Cuentos preliminares teaser

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CUENTOS PRELIMINARES

ISBN: 978-84-614-7142-3

Diseñador de portada: F.H. Navarro

Ilustración de portada: F. H. Navarro

Impreso en España/Printed in Spain

Impreso por Publidisa: http://www.publidisa.com

(C) 2011 Rakel Archer y Anna Raven

(C) Ilustraciones: F. H. Navarro

Asociación Cultural Acubillo

NIF: G70167887

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http://cuentospreliminares.blogspot.com/

A mi madre.

Rakel Archer

A mis madres, mi abuela y las

hermanas que nunca llegué a tener.

Anna Raven

A Gema, por creer en mí y soportarme

pacientemente todos los días.

Felipe H. Navarro

ÍNDICE

Prólogo....................................................8No me llames.......................................13Teté........................................................19No estoy de servicio...........................25Lola........................................................49Guantes blancos..................................53Del tiempo............................................63Midlife crisis.........................................71Depredadoras.....................................101Las sabias............................................111Paula ...................................................139Llévatelo todo....................................145

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PRÓLOGO

DOS MUJERES ENTRAN EN UN BAR...

Es uno de esos locales atemporales,preparados para gustar a turistas peroque mantienen ese encanto y eleganciadel día a día que también engatusa a loslugareños. Las dos visten de negro sinnecesitar ninguna razón de índolemística o trascendental, las dos portanenormes bolsos a rebosar de in-necesarios artilugios de oficina y lasdos piden un café con leche, aunque essólo una de ellas la que habla. Fuerallueve a cántaros. Aunque luzca el sol,en esta ciudad, cuando recuerdas,

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siempre llueve a cántaros.–¿Cómo va todo?–Necesito un empujón, una meta. Algo que

me motive, ya sabes.–Podemos escribir un libro de cuentos.–¿Cuentos?–Cuentos o relatos. ¿Qué tal relatos sobre

mujeres?Sendas libretas cruzan el aire y sendos

bolígrafos, esgrimidos por zurda y diestra,generan una curiosa, aunque habitual, imagenespecular.

Desde ese momento, cercano en lamemoria pero ya bastante alejado en eltiempo, muchos cambios se han tenido queproducir hasta llegar al punto en el que estelibro pueda estar entre tus manos. Como enuna gesta medieval, hubo tres féminas de gransolera, que habrían de cruzar sus armas conlas nuestras.

La primera fue la inercia, esa elegantedama newtoniana que prefiere sugerir a llevara cabo. Fue durante esos primeros mesescuando Lola o Paula irrumpieron en nuestrasvidas, también lo hizo Marga, pero la historiade Marga no estaba lista para ser contada y ,acompañada de un par de criaturasmitológicas y de un prefacio a lo preliminarque jamás vería la luz, cogió sus maletas y nosabandonó sin ni siquiera dedicarnos una brevedespedida. Inercia celebró su victoria

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llevándose consigo otras historias, otrasmujeres cuyas voces no encontraríamosmezcladas con nuestra tinta. Inercia nos guióa un mundo laboral, carente de sueños y parcoen expectativas de cambio y, poco a poco, diopaso a su segunda aliada en el camino, ladesidia.

Desidia, espada en mano, lanza en ristre ycon el peso de experiencias pasadas porbandera, se hizo fuerte en nuestro reino,condenando a vampiresas, bibliotecarias yadministrativas a cadena perpetua y enviandoa súcubos y artistas a que les cortasen lacabeza. No mentiremos, el futuro de loscuentos no pintaba bien, pero dos aguerridoscaballeros, sí, habéis oído bien, caballeros, nosprestaron su fuerza, su ánimo y su saber. Esmenester del caballero andante no revelar sunombre, más creemos que en esta ocasión, estan valiosa su aportación a la obra, que nopodemos callar, no por más tiempo. Uno,imagino ya habrán imaginado, es el increíbleilustrador Felipe H. Navarro. El otro libra susbatallas en los campos de las letras y, sin suapoyo y vista de águila, no hubiéramos podidollegar a buen puerto. Por todo lo dicho, y todolo sobredicho en los silencios de estas letras,muchas gracias Raule.

Por último, la burocracia. Porque cuandotodo está casi listo, ella sabrá cómo hacer quelo fácil se convierta en un laberinto de

papeleos, esperas y errores. Pese a ellas, ygracias a vosotros, por fin podemos decir quehemos terminado. Por fin, hemos terminado.

