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ISIS, LILITH, GELO: TRES DAMAS DE LAS TINIEBLAS Alejandro A. González Terriza Universidad Nacional de Educación a Distancia El propósito expreso de este estudio es el de echar un vistazo a la oscuridad: la oscuridad, al cabo interesada, que envuelve la aparente firmeza y transparencia de algunas concepciones religiosas relacionadas con la autoridad, y de la que deseo rescatar tres historias casi clandestinas; o, acaso, como veremos, tres versiones o estadios de una única historia. Isis, Lilith, Gelo son los nombres de tres mujeres de trayectorias semejantes: mujeres que se oponen a la Ley divina, y que afirman respecto a ella una voluntad y un poder mágico propios. En un célebre pasaje de los Salmos (90: 5-6), la Biblia se refiere a «aquello que se mueve en las tinieblas», negotium perambulans in tenebris. En efecto, cualquier criatura de Dios siente que fuera del alcance de la luz divina, de la Luz que emana el Creador, y que según algunas teologías es su misma naturaleza, se mueven y actúan cosas: seres de nombres y formas cambiantes, que han servido para aterrar al hombre, pero que han expresado, también, su deseo de libertad y de independencia frente a la divinidad autoritaria y vigilante. Por contraposición al Dios por antonomasia, paternal y guerrero, al que se gana con súplicas y alabanzas, se desarrolla la figura de una mujer bellísima, diosa del deseo amoroso y de la magia, de las palabras de poder que someten y obligan al mismísimo poder divino. De entre los exiliados del cielo, es ella la que con más pertinacia se ha paseado por la tiniebla, acercándose al oído y el lecho de los hombres; y, aunque oculto o censurado, su recuerdo permanece en nuestra herencia mítica. 1. Lilith It was Lilith the wife of Adam:

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ISIS, LILITH, GELO: TRES DAMAS DE LAS TINIEBLAS

Alejandro A. González TerrizaUniversidad Nacional de Educación a Distancia

El propósito expreso de este estudio es el de echar un vistazo a la oscuridad: la oscuridad, al cabo interesada, que envuelve la aparente firmeza y transparencia de algunas concepciones religiosas relacionadas con la autoridad, y de la que deseo rescatar tres historias casi clandestinas; o, acaso, como veremos, tres versiones o estadios de una única historia. Isis, Lilith, Gelo son los nombres de tres mujeres de trayectorias semejantes: mujeres que se oponen a la Ley divina, y que afirman respecto a ella una voluntad y un poder mágico propios.

En un célebre pasaje de los Salmos (90: 5-6), la Biblia se refiere a «aquello que se mueve en las tinieblas», negotium perambulans in tenebris. En efecto, cualquier criatura de Dios siente que fuera del alcance de la luz divina, de la Luz que emana el Creador, y que según algunas teologías es su misma naturaleza, se mueven y actúan cosas: seres de nombres y formas cambiantes, que han servido para aterrar al hombre, pero que han expresado, también, su deseo de libertad y de independencia frente a la divinidad autoritaria y vigilante. Por contraposición al Dios por antonomasia, paternal y guerrero, al que se gana con súplicas y alabanzas, se desarrolla la figura de una mujer bellísima, diosa del deseo amoroso y de la magia, de las palabras de poder que someten y obligan al mismísimo poder divino. De entre los exiliados del cielo, es ella la que con más pertinacia se ha paseado por la tiniebla, acercándose al oído y el lecho de los hombres; y, aunque oculto o censurado, su recuerdo permanece en nuestra herencia mítica.

1. Lilith

It was Lilith the wife of Adam:(Sing Eden Bower!)

Not a drop of her blood was human,But she was made like a soft sweet woman.(Eden Wower, Dante Gabriel Rosetti).

En el folklore hebreo, encontramos un personaje de este tipo en Lilith (cuyo nombre, algo aventuradamente, relacionara en su día Creuzer 1841: II, 524-5 con el de Ilitía, diosa griega de los partos), primera mujer de Adán según ciertos textos, perseguidora de los niños que aún no se han circuncidado, y seductora de los hombres que duermen sin mujer o sin principios. Ausente del relato bíblico del Génesis, tenemos que esperar hasta fecha relativamente tardía para encontrar testimonio escrito de su papel en tan lejanos sucesos.

La naturaleza del Alfabeto de Ben Sirá, primer texto que nos ofrece la historia sobre Lilith como primera mujer de Adán, ha puesto fácil la tarea de quienes por razones varias encuentran esta historia poco grata y escasamente edificante y desean restarle importancia1. El

1 Una causa obvia de incomodidad para los eruditos cristianos es la imposibilidad de aceptar que haya demonesas, por ser, según el dogma, asexuados los espíritus.

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Alfabeto fue escrito en algún momento entre los siglos VIII y X d.C.; en rasgos generales, se trata de una obra pintoresca, satírica y con frecuencia irreverente, y como tal gozó de una extraordinaria difusión, lo que explica que un filósofo como Maimónides gastara su tiempo en condenarla (Hurwitz 1992: 125).

La narración sobre Lilith aparece en el contexto de un amuleto contra la misma, como luego veremos. Está a la mano enfatizar que se trata de una narración ausente del texto canónico o inspirado del Génesis, cuando no paródica del mismo, y sugerir que, si los testimonios escritos de la misma son tardíos, otro tanto debe pensarse de la historia en sí.

