Correo #11 Delirios y alucinaciones

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Correo Psicoanalítico Número 11, mayo 2010 1 Editorial Delirios y alucinaciones: límites de la experiencia humana La tendencia actual es a pensar los delirios y las alucinaciones como señales fácilmente observables que unívocamente significan psicosis. Es la intención de algunos, encontrados en un deseo común, hacer fluir ese torrente conceptual que provocan estas palabras, protagonistas de este espacio. Así, los delirios y las alucinaciones se transforman, en las mentes de aquellos dispuestos a pensarlos. Dejan de ser meras señales y se convierten en gérmenes de intelección que crecen y se desbordan jubilosamente en la filosofía, el psicoanálisis, la literatura, el arte, las neurociencias…. Despejando el camino de definiciones muy evidentes, se continúa una marcha conceptual cuyo porvenir depara infinitud de interrogantes. La primera de las cuales podría ser, ¿quién es más delirante, el psicótico o el hombre normal? Aquel que cree fervientemente que el día llegará en donde sus bolsillos se colmarán de dinero, solo por el poder mágico de un número y un papel comprado por algunos dólares, ¿es un delirante? Aquellos que creen que merecen todos los derechos y ninguno de los deberes, que su satisfacción no tiene límites y que pueden lucrarse a toda costa de los demás con toda impunidad, ¿son delirantes? Aquel que cree que puede ser tan normal que ya no va a ser diferente, ¿es delirante? Como nos dice Lacan: “Naturalmente comprendo: lo que prueba que todos tenemos alguna cosita en común con los delirantes. Al igual que ustedes, tengo lo que tiene de delirante el hombre normal” 1 . Así que a veces parezca que vivmos en una sociedad delirante y la línea entre lo que es loco y lo que no lo es, se desvanece. Pero no sólo nos ocupamos de los delirios en este espacio sino que el norte de la brújula del pensamiento apunta en esta ocasión también a las alucinaciones. Sombras y celajes que aparecen ante ojos Editorial: Delirios y Alucinaciones: límites de la experiencia humana Por: Verónica Vélez El lugar del delirio en la clínica Por: Karinette Rivera Torres La Mirada enajenada o la enajenación de la mirada Por: María de los A. Gómez Interrogando el delirio histérico Por: Mahé Casanova “Comprender” el delirio Por: Caroline Forastieri Visita de la dra. Carmen Gallano Petit Por: Dyhalma Ávila Tercera jornada clínica Por: Freddy Aracena Número 11, mayo 2010 En esta Edición: Comité editorial: Rebeca Campo shirleen collazo patricia garcía Actividades Psicoanalíticas Programa de Actividades del Coloquio XXVI CORREO PSICOANALÍTICO

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Editorial El lugar del delirio en la clínica "Comprender" el delirio La mirada enajenada o la enajenación de la mirada Interrogando el delirio histérico Visita de la Dra. Carmen Gallano Petit Tercera Jornada Clínica

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Correo Psicoanalítico Número 11, mayo 2010

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Editorial Delirios y alucinaciones: límites de la

experiencia humana

La tendencia actual es a pensar los delirios y las alucinaciones como señales fácilmente observables que unívocamente significan psicosis. Es la intención de algunos, encontrados en un deseo común, hacer fluir ese torrente conceptual que provocan estas palabras, protagonistas de este espacio. Así, los delirios y las alucinaciones se transforman, en las mentes de aquellos dispuestos a pensarlos. Dejan de ser meras señales y se convierten en gérmenes de intelección que crecen y se desbordan jubilosamente en la filosofía, el psicoanálisis, la literatura, el arte, las neurociencias….

Despejando el camino de definiciones muy evidentes, se continúa una marcha conceptual cuyo porvenir depara infinitud de interrogantes. La primera de las cuales podría ser, ¿quién es más delirante, el psicótico o el hombre normal? Aquel que cree fervientemente que el día llegará en donde sus bolsillos se colmarán de

dinero, solo por el poder mágico de un número y un papel comprado por algunos dólares, ¿es un delirante? Aquellos que creen que merecen todos los derechos y ninguno de los deberes, que su satisfacción no tiene límites y que pueden lucrarse a toda costa de los demás con toda impunidad, ¿son delirantes? Aquel que cree que puede ser tan normal que ya no va a ser diferente, ¿es delirante? Como nos dice Lacan: “Naturalmente comprendo: lo que prueba que todos tenemos alguna cosita en común con los delirantes. Al igual que ustedes, tengo lo que tiene de delirante el hombre normal”1. Así que a veces parezca que vivmos en una sociedad delirante y la línea entre lo que es loco y lo que no lo es, se desvanece.

Pero no sólo nos ocupamos de los delirios en este espacio sino que el norte de la brújula del pensamiento apunta en esta ocasión también a las alucinaciones. Sombras y celajes que aparecen ante ojos

Editorial: Delirios y Alucinaciones: límites de la experiencia humana Por: Verónica Vélez

El lugar del delirio en la clínica Por: Karinette Rivera Torres

La Mirada enajenada o la enajenación de la mirada Por: María de los A. Gómez

Interrogando el delirio histérico Por: Mahé Casanova

“Comprender” el delirio Por: Caroline Forastieri

Visita de la dra. Carmen Gallano Petit Por: Dyhalma Ávila

Tercera jornada clínica Por: Freddy Aracena

Número 11, mayo 2010

En esta Edición:

Comité editorial:

Rebeca Campo shirleen collazo patricia garcía

Actividades Psicoanalíticas

Programa de Actividades del Coloquio XXVI

CORREO PSICOANALÍTICO

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desprevenidos, luces en el cielo, murmullos en los oídos, percepciones ahí donde se “supone” que no las haya, ¿éstas son las alucinaciones? Schreber1 entiende por alucinación aquellas estimulaciones de los nervios por virtud de las cuales una persona enferma de los nervios cree que tiene impresiones de eventos en el mundo externo (impresiones usualmente percibidas a través del sentido visual o auditivo), las cuales no existen en la realidad. Dice que la ciencia parece negar cualquier trasfondo de realidad a estas alucinaciones y que en su opinión esto es erróneo, por lo menos generalizadamente. Así que de aquí en adelante Schreber se embarque en la tarea de demostrar, mediante argumentos, el carácter real de sus propias alucinaciones. Tal vez, lo que Schreber y la ciencia debieron preguntarse antes de dejar marcadas tan tajantemente sus diferencias es en qué consiste esa realidad de la cual hablan.

