Del cielo que enferma y la tierra que cura

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DEL CIELO QUE ENFERMA Y LA TIERRA QUE CURA Estuardo Alejandro Lizarazo Grados http://www.slideshare.net/lizarazogrados https://es.scribd.com/lizarazogrados http://issuu.com/estuardolizarazogrados http://psicodiagnosticofacil.blogspot.pe/

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DEL CIELO QUE ENFERMA Y LA TIERRA QUE CURA

Estuardo Alejandro Lizarazo Grados

http://www.slideshare.net/lizarazogrados

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http://psicodiagnosticofacil.blogspot.pe/

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Edición revisada, resumida y completada del libro “Religión,

psicoterapia, cura de almas, 2001” que surge de la reflexión sobre el pobre

acercamiento de los métodos psicoterapéuticos a los estratos más profundos

del alma.

Pese a la libertad, con la que cuenta todo ser humano, existen fuerzas que

disponen de su yo, y a las que se ve expuesto. Tomando en cuenta las

constelaciones familiares, mediante las cuales se evidencia que todos, no

solo dependemos de nuestros padres, sino de personas que se encuentran en

el entorno. Los miembros de las familias se encuentran unidos por un alma

común y que también son dirigidos por ella; mediante órdenes ocultas para

los miembros. Tan solo, se pueden percibir mediante la infracción de ellas,

por efectos fatales y tragedias y por efectos positivos, gracias al

acatamiento de las mismas.

Así mismo, existen órdenes mayores, que nos toman a su servicio,

independientemente de nuestros deseos o temores.

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YO CREO DESDE LA EXPERIENCIA DE LA COMUNIDAD

En los grupos eclesiásticos oficiales queda poco espacio para el discurso

esencial, es decir, para la conversación sobre la experiencia personal con la

fe, sobre tentaciones y dudas, etc. Por lo que pocas veces existe un diálogo

verdaderamente abierto en la Iglesia.

Las autoridades religiosas con sus revelaciones divinas, también

interpretaron según su propia experiencia la fe. Por lo tanto, una ley

divina, dogma, se refiere a una interpretación mediante la experiencia

personal, por su resonancia con sus propias vivencias.

La experiencia no puede ser definitiva, cambia y surge el miedo a la

libertad.

La experiencia de los demás gana relevancia si se le escucha de forma

abierta, entendiendo su significado, solo así se notará si corresponde a la

experiencia personal o es ajena. En la fe se produce intercambios de

experiencias personales, conversaciones que se convierten en diálogos.

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DEL CIELO QUE ENFERMA Y LA TIERRA QUE SANA

Cuando se menciona a la red familiar o comunidad de personas unidas por

el destino, se describe lo que conduce a enfermedades graves, tragedias o

suicidio. Estos se desencadenan por un pensar, desear y actuar mágico en el

que la persona acepta el sufrimiento, mandatos religiosos, culpas, una vida

mejor después de la muerte o por aceptar la muerte y el castigo en lugar de

otro. Estos pensamientos se disfrazan de una connotación noble y altruista

pero en realidad son irracionales y cuando se menciona a la tierra, se

describe lo que puede salvar y dar otro rumbo a esa suerte.

En la comunidad unida por el destino todos se hallan atados a todos. Por

este vínculo, los sanos se sienten responsables de los enfermos; los inocentes,

de los culpables; los felices, de los desdichados, y los vivos, de los muertos.

Los que son aventajados, están dispuestos a arriesgar y ofrecer su salud

como su inocencia, su vida como su felicidad por la de su comunidad

familiar, porque tienen la esperanza de asegurar o salvar la vida y felicidad

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de los otros miembros, renunciando a su propia vida y a su propia felicidad,

aunque la vida y la felicidad de los otros ya estén perdidas.

Por lo que surge la necesidad imperiosa del equilibrio de los que tienen

ventaja y lo menos favorecidos, entre la inocencia y felicidad de unos con la

culpa y desdicha de otros, entre la salud de unos y la enfermedad de otros,

entre la vida de unos y la muerte de otros.

