Darío Achury Valenzuela

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HIPÓTESIS Es posible construir un modelo cultural auténtico que pueda influir sobre los destinos de la humanidad, replanteando la importancia y utilidad de los materiales e inventos que el mundo occidental ha puesto a nuestra disposición. Para esto será necesario tomar conciencia del camino histórico de la totalidad de los pueblos americanos y de su legado cultural y resaltar la importancia del político y el intelectual en el proceso de creación de una cultura que conserve sus tradiciones. OBJETIVO GENERAL En el texto, Darío Achury Valenzuela, claramente hace una exposición secuencial de sus ideas sobre la cultura en américa. Partiendo de sus reflexiones, me propongo mostrar de qué manera la “influencia mediterránea” incide en el atraso cultural y “espiritual”, que nos hace vernos y pensarnos como colonias aisladas unidas por un origen común y la incertidumbre del futuro. Posteriormente examinaré el enfoque del autor respecto a las relaciones de los intelectuales y políticos con el pueblo y de qué manera debe replantearse esta relación entre la élite y las masas, que al final trae consecuencias importantes sobre la idea de cultura y que además constituye una crítica muy interesante sobre las formas tradicionales de la vida política e intelectual (literaria) en Colombia. Darío Achury, agrega una variante a esta relación: una entidad o factor cultural popular, que resultará ser de suma importancia para el proyecto de construcción de una cultura nacional y, además se presenta como una salida al modelo de vida construido a partir de los restos de una sociedad europea que naufraga; así la mejor manera de hacer cultura será recordar o pensar en el pasado, no como contemplación inactiva sino como reivindicación de un proyecto que pretende encarnar lo mejor de las tradiciones ancestrales de una comunidad humana.

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Filosofía Colombiana

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HIPÓTESIS

Es posible construir un modelo cultural auténtico que pueda influir sobre los destinos de la humanidad, replanteando la importancia y utilidad de los materiales e inventos que el mundo occidental ha puesto a nuestra disposición. Para esto será necesario tomar conciencia del camino histórico de la totalidad de los pueblos americanos y de su legado cultural y resaltar la importancia del político y el intelectual en el proceso de creación de una cultura que conserve sus tradiciones.

OBJETIVO GENERAL

En el texto, Darío Achury Valenzuela, claramente hace una exposición secuencial de sus ideas sobre la cultura en américa. Partiendo de sus reflexiones, me propongo mostrar de qué manera la “influencia mediterránea” incide en el atraso cultural y “espiritual”, que nos hace vernos y pensarnos como colonias aisladas unidas por un origen común y la incertidumbre del futuro.Posteriormente examinaré el enfoque del autor respecto a las relaciones de los intelectuales y políticos con el pueblo y de qué manera debe replantearse esta relación entre la élite y las masas, que al final trae consecuencias importantes sobre la idea de cultura y que además constituye una crítica muy interesante sobre las formas tradicionales de la vida política e intelectual (literaria) en Colombia.Darío Achury, agrega una variante a esta relación: una entidad o factor cultural popular, que resultará ser de suma importancia para el proyecto de construcción de una cultura nacional y, además se presenta como una salida al modelo de vida construido a partir de los restos de una sociedad europea que naufraga; así la mejor manera de hacer cultura será recordar o pensar en el pasado, no como contemplación inactiva sino como reivindicación de un proyecto que pretende encarnar lo mejor de las tradiciones ancestrales de una comunidad humana.