¿Qué es la realidad? ¿Aquello que se percibe? ¿Dónde está

aquello que se escucha y se ve? ¿Está afuera en el mundo? ¿Está dentro de nosotros? Son muchas las interrogantes que provocan estos fenómenos perceptivos, pero esta vez éstas tocan los fundamentos filosóficos mismos sobre los cuales se apoya la ciencia y nuestro pensar común. Fundamentos que han dado forma a lo que conocemos como objeto y el sujeto que lo percibe. La suposición de que el sujeto solo tiene la posibilidad de escuchar aquellos eventos (objetos) del mundo externo, reales, tiene la dificultad de dejar no vislumbrar las consecuencias, entre otras cosas, que cuando el sujeto habla se escucha a sí mismo, y que la mirada y la voz también pueden ser objetos. O sea de que bien esa realidad de la que se habla pueda ser una psíquica.

Queda un camino abierto y fecundo para pensar el tema que en esta ocasión nos convoca. Tal vez esta apertura deba de ir de la mano con la sugerencia que Lacan nos hace: no comprender. Esto porque comprender implica

atribuir un sentido propio y previo a aquellos fenómenos que tan fácilmente se piensan del lado de la psicosis. Comprender implica distinguir la psicosis de lo que no lo es por un sentimiento algo oscuro de lo que se siente es o no normal. Criterio que se tambalea en los casos en donde la norma parece ser el alucinar y el delirar. Queda la tarea entonces de, dejando la compresión a un lado, buscar conceptos que vuelvan a trazar las diferencias entre psicosis y neurosis y que den cuenta de la amplia y compleja gama de experiencias de las cuales es capaz el humano. Así que el horizonte depare muchas preguntas, singulares y distintas pero que comparten el mismo norte: delirios y alucinaciones: límites de la experiencia humana.

Verónica Vélez 1 Lacan, J. (1955). Seminario 3: Las psicosis. Buenos aires: Ediciones Paidós, p.75 2 Schreber, D. P. (2000). Memoirs of my nervous illness. Harvard University Press: Massachusetts, p.268-269.

El cartel de las Psicosis Parte de la formación psicoanalítica, según la propuso Lacan, consta del trabajo en

cartel. Se trata de un grupo no menor de tres personas ni mayor de cinco bajo la presencia del más uno que eligen trabajar un tema en particular con una pregunta en

común y otra propia. Los dos trabajos que se presentan a continuación: el de Karinette Rivera y el de

Caroline Forastieri, parten de la experiencia de cartel en la que se encuentran trabajando actualmente, que gira en torno al Seminario 3 de Lacan, Las Psicosis. Además de este

cartel, actualmente se encuentran en función dos carteles más. Uno de ellos en torno al Seminario 7 de Lacan, La Ética del Psicoanálisis, y el otro en torno al Seminario 11, Los

Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis.

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El lugar del delirio en la clínica

El título de este vigésimosexto coloquio indudablemente convoca a reflexionar sobre cuál es el lugar, si alguno, que tiene el delirio en la clínica. Para todos los que nos acercamos al psicoanálisis, es posible reconocerle un lugar importante en el trabajo clínico. Ya lo destacó Freud al elaborar sobre el caso del Presidente Schreber a partir de la revisión de las memorias que publicara Daniel Paul Schreber en 1903. En su elaboración, Freud destacó elementos del historial clínico para dar cuenta de la evolución del caso los cuales atará a formulaciones teóricas. De dichas formulaciones cabe destacar el que en la psicosis, específicamente en la paranoia, se deja ver algo que, de acuerdo a Freud, “[…] los otros neuróticos esconden como secreto”1. Relacionado a esto, Lacan señaló que el sujeto psicótico “[…] es alguien que penetró de manera más profunda que el común de los mortales en el mecanismo mismo del sistema inconsciente”2. Lacan elaboró esto en su seminario titulado Las psicosis en el cual también hace referencia al caso Schreber. Tomando los planteamientos de Freud y Lacan en cuenta, para orientar nuestra escucha clínica, estaríamos prestando atención al delirio del paciente. Se permitiría que éste lo exprese, elabore y re-elabore en sesión. Reconoceríamos que ha construido ese delirio para dar sentido a su mundo. Cuando lo escuchamos, el paciente nos presenta los recursos que emplea para explicarse lo que sucede a su alrededor. De acuerdo a Freud, “lo que nosotros consideramos la producción patológica, la formación delirante es, en realidad, el intento de restablecimiento, la reconstrucción”3. Lo expuesto por Freud coloca al delirio en un lugar particular en nuestro trabajo. No se trataría entonces de cuestionar, contradecir ni tratar de “traer al paciente a la realidad (común)”. Si no es de esto de lo que se trata el trabajo con pacientes psicóticos, ¿qué consecuencias podrían tener estas prácticas? Nasio4, refiriéndose a Schreber, expone que ignorar (también añadiría contradecir) los elementos que

constituyen el delirio del paciente puede provocar el que los propios médicos (u otros en la vida del paciente) sean incorporados a la trama del mismo. Freud ilustró esto en su escrito al destacar como Flechsig pasó de ser una figura a la que Schreber agradecía su restablecimiento al final de su primer episodio, a convertirse en pieza importante del complot para su almicidio5. Sin embargo, en muchos escenarios psiquiátricos es práctica común que el trabajo con los pacientes se dirija a evaluar cuánto contacto tienen con la “realidad”. Las intervenciones en dichos escenarios, en muchas ocasiones, se dirigen a “traer al paciente a la

realidad”. La “realidad” delirante de los pacientes es cuestionada, se les contradice a la vez que se fomenta el que se re-inserten en la “realidad” de la mayoría. En estos lugares se estaría perdiendo de perspectiva que al cuestionar la construcción delirante, se está amenazando el recurso que el

paciente ha elaborado para explicarse su mundo. Esto implica que lo estaríamos dejando desprovisto para enfrentar la “realidad” de la mayoría la cual, podemos entender, le resulta amenazante. Además, con dichas prácticas sólo se estaría contribuyendo con nuevos elementos que podrían incorporarse en la construcción delirante; al asumir esta postura, estaríamos dejando de ser clínicos para jugar un lugar en el delirio de nuestros pacientes. El tema del coloquio que nos convoca debe invitarnos a reflexionar sobre el papel del delirio en nuestro quehacer clínico y sobre los retos que plantea escuchar la construcción delirante en escenarios donde la pregunta que rige el trabajo es cuán orientados en términos de persona, lugar y tiempo se encuentran los pacientes.

Karinette Rivera Torres 1 Freud, S. (1910). El Caso del Presidente Schreber. Página 11. 2 Lacan, J. (2008). Seminario 3: Las Psicosis. Página 50. 3 Freud, S. (1910). El Caso del Presidente Schreber. Página 65. 4 Nasio, D. (2005). Los más famosos casos de psicosis. Página 52. 5 Freud, S. (1910). El Caso del Presidente Schreber. Página 19.

