Cualquier sacrificio salvo la conciencia - Walter C. Utt

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  • 1. CuAf~ier sacrificio satr-vo [a conciencia

2. ter sact't teto s a conctencta Una historia pica de fe ycoraje a pesar de la persecucin Walter C. Utt ~ Helen Godfrey Pyke ASOCIACIN CASA EDITORA SUDAMERICANA Av. San Martn 4555, B1604CDG Florida Oeste Buenos Aires, Repblica Argentina 3. ~conocimientos Al preparar la parte II de este libro, tena un manuscrito a modo de borrador iniciado por el Dr. Walter Utt en la dcada de 1970, pero qt1e qued inconcluso al momento de su muerte. La copia mecanografiada que recib representaba el compromiso personal del Dr. Utt con su carrera profesional, especializada en la historia de Francia yde los hugonotes en particular. Sent el deseo de retomar la tarea inconclusa, no solamente porque me resultaba interesante, sino tambin porque el primer libro del Dr. Utt, The Wrath of the King [La ira del rey], me inspir de tal manera que, luego de leerlo en 1966, me dispuse a realizar la investigacin qt1e dio fruto a mi libro titulado A wind to the flam es [Un viento para las llamas] (el joven hroe de mi libro se lla.maba Walter!). Al igual qt1e Brian Strayer, qt1ien complet la obra erudita de Utt en The Bellicose Dove [La paloma belicosa], mi carrera ha sido pro, fundamente influenciada por la obra del Dr. Walter Utt. Deseo, adems, agradecer profundamente a ...la Fundacin Utt y su dedicacin para dar contint1idad a la pasin de este gran maestro por la historia para otra generacin de lectores, y especialmente a Bruce y Audrey Anderson por su apoyo y hospitalidad. ...a Brian Strawer, cuyos libros y artculos eruditos proveen da, tos contextuales slidos y cuyas intervenciones prcticas persona, les previnieron muchas metidas de pata. ...a Marcha Utt Billington por extender su apoyo y amistad. ...a mi colega, Ben McArthur, director del departamento de Historia de la Universidad Adventista Southern, quien sugiri que este proyecto me cabra bien. ...a la Universidad Adventista Southern, por concederme un se, mestre sabtico en el cual realizar este proyecto. 4. ...a Rachel Boyd, por transcribir la copia mecanografiada del Dr. Utt a formato digital. ...a mi esposo, Ted, por ocuparse de una buena cantidad de ta, reas hogareas para proporcionarme largas horas de trabajo con, centrado, y luego insistir en que lo acompaara en largas camina, tas para restaurar el flujo de sangre al cerebro y al cuerpo. H elen Godfrey Pyke 5. Contenido 9 ~refacio 11 Si no nas redo... 15 93 113 139 161 ~~tulo 1 ~11sq_jeros de co11.Spiracin Captulo 2 ~esinos Captulo 3 CEl"~jrcito" e111prende fa 111arcfta Captulo 4 CEIda muy 1ne1nora&[e ~a_ptulo 5 ltJ [ar90 ycrudo invierno Captulo 6 Cartas interceptadas Captulo 7 Lo estoy interpretando correctamente, n-ionsieur? -Eres muy astuto, n-lonsieur Gandon - susurr Convenant-. c'Suena demasiado fantstico? -No soy profeta ni vidente - contest Armand-. Tuve, sin em- bargo, una larga conversacin con el pastorJurieu el da que part de Rotterdam. Lo que me preocupa es la naturaleza un tanto qui- mrica de tales proyectos (y hasta el pastorJuriet1 no es inmune a esto), la indiferencia con la que se supone que solo hace falta lla- mar a esta pobre gente de la religin a levantarse en armas un da cualquiera y el xito estar asegurado. c>Estoy dt1dando de Dios cuando titubeo ante esta fcil seguridad de que el pueblo, enojado como est y maltratado desde la Revocacin, pt1ede enfrentar el ejrcito del rey? Oh, reconozco que el rey se avergonzara si estu- viera librando una guerra en otro lugar, pero este pt1eblo no est ni armado ni tiene lderes. Las mismas hermosas emociones que los haran levantarse repentinamente podra enviarlos nuevamente a sus hogares tan repentinamente, y completamente desanimados. A m modo de ver, debe haber tina invasin real con tropas profe- sionales y con lderes adect1ados, y entonces el apoyo de esta gente 31 29. sera de mucha ayuda. Por favor, corrijame si cree qt1e estoy viendo estos asuntos con demasiado negativismo. Convenant pens por t1n momento. -2Conoces la tierra salvaje ms all del Rdano? Los valles, los abismos y los desfiladeros, el yermo que rodea la cabecera del ro Tarn, la regin de Ardecha? Personas decididas, provistas de armas yjefes, podran avergonzar a grandes ejrcitos, que difcilmente po- dran luchar contra ellos de las formas convencionales -hizo tina pausa para qt1e la importancia de sus palabras hicieran efecto. -Cuando llegt1e monsieur Coxe -continu el diplomtico-, espero que los cantones st1izos protestantes estn de act1erdo en unirse a los aliados; pero si no proveern soldados para la Gran Alianza, por lo menos deberan llamar a st1s hombres de los ejr- citos del gran perseguidor. Por supuesto, Suiza no tiene otro ne- gocio o producto que la sangre de susjvenes, por lo que quiz no deseen romper st1 convenio perpetuo con Francia, su mejor clien- te. Como mnimo, deberan permitirnos reclutar a los exiliados franceses y vaudois aqu y colaborar con medidas para la restaura- cin de nuestra fe en Francia! - Est muy bien, monsieur - dijo Armand luego de una pausa. Estaban apoyados sobre la balaustrada de t1n puente, mirando abajo hacia el agt1a, que podan escuchar, pero no ver- . Hay otro ast1nto que me preocupa. Sabes muy bien que hay un desacuerdo entre nosotros, los hugonotes, en cuanto a nuestro deber para con el rey. Algunos piensan que debemos sufrir pacientemente has- ta que Dios ablande su corazn, mientras que otros creen hemos sido liberados de nt1estro deber para con el rey, pues l ha violado el edicto solemne que Sll abuelo hizo para nuestra libertad de cul- to. Renunci a mi rango y futuro en Francia en lugar de renunciar a mi fe, pero no estoy seguro de si podra servir en contra del rey con la consciencia tranquila, incluso en nombre de nuestra reli- gin. "Teme a Dios y honra al rey': dice la Escritura. (Estoy en lo correcto en cuanto a esto? - Entiendo tus escrpulos -contest Convenant-, pero (acaso 32 30. ~n.sajeros e conspitacin no est Dios en primer lugar? Nuestros padres se resistieron a per, seguir a sus soberanos, incluso hasta una guerra civil. No considero que servir a un prncipe protestantey obligar a Luis XIV a restaurar las libertades que ha violado sera ms recriminable que eso. Sabes?, esta pregunta es debatida en una gran pugna de libros en H olanda e Inglaterra, desde la ltima revolucin feliz. Fue legtimo rebelarse contra el reyJacobo ct1ando viol la ley, o est el rey por encima de la ley? Puede el pueblo resistirse a t1n tirano infiel? Algunas perso, nas de conciencia tierna dicen qt1e esto es republicanismo, pero yo considero qt1e hay momentos en la historia de la iglesia en los que resistirse a los tiranos es obedecer a Dios. -El pastorJt1rieu, en su decimosexta Carta rastoral, afirma que la soberana pertenece al pueblo. En Lausanne, el pastor Merlat defiende tina sumisin tan absoluta a la autoridad qt1e afirma que Betsab no pec, sino que, al contrario, fue virtuosa, pt1es obede, ci a su rey-Armand encogi los hombres. -Si los primeros cristianos no utilizaron armas, significa eso que ningn cristiano puede hacerlo? -pregt1nt Convenant-. Restaurar la libertad de la patria es rendir un servicio inestimable tanto a catlicos como protestantes por igual! El hombre mayor hizo una pausa cuando Armand no respondi. -Entonces, crees que tendras difict1ltad alguna para servir a los pobres vaudois? - En absoluto - dijo Armand- . Los ayt1dara de muy buena gana. -Quiz tengas la oportunidad, fflonsieur. Pronto espero que pue, das conocer al extraordinario lder de los vaudois, el pastor Henri Arnaud (francs, al igual qt1e nosotros), que es el corazn y el alma de su iniciativa. Se ve obligado a depender de nosotros para suplir las necesidades de su pueblo y obtener los medios para regresar a sus valles. Sin embargo, dado quedebemos acatar a nuestros gobier, nos, debemos tener cuidado de no permitirle adelantrsenos. Eso no es fcil de lograr pues, como dije, es un hombre extraordinario, y sus caminos son misteriosos. H ay espas y asesinos de parte de 33 31. las embajadas de Francia y Saboya qt1e le siguen de cerca los pasos, aunque gracias a la proteccin especial de Dios hasta ahora logrado escapar de ellos. Al igual que ellos, no sabra decirte dnde est: en- cerrado con Guillermo de Orange en La Haya, negociando secreta- mente con los espaoles en Miln o, incluso, en Turn; (quin sabe? Su familia vive en Neuchatel, y le enviar a decir sobre ti en cuanto pt1eda. Cuando tengas la oportunidad de hablar con l, entenders mejor a los vaudois, y quiz puedas esclarecer tus convicciones en cuanto al deber para con el soberano y la Buena Causa. La reunin en el hogar de Fabrice estaba llegando a su fin. Las sillas de manos para las damas se estaban acercando a la puerta, y otros invitados caminaban en grupos alegres por la calle, y su senda estaba iluminada por antorchas llevadas por sus sirvientes. Convenant coloc su mano sobre el brazo de Armand. -Mientras tanto, no le cuentes mucho de tus asuntos a monsieur Fabrice. Es un colega leal y bien intencionado pero, poco discreto. Cuando est bien acompaado le cuesta recordar que Zurich es tina sola galera de susurros, y que algunas personas muy afables aqu estn vendidas a los franceses. Mi responsabilidad aqu es proveer de ayuda a los pobres vaudois, me entiendes? No habla- mos de expediciones. Le dio tina palmadita a Armand, hizo una reverencia con res- peto, y desapareci en la oscuridad. Con falta de sueo, Armand camin hasta la orilla del lago. Permaneci por largo rato all, mi- rando ms all de las aguas oscuras. A la maana siguiente, Armand y Alexandre estaban en la sala de estar de la posada en la que Gabriel de Convenant se hospe- daba, esperando sus instrucciones. Pronto entr este ltimo en la habitacin acompaado por un caballero bajo y colorado de unos 45 o 50 aos con t1n delgado bigote, cabello castao a la altura de los hombros y ojos oscuros alegres. Bajo su saco de montar rojo 34 32. ~n.sajeros e conspitacin vesta un traje de excelentsima tela color azul con encaje en el cuello y las mangas. El sombrero de ala ancha que llevaba tena una pluma blanca. - Es un placer, pastor, presentarle al capitn Armand de Gandon de la guardia holandesa de Su Majestad, que se encuentra aqu cumpliendo rdenes especiales. Ha servido a la Buena Causa por mucho tiempo, al igual qL1e su acompaante, Alexandre Cortot, quien recientemente se ha unido a las tropas de Su Majestad en Inglaterra. Este es el pastor Henri ArnaL1d, lder de los Vaudois ! Todos hicieron una reverencia, pero el recin llegado capt la sorpresa dibujada en sus rostros. -Ah, caballeros, piensan que debera estar vistiendo el traje ne- gro con cuello blanco de un clrigo -ri el pastor-. A donde voy y por lo que hago, no es prudente parecer un prroco. -Es un gran honor conocerlo, monsieur -dijo Armand-. Ya le he entregado una carta a ttionsieur Convenant para usted, enviada por trionsieur Clignet, el jefe de correos de Leiden. No saba que tendra el privilegio de conocerlo personalmente. -Mis agradecimientos, mo11sieur. Verdaderamente, sin 1nonsieur Clignet ysu hermana, todos nuestros propsitos no tendran xito. Que Dios lo recompense segn sus obras! El hermano Convenant