Coca

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Análisis antropológico del uso de la Hoja de Coca en Sudamérica

Roberto Bloch

La palabra coca parece derivar del lenguaje de los indios aymará, que

cultivaban y utilizaban la planta desde épocas anteriores a la llegada de los incas.

El término coca significa "planta" o "árbol".

En el lenguaje botánico, la planta de coca se denomina erythroxylon o

erythroxylum. Se conocen dos especies distintas: erythroxylon coca (conocida

también como "Huanuco Coca"), que predomina en el área que incluye Bolivia,

Perú y Ecuador y erythroxylon novogranetense (conocida también como "Truxillo

Coca"), difundida en los Andes Septentrionales (Colombia y Venezuela) y en

algunas zonas del Perú (Cuenca del Marañón y Trujillo).

La planta de coca se cultiva desde tiempos inmemoriales en los valles más

cálidos de las estribaciones orientales de los Andes y en zonas adyacentes a la

Amazonia, a alturas variables entre los 500 y 2000 metros sobre el nivel del mar,

en un área que incluye gran parte de Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia,

Venezuela, Brasil y Argentina.

Las condiciones óptimas para el crecimiento de la planta de coca son un

clima húmedo en forma permanente y una temperatura estable alrededor de los 18

a 19 grados (temperaturas más bajas provocan la muerte de la planta; las

temperaturas más altas la privan en parte de los principios activos que determinan

su acción farmacológica).

Roberto Bloch, Análisis antropológico del uso de la Hoja de Coca en Sudamérica, Argentina Global 10 (Jul-Sep 2002), Centro Argentino de Estudios Internacionales, Buenos Aires.

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En Perú y Bolivia la coca se cultiva en terrazas. Las plantaciones, llamadas

"Cocales", están sujetas a un cuidado que ha permanecido esencialmente

invariable por siglos.

Las hojas de la coca constituyen la parte farmacológicamente activa; son

cosechadas cuando llegan a su estado de maduración (se tornan amarillas y

apergaminadas). Las cosechas se realizan tradicionalmente tres veces al año:

marzo, junio y octubre – noviembre. Luego, las hojas se ponen a secar al sol.

El cultivo de la coca, una planta perenne, no afronta los inconvenientes de

los cultivos estacionales y representa una modalidad de agricultura tradicional.

El ciclo productivo en el Chapare(01), Bolivia, comienza, luego de la tala,

con el plantío del arroz, que es reemplazado después por el maíz y la yuca.

Posteriormente a la cosecha del maíz, se planta la coca con la yuca; transcurrido

un año, ésta se elimina y comienza el cultivo de la coca perenne. Después de

aproximadamente nueve meses, la coca produce sus primeras hojas y da cuatro

cosechas al año por más de veinte años, aunque con rendimientos decrecientes

luego de los primeros nueve o diez años. Los cultivos de coca no ocupan

normalmente más de una o dos hectáreas de tierra.

La coca es parte de un sistema de cultivos diversificados, aptos al ambiente

y al ciclo productivo de pequeñas fincas de conducción familiar (02), que requiere

poca mano de obra.

Puede considerarse que existe un patrón andino y amazónico uniforme en

lo referente al uso ancestral de la hoja de coca., tal vez con algunas variantes en

el norte de la Argentina.

La documentación etnohistórica ha confirmado que la coca en la sociedad

tradicional andina se encuadra en la categoría de bien de lujo y no fue un privilegio

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Análisis antropológico del uso de la Hoja de Coca en Sudamérica

exclusivo de la nobleza inca. En diversas comunidades indígenas andinas la coca

actuó y actúa como símbolo de prestigio y poder, con carácter sagrado. Así, la

hoja de coca se convirtió en objeto de intercambio y apreciado regalo, de gran

liquidez y circulación. En la economía campesina de los Andes, la coca era un

bien intercambiable por casi la totalidad de los bienes que circulaban en la

economía campesina del trueque en la región andina. A través de la coca, el

campesino accedía a productos fuera de su alcance, especialmente alimentos, y

así obtenía un enriquecimiento en la dieta. En tal sentido, la coca era y es un

instrumento de acceso a una amplia gama de alimentos.