En esa cafetería ya no hay sólo dosmujeres, hay muchas, muchas más. Están Lolay Paula, está Laura, está Elly y, mirándonos através del cristal, también está Marga. Dejadque os inviten a un café, o a un whisky doble.Escuchad sus voces como nosotros lo hicimoshace muchos meses. Poneos en su piel. Si osgusta, acariciad su piel. Buscadlas en lasmultitudes, en la ciudad, en las pequeñascallejuelas o en vosotras mismas. Ellas hanabierto sus almas y sus corazones, semuestran desnudas ante vosotros, sin pudor,sin tapujos. Podéis ser sus jueces, peroninguna de ellas tendrá un verdugo.

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NO ME LLAMES

Rakel Archer

Cada vez que me sobreviene unorgasmo —uno de los buenos, de esosque vienen por dos frentes— y cierrolos ojos, me veo dentro de una jaimalujosa, llena de cojines y alfombras, decolores dorados, rojos y marrones,escucho el rítmico sonido de losdumbecs y percibo el aroma de unabuena cachimba. No es que tenga unaespecial fijación con el mundo árabe, nisiquiera con la anatomía masculina,sobre todo teniendo en cuenta que miprimera y última relación con un

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magrebí me llevó a sentirme como el traserode una gallina.

No siempre ha sido así.En otras ocasiones, al cerrar los ojos, he

visto cosas tan variopintas como un unicornio,la Biblioteca del Vaticano o uniformes de las SSalemanas con más cuero del reglamentario.Cuando abro los ojos no hay dumbecs niflautas, sólo transeúntes que hablan a gritos ybocinas de automóviles a través de la ventana.La fogosa jaima se convierte en una habitaciónde diseño escandinavo y paredes blancas. Consuerte, la cabeza que sale de entre las sábanasme resulta familiar, o no.

—¿Te lo has pasado bien?¡Ha sido el polvo de mi vida! El mejor, sin

duda. Te voy a hacer un monumento. Estoysudando como una cerda y apenas puedohablar.

—Ha sido horrible.—Me alegro.Nos reímos. Jamás le volveré a decir a un

hombre que es bueno en la cama. Todo lo queconsigo es que se lo crea, me trate como a unacualquiera y vaya alardeando de sus cuitas.Amén de no volver a verle el pelo, cosa quetampoco me importa demasiado. Es más, loprefiero.

Llevo demasiado tiempo saltando de camaen cama. Huyendo de compromisos de todotipo. Me gusta estar sola. La soledad no tetraiciona. No te deja de llamar. No te escondede sus amigos ni se inventa historias para

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dejarte plantada y compuesta la noche de unviernes.

—¿Te puedo llamar?Claro que puedes llamarme. Puedes

llamarme. Puedes quedarte. Ahora mismo, note lo pienses. Mandaremos a alguien a recogertus cosas. No quiero saber nada de tu vida. Nisiquiera recuerdo como te llamabas. Sóloquiero que duermas conmigo por las noches yme hagas lo mismo que has hecho hoy. No teharé preguntas a cambio de que tu tampocome las hagas. Con el tiempo, puede que inclusonos demos cuenta de que nos llevamos bien, eincluso que nos enamoremos.

—No, no puedes.Ya estás liberado. Ahora, como todos, me

darás las gracias por ser tan racional y notomarme un revolcón como un acuerdo tácitode compromiso.

—¿Por qué?Mierda.—Porque no.No me hagas volver a repetirlo o romperé

a llorar.—¿Tienes pareja? Es eso, ¿no?—No es eso.—Entonces hay algo que no te..., da igual.

No insistiré.—Por el amor de dios, nos acabamos de

conocer. Y, y, y ni siquiera me acuerdo de tun...

—Pedro.—¿Qué?

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—Que me llamo Pedro.Sonrió.No sonrías así que me tiemblan las

rodillas. No me pases los brazos por la cintura.No me abraces, no hagas eso.

No me sueltes.No me sueltes.No me sueltes.No te vayas.—¿No tenías que irte?—No hasta que me des una respuesta.—Ya te he dado una.—Entonces dame un motivo.Que tengo un miedo horrible a que alguien

como tú vuelva a hacerme daño. No creo podersoportarlo una vez más.

—Ronco, ronco muchísimo. Y me huelenlos pies. Y tengo un humor de perros.

—No me digas más, y en las noches de lunallena te conviertes en mujer lobo.

—Exacto, mujer lobo.—Entonces podremos ir los dos a asustar a

los vecinos.—Es una propuesta interesante.—¿Entonces puedo llamarte?—No...

