CULTURA PRECOLOMBINA MALAGANA Diana … · terio es la de que los indígenas de-jaron una especie...

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CULTURA PRECOLOMBINA MALAGANA CULTURA PRECOLOMBINA MALAGANA El nombre atribuido a los antiguos pobla- dores de las cerca- nías del río Bolo en el actual municipio de Palmira, ha sido un préstamo caprichoso que los arqueólogos, dado que los primeros hallazgos de esta civi- lización fueron encon- trados en la hacienda de este nombre, en los corregimientos de El Bolo y San Isidro. Entre 1992 y 1994 fueron encon- trados los primeros objetos que evi- dencian la existencia de estos anti- guos pobladores. El descubrimiento fue accidental y en poco tiempo la noticia de guacas en la zona, se difundió atrayendo muchos curio- sos, guaqueros y saqueadores que, sin control alguno, extrajeron todo tipo de vestigios de los tesoros ma- lagana, dejando desprovistos a los hombres y mujeres de ciencia de una valiosa información para la re- construcción social y organizativa de estos pueblos. Diana Guatame Jamaica - Gráfico III

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CULTURA PRECOLOMBINA MALAGANACULTURA PRECOLOMBINA MALAGANA

El nombre atribuido a los antiguos pobla-dores de las cerca-nías del río Bolo en el actual municipio de Palmira, ha sido un préstamo caprichoso que los arqueólogos, dado que los primeros hallazgos de esta civi-lización fueron encon-trados en la hacienda de este nombre, en los corregimientos de El Bolo y San Isidro.

Entre 1992 y 1994 fueron encon-trados los primeros objetos que evi-dencian la existencia de estos anti-guos pobladores. El descubrimiento fue accidental y en poco tiempo la noticia de guacas en la zona, se difundió atrayendo muchos curio-sos, guaqueros y saqueadores que, sin control alguno, extrajeron todo tipo de vestigios de los tesoros ma-lagana, dejando desprovistos a los hombres y mujeres de ciencia de una valiosa información para la re-construcción social y organizativa de estos pueblos.

Diana Guatame Jamaica - Gráfico III

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Sin embargo, estos hallazgos permiten afirmar que se trata un cacicazgo importante en el sur occidente colombiano que tuvo su periodo de mayor auge y desarrollo durante los prime-ros siglos de la era cristiana. Las excavaciones arqueológi-cas indican que existieron por lo menos dos ocupaciones hu-manas anteriores y una pos-terior a la malagana en el río Bolo, todas ellas relacionadas con los periodos calima (ilama, yotoco y sonso).

En ese sentido, la aparición de los malagana en el periodo comprendido entre los años 70 y 140 D.C, lapso inscrito en el periodo de existencia de los cali-mas, es un punto de quiebre res-pecto a quienes consideran a la cultura calima como propia de un territorio y la circunscriben es-trictamente a la región que le da su nombre (estribaciones media y alta de la cordillera occidental en la zona centro del departamento del Valle del Cauca, abarcando los municipio de Restrepo, El Ca-lima –Darién, Yotoco y Vijes.).

Los vestigios malagana muestran que las técnicas y estilo de es-tos pobladores presentan ciertas similitudes, en cuanto a forma y simbología, con el suroccidente precolombino, es decir, con las culturas Calima, San Agustín, Tierradentro, Tolima, Quimbaya, Tumaco y Nariño; lo que sugie-re que los malagana participaron en un intercambio cultural que se manifestó justo en el momento de mayor complejidad social y políti-ca, con un esplendor tecnológico y artístico que perduró durante el primer milenio de la era cristiana.

La producción orfebre de los malagana, caracterizada por el trabajo sobre láminas de oro de buena ley, el tamaño de las piezas y los usos para los cuales fueron diseñadas, concuerdan con la producción del periodo yotoco – calima. Estos pobladores practicaron las técnicas del martillado de láminas gruesas de

oro para convertirlas en máscaras rituales y funerarias.

También practicaron el enchape de lámi-nas de oro sobre trozos de madera o hue-so, el repujado, la soldadura por fusión o frotamiento y la cera perdida, recubierta con molde de barro, que al someterse al calor se derretía dando paso al oro fun-dido que quedaba al descubierto después de romper el molde.

En cuanto a la producción cerámica, esta se carac-teriza por ser fina y pulida; sobresalen las ocarinas, cántaros para la recolección y almacenamiento de líquidos y las alcarrazas, vasijas de cuerpo globular con doble vertedera y asa puente. Predominan los colores blanco y terracota.

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En los recientes cinco años hubo cuatro nue-vos hallazgos de yacimientos arqueológicos sobre la cultura que habitó entre Palmira y El Cerrito hasta hace cerca de 1.500 años.

Si hubiese una máquina que permitiera retroceder 2.000 años en el tiempo, se podría viajar hacia el territorio que hoy comprenden los municipios de Palmira y El Cerrito, en el cual habitaba una cultura con rasgos particulares que dos milenios después fue conocida como Malagana. A los an-tiguos habitantes de este territorio el nombre les cayó en circunstancias accidentadas y penosas.

Hace doce años fue descubierto un cementerio indígena en la finca Malagana, en Palmira, que se convirtió en botín de guaqueros, profesionales o fortuitos, quienes saquearon ese sagrado recinto llevándose el abundante oro que había y sus pie-zas de cerámica para hacer comercio ilegal. Aún así, el infortunado suceso dejó al descubierto una especie de eslabón perdido y señaló un nuevo ca-mino de investigación para arqueólogos e inves-tigadores que se dieron a la tarea de explorar los vestigios dejados por la cultura hasta entonces desconocida.

Los investigadores constataron que se trataba de una cultura diferente de las hasta entonces estu-diadas, que floreció entre el 500 antes de Cristo y 500 años de la Era Cristiana. De lo que se ha encontrado hasta el momento se deduce que el territorio Malagana se extendía entre el río Bolo por el sur y el río Cerrito al norte, el cual estaba distribuido en dos grandes anillos concéntricos de unas 200 hectáreas, cuyos perímetros esta-ban limitados por un gran jarillón que demostraba importantes conocimientos de ingeniería. MALAGANA

Los malagana vieron un paisaje diferente del actual, pues lo que hoy se ve como una zona plana y seca, era entonces un territorio casi lacustre cruzado por cauda-losos ríos e integrado por montículos sobre los cuales los indígenas construyeron sus viviendas, y formaron un gran poblado. Los asentamientos tenían hasta veinte casas rodeadas de zanjas, con las cuales controlaban los niveles de agua circundantes.

Cazaban en los alrededores y pescaban en los ríos y lagunas próximos, pero básicamente vivieron del cultivo de maíz, fríjol y yuca, que sembraban en pequeños cla-ros que abrían en el monte, pues eran muy respetuosos con su entorno natural. También recolectaban frutos como guanábana, piña y palma.

Cazaban en los alrededores y pescaban en los ríos y lagunas próximos, pero básicamente vivieron del cultivo de maíz, fríjol y yuca, que sembraban en pequeños claros que abrían en el monte, pues eran muy respetuosos con su entorno natural. También recolectaban frutos como guanábana, piña y palma.

Los habitantes de esta comunidad que practicó elaboradas ceremonias religiosas y tuvo en el culto a la muerte una de sus principales expresiones culturales, tenían una estatura que variaba entre los 1,60 metros para las mujeres y los 1,65 para los hombres. Aunque han encontrado restos de posibles guerreros que medían hasta los 1,80 metros.

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Canivalismo ritual

En 2000, fueron halladas 37 tumbas en terrenos que ocupará el estadio del De-portivo Cali: “La comunidad aborigen construyó alrede-dor del cementerio zanjas de drenaje y jarillones como un mecanismo de control y eva-cuación de aguas, lo cual les permitió usarlo por cerca de 500 años”, añadió la inves-tigadora.

Allí mismo fueron halladas las primeras evidencias de cani-balismo ritual, por lo pronto en el suroccidente del país y está por verificarse si tam-bién en Colombia: “De tres tumbas, una de ellas perte-neciente a una chamana que estaba enterrada boca abajo, su ajuar consistía en huesos de otro humano labrados y utilizados como instrumen-to. En los otros dos casos encontramos esqueletos dis-persos a los cuales les hace falta algunas partes y los cráneos tienen evidencias de haber sido raspados para ser consumidos”, explicó la antropóloga.

En los hallazgos de la Hacienda La Cristalina, tal vez su mayor pecu-liaridad es que se trata del primer cementerio de infantes encontra-do hasta el momento: “De las 44 tumbas excavadas, 38 pertenecen a niños en graves condiciones fí-sicas y su muerte obedeció a pro-blemas de desnutrición, caries y parásitos”, dijo Sonia Blanco.

Este cementerio fue usado durante 300 años: “Pienso que, pese a su preocupación por los rituales fune-rarios, a los niños no se les trataba muy bien en ese aspecto, pues se les dejó muy poco ajuar”, dice la antropóloga.

Otra característica de este cemen-terio es la de que los indígenas de-jaron una especie de lápidas para

La Historia se Reescribe

Estos hallazgos obligaron a revaluar conceptos establecidos en las inves-tigaciones de las culturas prehispáni-cas. Según explicó Alexander Clavijo, las exploraciones antropológicas en el Valle del Cauca comenzaron en 1936: “Llegaron legiones de investigadores quienes hicieron el descubrimiento de los primeros vestigios de la cultura denominada Bolo-Quebradaseca, una cultura tardía que existió entre 800 y 1550 d.C. En ese enton-ces se pensaba que en la zona plana del Valle del Cauca no hubo culturas en periodos tempranos, es decir, en épocas correspondientes al año 1 de nuestra era, porque se presumía que ese territorio era lacustre en su ma-yor parte y, por consiguiente, poco apto para asentamientos humanos”.Pero en los años 80 el investiga-dor bogotano Julio César Cubillos, quien encontró evidencias de que en esa zona pudo vivir una comunidad ya en épocas tempranas: “Cubillos consideraba que esa cultura debió vi-vir en los montículos que había en la zona plana del Valle del Cauca y nos obsequió un artefacto roto que a su parecer era atípico de la cultura Bolo-Quebradaseca. Estas hipótesis fue-ron corroboradas con el hallazgo en la Hacienda Malagana”, contó Clavijo.

Por el medio ambiente sobre el que vivieron, algunos investigadores com-paran la cultura Malagana con la Atlántida. “Ellos consideran que era prácticamente una comunidad acuá-tica, pues se movilizaban a través de los ríos y canalones que ellos mismos construían. Ellos supieron adaptarse a las condiciones de un territorio pan-tanoso” , explica Sonia Blanco. A pesar de tratarse de una cultura re-gional, no estaba aislada, pues mantu-vo contacto con otras comunidades: “Los malagana fueron al Océano Pa-cífico a conseguir caracoles marinos, sal y pizarra, que eran valiosos para ellos”, al ser indispensables para sus rituales: “Los caracoles marinos es-taban depositados en determinadas tumbas, lo mismo que la pizarra”, añadió.

El culto a la muerte era una de las principales preocupaciones de esta comunidad: “En muchos restos se encontró que los cuerpos tenían un cuarzo puesto en la boca, que re-memora lo que hacían los romanos, cuando les ponían a sus muertos una moneda para que pagaron su paso al más allá. En Malagana al pare-cer también tenían ese concepto de la muerte como el de un viaje en el que se pasa a otro mundo”, dijo Sonia Blanco.

Otro aspecto que resalta el respeto por la muerte es las tumbas mismas: “Ellos construían las tumbas con an-telación a la muerte de las personas, pues de otra manera no se explica su complejo trabajo de ingeniería, que hoy es irrepetible, pues incluso los ingenieros actuales no se explican cómo pudieron hacerlas”.

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La alfarería malagana reve-la el estilo de vida de dicha comunidad. De acuerdo con las evidencias encontradas por los investigadores, los indígenas preferían elaborar figuras zoomorfas. Estas manifestaciones están presentes en elementos como las alcarrazas, vasijas con dos boquillas, destinadas a usos rituales: “Es posible que fueran utilizadas para insu-flar o para beber sustancias alucinógenas que producían en las personas efectos má-gicos”, señala Clavijo.

Los colores característicos en la cerámica malagana son el rojo y el crema: “Las muje-res eran representadas sen-tadas y los hombres de pie, lo cual habla de los roles que desempeñaban ambos sexos. Mientras las mujeres se que-daban en sus hogares, los hombres se iban de caza”, agrega el investigador.

Expertos Alfareros

Entre los malagana había división del trabajo. Un poder central redistribuía los excedentes de guerra y había personas destinadas a actividades como la orfebrería y la alfarería: “En las familias había delimitación de fun-ciones. Mientras los hombres estaban destinados a la cacería y la guerra, la cerámica y la cestería eran asunto de las mujeres. Incluso los niños cum-plían algunas funciones. porque en las tumbas hay ajuares con pequeños objetos que parecen haber sido ela-borados por menores”.

Con los hallazgos hechos hasta el momento, la Cultura Malagana deja grandes interrogantes a los investiga-dores: “Debido a las condiciones actuales del Valle del Cauca, cuyo territorio ha sido alterado en especial por la agroindustria, no se ha podido encontrar sitios de habitación de esta cultura. Además, debido a la remoción de la tierra los yacimientos arqueológicos aparecen mezclados con las de otras culturas tardías, como la Bolo-Quebradaseca, lo cual dificulta el análisis”, dijo Sonia Blanco. Ante estas dificultades, aspectos como el origen y del destino final de esta civilización siguen en el misterio y sobre este aspecto hay contradicciones: “Hay quienes piensan que fueron una derivación de la cultura Ilama Yotoco sobre todo por la orfebrería. Sin embargo, considero que se trató de un desarrollo regional paralelo, pues obviamente debieron tener conexiones comerciales, como también las tuvieron con otras culturas”, expresa Sonia Blanco.

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Tampoco hay claridad sobre el origen. En opinión de Sonia Blanco proba-blemente los malagana llegaron a través del Valle del Magdalena: “Es posible que sean de origen muisca y para eso se está haciendo análisis genético, pues sus cráneos no se parecen a los indígenas que llegaron por el sur”.

Por su parte, Clavijo piensa que vinieron desde Centro-américa a través de la Costa Pacífica: “Infortunadamen-te es muy difícil encontrar las pruebas de este trayecto migratorio, pues el ambien-te marino no permite la conservación de vestigios”.

Aún así, otro paradigma que rompe los hallazgos en Malagana es la certeza que se tenía de que el origen de los antiguos vallecaucanos provenía de las culturas del sur del continente: “Lo que parece desprenderse es que en el interior del país hubo una serie de oleadas migratorias, pero que aún desconocemos cómo se dieron en detalle”, agregó Sonia Blanco.

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La vida de estos lejanos antepasados sigue asombrando a los investigadores: “Uno se pregunta cómo esa gente pudo acondicionar un terreno anegado, como era la zona plana del Valle del Cauca en ese entonces y lograron darle un manejo al ecosistema”.

Otro interrogante se desprende del hecho de que los malagana se desplazaron hasta la Cordillera Central para traer tierra para construir los jarillones, en canastos y vasijas: “Cuánta gente necesitaron para hacer eso y cuánto tiempo les tomó. La otra pregunta es por qué sucumbieron, pues no tuvieron contacto con las culturas que posteriormente se asentaron en ese lugar”, se pregunta la investigadora.La búsqueda sobre las huellas de Malagana prosigue: “Ahora estamos desarrollando un proyecto sobre la Cordillera Central para ver qué papel jugó ese ecosistema en el desarrollo de esta comunidad. Es posible que en esa zona haya existido otra cultura en la misma época”.

El brillo de la cultura Malagana sigue parpadeando entre las luces y sombras y sólo el tiempo y nuevos hallazgos podrán dejar en claro todo el esplendor de estos ilus-tres antepasados del Valle del Cauca. Pero es una carrera contra el tiempo, los sa-queadores, los intereses económicos y contra la falta de conciencia histórica

El informe que dio

a conocer malagana al

pais

Se hizo ruidosamente y en todos los medios de comunicación por la famosa avalancha humana de miles de personas que en 1992 logró saquear este primer yacimiento casi en su totalidad.

