Arandaen Cayón Garrido, 2001, 105). En un sentido similar te-nemos las palabras de Castells (1998, 389) cuando advier-te del peligro de la institucionalización de una “democraciaateniense”, en la que “mientras una elite relativamente pe-queña, culta y rica de unos cuantos países y ciudades ten-dría acceso a una herramienta extraordinaria de informa-ción y participación política que mejoraría realmente laciudadanía, las masas incultas y desconectadas del mun-do y del país permanecerían excluidas del nuevo núcleodemocrático”. Es ésta una argumentación sumamente pa-radójica que no carece de fundamento. Tal vez olvide algoesencial y más tranquilizador: las nuevas tecnologías nosólo favorecen la participación sino que también incremen-tan las posibilidades de educación, información y conoci-miento, con lo que el resultado final más bien parece serla irrupción de tendencias más igualitarias que elitistas.La distancia entre los ciudadanos, en términos de culturapolítica, se acerca, aunque, claro está, no se iguale.

Del mismo modo, mientras no se remedie la desigualdaden el acceso y uso de la Red, es un riesgo para la demo-cracia. El aludido Informe de la Comisión del Senado es-pañol llama la atención sobre los “problemas políticos y derepresentatividad en los Estados democráticos” si se con-

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solida la dualización entre los que tienen capacidad paraacceder a la información y los que no la tienen, o entre losque viven en una zona con acceso a través de la “bandaancha” y los que habitan en “lugares con el arcaico accesoa las redes telefónicas rurales”. Se trata, sin duda, de unproblema de difícil solución al que se le tiene que prestarla debida atención si se quiere superar.

Aún hay algo más: la praxis; es decir, la realizaciónpráctica de las ventajas y posibilidades que desde el puntode vista democrático arroja la Red no parece, al menos porel momento, encontrar correlato en su realización efectivaque sirva para corroborar todas esas potencialidades. Esuna afirmación quizá demasiado genérica, además de for-zosamente provisional, más bien una percepción intuitivabasada en una serie de datos y percepciones. No obstante,Castells (2001, 177) también se expresa en una línea si-milar cuando indica que, si bien “se esperaba que Internetpudiera ser un instrumento ideal para fomentar la demo-cracia”, “la mayor parte de los estudios e informes descri-ben un panorama bastante negativo, con la posible excep-ción de las democracias escandinavas”. Más adelante esteautor sostiene (ahora creemos que ya exageradamente)que, de momento, “en lugar de reforzar la democracia abase de fomentar la información a los ciudadanos y suparticipación, los usos de Internet tienden más bien a pro-fundizar la crisis de la legitimidad política, proporcionandouna plataforma más amplia a la política del escándalo (ibi-dem, 180). Esperemos que en el futuro haya una mejor im-plementación práctica de semejantes potencialidades.

IV. EL PARLAMENTO

El Parlamento sigue siendo, pese a los cambios que enel plano jurídico han acontecido desde la configuración delEstado constitucional, un referente imprescindible en unsistema democrático. Su centralidad en el mismo es in-cuestionable dado que la lógica de la democracia repre-

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sentativa le permite imputar al pueblo sus propias decisio-nes. Función ésta, la de representación, que se añade aotra que también presenta una importancia vital, la fun-ción de control, que actualiza otra lógica, la del equilibriode poderes. El sistema parlamentario engloba tanto los es-quemas formales del tradicional Estado de derecho comola carga material que proviene de sus orígenes anglosajo-nes, ejemplificada en el rule of law. No obstante, el Parla-mento se debe enfrentar a una serie de problemas quehunden sus raíces en la tan repetida expansión del PoderEjecutivo, fortalecido con la mayoría parlamentaria guber-namental, y en las rémoras de adecuación a una realidadtan dinámica y cambiante como es la actual, que mezclaEstado social, neoliberalismo y sociedad de la información,entre otros fenómenos. Este contexto genera nuevas legi-timidades que inciden en la representatividad de la insti-tución parlamentaria. La política simbólica y la seducción(engañosa) de la democracia de la identidad o directa juegaen contra de las estructuras representativas. Es en esta sen-sación de cierto anquilosamiento donde Internet puede jugarun papel de reactivo que mejore la posición de las cámarasparlamentarias. Así lo entiende Pau I Vall (1998, 195) cuan-do afirma que las nuevas tecnologías suponen un reto ala actualización de las instituciones parlamentarias. Deigual modo, Tudela Aranda considera “plausible pensarque las nuevas tecnologías y, en concreto, Internet, pue-den irrumpir en auxilio” del Parlamento (en Cayón Garri-do, 2001, 64). El Parlamento, en suma, no debe perder lacentralidad del debate político.