Esta necesidad lleva a que un miembro de la familia desee la desdicha de

otro miembro; la enfermedad o culpa, enfermándose una persona sana o

inocente, también se hace culpable, allí se cumplen las frases “yo en tu

lugar” “mejor que sea yo que tú”. Así también, la muerte es deseada por

algún familiar, con la frase “te sigo” ante la muerte de uno de sus seres

queridos.

El vínculo y la necesidad de compensación llevan a la participación y a la

imitación de la culpa y la enfermedad de otros, de su destino y de su muerte.

Pagando la salvación de otros con la desgracia propia.

La necesidad de semejanza y compensación en la comunidad familiar unida

por el destino, anhela la enfermedad y la muerte. Por lo que, la sanación

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que el psicoterapeuta brinde, debe intentar cambiar el destino, estando en

sintonía con las fuerzas familiares.

Es necesario que el psicoterapeuta valore el amor incondicional que el

miembro de la familia que está siendo afectado por su forma de pensar y por

su forma de amar, a su familiar. Instándole a que acepte el destino del otro,

la muerte, la enfermedad. Ayudándole a que encare estas situaciones

dolorosas con impotencia y valentía, de forma realista. Es decir dejar atrás

el amor infantil, el concepto mágico del mundo y confirmado el amor que es

lo que perdura. El amor que en algún momento lleva a la enfermedad, se

debe unir al conocimiento para buscar soluciones, neutralizando influencias

enfermizas.

Toda buena descripción del problema, contiene la solución, y esta comienza

desde que se descubre la frase nociva que el paciente pronuncia ante la

persona amada. Por ejemplo: prefiero desaparecer yo antes que tú.

A pesar del amor infantil, se debe ayudar a que se reconozca a la persona

amada, separada del Yo del paciente, desinstalando la simbiosis y la

identificación, siendo básico para la solución.

Valorando el amor propio y el amor de la persona amada y las

consecuencias de la supuesta ayuda que quiere brindar, que en realidad es

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una carga más para la otra persona. Separando el destino del de la otra

persona, con la frase “querido ser amado, aunque tú te vayas, yo me quedo,

yo aún viviré un poco, después moriré también”.

En especial, la doctrina cristiana de la redención de otros, por el

sufrimiento y muerte propia, como un pago a Dios y al destino, es tomado

como una buena obra, pero tan sólo es el engaño del cielo.

La sanación y la salvación, más allá de lo médico y lo terapéutico,

respectivamente, implican una conversión a algo más grande, que sobrepasa

y despoja de su poder todo pensar y desear mágicos. Es decir, no el engaño

del cielo, sino la tierra que tiene que ver con la realización.

Frecuentemente se pretende reparar la culpa personal, a través de la

expiación es decir pagar el daño, dañándose uno mismo, compensando de

alguna manera la situación, esta es la compensación del cielo. La culpa por

dañar, por haber sido favorecido y la culpa real, pueden conducir a la

muerte, accidentes, enfermedad y suicidios, por lo que es recomendable

mirar a los muertos con amor, enfrentar el dolor y dejar el pasado atrás. Se

debe comprender que la expiación sacia la necesidad de compensación, pero

en realidad genera doble sufrimiento, es la fácil salida, como si tan solo por

sufrir se remide al otro, sin comprender, ni reflexionar por lo sucedido.

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La solución a tanta culpa, sería la compensación positiva, que es difícil,

complicada, pero aporta la bendición, permitiendo que los afectados se

reconcilien con su destino, esta es la compensación que corresponde a la

tierra. Por ejemplo, un hijo que se siente culpable porque su madre tuvo que

morir para que él pueda nacer. Sí él compensa positivamente, sabrá valorar

el gran esfuerzo y desprendimiento de su madre, y no querrá morir, ni

suicidarse, sino realizarse en la vida, hacer valer el sacrificio de su madre y

ella participará a través del hijo.

