Como Se Hace Una Tesis Doctoral de Historia

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1 CÓMO SE HACE UNA TESIS DOCTORAL DE HISTORIA MARCO V. GARCÍA QUINTELA (21 – MARZO – 2014) Trataré un tema viejo, Umberto Eco dedicó un libro en 1977 a Como si fa una Tesi di Laurea. Su índice era 1. Qué es una tesis de licenciatura y para qué sirve. 2. La elección del argumento 3. La búsqueda del material. 4. La mesa de trabajo y la elaboración de fichas 5. La Redacción 6. Redacción definitiva Es un texto muy elemental que conviene seguir leyendo, sabiendo que el tiempo ha pasado, esto es, como historiadores. Vosotros ya habéis hecho trabajos de cierta envergadura, TAD’S, Trabajos de Fin de Grado, Trabajos de Fin de Máster y vuestros directores os han indicado toda una serie de cuestiones sobre las que ya habéis adquirido soltura y que deben formar parte del bagaje de habilidades que utilizáis de forma corriente. Trataré de seguir a Eco con dos opciones diferenciadoras. Por un lado intentaré ser más sencillo, en la medida de la ocasión que nos reúne, pero también más complejo, en la medida que, como indicaba, debo atribuiros un cierto nivel, una cierta experiencia. No partimos de cero. Dividiré los temas a tratar en dos grandes aparados 1. Por dónde empezar. 2. Qué hacer. Y quisiera añadir, por sus implicaciones en distintos órdenes y que no podía estar en la agenda de Eco: 3. El papel de la red en la investigación histórica.

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CÓMO SE HACE UNA TESIS DOCTORAL DE HISTORIA MARCO V. GARCÍA QUINTELA (21 – MARZO – 2014)

Trataré un tema viejo, Umberto Eco dedicó un libro en 1977 a Como si fa una Tesi di Laurea.

Su índice era

1. Qué es una tesis de licenciatura y para qué sirve. 2. La elección del argumento 3. La búsqueda del material. 4. La mesa de trabajo y la elaboración de fichas 5. La Redacción 6. Redacción definitiva

Es un texto muy elemental que conviene seguir leyendo, sabiendo que el tiempo ha pasado, esto es, como historiadores.

Vosotros ya habéis hecho trabajos de cierta envergadura, TAD’S, Trabajos de Fin de Grado, Trabajos de Fin de Máster y vuestros directores os han indicado toda una serie de cuestiones sobre las que ya habéis adquirido soltura y que deben formar parte del bagaje de habilidades que utilizáis de forma corriente.

Trataré de seguir a Eco con dos opciones diferenciadoras. Por un lado intentaré ser más sencillo, en la medida de la ocasión que nos reúne, pero también más complejo, en la medida que, como indicaba, debo atribuiros un cierto nivel, una cierta experiencia. No partimos de cero. Dividiré los temas a tratar en dos grandes aparados

1. Por dónde empezar.

2. Qué hacer.

Y quisiera añadir, por sus implicaciones en distintos órdenes y que no podía estar en la agenda de Eco:

3. El papel de la red en la investigación histórica.

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1. POR DÓNDE EMPEZAR

Para responder a la cuestión ¿por dónde empezar?, podemos aferrarnos a tres ideas que actuarán de manera aislada o conjunta según cada caso:

Podemos partir del estado de la cuestión sobre un tema determinado, podemos partir de un interrogante de método o podemos considerar como impulso inicial la querencia por determinado tipo de fuentes.

Historiografía, estado de la cuestión.

Centrarnos en esta cuestión sería la forma académica de seleccionar el tema sobre el que nos gustaría trabajar. Las razones pueden ser extremadamente variadas. Pulsión personal, lecturas previas, influencia de un profesor (tal vez del propio director de la tesis). A veces el tema puede ser muy general y poco elaborado académicamente: el mar, los cuentos, los ritos, el contacto con materiales, las salidas al campo a estudiar algo sobre el terreno…

Método

Otra forma de empezar es por el método. Nos gusta determinada práctica. La maestría en una técnica puede convertirse en el motor para proponer una tesis e incluso su razón fundamental en la medida que el entrenamiento adquirido puede ayudarnos a encontrar perspectivas laborales. El gusto por la estadística, por los programas de imagen, por la lectura (soy un traga libros), o por un trabajo minucioso pues me encanta el detalle que considero que puedo aplicar a bases de datos extensas.

Fuentes

También se puede empezar por el gusto por determinado tipo de fuentes. No es lo mismo la afición a tocar materiales arqueológicos que a leer textos con necesidad de habilidades paleográficas, que aquellos que requieren el manejo de ciertos idiomas, que la necesidad de viajar para llegar a esas fuentes o su disponibilidad en la red, o en una biblioteca.

Empecemos por donde empecemos, estas tres aproximaciones estarán presentes en la tesis con distintas proporciones. Es más, la tesis puede considerarse como el esfuerzo por domeñar nuestra afición o querencia inicial por una de esas aproximaciones con la convergencia de las otras dos. Tenemos que ser conscientes de que ese impulso inicial no es más que la puerta de entrada, la inspiración. Seguidamente debe corregirse siempre con las dosis necesarias de los otros dos.

Por lo tanto, cualquier tesis debe partir de un análisis del estado de la cuestión para aplicar un método de trabajo y estudio sobre un corpus documental. Veamos estos tres puntos con más detalle.

1.1. ESTADO DE LA CUESTIÓN

Conceptualmente, en abstracto, podemos imaginar una tesis absolutamente novedosa, pero debemos reconocer que esta situación será más bien rara. Además, el marco administrativo

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del programa de doctorado del que formamos descarta casi por completo esa búsqueda de la originalidad. O se es un genio, y alguno puede haber, o lo aconsejable es actuar en un territorio relativamente conocido. Esto es, abordar un tema sobre el que existe un estado de la cuestión sobre el que nuestra tesis intentará incidir proponiendo una corrección, aplicando un nuevo método, o revisándolo con una mirada fresca tras cierto número de años en que el tema permaneció estancado o sin aportaciones relevantes al estado de los conocimientos.

