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  • CONOCIMIENTO EXTRAORDINARIOCiencia, escepticismo y los poderes inexplicables de la mente humana

    Elizabeth Lloyd-Mayer

  • Ttulo OriginalExtraordinary Knowing

    Primera edicinNoviembre 2010

    2007 Elizabeth Lloyd Mayer

    2010 para la edicin en castellanoLa Liebre de Marzo, S.L.

    TraduccinDavid Gonzalez Raga

    Diseo grficoBrbara Pardo

    Impresin y encuadernacinPuresa, S. A.

    Impreso en Espaa

    Depsito LegalB-26.823-2010

    ISBN978-84-92470-16-7

    La Liebre de Marzo, S.L.Apartado de Correos 2215 E-08080 Barcelona

    Fax. 93 449 80 [email protected]

    Cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica o transformacin de esta obra solo puede ser realizada con la autorizacin de sus titulares, salvo excepcin prevista por la ley. Dirjase a CEDRO (Centro Espaol de Derechos Reprogrficos, www.cedro.org) si necesita

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  • An despus de todo este tiempo, el sol nunca le ha dicho a la terra ests en deuda conmigo

    Observa lo que pasa con un amor como este. Ilumina todo el cielo.

    HAFIZ

    ParaDavid Mayer

    yPamela Symington Mayercuyo amor por sus hijosilumina todo el cielo

  • NDICE

    Prlogo de Freeman DysonPrefacio de Carol Gilligan

    1. El arpa de ida y vueltaComienza el viaje

    2. Hacer pblico el conocimiento privadoRomper el silencio

    3. La negacin de lo extraordinarioCoste personal y precio pblico

    4. Los estados mentalesEl conocimiento que no se experimenta como tal

    5. La inteligencia intuitivaEl arte y la ciencia de la unin

    6. Un dilogo interrumpidoLa extraa historia de la investigacin paranormal

    7. Tirando los meteoritos a la basuraCiencia, miedo y ansiedad

    8. Ojos nocturnos Aprender a vivir con la paradoja

    9. Determinar el poder de la oracinEst Dios en la ecuacin?

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  • 10. Escuchar ms atentamente Sintonizar con los sueos y con la telepata

    11. Tres segundos en el futuroLa nueva ciencia del inconsciente

    12. Incertidumbre cunticaUn modelo operativo de la realidad

    Eplogo: Volver a empezar El reto de lo extraordinario

    AgradecimientosNotas finales

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  • Prlogo

    Freeman DysonInstitute for Advanced StudyPrinceton, New Jersey

    Este libro comienza con una extraa historia sobre un arpa que ilustra milesde casos en los que las personas parecen acceder a un tipo de conocimientoajeno al habitual, un conocimiento que cae dentro de lo que suele denominarsepercepcin extrasensorial o PES. Y esa historia me coloca en una situacin untanto comprometida porque si bien, como cientfico, debo desconfiar de ella,como ser humano no tengo ms remedio que crermela. En tanto que cient-fico, no creo en nada que no se base en una evidencia slida y debera consi-derar la posibilidad de que no fuese ms que una forma de ilusin y hasta deconfabulacin urdida por Elizabeth Mayer y Harold McCoy. No olvidemosque stas son, precisamente, las evidencias que los cientficos suelen calificarcomo anecdticas queriendo decir, con ello, que carecen de todo valor cientfico.Como ser humano, sin embargo, me parece una historia muy convincente.

    Estoy impresionado por el hecho de que Elizabeth Mayer es una cientfica y,habitualmente, se mantendra escptica ante ese tipo de evidencias. Ella sabebien por qu la mayora de los cientficos desconfa de su historia, pero se obs-tina en mantener un dilogo amistoso tanto con los escpticos como con quie-nes creen en la PES. En muchos sentidos, se siente ms prxima a losescpticos, pero tampoco puede permitirse el lujo de ignorar la historia delarpa porque, al haberla vivido en primera persona, sabe bien que es cierta. Yo,

  • por mi parte, estoy plenamente convencido, pero no tanto de la veracidad dela historia, como del retrato que Elizabeth nos pinta de s misma como unacientfica que se enfrenta a un misterio que la ciencia ortodoxa se muestra in-capaz de explicar.Gran parte de este libro describe la historia de la investigacin PES, una

    historia que se basa tanto en datos anecdticos como en la experimentacincientfica. La recopilacin y publicacin de las pruebas anecdticas acerca dela percepcin extrasensorial ha sido llevada a cabo principalmente por la Societyfor Psychical Research, una institucin con ramificaciones en Inglaterra y losEstados Unidos y que tiene ms de un siglo de vida. Son muchas las historiaspublicadas en su revista y en un conocido libro titulado Phantasms of the Living,en donde refiere un tipo de experiencias en la que, en un momento de crisis ode peligro extremo, el sujeto B puede ver al sujeto A, que se halla a muchos ki-lmetros de distancia, documentando esos episodios con testimonios de pri-mera mano de cualidad, por cierto, bastante desigual y anecdtica recopiladospoco despus del acontecimiento tanto del sujeto A como del sujeto B.La investigacin cientfica de la PES empez hace ya mucho tiempo y, desde