En el año 2002 son descubiertas nuevas evidencias de esta cultura al empezar la construcción del estadio, el saqueo fue evitado en esta oportunidad muy exitosamente por las autoridades departamentales y nacionales que encabeza el ICANH y veremos en este artículo los resultados que presenta al país la arqueología de Co-lombia, que tan duro trabajó para que la ley le otorgara el poder de impedir el acceso del ciudadano corriente a los yacimientos precolombinos.

Lo que produjo el hormiguero humano que descubrió el pri-mer yacimiento, fue un terre-no arrasado que se describió como bombardeado por miles de meteoritos, con un estima-do de unas 4 toneladas de oro retiradas de ese primer lugar de Malagana en el 92, ante la mirada impotente de la arqueo-logía y la de las autoridades desbordadas por la ciudadanía incontrolada e incontrolable.

El resultado de ese saqueo son las variadas y hermosas piezas que hoy guardan algunos mu-seos que las adquirieron cuan-do aún se podía hacerlo y mu-chas más quedaron en manos de coleccionistas particulares y extranjeros como denuncian en su momento, todos los esta-mentos culturales.

Concretó este hecho y las reiteradas denuncias, para que se produjera la Ley de amparo del patrimonio arqueológico de 1997 y posterior decreto del 2002. Desde esta Web quiero ratificar lo expuesto hace ocho años a las autoridades pertinentes sobre los pro y contra de las leyes de pa-trimonio, pues actualiza lo dicho en ese entonces el escandaloso informe que presenta al país nuestra ya protegida ciencia, sobre la lenta labor de un indeterminado número de profesionales adscritos a varios dependencias estatales y departamentales, que demoraron más de tres años en realizar el levantamiento de este nuevo hallazgo localizado a menos de 10 kilóme-tros del primer asentamiento de Malagana descubierto en 1992. Con los resultados materiales e intelectuales que vamos a ver.

La comparación de lo halla-do en los dos yacimientos cuestiona la bondad de las Leyes de Amparo pues no se compadecen del sobre-costo millonario y retraso que sufren en su construc-ción las obras civiles que

interviene.

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Exp lora dores del pasado

Los malagana eran diestros alfareros y notables orífices. El oro lo trabajaron martilla-do, repujado, en filigrana e incluso conocieron técnicas avanzadas de fundición como la cera perdida. En sus obras artísticas también usaron piedras como cuarzo y obsi-diana que eran traídas de la cordillera Central.

Toda esta información está contenida el trabajo que de-sarrollan en el Instituto para la Investigaciones Científicas del Valle del Cauca, Inciva, los antropólogos Sonia Blanco y Alexánder Clavijo Sánchez. Sus investigaciones han per-mitido los descubrimientos de cuatro yacimientos arqueoló-gicos en terrenos del estadio del Deportivo Cali, la Ha-cienda La Cristalina, el Cen-tro Comercial Llano Grande Plaza Shoping y el sector de Coronado, en Palmira. Todos son cementerios y, aunque presentan similitudes, cada uno tiene también caracterís-ticas particulares.

Luego de los descubrimientos en la hacienda Malagana, el primer yacimiento arqueológico de esta cultura fue encontrado en 1999 en el sector de Coronado, en Palmira, en donde fueron excavadas 164 tumbas: “En dos de ellas encontramos máscaras en cerámica que correspondían a individuos de un alto estatus social, pero la característica particular de este sitio radica en que las mujeres fueron tratadas mejor que los hombres en cuanto al ajuar que se les depositaba y aparecían en posición sedente, es decir semisentadas”, explicó Sonia Blanco.

E n c o nt ra d o por los

g u a q u e r o s 1992

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Encontrada por los arqueólogos

2002-2007

Encontrado por los guaqueros en

1992

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Encontrado por los

a rq u e ó l o g o s 2002007

DENUNCIAS OFICIALES SOBRE LA GUAQUERÍA CIUDADANA A LA CULTURA MALAGANA EN EL AÑO DE 1992 .

Difundío la prensa nacional a instancias de la arqueología oficial.En los siguientes apartes de algunos artículos de prensa de hace 15 años que paso a ustedes en imágenes, intercalados entre preguntas y lo escrito por el cronista Juan de Castellanos, pueden ver lo que se dijo sobre la "destrucción del yacimiento".

Y la grandeza del mismo, lo explica claramente el siguiente artículo:

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¿Porqué la arqueología desco-noció lo dicho por los cronistas sobre ese lugar y las denuncias

ciudadanas de hallazgos muy importantes y continuados

durante épocas anteriores a lo de la hacienda Malagana en

ese sector y no como dice el anterior artículo en el 92?

¿Porqué siguió descono-ciendo la región hasta el

2002 cuando se empieza la obra del estadio y los

obreros encuentran las pri-meras piezas indígenas?

Pese a la queja presentada a la nación como un gran problema nacional y todo lo demás incluidos los disparates de la siguiente imagen, no adelantó la arqueología exploraciones en las zonas aledañas al hallazgo, como lo prueba el fortuito del año 2002 que corre por cuenta de los obreros que empezaron el desmonte y adecuación del terreno para la cons-trucción del estadio.

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las tribus del río Cauca adop-taron la modalidad de esconder en un rincón del piso de sus bo-híos sus tesoros y debemos re-cordar que el mayor que tenían estas tribus eran sus muertos, Ver: Los Entierros, del Menú, La cultura más Importante de América.

La crónica no deja constancia de restos humanos pues hay que recordar que para ese entonces no se declaraban las "sepulturas indígenas" pues el oro encon-trado en ellas tenía un tributo mayor a la Corona por las leyes especificas en la materia expe-didas desde el descubrimiento de los montículos del Zinú.

No todo el lugar del primer Ma-lagana fue saqueado y logra la arqueología registrar bastantes "enterramientos" que dejan los primeros estudios de los restos humanos y posteriormente se producen más informes, libros, conferencias etc.

¿Los restos óseos encontrados tienen evidencia de haber sido sometidos a proceso de momi-

ficación del cuerpo por medio de calor, es decir están co-cidos?, ¿fueron

descarnados recién muerto el sujeto en

crudo?

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LO QUE ENCONTRO LA CIENCIA EN EL HALLAZGO ARQUEOLIGICO

DE LA CULTURA MALAGANA EN EL TERRENO DEL ESTADIO Y QUE

FUE:

El informe oficial al público de este nuevo depósito que ustedes verán en imágenes se da a conocer en este mes de febrero del 2007 y es el resultado de varios años de

excavación.

Según las noticias los especialistas están en el lugar haciendo los levantamientos desde el momento que se hicieron las prime-ras bases de la obra. El estadio se empezó a construir en el año 2002 y las fotografías que incluye el informe oficial del hallaz-go, fecha algunas de las tumbas.

Tumba número 7 del 2003, tumba 46 del 2005, tumba 28 del 2003, tumba 48 del 2005.

La excavación controlada dio los resultados que no cambian respecto al texto obtenido en el primer deposito alterado por la guaquería masiva, a la que si le brindo su asenso el hado de la buena suerte y no hay duda de esto haciendo la comparación de fotografías dadas al público que enseñan la diferencia enorme en los objetos materiales de los dos yacimientos.

El PAIS

Lunes 19 de Febrero de 2007

.....El hallazgo fue divulgado por la Unidad de Medios (Unime-dios) de la Universidad Nacio-nal de Colombia (UN) , la cual indicó que los antropólogos de ese centro académico público y del Instituto Vallecaucano de Investigaciones Científicas (INCIVA) , hallaron cerca de

46 tumbas.

La construcción del estadio con capacidad para 52.000 espectadores, alojamiento y locales comerciales, está a punto de terminar con inver-siones por más de 30 millones de dólares en un área rural de Palmira...Durante las primeras excavaciones para la cons-trucción del estadio aparecie-ron restos cerámicos y más tarde tumbas con osamentas de niños, mujeres y hombres, algunas de ellas en lo que será el césped del campo de fútbol.

Caracol Noticias

Durante las primeras excavaciones para la construcción del estadio aparecieron restos cerá-micos y más tarde tumbas con osamentas de niños, mujeres y hombres, algu-nas de ellas en lo que será el césped del campo de

fútbol.

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El anuncio oficial del hallazgo es el siguiente:

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Los pobres y manidos resultados de estas costosas investi-gaciones para el Estado cargados de mala suerte que vienen arrastrando los profesionales desde la creación de las cáte-dras en la materia, (que parece se hereda), dejan un sinsabor profundo.

Hemos visto los que hacemos estos seguimientos que ya no aportan nada nuevo los arqueólogos en el conocimiento de nuestras tribus pues se repiten sin cesar los mismos re-sultados año a año, la falta de metas y objetivos a estudiar sobre los "entierros" precolombinos nos llevan a considerar que ya existe un punto muerto en las mismas investigacio-nes, no hay más que agregar a lo descrito en crónica y lo ya adelantado en laboratorios solo han confirmado hasta la saciedad lo dicho en ellas.

Lo real de nuestras tribus y lo magnífico de su existencia son sus obras artísticas y estas reitero, son las que expues-tas en los museos enseñan a estas generaciones que los sucedieron y las que nos sucederán, quienes fueron y que nos legaron nuestros antepasados precolombinos, pero los arqueólogos del estado jamás las encuentran.

Como salida a este círculo vicioso y completo que tienen las academias, seria necesario retomar y estudiar la evolución de la guaquería a través de su existencia y las últimas Leyes creadas para combatirla.

EVOLUCIÓN DE LA GUAQUERÍA EN COLOMBIA

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Las grandes metas de Co-lombia para resguardar el Patrimonio Cultural de la

Nación.

Trabajan mucho y encarniza-damente los funcionarios del ICANH auxiliados por distin-tos estamentos del gobierno para repatriar lo que se en-cuentra en el exterior. Día a día leemos en la prensa sus adelantos y producen mucha vergüenza estos hechos que orgullosamente se destacan en todos los comunicados como enseña el aparte de la siguiente imagen.

Algunos colombianos no es-tamos de acuerdo con estas medidas, todos sabemos que guaquea y guaqueará por el Oro-metal, no por el Oro-objeto, el ciudadano normal y el profesional.

Que el estado colombiano si pudo y puede evitar la salida de los precolombinos al ex-terior.

devolviendo el equivalente del metal en que están construidos y una bo-nificación para los cerámios y demás objetos que no son de oro, que los museos los puedan adquirir dotandolos de presupuesto.

Reconociendo el valor material de estas piezas, compensar con el equi-valente a los propietarios de los terrenos donde se encuentren y a los portadores de los hallazgos fortuitos según sea el valor de los mismos, es muestra de cultura y podremos recuperar la precolombina. (Se ha hecho por décadas y es por eso que tenemos al magnífico Museo del Oro del Banco de la República).

Tomando conciencia de que las leyes de expropiación llanas, sin ningún tipo de remuneración, condenan a muerte toda la obra de nuestras culturas que aún se encuentran bajo tierra y está suficientemente claro con todo lo acontecido en Malagana.

El 90 % de piezas que guardan los museos se han dado en hallazgos fortuitos por la construcción de carreteras, casas, edificios, adecuación de fincas, por el paso de maquinaria, del tractor o pala, erosión, deslaves y algunas por terremotos, el 9 % cateadas por los guaqueros de oficio, el 1% por poner alguna cifra, los aportó la arqueología y esas guacas no buscadas pero encontradas, produjeron las piezas que hoy en día:

Viven, están a salvo y son los preciosos objetos que ahora se quieren repatriar porque alguien los adquirió, pagó para conservarlos Y EXISTEN.

Lo único seguro es que los recién hallados y por hallar que ya no encuen-tran mercado en el país y en el exterior por las medidas adoptadas, la gran mayoría fenecieron y fenecerán en la fundición.

SIGLO XVI: En las primeras décadas de ese siglo, la crónica referencia oro en los montículos o "tumbas" del Sinú y nace la hua-quería en nuestro país.

Estimulación: la bús-queda de oro.

Dividendos: peso bru-to del metal después de depurado por medio

de la fundición

SIGLO XVIII y XIX:.

Estimulación: la búsqueda de oro.

Dividendos: Peso bruto del metal después de depurado por medio de

la fundición.

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SIGLO XX: A mitad del siglo XX se produ-ce una especie de sociedad o

matrimonio con coleccionistas privados y Oficiales (los Museos) compiten y compran

todo lo hallado en las "tumbas". Estimulación: la búsqueda de oro MÁS Los

objetos varios.

Dividendos: venta de todo lo encontrado y se elimina la fundición.

SIGLO XXI: Principio del siglo XXI

Estimulación: La búsqueda de oro MENOS Los objetos varios. Muere el socio o cónyuge, debido a : Las Leyes y Decretos de Colombia, ( Link a final de Página)

Dividendos: PESO BRUTO DEL METAL DESPUÉS DE DEPURADO POR MEDIO DE LA FUNDICIÓN

Objetos varios: SE QUEDAN EN SITIO O SE DESTRUYEN

“El gran hallazgo de la arqueología colombiana”

Refiriendo a una tumba con unas herramientas de hueso como única ofrenda, a la de "La guía espiritual" de una de las tribus más ricas de Colombia y a un collar de cuentas de caracoles encontra-do en esta o en otra, como la gran joya que prueba el adelanto y lo

sofisticado de esta cultura.

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LOS TESOROSDE LOS

SEÑORES DEMALAGANA

Las evidencias hasta ahora encontradas en esta área, ubicada en las cercanías del río Bolo, del municipio de Palmira en el Valle del Cauca, nos permiten afirmar que se trata de otro cacicazgo del suroccidente colombiano, que tuvo su período de mayor desarrollo durante los primeros siglos de la era cristiana. No es de extrañar que en la fértil planicie aluvial del Valle del Cauca se dieran las condiciones climáticas y económicas para permitir un desarrollo cultural como éste.

Los objetos de oro de Los tesoros de las señores de Malagana nos muestran tecnología y estilo locales que comparten formas y símbolos con otras culturas del suroccidente, tales como Calima, San Agustín, Tierradentro, Tolima, Quimbaya, Tumaco y Nariño. El trabajo directo sobre láminas de oro de buena ley, el uso y tamaño de piezas semejantes, lo relacionan más estrictamente con

el período Yotoco del área arqueológica Calima, situada al noroeste del Valle del Cauca.

Las excavaciones arqueológicas adelantadas por Marianne Cardale, Leonor Herrera y Carlos Armando Rodríguez, con el apoyo del Insti-tuto Colombiano de Antropología -ICAN-, del Instituto Vallecaucano de Investigaciones Científicas -IN-CIVA-, y la Fundación de Investi-gaciones Arqueológicas del Banco de la República -FIAN-, hoy nos permiten saber que existieron por lo menos cuatro ocupaciones hu-manas en el área del río Bolo. Las dos más antiguas relacionadas con la fase Ilama del área Calima. La tercera llamada Malagana, con fe-chas entre el 70 d.C. y 140 d.C. y la cuarta, más reciente, pertenece a la ocupación Sonsoide que puebla el suroccidente desde el siglo VII d.C.,

hasta la conquista española.

La dolorosa destrucción del sitio por centenares de guaqueros y cu-riosos, atraídos por las noticias de los hallazgos de oro, entre 1992 y 1994, impidió recuperar valiosa in-formación arqueológica. Los investi-gadores que estudian el área desde 1994 lograron los datos en los que se basa nuestra exposición, pero el trabajo científico apenas comienza. La muestra misma y su catálogo no pueden ser considerados, por lo tanto, conclusivos; seguramen-te, a medida que se acopie mayor información, crecerá nuestro cono-cimiento sobre la sociedad que ela-boró y utilizó estas piezas. El Museo del Oro ha considerado conveniente dar a conocer las piezas adquiridas por el Banco de la República con el

fin de evitar su salida del país.

En el artículo que forma parte de este ca-tálogo, Sonia Archila incluye información detallada sobre los objetos de oro de Ma-lagana de la colección del Museo, así como de otros que aunque no fueron adquiridos,

pudieron ser reseñados.

A finales de 1992, cuando el Banco adqui-rió el primer tesoro, surgió la idea de pre-parar una exposición sobre el tema. Desde entonces, el equipo del Museo empezó a investigar y recuperar toda la información que sustenta la presente exposición y su ca-

tálogo."

