Crónicas de garage

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CRÓNICAS DE GARAGE Juanez Evaristo García Cardona

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CRÓNICAS DE GARAGE

Juanez Evaristo García Cardona

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Juanez Evaristo García Cardona

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A quien se sienta identificado con el

contenido del libro, a quien tenga el

desacato de desentenderse conmigo a diario,

a quien la vida le ha dado tantas vidas que

parece encerrado en un garage.

A todo aquel que quiera volar un rato con lo

que mi ser quiere decir, con las ocurrencias

que mi intelecto logra meter en una cajita de

cartón para luego ponerla, es decir,

plasmarla en un pedazo de papel. Cierta vez

yendo a una tienda me encontré de frente

con un letrero que dictaba: “Tú tienes el

poder de hacer feliz a alguien”, y eso fue

una motivación para recopilar los viejos

tiempos y crear una antología poética de

estos casi nueve años de escrituras. Algunos

poemas no están terminados, algunos fueron

reclamados por personas que se sintieron

llamadas, algunos dicen verdades relativas,

pero todos los transcribí como lo sentí en el

momento de escribirlo. Y muchas de las

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ellas, gracias Salo; y el título, gracias Tavo;

y la portada, gracias Clau; y la pelea, gracias

Víctor; y el amor, gracias Yhoma; y los

regaños, gracias Luiza. Gracias, infinitas,

mejor loco que mal acompañado, ¿no?.

Solo me queda dejarlos volar con esto, y

citar a uno de mis poetas favoritos:

“Nada ansío de nada, mientras dura el

instante de eternidad que es todo, cuando no

quiero nada.” Oliverio Girondo.

Con mucha rabia. Juanez

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El paseo de los dioses

Es bien sabido que los dioses salen a

caminar por las calles de las ciudades

distantes, y que su vida depende de fuerzas

divinas. Cierto día, un muchacho iba

manejando su vehículo y atropelló a uno que

no veía a ambos lados.

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Muro pintado

Es un mundo sin tecnicolor, todo gris, o

negro si se mira de esa forma. Dibujos a

piedra en las paredes de la vieja casa, que

también era de piedra, adornaban el

aposento y una vela despedazaba la

oscuridad del recinto. La señora de la casa,

que no se acostumbraba al incesante frío,

limpiaba los cuadros de gelatina que

bordeaban los feroces dibujos. La señora, de

aspecto delgado y finas definiciones, se

encontraba en el cuarto de las nubes, un

cuarto sin techo que dejaba ver los cuatro

cinturones de su planeta hogar, y Tritón que

alumbraba cada vez más por esos días, y

Proteus que nunca se dejaba ver, y ella que

yacía quieta observando tal majestuosidad.

Mientras realizaba su limpieza matutina, una

de las largas noches del año, encontró en la

pared un escrito de su esposo que decía:

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"Para el amor

existen dos opciones

amar o no amar,

el que ama deja de ser

el que no ama…

No existe"

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Encarcelado

De esta cárcel no puedo salir

consciencia al filo del abismo

sueños de amor inalcanzables

¿cuál es tu nombre?

diosa del oscuro lado del cielo

corazón de los días de vida.

oh, bajo la mesa de cartón

ah, miro asustado su delgada existencia

al latir del viento

y con olas de cebada.

De esta cárcel no puedo salir

no está aquí…

Nunca está.

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¿Qué quiero hacerle?

Verla, sentirla, acariciarla, tocarla, palparla,

escucharla, oírla, escribirla, penetrarla,

inmortalizarla, publicarla, musicalizarla,

poetizarla, fumarla, tomarla, airearla,

abrazarla, besarla, matarla, asesinarla,

encerrarla en palabras y volver a empezar.

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Esperando terminar

Con el sentimiento al flote

los dos amantes

como incautas babosas

se encierran en interminable abrazo

por su humedecido beso empiezan

con sus delgadas manos

acarician sus dulces cuerpos,

inocentes de sus actos

continúan con su ropa en el suelo

se ven volar las blusas

los pantalones ondean el aire

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Cansancios hondos

Dentados fondos del hondo otro corto

invento y tento con terco viento

cansancio intenso de letras pueblas

tanto tanto incauto tacto de lo inmaculado

a lado y lado

pienso peso tenso del nocturno incubo

neto

observo lentos perros cárnicos invitando

posos toscos

cantando andando orando pero cansado de

tercas tetas en secas becas

organizadas

oscuridad absoluta de noches torpes

camino indicio de indeciso remeditativo

cariño obtuso por semicircundantes partes

tomo sorbos cortos de tintito

y me inspiro.

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Tríptico

Siempre llega mi mano

más tarde que otra mano

que se mezcla a la mía

y forman una mano.

Siempre llega mi boca

más tarde que otra boca

que se mezcla a la mía

y forman una boca.

Cuando voy a besarte

advierto que mis labios besan

otros labios

que acaban de besarte mientras yo te beso.

Y en el preciso instante de tocarte

la mano

descubro que ya estaba

antes de haberla tocado.

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Por eso es muy posible que no te ame

y que mientras dejes de amarme

ya me encuentre amándote

vestido de blanco

con rosas en la mano

suplicando por tu amor.

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¿Qué diablos pensás?

Borracho de la vida y de existir, recorro con

tambaleados pasos mi camino, a veces

errado no lo puedo negar, quizá por malas

acciones o pésimas decisiones; avivado por

la sensación del alcohol recorriendo mi

interior, como vos, que al final sos una ella.

Vos por tu lado, me mirás con tus obscuros

ojos de amor, ausentes de toda calidez,

parece que me amás y no sabés ocultarlo,

que puta sos, venís y me hablás cada noche;

acaso ¿no sabés que te sueño?, gran señora,

majestuosa, implacable, ineludible.

¿Qué diablos pensás de la vida, absurda

muerte?...

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Perfecta poesía

Perdoname preciosa poesía por proponerte

pensamientos precarios, pero persigo

precautelarme principalmente para

pensamientos perversos. Pretendo pedirte

palabras pensadas para purificar personajes,

pero papeles plantean portentosa práctica.

Precipito párrafos perfectamente planeados,

pero padezco polémica para poner palabras,

pasan pocas por pensamientos puntuales.