ya me ha entregado esa carta. Una vez ms, gracias a este bL1en her- mano de las Tierras Bajas de Escocia, el cambio monetario est providencialmente a nuestro favor, justo cuando lo necesitamos! -Confo, rnonsieur Gandon -dijo Convenant-, en que ha es- tado pensando en los asuntos que conversamos anoche. No espe- raba ver al pastor ArnaL1d tan pronto, pero me dice que acaba de enterarse de qL1e el problema en Schauffhausen es serio. -S -asinti el pastor-. Los suizos deben ser disuadidos de concretar su amenaza, pues Dios pretende, muy visiblemente, que su pobre gente de los valles no sea esparcida sino que permanezca unida en un solo lugar. Dejo el asunto en las manos competen- tes de monsieur Convenant. Lamentablemente, debo continL1ar mi viaje. El hermano Convenant me mencion tus tiles cualidades, 35 33. t-nonsieur, y tu disposicin de promover la obra del Seor para su pobre pueblo de los valles. Trabajamos para restaurar la luz del evangelio en el yermo del cual los siervos del dragn rojo nos han alejado dL1rante estos tres aos. Parto de inmediato rLtmbo a los Grisons, y quiz ms lejos at'.1n. Me acompaaras en este viaje? -Me encantara -dijo Armand, haciendo 11na pequea reve, rencia- , pero maana debo ir a Lausana y Ginebra para entre, gar mensajes que traje de Inglaterra y Holanda. Espero que ms adelante pLteda servirlo. Sin embargo, si lo desea, le puedo reco, mendar a mi amigo Alexandre Cortot como compaero de viaje confiable. Hemos realizado algunos viajes difciles juntos, y parti, cipamos en la expedicin del rey Guillermo el otoo pasado. Es 11n joven prudente y fidedigno, y estara honrado si aceptaras su -, compan1a. Alexandre inclin la cabeza con modestia. El pastor Arnaud le ech una rpida mirada, notando su constitucin menuda pero robusta, y su expresin alerta y ligeramente sagaz. El pastor sonri ampliamente y palme a Alexandre en el hombre. -Est decidido, entonces -exclam-. Monsieur Convenant y yo tenemos asuntos que resolver en cuanto a esta dificultad de Schaffhausen, pero debo partir en menos de una hora. Esprame aqu, por favor -dijo a Alexandre. Los dos hombres mayores ingresaron al saln, yla puerta doble se cerr tras ellos. Los soldados se miraron. - Eso se hizo con mucha labia - dijo Alexandre, levemente irritado, mientras se prenda los botones de su saco rojo rado-., Unicamente mi querida hermana fue ms rpida en ofrecer mis servicios para algn corve3 desagradable. - Siempre fuiste b11eno para fingir -sonri Armand-. Pens que te estaba haciendo un favor. No hemos hecho nada por mon- sieur Convenant que no podra haber hecho un mozo de cuadra, y me ha dado la impresin de que Zurich ya te estaba aburriendo. Alexandre no se esforz por negarlo. - Es cierto que tengo muchas buenas cualidades - dijo mientras 34. ~n.sajeros e conspitacin suban hasta la buhardilla donde haban estado hospedndose-; pero eso no incluye dinero ni atractivo, y se requiere de ambos para causar sensacin en este pueblo. Creo que estn cansados de los forasteros, tambin; especialmente los que hablan francs. -El pastor Arnaud parece un hombre inusual - reflexion Armand-. Si no estuviera portando estos mensajes (y algunos son orales)1 sera un privilegio viajar con l. Puedo ver que debe ser una persona st1mamente interesante. Ingresaron en su pequeflo cuartito e iniciaron sus pocos prepa, . . . rat1vos para Vla_Jar. -Son todos unos habladores ampulosos -dijo Alexandre con displicencia mientras tiraba de una pesada bota-, pero ser mejor que permanecer aqu sentado, sin hacer nada da tras da. -Me preocupo por l. Espero qt1e me perdones por decrtelo, pero sabemos que han intentado secuestrarlo por lo menos dos veces, y su cabeza tiene precio - Marguerite Bastia Arnaud, una pequea mujer regordeta y canosa de rostro agobiado, estaba sen, cada en la sala de su casa intentando coser, pero estaba demasiado distrada como para lograr algo. Dej caer la tela sobre su falda y mir muy conmovedoramente a Alexandre Cortot, qt1e estaba parado inquietamente ante ella mientras el pastor terminaba de prepararse en el piso superior. -Estamos lo suficientemente a salvo aqu, entre nuestros ami, gos. Hay treinta de nuestras familias vaudos aqu, en Neucl1atel. Recibimos alojamiento gratis y una pensin, pero tener a mi esposo viajando todo el tiempo, y a menudo en tierras catlicas... -su voz se quebr mientras una lgrima se le escapaba y recorra su mejilla. Solo haban pasado cuatro das desde que Alexandre se t1niera al pastor, y ya estaba casi desfalleciendo por el ritmo que llevaba. Haban ido a toda prisa de Zt1rich a Neuchatel, aparentemente ms para consultar misteriosamente a ciertos armeros y soldados 37 35. retirados que para visitar a la familia. Esta maana el ayuntamien, to del pueblo, al enterarse de que el pastor estaba en la ciudad, lo retuvieron durante horas para interrogarlo cuidadosamente. Deseaban averiguar por los informes de que haba habido pedidos de mosquetes y plvora, y acerca de rumores de que Arnaud esta, ba socavando los esfuerzos por mover a los vaudois a Brandebt1rgo, donde podan, de veras, tener paz y libertad de culto. Por qu no haban partido todava los vaudois rumbo a las tierras alemanas? Arnaud los convenci con su verba y logr zafar. No era la pri, mera vez. Pero no le haba confiado muchos detalles a su joven acompaante, quien haba esperado en un banco de la plaza cen, tral durante esas horas. Alexandre senta pena por la angustiada seora. Qt1iz no estaba al tanto de todo lo que suceda, pero saba lo sttficiente como para preocuparse. -Sabes? - le estaba diciendo-, los oficiales de la ciudad, e in, cluso algunos completos desconocidos, vienen aqu y desean saber dnde est. Mi corazn deja de latir cuando lo hacen. El duque y el rey de Francia tienen espas por todas partes, y aqu, en Neuchatel, despus de todo, tenemos t1n gobernador catlico, at1nque hasta el momento no nos ha tratado mal. -Haremos lo mejor que podamos, madame -dijo Alexandre, con ms seguridad que la que realmente senta-. El pastor sabe lo qtte est haciendo. Es la obra de Dios, y seguramente el Seor 'nos protegera. -S - dijo ella con un suspiro-. La obra de Henri es importan, te, y Dios lo ha protegido maravillosamente en el pasado -clav la aguja con desgano al retomar la costura- . l no me dice a dnde va y, por su seguridad, eso es lo correcto, por supuesto. Pero si llegaran a ir tan lejos como los valles - hizo una pausa y baj la voz-, mi hermana y su esposo estn en Torre Pellice. H an abjurado - dijo con aire de disculpa-, y l es un magistrado. St1 apellido es Gautier. Fue dbil de suparte, por supuesto, pero s qt1e sus corazones toda, va estn con nosotros. Deben sentirse muy mal, sabiendo que han pecado grandemente y sin embargo todava estn bajo la mira de 36. ~n.sajeros e conspitacin la gente del duque por un lado, y saben lo que nosotros pensamos tambin. Si llegaras a ver a mi hermana, dile que oramos por ella y por su familia siempre. Mi esposo es un hombre bondadoso, pero es ministro de Dios y no puede excusar la apostasa. Si pudieras, averigua cmo estn, si estn bien, y dales mi cario... Termin abruptamente al or los pasos de su esposo en la es, calera. -Ya tengo todo ahora, rriadame -dijo con satisfaccin-. Debo partir. RL1ego a Dios qL1e est contigo y los nios. La bes. Ella se sec las lgrimas y se puso de pie. -Por cunto tiempo te irs, Henri~ - No hay necesidad de preocuparse, esposa ma. El asunto es del Seor. Difcilmente pueda decir si sern dos semanas o dos meses, pero tengo a este excelentejoven conmigo y a nL1estro Baptiste... y a nuestros ngeles guardianes. Su cono era alegre y paciente, como si ya hubiera pasa, do por esta situacin. Le pas las alforjas a Alexandre, acarici la mejilla de su esposa bondadosamente y sali por la puer, ta. Alexandre, compasivo pero enmt1decido, solo pudo salu, dar con una reverencia a la desdichada mujer y seguir al pastor. 1 Femenino de devotec: una persona sumamente piadosa y religiosa. 2 Los vaudois son, quiz, mejor conocidos como los Valdenses. 3 1'rabajo no retribuido. 39 37. Captulo 2 Asesinos .~: hombres estaban sentados alrededor de un fuego hu- eante dentro de una pequea choza, ubicada en la ladera .'' e una empinada colina en el norte de Italia. A travs de a abertura sin puerta podan ver con cierta dificultad la bruma asentada sobre el Lago Como. La brisa soplaba fra, pero no lo su- ficientemente fuerte como para esparcir las nubes que oscurecan l cielo nocturno. Alexandre Cortot y Baptiste Besson, envueltos n abrigos, sentan fro, pero esta no era la principal causa de su incomodidad. Estaban en las montaas que bordeaban la Miln espaola. Aunque Espaa ahora era un aliado contra Francia y aboya, su estado satlite, este no era un lugar saludable para que los protestantes, especialmente vaudois, fueran vistos. El pastor Arnaud estaba en el valle en alguna aldea, pues tena que encon- trarse con alguien, supuestamente arreglando caminos alternati- vos por los cuales los vaudois podran regresar de Suiza a su tierra natal piamontesa. Si era peligroso para los dos hombres acurruca- dosjunto al fuego, era mucho ms peligroso para el pastor; pero l no les permita que lo acompaaran. Les pareca que se haba ido haca varias horas y ya deba haber regresado. Besson, un hombre silencioso y hosco por lo general, era un vaudois robusto, del doble de la edad de Alexandre. Haba via- jado mucho con el pastor y no pareca aprobar el haber trado a Alexandre como acompaante. Ambos permanecan sentados en ilencio, ensimismados en sus respectivos pensamientos, pero se stremecan espordicamente con la crepitacin de los rescoldos que ardan frente a ellos y ante cualquier ruido de afuera. Cada ranto, removan intilmente las brasas. Finalmente, Besson se le- 41 38. vant, mir hacia la oscuridad, y luego se dio vuelta para mirar con enfado al muchacho que estaba sentado. -Sabes? -dijo, a colacin de nada en especial-, los problemas que tenemos los vaudois ahora son por culpa de ustedes, los hugo, notes, al fin y al cabo. Tena los nervios a flor de piel y pareca estar buscando una discusin. -Por qu crees eso? -contest Alexandre con cautela. - Es obvio. Durante todos los aos en que el mundo ador a la bestia, nosotros preservamos la luz de la verdad en nuestros va, lles. Y hemos soportado 33 guerras y persecuciones; sabas eso? Sin embargo, nos estbamos arreglando bastante bien, hasta que, en 1685, cuando las cosas se pusieron un poquito ms difciles, ustedes se rindieron. All es cuando comenzaron nuevamente los problemas para nosotros. Alexandre se contuvo de contradecir a Besson, pero record la desgracia acaecida en su propio pueblo natal en el sur de Francia, cuando los dragones1 vinieron para convertir a los protestantes. Su madre haba muerto, y su padre todava estaba desaparecido, proba, blemente en algn calabozo o en una galera, en algn lugar duran, te los ltimos cuatro aos. l mismo haba sido encerrado en una escuela para muchachos protestantes por un tiempo, y recordaba el escape a travs de la nieve hasta Holanda con sus hermanas, su hermano y Armand de Gandon. "Un poquito ms difciles" no era una descripcin muy realista. Besson caminaba de un lado a otro. -Haba muchos de ustedes.Un milln? Dos millones? Y, sin em, bargo,permitieron que su rey los violentara. Fueron una