CVC. Centro Virtual Cervantes. · 2019. 6. 20. · eclesial de la escatología judea-cristiana, y...
Transcript of CVC. Centro Virtual Cervantes. · 2019. 6. 20. · eclesial de la escatología judea-cristiana, y...
--------------LA ANGUSTIA DEL
PROGRESO
Otto Kallscheuer
l. ENSALADA SEMANTICA
Se puede renunciar al progreso? -¿Se quiere renunciar al progreso?Estas dos preguntas no sólo no dicenlo mismo, sino que la respuesta a la
primera no prejuzga en absoluto la contestación a la segunda. Aún cuando, simplificando indebidamente, se quisiera suponer que la razón por la que se quiere renunciar al progreso, está implícita en la respuesta a la cuestión-puede, existirían cuatro posibilidades, todas igualmente plausibles, de combinar las dos respuestas.
Se puede, porque no se puede (y se sabe) -por eso queremos (inútilmente): respuesta romántica; -por esa razón no queremos (razonablemente):respuesta realista. Se puede, precisamente porque se (sabe que se) puede, -por esa razón queremos (realísticamente); mencionemos la versiónmesiánica, «la salvación está en el éxodo». (Bahro) -nos ocuparemos más tarde de ella- y laversión punk, «muerte al progreso» -precisamente por eso no queremos (razonablemente):respuesta de la ética de responsabilidad.
Con estos modelos de respuesta podemos escenificar, a voluntad, muchos diálogos entre defensores y detractores de( progreso; entre progresistas partidarios de la separación de poderes y demócratas de base derrotistas; entre representantes progresistas de la división del trabajo y derrotistas de las comunas alternativas o campesinas; entre representantes de una ciencia neutral y los de otras formas de pensamiento totalizante (se trate
- de la unio mystica o de las vibraciones positivas) ... entre los portavoces del progreso y losenemigos de la microelectrónica, de la energía nuclear, etc. Naturalmente que en tales diálogoscada uno cree tener razón contra los demás, debido, sobre todo, a que el significado de los términos empleados es ambiguo. Comencemos con lapalabra «querer»; ¿ significa, en este caso, desear(«anhelar», proyectar) o «comprobar» (tener encuenta los mejores resultados) (1) o, (según elprincipio de Fairness), impulsar la capacidad yexigencia de consenso de todos los afectados? (2).
Por ejemplo: «Sé ciertamente -responde el romántico al realista- que no puedo parar el progreso (la locura armamentista, el estado atómico, etc.) pero tampoco quiero comprometerme con él...»
O: «Precisamente, porque la humanidad puede autodestruirse -responde el partidario de la ética de la responsabilidad al nihilista- y, por lo tanto, renunciar a la posibilidad de su perfeccionamiento histórico, no quiero cejar en mis esfuerzos a favor del progreso (y de la paz, que es su condición básica)».
28
Podríamos seguir analizando las variaciones de esta gramática del «querer». Su desmenuzamiento en la batalla de las alternativas al progreso, nos sirve solamente como índice de lo que tienen en común con el (sufrido, querido o negado) progreso, y subrayar lo borroso de la controversia. D_icho de otra manera: «El progreso» se ha convertido, para sus defensores y detractores, o (para mencionar otra línea divergente) para los fatalistas convencidos de su inevitabilidad, y los voluntaristas convencidos de su substituibilidad por otra «trad;·:ión» (3), en una palabra muerta o en una pantalla donde se van proyectando las distintas opiniones (o angustias). Lo que ha dejado de estar claro entre los partidos enfrentados, concierne tanto a las estructuras de las concepciones del futuro como a la dinámica de los deseos de futuro. La cuestión del progreso se ha hecho polivalente. Se trata, en primer lugar, de recordar esta polivalencia de las ideas sobre el progreso. Por otra parte, como lo demuestra la «tradición del progreso», no estamos ante nada nuevo. Se trata menos del contenido de lo que es esperado (o temido) del progreso, cuanto de la estructuración de ese horizonte de esperanzas en la historia del progreso mismo. Lo específico de una crisis del progreso no consiste en la multiplicidad de sus significados, sino en el hecho de que crea disonancias.
«La tradición del progreso», convertida súbitamente en campo de discordias, no era uni-voca, sino que había sido siempre un mixtum compositum de diferentes significados o valoraciones del desarrollo histórico. Es verdad que en los últimos cuatro siglos, (si situamos en Francisco Bacon el comienzo de las concepciones y teorías modernas del progreso) los enfoques se han superpuesto y complementado de alguna manera (4). La batalla actual en torno al progreso continúa teniendo múltiples concomitancias histórico-filosóficas. Mencionemos, por lo menos, las siguientes:
El concepto mismo de historia como significado intramundano, es decir, como movimiento dirigido (en cuanto se diferencia de las antiguas concepciones cíclicas del mundo) que se origina en el seno de la vieja Europa de la madre Iglesia, presupone ciertamente la «secularización», la «mundanización» de la historia sagrada o su emancipación del significado divino (5), que, previamente ( en la historia de la iglesia) temporaliza la escatología cristiana-judaica de la esperanza inmediata del adviento (del regreso del mesías) (6) retrasándolo; finalmente se presenta comoobra independiente del hombre.
- El concepto moderno de ciencia como sistema objetivo de conocimientos metodológicamente ciertos, que presupone la «revolución semántica» de las concepciones sobre la esencia del conocimiento en el siglo XVII (7), y el papel sistemático del experimento; con el nacimiento de las ciencias modernas de la naturaleza, como hijas de un «maridaje entre filosofía y manufactura» (C. F. Weizsacker), el horizonte del «cosmos», de un orden preexistente del mundo, es interpretado como «sistema» humano, construido hipotéticamente (y empíricamente verificado). El
------�-------
orden divino de la creac1on girando inmutablemente en sí mismo, se convierte en tanto que «naturaleza», en objeto del conocer y del obrar humano (8). , - La imagen del hombre como actor, como su
jeto de la historia y constructor del conocimiento (de la naturaleza) deja abierto el futuro (9) en cuanto objeto de trabajo del horno faber; la concepción del perfeccionamiento de las condiciones y orientaciones de la vida humana, se convierte, con la Ilustración, en idea reguladora, en exigencia de acción humana; con la idea de «perfectibilité» (Condorcet) __ emerge, al mismo tiempo, la conciencia de la no-coincidencia del progreso social (o de la humanidad) e individual (Kant), que, posteriormente se racionaliza, mediante formulaciones más elegantes pero no desaparece, convirtiéndose en progreso del género humano como trabajo del espíritu (Hegel) o como vía hacia el individuo plenamente desarrollado por la eliminación de los obstáculos de clase, que permitirá el desarrollo de las fuerzas humanas esenciales (Marx).
- Con la pérdida de su fundamento transcendente y de sus razones cosmológicas, las formas, reglas e instituciones de la convivencia social pueden concebirse como dimensiones específicas de la realidad; regiones de los modelos autónomos de racionalidad, cuyo modo de funcionamiento puede ser conocido, dominado, legitimado (o criticado). Independientemente de que el proceso, en el que se cierra la «puerta a la transcendencia» (10) para el orden político, sea llorado como pérdida o saludado como liberación (11); con el nacimiento del estado como institución secular (12), con la autonomía de lo polüico se transforma el «arte de gobernar» en objeto de ciencia; con la desaparición de la legitimidad teológica puede formularse, mediante la doctrina del derecho natural, «el principio de legitimación fundado exclusivamente en el consenso» (13) respecto de la sociedad política (cuya orientación universal se hace posteriormente, como es sabido, crítica de la «sociedad burguesa»).