Solo ante el cielo existe la culpa eterna; en la tierra es efímera y, como todo

en la tierra, realmente pasa, al cabo de un tiempo, por lo que es inútil la

expiación y la culpa. Con la expiación se evita la relación, no permite

encarar la relación con la víctima, no borra su sufrimiento, la solución

consiste en la reconciliación, el perdón “lo siento, ahora te daré un lugar en

mi corazón, lo repararé, quiero que participes en lo bueno que haga en tu

memoria, pensando en ti”.

Otra actitud que conduce a enfermedades graves es la negación del hijo a

tomar a sus padres con amor y honrarlos, tal como son, y amarlos. Estos

hijos se creen superiores a sus padres y elegidos.

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EXPERIMENTAR LO DIVINO

Las órdenes del amor que experimentamos en nuestras relaciones humanas

también actúan sobre nuestra relación con la vida, con el todo misterioso.

Así amamos al todo misterioso como un Dios padre y una gran madre, como

si fuésemos niños. Como una red familiar con antepasados, negociando con

él, como si fuera nuestra pareja, como padres ante su hijo, a quien se le

cuestiona por todo. Estas órdenes para actuar, es lo que se suele llamar

alma.

La actitud religiosa es humildad, es vivir en concordancia con el mundo, tal

como se muestra, a pesar de lo terrible que pueda ser. Es estar reconciliado,

ser amplio, sin querer comprender. Es el respeto, la base del diálogo

religioso, sin que exista ni lo verdadero ni lo falso, tomando en cuenta

planteamientos decisivos como ¿Cómo veo la muerte? ¿Cómo veo al

destino? y ¿Cómo veo la culpa? Tanto la religión como la psicoterapia

intentan mitigar la vehemencia de estas amenazas humanas. Esta actitud

religiosa tiene el efecto de situar a la persona religiosa en mismo nivel con

todo, ganando fuerza que proviene de la concordancia. Esta descripción

concuerda con la actitud psicoterapéutica.

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La conciencia, no es más que una presión del sistema para conseguir

nuestra adaptación, siendo tan fuerte, que toda desviación de los valores de

este sistema se vive como una culpa. En la mística, la purificación es un

proceso intrapsíquico, así como la psicoterapia. Esta purificación se logra

cuando una persona, a través de la reconciliación se despega interiormente

de los vínculos familiares, desprendimiento de sentimientos y experiencias,

luego se experimenta “estoy al servicio de algo o tengo vocación”

impulsando a la persona hacer cosas que quizás le asusten (puede llamarse

experiencia religiosa). Por desprenderse de las propias fuerzas, actúa una

fuerza extraña Esta concordancia está muy cerca de la tierra.

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RESPUESTAS

En todo sistema humano existe la necesidad de compensación, está al

servicio de la relación, este es el fundamento en el que se basa la felicidad

en una relación. Por ejemplo, una persona realiza un cumplido al ser

amado, está se sentirá con la necesidad de compensar, devolviendo el buen

actuar.

A pesar de ello, son necesario los límites, pues la necesidad de compensar, ya

sea una bendición de la vida como salvarse de morir, o por pagar la culpa de

los padres puede llevar a la enfermedad y muerte. La paz se establece

cuando lo pasado puede ser pasado, siendo un punto importante en

constelaciones familiares, que consiste en sacar a la luz el pasado para

luego despedirlo. La compensación positiva, consiste en tomar los regalos

del destino, como impulsos para hacer cosas bellas y buenas con

agradecimiento.

Muchas veces la búsqueda de Dios, se relaciona con la ausencia paterna,

donde la Iglesia es la madre, repitiendo patrones familiares de carencia.

Toda conversión a una religión puede ser como apostasía, es decir de coraje

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para lo nuevo y como sumisión, es decir que se orienta hacia atrás y es

regresiva. Por lo que la conversión se puede vivir con culpa.