iglesia tibia, y el amor por la verdad no estaba en ustedes. Cuando el rey envi a sus sacerdotes y dragones y los maltrataron un poco, cayeron sobre sus rostros cobardes y abjuraron. El rey vio que lo nico que se necesitaba era un pequeo empujn, y ustedes se rendan o escapaban. Alexandre se puso inquieto y enojado, pero Besson continu. -Si no hubiera sido tan fcil atropellarlos a ustedes, entonces su rey (que Dios lo ajusticie!) no habra pensado en forzar a nuestro 42 39. .A,sesinos duque a intentar convertirnos, y enviar al general Catinat y sus demonios cuando nuestro pobre duque vacil. Por primera vez, Alexandre se qued sin habla. -Una y otra vez -continu Besson apasionadamente-, la Inquisicin y el papa, y el equipo infernal entero, intentaron arruinar, nos por medio de tretas y masacres, pero Dios siempre nos preserv en la hora de peligro. Y, esta vez, era obvio que el duque no tena in, tenciones de molestamos; ramos solamente doce mil, aproximada, mente, le ramos leales y no representbamos una amenaza para l. Podramos haberlo resistido a l y a la milicia y a los sacerdotes, hasta que se dieran por vencidos nuevamente; ya lo hemos hecho muchas veces en el pasado. Pero entonces lleg el ejrcito francs y la traicin. Apenas uno de cada cuatro de nosotros est vivo hoy, despus de lo que nos hicieron -se detuvo y clav su mirada iracunda en Alexandre. -Bueno -dijo Alexandre cansinamente, sentndose un poco ms atrs-, si mi pueblo fue castigado por ser laodicense, qu les estaba tratando de decir Dios a los vaudois? Ahora le toc a Besson quedarse sin habla. Permaneci de pie por un largo rato, sin quitarle la vista a Alexandre, hasta que, fi, nalmente, con una especie de suspiro, se sent. Cuando finalmente habl, su tono era ms bajo, casi desanimado. -Sabes?, podras tener razn. Creo que si hubiramos perma, necido lo suficientemente firmes, habra ms de nosotros todava con vida."Quin dio aJacob en botn, y entreg a Israel a saquea, dores? No fue Jehov, contra quien pecamos?" -No quise decir eso -respondi Alexandre enseguida-. Este mundo es del diablo, y los buenos, particularmente, deben sufrir, no es as? -Cuando lleg el decreto de que debamos abjurar -dijo Besson, haciendocasoomisodelanegacinderesponsabilidaddeAlexandre-, protestamos que era una violacin de la solemne promesa del duque yque no tenajustificativo.Y pedimos ayuda a los hermanos reforma, dos en el exterior. Pero Cromwell estaba muerto, y el rey de Inglaterra era un papista, y todo lo que hacan los suizos era enviar misioneros 43 40. Cwqu.ier sacriftcio saCvo fa conciencia al duque para rogarle que nos permitiera salir del pas, porque, segn decan, estbamos demasiado lejos para ser ayudados. - Los franceses "convirtieron" el Valle Pragelas lo suficiente- mente rpido y dijeron que sus dragones haran los mismo con nosotros si no doblbamos la rodilla ante Baal en el da sealado. Debimos haber peleado, y salimos para hacerlo; pero nos mintie- ron, y el duque hizo promesas, y los embajadores suizos rogaron a los tmidos nuestros que fueran razonables, por lo que nos divi- dieron en nuestra simplicidad. Aun as, aquellos que s intentaron permanecer firmes, tuvieron un buen comienzo! -Fue en abril de 1686, el da 23, para ser ms exacto, que los franceses vinieron a St. Germain. Los tratamos con tal brutalidad que regresaron al otro lado del ro tan rpidamente que ni se moles- taron en usar el puente! Tenamos a Vielleville aislado y encerrado en un convento y, si no hubiera oscurecido tan rpido, habramos quitado las tejas del techo y le habramos prendido fuego el edificio, o lo habramos inundado por medio de las zanjas que estbamos cavando, a fin de obligarlo a salir, pero fue liberado. No obstante, cuando algunos de nosotros bajamos nuestras armas, otros estaban siendo masacrados. El pastor escap, disfrazado de monje. -A pesar de todas las promesas,juntaron a todos los que pudie- ron atrapar o persuadir y nos arrojaron a todos, hombres, mujeres y nios, en sus mugrientos calabozos. Sabes cuntos salieron a gatas de all unos pocos meses ms tarde? Tres mil solamente, de los doce mil que entraron! Tres mil esqueletos! -la voz de Besson se quebr, y permaneci en silencio por un momento-. Aire vicia- do, comida inadecuada, carceleros ineptos. Se llevaron a nuestros nios para criarlos como papistas, y no los hemos visto desde en- tonces. Unos pocos de nosotros lograron sobrevivir en las monta- as; y, para lograr que se detuvieran, el duque tuvo que dejarnos ir a todos a Ginebra. El milagro es que alguno de nosotros haya sobrevivido a ese viaje. Era invierno, y muchos no llegaron. -No he terminado an, te digo! Nuestras tierras fueron da- das a otros, pero no vivirn mucho tiempo ms para disfrutarlas. 44 41. ~esinos Esos valles han sido nuestros mucho tiempo antes de que hubie- ra duque alguno en Saboya. De hecho, hemos intentado regresar dos veces. Pero eso atemoriza a los suizos. Le tienen miedo a Luis XIV y su cachorro, el duque, y por eso, dos veces ya, frustraron nuestras pequeas expediciones. Bueno, quiz fue bueno que lo hayan hecho, pues nos apuramos y no estaban bien planificadas. La segunda vez, el pastor nos estaba guiando, y esperbamos cru- zar Valais a travs del Paso Grand-Saint-Bernard, pero se ente- raron antes. En Ginebra, comenzaron a sospechar cuando sesen- ta de nuestros compaeros en su guarnicin desertaron todos el mismo da para unirse a nosotros. Entonces, el alguacil de Aigle, monsieur Thormann, vino y nos convenci de que no lo hicira- mos. Nos dijo que en Saboya estaban alertados y que el puente de Saint Maurice estaba vigilado. Debamos tener nuestra opor- tunidad ms tarde, nos dijo, infaliblemente, por la providencia de Dios, pero que esa vez no poda funcionar. -El pastor Arnaud se convenci, por lo que nos predic, en la iglesia de all, basado en Lucas el captulo doce, "No temis, ma- nada peque: Thormann nos dio comida y nos prest doscientos cus2 a cada uno para viajar de regreso a nuestros hogares. Algunos de los suizos, como l, sentan verdadera compasin por nosotros, pero otros piensan nicamente en dinero y odian la verdad. En Vevey, el Concilio le prohibi a la gente que nos diera comida y nos cobijara cuando pasamos por all. Y cuando una pobre viuda lo hizo, estuvieron a punto de destrozarle la casa. Inmediatamente despus de eso, el pueblo entero se incendi, pero la casa de ella permaneci intacta! Fue el dedo de Dios, sin duda. -Bueno, eso fue hace un ao, pero hemos estado ocupados desde entonces! El pastor y yo estuvimos en Holanda esta primavera, y tu- vimos una audiencia privada con el Prncipe de Orange. Nos dijo que mantuviramos junto a nuestro pueblo y que no permitiramos que ninguno se esparciera por Europa.Algunos de los prncipes son muy amables y desean ayudamos, pero si nos dispersamos en pequeos grupos en Brandeburgo y el Palatinado, o donde fuera, no estaramos 45 42. Cwquier sacnjicio safvo eaconciencia preparados para irnos a casa nuevamente. Por supuesto, los suizos sienten que somos una carga y que no nos hemos mudado como diji- mos que lo haramos; pero es por la providencia de Dios que todava estemos en Suiza y que no hemos tenido que dispersamos. Monsieur Convenant reparte el dinero que nos llegadesde Holandae Inglaterra, y el ao pasado reconocimos por espionaje las rutas que atraviesan Saboya. Ahora el duque ha retirado del lago sus barcos de guardia y ya no guarniciona sus fuertes en las montaas. Es providencial que l tambin sea pobre, y que tenga muchos problemas. -Dios envi todas estas tribulaciones sobre nosotros, creo, para mostrarnos cun dependientes somos de l. Pero somos su pue- blo, y l nos salvar muy pronto. -Crees que los suizos intentarn detenerlos nuevamente? Besson se encogi de hombros. -Quiz, pero no nos detendremos ante nadie esta vez. Trataremos de ser ms cuidadosos para no revelar nuestros se- cretos antes de tiempo. Algunos de nuestros amigos, lo sabemos, mirarn para otro lado hasta que el asunto llegue a ser notorio. -Piensas que se sabe que estamos aqu? -Posiblemente. El paradero del pastor es de gran inters para muchos. Esa es la razn por la que nunca vamos dos veces por el mismo camino y l no se viste como ministro. Dios mediante, cuan- do se enteran de que estuvimos en algn lugar, ya nos hemos ido. -A quin crees que fue a ver esta noche? -Si l no te dijo, por qu debera hacerlo yo? -respondi Besson un poco speramente-. Lo que no sepas, nadie podr ha- crtelo decir. No te imaginas lo que podran hacer para hacerte ha- blar. Las dragonadas de ustedes fueron un pic~nic, comparado con lo que nos ha sucedido a nosotros. Hemos tenido a la Inquisicin y a tu ejrcito francs! Besson sigui hablando, un monlogo sombro, acerca de los ho- rrores indescriptibles de las atrocidades de 1686: matanzas, mutila- ciones, desmembramientos, barbaries apenas sufribles de escuchar. Un ejrcito del siglo XVII al que se le dio rienda suelta para lidiar 43. ~esinos m civiles enemigos en su modo habitual, aunque con el incentivo dido de saber que las vctimas tambin eran herejes! Alexandre, sintindose un poco descompuesto, pens que haba t nido alguna razn para sentirse mejor en cuanto a las crueldades JU sus amados haban sufrido en 1685, pero tuvo que reconocer JU los vaudois haban sufrido ms de lo que pudiera haber ima- inado. Besson, quien haba visto a su propia esposa y padre ser sinados, y cuyos hijos le haban sido quitados y todava estaban ! saparecidos, no tendra razn alguna para refrenar su mano si nuevamente tuviera la oportunidad de matar a los perseguidores. - "Los malos sern trasladados al Seol, todas las gentes que se "lvidan de Dios" -concluy Besson. Ambos salieron a la entrada de la choza para ver si haba seal lguna del pastor. La luna estaba saliendo por encima de las nu- h s, y la bruma blanca, ms abajo, ahora formaba una reluciente uperficie en el fondo del valle. Nada se mova en la fra quietud. Podan solamente esperar. Tal como lo haba hecho Alexandre con frecuencia durante el ltimo mes, permaneca de pie en guardia lo ms discretamente posible, a la puerta de una angosta casa en un callejn reminiscen- te. Ya estaba oscureciendo. Alexandre, el pastor Arnaud y Baptiste Besson haban llegado esa tarde de su viaje desde Miln, mayor- mente realizado de a pie. Evitando los caminos que usaban los co- rreos, haban cruzado montaas altsimas, vadeado arroyos mon- taeses, dormido en refugios de piedra en los pasos, y sobrevivido mayormente a base de carne desecada y agua de deshielo. Haban venido nuevamente al pueblo de Coire, el centro principal de las trece pequeas repblicas que formaban los Grisons, la Liga Gris. Era una zona de proteccin, por mucho tiempo en contencin en- tre Francia y Espaa, una regin agitada de afinidades mezcladas e indecisas. 