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CUENTO NAVIDEÑO JR CHAVES 2018

El asombro de los Reyes Magos

www.vivoycoleando.com FELIZ 2018

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C A P Í T U L O I . D E R E Y E S Y P E Q U E Ñ O S PRÍNCIPES

- ¿ Una PS4?- Exclamó Baltasar.- ¿Qué es eso? - Ni idea. - Dijo Gaspar, porque no se le daba muy bien interpretar siglas. - Pues yo creo…- Dijo Melchor mientras se acariciaba la barba- que eso de PS4 quiere decir que piden pistolas, cuatro pistolas… Pues eso, PS… Pero mejor lo consultamos por google

Así que lo buscaron en Google, ya que internet facilita mucho la labor de los Reyes Magos porque les permite contratar los viajes, localizar exactamente los hogares de los niños y conseguir repartir todos los juguetes en una sola noche. Pero sobre todo, gracias a internet, los Reyes Magos, que ya son muy viejecitos porque llevan cientos de años llevando regalos a los pequeñuelos, saben qué juguetes piden y no se equivocan.




- ¡Caracoles!.- Exclamo Baltasar, porque casi se cae del camello al soltar las riendas para manejar su portátil con ambas manos- ¡Otra maquinita!. Cada año nos piden menos patinetes, menos juegos de mesa y mas artilugios tecnológicos. Y nosotros en camello y portando juguetes con sacos. Ni siquiera admitimos envío de cartas por correo electrónico. Además lo llaman “videoconsola”, o sea “un video que consuela”.¡ Qué tontería!

Le interrumpió Gaspar que tenía la carta en las manos:

- Pues los que la piden son dos hermanitos de España. De Oviedo, o sea, una vez pasado el oasis, al fondo a la derecha. Parece ser que son una tal Lara de ocho años y un tal Alex de diez. Lo curioso es que en su carta prometen renunciar a todo regalo si se les lleva solamente ese cachivache de la PS4.

Pero como los Reyes Magos son muy buenos, se pusieron manos a la obra, o mejor, manos a pedir el juguete por Amazon para poder repartirlo ellos personalmente. Y es que, por tradición, les gusta repartir todos los juguetes casa a casa, pese cuando se trata de juguetes tecnológicos los reparten personalmente porque alguno de sus jóvenes pajes no resiste la tentación de estrenarlos.

Así que finalmente envolvieron la PS4 pero por un tropezón de los camellos en las calles mal pavimentadas de Oviedo, se cambiaron los paquetes de los regalos de la misma casa, de manera que para el papá de Alex y Lara fue destinada la PS4 mientras que Lara y Alex recibieron un bolígrafo plateado y un maletín de cuero.




CAPÍTULO II. SORPRESAS

Alex y Lara se enojaron con el regalo recibido, aunque Alex jugó con el bolígrafo como si fuera una pistola láser y Lara se metió en el maletín como si fuese una alfombra voladora, pero no dejaron de mirar con envidia a su papá. Y es que su papaíto abrió el paquete con su nombre, y tras un leve gesto de sorpresa, se quedó con la PS4 y gritó:¡ Mía, ahora yo también puedo jugar! , ¡¡ Mía!! – Gritó y puso ojos embobados- ¡¡ Mi tesorooooooo!!

Tras despertar el día siguiente, Lara y Alex, fueron corriendo a ver a su papá, porque no había colegio ni que trabajar, pero éste estaba enfrascado con la PS4. Había descubierto lo entretenido que era alinear caramelos de colores en una pantalla e ir avanzando niveles. Después se pasó a disparar con rifle a unas luces interminables. Le entusiasmaba acabar con extraterrestres y conquistar planetas sin salir de casa. Sus pulgares no paraban mientras tenía la mirada fija en la pantalla.




A media mañana le pidieron que les llevase al parque pero su papi había empezado un juego apasionante con la PS4 y les dijo que no podía. Después le pidieron que les ayudase a montar un juego Lego pero papá dijo que no tenía tiempo, que no podía dejar el juego a medias porque disfrutaba como ladrón de coches de alta gama huyendo de los policías con brazos telescópicos.

Llegó la hora de comer, y hubo que llamar a papá a voces varias veces, y luego aporrear la puerta de su habitación porque no quería dejar la PS4.

Por la tarde salió el sol pero papá no quería salir a la calle.¿ Para qué, si tenía la PS4?.

Y así iban sucediéndose los días y las noches, y los peques veían como su padre hablaba poco, se encerraba en la habitación y jugaba frenéticamente con la PS4.