“Lo que nosotros consideramos la

producción patológica, la

formación delirante es, en realidad, el

intento de restablecimiento, la

reconstrucción”

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“Comprender” el delirio

Delirio según el diccionario de la Real Academia Española es “acción y efecto de delirar; confusión mental caracterizada por alucinaciones, reiteración de pensamientos absurdos e incoherencia”1. Delirar a su vez es definido como “desvariar, tener perturbada la razón por una enfermedad o una pasión violenta; decir o hacer despropósitos o disparates”2.

Por su parte, el diccionario de psicología de la American Psychological Association habla de delirium. Este término es definido como un “estado de alternación de la conciencia en el que la atención no puede ser sostenida, el medio ambiente es mal percibido y la corriente de pensamiento es desordenada. El individuo puede experimentar cambios en cognición, disturbios perceptuales, alucinaciones y malinterpretaciones visuales y/o auditivas”.3

En base a estas definiciones me pregunto, ¿qué podemos hacer con ellas? ¿En qué manera contribuyen para el trabajo clínico con sujetos que deliran? ¿Cómo las mismas nos ayudan o no a acercarnos e intentar entender eso de lo que se trata el delirio? Ante estas interrogantes, uno de los discursos que nos puede dar grandes aportaciones al respecto es el psicoanálisis. Desde tan temprano como a principios de los 1900, el psicoanálisis plantea un giro en cuanto a la forma de acercarse y de pensar el delirio. A la luz de las memorias del presidente Schreber, Freud hace un análisis de éstas desde una mirada clínica. Allí vemos cómo se acerca al delirio de una manera distinta. No lo ve como un aspecto dañino y perjudicial para el sujeto, sino que lo reconoce como un intento de curación, como un texto al que hay que tomar en cuenta para ver lo que se está jugando en el psiquismo del sujeto. El sujeto psicótico y en particular el paranóico, intenta reparar algo por medio de la construcción de su delirio.

En otro texto titulado Neurosis y Psicosis, Freud nos dice que “el delirio se presenta como un parche colocado en el lugar donde originariamente se produjo una desgarradura en el vínculo del yo con el mundo exterior”4. Es un parche que intenta reparar algo. Varios años después, esto será

retomado por Jacques Lacan, quien elabora sobre la función que tiene el delirio en las psicosis.

Lacan indica que por medio de la construcción de un delirio, el sujeto busca lidiar con un agujero a nivel simbólico, dejado por la ausencia del significante primordial del Nombre-del-Padre. El delirio no constituye la “enfermedad” en sí, a pesar de que los discursos populares intenten comprenderlo de esa manera. Si lo fuera, ¿cómo podríamos dar cuenta de que no todo psicótico puede construirse un delirio? El hecho de que lo logre construir, da cuenta de un intento de curación por parte del sujeto.

Lacan resalta la importancia de escuchar ese delirio y de esa manera le restituye un lugar a eso que el paciente está diciendo. Esto debido a que entiende que se trata de una forma de discurso. Lacan le de tanta importancia a no descartar la construcción delirante y escucharla, que dirá que “encontramos en el texto mismo del delirio una verdad que en este caso no está escondida como en las neurosis, sino verdaderamente explicitada, y casi teorizada”5, pero señala algo fundamental en ese escuchar el delirio. Se trataría de escucharlo sin intentar comprenderlo. “Comiencen por creer que no comprenden. Partan de la idea del malentendido fundamental”6. Aún más, Lacan nos dice que en el momento en que creemos comprender algo, lo que estamos haciendo es tapando. Y en el momento en que tapamos con una comprensión, con un exceso de sentido, “siempre es el momento en que han dejado pasar la interpretación que convenía hacer o no hacer”7. Esto aplica a todo trabajo en la clínica pero se juega de manera muy particular en las psicosis.

A raíz de esto me pregunto, ¿cómo no colocarse clínicamente desde un lugar donde se comprende? Encuentro que no es tarea sencilla ya que es muy fácil deslizarse al campo de la comprensión. El mismo nos provee una ilusión de seguridad, de que pisamos un “terreno seguro”. Pero, ¿de eso se trata la clínica? Me parece reveladora la definición que nos provee el diccionario sobre la comprensión. La misma es definida como “contener, incluir en sí algo”8. Y a su vez contener es definido como”

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llevar o encerrar dentro de sí a otra cosa; reprimir o sujetar el movimiento o impulso de un cuerpo; reprimir o moderar una pasión”9. Si de eso se tratara el trabajo en la clínica, ¿dónde nos dejaría como clínicos? ¿Dónde quedaría la posibilidad de trabajar con eso que el paciente dice? ¿Se trataría sólo de eliminarlo y descartarlo como material inservible? ¿Se trataría de contener, encerrar, moderar y sujetar?

¿Cómo pensar ahora las definiciones antes presentadas sobre el delirio? Existen varios discursos y diferentes fuentes de referencia que nos proveen múltiples definiciones de lo que es el delirio. Las mismas deben ser tomadas con mucha precaución, ya que en la mayoría de los casos pueden ser intentos, puramente descriptivos, de dar cuenta de algo que en ninguno de los casos, se puede aprehender. Para retomar las definiciones antes planteadas sobre el delirio, me pregunto ¿para quién son absurdos e incoherentes los pensamientos? ¿Quién es el que decide que hay una mala percepción del medio ambiente y que un pensamiento está desordenado? ¿No son éstos acaso, intentos de comprensión del delirio? Habría que preguntarse si estas definiciones permiten abrir y no contener, para así escuchar lo que el delirio en un paciente psicótico está diciendo y la función que ahí está cumpliendo. Pienso que es un reto el posicionarse en la clínica desde otro lugar que no sea el de la “comprensión”. Un reto constante,

continuo, que nos toca a todos. Un reto que sobre todas las cosas es fundamental para que se pueda llevar a cabo un trabajo, ya que como nos dice Lacan, “lo comprensible es un término fugitivo, inasible” y el tener esto en cuenta es “una formulación obligada a la entrada de la clínica”10. No se trata entonces de descartar y patologizar el delirio. No se trata tampoco de intentar “comprenderlo” y llenarlo de sentido. Se trataría de abrir y permitir que salga lo que tiene que salir, reconociendo siempre su importancia, valor y la función que cumple para cada sujeto.

Caroline Forastieri

1Diccionario esencial de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. (Pag. 467). 2Ibid. (Pag. 467). 3 VandenBos, G. (Ed.). (2007). APA Dictionary of Psychology. Washington, DC: American Psychological Association. (Pag. 265). 4 Freud, S. (2006). Neurosis y Psicosis (1924 [1923]). En: Obras Completas, Tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu editores. (Pag. 157). 5 Lacan, J. (2008). El Seminario de Jacques Lacan. Libro 3. Las Psicosis. 1955-1956. Buenos Aires: Paidós. (Pag. 45). 6 Ibid. (Pag. 35). 7 Ibid. (Pag. 37). 8 Real Academia Española (2006). Diccionario esencial de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. (Pag. 374). 9 Ibid. (Pag. 396). 10 Lacan, J. (2008). El Seminario de Jacques Lacan. Libro 3. Las Psicosis. 1955-1956. Buenos Aires: Paidós. (Pag. 35).