Los hechos, sin embargo, no son tan sencillos. Quienes han estudiado el personaje coinciden en señalar que para investigar el origen de Lilith es preciso retrotraerse al tercer milenio antes de Cristo, en Mesopotamia. La palabra lil tenía como una de sus acepciones en sumerio la de fantasma, espíritu maligno: con tal sentido la hallamos en el masculino Lil-lu, nombre de un tipo de espíritus a los que, según se nos dice, pertenecía el padre de Gilgamesh2; aparece también en el femenino Lil-la-ke, demonesa de cuyo papel en la epopeya del mismo héroe hablaremos inmediatamente3. En fecha posterior, cuatro espíritus malignos del imaginario acadio (los masculinos Lilu y Idlu Lili; las femeninas Lilitu y Ardat Lili) presentan en su nombre esta misma raíz lil, tomada en préstamo del sumerio: tanto Lilitu como, sobre todo, Ardat Lili son un antecedente claro, tanto en el nombre como en la tipología, de la Lilith hebrea, la cual debe entenderse, pues, como un desarrollo peculiar dentro de la tradición judía de un personaje tomado originariamente en préstamo (como otros elementos culturales) de los captores babilonios durante el Destierro (v. especialmente Cohen 1978: 133, con bibliografía).

Hallamos una primera huella del personaje que nos interesa en una tablilla sumeria datada hacia el año 2000 a.C., que forma parte del Ciclo de Gilgamesh: la historia de Gilgamesh y el sauce (Kramer 1938, Lara Peinado 1984: 153-60). En ella, Lil-la-ke (traducido algo expeditivamente como Lilith por Kramer) es el nombre de un espíritu maligno que, en compañía de una serpiente inmune a todo encanto y del pájaro Zu, ha ocupado un árbol consagrado a la diosa del amor, Inanna. El héroe debe desalojar a los tres inquilinos, y así lo hace sin tardanza. Lil-la-ke es un espíritu femenino, definido como doncella o virgen (sum. ki-sikil); un personaje bastante cercano ya, no sólo por el nombre, sino también por la tipología, al que nos ocupa4.

Siglos más tarde, las demonesas Lilitu o Ardat Lili (muy probablemente, dos aspectos de un único personaje) aparecen en el corpus de hechizos babilónicos de la biblioteca de Asurbanipal como súcubos, fantasmas de muchachas que murieron sin haber concebido y afligen con su lujuria insatisfecha a sus víctimas mientras éstas duermen5. Los enfermos, que van 2 Se trata de varones difuntos que, no habiendo tenido hijos en vida, actuaban tras su muerte como íncubos (Scurlock 1991: 151-3). El divino Gilgamesh: su padre era un demonio lil-lu, leemos en la lista de los reyes sumerios publicada por Jacobsen 1939: 89-91, y datada alrededor del 2400 a.C.

3 Lil-la-ke está construido sobre la forma masculina (transcrita, según los autores, lil-lu o lil-la).

4 Como nota Zeman 1950: 20, Ardat Lili, la doncella de Lilu, parece la traducción al acadio del sumerio Ki-sikil Lil-la-ke.

5 Compárese con la caracterización de Lilith en el Talmud Babilónico: Uno no debe dormir solo en una casa, porque quienquiera que duerma solo en una casa será atacado por

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consumiéndose sin remedio, son en estos conjuros los novios de Ardat Lili, denominada la que no tiene marido (Pereira 1998: 9-10; cf. el apelativo de Lil-la-ke, la virgen)6: como las víctimas del vampirismo, los elegidos van languideciendo lentamente, hasta acabar reuniéndose con su amante en el mundo de los muertos7.

Con el nombre Lilitu, este personaje de origen mesopotámico pasa a los hebreos, que alteran ligeramente el nombre acadio para adaptarlo a su propia lengua (Lilitu>Lilith), y la hacen suya con entusiasmo: lo encontramos, de hecho, en la Biblia. No dentro del Génesis, pero sí en un interesante pasaje de la literatura profética: dentro de las visiones de Isaías del país de Edom (Is. 34: 14), castigado por Dios, aparece Lilith como uno de los muchos demonios malignos que ocupan su lugar en el paraje desértico, maldecido por Dios8:

Allí dormirá Lilith, y hallará para sí descanso9.

Lilith (Tratado Sabbat 151 b).

6 En los conjuros babilonios, la idea de que la demonesa toma a su víctima mortal como esposo contra la voluntad de éste lleva a adoptar una medida no por pintoresca menos lógica: para liberar al enfermo de las atenciones de los espíritu lilu y lilitu, se casaba a éstos entre sí, íncubos con súcubos, y se enviaba la pareja al Otro Mundo (Scurlock 1991: 153). En los cuencos mágicos que los judíos de Babilonia y otros lugares, ya en época cristiana, enterraban boca abajo en los cimientos de sus casas para protegerse de los malos espíritus se adopta ocasionalmente otra solución no menos llamativa; los especialistas escriben una cuidadosa demanda de divorcio de este tipo: Tal como los demonios escriben demanda de divorcio y rechazan a sus mujeres, que nunca vuelven a acercárseles, aceptad así vosotros [ésta] vuestra demanda de divorcio, y recibid vuestra dote, que está [aquí] escrita, e idos, daos al vuelo, apresuraos en partir, y abandonad la casa de Bahran y la casa de Bathnium en el nombre del Dios Eterno (Budge 1930: 285; cf. Levy 1855: 468-9).

7 Según propone Scurlock 1991: 179, las víctimas femeninas del íncubo Lilu o Idlu Lili devenían tras su muerte súcubos (Ardat Lili significa la chica de un Lilu); y, podemos agregar, es probable que las víctimas masculinas del súcubo Lilitu o Ardat Lili se convertieran a su vez en íncubos. Es decir, como en el caso del vampirismo, la víctima deviene depredador, extendiendo el mal como una infección.

8 Ha habido restituciones conjeturales de su nombre en otro pasaje, Job 18: 15 (Bril 1984: 58-9; Gandulla 1997). En Is. 2: 18 Gaster 1942: 50 n.1. propuso restituir el masculino lilû (crítica en Zeman 1950: 19-20, Hurwitz 1992: 85-7). En ninguno de los dos casos puede, sin embargo, darse por cierta la presencia del personaje.