Poderosos puntapié pulverizan penosas

pronunciaciones producidas por pequeñas

plumas para proyectar por pupilas preciosas

palabras poco pegadas.

Perdoname, poesía, por pedirte payasadas,

por ponerte pesadas pasiones. Pero parecés

peleando por penetrar puertas prohibidas,

por parecer pelaito pidiendo pendejadas.

Pero pararé, poesía, procuraré poner

palabras pensadas para personificar

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preciosas propuestas, porque perdurarás por

pentasiglos para posicionarte,

perfectamente, prodigiosa.

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A la cosa pútrida

De cabellera blanca y revoloteantes ojos

como olvidar tu dulce pero mortal voz

sentado aquella vez

yo con mi cigarro

vos con tu almohada

te hice cuatrocientas preguntas

ninguna tuvo respuesta.

Tus ojos clavados en mi

como en alguna ocasión

clavaste tus colmillos,

nos miramos

unas ochenta horas

ese día.

Diez años ya conmigo,

caminando de mi mano,

durmiendo mi sueño

ensuciando toda la casa.

Y ahí seguís, puto perro.

Puto Pelushine.

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El afiche publicitario

“Aquí somos todo OIDOS!

Cuentanos en que podemos mejorar y en que

somos buenos.

Te escuchamos!

Envianos tus comentarios

[email protected]

Buenos días... Quería hacer saber mi

inconformidad con el letrero publicitario

instalado esta semana en el parque Playpoint

West. A mi parecer, y no lo digo por

jactancia aunque parezca, el letrero debería

tener una buena ortografía, ya que es un

anuncio publicitario y es la imagen de la

compañía. La falta de tildes, me parece a mí,

que es como escribir “asucar”, o “cabayo”,

aparte de feo da muy mala imagen. Y tal vez

los clientes no lo noten, porque puede que

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sea así, pero considero que las cosas se

hacen bien o no se hacen.

¿Alguien me podría decir qué significa la

palabra "oidos"?, ¿por qué, si se está

escribiendo un texto en español, castellano o

paisa, el signo de admiración solo está

puesto al final de la frase cuando debería

poseer los dos?, ¿"cuentanos"? falta grave,

motivo de extradición, y ¿si fuera francés?,

cuantas tildes se dejarían huérfanas y sin

hogar. Los "que" utilizados allí no son "que"

son "qué" ya que son preguntas indirectas

que hace el afiche.

Cuando se habla con un cliente, se debe ser

directo, claro, especifico y respetuoso, al

decirle "envianos" tus comentarios, se está

tomando un cierto grado de confianza que

no se debería tener. Y no es porque odie que

como cliente me traten de tú, o de envianos

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o de cualquier trato donde se pueda llegar a

buscar confianza de un desconocido,

considero que es mal vista, mal escrita, mal

utilizada esta palabra.

Gracias por la atención que creo me fue

prestada a ésta, mi opinión.

Hola Juan,

Tu comentario es muy válido y produce

cierto sonrojo ya que es cierto, tenemos

descuidado el idioma, pero esta validez

pierde fuerza cuando se hace de una manera

inapropiada y, utilizando tus propias

palabras, sí da cierta imagen de jactancia.

Agradezco tu comentario ya que demuestra

tu atención a los detalles y tu aprecio por las

letras, cosa demasiado importante y muy

olvidada. Te invito a encontrar la manera de

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hacer tus críticas de una manera más

constructiva ya que tus palabras tienen

mucha fuerza y esa fuerza, considero, debe

ser bien empleada.

De nuevo mil gracias.

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Verde a su lado,

colección de conocimientos,

pérdida del tiempo,

tranquila muerte,

vanaglorioso amor.

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Historia baladí

Entró en su habitación, sola, acompañado

por una leve tristeza que lo obligaba a entrar

en cavilaciones del intelecto que solo los

sentimientos logran evocar, sobre la mesa de

noche (un metro cuadrado de baldosa fría,

delimitada perfectamente por un color

blanco mugre) se encontraba su libro

favorito en medio de la oscuridad que

meditaba entre el azar y la noche. «Que día»

pensaba mientras avanzaba entre las

oscuridades contiguas buscando el

interruptor.

Él era un joven, árbol como pocos. Árbol,

que utopía, tal necesidad de sentirse árbol o

mar en la sociedad donde todos se quieren

humanos, sentirse árbol puede caber

perfectamente en la revolucionaria

mentalidad de él, sentirse árbol en medio de

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la oscuridad de su deshabitada cavidad de

cuatro paredes erguidas sobre el

comúnmente llamado suelo o piso,

deshabitada por solo unos segundos ya que

él había entrado con la venturosa pasividad

que su tristeza le otorgaba.

«Estaba cogido del día, la mañana avanzaba

presurosa, como todo el tiempo, el tiempo

no espera, nunca lo hace, como lo voy a

querer si ni siquiera lo conozco, si nunca se

detiene a esperar que yo me lave el pelo o

me cepille los dientes, como lo voy a querer

si en medio de su afán ni se fija que existo y

sigue volando en sus pensamientos del no-

pares como una gaviota a las seis de la tarde,

corre y corre, y de correr nunca se cansa;

avanzaba y yo seguía durmiendo, aún con un

poquito de ese dulce sueño que me había

acompañado toda la noche, y a sabiendas de

tener que despertarme agarré la primera

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máscara que encontré y me la puse, todavía

dormido, ni siquiera noté cual era, no vi su

color, no la sentí, solo la puse sobre mi

rostro y me paré de la cama volando, no

esperaba que fuera ésta, la máscara que

odio, la de mi tristeza»

Se encontró perdido en sus pensamientos

que a esa altura hablaban de su despertar,

del motivo de su tristeza, de sus máscaras,

de su juego de máscaras que yacía en el

borde de su delimitada mesa de noche, ocho

máscaras diferentes (no podían ser menos),

«de todas mis máscaras y por el afán de

despertarme escogí la verde, y solo ésta,

¡que hastío!; debí organizarlas anoche a

modo de no olvidar cual debía ponerme.

Olvidar ¿qué palabra es esa?.».