Antología de las Actas en CD Esta antología en formato digital titulada Antología Malestares en la cultura: las falacias del

bienestar, se crea en conmemoración del Coloquio número XXV celebrado el pasado Diciembre de 2009.

En él se presenta una selección de diversas ponencias dictadas a través de los casi 13 años que lleva el Taller del Discurso Analítico de Puerto Rico sosteniendo este espacio de discusiones y trabajos en torno al psicoanálisis. Este CD consta de treinta ponencias publicadas cada una en las actas respectivas al coloquio donde fueron dictadas. La reunión de estas ponencias aquí en formato digital facilita accesarlas y buscar en ellas de manera más rápida.

Aquí se evidencia la producción sobre el tema del psicoanálisis en Puerto Rico. Estas ponencias son frutos de la enseñanza que se ha llevado a cabo durante todos estos años y son a la vez una fuente de enriquecimiento a todo aquel que se acerca al psicoanálisis.

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Estamos por celebrar un nuevo coloquio, el número 26, cuyo tema “Delirios y alucinaciones: límites de la experiencia humana”, nos invita a reflexionar sobre la difícil tarea de distinguir lo normal y lo patológico. Se trataría también de pensar el contraste entre la tendencia actual de psiquiatrizar los excesos y los déficits desde la más temprana infancia, y lo que la filosofía, el arte, el psicoanálisis y los aspectos más creadores de la ciencia, han descubierto sobre los límites de la experiencia humana. Se trata de escuchar y poner en perspectiva la intensidad de las construcciones del psiquismo humano, reflexionar sobre su origen y sus causas, sobre la manera en que se entraman y significan en la historia de cada sujeto y en el eco de la cultura en la cual éste se inscribe. ¿Cómo pensar el peso de la percepción, de la historia, del tiempo y de las memorias en las construcciones del psiquismo humano? ¿Cuándo una construcción es fuente de creatividad y reconocimiento y cuándo puede ser significada como evidencia de la patología de un psiquismo que va mal? ¿Hay fantasías normales y otras que no lo sean? ¿Existe algún humano que no haya alucinado algo que anhela o extraña? ¿Qué es lo que determina cuando una alucinación es normal y cuando no lo es? Y si quisieramos ser más radicales podríamos preguntar: ¿Hay algo que se pueda llamar normal en las construcciones del psiquismo humano? ¿Dónde quedaría el pathos estructural que hace del malestar algo inherente al psiquismo humano?

Y sin embargo, constatamos el empeño en patologizar cada vez más lo diferente y lo que se aleja de los parámetros esperados. Es por ello que se busca establecer criterios que sistematicen y homogenizen las formas de considerar y tratar lo que es normal, tolerado y aceptable y lo que no lo es. De ahí la fascinación que ejerce la clasificación, la idea de que todo comportamiento puede ser catalogado en función de la existencia de una

“medida promedio” no solo de la inteligencia sino de la vida afectiva.

Sería importante preguntarse ¿cuán enajenada y extraviada puede estar una mirada que no tiene otro horizonte que la de clasificar y ordenar el espectro de los comportamientos humanos? Además del aburrimiento que un mundo promedio plantearía, están las trágicas consecuencias que esta propuesta implica, pues su costo es contundente: el rechazo de la singularidad, de la escucha y de la historia. Este proyecto de clasificación y ordenamiento pierde además de perspectiva que los comportamientos dan cuentas solamente de una ínfima parte de lo que ocurre en el psiquismo y olvida también los fundamentos y la historia misma de la clínica que ha buscado atisbar y aprehender los recovecos y despliegues de la mente humana.

En esta línea –por cierto sumamente lucrativa- se inscriben la mayoría de los manuales, incluyendo en un lugar de particular contundencia, el DSM, Manual Diagnóstico y Estadístico de los Desórdenes Mentales, elaborado por la Asociación Americana de Psiquiatría.

Conocemos sus orígenes, que responden a una demanda de las fuerzas armadas de los Estados Unidos de poder tener etiquetas apropiadas que pudieran clasificar la variedad de trastornos psicológicos de los combatientes de las dos

guerras mundiales. Desde 1948, fecha de la primera versión, han transcurrido seis décadas y varias versiones y revisiones de dicho manual. La más contundente fue la de 1980 que ocurre en el contexto del declive de la influencia del psicoanálisis en la formación de los psiquiatras y del auge de las neurociencias y de la psicofarmacología. El giro es claro: se pretende más objetividad, mayor neutralidad y sobre todo la urgencia de ser más pragmático, exportable y eficaz. Para poder aspirar a la objetividad y a la neutralidad, el manual requeriría erradicar del acto

La mirada enajenada o la enajenación de la mirada

“Habría que recordar que por más escalas de

identificación de riesgos potenciales que se llenen, es imposible predecir lo

que un sujeto puede desear y hacer con su vida”

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del diagnóstico, la dimensión subjetiva (la del paciente y la del clínico). Y ante ello, cabría preguntarse si esa pretensión no es justamente la huella de un deseo que se desconoce y cuyo intento de forclusión es siempre fallido.

Aunado a ello, se suma la idea de que el acto de diagnosticar debe ser cada vez mas fácil y contundente y de que el manual pueda ser usado por cualquiera en cualquier lugar. Cada vez hace menos falta el tiempo de la observación y la experiencia de un saber para orientar la escucha. Ser eficaz es su otra ambición, quizás la más importante y aquella que remite más directamente a la dimensión de utilidad y logro que sostiene el discurso capitalista.

Sabemos también que ha habido una transformación completa del léxico utilizado: ya no se habla de síntomas sino de criterios; a pesar de sostenerse desde el discurso médico, no se habla de enfermedades sino de trastornos o desórdenes. También ha habido una reestructuración del sistema, que actualmente incluye cinco ejes. Y así como se han ido excluyendo del manual aquellos diagnósticos que hacen referencia al legado del psicoanálisis y otros tantos cuya desaparición remite entre otras cosas a presiones de grupos particulares, se han ido incluyendo más diagnósticos cuya justificación remite siempre a los nuevos excesos y déficits que genera la propia cultura. Esta irrupción de nuevos diagnósticos pareciera no tener otra brújula que la de las estadísticas y la de la presión social y económica. El problema es que esta dinámica de inclusión y exclusión de diagnósticos, no solo ha ido desdibujando los fundamentos del quehacer clínico sino también las fronteras de lo que sería patológico y lo que remite al malestar propio del diario vivir.