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América es aún un lugar de propuestas y movimientos jóvenes apenas en construcción, los ojos del mundo, ahora enfocan su mirada en este lado del mundo pues del antiguo continente poco ya hay que decir más allá de que ha perdido su rumbo y sentido histórico. Ante la falta de un modelo civilizatorio estable, las sociedades americanas han requerido un llamado de atención que las despierte del aletargado sueño que las ha hecho esclavas de ideas foráneas durante los últimos tiempos posteriores a su “descubrimiento” y colonización. Consecutivo a este llamado que ha removido la conciencia de un pueblo joven, debe venir un proceso de depuración como condición necesaria del surgimiento de una nueva e influyente cultura, América tendrá entonces que someter a examen y aduana todo cuanto ha heredado de europa: principios, convenciones, usos, ideas, sistemas, métodos y credos. Esto teniendo en cuenta que estos pueblos en plena génesis deberán lidiar con la incertidumbre que ya ha dejado la agónica cultura occidental en términos de todo conocimiento proveniente de sistemas filosóficos que ya no resuelven ningún problema vigente y que deberán replantear el significado de conceptos base en la cultura como Dios, espíritu, alma, mundo, conciencia, vida.En el proceso de formación de una cultura continental, será también necesario el surgimiento de una inteligencia superior capaz de sintetizar, interpretar y comprender todo acontecimiento para descubrir el núcleo de todas esas alteraciones que han llevado a la decadencia del modelo de cultura y moral de la civilización occidental. Para esta dura empresa de selección, se debe crear un clima espiritual apto para el surgimiento de una nueva cultura auténtica, cimentada en principios despojados de toda imitación, una vez fijado ese patrón de vivencias, debe haber entre ellas unidad y orientación a similares fines que garantice la emergencia de un orden cultural netamente americano.Pero de nada servirán estos esfuerzos si persiste la tendencia preponderante al fraccionamiento de las sociedades en pequeños grupos, que forman entidades minúsculas alternas e independientes de una cultura que podríamos denominar vernácula y que además se muestran indiferentes a la premisa de que toda cultura superior, perdurable e influyente demanda determinados ambientes que le permitan el desarrollo y sustento de manera armónica.De este modo, aún persiste el complejo de vernos a sí mismos como meros compartimientos de un orden superior, con el olvido como elemento común y con una peligrosa vanidad que pretende relegar nuestros orígenes, perdiendo de vista así el proceso y desarrollo de ese destino histórico del que apenas ahora hemos tomado conciencia y que nos permitirá entrar en un ámbito de influencia acompañados de otras grandes naciones.La salida a este problema que apenas se vislumbrá, será la unión de los pueblos americanos para afrontar su destino con el ímpetu con el que se ha caracterizado a su estirpe, de manera que pueda dar forma y consistencia a lo que hoy es apenas un ensueño sin forma, américa tendrá que ser entonces una totalidad unitaria dotada de una conciencia que le permita entenderse como una cultura en potencia y sólo así se podrá revertir el proceso de decadencia y se podrá también retardar el advenimiento de la violencia que surge inevitablemente como consecuencia de los períodos de crisis del espíritu en los que la inteligencia pierde el sentido del orden para discernir y adaptar los usos de los artefactos a favor de las costumbres y semblante de las gentes que habitan ésta porción del planeta.Ante la perplejidad producida por el derrumbamiento de las costumbres, el modelo cultural actual y las normas rectoras de la civilización euroasiática, américa se encuentra en un

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constante movimiento de búsqueda que da lugar a dos posibilidades, la de continuar dando vida y vigencia a una cultura ya obsoleta que ha quedado en deuda en la resolución de problemas de todo orden como el social, político y económico o crear con instrumentos y materiales propios una “cultura indígena”.La fuerte voluntad y recia personalidad que se le atribuye a américa puede pensarse como producto de las fuertes batallas de conquista y colonización y las otras tantas que ha tenido que sobrellevar ante la explotación y expropiación de tierras y territorios. La sensibilidad latinoamericana radica en la multiplicidad de semblantes presentes en las personas que constituyen las diversas poblaciones y culturas. América entonces por su variedad de características, se erige como un fuerte potencial de cultura sintética que le permitiría agrupar lo mejor de la semblanza y fuerza de sus gentes para dotar esa nueva creación cultural de valores universales indispensables para una justa asociación de la especie en colectivos culturales, organizados con cierta armonía y gradación de las múltiples diferencias que conforman la identidad de las naciones americanas, ya que todas éstas no se encuentran a la misma altura pues su obra e influencia ha sido diferente en mayor o menor medida. Toda esta discordancia que hace ver a américa como una “colcha de retazos” es comprensible en lugares en los que apenas una cultura auténtica está en potencia y plena formación con la responsabilidad histórica de la creación de nuevos lineamientos y perspectivas que permitan la unión y asociación de características que en lugar de discrepar sirvan como punto de unión que dote de pluralidad ese carácter y esa personalidad de la cultura por venir.Entre el grupo anglosajón y el americano naturalmente, hay una serie de diferencias, tanto en su modo de ser como de pensar y es por eso que ambas sociedades presentan avances y morfologías opuestas. La diferencia de caracteres y semblantes entre europeos y americanos ha creado un cerco que se ha mantenido a través de los años con cierta beligerancia, pues cada intento americano en busca de la creación de ciencia, arte y cultura propiamente genuinos, desembocará siempre en la réplica de modelos y sistemas basados en las mismas ideas e invenciones que ya de antemano han servido a la cultura mediterránea en su proceso civilizatorio, para someter y dominar las producciones de todas las esferas continentales.Si por un momento nos detenemos a pensar que sucedería si se le privará a nuestra cultura y sus discretos avances de las grandes invenciones y artefactos que el mundo occidental ha puesto a nuestra disposición, no podríamos imaginar algo más que caos y confusión puesto que nuestra inteligencia aún no es lo suficientemente independiente como para actuar y explorar otros campos que no sean necesariamente los imitativos que implícitamente hacen defensa a la conservación de una cultura que sucumbe ante el egoísmo de sus acciones.Pero América, a pesar de ser un continente aún en construcción no debe conformarse con los avances que ha adquirido gracias a la aplicación de técnicas heredadas del mundo occidental, es momento de ir adquiriendo una conciencia histórica que llegará posterior a la reflexión del ambiente de caos y marginación en el que tendrá el reto de hacer posible ese mensaje dejado por nuestros ancestros, que ya no debe actuar como recuerdo, sino como precepto de orden y nuevas normas vitales encausadas a despertar en nuestra mentalidad el objetivo de entrar a la aldea histórica global con pasos firmes y decididos de perdurables resonancias.Para esto será necesario el conocimiento de los orígenes de la propia historia, aquella que nos hace únicos y que no puede ser interpretada bajo los preceptos y normas de otras latitudes incapaces de comprender el sentir y el vivir de nuestras naciones, esta reflexión histórica será