Admítase o no el fin de la «injerencia» institucional de la actividad económica en las relaciones señoriales y en la economía doméstica (14), en las normas sociales y religiosas, en todo caso, no se puede concebir (y criticar) la forma de racionalidad de la economía como investigación independiente de las condiciones de éxito, de las reglas y consecuencias de la actividad económica (como cálculo de mercado), sin tener en cuenta este proceso de «disolución» del sistema autorregulado de mercado.
Señalamos sólo de paso el concepto específicamente moderno de individuo, cuya identidad no (solamente) es (o será) (15) defendida a través de sus funciones sociales e institucionales y que se mueve en las esferas diversas pero complementarias de vida privada y pública (16).
2. LA MAQUINA DEL DESEO
La enumeración es incompleta. Es suficiente,sin embargo, para hacer evidentes las tensiones internas que caracterizan a todo discurso sobre el progreso: entre su naturaleza definida como «concepto de dirección lineal» (Kosellek), que hunde
29
históricamente sus raíces en la temporalización eclesial de la escatología judea-cristiana, y aquella otra, por decirlo de alguna manera, progresiva «polivalencia de sus criterios», que fue «liberada» gracias a la secularización de la historia y al desarrollo de la sociedad burguesa. Esta multiplicidad de sus aspectos significa, al mismo tiempo, una diferenciación de los modelos de racionalidad, según los cuales debería juzgarse el progreso (en singular).
La no coincidencia de los criterios de «perfeccionamiento» científico-técnico y moral, de eficacia económica, de estabilidad política, de justicia social, etc., produce la posibilidad del conflicto recíproco entre estos diferentes progresos (en plural) (17). En otras palabras: la «crisis del progreso» está ya lógicamente implicada en el concepto de progreso.
Por lo tanto, aún cuando tomemos en consideración las clásicas matizaciones de la «tradición del progreso» -Galileo y Bacon, Turgot y Condorcet, Rousseau y Kant, Marx y Hegel, St. Simon y Comte ... -de todo ello resulta, visto de cerca, que cada cual consideraba la evolución hacia lo mejor, no como una suma pacífica de progresos particulares, sino como una acumulación de distintas esperanzas y exigencias (desde la supervivencia física, el output más importante del contrato social de Hobbes, hasta el bienestar económico, la seguridad social, la evolución cultural, el desarrollo individual, en los modelos posteriores), cuya proyección sobre una región eminente o motor de racionalización, debe funcionar como una fuerza motriz respecto de los demás progresos y convertirse en «estructura central» del correspondiente modelo de futuro.
«La concepción del progreso como un mejoramiento o perfeccionamiento, dicho en términos de modernidad, como una racionalización, era predominante en el siglo XVIII, y en una época de fe moral-humanitaria. Progreso significaba, s'Jbre todo, progreso en la ilustración, progreso en la educación, autodominio y formación, perfeccionamiento moral. En la época del pensamiento técnico y económico, el progreso es concebido tácita y naturalmente como progreso económico o técnico, y el progreso moral-humanitario, si todavía interesa, aparece como efecto secundario del progreso económico. En la medida en que ur,a dimensión se ha convertido en la dimensión central, desde ese mismo momento se disuelven los problemas de las otras dimensiones, en problemas de segundo orden, cuya solución se produce automáticamente cuando se resuelven los problemas de la dimensión central (18).
Si el motor del futuro (y el indicador más importante del progreso) se ve en función del grado de dominio científico de la naturaleza (Bacon), en función del derecho que gobierna la sociedad burguesa (Kant), de la capacidad de los individuos a realizar una vida general (Hegel), de la realización de la racionalidad industrial y sistematización del orden social (St. Simon), o una fusión de los modelos de Hegel y St. Simon, resultado de la doc-
i.
------�------
trina de la lucha de clases como «motor de la historia» (Marx), en cualquier caso, la consecuencia es la construcción de una historia «plena de sentido», en cuanto evolución dirigida hacia lo mejor mediante el conocimiento simultáneo de lo heterogéneo, es decir, de la racionalización científica y moral, de la evolución económica y social, etc; pero este conocimiento puede darse porque antes se ha establecido una jerarquía entre los
30
distintos progresos particulares. A la determinación de la estructura central corresponde una neutralización de los otros progresos, su desplazamiento como progresos de segundo orden. Estos son encubiertos, justificados, «compensados» en cuanto se supone que el progreso principal arrastra tras de sí a los progresos secundarios. Cuando estas expectativas secundarias perduran como motivaciones -y este será el caso, por lo general,
------�-------
de los seguidores, partidarios o simplemente «consumidores» de este modelo de progreso- (19) deberán ser transferidas al futuro. Esta proyección de las expectativas, en un estadio futuro (de la ilustración mundial, de la sociedad comunista, del bienestar económico, etc.), producirá un impulso acelerador del movimiento global. La «revolución de las expectativas», específicamente característico, según el punto de vista neoconservador, de las democracias del bienestar estatal (20), producto del desarrollo de la postguerra, pertenece ya al modelo de pensamiento analítico-estructural de las modernas expectativas de futuro. No siempre en el caso de sus inventores, pero sí en el de sus seguidores. El éxito de los planes de futuro depende, naturalmente, de la proyección de las expectativas en una estructura central -y el logro de la compensación de las angustias antagónicas, de la plausibilidad del modelo. La acumulación de experiencias contradictorias no puede ser desplazada indefinidamente (por ejemplo, de acuerdo con el modelo de la «disonancia cognitiva» de Festinger). Se produce, entonces, «una crisis del progreso». Y si el umbral de aceptación de fracasos desciende, disminuye, al mismo tiempo, la capacidad de racionalizar las frustraciones ( «ausencia de capacidad de sacrificio de la juventud»), y el ciclo de inversión de las experiencias en el horizonte de expectativas se acelera, de manera general, en las sociedades industriales de occidente. Por ejemplo, frente a una generación de hijos y nietos del movimiento obrero clásico, convertidos en la actual clase media, y en otros tiempos movimiento estudiantil de izquierda, con una experiencia máxima de quince años, parece suficiente para sacar conclusiones a escala mundial (abandono por parte del proletariado del racionalismo occidental). Poco ha cambiado en la estructura de la crisis.
¿Cómo funciona una crisis del (o la crisis de un) concepto de progreso? En el momento en que una jerarquía dominante de criterios de progreso pierde plausibilidad, y no logra ni re-establecer su credibilidad mediante nuevos y mejores métodos para conseguir su meta principal (por ejemplo, esforzándose en lograr la seguridad social para las clases trabajadoras, no por medio de la lucha de clases, sino a través de compromisos con el estado benefactor), ni establecer tampoco un nuevo «motor» en las concepciones colectivas del movimiento histórico, es decir, una nueva «estructura central» portadora de esperanza en ese caso se sacrifica la máquina del deseo de progreso a su propio mecanismo de aceleración. La acumulación de expectativas prosigue, a pesar de todo, aún cuando su neutralización (o la reducción de su complejidad) ya no funciona mediante una jerarquía de «estructura central» y progresos jerarquizados (contradicciones principales y secundarias). Al contrario, cuando ni la reforma ni el cambio de paradigma (o una combinación de ambos) tengan éxito, entonces se acelerará todavía más, pues el «efecto de racionalización» desaparece, resul-
31
tando, generalmente, que por primera vez se «concentre en lo esencial» ( en la revolución o en el próximo avance). Paralelamente se llegará a un «no-desplazamiento» o, a una acumulación «controlada» de angustias, al servicio del progreso. La polivalencia de las expectativas puestas en el progreso (anteriormente todavía creíbles) conduce a una lenta dispersión de la angustia, que ya no puede ser mitigada. El primitivo aplazamiento de los impulsos (después que ... ) se convierte súbitamente en un «sin-sentido» (¿Por qué, idiota de mí, habré ahorrado durante tantos años, o repartido octavillas a las cinco de la mañana, si al fin y al cabo ... ).