Es así que dentro de poco tiempo, saldrá a la venta la nueva versión del DSM, la llamada quinta versión. Esta nueva y tan anunciada versión se perfila, según sus auspiciadores como el futuro del diagnóstico psiquiátrico. Su propósito es desarrollar criterios diagnósticos que no solo reflejen los avances de la ciencia y la conceptualización de los desórdenes mentales, sino que también reflejen las necesidades de sus pacientes. La convocatoria a la reflexión sobre los cambios allí propuestos es no solo importante sino necesaria.

Cabría destacar dos de los cambios que se están

proponiendo en la sección que incluye los llamados “trastornos psicóticos”. Por un lado está la propuesta de quitar los diferentes subtipos al diagnóstico de esquizofrenia (paranoide, catatónica, desorgani-zada, etc) y dejar un diagnóstico general de dicho cuadro clínico.

La justificación es sorprendente pues no tiene un fundamento clínico sino estadístico: el análisis de los reportes estadísticos sobre los diagnósticos muestra que se usan muy poco (menos del 5% de los casos analizados). Además se pretende justificar dicho cambio por la “falta de validez” de dichos subtipos que se obtiene del análisis de trabajos publicados en ciertas revistas. Tenemos entonces una justificación administrativa y estadística que borraría la manera que desde sus inicios la clínica psiquiátrico se ha acercado y orientado en el complejo mundo de la esquizofrenia. Cabría preguntarse si la ausencia de validez de la cual hablan los “expertos” para justificar su propuesta, no responde mas bien a la intención de simplificar los trámites institucionales y administrativos que dominan los escenarios clínicos de nuestros días.

Por otro lado está la propuesta de incluir un nuevo síndrome, el síndrome de riesgo psicótico. Aquí tendríamos que detenernos sobre el sentido mismo del nombre elegido: riesgo psicótico. ¿Qué quieren decir con eso? ¿Es el riesgo de “convertirse” en un psicótico? ¿Es el riesgo de alguien que es ya un psicótico pero no lo demuestra aún en sus comportamientos? ¿Hay un potencial psicótico? ¿Es acaso una manera de introducir el peso de lo genético? ¿O acaso un intento de responder a las controversias que el mismo manual ha provocado sobre la esquizofrenia verdadera y la que no lo es?

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El riesgo, según el “borrador” del manual, parecería depender de la distancia que guardan los síntomas en relación a las llamadas variaciones de la normalidad. Pero, ¿Quién definiría ese punto límite del desborde hacia lo patológico? Si fuera una apreciación propia del sujeto, ¿en relacián a qué normalidad estaría comparándose? O, si fuera una apreciación del médico, ¿cuál normalidad serviría de referente para determinar el desborde de los síntomas “beyond normal variations”?

Así como han surgido escalas de riesgo suicida o de riesgo homicida, esta propuesta va perfilando la idea de un

diagnóstico preventivo de psicosis en el DSM. Uno podría preguntarse aquí ¿cuál sería su función y su uso y abuso? ¿Cómo desvincular esta propuesta del incremento vertiginoso del uso de antipsicóticos en sujetos cada vez mas jóvenes?

Las implicaciones no son solo clínicas sino éticas. No olvidemos que la psiquiatrización de los comportamientos va general-mente de la mano de la medicalización. La tendencia perfila el uso de estas drogas en edades tan tempranas como la preescolar. No es un azar que los antipsicóticos hayan sido las drogas más vendidas en 2008 y 2009, seguidas por los medicamentos antiacidos, los del

control del colesterol y los antidepresivos.1

Además de los devastadores efectos que estos medicamentos tienen sobre el organismo y el psiquismo, habría que recordar que por más escalas de identificación de riesgos potenciales que se llenen, es imposible predecir lo que un sujeto puede desear y hacer con su vida. María de los Angeles Gómez E.

1 Evelyn Pringle, An American Phenomenon: The Widespread Psychiatric Drugging of Infants and Toddlers. By CounterPunch �Posted on April 20, 2010, Printed on April 26, 2010 �http://www.alternet.org/story/146551/

Interrogando el delirio histérico

Si dentro de la amplia gama de afecciones que han aquejado al ser humano, las hay que hayan tenido una amplia trascendencia y captado la atención de médicos, historiadores y escritores, sin lugar a dudas, ésta ha sido la histeria.

El síntoma histérico, localizado en el cuerpo, ha sido desde la Antigüedad la pregunta por un enigma que ha insistido en ser resuelto. Historiadores1 coinciden en localizar los primeros escritos relativos a la histeria y remontarlos a dos milenios antes de Jesucristo, ante lo cual podemos decir que la histeria ha preocupado y preocupa al hombre desde hace mucho tiempo.

La histeria ha visto variar su concepción y manifestación en el transcurso de los siglos. Autores coinciden en que ninguna otra “enfermedad” ha presentado una variedad de manifestaciones tan diversas a lo largo del tiempo (Maleval, 2004; Chauvelot, 1995). Si algo atestigua la historia es la insistencia de la histeria y de su deseo, así como el

carácter tenaz de este fenómeno. Lo que nos convoca hoy en este breve ensayo es

la locura histérica, su manifestación inquietante, teatral y pudiéramos llamarle lírica de un deseo. Chauvelot (1995) acierta al decir que no hay que confundir un delirio paranoide, propio de la psicosis con un delirio histérico. Dirá: “La histeria es ávida de espectáculos y publicidad”, y está particularmente nutrida en nuestra época. La autora correlaciona de manera interesante la manifestación histérica excéntrica de antaño con los Trastornos de Personalidad Múltiple (TPM), hijos de la sociedad norteamericana. Y llama al TPM: la histeria sin bordes, sin salvaguardas, sin tratamientos, donde se concentran las características fundamentales del fenómeno histérico como lo fueran, según la autora, el traumatismo infantil,

“La Histeria ha visto variar su

concepción y manifestación en el transcurso de

los años”

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durante largo tiempo des-conocido, y el sexo. En la manifestación

histérica “loca” hay cambio en el

comporta-miento,

cambio de mímicas, de

gestos, de tipo de conversación y una amnesia que permanece incontrolada. Las emociones son lábiles, pero la emoción sigue estando viva. Su emotividad, dirá es “normal y las perturbaciones del pensamiento, (llámese alucinaciones, entre otras) cuando hay, no son persistentes”.