    entonces, ha seguido adelante con una obstinacin tenaz. Todo comenz conJoseph Rhine en la Duke University, luego prosigui con Harold Puthoff, delStanford Research Institute y, desde entonces, son muchos los grupos que hanrecogido esos testimonios. Sobre todos esos esfuerzos, no obstante, se ciernela sombra de la duda, a causa de algunas acusaciones de fraude que pesan sobre el laboratorio de Rhine y debido, por otro lado, a que una parte impor-tante del trabajo llevado a cabo por Puthoff se vio secretamente patrocinadopor la Central Intelligence Agency.Elizabeth Mayer nos proporciona el relato ms convincente que yo jams

    haya visto de la investigacin PES y lo acompaa de una excelente bibliografade documentos relevantes. Pero los resultados de la investigacin cientfica realizada hasta el momento han sido decepcionantes porque, aunque los in-vestigadores han afirmado tener evidencias estadsticamente significativas dela PES, sus resultados siempre han sido marginales: lo suficientemente claroscomo para ser estadsticamente significativos, pero no tanto como para con-vencer a los escpticos.Tres son las posturas que cabe asumir con respecto a la evidencia de la PES.

    En primer lugar, la actitud mantenida por la ciencia ortodoxa, que rechaza de

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  • plano la existencia de la PES. En segundo lugar, la postura asumida por loscreyentes en la PES, que no slo sostienen su existencia, sino tambin la po-sibilidad de demostrarla utilizando mtodos cientficos. Y, en tercer lugar, mipropia postura, ubicada a mitad de camino entre las dos, segn la cual, si bienla PES es, como sugiere la evidencia anecdtica, real, no puede ser demostradaempleando las torpes herramientas de que dispone la ciencia. Estas posturas tambin insinan diferentes puntos de vista sobre el alcance

    de la ciencia. Si uno cree, como muchos de mis colegas, que el poder de cienciaes ilimitado, entonces la ciencia debera explicarlo todo y la PES, en conse-cuencia, sera inexistente o cientficamente explicable. Pero si, a pesar de creeren la existencia de la PES, tambin creemos como yo que su posible de-mostracin queda fuera del alcance de la ciencia, no queda ms remedio queasumir que el alcance de sta es limitado. Mi hiptesis de trabajo, pues, es que la PES es real, pero que pertenece a un universo mental tan fluido y eva-nescente que no puede someterse a los estrictos protocolos impuestos por lainvestigacin cientfica. Pero con ello no pretendo, en modo alguno, afirmarla veracidad de esta hiptesis, sino tan slo que es coherente con la evidenciay merecedora, por tanto, de toda nuestra consideracin.Me han pedido que escribiese este prlogo porque hace ya un tiempo publi-

    qu, en The New York Review of Books, una revisin de un libro sobre la PEStitulado Debunked!, escrito por Georges Charpak y Henri Broch al que Eliza-beth Mayer se refiere en el captulo 12. En esa revisin conclu que la PES sloocurre, segn la evidencia anecdtica de que disponemos, cuando la personaimplicada experimenta emociones muy intensas y se halla sometida a una fuertetensin nerviosa, algo que difcilmente ocurre en las rigurosas condiciones a lasimpuestas por la investigacin cientfica. No es de extraar por tanto que,cuando la persona experimenta ms aburrimiento que excitacin, se desvanezcatoda evidencia de PES. Ah radica, en mi opinin, el fracaso de la investigacincientfica de la PES, porque las condiciones mismas de la experimentacin ne-cesariamente descartan las emociones humanas que la posibilitan.Fueron muchas las cartas que recib despus de la publicacin de esa revi-

    sin, pero todas ellas fueron crticas. Los cientficos ortodoxos estaban moles-tos porque me atreva a considerar la realidad de la PES, mientras que loscreyentes, por su parte, estaban enfadados porque afirmaba la imposibilidadde demostrarla cientficamente.

    PRLOGO 11

  • Lo que ms me gusta de Elizabeth Mayer es la predisposicin que muestra,a lo largo de todo este libro, a mantener un dilogo amistoso entre creyentesy escpticos.Estoy muy contento de que podamos disentir sin dejar, por ello, de ser

    amigos.