En semejante constelación de creciente desorientación de las antiguas esperanzas, de polivalencia de dudas ya no dominadas, es suficiente, entonces, un acontecimiento visible para todos los afectados (el terremoto de Lisboa, el accidente de Harrisburg), para abandonar el «horizonte de esperanza». Y entonces funciona la aceleración de manera diferente; en vez de la concentración de todos los deseos en una opción real, se transforman en otras tantas posibilidades de angustia, que se difunde con extraordinaria rapidez. La «liberación» de la cuesta abajo colectiva, de todos los deseos que deben pasar por el ojo de la aguja de un modelo de progreso, puede ser sentido como un «alivio», y la difusión de la duda en el tipo de progreso hasta entonces defendido, seguirá creciendo: conversión a la duda, confesión de angustia que puede convertirse, en la primera fase de una crisis colectiva de concepciones del futuro, en verdadero placer, en un fin en sí mismo.
Con el tiempo, sin embargo, semejante difusión de angustias conducirá rápidamente a disonancias emocionales y cognitivas insoportables (a diferencia de las expectativas colectivamente compartidas, que conducen a un progreso efectivamente poseído), puesto que falta la perspectiva de gratificación en el futuro. Entonces la disonancia creciente necesita de un nuevo alivio (menciono aquí dos ideales típicos extremos): o mediante un nuevo paradigma de progreso o mediante la proyección de la inseguridad no dominada sobre una cabeza de turco, un enemigo. En el primer caso, ( «aterrizaje suave») se introduce un nuevo ciclo de un modelo de progreso; en el segundo. caso ( «aterrizaje duro») se trataría de la propagación de concepciones apocalípticas milenaristas -el fin de los tiempos-, que exigirían una inversión total, y psicológicamente podrían hacer necesaria una imaginaria guerra de religión contra los representantes del «antiguo» progreso. Cualquier (combinación) de las dos variantes de que se trate, no depende solamente de la situación de los que dudan, sino también de la conducta de los partidarios del progreso. Un intento de «aterrizaje suave» puede transformarse en aterrizaje duro, si los defensores del viejo (enemigo del nuevo) paradigma de progreso se fortifican agresivamente, y, de esta manera, preparan el terreno a los profetas quiliásticos de la inversión «total», «fundamen-
-------------tal», etc.; una cruzada comenzada como «militante» de la duda en el «viejo» progreso puede abrir, cuando aparecen posibilidades de diálogo, nuevos campos de experimentación y espacios para el compromiso, y transformarse en un nuevo rasgo de progreso ( descartaría solamente algunas sectas fundamentalistas).
3. POR EJEMPLO, LA BOMBA ATOMICA
Como veníamos diciendo, el modelo de estructura esbozado de una concepción de progreso, era una típica construcción ideal (mejor dicho, construido sobre suposiciones idealizadas) (21). Se hizo abstracción:
-de los fundamentos de cada una de las perspectivas de progreso mencionadas (por ejemplo, qué significa para ella caer-en-crisis); basándose en la suposición de que los fundamentos «racionales» de determinadas expectativas o angustias no deben necesariamente ser preservados de su utilización «irracional» colectiva;
- de- la diferencia entre filosofías del progreso(«elaboradas») y concepciones del progreso colectivas («restringidas»), las cuales, no necesariamente con razón, a ella se remiten y de ella se alimenta (la querella en torno a Marx y al marxismo);
- de los modos posibles de diferentes y concurrentes concepciones de· futuro de otros grupos de la misma sociedad; es decir, solamente se tiene en cuenta la dinámica interna (22) (en una especie de suposición ceteris paribus), según la cual, sólo puede funcionar (o desintegrarse) una perspectiva progresiva de futuro. En la sociedad actual, estructurada de manera plural y según diversas concepciones del mundo (23), surgen, dentro del horizonte común de las expectativas, no sólo intereses sociales distintos, sino también filosofías diferentes, que pueden reforzarse, neutralizarse o modificarse recíprocamente;
- de las experiencias históricas reales, queforman parte de las expectativas de futuro (y sea por la fuerza de desplazamiento ... ).
Cuanto más recuerda la fase final del ciclo anteriormente descrito las voces apocalípticas de sectores del movimiento ecológico y por la paz (y frecuentemente en aquellos que hace apenas diez años eran los más furiosos «progresistas»), tanto menos puede explicar el modelo las actuales angustias del progreso. Para ello debería analizarse, con más detenimiento del que aquí es posible, «la dinámica histórica de los grupos» de la Alemania occidental de postguerra (24).
Sin embargo debemos intentar bosquejar qué tipo de explicación resultaría, si suavizando las dos últimas suposiciones idealizantes mencionadas, construyo un modelo de República Federal (por supuesto todavía más irreal), y lo aplico a dos períodos distintos.
Es verdad que no puedo ya tomar simplemente el «progreso» como criterio de comparación, pero sí debo investigar determinados símbolos plásticamente condensados, imágenes a las que se adhieren concepciones colectivas de futuro (positi-
32
vamente) como: casa propia, coche, televisión, o (negativamente): microchip, lluvia ácida, etc. (25) Elijo un símbolo negativo: bomba atómica.
En relación con la aplicación del modelo a nuestro país. Es irreal, en la medida en que deberemos caracterizar su opinión pública, no ciertamente su desarrollo, teniendo en cuenta solamente dos grupos. Al grupo más numeroso llamémosle el de los «trabajadores», al más pequeño el de los «críticos». Existen además otros grupos: empresarios, funcionarios (ambos dan empleo a nuestros dos grupos); pero supondremos que tanto ellos como los campesinos y los autónomos no tienen peso en la opinión pública. Las experiencias tenidas por estos grupos se limitan en nuestro modelo a sólo dos dimensiones: el desarrollo económico (puestos de trabajo, salario, tecnología) y la experiencia de guerra o paz. Cuando aparecen peligros, son percibidos en primer lugar (según la definición) por los «críticos», que habitualmente tienen las mismas experiencias que los «trabajadores». Comparemos ahora dos épocas de experiencias, las de los años cincuenta (aunque hayan empezado algo antes) y las de los años setenta (que terminan algo más tarde).
En los años cincuenta los dos grupos tienen a sus espaldas la experiencia de la guerra mundial y viven una fase de acelerado crecimiento económico; la planificación privada del futuro ( «se trata del rendimiento individual») aparece no sólo como deseable -para alivio de las angustias colectivas, de las responsabilidades y experiencias del período reciente- sino también como realizable. En una situación próxima a la demanda ilimitada en el mercado de trabajo, las novedades tecnológicas no son percibidas como una amenaza por la mayoría, sino, por el contrario, como una oportunidad, en la medida en que su uso sea reservado al mundo civil, a la paz y al desarrollo económico. Esto vale, sobre todo, para la «energía atómica», a cuyo uso bélico (Hiroshima) con dificultad se habían escapado los alemanes, pero cuyo uso pacífico se convierte, bajo las experiencias acumuladas del progreso económico, en imagen deseada de un futuro positivo, como se resume concisamente en un documento, de espíritu baconiano, del partido de los «trabajadores», hacia el final de los años cincuenta:
Pero es también la esperanza de este tiempo, que la vida del hombre sea más fácil en la época atómica, liberado de preocupaciones, y pueda crear bienestar para todos, cuando su creciente poder sobre las fuerzas de la naturaleza se utilice solamente para fines pacíficos» (26).