Deseo presentar unos breves fragmentos de tres narraciones, que asombran por la riqueza en detalles que ofrecen, y aunque fueron hechas en momentos históricos muy diferentes, parecería, a mi entender, que se nutren, cada una en su particularidad, de toda la vigencia actual del fenómeno histérico que sólo el psicoanálisis sabe escuchar. Fragmento de la Autobiografía de posesión de la Madre Juana de los Ángeles:

“Dios no tenía libertad en mis sentimientos, aunque entonces no lo supiera, pues ese demonio me ofuscaba de tal manera que casi no distinguía su capricho de los míos; además provocaba en mi una gran aversión a la profesión religiosa, de modo que algunas veces cuando ocupaba mi cabeza, me desgarraba todos los velos, y los de mis hermanas que estuvieran a mi alcance; los pisoteaba, los mordía maldiciendo la hora en que había entrado en religión. Todo eso se producía en gran violencia, creo que no era libre. (…) Todas las noches ese demonio murmuraba o hablaba a mis oídos. Muy a menudo adoptaba formas varias y aparecía como un dragón, un perro, un león, un macho cabrio y otras bestias; a veces tomaba formas humanas para intuirme a acciones pecaminosas”.2

Fragmento del texto Estudios sobre la histeria 1893-1895). A propósito de la señora Emma von N.:

“(…) lo que dice es de todo punto coherente y atestigua evidentemente una formación y una inteligencia nada comunes. Por eso es tanto mas extraño que cada tantos minutos se interrumpa de

pronto, desfigure el rostro hasta darle una expresión de horror y de asco, extienda hacia mi su mano, al tiempo que lo hace prorrumpa en estas palabras con una voz alterada por la angustia: ¡Quédese quieto! ¡No hable! ¡No me toque! Es probable que se encuentre bajo la impresión de una cruel alucinación recurrente y con esa formula se defienda de la intromisión del extraño. Pero esta intercalación ocurre de manera repentina, y la enferma prosigue su discurso sin desovillar esa excitación presente, sin explicar su comportamiento ni disculparse; es probable entonces, que ella misma no haya notado la interrupción”. 3

Fragmento del relato de la experiencia con una paciente por J. C. Maleval:

“María es una analizante un tanto peculiar en el diván: durante sesiones que con frecuencias son totalmente silenciosas, vive episodios de regresión, en los cuales vuelve a ser “un bebé muy pequeño”, experimenta momentos de éxtasis fetal, tiene “visiones”, grita, solloza, la sacuden espasmos, teme que yo la mate, dice que quiere matarme, tiene la sensación de que en el curso de una sesión silenciosa la he dejado embarazada (…) La violencia de la transferencia, las alucinaciones, el afloramiento del inconsciente, las tendencias a pasar al acto, me inclinan a pensar que estoy ante lo que se podría llamar una “gran histérica”4.

De acuerdo con Maleval (2004) se constituyó hacia fines del siglo XIX la categoría clínica “locuras histéricas”, caracterizada por “el polimorfismo de las manifestaciones delirantes, la riqueza de las alucinaciones, el delirio onírico análogo al delirio tóxico, y la posibilidad de tratamiento mediante hipnosis o psicoterapia”. Cabría preguntarse a la luz de los relatos anteriores: ¿Dónde encontrar hoy la manifestación delirante de la histeria al diferenciarla de la esquizofrenia?, ¿Qué ha ocurrido con la locura histérica, con esa manifestación “plástica” de proyección de lo reprimido?, ¿Cómo distinguir el llamado “delirio pesadillesco” en la histeria de la simbolización “nula” o “vacía” del delirio psicótico?, ¿Hacia quien va dirigida la alucinación histérica?

Maleval (2004) inicia su texto partiendo del argumento, según el cual, el delirio histérico no está regido por los mismos mecanismos que un delirio psicótico. El delirio histérico pareciera estar cargado de erotismo, de “sueños edípicos”, del elemento sexual, de la “falización” del cuerpo propio. La

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presencia de metáforas, por otro lado, constituye uno de los mecanismos frecuentes en la manifestación. En relación con los mecanismos de defensa, el autor señala que en el delirio histérico, se suscita por una parte la emergencia de significados reprimidos, sin embargo estos significados reprimidos se mantiene alejados, tachados o excluidos de la conciencia, de una manera muy particular. Tal pudiera ser el caso citado de la madre Juana de los Ángeles, donde luego de los frecuentes ataques, la “enferma” no podía conservar el recuerdo de esos períodos. Muy similar a lo sucedido con Emma Von, y que Freud muy sabiamente sabe interpretarlo como una defensa de cierta intromisión extraña. Estos, entre otros son elementos inherentes al discurso propio de la histeria.

Habría que entrar con más detalles no sólo en los mecanismos particulares del delirio histérico, sino en las entrañas mismas de la estructura psicótica, para que con la riqueza clínica que ofrecen ambas estructuras, se pueda elaborar mejor una

distinción teórica-práctica. Situándonos en lo que nos convoca hoy, me

resta decir que en términos generales, y sin pretender ser completamente abarcadora acerca del tema, el delirio histérico está atravesado por los mecanismos que le son fieles a la estructura. Culmino con una nota de Legué y Gilles de la Tourette (2001), quienes con un extraordinario viaje, cargado de detalles nos muestran los caminos olvidados de la nosología psiquiátrica, indispensable para la clínica de la histeria. “La histérica es en general egoísta, muy preocupada por si misma, deseosa de llamar la atención de quienes la rodean sobre ella y sobre su vida y milagros. Fácilmente irritable, tiene rabietas sin razón y también alegrías sin motivo; siente una necesidad continua de querellarse; es propensa a excitaciones imprevistas, a depresiones no justificadas. Su versatilidad en las ideas y los sentimientos es extraordinaria. Siente simpatías y manifiesta antipatías tan repentinas como irreflexivas. Es incapaz de mantener la atención durante mucho tiempo y carece de continuidad en las ideas. Su

voluntad es indecisa, caprichosa, fantasiosa. Le gusta tomar intrigas y poner en práctica engaños calculados con mayor o menos habilidad. Aficionada a los escándalos, disfruta con la maledicencia y apunta por igual a parientes, amigos o indiferentes. Tampoco escatima la calumnia. No retrocede ante falsos testimonios, atribuye falsos juramentos y escribe cartas anónimas”.

He rescatado esta nota porque la psicología se ha olvidado de los magníficos relatos con extensas y bastas descripciones de las “enfermedades” mentales. Pero más que todo, la psicología no puede dar cuenta de la histeria ni de su padecimiento, precisamente porque se ha desprovisto de todo referente que convoque a la “locura”. Locura temida, desterrada, disfrazada, trasmudada y presta a transformarse, cada vez que se intenta apresarla o enmudecerla en un discurso vago, ateórico e impreciso de la ciencia de éste, nuestro tiempo.

Mahé Casanova

1 Chauvelot, D. (1995). Historia de la Histeria. Alianza ensayo: Madrid.

2 Legué 2 Gilles de la Tourette (2001). Autobiografía. Asociación Española de Neuropsiquiatría. Historia: Madrid.

3 Freud, S. y Breuer, J. (1893-1895) Estudios sobre la histeria. Obras

Completas. Amorrortu editores. 4 Maleval, J. C. (2004) Locuras histéricas y psicosis disociativas. Paidós:

Buenos Aires.