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El descubrimiento arqueoló-gico en la hacienda Malagana ubicada en Palmira, Valle del Cauca, estuvo marcado por la destrucción y el saqueo que adelantaron los guaque-ros en los sitios funerarios. Esto impidió a los arqueólo-gos recuperar la importante información de valor cientí-fico para profundizar en el conocimiento de la sociedad prehispánica allí asentada. Por esta razón, muchos de los objetos se encontraron fuera de su contexto cultural y no hay interpretaciones de-finitivas sobre los usos y la simbología de los artefactos.

Posteriores excavaciones en sitios aledaños, evidenciaron un número considerable de vasijas de cerámica que re-presentan figuras femeninas. Algunos de los hallazgos más interesantes se relacionan con piezas antropomorfas de mujeres sentadas sobre los talones con las manos reposando sobre las piernas. Este hecho deja planteado el interrogante sobre el signifi-cado y la importancia de la mujer en la cultura arqueoló-gica de Malagana (200 d.C.

y 200 d.C.).

La alcarraza en forma de mujer es uno de los tantos objetos recuperados de las manos de profesionales dedicados al tráfico ilegal del patrimonio arqueológico. La particularidad de su forma ha suscitado diver-sas interpretaciones sobre su significado, uso y función cultural. Un asa y dos vertederas en la parte superior de la cabeza, indican que posiblemente sirvió como contenedor de líquidos. Debido a que el hallazgo de estos artefactos se asocia con las tumbas y los entierros, se considera que también fueron utilizados como ofrendas en contextos sagrados y rituales, y quizás, tuvieron relación con la fertilidad

y la reproducción biológica y social.

Este tipo de vasijas antropomorfas motivaron a los investigadores a indagar sobre quiénes eran estos personajes y sus costumbres; si representaron rasgos estereotipados de sus mujeres o si se trata de

la misma persona en distintas situaciones o de figuras de deidades o seres sobrenaturales.

La mochila que lleva sobre su espalda, en la que al parecer contiene una vasija de forma globular, per-mite una aproximación a las actividades cotidianas realizadas por las mujeres. El color rojo que recubre la pieza, puede indicar el uso de pintura facial y corporal, compuesta por achiote y aceite con el fin de proteger la piel de los rayos del sol y de la picadura de insectos. A la vez, sugiere importantes connota-

ciones de diferenciación social y significados relacionados con el sistema de creencias.

Información suministrada por el Museo Nacional de Colombia, 2007

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Se pretende con esta infor-mación difundir conocimiento sobre la Cultura Precolombi-na Calima, que se extendió del 8000 a.c. al 1600 d.c. al sur-occidente del país.

Las imágenes corresponden a piezas en oro y cerámi-ca que se encuentran en el Museo del Oro de Bogotá-Colombia.

UBICACION GEOGRAFICA

Ubicacición Geográfica:

Margen izquierda del río Cau-ca, riveras de los ríos Dagua y Calima y específicamente

el Departamento del Valle.

Datos de Interés:

Estos grupos del Valle del Cauca eran emi-nentemente guerreros.

El nombre de Calima, se refiere a la zona geográfica en donde se han encontrado los vestigios y no a los aborígenes de la región. Habitaron en la zona, grupos in-dígenas como los Gorrones, los Liles, que habitaban la parte occidental de la zona y

llegaba hasta la ciudad de Cali.

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Se han identificado di-ferentes estilos ya que cada grupo indígena del Valle del Cauca, fabricaba sus vasijas según sus propios re-querimientos. Los pe-riodos identificados

son:

1) Precerámico. 2) Llama (1600 a.c. al

600 d.c).

3) Yotoco (1110 a.c. a 65 d.c). 4) Fase Son-so (710 a 45 d.c.). Eran eminentemente

agricultores.

Caracterísitica es la representación en ce-rámica de lo que se ha llamado "Hombres-

canasto".

Datos Históricos

No existe descripción especial de su aspec-to físico. Cieza, citado por Rojas (1980) afirma que los hombres usaban una espe-cie de delantal por delante y una manta so-bre los hombros y las mujeres una falda de

algodón.

Características Étnicas

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CULTURA PRECOLOMBINA

SAN AGUSTIN

Las culturas prehispánicas de América que nos han dejado huellas vigorosas de su existencia, son universal-mente conocidas, La Inca, La Maya, y la Azteca. Sin embargo, existen otras cul-turas prehispánicas mucho menos conocidas y que, aún así, merecen atraer la aten-ción de los especialistas y del público en general, por la grandeza y belleza de sus vestigios. Tal es el caso de la cultura de San Agustín, cuya milenaria herencia de piedra podemos hoy admirar en Colombia dentro del departa-mento del Huila. Los monumentos denomi-nados como agustinianos, integrados por estatuaria lí-tica, dólmenes y montículos, que en gran número se en-cuentran diseminados en un hermoso y extenso territo-rio del Macizo Colombiano; constituyeron el más impor-tante centro de producción escultórica de toda la región andina, durante la época pre-colombina.

Cuando se produjo la Conquista, los monumentos funerarios que siglos atrás habían sido hechos en el valle que domina el primer curso del río Magdalena, yacían abandonados por circunstancias que todavía no se conocen bien. Una densa vegetación poco a poco, había cubierto de bosques el territorio ancestral que durante milenios, fuera el hábitat de una de las culturas pre-hispánicas más importantes de Colombia, tal como lo atestigua su estatuaria lítica monumental. Los sitios donde anteriormente se había elegido los centros ceremoniales dedicados a culto funerario, o los lugares de habitación y los campos de cultivo, desaparecieron por la acción incontrolada de la naturaleza especial-mente feroz en este medio.

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En el transcurso del Siglo XVI, cuando lentamente comenzó a pro-

ducirse la penetración española en la re-gión del Alto Magdalena, esta se encontraba

poblada por numerosas tribus indígenas, como son los Quinchana, Mulales, Laculata y Laboyos. Es

posible que hubieran ocupado este territorio debido a las presiones migratorias ejercidas por otros grupos, en épocas

anteriores, a través del Alto del Magdalena.

San Agustín es uno de los sitios arqueológicos más importantes en Colombia. Está situado en el macizo colombiano, una región montañosa donde la cordillera de los

Andes se divide en tres ramas y donde nacen los ríos más importantes del país.Es una zona se imponentes montañas en donde se encuentran varios volcanes y

hay gran cantidad de climas, desde las zonas cálidas hasta los picos nevados.

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El desconocimiento de los vestigios de esta cultura du-rante la Conquista funda-mentalmente se debe a dos hechos: En primer lugar, esta cultura se extinguió antes de que llegaran los españoles por lo tanto no existió con-tacto. En segundo lugar por-que principalmente se trataba de imágenes escultóricas, hechas para ser depositadas dentro de túmulos funerarios, que eran construcciones muy sencillas, que por esas mis-mas características rápida-mente podían ser recubiertas por la vegetación, obras to-talmente diferentes a la ar-quitectura pétrea colosal, que los conquistadores encontra-ron en México ó Perú.

UBICACIÓN GEOGRÁFICA CULTURA SAN AGUSTÍN

Cerca de los paramos donde nacen juntos los ríos Magdalena, Cuaca, Patía y Caquetá, montañas frías habitualmente cubiertas de neblina y azotadas por la llovizna, se encuentra los monumen-

tos de la civilización de San Agustín.

Allí vivió un pueblo que solo conocemos por sus restos arqueo-lógicos y que desarrolló una cultura que si, por un lado, ha sido un misterio, por otro nos declara muchas realidades sobre la an-tigüedad del hombre en América, sobre las vías que pudo seguir la inmigración asiática a nuestro territorio y sobre el grado que

pudo lograr en su cultura espiritual.

La aldea de San Agustín, centro principal donde se han descu-bierto extraños monumentos designados con su nombre, se halla en una alta meseta a 1.636 metros sobre el nivel del mar, en territorio huilense, dentro de la horqueta que forman, corriendo al fondo de profundos cañones, el río Magdalena y el Sombrerillo,

uno de sus primeros afluentes por la banda derecha.

Ya en la población de San Agustín puede ver el viajero muchas estatuas, tallas y cerámicas que son otros tantos restos de anti-quísimos moradores de la región. Pero lo más sorprendente des-de el punto de vista arqueológico, se halla más allá, en las Mesitas de Uyumbe y en sus cercanas laderas, hoy convertidas en uno de los Parques Arqueológicos más interesantes de América, obra que debemos a la inteligencia y fervor científico de Luis Duque

Gómez.

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VIVIENDA CULTURA SAN AGUSTÍN

Las casa estaban construi-das con columnas de madera clavadas en planta circular; los muros eran de bahare-que, recubierto de barro; el diámetro era de tres metros mínimos; el techo era cónico y de paja. Formaban bohíos construi-dos cerca de las corrientes de agua, a las cuales iban caminos, cuyas huellas toda-vía se advierten. En algunas de las habitaciones se en-cuentran tumbas. Cerca de las casa hay muestras de los talleres y huellas de las co-cinas y fogones. No se han encontrado señales de pue-blos o aldeas; probablemente vivían, dispersos dentro de una extensión bastante gran-de.

ECONOMIA CULTURA SAN AGUSTIN

Se puede afirmar que la economía agustiniana se basó en el cultivo del maíz, complementado con el de los tubérculos y frutos, así como por la casa y la pesca. Además durante las ultimas fases del poblamiento el maní procedentes de las selvas del oriente, el cual desempeño un papel importante en la alimen-tación. Es factible que la población de San Agustín mantuviera a lo largo de su historia un control vertical sobre los diversos pisos térmicos posibles, en este caso una densa población habría tenido acceso a un sinnúmero de recursos propios de tierras de muy diversos climas, desde los páramos hasta las templadas vertien-tes del ramal andino.

ORGANIZACION POLITICA CULTURA SAN AGUSTIN

Poco se puede afirmar sobre el modelo de organización política de este pueblo escultor. La sociedad agustiniana se organizaba en "Cacicazgos" con una clara estratificación social y económica de la población. En este caso, el papel de los líderes políticos y religiosos habría sido destacado, sin embargo, es seguro que los pobladores más tardíos no tenían un sistema complejo de organización política. Es posible que el poder de los caciques del alto magdalena en la región del Alto Magdalena en el siglo XVI cuente un modelo básicamente tribal; los roles políticos aún no estaban plenamente desarrollados y su poder dependía de la voluntad popular. Se presume asimismo, que la familia fue la base de la sociedad y que los agustinianos habitaron en casa muy juntas unas de otras.

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TIPÒ FISICO CULTURA SAN AGUSTÍN

Muy poco es lo que puede decirse acerca de las características físi-cas de los antiguos agustinianos, por falta de suficientes elementos de juicio. A pesar de que algunos de los motivos antropomorfos son de notable realismo, sería en extre-mo aventurado hacer deducciones con base en ellos sobre el aspecto somático de estos antiguos pue-blos. Hasta hace poco los hallazgos osteológicos en la zona eran muy escasos por la alta lluviosidad y la elevada humedad ambiente de esta que no permiten la conservación de restos óseos. La práctica de exploraciones cui-dadosas llevadas a cabos en las necrópolis de las Mesitas B y D, en el Batán y en Quinchana, per-mitió localizar un buen número de restos óseos en algunas tumbas, a veces casi completos como en la Mesita D y Quinchana. Los hallazgos antedichos permiten suponer para estos pueblos una aparente tendencia a la braquice-falia notable robusticidad de los segmentos tibiales y femorales, lo que habla en favor de un fuerte complexión, y estaturas elevadas, superiores a 1,65 metros. Así lo indican esqueletos hallados en las Mesitas B y D del Parque Arqueo-lógico y Quinchana.

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INDUMENTARIA CULTURA SAN AGUSTÍN

Algunos arqueólogos que han vi-sitado a San Agustín como K. Th. Preuss, basándose en las represen-taciones que aparecen en la estatua-ria, afirma que los pueblos de San Agustín usaban vestidos de variadas formas, a saber: una falda corta, sostenida por un cinturón, como se observa en varias estatuas femeninas. En algunos casos se ve que sólo usa-ban las mujeres un pequeño lienzo o cubre-sexo, en forma de delantal. Los hombres usaban a veces un taparrabo que pasaba por entre las piernas y que se originaba en un cin-turón ancho del cual descendían los extremos. En ciertas figuras aparece un cordón que amarra el sexo y que remata en artístico nudo hacia el lado derecho; en otras se aprecia una banda escalonada en forma de trián-gulo, que sirve de cubre-sexo. La ausencia en las tumbas de basu-rales, en las dos primeras fases del desarrollo cultural, de implementos relacionados con la industria de los hilados y tejidos, lo mismo que ciertos rasgos de las representacio-nes escultóricas, parecen demostrar que, al menos en este período, la indumentaria de los nativos estaba confeccionada con tela de corteza de árboles. El uso de los pesos o valan-tes sólo aparecen en lo que se puede considerar la fase tardía.

ADORNOS PERSONALES CULTURA SAN AGUSTIN

Los principales adornos usados por los antiguos agustinianos fueron, entre otros, collares de cuentas de piedra, concha, semillas, hueso y oro; pulseras hechas de sartas de chaquira; narigueras de oro, unas en forma de lúnulas, otras circula-res, laminadas tubulares; zarcillos de oro, unos consistentes en alambres entorcha-dos con engarce de cuentas de cuerno o de piedras; joyeles o pendientes de oro macizo, generalmente figurando águilas o cóndores diminutos. El uso de los adornos de oro, especial-mente de diademas y colgantes o pendien-tes, parece haber sido un privilegio de las gentes pertenecientes a un rango elevado, bien fuera por su jerarquía religiosa, por su autoridad política o por su estatus social. De todos modos el hallazgo de esta suerte de adornos sólo se registra en tumbas que por su construcción, ubicación y ofrendas, indican que fueron destinadas a guardar los despojos de señores principales. La práctica de la pintura corporal está reafirmada por el hallazgos que se han realizado, de núcleos de ocre de distintas coloraciones, con superficies notoriamen-te pulimentadas que denotan que fueron destinados a estos menesteres. Estos elementos han sido encontrados en las basuras de sus sitios de habitación y en las ofrendas funerarias. Además algunas estatuas todavía conservan pequeñas pig-mentaciones rojas, amarillas y negras, lo que lleva a deducir que en una primera eta-pa estos monolitos estuvieron pintados de variados colores y que la pintura corporal constituyó una práctica ceremonial de mu-cha importancia entre la población.

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ORFEBRERIA CULTURA SAN AGUSTIN

Los hallazgos verificados hasta ahora de-muestran plenamente que entre las activida-des de estos pueblos existía la industria de la orfebrería. No alcanzaron, desde luego, los acabados productos ni las adelantadas téc-nicas que lograron los orfebres prehispánicos de otras regiones de Colombia, tales como los Quimbayas y los Sinúes. Sin embargo, cono-cieron la metalurgia del oro y del cobre, que mezclaron para hacer, mediante las técnicas de alambrado, laminado y fundición, cuentas diminutas de collar, al parecer fundidas a la cera perdida, zarcillos, narigueras, diademas y colgantes, estos últimos a veces con engarces de cuentas de cuerno o de piedras finamente pulimentadas. La presencia de gotas de oro fundido, frag-mentos de láminas, pedazos de narigueras y crisoles de cerámica, en los depósitos arqueo-lógicos de la Mesita B, lo mismo que la iden-tidad de algunas de las piezas halladas con los adornos que aparecen representadas en varias estatuas, demuestra claramente que no se trataba de productos de intercambio co-mercial, sino de una industria local, que utilizó los aluviones auríferos del Mazamorras, Na-ranjos y otros ríos y quebradas de la región de San Agustín, y que representó en algunos de sus productos motivaciones de acentuada significación religiosa, como son los motivos ornitomorfos. Todo parece indicar que el trabajo de la or-febrería se inicia en San Agustín en la fase inferior, es decir, desde los comienzos mismos del desarrollo cultural. Así lo indican los ha-llazgos hechos en el sitio denominado Alto de Lavapatas y en estratos de la Mesita B, que han sido fechados por el sistema del Carbón 14 y que corresponden, estos últimos, a las primeras décadas de la era cristiana.