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  • Prefacio

    Carol Gilligan

    Conoc a Lisby a propsito de un caso de conocimiento extraordinario, elmismo que cuenta en el primer captulo de este libro. Un amigo mutuo quetrabaja en el teatro decidi un buen da que debamos conocernos y establecila fecha y el lugar de nuestro primer encuentro, un caf de Harvard Square.Ah estaba yo, sentada frene a Lisby, al otro lado de la mesita de madera,

    la taza de caf, las bolsitas de azcar rasgadas al lado de su plato, mirndomefijamente y con el rostro iluminado. Nuestra amistad dependa de esta con-versacin.Segn me dijo, haban robado el arpa de su hija en Oakland (California) y,

    como ltimo recurso, solicit la ayuda de un zahor de Arkansas. Mientras merelataba la historia, Lisby asumi el acento de ese hombre, arrastrando lenta-mente las palabras. Al parecer, segn le dijo, slo necesitaba, para llevar a cabosu pedido, un mapa de la ciudad y la luz reflejada por un objeto precioso, algo que no me llam especialmente la atencin porque lo que, desde deter-minado marco de referencia se nos presenta como una forma de conocimientoextraordinario se revela, desde otro, completamente ordinario, una simple cues-tin prctica.Son muchas las veces en que he tenido la experiencia de pensar en alguien

    a quien no haba visto desde haca mucho tiempo que, en ese mismo instante,llama por telfono, evidenciando as una modalidad de conocimiento bastanteinexplicable. sa es una forma de conocimiento visceral, un tipo de conoci-miento intuitivo que pone en cuestin la creencia largamente asumida de quesomos seres esencialmente separados y no podemos, por tanto, saber lo que ocurre en la mente de otra persona. Conocimiento a travs de la conexin,

  • un aspecto en el que las dos estbamos especialmente interesadas y que aca-bara unindonos. se es, precisamente, un tipo de conocimiento al que losnios tienen acceso hasta el momento en que la conexin se rompe, desapareceo se soslaya.Durante mi siguiente visita a San Francisco, pas una tarde entera con Lisby,

    sentada en su jardn. Entonces hablamos de Erik Erikson (otro vnculo quenos una), de las creencias que tenemos sobre nosotros mismos y del universoen que vivimos, de psicoanlisis, de fsica, de msica, de empata, del teoremade Bell y de la accin (aparentemente) a distancia, como la de la Luna sobrelas mareas. Eran muchas las cosas que compartamos, desde nuestra fascinacinpor el cambio entre la percepcin de la figura y del fondo del que habla la ges-talt hasta la crianza de los hijos y el modo ms adecuado de regentar una casa.Con el paso de los aos, nuestra conversacin fue profundizndose y nos en-contramos en Cambridge, Berkeley, Vermont y las colinas Bershire, al tiempoque nuestra amistad se expanda hasta incluir a nuestra familia y dbamos vuel-tas y ms vueltas en torno a las mismas cuestiones Qu sucede cuandocambiamos de marco de referencia? Qu ocurre cuando contemplamosacontecimientos aparentemente extraordinarios a travs de una lente diferente?Luego pusimos en marcha un grupo de estudio en una agrupacin psicoa-

    naltica en la que participbamos, impartimos un seminario en Harvard, pre-sentamos ponencias conjuntas en varios congresos y asistimos, los sbados, almismo taller de escritura para alumnos de Radcliffe. Y siempre vi a Lisby vi-vificar todos los lugares por los que pasaba, movilizando el entusiasmo y dandola bienvenida al escepticismo con una generosidad y una curiosidad aparente-mente inagotables.Joyce hablaba de la ineluctable modalidad de lo visible pero, para Lisby,

    las lneas y las fronteras pueden ser engaosas. Ella se senta atrada por aquello que parece desafiar nuestra percepcin, por lo paranormal, por los ju-gadores que parecen saber las cartas con que cuentan sus adversarios y por loscirujanos que operan siguiendo los dictados de una luz blanca. Yo, por mi parte,jams haba estado interesada en la PES, pero me fascinaba lo que la gentepuede llegar a saber gracias a un conocimiento que parece extraordinario.En nuestro grupo de estudio, invitamos a los psicoanalistas a compartir ese

    tipo de experiencias y, una y otra vez, se avinieron, a veces tmidamente y enotras con cierto temor, a nuestra invitacin a describir casos en los que ellos o