El estado de la cuestión será una parte de la tesis. Normalmente será el primer capítulo, aunque, también normalmente, será el último que redactemos. Será el último porque requiere haber adquirido cierta madurez en el tema, conocer los detalles, apreciar matices. Eso es de manera ordinaria el resultado del trabajo formativo que implica la tesis, no el inicio.

Por eso empezaremos con el manejo de un estado de la cuestión grosero, poco balizado, con unas líneas generales, que nos permitirán avanzar en la elaboración de la tesis. Será al final cuando aquellos materiales brutos o groseros, con las correcciones y reflexiones añadidas con el paso del tiempo y una nueva madurez, que se convertirán en el capítulo de la tesis que se presentará ante el tribunal. Para que un estado de la cuestión sea adecuado son aconsejables una serie de cautelas que no siempre se podrán llevar a la práctica hasta el final.

Tenemos que ser conscientes, para empezar, que en determinados casos un “estado de la cuestión” puede ser en sí mismo una tesis. De forma genérica las tesis de historiografía cumplen esta función. Su planteamiento es tratar de responder a la pregunta qué se ha dicho a lo largo del tiempo sobre tal o cual tema de interés histórico, cuáles eran los términos del debate entre los historiadores, por qué unos ofrecen una interpretación y otros otra ¿Qué influye en ese debate?: las escuelas nacionales, las opciones políticas, la aplicación de metodologías diferenciadas…

En el marco de este doctorado creo que son desaconsejables las tesis de historiografía (siempre puede haber excepciones determinadas por las capacidades del doctorando, o por haber podido acotar un tema restringido de forma adecuada). La razón es que se necesita manejar una serie de variables compleja debido a que, básicamente, el corpus de fuentes puede extenderse hasta el infinito. Si nos interesa saber porqué determinado autor defiende tal tesis historiográfica podemos encontrar las razones en los archivos que frecuentó y el sesgo con el que se constituyeron, en su formación escolar o universitaria, en el influjo de un pariente o el deseo de alejarse de esa influencia, por rebeldía o por acomodación, por ideología política o por su ausencia… y saber con detalle cada cuestión implica una investigación específica sobre documentación y corpora que pueden llegar a ser extremadamente complejos.

Uno de los grandes especialistas en historiografía y uno de los definidores de esta práctica, A. Momigliano, afirmaba que para desarrollar la tarea historiográfica había que conocer la obra de los autores estudiados pero también el tema de estudio. Si aplicamos esto a una tesis de historiografía quiere decir que además de los términos del debate debemos conocer el objeto del debate, lo que supone en realidad el planteamiento de otra tesis. Por eso es desaconsejable inicialmente como tema monográfico.

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En todo caso, cierto grado de dedicación historiográfica es necesario. Esta dedicación nos debe imbuir, además, con una dosis de humildad, nos hará conscientes de que nuestro trabajo siempre será el último de una cadena más o menos larga. Tiene la virtud, también, de revelar nuestro grado de madurez intelectual debido a la necesidad de manejar nociones abstractas y saber desentrañar los por qué de textos difíciles o que juegan a ocultar sus razones de ser. Revela que nos codeamos correctamente con los pares que nos van a recibir en la academia de los doctores.

1.2. QUÉ ES UN MÉTODO HISTORIOGRÁFICO

La segunda cuestión es la aplicación de un método. Para empezar podemos señalar dos ideas sencillas y en buena medida contradictorias.

En primer lugar método, etimológicamente, es lo que viene después del camino recorrido. Cuando, llegados al final, nos damos cuenta de lo que hemos andado. Por lo tanto, paradójicamente, nunca podríamos definir un método a priori sino siempre a posteriori. Lo cual parece un sinsentido. Pero no lo es si consideramos el peso que tienen las prácticas intuitivas en historiografía y su transmisión también de forma intuitiva, latente o sin formalizar. Esto ocurre y hay que aprender a lidiar con ello.

En segundo lugar el método es una herramienta. La expresión “matar pulgas a cañonazos” indica bien la necesidad de ajustar la herramienta con el fin buscado. En muchos casos la elección es sencilla, una punta se clava o desclava con un martillo, un tornillo con un destornillador. Pero en otros es difícil acertar. Es mejor un destornillador de estrella o de punta, un destornillador eléctrico me proporcionará buenas prestaciones pero ¿estará equilibrado con respecto al trabajo que preciso? ¿No será mejor prescindir de clavos y tornillos y recurrir a un pegamento?

Es decir, no es porque tengamos una caja de herramientas profesional, bien abastecida, que vamos a saber escoger la herramienta adecuada y tampoco es que por tener la herramienta adecuada vamos a saber manejarla adecuadamente, extrayendo todas sus posibilidades como por arte de magia.

Por lo tanto el interrogante metodológico es siempre fundamental y el tribunal siempre va a agradecer que se plantee con claridad en el corpus de la tesis es porqué de las opciones metodológicas seguidas y su fundamento. Normalmente será el capítulo dos, tras el planteamiento de la cuestión, y normalmente será el penúltimo que redactemos, dejando para el final el primer capítulo.

Pero hay que lidiar con la contradicción entre las dos formas de entender el método que he señalado.

La primera (la metodología intuitiva) se puede considerar prácticamente erradicada, aunque tal vez tiene expresiones marginales en algunos medios. Es propia de la historiografía decimonónica, de la historia de los acontecimientos. Triunfaba cuando el historiador se ponía bajo el brazo el bastón de mariscal o la levita del diplomático y juzgaba y dirimía sobre el papel acciones militares y políticas como si fuese uno más de los agentes del proceso histórico

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repartiendo loas y reprimendas según su saber, normalmente definido por su concepción sobre la nación a la que se servía y pertenecía el historiador.

