Daniel castillo2

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En términos coloquiales, cuando hablamos de algo moderno o contemporáneo, hablamos de lo mismo; de

algo que pertenece al tiempo actual.

Sin embargo, cuando se habla de ―arquitectura moderna‖ y ―arquitectura contemporánea‖, se está hablando

de todo un siglo de variadas y diversas expresiones; la primera, iniciada a principios del siglo XX y la

segunda, esa sí, se refiere al actual (siglo XXI).

Es un término muy amplio que engloba el conjunto de corrientes de la arquitectura que se desarrolló a lo

largo del siglo XX en todo el mundo. En general es una contraposición a lo cargado de la arquitectura del

siglo XIX, donde los detalles, la estética y la ornamentación, eran gran parte del contexto, sumado a la

utilización de materiales y la carencia de maquinaria para aplicarlos. Para efectos prácticos, cuando

menciono esto, me imagino un poco la arquitectura del antiguo imperio romano o bien El Partenón en Grecia

o llevándolo un poco a nuestro contexto, pensemos en cualquier centro histórico de nuestras ciudades. Esa

arquitectura de columnas de cantera, muros de hormigón o tezontle, con mucha decoración (ornamentación)

en cada una de sus esquinas, remates y bordes del edificio. Piensen en cualquier museo del centro de

nuestra querida ciudad de México.

La arquitectura moderna se caracteriza por la simplificación de formas,

ausencia de ornamento y una renuncia a la composición académica

clásica, esta, fue sustituida por las tendencias del momento del arte

moderno, es decir, por ideas inspiradas en el cubismo, expresionismo,

futurismo, neoplasticismo, entre otros.

Los representantes más conocidos del momento en términos de

arquitectura fueron Le Corbusier, Walter Gropius, Mies Van der Rohe y

Erich Mendelshon. El origen de esta corriente surge de una escuela, la

conocida escuela de la Bauhaus.

Bauhaus es una inversión del termino alemán ―hausbau‖ cuyo

significado es ―construcción de casa‖.

La Bauhaus fue fundada en 1919 en la ciudad de Weimar por el

arquitecto alemán Walter Gropius (1883-1969). Su objetivo principal

era un concepto muy radical para la época: ―Re imaginar el mundo

material para reflejar la unidad de todas las artes‖. Walter Gropius

explicó esta visión de una unión entre arte y diseño, en la

Proclamación de la Bauhaus en el año de 1919, que describe un

gremio artesanal utópico que combina la arquitectura, la escultura y la

pintura en una sola expresión creativa.

El director de la institución, desarrollo un plan de estudios basado en la artesanía y

que resultaría artesanos – diseñadores capaces de crear objetos útiles y bellos

apropiados para este nuevo sistema de vida, imagínense lo que pensaría ahora

con nuevos inventos tecnológicos casi diario. Pero bueno, para la época, este

pensamiento era algo muy atrevido y sobre todo, innovador.

La Bauhaus combinaba elementos de las bellas artes y la enseñanza del diseño. El

plan de estudios iniciaba con un curso preliminar que sumergía a los estudiantes,

que por cierto, provenían de una amplia gama de contextos sociales y educativos,

en el estudio de los materiales, la teoría del color, y las relaciones formales de

preparación para estudios más especializados. Mi referencia actual a un curso de

estos, sería algo así como un curso de introducción el diseño de interiores.

Este curso preliminar tenía grandes maestros de las artistas visuales, como Paul

Klee, Vasily Kandinsky, entre otros. Imagínense que Paul Klee, que en lo personal

es uno de mis pintores favoritos, se sentara contigo y te diera una clase de

selección de colores, sentimientos y aplicación del color, que maravilla de lugar.