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  • sus pacientes hubiesen conocido algo que no acertaban a explicar. Y si bien la cuestin de la explicacin se volvi apremiante, siempre me asombr el climade misterio que rodeaba esas revelaciones y la intensidad de las emociones queevocaba, como si, de algn modo, estuvisemos transgrediendo un tab.Este libro es una invitacin a pensar con Lisby en los inexplicables poderes

    de la mente humana y abrirnos a la posibilidad, como dice Hamlet a su amigoHoracio, de que haya ms cosas en cielo y en la tierra que todas las que puedasoar tu filosofa. sta es una posibilidad a la vez sorprendente y desalenta-dora porque quin sabe cules son las reglas que gobiernan las anomalas dela relacin existente entre la mente y la materia? Podemos comunicarnos de un modo que trascienda las fronteras de la mente y del espacio tal y comohabitualmente los concebimos? No podra el tipo de percepcin que, hoy enda, consideramos extrasensorial, adiestrarse para profundizar, de ese modo,nuestro conocimiento ordinario de los dems y ampliar tambin nuestra em-pata y nuestra compasin? Por qu no nos tomamos lo suficientemente enserio esas posibilidades y las sometemos al riguroso escrutinio de la ciencia?ste es un libro, en suma, que concluye con muchas preguntas sin resolver.Al finalizar nuestro primer encuentro, Lisby me dio dos tarjetas, una de las

    cuales la identificaba como psicoanalista y la otra como directora del San Fran-cisco Bay Revels. El Christmas Revels, un espectculo que comenz en Cam-bridge y ella llev a la costa oeste, es una celebracin del solsticio de invierno,el da ms oscuro del ao, el momento en que la Tierra se encuentra ms alejadade la luz. Conocimiento extraordinario, escrito por alguien que tiene un pie enel mundo del arte y otro en el de la ciencia, ilustra perfectamente la esperanza,comn a ambos mundos, de descubrir la luz en medio de la oscuridad. Yo tomlas dos tarjetas de Lisby y las guard muy cuidadosamente en mi cartera.

    Carol Gilligan es la autora de In a Different Voice y, ms recientemente, de The Birth of

    Pleasure. Tambin es catedrtica de la New York University.

    PREFACIO 15

  • 1. El arpa de ida y vuelta:

    Comienza el viaje

    En diciembre de 1991 robaron el arpa de mi hija; que no tardamosmucho, por cierto, en recuperar. Pero el camino de regreso seguido porel arpa discurri por cauces que acabaran transformando para siempremi forma habitual de entender la ciencia y el pensamiento racional, porque noslo cambi mi forma de estar en el mundo, sino tambin el modo en que lo percibo y trato de entenderlo.Este libro describe lo que pas cuando trat de explicarme lo ocurrido. Fue-

    ron muchas las preguntas que entonces me hice, preguntas desconcertantessobre el mundo tal y como lo conocemos y que no slo tienen una importanciafundamental para la ciencia, sino tambin para el modo en que abordamosnuestra vida cotidiana. ste es un libro que se enfrenta a todas esas preguntasy describe algunas de las sorprendente respuestas que descubr a lo largo delproceso.En 1991 enseaba en el departamento de psicologa de la University of Ca-

    lifornia de Berkeley y en la Facultad de Medicina de la University of San Fran-cisco. Tambin llevaba a cabo una investigacin sobre el desarrollo femeninoy atenda pacientes en mi consulta psicoanaltica. Perteneca a muchas asocia-ciones profesionales, formaba parte de varios comits, asista a congresos in-ternacionales, participaba en equipos editoriales, daba conferencias por todoel pas y tambin formaba parte del equipo de formacin y supervisin de ana-listas de la American Psychoanalytic Association. Estaba, dicho en pocas palabras, muy ocupada y satisfecha con mi vida.Mi hija Meg se haba enamorado del arpa a eso los seis aos y ahora, a los

    once, haba empezado a dar algn que otro concierto. Pero la suya no era la t-

  • pica arpa de pie, sino un instrumento ms pequeo y caro construido por unartesano arpista. Un buen da, despus de dar un concierto de Navidad en un teatro, le robaron el arpa y, por ms que pasamos un par de meses tratandode localizarla apelando a todos los medios que tenamos a nuestro alcance,como la polica, los peristas de instrumentos musicales de todo el pas, los boletines de la American Harp Society y hasta un aviso en un programa denoticias de la CBS ninguno de esos intentos surti el menor efecto.Finalmente, una amiga muy juiciosa me dijo, Por qu no pruebas, si quie-

    res recuperar el arpa y no te importa intentarlo todo, con un zahor?. Lo nicoque, por aquel entonces, saba de los zahores era que utilizan horquillas paralocalizar agua subterrnea. Pero, segn mi amiga, los zahores realmente bue-nos no slo pueden localizar agua, sino tambin objetos perdidos.Qu era eso de descubrir objetos perdidos utilizando horquillas? La polica

    daba por cerrado el caso y mi hija segua desolada porque, despus de aos detocar un instrumento extraordinario, no poda acostumbrarse a las arpas co-merciales que, desde el robo, habamos alquilado. As fue como, tan avergon-zada como desesperada, decid seguir el consejo de mi amiga y le ped que meencontrarse a un buen zahor el mejor de todos! Despus de llamar a laAmerican Society of Dowsers [Sociedad Americana de Radiestesistas], miamiga volvi con el nmero de telfono de Harold McCoy, de Fayetteville(Arkansas), actual presidente de la sociedad1.Cuando ese mismo da le llam, Harold respondi amablemente con un

    marcado acento de Arkansas. Le dije que acababan de robarme una valiosaarpa en Oakland (California) y que, despus de haberme enterado de que podalocalizar objetos perdidos, me preguntaba si podra ayudarme a encontrarla.Permtame un segundo dijo. Ahora le dir si el arpa todava sigue en