De una forma tan radical esa manera de entender la práctica histórica casi no existe. Pero es cierto que en el seno de determinadas corrientes historiográficas, caracterizadas por manejar un corpus disciplinar bien conformado y con tradición, con un nutrido elenco de cultivadores, un nuevo investigador puede incorporarse a esa línea disciplinar y absorber el método de forma intuitiva, por la práctica de la lectura y el contacto con los profesionales que cultivan esa corriente. Se hacen las cosas porque sí, sin mucha reflexión, porque la tradición prescribe que así debe hacerse.

Esto no es malo. Está bien formar parte de una tradición cultural y de una tradición historiográfica, saber cuál es nuestra familia académica, la comunidad erudita en la que operamos. La dificultad deriva del hecho de que esta práctica intuitiva se opone conceptualmente a una opción reflexiva. Por lo tanto, aunque nos ubiquemos en esta línea conviene siempre dar un paso al lado y tratar de ver nuestro lugar en el proceso historiográfico con perspectiva. Es decir, debemos intentar zafarnos de la intuición para poner en práctica la metodología aprendida y heredada en un ambiente metodológico determinado, pero con conocimiento de causa, actuando como agentes activos del proceso de aplicación de la metodología heredada y no como meros repetidores cansinos de un catecismo ajado.

La segunda opción es escoger de entrada una herramienta. Sabemos que hay decenas de métodos históricos posibles y debemos reflexionar cuál es el adecuado para los fines que nos planteamos. Desde esta opción el planteamiento del método está en relación dialéctica con el análisis del estado de la cuestión y con la reflexión sobre las fuentes. Es el manejo simultáneo de estas tres variables lo que va a orientarnos hacia la elección de la metodología adecuada, la selección de la herramienta correcta.

A efectos prácticos, en el mundo en que vivimos y en el contexto de las tesis que podemos tener entre manos, debemos dar un especial relieve a la metodología. Ya lo he indicado pero conviene insistir. El uso de ciertos métodos exige una capacitación técnica que, en un momento dado, puede tener una utilidad que trasciende su aplicación en el marco de una tesis doctoral. En este sentido la elección de la metodología para la tesis puede entenderse como la elección de una formación profesional especializada que puede abrir puertas hacia un futuro profesional, por lo tanto es importante detenernos en este punto.

Podemos considerar determinadas aplicaciones informáticas. Por ejemplo, los tratamientos de imágenes más sofisticados o el manejo de Sistemas de Información Geográfica, a cierto nivel, son ya profesiones con un lugar en el mercado de trabajo y son también herramientas muy adecuadas para trabajar en determinados temas de tesis.

Un tema específico para los arqueólogos en este terreno metodológico es que el tratamiento de materiales confina muchas veces con las ciencias “duras”. Prácticamente no existe disciplina académica que de una u otra forma no pueda tener un rendimiento o una aplicabilidad en el ámbito de la arqueología. Lo normal, cuando un arqueólogo empieza, es que sepa muy poco de esas metodologías, pero también la familiaridad, las lecturas, la formación específica en el uso de métodos y técnicas propias de las disciplinas “duras”, hace

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que cierto porcentaje de arqueólogos adquieran un grado de maestría en el manejo de tecnologías llegando a borrarse las fronteras disciplinares. Por ejemplo especialista en manejo de microscopio electrónico para arqueología (Óscar García Vuelta).

Para terminar este apartado sobre metodología quisiera apuntar otros tres temas.

1.2.1. LA POLÍTICA COMO MÉTODO.

Tradicionalmente las opciones políticas o ideológicas han podido funcionar como un método historiográfico. Esto ha sido así, es y será. Se trata de ser consciente de ello.

Es legítimo por lo tanto estudiar y reflexionar sobre, por ejemplo, el tratamiento de una transformación social histórica desde un punto de vista nacionalista, marxista o liberal. Seguro que con las mismas fuentes obtenemos opciones interpretativas diferenciadas. Ante una propuesta de este estilo se imponen dos ideas. Por un lado es inevitable y forma parte de nuestra condición social como historiadores que tengamos ideología y opciones políticas. Por otro lado también es legítimo proponer una opción ideológica como método interpretativo.

Pero también, y al mismo tiempo, debemos reflexionar sobre la pertinencia de poner nuestra inclinación política como guía para el trabajo histórico y ser conscientes de las posibles limitaciones de esta opción. Debemos evaluar si nos interesa un encasillamiento académico derivado de una opción política o si, por el contrario, no preferiríamos una opción más profesional con independencia de nuestras afinidades ideológicas.

1.2.2. ¿EXISTEN METODOLOGÍAS DIFERENCIADAS POR ÉPOCAS?

Partiendo de esto quisiera hacer una reflexión, impuesta también por el hecho de dirigirme a historiadores de distintas épocas excepto contemporaneístas, y la relación entre opciones políticas y métodos historiográficos.

Considero, pero sin duda habrá otras opiniones, que los problemas y formas de hacer historia son comunes con independencia de las épocas. Las épocas suponen que los corpora documentales, las fuentes, van a ser distintas, y que también pueden tener una incidencia en la metodología, pero es menor (en todo caso entramos en esta cuestión en el apartado de fuentes).

Lo que es determinante para las historias no contemporáneas es la distancia temporal. Abordamos mundos que nos son ajenos, donde no compartimos claves culturales, reflejos ideológicos, ubicaciones sociales, educación etc. Compartimos el hecho de practicar lo que Lévi-Strauss llamaba, para referirse a la antropología, le régard eloignée. Por el contrario, la práctica de la historia contemporánea, también de forma general, implica cierta transparencia, una relación directa. Por eso a veces es difícil distinguir periodistas de historiadores, ideólogos de historiadores, etc.

Por el contrario, cuanto más antigua es la historia, es más difícil, hay más estratigrafía acumulada encima, hay más que excavar conceptualmente, como esfuerzo de análisis para

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ponernos en el lugar del ajeno, y también materialmente, para comprender un pasado cada vez más fragmentario.

Si como decía Croce toda historia es siempre y en primer lugar historia contemporánea. La historia de cualquier pasado es la de aquel momento tamizado por el tiempo de cada una de las épocas o momentos posteriores que lidiaron en sus presentes respectivos con ese momento. Y esa historia acumulada debemos tenerla presente y saber que es más compleja cuanto más hacia el pasado nos dirijamos.