En la sala de lecturas estaba ella, que lo

observaba detenidamente mientras él

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caminaba quieto y sin moverse, manoteando

al viento, como peleando con un ser

imaginario que lo obligaba a hacer algo que

ciertamente no quería, como un león que

ruge para si mismo, como un perro que

duerme y ladra sin darse cuenta de lo que

hace; por un largo instante de tiempo lo

pensó hasta que por fin se decidió a hablarle.

-Y, ¿cómo te fue hoy? - dijo ella.

-No quiero hablar de mi día, – dijo él

encontrando por fin el interruptor - estuvo

verde, sabés que no me gusta cuando el día

es verde, tal vez me di cuenta un poco tarde,

cuando no había más por hacer, cual de las

máscaras había escogido para este día. Es

hermoso saber que aún te preocupa mi día.

- Solo me extrañé al verte jugando tenis sin

raqueta y con el viento.

- ¿Lo hice otra vez? - preguntó envuelto en

carcajadas.

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- Sí, y no sé por qué te extrañas cuando te

pregunto por tu día – decía ella mientras

cerraba el gran libro de unicornios que había

sacado de la biblioteca - sabes que aún me

gustan tus historias.

Sacando un libro de su maleta comprendió

la absoluta verdad, aun sabiendo que las

verdades no son nunca absolutas, que no sé

qué noes y que yoes, que a sabiendas de

verdades siempre relativas pensamos en la

absolutez como parte del circo psicodélico

que supone el tener éstos y no otros ojos, el

tener ésta y no otra mente solitaria hablando

de quien sabe que silencios mundanos con

uno mismo, percatarse de la sarcástica

verdad que tiene una mujer desnuda en el

último rincón de la memoria caminando de

la sala a la cocina, volando desde el

comedor hasta el trabajo, cocinando los

sueños que luego serán pesadillas por no

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poder cumplirlos sabiamente. Que verdad

nos acercaría al amor, sabíamos de los

recovecos y remeditaciones y reputaciones y

restricciones, pero aun sabiendo cuanto nos

queda por saber, saber que o como nacen los

patos.

Nos encontrábamos cada noche, desnudos

en muchas ocasiones, sin tocarnos ni un pelo

ni una pieza recubierta por la piel, yo la

conocía desde sus cabellos riachuelos hasta

sus dedos no menos besables, pasando por

sus montañosos pechos y navegando por sus

labios que se entreabrían para abarcarme en

un abrazo dulce y húmedo; no hacíamos el

amor, hacer el amor era más complicado,

solo teníamos sexo que es algo que se da

mucho más fácil, de igual manera nos

entregábamos sin discutir en los detalles, sin

pensar en las heridas de los crueles pasados,

amándonos (eso creo) con fervorosa pasión,

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sacábamos todas las armas, los dientes, las

ideas, y las plantábamos en una hoja de

papel imaginaria para no olvidar ningún

detalle. En aquella ocasión, me recuerdo

sacándole uno a uno los botones de su blusa

algo acabada y de profundo azul, con mis

dedos, un poco tímidos, seguía el río que

lentamente conduce a su espalda y besando

cada una de sus casas interplanetarias me

adentré en su bosque.

Ella, un poco más desnuda que él, dejaba su

ser al viento, el de él, que andaba frío por

esos años, como bailando sobre las cumbres

montañosas de la selva; eterna

majestuosidad natural de plantas y colores

vivos, él preparaba su arsenal de

sentimientos para ahondar, es decir,

adentrarse en la inmensidad de su selva, la

de ella, que adolorida por tantos soles y

desnuda espalda gemía dulce y azul mientras

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él ni siquiera se percataba, o mejor

expresado, no notaba su papel sobre ese

sortilegio. Giro de posibilidades, nimias

momias espeluznantes y críos de tántalo y

azares cotidianos, azar que no mucho antes

habían usado para encontrarse en el mundo

después de largos caminares por oscuros

senderos, aunque no caminaban solos,

caminaban acompañados por sus dudas y sus

miedos, por sus pensamientos y sus tristezas,

por sus alegrías y sus pesares, con sus

colibríes y sus perros, caminaban sin

buscarse, caminaban queriendo encontrarse,

caminaban en un mundo lleno de soles, y de

soledades, hasta que el destino, o bien sea

dios, logró hacer verde la esperanza, a vos te

hace falta un poco de mi soledad le dijo en

medio del tropezón que los unió, cuando de

pronto sobrevino un silencio, como se sabe

en estos casos es difícil decir algo que

realmente no sobre, silencio que las

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golondrinas y los ángeles llaman asombro,

silencio que en la canción que sonaba era

necesario.

- ¿Por qué estás tan callado? - preguntó ella

como esperando que él le contentara con una

de sus historias del día.

- No es nada querida, solo que los zapatos

me están presionando mucho el ojo.

¿Quieres una copa? - preguntó mientras se

dirigía a la cocina donde guardaba un poco

de vino para ocasiones importantes, aunque

ésta no era una de esas.

Un encuentro con la muerte, tan cercano y

solo eso. Sirvió una copa de un Merlot

exquisito, de esos que saben a ciruelas,

encendió un cigarrillo, puso un disco de su

colección de Jazz y se sentó a disfrutar.

El silencio de la canción que suena, que es

tan necesario en el ritmo. Ese silencio de

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almas que supone las frases pronunciadas

por él al momento en que se dio la simple

oportunidad, ella aún asombrada y

contemplaba al árbol, que era él, y lo miraba

dulce, con una calma apacible como con

deseo ineludible de ser mutua a tal

proposición; le sonaba mucho la idea que

seguía rondando por su cabeza, la de ella,

dos soledades unirse en un eterno abrazo

que sobrepase las fronteras internubilares y

cósmicas con su nave dorada de propulsores

subatómicos y sus intrincados circuitos

reforzados imaginariamente, dos soledades

que no son más que una soledad mayor

acompañando un camino indivisible,

parecido a la luz o tal vez a un camión o al

caer de la lluvia que no toma las

prevenciones necesarias para no mojar al

momento de continuar su trayecto vertical,

dos hermosisimas soledades tomadas de las

manos (solas) y plantadas, es decir, unidas

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por palabras, por placeres, que caminan, que