9 Las versiones en lenguas modernas del texto hebreo de Is. 34: 14 vacilan a la hora de traducir la palabra lilith: unas lo ofrecen como nombre propio, en mayúscula (Biblia de Jerusalén); otros lo interpretan como referencia a un género o especie monstruosa (night monster: New American Standard Bible); otros, en fin, en virtud de la asociación de algunos comentarios hebreos entre Lilith y las rapaces nocturnas, traducen el término por lechuza (screech owl: King James Bible; nightjar: New English Bible)

La Septuaginta traduce lilith por el plural ; la Vulgata por el singular lamia. Ambas traducciones indican que el término se sentía referido a una criatura sobrenatural, o una especie de tales criaturas. Quienes traducen lilith como un nombre común («lechuza»), con el afán de reducir la demonología a inofensiva zoología, parecen obviar o desconocer con cuánta frecuencia este tipo de aves (como la strix latina) eran para la imaginación antigua seres fantásticos, criaturas vampíricas que chupaban la sangre de los niños. De este modo, la lilith como nombre común parece, más bien, un subproducto o derivación del personaje de Lilith, una manifestación suya. La Vulgata acertó, en este sentido, al proponer la tradución Lilith = Lamia; pues Lamia era, en efecto, un correlato tipológico adecuado de Lilith dentro del imaginario grecolatino.

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El pasaje es llamativamente semejante a la descripción que encontramos en la tablilla sumeria:

En [su] interior (del sauce de Inanna) la joven Lil-la-ke había construido su casa10.

Al final del texto sumerio se nos dice que, expulsada del árbol de Inanna, Lil-la-ke se va al desierto: efectivamente, es allí donde encontramos a Lilith en el pasaje de Isaías11. En ambos casos la demonesa es una ocupante nefasta; y, pese a la diferencia temporal (el texto de Isaías se supone compuesto hacia el s. VI a.C.), ambos versos dan muestra de tradiciones poéticas en indudable contacto12.

Una vez establecida la antigüedad de Lilith, parémonos a considerar el relato sobre su estancia en el Paraíso, tal como nos lo conserva el Alfabeto de Ben Sirá:

Tras crear a Adán, que estaba solo, dijo Dios: «No es bueno para el hombre estar solo». Y creó una mujer para Adán, también de la tierra, como había creado al mismo Adán, y la llamó Lilith.

En seguida, Adán y Lilith comenzaron a discutir. Ella le dijo: «No me acostaré debajo» y él dijo: «No me acostaré debajo de ti, sino arriba, pues tú debes acostarte debajo y yo arriba». Ella le dijo: «Somos iguales, pues ambos hemos sido creados de la tierra». Pero no se escuchaban el uno el otro. Cuando Lilith vio esto, pronunció el nombre declarado de Dios y voló por el aire13.

Adán se postró rezando ante su Creador y dijo: «¡Señor del Mundo! La mujer que me diste me ha abandonado». Inmediatamente, Dios Santo (alabado sea Su nombre) envió tres ángeles para que la trajeran de vuelta. Le dijo Dios Santo a Adán: «Si ella

10 Traducción de Lara Peinado 1984: 154 -5, mínimamente modificada. Siguiendo a Kramer, Lara Peinado traduce Lil-la-ke por Lilith, lo que parece excesivo.

11 En el segundo libro de Baruch, apócrifo veterotestamentario sirio de tiempos de Cristo, se convoca a las Liliths, que salgan del desierto (II Baruch 10: 8; cf. Hurwitz 1992: 89). En una de las variantes de la historia de Lilith que aparecen en el Alfabeto de Ben Sirá, los ángeles que salen en su busca la encuentran en el desierto (Hurwitz 1992: 125). No debe entenderse simplemente que los demonios prefieren el desierto, sino que su presencia en un lugar habitado contribuye activamente a volverlo inhóspito, como sucede en el caso del reino de Edom; en uno de los textos mágicos babilonios leemos ya estas palabras dirigidas a un demonio: donde te encuentras es territorio prohibido; una casa arruinada, desolada, es tu hogar (Pereira 1998: 13).

12 La idea de que la demonesa lleva la ruina al establecerse en una casa y dormir en ella aparece también en uno de los conjuros bizantinos contra Gelo, correlato griego de Lilith: allí donde se encuentre este amuleto defensivo, no hay miedo de que entre, y donde se lea, no hay miedo de que vaya a dormir en modo alguno a aquel lugar (Allatius 1645: 133-5).

13 Esta huida teatral recuerda el final de la Medea de Eurípides. El nombre declarado (shem ha'mephorash) es el Tetragramatón YHWH: cuando, rompiendo el severo tabú que sobre él pesa, se pronuncia este nombre en voz alta es preciso añadir las vocales secretas del mismo, es decir, declararlo enteramente (Hurwitz 1992: 121-3).

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decide volver, bien; pero si no, entonces debe permitir que cien de sus hijos mueran cada día».

Los ángeles dejaron a Dios y persiguieron a Lilith, a quien hallaron en medio del mar, en las aguas poderosas en las que un día se ahogarían los egipcios [el Mar Rojo]. Le dijeron la palabra de Dios, pero ella se negó a volver.

Los ángeles dijeron: «Te ahogaremos en el mar».«¡Dejadme!» —dijo ella—. «No se me creó con otro propósito que el de dañar a

los niños. Tengo poder sobre los varones durante los ocho días siguientes al nacimiento y sobre las hembras durante veinte días».

Cuando los ángeles oyeron las palabras de Lilith, insistieron en que regresara. Pero ella les juró por el nombre del Dios viviente y eterno: «Siempre que os vea a vosotros o vea vuestros nombres o vuestras imágenes en un amuleto, no tendré poder alguno sobre ese niño». Y convino en que cada día murieran cien de sus hijos.

Así pues, cada día mueren cien demonios, y por la misma razón, nosotros escribimos los nombres de los ángeles [Snwy, Snsnwy y Smnglf] en los amuletos para los bebés. Y cuando Lilith ve sus nombres, recuerda su juramento y el niño se salva14.

