El asombro (Ensayo)

7
Estilos periodísticos y literarios El asombro (Ensayo) Muerte en la vía rápida Por Jorge Arturo Castellanos Coronado La biodiversidad del planeta sufre más a cada día los estragos de la acción irracional del hombre. El número de organismos animales y vegetales en peligro de extinción sigue en aumento y se observa una alarmante tendencia a la desaparición de especies endémicas. Pero una cosa son los efectos que el incremento de la temperatura de la Tierra ha generado en los ecosistemas, aunados a los enormes desastres que la negligencia y ambición desmedidas de las compañías transnacionales y la laxitud y complicidad de los gobiernos han permitido, tal es el caso de la explosión, en abril del año pasado, de la plataforma extractora de la British Petroleum en las costas del Golfo de México, provocando el mayor derrame de crudo en la historia y la muerte de miles de especies marinas y aves de la zona, que lo que se vislumbra cada vez más a menudo en las calles de la capital y su área conurbada: la proliferación de cadáveres animales en la vía pública, ya sean estos los de animales abandonados o “de la calle”, o los de especies criadas con fines de lucro, ya sea para su venta como animales domésticos, como en la reciente Carta de denuncia de Marielena Hoyo a autoridades capitalinas sobre las irregularidades en la disposición de cachorros enfermos en el Mercado Sonora, o para su utilización en espectáculos privados, como pueden ser los gallos de pelea. Cuando a plena luz del día puede verse incluso el cadáver de una tortuga tirado en la calle, algo anda mal con nuestra capacidad de indignación. En el título de su columna Al Acecho, publicada en el diario Milenio el sábado 29 de enero, el poeta argentino Juan Gelman refleja su preocupación acerca de estos hechos con una seria pregunta: ¿Se está muriendo la Naturaleza? Combinando documentación periodística con datos de oficinas gubernamentales y de organismos de cuidado del medio ambiente, Gelman hace la crónica de una serie de muertes repentinas y

description

Una disertación más sobre lo efímero de la existencia.

Transcript of El asombro (Ensayo)

Page 1: El asombro (Ensayo)

Estilos periodísticos y literarios El asombro (Ensayo)

Muerte en la vía rápidaPor Jorge Arturo Castellanos Coronado

La biodiversidad del planeta sufre más a cada día los estragos de la acción irracional del hombre. El número de organismos animales y vegetales en peligro de extinción sigue en aumento y se observa una alarmante tendencia a la desaparición de especies endémicas. Pero una cosa son los efectos que el incremento de la temperatura de la Tierra ha generado en los ecosistemas, aunados a los enormes desastres que la negligencia y ambición desmedidas de las compañías transnacionales y la laxitud y complicidad de los gobiernos han permitido, tal es el caso de la explosión, en abril del año pasado, de la plataforma extractora de la British Petroleum en las costas del Golfo de México, provocando el mayor derrame de crudo en la historia y la muerte de miles de especies marinas y aves de la zona, que lo que se vislumbra cada vez más a menudo en las calles de la capital y su área conurbada: la proliferación de cadáveres animales en la vía pública, ya sean estos los de animales abandonados o “de la calle”, o los de especies criadas con fines de lucro, ya sea para su venta como animales domésticos, como en la reciente Carta de denuncia de Marielena Hoyo a autoridades capitalinas sobre las irregularidades en la disposición de cachorros enfermos en el Mercado Sonora, o para su utilización en espectáculos privados, como pueden ser los gallos de pelea. Cuando a plena luz del día puede verse incluso el cadáver de una tortuga tirado en la calle, algo anda mal con nuestra capacidad de indignación.

En el título de su columna Al Acecho, publicada en el diario Milenio el sábado 29 de enero, el poeta argentino Juan Gelman refleja su preocupación acerca de estos hechos con una seria pregunta: ¿Se está muriendo la Naturaleza? Combinando documentación periodística con datos de oficinas gubernamentales y de organismos de cuidado del medio ambiente, Gelman hace la crónica de una serie de muertes repentinas y simultáneas de millares de peces, centenares de aves y decenas de otras especies de fauna marina como estrellas de mar, pulpos y anémonas ocurridas en diversas regiones del mundo entre finales del año pasado y principios de este. Al señalar acontecimientos anómalos, como el ocurrido en diciembre en el río Arkansas, donde un día amanecieron 200 mil peces muertos, así como al reflexionar sobre el acelerado ritmo de crecimiento del hombre y la influencia que este ejerce sobre el hábitat natural de diversas especies, Gelman pone los puntos sobre las íes en cuanto a la gravedad de la situación ecológica global.

Por otra parte, y sin dejar de lado la incredulidad que permea a estos hechos inauditos, el asunto se torna inverosímil cuando la agitada vida citadina despliega un velo de cotidianidad sobre lo que pasa en las calles, sin que se haga mucho ruido al respecto. ¿Nos hemos acostumbrado a ver cadáveres de perro atropellados a todas horas y en todas partes de la ciudad a tal grado que nos es sencillo pasar de largo por una camada de gatos muertos en

Page 2: El asombro (Ensayo)

una banqueta del Circuito Interior, colonia Mártires de Río Blanco, a la una de la tarde, sin inmutarnos siquiera?