CERAMICA CULTURA SAN AGUSTIN

Constituyó ésta una impor-tante actividad entre los pue-blos agustinianos y sus pro-ductos tuvieron un notable uso, como se desprende de los hallazgos arqueológicos realizados por las distintas misiones que se han ocupado del estudio de esta cultura. La cerámica agustiniana se orientó principalmente a la confección de aquellos ele-mentos de uso diario en el hogar. Usaron la técnica de enro-llado, aplicado y modelado la cual fue empleada para la ela-boración de una gran varie-dad de recipientes y figurillas de los más diversos acaba-dos, formas y tamaños. Para pintar usaron tintes extraí-dos de las plantas, aunque esto no fue muy notable ya que la mayoría de cerámicas quedaban al natural.

INDUSTRIA LITICA CULTURA SAN AGUSTÍN

El arte de los antiguos agustinianos se orientó especialmente hacia la escultura lítica monumental, en la cual desarrollaron un estilo simbólico, sin haber dejado de alcanzar formas de un impresionante naturalismo. Como hemos anotado, las lito-esculturas son el mensaje de su complejo mundo religioso y fueron colocadas al lado de los despojos de sus muertos. Son deidades que representan el origen de la vida y los atributos de la muerte, las fuerzas de la naturaleza, los seres protectores, los ancestros míticos, los entes que pueblan el camino que recorren los muertos hasta llegar al sitio donde inician la vida ultraterrena. Los bloques de piedra en los cuales se labraron las estatuas son cantos erráticos o rodados, algunos de grandes dimen-siones, hasta de cinco metros, de los que abundan en el sub-suelo de San Agustín y regiones aledañas. Carecen, pues, de razón, los que imaginaron el esfuerzo colosal que habría hecho este pueblo para llevar aquellos pesados bloques hasta el taller de los escultores o al sitio de los enterramientos, recorriendo grandes distancias y venciendo toda suerte de dificultades a través de un terreno accidentado. Las investigaciones adelantadas por Luis Duque Gómez en va-rios sitios de la zona, han permitido establecer que el zócalo rígido del valle está a pocos metros de profundidad y aparece formado por aglomeraciones de estos cantos, algunos de los cuales afloran en los taludes de los viejos caminos, en donde fueron labradas figuras antropomorfas y zoomorfas directa-mente, in situ - en sitio -, y veneradas sus imágenes en el lugar mismo de origen, como es el caso de los monumentos de La Chaquira, de "La Rana de Lavapatas" y de "La Rana de Matanzas". De todos modos, es indudable que estas grandes piedras, con las excepciones anotadas, fueron transportadas a través de varias cuadras de distancia, no obstante su enorme peso, lo que supone, desde luego, el conocimiento de recursos especia-les para tales maniobras, quizás el empleo de rodillos de madera para sus desplazamiento, tal como todavía lo acostumbran los campesinos de la región.

Además de la estatuaria, los antiguos agustinianos, desde las fases iniciales de su poblamiento en el Valle de San Agustín, emplearon la piedra dura, eruptiva (basaltos y andesitas) para astillaría y utilizar los núcleos como busardas y las lascas como cuchillos, navajas, raspadores, buriles y otros artefactos. Esta industria persistió con sus rasgos primitivos hasta las fa-ses finales del desarrollo cultural en esta zona La obsidiana, o vidrio volcánico, también se empleó con fines similares, aunque parece haber tenido, además, una significación especial en los ritos mortuorios. Los instrumentos de piedra pulida (hachas, cinceles) se en-cuentran esporádicamente y corresponden a una fase tardía del desarrollo cultural. Además de los artefactos mencionados, fabricaron cuentas de collar de piedra, discordes, tabulares, globulares y poligonales, que se encuentran en collares y colgantes en las tumbas y como ofrendas en las colinas artificiales o túmulos mortuorios. Bruñidores, con lados muy pulidos por la práctica del frota-miento, quizás en la fabricación de la cerámica. En piedra de distintas calidades fabricaron también molinos o metates, con sus respectivas manos, para la trituración de granos y otros productos alimenticios. Los ejemplares encon-trados en las tumbas y en los sitios de habitación presentan la mayoría superficies de trituración cóncavas y unas pocas superficies planas. Por regla general, se hallan fragmentados intencionalmente, lo que parece haber obedecido a la práctica de un rito funerario. Investigaciones geológicas recientes señalan la existencia de un importante yacimiento de obsidiana al pie del volcán de So-torá (Departamento del Cauca), en el curso del alto río Quilca-sé. Es muy posible que hubiese sido de este lugar, que no está muy lejos de San Agustín, de donde se aprovisionaron los na-tivos de tales materiales, que, como se ha dicho, se encuentran abundantemente en las tumbas, como ajuar funerario, y en los sitios de habitación. Igualmente se indican yacimientos en las vertientes de la Cordillera Centro-Oriental nariñense (Laguna de la Cocha y región de Ipiales-La Victoria), en donde han sido observados en forma de riego.

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LOS MONUMENTOS Y LA RELIGIÓN CULTURA SAN AGUSTÍN

Los antiguos habitantes de San Agustín transmitieron hereditariamente las técnicas y los secretos del

oficio de la escultura su poder residía precisamente en el arte de su estatuaria.

La boca cuadrada de colmillos prominentes, imagen que aparece con mucha frecuencia en San Agustín,

se relaciona con el mito del jaguar y es considerada como un emblema protector. Este tema, así como el

de la dualidad águila - serpiente, se repite en las representaciones artísticas de los antiguos habitantes

de México, Perú y otras zonas arqueológicas de Colombia.

El Jaguar es en muchas culturas, representación de una deidad mayor o principal, tal vez por estar en

la cima de la pirámide ecológica, ya que es el gran depredador de América, pero también tiene claras

intenciones chamánicas. El Chaman cuando muere se dice, retorna a la región en forma de tigre, por esta

razón durante su vida, él puede hacer excursiones tomando forma de Jaguar y puede matar si lo desea.

Cada Chaman posee una piel de Jaguar para usarla cuando toma esta forma y la posesión de la piel le

confiere el poder de resucitar en forma de Tigre.

HISTORIA CULTURA SAN AGUSTINLas regiones montañosas de San Agustín y el valle de La Plata, en las

cabeceras del río Magdalena, fueron habitadas de forma continua des-

de el año 1000 a.C. hasta la conquista europea. Durante los períodos

Formativo, Clásico Regional y Reciente las sociedades de agricultores,

ceramistas y escultores crecieron de manera gradual y se distribuyeron

en aldeas cada vez más centralizadas. Durante el período Formativo, entre 1000 a.C y 1 d.C., pequeñas socie-

dades agrícolas vieron surgir las primeras jerarquías sociales. En este

período fue una práctica común retirar los huesos de las tumbas después

de cierto tiempo y guardarlos en urnas funerarias de cerámica. Estas se

colocaban en tumbas de pozo con cámara lateral, a veces con narigueras

de oro o de tumbaga. En el Clásico Regional, que duró asimismo un milenio, entre 1 y 900 d.C.,

las diferencias sociales se acentuaron en el ámbito religioso, manifestán-

dose en la construcción de monumentos funerarios. Las tumbas tenían

pocos elementos suntuarios; algunas contenían diademas, collares, vasi-

jas u objetos de madera. Algunos líderes del período Clásico Regional se

enterraron también con ajuares que contenían objetos de oro, aunque pa-

rece ser que el uso y la acumulación de adornos de orfebrería no fueron

tan comunes aquí como en Calima. Se destaca un colgante en forma de

pez alado y llama la atención un pequeño colgante similar a las estatuas

de piedra, comunes en la región durante el período Clásico Regional.

En efecto, lo más notorio de este período fue que las comunidades traba-

jaron en resaltar el poder y el prestigio de sus caciques construyéndoles

monumentos funerarios acompañados por estatuas talladas en toba vol-

cánica y cubiertos por montículos de tierra. Estas esculturas de agresi-

vas fauces felinas hoy hacen famoso al Alto Magdalena.

Durante el período Reciente, desde 900 a 1500 d.C., la población au-

mentó y continuó viviendo en las mismas aldeas, bajo nuevos líderes que

basaron su poder en el control de la economía. Sus sepulturas contienen

vasijas de cerámica de uso doméstico.

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Para Tener en Cuenta...

El parque arqueologico de San Agustin se encuentra ubicado a 3 kilometros del poblado, se puede llegar a este sitio en buseta del transporte publico urbano, aun costo de $1.000 pesos por persona o en servicio de taxi a $5.000 pesos.

Se presta el servicio desde las 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde en jornada continua, su recorrido se esti-ma entre 3 a 5 horas, es importante contar con ropa cómoda y calzado de-portivo, ya que se realiza una caminata de 4 kilómetros aproximadamente, en temporada de lluvia es importante con-tar con su capa plástica o paraguas. Es importante abastecerse de bebidas hidratantes especialmente en días so-leados.Es la primera estación al llegar al par-que arqueológico, en él se encuentra la taquilla para la compra de los tiquetes de entrada, en ese mismo sitio se en-cuentran el museo, un sitio de infor-mación, una biblioteca, baños, cafete-ria y además una oficina del Instituto Colombiano de Antropología. El costo de la Entrada es de $10.000 pesos para nacionales y $15.000 para ex-tranjeros, también están ubicados los guias profesionales autorizados por la administración para su acompaña-miento, por un costos aproximado de $40.000 pesos por familia o grupo, se recomienda que el recorrido se haga con un guía ya que estos conocen in-formación detallada de cada uno de los sitios y sus distintas teorias y percep-ciones de estudios científicos.

Al sur del departamento, en San Agustín, el parque alberga esculturas líticas de la cultura agustiniana, y cuenta con cami-nos terraplenes, sarcófagos monolíticos, dólmenes, la Fuente de Lavapatas, el Alto de Lavapatas, el Bosque de las Estatuas y el Museo Arqueológico.

Patrimonio de la humanidad

El Parque Arqueológico de San Agustín está localizado en el departamento del Huila, en inmediaciones de los municipios de San Agustín e Isnos, pero los vesti-gios arqueológicos se extienden a Sala-doblanco y Pitalito enmarcados en una zona que se caracteriza por una gran di-versidad geográfica y ambiental.

Entre los vestigios arqueológicos se destacan grandes estatuas y relieves en piedra, montículos funerarios, templetes, aterrazamientos, caminos y terraplenes.

En el museo de San Agustín se exhiben artefactos hallados durante investigacio-nes en la región. Existen evidencias de ocupación humana de la zona, posible-mente en el cuarto milenio antes de Cris-to. Durante el periodo llamado Formativo Temprano (1000 a.c. – 1 d.c.), los agri-cultores habitantes de la región vivieron en las proximidades de los ríos y las quebradas y enterraron a sus muertos en cementerios cercanos a sus viviendas. Aunque se cultivaban ya muchas plantas domesticadas, la explotación de produc-tos silvestres era aún importante.

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Hacia el comienzo de la era Cristia-na se registra la presencia de otros vestigios: una cerámica diferente, orfebrería de formas y tecnologías mas complejas y estatuaria monu-mental.

Para esta época la población había aumentado mucho y existían comu-nidades concentradas alrededor de centros ceremoniales, en donde se erigían los montículos funerarios que encerraban tumbas monumentales, precedidos por estatuas dedicadas a individuos de gran importancia.

Las luchas entre indígenas y con-quistadores ocasionaron la drástica disminución de poblaciones aboríge-nes, su explotación y desplazamien-to a otras regiones. Entre ellos los tímana, a la derecha del río Magda-lena, y alcones en la margen izquier-da y paéces sobre el río de la Plata.

Cómo se llega a San Agustín

Para llegar al Parque Arqueológico de San Agustín y al Parque Ar-queológico Alto de los Ídolos usted deberá tomar la vía Bogotá - Nei-va (420 Km), Neiva - Pitalito (175 Km) y Pitalito - San Agustín (38 Km).

El viaje por tierra tiene una duración aproximada de 10 horas en una vía totalmente pavimentada y perfecta-mente demarcada.

El misterioso lugar

Al suroccidente del departamento del Huila, lugar de nacimiento del río Magdalena, está ubicado San Agustín, un municipio enriquecido por su di-versidad ecológica compuesta de grandes rocas, ríos, montañas, lagunas y cascadas; pero lo que realmente hace misterioso a este lugar es su rique-za cultural arqueológica.

Fotografía: Luis A. Candela Gómez

Hace más de tres mil años, en San Agustín flore-ció una civilización de hombres nómadas dedica-dos a la agricultura, que en sus primeros periodos de formación produjeron cerámicas, como tam-bién orfebrería. Más adelante esculpirían centena-res de estatuas monolíticas talladas en piedra en conmemoración de sus líderes o deidades astrales como parte de su religión. Muchas de estas fi-guras son además zoomorfas –figuras animales– representando a diferentes especies como águilas, monos y serpientes.

En la actualidad se encuentra localizado el Par-que Arqueológico de San Agustín, declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Huma-nidad en el año de 1995.

Se trata de un mítico lugar que guarda todos los secretos de esta antigua civilización que desapa-reció entre los años 1.300 y 1.400, y de la cual se desconocen sus causas.

Hoy el área comprende de 70 hectáreas, dividi-das en cuatro mesitas (A, B, C y D), el Alto del Lavapatas y el Bosque de las Estatuas, donde se puede apreciar la grandeza de dicho patrimonio.

Tesoro único en el mundo

La base económica del municipio de San Agustín es la agricultura, donde sus principales productos de expor-tación son el café y la caña de azúcar, tomando como derivado la panela.

Cuando el municipio recibió su patrimonio el turismo incrementó notablemente. Turistas y estudiantes de facultades de antropología viajaron para hacer sus prácticas de campo, además que gracias a su ubicación en el pleno macizo colombiano surgieron deportes de aventura como el rafting y rappel.

El patrimonio permitió que San Agustín se posicionara como el destino turístico por excelencia del departa-mento del Huila a nivel nacional e internacional.

Según la Secretaría de Ecoturismo y Cultura, durante el año 2010 se recibieron cerca de 54 mil visitantes al municipio.

San Agustín tiene un título envidiable, pero que de igual forma está en riesgo de perder por el actual conflicto entre sus habitantes y los Yanacona.

Fotografía: Luis A. Candela Gómez

Ante esta situación la comunidad agustiniana realizó una manifestación pacífica en defensa de su patrimonio, donde alrededor de cuatro mil gotas blancas marcharon acompañados por representantes de la administra-ción municipal, carabineros de la Policía Nacional, Empresa de Servicios Públicos, instituciones educativas, el Hospital Arsenio Repizo Vanegas, militares del Ejército Nacional, comercio y además medios de comunicación local marcharon unidos por su patrimonio.

José Elias Jamioy es uno de los organizadores de la marcha y reitera tener un envidiable patrimonio, pero que no se le ha dado el valor que merece porque como agustinianos no han tenido la suficiente cultura. “Yo siem-pre he dicho que si San Agustín estuviera en Medellín, esto sería una mina de plata, porque el paisa tiene otra forma de ver las cosas y es más visionario”.

Aníbal Anacona es un hombre indígena, quien además administra su propia agencia de viajes en el municipio, y asegura que tener el apellido Anacona no hace que tenga la misma mentalidad que tienen los Yanacona al querer apropiarse del terreno, y que el Gobierno tiene que darle a él lo que desee. “Mucha gente que tiene los apellidos llegan aquí a abusar por medio de ellos sin respetar lo que tenemos, y es la cultura que nos dejaron nuestros antepasados”.

Varios de estos indígenas no son pertenecientes al cabildo de los Yanacona, porque provienen de los depar-tamentos del Cauca y Nariño afligidos por situaciones de saqueo, desplazamiento por violencia, situación económica, lo que, entre otros factores, hace que estas personas se desplacen a diferentes resguardos del país incluyendo a San Agustín, al brindarles un mejor beneficio económico en cuanto al trabajo agrícola, además de vivienda y educación.

Jair Quinayas, ex gobernador del cabildo de San Agustín, manifiesta que en Pitalito hay tres cabildos hermanos provenientes de otras tierras, San José de Isnos y Palestina, y además hay Yanaconas en Putumayo, Cauca, Cali, Armenia y Bogotá, pero a pesar de sus inconvenientes la comunidad se está organizando de tal manera que han presentando un fortalecimiento interno al desplazarse a las grandes ciudades, y mostrándole al Estado que quieren permanecer por más generaciones como sociedad indígena.