    Oakland.Si, todava est ah respondi, tras una breve pausa. Enveme un mapa

    callejero de la ciudad y tratar de ubicarla.Como no tena nada que perder, dej a un lado mi escepticismo y esa misma

    noche le envi el mapa que me haba pedido.Ya est! me notific, al cabo de un par de das. El arpa se encuentra en la

    segunda casa de la derecha de la calle D... a partir del cruce con la avenida L...Yo jams haba odo hablar de ninguna de las dos calle pero, fuese ese hom-

    bre quien fuese, me gust el sonido de su voz. Y como, una vez asumido un

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  • reto, no me gusta echarme atrs, me decid a visitar en coche la casa en cues-tin. As que ech un vistazo a un callejero de Oakland, cog el coche y me di-rig al barrio en cuestin, que estaba lejos de cualquier lugar conocido. Cuandolocalic la casa, anot el nmero, llam a la polica y les cont que me habandado el soplo de que el arpa poda estar ah. Pero eso no bastaba, segn medijeron, para justificar el registro y aadieron que, puesto que se trataba de unartculo relativamente pequeo y fcilmente vendible, no iban a tardar en cerrarel caso.Todava no s bien si fue porque me lo tom como un reto, para no decep-

    cionar a la amiga que me haba instigado a consultar al zahor, motivada porel desconsuelo de mi hija o sencillamente porque me haba gustado el tono devoz que escuch al otro lado de la lnea telefnica, lo cierto es que no me resultfcil dejar as las cosas. Entonces decid llenar de folletos un rea de dos manzanas en torno a la

    casa, ofreciendo una recompensa por la devolucin del arpa. S bien que fueuna locura pero por qu no intentarlo? As fue como llev a cabo una autnticacampaa de buzoneo inundando de impresos esas dos manzanas aunqueestaba tan avergonzada que creo que slo se lo cont a un par de amigos.Tres das ms tarde son el telfono y una voz masculina me dijo que haba

    visto el folleto en su buzn y que su vecino acababa de tratar de venderle unarpa que coincida con mi descripcin. Y, aunque no me dio su nombre ni sunmero de telfono, se ofreci para intermediar en su recuperacin. Dos se-manas ms tarde y tras una serie de llamadas telefnicas indirectas, me dijoque esa noche a eso de las 10 encontrara, en el estacionamiento trasero de unsupermercado que abra las veinticuatro horas, a un adolescente. Cuando lle-gu, descubr a un joven merodeando que me pregunt: Viene a por elarpa?, a lo que respond asintiendo con la cabeza.Pocos minutos despus, el arpa estaba en mi camioneta camino de casa

    y cuando, media hora ms tarde, tom el camino de acceso a casa, pens Estolo cambia todo.

    Tena razn. El episodio del arpa transform por completo mi abordajeclnico y psicoanaltico, modific la naturaleza de la investigacin que es-

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  • taba llevando a cabo, cuestion mi idea de lo que es ordinario y lo que es ex-traordinario y, por encima de todo, cambi mi idea relativamente estable y se-gura de cmo encajan las cosas en el mundo. Si Harold McCoy realmentehaba hecho lo que realmente pareca, no me quedaba ms remedio que admitirla inadecuacin de mis ideas acerca del espacio, el tiempo, la realidad y la na-turaleza de la mente humana. Y, por ms inquietante que ese reconocimientofuese, resultaba fascinante y hasta dira que apasionante.Fueron muchas las noches que, en los meses siguientes, pas sin dormir ha-

    blando conmigo misma. Me levantaba regularmente, no sin esfuerzo, a eso delas tres de la maana, con la idea clara de que acabara encontrando una expli-cacin racional a los vericuetos seguidos por esa arpa para regresar a mi sala deestar, que era donde realmente deba estar. Finalmente un amigo, profesor de estadstica en Berkeley, cansado de escuchar mis desvaros, me dijo exaspe-rado: Djalo estar y descansa un poco, Lisby. Como estadstico me veoen la obligacin de decirte que las probabilidades de que se trate de una meracoincidencia son casi nulas.Entonces decid que haba llegado ya el momento de tomarme en serio lo