47 44. C1UlCqu.ier sacriftcio safvo fa conciencl De pie entre las sombras en una calle maloliente, que pocos metros ms adelante se abra en una pequea plazoleta con una fuente rodeada de galeras, Alexandre not que dos de los tran, sentes no pasaron de largo, sino que permanecieron merodeando en la esquina. No poda ver sus rostros, pero su comportamien, to lo preocupaba. Sus capas los tapaban hasta los ojos. No poda ver si estaban armados, pero al haber vivido ya la experiencia de ser seguido, se senta intranquilo. Ya fuera el residente francs en Ginebra o el enviado de Saboya en Lucerne, alguien estaba muy interesado en sus movimientos. (Estaba algn falso hermano manteniendo informados a los enemigos del pastor? Alexandre sinti que era prudente investigar la otra punta del callejn. Descubri que la calle rodeaba el edificio y terminaba en una pared de piedra. No sera lindo terminar atrapados en una trampa como esa. Cuando saliera el pastor, deban pasar al lado de los dos merodeadores. Poda haber ms de ellos en los callejones circundantes. Pronto oscurecera. En ese momento la puerta se abri, y Besson comenz a salir. Alexandre se arroj hacia adentro, empujando a Besson bruscamente hacia atrs. Sorprendido y alarmado, el vaudois estir la mano para sacar su navaja, pero entonces se dio cuenta de que era Alexandre. -2Hay alguna otra forma de salir de aqu? -susurr Alexandre con tono apremiante. Besson y el pastor miraron al dueo de casa, un simpatizante local, quien sacudi la cabeza. -El callejn no tiene salida -dijo Alexandre-, y parece haber dos malintencionados esperando en la esquina que debemos cruzar. Pastor, usted y Baptiste deberan intercambiar sus sombreros y capas. El pastor tena puesta su capa roja y Besson una capa marrn apagado. Ambos eran de tamao y porte similar. Una vez hecho el intercambio, los tres salieron por la puerta y caminaron apresurada, mente hacia la plazoleta. Todava perduraba la penumbra cuando se aproximaron a los dos hombres que estaban esperando. Del otro lado de la plazoleta vieron a otros dos hombres, tambin esperando bajo una de las galeras. Los cuatro se adelantaron y los dos que es, 45. ~esinos taban ms cerca intentaron tomar a Besson. Hubo un momento de forcejeo, y el sombrero prestado de Besson se cay cuando uno de los asesinos le hizo un pequeo tajo en el rostro con su daga. - Madre de Dios! -exclam el otro-.No es l! Salgamos de aqu! Sali huyendo, y los dos que se venan aproximando desde el otro lado de la plazoleta tambin se asustaron, dieron media vuel- ta y salieron corriendo. El matn que haba forcejeado con Besson tambin intent correr, pero Alexandre le puso la zancadilla, y con Besson se arrojaron encima de l, sujetndolo contra el suelo. - No demasiado -advirti el pastor Arnaud a sus dos acom- paantes. Luego, dirigindose al prisionero gimiente, exigi-: Quin te envi? La respuesta vino en italiano. Arnaud cambi a italiano. -Ser mejor que me digas lo que sabes, quin te contrat, y que me lo digas enseguida, porque el caballero al que heriste puede no ser tan perdonador como debera serlo. Besson, con sangre goteando desde la herida en su mejilla, co- loc la punta de su daga en la garganta del pobre hombre impo- tente, y sonri desagradablemente. El resultado fue milagroso. Aunque un poco incoherente por el susto, el hombre confes que era Cuvazi, de una banda de cappellatti3 trada de Venecia para hacer el colpa4 profesionalmente, pues los locales eran incompe- tentes o no estaban disponibles. l y sus amigos haban recibido una descripcin exacta de Arnaud, qu llevaba puesto, y dnde poda probablemente ser encontrado en Coire. Les haban pro- metido trescientos doppie5 si mataban a Arnaud y seiscientos si se lo entregaban vivo a Solaro di Govone, el enviado del duque de Saboya en Lucerne. Deseaba que los caballeros supieran que no senta rencor personal alguno; era puramente negocio. Su rostro staba gris de miedo, y comenz a rezar rpidamente en voz baja. Arnaud ri en voz alta, lo cual disgust a Besson y Alexandre. - Dejen ir al rufin -dijo el pastor. - Pero, pastor -discuti Alexandre-, no deberamos al menos entregarlo al guardia de turno? 49 46. CWI'fUier sacriftcio scvo fa conciencia Besson, pasndose un pauelo por la mejilla, no liber de inme... diato al hombre. Posiblemente tena otra idea de cmo deshacerse de un asesino. -No -dijo el pastor-. No deseo anunciar nuestra presencia aqu. Por cada persona que nos desea el bien en esta ciudad, hay otra que nos desea el mal. El alguacil aqu est vendido a nuestros enemigos y quiz coloc esta emboscada para nosotros. Djenlo ir! Besson dio un gruido, se levant de mala gana y le dio un buen puntapi al criminal postrado. El hombre los mir descontrola- damente y, de un salto, sali corriendo a toda velocidad. Cruz la plazoleta y dobl por otra calle. -Qu lstima! -gru Besson, secndose todava la mejilla-. Nadie en Venecia hubiera extraado a esa escoria. Pero por qu se re, pastor? Podra haber sido asesinado si Alexandre no los hu- biera visto de antemano. Por seiscientos doppie (veinticuatro mil livres6 ), seguirn intentndolo. -Pobre Govone! -dijo el pastor, y volvi a rer-. Hemos sido una perplejidad tan grande para l. Cmo se preocupa cada vez que salgo de mi hogar o escucha que tres vaudois conversanjuntos en un lugar! Cun sorprendido estara si supiera con quines he estado hablando en estas ltimas semanas y cun inmediatamente pueden cambiar sus instrucciones! Pero, es obvio que no se moles- tan en mantener informado al pobre hombre. Ingresando en la tienda boticaria junto al ayuntamiento de Ginebra, al principio Armand poda ver poco en la penumbra. E1;1tonces vio a un caballero solitario y delgado, sentado bien de- recho en una mesa contra la pared. Este era el lugar, y esta era la descripcin del hombre al que buscaba. -Tengo el honor de dirigirme a monsieur Valmont? -pregunt, quitndose el sombrero y haciendo una reverencia. 50 47. ~esinos Ll otro apoy su taza de chocolate en la mesa y reconoci magn, hnamente su identidad. Armand le entreg al hombre un pequeo quete de cartas. De parte de monsieur Convenant y de la Comisin en Lausana usurr. ~1plido caballero rompi el sello y ley. Entonces, mirando ia arriba rpidamente, examin el rostro de Armand. - Disclpeme, seor -dijo, levantndose con rigidez y apoyn, se con una mano en la pared-. Acaso no lo conozco? No esta, usted al servicio del Regimiento de Maine? - Lo estaba -contest el soldado, a su vez examinando el rostro 1suizo-. Hay algo que me resulta muy familiar en usted tam, i n, pero en este momento no puedo... El hombre tom el brazo de Armand con una mano y su bastn n la otra. Entonces, recorri cuidadosamente la habitacin con la mirada. Adems de varias personas tomando chocolate, vio a un hombrejoven de peluca rubia que estaba esplndidamente vestido n violeta. El propietario estaba sacudiendo la cabeza ante alguna ptegunta que eljoven le haba hecho. - Salgamos a caminar al terrapln, mejor. Yo lo conozco. No lo cul, po por no reconocerme. Soy DavidValmont, capitn en el regimiento uizo de Erlach. Ambos fuimos apostados en Flanders, un invierno hace unos diez aos. En el servicio, yo usaba el nombre de Thierry. -Por supuesto! -se disculp Armand-. Ahora recuerdo. Pero has cambiado. Ests enfermo? - S, as es -contest Valmont con una pequea risa apesadum, brada-. Durante mis veinte aos de servicio para su Cristiansima Majestad, he perdido mi digestin y me he enfermado de reuma, cismo, por lo que me he retirado a un pequeo lugar que me de, jaron mis padres cerca de Coppet. Pero cuntame de ti. Escuch que habas rechazado la preferencia del duque y habas emigrado luego de la Revocacin. Armand le describi brevemente sus aventuras vividas en los ltimos cuatro aos, y dijo que ahora llevaba mensajes de parte de 51 48. Cwquier sacriftcio saf~o [a conciencia Jurieu y otros, mientras esperaba la llegada del enviado britnico a los cantones suizos. -Pero si t eres suizo y ests retirado -pregunt Armand-, qu tienes que ver con todo esto? Haban cruzado la plaza y es- taban entrando en la zona de los terraplenes. El suizo caminaba con cierta dificultad, pero esa no fue la razn por la cual se detuvo dos veces y mir a su alrededor. El joven vestido en violeta los segua a cierta distancia. Ahora l tambin se detuvo y mir hacia otro lado, aparentemente interesado en los arcos de la galera del ayuntamiento. -Despus de todo, soy protestante -contest el suizo final- mente, en voz baja-, y mi corazn todava est con el pueblo de Dios que sufre all en Francia. Los pobres miserables que llegan a Ginebra con apenas un sou7 en sus bolsillos son los afortunados. En mis ltimos dos aos serv en el Midi,8 y aunque las tropas suizas en realidad no estaban acostumbradas a cazar a los adora- dores hugonotes en las montaas, vi demasiadas cosas como para olvidarlas muy pronto. - Estos no son tiempos difciles solamente para los creyentes sino tambin para Ginebra -dijo Valmont. Entonces, sealando con su bastn ms all del borde del terrapln hacia los prados y el ro, continu-: Ms all est el Arve, y all se une al Rdano. Cruzando el ro est Saboya; y de aquel lado, Francia. Hay sola- mente quince mil almas en esta pequea repblica y, aunque uno se sienta avergonzado cuando nuestro concilio se humilla para aplacar a nuestro residente francs vigilante, el Sieur d'Iberville, uno puede entender por qu sienten que deben conciliado a l y al Gran Rey. Los franceses amenazan de tiempo en tiempo con ponerle fin a Ginebra como uno se deshace de una molestia, pues para ellos es un nido de hereja y un imn para centenares de hu- gonotes que huyen aqu cada ao, a pesar de todas las prohibi- ciones. Pienso que si los franceses no desearan mantener su buen suministro de soldados suizos protestantes, Ginebra habra sido perdida hace mucho. 49. ~esinos - Por supuesto; si la plebe pudiera salirse con la suya, echaran a d'Iberville al lago esta misma tarde. Pero, algunos prominentes bur.. gueses, por otro lado, se venden a s mismos, a su religin y su ciudad al inters francs. El residente escucha all, en su enorme casa sobre la Grande Rue -Valmont se dio vuelta y seal con su bastn-, y tarde o temprano sus secuaces le dicen quin habl hasta qu punto en el concilio, o qu predicador en un sermn dominical aludi a las persecuciones en Francia, y cuales de los refugiados estn desani.. mados y nostlgicos, y estaran dispuestos a ser corrompidos con ofertas de devolucin de sus propiedades si vuelven a Francia. - Este parecera ser un lugar muy difcil para mantener algn secreto -dijo Armand. -Cierto, pero en Berna y en Zurich ocurre un tipo de espionaje muy similar al de aqu. Las convicciones protestantes all chocan con los contactos especiales de Luis XIV y el negocio rentable de suminis.. trarle soldados suizos. Pero no deseara que te decepcionaras dema.. siado con nosotros. Ginebra es una ciudad de gran corazn y ha sido un refugio muy generoso para los hugonotes y los vaudois. La ciudad no tiene la capacidad para mantenerlos a todos, por lo que son envia.. dos a otros lugares de refugio en Suiza o en los pases protestantes tan pronto como se recuperan lo suficiente como para viajar. Valmont mir nuevamente hacia el ro. -Hacemos todo lo que podemos, pero las tragedias que suce.. den ante nuestros propios ojos nos rompen el corazn. Ese puente all abajo, sobre el ro Arve, es lo ms lejos que llegan algunos. Son tomados ante nuestros ojos al observarlos desde las murallas. Aquel poblado del otro lado, Carrouge, est en Saboya. Esa posa.. da que ves all, el Len Dorado, es donde los soldados franceses llevan a los prisioneros para "interrogarlos': El residente est en contacto con estos procedimientos y hasta va all de tiempo en tiempo para manejar el interrogatorio personalmente. -Antes de la revocacin-dijo Armand-, uno