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DE RAZÓN PRÁCTICA Directores Javier Pradera / Fernando Savater N.º 122 Mayo 2002 Precio 5,41 Mayo 2002 122 DIEGO ÍÑIGUEZ Y SABINE FRIEDEL La prohibición de partidos políticos en Alemania JUAN JOSÉ LABORDA JAVIER AGUADO Sobre el patriotismo constitucional E. GARZÓN VALDÉS Cinco tesis sobre Argentina DAVID RUIZ Memoria de Clarín JOSEBA ARREGUI Ética de la vida FRANCISCO RUBIO LLORENTE La Carta Europea de los Derechos

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DE RAZÓN PRÁCTICADirectoresJavier Pradera / Fernando Savater N.º122Mayo 2002

Precio 5,41 €

Mayo 2002

122

DIEGO ÍÑIGUEZ Y SABINE FRIEDELLa prohibición de partidos políticos en Alemania

JUAN JOSÉ LABORDAJAVIER AGUADO

Sobre el patriotismo constitucional

E. GARZÓN VALDÉSCinco tesis sobre Argentina

DAVID RUIZMemoria de Clarín

JOSEBA ARREGUIÉtica de la vida

FRANCISCO RUBIO LLORENTELa Carta Europea de los Derechos

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S U M A R I ON Ú M E R O 122 M A Y O 2 0 0 2

FRANCISCO RUBIO LLORENTE 4 LA CARTA EUROPEA DE LOS DERECHOS

ÉTICA DE LA VIDAJOSEBA ARREGUI 12 Clonación humana e ingeniería genética

CINCO TESIS SOBREERNESTO GARZÓN VALDÉS 20 LA SITUACIÓN ARGENTINA

DIEGO ÍÑIGUEZ LA PROHIBICIÓN DE PARTIDOS SABINE FRIEDEL 30 POLÍTICOS EN ALEMANIA

LOS LÍMITES JAVIER AGUADO 41 DEL NEOPATRIOTISMO

JUAN JOSÉ LABORDA 47 PATRIOTAS Y DE IZQUIERDA

Historia La memoria de ClarínDavid Ruiz 54 en el Oviedo franquista

Ensayo La sociedad gay Leopoldo Alas 58 ¿Una invisible minoría?

NarrativaCésar Pérez Gracia 66 Sebald o la memoria temblorosa

Ciencias Sociales ‘El expolio’Fernando Álvarez-Uría 68 El valor de una obra de arte

Diálogo Arturo RipsteinAugusto Martínez Torres 76 habla de Luis Buñuel

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Clarín

DE RAZÓN PRÁCTICA

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LA CARTA EUROPEADE LOS DERECHOS

FRANCISCO RUBIO LLORENTE

IntroducciónLa finalidad inmediata de la Carta de De-rechos Fundamentales de la Unión Euro-pea (UE) es, en palabras del órgano quetomó la decisión, la de “resumir y ponerde relieve… los derechos fundamentalesvigentes a nivel de la UE”, “poner de ma-nifiesto ante los ciudadanos de la UE laimportancia sobresaliente de los derechosfundamentales y su alcance”1. Aunque lostérminos utilizados para describirla recuer-dan, quizá deliberadamente, los que seemplean en el preámbulo de la Declara-ción Universal de Derechos Humanos y,tras ella, en el de la Declaración de Dere-chos del Hombre y del Ciudadano, la se-mejanza termina ahí. A diferencia de estostextos gloriosos, la Carta no se hace paraque los europeos tomemos conciencia delos derechos, más o menos naturales, quecomo hombres tenemos, aunque el dere-cho positivo no los reconozca, sino paraayudarnos a apreciar en su justo valor losderechos que el ordenamiento jurídico dela UE nos asegura ya desde hace años2.

