Del Nicho Helado en Que Los Hombres Te Pusieron

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DEL NICHO HELADO EN QUE LOS HOMBRES TE PUSIERON Del nicho helado en que los hombres te pusieron, te bajaré a la tierra humilde y soleada. Que he de dormirme en ella los hombres no supieron, y que hemos de soñar sobre la misma almohada. Te acostaré en la tierra soleada con una dulcedumbre de madre para el hijo dormido, y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna al recibir tu cuerpo de niño dolorido. Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas, y en la azulada y leve polvareda de luna, los despojos livianos irán quedando presos. Me alejaré cantando mis venganzas hermosas, ¡porque a ese honor recóndito la mano de ninguna bajará a disputarme tu puñado de huesos! MARIPOSA Mariposa del aire, qué hermosa eres, mariposa del aire dorada y verde. mariposa del aire, ¡quédate ahí, ahí, ahí!... No te quieres parar, pararte no quieres. Mariposa del aire dorada y verde. Luz de candil, mariposa del aire, ¡quédate ahí, ahí, ahí!... ¡Quédate ahí! Mariposa, ¿estás ahí?

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DEL NICHO HELADO EN QUE LOS HOMBRES TE PUSIERON

Del nicho helado en que los hombres te pusieron, te bajaré a la tierra humilde y soleada. Que he de dormirme en ella los hombres no supieron, y que hemos de soñar sobre la misma almohada. 

Te acostaré en la tierra soleada con una dulcedumbre de madre para el hijo dormido, y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna al recibir tu cuerpo de niño dolorido. 

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas, y en la azulada y leve polvareda de luna, los despojos livianos irán quedando presos. 

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas, ¡porque a ese honor recóndito la mano de ninguna bajará a disputarme tu puñado de huesos!

MARIPOSA Mariposa del aire, qué hermosa eres, mariposa del aire dorada y verde. mariposa del aire,  ¡quédate ahí, ahí, ahí!...  No te quieres parar, pararte no quieres. Mariposa del aire dorada y verde. Luz de candil, mariposa del aire, ¡quédate ahí, ahí, ahí!... ¡Quédate ahí! Mariposa, ¿estás ahí?

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Siento mi corazón en la dulzura fundirse como ceras: son un óleo tardo y no un vino mis venas, y siento que mi vida se va huyendo callada y dulce como la gacela.

Creo en mi corazón, ramo de aromas que mi Señor como una fronda agita, perfumando de amor toda la vida y haciéndola bendita. 

Creo en mi corazón, el que no pide nada porque es capaz del sumo ensueño y abraza en el ensueño lo creado: ¡inmenso dueño! 

Creo en mi corazón, que cuando canta hunde en el Dios profundo el franco herido, para subir de la piscina viva recién nacido 

Creo en mi corazón, el que tremola porque lo hizo el que turbó los mares, y en el que da la Vida orquestaciones como de pleamares. 

Se va de ti mi cuerpo gota a gota. Se va mi cara en un óleo sordo; se van mis manos en azogue suelto; se van mis pies en dos tiempos de polvo. 

¡Se te va todo, se nos va todo! 

Se va mi voz, que te hacía campana cerrada a cuanto no somos nosotros. Se van mis gestos que se devanaban, en lanzaderas, debajo tus ojos. Y se te va la mirada que entrega, cuando te mira, el enebro y el olmo. 

Me voy de ti con tus mismos alientos: como humedad de tu cuerpo evaporo. 

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Caperucita Roja visitará a la abuela que en el poblado próximo sufre de extraño mal. Caperucita Roja, la de los rizos rubios, tiene el corazoncito tierno como un panal. 

A las primeras luces ya se ha puesto en camino y va cruzando el bosque con un pasito audaz. Sale al paso Maese Lobo, de ojos diabólicos. «Caperucita Roja, cuéntame adónde vas». 

Caperucita es cándida como los lirios blancos. «Abuelita ha enfermado. Le llevo aquí un pastel y un pucherito suave, que se derrama en juego. ¿Sabes del pueblo próximo? Vive en la entrada de él». 

Y ahora, por el bosque discurriendo encantada, recoge bayas rojas, corta ramas en flor, y se enamora de unas mariposas pintadas que la hacen olvidarse del viaje del Traidor...