a veces escuchaba decir que si se tomaba una postura firme y quizs incluso algu.. nos de los hermanos fueran martirizados, el rey se convencera de 53 50. nuestra sinceridad y se replegara por el riesgo de una guerra civil, aflojando la persecucin. Qu piensas de esa idea? Valmont sacudi la cabeza sombramente. Descendieron lenta- mente de la muralla por una larga rampa de piedra. -Si alguna vez fue as, ya no lo es. Huir es lo nico a que puede aspirar el pueblo de Dios ahora. Son ovejas sin lderes a merced de los carniceros. Los jvenes predicadores que surgen para amones- tar al pueblo no viven por mucho tiempo. Se llevan a cabo asam- bleas en los matorrales ms remotos, pero infaliblemente, pronto son descubiertos. Las tropas vienen, y hay matanzas, multas ele- vadas y la destruccin de casas. Vi cosas como estas en mi ltimo ao en el servicio. No solamente es la muerte para un pastor re- gresar a Francia segn el edicto de 1686, sino que he visto rde- nes del ministro de guerra de no tomar demasiados prisioneros al dispersar estas asambleas y no hacer distincin de sexos. -Cierto, hay mucha exasperacin, y el pueblo ahora se arrepien- te por el apresuramiento con el cual abandon la verdad durante las dragonadas. Pero carecen de lderes y armas y, aunque no deseo limitar los designios de Dios, temo que los zelotes provoquen re- presalias de modo que el postrer estado del pueblo ser peor que el primero -sacudi la cabeza con tristeza-. Yo ayudo a aquellos que intentan escapar, pero no creo que Dios puedabendecir lalocura to- tal.Temo grandemente que el pas ser encendido prematuramente. Valmont se detuvo a la sombra del muro de la ciudad. Armand tambin hizo una pausa, y miraron a su alrededor. Eljoven vestido de violeta, viendo que era observado, se acerc a ellos. Hizo una gran reverencia, rozando el csped con la pluma de su sombrero, y saludando a Valmont por nombre. -Este es monsieur Barbin -dijo Valmont sin entusiasmo- . Es un refugiado de Picardy y reside aqu desde hace un ao. Es bien conocido por las personas distinguidas de la ciudad -esto ltimo fue dicho en un tono curiosamente fro, casi irnico. Barbin parlote despreocupadamente, prcticamente empujn- dose a s mismo entre los dos hombres. Habl de su gozo por la 54 51. Asesinos 11 gada de Armand a la ciudad. De dnde era? Por cunto tiem, l' permanecera all? De qu se haba enterado? l, Barbin, co, noca a todos los que vala la pena conocer y hara su placer part, 'ular presentar a Armand a las peuple du bien9 y le mostrara todo le que vala la pena conocer de la ciudad. Cuando finalmente se d spidieron, Barbin le asegur a Armand que no poda descansar h. sta que hubiera hecho por el recin llegado todos los servicios y In hubiera conocido mejor. Armand, dndose cuenta de la actitud i ' Valmont, no estaba seguro de que su felicidad requiriera tanto :1 la compaa del joven, pero produjo la apropiada cortesa exa, rada necesaria para terminar el encuentro. - No estoy hecho de dinero, sabes -dijo eljoven diplomtico irri, t damente-. Ustedes piensan que porque Su Majestad es lo sufi, i ntemente amable como para permitir que algunos de ustedes, los nitentes, muestren su gratitud al traer informacin til para su rvicio, pueden hostigarme a que les d dinero a cualquier hora. Eran las dos de la maana en la residencia francesa, y d'Iberville scaba recibiendo a la visita en bata y gorro de dormir. Una sola V la luchaba con las sombras en el pequeo cuarto. Su visitante r:i monsieur Barbin, con su llamativo plumaje cubierto ahora por un manto negro y largo. - No te doy estas gratificaciones solamente para sustentar tu tnodo de vida ocioso -continu d'lberville-. El perdn de Su Majestad y la devolucin de tus propiedades dependen, y no lo olvides, de tu utilidad, y no considero que tus chismes en la casa d)chocolate sean "tiles': El residente francs mir furiosamente al visitante abatido. No r a que sus agentes deban considerarse en demasiada estima. No era extrao para l recibir visitas a estas altas horas de la noche, in. embargo, pues tanto aquellos empleados por l como aquellos 55 52. Cuafquier sacriftcio saf'to [a conciencia que venan en secreto para abjurar en su capilla no deseaban ser vistos al ingresar en su propiedad. - Mil perdones, Su Seora, pero es difcil conseguir mucha informacin acerca de monsieur Valmont. Parece tan fro y anti- ptico. Estoy casi seguro de que su visitante hoy le trajo cartas, pero no hubo forma en que las pudiera ver, y mientras hablaban de refugiados y los nuevos conversos en Francia, se detuvieron cuando me acerqu a ellos. El hombre nuevo es un oficial francs, Armand de Gandon, ex comandante al servicio del Rey. Creo que est al servicio del prncipe de Orange y debe haber venido hace poco de Inglaterra u Holanda. Cuando hizo una pregunta sobre los Vaudois, Valmont cambi de tema. Har lo mejor que pueda para complacer a Su Seora. Ahora s dnde se hospeda este ofi- cial, y cultivar su amistad asiduamente. Barbin mir tan suplicantemente y humildemente a sujefe que a d'Iberville le hizo acordar los ojos implorantes de un perro coc- ker. Al igual que este, el informante pareca menearse en su ansie- dad por complacer. Se le ocurri a d'Iberville que sera perfecta- mente natural que Barbin le lamiera la mano. Le dio un pequeo escalofro de desagrado. -Y qu hay del hijo del alcalde de Nyon? Ibas a lograr que te revelara los secretos de su padre. -Ah, s, milord! -exclam Barbin, con ms de su sinceridad enfermante y conmovedora-. Muy pronto probar ser muy til para el servicio de Su Majestad. Me proveer de pruebas de que su padre hace la vista gorda a los refugiados franceses en su re- gin. Eljoven dice que los ministros refugiados y tambin los vau- dois estn yendo de aqu para all, muy ocupados ltimamente. Especialmente en Lausanne. -Hay conexin alguna? -No me sorprendera, milord. Todos los alborotadores y agita- dores de entre los refugiados estn qui vive.10 Algo se est fraguando. -Bueno, averigua lo antes posible si esto es as y sguelo a ese ofi- cial que conociste hoy. Si hay plan alguno de sedicin en Francia, 53. A,sesinos debo saberlo de inmediato. Si se est tramando algo, gnate su favor arteramente. Si lo haces bien, puedo llegar a pasar por alto algunas otras estupideces... -Difcilmente podr entretener a estos caballeros, milord, sin dinero; aunque me sonrojo de solo mencionarle un asunto as a usted -dijo Barbin, lleno de humilde docilidad. -Deberas sonrojarte, sabe Dios! -dijo d'lberville en mal tono. Tom una bolsa de cuero de su escritorio, y sac veinte cus fran, ceses de plata y los desliz al otro lado del escritorio, a Barbin-. Eso ya suma 240 livres que te he adelantado este ltimo mes. Usa buen juicio, pero no puedo repartir el dinero de Su Majestad en forma indefinida sin resultados. -Puede contar conmigo, milord -dijo Barbin con una sonrisa afectada-. Yo dara hasta mi vida por su Majestad! -Sera ms til para l si te mantuvieras con vida y encubierto, y me buscaras rpidamente la informacin de lo que estn tra, mando estos pillos traicioneros! Despus de esto, en vez de venir en persona, trata de enviarme mensajes. Llam a su sirviente. - Mustrale la salida a monsieur Barbin. Utiliza el portn de atrs que da al callejn. Puede haber vigilantes en la Grande Rue incluso a esta hora. - Para servirle, seor -dijo Barbin en tono de halago, y con dos grandes reverencias ms sigui al sirviente. D'Iberville apag la vela y, apartando la cortina de la ventana, mir ms all del patio adoquinado. Pero no poda ver nada de la Grande Rue por el portn. Habra espas en los oscuros ca, llejones? Casi poda sentir la hostilidad de Ginebra, la ciudad de alvino. La luz de la luna plateaba los techos, y la catedral de Saint Pierre sobresala llamativamente. D'Iberville estaba orgulloso de su labor n este puesto difcil; ms bien disfrutaba de esta situacin, por ms difcil y delicada que fuera. Esperaba que sus superiores en Versalles stuvieran al tanto de cun buen hombre tenan en Ginebra. Si no 57 54. lo estaban, no era por falta de informes frecuentes de su parte. , Estaba, sin embargo, un poco preocupado. Era obvio que algo estaba sucediendo, yhubiera deseado tener un instrumento mejor a mano que Barbin. Uno de sus agentes haba sido encontrado en el fondo del Lago Ginebra recientemente, y aunque nunca se dijo nada pblicamente de una conexin con Francia, era extrao que el hombre fuera a nadar atado de pies y manos. Haba por lo menos doscientos refugiados franceses en la ciudad, y muchos se reunan en la oficina de correos para compartir noti, cas jugosas de sus cartas. Barbin recoga mucha informacin all. Adems de los principios perniciosos que derivaban de su religin, los refugiados absorban un espritu republicano, independiente, al vivir en un lugar 'Como Ginebra. Haran cualquier cosa para humi, llar a Francia. Pero los conspiradores serios como Valmont y el ofi, cial recin llegado no estaran parloteando en las oficinas de correos! -Estos oportunistas son o necios o villanos -suspir para s mismo, volviendo a cerrar la cortina-. Barbin probablemente sea ambos. Es verdaderamente lo suficientemente codicioso, pero es astuto? Si pudiera penetrar alguna gran conspiracin de estos he, rejes, no estara confinado a esta triste ciudad para siempre. Para qu habr venido ese oficial de Holanda? Debo obtener una buena descripcin de l para mi prxima carta al rey. -Que las pobres ovejas de Cristo balan en desolacin, devoradas por bestias salvajes y expuestas a la furia del demonio, conmueve mi corazn. El anfitrin, el distinguido abogado Claude Brousson, le habla, ba a una veintena de miembros de la Comisin de Refugiados de Lausana y sus huspedes en su hogar. Era un atardecer a media, dos deJulio. Al da siguiente, dos predicadores recientemente orde, nados, uno de ellos Fran~ois Vivens, planeaban dejar la seguridad del exilio y regresar a Languedoc. Armand de Gandon, todava en 58 55. A_sesinos funcin de mensajero, haba trado cartas de Mirmand, el director de la Comisin de Refugiados local, y monsieur Brousson lo haba invitado muy cordialmente a acompaarlos esa noche. - Lo he conversado mucho con mi husped, el hermano Vivens, desde que ha llegado a mi hogar. Siento la direccin del Espritu y stoy enteramente resuelto, hermanos, a acompaarlo a l y a los rros cuando regresen a Francia maana para predicar bajo la cruz. Brousson era un hombre pequeo de ojos y tez oscuros, actitud serena y una voz de orador excelente con un toque de acento sureo. - Pero, hermano -objet uno de los ministros-, ser sabio ha- cr esto, considerando su estado de salud? Has servido muchas veces a la iglesia en Francia y ahora en Suiza, y has rogado por nuestras necesidades hbilmente ante prncipes y dietas. Para un hombre de entrenamiento legal como t, es el mejor uso de tus talentos ir de esta manera? Y eres un laico, ni siquiera ordenado! - Gracias por tu preocupacin, pero estoy decidido. Veo la direc- in de Dios en esto, pues tan pronto como resolv ir y consolar a nuestros hermanos, Dios me ha dado una remisin increble de las ;tA.icciones que senta en mi pecho y de la fiebre que me ha fastidiado durante todos estos meses. Es una seal directa! Dios levantar pre- dicadores y les dar palabras para decir incluso al ms idiote.11 Si los pastores regulares no cumplen