Esta historia es particularmente fascinante, porque a los ojos de un lector moderno constituye una suerte de Libro Negro del Génesis, una versión alternativa, por no decir subversiva, de lo que pasó entre el primer hombre y la primera mujer al principio de los tiempos (cf. ya Sau 1979: 40, para quien Lilith sería el capítulo primero del Génesis; Eva, el segundo) . A diferencia de Eva, que se admite inferior al hombre y liga sumisamente a éste su destino, Lilith se considera igual a Adán, y se margina orgullosamente de su autoridad, huyendo del Paraíso, y librándose así también de la terrible maldición de la Caída. Mientras que Adán se hace mortal y perece, Lilith permanece inmortal para siempre; y frente a Eva, que obedece la doble autoridad masculina de su esposo y de su Padre, y que ha sido formada secundariamente de la carne masculina, Lilith, formada como Adán de la tierra, se niega a aceptar en todas sus formas la sumisión al varón: no sólo rechaza la postura del misionero que su esposo pretende, sino que se permite incluso negociar con los ángeles enviados por Dios. Pese a las amenazas de éstos, aun con limitaciones estatutarias, prosigue su labor tentadora.

En cualquier caso, dejando aparte el valor de esta mujer indómita, que tan claramente han percibido y abanderado algunas feministas (por ejemplo las que en 1976 fundaron en Israel una importante revista feminista de tal nombre; o las que, más recientemente, en 1997, han dado el nombre de Lilith Fair a un importante festival anual de cantautoras e intérpretes norteamericanas; sobre los límites y posibilidades de esta reivindicación, v. Jacoby 1987, Lassner 1993: 4), lo más fascinante de la historia es, a mi entender, precisamente lo que no cuenta: el secreto que permite a Lilith huir del Paraíso y, posteriormente, desobedecer los mismos mandatos divinos. La pregunta es: ¿cómo sabía la joven demonesa el nombre oculto de Dios, ese nombre secreto que Dios no quiso revelar a Moisés, escudándose en paráfrasis (Éxodo 3, 14), y que tanta importancia tiene en la Cábala: el nombre de infinito poder mágico que estaba escrito en el sello de Salomón, según la leyenda talmúdica, y daba a éste poder sobre todos los demonios?

14 Traduzco confrontando las versiones inglesas de Bronznick (en Stern y Minsky 1990: 183-4), Hurwitz 1992: 119-21 y Gaster 1900: 1032-3, así como la alemana de Gaster 1880. Ediciones del texto hebreo: Steinschneider 1858, Eisenstein 1915, Yassif 1984.

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Nada en los textos hebreos deja adivinar la solución a esta pregunta15: y, a sabiendas de lo arriesgado de la empresa, me parece que es preciso retroceder varios siglos, pasar varias hojas atrás, dentro del gran Libro de las Historias que es la Mitología Comparada, para hallar la respuesta a la pregunta: ¿cómo logró en su día una mujer, la Maga que recorre la oscuridad, hacerse con el nombre del Gran Dios, y ganar así respecto a él poder e independencia? 2. Isis

La Fille de Satan, la grand femme d'ombre,Cette Lilith qu'on nomme Isis au bord du Nil(Victor Hugo, La Fin de Satan).

Tal historia es la que nos da un curioso texto egipcio: un papiro hierático de época

ramésida (h. 1200 a.C.) cuya traducción, por primera vez al español desde el original egipcio16, le agradezco sobremanera a Antonio Hernández, profesor de Egipcio en la Asociación Española de Egiptología. Es el texto conocido como El nombre secreto de Ra. El texto suele titularse también «La leyenda de Ra e Isis», pero su título egipcio, largo y sonoro, es el siguiente:

Fórmula17 del Dios divino, que se creó a sí mismo, que hizo el cielo y la tierra, y el aliento de la vida, el fuego, los dioses, los hombres, las bestias, el ganado, los reptiles, las aves, los peces. El rey de los hombres y los dioses por igual18, que los ciclos eternos (los tiene) por años, el de numerosos nombres; aquel a quien no hay quien conozca; aquel que no es conocido (por) los dioses19.

15 Curiosamente, como respuesta a ese hueco, en tiempo muy reciente Internet ha sido testigo de la invención de una historia ad hoc con el objetivo de responder precisamente a esta pregunta. Entre las varias páginas web dedicadas al personaje, la mayoría de orientación entre esotérica y feminista, encontramos la siguiente, http://www.lilitu.com/lilith/khephera.html. En el apartado dedicado a El mito: el desafío de Lilith (http://www.lilitu.com/lilith/khephmythos.html), dentro de una paráfrasis bastante fiel del Alfabeto de Ben Sirá, se nos ofrece de repente el siguiente suplemento, totalmente ajeno al texto glosado: Lilith, however, was far more than Adam had imagined. She went straight away to Yahweh, and used her prowess of seduction upon Him. Yahweh, known for his soft heart toward women, was finally lulled into revealing His sacred Name unto her. En el Zohar 3:69a se habla en efecto de amores entre Dios y Lilith, pero en época muy posterior, ya histórica (tras la destrucción del Templo de Jerusalén por Tito), y como explicación de la caída en desgracia de Israel tras su gloria pretérita (Levi 1981: 24-5). Tal cual aparece en el texto del autor moderno, que se identifica con el pseudónimo 'Khephera', el mito parece más bien inspirado en el de Isis y Ra, que a continuación veremos.

16 Ofrecemos la traducción directa del texto jeroglífico, editado por Budge 1969: 372-387. Para una edición del texto hierático, v. Pleyte y Rossi (1869-1876): Le Papyrus de Turin, pll. 31-37, 131-138.