Después de su inmersión en la teoría de la Bauhaus, los estudiantes entraban en

talleres especializados, como metalurgia, ebanistería, tejido, cerámica, tipografía, y

la pintura. Este enfoque tan artístico se volvió un poco inviable económicamente,

por lo que en 1923, se le dio un giro a los objetivos de la Bauhaus, haciendo

hincapié en la importancia de diseñar para la producción en masa. Fue en este

momento, en que la escuela adoptó el lema ―Arte en la industria.‖

En 1925, la Bauhaus se trasladó de Weimar a Dessau, donde Gropius diseñó un

nuevo edificio para albergar la escuela. Este edificio contiene muchas

características que más tarde se convirtieron en distintivos de la arquitectura

modernista, incluyendo la construcción de estructura de acero, cancelería de vidrio

de piso a techo y una planta completamente asimétrica, en donde Gropius

distribuye todo el plantel, que incluía, estudios, aulas y espacios administrativos

para lograr la máxima eficiencia y la lógica espacial

Gropius separo consistentemente las partes del edificio de acuerdo a su función y diseño cada una de

manera diferente, de tal modo que dispuso de las alas de manera asimétrica. Es necesario que el

observador se mueva alrededor del complejo para poder apreciar el diseño del complejo. No hay un punto de

vista central.

Todo el complejo está pintado de tonos claros con el objeto de crear un contraste atractivo con los marcos de

las ventanas que son de color obscuro. En lo que respecta a su interior, el diseño se basó en un contraste

por medio del color, para separar los elementos de soporte (estructura) y los de recubrimiento o acabados,

con el objeto de acentuar la construcción del edificio.

Al final del día el movimiento de la Bauhaus enseñaba la lealtad a los materiales como un eje principal, esto

significa que los materiales debían de ser utilizados de la manera más apropiada y honesta, y lo más

importante, su naturaleza no debía de ser modificada. Por ejemplo, el acero utilizado para soportar el peso

de manera estructural, debía de ser visible y expuesto, no oculto por otro material o por mobiliario.

Esta escuela fue la primera en enseñar a sus alumnos el diseño moderno, la escuela fue cerrada en los años

30´s, bajo presión de los Nazis por pensar que la ideología de la escuela era socialista, internacionalista y

judía, pero el movimiento sigue influenciando a la arquitectura moderna y contemporánea, además de al

diseño industrial de la actualidad.

La escuela Introdujo obras arquitectónicas de forma simple, paredes de superficie planas, con

amplios ventanales con marcos de metal, colores sobrios y sencillos. El continuo desarrollo de

nuevos materiales hizo que la función social de la arquitectura se reafirmara a través de los años. El

cemento posibilito la construcción de grandes y altas estructuras, el invento del acero tuvo gran

importancia para la industria, por su flexibilidad y creatividad para la construcción. La combinación de

ambos materiales, resulto en el concreto armado que hoy utilizamos para construir todo.

Algunos historiadores ven a la arquitectura Moderna como un movimiento impulsado principalmente

por los desarrollos tecnológicos e ingenieriles, ya que la disponibilidad de nuevos materiales (como el

acero, el cemento y el vidrio en placas o paneles (comúnmente de 2.44 x 1.22 m), llevaron al

desarrollo de nuevas técnicas constructivas a partir de la revolución industrial, a partir de esta las

ciudades crecieron vertiginosamente y la arquitectura enmarcada dentro de los entornos urbanos, dio

paso a lo que hoy conocemos como Urbanismo.

Algunos de sus integrantes y directores como Mies Van der Rohe y Walter Gropius, continuaron sus

ideales en Estados Unidos como refugiados de la guerra.

Aparentemente, es decir, según la ideología dominante, la planificación urbana aspira a terminar

con un fenómeno que adquiere el aspecto de una especie de calamidad natural: la "anarquía del

crecimiento urbano". Naturalmente, la urbanización no es considerada como negativa en sí

misma. Se la presenta como un fenómeno "benéfico", que es a la vez factor y símbolo del

"progreso de la humanidad". Nadie ignora, por otra parte, que en los países capitalistas la

urbanización va unida a la polarización espacial: la población y las actividades tienden a

concentrarse en ciertas ciudades o regiones, dando como resultado la disparidad entre diferentes

porciones del territorio. Sin embargo, y a pesar de los "desequilibrios" que provoca, esta

polarización se considera tan inevitable como la propia urbanización y sus efectos son igualmente

presentados como "positivos". Es más, no sólo se la presenta como inherente al desarrollo

económico, sino como un factor del desarrollo de la cultura. "En ninguna época, afirman ciertos

tecnócratas, ha habido grandes países con ciudades pequeñas, ni civilización avanzada en un

país de aldeas" (1).