con su deber, hastalas rocas hablarn! - Ests regresando a tus ideas de que los pastores son negli- entes cuando no regresan a Francia en busca de martirio? -haba una leve sugerencia de un tono tenso en la voz del interlocutor. -No, seor! -dijo Brousson muy humildemente- . Lamento que mis escritos de hace un ao hayan ofendido a tantos pastores; yno inst a nadie al martirio. Pero repito lo que dije entonces, que incluso si un pastor es matado, an podra testificar ms efectiva- mente desde su tumba que desde un plpito en una tierra segura. Sin duda fui demasiado directo en mi forma de hablar, pero dnde srn los pastores? Tenemosjvenes tales como el hermano Vivens ylos otros predicadores, e incluso surgen nios profetas. Pero estn rodos nuestros ministros ordenados tan ancianos o tan pobres de 59 56. Cwdquier sacriftcio safvo fa conciencia salud que no sienten que pueden desafiar el edicto del rey y regresar para servir a su grey? El hecho de que yo vaya debera gratificar a aquellos cuyas sensibilidades her -sonri un poco maliciosamente. Exceptuando algn desacuerdo sobre la sabidura de las inten- ciones de Brousson, la atmsfera era de un gozo santo, pues la partida de los predicadores y de Brousson, sus gastos pagados por el gobierno holands, sus planes perfeccionados por los lderes exiliados en Holanda y Suiza, representaban un primer paso hacia la recuperacin del protestantismo en el sur de Francia. Fran'.ois Vivens era el hroe de la noche. Era eljoven enfermizo e inelegan- te que Armand haba conocido de pasada en la casa de Jurieu, en Rotterdam. Su actitud era ms discreta que la de algunos de los hombres mayores ms fogosos. Su mirada intensa, casi apesadum- brada, pareca ver ms all del saln atestado de gente, y hacia las montaas de los Cvennes y el estandarte que deba ser erigido all contra la bestia y la mujer escarlata. La duplicidad practicada sobre l por los agentes del intendente de Languedoc lo haban transformado de un maestro de escuela bien intencionado y pre- dicador amateur en un profeta fantico, con un odio santo hacia la Iglesia Romana y todos sus secuaces. De hecho, haba sido una broma costosa que las autoridades en Languedoc le haban juga- do cuando traicionaron la confianza del joven predicador sincero. Ahora, gracias a Jurieu, haba sido ordenado oficialmente y era el agente de avanzada de la contraofensiva hugonote. Quizs, al principio no se haba sentido del todo cmodo en este grupo (mayormente compuesto por pastores educados de ex- periencia y buena posicin social), pero, a pesar de su panza, su pie cojo, su peluca, que no le quedaba bien, y su fuerte acento cuando comenzaba a hablar, los impresionaba con su pasin, su celo. Las palabras simplemente salan a borbotones. Estaba convencido, y era convincente en cuanto a que el tiempo para la restauracin de la iglesia en Francia era ahora. El celo renaci. Los sueos, los augurios y las profecas prometan ayuda sobrenatural. La adora- cin privada por s sola no era testimonio suficiente. Dios se esta- 60 57. ~esinos h. moviendo sobre los corazones en Francia. La liberacin estaba rea. Dios no hace nada en vano. l, Vivens, ejecutara los juicios d Jehov y, al igual que Elas, llevara a los sacerdotes de Baal y los pstatas que lo adoraban hasta el arroyo de Cisn, y all los dego- llara. Cercano estaba el da en que deban tocar la trompeta. Los ~ rcitos de la Liga de Augsburgo, la Gran Alianza, incluso ahora 11taban comenzando a moverse. Su pequeo grupo preparara el ~ mino. Los vaudois pronto se pondran en movimiento, tambin. Francia, la dcima parte de la Gran Ciudad, caera, y la adoracin Dios del modo que l lo requera sera restaurada en su tierra ti Francia. Dios haba castigado a su pueblo por su dejadez, pero t mbin los librara. Los templos que estaban destruidos y desola- dos seran reparados, y la ira de Dios caera sobre aquellos que tan ~ ruelmente haban matado a sus siervos o los haban confinado a 1 galeras, los calabozos o los conventos. Los "poderes" en Francia onocan la profeca de los 1.260 das. Saban que poda finalizar n 1689. Saban que los exiliados estaban comenzando a regresar. Los oyentes de Vivens, mayormente hombres de edad mediana n:ancianos, fueron conmovidos por su diatriba. Algunos se lamen- tilban por sus aos y problemas de salud, que les impedan unirse l grupo. Otros, obviamente encantados por ver que las cosas se movan, evidentemente vean a Vivens ms como un instrumento tue un lder; expresaban preocupacin por la fecha inoportuna y lo procedimientos. Algunos contradecan aljoven, pero l pareca rasi desdeoso de tales consideraciones, como si esto significara limitar al Seor con"consejos de carn: Fascinado, Armand escuchaba y observaba.Quizs han iniciado ms de lo que pueden concluir, pens. Qu control tendrn sobre este Qgitador una vez que estfuera de su alcance, corriendo por las monta1 'ltis? Debe haber miles de personas simples en esas provincias sureas, JUe se estn arrepintiendo de su debilidad bajo la persecucin, llevados a la desesperacin por las crueldades y las estupideces de Baville y sus agentes, espiados, gravados con impuestos, privados de sus hijos por los acerdotes, asesinados por la milicia catlica y por los soldados del rey 61 58. Cwqu.ier sacnjicio sm-vo eaconciencia cuando se encuentran para orar en los bosques. Si Vivens los agita, es- tarn los ejrcitos aliados preparados y dispuestos para ayudar? Ser que al ayudar a los vaudois a regresar a sus vq.lles abrir el camino para rescatar a los hermanos en Francia? Sus pensamientos fueron interrumpidos por una nueva voz. - La ltima carta que he recibido de Lyon dice que si podemos arrojar tres mil hombres al Dauphin o al Franche-Comt, cien mil hombres se unirn a nosotros en dos semanas! -el interlocu- tor era un pastor canoso valeroso-. El descontento es tan grande que hasta los catlicos se unirn a nosotros! -predijo. -Quin liderar a todas esas personas? -objet Armand-. Estamos preparados para armarlos? Se rebelarn a puo limpio? Hay algn ejrcito aliado preparado para apoyarlos? El hombre mayor se dio vuelta para mirar a Armand, con el ros- tro enrojecido. Lo mir furibundo, como si fuera un espa catlico. -Dejaremos eso en las manos del Seor! -le dijo-. Tenga cui- dado, seor, que no sufra el destino del portero que contempl la liberacin de Israel pero no particip de ella. Armand not que varios de los dems lo miraban divertidos. Se dio cuenta de que no vala la pena discutir. Por lo tanto, no cit la reticencia de Acab a escuchar profecas desfavorables, sino que solamente se encogi de hombros. Un poco ms tarde, hallando una oportunidad de hablar con monsieur Mirmand en privado al entregar las cartas, mencion su preocupacin. -Veo que tenemos en mente un gran diseo -se quej-; pero tiene idea alguna esta gente de cun lentamente se mueve un ejr- cito? Las fuerzas imperiales ni siquiera han entrado en Italia an. No sabemos lo que har el duque de Saboya. Los vaudois pueden de hecho empezar pronto, pero el enviado britnico ni siquiera ha llegado a Suiza para plantear un tratado con los cantones. Me pa- rece que ni un levantamiento por parte de la gente ni una invasin de fuera de Francia podra prevalecer sin la otra. No sera sabio persuadir a estejoven zelote de que espere un poco hasta que to- 59. ~esinos das las partes del gran diseo puedan moversejuntas? - Quiz, sea as, capitn -dijo el hombre mayor en tono som- bro- pero te olvidas de la gran apelacin de la fecha proftica de 1689. Tal como temen los catlicos, la profeca podra animar su propio cumplimiento. Si algo comienza, el impulso podra llevar- lo ms lejos de lo que nuestra cautela sugiere. Un xito para los vaudois, que no estn deseosos de esperar tampoco, tambin sera un motivo poderoso de aliento. El hermano Vivens es verdadera- mente una persona impaciente y furiosa, pero sera intil intentar detenerlo, y quin puede decir que el Seor no puede utilizar un instrumento como l? Mirmand hizo una pausa, pero Armand no respondi. -Como sabrs -continu Mirmand-, he estado trabajando para el reasentamiento de nuestros refugiados en las tierras pro- testantes. Tambin espero contra toda esperanza que o nuestro rey ser impresionado a cambiar de opinin y nos permitir regre- sar a adorar a Dios del modo que l desea, o que, de hecho, algn gran revolucionario pueda estar preparndose en Francia. Pero Ri puedo ser indiscretamente sincero, capitn, dado que percibo que tenemos algunas de las mismas preocupaciones, no veo como ventajoso para la causa de la verdad empapar de sangre la tierra. Ninguna acusacin nos es presentada con tanta insistencia que la de que la Reforma caus la guerra civil y la matanza. Ms bien, si el bien no puede prevalecer en Francia, siento que debemos acep- tar los propsitos de Dios para nosotros y huir a otra ciudad, ya sea en las Alemanias o, posiblemente, en las Islas Britnicas. - Por ejemplo, el rey Guillermo tendr mucha tierra que poblar n Irlanda con la huida de algunos de los rebeldes y las confisca- ciones tomadas de otros, y ya he iniciado contactos con las auto- ridades inglesas sobre un asentamiento hugonote all. Debo man- tener estos planes en marcha, seor, pues no podemos saber cmo terminar esta gran guerra. Pero, ven, volvamos a la asamblea. Regresaron al saln para encontrar que la conversacin an gi- raba en torno de las revoluciones esperadas. Madame Brousson 60. Cwquier sacriftcio safvo (a conciencia estaba sirviendo un refrigerio de bebidas fras adecuadas para una tarde calurosa en un ambiente atestado de gente. Era la segunda esposa de Brousson, y por lo tanto haba adquirido dos hijastros. De pie en un rincn, Armand beba a sorbossu refresco mientras notaba el rostro ms bien triste de madame Brousson. Presumi que ella no estaba tan entusiasmadapor las aventuras de Brousson como lo estaban los pastores refugiados. Sin duda, todava recor- daba muy vvidamente cmo su esposo haba sido proscrito luego del fracaso de las protestas pacficas de 1683; una propuesta pla- nificada en el hogar de Brousson en Toulouse cuando practicaba abogaca ante la corte regional all. Poco tiempo despus, su espo- so a duras penas haba podido escapar ante una traicin y se haba arrastrado fuera de Nimes por una alcantarilla abierta en medio de la noche. Ella y su pequeo hijastro haban escapado ms tarde. Este nio, un joven solemne de nueve aos, estaba ayudando a su madre. Cuando se acerc a Armand para llenarle el vaso con limonada, Armand pregunt: -Seorito Brousson, a ti tambin te gustara regresar a Nimes? -S, monsieur -contest dubitativamente-. Fue muy aterrador sa- lir de all, y estara asustado por regresar; pero no tanto si estuviera con mi padre. Me gustara poder volver a ver a mi hermanito. Est con la abuela Brousson en Nimes, pero est muy enfermo como para viajar. Deseara poder regresar para traerlo a l y a la abuela. El pastorClarion, uno delos directores delaComisin de Lausana, oy por casualidad la conversacin. Una expresin de dolor cruz su rostro, y le dio una palmadita aljoven Barthelemy en el hombro. -Por lo menos, tu hermanito est con su abuela piadosa -dijo- ' y debes agradecer a Dios cada da por eso. Mi pequeo hijo est en la escuela de losJesuitas en Pezenas. S que es un buen nio y que est cimentado en la verdad, pero tres aos es mucho tiempo, y