Y que decir de los gallos de pelea, de los cuales, según cálculos de los propios galleros, 75% de los que pelean en los “derbis” de ferias patronales o palenques, autorizados vía costosos permisos emitidos por la Dirección de Juegos y Sorteos de la Secretaría de Gobernación, pierden la vida y sus cadáveres van a dar al bote de basura (Jonás López, Elmañana.com.mx, Nacional, Comunidad, 3 de abril de 2011), cuando no se les encuentra diseminados en el Gran Canal del desagüe, o incluso esparcidos sobre las vías del ferrocarril que corren paralelas a la Av. Central, municipio de Nezahualcóyotl, a sólo unos pasos de la parada del transporte público conocida como del “puente de la ENEP” (que al atravesarlo te ubica en la entrada de Av. Rancho Seco, vialidad que conduce directo a la Facultad de Estudios Superiores (FES) de Aragón, adscrita a la UNAM, otrora Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Aragón, de ahí el nombre con el que aún se le hace referencia), por donde transitan a diario cientos de estudiantes provenientes de los municipios conurbados del nororiente de la ciudad de México, así como residentes de las colonias Impulsora Popular Avícola y Jardines de Guadalupe, quienes por ahí caminan con aparente indiferencia de este potencial foco de infección.

¿Intrascendente? Abril de 2011.

Page 3: El asombro (Ensayo)

Cierto es que la legislación capitalina de protección a los animales (y su reglamento, de reciente publicación) ya comprende en sus apartados disposiciones zoosanitarias en cuanto a manejo de cadáveres se refiere, aunque no por ello resulta menos paradójico lo que se ha establecido como política de salubridad, particularmente desde la Secretaría de Salud del Distrito Federal dirigida por el Dr. Armando Ahued, que realiza por un lado “indiscriminadas y crudelísimas matanzas de miles de perros y gatos” de la calle (Marielena Hoyo, dixit), argumentando que son depositarios y transmisores de enfermedades, mientras que por el otro se ha mostrado incapaz de establecer los mínimos controles de sanidad, dado que el pasado 27 de febrero permitió la venta de un cachorro con rabia en un establecimiento del Mercado Sonora, que fue descubierto a causa de la mordida que sufrieron un padre y su hijo, integrantes de la familia residente en Ecatepec que adquirió al animal.

Todavía más escalofriante resulta el dato que la Dra. Hoyo revela en su Carta (La Crónica, Opinión, 16 de marzo de 2011), acerca del proceder de los comerciantes supuestamente autorizados: “en ese mercado se tiran como desecho, cada día, un promedio de 30 cachorritos que de tan enfermos, no queda de otra que eutanizarlos, situación que vive al término de cada jornada la compañera que los rescata y de la que me reservo el nombre por su seguridad”. Si la muerte del cachorro con rabia por la negligencia de las autoridades ya resulta indignante, ¡imagínese ver los cuerpos de decenas de cachorros a punto de morir!

Todos estos hechos y otros de la misma índole, como el que la actual administración mexiquense haya abrogado la Ley Protectora de Animales de 1985 a favor del Código para la Biodiversidad del Estado de México, publicado en la gaceta oficial de gobierno en 2005, pero que hasta la fecha no ha dado a conocer el reglamento respectivo a su Libro Séptimo concerniente a la protección de animales, nos hablan acerca de cómo las políticas gubernamentales en sí reflejan lo que a la sociedad mexicana actual no parece interesarle en lo más mínimo: el bienestar de otras criaturas y organismos que no sean los de origen humano.

No obstante, si vamos más allá el asunto toma mayores dimensiones pues, mientras el modelo económico imperante le ha dado prioridad a la apertura de mercados, la libre competencia y la libre empresa, parece ser que bajo estas premisas todo es válido, siempre y cuando no se afecte lo que a nadie más concierne, que es la ganancia propia y los beneficios privados. De ahí que no sorprendan las declaraciones que Mike Williams, jefe de electrónica en la plataforma Deepwater Horizon de British Petroleum, hizo tras la explosión en la tubería de extracción que provocó el desastre en el Golfo: “Se nos dijo que esta era la tecnología más sofisticada y que nada de lo que ocurrió debía suceder” (Alejandro Nadal, La Jornada, Opinión, 2 de junio de 2010). Ahora, con la situación de emergencia nuclear tras el temblor y tsunami que afectaron a Japón podemos preguntarnos: ¿acaso no queda ya siquiera el más mínimo respeto por la vida humana? ¿Será que veinticinco siglos han sido suficientes para llevarnos a las antípodas de la filosofía natural de Anaxágoras, quien imaginaba al entendimiento (nous) como la fuerza que daba unidad, orden y coherencia al mundo, ese espíritu que forjaba tanto a humanos como a animales, flores y las demás

Page 4: El asombro (Ensayo)

cosas? ¿Hemos dejado de lado nuestra responsabilidad consciente por una libertad de elección de modo de vida “racional”?