Asimismo, la introducción oral de la hoja de coca origina efectos

estimulantes, utilizándose para suprimir el hambre, para aumentar la resistencia

física y para afrontar las grandes alturas andinas.

Los chasquis, mensajeros del Inca que recorrían corriendo grandes

distancias en el Imperio Inca, para comunicar las novedades, mascaban hojas de

coca para aumentar su resistencia.

Aunque las hojas de coca pueden mascarse cuando se colocan en la boca

(para formar un bolo o "acullico"), luego se ponen entre el carrillo y las encías y no

se mascan. Se les añade una sustancia alcalina en la boca para facilitar la

liberación de las propiedades psicoactivas de las hojas. Sus propiedades son así

absorbidas lentamente por el sistema digestivo (03).

Por otra parte, la etnología andina abunda en ejemplos de uso de la hoja de

coca en gran cantidad de tareas agrícolas. Para este destino, existen reglas que

estipulan la forma y cantidad de consumo para cada caso. En el trabajo en el

campo, la construcción de viviendas, el pastoreo, el transporte, el almacenaje, se

masca coca en los momentos previos, en la etapa de reposo o al finalizar el

trabajo. Su uso va pautando el ritmo de las tareas. Esta práctica asume aún mayor

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significado cuando se trata de trabajos en los que los parientes y vecinos

cooperan entre sí.

Además, la coca desempeña una función central en toda ceremonia

colectiva de trascendencia: nacimientos, bautismos, matrimonios, defunciones,

organización de eventos. En estos casos, la coca crea una atmósfera ritual que

unifica al grupo participante.

La coca está muy conectada con el estilo de vida indígena de los habitantes

de la sierra peruana para los viajes largos: estos se calculan en unidades que

reciben el nombre de "cocada". Cada cocada representa la distancia que puede

cubrirse mientras se masca un bolo de coca; teniendo en cuenta que la distancia

que puede atravesarse depende del terreno, la cocada es tanto una unidad de

tiempo como de espacio.

Otro aspecto importante en el uso de la coca es su rol en la práctica médica

tradicional andina. Desde hace seis siglos, el hombre andino identificó el valor

terapéutico de la hoja de coca. El campesino indígena recurre frecuentemente a

ella reconociéndole múltiples propiedades medicinales: masticada, en infusión,

aplicada en cataplasma, o su humo al quemarla, tiene variadas aplicaciones para

tratar enfermedades de la piel, el aparato digestivo o el sistema circulatorio.

Asimismo, era y es utilizada como anestésico en operaciones quirúrgicas para

todos los estratos de la comunidad indígena.

La hoja de coca constituye una medicina popular y de bajo costo en un

contexto social donde los servicios médicos modernos son deficientes o

inexistentes. En la concepción indígena de la salud y la enfermedad, cuerpo y

psiquis constituyen una unidad que actúa en busca del equilibrio con el medio

social y natural que lo rodea; muchas veces la coca es utilizada, "leída", como un

mecanismo para establecer el diagnóstico y, a partir de él, elaborar la terapia

adecuada.

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Por último, se señala el carácter sagrado atribuido a la coca, tornándola en

objeto de reverencia y culto. La coca como hoja sagrada no solamente enriquece

la solidaridad social sino que facilita la comunicación con las divinidades, poniendo

en contacto al hombre con las fuerzas tutelares que los rodean. Para los incas, la

coca era el enteógeno (04) por excelencia y los lugares donde crecía se

consideraban sagrados. En el apogeo del imperio inca, el uso de la coca estaba

bastante restringido a los ancianos sabios (amantes), a los sacerdotes y a la

nobleza. El sacrificio de la coca acompañaba casi todos sus ritos y ceremonias

(05). Las hojas de coca se colocaban en fuegos y el modo en que ardían era

interpretado por los adivinos. En la última etapa del imperio inca, el uso de la coca

se había extendido a toda la sociedad. La adivinación y la comunicación con el

más allá estaban a cargo, habitualmente, de los "yataris" y "pagos", los chamanes

andinos (06).

Los usos y costumbres ancestrales relativos a la coca continúan

practicándose en la actualidad en la región andina y amazónica. Esta planta

constituye un símbolo de identidad étnica para diversas comunidades indígenas, y

para sus descendientes; es parte de la cultura andina y amazónica. El

reconocimiento de esta dimensión es un componente fundamental en el camino a

recorrer en la lucha contra el narcotráfico (07).