17 R3: fórmula, conjunto de procedimientos que, ejecutados del modo prescrito, conducen sin error a un resultado preciso. Es un término de carácter mágico-científico (nociones indistinguibles para un egipcio). En algunos sortilegios de este tipo aparece incluso la expresión eficacia probada, que nos recuerda los prospectos de un producto farmacológico.

18 Pasaje de sentido difícil: hrt puede significar «condición» (= que los tiene en el mismo rango) o bien «propiedad» (= que es señor de ellos por igual). Ambos sentidos eran sinónimos en egipcio.

19 nn rx pf; nn rx(w) pf (sic) nTrw. Observar la falta de fijeza de la negación nn, propia del periodo neoegipcio al

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En este texto, Ra, la divinidad suprema, es un dios venerable, el Señor del Universo: y extiende su autoridad sobre todos los seres que ha creado, precisamente gracias al poder de su Nombre, que ni siquiera los Dioses conocen. Pero es, también, un venerable anciano: según nos dice el texto egipcio, no sin abierto humorismo:

El ser divino (Ra) se había vuelto viejo, arrugaba la boca, arrojaba su baba sobre la tierra, y su saliva caía sobre el suelo.

En cuanto a Isis, era una mujer versada en palabras, una maga poderosa que prefería la compañía de los dioses a la de los hombres. Isis recoge la decadente baba de Ra, que empapa la tierra, y, tomando en su mano polvo, amasa con ella una serpiente mágica, que pone en el camino que Ra (el dios Sol) recorre regularmente cada día y cada noche, desde el alba hasta el ocaso, y desde el ocaso al alba.

Al pasar por allí, la serpiente le pica, y al recibir la picadura de la serpiente, el dios es víctima de la más terrible zozobra: sus miembros se estremecen, la llama de la vida huye de ellos, y el veneno inoculado le hace sudar copiosamente. Los dioses preguntan a Ra qué es, que le ha sucedido, y él, nos dice, no encuentra palabras para responder sobre ello: Me ha picado algo mortal. Mi corazón lo sabe, pero mis ojos no lo han visto. No lo ha creado mi mano. No lo reconozco entre nada de lo que he creado. No he probado nunca dolor tal. No hay dolor mayor que éste. ...No es fuego, no es agua; pero mi corazón contiene fuego; mis miembros tiemblan, mis miembros contienen las criaturas del frío.

En ese momento de dolor de Ra, sumamente oportuna, casi diríamos que silbando, llegó Isis con su poder, con sus palabras, con su aliento de vida y sus fórmulas mágicas, que alejan las enfermedades, sus palabras que hacen vivir de nuevo las gargantas de aquellos que desfallecen. Y ella dijo: «¿Qué es, oh mi padre divino? ¿De qué se trata? Una serpiente ha inoculado en ti la enfermedad. Una de tus criaturas ha alzado su cabeza contra ti. Pero ella será derribada con encantamientos eficaces. Yo haré que retroceda lejos de la vista de tu luz».

A cambio, naturalemente, Isis exige conocer Su Nombre. En vano Ra intenta resistirse: el veneno no abandona su curso, y su corazón está a punto de abandonarle. A las puertas de la muerte, el Dios eterno termina por ceder: «Yo consiento —dice— en ser indagado por Isis, y que mi nombre pase de mi cuerpo a su cuerpo». En un extremo de astucia digna de la peor mujer fatal, Isis aprovecha incluso la coyuntura para conseguir que Ra prometa entregar sus dos ojos a su hijo Horus; y sólo tras arrancarle sus mayores tesoros (el nombre y los ojos) recita entonces su encantamiento, y salva al Dios Padre de todo de la muerte.

«En verdad, al gran dios le ha sido levantado su nombre. Ra vive, el veneno muere, y viceversa. Un hombre hijo de mujer vive y el veneno muere». (Esto es) lo que dijo Isis, la Grande, Señora de los Dioses, que conoce a Ra por su propio nombre.

Lo curioso del texto es su carácter práctico, mágico y ritual: del mismo modo que Ra es curado por Isis, también cualquier hombre mordido por una serpiente quedará sanado tras el recitado de este texto, que constituye él mismo una fórmula mágica de eficacia probada. Para ser

que pertenece el texto. Para esta nn sDm.f, ver Erman: Neuägyptische Grammatik, Leipzig, 1933, § 759.

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plenamente satisfactorio, el hechizo debe pronunciarse sobre las imágenes de los dioses protagonistas: Isis, Tum (el sol de la tarde, que es el mismo Ra envejecido) y Horus.

Recojamos el epíteto: «La que conoce a Dios por su nombre». Isis... y también Lilith. Considerada la historia de Lilith desde este punto, es más comprensible la naturaleza del secreto pacto de la demonesa con el impronunciable YHWH, el ascendiente que le da el conocer su verdadero nombre. Si comparábamos la huida de Lilith del Paraíso con la de Medea, no estará de más recordar que también Medea huye gracias a su pariente, el Dios Solar, que es el abuelo del gran linaje de brujas (Medea, Circe) que amenizan la vida de los héroes griegos.

3. Gelo/Yilú

Pero aún quedan más historias, al menos una tercera. Si, de algún modo, la historia de Isis y Ra supone el prolegómeno necesario a la situación que nos plantea el triángulo Lilith-Yahwéh-Adán, la tercera historia que vamos a considerar, la de la demonesa Gelo y su lucha con los santos Sinisio, Sines y Sinodoro es su evolución natural. Convertida la Dama de las Tinieblas en espíritu destructor de los niños no catalogados todavía, no circuncidados o bautizados, es preciso recurrir a la autoridad de tres santos (calcos, hasta en los nombres, de los tres ángeles del Alfabeto de Ben Sirá) para derrotarla provisionalmente.

La figura de Gelo es bien antigua. Figuraba ya en Safo, quien comentaba de una de sus rivales que ésta era más amiga de los niños (lit., más pedófila) que Gelo (fr. 168A Voigt). En efecto, Gelo era una doncella de Lesbos que murió sin descendencia, y que volvía cada noche de la muerte para jugar con los niños que no tuvo, y llevárselos en brazos consigo a la tiniebla.