Existen dos documentos cinematográficos muy significativos de lo que en México ha significado la pérdida de identidad y la fragmentación de los valores modernos, y su remplazo por identidades y valores inherentes a la posmodernidad, donde la realidad se ha desdoblado y vuelto pedazos de sueños e ilusiones, cuyo afán de realización cancela el pensar y enfatiza el “vivir por y para el momento”: El Gallo de Oro, de 1964, dirigida por Roberto Gavaldón, y Amores Perros de Alejandro Gonzalez Iñárritu, aparecida en el 2000. Curiosamente, las historias que dieron origen a ambos filmes pertenecen a dos escritores cuya obra ha roto los cánones del la narrativa lineal, experimentando con discontinuidades y coyunturas: me refiero a Juan Rulfo y Guillermo Arriaga.

Asimismo, dentro de la temática de ambos filmes los animales juegan un papel fundamental de carácter metafórico para demostrar simbólicamente la degradación de los viejos relatos, a la manera de las fábulas antiguas: en el primer caso, el personaje principal, Dionisio Pinzón (Ignacio López Tarso), humilde pregonero del pueblo, rescata de la muerte a un gallo colorado después de haber sido vencido en un palenque, lo rehabilita y luego pone todas sus esperanzas en pelearlo de nuevo para sacar unos centavos que le ayuden a dar digna sepultura a su madre, recién fallecida. Comienza a ganar unas peleas así como la admiración de una sensual y fuerte mujer y el antagonismo de su amante, apostador experto, quienes lo seducen a jugarlo todo en los palenques, convencido de que no perderá mientras tenga a la mujer/talismán de su lado. Al final, todo por lo que tuvo que pasar Dionisio resulta en vano cuando su suerte se termina, el gallo muere y regresa a de donde vino.

En Amores Perros, Octavio (Gael García) descubre por casualidad que el perro de su hermano Ramiro tiene un instinto natural para la pelea y empieza a apostarlo contra otros en los círculos clandestinos. El can parece invencible hasta que un rival de Octavio le dispara, celoso de su buena fortuna, en una última pelea que provoca la ruina del joven y los que le rodean, incluyendo a Ramiro, quien deviene en asalta bancos, a la esposa de éste, Susana, de la cual se enamora y quien lo rechaza, y la muerte de su amigo. El perro es rescatado por El Chivo (Emilio Echevarría), ex agente secreto que perdió el seso persiguiendo la revolución para convertirse en indigente, quien lo cura sus heridas sólo para un día descubrir que ha matado a sus otros perros, a los que consideraba como su familia, lo que le libera de ataduras y le hace buscar a la hija que no ha visto en años.

Estas dos cintas ponen el énfasis en el mundo interior de los personajes humanos y hacen de los animales depositarios de sus falencias, deseos y esperanzas, proyecciones que frente a la muerte, como toda empresa humana, resultan sólo una insignificancia. Sin embargo, esa idea de darlo todo por cualquier afán, haciendo uso de aquello que nos ayude a lograrlo, dándole cualidades efímeras y descartables incluso a otros seres vivos, es lo que se ha vuelto cada vez más patente en esta época de atomización, individualidad y narcisismo exacerbados. De allí que a los galleros no les importe tirar a la basura aquellas aves a

Page 5: El asombro (Ensayo)

quienes tuvieron en buena estima cuando les dieron a ganar fortuna, como hace el mismo Dionisio con el pobre gallito de oro, o que las autoridades mexicanas de hoy, escudados tras su investidura y con aires de salvadores del urbanismo, la salud y el bienestar, emprendan una cruzada contra los perros y gatos de la calle, mientras que se hacen de la vista gorda ante los puestos ilegales de venta de mascotas.

De modo que algo más debe de hacerse para despertar del letargo y esparcir la alarma de las consecuencias que un mundo sin respeto a sus animales puede traer a largo plazo. No hablo aquí del discurso hipócrita y convenenciero que los supuestos humanistas propagan cuando de ganar legitimidad se trata, como aquellos personajes famosos que por un lado se unen a Greenpeace y en privado usan pieles de animales exóticos. Simplemente, es un grito desesperado, uno más, igual de vano, quizá, pero resuelto a dejar saber al yo/nosotros que está allá afuera que no tiene porque ser así, que podemos transitar de la regular indignación por el maltrato y la crueldad hacia otras especies, hacia el rescate de la dignidad y el respeto entre semejantes, habitantes de este mundo, el único que tenemos.

En el pensamiento de Nezahualcóyotol, los que aquí vivimos hemos sido bosquejados en el libro de pinturas que “el Dador de la vida sombrea con flores y cantos”. A ese fascinante ejemplar, me atrevería a agregar, como en aquellos códices y pictogramas antiguos, las representaciones de la parte animal que aún reside en nosotros: la de esos seres que son capaces de asombrarnos con su cariño incondicional y a los que, no por nada, se les sigue refiriendo como el mejor amigo del hombre.