Las angustias expresadas en este período por los «críticos» ante el armamento atómico (sobre todo, después de la explosión de bombas de hidrógeno transportables en los Estados U nidos de América y la Unión Soviética durante los años 1952-53) y que eran compartidas, en principio, por
�.
------�------
un gran número de «trabajadores», y se manifestaban también en los movimientos contra el rearme en la República Federal ( «lucha contra la muerte atómica»), apenas pueden expresarse en la fase de plena prosperidad de un ciclo de expectativas de crecimiento económico, de cálculos de éxito privado y de las bendiciones de la técnica; son crecientemente neutralizadas y finalmente absorbidas por las maravillosas experiencias de la economía. La bomba atómica es desplazada a los márgenes de la conciencia colectiva y neutralizada bajo la forma «del equilibrio del terror»; permanecen, como residuos, algunas sospechas de los efectos de las «pruebas atómicas» sobre el tiempo o sobre parecidas pequeñas molestias en la vidacotidiana.
Acaso deberíamos también mencionar que, sin embargo, se producen en esta época de la llamada guerra fría confrontaciones cargadas de tensiones, que alcanzan el umbral inmediato de amenazas de guerra: bloqueo de Berlín, 17 de junio, construcción del muro, levantamiento húngaro, etc.
En los años setenta gozan los dos grupos de una larga fase de paz y un período de distensión en la política internacional; pasan, sin embargo, por un proceso de creciente crisis económica que obstaculiza, con relativa frecuencia, la planificación privada del futuro. Junto a expectativas fracasadas de ascenso individual, surgen, cada vez más, amenazas al status de equipamientos sociales. El cambio en la situación del mercado de trabajo hace ganar cada vez más terreno a los efectos de racionalización de las novedades tecnológicas, aumenta la disponibilidad a considerar los progresos técnicos como peligrosos o, por lo menos, ambivalentes ( como «destructores de empleo», pero también como portadores de diversos riesgos técnicos, que, naturalmente, ya existían antes). Estas difusas incertidumbres se deben eliminar de manera militante (sobre todo, por las organizaciones defensoras de los intereses de los «trabajadores»). Esto demuestra, por ejemplo, al hilo de las discusiones en torno a los peligros del uso pacífico de la energía atómica, promovidas por los «críticos» (27) (y que se ve confirmada en la televisión a través de un suceso geográfico lejano «Harrisburg»), pero que choca, en una primera fase, con la ceguera agresiva de la mayoría de los trabajadores. La conexión implícita, oculta, del miedo ante las centrales nucleares, percibidas como «bombas en reposo», con la conciencia del potencial de guerra nuclear de la OTAN sobre suelo de Alemania Federal (que puede explicar, según C.F.V. Weizsacker, la rápida difusión del movimiento ecológico en la República Federal Alemana) se convierte, en una fase posterior, en punto de cristalización, debido a la extensión del paro y a la propagación de difusos temores sobre el futuro.
Ahora, es decir, ex post, los «trabajadores» se aperciben de la «doble decisión de la OTAN» y de sus posibles consecuencias fatales, hasta este momento sólo tenida en cuenta por las minorías
33
críticas; los sindicatos, que siempre habían rechazado agresivamente la crítica al uso de la energía atómica, ahora se sienten atenazados por el miedo ante el «rearme» atómico occidental. Los «críticos», considerados solamente como ecologistas, enemigos de la energía nuclear y «postmaterialistas» alternativos de la izquierda, se hallaban, hasta este momento, distanciados de la mayoría de los trabajadores por profundas diferencias psicológicas; con el «movimiento por la paz» se logra una creciente imbricación, influencia mutua y reacoplamiento positivo de las distintas angustias, que son absorbidas, superadas, totalizadas (28), en cierta manera, por el super-miedo de una guerra nuclear próxima o muy probable, sobre el suelo de la Europa central. Los eslogans para expresar el miedo ante la bomba atómica, como símbolos colectivos negativos -«holocausto nuclear», «hiroshima»- (autorizan también la conclusión) difunden rápidamente «la conciencia de que sobre Alemania pende el peligro de la aniquilación atómica» (en el caso de estacionamiento de nuevas armas nucleares de alcance medio), al mismo tiempo que alimenta, a partir de temores históricos, sentimientos de culpa y «expectativas de castigo», que aparentemente habrían sido superadas con éxito durante los años cincuenta (29).
Aún más; el modelo es completamente irreal. Faltan demasiados factores (el enfrentamiento de clase entre las superpotencias, los medios de comunicación de masas, las clases medias, el estado de instrucción, el nivel de consumo ... ); las coincidencias con los hechos eran puramente accidentales. Dentro de este modelo se puede demostrar que la propagación del optimismo del progreso y el miedo del futuro puede tener otras razones que las «racionales» ya mencionadas. La credibilidad, supongámoslo así en los dos casos, de los temores racionalmente fundados de los «críticos» ante las consecuencias del armamento atómico y de la tecnología nuclear (así como, en los años setenta, los intentos de formación de un «escenario de teatro» limitado a Europa, en donde se desenvolvería una guerra nuclear) depende decisivamente de lo que otros grupos sociales crean sobre su futuro; y esta recíproca «sobredeterminación» de diferentes horizontes de expectativas conducirá a resultados contrapuestos; depende de si los «trabajadores», en la fase ascendente encuentran su seguridad en un modelo de progreso (en este caso, crecimiento de las oportunidades individuales dentro de la economía social de mercado) o en el punto crítico, en el que oscilan negativamente la actitud frente a las expectativas. En los años cincuenta, gracias al milagro económico y a las expectativas individuales de éxito, los terrores comunes ante los peligros de guerra y de rearme eran inicialmente neutralizados y finalmente superados, a pesar de la guerra fría y las crisis centroeuropeas. En los años setenta emergen terrores muy heterogéneos (riesgo de utilización pacífica de la energía atómica, pérdida de puestos de trabajo) en una recíproca rela-
-------------ción agresiva, paradójica («la energía atómica produce puestos de trabajo»), para condensarse después, mediante la oscilación del horizonte de expectativas, en una imagen general de terror colectivo ( «holocausto atómico»); aunque el hecho relevante, la doble decisión de la OTAN, sea percibido por la mayoría de los interesados en toda su profundidad (el lejano suceso de «Harrisburg» habría tenido para los �<críticos» el carácter de una experiencia clave).
4. ¿APOCAL YPSE NOW?