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La cultura Yanacona

Los Yanacona son indígenas pro-ductores de arveja, fríjol, caña, café, ganado y medicina tradicio-nal, quienes unificados con los campesinos de veredas cercanas han generado desarrollo para la comunidad.

Después del periodo de conquis-ta estos hombres retomaron la simbología a partir de sus dei-dades. El padre Inti representa el sol, madre Quilla la fertilidad y Pachamama a la tierra, además que el arcoíris se ve representado en diferentes prendas artesanales elaboradas por la comunidad, en la maloca, paredes y elementos de defensa. “El rojo es la sangre que corre por nuestras venas, el naranja la madre tierra, amarillo nuestro padre Inti, el verde la madre naturaleza, el azúl celeste el firmamento, azul el agua, y el morado es el luto que damos cuando alguien fallece”, afirma Quinayas.

Según Wilson Vargas, corres-ponsal del periódico Extra, el problema es que cierta parte de los agustinianos no valoran lo que tienen, y no se justifica que 20 o 30 personas que ni siquiera son nativas de San Agustín estén acabando con el patrimonio sin importar que el municipio gane o pierda, agregando además que el único interés de ellos es luchar por ganar tierras. “El municipio les ha dado tierras y muchas co-sas, pero son personas que no la saben manejar. Tuvieron gana-do y lo dejaron morir”, asegura Vargas.

Una parte de estos territorios fueron donados por el Go-bierno, otros adquiridos con dinero de la misma comuni-dad por medio del trabajo agrícola, y donde actualmente se encuentran fueron obtenidos mediante un proyecto que se presentó al Estado garantizando la reforestación de la zona.

Periódicos locales como El Diario del Huila, se han encar-gado de suministrar información sobre hechos de violen-cia que involucran a los Yanacona con las autoridades del municipio en un enfrentamiento con gases lacrimógenos, palos y piedras, al punto de causar lesiones físicas a cuatro indígenas golpeados en sus miembros y desmayados por gases, además que un policía del Esmad resultó gravemen-te herido en su rostro al ser golpeado con rocas, cuando la Procuraduría General de la Nación ordenó a las autorida-des cerrar el paso de la caótica carretera que tiene al borde de la desertificación a San Agustín. Según Lina Ramirez, los indígenas se escudan en los niños ante situaciones de protesta, y la fuerza pública maneja el debido respeto con ellos.

Para la comunidad indígena ésta problemática no es un conflicto. Quinayas considera que su cabildo es el en-cargado de cuidar y preservar lo que sus ancestros han dejado. Un camino que desde hace más de 100 años ha existido y lo único que ellos han hecho es mejorarlo y así generar un desarrollo para su comunidad. Asegura, además, que anteriormente en ésta carretera funcionaba una estación de policía y el Estado lo único que hace es manejar un celo político de poder, mirándolos “como los negros que joden” a cada instante enviando a la fuerza pública para que así hagan caso.

Si se habla del patrimonio en un término general la co-munidad lo reconoce y lo respeta, pero creen que se debe partir del punto de vista que lo esencial no es centrarse en un título, sino en mirar que la comunidad tiene su necesi-dad y a eso es que deben apuntarle, afirma Quinayas.

Lina Ramírez manifiesta que desde hace siete años que se presenta esta problemática se han dado una serie de acuerdos entre el departamento, alcaldía de San Agustín, el Icanh y otras mesas de concertación frente al cierre definitivo de la carretera, pero pasan los días y se olvida lo pactado. “La gente esta sesgada a que tienen que estar ahí y que tienen derecho a todo, pero el problema es que no se llega a ningún acuerdo”, dice Ramírez.

El parque del abandono

No sólo conflictos entre autoridades y Yanaconas son motivo de preocupación. El Parque Arqueológico ha sido el epicentro de una serie de hechos que empiezan en el siglo XX con la profanación de tumbas por parte de guaqueros, y que hasta nuestros días, estas esculturas han sido rayadas y pintadas por un animal más primitivo conocido como hombre moderno.

Fotografía: Luis A. Candela Gómez

Actualmente este paraíso terrenal presenta un notable descuido de sus piezas arqueológicas, planta física y personal de vigilancia del parque.

No existen cámaras de seguridad, ni controles en la taquilla al mo-mento en que los turistas ingresan al Parque Arqueológico. Fácil-mente se puede entrar y salir del lugar sin la necesidad de adquirir un brazalete de entrada que tiene el valor de 10 mil pesos, el cual no es verificado en ningún momento a lo largo del recorrido.

Según la Secretaría de Ecoturismo y Cultura de san Agustín, el Icanh es el encargado del mantenimiento de las esculturas y del mu-seo. Un sigiloso ladrón podría fácilmente robarse piezas invaluables del parque.

Según Diego Fernando Muñoz, docente y organizador de la marcha, manifiesta que los habitantes de San Agustín ante ésta problemática han otorgado frente a diferentes actos de vandalismo cometidos en el municipio.

“Muchos turistas han sido victimarios de robos, y a pesar que la comunidad agustiniana se entera de los hechos, no se atreven a de-nunciar debido a la percepción económica que tienen de los viaje-ros, pues consideran que todo el que viaja a San Agustín tiene buen capital”, aseguró Muñoz.

A la difícil problemática se suma el hecho de que ahora cualquier persona puede ser guía. Se trata de un grupo de técnicos que care-cen de conocimiento en cuanto a la historia frente a los distintos temas, además que se conocen casos de educadores que pagan la orientación a guías profesionales para que brinden charlas a los novatos.

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Este tipo de problemáticas son las que hoy turistas desconocen acerca de San Agustín, crisis que ha llevado al municipio al borde del abismo de perder su patrimo-nio, debido a la falta de pertenen-cia histórica de sus habitantes.

Según Diego Muñoz, en su caso como docente, pregunta a sus estudiantes cuál es su patrimo-nio y no saben sobre de qué les está hablando, porque según su criterio nunca les ha interesado el tema. “Queremos volver a nues-tros ancestros, volver a nuestra cultura, y de que sepamos por lo menos qué es patrimonio”, asegu-ra Muñoz.

Pero a pesar de los inconve-nientes, San Agustín se sigue mostrando fuerte ante el mundo como destino turístico, más por su amplia tarjeta de presentación como Patrimonio Cultural de la Humanidad, aunque también es acreedor de un clima variado, fauna y diversidad floral, y ade-más la riqueza hídrica que rodea a este municipio huilense.

Si cada una de las estatuas pudie-ra hablar, grandes historias serían reveladas, pero por ahora Colom-bia debe centrarse en mostrar la grandeza de San Agustín, y hallar la solución a cada una de éstas problemáticas. Lina considera que es muy importante de que la gente del país venga y observe la grandeza cultural que tienen los colombianos, porque esta nación es de todos. San Agustín, un encuentro con la naturaleza y la cultura.

n las regiones montañosas de San Agustín y el valle de La Plata, en las cabeceras del río Magdalena, desde el año 1000 a.C. pequeñas sociedades del período Formativo vieron surgir las jerarquías sociales.

En el Clásico Regional, entre 1 y 900 d.C., el rango y el poder religioso de los líderes se manifestaron en la cons-trucción de monumentos funerarios con estatuas de piedra talladas en toba volcánica. Aunque el uso y la acumulación de adornos de orfebrería no fueron comunes entre estos líderes, algunos se enterraron con ajuares que contenían objetos de oro. La gracilidad de un pez alado contrasta con la imponencia de las estatuas.

San Agustín de principio a fin: desarrollo de una sociedad je-rarquizada.El análisis de la distribución espacial, centralización y de-mografía de la población, así como de la densidad de restos de cerámica, huesos y líticos hallados durante exploraciones y excavaciones arqueológicas dentro de un área geográfica determinada, permite a los ar-queólogos estudiar aspectos característicos de las socie-dades del pasado, entre ellos la forma como fue ocupado el territorio. En el caso de San Agustín, los datos obtenidos muestran que a lo largo de sus tres periodos de ocupación la población se distribuyó en los mismos sitios y aumentó gra-dualmente.

Hacia el 1000 a.C. se inició el periodo denominado por los arqueólogos como Formativo, durante el cual se establecieron sociedades sedentarias y agrí-colas, no muy numerosas, en la región del valle de La Plata. Se sabe que estas sociedades se concentraron en grupos que han sido interpretados como comunidades o unidades po-líticas independientes y de las cuales se deduce una inicial centralización de la población.

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Tiempo después, durante el periodo Clásico Regional, entre el 1 y el 900 d.C., la población aumentó en número y se distribuyó en aldeas con una extensión aproximada de 100 km² y una población entre 4.000 y 8.000 habitantes. La ubicación de estas aldeas coincide con la presencia de monumentos funerarios, construidos especial-mente para conmemorar e inmortalizar a ciertos individuos.

Finalmente los datos sobre demografía regional y patrones de asenta-miento indican que durante el último periodo de ocupación, denomina-do Reciente, comprendido entre el 900 y el 1530 d.C., la población aumentó y continuó habitando las mismas comunidades e incluso se centralizó aún más que durante el período anterior. Por las excava-ciones de plantas de vivienda se sabe que su forma fue circular u ovalada. En esta época ya no se labraron estatuas.

La región de San Agustín disfruta de la existencia de todos los pi-sos térmicos, desde terrazas aluviales muy extensas ubicadas a una altura de 800 m.s.n.m., hasta inclinaciones suaves superiores a los 1.400 m.s.n.m. donde el clima es más frío y húmedo. La gran mayoría de la población se concentró a lo largo de los tres periodos de ocu-pación en sitios que se ubican entre los 1.500 y 2.000 m.s.n.m., pero la cercanía de esta gran diversidad de ambientes posibilitó la explotación de diversos recursos y se practicó la agricultura en los distintos pisos térmicos.

Investigaciones arqueológicas recientes llevadas a cabo en el vecino Valle de la Plata muestran que la mayoría de la población no ocupó las áreas con mayor productividad de suelos, pero no descartan la idea de que las concentraciones de población se debieron a factores ambientales o a la distribución de recursos dentro de la región.

Gracias al estudio de varias unidades domésticas fue posible la recolección y análisis de muestras de polen, restos carbonizados de plantas y fitolitos que permitieron reconstruir información sobre la producción agrícola, esto es, la identificación, entre otras cosas, de las comunidades de plantas existentes alrededor de las viviendas.

Entre los principales productos cultivados sabemos que el maíz (Zea mays) se desarrolló en mayor proporción y en todos los pisos térmicos, excepto en los 1.700 m.s.n.m. Así mismo, se encontraron muestras de polen de otras plantas como batata, yuca (Manihot esculenta), ají (Capsicum sp.), malanga y amarantos. Otros de los aspectos estudiados por la arqueología son la forma en que se organizaron los grupos del pasado y el tipo de jerarquización que existió dentro de ellos. Para ello, se investigan aspectos como la distribución regional de los asentamientos, la centralización y demografía de la población, así como la organización social, económica, política y religiosa.

En San Agustín los mejores suelos no fue-ron los escogidos como el lugar de asen-tamiento de la mayoría de la población y la fabricación de objetos en cerámica se desarrolló en todas las unidades políticas. En este sentido, podríamos pensar en so-ciedades preocupadas no tanto por opti-mizar lo económico sino tal vez por otros aspectos como el religioso o ideológico.

De cualquier manera, aspectos evidentes como la construcción de grandes centros ceremoniales indican que en San Agustín existió una jerarquización importante de la sociedad, que ocurriría desde finales del período Formativo (1.000 a.C. a 100 d.C.), que se manifiesta de forma muy clara en el período Clásico Regional (100 d.C. a 900 d.C.) al que está asociada la construcción de los monumentos funerarios y la esta-tuaria lítica, y que se prolongaría durante el periodo Reciente (900 d.C. a 1530 d.C.).

La iconografía de los personajes represen-tados en las estatuas construidas duran-te el periodo Clásico Regional sugiere la existencia de líderes estrechamente rela-cionados con las prácticas religiosas, los rituales, el poder espiritual y la ideología. Alrededor de los centros religiosos se con-centró y organizó la población

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Descubrimiento del sitio y trabajos posteriores

Desde mediados del siglo XVI (1536-1539) la región del sur de los Andes de Colombia fue cruzada por expedicionarios españoles, quienes fundaron allí pobla-ciones que en poco tiempo tendrían gran significación en el proceso colonizador, como Pasto, Popayán, Almaguer, Timaná y otras. Sebastián de Belalcázar y García de Toledo avanzaron por las tierras del Macizo hasta llegar al Alto Mag-dalena, precisamente donde se ubica San Agustín, antes de que el primero de ellos siguiera hacia el norte para encontrarse con las huestes de Gonzalo Jiménez de Quesada en las tierras de los muiscas, donde acababa de fundarse Bogotá. A estas expediciones siguieron otras, que entraron en contacto con grupos indí-genas que allí moraban y a las cuales se refieren varios documentos que reposan en los archivos de Colombia y España. Sin embargo, en ninguna de estas fuentes aparece noticia alguna relacionada con los monumentos arqueológicos de San Agustín, ni los indígenas de la zona revelaron su existencia a los recién llegados. A partir del siglo XVIII, cuando se inició la acción destructora de los buscadores de tesoros se empezaron a conocer los trabajos escultóricos que residían en la zona.

Tumbas de la cultura San Agustín.La primera información acerca de las ruinas arqueológicas de San Agustín apa-rece en la obra Maravillas de la Naturaleza, escrita por el misionero mallorquín Fray Juan de Santa Gertrudis, de la Orden Observante, quien visitó varias veces el lugar, la primera en el año de 1756. Su crónica de viaje, inicia en Cartagena de Indias y terminada en Lima, permaneció inédita en Palma de Mallorca por cerca de dos siglos, hasta cuando en 1956 fue enviada a Colombia una copia del manuscrito y publicada en el mismo año en la serie Biblioteca de la Presidencia

Es una descripción muy superficial de algunos de los monumentos, Santa Ger-trudis cuenta cómo ya desde esa época buscadores de tesoros se empeñaban en remover las estructuras funerarias. Siguieron después la visita del naturalista Francisco José de Caldas (1797), del geógrafo y cartógrafo italiano Agustín Codazzi (1857) y Carlos Cuervo Márquez (1892), entre los principales del siglo pasado. En 1914 es cuando realmente se inicia el estudio científico de tales ves-tigios, con la visita a la región del investigador alemán K. Th. Preuss y posterior-mente con las exploraciones del arqueólogo español José Pérez de Barradas y del colombiano Gregorio Hernández de Alba (1937), Luis Duque Gómez, Eduardo Unda y Tiberio López (1943-1960), Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff (1966), Luis Duque Gómez y Julio César Cubillos, misión esta última que adelantó la más intensa exploración de los yacimientos, en temporadas de trabajo que se exten-dieron desde 1970 hasta 1977, bajo el patrocinio de la Corporación Nacional de Turismo de Colombia y de la Fundación de Investigaciones Arqueológicas del Banco de la República de Colombia.