    ocurrido y de considerar las posibles consecuencias. Qu ocurrira me dijesi, en lugar de seguir buscando explicaciones, me preguntase cmo era posibleque un zahor, por telfono y a tres mil y pico de kilmetros de distancia hu-biese determinado la ubicacin exacta del arpa robada en la gran rea metro-politana de la baha de San Francisco?Luego empec a investigar las pruebas cientficas de la radiestesia, lo que

    no tard en llevarme a leer informes de cientficos muy respetables sobre todotipo de fenmenos anmalos relacionados, descubriendo la existencia del te-rritorio inmenso y extrao de las investigaciones relativas a las interaccionesanmalas entre la mente y la materia que no pueden ser explicadas desde elmarco de referencia de lo que consideramos ciencia normal.Entonces me enter de que el mbito de las interacciones anmalas entre la

    mente y la materia est saturado de investigaciones de mala calidad, de inves-tigaciones basadas en cuestiones que ni son especialmente interesantes ni utilizan adecuadamente la ciencia, el mtodo cientfico ni el pensamiento cien-tfico. Pero, cuanto ms profundizaba, ms me sorprenda el inmenso bancode datos acumulados por investigaciones cientficas impecables y bien dirigidasque planteaban enormes preguntas a cualquier persona interesada en dar sen-

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  • tido al mundo desde la perspectiva de la ciencia occidental. Por qu empecentonces a preguntarme se soslaya toda esa investigacin y se rechazan susconclusiones?Semanas despus de haber publicado mi primera incursin en la exploracin

    de las anomalas de la relacin entre la mente y la materia, un mdico al queapenas conoca se dirigi a m en un congreso profesional. Segn parece, habaledo mi artculo y quera contarme algo. Veinte aos atrs, le haban diagnos-ticado un cncer seo fatal y haba acabado deprimindose. Como corredor demaratn, slo poda librarse de la desesperacin corriendo. As fue como, aldespuntar el da, empez a correr un par de horas durante las que, segn dijo,se vio sbitamente embargado, en varias ocasiones, por lo que describa comouna sensacin luminosa, una sensacin de luz clara y suave que llenaba mi in-terior, como si la luz y el aire impregnasen todos mis huesos. Yo vea literal-mente la luz penetrando directamente en los huesos hasta llegar a la mdula.Una semana ms tarde, segn me dijo, su radiografa estaba limpia. Jams

    le he contado esto a ningn colega, slo se lo dije a mi esposa en el mismomomento en que ocurri, a nadie ms. Y lo que voy a decirle ahora ni siquierase lo he contado a ella: yo s que eso me cur y que la luz acab con las clulascancergenas. No s cmo, pero s que lo hizo.En la medida en que se difundi la noticia de mi nuevo inters, mis colegas

    mdicos y psicoanalistas empezaron a inundarme de relatos, tanto personalescomo clnicos, de sus propias experiencias anmalas que, como ocurri con elcaso del colega recin mencionado, era la primera vez que contaban. Esos re-latos, que me llegaban a travs del correo electrnico, el correo ordinario, loscongresos, los seminarios, los pasillos y hasta las comidas eran, para m, tan ab-surdos como para quienes me los contaban, pero todos compartan el hecho deser el resultado de una forma de conocimiento completamente inexplicable:

    Apenas entr el paciente en la consulta, supe de inmediato y sin la menorduda que su madre haba muerto. Despert en mitad de la noche al escuchar el tiro. Al da siguiente me en-

    ter de que fue precisamente en ese instante cuando mi paciente cogi unapistola y trat de acabar con su vida. De repente sent que el hijo de mi pareja tena problemas. Entonces le

    llam y ello lo preocup lo suficiente como para localizar el paradero de su

    EL ARPA DE IDA Y VUELTA 21

  • hijo. Luego me enter de que su hijo haba tenido un accidente de automvily de que mi pareja lleg justo a tiempo para tomar una decisin que posible-mente le salv la vida.

    Yo estaba sorprendida por el entusiasmo con el que mis colegas me hacanpartcipe de sus curiosas historias personales, hasta que me di cuenta de queese inters responda a su necesidad de integrar aspectos de la experiencia que,por miedo a que no les creyesen, haban acabado reprimiendo y desterrandode su vida pblica.

    Estaba en un autobs cuando sbitamente ol el perfume que sola llevarla ex-esposa de mi hermano. Lo curioso fue que, en la siguiente parada, esamisma mujer, a la que no vea desde haca veinte aos, subi al autobs. Durante nuestra luna de miel, mi marido y yo nos enamoramos de una

    casa de Londres muy especial que se hallaba frente a un hermoso parque.Catorce aos ms tarde, viviendo en Boston, me despert un buen da pen-sando: Quiz podramos comprarla. Entonces llam a un agente inmobi-liario de Londres, preguntndole si poda conseguir la direccin y ver si estabaen venta. Una autntica locura! Pero lo ms curioso es que, cuando lo hizo,se enter de que la persona que viva en ella acababa de morir y que ni siquierahaban colgado todava el cartel de Se vende. Una semana ms tarde lacompramos.