La perfección en la espiritualidad es importante y comienza con amarse tal

como uno es, sin divisiones interiores. Cuando las personas se muestran

insatisfechos, es porque están desconectadas de uno de sus padres o de

ambos, cortando el acceso a la fuente de su vida, aminorando su fuerza

vital, volviéndose depresivo. Si se logra respetar a ambos padres, la persona

logra amarse tal como es y se vive como una gracia, teniendo plenitud y

serenidad como sentimientos básicos (primer nivel de perfección).

Cuando todos los que forman parte del sistema de relaciones tienen un

lugar en el corazón de la persona, se genera libertad (segundo nivel de

perfección).

Así también, se considera tres caminos de la mística en la vida cotidiana; el

camino de la purificación, que exige el desprendimiento de padres, ilusiones,

despedida de cargas y estigmas, así como asumir responsabilidades,

posibilidades, límites y la culpa; el camino de la iluminación, que exige ser

común, uno más, con la intención de encontrar el propio camino y seguirlo;

el camino de la unión, que exige sentir la plena confianza que todo lo

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bueno, uno se lo merece; la felicidad, el saber, la valentía y el éxito son

regalos.

Cada persona se encuentra al servicio de algo superior, nadie puede

escaparse. Cuando alguien se hace culpable, se le requiere para el servicio a

través de la culpa “estoy llamado a un servicio a través de mi culpa, y a

pesar de todo, llevo las consecuencias” estando en perfecta concordancia,

también como culpable o como malo. El bueno no es superior al malo, todos

están llamados a un servicio y sintiendo empatía con todos se sintoniza con

lo más profundo y nace la fuerza con la que se puede conseguir mucho.

La experiencia religiosa empieza donde alguien topa con un límite, la

actitud religiosa adecuada es detenerse ante ese límite y respetar el misterio

que se halla detrás (devoción y humidad) nace fuerza cuando el misterio es

respetado.

Hay una psicoterapia que actúa como si pudiera saltarse los límites y

dominar y cambiar los destinos y hay una psicoterapia que toma en serio el

misterio y se detiene, por ejemplo: el hecho que una persona vaya a morir

por enfermedad terminal. La psicoterapia lleva a la persona a ese límite y

espera, el terapeuta se mantiene respetuoso, centrado y humilde, con mayor

fuerza que si intentará cambiar el destino (psicoterapia espiritual).

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Cuando todos los que conforman tu comunidad familiar están en tu

corazón, sean vivos o muertos, se siente plenitud y genera libertad, es el

llamado anhelo de plenitud o de perfección, llamado también anhelo

sanador.

Muchos médicos y enfermos actúan como si la salud fuera el bien supremo,

pero no es así; o como sí la vida fuera el bien supremo, tampoco lo es. El

estar sano y enfermo es significativo y grande como morir. Esta es la gran

concordancia, son dos cauces por donde fluimos y por donde se dan tanto la

salvación y sanación como también la enfermedad y la muerte. La solución

siempre está presente y cuando nos orientamos a la solución, la alcanzamos.

Centrarse en que algo se arregle del sistema familiar produce dicha y

liberación, así también se producen consecuencias para el cuerpo (sanación)

a veces poca o mucha, por lo que es diferente que el terapeuta, tan sólo se

centre en la sanación.

Nada es el bien supremo, ni el amor. En la concordancia no hay bien

supremo, la concordancia es sublime y grande, todo es igual. El terapeuta

debe revelar el amor niño, es decir el amor que enferma, el amor ciego.

Revelar cuánto y cómo ama; cuando salga a la luz, ayudar a que acepte que

todos aman de forma diferente y abandonar ideas que antes relacionaba con

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su amor. Esto lleva a una purificación del alma y al desprendimiento,

renuncia a la irresponsabilidad de lo que siente y al paso del amor que ve y

sabe (realización espiritual).

Para hacer lo realmente bueno se debe ir más allá de la conciencia, lo

realmente bueno es lo que sirve a muchos y lo que reconoce como válidas las

diferencias de otros sistemas. Lo moral o inmoral está validado por la

familia, nuestro sentido de conciencia es similar a nuestro sentido de

equilibrio, el cómo debemos comportarnos se verá afectado por lo que

determina el sistema (familia o grupo).