En este sentido, la Unión Interparlamentaria, años atrás,ya había percibido la virtualidad de las nuevas tecnologías,y en la resolución adoptada, el 15 de septiembre de 1997en el Cairo, en la 98 Conferencia de dicha organización,“demande aux Etats de garantir en permanence l’accès illi-mité des citoyens à l’éducation et à l’information et, à cetégard, souligne l’utilité des nouvelles technologies pour letravail des parlements”. Incluso, en un informe que data

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de 1991 se decía que “los parlamentos están introduciendola utilización de la informática en su funcionamiento”(Hjordtal, 1991, 12). Asimismo, por todo el mundo, espe-cialmente en los países democráticos, las cámaras han idoelaborando sus páginas web, si bien con una finalidadpreferentemente descriptiva e informativa, que no deja deser de indudable interés para toda la ciudadanía. De igualmodo, los grupos parlamentarios y muchos diputados yaposeen páginas propias, a las que hay que añadir las di-recciones de correo electrónico. Estos instrumentos pue-den llegar a potenciar la figura del representante frente aldominio del grupo parlamentario y, por ende, del partido,lo que es más acorde con las exigencias del mandato re-presentativo. Lo dicho reclama una precisión. La introduc-ción de las nuevas formas de comunicación de Internet enla dinámica parlamentaria conlleva la exigencia de realizarlos esfuerzos oportunos para su correcto mantenimiento ysupervisión, porque de poco sirven los instrumentos cita-dos si su contenido no está actualizado ni se revisa.

En este punto de la evolución parece imprescindible su-perar el estadio de la mera descripción e implementar víasinteractivas para que los ciudadanos hagan llegar su voz alParlamento y que la relación de éste con el pueblo no seaunidireccional. Por medio de la interactividad de la Red elpueblo puede ejercer diversas actividades de control de laactividad política y convertir al Parlamento en crisol departicipación ciudadana. Una participación que encuentrasalidas muy diversas gracias a Internet, que van desdecomparecencias en comisiones hasta una articulación di-gital del derecho de petición, pasando por la instauraciónde foros como los ya experimentados en el Bundesrat ale-mán o en el Senado español. No obstante, parece conve-niente no perder la prudencia a la hora de ofrecer solu-ciones técnicas como las referidas para no caer en lasaturación, siempre disfuncional, lo que obliga a haceruna adecuada ponderación de los medios, los fines y lasposibilidades reales. El Informe de la Comisión Especial

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sobre Redes Informáticas del Senado español, del 17 de di-ciembre de 1999, señala en este orden de ideas que “lasinstituciones parlamentarias utilizarán las redes electróni-cas para aproximar las relaciones entre representantes yrepresentados, facilitando la participación activa y directade los españoles en sus actividades y procedimientos”.

El Parlamento tiene que estar cerca de la sociedad y desus ciudadanos para colmar sus ansias de legitimidad por-que las elecciones periódicas no lo aportan todo, aunquesí, hay que reconocerlo, la mayor parte. El Parlamentodebe conducir a la opinión pública hacia el sistema demo-crático y ser el faro político principal que alumbre a la ciu-dadanía.

Internet es una gran ayuda para el ejercicio de la funciónparlamentaria de información, al tiempo que proporcionaun conjunto de instrumentos para compensar el desequi-librio con el Poder Ejecutivo. La inmediatez con la que sepuede trabajar en la Red propociona valor añadido a esalabor de información, imprescindible para la adecuadaconstrucción de la opinión pública y vital para conseguirla permeabilidad de la institución. Esta mejora de la in-formación es beneficiosa para la capacidad de comunica-ción política de los Parlamentos, en gran parte limitadapor los medios de comunicación. Éstos actúan con deter-minados sesgos ideológicos y a golpe de intereses mercan-tiles, por lo que la mejora de la información de las cámarasse nos antoja doblemente interesante desde los postuladosdel pluralismo y desde la eliminación de intermediarios.No en vano, como se ha dicho, “la información es la ma-teria prima de una sociedad democrática” (Alexander enPau I Vall, 2002, 90). La tarea de llegar a la informaciónno sólo se facilita a la ciudadanía sino también a los pro-pios parlamentarios, tanto durante las sesiones como enotro momento cuando quieran consultar un proyecto deley, un diario de sesiones o un discurso de algún diputado.La función legislativa, por su parte, se ve mejorada con laintroducción de nuevas vías de participación en el proce-

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dimiento de elaboración de normas. Esto lleva a TudelaAranda a considerar “recomendable que los parlamentosintroduzcan en sus procedimientos legislativos una faseanterior de consulta a colectivos sociales y que ésta se ar-ticule, básicamente, a través de la Red” (en Cayón Garrido,2001, 86). De igual modo, resulta evidente el papel desta-cado que puede jugar Internet en la articulación de la ini-ciativa legislativa popular, ya citada en el subapartado dela participación.

La Red, además de lo dicho, acerca y conecta a los di-versos Parlamentos entre sí, lo que es un dato relevanteen Estados de estructura compleja donde el poder esté dis-tribuido territorialmente hasta tal punto que existan diver-sas cámaras legislativas, que, aunque operen sobre marcoscompetenciales diferentes, no dejan de estar integradas enel mismo Estado, generalmente federal. También Internetayuda en los procesos de integración supranacional vincu-lando a las cámaras de los distintos Estados implicados ensemejante proceso, colaborando, así, en la creación de afi-nidades, dinámicas similares y pozos de cultura políticacompartida (sin elementos comunes se nos antoja imposi-ble la correcta evolución de un proceso de integración su-pranacional). En Europa esto es particularmente intere-sante dadas las críticas de falta de legitimidad democráticaque a veces se esgrimen contra las instituciones comuni-tarias europeas.

Con las nuevas tecnologías en general, y con Internet enparticular, la labor y el papel del Parlamento toman nue-vos bríos y posibilidades, lo que redundará de manera po-sitiva en el conjunto del sistema político, que se ve refres-cado con dosis de agilidad, transparencia y permeabilidad.Ello se enmarca en una idea más amplia, que es la de lamejora de las tareas de gobierno, en la que todos estamosimplicados.

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