Prescindiendo del modelo. No debemos ser insensibles ni a los riesgos irresponsables de la explotación a gran escala de la fisión del núcleo ni a la lógica destructiva del rearme atómico. A la sospecha, que hemos sugerido siguiendo el modelo, de que en la difusión de los temores ante estos riesgos podían haber jugado un papel otras razones completamente diferentes (pero latentes), entre las que señalábamos como un ejemplo ( entre otros posibles) el horizonte de expectativas económicas, debemos añadir, que también las fantasías colectivas pueden albergar una lógica destructiva. Este será el caso más probable, si, junto al fortalecimiento de temores identificables, tanto menor sea en la conciencia pública la presencia de un momento de distancia reflexiva, como presupuesto de su continua verificación. La proyección de angustias difusas sobre la imagen escatológica del «holocausto nuclear», provoca consecuencias destructivas (30), por ejemplo, conduce a la creación de simulaciones de enemigos; desde cowboys ávidos de muerte hasta los cristianodemócratas lujuriosos de armamentismo, como cómplices (para hablar como Heisner Geibler, que debe provocar los mismos efectos que la posición del gobierno), o como «quinta columna» de la muerte, compenetrados con el «reino del mal»;
- conduce a la creación de un «contra-principiode la (super) vida», que pueda justificar el todo o nada de la aplicación de la política de seguridad estatal a las necesidades individuales (31) (un modelo de argumentación, por lo demás, familiar para mí, gracias al «examen de conciencia», por negarme al servicio militar; presentado, en aquella época, como formulario de los inquisidores); el problema ético de la política de defensa, en todo caso tan estéril como el cuestionario de justificación de la defensa civil (32);
- conduce a una actitud de cobardía ante labomba, que obstaculiza la discusión y la lucha por el éxito de estrategias alternativas de seguridad. Actualmente la «utopía negativa» del hundimiento termonuclear, como consenso mínimo dentro del movimiento por la paz, se ha convertido en la tapadera que puede ser puesta, al mismo tiempo, sobre todas las ollas y que bloquea, por consiguiente, todas las discusiones sobre las diferentes opciones entre los hombres que viven pacíficamente (no por mucho tiempo, ciertamente).
Si el problema de una «cultura de paz» consiste,
34
i.
------�------
principalmente, en la posibilidad de un entorno conflictivo, pero no destructivo (esta es mi opinión) entonces esta pacificación de los conflictos en medio del pacifismo -sit venia verbo-, esta paz de los cementerios en medio de la paz pública, (entre cuyos bastidores se celebra el orden táctico tanto más brutalmente), constituye una perspectiva mortal para el movimiento por la paz; exteriorizar los conflictos, piensan, es destructivo«cuestión de fuerza» ...
Si este diagnóstico es correcto, implica, al mismo tiempo, una «exigencia para los verdes», a saber, el requerimiento a este nuevo partido para que no caiga en el pequeño común denominador del miedo dentro del movimiento por la paz (y superarlo por convicciones éticas), sino que, más bien, intervenga como fuerza política con sus propias propuestas en las discusiones sobre la seguridad militar, y que sirvieran, también, para promover la discusión dentro del «movimiento» mismo (33), cuya inminente división, diferenciación y (esperemos) nuevo reagrupamiento es inevitable. «Hay -prescindiendo de la guerra- solamente dos medios de actuar contra la desintegración de las masas; uno es su crecimiento, otro su recurrencia» (34). El primero lo hemos experimentado con la extensión del movimiento por la paz. No sólo ha llevado a los verdes al parlamento, sino que ha arrebatado el problema del armamentismo a la libre disposición de los estados mayores militares y comisiones de defensa, y lo ha convertido en un problema de cultura pública política. A pesar del modelo irracional de propagación de angustias, el resultado es, hasta el presente, esperanzador; (para emplear el eslogan de los maoístas de principios de los años setenta) «bueno y no malo».
La recurrencia de este modelo contribuiría poco a la solución del problema.
5. LA DIFICIL DESPEDIDA DE LA
FILOSOFIA DE LA HISTORIA
Se podría considerar la certidumbre del fin, simbólicamente conjurado (y aceptado, en realidad, mediante «ayunos por la paz» ilimitados) como inversión de aquella actitud de represión, que en los años cincuenta se expresaba a través de la imagen del «equilibrio del terror». En la concepción de una seguridad calculable, según la cual -gracias «al equilibrio atómico»- no pasará nada,se refleja, por decirlo de alguna manera, como hoyen la proximidad calculable de la guerra atómica,el cambio radical del horizonte de nuestro futurohumano, el point of no return, que significa laexistencia sobre nuestro planeta del potencial dearmamento termonuclear -se presenta por vezprimera la apertura absoluta del futuro, su posibledesligamiento del conjunto de la historia humanaen la conciencia del buen o del mal final.
A mediados de los años cincuenta el «equilibrio del terror», la circunstancia a eliminar, a la que, entonces, sólo prestaban atención algunos predicadores en el desierto, pues la sola posibilidad de
35
autoaniquilación de la especie humana tiene para el concepto de progreso ( concebido desde el punto de vista liberal-capitalista) en la filosofía de la historia, las mismas consecuencias fatales que tiene la temática existencialista del suicidio, la «libertad para la muerte» en relación con la ontología cristiana (35). Como hemos visto, el concepto moderno de progreso, el «futuro abierto» a su cumplimiento (koselleck), se corresponde históricamente con la conciencia cristiana de salvación, desembarazado, sin embargo, sólo parcialmente de la religación (re-ligio) del curso de la historia a un determinado y definido sentido. La secularización de la historia significaba más la transformación de las esperanzas de salvacióninterpretada o «racionalizada» como verité a faire,
como proceso, como ,;trabajo» en la sucesión lineal del tiempo- que emancipación del pensamiento sagrado. Con la posibilidad, originada en este «proceso-progreso», del futuro humano, como totalidad a extinguir por medio de la energía termonuclear, el curso de la historia humana se convierte, por vez primera e irrevocablemente en un futuro absolutamente abierto. La absoluta apertura del futuro coincide con la posibilidad del fin absoluto del tiempo histórico (36). Lo que lamenta el diagnóstico conservador-católico .,..la libertad humana como «contraria a una creat:ión de la nada, a saber la creación de nada como la condición de posibilidad de la autoci;éación de un mundo continuamente renovado»- (37) se convierte en horizonte real de actividad posible para el hombre, también la de destruir definitivamente «el mundo continuamente renovado» (38). El futuro anda perdido del telos de la historia, de un sentido, que a pesar de «retrocesos» momentáneos, terminará finalmente por imponerse. Con la bomba atómica es evidente que «no hay garantías para el futuro. A pesar del poderoso y progresivo crecimiento de sus conocimientos sobre el pasado de la humanidad y del entorno en el que la especie humana está destinada a vivir, no sabe el hombre nada sobre el destino final de la historia. Somos como navegantes, que conocemos el puerto de partida, pero desconocemos el puerto de arribada. Tampoco sabemos quién es el timonel» (39). Esta radical contingencia del futuro, que substrae el fundamento filosófico de la historia a todas las doctrinas sagradas extra -e intramundanas, remite la cuestión de la viabilidad y dignidad de la especie humana, del obrar humano, a las instituciones humanas y sus principios reguladores. No hay ninguna instancia fuera del hombre, en cuanto ser moral y dotado de razón, en la que pueda delegarse la esperanza o la angustia; y esto es válido también respecto de los grandes riesgos ecológicos, fruto de la civilización industrial, asumidos tardíamente por la conciencia pública y que ponen en peligro las condiciones naturales de supervivencia de la humanidad (40). Esta conciencia de toma de «decisión en condiciones de riesgo» (para emplear un término de la teoría de juegos que no debe por casualidad su desarrollo en los últimos
i.