Pero dicho esto, los interrogantes históricos, los problemas, son idénticos. No existe una Historia, con mayúscula diferente para cada época. No se pueden confundir los sesgos de ciertas metodologías específicas para explotar ciertas fuentes con una quiebra o distancia epistemológica profunda.

1.2.3. LA HISTORIA COMO ARTE

Recientemente un buen amigo criticaba el capítulo inicial de mi último libro de contenido metodológico. Su argumento era que ese planteamiento metodológico era superfluo porque la práctica de la metodología aplicada en el volumen era un arte. Esto es un tanto ambiguo y conviene que nos detengamos un poco.

Por un lado es cierto. Ya hemos indicado que cuando nos ubicamos en una corriente o ambiente metodológico bien asentado tendemos a absorber inconscientemente sus principios, que terminamos aplicando como una suerte de saber natural, como un movimiento reflejo. De la misma forma que tendemos a lavarnos de la misma forma o que tenemos cierta manera de caminar. Y ya he indicado que no es malo. Es más, esta forma de actuar, esta metodología puede entenderse como un arte.

Pero conviene también que nos detengamos en el concepto de arte. “Arte” no implica una acción genial. La raíz indoeuropea rt*, de donde viene nuestro “arte”, tiene que ver con el principio de orden. Su campo semántico está perfectamente vigente en castellano en términos tan usuales y claros semánticamente como aritmética, articulación, rito…, en todos los casos se instaura un orden, en los números, en el cuerpo humano, en la acción social… Arte es poner en orden materia que de otro modo es bruta, es amorfa, carece de sentido. Se necesita “arte” para hacer una tesis.

Pero es bueno reflexionar sobre el arte como método y no limitarse a aceptarlo como una práctica heredada.

1.3. FUENTES

Una fuente historiográfica es lo que un historiador dice que es una fuente.

Esta afirmación es una tautología y por lo tanto parece una fórmula lógicamente incoherente. Pero debemos entenderla correctamente para abordar el trabajo de redacción de una tesis.

Tenemos que pensar que algunos de los grandes avances en el conocimiento histórico derivan de la apertura de nuevos archivos, esto es, del hecho de que materiales considerados inútiles

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para el conocimiento histórico recibieron, siempre de la parte de un historiador, una serie de preguntas a las que podían dar una respuesta y, a partir de ese momento, adquirieron la categoría de “documento histórico”. Una iniciativa así es propia de un historiador, no puede ser de otra forma, es el historiador en su ejercicio profesional quien decide convertir en información históricamente relevante un corpus documental que, hasta ese momento, no entraba en las consideraciones de los historiadores. Un ejemplo clásico lo porporciona Labrousse y su estudio de los mercuriales de precios.

Parallèlement aux entreprises étrangères animées par le Comité scientifique international pour l'histoire des prix (1930), le travail de Camille-Ernest Labrousse (1895-1988) marque l'histoire économique française. Labrousse décide de travailler à partir des prix de la mercuriale enregistrés sur les marchés par les représentants des intendants. Ces sources officielles et publiques présentent, toutefois, aux yeux de l'érudition classique, le défaut de ne pas être de « vrais prix », originaux et authentiques. Labrousse démontre qu'en termes de méthode historique traditionnelle, la mercuriale est la source la plus fiable. Mais les œuvres majeures de l'auteur, Esquisse du mouvement des prix et des revenus en France au XVIIIe siècle (1933), et La Crise de l'économie française à la fin de l'Ancien Régime et au début de la Révolution (1944), s'appuient avant tout sur une autre méthode : la critique en termes de cohérence des séries entre elles et de résistances aux tests statistiques.

La lista podría prolongarse indefinidamente. La diversificación de los contenidos del discurso histórico que se produce desde los años 60/70 del siglo pasado deriva en buena medida de la incesante aparición, “invención” si se quiere (“invención” subraya el papel del sujeto que tiene la iniciativa intelectual), de nuevas fuentes, de nuevos archivos. Entiéndase bien, son “nuevos” no porque antes no estuviesen allí, sino porque antes ningún historiador había ideado una forma de ponerlos en evidencia, de sacarles información.

Antes de seguir me gustaría señalar dos ámbitos de excepción en este panorama que derivan de cierta posición pro domo y de que tiene que ver con dos disciplinas que, por roce, conozco mejor que otras: la filología clásica (podríamos decir las filologías en general), y la arqueología clásica (también podríamos decir la arqueología en general).

En cuanto a la filología debemos tener en cuenta que la organización de los estudios en el conjunto de Europa es diferente a la vigente en España. La formación en estudios clásicos descansa en tres pilares de peso equivalente: lenguas y literatura, historia y arqueología. Es el ejercicio profesional que, más adelante, tras el período formativo, sitúa la práctica del investigador en uno u otro ámbito. En España la diferenciación entre las formaciones en disciplinas y estudios diferentes tiene el efecto perverso de impedir ver determinadas virtudes de los estudios clásicos en toda su complejidad.

Tenemos que pensar que muchos trabajos de “historia” de autores extranjeros están hechos por filólogos y que nada en ellos desmerece de su calidad histórica. Dicho de otra forma, la orientación profesional no es determinante. Lo determinante es que el corpus documental tiene unas características tales que su mera constitución exige un trabajo previo muchas veces complejo, muchas veces iniciado en el Renacimiento, como es la edición de textos (es usual

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que se conserven los sistemas de referencia internas renacentistas). Además para la Antigüedad se maneja un corpus documental relativamente restringido (en comparación con otros períodos) y relativamente bien organizado desde hace siglos en catálogos y colecciones de referencia fácilmente accesibles en bibliotecas con cierta tradición y en la actualidad a través de la red. Estas condiciones, sobre todo el trabajo con un corpus documental relativamente estable comparado con los corpora de otras épocas, hizo y hace que el papel de la imaginación científica, y que la apertura a nuevos métodos, haya sido fundamental en el desarrollo de la disciplina antes que en otros períodos. Por ejemplo, se habla de la relación entre antropología y estudios clásicos desde fines del siglo XIX, cuando en historia general es un tema de los años 1960 (hay antecedentes como Les rois thaumaturges de Bloch, 1922).