El pueblo escultor

La investigación arqueológica ha facilitado la reconstrucción de buena par-te de las pautas culturales de este pueblo que habitara el alto Magdalena. Se sabe hoy que la base principal de su sustentación económica fue la agricultura del maíz, del maní, del chontaduro (guliehna gasipaes) y de la yuca, sumada a actividades complementarias de pesca y caza. Evidencias de tales labores han sido comprobadas en estratos que datan del siglo VII a. C. y que explican los rasgos fundamentales de su arte escultórico, ínti-mamente relacionado con sus concepciones mágico-religiosas. Esto con-trasta notablemente con la estructura simple de sus viviendas, que eran de planta circular y de cubierta pajiza, hecho que explica plenamente Cieza de León (1518-1560), un cronista de la Conquista.Las casas estaban construidas con materiales perecederos, por lo cual no han quedado de ellas más señales que los orificios donde se hincaron los maderos redondos que formaban sus muros y que sostenían los techos, formando recintos de tres, cinco y hasta nueve metros de diámetro, estos últimos destinados al parecer, a la morada de los jefes de la tribu o de los Mohánes o chamanes. Una habitación la formaban generalmente varios bohíos, situados a gran proximidad unos de otros. Allí tenían sus dormi-torios, sus fogones, que eran tres o cuatro piedras semi-redondeadas, sobre las que colocaban las vasijas destinadas a la cocción de alimentos, cuando no empleaban las ollas trípodes, de soportes altos y macizos. También aparecen dentro del perímetro de las casas, o muy próximas a ellas, huellas de sus pequeños talleres y los lugares señalados para arrojar los desperdicios.La orografía de la región, caracterizada por suaves ondulaciones de origen volcánico, delimitadas por el curso de numerosos arroyos y quebradas, determinó una pauta de poblamiento disperso en el área de San Agustín, similar a la que se observaba en las demás regiones de lo que es hoy Co-lombia y que aún persiste en el ámbito rural.Los núcleos de población coinciden generalmente con el emplazamiento de grupos de estatuas y estas últimas con los sitios donde se ubican los ce-menterios. El Crecido número de sepulcros indica, o bien una alta densidad de población en aquellos tiempos, o bien la existencia aquí de un centro ceremonial, consagrado al culto de los muertos. La presencia de estatuas y de cementerios en casi todas las lomas de la región, es un claro testimonio de la dilatada extensión territorial que habría tenido este supuesto centro, a través de los actuales municipios de San Agustín, San José de Isnos y Salado blanco, en donde se congregarían periódicamente las tribus que poblaban las áreas vecinas y las que tenían sus propias estancias en aquellos lugares, especialmente los escultores y los jefes religiosos, para la práctica de las ceremonias propias del culto funerario.

El Desplazamiento

San Agustín es un topónimo que data del siglo XVII y con el cual se designa una región montañosa del sur de Colombia, donde floreció una milenaria cultura aborigen. La zona en la cordillera andina, recostado en una de las bases del Macizo Colombiano. No lejos de allí, en el Páramo de las Papas, nacen algunos de los principales ríos del país, los cuales cruzan el territorio colombiano en distintas direcciones y en largos recorridos alcanzan caudales navegables. El río Magdalena, es una de las más importantes vías de navegación y entrada hacia el interior, transitada desde tiempos pleistocénicos y por donde arribaron los colonos europeos que descubrieron y conquistaron las tierras de los muiscas. El Cauca, su más grande tributario, que irriga fértiles valles interan-dinos, ricos en filones y aluviones auríferos, tierra donde buscaron asiento los quimbayas y otros consumados orfebres precolombinos. El Caquetá, que sale al Amazonas, después de irrigar el pie de monte andino y en cuyo curso medio y bajo moran todavía grupos indígenas selváticos, algunos descendientes, quizás, de los antiguos escultores de San Agustín.

El Páramo de las Papas en el macizo Colombiano.El paisaje geográfico es de colinas onduladas y planos inclinados que descienden hasta estrechos y profundos cañones de origen aluvial. Al fondo pueden divisarse los imponentes picos del Macizo, como se denomina el nudo montañoso andino del sur de Colombia.En el área de San Agustín, el accidentado relieve determina una rápida sucesión de climas, desde el frío del Páramo de las Papas, y llegando a templado en las vertientes y cañones de la cordillera, estos enmarcan el ámbito en que se inició, a partir del Siglo XXXIII a. C., una cultura que presenta ya un considerable desarrollo en el Siglo VII a. C. , según las fechas de Carbono 14 obtenidas recientemente asociadas a la agricultura, la cerámica, la orfebrería y el arte escultórico.

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Cultura (organización social)

Los rasgos peculiares que caracterizan el florecimiento de la cultura de San Agustín, entre el 300 d. C. al 800 d. C., tales como el gran desarrollo de la estatuaria lítica, que presenta una etapa ya muy avanzada desde el siglo VII a. C., la construcción de grandes terraplenes o aterrazamientos para la localización de las necrópolis, la edificación de muros de contención, las tumbas revestidas con grandes lajas de piedra, algunas, las principales, cubiertas con montículos artifi-ciales coronados con templetes funerarios, las fuentes ceremoniales labradas en la roca viva, reflejan una adelantada organización del trabajo y una estratifica-ción social y política. La escultura, en particular, indica claramente una verdadera especialización del trabajo, ya que esta actividad, dado el grado de complejidad y de adelanto que alcanzaron sus artífices, supone una gran habilidad profesional, un notable talento artístico y en especial un profundo conocimiento de las creen-cias mágico-religiosas de la tribu, a través de una larga tradición de tales mani-festaciones religiosas. Además, diferencias que se aprecian en la estructura de los sepulcros de un mismo yacimiento, sin indicaciones claras de una secuencia cultural, hablan más de una estratificación social, puesto que la cerámica y otros elementos del ajuar funerario atestiguan la contemporaneidad de unos y otros. Tal estratificación estaría basada sobre la diferencia entre los grupos ocupacionales y en la jerarquía política y religiosa, consolidada en la formación de pequeños señoríos, una organización típica de la mayor parte de los grupos indígenas encontrados por los españoles en el siglo XVI en la región andina de Colombia.Es posible pensar también que la gran dispersión que tiene la estatuaria lítica en San Agustín se explica por haber existido entre estos nativos una organización estructurada sobre la base de pequeños grupos familiares, unidos entre sí por vínculos religiosos. Este mismo hecho podría aclarar la razón de la gran varie-dad de motivos y estilos representados en las estatuas dentro de una aparente homogeneidad morfológica, diversidad que habría obedecido a la necesidad de individualizar en cada lugar la representación de las deidades protectoras del grupo familiar, dentro de los cánones religiosos tradicionales. El chamanismo o Mohánismo jugaría también un papel significativo a este respecto. En torno a estos personajes se debieron agrupar los pequeños núcleos familiares y aquellos habrían formado así una especie de casta sacerdotal, con marcada influencia en la organización social y política de una población que tenía una fuerte mentali-dad mágico-religiosa, expresada en la rica temática que se manifiesta en el arte escultórico. Todo induce a pensar que en este período floreciente de la cultura agustiniana, la organización social estaba fuertemente influida por los grupos guerreros y las formas religiosas por las deidades solares y de la guerra. Las estatuas de las Mesitas A y B del Parque Arqueológico parecen ser la represen-tación más auténtica de este momento cultural. Aparecen guardando la entrada de tumbas revestidas de grandes lajas, con sarcófagos monolíticos en su interior, consagrados, seguramente, a guardar los despojos mortales de héroes de la tribu o de sus jefes político-militares.

La escultura

La manifestación peculiar de la cultura de los antiguos pueblos de San Agustín fue la escultura lítica monumental. Más de 300 estatuas han sido halladas, la mayoría en una área que aparece plenamente delimitada por las cuencas de los ríos Magdalena, Bordones, Mazamorras y Sombrerillos y los picos del Macizo Colombiano. Induda-blemente los nativos quisieron hacer de esta región un verdadero centro ceremonial para las prácticas funerarias, presididas por los grandes monolitos, en los que ellos expresaron su estilo simbólico, sin que este propósito les hubiera impedido tallar formas de gran naturalismo.Los bloques en que fueron talladas son tobas volcánicas y andesitas lávicas, algunas de grandes dimensiones, hasta de más de 4 metros de altura y de varias toneladas de peso. Con excepción de la vecina región de Tierradentro (Cauca), en ninguna otra zona de Colombia se presentan estos rasgos monumentales de la escultura y puede afirmarse, por consiguiente, que ellos están confinados al Alto Magdalena.

«La diosa de la Chaquira» en el cañón del río Magdalena.La estructura general del complejo arqueológico de San Agustín ofrece algunos rasgos muy característicos, como la homogeneidad de ciertos elementos y su conti-nuidad a través de los distintos períodos evolutivos, lo que habla en favor de un pa-rentesco cultural de los diferentes grupos que allí concurrían y de una larga tradición de los mismos, expresada en elementos indicativos como la cerámica y la industria lítica, como también en ciertos motivos representados en las esculturas, cuyas for-mas ancestrales se inician por lo menos en el siglo VII a. C. y persisten, al lado de otras posteriores, hasta el siglo XVI de nuestra era.El dualismo es un rasgo sobresaliente en la cultura de San Agustín. En la estatuaria se ven, al lado de las representaciones femeninas, otras de sexo masculino. Consti-tuye esta característica una de las peculiaridades que se han señalado como propias del llamado Período Formativo en América precolombina. En San Agustín, como en Mesoamérica, las creencias religiosas de los nativos dieron origen a un complicado culto ceremonial, en el cual jugó un papel significativo el ritual de las danzas de en-mascarados. Aun persiste esta práctica entre varias de las tribus que habitan en la Amazonía, las cuales usan disfraces fabricados de tela de corteza de árbol, pintados de varios colores. Es indudable que la mayoría de los monolitos del Alto Magdalena llevan estas representaciones. En las colecciones del Museo del Oro del Banco de la República se ven figuras enmascaradas, algunas de una sorprendente similitud con las de San Agustín, como puede observarse en las figurillas de remate de los alfileres calimas, en las que el disfraz que cubre la cabeza y la cara de los personajes está sostenido con las manos, al igual de las que seguramente quisieron representar los artífices agustinianos en varias esculturas de los yacimientos arqueológicos de Quebradillas y de Ullumbe.

Como ocurrió en el período formativo de las demás culturas de la zona andina y de Mesoamérica, las creencias mágico-religiosas estuvieron en íntima relación con su principal base de sustentación económica, la agricultura, como también con la caza y la pesca. Son los mitos que integran la fauna mágica, en la que son particularmente frecuentes va-rias especies, asociadas a su cosmogonía. De ahí que en la estatuaria aparezcan representados varios mitos. El sol, la luna, el rayo, la lluvia y otros fenómenos naturales, se personifican y expresan en sus símbo-los. Las deidades aparecen antropo-zoomorfizadas y estrechamente asociadas a los ritos mortuorios. El sol y la luna presiden su panteón religioso.

Estatua en el yacimiento de Mesitas.La frecuencia de la representación de la boca felina en la mayor parte de las esculturas, es indicativa del culto al jaguar, que parece ser uno de los más antiguos y generalizados entre los pueblos que vivían en la zona andina y que aún persiste en las poblaciones aborígenes que moran en la selva amazónica. En otras culturas arqueológicas andinas este elemento caracteriza también muchas de las representaciones es-cultóricas.También la serpiente ocupa un papel preponderante en las represen-taciones escultóricas de San Agustín y en la fuente ceremonial de Lavapatas. Una estatua que se encuentra hoy en el Parque Arqueo-lógico, en el llamado "Bosque de las Estatuas", presenta las manos dobladas sobre el pecho y éstas sostienen, de la cola y de la cabeza, una serpiente enrollada. Los elementos que caracterizan esta escul-tura permiten interpretarla como una Divinidad de las lluvias o como la representación de un sacerdote o mago de la tribu en el momento de invocar el espíritu de la deidad para que se pronuncie en favor del campo o de las cosechas.La figura de un águila que sostiene una serpiente con el pico y con las garras, escultura que otros investigadores interpretan como la repre-sentación de un búho, debió tener en el mundo de las creencias de los antiguos agustinianos una significación especial. Posiblemente fue el símbolo de la creación, relacionado con el origen de la luz y del fuego y de la jerarquía política, es decir, el símbolo por excelencia del poder. Motivos de aves rapaces en piezas de orfebrería han sido hallados aquí como adornos personales, colocados como ofrendas en tumbas que debieron corresponder a personajes de la tribu. Entre los indígenas taironas, que moraban en el norte, en la Sierra Nevada de Santa Marta y en sus proximidades, el águila aparece también frecuentemente en los objetos de oro, lo mismo que entre los muiscas y quimbayas.

Las estatuas que se denominan cariátides, porque estaban destinadas a soportar los techos de los grandes sepulcros en las Mesitas A y B del Parque Arqueológico son, seguramente, representaciones de guerreros. Tal es el caso de los monolitos que se encuentran en el mon-tículo noroeste de la Mesita B y en los montículos oriental y occidental de la Mesita A. En estas estatuas aparece figurada, en forma naturalista, la imagen de guerreros, adornados con diademas especiales y portando las armas que ellos usaban (piedras redondeadas, que lanza-ban con la mano, escudos o rodelas, que sostenían con la mano izquierda). En otras estatuas la rodela está sustituida por una maza corta, la "macana" de que hablan las crónicas del siglo XVI, usadas por los panches, muzos, cólimas y otros grupos, y que aun emplean los chimilas, un pueblo indígena que vive en las proximidades de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Fuente de Lavapatas.Las serpientes crestadas, que aparecen como apéndice de las figuras felinas que se ven encima de las cabezas de los supuestos guerreros del montículo oriental de la Mesita A, permiten relacionar estas esculturas con otras de Mesoamérica, en donde dichos elementos representan a Quetzalcóatl, un dios bueno, que creó al hombre con su propia sangre, le dio el maíz, le enseñó la industria lítica, los tejidos, la astronomía, el calendario, ciertos rituales y el culto. Otros elementos de la fauna representados en la estatuaria de San Agustín son el mono y la ardilla, en estrecha relación con los ritos de fertilidad; la rana y el lagarto, con las lluvias y con la muerte; el pez, con el cultivo del maíz; el murciélago, como deidad de la agricultura. En San Agustín, la llamada "rana de Codazzi", descrita por este geógrafo en el año de 1857 y que duró perdida durante cerca de 200 años, oculta bajo la espesura, está labrada en un bloque in situ, el cual se ubica en las faldas que caen sobre la hondonada donde se encuentra la "Fuente de Lavapatas", a una distancia más o menos de 50 m de este importante monumento. Una rana monolítica, de tamaño monumental, con colmillos y garras, como las del Alto de los Ídolos y Alto de Lavapatas, en San Agustín, presidía una necrópolis en la hacienda denominada "El Marne", cercana a la población de Inzá. En la orfebrería calima, quimbaya y tairona, la rana es motivo frecuente.El caracol, de varios géneros, se ve figurado en muchas de las esculturas agustinianas, sos-tenido con la mano izquierda, en las representaciones antropo-zoomorfas. En el área muisca y en la calima se han encontrado hechos en arcilla, cobre y oro. Además de su empleo como trompetas, al cual hacen frecuentes alusiones los cronistas del siglo XVI, el caracol tuvo especial significación como implemento para el uso de la masticación de la coca. En ellos se guardaba la sustancia alcalina que servía para provocar la reacción química que libera el al-caloide. En este recipiente introducían el palillo humedecido, que llevaban luego a la boca para mezclarla con las hojas del estupefaciente y que sostenían entrelazado con los dedos de la mano derecha. Una de las estatuas más interesantes de la zona, y que hoy se encuentra en la Plaza de Bolívar de la población de San Agustín, es una figura antropomorfa, con sombrero y boca felina y que sostiene con las manos un pez, es interpretada como una deidad de las lluvias. En varias culturas arqueológicas americanas este motivo se vincula también al cultivo del maíz y su acción fertilizante.

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Vestidos y adornos personales

Muchas de las figuras antropomorfas que representan las estatuas, aparecen completamente desnudas o sólo con ligeros cubre-sexos y con algunos adornos, como collares, pulseras, narigueras y orejeras. Este hecho es curioso, puesto que el área de San Agustín es una región en la que predomina un clima mediana-mente templado y éste se enfría considerablemente a medida que se asciende al Valle de las Papas. Quizás ello permita afirmar que se trata de un pueblo que tuvo una prolongada estancia en tierras bajas antes de alcanzar los lugares donde labraron sus estatuas. Varias esculturas presentan, sin embargo, faldellines y sombreros, los primeros confeccionados con tela, hechas de corteza de árbol, como lo acostumbran mu-chas tribus de la Amazonía. Los implementos para el hilado, como volantes de husos, son particularmente escasos en el registro de los elementos hallados en las excavaciones arqueológicas realizadas. Los ador-nos fueron variados, como collares de cuentas de piedra caliza y de piedra dura, estas últimas de color verde azulado, tubulares, con orificio longitudinal; cuentas de concha, de semillas, de hueso y de oro; na-rigueras de orfebrería, circulares, laminadas o a manera de alambres retorcidos, con engarces de cuentas de cuerno o de piedra; pendientes de oro macizo, figurando en algunos águilas diminutas; diademas de oro, orejeras y otros adornos que han sido encontrados en las excavaciones y que coinciden en su forma con los que se observan en las estatuas.