hara cualquier cosa por sacarlo de all. l es mi Daniel en el foso de los leones, pues su nombre es Daniel. Pero -y sonri irnica, mente a Armand-, es ms bien, Daniel en un nido de vboras! El resto de la noche, mientras la charla entusiasta y optimista 61. Asesinos continu y Vivens y Brousson gozaban de la atencin y la aproba- cin de la compaa, Armand sigui pensando en la pareja silen- ciosa, madre e hijo, que estaran enfrentando sus propios terrores; aquellos de la imaginacin cuando un esposo y padre desaparece en un vaco silencioso y oscuro, sin recibir noticias de l durante semanas o meses, acechado, y con un precio sobre su cabeza. - El tema de los vaudois debe ser apresurado. La nieve cerrar los pasos en un par de meses. -Es muy probable que pronto todos nos reencontraremos, esta vez en Francia! Cuando, a principios de agosto, el pastor Sagnol de la Croix pidi hablar con Armand, estaba casi seguro del tema que que- ra tratar. El pastor era uno de los ms activos de la Comisin de Refugiados de Lausana en reclutar para la expedicin de los vaudois, y aunque de una forma general era sabido que los vaudois se estaban movilizando, circulaban un nmero aparentemente infinito de rumores conflictivos. Oficiales franceses experimen- tados seran necesitados como capitanes, y Armand haba indi- ado haca mucho, tanto al pastor Arnaud como a la Comisin de Refugiados, su disposicin para servir. Armand y Alexandre haban estado esperando en Lausana durante casi un mes a que todo se movilizara. Sagnol de la Croix estaba apurado, como siempre, pero pareca tener vergenza. - Dispongo de poco tiempo, monsieur -dijo, llevando a Armand :t un rincn de la sala de estar de la Posada de las Tres Coronas-. Me temo que algunos cambios inesperados... - No se preocupe, pastor -dijo Armand con simpata-. Le dije que estara contento de servir a la Buena Causa en cualquier puesto. -Lo s, monsieur, y la comisin est agradecida, pues cada ofi- ial con experiencia que podamos tener ser necesario. Pero algu- 65 62. CWIJlLier sacriftcio saf-vo fa conciencia nas de las personas con las que debemos trabajar han sido ms, eh, difciles, podramos decir. Me aflige decir que e_n este momento no hay compaa alguna disponible. -No hay problema, pastor. Si puedo ayudar a los pobres vau- dois y quiz preparar el camino para la restauracin de la iglesia en Francia, estara dispuesto a servir como un soldado raso! El pastor se mostr visiblemente aliviado, pero todava se des- haca en disculpas. - Hemos tenido muchos problemas con estos asuntos -dijo mientras sacuda la cabeza- Pareca apropiado que un suizo fuera el comandante. Monsieur Guy de Berna se ha rehusado a aceptar, y ahora el capitn Bourgeois de Neuchatel ha aceptado tomar el mando. En las capitanas de los voluntarios extranjeros, el sentir de los refugiados de Dauphin, que son el grupo mayor de entre noso- tros, fue que eligiramos al capitn Turrel en segundo lugar. Pero, a menos que podamos organizar ms compaas de voluntarios que las que podemos equipar en este momento, lo mejor que podemos hacer es ofrecerte a ti y a Frans:ois Huc un puesto de teniente. -Apoyar con todo mi corazn a cualquier persona que elijan los hermanos -dijo Armand-. Despus de todo, lo importante es que las compaas estn bien lideradas. -Tienes un buen espritu, hermano Gandon -suspir Sagnol-. Tan a menudo en la obra del Seor descubrimos que estas consi- deraciones propician la vanidad y la rivalidad. Es maravilloso que el Seor pueda siquiera utilizarnos para alguna cosa! -exclam, reanimndose-. Bueno, estamos de acuerdo, entonces! Hay mu- cho por hacer, y debo irme. Quiz tengamos que adelantar nues- tra partida antes de que todos nuestros hombres y provisiones puedan llegar, pues las autoridades de Berna no pueden ignorar nuestras preparaciones por mucho tiempo ms. Mantngase pre- parado, hermano. Necesita dinero para subsistir? -No, gracias, pastor -contest Armand, mientras acompaaba a Sagnol hasta la puerta-. Qu papeljuega el pastor Arnaud en todo esto? Pens que l sera el lder natural de su pueblo. 66 63. ~esinos El pastor siente que un hombre de guerra debera estar al mando. ,1 prefiere ser el capelln o, en sus palabras, el patriarca de la expedi, i6n. La expedicin se est preparando en un pas extranjero, y el pas, tor sinti que era apropiado que un suizo o un francs deba liderar. De alguna manera, dudo de que tendr dificultad alguna en dar '' conocer sus deseos, pens Armand al regresar a sus aposentos. Encontr a Alexandre recostado sobre el jergn que les serva de ~. ma, leyendo la Carta pastoral nmero 17 deJurieu, que Gabriel d Convenant le haba dado a Armand. - Sabas, Armand, que son las personas, en ltima instancia, las tue ponen reyes; que las personas son naturalmente libres, y que no stn obligadas a compartir sus bienes ni su autoridad con nadie? La t'anica funcin de los reyes es preservar el orden luego de la entrada del pecado. Por esta ley natural y los derechos de las personas, lo tue le ayudamos al rey Guillermo a hacer contra el reyJacobo el ao pasado fue perfectamente legal y aprobado por Dios. La violencia dbe ser 'jusr: si debemos reprender a los reyes. Ellos no pueden pretender controlar nuestras conciencias. - Es animador saber que lo que esperamos hacer por los vaudois aprobado por el pastor Jurieu -contest Armand solemnemen, r - . De alguna manera, tena la impresin de que el temible pastor enra que era deber de los magistrados suprimir la falsa doctrina. - De hecho, lo hace -dijo Alexandre alegremente-. Pero los ma, istrados no pueden suprimir la verdadera doctrina! Seguramente no, tttrs la distincin! Y, de cualquier manera, gracias a su humanidad, el p:tstor objeta el matar herejes, pero pueden ser silenciadosjustamente rn nombre del orden pblico para que no esparzan sus falsas ideas. - Muchsimas gracias por esta clarificacin -dijo Armand, son, ri ndo-. Me sentir mucho mejor ahora si en nuestra marcha nos topamos con las tropas del Gran Rey. - Qu quera Sagnol? -pregunt Alexandre, dndose cuenta i que Armand estaba disfrutando de su irona. - He aqu, un teniente de voluntarios en la expedicin que se proximal 64. Cuafquier sacriftcio saf-vo Ca conciencia -Teniente! -exclam Alexandre, sentndose derecho con des.. contento manifiesto-. Es hora de que te retires. Acaso no ves que ests perdiendo terreno? Tu rango disminuye cada vez que cam.. bias de ejrcito. Y los ejrcitos cada vez son de menor importancia! Ests retrocediendo! Eras mayor en los ejrcitos del rey. Fuiste ca.. pitn para el prncipe de Orange. Ahora, para esta pequea banda... da de bandoliers,12 eres un teniente! Creo que hay una injusticia en algn lugar. El pastorJurieu debera revisar este asunto. 1 Los dragones (dragoons) eran los soldados franceses que utiliz Luis XIV para llevar a cabo sus campaas de persecucin (dragonadas) contra los hugonotes. 2 Monedas, por lo general de plata, que equivaldran a unos cuarenta dlares actuales, segn el poder adquisitivo. 3 Bandidos, matones. 4 Trabajo, asesinato, etc. 5 Monedas de oro con un poder adquisitivo equivalente a unos 425 dlares. 6 Moneda francesa estndar, ms tarde el franco, con un poder adquisitivo equivalente a unos diez dlares actuales. Tres livres hacan un cu de plata. 7 Un veinteavo de livre; coloquialmente, un centavo. 8 El sur de Francia. 9 Ciudadanos acaudalados. 10 Alerta. 11 Simple. 12 Bandidos, soldados no regulares. 68 65. ,ttptulo 3 ( uejrcito" emprend [a marcha f e es un maravilloso tipo de secreto pblico! -se que- Baptiste Besson a Alexandre, en un clido atardecer en osto. Cientos de vaudois, hugonotes franceses y suizos curiosos, hl}mbres y mujeres, pululaban en los pequeos bosques de Prangins unos pocos kilmetros al este de Nyon, a orillas del Lago Ginebra. 1humo de muchas fogatas se arremolinaba en derredor de los rbo- l ,y hombres con antorchas iban de un lado a otro con desgano. La luzoscilante produca sombras cambiantes y reflejos danzantes en las uras aguas del lago. Alexandre y los otros voluntarios estaban des- rgando mosquetes de carros tirados por caballos, acomodndolos ntenderetes ordenados en los pequeos claros del bosque. - Parece una lstima que pueda haber alguien en Suiza que no ueda estar aqu en nuestro lugar "secreto" de encuentro -dijo Alexandre-. Espero que hayan recordado enviar invitaciones a ~ us Excelencias de Berna, y el residente francs de Ginebra! Alexandre y Besson se haban llevado bien desde aquel inci- nte en Coire. De todas maneras, a Alexandre le hubiera costado uedarse callado. - Capitn -objet un joven vaudois, rodando un pequeo ba- rril de plvora sobre el pie de un suizo curioso que no alcanz a tlcarlo a tiempo-. Estoy tan ansioso por regresar a casa como us- t d, pero partimos esta noche? Nuestros amigos de Brandeburgo n podrn llegar a tiempo, como as tampoco aquellos que vienen d sde el extremo opuesto de Suiza. Acaso no necesitamos a cada h mbre que podamos conseguir? - Yo no tomo las decisiones -dijo Besson bruscamente-. No preguntes ms y sigue trabajando! 66. Cwquier sacftcio saf''o fa conciencia Entonces, dirigindose a los curiosos que lo rodeaban, dijo: - Disculpen, messieurs y mesdames. Les ruego que nos hagan un poco de espacio, pues el tiempo apremia. Nos daran una mano? Dos o tres hombres suizos se adelantaron silenciosamente y co- menzaron a descargar una de las carretas. Entonces, Besson deci- di comentar sobre la pregunta de su compatriota. -Esto no es un gran secreto -dijo-. Algunos de nosotros quiz no hayamos sabido exactamente a dnde nos dirigamos cuando salimos de nuestros hogares, pero todos sabamos por qu estba- mos partiendo, y muchos de los suizos tambin lo saben. Cmo podrn no saberlo? Es un pas pequeo, y desaparecieron todos los hombres vaudois de sus ciudades y pueblos casi al mismo tiem- po. Acaso crees que los alguaciles no podan adivinar quines soq todos estos hombres, marchando por los caminos secundarios d Berna? Los messieurs de Berna difcilmente puedan fingir que no ven nada por mucho tiempo ms, y se vern forzados a volver a detenernos, como ya lo hicieron dos veces, si no nos apresuramos a salir de aqu. Es una lstima, y me apena mucho. Pero hasta cronograma es obra del Seor. Esta guerra nos da muchas cosas: nuestra oportunidad, los hugonotes que nos acompaan, y es tos mosquetes y provisiones que nos envan nuestros amigos en Inglaterra y Holanda. Se detuvo y enjug la frente. -Todos ustedes, continen trabajando! Es la obra del Seor - aadi vehementemente-, por lo que unos ms o unos menos no le hacen diferencia a l. Alexandre y los dems continuaron descargando las armas y la plvora mientras Besson se alejaba por un instante. -Crees que habr suficiente para armarnos a todos? Alguiel sabe cuntos seremos? Ni siquiera nos han asignado compaas, verdad? -pregunt un voluntario francs a Alexandre. -Cmo podra saberse eso? -contest Alexandre-. Me ente r que ni siquiera ha llegado nuestro comandante en jefe mismo, y que Govone, el hombre de Saboya en Zurich, sospecha de estQ 67. CEf "ejrcito" emprende Ca marcha yha alertado a los cantones catlicos. Ahora comenzarn a arres, t.lr a cualquiera que est viajando por los caminos, sin importar el m tivo, por lo que creo que partiremos en cuanto terminemos de li cargar estas cosas, con la esperanza de que los dems puedan ll gar ms tarde. Parece confuso, pues sera lindo si cada uno de ll)Sotros pudiera tener por lo menos un arma. Eh! qu son estas? 