toman el té a las seis de la tarde, que se

sientan a mirar las viejas fotografías de su

álbum de recuerdos, dos soledades que

comen juntas y aun así se consienten solas,

que toman un baño al iniciar el día, que se

visten y se van al trabajo por distintos

rumbos pero sabiendo que una soledad los

espera al caer la tarde, que se maquillan las

verdades (y con razón) para no herir la

soledad ajena, circunstancia de encontrarse

solo o sin compañía. Pero él, que caminaba

por la calle de Pethit-Chene antes de

cruzarse con ella, no hablaba solamente de

unir soledades, soledades que se unen y se

entregan, es decir, se funden, se acompañan,

se franquean, se besan, se miran durante

horas y segundos sin siquiera mencionar sus

más oscuras mentiras y sonríen al son de un

café en el restaurante, que se descuidan y se

preguntan por qué la ausencia de la

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camiseta, que se dan de comer una

hamburguesa deliciosísima, que se centran

en el balcón de la casa y se fuman un habano

sin prevenciones, que se desnudan... Así

comenzó todo, luego de sacarle la blusa por

completo y quitar uno a uno cada uno de los

que parecieron cuatro mil ochocientos

sesenta y siete botones, se aparecía un nuevo

silencio, esta vez de movimientos y él,

queriendo besar su espalda, saltó desde el

borde de la cama cuan hormiga con alas o

rinocerontaguila hasta llegar a la divina

espalda desnuda que patrocinaba ella,

descendiendo a besos y versos por sus

montañosas nalgas y dejándose fluir por su

caudaloso río de deseo, el que conducía

siempre a sus omóplatos.

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No lo niego

No lo niego,

en algún momento creí que podría existir

un dios que me acercara a vos

un dios alto, magnífico, veloz, experto

en temas de amor y creyente

de una unión de dos;

uno que me regalara el placer de mantener

tu aroma en mi olfato

como consecuencia de nuestro

encuentro semanal;

de hacer que tu rostro

no estuviera solamente en

mi corteza cerebral;

de tocar tus labios,

enfriados por la noche serena,

con los míos;

de acariciar tus manos,

tan tuyas como mías;

de hablarte con mis ojos cuando

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los tuyos buscan respuestas;

de observar tus cabellos después

de sucumbir a tu cálido abrazo.

Pero estoy igual,

tu aroma, en mi memoria;

tu rostro, en mi recuerdo;

tus labios, en mi frío;

tus manos, solo tuyas;

tus ojos, sin preguntas;

tus cabellos,

en tu abrazo,

sin mis brazos.

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Se vive…

Poema doce

Se nace, se aprende, se escucha, se habla, se

lee, se escribe, se palpa, se siente, se relee,

se edita, se embarca, se explora, se conoce,

se aturde, se acude, se obsesiona, se

complementa, se juega, en enjuaga, se

aliviana, se come, se bebe, se suelda, se

acuchilla, se desviste, se cepilla, se peina, se

atortola, se acurruca, se llora, se disculpa, se

ametralla, se termina, se exclama, se ama, se

seca, se fuma, se acribilla, se aminora, se

explota, se duerme, se vive, se vuela, se

atraganta, se ahorca, se humedece, se revive,

se quema, se ampolla, se chuza, se sucumbe,

se proclama, se declama, se siembra, se

enamora, se recuerda, se acobarda, se

emborracha, se llueve, se confiesa, se mira,

huele, se aparca, se olvida, se estremece, se

agranda, se deja, se sale, se sexa, se extrae,

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se apaga, se bota, se cierra, se limpia, se

barre... Se muere.

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Amanochecer

Rabiando rememorables replanteos tísicos

cansado de obnubiluxaciones repentinas

y repetidas

en las noches que en coche

y descorche repensé

o no noto tantos tontos orcos y no cojos

de esgualamidumias acciones

y opciones, nociones que envilecen,

recrecen y reverberecen el ser

ensorsimismado en pensamientos miento

y en mi entro.

Y de lo par ido, y lo reparido,

y de lo imparido, y lo impar ido

y de las angustosesiones recesionadas

y no reflexionadas

y de las recontratristadas pedradas pasadas.

Paso a paso paso y pasa y pienso

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paro reprofundísimos, y reconfundidísimos,

y redificilícimos repensamientísimos

y reconculcórneas córneas corneas

repensando repasadas pensadas y no pesadas

mientras la no noche no me nota, ni anota,

sin mente, sin memoria, sin mendigas

muchedumbres

nimiedad edad mental y astral adquiero

encandorbienungido por buenos

repensamientos y remeditaciones

mentales inmentables mentalizaciones

metalingüísticas

pensando ando dando tanto hago

de noche,

que es tan noche como no día

y piensa.

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Parto del hecho…

Parto del hecho

de que no me creés

sos el verso que me da vida

cada día al despertar

y solo me amás,

cuando nos vemos,

es cierto,

como amar un cuerpo que no ves,

que no tocás, que no olés.

Yo te amo,

en mi recuerdo,

en tu presencia,

en tu voz por mi teléfono,

y esa pasión que inspira

y delira y suspira,

esa pasión que inserto

en cada texto,

para que lo leas

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o lo escuches

y luego cantes

o bailes

o vueles.

Apareciste un día de agosto

y mi vida volteaste,

y mi canto afinaste

y mi poema puntuaste,

y fui un idiota y me aguantaste

y fui un perdido y me guiaste

y fui un cobarde y me dejaste.

Luego volviste

con mi cambio al hombro

hoy te siento,

hoy te aclamo,

hoy te abrazo,

hoy te agradezco esa comprensión.

Gracias por habitar

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en mi memoria

y mi cama.

Gracias por dormir conmigo

en nuestra casa gris.

Gracias por cuidar de mí.

Y te agradezco porque en mi mundo,

la luna sale a caminar

siguiendo tus pupilas,

y el sol apresura a ocultarse

detrás de una nube

porque tu pintas el paisaje

mejor que él,

y los lobos aúllan,

cuan ángeles tocando trompetas,

al sentir tu presencia.

Y te agradezco por la felicidad

que me haces sentir.

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Y te agradezco por el amor

que me haces entregar

sin intentar sacarlo a la fuerza

Parto del hecho

de que te amo.

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Intelecto

(Léase con un dedo en la nariz)

Son los codos otros del cómodo orco y el

ozono tosco fofo y coco;

el ahonde, la palpitada en pecho hecho

sentimiento estrecho trecho sin techo;

la acertada y no cercada de mi sin voz, sin

vos, sin tos;

y de mi recoveco intelecto.