La cerámica

Es fundamentalmente monocroma, hecha en atmósfera oxidante, por el sistema de enrollado y con engobes de distintos tonos ocres. Predominan las formas de cuencos pequeños, platos, ollas trípodes, copas de soporte alto. También se encuentran grandes vasijas, destinadas al almacenamiento de líquidos y a servir de urnas funerarias. La decoración es casi siempre incisa, aunque se registra también la pintura negativa, negro sobre rojo, desde las fases iniciales del florecimiento de la cultura, en el período que se denomina Formativo Superior. En el período final, o Reciente, aparece la pintura positiva bicolor, como también una decoración granulada.

Ubicación

Esta cultura se ubicó en el Valle del Alto Magdalena (sur del departamento del Huila), ocupado por actuales municipios de San Agustín, San José de Isnos y Salado Blanco, situados todos en las estribaciones del maci-zo colombiano; es un sector donde abundan las rocas volcánicas, materia prima empleada para sus famosos trabajos de estatuaria.

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Estatuaria

La estatuaria agustiniana tiene unas características especiales que configuran un estilo propio. Tales son: su monumentalidad, puesto que la gran mayoría representa personajes de tamaño mayor que el natural; su rigidez, dada por la posición de las figuras: de pie, con las piernas juntas y los brazos pegados al cuerpo, casi siempre con las manos sobre el pecho; su en-tusiasmo, simetría y frontalidad. En cuanto a la temática, en ella encontramos representados principalmente seres antropo-morfos y antropozoomorfos. Los primeros se han interpretado como guerreros, sacerdotes y dignatarios de esa sociedad; los segundos como animales simbólicos, y algunos de ellos míticos, porque no corresponden a una especie zoológica definida sino que comparten rasgos combinados de varios de ellos, como en el caso de los batracios con dientes de felino. En cuanto a los antropozoomorfos, se prueba por un cuerpo humano con una cabeza de hocico felino y grandes colmillos, identificados como deidades.

Por otra parte, las esculturas desarrollaron algunos temas reite-rativamente, como el del alter-ego, representado por una figura que lleva a otra sobre su cabeza; los sacerdotes enmascarados; los sacrificios, manifiestos en seres que devoran a otros; las dinastías, expresadas mediante una deidad que protege a un ser humano; las cabezas trofeo en los collares de los dioses; los guerreros con armas y garrotes; y el principal motivo desarro-llado por aquellos escultores, que es el de los llamados hombres jaguares o dioses solares, seres humanos con boca y dentadura felinas, que representan el poder, la violencia, la guerra y el do-minio político y militar.

La serpiente emplumada y el águila con la serpiente entre las guerras también son temas repetidos, y ambos se relacionan con la dualidad de los conceptos opuestos o complementarios en la cual la serpiente representa lo terrenal, la fertilidad, la co-tidianidad, y el águila lo celestial, lo sobrenatural, lo intelectual, unidos en la efigie del ofidio con plumaje, en vez de escamas, para expresar un ideal cósmico, un arqueotipo de su pensamien-to religioso; o enfrentados en la escultura del ave que sostiene con las garras y el pico a la serpiente, para indicar el eterno choque de los dos aspectos de la existencia.

Economía

Los antiguos agustinianos tuvieron como base económica la agricultura y la colección. Prepa-raban surcos en las laderas y en las partes altas de las montañas, dispuestos verticalmente, de manera que el agua de las lluvias corriera fe-cundando los terrenos y no se embalsara, lo que hubiera resultado contraproducente en aquella zona húmeda. El principal producto cultivado fue el maíz, como lo atestiguan las numerosas ma-nos y de piedras de moler y los granos y tusas carbonizados que se han hallado entre la tierra de relleno de las tumbas, como ofrendas funera-rias y entre las ruinas de las viviendas.

Los platos pandos de borde vertical que servían para tostar granos indican una manera propia de preparar el maíz, así como el maní, que hoy se sigue cultivando en esta región. Las frutas del nogal las recolectaban para obtener materias grasas. La cacería debió de ser complemento de la dieta alimenticia, y la pesca en menor escala.

Cerámica

La producción alfarera de los agustinianos se destaca por su sencillez, si se comparan con las piezas complejas que elaboraron otros pueblos contemporáneos. Mezclaron las arcillas con desengrasantes de arenas cuarcicas o fragmen-tos triturados de cerámica. También añadieron mica a la pasta para obtener mas consistencia y, además, puntos brillantes en las superficies de algunos recipientes. Dieron forma a los objetos por modelado directo o por el sistema de enrro-llamiento en espiral, y a veces utilizaron como molde otra vasija boca abajo.

Las piezas más frecuentes son las vasijas de cuerpo inferior semiesferico y superior tronco-cónico o campaniforme; también los cuencos y los platos pandos de bordes verticales, que se usaban para tostar granos. Ollas trípodes de soportes altos, macizos y curvos en la parte superior, aparecen con la base ahumada por su largo uso culinario, que también fue el de gran-des recipientes de paredes gruesas y superficies ásperas, con decoración dactilar en los bordes.

Por su decoración, debieron de usarse en lo ce-remonial copas de pie alto tubular, con recipien-te pequeño de borde horizontal o inclinado, que llevan pintura negativa interna y por afuera un diseño de círculos y triángulos en negro sobre fondo rojo.

La pintura es casi siempre monócroma. Se aplica unas veces en el interior, otras en el exterior de las piezas, y a veces según la técnica negativa. La incisión y la excisión de puntos y rayas en la parte superior es típica, lo mismo que el empaste en blanco y rojo. Hay una ausencia casi total de motivos biomorfos, y es escasa la presencia de asas, que, cuando aparecen, son solo ornamen-tales.

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Vivienda

Los sitios de habitación encontrados por la arqueología aparecen asociados a campos de cultivo. Podemos decir que los agustinianos practicaban un poblamiento disperso, aunque no distanciado, determinado por la ubicación de las tierras más aptas para la siembra; sus ca-sas estaban en las cimas de las lomas o en ate-rrazamientos en las laderas que fue necesario practicar por lo quebrado del terreno. Se busco la proximidad a los nacimientos de agua para no tener que limitarse a las orillas de los ríos, que, en algunas partes, son de difícil acceso por la profundidad de los cañones.

Aparecen viviendas solas y a veces con otra pequeña construcción aledaña que debió de ser-vir para fines domésticos. También hay grupos de tres o más casas, sin que se pueda hablar de aldeas, sino apenas de caseríos; con la excep-ción de Quinchana, donde se hallaron vestigios de población relativamente nucleada. Estrechos senderos unían los núcleos habitacionales.

La casa era de planta circular u oval, de unos 3 metros de diámetro, de estructura sencilla, sue-lo de tierra apisonada, paredes de bahareque y techumbre cónica de paja. Se practicaba el en-terramiento dentro del perímetro de la vivienda.

La sencillez y estricta funcionalidad de las vi-viendas de San Agustín contrastan con la com-plejidad y ornamentación de muchos sepulcros, pero concuerda con el pensamiento del hombre prehistórico, que reservaba las mejores realiza-ciones artísticas para el campo de lo religioso, del cual el ritual funerario era una de las más importantes expresiones.

Cultura:

Comlejo Funerario.El complejo funerario agustiniano tiene características especiales. La región cuenta con muchos sitios, como las Mesitas, Quinchana, el potrero de Lavapatas, el Batan, Lavaderos, El Parador, el Alto de los Idolos, el Alto de las Piedras y otros, donde se han encontrado cementerios, generalmente en terraple-nes artificiales. Las tumbas son de diferentes tamaños y formas, relacionados con la categoría social y la jerarquía militar, política o religiosa del difunto. Podemos considerar dos grupos principales: las subterráneas y las cubiertas. Las primeras presentan una variación que se inicia con sencillos pozos de planta circular, continua con fosos similares, pero con bóvedas laterales, y termina con fosas de tres tipos: las de planta oval, a veces con cámaras laterales; las de planta rectangular cubiertas de losas, y las de planta rectangular revestidas de losas en el piso, en las paredes y en la cubierta, con un deposito fuera del sepulcro, para las ofrendas.

Las construcciones cubiertas son tumbas formadas por cámaras dolménicas de hasta 3 metros de altura, de planta rectangular y con recintos laterales. Están cubiertas de tierra y forman túmulos en las partes centrales y más altas de los cementerios. Este tipo de tumba es característico de San Agustín; no se encuentra en otros lugares del país, y muchas veces esta formado por varias cámaras, una para el cadáver (en ataúd de madera o en sarcófago de piedra), otras para el ajuar funerario, con el entierro ritual del fuego, y las de la entrada o del fondo para la colocación de estatuas, que también suelen estar fuera, a los lados del conjunto.

Los monos evocan sexualidad y procreación; las aves, el territorio de los dioses y la inteligencia; los sau-rios, el agua y la tierra unificadas, o sea, la tierra fecundada, que es la agricultura; las ranas son anun-ciadoras de las lluvias, y cuando llevan garras y colmillos se relacionan con la muerte y el inframundo; las ardillas son símbolos agrícolas, y los peces, propiciadores de las buenas cosechas.

La mayoría de las estatuas forman parte de los conjuntos funerarios de los diferentes cementerios lo-calizados en explanadas artificiales hechas en las colinas. Los sarcófagos de las grandes tumbas están cubiertos con losas que llevan tallada la imagen del difunto con los ojos cerrados y las manos sobre el pecho. Las estatuas se pintaban de blanco, rojo, amarillo y negro azulado.

La talla agustiniana se hacia en piedra andesitica y en tobas, con cinceles y martillos de piedra mas duras y compactas. Es típico el tratamiento de la escultura enfatizando la labor del tallador en la cabeza de la figura para luego ir disminuyendo ese detalle a medida que se desciende hacia las piernas y los pies del personaje. Del mismo modo, el tamaño de la cabeza es comparativamente mayor que el del cuerpo y de las extremidades, de manera que la figura completa no guarda las proporciones reales del ser humano.

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Las paredes y el techo de la construcción funeraria se pin-taban con colores minerales, en diseños geométricos de franjas o círculos concéntricos en ne-gro, amarillo o rojo, aunque ac-tualmente, por la gran humedad de la zona y la acidez de los sue-los, los colores se han perdido y solamente algunos sepulcros conservan restos de ellos.

La posición del cadáver dentro de la tumba varia. Generalmente aparece flexionado, en decúbito lateral derecho o izquierdo, pero en los sepulcros más grandes, y dentro del sarcófago o de ataúd, el muerto se encuentra acostado sobre la espalda, posición que se supone fue la mas usual para personas de alto rango.

La ofrenda funeraria es mas variada cuanto mayor y más compleja es la tumba. Al lado del esqueleto aparecen recipientes de cerámica doméstica y ce-remonial de diversas formas y decoraciones, lascas de obsi-diana, núcleos y astillas de ba-salto y artefactos líticos, como cuentas de collar discoidales y tubulares, metales y manos de moler. Los amontonamientos de carbón vegetal indican que el fuego se enterraba también para acompañar al muerto en el mas allá, lo mismo que los adornos de orfebrería, como diademas, col-gantes, aretes y narigueras.

Rasgos FísicosLas excavaciones arqueológicas y las investigaciones en etnografía aportan datos para la visión general de la cultura agustiniana, en la cual los individuos de esta etnia aparecen con una contextura física de complexión robusta, tendencia a la braquicefalia y una estatura de 1.65 m de promedio. Se cubrían con un tapa-rrabos, sostenido por un ancho cinturón: una faja escalonada, triangular, como cubresexo o simplemente con un cordón que amarraba el pene y se anudaba cui-dadosamente al lado derecho. Llevaban en la cabeza diademas de oro, gorros tejidos, o de pieles, coronas de plumas o tocados que complementaban los pei-nados con materiales diversos. Como armas usaban escudos, rodelas y ma-zas. En los primeros tiempos vistiéronse con telas de corteza de árbol y luego con tejidos de algodón, hilado en husos de madera con volantes de cerámica.

Las mujeres llevaban falda corta con cinturón, delantal o falda abierta al lado izquierdo, y en la cabeza turbantes o to-cados, envolviendo el cabello en bandas de tela. Se pintaban el cuerpo con colo-rantes de ocre, y se adornaban con co-llares de piedra, conchas, semillas, hueso y oro. Usaban pulseras de chaquira de varias vueltas; narigueras de oro semilu-nares, circulares y tubulares; zarcillos de alambre de oro antorchado con piedras engarzadas y pendientes en forma de di-minutas aves de cuarzo o de oro. Es de suponer que los ornamentos de orfebre-rías eran privativos de las personas de alto rango, pues no se encuentran sino en las tumbas grandes, aunque la cerá-mica y la piedra aparecen en sepulcros de diferente tamaño y forma.

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Orfebrería

Los agustinianos trabajaron los metales desde el primer siglo de nuestra era. Obte-nían el material de los aluvio-nes de los ríos y lo fundían y laminaban; mezclando, en ocasiones, con cobre, para elaborar collares, zarcillos, diademas y pendientes. Me-diante el sistema de la cera perdida fabricaron algunas piezas y los complementaron engarzándoles cuentas de cuerno o de piedras pulimen-tadas.

Los crisoles de cerámica, las gotas de oro fundido y los fragmentos de láminas en-contrados en las excavacio-nes indican que se trató de una industria local, lo cual se aprecia también en la simili-tud de formas que hay entre los adornos de la estatuaria y los objetos provenientes de los yacimientos arqueológi-cos.

El tema del águila aparece repetidamente en los colgan-tes de oro, y las diademas hechas de flexibles laminas muestran estilizaciones de aves y flores de maíz.

Sociedad y Política

La estructura social imperante era la de agrupaciones familiares uni-das por vínculos religiosos. Así se deduce de pequeños grupos de es-culturas al lado de los cementerios, dispersos en lomas, en varios cen-tenares de kilómetros cuadrados. Las necrópolis más grandes, como Mesitas, Quinchana y el Alto de los Idolos, indican centros de especial jerarquía, que pudo ser ocupacional, política, religiosa o militar. La impor-tancia de lo militar en esa sociedad lo muestran las representaciones escultóricas de guerreros armados, deidades felinas y cabezas trofeos.

Además existieron los Shamanes o hechiceros encargados de los augu-rios y curaciones. Otro grupo social destacado fue el de los guerreros, cuya función era la defensa del terri-torio por parte de tribus belicosas. El mayor número de la población estaba formado por agricultores, cazadores y pescadores, quienes sostenían a la clase dirigente con su tributo pagado en especie o en trabajo.

Los escultores también pertenecían al común del pueblo, por razones de su oficio eran sostenidos con el excedente de la producción comu-nitaria. Eso no implicaba que dichos artesanos gozaran de una posición privilegiada dentro de la comunidad.

Las culturas prehispánicas de América que nos han dejado huellas vigorosas de su existencia, son universalmente conocidas, La Inca, La Maya, y la Azteca. Sin embargo, existen otras culturas prehispánicas mucho menos conocidas y que, aún así, merecen atraer la atención de los espe-cialistas y del público en general, por la grandeza y belleza de sus vestigios. Tal es el caso de la cul-tura de San Agustín, cuya milenaria herencia de piedra podemos hoy admirar en Colombia dentro del departamento del Huila.

Los monumentos denominados como agustinianos, integrados por estatuaria lítica, dólmenes y montí-culos, que en gran número se encuentran disemina-dos en un hermoso y extenso territorio del Macizo Colombiano; constituyeron el más importante centro de producción escultórica de toda la región andina, durante la época precolombina.

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Cuando se produjo la Conquista, los monumentos funerarios que siglos atrás habían sido hechos en el valle que domina el primer curso del río Magdalena, yacían abandonados por circunstancias que todavía no se conocen bien. Una densa vegetación poco a poco, había cubierto de bosques el terri-torio ancestral que durante milenios, fuera el hábitat de una de las culturas prehispánicas más importantes de Colombia, tal como lo atestigua su estatuaria lítica monumental.