Los caminos de la mística, confluyen en el camino de la purificación que

culmina en la noche del espíritu (concepto de San Juan de la Cruz) que

significa renunciar a su historia, al saber, una renuncia total; así uno se

vacía (quietud absoluta) manteniendo la quietud, llega a la sintonía con

algo más grande (comprensiones profundas que nadie podría idearse).

A la serenidad llegamos cuando aguantamos las dicotomías como dos partes

que siempre forman un conjunto (la vida y la muerte; la salud y la

enfermedad, etc.) La serenidad lograda, desemboca en la devoción, pero

también la serenidad nos obliga a actuar con fuerza concentrada.

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La serenidad en psicoterapia, se trata de agudizar la conciencia, ampliar la

mirada y de estar dispuesto a exponernos a algo desconocido.

La religiosidad, la actitud religiosa, significa que me inclino ante mi

destino, tal como es y renuncio a la esperanza y la felicidad soñada; cuando

nos sometemos de esta manera, entregándonos, todo se hace más grande y

más pleno. Dios es terrible, no conoce la piedad, tal como nosotros lo

esperamos. Dios dirige nuestros destinos, sin tener en cuenta nuestros

deseos.

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PSICOTERAPIA Y RELIGIÓNExisten dos tipos de personas religiosas; las que no comprenden las fuerzas

de la mística y son conscientes de depender, por ejemplo del destino. Otro

tipo, son las personas religiosas que de igual modo no comprenden, pero

tratan de dominar, mediante rituales, etc. La degeneración de la religión

empieza a desarrollarse en el punto en el que la persona, en vez de detenerse

y de reconocer el misterio, procura comprenderlo y apoderarse de él.

El desarrollo religioso personal, empieza con la purificación. Así también

las religiones están en proceso de purificación. En el cristianismo, la

purificación empezó con la teología, es decir reflexionar sobre Dios, luego

siguió la Ilustración y después la crítica de la Biblia. Ahora, la

psicoterapia, empezando con Freud, tiene efectos esclarecedores o

ilustradores que conducen a una purificación de la religión.

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LA PRESENCIA DE LOS MUERTOS EN NUESTRA VIDA

La muerte es un tabú, la familia tiene un alma común, esta alma alcanza el

reino de los muertos que están vinculados con los vivos. En muchas

ocasiones este vínculo es decisivo para la salud o la enfermedad de una

persona. No se transgrede el mundo de los muertos, que eso sería

inmiscuirse, sino integrar a los muertos procurando reconciliar a los vivos

con sus muertos.

Un estado que se relaciona y que todos anhelamos es la perfección. Esta

sensación de plenitud se relaciona en su más amplio sentido con la

pertenencia familiar, en la que los muertos, los malos y los rechazados no se

deben olvidar.

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LA FUERZA DEL CENTRO VACÍOSon dos fuerzas que llevan a la comprensión, la epistemología científica y la

epistemología fenomenológica. La primera, abarca el esfuerzo científico. La

segunda, es el esfuerzo que conduce a otras comprensiones y que se lanza al

entendimiento. Ambas son necesarias entre sí, aunque por momentos no

parezca. L epistemología fenomenológica, requiere que la persona se vacíe, a

nivel cognitivo y emocional. La actitud fenomenológica requiere una

disposición atenta para actuar frente a los fenómenos, utilizando las

capacidades perceptivas. Por ello es necesario que se mantenga una actitud

desinteresada ante el fenómeno; es decir desistir de nuestros intereses y

también de la sensatez. Así también, no temer, para encarar la realidad tal

cual es. La concordancia que es la mezcla de la actitud libre y de la falta de

temor. Es decir el terapeuta será capaz de estar en concordancia con la

felicidad y la desdicha de su paciente, etc.

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REFLEXIONES FINALESEl amor nos mantiene con vida, es en la familia que sentimos la pertenencia

más profunda y la más importante, porque brinda seguridad, el sentido de

pertenencia. Esto va acompañado de una sensación de felicidad.

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