¿Dónde reside entonces el lado negativo de la urbanización? Simplemente, en el proceso que se

da en la mayoría de los casos, es decir, la "espontaneidad", y en el resultado al que conduce un

tal proceso, el "desorden urbano".

En otras palabras, el dinamismo de las grandes ciudades no podría ni debería romperse:

solamente sería preciso canalizarlo y orientarlo. Frente a la urbanización "espontánea", la

respuesta parece evidente: la urbanización "consciente" y, con mayor precisión, la planificación

urbana.

LA ARQUITECTURA COMO DISCIPLINA

La arquitectura es una disciplina compleja debido a la cantidad de factores que se deben de tomar a

consideración al desarrollar un proyecto. Ésta debe de pensarse como el conjunto de disciplinas que, al

conjugarse, añaden una cantidad importante de variables haciéndola una profesión multidisciplinaria. Al

momento de enfrentarse con el diseño arquitectónico es necesario considerar los aspectos urbanos,

antropológicos, sociológicos y plásticos, por mencionar algunos. Si el diseñador no logra percatarse, vislumbrar

y plasmar la gama de factores involucrados, el resultado final reflejará dichas carencias.

Esto a mi parecer resulta de suma importancia considerando el papel primordial que juega la disciplina en la

vida diaria de sus usuarios. La arquitectura tiene la capacidad de dotar de calidad las actividades que alberga

al ser habitada.

No hay que olvidar que el hombre interactúa de manera cotidiana con los espacios en los que habita. Por más

simple u obvio que parezca, es necesario percatarse de que interactuar implica un diálogo constante; un

intercambio de información que, en el caso del espacio y el usuario, es un diálogo que se presenta de manera

sensorial. Por medio del intercambio de estímulos y privaciones que se tienden a través de los sentidos. Antes

de interpretar un edificio, el hombre lo percibe con el cuerpo, de manera sensorial. Tacto, oído, vista… Habitar

implica que se lleve a cabo dicha dinámica interactiva, entre el usuario y el espacio, de manera reiterada y

constante, es decir, en la escala temporal.

La Revolución Industrial transformó la vida de la ciudad e hizo posible una mayor productividad, que

determinó sostener concentraciones demográficas cada vez más densas en Europa y posteriormente en

otras zonas del mundo. Teniendo un punto de partida en el proceso industrial durante los siglos XVIII y XIX,

que requirió la concentración de la mano de obra cerca de las fuentes de energía y transporte.

Las ciudades industriales aparecieron rápidamente en el Reino Unido, noreste de Europa y nordeste de los

Estados Unidos. De manera simultánea, las ciudades ya existentes aumentaron su población. En l850,

menos del 7 % de la población mundial vivía en centros urbanos de más de cinco mil habitantes. Hacia

l950, ya era más del 30%, y en las naciones industrializadas, el doble.

La ciudad industrial trajo consigo la proliferación de viviendas hacinadas para albergar a la multitud de

obreros que venían del el campo a la ciudad en busca de trabajo y de mejores niveles de subsistencia.

Surgidas a mitad del siglo XIX, estas ciudades crearon una serie de problemas que, unidos a los que

surgieron posteriormente, en especial el crecimiento desmesurado de los núcleos urbanos, han llevado a los

arquitectos, urbanistas, planificadores y gobernantes a diseñar ciudades un poco más racionales y

humanas.

Es cuando la introducción de nuevos materiales como el cemento, el hierro y el cristal determinaron el

nuevo reto constructivo propio de la revolución industrial. Las fábricas, las minas y el ferrocarril, estimularon

la formación de nuevos núcleos urbanos que dieron al traste con los conceptos tradicionales del urbanismo.

Y la superpoblación de las ciudades industriales, se unió la deficiente planificación constructiva,

insuficiencias infraestructurales y una creciente contaminación ambiental.

Los retos para las urbanistas no se hicieron esperar: grandes innovadores se hicieron presentes en las

grandes transformaciones de la mitad del siglo XIX y principios del siglo XX. La gran remodelación de París,

por ejemplo, se debe al Barón Georges-Eugéne Haussmann. Este renovador abrió nuevas redes variadas,

al crear otra versión del sistema axial barroco. Ordenó la construcción de nuevos edificios públicos, planteó

un sistema que iría a garantizar buenas condiciones de habitabilidad para los sectores sociales bajos y creó

parques y jardines públicos, cuando esto sólo existía en el hábitat privado de los nobles.