“la psicología se ha olvidado de los magníficos

relatos con extensas y

bastas descripciones de

las “enfermedades”

mentales”

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Durante los días 26, 27 y 28 del pasado mes de agosto, la psiquiatra y psicoanalista española, Carmen Gallano Petit, nos honró con su visita por segunda ocasión.

La Dra. Gallano nos visitó por vez primera tres años atrás, a finales de agosto de 2006, para ofrecer, en la Universidad de Puerto Rico (UPR), la conferencia Avatares subjetivos de la sociedad global capitalista:¿trastornos individuales o males colectivos?, con la cual se dio apertura a las actividades conmemorativas del 150 aniversario del natalicio de Sigmund Freud. Como parte de esa visita, ofreció, además, el seminario Clínica lacaniana de los malestares contemporáneos.

En esta ocasión, también pudimos contar con dos actividades diversas donde escuchar las importantes elaboraciones de la Dra. Gallano, y con varios espacios de discusión en los que dialogar con ésta acerca de sus planteamientos. El 26 de agosto, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UPR, la Dra. Gallano, en una conferencia titulada Familias extemporáneas, familias contemporáneas: ¿cómo puede un niño hacerse humano?, compartió sus reflexiones en torno a las encrucijadas que enfrenta el infante, para insertarse en la cultura y constituirse como sujeto de deseo, en estos tiempos en los que la lógica del capital y la tecno-ciencia marcan el lugar que se le oferta en la estructura familiar. Esta conferencia estuvo abierta al público general. El 26 y el 27 de agosto, en la Fundación Luis Muñoz Marín, la Dra. Gallano impartió el seminario clínico El deseo y el fantasma en la obra de Jacques Lacan. El seminario, que estuvo dirigido al público con una formación clínica, consistió en dos complejas pero muy enriquecedoras sesiones teóricas, y dos

sesiones clínicas. Las sesiones clínicas estuvieron a cargo de los estudiantes doctorales Rebeca Campo y Juan A. León, quienes presentaron dos interesantes casos clínicos sobre los que la Dra. Gallano ofreció sus impresiones.

Quienes tuvimos la oportunidad de estar presentes en dichas actividades, las apreciamos como unas de enorme valor para nuestra formación en torno a los retos que supone, en estos tiempos difíciles, el quehacer clínico orientado por las enseñanzas de Freud y Lacan.

La Dra. Gallano se formó en psicoanálisis en la Escuela de Jacques Lacan en Paris y, actualmente, es Analista Miembro de la Escuela (AME) de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano. Entre sus publicaciones, se encuentran: "Trauma y discurso" (1997) y "La alteridad femenina" (1999), así como numerosos artículos en revistas de lengua española, francesa, italiana, portuguesa e inglesa.

Dyhalma N. Ávila López

Representante por Puerto Rico a la Comisión de la Opción Epistémica, Escuela de Psicoanálisis de los

Foros del Campo Lacaniano – América Latina Norte

visita de la Dra. Carmen gallano Petit

“El arte de pintar es un arte de pensar, cuya existencia subraya la importancia del papel desempeñado

en la vida por los ojos del cuerpo humano; siendo efectivamente el

sentido de la vista el único interesado por un cuadro”.

"L 'art de peindre est un art de penser, dont l 'existence souligne

l 'importance du rôle tenu dans la vie par les yeux du corps humain; le sens de la vue étant en effet le seul qui soit intéressé par un tableau."

-René Magritte

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¿Interesado en escribir para el correo?

El Correo Psicoanalítico publica dos ediciones al año. El mismo tiene como objetivo difundir el trabajo que se realiza desde el campo psicoanalítico en Puerto Rico y sus vínculos internacionales con éste. Los artículos que aquí se presentan reflexionan tanto sobre el psicoanálsis en su dimensión clinica como la relación del mismo con otras disciplinas del saber humano.

Este es un espacio abierto a todo aquel que le interese escribir y reflexionar en torno a estos temas. Puede someter su escrito a consideración de la editorial para futuras publicaciones. Los escritos deben tener un máximo de página y media a letra 12.

Favor enviar sus colaboraciones a: [email protected]

Puedes conseguir la Antología malestares en la cultura: las falacias del bienestar. Ésta recopila diversas ponencias presentadas en los coloquios anteriores. La misma tiene un costo de $10.00.

Además puedes adquirir la Revista Intervalo, a un costo de $15.00 y las Actas del Coloquio del Taller del Discurso Analítico, a $10.00. Éstas estarán a la venta durante el coloquio en la mesa de inscripción o puedes solicitar más

información escribiendo a: taller_discurso_analí[email protected]

Anuncios El viernes 17 de septiembre del 2010,

el Foro del Campo Lacaniano de Puerto Rico (FCL-PR) realizará su Tercera Jornada Clínica que versará sobre el texto de Lacan: “La dirección de la cura y los principios de su poder”.

En dicha actividad se contará con la presencia de la Dra. María Antonieta Izaguirre. Además se presentará la Revista Intervalo, Num. 1 que contará con las ponencias presentadas en la Segunda Jornada Clínica del FCL-PR, que tuvieron como eje el escrito de Lacan, “El psicoanálisis y su enseñanza”. Le siguen tres textos que exploran el ámbito de los afectos: la conferencia impartida, simultáneamente, por la Dra. María de los Á. Gómez y el Dr. Francisco J. Ramos, en la cual el psicoanálisis y la filosofía dialogan y contrastan perspectivas; y los trabajos de orden clínico de las psicoanalistas Colette Soler y Carmen Gallano, quienes muestran con maestría la actualidad del psicoanálisis y su pertinencia para pensar los malestares contemporáneos.

Este volumen incluirá también tres escritos de los psicoanalistas fundadores del Groupe interdisciplinaire freudien de recherche et d'intervention clinique et culturelle (GIFRIC) y su particular y lúcido acercamiento a las psicosis.

Finalmente, la revista cierra con las ponencias presentadas con motivo de la publicación del libro del filósofo puertorriqueño Francisco José Ramos, Estética del Pensamiento III: La invención de sí mismo, libro en el cual el psicoanálisis, el budismo y las neurociencias son articulados de manera inédita.

Esperamos contar con su presencia.

Freddy Aracena Delegado del FCL-PR

Tercera Jornada Clínica

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Actividades Psicoanalíticas • Mayo 14 y 15: Coloquio XXVI: Delirios y Alucinaciones: Límites de la Experiencia

Humana o Lugar: Museo de Arte de Caguas

• Mayo 28: Seminario: La Angustia o Dra. María de los A. Gómez o Lugar: Residencia de la Dra. Gómez

• El Cine Foro se reúne una vez al mes. Para información de las fechas escribir a: [email protected]

• El Seminario de Freud que ofrece la Dra. Ferder se lleva a cabo una vez al mes. Para información llamar al: 787-432-8970.