Esto se debe también, en buena medida, al estatuto ambiguo de muchas fuentes antiguas. Una serie de textos de referencia son al mismo tiempo fuentes e historiografía. Heródoto, Polibio o Tito Livio componen grandes obras literarias que hay que conocer y manejar como textos literarios pero también aportan información básica, documentan importantes segmentos de la historia de la antigüedad. Cualquier uso de sus obras tiene que jugar constantemente con ese doble estatuto.

Pasemos a la arqueología. Una de las consecuencias perjudiciales del sistema de formación de nuestro país es el estudio de la arqueología como disciplina iletrada. Se empieza por el gusto por los materiales y es, normalmente, el ámbito en donde antes en la carrera de un joven investigador es posible la publicación de nuevos hallazgos. Lo cual es a la vez necesario y legítimo y perjudicial (pues tiende a sobrevalorarse ese tipo de publicación que en realidad es el tipo de publicación más cómoda, menos exigente).

Pero mientras en los países de nuestro entorno se entiende la arqueología como el estudio de la dimensión material de sociedades complejas, en el España se tiende a transformar esa parte en un todo (por un curioso mimetismo con la arqueología anglosajona, propia por tanto de países con pasados letrados mucho menos profundos), convirtiendo el proceso de recuperación de los restos materiales del pasado en un objeto autónomo o, todo lo más, en relación con las ideaciones teóricas y metodológicas de los autores que tratan esos objetos. Por decirlo de otra forma. Los arqueólogos de la Edad del Hierro, por ejemplo, leen más (cuando leen) a Ingold y a Bourdieu que a César, Polibio o Estrabón.

En el fondo de todas estas cuestiones está el tema de la crítica de fuentes.

La crítica de fuentes es fundamental. La tautología con la que empezaba este apartado tiene que ver con la crítica de fuentes. Es fuente todo lo que un historiador dice que es fuente cuando, y esto es el complemento imprescindible de la afirmación, previamente ha hecho un análisis y una explicación que legitiman su decisión y que, además, esa explicación obtiene la aprobación o el consenso de sus compañeros historiadores o, al menos, abre un debate sobre hasta qué punto está legitimado el convertir en fuente histórica tal o cual aspecto de la realidad.

Tenemos que tener en cuenta que esta discusión se introducirá en nuestra tesis en forma de presentación del corpus documental objeto de estudio. Una vez delimitado ese corpus es preciso explicar las claves que llevan a su constitución, su historia, su “biografía” en el sentido

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de Kopytoff, para que la comunidad de los historiadores considere justificado y, por lo tanto epistemológicamente legítimo, su uso como fuente.

Las preguntas que debe tener presente la crítica de fuentes son, entre otras, ¿cómo se constituye el corpus documental que pretendemos estudiar, cuál es su historia? (de un archivo, pero también de la estratigrafía de un yacimiento para conocer y presentar adecuadamente los objetos o fases que pretendemos estudiar) ¿Quién conforma esos documentos, el azar de los hallazgos, prospecciones sistemáticas, una autoridad pública o institución, individuos particulares, tiene sentido la discriminación por sexo o edad? ¿crítica de la composición social de los agentes creadores de ese corpus, de quienes conforman la institución, de los particulares capaces de usar ciertos objetos arqueológicos o de recurrir a determinados documentos notariales, etc.?

Tenemos que pensar que los legajos que consultamos en un archivo, que las piezas recolectadas en los museos siempre tienen una historia que ha hecho que esos objetos se conserven mientras que otros tantos se han destruido o han quedado relegados al olvido. El examen de ese proceso selectivo, por qué se guarda lo que se guarda, por qué se destruye lo que se destruye, forma parte de la crítica de fuentes. Por eso cuanto más nos interesen los períodos más lejanos del pasado debemos ser conscientes de que más tiempo histórico tenemos que conocer, pues es el tiempo histórico que de una u otra forma han atravesado los documentos que podemos estudiar lo que condiciona el mero hecho de su conservación, de su existencia para nosotros como objeto de estudio.

Considerando el conjunto de estas observaciones, en la redacción de la tesis debemos poner a disposición del tribunal la mayor cantidad de elementos de juicio que sea posible sobre el archivo documental explotado para que sus miembros puedan juzgar adecuadamente el trabajo doctoral presentado.

Siguiendo con las fuentes quisiera añadir algunos otros temas de reflexión:

Corpora cerrados vs corpora “infinitos”.

Corpora cerrados: por ejemplo un archivo catedralicio de un período histórico bien acotado. Siempre pueden aparecer nuevos documentos de ese archivo, pero debemos considerar que será raro, excepcional, y no hará variar sustancialmente nuestras conclusiones pues suele tratarse de una información muy estereotipada. La obra de Heródoto, o cualquier autor de la Antigüedad u otro período, también constituye un corpus cerrado.

Un caso especial lo proporcionan los textos literarios medievales (y hasta el renacimiento) con las complejidades de determinación de qué es un texto, los apócrifos, las copias, las particularidades del saber humanista medieval y su transmisión, sus interferencias con la oralidad y los contextos de reproducción oral de los textos literarios.

Corpora abiertos son aquellos en donde forma parte de su naturaleza que reciben un flujo constante de nuevos documentos. De forma característica esto es propio de la arqueología (y de la historia contemporánea más reciente con las sucesivas desclasificaciones de documentos públicos que cumplen sus plazos de consideración como secretos), en arqueología siempre hay nuevos hallazgos que pueden ser casuales, fruto de campañas organizadas o de intervenciones

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de salvamento. Sin entrar en las cuestiones metodológicas que ya hemos mencionado, cada diez años es oportuno reabrir un tema debido a las novedades que se han producido en ese intervalo.