NOTAS

(01): La producción de coca en Bolivia se concentra en dos regiones: el

Chapare (85 –90%) y las Yungas (10 – 15%). La expansión en el cultivo de la coca

se inserta en un contexto marcado por la crisis económica, por la caída de los

precios de los principales productos (estaño, café) y por el desempleo. El Chapare

en los últimos 25 años ha duplicado su población.

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(02): Los bolivianos son mayoritariamente de origen quechua y aymará,

descendientes de estas etnias indígenas. También habitan Bolivia un alto

porcentaje de mestizos; una minoría de origen europeo constituye, desde la

conquista, la clase dominante. Casi la mitad de los peruanos son de origen

quechua y aymará, etnias localizadas en la zona serrana. En la costa de Perú, se

ubican los mestizos de indígenas y españoles. Diversas etnias indígenas se

ubican en la selva amazónica del este. En la costa predominan las minorías de

origen europeo, africano, japonés y chino.

(03): En la región andina la coca se utiliza para la fabricación de golosinas,

dentífrico, té, mate, el llamado "vino de coca", vendiéndose libremente.

(04): "Enteógeno" es un término que se aplica a los estados de éxtasis o

inspiración religiosa producida por la ingestión de drogas que modifican la

conciencia. También se utiliza el término "etnobotánica", que significa el estudio de

las plantas enteógenas.

(05): Johan Reinhard y Constanza Ceruti, arqueólogos de alta montaña,

hallaron en la cima del Llullaillaco, (6739 m), en Salta, restos humanos

momificados de niños incas

(06): La palabra "chamán" deriva del tongús "Shaman": sacerdote, mago,

curandero. El chamán reúne en su persona al sacerdote, al mago, al adivino y al

curandero. Tiene la función específica de mediar entre el hombre y el mundo

superior de los espíritus; el chamán proyecta su alma en el mundo de los espíritus

a los que podría aplacar o hacer benévolos. A la función de chamán se accede

tras un largo período de preparación. Se los aprecia por sus poderes benéficos

pero también se les teme ya que pueden actuar como hechiceros del mal. Los

chamanes puelches (adivinos y médicos), son temidos hasta tal punto que

después de su muerte, un puelche sólo pasa junto a su tumba en silencio, por

miedo a despertarlos.

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Muchos ñanderu o chamanes guaraníes se jactan de ser la reencarnación

del alma de un gran chamán legendario.

Las plantas alucinógenas parecen señalar que puede haber una base

fisiológica para los estados de conciencia chamánicos. Para los chamanes, las

plantas son en realidad espíritus maestros, e ingiriéndolas los chamanes asumen

sus propiedades.

En Sudamérica es importante el uso de plantas alucinógenas para inducir el

trance y las visiones. El chamán sudamericano se distingue de las personas

comunes por su dominio del trance y el vuelo del alma; estos permiten la

adquisición de espíritus ayudantes y de canciones y cánticos.

Un rasgo característico del chamanismo amazónico es la estrecha

identificación del chamán y el jaguar. Entre los indígenas Desanas del Amazonas,

el chamán se convierte en jaguar tras tomarse una dosis grande de polvo

alucinógeno. Entre los Waknenai, indígenas que viven en la frontera entre Brasil y

Venezuela, se distingue entre chamanes que practican cánticos y que no usan

plantas alucinógenas de los que sí las emplean.

Los chamanes Yaruro, de Venezuela, consumen la raíz alucinógena

Tcuipah. Los Desanas no pueden llegar hasta cualquier otro espíritu sin pasar

primero a través del espíritu Viho – Mahse, que es el Amo de la planta viho; ingerir

viho es lo que les brinda el acceso al mundo espiritual.

La brugmansia o arbusto daturo crece a lo largo de la franja andina y del

Pacífico, desde Colombia hasta el sur del Perú y centro de Chile. También se la

conoce como yerba de huaca, huacahaca, floripondio. Produce fuertes

alucinaciones. Los indígenas la beben en infusiones calientes o frías, utilizando las

hojas y las flores, y también mezclan sus semillas en la chicha. Los Kamsá y los

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Ingano del valle de Sibundov en los Andes Colombianos, distribuyen especias a lo

largo del Amazonas; el cultivo de las plantas es supervisado por los chamanes.