.

Los problemas de la ciudad industrial como la contaminación y la aglomeración, produjeron tempranamente

la revolución en la planeación con Le Corbusier, quien ideó la "ciudad verde" con espacios abiertos, las

"unidades de habitación", los espacios habitables organizados, las edificaciones de carácter vertical,

íntimamente ligadas al espacio circundante; separación de las vías peatonales de las automovilísticas y le

dio a cada sector urbano su propia función. De ahí provienen el funcionalismo y el racionalismo en materia

de planificación urbana.

Pero en Latinoamérica los fenómenos de la industrialización ligados al urbanismo, han sido mucho más

abruptos que en otros lugares del mundo. Estuvieron ligados al nacionalismo y al populismo, al modelo de

industrialización para la sustitución de las importaciones, a las violencias y a la migración campo-ciudad. Con

todo ello, surgieron los barrios industriales, generalmente de manera lineal a lo largo de las grandes arterias;

así aparecieron los suburbios, los tugurios, los conventillos, las vecindades y las favelas. Y con ellos

sobreviene el desarraigo de los nuevos habitantes de la ciudad

La revolución industrial impulsa los principales cambios que sufre la arquitectura en la segunda mitad del

S. XIX. Trae consigo los nuevos materiales de construcción, como son el hierro, el acero laminado, el

hormigón armado o el vidrio. Con éstos se construirán lugares funcionales surgidos de las necesidades

de la nueva sociedad capitalista e industrial, lugares donde se necesiten grandes espacios diáfanos,

invernaderos, mercados, naves, fábricas, puentes, bibliotecas, etc.

Muchos arquitectos seguirán utilizando los materiales tradicionales, ya que eran reticentes a que los

nuevos materiales entraran a formar parte de la arquitectura. Surge así la polémica y el debate entre

arquitectos e ingenieros, a los cuales en principio no se les consideró dignos para la edificación

arquitectónica.

A pesar de la temprana incorporación del hierro colado o fundido en estructuras de ingeniería como los

puentes (Iron Bridge de Coalbrookdale, 1779, Pont des Arts de París, 1801),3 los arquitectos siguieron

utilizando los materiales tradicionales, mientras el gusto académico siguió considerándolas "de mal

gusto". Fue la arquitectura industrial la primera en incorporar el hierro, inicialmente como una medida

de protección contra los incendios, que se habían hecho muy comunes desde la introducción de la

máquina de vapor.4 El edificio fabril que construyó William Strutt5 en Derby en 1792-1793 utilizaba

masivamente el ladrillo y los pilares de hierro fundido. La primera fábrica sin ninguna parte de madera

se levantó en Ditherington (cercanías de Shrewsbury) en 1796-1797 (Ditherington Flax Mill).6 El

modelo de fábrica inglesa del siglo XIX era el de una estructura de vigas y pilares de fundición con

muros y bóvedas de ladrillo. También se utilizó masivamente la fundición para la implantación del

mobiliario urbano en las ciudades planificadas con criterios higienistas propios del siglo XIX, con

ejemplos que se convirtieron en emblemáticos: en Madrid las farolas fernandinas (1832), o en París las

fuentes Wallace (1870), las columnas Morris7 (1868) o los edículos Guimard8 (de estilo art nouveau, en

las bocas del Metro -Hector Guimard, 1900-). Todo tipo de motivos de ferretería arquitectónica,9 cuyo

origen puede rastrearse en Inglaterra al menos desde 1734, comenzaron a aplicarse masivamente a

mediados del siglo XIX en todo tipo de construcciones (dado el abaratamiento de su coste), imponiendo

una estética ecléctica, popular o kitsch y unos acabados uniformes que deploraban los que añoraban el

trabajo manual artesanal (William Morris, John Ruskin).