Corpora abiertos son, por definición, el espacio, el territorio, el paisaje, las percepciones, los usos, conservados tanto en la realidad material y la percepción directa o auxiliada por un abanico creciente de técnicas (que nos lleva otra vez a las metodologías) como en los documentos, las disputas por las tierras entre jurisdicciones diferentes, las herencias, los repartos, los regímenes jurídicos, las novedades derivadas de la introducción de los cultivos americanos, etc. En un mundo dominado por una intensiva reubicación de la población hacia los litorales y el creciente impacto de las cuestiones medioambientales las son fundamentales problemáticas de la historia de los territorios.

Otro tema de reflexión debe ser la elección entre corpora tradicionales o nuevos corpora.

Debe reflexionarse sobre las ventajas de situarse en una corriente establecida a la que se hace una aportación y las desventajas de cierta falta de originalidad, de déjà vu (pero esto puede ser lo más sensato en las tesis de nuestro programa), o las ventajas de la originalidad unida a la desventaja de las dificultades de aceptación de las novedades a la necesidad de una crítica de fuentes más rotunda que justifique ante la comunidad la validez de las opciones seguidas.

Ejemplo ¿qué es una observación astronómica en historia? ¿Cómo se constituye un corpus de observaciones astronómicas y qué interpretaciones históricas sustenta?

Por ejemplo, los megalitos (variantes regionales, sol y luna, constelaciones), las iglesias (el problema de la brújula; la difusión del culto a Santiago un sistema de coordenadas cronológicas), la identificación de la astronomía druídica (por sus obras los conoceréis): relaciones con el paisaje, con la arqueología, con disciplinas literarias, historia de las religiones etc.

nota bene

Los tres temas analizados bajo el epígrafe “por dónde empezar” están inextricablemente mezclados. Precisamente por ello es necesario un esfuerzo de reflexión para saber cómo actuar correctamente y diseccionar cada uno de los tres aspectos con su reflexión autónoma pertinente para dar a la tesis un fondo de pensamiento que siempre se agradece en el momento de su presentación ante un tribunal.

Esto hace que los procesos de análisis de estado de la cuestión, metodológicos y de análisis de fuentes atraviesan con distintas intensidades todo el proceso de elaboración de la tesis pero no explica cómo abordarla en concreto.

2. QUÉ HACER

Visto lo anterior se plantea, entonces, el problema de qué hacer (un viejo título en la historia del pensamiento revolucionario). Una vez establecidos los ítems iniciales que hemos señalado, y sabiendo que es necesario alimentarlos y cultivarlos a lo largo del proceso de elaboración, la

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cuestión que se plantea es cómo gestionar adecuadamente el tiempo que tenemos para dedicar a la tesis.

Puede ser útil distinguir las estrategias según los ítems que acabamos de señalar.

Así, en cuanto al estado de la cuestión, la única práctica y recomendación posible es lectura, lectura y más lectura. Es cierto que esta recomendación parece extraña en el mundo en que vivimos, cada vez leemos menos, tenemos lecturas deslavazadas, lecturas en pantalla, donde subrayar con el ratón parece que equivale a tomar notas en un papel, y no es lo mismo en cuanto a los procesos intelectuales que intervienen. En este sentido y como tema práctico, aconsejo profundizar en el uso de las herramientas de Adobe para leer los documentos en pdf para su lectura crítica, con comentario, notas, anejos… que después se pueden compilar al margen del texto leído y convertir en fichas de lectura autónomas.

Dentro del programa de lecturas debemos incluir novelas, incluso durante el trabajo de tesis, la lectura ayuda a coger pluma, a saber escribir, razonar, describir, analizar, matizar… a escribir con orden.

Todo esto teniendo en cuenta la cautela de que este tema no puede ser en condiciones normales, como explicaba más arriba, el central de la tesis. O sea que debemos dosificar el tiempo, el esfuerzo necesario para atender esta cuestión.

En cuanto a la metodología es diferente si se trata de metodologías más simples o más complejas, que necesitan más o menos tiempo para ser dominadas por completo. Incluso hay algunas que por mucho que las dominemos, su uso concreto dependerá sobre todo de nuestra imaginación, de que sepamos formular las preguntas correctas a las herramientas que tenemos a nuestra disposición (por ejemplo los Sistemas de Información Geográfica, o las técnicas “científicas” para arqueólogos).

Entre las metodologías simples podemos mencionar los ficheros tradicionales, que en la actualidad gestionaremos como bases de datos, o las ideologías políticas, en la medida que tenemos una que consideramos que debe ser el motor de una tesis donde se trata de comprender cierto sector del proceso histórico bajo la óptica que proporciona esa ideología.

Otras pueden ser muy complejas, es lo propio de las metodologías que se mueven en horizontes transdisciplinares (trabajos arqueológicos con técnicas científicas), o las metodologías que precisan una madurez analítica e interpretativa (el método estructural en mitología), o las que exigen el dominio de un abanico de técnicas complementarias (el abanico de los programas SiG, Lidar, dibujo…)

También en este caso se trata de establecer un equilibrio. Se trata de que la metodología no se “coma” la tesis. De que montemos un aparato metodológico tremendo con un resultado poco concorde con ese esfuerzo. Hay ejemplos. Así, aunque haya métodos complicados, si no somos capaces de llegar hasta el final en su manejo, puede ser muy prudente y adecuado limitarnos a alguna versión menos profunda, que ofrezca resultados válidos y contrastables, dejando para mejor ocasión la profundización que comentábamos.

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En cuanto a las fuentes la principal distinción que debemos hacer es entre corpora establecidos y corpora por establecer, o “inventados”. Esta distinción se parece a la que antes señalábamos entre corpora cerrados y abiertos.

Con los corpora cerrados y establecidos siempre tendremos mucho trabajo avanzado. Se trata de aprender las claves que han llevado a su constitución y delimitar los interrogantes históricos nuevos que pretendemos plantear sobre ellos. Como decía antes esta es la opción preferible en el marco administrativo en el que nos movemos.