Los chamanes del grupo Tukano (Colombia y noroeste de Brasil) beben

pociones de ayahuasca, denominadas "Yajé". El conocimiento especial del

chaman sobre la ayahuasca (también conocida como "liana de los muertos")

incluye el proceso de seleccionar, recolectar, preparar y consumir esta planta y los

aditivos de la poción. La ayahuasca es muy utilizada también por sus propiedades

medicinales.

La Amazonia se destaca por su variedad y cantidad de plantas con usos

medicinales (medicina alternativa). Por su extendido uso, se puede citar el quino o

quina, nombre de un género de árboles y arbustos de la familia de las Rubiáceas;

la corteza de estas plantas, llamada también quina o quinquina, posee

propiedades medicinales y de ella se extrae la quinina, remedio contra la malaria,

y la quinidina, medicamento para los trastornos del ritmo cardíaco.

Otras plantas utilizadas con fines medicinales son la ipecacuara (como

emético), la planta acuática matec–llu (para afecciones en los ojos), la resina del

árbol mulli (para la cicatrización de heridas), el pimento, la sangre de drago, la uña

de gato, el neem, el jaborandí, la grenadilla, y muchas otras. Mientras algunos

grupos indígenas de Colombia reservan la absorción de ebene exclusivamente a

los chamanes, los yanomamis, que viven en la frontera entre Brasil y Venezuela,

permiten que los jóvenes que han superado la pubertad y los adultos tomen ebene

regularmente y su uso es, además, una forma de iniciación.

El guaraná es una liana leñosa que crece en la cuenca central del

Amazonas. Las semillas contienen teobromina y cafeína. Algunas especies son

tóxicas y se han utilizado en las sociedades tribales como veneno para la pesca.

La planta es usada por diversas culturas indígenas de la región, que la emplean

como estimulante, en particular cuando van de caza, y su considerable contenido

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en cafeína les permite mantener un alto nivel de alerta. Entre los Tupí tiene un

papel importante en las prácticas de los chamanes.

El Osteophloeum platyspermum es un arbusto primario de la jungla que se

encuentra en el Amazonas y que pertenece al género Myristicaceae. Lo utilizan

como alucinógeno los Quechua de Ecuador (que se llaman a sí mismos runa). La

savia roja del árbol se calienta con trozos de corteza, se deja enfriar y luego es

bebida, a causa de sus poderes psicoactivos, por los ancianos runa.

Los chamanes mestizos del Perú, llamados "vegetalistas" por sus

habilidades con las plantas alucinógenas, tienen antecedentes de nativos y

europeos y hablan castellano como lengua materna; siguen practicando una forma

de chamanismo que es típica del alto Amazonas.

El árbol Wilka (piptadenia colubrina), daba una semilla que después de ser

tostada y molida, se usaba como rapé entre los Incas. Lisandro Alvarado, en su

"Glosario de voces indígenas", refiere que la leguminosa Piptadenia Niopo crece

en la margen izquierda del río Orinoco superior; fructifica en mayo. El árbol

también se denomina kuruba y el rapé que se aspira se denomina yupe, yupa,

yopa y niopo. Lo utilizan los indígenas Otomacos, Guajibos, Yaroros y Sálibar del

Orinoco medio. Pittier, en su "Manual de las plantas usuales de Venezuela",

designa al árbol con los nombres de cojoba o niopo e informa del uso del rapé por

parte de los aborígenes de Venezuela, Colombia y Brasil. Según Richard Rudgley

en su obra "Enciclopedia de las substancias psicoactivas", la planta, también

llamada anadenanthera, se presenta en dos especies, la citada colubrina y la

peregrina.