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A la hora de comer

Cantar comiendo,

dormir comiendo,

caminar comiendo,

beber comiendo,

abrir la boca

del estómago, °

y dejar comiendo ° ° °

los dientes de los ojos, °

hablar comiendo,

amar comiendo,

vivir comiendo,

pero sobre todo…

Comer comiendo.

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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Semana

Soy yo, aquí sentado, escribiendo lo que de

mi interior emerge. Anhelando desde el

domingo, un sábado eterno, que, como el

lunes sea principio, hermoso sea como un

viernes; intrínseco, como éste y todos los

jueves; sofisticado como el martes, y que de

miércoles, posea esa paciencia, tan propia

como ajena, tan oscura como clara, tan sutil

como brusca, tan abundante en mí, como la

hermosura en vos.

Anhelando un sábado, tan sagrado como

hoy, tan fiestero como ayer, tan alegre como

antier, tan trabajador como mañana, un

sábado a tu lado.

Preparando mis futuros pasos, en el

presente, con experiencias pasadas; por

ahora cerraré mis ojos, dejaré fluir la locura

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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que, únicamente, abarca mi corazón, que

advierte un hermoso principio, en un sábado,

al final de la semana.

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Juanez Evaristo García Cardona

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Cada vez sos más noche que tarde;

convertite en noche, tarde.

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Juanez Evaristo García Cardona

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Al cangrejo

A ese ser perfecto,

a dios hecho mujer,

a la encarnación del amor,

a la música de la vida,

a la excelencia del amanecer,

a ese despertar con un café,

al cantar de su escoba,

a la bendición de su almuerzo.

Mujer sensata y mujer dispuesta,

mujer calmada y mujer canela,

mujer sola y mujer pujante,

mujer ansiosa y de siestas,

mujer antigua y modernizada;

caminante, adolorida, amada,

mujer sonriente y mujer tranquila.

De marcados rasgos

y majestuoso semblante

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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de mente abierta y voz en mi,

de las mejores, la mejor;

de las comidas, la chef;

de los chistes, la carcajada;

de la lluvia, el agua.

¡Oh, sublime mujer!

¡Oh, astro brillante y azul!

¡Oh, calma de los impacientes!.

Mujer irreductible, mujer rebosante,

mujer descolorida, mujer de luz,

mujer profunda, mujer actriz,

mujer televisora, mujer recoloreada,

mujer adentro, mujer madre.

Madre roja con tintes de color vida,

madre verde con sazón a esperanza,

madre azul con conocimiento de océano,

madre negra, y madre monte.

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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El café

A veces, no tengo una idea clara de lo que

quiero escribir, miento, nunca tengo idea.

Me subo en un barco de madera con grandes

velas y dejo fluir todo lo que el sentir deja

escapar. Una cuchara, una servilleta, el tinto,

un pitillo, una mujer. Instrucciones para

hacer un café instantáneo: Ella (la mujer)

mezcla los ingredientes en un pocillo de

agua caliente y con la cuchara revuelve.

No entiendo por qué pero jamás me queda

igual, debe ser el dulce y armónico

movimiento de sus dedos al agarrar (y no

coger) la cuchara, ese tin tin musical que

emite sonidos apagados mientras se va

mezclando las partículas de café con las del

agua, el microcosmos de sus delicados

dedos que con pulgar e índice hacen ir y

venir el elemento que, no logro comprender

cómo, emite un reflejo inverso de mí; deben

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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ser sus ojos que me miran, las burbujas de

colores en el límite del líquido, la servilleta,

el pitillo, el café, un sorbo, ¡ah! Delicioso.

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Juanez Evaristo García Cardona

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Emerges

Desde palabras épicas con tinte azul,

con la cribada mitoforma del abducido

pensamiento hambriento,

y la sesgada arqueada mellada hada

hasta las recónditas métricas cavidades

míticas

y de los cansancios nimios del tú

tan tú

y con la espera a cuesta que llevarla

cuesta

desde el sueño insomne y la hermosa

musa que acusa

con la no muda pluma cruda y el sentido

tacto tanto o menos cauto

y del resentimiento con sentimiento

y del consentimiento sin sentimiento

hasta el sintagma semántico y

sin o con sentido

y los marcados inusados y críticamente

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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concentrados

con toda la mente demente y de mente

en mente y el gesto hundido

como ido y traído

y la calcinada forma armada de la nada

y aclamada

y mejorada

pero calmada.

Desde el desdén mismo de

inicuos escritos

y plasmados caracteres en crueles papeles

con el entero esfero en dedos

y el mero empeño

hasta el cantado movimiento de tibias

ideas frescas

con plenas imágenes

plenamente imaginables

y sos vos

emergente.

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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El esfero del joven poeta

La guitarra del joven soldado.

El esfero del joven poeta

solo escribe pasadas las diez,

es algo tímido,

en ocasiones:

duerme por días,

en otras:

muere exhausto

por sus noches

de sueño insomne.

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

56

A propósito del octavo aniversario de

Evaristo.

Cómo has podido sobrevivir a los

cambiantes tiempos que te acompañan;

cómo, a las injustas palabras que te propina

tu mente; cómo, a las verdes melancolías de

corazones atados; cómo, a las dulces caricias

de tu néctar favorito. Si yo tuviera de ser yo,

quizá no estaría en tu lugar, quizá la vida en

tus azules jardines tiznaría de violeta o

naranja; yo que soy tan vos sin dejar de

serte.

Cómo has podido recordar que no tenés

recuerdos; cómo, en tu día, rosado por

cierto, has logrado extraer de tu memoria

palabras olvidadas; cómo dejaste este esfero;

cómo caíste en vanos pensamientos; cómo

hieres sin pensarte un poco; y lo dijo hacia

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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las doce, porque no lo hago yo, lo haces tú,

yo.

Como has cambiado mi mundo.

Como has cambiado.

Como haz.

Cómo?

Respondeme, por favor, sos vos y no tú,

porque yo quiero ser usted y dejar de serme.

Pero como has cambiado la forma de

mirarnos, como la hemos modificado, somos

uno, uno loco, uno y solo uno.