------�------
veinte años, a los strategics studies de los estados mayores militares ocupados en armas nucleares) es difícil de dominar no tanto desde el punto de vista del conocimiento puro como emocionalmente. En los años cincuenta se podía analizar el concepto de «equilibrio del terror» como una forma típica de falsa conciencia, que permit�a el avance de una «concepción optimista de la historia» (41); predomina hoy, por el contrario, dentro del espectro ecológico-pacifista, una visión contrapuesta del destino final. También ésta permite dar de nuevo a la historia, concebida como totalidad un sentido -que es, en cierta manera, la forn'ia invertida de la falsa conciencia del progreso optimista- cerrar de nuevo, ficticiamente, la contingencia del futuro abierto. Desempeña una función análoga a la de descarga de tensiones, puesto que la historia mundial conserva, en �s�e contexto un sentido orientador: «El extermmismo es un d¡terminado punto de vista, por el que la historia múndial aparece ante su posible final. Esta tendencia destructiva, es decir, autodestructiva ha existido siempre ... Es el predominio de esta tendencia destructiva en la praxis humana la que nos obliga a pensar apocalípticamente» (42).
6. . .. VUELTA A LA ESCATOLOGIA
Aunque Rudolf Bahro ya no sea hoy un pensador representativo del movimiento verde y pacifista, sin embargo, lo vamos a citar con cierto detalle, porque expresa con precisión la lógic� de la muerte de la conciencia, que dentro del «movimiento,, se multiplica amplia y difusamente. En él, sobre todo, se hace evidente que la concepción de la catástrofe inminente es un elemento necesario de aquella «inversión del tiempo» (43) (katastrophe), que conservando el tiempo histórico, elimina su contingencia insoportable, «descubre» (apo-kalyto) su verdadero sentido (de la especie) y supera la escisión producida históricamente entre la existencia humana y su sentido de salvación. También aquí se intenta una solución apoyándü.5� en la filosofía de la historia, un camino de retornoa sus fuentes escatológicas, cuya temporalización ya había originado el concepto de historia para, finalmente, perder su sentido de salvació� en la absoluta contingencia del futuro. La solución escatológica (o camino de retorno) se sobrepone a la condenación existencial y terrenal del hombre, porque considera los actuales riesgos histór�cos como signos de otra historia oculta de salvación, que se confirma en el tiempo final (eschaton) como retorno, pero que todavía debe ser desvelada como tal.
«Los indicios muestran el peligro real de la catástrofe absoluta, que, primeramente, en la superficie, procede de la difusión y eficacia de nues�ra tecnología» (p. 24). Más allá de la superficie, estos indicios se pueden reducir a lo siguiente: «que hay en el genotipo humano un dilema de regresión antropológica, que aunque no conduce necesariamente al predominio de tendencias ex-
36
terministas en cualquier caso, las condiciona Y posibilita» '(p. 30). La variant� del p�cado original de la historia de la especie consiste en que, «por lo menos, la práctica de las gran�es escalas evolutivas inscritas en la naturaleza m-(cluyen) generalmente un momento de hybris» (p. 25), que se ha solidificado -después de la ruptura de la unidad paradisíaca entre individuo, c�l�ctivid�d Y naturaleza-, primero, en la cooperac10n arcaicoprimitiva más tarde en la civilización europea, como s:gunda naturaleza, como «círculo de Manmón de Karma o como puedan nombrarse los pode;es alienados de la praxis, globalmente considerados» (p. 31). Dicho brevemente: «revolución neolítica-pecado original» (p. 27); «Civilización industrial-reino del anticristo»: De este camino ha resultado algo positivo, que pareció por un momento ser un progreso lib�r�do�: el estado social del bienestar para la pnv1legiada minoría de la historia del mundo, las clases bajas de las metrópolis, del centro capitalista, el proletariado interior de Toynbee. «La amenaza a los intereses del tercer mundo ha convertido esta forma de civilización en una mega-máquina» de la naturaleza interior y exterior. «Sobre la puerta de entrada a la mega-máquina debían inscribirse las palabras del Dante: Vosotros, los que aquí entráis, dejad toda esperanza. No_ solamente nolibera, sino que mata. No log�aré1s alcanz�r los extremos de aquel reino celestial sobre la tierra, en el breve espacio de tiempo que os separa» p. 23.
La recuperación del sentido de salvación de la historia consigue que la evolución histórica de las sociedades humanas aparezca como «falsa» historia como evolución fallida: «La muerte debe habe;se afincado en el círculo que dirige nuestra evolución» (p. 20). «El proceso emancipador corre hacia el exterminio, hacia el suicidio, por lo menos desde el comienzo de la edad moderna» (p. 23). La verdad de lo falso se manifiesta en la catástrofe, como posibilidad para el retorno. Cuando la «plenitud de los tiempos» vea el regreso del Mesías.
Esto nos ha paralizado siempre, no estábamos motivados para la gran tarea. Ahora existe una obligación, como nunca la hubo anteriormente; las fuerzas desatadas de la naturaleza desde nosotros mismos la crisis económica creada por nosotros mismos'. En la bomba atómica y en el informe «global 2000» subyaee una posibilidad» (p. 22). Hasta aquí el modelo de Bahro se parece bastante a la estructura del concepto escatológico del tiempo, sobre todo, en la reactualización operada respecto de las sectas milenaristas de la edad media europea.
La marcha hacia la tierra santa (las cruzadas «salvajes» formaban parte de los movimientos d_emasas protocomunistas de los defensores del m�lenio, que tienen un concepto palpable del anticristo: los judíos, el clero, o ambos a la vez) (44), simboliza el éxodo en la sociedad industrial, mejor que el desplazamiento de la «mega-máquina» a través de la formación de pequeñas comunas sobre la base de la reproducción simple» (45),
-------------
puesto que la lucha de las potencias de la luz contra las de las tinieblas debe efectuarse en el alma de cada cual (dinámica de grupos dirigida) como «búsqueda de la verdad misma»; no podemos entrar aquí en análisis más detallados. Evito una valoración minuciosa de este modelo; por ejemplo su perspectiva social reaccionaria. Me limito, solamente, a indicar que no funciona. Las numerosas características de esta versión de la «idea de emancipación universal» -debe funcionar como en los Sannyasin, pero con cultura europea (catedrales y Mozart) (46), como un «nuevo benedictinismo» sobre base comunitaria, pero con sexo; como un nuevo Grial, pero sin ascesis (p. 32, 38), y así sucesivamente -apenas pueden colmar los vacíos esenciales, por todo lo cual se desmorona la posibilidad de funcionamiento global del modelo; falta el Mesías. Todo el edificio, pues, se viene abajo. Una leve alusión a «un concepto materialista de dios», a «figuras como Buda, Cristo, Francisco, etc.» (pp. 31, 33) no pueden, ciertamente, substituirlo. La referencia a la indudable existencia histórica de movimientos religiosos de conversión y renovación no crea ningún carisma salvador. La «marcha individual hacia dios» puede ser el resultado de una meditación individual o de pequeños grupos, la «marcha colectiva hacia el reino de dios» tuvo «histórica-
37
mente muchos nombres» (p. 33), pero sólo uno su inicio. Una persona (dios, su hijo, su profeta), que cada convertido como persona podía contemplar, hablar, poner el «estado de excepción» en las historias sagradas: ¡Conviértete y cree! Sólo un dios enviado o persona divina podía decirme: la especie no es persona.