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de vital importancia para llegar una “fuente de la verdad” que indivisa y eterna ha sido testigo de la germinación y florecimiento de nuestra identidad, esa que nos negamos a aceptar pues la miramos con una soberbia desdeñada que nos impide hacer contacto con las causas primeras que han dado origen a las construcciones culturales de nuestras sociedades. Es preciso aclarar que ese retorno al pasado no debe entenderse como una actitud romántica de evocación y contemplación, pues de ser así, sólo estaríamos contribuyendo a la prolongación de los modelos actuales que han dado lugar a la crisis del espíritu que ha alimentado el sentimiento servil que nos ha hecho sentirnos inferiores para inclinarnos ante cualquier credo o cultura bárbara y foránea.Nuestra responsabilidad será entonces llenar de sentido y emoción, consciente o inconscientemente, ese espacio vital que se abre entre el origen mitológico del hombre y brumoso comienzo de la historia. Esto será posible sólo después de que adquirimos conciencia de sí mismos, en ese movimiento que da lugar al surgimiento del espíritu, que es el que dota de identidad y sentido a las naciones, definiendo la entrada de éstas al dominio de la historia dejando atrás toda quimera mítica.Todo lo que se ha dicho hasta aquí, parece sugerirnos que el origen de una nueva cultura debe partir de la nada, si bien no podemos desestimar, desconocer y prescindir de los inventos y la técnica que la sociedad occidental ha puesto a nuestro servicio, si es necesario reconocer en esos modelos nuevas perspectivas de desarrollo basadas en la inteligencia y necesidades de nuestras sociedades, de manera que pueda grabarseles un sello de autenticidad, a las producciones foráneas en tanto son incluidas y adaptadas al imaginario colectivo de nuestras sociedades.Esta asimilación de las formas vitales de otras culturas, trae consigo ideas, sentimientos, imaginarios y representaciones que son rechazados en nuestras sociedades en base a construcciones y categorías que usamos para delimitar y definir el espacio y la manera en que lo habitamos. Estas costumbres que no gozan de una plena aceptación, pasan a ser prácticas de unos pocos, pero no sobrevienen ni al paso del tiempo ni al análisis crítico de sus partes.Esta pseudocultura que surge y se mantiene en la marginalidad, será uno de los principales enemigos de la cultura esencial que es la que debe ser adoptada como forma de vida, aquella que superará nuestra voluntad, dictará las normas rectoras, nutrirá nuestras ideas y creaciones y será el modelo de análisis de las formas vitales, además será el asidero de los valores eternos sobre los cuales debe estar posada toda cultura universal e imperecedera.Es necesario entonces cambiar de perspectiva para mirar nuestra historia en su totalidad, como formación perpetua y no de manera fragmentada y dolida.A pesar de todo replanteamiento y resignificación de los elementos que harían parte de la nueva cultura, no debe desconocerse que la cultura europea es y será nuestra cultura virtual, pero la cultura en génesis deberá imponer su carácter, reconsiderar los aportes de otras culturas, transformarlos e imprimirles esas características tan propias de nuestra voluntad, para moldear el arquetipo vigente, según nuestras preferencias y proyectar nuestro espíritu, ese que debemos descubrir, en las representaciones que hemos recibido y aceptado a lo largo de la historia.Para que ésta cultura sea un hecho, será indispensable recrear el ambiente propicio para su desarrollo. De aquí la necesidad de sembrar inquietudes cuya resolución requiera un contacto más directo con el pueblo para mostrarle la importancia de acrecentar y fortalecer la cultura