• El Seminario de la Clínica del Trastorno a la Ética del Psicoanálisis que ofrece el Dr. Carrasquillo se lleva a cabo el tercer sábado de mes. Para información llamar al: 787-568-6414.

• El Foro del Campo Lacaniano de Puerto Rico se reúne el tercer miércoles de mes.

• Agosto 6: Seminario Ética, 7:30 pm o Dr. Francisco José Ramos o Lugar: Residencia de la Dra. Gómez

• Agosto 18: Reunión del Foro del Campo Lacaniano de Puerto Rico

• Agosto 21: Seminario de la Clínica del Trastorno a la Ética del Psicoanálisis, 4:00 pm o Dr. Alfredo Carrasquillo o Lugar: Residencia del Dr. Carrasquillo o Información: 787-568-6414

• Agosto 27: Seminario: La Angustia, 7:30 pm o Dra. María de los A. Gómez o Lugar: Residencia de la Dra. Gómez

• El Cine Foro se reúne una vez al mes. Para información de las fechas escribir a: [email protected]

• El Seminario de Freud que ofrece la Dra. Ferder se lleva a cabo una vez al mes. Para información llamar al: 787-432-8970.

• Septiembre 3: Seminario Ética o Dr. Francisco José Ramos o Lugar: Residencia de la Dra. Gómez

• Septiembre 16: Reunión del Foro del Campo Lacanicano de Puerto Rico

• Septiembre 18: Seminario de la Clínica del Trastorno a la Ética del Psicoanálisis, 4:00 pm o Dr. Alfredo Carrasquillo o Lugar: Residencia del Dr. Carrasquillo o Información: 787-568-6414

• Septiembre 24: Seminario: La Angustia o Dra. María de los A. Gómez o Lugar: Residencia de la Dra. Gómez

• El Cine Foro se reúne una vez al mes. Para información de las fechas escribir a: [email protected]

• El Seminario de Freud que ofrece la Dra. Ferder se lleva a cabo una vez al mes. Para información llamar al: 787-432-8970.

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Actividades Psicoanalíticas

• Noviembre 5: Seminario Ética o Dr. Francisco José Ramos o Lugar: Residencia de la Dra. Gómez

• Noviembre 17: Reunión del Foro del Campo Lacaniano de Puerto Rico.

• Noviembre 20: Seminario de la Clínica del Trastorno a la Ética del Psicoanálisis, 4:00 pm o Dr. Alfredo Carrasquillo o Lugar: Residencia del Dr. Carrasquillo o Información: 787-568-6414

• Noviembre 26: Seminario: La Angustia o Dra. María de los A. Gómez o Lugar: Residencia de la Dra. Gómez

• El Cine Foro se reúne una vez al mes. Para información de las fechas escribir a: [email protected]

• El Seminario de Freud que ofrece la Dra. Ferder se lleva a cabo una vez al mes. Para información llamar al: 787-432-8970.

• Octubre 1: Seminario Ética o Dr. Francisco José Ramos o Lugar: Residencia de la Dra. Gómez

• Octubre 16: Seminario de la Clínica del Trastorno a la Ética del Psicoanálisis, 4:00 pm o Lugar: Residencia del Dr. Carrasquillo o Información: 787-568-6414

• Octubre 20: Reunión del Foro del Campo Lacaniano de Puerto Rico

• Octubre 29: Seminario: La Angustia o Dra. María de los A. Gómez o Lugar: Residencia de la Dra. Gómez

• El Cine Foro se reúne una vez al mes. Para información de las fechas escribir a: [email protected]

• El Seminario de Freud que ofrece la Dra. Ferder se lleva a cabo una vez al mes. Para información llamar al: 787-432-8970.

• Si deseas anunciar alguna actividad en los próximos correos puedes enviarnos la información a: [email protected]

• Diciembre 3: Seminario Ética o Dr. Francisco José Ramos o Lugar: Residencia de la Dra. Gómez

• Diciembre 15: Reunión del foro del Campo Lacaniano de Puerto Rico.

• Diciembre 18: Seminario de la Clínica del Trastorno a la Ética del Psicoanálisis, 4:00 pm o Dr. Alfredo Carrasquillo o Lugar: Residencia del Dr. Carrasquillo o Información: 787-568-6414

• El Cine Foro se reúne una vez al mes. Para información de las fechas escribir a: [email protected]

• El Seminario de Freud que ofrece la Dra. Ferder se lleva a cabo una vez al mes. Para información llamar al: 787-432-8970.

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Viernes, 14 de mayo de 2010 Apertura: 9:00-9:30 Mayra Nevárez 1a. Mesa: 9:30-11:00 a.m. Modera: Victoria García

• Eduardo Valsega: La pregunta que no se hace y la respuesta de Tiresias

• Verónica Velez: Espejos y quimeras 2a. mesa 11:00-12:30 Modera: Libertario Pérez

• Juan Carlos Gorlier: Estar a la escucha, sin prestar atención (reflexión transversal sobre ciertas alucinaciones auditivas)

• Francisco José Ramos: ¿Qué es una idea? 3a. mesa 2:30-4:30 Modera: Myrna Sesman

• Eduardo Forastieri: Aproximacion al límite de la metonimia

• María de los Angeles Gómez: Entre el ventrilocuo y el visionario: reflexiones sobre las alucinaciones visuales y auditivas

• Luisa Ferder: Una alucinación cenestésica, un poema y la metapsicología freudiana

Sábado, 15 de mayo de 2010 4a. mesa 9:00-11:00 Modera: Rebeca Díaz

• Dyhalma Avila: "Delirios y alucinaciones"... del discurso médico

• María de la Paz Ferrán: Internado en la paranoia

• Rebeca Campo: ¿De qué se trata “percibir” lo que no está “ahí”?

5a. mesa 11:00-1:00 Moderar: Caroline Forastieri

• Tatyana Montalvo; Clínica del delirio

• Zilkia Rivera: Pérdidas maternas, " llantos y sonrisas…" ¿es posible asumir la posición materna desde el intensivo neonatal?

6a mesa 3:00-4:30 Modera: Mayra Olavarria

• Kenneth Junco: Los colores me hablan

• Alfredo Carrasquillo: “El delirio como la solución del psicótico a la experiencia de la efracción del psiquismo: Implicaciones para la clínica psicoanalítica”.

Cierre 4:30-5:00 Hildamar Vila

COLOQUIO XXVI

DELIRIOS Y ALUCINACIONES: LIMITES DE LA EXPERIENCIA HUMANA

MUSEO DE ARTE DE CAGUAS

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