¿Qué te pasa? Contame tus penas, nuestras

penas, sabés que nos pertenecen y aun así

seguís ahí sin decirme nada. Soy tuyo y soy

mío, soy de todos los que quieran tomarme,

nadie nos toma, ¿será por vos? O ¿quizá por

mí?. Cuéntame de ella que es tuya y también

mía, cuéntame de sus besos y sus caricias…

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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Ahora no me digás nada, sé que escribo

solo, y no sabemos cómo hemos sobrevivido

a esto…

Ayer éramos niños, ayer y que importa,

¿cómo sobrevivimos sin esas golosinas?

Sí, lo sé, ocho años no se cumplen todos los

días, es por eso que aún se recuerdan cosas

como balas punteando una J o como coger

un lapicero y no escribir, eso se recuerda,

pero cuéntame de tus olvidos…

A veces te queda el sentimiento de que una

sola vida es poco, mil vidas cada una con su

respectiva muerte.

Tal vez es coincidencia, 8031, 192721,

11563203, 693792003, 21, 09, todos

impares, pero vos, vos no estás solo, me

tenés a mí y la tenemos a ella con su

universo morado de azul.

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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Y tu tos y tu rodilla y tu adicción a comer

uña, y tu desvio cambiante, y tu batería de

frases, y tu color pálido centelleante…

¿Qué sería de tu vida sin mí?.

Con mucha rabia.

Juanez y yo.

Sábado, 21 de septiembre de 2013, 23:31:57

Medellín – Colombia.

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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Tanto

De tanta lectura leída por ojos lelos

de tanto escrito escrito por rebelde mano

de tanta vista vista

de tanto tacto tactado y palpado

de tanto tonto pensamiento tocado

de tanto beso besado

de tanto abrazo abrazado por brazos

de tanto canto cantado por voces cautas

de tanto sexo sexado

de tanto vos y yo poetizado

y de repente apareces y no sé qué decir.

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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A mi fiel compañera

Ayerteveíashermosa,contuvestidorojo,tucabe

llosueltoytussombras,alvertemedijiste“tengo

hambre”,sinpensarlosaquédemibolsillounped

azorasgadodepapelqueconservabaparavos.L

oleísteyloguardaste.Lanocheestabaoscura,¿lo

recordás?,habíacomotrecenubes,yunatrasuna

lesbuscamosformas,unoso,unacasa,unanube,

esatieneformadenube,tereíste.Fuelaprimerav

ezquetevisonreirdeverdad.Teofrecíuncafé,sin

azúcardijiste;sietenubesmástardenosentramo

s,vistemidesordenquenoeramásqueunordene

stocástico,unrompecabezasaunsinterminar,u

napiladelibros,laropa(mal)acomodadasobrel

asilla.Agarrasteunlibrodemibiblioteca(siesqu

epuedellamarseasí)ymeleísteeltítulo,recuerd

oquenoteprestémuchaatenciónpuesestabarec

ordando,esdecir,repitiendotudelicadocamina

rporelcorredor,tumovimientodecintura,espal

darecta,tuvestidorojoeneseiryvenirdelosvient

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Juanez Evaristo García Cardona

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oscruzados.Meincorporé,abríellibroenunapá

ginaalazar,teleíelcapítuloyvosestabasdibujan

dounacasa,construyéndola,ladrilloaladrillo,u

niendolaconlascenizasdelaspalabrasquesalía

ndemiboca.Luegotebesé,besétutiempo,besét

uslabiosdecerezaconsaboracafé,besétudulcey

tranquilocaminarporelcorredor.Afueraempez

abaallover,igualqueadentro,laúnicadiferencia

eralatemperatura.Tomélapalabra,yunsorbode

saliva.

Lalluviaesgrisymojalospocossentidosqueaun

sonconservados,elcielodenimionegroanaranj

adoseagolpadenubesescarlataylecrecenramas

,dosniñosaprovechanparavercaertalespectácu

lobajolaproteccióndelcristalquenoesmásques

eisdíassindormirouncigarroalasclarasaguasd

eunmarapenasabierto.Entróunélynisiquieran

otóunodelosarreglosrepartidossobrelaalfomb

raverde,queaesaalturanoestabatanverde;unbu

hodecristaltraslúcidodeunaodoslibras,engala

nadoconunaplumadeavestruzycolocadosobre

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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unrecortefínamentepulidodemaderadepinoca

nadiense,queyacíasobreuntapeteverde,coloca

dofírmementesobreelsuelo,gris.Acadaladoun

cenicero,unolleno,otrorelucientedelimpiezay

polvoqueseacumulabaycreabacapasqueenoca

sionesyousabaparaescribiralgúnrecuerdoolvi

dado.Yrecorremoslanadaenesetododeaniquil

arpensamientosenlasbohardillas,esdecir,lasa

cerasdeloscafetinesconsussalsasysusgranosp

erfectamentecortadosyesosdiminutosfrutoscr

udosysecos.Taleslanecesidaddeencontrarnos

ciegosytiradossobreloscolchonesdelascamas,

borrachosydesgualamidosaciertascientascosa

s,saberseignoradoporcienes,omiles,ounos;alf

ineltiemponosagrupa,nosreune,ynosdejavisu

alizarloinvisible,quenoesmásqueelnoquererv

er,nonotarlonotadoporotros,loquevos,gracias

aldestino,notaste.

“Estoytriste”dije“aunnosécomoestarsoloenm

icabeza,nomehepodido,esdecir,nohelogradoa

costumbrarmeaestarsoloaquímetido,encerrad

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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o,enmicabeza”,Metoquélacaracomosimepica

ra,“haceratoquieroverte,contarteloquemepas

a”,yempecé…Peroporrazoneslejanasamireali

dadnolasescribiréhoy.

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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Corazón dulce

Si la vida te arrancó

el dulce y cauto placer de la vida

fue por tu deseo compartido

verdes y eternos jardines.

No lo niego

la falta a veces golpea,

extrañar no es fácil,

llorar tampoco lo es

y menos para mi.

Cinco años ya han pasado,

tantos recuerdos

tantas calmas postergadas

tantas risas rotas.

Hoy te escribo

porque sé que lees

mi llanto alegre

y tristeza de tu partida audaz.

Diez dioses que planean.