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autóctona y defender su legado y sus valores ante la imposición de otras prácticas y modelos ajenos a esta esfera del mundo.Para quiénes este llamado de atención a las masas constituye un acto negativo, consideran que es una forma arbitraria de difundir prácticas culturales, pues este acto crítico pondría en evidencia la ineficacia e incapacidad de los gobernantes para satisfacer toda necesidad, ante esta evidencia se desvirtuaría la imagen del estado y sus dirigentes , pues estos raudos opositores de la difusión y creación de una cultura popular, saben de antemano que una de las consecuencias más peligrosas sería la aniquilación de todos los falsos valores individuales y el ocaso de los ídolos en política, arte y literatura. En ese momento las minorías tomaría el poder de la situación, y debe ser así, pues esta pequeña masa marginada constituye la columna vertebral de la cultura.Estos aristócratas son quiénes se empeñan en la defensa de una cultura hermética, son quienes han ya naturalizado el estado de ignorancia en las clases populares, dotando a la cultura de un sentido asimilable a la de un espectáculo ostentoso al que tan sólo unos pocos privilegiados pueden tener acceso.Colombia no es ajeno en estos dramas del espíritu, pues es evidente la incertidumbre que vaga en el ambiente producto de la rápida sucesión de los sistemas de pensamiento que pretendieron en algún momento dar cuenta por los problemas del mundo, los datos, características y causas de toda esta problemática aún le son desconocidos. Ante las vagas e imprecisas definiciones que se han dado de cultura, debería por lo menos hacersele una enumeración descriptiva de las condiciones y los rasgos fundamentales en la formación de toda nueva cultura.El hombre ante todo, precisa de un referente, un mundo al que pueda acudir en busca de conceptos y respuesta a sus preguntas, de éste recibirá también estímulos, observará normas, discernirá leyes, podrá hablar de él e incluso podrá interpretarlo bajo el rótulo de otros marcos de referencia y normas rectoras bien sean de carácter religioso o científico. Pero esta evidencia que resulta tan necesaria en los procesos constructivos de nuevos modelos, solo es posible mediante el dominio de la naturaleza tanto espiritual como material. De lo que tendrá que tener cuidado este nuevo hombre de una cultura en potencia, será de evitar los errores ya cometidos por sus antecesores de otras latitudes, pues el triunfo del hombre sobre los elementos de la naturaleza no es nada nuevo , todos esos instrumentos creados por el hombre para apropiarse de la naturaleza y dominarla, han servido en un primero momento para dar forma e impulsar el desarrollo de los procesos civilizatorios que han dado lugar a la cultura, pero posteriormente en esa época a la que se ha llamado “ilustración” la máquina superó al hombre y lo encadenó a una perpetua esclavitud y dependencia. El hombre americano por lo tanto debe tomar conciencia de los objetos que ha conquistado, entender este dominio como armonía entre una necesidad y su superación para que de este modo, persista la idea del hombre dominador, libre e independiente de todo yugo mecánico o técnico y sea consciente de su propia naturaleza humana llegando a un conocimiento de nosotros mismos.En la condición humana del hombre colombiano, la confusión es reina, pues no hay realmente lineamientos bien trazados que nos ofrezcan una orientación, mediante la cual podamos entregarnos de lleno a la tarea de construir y articular un nuevo orden de valores espirituales, y legítimas creaciones en el campo intelectual , moral, estético, científico, de esto dependerá que nuestra vida deje de ser una sucesión de valores y creaciones provisionales.