Y no llamó. Jamás lo hizo. Sin embargo, alsalir de mi apartamento, cada día tropezabacon una rosa roja que me deseaba buenos días.Por tropezar, tropezaba con él en la cafeteríadonde lo conocí, todos los días. Y todos losdías subía a mi apartamento. Y durante las

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noches de luna llena salíamos a la calle aasustar a los vecinos.

Pero nunca me llamó.

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NO ESTOY DE SERVICIO

Anna Raven

—Así que... ¿cómo es? ¿qué sesiente?

—¿Disculpa? —Preguntó con sumarcado acento del norte.

—¡Ser el demonio!, ¿a qué máspodría estar refiriéndome? —contestémientras le daba otro sorbo a mi té,todavía caliente.

—No sé como explicarlo —añadió,encogiéndose de hombros—. Siempre lohe sido, no noto nada especial, nadacaracterístico que pueda identificarsecomo algo anormal, como algo que

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pueda explicarte. ¿Puedo tomar otra taza deeste café? Esta vez lo haré yo.

—¡Por Supuesto!Y se fue a hacer café.

El día que conocí al demonio no era un díaespecial, sino todo lo contrario. Creo que eraun día soleado. Sí, era un día soleado y casiseguro que era en marzo. Un día soleado en elmes de marzo, sí. Creo que estoy en lo ciertoporque recuerdo que yo estaba trabajando enel jardín de la parte delantera de la casa,arrancando algunos hierbajos que acababan denacer alrededor de mis pobres narcisos,cuando lo vi por primera vez. Era un hombreincreíblemente apuesto. Mediría sobre metroochenta, pelo negro corto, hombros fuertes yuna sonrisa maravillosa. De hecho mesorprendí, sonrojándome cual crédulaquinceañera, fantaseando con la posibilidadde, siendo yo todavía joven, poder captar laatención de unos ojos tan dulces yencantadores.

Él subía por mi calle, su piel pálida seenrojecía con facilidad bajo el sol de laprimavera. No dejaba de mirar a un lado y aotro, como si estuviese buscando algo, o aalguien. Creo que lo estuve mirando duranteun buen rato ir de aquí para allí, una y otravez, hasta que, por fin, se decidió a acercarsea mí. Sin importarle mi precario aspecto demujer retirada cubierta de tierra hasta lascejas, me sonrió. En ese momento pensé que

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jamás había visto una sonrisa más sincera,más bella, más llena de sentimiento.

—Disculpe —comenzó. Su voz era dulce ymelosa, la voz de un encantador jovenzuelo.

—¿Puedo ayudarte en algo, querido?—Pregunté. Era muy difícil no ser amable conél. En mi interior sentía la necesidad decomplacerlo y ayudarlo en todo lo posible, entodo lo que necesitase, en todo lo que pidiese.

—¿No sabría usted, por casualidad, dóndeestá la calle Cojuel? —Fue entonces cuando mepercaté del pequeño mapa que apoyaba sobresu bandolera. Lo sostenía entre su pulgar y elanular de la mano izquierda, mientras el índicey el corazón marcaban una de las páginas delmismo. Probablemente el cuadrante quecorrespondía con nuestro vecindario.

—¡Por supuesto que sí! —Me levanté,sacudiéndome las manos para deshacerme derestos de tierra y malas hierbas quepermanecían pegadas a mi piel—. ¡Esta es lacalle Cojuel!

—¡No es posible! —añadió sorprendido,casi riéndose de la casualidad a la que seenfrentaba.

—Me temo que sí —sonreí—, ¿qué númeroestás buscando?

—El treinta y seis.—¡Oh, la casa de las niñas! Supongo que

eres uno de los interesados en alquilar unahabitación, ¿no?. Es aquella de allí, la que estájunto al parque, justo después de la iglesia. Esun poco lioso porque, tal y como está

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construida, la mayoría de la gente cree que esuna de las casas de la calle del Purgatorio, peroes parte de Cojuel.

Él se limitó a asentir mientras yo meexplayaba con mis explicaciones. Agradecidopor mi ayuda se encaminó a la casa de lasniñas. Desde mi jardín podía verlo mientrasesperaba a que alguien atendiese a su llamada.Ángela, la más joven, abrió la puerta y le diola bienvenida. Al parecer, lo estabanesperando.