«El problema puede plantearse sencillamente. Un mito político, cuando es explicado, deja de funcionar como tal. Un mito, conocidos sus rasgos funcionales, se trasforma eo ipso en la ideología más débil. Un mito no funciona por abstractas exigencias de construcción, por un acto puro de voluntad. Está ahí o no está ... El príncipe puede ser ateo, pero no lo manifestará en público. La «huelga general» funcionó como un mito ilustrado -de hecho no se llegó a realizar en el movimientoobrero. El marxismo desempeñó en el movimientoobrero el papel decisivo de todos conocido, porque combatió una política de mitos- o más bienporque no puso en claro sus propios mitos, sino,que al contrario, no fue «ateo» frente a sus propios mitos» (47).
7. MUDDLING TROUGH
Parece, pues, que no puede haber progreso sinangustia. La orientación hacia la «naturaleza» es
------�------
inviable como contramodelo; pues quien no integre el riesgo de la catástrofe ecológica (como en elmodelo escatológico) en el espacio abierto delsigno representado por el olvido de salvación de lacivilización industrial, transforma la «naturaleza»en simple fuente de límites y recursos del obrarhumano. Sobre todo límite, porque los recursosson escasos. Las tecnologías sofisticadas intentansortear, de la mejor manera posible, estos límites(que siempre será un límite abierto). Dominamosla naturaleza en la medida que la obedecemos-como dijo Bacon; la segunda mitad de la fraseparece haber caído en olvido, debido al optimismoproducido por el crecimiento de los últimos decenios (48). El tiempo dirá la última palabra. La angustia que las concepciones del progresoprovocan, cuando en una crisis se hacen conscientes las exigencias perentorias de la «estructuracentral» (mientrs levantan cabeza las otras exigencias desplazadas), no parece curable, si acasoeliminable gradualmente -pero cualquier exigenciallegará demasiado pronto. Los límites económicos, sociales y ecológicos del crecimiento privanal previsible futuro de los paliativos más importantes para la compensación de la angustia, para laneutralización de los conflictos. Una posible solución (pero, como ya hemos dicho, no absoluta) podría consistir en la flexibilización de la conciencia, su orientación respecto de un motor del progreso que arrastra tras de sí hacia el futuro todas las demás exigencias sobre las hueL 'llas del tiempo lineal; que las exigencias, por principio no son traídas, en el futuro, a un denominador común; que (para mencionar la triada clásica)los modos de realización de libertad, igualdad, fraternidad (convivencia) no produzcan inevitablemente conflictos recíprocos. Entre los mediosde socialización no existe ninguna armonía preestablecida. Los conflictos entre libertad e igualdadson tan viejos como la filosofía política misma; enel pasado más reciente se habrían encontrado conun estado social y de crecimiento keynesiano jurídicamente regulado, directamente a través de laeconomía privada, e indirectamente mediante elcompromiso entre socialismo y mercado controlado por el estado. Una forma de movimientocomparativamente flexible, que ha alcanzado yasus límites posibles: la igualdad jurídicamente regulada camina pari passu con el crecimiento burocrático, la libertad liberal se acaba en Lambsdorff.
La fraternidad también parece estar en alza:mayor «valoración» de las relaciones sociales,más dinámica de grupos; sector secundario (enoposición al formal) o terciario ( en oposición almercado y al estado), como economía alternativay autoayuda social. Si se logran establecer talesprincipios comunitarios como leyes obligatoriasdel movimiento social en su conjunto, mañana seconvertiría, con presumible rápidez, la euforia delas expectativas en desengaño, como ya sucediócon la economía social de mercado, portadora deesperanzas. Por lo menos la libertad y la igualdad38
deberían padecer bajo la «tiranía de la intimidad».Otra cosa es constituir autoorganizaciones comunitarias y de ayuda como correctivo; lo que presupone (como antes el estado social) un compromisosocial sobre la limitación recíproca de las esferasdel mercado, del estado y el modelo de producción de bienes y servicios informal-comunitarias yno puede cuestionarse la responsabilidad socialestatal sobre los expulsados del sistema, mediantemultitud de pequeñas redes (49). La forma de racionalidad de los compromisos entre reivindicaciones heterogéneas y condiciones de realizaciónya dadas y conflictivas, se llama en la cienciapolítica americana muddling trough. Podría llegara ser una civilización crecientemente polimorfa, no solamente en función de los intereses de claseo de grupo, sino también de los modos de racionalidad, que reclaman, al mismo tiempo, más estado, más mercado y más espacio libre; y nomediante las formas de mercado o de derecho quele son propias (50). Tampoco garantiza, desdeluego, un buen final de la historia, se niega únicamente a medir por el mismo rasero la multiplicidad de modelos institucionales para la solución delproblema (estata1ización, socialización, privatización). Dicho ecológicamente, este modo de pensarpartidario de compromisos en el sistema socialproporciona (o conserva) «una reserva positiva de flexibilidad», e impide, al "mismo tiempo, «su ejecución inmediata» (51).
(Kursbuch 74. Dezember 1983)Traducción: José Luis Iglesias Riopedre
NOTAS
(1) La valoración exclusivamente individualista hace de lacuestión del «progreso» un sin sentido; puesto que disipa el problema de la relación del desarrollo de la humanidad, en tanto que especie, con las limitaciones impuestas por la duración de la vida, capacidad de aprendizaje e intereses de cada individuo dentro del respectivo concepto de progreso (M. Kant. Idee zu einer algemeinen Geschichte in weltbürgerlicher Absicht) Vide J. Ritter, «Fortschritt», en Historisches Wi:irterbuch der Philosophie», T. II (Darmstadt, 1972), pp. 1.032-1.047.
(2) En tomo al problema de que todas las decisiones actua-
------�-------
les afectan también a las futuras generaciones, vide U. K. Preus, «Die Zukunft: Müllhalde der Gegenwart?» en «Freibeuter» 9 (1981).
(3) Sobre la «tradición del progreso», W. Krohn, «DerZwang zum Fortschritt», en «Kursbuch» 73, 1983.
(4) Vide R. Kosellck «Fortschritt», en «GeschichtlicheGrundbegriffe» t. II Stuttgart 1975, pp. 351-423 y Ritter, art. cit.
(5) K. Lowith, «Das Verhangnis des Fortschritts» _en «Vortrage und Abhandlungen. Zur Kritik der cristlichen Uberlieferung. Stuttgart - Berlín - Koln - Mainz 1966, pp. 139-143.
(6) H. Blumennberg, «Sakularisierung und Selbstbehauptung», Frankfurt 1974, p. 57 y siguientes.
(7) M. Riedel, «Die Universalitat der europaischen Wissenschaft als begriffs- und wissenschaftsgeschichtliches Problem», en Zeitschr f. allg. Wissenchaftstheorie. X. 1979, fascículo 2.
(8) R. Spaemann. «Naturteleologie und Handlung», en Philosophische Essays» Stuttgart 1983, p. 41 y s.; H. Blumenberg, Nachahmung der Natur. Zur Vorgeschichte der Idee des schopferischen Menschen» en « Wirklichkeiten in denen wir leben», Stuttgart 1981, p. 55 y s.
(9) R. Kosellck, «Vergangene Zukunft. Zur Semantik geschichtlicher Zeiten» Frankfurt 1979, pp. 315, 359 y s. También «Fortschritt» art. cit. pp. 389 y 412.
(10) C. Schmitt. «Der Begriff des Politischen». Berlín 1963;ver también del mismo, «Politische Theologie». Berlín 1979; capítulo III.
(11) K. Marx, «Zur Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie», en Deutsch Franzosische Jahrbücher, 1844. Darmstadt 1976.