Este propósito pedagógico y propa-gandístico difícilmente justificaría la arduaempresa de hacer una carta de derechos sicon el incremento de ilustración que talCarta debe proporcionarnos no esperase elConsejo alcanzar otras finalidades de ma-

yor trascendencia. En concreto, la de re-mediar los defectos que se denuncian en elactual sistema de protección de los dere-chos y, sobre todo, la de poner los cimien-tos de una futura Constitución de la UE.El presente trabajo pretende analizar críti-camente la Carta desde la perspectiva deesta doble finalidad. Se comienza así porrecordar brevemente cuál ha sido el origeny cuál es hoy la situación del sistema deprotección de los derechos fundamentales(DF) en la UE, sus características básicas ylas críticas de que ha sido objeto. A partirde esta exposición, desarrollada en los dosprimeros apartados, se exponen en el terce-ro, de modo muy sintético, las razones quehan llevado a ver en la Carta el instrumen-to adecuado para remediar los defectos quese imputan al sistema de protección de de-rechos y, al mismo tiempo, la base sobre laque ha de elevarse el edificio de nuestra fu-tura Constitución. Tras resumir, en elapartado cuarto, el contenido de la Carta,se exponen, en el quinto, las razones quellevan a dudar de su utilidad para alcanzarlas finalidades propuestas, para concluircon una apostilla en la que se pone encuestión la justificación de éstas.

1. La invención jurisprudencial de los derechosComo es bien sabido, los tratados funda-cionales de las Comunidades Europeas nocontienen previsiones específicas en rela-ción con los derechos fundamentales3. Es-ta omisión no se debe ciertamente al des-precio de los fundadores por tales dere-chos, sino, aparte otras razones, a la

creencia de que el ejercicio de las compe-tencias atribuidas a las comunidades nopodía lesionar los garantizados por lasconstituciones de los Estados miembros; yde que si ese improbable riesgo llegara a serrealidad, habrían de ser los Estados mis-mos los encargados de asegurar la protec-ción de sus propios ciudadanos4. El su-puesto que sustenta esta creencia en la ca-pacidad de los jueces estatales paragarantizar la protección de los derechosfundamentales desapareció, sin embargo, apartir del momento en el que el Tribunalde Justicia de las Comunidades Europeas(en lo sucesivo, TEJ [Tribunal Europeo deJusticia]) afirmó que el derecho comunita-rio es un ordenamiento internacional denuevo tipo, cuyas normas pueden ser invo-cadas directamente por los ciudadanos delos Estados miembros ante sus propios tri-bunales y han de ser aplicadas por éstos co-mo si fueran normas de derecho interno,pero por encima de éstas, sea cual fuere surango5.

Esta concepción implica, naturalmen-te, que el control de validez del derecho co-munitario sólo puede llevarse a cabo deacuerdo con sus propias normas de produc-ción y queda reservado, en consecuencia, alTEJ. Los jueces de los Estados quedan obli-gados a inaplicar las leyes nacionales con-trarias al derecho comunitario sin acudir si-quiera al procedimiento que estarían obli-gados a seguir si se tratase de leyes

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1 Consejo Europeo de Colonia (3 y 4 junio,1999). Conclusiones de la Presidencia (Apartado 44)y Anexo IV.

2 Aunque el preámbulo de la Carta recuerda quela Unión está fundada sobre los valores universales e in-divisibles de la dignidad humana, la libertad, la igual-dad y la solidaridad, los derechos que “reafirma” son“los reconocidos por las tradiciones constitucionales ylas obligaciones internacionales comunes de los Estadosmiembros, el Tratado de la Unión Europea y los trata-dos comunitarios, la Convención Europea de los De-rechos Humanos…, las cartas sociales adoptadas porla Comunidad y por el Consejo de Europa, así comopor la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de lasComunidades Europeas y del Tribunal Europeo delos Derechos Humanos”.

3 Las únicas normas del Tratado de la Comuni-dad Económica Europea con un contenido de “dere-cho fundamental” son las que proscriben la discrimi-nación por razón de nacionalidad (arts. 6 y 40, actual-mente 12 y 34) o de sexo (art. 119, hoy 141).Dejamos de lado la discusión sobre el contenido “fun-damental” de las cuatro libertades.

4 Sobre la cuestión, H. Rasmusen: On Law andPolicy in the European Court of Justice (M. Nijhof,Dordrecht,1986), págs. 390 y sigs. J. H. H. Weiler,‘Methods of Protection: Towards a Second and ThirdGenerations of Protection’, en A. Cassese, A. Clap-ham y J. Weiler (eds.): European Union. The HumanRights Challenge (Baden-Baden, 1991), págs. 510 ysigs.

5 Las sentencias decisivas son las de 5-2-1963(Caso 26/62, Van Gend en Loos, en Rec. 1963, pág.2), y 15-7-1964 (Caso 6/64, Costa c. ENEL, en Rec.1964, pág. 1141).