Las niñas se mudaron al barrio hace dosaños. Esta ciudad es bastante grande peronuestro barrio es uno de los más tranquilos. Alestar en las afueras podemos disfrutar de lasventajas de vivir en una casa, el aire no estátan contaminado, hay más espacios verdes ypodemos dejar que los niños jueguen frente anuestras puertas. Sin embargo tambiénsufrimos del mal de los habitantes de chalet,viéndonos obligados a planear con cautela,más que minuciosa, cada uno de nuestrosviajes al centro en busca de comida, ropa o delos demás enseres necesarios para la vidacotidiana. Además los vecinos nos conocemoslos unos a los otros, no es como en el corazónde la ciudad. Por supuesto que tenemosnuestros más y nuestros menos, pero engeneral, nos llevamos bastante bien.Organizamos barbacoas en el parque, fiestaspara los más pequeños, concursos... y los queya entramos en el rango de tercera edad hemos

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montado un grupo de teatro que se suelereunir para los ensayos en la casa parroquial.No es una mala vida, no lo es en absoluto.

Cuando las niñas llegaron, eran cuatro:Ángela, Irene, Catalina y Julia. Julia era lamayor, tendría unos treinta y tantos por lomenos. Siempre lucía una larga melena castañasalpicada de traviesas canas que brillaban a laluz del sol como si fuesen hilos de diamantesy, de hecho, parecía mayor de lo que realmenteera. Aunque esto no sólo se debía a su pelo,sino también a la cansada expresión de susojos verdes. Trabajaba en el hospital, unamédico. Su especialidad era la cirugía estética,pero no era de esas cirujanas que sólo sepreocupan de remodelar los pechos de lasniñas tontas de dieciséis años, sino de las quereconstruyen las caras y cuerpos de losquemados. Nunca fue demasiado feliz. Afinales de año a su novio le habían ofrecido untrabajo en el sur y habían decidido mudarse,por eso las niñas buscaban a un cuartohombre, pues decían que un piso en el quesólo conviviesen seres del mismo sexo acababasiendo enfermizo, para compartir el alquiler.

Catalina e Irene eran hermanas. Las doshabían sido criadas en el campo y estaban enla ciudad para poder ir a la universidad. Lasdos estudiaban enfermería. Aunque Catalinaera dos años mayor que Irene, habían decididoesperar a que ambas pudiesen permitirsepagar la matrícula y la manutención en la granciudad antes de embarcarse en la gran

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aventura, así que, al acabar el instituto, habíantrabajado durante más de tres años y medio enuno de los supermercados de una villa cercanaa la casa de sus padres. Ambas eran muyreservadas, Catalina tocaba el violín e Irenegustaba de leer en el jardín, aunque prontobuscaba refugio en su hogar si alguno denosotros mostraba algún tipo de interés en loque estaba haciendo.

Ángela era la más intrépida, la más vivaz,la más parlanchina y, al mismo tiempo, a laque menos conocíamos. Ella salía cada mañanay cogía el autobús hacia la ciudad, tan sólopara regresar bien entrada la noche. Sinembargo recordaba los nombres de todos losniños con los que se cruzaba en la pequeñatienda de ultramarinos, se paraba a hablar conlos del grupo de teatro de camino a su casa ycolaboraba, tanto como podía, en las tareas dela comunidad. Fue precisamente Ángela la que,días después, me informó de que Alejandrohabía sido aceptado en la casa.

—Eso está muy bien —le dije—. Espero queno le hayáis dado la habitación tan sólo por serun chico. Eso no estaría demasiado bien vistoy, aunque no me gusta meterme en estosasuntos, hay que ser consecuente con unomismo. ¿Qué pasó con aquella chica que estabaestudiando matemáticas?

Ángela frunció el ceño, como intentandorecordar algo muy lejano en el tiempo ybastante lejano en el espacio.

—¿Natalia? Oh... —de súbito su expresión

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se tornó la de una niña aterrada ante unincreíble abismo de locura— estabatotalmente... en otra dimensión. Todo fue máso menos bien hasta que empezó a hablar de"los posibles psicópatas que nos acechan en lacalle". Ya sabe, Doña Eleonor, esa gente de malvivir que se hace la inconsciente en la callepara que una, con su buena voluntad, seacerque a ver qué les pasa y entonces...

—¿Entonces?—Entonces, ¡zas! —gritó, saltando hacia mí

con las manos por delante, simulando lasafiladas garras de un malencaradodepredador—, te cogen por sorpresa paraviolarte, matarte, atracarte y no sé cuántascosas más.