La creencia en esta doncella raptora de niños pervive en el Medievo bizantino, con algunas trasformaciones morfológicas: Gelo se convierte en Yilú, y pasa de espectro a demonesa. Hay un corpus extenso de conjuros que incluyen la historia de cómo uno o varios santos vencen y destruyen a esta enemiga de los niños. Como ejemplo, vamos a examinar el titulado Rechazo de la malvada e impura Yilú (Sazas 1876: 573-575). Está escrita en un griego muy peculiar, con el equivalente en esta lengua a laísmos y loísmos (Objetos Indirectos en Acusativo). Pero lo más llamativo sin duda es el contenido, que de nuevo es a la vez historia y conjuro:

Según se nos dice, en tiempos del emperador Trajano vivió una mujer, de nombre Meletine, cuyos seis hijos fueron robados por la perversa e impura Yilú. Cuando queda embarazada por séptima vez, construye una torre fortificada, y, encerrada allí con doce doncellas, da a luz a salvo a su hijo.

Un día cualquiera los santos Sinisio, Sines y Sinodoro, hermanos de Meletine, se acercan a visitarla. Meletine se niega a abrirlos, por temor de Yilú, pero al fin cede al cariño fraternal y les franquea el paso. ¡Nunca lo hiciera! Según los santos caballeros cruzan el foso, la perversa Yilú, en forma de ratoncillo, aprovecha la ocasión para saltar, y, esa misma noche, ya dentro de la fortaleza, aniquila al séptimo retoño.

Sigue, como era de esperar, una escena de reproches familiares: ¿No os dije que engendré un hijo y temía abrir? Los santos, un tanto abochornados, rezan a Dios Padre, y éste les envía un ángel, con orden de que persigan a Yilú hasta el Líbano (toda esta escena recuerda

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fuertemente la análoga misión encomendada por YHWH a los ángeles del Alfabeto de Ben Sirá, llamados allí Snwy, Snsnwy y Smnglf).

Los caballeros parten en pos de Yilú, y ésta, al verlos, se precipita en el Mar (recuérdese la alusión al Mar Rojo en el Alfabeto de Ben Sirá). San Sinesio la caza a tiempo, y, torturándola20, le conmina a que confiese a qué Dios adora, qué poder tiene, y, sobre todo, a que devuelva vivos los siete hijos de Meletine. Eso -responde Yilú- es imposible, a no ser que beba leche de los pechos de Meletine. San Sinodoro parte inmediatamente hacia la torre de su hermana, y vuelve con el néctar solicitado. La demonesa bebe entonces, y vomita uno por uno a los siete infantes, con sus constantes vitales perfectas21.

Las palabras de Yilú nos son entonces familiares: Santos de Dios, no me apedreéis y os juro por el círculo del sol y los cuernos de la luna que donde esté escrito vuestro nombre y se lea vuestra orden, y mis doce nombres y medio, no me atreveré a acercarme a esa casa, sino que huiré a tres mil estadios de ella.

En este punto, el paralelismo con la historia de Lilith se hace extremo: los puntos de contacto de las tres secuencias míticas (la egipcia, la hebrea y la bizantina) se muestran demasiado consistentes como para resultar casuales.

En los tres casos, se trata de textos que cuentan una historia, situada in illo tempore, pero que son también textos de finalidad práctica, textos mágicos, que sirven para evitar el ataque del mal, o librarse de sus efectos: el ataque de Lilith o Yilú, la mordedura de la serpiente, criatura de Isis. Y en los tres es fundamental el nombre mágico, aunque con una evolución que merece destacarse.

En el caso hebreo y egipcio (que recogen la versión más antigua), es el nombre mágico que se arrebata a Dios el que tiene valor principal: Isis obtiene con un ardid el nombre mágico de Dios; Lilith lo posee (no sabemos cómo) y se sirve de él para huir del Paraíso. El conocimiento del nombre divino sirve así como garantía de poder frente a su autoridad masculina.

En cuanto a la dualidad bien/mal, el caso de Isis es ambiguo, nada maniqueo: ella es la que envía el mal, pero es también la que lo cura, del mismo modo que las brujas medievales hacían el mal, pero también lo deshacían. Esta cualidad ambigua de la Diosa tiende a desaparecer a medida que se impone un modelo más misógino.

Ya en la historia de Lilith el tema del nombre mágico funciona en ambos sentidos: se conserva (sin explicación) la noticia de que Lilith conoce el nombre de Dios, pero como contrapeso aparece también el elemento de los nombres de los tres ángeles, que tienen poder para alejarla. Donde exista un talismán con estos nombres, ella lo respetará y guardará las distancias. El poder divino se impone, en última instancia, sobre la magia femenina, aunque ésta conserva su desafiante independencia.

20 Hay una escena análoga en la Vida de Apolonio de Tiana de Filóstrato, IV, 25, donde el taumaturgo tortura a la Empusa para que confiese su verdadera naturaleza e intenciones.

21 Cf. Horacio, Ars Poetica, 340, donde se cuenta cómo en la comedia popular se sacaban vivos de las Lamias los niños que éstas habían devorado.

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En el texto bizantino (el más moderno), la evolución ha llegado al final: el tema del conocimiento del nombre de Dios por parte de la demonesa ha desaparecido por completo. Se conserva el valor profiláctico de los talismanes con los nombres de los tres ángeles (devenidos en santos). Y se añade el dato de que el talismán, para ser eficaz, debe recoger además los doce nombres y medio secretos de Yilú, que ésta confiesa a los santos. Así, es ahora la Diosa la que al perder su nombre queda inerme ante el Enemigo Masculino, y debe retroceder ante su autoridad.