La especie peregrina se encuentra en Brasil, Guayanas, Colombia,

Venezuela y Paraguay. La especie colubrina se halla en Brasil, Bolivia, Paraguay,

Perú, Chile y Argentina. Según Rudgley el rapé resultante, poderoso alucinógeno,

se conoce por distintos nombres en Sudamérica: yopo, yupa, niopo, hisioma,

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angino, huilca, vilca, villca, wilka, sebil. Las semillas de esta planta tienen también

diversas aplicaciones médicas y se utilizan para tratar enfermedades de las vías

urinarias y como eméticos, purgantes y laxantes, también para tratar la infertilidad.

Los Incas consumían las semillas como droga de longevidad. Es utilizada

por los chamanes como alucinógeno en forma de rapé soplado a través de un

tubo, por ejemplo, entre los indígenas Waiká de Venezuela. Repárese en la

relación entre la planta wilka y el nombre de las ciudades incas Vilcapampa y

Vilcas–huamán.

Por otra parte debe recordarse que la historia cultural del uso del tabaco se

inicia en la prehistoria de Sudamérica. Al tomar tabaco en distintas formas, los

chamanes sudamericanos consiguen un contacto directo con los espíritus. El

tabaco se fuma generalmente en forma de cigarros, aunque algunos indígenas lo

mastican y otros utilizan el jugo para hacer una bebida. Para muchos indígenas,

entre ellos los Jíbaros, la intoxicación por nicotina proviene del espíritu, es decir,

del alma de la planta, supuestamente dotada de una naturaleza similar al alma

humana. Los indígenas también beben una pócima llamada kavai o agua de

tabaco. Los Guajiros mastican "manilla", preparación hecha con tabaco.

Ciertas bebidas también tienen poder embriagante, especialmente las

derivadas de la raíz de mandioca, el maíz (del maíz llamado sara aca si se

destilaba la chicha, una especie de aguardiente), y la algarroba. Algunas tribus

celebran ceremonias conciliatorias en honor de las "madres" del maíz o de la

mandioca, ya que el cultivo de estas dos plantas ocupa un lugar predominante en

la economía primitiva de Sudamérica. Los Jíbaros del Ecuador invocan a la diosa

de la tierra, Nungui, cuya alma habita en la mandioca, y con ritos de fertilidad

tratan de obtener una cosecha abundante. Los Kachinawa del río Purús danzan

para propiciar al espíritu del maíz. Los Mundurukú celebran todos los años, al

comenzar el verano, una fiesta para invocar a las "madres" de la mandioca y el

maíz.

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Las "fiestas del Jumpari", en el noroeste de la Amazonia, están dedicadas a

los "demonios vegetales" y tienen entre otras funciones la de asegurar la

fructificación de ciertas plantas y en particular la de las palmeras, cuyos frutos

desempeñan un papel importante en la alimentación.

Pachamama, la madre tierra, es también diosa de la fertilidad. Su culto

pervive aún, desde Ecuador hasta el noroeste de la Argentina. Además de esta

diosa, responsable de toda la vida vegetal, existían también divinidades

específicas, asociadas a ciertas especies de plantas (la madre del maíz, la madre

de la mandioca, la madre de la quina, la madre de la coca). La patata fue uno de

los alimentos básicos de los Incas (llegaron a cultivar 250 variedades de diferente

color). Lo cierto es que la agricultura, más que cualquier otra actividad,

determinaba el ritmo de vida del imperio.

Las plantas también eran utilizadas para pinturas corporales; así, la tinta de

urucú (bioca orellana), se usa tanto para pintar el cuerpo como para decorar los

objetos ceremoniales. Esta tinta es considerada como una sustancia mágica e

incluso sagrada, poseedora de poderes específicos que le son inherentes.

Por otra parte, un ejemplo interesante de la interpretación animista de las

propiedades tóxicas de ciertos vegetales lo proporciona la preparación del curare

(veneno con el que se untan las flechas), entre los Jíbaros y los Canela del

Ecuador. Según la creencia indígena, en cada una de las plantas que entran en la

composición del veneno, reside un espíritu peligros que es la vez, el alma del

vegetal y la causa de la muerte de la víctima.

(07): Lo que se denomina narcotráfico o tráfico internacional de drogas se

ha convertido en una de las empresas más poderosas del mundo actual, que

dispone de modernas tecnologías para organizar la producción de drogas y su

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inserción en las finanzas internacionales mediante el comercio ilícito, el lavado de

dinero y su reutilización.