Otro día le pidieron dinero para un regalo de cumpleaños de un amiguete, pero papá les dijo que no podía porque tenía que comprar el último juego que se titulaba “Destruye cactus” y costaba muy caro. Otra vez querían merendar churros con chocolate pero papá les dijo que acababa de comprar por internet una ventaja única para poder luchar contra el monstruo acuático y que era mas sano pasar un poquito de hambre que conseguir conquistar el trono de Pistachón.

Un día que papá estaba en el trabajo, Alex y Lara le cogieron la PS4, la miraron y toquetearon, pero sin




encenderla la devolvieron al sitio equivocado. Cuando regresó su papá, se puso furioso y les castigó. Así notaron que antes de tener la PS4, papá les explicaba los castigos y ahora sencillamente se los gritaba y no daba razones.

Por las noches papá solía leerles un cuento de aventuras y desde que tenía la PS4 los cuentos que contaba eran de monstruos, bombas, dragones y muy cortitos, porque papá quería irse con su PS4 antes de dormirse. Alex y Lara tuvieron que comunicarse con su padre llamándole al móvil porque no levantaba la cabeza de la PS4 cuando se le acercaban, y este les colgó el teléfono y gritó que no le molestasen. Papá nunca les había gritado tanto pero ahora ni quería escucharles.

Ellos querían ir a la p i s c i n a , a j u g a r e l baloncesto o pasear en bicicleta, pero papá les dijo que él podía hacer todo eso con su PS4 y..¡ sin moverse de casa!

Además cuando comían juntos, lo que no era habitual pues papá a veces se olvidaba de comer por terminar la partida, solía ser un encuentro familiar muy rápido y sin conversación. Papá no hablaba y miraba la PS4 al lado de la cuchara, apresurándose a terminar para enfrascarse en ella. Papá no se comunicaba, salvo con su PS4.




Otro día vieron que su papá bajaba sus juguetes del armario del dormitorio infantil al trastero. Alex y Lara protestaron y papá les dijo con mal gesto que necesitaba ese espacio para colocar sus videojuegos. Luego, los peques vieron como su padre almacenaba allí cientos de juegos. Por la noche, a solas, Alex y Lara, mientras escuchaban los sonidos del tecleo del dormitorio de su padre enfrascado en su PS4, comprobaron que muchos juegos almacenados …¡ estaban repetidos!

Por si fuera poco, papá estaba todo el día conectado a internet buscando nuevos juegos, youtubers y gente que se dedicaba a enseñar el último juego de la PS4: una competición de lanzar zanahorias, un paseo por volcanes y terremotos, la carrera por una casa de terror o evitar los ataques de zombies. Cada juego le parecía nuevo a su padre y cuando se reunía con otros jugadores parecía disfrutar pues todos vestían y hablaban de lo mismo: de sus equipos, de las etapas conseguidas, de las futuras versiones, pero nada del mundo exterior ni de sus relaciones personales.




CAPÍTULO III. EL MUTANTE

También papá cambió sus trajes y ropa elegante. Comenzó a llevar camisetas de colores con sus héroes tecnológicos que eran símbolos de ojos, puñales o monstruos. Sus camisas y calcetines llevaban bordado el símbolo de la PS4. Incluso un día salió a la calle con un casco con cuernos de su héroe de videojuegos. Al principio, los compañeros del cole de los peques les comentaban lo guay que era su padre, primero con admiración pero luego con burla, porque se habían dado cuenta que su padre estaba pegado a la maquinita, solo hablaba de juegos de maquinita y no le interesaba lo que le rodeaba. Fuera de la maquinita todo le resultaba aburrido y cuando estaba con ella era como sino existiesen las personas ni sus hijos.




Además Lara y Alex miraban con envidia a los papás que jugaban con sus hijos mientras que el suyo jugaba con su maquinita.

Una tarde, Lara se cayó del columpio y papá no se enteró porque se suponía que vigilaba desde un banco del parque, pero lo que vigilaba era la pantalla de su PS4.

Pronto Alex y Lara descubrieron algo positivo. Si querían hacer gamberradas solo tenían que recordarle a su papá la maquinita para que la usase y se estuviese tranquilito. Entonces los peques aprovechaban a hacer trastadas.