Los sitios donde anteriormente se había elegido los centros ceremoniales dedicados a culto funerario, o los lugares de habitación y los campos de cultivo, desaparecieron por la acción incontrolada de la na-turaleza especialmente feroz en este medio.

El desconocimiento de los vestigios de esta cul-tura durante la Conquista fundamentalmente se debe a dos hechos: En primer lugar, esta cultura se extinguió antes de que llegaran los españoles por lo tanto no existió contacto. En segundo lu-gar porque principalmente se trataba de imágenes escultóricas, hechas para ser depositadas dentro de túmulos funerarios, que eran construcciones muy sencillas, que por esas mismas caracterís-ticas rápidamente podían ser recubiertas por la vegetación, obras totalmente diferentes a la ar-quitectura pétrea colosal, que los conquistadores

El desconocimiento de los vestigios de esta cultura du-rante la Conquista fundamentalmente se debe a dos he-chos: En primer lugar, esta cultura se extinguió antes de que llegaran los españoles por lo tanto no existió contac-to. En segundo lugar porque principalmente se trataba de imágenes escultóricas, hechas para ser depositadas dentro de túmulos funerarios, que eran construcciones muy sencillas, que por esas mismas características rápi-damente podían ser recubiertas por la vegetación, obras totalmente diferentes a la arquitectura pétrea colosal, que los conquistadores encontraron en México ó Perú.

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Destino San Agustín:

Por su invaluable valor cultu-ral y arqueológico, este desti-no maravilloso fue declarado patrimonio de la humanidad en el año 1995. Las escul-turas y tumbas indígenas mantienen vigente una de las culturas más asombrosas en

nuestro país.

San Agustín está ubicado al sur del departamento del Huila sobre el majestuoso re-lieve de los Andes colombia-nos, específicamente en la cordillera oriental, es un lugar para el turismo arqueológico

y ecológico.

¿Cómo llegar?

Desde Bogotá viajan diferen-tes empresas transportado-ras, entre ellas está Cotran-shuila, que en unas 7 horas te llevarán a Pitalito. Son 25 minutos los que separan a San Agustín de Pitalito, por una carretera en buenas condiciones. En la terminal de transportes encontrarás colectivos y taxis que hacen

el recorrido.

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¿Qué hacer?

Parque Arqueológico San Agustín

Alberga muestras de la cultura agustiniana, la cual habitó la región durante 7 siglos. En el centro administrativo encontrarás el museo y luego de un corto trayecto llegarás a la entrada de la zona arqueológica adornada por puestos de artesanías, donde venden réplicas de las figuras. La monumentalidad de las estatuas y de las tumbas de piedra refleja, hoy en día, un complejo sistema de pensamiento de estas culturas desconocidas que entendían y explicaban el mundo a

su manera, tallando el misterio e inmortalizándolo en las piedras.

El recorrido tarda cerca de 4 horas, en el que se aprecian esculturas que enmarcan aspectos de la condición humana, como el culto a la vida y muerte, la fertilidad, la maternidad y las figuras con el doble yo y el templo de la Luna. También se hallan figuras chamánicas y tumbas en roca.

Fuente ceremonial del Lava-patas

Es la más grandiosa obra escultórica de los agusti-nianos. Es un lecho rocoso, tallado magistralmente, en el que las figuras de mi-cos, lagartijas y serpientes forman relieves evocadores del agua, como ser dador de vida. Pequeños canales permiten que el agua corra de sur a norte y caiga en tres piletas adornadas por caras humanas, mamíferos y todo tipo de seres mitoló-gicos.

Constituye una evidencia del alto grado de ingeniería alcanzada por los escultores en el empleo de las posi-bilidades ofrecidas por los materiales, en este caso el agua y la piedra combina-dos.

El alto del Lavapatas

Compuesto por 7 esculturas que exaltan deidades de la agricultura, así como varias tumbas. Para llegar se debe ascender desde la fuente ce-remonial del Lavapatas cami-nando, hasta la colina desde la cual se divisa un inspirador

paisaje de la región.

Actualmente pueden obser-varse varias tumbas una de ellas donde parece existió un cementerio de niños resguar-dada por una gran estatua el Doble Yo. Este maravilloso lugar permite disfrutar de una vista espectacular del entorno, desde ahí se pue-de observar el origen de la cordillera central y oriental en pleno corazón del macizo colombiano, los majestuosos picos de cutanga, el surco de la gran cuenca como es el río Magdalena y las cuencas y subcuencas de varios ríos

que convergen sobre este.

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El bosque de las estatuas

Se encuentran allí 39 figu-ras a los lados del sendero de 600 metros y muestran diferentes representaciones y cultos en medio de la vege-tación que rodea el recorrido.

Se admira tanto la sencillez de ciertas estatuas, como la preocupación por la or-namentación y el detalle de otras, figuras zoomorfas, amplios tocados, figuras de piedras con alusión al alter ego, lo que nos plantea in-terrogantes como, los agus-tinianos eran simples escul-tores o avanzaron en otras ciencias, la profundidad de ciertas esculturas es sinó-nimo de nociones filosóficas en la cultura agustiniana, si es tan gloriosa, por qué des-

apareció.

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San José de los Isnos, Pie-dra Sagrada

Isnos es un municipio que reúne lugares que puedes conocer en 1 o 2 días, entre ellos se destacan el templo de San José y el parque mu-nicipal, rodeado de árboles y jardines donde un mural ale-górico refleja el origen indí-

gena de la región.

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Colgante con figura de águi-la, Costa Rica, la costa sur, la cultura Diquis, 700-1500 dC, el oro, colección precolombina en el Museo de Arte de Worces-ter, Worcester, Massachusetts, EE.UU. (Imágen: Wikimedia Commons/Dominio público en algunos países)

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Pectoral de oro de aleación Tumbaga, año 550 d.C. de la cultura Tolima. Museo del Oro de Bogotá. (Imágen de: Bruno Sanchez-Andrade Nuño/Wiki-media Commons/Flickr/Crea-tive Commons Attribution 2.0 Generic)

Pectoral Cultura Yotoco, 0-700 d.C. oro martillado, Region Yotoco, Valle del Cauca Co-lombia. (Imágen de: Mary Ha-rrsch/Wikimedia Commons/Flickr/Creative Commons Attribution-Share Alike 2.0 Generic)

Pendientes de oro cultura Tai-rona, Metropolitan Museum of Art, New York City (Imágen de: Rolf Müller/Wikimedia Commons/GNU Free Docu-mentation License, Version 1.2 or any later/Creative Com-mons Attribution-Share Alike 3.0 Unported)

Colgante de oro con forma de pez alado, año 900 d.C. cultura San Agustín, Museo del Oro de Bogotá. (Imágen de: Bruno Sanchez-Andrade Nuño/Wiki-media Commons/Flickr/Crea-tive Commons Attribution 2.0 Generic)

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Pectoral Yotoco, oro martillado, Region Ar-queologica Yotoco, Valle del Cauca, Colombia. s. I -VII d.C., Metropolitan Museum of Art in New York City. (Imágen de: Mary Harrsch/Wi-kimedia Commons/Flickr/Creative Commons Attribution-Share Alike 2.0 Generic)

Figura votiva de oro de la cultura Muisca, en la cual vemos una madre sostenien-do en sus brazos a su hijo y una especie de bastón en la otra mano, año 600 d.C. - 1600 d.C. Museo del Oro de Bogotá. (Imágen de: Carlos Adampol Galindo/Wiki-media Commons/Flickr/Creative Commons Attribution-Share Alike 2.0 Generic)

Remate de bastón, Zenú (Sinú) Culture, 490 d.C., actualmen-te Colombia; Museo del Oro, Bogotá. (Imágen de: Janmad/Wikimedia Commons/GNU Free Documentation License, Version 1.2 or any later/Crea-tive Commons Attribution 3.0 Unported)

Pectoral de oro de la cultura Muisca, en el cual hay repre-sentadas, seis aves con las alas plegadas y figuras humanas en cuclillas sobre sus cabezas, sobre la parte posterior de un ave más grande. También hay otras dos figuras humanas, sentadas en una posición en cuclillas, sobre sus alas abiertas. Entre los años 600 d.C. - 1600 d.C. Museo del Oro de Bogotá. (Imágen de: Mandy/Wikimedia Commons/Flickr/Creative Commons Attribution-Share Alike 2.0 Generic)

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Poporo de oro de la cultura Quimbaya, Museo del Oro de Bogotá. (Imágen de: Turista Perene/Wikimedia Commons/Flickr/Creative Commons Ge-nérica de Atribución 2.0)

Orejeras de oro aztecas, en-tre los siglos XV - XVI d.C. (Imágen de: Madman2001/Wikimedia Commons/GNU Free Documentation License, Version 1.2 or any later/Crea-tive Commons Attribution 3.0 Unported)

Técnicas – MaterialesEntre las técnicas destacan la fundición a la cera perdida. Uti-lizan un nuevo tipo de aleación de oro + co-bre llamada Tumbaga. Por otro lado entre las técnicas de de-coración y acabado destacan la soldadura directa, falsa filigrana, verdadera filigrana, repujado, martillado, estampado, cincelado,

chapado.

MUSEOS HISTÓRICOS

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MUSEO DEL CAR-NAVAL

El Museo del Carna-val, fue inaugurado el 20 de diciembre de 2000. Ocupa las instalaciones del Cen-tro Cultural Pandiaco, al norte de San Juan de Pasto. Es un espa-cio de exhibición per-manente del arte po-pular expresado en el Carnaval de Negros y Blancos. Los artesa-nos y gestores cultu-rales involucrados en esta fiesta folclórica, encuentran en el Mu-seo del Carnaval el sitio de encuentro con el espectáculo y con parte del jolgorio que en su momento no dis-

frutaron:

Las manifestaciones del Carnaval se en-cuentran represen-tadas en torno a una carroza alegórica que domina el centro de la sala mayor. Los mo-nigotes que visualizan a los años viejos, los disfraces individuales, las murgas, las com-parsas, los mascaro-nes, la Familia Casta-ñeda, el día de negros, el carnavalito, las ca-rrozas no motorizadas y elementos (muñecos) de las monumentales carrozas, reciben con colorido y pintoresca sonrisa a quienes visi-

tan este lugar.

El Museo del Carnaval consta de dos sec-ciones que inscriben y contextualizan su carácter: la sección prehispánica es la que documenta en sí la ra-zón del carnaval, con referentes indigenistas y una lectura fotográfi-ca del carnaval en se-pia que transporta las imágenes del evento en su gestación como espectáculo público, en contraste con el colorido del actual. La sección del Carnaval Artístico la componen todos los muñecos y

piezas del evento.

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IMÁGENES DEL MUSEO DEL CARNAVAL

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MUSEO JUAN LORENZO LUCERO

Con el propósito de inmortalizar el nombre de uno de los más in-signes religiosos pas-tusos, el de Monseñor Juan Lorenzo Lucero, el sacerdote Jaime Alvarez, Jesuita antio-queño, fundó en Pasto el 11 de diciembre de 1974 el Museo Juan Lorenzo Lucero, al que denominó "el templo de la Historia pastusa."

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De Monseñor Juan Lorenzo Lucero se co-noce que nació el 10 de agosto de 1635. Su formación como pastor de la Iglesia Católica la acredita la Compañía de Jesús a quien representó con honores como Obispo de Quito y de Popa-yán en el siglo XVII. Una gran labor apos-tólica acompañó su vida que la entregó al servicio de la comuni-dad. Quito fue testigo de su deceso el 14 de octubre de 1714.

Desde su fundación, el Museo Juan Loren-zo Lucero funciona en una casona levantada en tapia apisonada y cubierta con techo de teja de barro cocido. La casona, que se le-vanta en la esquina que intercepta la calle 18 con la carrera 29, se conoce como Casa Mariana. El museo, distribuido en siete salas, celosamente guarda los secretos de la vida citadina de la sociedad pastusa. La Capilla hospeda obras religiosas talladas por los imagineros espa-ñoles y artesanos de

la escuela quiteña.

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San Ezequiel Moreno, quien fue Obispo de Pasto, tiene un lugar especial en el museo: en una de las salas se encuentra una vas-ta parafernalia que da testimonio de su trán-sito por la faz terrenal. Entre salas, zagua-nes, pasillos y muros la memoria histórica de Nariño exhibe sus intimidades. Armas, máquinas, bustos, ins-trumentos musicales, pinturas, colecciones de fotografía antigua, numismática (mone-das y medallas), ar-queología, arte popu-lar, etnografía y otros que pueden alcanzar más de 35.000 pie-zas inventariadas. La séptima sala, bibliote-ca y hemeroteca, se precia de tener la co-lección más completa de producción literaria correspondiente a au-

tores nariñenses.

MUSEO DEL ORO – BANCO DE LA

REPUBLICA

Corresponde al Banco de la Repú-blica de Pasto hacer la custodia del patrimonio artístico ancestral, le-gado por las familias que habitaron esta región suroccidental del país. En el Centro Cultural Leopoldo López Alvarez, adscrito al Banco Emisor, fue inaugurado el Museo

del Oro en 1984.

Con extrema seguridad, las 432 piezas se hallan distribuidas en tres salas didácticamente ilus-tradas para facilitar su compren-sión. En el Museo del Banco de la República, además de las obras orfebres trabajadas por la cultura Piartal, se registran cerámicas, piezas líticas, de madera, en con-cha y tejidos con fibras vegetales, correspondientes a las culturas

Tusa y Capulí.

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Adicional a la muestra permanen-te, la administración ofrece entre otros, los servicios de: programa de visitas guiadas, encuentro con docentes y familias, talleres for-mativos e informativos y nueve maletas didácticas que contienen réplicas de las culturas indígenas de Colombia (Nariño, Sinú, Calima, Tayrona, Amazonas, entre otras), como rodillos, narigueras, discos giratorios, fragmentos de cerámi-ca y objetos artesanales elabora-dos por indígenas del Amazonas; estas se facilitan a los colegios y escuelas que deseen dinamizar la multiplicación del conocimiento acerca de nuestras raíces ances-

trales.El Museo del Oro se creó en 1939, cuando la Junta Directiva del Banco de la República inició la colección de orfebrería y le asignó a éste la misión de defender los ob-jetos arqueológicos de la destruc-ción y evitar su salida al exterior. Este fue el gran aporte del Banco al país, que por entonces discutía intensamente sobre la identidad nacional, que había aprobado leyes de protección del patrimonio y ha-bía creado los primeros institutos y escuelas de antropología y ar-

queología.

Siguiendo el principio de preservación, en sus primeros años el Museo del Oro adquirió piezas de orfebrería precolombina pertenecientes a coleccionis-tas particulares, de tal forma que muy pronto se reunió una muestra repre-sentativa. En 1946 se dio inicio a la colección de cerámica. En la década de los sesentas, el Museo del Oro fue reconocido por su prestigio artístico y cultural y se erigió como el primero de su género en el mundo. En 1968 se inaugura su sede actual y se conforma la estructura moderna del Museo, la cual continúa con la labor de conservación, investigación y difusión de la

colección, pero adecuándose a las nuevas tendencias.

Actualmente, el Museo cuenta con más de 33.800 piezas de orfebrería, 13.000 de cerámica, 3.000 líticos y numerosos objetos de concha, hueso y textil, representativos de antiguas culturas como la Sinú, Tairona, Urabá, Muisca, Quimbaya, Calima, Cauca, Nariño, Tumaco, Tolima, San Agustín,

Tierradentro y Malagana.

Desde 1981, el Banco de la República estableció museos en distintas partes del terri-torio nacional, que recogen las raíces prehispánicas de cada región: Santa Marta -oro Tairona; Cartagena -oro Sinú; Manizales, Pereira y Armenia -oro Quimbaya; Pasto e Ipiales -oro Nariño; Cali -oro Calima; y Leticia

-museo etnográfico.

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Para dar a conocer el mensaje antropológico del Museo se realiza un activo programa de exposiciones naciona-les e internacionales, así como un conjunto de actividades infor-males y de educación, que tienen en los es-colares uno de los ob-jetivos principales de atención. Para ellos se creó el programa de préstamo gratuito de maletas didácticas y videos que maneja la oficina de Servicios

Educativos.

IMÁGENES DEL MUSEO DEL ORO – BANCO DE LA

REPUBLICA

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