Nueve charcos que te aclaman.

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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Ocho dudas de miradas.

Siete días a la semana.

Seis recuerdos que me atan.

Cinco dardos que me matan.

Cuatro amores compartidos.

Tres dioses te reclaman.

Dos, tu pieza no está sola.

Uno, recordame en la mañana.

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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Leer con precaución

Solo por si acaso, ellos se encuentran en

El joven está sentado en una roca frente al

Cada mañana, uno amanecía tan cerca del

medio de sus desnudeces y sus curvas de

lago que consume hojitas que los árboles le

otro que daba cierto miedo. Cada mañana

piel y lunares. Él desnudo, ella desnuda,

arrojan; durante diez minutos se queda ahí

con un nuevo sol, ambos se desperezaban, se

ellos mirándose en un gravitar del alma,

sentado, gritando silenciosamente sus

quitaban las tristezas, se ponían las máscaras

eternos y etéreos. Él es el primero en romper

recuerdos al filo de lago, hablando con el

y se sentaban a discutir su sueño de esa

el silencio, que no es más que un estado

lago, sin percatarse de que el lago no es

noche. Y no es para más, contar tu sueño

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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inercial, anida sus manos, es decir las

capaz de prestarle la atención que él

implica quitarse una que otra tristeza que

ahueca, y las dirige a sus pechos, los de ella,

requiere, el lago, el joven, la roca, las

aprovecha la noche para subir por los dedos

que al primer contacto se iluminan, se

hojitas, los árboles, esos árboles, altos,

de los pies y encontrarse en la mañana

estremecen; los acaricia con índice y pulgar

joviales, aunque a veces lúgubres, esos

acostada a tu lado, abrazándote; por ello es

mientras por su mente rondan diferentes

árboles que tampoco regalan un poco de su

preciso sacarla de la cama de una patada,

pensamientos que nacen y se chocan unos

tiempo para escuchar al joven con sus

envolverla en una bolsa de papel de esas en

contra otros y forman supernovas cerebrales

historias. Pero el joven ni siquiera se percata

las que nos venden los panes en las

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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de pensamientos muertos (aunque algunos

de su soledad, ni siquiera ha notado que

panaderías, asfixiarla por dos o tres minutos

sobreviven a tal hecatombe). Se escucha el

nadie lo escucha, y sigue contando sus

y clavarle una estaca en el corazón para que

sonar de una canción que proviene del

historias. En realidad, recuerda consigo

muera por lo menos en ese instante.

mismo cuarto de donde proviene el calor y

mismo, habla solo, ignorando que el lago o

Se consigue armarse de valor para agarrar

donde habita el cielo nocturno, y él decía, o

el árbol o las hojitas o la roca son de una

una máscara de la mesa de noche, que por

mejor dicho, se decía, es decir pensaba: “El

indiferencia insoportable, son tumbas del

esos días estaba fría. Azul, verde, amarillo,

paraíso, si existe debe ser éste, este

tiempo, son la muerte en el más puro estado.

negro, blanco, la violeta no, rojo, tal vez;

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Crónicas de garage

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momento es el paraíso. Vaya uno a saber

En ese instante el joven se levanta y ve a la

hasta que quizá por un azar místico del

cómo he sobrevivido tantos días sin subir al

muchacha.

destino se consigue arrancar de la inercia la

cielo y sentarme en una nube a observar

La lejanía, en términos de la juventud, era

máscara café, y colocarla deprisa a modo de

desde arriba el mundo girar. Vaya uno a

corta. La muchacha caminaba por la orilla

no perder ni un segundo para poder hablar

saber cómo me las arreglo para vivir sin

del mismo lago, de los mismos árboles, tan

de sus sueños. “Mi sueño fue algo sombrío”

estos momentos de gloria, de extensa

cerca y tan lejos todo este tiempo. El joven

– decía ella con la cabeza reposada sobre el

felicidad, de goce descontrolado, de amor.”

se queda observándola como si le faltara el

pecho de él, que se encontraba recostado

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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Con su boca, la de ella, va besando sus

aire, una gota de agua o una hojita en el

sobre una sábana roja – “París, una estatua,

labios, los de él, que aún sabían al café que

lago. A modo de saber si ella lo observaba,

saliste corriendo por una calle, estabas con

habían tomado en la tarde. Besaba

el decide hacer una seña, mover la mano

menos ropa que ahora, todo París te

dulcemente cada rincón de esa boca tan

como saludando, para su sorpresa la

observaba, incluso yo, no sé por qué estaba

varonil y reseca, con la lengua lograba sentir

muchacha responde con el mismo gesto y

en ese lugar. Yo vestía un traje rojo tenía los

cada uno de los pliegues que sus labios, los

una sonrisa. Una paloma aprovecha para

tacones, esos que te gusta, luego me viste y

de él, poseían. Sus manos que estaban libres,

asomarse por las rendijas de los tallos de los

dejaste de correr, te acercaste y me ofreciste

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acariciaron la espalda masculina, rozándola,

árboles, una hojita cae del árbol más alto. El

un café, como no tenía sueño acepté.

tentándola, estremeciéndola, invadiéndola.

joven abre los brazos como si estuviera

Entramos en el café Au Chien qui Fume, y

A esa altura, su cabeza, la de ella, estaba en

exigiendo un abrazo, la muchacha camina y

tomamos pedimos algo mientras me

una de las lunas de júpiter, sus pies, sobre la

se acerca a él, o tal vez es él quien se acerca

contabas por qué estabas así por las calles de

tierra y sus alas intentaban llevarla por el

a ella, o tal vez ambos se acercan

esta ciudad. No entendí mucho de lo que

aire, convertirla en aire. “No sé por qué” –

mutuamente.

decías porque estaba tratando de recordar

pensaba – “pero mi futuro es un futuro que

Ya los separaban dos o tres pasos, cuando de

cuantos bocadillos me empacaba mi madre

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Crónicas de garage

Juanez Evaristo García Cardona

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pende de una diminuta línea de hilo, mi

pronto la muchacha advirtió una sonrisa en

en la lonchera del colegio”.

futuro está lleno de ausencias, de compañías,

el rostro del joven. ¿Hace mucho estás aquí?

Y él siguió: “En cambio el mío fue algo más

de amenazas, de calmas, de inseguridades.