En todo caso, si vamos a trabajar un corpus establecido con un sistema de base de datos tenemos que pensar que el diseño de esa base de datos va a condicionar las respuestas que obtengamos. Por eso esas herramientas (ninguna herramienta) nunca son neutrales, su eficiencia electrónica y la rapidez de los resultados que ofrecen nunca pueden hacernos olvidar que los procesos de reflexión las rigen, que esos diseños están sometidos a presiones, a conocimientos más o menos profundos, a interrogantes más o menos inteligentes, condicionados de una u otra forma. No podemos caer en el papanatismo de la neutralidad de la tecnología.

Si vamos a trabajar con un corpus abierto se plantea todo el problema de cómo constituirlo de tal forma que sea abordable en el marco de una tesis. Es decir, cómo podemos cerrar a efectos de un trabajo específico un corpus que en realidad es abierto.

El caso de las iglesias prerrománicas. Estrategia de muestreo.

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Lo importante es saber que el resultado científico que se pueda alcanzar dependerá de la adecuación de la estrategia de investigación y de que se entienda esa estrategia de investigación. Y en ese entendimiento debemos hacer lo más posible por nuestra parte porque nuestros interlocutores no siempre van a ser perceptivos.

Dentro de esta estrategia en determinados casos debe entrar la consideración de la dimensión social o comunitaria del trabajo histórico. No se puede entrar en una comunidad aldeana de Galicia como un elefante en una cacharrería. Hay que conocer los horarios, las pautas sociales, las personas a las que dirigirse. Evitar que nos identifiquen con la Xunta y sus funcionarios, etc. En este sentido hay que considerar las estrategias de comunicación con un modelo bien cercano sugerente y productivo que proporciona Manuel Gago y sus colaboradores (ver capítulo 0: Torres dos Mouros, Mallou (Carnota); Croas de Niñóns)

Cuando se producen circunstancias de este tipo es preciso entonces introducir el estudio del impacto social del conocimiento gestionado en la elaboración de la tesis en el propio corpus de la tesis.

La estrategia de qué hacer debe traducirse en un cronograma. Tenemos que acostumbrarnos a trabajar con cronogramas. Todo lo que no entra en el cronograma no existe (no debería de existir).

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Es cierto que en la práctica debemos tener una cierta flexibilidad con estas cosas. Pero si queremos tener una tesis leída en un plazo de tres años tenemos que ser conscientes de que los esfuerzos deben dosificarse adecuadamente para lograr ese fin y que esos esfuerzos se traducen, básicamente, en tiempo. En este sentido un cronograma introduce un principio de orden imprescindible para realizar la tesis.

También es necesario un guión o un índice provisional, que seguramente reharemos cada pocos meses y que al principio será muy imperfecto. Pero nos ayudará a pensar la tesis como un conjunto, como un producto que se tiene que entregar con una forma determinada al cabo de un tiempo. Son aconsejables, sobre todo en la forma final, los índices pormenorizados con apartados subapartados (no conviene pasar de 4 niveles). Ayuda a los lectores, supone una especie de resumen de la tesis y permite manejar con sencillez las referencias internas.

Por último es necesario insertar la tesis en el diseño de la carrera profesional. Tenemos que saber por qué, para qué… hacemos la tesis y asumirlo y, en función de eso llevar a cabo las iniciativas pertinentes. Diseñar las estrategias que acompañan a la realización de la tesis en el planteamiento de una carrera.

2.1. LA INTERPRETACIÓN HISTÓRICA

Una tesis tiene que ofrecer una interpretación histórica sobre un problema histórico.

Esta es una cuestión clave. Si tenemos un buen catálogo, un buen estado de la cuestión, si hemos diseñado un corpus documental impecable sobre el que aplicamos la metodología más adecuada, pero nos limitamos a eso… hemos hecho un trabajo de documentación, que puede ser bueno, pero no hemos escrito una tesis de historia.

Por eso es preciso volver sobre el estado de la cuestión. El estado de la cuestión es la parte de la tesis que nos permite formular las preguntas sobre un corpus documental siendo la metodología la herramienta para extraer las respuestas que nos parecen más ajustadas con el sentido de las preguntas. Esas respuestas son una interpretación histórica.

¿Qué es una interpretación? pensemos en los músicos clásicos, o en los directores de ópera o teatro clásicos. Los pentagramas, los textos están ahí desde “siempre”, pero “siempre” los vemos, los leemos, los escuchamos, con la mirada, la habilidad o el genio de un intérprete.

La “interpretación” es un elemento constitutivo de la cultura occidental. De acuerdo con un pequeño ensayo de M. Foucault, fueron los grandes pensadores del siglo XIX y principios del XX, Marx, Nietzsche y Freud, quienes pusieron de relieve cómo los discursos ocultan y la importancia de desvelar el sentido de esas estrategias de ocultación al tiempo que abrían el principio de la interpretación infinita.

De forma inevitable la historia como discurso está en esa carrera, está en ese nicho cultural. Por eso hacemos tesis, por eso es pertinente pensar de nuevo los temas para encontrar interpretaciones diferentes, para saber los fallos de las precedentes, o cómo no se ajustan a la inquietudes de nuestro tiempo porque datan de hace 40 ó 60 años, cuando el clima intelectual de planteamiento de las tesis vigentes sobre un tema era diferente.

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Nuestra tesis por lo tanto debe ofrecer la interpretación de un aspecto del proceso histórico. Todo lo reducido o circunscrito que se quiera, pero toda la estrategia de investigación debe ir dirigida a la redacción de unas conclusiones en las que vamos a proponer una mejora hermenéutica sobre el estado de los conocimientos existentes.

3. EL PAPEL DE LA RED

Los dos temas centrales de la reflexión que os propongo son tradicionales, me atrevería a decir que casi obvios. Por el contrario creo que no hay mucha reflexión, o al menos no la conozco, sobre el impacto epistemológico profundo que más pronto que tarde tendrá la red en el trabajo histórico en general y, en particular, en la redacción de una tesis.

La premisa es que todos usamos la red. Todos usamos la red para un sinfín de cosas y, aparentemente, cada ver para más cosas y durante más tiempo al cabo del día, pero ¿tiene la red un papel en el trabajo de redacción de una tesis de historia? La respuesta positiva es casi obvia, pero tal vez conviene dar algún paso más.