1'on hermosas! Estaba admirando una coleccin de pequeas esferas metli, .is, cada una con un hueco de ignicin. Tom una, calculndole 1peso, especulativamente. Eran pequeas granadas. El granadero 11 vaba una pieza de mecha de combustin lenta. La idea era inser, tJr un fusible en la granada, encenderlo, y arrojarlo lo antes posi, 1, pero con la precisin suficiente como para evitar que explotara ncre las filas de soldados del propio bando. - No me desagradara ser un granadero! -dijo Alexandre, sin, ti ndo cada vez ms convencimiento. - No mientras yo est aqu! -objet enfticamente un compa, ro de mayor edad-. Ustedes los infantes me ponen lo suficien, mente nervioso cuando desean llevar un mosquete. Me sentira nis seguro si fueras un tamborilero. Qu lstima que no estamos .tyendo tambores. Pero Dios nos libre de los canijos que desean r granaderos, que no tienen la altura ni el brazo adecuados para rrojar esas cosas peligrosas lo suficientemente lejos! No es nada rsonal, por supuesto, pero deseara que los novatos estn al frente, or si se desconcierta y su mosquete dispara demasiado pronto. Alexandre lo mir con enojo. -"Quin te ha puesto a ti por prncipe yjuez sobre nosotros?" pregunt maliciosamente-. Si sabes tanto, por qu eres un sim, 1 soldado raso, como el resto de nosotros? - Aprense! -grit Besson, con sus brazos llenos de rodajas d 1pan perdurable de los vaudois- . Cuntas veces les tengo que petir. No tenemos toda la noche! Armand de Gandon sali de las sombras en ese momento para v r el progreso de Besson. Pisndole los talones, venan dos hom, 71 68. Cwqu.ier sacrijicio safvo (a conciencia bres vestidos de manera incongruentemente engalanada. La tela de sus trajes pastel relucan a la luz de las fogatas, sus plumas y encajes, en contraste agudo con el ropaje comn y sobrio de los expedicionarios. Uno era monsieur Barbin, y el otro un joven ru, bio, intentando hacer crecer su bigote. Era el hijo del alguacil de Nyon y un confidente y fuente de informacin de Barbin. Ambos haban aparecido repentinamente al atardecer y no haban deja, do a Armand alejarse ms de tres metros de ellos durante las l, timas tres horas. Ahora permanecan inmediatamente detrs de Armand, analizando la escena. La mirada de Barbin revoloteaba de un lado a otro, y su amigo miraba fija y ms perdidamente a la confusin ordenada. -Qu se supone que tienes all? -pregunt rudamente Alexandre. Armand mir fatigosamente al"precioso"par, mientras los vaudois miraban fijamente, asombrados, a su plumaje, al igual que los visitantes suizos. -Eso es lo que me gustara saber -respondi, encojindose de hombros y dirigindose hacia Besson. Armand se haba dado por vencido con Barbin. Su presencia sugera algo siniestro, pero d joven pareca casi demasiado necio para ser peligroso. Una media docena de veces a lo largo de la noche Armand haba intentado acorralar a Barbin. Cada vez, el elegante visitante expresaba su in" ters y simpata por estos pobres vaudois simplemente maravillo.. sos y aquellos que tan heroicamente se ofrecan a acompaarlo Deca que casi se convenca de unirse a la expedicin! Arman cada vez, le insista que lo hiciera y le ofreca un lugar para l su compaa. Pero Barbin siempre presentaba excusas rpidas, lo- cuaces y vagas. La ltima vez, Armand haba comentado, sarcs ticamente: 'fcabo de casarme, y por tanto no puedo ir"!Pero alusin pareca evadir a Barbin completamente. El pastor Arnaud circulaba por la escena sobrecogedora, aco paado por un grupo de oficiales. Por razones de seguridad, d seaba que lo llamaran"monsieur de laTour': pero por supuesto q todos, los hugonotes franceses, los vaudois o, incluso, los s 69. CE( "ejrcito" emprende [a marcha curiosos, podan identificarlo. Profesaba satisfaccin por el pro, greso de la labor de la noche. l y sus colegas visitaban las diferen, tes fogatas, dando rdenes y sugerencias, respondiendo preguntas y haciendo predicciones animadoras. Pareca no perturbarse por la ausencia del capitn Bourgeois, el lder que haban escogido. -No hay nada de qu preocuparse! -repeta una y otra vez-. Si no llega a tiempo, nombraremos a otro. Debemos zarpar esta noche, yaquellos que todava estn en camino pueden zarpar la prxima vez. El pastor Sagnolyaest haciendo planes parauna segunda expedicin. Varios oficiales voluntarios hugonotes franceses se acercaron al fuego. -Pastor -dijo Armand-, solamente cuatro de los botes que al, quilamos han venido. Qu haremos:' -Eso es desconcertante -dijo el pastor, con expresin de con, fusin-. Ya he pagado el alquiler de veinte botes. Seguramente estarn viniendo. Los oficiales se miraron el uno al otro, y los soldados y curio, sos escuchaban tambin. Fue la presencia de estos ltimos la que le dio una idea a Frans;ois Huc, un teniente hugonote, un solda, do alto y extraordinariamente apuesto de Le Vigan en el sur de Francia. Tena un rostro abierto y simptico. - Esta locura por venir y ver el espectculo ha trado a muchos en bote -dijo-. Podramos realizar una "ejecucin" militar y sim, plemente requisar estas embarcaciones. Acaso no es providencial que sea un da de ayuno y tantos estn libres para venir y quedarse papando moscas al vernos organizar la expedicin:' El pastor Arnaud se anim. -Una idea excelente -dijo-. Asegrales que les pagaremos por todos los servicios, pero no acepten negativas! Huc y Armand, que ya eran buenos amigos, reunieron un es, cuadrn de soldados que estaba cerca y se dirigieron a la orilla corriendo, muchos de ellos riendo ante la sorpresa que tendran los barqueros y los espectadores, que probablemente volveran ca, minando a sus hogares. 73 70. Cwquier sacriftcio sar~o raconciencia Los barqueros estaban desparramados entre la multitud, pero se enteraron de lo que suceda lo suficientemente rpido y vinie1 ron corriendo a la orilla tambin, altamente indignados. - El alguacil de Nyon nos advirti de que ustedes, la gentuza italiana, estaban tramando algo -vocifer uno de ellos-. Nos dijo que si ayudbamos a cruzar el lago hasta Saboya a cualquier per1 sona, seremos reos de muerte. -Pero no tuvieron problemas en venir flotando hasta aqu con un grupo de curiosos para estorbarnos, verdad? -dijo Huc dul1 cemente-. Difcilmente pueda cortarles la cabeza a menos que los atrape, no es cierto? Somos todos protestantes aqu, y segura1 mente ustedes desean colaborar con la Buena Causa. Si no es as, bueno, estamos armados y tenemos sus embarcaciones y ordena.- mos que nos lleven al otro lado del lago, y les pagaremos bien. Qu dicen a esto? Dadas las circunstancias, no haba mucho que pudieran decir, pero despus de algunas quejas breves, los barqueros estuvieron de acuerdo. La prxima hora fue dedicada a cargar los botes. Los expedicio.- narios y muchos de los espectadores formaron cadenas humana!' y se pasaron armas y provisiones hasta la pequea flotilla. Para la una de la maana del sbado 27 de agosto, las fogatas de gran parte del bosque, abandonadas, se haban apagado, y el gento es taba reunido en la playa angosta, donde otras fogatas haban per manecido encendidas. La tarea fue realizada placenteramente, y el momento de partir estaba cerca. De pie sobre la proa de uno de los botes, encallado en la playa, el pastor Arnaud hizo una oracin pidiendo proteccin divina para el gran emprendimiento. Todos, tanto los participantes como los espectadores, hombres y mujeres, se arrodillaron en el suelo durante la dilatada plegaria. El pastor cit el Salmo 79 extensamente: -"Oh Dios, vinieron las naciones tu heredad; han profanado tu santo templo [...J. Dieron los cuerpos de tus siervos por comida a las aves de los cielos, la carne de tus santos a las bestias de la tier~ 74 71. Cfl "ejrcito" emprende Ca marcha Derramaron su sangre como agua en los alrededores deJerusaln, y no hubo quien los enterrase [...J.Derrama tu ira [...] sobre los reinos que no invocan tu nombre [...]. Porque dirn las gentes: Dnde est su Dios? Sea notoria en las gentes, delante de nuestros ojos, la venganza de la sangre de tus siervos que fue derramada. Llegue delante de ti el gemido de los presos [...J. Y nosotros, pueblo tuyo, y ovejas de tu prado, te alabaremos para siempr: Cuando se pusieron de pie, Armand se percat inmediatamente de que sus fieles sombras haban desaparecido. Le pregunt a Alexandre y; los dems que estaban a su alrededor si haban visto dnde haban ido monsieur Barbin y su pequeo cachorro rubio. Algunos de los sol, dados comenzaron a preguntar entre la multitud de espectadores: -Vieron a dnde fue el caballero de traje amarillo? -Si lo encuentran, triganlo de vuelta! -dijo Armand a Alexandre y varios otros voluntarios franceses-. Cuanto ms pienso en sus preguntas entrometidas y me pregunto cmo sa, ba que algo iba a suceder esta noche, ms pienso que deberamos mantenerlo con nosotros. Los buscadores partieron y regresaron un cuarto de hora des, pus. Alexandre regres sin aire. -Tus preciosos petimetres nos dieron el esquinazo -dijo Alexandre, respirando bocanadas de aire-. Nos dijeron que l y su amigo lleno de granos de Nyon salieron corriendo del bosque luego de la oracin y partieron galopando en una nube de polvo rumbo a Ginebra. -Bueno -dijo Armand con amargura-, si estn yendo a informar, le a d'Iberville, tendrn que viajar toda la noche a caballo, pero igual, mente eso hace que sea ms imperioso an que salgamos de aqu. Las embarcaciones eran una especie de balsas para aguas poco profundas, con obra muerta baja y una o dos velas. Finalmente, se logr acomodar a unos setecientos u ochocientos hombres y algu, nos caballos, y quedaron alrededor de doscientos hombres en la costa para ser llevados ms tarde. Aquellos para quienes no alcan- zaron las armas tambin debieron permanecer. Se levant una bri- 75 72. sa, y con remos y velas lograran cruzar el lago rpidamente has- ta la costa sur invisible. Embarcacin tras embarcacin zarparon en la oscuridad acompaados por los buenos deseos de quienes quedaban en la costa. Las luces de las fogatas se fueron apagando mientras los barqueros remaban hacia la noche nublada y sin es- trellas. Pequeas gotas de lluvia caan espordicamente. Los botes no llevaban luces, y pronto se comenzaron a desviar y a separar. Al principio los barqueros se llamaban el uno al otro, pero despus de un tiempo los oficiales se lo prohibieron, por lo que todos permanecieron mirando detenidamente hacia la estigia oscuridad, preguntndose qu recepcin los esperaba en las costas de Saboya. An era oscuro cuando los botes comenzaron a arribar a las playas cerca de Yvoire. La costa estaba desierta. No hubo bengalas de sea- lizacin ni disparos de advertencia.Juntando coraje, los expediciona- rios encendieron antorchas para que los dems botes pudieran encon- trar el punto de reunin. Los barqueros volvieron a partir rumbo a la costa Suiza, y se les pag por adelantado por un segundo viaje, pero solo tres de ellos cumplieron con su palabra.Al ltimo momento lleg un pequeo bote desde Ginebra, con 18 voluntarios ms. No haba tiempo para lamentar estos contratiempos, aunque los saboyenses no dieron seales de vida cuando comenz a rayar el alba en el este. La pequea fuerza fue formada en la playa. Se desig- naron centinelas y se dividi