    Lo nico que se me ocurri entonces fue tomar nota de todos esos relatos,palabra por palabra y con el mayor detalle posible. Y, si bien no poda ignorarlo que estaban dicindome, tampoco poda encontrar en ellos el menor sentido.Las historias procedan de personas en las que poda confiar y se hallaban respaldadas por datos tan incuestionables que sencillamente me resultaba im-posible rechazarlos.En la medida en que mis archivos al respecto iban creciendo, descubr la

    aparicin de un nuevo tipo de curiosidad que no slo me llevaba a preguntara colegas, sino tambin a amigos, alumnos y hasta simples conocidos. Entoncesempec a preguntar cosas diferentes. Alguien poda mencionar, por ejemplo,un giro extrao en el curso de la enfermedad de un amigo y, en lugar de dejarlopasar, le preguntaba lo que tan inusual le pareca. As fue como me enter de

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  • diagnsticos, tratamientos y curaciones anmalos como, por ejemplo, el casode un diagnstico telefnico exacto de una compleja enfermedad sin contarcon otro tipo de informacin. Y, cuando alguien afirmaba saber algo sin tenerla menor idea de cmo lo saba, tambin me interesaba por ello. Fueron mu-chas las historias curiosas que entonces recopil, como la mujer que se vioaquejada de un sbito dolor de pecho en el mismo instante en que, a casi cinco mil kilmetros de distancia, su padre sufra un infarto; el hombre que sevio asaltado por un repentino dolor de pierna a la misma hora en que su gemelose facturaba la pierna; un estudiante que adivin hasta la cuarta cifra decimalla concentracin exacta de una solucin qumica que debera haberle supuestohoras de arduo trabajo o la mujer que sufri un ataque de pnico en el mo-mento mismo en que su beb, que, en aquel momento se hallaba en el otroextremo del pueblo, se caa de mala manera.Este inters tambin me llev a establecer un nuevo tipo de relacin con

    mis pacientes. Poco a poco me vi obligada a enfrentarme a la idea de que habacosas que, a lo largo de los aos, mis pacientes slo me haban contado a me-dias; cosas que consideraban demasiado extraas o arriesgadas como para serreveladas, porque suponan que nadie les iba a creer o, peor todava, que ibana pensar que estaban locos. Ahora, cuando mis pacientes empezaban a sugeririncidentes extraos, imgenes raras o coincidencias divertidas, me esforzabaen alentarles a explorar su significado. Entonces fue cuando empec a escucharalgunas cosas muy curiosas.Haca tiempo que la terapia con una paciente seriamente perturbada, una

    mujer solitaria y muy asustada, se hallaba un tanto estancada. Haba pasadoaos insistiendo en que no poda recordar los sueos y jams, en todo el tiempoque estuvimos trabajando, aport ningn sueo a la consulta. Un buen da medijo, durante una sesin, que la noche anterior haba soado que me iba a Ari-zona. Y lo cierto es que, en esa semana, estaba organizando un viaje a Arizona,del que no haba hablado con nadie. Y, cuando le pregunt por qu precisa-mente a Arizona, no supo qu responderme y tampoco descubrimos ningunaasociacin significativa. Entonces le dije que, de hecho, estaba preparando unviaje a Arizona y me preguntaba si, de algn modo, poda haberse enterado.Despus de vacilar unos instantes me cont que, con cierta frecuencia, tenasueos en los que saba dnde iban a viajar las personas, algo que los hechosacababan siempre corroborando. Pero, como era algo tan extrao y que no

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  • poda explicarse, aprendi a ocultarlo y mantenerlo en silencio. Tena esos sue-os desde nia, pero sus padres se haban enfadado tanto con ella que la til-daban de loca y, en ocasiones, la pegaban hasta que conseguan arrancarle laconfesin de que se lo haba inventado todo. As fue como aprendi a callarse,a fingir que no soaba y que un montn de cosas que experimentaba no eranreales. Ese tipo de engao, dirigido tanto a s misma como a los dems, la hacasentirse segura, pero tambin muy poco real.Este encuentro jalon un punto crucial en su psicoterapia. Pero tambin lo

    supuso para m, porque mi curiosidad por su sueo liber en ella un flujo deexperiencias. Cuando empez a darse cuenta de que yo realmente la crea y a considerar, en consecuencia, la posibilidad de que no estuviese loca nifuese peligrosa se abri entre nosotras un mundo nuevo y empez a contarme,por vez primera, otras extraas experiencias intuitivas y lo mucho que la ate-morizaban. Poco a poco, empez a sentirse ms cmoda en el mundo, y suvida experiment un cambi profundamente positivo. Entonces me dijo quehaba empezado a sentir que poda convertirse en una persona real.