(12) E. W. Bockenfürde, «Die Entstehung des Sataates alsVorgang der Sakularisation» en H. H. Schrey (Editor). Sacularisierung. Darmstadt 1981, pp. 67-89.
(13) N. Bobbio. «11 modello giusnaturalistico» en N. Bobbio/M. Bovero «Societa e stato nella filosofía política moderna», Milano 1979, p. 59.
(14) K. Polanyi, «The great transformation». Frankfurt1978, Capítulos 4-6.
(15) Berger/Berger/Kellner. «Das Unbehagen in der Modernitat». Frankfurt-New York 1975, pp. 75-85.
(16) J. Habermas, «Strukturwandel der Óffentlichkeit».Darmstadt-Neuwied 1962; R. Sennett. «Verfall und Ende des offentichen Lebens». Franfurt 1983.
(17) Un hermoso ejemplo de esto, la discusión entre «Progreso» (F. J. Raddatz) y «Progresos» (C. Lévi-Strauss), en Die Zeit, n.0 36, sept. 1983.
(18) C. Schmitt, «Der Begriff des Politischen», op. cit. p.85.
(19) Piénsese, por ejemplo, en la «sobredeterminación» delas concepciones comunistas del futuro y de la promiscuidad sexual en el «Rheinischen Zeitung».
(20) Vide C. Offe, « Unregierbarkeit» t. 1.000 de la ediciónde bolsillo suhrkamp; J. Habermas, «Die Kulturkritik der Neokonservativen in den U.S.A. un in der Bundesrepublik» en Merkur, n.0 11, 1982.
(21) Sobre la diferencia entre «tipo ideal» y «abstracciónidealizante». Vide L. Nowak, «Weber's Ideal Typees and Marx's Abstraction» en Neue Hefte für Philossophie, n.0 13, 1978, pp. 81-91.
(22) Para una elaborada metodología «interna» del modeloteórico «Ciclo de expectativa/desencanto del modelo de comportamiento y creencia colectivos», Vide el transcendental libro de A. O. Hirschman. «Shifting Involvements. Private Interest and Public Action» Princeton, N. J. 1982.
(23) P. L. Berger, «Der Zwang zur Haresie. Religion in derpluralistischen Gesellschaft», Frankfurt 1980; Berber-Berger Kellner op. cit.
(24) U. Volmerg, en Links, n.0 162, 1983.(25) Sería de gran valor investigar la nacionalidad de tales
símbolos colectivos respecto de un futuro bueno o malo. Casa propia, coche, televisión son símbolos positivos claramente alemanes; El microchip «destructor de trabajo» viene del Japón: la lluvia ácida amenaza los bosques alemanes; mientras que la utilización pacífica de la fisión del átomo se remonta a físicos alemanes (como también la aventura espacial a Wernher von Braun); la peligrosa bomba atómica viene de América ...
39
(26) Preámbulo del Programa de Godesberg del S.P.D.1959.
(27) Para un modelo sociológico más preciso, vide H. Kitschel, «Kernenergie/und politischer Konflikt» en Leviathan, n.0
4, 1979. (28) La extensión del movimiento por la paz representa una
«plusvalía política» decisiva para el surgimiento del partido político de los verdes, y sin el cual, presumiblemente, no hubiera logrado saltar por encima del listón del 5 %. De todas maneras, la situación es más complicada que la presentada en nuestro modelo. Vide A. Bolaffi/0. Kallscheuer. «Die Grünen: Farbenlehre eines politischen Paradoxes», en Prokla, n.0 51, 1983.
(29) D. Diner, en Links, n.0 162, 1983.(30) Vide diversas contribuiciones en Links. n. 0 162.(31) W. Pohrt, en Taz, 1.9.83.(32) G. Frankenberg/U. Rodel, «Von der Volkssouverani
tat zum Minderheitensschwtz». Frankfurt, 1981. También las aportaciones actuales a la discusión de Frankenberg - Süddeusche Zeitung, 1-10-1983 y J. Habermas Die Zeit, n.0 39.
(33) Esto es equiparable a la exigencia de que los verdesdeban convertirse en un partido más estructurado. Vide Bolaffi/Kallscheuer op. cit.
(34) E. Canetti, «Hitler, nach Speet», en «Das Gewissender Worte». München, 1976, p. 164.
(35) K. Lowith, «M. Heidegger und F. Rosenzwig», einNachtrag zu «Sein und Zeit», en Gesammelte Abbandlungen. Stuttgart-Berlin-Koln-Mainz, 1969, p. 80 y s.
(36) En la medida en que el futuro es «descapuntado», talcomo se expresaba Canetti en 1965 «Realismus und neue Wirklichkeit», en Das Gewissen, art. cit. p. 70.
(37) C. Schmitt, «Politische Theologie Il». Berlín, 1970, p.125.
(38) Según H. Ebeling la libre determinación individual delsuicidio pierde su propio sentido en relación con la «muerte colectiva». «Freiheit, Gleichheit, Sterblichkeit». Stuttgart, 1982, p. 152 y s.
(39) N. Bobbio, «11 prc,hlema della guerra e le vie dellapace». Bologna, 1979, p. 11.
(40) Tampoco la instancia de la «naturaleza», como lo intenta, por ejemplo, M. Maren-Grisebach, en «Philosophie der Grünen», München-Wien, 1982.
(41) Bobbio, op. cit., pp. 43-49.(42) R. Bahro, «Notizen für eine Vorlesung über 'Dimen
sionen des Esterminismus und die Idee der Allgemeinen Emanzipation'», en Befreiung, n.0 27, 1983, p. 24. En lo que sigue, los números de las páginas en nuestro texto se refieren tanto a este artículo como a otro publicado en la misma edición, «Kommune Wagen, 10 Thesen über die Richtung der sozialen alternative».
(43) También el título del libro de F. Capra, que conecta elpecado original de la civilización con la «concepción del mundo cartesiano-mecanicista» y con el método analítico de las ciencias modernas, Bharo, que lo menciona elogiosamente, insiste en el mismo tema, como veremos más tarde.
(44) N. Cohn, «The pursuit of the millenium». London-Toronto-Sidney-New York, 1970. Capítulos 3-5.
(45) Sobre el mismo tema Bahro. «Bedingungen einer sozialistischen Perspektive am Ende des 20 Jahrhumderts», en Kommune, n.0 5, 1983; También su artículo. «Für eine okologische Antwort auf die Wirtschaftskrise», en Grüner Rundbrief, n.0 3, Bremen. Dez. 1982.
(46) Interviú de Bharo (Taz 29 y 30 de agosto de 1983).(47) M. Cacciari, «Sinisteritas» en Varios Autores», 11
concetto di sinistra», Milano, 1982, p. 18. (48) «El hombre, como servidor e intérprete de la natura
leza, actúa y conoce en la medida en que ha percibido el orden de la naturaleza a través de la observación y de la experimentación; ... Pues a la naturaleza solamente se la domina, en la medida que se la obedece, y lo que en la teorización aparece como causa, debe en la realización servir como regla». F. Bacon, «Neues Organon», 1.11-3, Darmstadt, 1974, p. 26.
(49) E. Matzner, «Der Wohlfahrtsstaat von morgen».Frankfurt-New York, 1982. P. Rosenvallon, «La crise de l'état-providende», París, 1981.
(50) A. Mine, «L'apres-crise est commencé», París, 1982.(51) G. Bateson, «Okologie und Flexibilitat in urbaner Zivi
lisation» en «Okologie des Geites». Frankfurt, 1983, p. 634 y s.