Es preciso distinguir usos instrumentales, complementarios (no sé si es la mejor expresión) y axiales.

3.1. USOS INSTRUMENTALES

Son usos instrumentales de la red (pero en todo caso de enorme utilidad), el recurso a herramientas como los diccionarios, a veces los diccionarios históricos en distintas lenguas. También las herramientas de traducción. No podemos decir que no leemos un texto porque está en otro idioma. Nos costará más trabajo, pero está accesible y si lo hemos acotado cuidadosamente podemos llegar a tener una idea cabal de su contenido (aunque la redacción del traductor automático deba revisarse por completo, una cosa es que nos enteremos del contenido de un texto, otra que hagamos un corta-pega inconsciente.

La denostada wikipedia tiene muchos defectos y como es sabido carece de controles. Pero muchas entradas remiten a referencias y bibliografías, a veces en línea, que no debemos desdeñar. Además la wikipedia la tenemos todos. En cierta ocasión seguí el contenido de una ponencia en un congreso por la wikipedia. El ponente decía lo mismo. Es decir, no vale el corta-pega hay que ofrecer un plus en cuanto a la calidad de la reflexión que aportamos.

Por todo esto, en un trabajo humanista ordinario, debemos tener localizados los repertorios de diccionarios (lexilogos) y otras herramientas lingüísticas con las que nos sintamos más cómodos y tengamos una práctica de uso fluida. Todo esto a sabiendas que estamos en un terreno en rápida evolución.

En todo caso es necesario el uso intensivo y correcto de herramientas electrónicas, pdf reconocimiento ocr particularidades de los archivos electrónicos de texto, trucos en las búsquedas, palabras completas o no etc.

3.2. USOS COMPLEMENTARIOS

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Los usos complementarios serán, sobre todo, los de los grandes repositorios bibliográficos en constante crecimiento. Es preciso distinguir los institucionales de los privados.

Los institucionales se organizan sobre todo por dominios lingüísticos, parten de iniciativas oficiales con objetivo comercial (jstor: sobre todo, pero no sólo, acoge revistas del ámbito anglosajón y todo tipo de disciplinas) o de estrategias de poder con respecto a la lengua (persée: para revitalizar el papel del francés en las disciplinas sociales y humanísticas). Complementan estos sitios revues.org (que incluye revistas académicas canadienses) y otros.

La importancia de estos recursos es que facilitan el acceso a la bibliografía antigua, cosa especialmente importante para nosotros (y al paso que vamos también la más reciente). Pero sobre todo tienen herramientas de búsqueda que pueden llegar a suponer un desafío conceptual. Me explico.

En una práctica historiográfica tradicional, si estábamos interesados en cierto tema, lo habitual era rastrearlo “pateando” los índices de las revistas en donde era más probable que se hubiese tratado. Pero ahora con los motores de búsqueda tenemos a una distancia de un par de clics los índices de cientos de revistas.

Esta realidad nos pondrá ante la evidencia de que el tema que nos interesa, que afecta al contenido de nuestra tesis, se ha tratado, por ejemplo, desde la geografía, la antropología, el folclore, la sociología, la crítica literaria… y que lo que los autores de esos artículos dicen cosas interesantes, aportan inflexiones, ideas, sugerencias que son pertinentes y que no podemos hacer como si no las conociésemos… porque están ahí…, a un par de clics de distancia.

Esto introduce variables relevantes por ejemplo en el planteamiento del estado de la cuestión del tema de nuestra tesis, nos enriquece con otros acentos metodológicos, con otras visiones de los problemas. Pero también nos plantea el problema de la necesidad de digerir una mayor masa de información.

Es decir, si el uso instrumental de la red redunda en una mayor productividad del trabajo (pero ojo con traducciones etc.), el uso complementario puede, por el contrario, multiplicarlo en gran medida. Es necesario por tanto ajustar el cronograma y perfilar adecuadamente hasta dónde queremos y debemos usar las posibilidades de la red en esta dinámica complementaria si no queremos seguir incesantemente caminos a cuyo final nunca llegamos.

Junto a los repositorios institucionales debemos considerar los particulares, en este sentido tiene una fuerza creciente academia.edu. Su ventaja relativa es que permite el acceso a publicaciones recientes normalmente embargadas en los repositorios institucionales, o a publicaciones antiguas o en soportes poco accesibles, todavía no digitalizados o que probablemente no lo serán nunca o hasta dentro de mucho tiempo. Sin embargo su interés depende de las iniciativas individuales de los usuarios que ponen en red sus publicaciones en este repositorio. Otra ventaja es que permite contactar directamente por correo electrónico con los autores de los trabajos que nos interesan y entablar con ellos consultas, debates, colaboraciones etc.

3.3. USOS AXIALES

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Serán usos axiales aquellos en los que el ser o no ser de la tesis depende por completo de las posibilidades que ofrece la red.

Me refiero con esto sobre todo a los repositorios institucionales de las bibliotecas nacionales y a su organización colectiva en europeana (existe una galiciana). O herramientas tipo CODOLGA, o el CIL o los MGH en línea (también archive.org o google books).

El mero hecho de su existencia en formato electrónico legitima el diseño de investigaciones doctorales que exploten todas sus posibilidades.

Uno de los efectos paradójicos de esta realidad es que se configuran como nuevos corpora documentales series documentales antiguas, editadas en libros de muy reducida tirada, que se encontraban sólo en unas pocas bibliotecas y cuyo uso suponía una auténtica expedición compleja y cara. Esto ya no es así, la mayor parte son accesibles en un par de clics.

Por ello la red plantea nuevos retos historiográficos.

El estudio de la obra de Schliemann… Crónicas de viajeros…

Cartografía: geografía, historia del arte, “cultural studies”, historia del paisaje.

El caso Olaus Magnus, La carta marina: imagen texto, original y traducción, universo referencial, historia literaria o historia a secas, etnografía e historia de la Iglesia.