– preguntó ella mientras su mano se posaba

raro. Estaba sentado en la acera de una vieja

En cambio, mi instante es algo más perfecto,

en su hombro, el hombro que era izquierdo y

casa, estaba cayendo la tarde, en mi mano

vos te agarrás a este, mi instante, y lográs

de él. No – respondió él aun con la sonrisa y

había un tornillo y yo lo contemplaba,

ganarte un pedacito de mi futuro; mi instante

tratando de armarse de valor para poner su

centrado en él, olvidaba el mundo solo

es un prólogo de otro instante, y a eso es a lo

mano derecha sobre el hombro izquierdo de

porque había un tornillo en mi mano, parecía

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Juanez Evaristo García Cardona

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que llamamos futuro, y por esto, cualquier

ella y así corresponderle el saludo – ¿Vienes

una especie de dios, dios tornillo, san

cosa, sea lo que sea, puede dañar un instante

mucho por estos lados?. A esta altura ella

tornillo, era un tornillo que podía gobernar

y con eso, un pedacito de futuro. Mi futuro

notó en el rostro de él un sonrojamiento y

el mundo o eso parecía, yo le hablaba al

pende de un hilo, pero no es suicida.”

también se sonrojó – Sí, cuando estoy de

tornillo y él no me respondía nada, no

Su boca, que es la de él, se acerca y opta por

vacaciones por esta ciudad me vengo al lago

modulaba palabra alguna; lo miraba y creo

detenerse súbitamente, suavemente, sobre la

para darle maíz a las palomas.

que la gente me miraba extrañada, la gente

oreja de ella, y susurra: “Tu oreja no

Al fin sobrevino un silencio, como se sabe

que pasaba al frente del jardín verde me

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siempre está desnuda, tu oreja se ve más

en estos casos es bravo, el joven probó:

miraba contemplar un tornillo, pero ellos no

hermosa cuando está desnuda, y eso solo se

“Tengo una casa en aquel árbol, ¿quieres

entendían, dios tornillo; cuando anocheció lo

da cuando tu cuerpo la acompaña

venir?, podemos hacer café”. Ella, ya sin el

guardé en una cajita de madera diseñada

desnudándose, tu cuerpo se desnuda y tu

sonrojo, asintió. Caminaron cogidos de la

para el tornillo, no podía esperarse menos,

oreja también, me gusta desnudar tu oreja.

mano hasta la casa sin pronunciar una

un tornillo con ataúd propio debe ser un

Beso tu oreja como si nunca hubiera besado

palabra. Cruzaron el lago, los árboles, las

dios”.

alguna oreja, sabes que el amor no es

palomas, los granos de maíz, hasta que

Es increíble, saberse recostado uno tan cerca

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repetido, uno ama diferente cada vez que

llegaron casi sin notar la caminata

del otro, los cabellos enredados, las cabezas

ama. Uno no siempre ama de la misma

silenciosa. Ya acomodados en la casa, uno al

tocándose, ambos bajo la misma cobija, con

manera, el amor es amor y ya.”. En ese

frente del otro, con sus miradas perdidas en

las piernas entrelazadas, con los labios cerca

instante la oreja mojada se estremeció:

el otro; ella, habiendo terminado su café le

(mucho), compartiendo el mismo sudor, el

“Tenés razón, el punto G no se encuentra en

preguntaba: “¿Cómo estás?”; “Bien, mi

mismo aire, la misma habitación, el mismo

donde muchos hombres creen; se encuentra

mundo duele menos si te miro” decía él.

colchón, tan cercanos, tan unidos. Pero no,

aquí, en tu oreja.”

Observaban por la ventana de la casa sin

dos seres pueden convivir en la misma

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Ella mueve su cabeza, agita su cabello,

muebles el paisaje de la ciudad, las

habitación, respirar el mismo aire, tomar del

suelto; sus labios rozan los de él y ella, bien

montañas que ocultaban el sol con soberana

mismo lado del pocillo un sorbo de café,

sea como una fábula o un augurio, dice:

autoridad; contaban las estrellas,

comer con el mismo tenedor el mismo plato

“Ves que tengo razón, solo te quiero cuando

encontraban figuras a las nubes y se miraban

de spaguetti, compartir saliva, fluidos,

nos vemos; no me gusta tu recuerdo, aunque

fanáticamente a los ojos. Ella mordía su

sexos; pueden pensar ambos en la misma

me gusta recordar tu piel pero me gusta más

labio, él la miraba seguro a los ojos. “¿Por

historia, en la misma enredadera, mirar el

que tu piel me recuerde tu piel, que tus

qué no lo haces? – le preguntó. Ella lo hizo.

mismo árbol, seguir el camino de vuelta a

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labios me recuerden tus labios. Y tus labios,

Y ambos se perdieron en ese beso eterno y

casa, ver el mismo documental acerca de los

son esa perfección a la que aspiro, y tu piel,

etéreo.

años nazi; pueden leer el mismo libro, abrir

vos mismo te encontrás en el surco curvo de

la misma puerta con la misma mano al

mis labios, de mis pensamientos, de mí. Me

mismo tiempo y tocándose los dedos,

gustan tus labios, la forma como me besan,

pueden reconocer como víctima la misma

las palabras que tocan mi punto G, como lo

cascara de plátano que acaban de botar,

llamás vos”. Su mano con un movimiento

juntos. Pueden ser felices al mismo tiempo,

inocente, ya que la mano no lo era, tocó; y

pero no, nunca tendrán el mismo sueño,

ella preguntó: “¿Qué tienes ahí?. Él

nunca se sentarán una mañana a contarse su

consiguió cierto sonrojo que ella no notó. Él

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sueño y dirán: “Sabes, eso mismo soñé

se enderezó para unirse a ella, es decir, para

anoche”, y de pronto advierten similitud,

que sus manos, y de vez en cuando sus

pero es cierto, similar no es igual. Y así, el

labios, pudieran besar y acariciar los

esperará paciente cada mañana que ella le

caminos, las colinas, los ríos, las llanuras y

cuente el sueño que él tuvo la noche

rincones. Mientras su boca, la de ella se

anterior.

entreabre, sus ojos, se van cerrando; la piel

se eriza o se abandona y comienza el

instante.