La arquitectura cuenta con diferentes tecnologías que pueden darse aisladas o bien combinadas. Como

decíamos antes, existe una arquitectura en madera, posiblemente una de las más antiguas, con una gran

variedad de envigados, entramados y armaduras de cubierta, de la que tenemos muy buenos ejemplos en

las construcciones orientales, en los templos chinos y japoneses de múltiples pisos; la textil, con el uso de

cuerdas, estores, alfombras y entoldados; la de tapia, de fango o tierra sin cocer; la latericia o de piezas de

alfarería, como el ladrillo, con estructuras típicas como son los arcos, las bóvedas, los tabiques, etc. que dio

lugar a las magníficas construcciones del Próximo Oriente, donde nació el sistema de construcción

abovedado; la pétrea, una de las más comunes en Occidente y tal vez la más conocida por nosotros, con

sus diversos aparejos y su estereotomía; la metálica, de fundición, laminados o planchas, con sus sistemas

de entramados y, entre las más modernas, la de hormigón, con toda una tecnología derivada de los

encofrados, y la de plástico.

Los instrumentos o herramientas a utilizar en cada momento dependerán, obviamente, de la técnica

constructiva a la que tengan que auxiliar y por ser demasiado prolija aquí su enumeración, haremos

mención de algunos de ellos al tratar de los correspondientes materiales.

Al comenzar este texto nos hemos referido a la preponderancia de los aspectos materiales y técnicos en la

arquitectura. El material es una condición de existencia para todas las artes plásticas, si bien hay que

señalar que, aun cuando es una condición necesaria, no es suficiente. El arquitecto, el artista puede elegir

el material pero en ningún caso puede inventarlo; como dice René Berger, «La intervención del artista no

alcanza a la naturaleza del material, sino al uso que hace de él.

El material es considerado en función de su utilidad y esto deriva de las

cualidades que aquél ofrece: plasticidad o propiedad de la materia que

le permite adoptar una forma y conservarla, y resistencia u oposición

activa del material a la acción del artista. El grado de plasticidad y el de

resistencia varían de un material a otro. Así, por ejemplo, la resistencia

de la madera es menor que la del mármol. Decimos de esta resistencia

que es activa desde el momento en que manifiesta sus virtudes y, en

cierta medida, impone su carácter al artista. De este modo, artista y

materia —aquello a través de lo cual la forma se hace sensible— son

artífices protagonistas en un grado de igualdad. Podemos hablar

también de una cierta «simpatía» de los materiales o de cómo actúan

sobre nosotros y nos transmiten estados de ánimo diferentes; así

decimos que la madera es cálida y que el mármol es frío. En cualquier

caso, en el arte y, en consecuencia, en la arquitectura, la materia no

queda reducida a ser únicamente el soporte de una determinada forma.

Potente y dócil a la vez, ofrece al artífice sus características para que,

atendiendo a ellas, extraiga sus mejores posibilidades en su obra,

siendo un factor básico a tener en cuenta al analizar aquélla.

El material arquitectónico cumple dos funciones: la constructiva y la

ornamental. Tradicionalmente estas funciones han ido ligadas a la

habitual clasificación de los materiales en «nobles» (mármol,

madera…), que pueden ir vistos, que no precisan revestimiento que los

oculte, y los «pobres» (ladrillo, hormigón…) que, a lo largo de la historia

del arte, encontramos repetidamente camuflados bajo capas de estuco,

mosaicos, ladrillos vidriados o placados de piedra.

Los materiales constructivos pueden ser clasificados según su origen.

Así tenemos: 1. Materiales pétreos naturales (piedras de todo tipo); 2.

Materiales pétreos artificiales (piedra artificial, cerámicas, vidrios…); 3.

Materiales aglomerantes (cales y cementos) y aglomerados

(hormigones); 4. Materiales metálicos (hierro, acero…); 5. Materiales

orgánicos (madera, corcho…); 6. Materiales plásticos.