Podrían decirse muchas más cosas. Pero que creo que vale esta ojeada a la oscuridad para mostrar cómo existen paradigmas, poco conocidos, que nos revelan una concepción autónoma y fascinante de la mujer. Enemigas del status social femenino establecido, del matrimonio y de la maternidad, abuelas últimas de las vampiresas románticas (de Carmilla o las novias de Drácula), Isis, Lilith, Gelo, las tres damas de las tinieblas contrapesan y completan el cuadro, habitualmente repetido, de Eva y Pandora, dándonos una imagen menos radicalmente interesada.

Como hemos visto, su historia, incómoda para el monoteísmo masculino, ha sido modificada, tergiversada si se quiere, gradualmente: y sólo la Mitología comparada, genealógica en este caso, nos permite topar con una versión distinta y más antigua, tal como la formuló la ecuanimidad politeísta de los egipcios (que daban a Ra y a Isis su respectiva y distinta parte alícuota de grandeza). Puede constatarse que el Poder (poder divino y político) echa siempre arena sobre sus puntos débiles, niega sus límites: permitásenos concluir que la Filología o la Mitología comparada, si no en cuanto búsqueda de la verdad, sí como eliminación crítica del engaño, son por naturaleza enemigas de cualquier manipulación interesada de la palabra: armas de subversión, y, por tanto, de libertad.

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1/ Sobre la leyenda de Lilith.

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Lilith, la madre que las parióPor Teodoro Boot

Historias reales que son de no creer.

A lo largo de la historia de la humanidad no fueron pocas las mujeres que tuvieron conductas impropias de su condición, y recibieron el debido castigo. Algunas hicieron de la necesidad virtud asumiendo alegremente la categoría de putas. Otras fueron quemadas por practicar la brujería y cohabitar con demonios. A muchas se las tuvo por herejes, frígidas, ninfómanas, neurasténicas, feas o marimachos. Cualquier estigma es siempre útil para condenar a las inadaptadas, pero seguramente ninguna de ellas recibió más agravios e injurias que Lilith, madre de los demonios, señora de la noche y primera mujer de la Creación.

La contradicción principalEl Génesis contiene dos pasajes distintos referidos a la creación de la humanidad. En I: 27 dice “Creó Dios al hombre, a su imagen y semejanza. Hombre y mujer lo creó”, y en II (18-24) contradice: “Encontró que el hombre se hallaba solo, y ninguna de las bestias del paraíso le era un eficaz ayudante” y fue así que “sumiendo a Adán en un sueño profundo retiró de su cuerpo una costilla, y con ella le hizo una mujer y se la trajo al hombre”.

Los libros sagrados están plagados de contradicciones, superposiciones y relatos que se repiten con variantes una y otra vez, quizás con el fin de dar pie a esas arduas y tediosas polémicas de hermeneutas y teólogos que eventualmente se animan cuando alguno de ellos acaba en la

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hoguera. Pero la de estos pasajes no es cualquier contradicción sino, como dirían Pléjanov y san Agustín de Hipona, la Contradicción Original: por la grieta entre los párrafos, surgen multitud de variables interpretativas respecto a la igual o distinta jerarquía de las relaciones que hombre y mujer tienen entre sí y con su Creador.

Y también surge, apoyada en decenas de tradiciones, la historia de Lilith, La Rebelde, la Suprema Ramera, la Madre que las parió a todas, la primera mujer en términos absolutos, que se negó a yacer bajo Adán, engañó y rechazó a Dios, fue, y seguramente sigue siendo la amante de Samael, se inmortalizó como poderoso demonio, matriarca de los vampiros y con el correr de los años, icono de algunas posturas extremas del feminismo.

Si lo dice san Pablo...La flagrante contradicción original desveló a los estudiosos de las Escrituras, convencidos de la naturaleza infalible del Creador de Todas las Cosas: o sobraba un capítulo del Génesis o, entre uno y otro, había desaparecido una hembra.

Tomando las palabras en su sentido más literal –“varón y hembra lo creó”– quieren algunos tratadistas que en su primer versión Adán haya sido un ineficiente andrógino: su compañera, una réplica femenina de sí mismo, estaba o bien a su lado, o pegada a su espalda.

A favor de Dios, cabría destacar que siendo para ese entonces un Creador inexperto, resulta comprensible que se mostrara algo chapucero. Ahora bien, por más bobalicona que pueda ser una segunda mujer, confeccionada a partir de una simple costilla, va de suyo que no iba a aceptar como si tal cosa a un compañero de cama con una hembra adherida a modo de joroba. Entre los dos primeros capítulos del Génesis, algo debió haber pasado.

Una vez más, los cabalistas acudieron en ayuda de Dios: parece ser que, advertido de las consecuencias (o no consecuencias) de su distracción, Jehová dio en corregir el error separando ambas caras de ese extraño ser. La explicación resulta satisfactoria en un sentido, en tanto nos tranquiliza saber que la cópula entre Adán y su costilla no habría sido un escandaloso menage a trois, pero sigue sin aclarar qué ocurrió con la mitad femenina de Adán.

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El Alfabeto de Ben Sira, que recoge antiguas leyendas rabínicas (Midrash), trata de explicárnoslo. Sin dar mucho crédito a la idea del carácter andrógino de nuestro predecesor, asegura que fueron dos los seres creados por Jehová y que para ambos se valió del mismo material, detalle que a la postre daría lugar a enojosas situaciones.

Sin embargo, san Pablo, padre indiscutido de la misoginia eclesiástica, se apresuró a curarse en salud, primero, castrándose, para luego afirmar que el primer capítulo del Génesis no quiere decir en absoluto lo que dice, esto es, que Dios crease al mismo tiempo ni con los mismos materiales a ambos humanos, sino que mientras el hombre estaría “…hecho a imagen y semejanza de Dios, para Su gloria”, la mujer fue “creada a semejanza del hombre, para la gloria del hombre”. Y chupate esta mandarina y andá a lavar los platos.