—¡Válgame Dios! —suspiré—. ¿Y dices queeso pasa a menudo?

—Al parecer a ella ya le había pasado tresveces en lo que va de año.

—Tienes razón, querida. No necesitáis auna persona así viviendo con vosotros.

Ella se echó a reír, tenía una risacontagiosa y cantarina, de las que te alegran eldía.

—Bueno, y... ¿cómo os va con Alejandro?—lo cierto es que ya no podía disimular micuriosidad por saber algo más del apuestomuchacho.

—A decir verdad —comenzó— no nos va.Pasa bastante tiempo en casa —la pobre niñase interrumpió cuando se percató de que quizáestuviese hablando demasiado alto, así que se

FELIPE H. NAVARRO

FH Navarro nació en Madrid en

1971, donde estudió diseño grá-

fico.

Tras muchas hojas llenas de di-

bujos privados, en 2002, decide

sacar su primer fanzine: Jabber-

wocky - adaptación del poema

homónimo de Lewis Carroll. Le

seguirá, en 2003, la recopilación

parcial de su cómic online, THe

traGiCAL coMEdY oF tHe Fis-

hMaN & thE fiSh.

En 2007, se autoedita Catálogo

Cachalote Comix, recopilación

de bocetos, ilustraciones y có-

mics realizados entre el año

2000 y 2007.

Desde 2008, y hasta la fecha,

dirige y coordina la revista digi-

tal, Sushi Online.

En junio de 2008, realiza el

cómic, “Dos hojas”, para Coco

Press.

En 2011, colabora con sus histo-

rias en las publicaciones, Usted

está aquí, Colibrí, tbo4japan y

en los Webcómics de la editorial

Apa Apa.

En la actualidad prepara la edi-

ción en papel de su revista

Sushi.

RAKEL ARCHER

Rakel Archer es el alter ego artís-

tico y algo gamberro de Raquel

G., terapeuta y divulgadora de

salud natural, nacida en Barce-

lona en 1975. Archer vio la luz en

2005 a través del blog “Cuentos,

Desvaríos y Tormentos”, título

que prestó más tarde a su pri-

mera recopilación en papel, publi-

cada en "Tiempo de recreo" en

2007.Un año más tarde publica

“Battle Death” en el especial Erí-

dano Terrorífico de la revista de

ciencia ficción Alfaeridiani.

En 2010 debuta como guionista

de cómic con tres historias cor-

tas: Resistance, junto a la joven

ilustradora Mai Egurza(http://mai-

e.blogspot.com), Comercio exte-

rior, con el maestro Enrique

Fernandez (http://enriquefernan-

dez0.blogspot.com) y Bestiario,

junto al dibujante Ernest Sala

(http://ernestsalablog.blogspot.co

m). Todas ellas publicadas en

“Barcelona TM” por Norma Edito-

rial.

Aficionada al Terror, el Pulp, el

género Negro y a la primera

mitad del sXX, en la actualidad

reparte su tiempo entre la escri-

tura y la creación de complemen-

tos.

ANNA RAVEN

Anna Raven nació en Ourense en

1979 y conoció a Miss Archer en

algún oscuro momento entre el 2005

y el 2006.

Tras múltiples borradores y colabo-

raciones en pequeños fanzines, allá

en los años en los que la edición di-

gital era un lujo y la tendencia gene-

ral de publicaciones se basaba en

un cuidadoso uso de las fotocopias,

decide unir su pluma al enorme ta-

lento de Héctor Barros (www.mr-ma-

chen.deviantart.com/) y juntos

colaboran en la publicación a favor

de las víctimas del 11M “Marzo, en

tinta propia” con el relato ilustrado

“5 minutos” y en el segundo número

de la revista BOOM,con el cómic

“Male Manet”.

De la mano del maestro Mel

(http://elchistedemel.blogspot.com/)

colabora con la revista BD Banda

con la miniserie “Titiritracy” y con un

relato ilustrado por Felipe H. Nava-

rro en su revista Sushi Online.

Durante el 2011 publica el relato

“Fille Samedí”, ilustrado por Juan A.

Serrano, en la revista de relatos y

cómics de ciencia ficción oscura,

Chultulhu, editada por Diábolo edi-

ciones.

Liberadas, cautivas, dóciles, agresi-

vas, víctimas, asesinas, heridas y

curtidas, maestras y principiantes.

Once relatos en los que once mujeres

nos muestran, más allá de los

estereotipos, un abanico de modos

de ver la vida, el amor y el sexo.

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