Según las Naciones Unidas, lo que impulsó ese tráfico ha sido la caída de

los precios de la materia prima de los productos agrícolas y minerales, a lo que se

suma, en Latinoamérica, la cuantiosa deuda externa. Mientras el precio del

petróleo, estaño, azúcar, café y otras materias primas caía, se producía una

demanda cada vez mayor de cocaína, especialmente en los Estados Unidos.

Una enorme cantidad de campesinos y vendedores urbanos, que vivían

miserablemente, tuvieron oportunidad para salir de su oprimente situación

económica mediante el cultivo de la coca. Este cultivo les proporciona una

ganancia diez veces mayor que el cultivo del café o del algodón, pese a que en

Alto Huallaga (Perú) y en Colombia, deben pagar impuestos revolucionarios a los

grupos terroristas o trabajar bajo la coerción de las armas de los narcotraficantes.

Pero en Colombia, Perú y Bolivia existe una cierta adhesión por el narcotráfico

entre las clases desposeídas. Los narcotraficantes más poderosos han

desarrollado ante el campesino una política de solidaridad social, construyendo

casas, redes cloacales, sanitarios, escuelas, hospitales. Asimismo, ofrecen

préstamos de dinero sin interés con tal que se dedique al cultivo. Se cree que en

esos países viven actualmente entre 300 y 400 mil familias dedicadas al cultivo

intensivo, la trituración y la mezcla de la coca.

Conforme lo expresa Elías Neuman en "Los que viven del delito y los otros",

el cultivo en Colombia se desarrolla en lotes de no más de cinco hectáreas

denominados "chagras", en plena selva, cerca de riachos. La hoja de coca se

recolecta periódicamente. Aproximadamente, una hectárea rinde entre 800 y 900

kg de hojas. Con 500 kg se obtiene uno de cocaína. Con cuatro cosechas anuales

se logra algo más de 5 kg de cocaína. Hay predios en Perú y Colombia, que llegan

a las 20.000 hectáreas. Junto a las "chagras", disimuladas en chozas, se hallan

las máquinas fragmentadoras, que convierten en partículas a la hoja. Los

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propietarios de los predios se encargan del tráfico o de la venta a un mayorista. Un

porcentaje se vende en otra escala para fabricar el "bazuco", que se difunde entre

la gente humilde de Colombia.

Cuando el cultivo pertenece a un narcotraficante importante, la hoja de coca

es llevada al laboratorio camuflado en la misma hacienda. Allí se trata con los

llamados precursores: carbonato, gasolina, ácido clorhídrico, ácido sulfúrico,

permanganato de potasio, amoníaco, acetona y éter, para lograr la pasta base.

Convertida en clorhidrato de cocaína, se pone a secar bajo potentes lámparas

ubicadas a cierta distancia.

En las fincas de los traficantes existe una pista de aterrizaje disimulada por

plantaciones de árboles en grandes cubos que son retirados cuando los aviones

deben maniobrar. Desde allí, los aviones parten para cumplir con la ruta del tráfico

hacia los Estados Unidos y Europa, deteniéndose en las escalas convenidas para

embalarla o para el reembarque aéreo y marítimo.

Existen en Colombia, territorios de concentración con sus correspondientes

laboratorios; allí se recibe coca de Bolivia y de Perú; se supone que existen más

de 300 laboratorios.

En los Estados Unidos se calculan en 4000 los aeropuertos clandestinos y

más de 2000 el número de laboratorios ubicados preferentemente en los estados

de Florida y de California.

La cocaína suele embalarse en paquetes que no exceden el kilo y medio.

Cada paquete tiene un color distintivo que identifica a su propietario y letras que

señalan el destino o bien la clave del destinatario.

Por otra parte, los narcotraficantes colombianos han financiado el cultivo de

la adormidera en su propia región, con el fin de competir con los asiáticos en la

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producción y venta de heroína, que se extrae de aquella planta. Los

narcotraficantes consideran el mercado de la heroína como potencialmente más

lucrativo que la venta de cocaína, y con un mayor acceso al gran mercado

norteamericano.

La planta Cannabis, de la cual se extrae la marihuana, si bien no es

autóctona de Sudamérica, es cultivada en todos los países del subcontinente.

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