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contrarias a la Constitución6 y pierden to-da posibilidad de cuestionar la validez delas normas del derecho europeo por contra-dicción con ésta. Una pérdida difícil de jus-tificar teóricamente y de aceptar en la prác-tica en todos los casos, pero especialmenteen el de aquellos Estados miembros quecontaban con un Tribunal Constitucional,cuya misión específica es la de asegurar quetodos los poderes (incluido el legislativo)respetan la Constitución y los derechos queésta garantiza. Como el ámbito territorialde validez del ordenamiento comunitariocoincide con el de los Estados miembros, yson los órganos de éstos los que han deaplicarlo, negar a los tribunales constitucio-nales y, por extensión al resto de los juecesdel país, la facultad de verificar que sonconformes con los derechos fundamentaleslas normas comunitarias que el Estado hade aplicar llevaría a concluir que los trata-dos han liberado a los poderes estatales de

las limitaciones y obligaciones que esos de-rechos les imponen. La única vía posiblepara escapar de esta conclusión es la de en-tender que esos límites constitucionales, losderechos fundamentales, han quedado im-plícitamente incorporados a los tratados; odicho de otro modo, que aunque no losmencionen, los derechos fundamentalesson parte de ellos, de manera que al inter-pretarlos y aplicarlos, el TEJ garantiza suplena vigencia7.

El TEJ no dudó en seguir esa vía,construyendo una doctrina audaz e inge-niosa, que introduce en el derecho comu-nitario, como “principios generales”8 delmismo, los derechos fundamentales deriva-

dos de las tradiciones constitucionales co-munes de los Estados miembros o de lostratados internacionales suscritos por ellos,especialmente, de la Convención Europeade los Derechos Humanos (CEDH)9. A lolargo de los años, ya más de treinta, la apli-cación de esta doctrina, que sólo a partirde 1992 se incorporó a los tratados10, hapermitido al TEJ ir ampliando el elenco dederechos fundamentales vigentes en el or-denamiento comunitario y ensanchando elámbito de los actos sujetos a su jurisdic-ción11. Pese a las dimensiones gigantescasde esta obra, cuyo estudio ha dado lugar auna bibliografía ya inabarcable12, la doctri-na ha sido considerada insuficiente casidesde el momento mismo de su aparicióny se han multiplicado desde entonces losesfuerzos para encontrar otras vías de ase-gurar la vigencia de los derechos en el pro-ceso de integración.

2. El sistema de protección de los derechos. Insuficiencias y propuestas alternativasEl origen judicial del sistema de los dere-chos en la UE, cuya racionalidad intrínse-

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6 Sentencia de 9-3-1978 (Caso 106/77, Sim-menthal, en Rec.1978, pág. 629). En esta sentenciainvalida el TEJ el intento de la Corte Costituzionaleitaliana (Sentencia 232/1978, Caso Industrie Chemi-che), de aplicar a la contradicción entre norma internay derecho comunitario el procedimiento previsto parala inconstitucionalidad de las leyes.

7 El hecho de que no fuese la voluntad de garan-tizar la protección de los derechos individuales frentea los poderes comunitarios, sino la de sustraer a losjueces nacionales la función de asegurarla la que llevóal TEJ a descubrir este curioso Bill of Rights implícitoen los tratados, no disminuye su valor. Tampoco laexistencia de las nueve primeras enmiendas de la Constitución americana se debe sólo, ni principal-mente, el deseo de asegurar la protección de los dere-chos. Sobre el tema vid., por ejemplo, Leonard W.Levy: Origins of the Bill of Rights. pág. 43. Yale Uni-versity Press, Yale Nota Bene, 2001.

8 Esta apelación a los “principios generales”, quesólo artificiosamente puede hacerse derivar de la únicay ocasional referencia que a ellos hace el Tratado de la

Comunidad Europea (art. 215; hoy 288), o de la idea,implícita en el 164 (hoy 230), de que el derecho bási-co de la CE no se agota en el tratado fundacional, hallevado a emparentar la doctrina del TEJ con la que,aproximadamente por la misma época, estableció elConsejo Constitucional francés, al incluir entre lasnormas de referencia a tener en cuenta para juzgar laconstitucionalidad de las leyes, “los principios funda-mentales reconocidos por las leyes de la República”(Sentencia 71-44, de 16-7-1971): Mayor semejanzatiene, sin embargo, la doctrina del TEJ con la apela-ción que, desde el comienzo de los años cincuenta, ve-nía haciendo el Conseil d’Etat a los “principios gene-rales” como normas de referencia para controlar la va-lidez de los reglamentos, una práctica iniciada en laépoca de Vichy para frenar algunos excesos autorita-rios, pero mantenida después. En realidad, la apela-ción a los principios generales ha sido un medio utili-zado frecuentemente por los juristas continentales eu-ropeos, al menos desde el comienzo del movimientocodificador, para hacer más flexible la sujeción deljuez al imperio de la ley.