En la técnica moderna, las virtudes del hierro laminado en los más diversos perfiles, permiten

emplearlo con ventaja en vigas y columnas, para ahorrar a las paredes el esfuerzo de transmitir al

suelo las cargas. Esqueletos de hierro embebidos en los muros facilitan en las construcciones

comunes el menor espesor de éstos, con mayor aprovechamiento del terreno; y grandes arquerías

articuladas como charnelas para responder a los efectos de la dilatación y soportando cubiertas

vidriadas han resultado inapreciables para cubrir los andenes de las estaciones ferroviarias. Pero

últimamente la técnica constructiva fundada en el uso del hierro, ha sido superada con el hormigón

armado. Dilatando o contrayendo en la misma longitud el cemento y el hierro bajo las alternativas de

la temperatura, este procedimiento ha sacado singular partido de tal circunstancia. Asociados ambos

materiales con innegables ventajas constructivas, el cemento soporta los efectos de la compresión y

el hierro los de la tracción, a la vez que ayuda al primero a resistir los esfuerzos cortantes. Y aunque,

además, ofrece la ventaja de no oxidarse el hierro cubierto por el hormigón, tiene esta técnica una

contraparte que radica en la necesidad de moldes de madera (encofrados), para incorporar dicho

hormigón hasta el momento de su endurecimiento. Considerables han resultado las ventajas en esta

invención. Es útil en las construcciones antisísmicas, destinadas a prevenir los efectos de los

terremotos; permite cubrir grandes superficies prescindiendo de columnas; y su último progreso

estriba en la posibilidad de ejecutar bóvedas y cúpulas livianas denominadas a cascarón.

Como Arquitecto es necesario tomar conciencia del pasado racionalmente considerado como precedente.

La arquitectura es un testimonio que nos permite aproximarnos a épocas remotas y nos habla de sus

formas de vida, usos y costumbres que prevalecieron en ellas. Examinar la arquitectura antigua no es con

la idea de copiar sus formas, sino con la esperanza de enriquecer ampliamente nuevas sensibilidades que

son producto de nuestros días. La arquitectura no se puede juzgar como si fuese escultura o pintura, de

modo externo y superficial, como puros fenómenos plásticos, ya que ésta responde a las exigencias de

diversa naturaleza que al describir su desarrollo equivale a exponer la historia de la civilización. ―En el

proceso proyectual, y a todos aquellos aspectos poco dominantes pero existentes que forman parte de la

experiencia de cada uno de nosotros, es de gran importancia la ―rêverie‖. La tipología como estrategia de

substracción, reducción cuantitativa, ausencia programada de todo lo que es irrepetible y único; — la

tipología como fenómeno clasificador que a través de su propio nacimiento atestigua la ya perdida

concepción unitaria del hecho urbano, que era verificable antes de su aparición. La especialización

tipológica realizada a partir de la Ilustración, introduce el principio de la separación por partes del conjunto

urbano.‖ Hablar de tipologías es hablar de procesos de análisis e interpretación, en donde la Hermenéutica

se convierte en herramienta básica para la descripción de la arquitectura, y el Análisis, marca las pautas,

descompone el objeto para confirmar o desconformar la interpretación, no existe análisis a secas, es una

mera aproximación de la interpretación. ―La tipología, al igual que la iconografía del arte figurativo,

constituye un factor ciertamente no determinante, pero siempre presente, de manera más o menos

manifiesta, en el proceso artístico. El valor y la función de los tipos son las que explican las formas

arquitectónicas en relación a un simbolismo.‖ Al igual que el lenguaje, las formas arquitectónicas tienen

significados connotativos, valores asociados y un contenido simbólico sujetos a una interpretación cultural

e individual que puede variar con el tiempo. Así, la arquitectura es la cristalización de tendencias de cada

época, el espíritu humano, el sentimiento por su forma, la voluntad y la moral por la utilidad y la ciencia por

la técnica; es la creación de espacios estéticos en respuesta a necesidades materiales y espirituales del

hombre. ―Hacer homogéneos Cultura arquitectónica y orden social: Intento imponente y muy significativo,

el pensamiento neoconservador alienta la ilusión de escapar mediante la fundación de sus instrumentos en

el pasado de una tradición de orden, de jerarquías y de contrastes.‖

Es importante tener conciencia del contexto, aprender a descubrir, comprender e interpretar los

modelos de referencia propios. El territorio histórico a partir de sus componentes, es un recurso de

referencias y sugerencias a la definición de nuevos elementos de acuerdo a las necesidades actuales o

nuevas exigencias sociales. Desde este contexto la historia no solo marca una identificación de hechos,

sirve para la identificación o tendencias de propuestas de intervención de acuerdo a problemáticas

actuales.