Desde luego, nada en el texto citado respalda el aserto de san Pablo, pero san Agustín sí se respalda en san Pablo, santo Tomás de Aquino en ambos, y en santo Tomás holgazanea una muchedumbre de teólogos no sólo católicos sino de casi todas las confesiones protestantes, para dar por probada La Verdad.

Contrario sensu, las feministas creyentes, que, como las brujas, las hay, reivindican Génesis I en sentido directo y literal, y rizando el rizo, sostienen que, en el segundo relato, “costilla” es una traducción limitada –por error o, más probablemente, mala voluntad machista– de lo que bien entendido, dice “costado”.

Así corregidos los textos, ciertamente relatarían que Adán fue creado a Su imagen y semejanza, hombre y mujer a la vez, puesto que Él comprende todos y cada uno de los sexos posibles.

Pero dada la soledad que le tocó en suerte, un sexo o tres a la extraña criatura le harían la misma (poca) gracia. Por lo que Jehová se apiadó de Su humano, lo puso a dormir y extrajo de su costado a una hembra; es decir, lo dividió en las mitades que ahora somos unos y otras.

Antes de contarla, repasemosLa historia de Lilith es una tradición popular muy difundida a través de canales que, partiendo probablemente de un mismo origen, no volvieron a cruzarse. Lilith parece derivar de Lilitu, que en acadio –la lengua del primitivo Summer–, significó en sentido amplio, viento, aliento o espíritu.

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Su nombre aparece en los mitos religiosos y folclores de judíos y musulmanes de Palestina, con difusión en todo el cercano oriente, y también entre las creencias vulgares de los primitivos cristianos coptos de Egipto y Etiopía y los mazdeístas de la antigua Persia. Ha sido descripta, y su rol en el plan divino analizado por exegetas de estas confesiones, en particular los hebreos.

La mayoría de los textos en que Lilith figura son posteriores al siglo V, como es el caso del Génesis Rabbá, colección de comentarios talmúdicos que tendría gran influencia en los cabalistas europeos. Los textos sagrados cristianos, tal como los delimitan las grandes corrientes católica y protestantes occidentales, dejaron de modificarse por lo menos cien años antes, por lo que no hay en ellos, excepto un oscuro párrafo de Isaías, casi ninguna referencia a la misteriosa primera mujer.

Sin embargo, el boca en boca mantuvo vivo el mito también en el Oeste, mezclando a nuestra heroína con figuras similares de una decena de mitologías, algunas tan al poniente como la germana, la vasca y la astur, pueblos a los que Lilith llegó incluso antes que los Evangelios Debidamente Expurgados.

Por nuestra parte, procedimos a mezclar las fuentes y ensamblar las versiones, a los fines de no fatigar a los lectores con citas que de cualquier modo no prueban nada, y sobre todo, para relatar los hechos como mejor nos place.

Divina incompetenciaAunque se presume que los cinco libros que forman el Pentateuco –los primeros de la Biblia–, fueron dictados por Moisés, hay coincidencia entre todos los especialistas –excepción hecha de los que creen en la literalidad estricta de la Palabra–, en que el Génesis fue el último en volcarse por escrito y agregarse a la serie (los otros cuatro son Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, es decir, el compendio de la historia y la ley religiosa y civil de los hebreos). Pensado de antemano como una especie de somero prólogo a los otros, el Génesis escrito, tal como lo conocemos, data de después del primer cautiverio en Babilonia. También hay consenso en que por lo menos el segundo relato de la Creación deriva de los correspondientes mitos sumerios.

En el relato oral que incorpora a Lilith, simplemente se trata de que fue ella, y no Eva, la primera mujer hecha por Dios; y no a partir de un pedazo

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de macho, sino del mismo polvo. Algunos de los comentarios talmúdicos antes citados se apresuran a negar que el material fuera exactamente el mismo; Dios la habría hecho en segundo lugar y en base a inmundicias y excremento.

Inmundicias y excremento.

Extraordinaria devoción la de estos creyentes que para maldecir a una mujer indefensa no vacilan en dejar al Señor como un incompetente y desaseado aprendiz.

Del misionero al monoHasta aquí, dejamos al hombre y la mujer, solos en el paraíso terrenal, donde todo estaba permitido excepto probar el fruto del árbol del conocimiento.

Y hete aquí que por algún motivo alejado de nuestra comprensión y que ni el Génesis ni los escritos rabínicos aclaran satisfactoriamente, al macho de la pareja se le metió entre ceja y ceja que durante el coito la hembra debía yacer debajo suyo. Y a la hembra se le dio por el mismo empecinamiento, aunque en sentido contrario. –No yaceré debajo –se indignó ella–. Somos iguales pues ambos fuimos creados de la tierra.

La pobre ignoraba lo que los comentarios talmúdicos sabían sobre la incompetencia divina, pero esto carece de importancia al momento de tratar de entender las razones del capricho de Adán.

Si se nos permite algún desvío, hay versiones de la tradición que dicen que antes de tener mujer, Adán habría probado copular, con invariable mala fortuna, con cada una de las hembras animales a las que él mismo había puesto nombre. A eso se referirían los versículos No es bueno que el hombre esté solo. Le haré ayuda idónea… (G.2:18) y Puso nombre Adán a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo. Mas para él no halló ayuda idónea (G.2:20) No está claro si el padre de la humanidad pretendió hacer la del misionero con monas, cabras y terneras, sin contar los reptiles y las gallinas (lo que explicaría la pobreza de resultados) o si la pose se le ocurrió al ver por primera vez a Lilith, pero cuando intentó prevalecer por la fuerza, ella invocó el nombre mágico de Dios, lo que le dio el poder de volar, según algunas versiones convertida en lechuza.

Habida cuenta que la unión de esa yunta primigenia no se había

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consumado, podría decirse que, al menos desde un punto de vista teólogo-cronológico, el divorcio antecede al matrimonio.

(Continuará)