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Con el dominio de la técnica, el hombre colombiano, podrá asimilar sus creaciones a las de otras latitudes, todo esto bajo estrictas precauciones, pues como se sabe, el dominio de la naturaleza acarrea múltiples inconvenientes, ya que el progreso no debe ser entendido como mero cambio acelerado y despreocupado, sino que debe ir de la mano de la sostenibilidad, para que toda intervención del hombre en la naturaleza no produzca graves desequilibrios que lleven a la destrucción masiva de la humanidad.Dentro de las sociedades modernas, las masas han pasado de ser esa idea nebulosa y despectiva que designaba las clases populares, que eran tenidas en cuenta solamente durante tiempos de elección o eran el foco principal de abastecimiento de los ejércitos en las guerras civiles, para adquirir un importante status de ciudadanía que les permitiría ser participes de la construcción de una cultura propia. Ahora se les designa como pueblo y se les considera un sujeto activo dentro de la articulación de nuevas prácticas, aunque requieren de fuertes procesos educativos porque aún se les considera en etapa de aprendizaje, adquieren entonces importancia, son sujetos de derechos y deberes, son la encarnación del futuro en tanto representan ideas ancestrales del pasado, y paradójicamente se les ha reconocido como un elemento constitutivo de suma importancia en las naciones modernas. Cuando se hable de “pueblo” de ahora en adelante, debemos remitirnos a ese conglomerado humano que hace parte del capital cultural con el cual la nación debe iniciar su proceso de transformación. El nuevo enfoque que tendrá que tener la estructura de las relaciones entre dirigentes y pueblo, tomará un nuevo rumbo y se replanteará desde otros términos como la relación entre élite y masas en nuestro país, sin duda estos análisis llevarían a grandes transformaciones dentro de las consideraciones tradicionales de la relación entre poderes hegemónicos y el dominio que ejercen dentro de las sociedades. Estas relaciones requieren una reestructuración profunda de las ideas culturales tradicionales para darle paso a la invención de una cultura popular e independiente.Para Darío Achury, el problema se expresa así:

“En el estado precultural en que vivimos no hay que perder de vista eldoble juego de las masas y las minorías. La creación de una cultura

presupone, por una parte una estructura jerarquizada, la existencia deuna élite directiva, que es el elemento humano que cualifica la cultura,y por otra, requiere el elemento cuantitativo que es la masa, totalidad

unitaria dotada de un instinto común, que en un momento determinadoestará en capacidad de neutralizar las extraviadas influencias del

individualismo aristocrático que pudiera poner en grave riesgo nuestracultura potencial.”

Cómo podemos notar, Achury Valenzuela se mueve aún dentro de las consideraciones tradicionales de la existencia de un doble movimiento entre dirigentes y dirigidos (masas), pero añade una variante interesante que reconoce la existencia como entidades, a ciertos grupos subalternos a los que se refiere como “totalidad unitaria dotada de un instinto común”, y piensa además que en la actividad cultural de las clases populares se encuentra el remedio contra esos falsos ideales cosmopolitas que nos ha vendido la aristocracia y en el fondo lo popular resultaría ser la pieza clave dentro del proyecto de construcción de una nueva cultura nacional

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dotada de nuevos valores artísticos, que resalten la importancia de las tradiciones pasadas que aún subyacen a las tradiciones modernas.Como se ha venido diciendo, Achury Valenzuela reconoce la necesidad de la creación de una cultura como una totalidad en la que deben ser identificados dos factores, uno que nos remite a las creaciones de las esferas elevadas del espíritu, podríamos decir ciencia y arte y por otra parte estaría una suerte de reivindicación de los valores auténticos sobre los que se han formado los pueblos y sus diversas costumbres, estas prácticas más popualres o “folclóricas” como sabemos no hacen parte de la historia como legítimas creadoras de “mundos”, pero el objetivo de esta reestructuración de las relaciones entre élite y masa es precisamente ese reconocimiento como la base de cualquier construcción genuina que no se desvíe del camino histórico que habían fijado ya los ancestros cuando predecían la muerte de sus credos e ideas ante la imposición de nuevas cosmovisiones.Lo que resulta interesante dentro de toda esta propuesta cultural de reelaboración de proyectos que contengan un acercamiento entre las clases dirigentes y las masas, es que poco a poco irá dandole el lugar privilegiado que se merece a esa cultura popular, con la que se pretende crear una síntesis interpretativa que incluya la diversidad de caracteres y prácticas sobre las que se crean visiones de mundo y cultura, y a partir de las cuales se podrían crear nuevos imaginarios de nación que influyan en los destinos históricos de la humanidad.