CAPÍTULO IV. LA LECCIÓN DE LOS PEQUES Sin embargo, Alex y Lara empezaron a sospechar que la m a q u i n i t a e r a infernal y que debía desaparecer. Su papá no era el mismo. Además ahora solo hablaba de comprar la PS 5, que era la última novedad, y que la necesitaba comprar antes de que saliese la versión PS 7, que llegaría antes de la PS8 y de la adorada PS9. La historia interminable de sueños sin fin. Los peques urdieron un plan. Además estaban seguros que su padre caería en la trampa porque desde que jugaba tantísimo a la PS4 parecía atolondrado y con las neuronas oxidadas.

Lara convenció a su padre para que se duchara, porque con tanto juego se había olvidado de lavarse hasta los dientes. Mientras Lara vigilaba, Alex fue a la habitación de su padre, tomó la PS4 con cuidado y en el lugar donde se colocan los programas de juegos le puso un chorro de pegamento transparente, limpió la parte exterior con un trapo para que no se notase, y lo devolvió a su sitio.

Cuando papá regresó y tomó su PS4, los pequeños escucharon desde su cuarto como gritaba y se agitaba como un loco. Les llamó a gritos, pero Alex y




Lara sabían que tenían que decir una mentira para evitar males mayores. Le dijeron que no sabían nada, que el único que tocaba ese artilugio era él.

Su padre tomó la PS4 y se lanzó en busca de un taller de reparación como quien busca el hospital de urgencias. Le dijeron que tenían que examinarla y que antes de tres días no podían dársela reparada.

Papá pasó los tres días como un drogadicto sin droga. Nervioso, ojos encendidos, mueca de dolor, callado y quejoso. Caminaba por la casa como un mono enjaulado, perdió el apetito y de su boca brotaban gruñidos y palabrotas.

Al cuarto día, cuando volvió con la PS4 bajo el brazo, saludó con un gesto a sus niños, pero estos ni replicaron porque estaban mirando muy afanosos en internet. Se acercó por detrás y les preguntó que buscaban. La respuesta de Alex le dejó helado:

- Estamos buscando un videojuego en que el protagonista sea un padre que escucha y juega con sus hijos, y que se puedan obtener premios de abrazos y risas.

Al oír esto, al comprender que sus hijos buscaban lo que no tenían en la red, y que el mismo les había dado ese penoso ejemplo, se le torció el gesto y se le cayó la PS4 al suelo. La recogió con calma, y pensativo, les rogó que fuesen al salón que quería hablarles.

Alex y Lara se sentaron juntitos en el sofá rojo. Tenían miedo porque seguro que volvía a regañarles por haberle provocado la caída de su PS4. Sin




embargo, papá traía la cabeza baja y se puso frente a ellos. Les dijo que los del taller le habían dicho que alguien había metido pegamento en la PS4 y gracias a que había estado tres días sin jugar a la PS4 y visto lo que le añoraban, se había dado cuenta de su grave error. Aquella maquinita le había apartado de la familia, le había centrado en juegos de violencia, repetitivos, de subir y bajar, o disparar y acertar, o dar saltitos de tonto o acumular puntos que no conducían mas que a luchar por más puntos. Ahora se daba cuenta que no había aprendido nada. Y que había perdido mucho. Solo había aprendido a no conversar, a no salir de casa y no darse cuenta de que había un mundo fuera.

La PS4 fue revendida y con el dinero que pagaron, papá le compró a los niños un patinete y un dron, porque no toda la tecnología es mala, solo la que obsesiona y suplanta la imaginación. Incluso los videojuegos son buenos con moderación y los niños podían jugar a ello porque la diversión educa, pero lo que seguramente era un grave error era sustituir la visión del arco iris por una foto, o un paseo por el bosque por un juego de romper ramaje.

A partir de entonces, papá comenzó a sonreír, a pasear con sus hijos, a montar en bicicleta con ellos y




a contarles cuentos. O jugar al ajedrez, damas o la oca, o a las cartas. Y los niños aprendieron que en vez de gastar su tiempo en pantallitas de luces y sonidos, resultaba mas gratificante vivir en el exterior, en el campo, en los juegos de columpios o leyendo un cuento o viendo una película. También aprendieron las ventajas de leer un cuento y alimentar las fantasías con la imaginación. Eso era vida. Disfrutar mirando, escuchando, olfateando y sintiendo la vida. Eso no lo da ninguna maquinita. No volvieron a pedir a los Reyes Magos nada que les robase la imaginación. Y sin necesidad de prohibirles los jueguecitos tecnológicos, pues la mejor enseñanza es la que se aprende por sí mismos, y se habían visto reflejados en su propio padre.

Pero dejémosles que continúen la partida… de bolos




Y Colorín, colorado… todo lo dicho es pura ficción pero a veces supera la realidad.



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