    El miedo de mi paciente su incapacidad para creer en la evidencia que sedesplegaba ante sus ojos, la idea de ser considerada loca y de perder elconsuelo que le proporcionaba ser creda empez a despertar en m una re-sonancia extraordinaria. Yo todava quera entender mi experiencia con el arpa,pero tambin empec a preguntarme por qu nuestra cultura tiene tanto miedo alas experiencias anmalas. Es por ello que se ha prestado tan poca atencin a las investigaciones bien dirigidas realizadas al respecto en los Estados Uni-dos? Cul es la naturaleza de esa incomodidad y de los conflictos que la alien-tan? Cul es la naturaleza de ese malestar y qu conflictos yacen debajo del? Cul es el coste de nuestro temor individual y colectivo ante todas esasincgnitas? Cmo podemos empezar a aliviar esa incomodidad mientras tra-bajamos en la resolucin de los conflictos? Y, lo que es todava ms importante:es posible investigar las experiencias aparentemente anmalas sin dejar deestar firmemente arraigados en el pensamiento racional?Valoro muy positivamente el mundo racional y todo lo que conlleva pero,

    en ese mundo, no parece haber lugar para experiencias como la del descu-

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  • brimiento del arpa. Es necesario reconocer y valorar la importancia de ambosmundos y vivir en ambos simultneamente. No pretendo que el lector crea sinms las historias que presento en estas pginas; me considero una persona es-cptica que ha recibido una adecuada formacin cientfica, una perspectivaque me parece esencial para emprender cualquier anlisis serio de las situacio-nes anmalas. Pero, despus de catorce aos estudiando esos fenmenos sin perder mi escepticismo, creo que esas experiencias merecen toda nuestraconsideracin.Las historias contenidas en este libro y las cuestiones que suscitan me han

    llevado a preguntarme si, en tanto que seres humanos, podemos establecer con los dems y con el mundo material una conexin tan profunda que trans-greda las reglas de la naturaleza tal y como habitualmente las concebimos. Por-que, en tal caso, se trata de una conexin tan extrema que resulta casiinconcebible. En este libro, sugiero la posibilidad de establecer consciente-mente ese tipo de conexin y de darle un nuevo sentido. Podemos empezarobservando ciertas interacciones que anteriormente no habamos considerado,interacciones entre los reinos mentales y materiales, interacciones entre el reinodel procesamiento mental inconsciente tal y como lo entienden la psicologa,la neurociencia y la ciencia cognitiva contemporneas y el reino de la din-mica fsica intangible que recin empiezan a explorar disciplinas tales como lafsica cuntica.Sugiero que estas interacciones se caracterizan por una paradoja que ayuda

    a explicar por qu no las hemos advertido y, en consecuencia, porqu no lashemos entendido. Esas interacciones reflejan aptitudes humanas que habitual-mente nos resultan inaccesibles. Se trata de capacidades tan peculiares que resultan menos accesibles cuanto ms deliberadamente tratamos de alcanzarlas.No podemos acceder a esas nuevas fuentes de informacin sintonizandosimplemente con algo nuevo ya que, paradjicamente, tambin debemos desconectar de la informacin ordinaria que de continuo bombardea nues-tros sentidos. Aunque haya quienes parecen nacer con un don innato, es posibleque el resto de nosotros aprendamos a desarrollar esa misma cualidad de laconciencia, una conciencia que podra provocar un estado subjetivo de cone-xin profunda tanto con los dems seres humanos como con el mundo materialque nos rodea. Si ese estado existe y podemos lograrlo, tambin podemos des-arrollar distintas capacidades de percepcin, incluyendo una inteligencia in-

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  • tuitiva cuyo adiestramiento y desarrollo ha soslayado hasta ahora nuestra cul-tura. Educar y perfeccionar tal inteligencia tendra implicaciones extraordina-rias para nuestro modo de ver el mundo porque, al cambiar lo que podemosver, cambia tambin lo que podemos llegar a conocer. Quizs el conocimientointuitivo al que habitualmente llamamos conocimiento extraordinario y an-malo no slo sea posible sino, en ltima instancia, ms ordinario de lo que su-ponemos.ste es un libro sobre lo que sabemos y sobre el modo en que sabemos. Tal

    vez el conocimiento extraordinario no sea, despus de todo, tan extraordinario,sino una parte del conocimiento ordinario que no sabemos cmo explicar. Y, si eso es cierto, podramos empezar a habitar el mundo con una visin diferente y radicalmente ms esperanzadora de nuestro futuro.

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