Considere Su Actitud

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Considere su Actitud. Es un pájaro… Es un avión… ¡No! ¡Es Una Actitud! Haya pues en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús. (Filipenses 2:5, Biblia de las Américas). Era un hermoso día en San Diego, y mi amigo Paul quiso llevarme a volar en su avión. Como era nuevo en California del Sur decidí ver mi nueva tierra desde una perspectiva distinta. Me senté en el asiento del copiloto mientras mi amigo terminaba de revisar sus instrumentos. Todo estaba bien, así que Paul encendió los motores y nos dirigimos hacia la cabecera de la pista. Cuando el avión se elevaba me di cuenta que su nariz estaba más alta que el resto del fuselaje. También me llamó la atención que, aunque el paisaje que teníamos abajo era esplendoroso, Paul observaba continuamente el tablero de instrumentos. Como no soy piloto, decidí convertir el vuelo de placer en una experiencia de aprendizaje. —Todos esos cuadrantes —comencé—, ¿qué te dicen? Veo que observas unos más que otros. ¿Qué es este? —Ese es el indicador de actitud —respondió. — ¿Cómo puede un avión tener una actitud? —En vuelo, la actitud de la nave es lo que llamamos la posición del avión en relación con el horizonte. Como mi curiosidad ya se había despertado, le pedí que me explicara más. —Cuando el avión asciende —dijo—, tiene una actitud nariz arriba, porque la nariz de la nave señala más arriba del horizonte. —Eso es correcto —continuó mi instructor—. Los pilotos prestan atención a la actitud del avión porque eso indica su comportamiento. —Ahora puedo entender por qué el indicador de actitud está en tan visible lugar en el tablero de instrumentos —manifesté. Paul, comprendiendo que era un estudiante ansioso, continuó: —Como el comportamiento del avión depende de su actitud, es necesario cambiar su actitud para cambiar su comportamiento. Lo demostró elevando la nariz del aparato. El avión ascendió con seguridad y la velocidad disminuyó. Cambió su actitud, y eso cambió su comportamiento. Paul concluyó su lección diciendo: —Puesto que la actitud del avión determina su comportamiento, los instructores enseñan «actitud de vuelo». Esa conversación me hizo pensar en las actitudes de la gente. ¿La actitud de un individuo, no norma su comportamiento? ¿No tiene un «indicador de actitud» que continuamente evalúa sus perspectivas y sus logros en la vida? ¿Qué pasa cuando la actitud está produciendo resultados no deseables? ¿Cómo puede cambiarse la actitud? Y, si la actitud cambia, ¿cuáles son las ramificaciones hacia las personas que le rodean? Mi amigo Paul tenía un manual de instructor sobre «Actitud de vuelo», la relación entre la actitud del avión y su comportamiento. Nosotros, también, tenemos un manual sobre la actitud de vida… la Biblia.

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Considere su Actitud. Es un pájaro… Es un avión… ¡No! ¡Es Una Actitud! Haya pues en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús. (Filipenses 2:5, Biblia de las Américas). Era un hermoso día en San Diego, y mi amigo Paul quiso llevarme a volar en su avión. Como era nuevo en California del Sur decidí ver mi nueva tierra desde una perspectiva distinta. Me senté en el asiento del copiloto mientras mi amigo terminaba de revisar sus instrumentos. Todo estaba bien, así que Paul encendió los motores y nos dirigimos hacia la cabecera de la pista. Cuando el avión se elevaba me di cuenta que su nariz estaba más alta que el resto del fuselaje. También me llamó la atención que, aunque el paisaje que teníamos abajo era esplendoroso, Paul observaba continuamente el tablero de instrumentos. Como no soy piloto, decidí convertir el vuelo de placer en una experiencia de aprendizaje. —Todos esos cuadrantes —comencé—, ¿qué te dicen? Veo que observas unos más que otros. ¿Qué es este? —Ese es el indicador de actitud —respondió. — ¿Cómo puede un avión tener una actitud? —En vuelo, la actitud de la nave es lo que llamamos la posición del avión en relación con el horizonte. Como mi curiosidad ya se había despertado, le pedí que me explicara más. —Cuando el avión asciende —dijo—, tiene una actitud nariz arriba, porque la nariz de la nave señala más arriba del horizonte. —Eso es correcto —continuó mi instructor—. Los pilotos prestan atención a la actitud del avión porque eso indica su comportamiento. —Ahora puedo entender por qué el indicador de actitud está en tan visible lugar en el tablero de instrumentos —manifesté. Paul, comprendiendo que era un estudiante ansioso, continuó: —Como el comportamiento del avión depende de su actitud, es necesario cambiar su actitud para cambiar su comportamiento. Lo demostró elevando la nariz del aparato. El avión ascendió con seguridad y la velocidad disminuyó. Cambió su actitud, y eso cambió su comportamiento. Paul concluyó su lección diciendo: —Puesto que la actitud del avión determina su comportamiento, los instructores enseñan «actitud de vuelo». Esa conversación me hizo pensar en las actitudes de la gente. ¿La actitud de un individuo, no norma su comportamiento? ¿No tiene un «indicador de actitud» que continuamente evalúa sus perspectivas y sus logros en la vida? ¿Qué pasa cuando la actitud está produciendo resultados no deseables? ¿Cómo puede cambiarse la actitud? Y, si la actitud cambia, ¿cuáles son las ramificaciones hacia las personas que le rodean? Mi amigo Paul tenía un manual de instructor sobre «Actitud de vuelo», la relación entre la actitud del avión y su comportamiento. Nosotros, también, tenemos un manual sobre la actitud de vida… la Biblia.

El apóstol Pablo, escribiendo a la iglesia de Filipo, colocó ante esos cristianos un indicador de actitud. «Haya, pues, en vosotros esta misma actitud que hubo también en Cristo Jesús» (Filipenses 2:5, Biblia de las Américas). Cristo nos da un perfecto ejemplo. Su elevada norma no fue dada para frustrarnos sino para revelarnos áreas en nuestras vidas que necesitan mejoramiento. Cuando estudio Filipenses 2:3–8, traigo a mi mente las actitudes saludables que Jesús poseía. Era desinteresado . «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros» (Filipenses 2:3–4). Era seguro. «El cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres» (Filipenses 2:6–7). Era sumiso. «Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz» (Filipenses 2:8). Pablo dice que estas cualidades fueron notorias en la vida de Cristo, debido a su actitud (v. 5, Biblia de las Américas). También dice que nosotros podemos tener la misma actitud en nuestras vidas.

El triple proceso de la alabanza de David. 1. La alabanza comienza en la voluntad (v. 1).

«Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca». Su actitud refleja una determinación de regocijarse pese a la situación.

2. La alabanza afecta a la emoción (v. 2). «En Jehová se gloriará mi alma». Ahora, David alaba al Señor no solamente porque es lo correcto, sino también porque le gusta.

3. La alabanza se extiende a otros (vv. 2–3). «Lo oirán los mansos y se alegrarán. Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre». David demuestra que el cumplimiento de la alabanza comienza con una actitud de estar determinado a alabar. La conclusión del capítulo registra el triunfo de David: «Jehová redime el alma de sus siervos, y no serán condenados cuantos en Él confían». La actitud de vivir, al igual que la de volar, dice: «Mi actitud dicta mi comportamiento».