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ca no se ha visto alterada por su “consti-tucionalización”, condiciona decisiva-mente toda su estructura: el género de de-rechos incluidos en el catálogo, el conte-nido de éste y el alcance de la garantíaque el Tribunal de Justicia ha de asegurar.

En razón de su origen, ese catálogo só-lo puede incluir derechos “clásicos”: dere-chos que fijan límites al poder o determi-nan la forma de ejercerlo; en definitiva, de-rechos susceptibles de garantía judicial,entre los que, además de los de igualdad ylibertad y los derechos procesales, cabe in-cluir los derechos que en una terminologíade origen alemán se llaman “garantías deinstituto”, como son, por ejemplo, juntocon el derecho de propiedad, los que con-sagran los principios básicos del derecholaboral (sindicación, huelga, negociacióncolectiva, jornada máxima, descanso sema-nal etcétera). La fórmula acuñada por eltribunal y recogida ahora en el artículo 6.2del Tratado de la Unión Europea (TUE)afirma que la Unión respeta los derechoscomo “principios generales” del ordenamientocomunitario; y en el ordenamiento comu-nitario, como en cualquier otro, los princi-pios generales no pueden ser “protegidos”o “desarrollados” por los órganos políticos,que se han de limitar a respetarlos: sonnormas no escritas que sólo los jueces pue-den definir y utilizar para basar en ellas sudecisión, aunque deban ser tenidas encuenta por las instancias normativas parano infringirlas con sus propias decisiones.Son normas de control, no de apodera-

miento o mandato, y en consecuencia sólolos derechos que limitan el poder puedenvaler como principios generales.

Esta delimitación del género de dere-chos susceptibles de ser garantizados porel TEJ, excluye lógicamente de esa pro-tección aquellos que imponen obligacio-nes positivas, especialmente la de propor-cionar bienes o servicios, pero como elcontenido de éstos no puede ser determi-nado por el juez, esa exclusión no es obs-táculo para que los Estados dejen en ma-nos del TEJ la protección de los derechosfundamentales consagrados por sus pro-pias Constituciones. Para que esa cesiónresulte jurídicamente admisible se requie-ren, sin embargo, dos condiciones: que elcontenido del Bill of Rights comunitariocoincida, respecto de los derechos funda-mentales incluidos, con el de los Estadosmiembros, y que la protección ofrecidapor el TEJ sea igual a la dispensada porlos tribunales nacionales.

El cumplimiento de la primera de es-tas condiciones, la de la necesaria coinci-dencia entre el elenco de derechos de laUE y el garantizado por el derecho inter-no de los Estados miembros, queda ase-gurado en alguna medida mediante laprecisión de que los derechos que la UErespeta son los que derivan de las tradi-ciones constitucionales comunes y de laCEDH. Es claro, sin embargo que estaconexión no sólo no indica por sí mismaque la UE respete todos los derechos fun-damentales justiciables garantizados entodos los Estados miembros, como en ri-gor lógico sería indispensable, sino másbien lo contrario. Puesto que sólo lo co-mún es fuente de inspiración para el TEJ,éste queda dispensado de proteger los de-rechos específicos de cada Estado. La tras-cendencia práctica de esta renuncia de losEstados a la protección de sus derechospeculiares, aunque formalmente implicauna quiebra de las respectivas Constitu-

ciones, es, sin embargo, limitada, casi ina-preciable, pues el elenco de los derechosjusticiables en los distintos Estados no re-sulta tanto del tenor literal de los enun-ciados constitucionales como de la inter-pretación que los jueces han hecho deellos, y esa interpretación conduce a unrepertorio de derechos fundamentalesprácticamente común.

La condición cuyo cumplimiento nopueden asegurar por sí solos ni los textosni las declaraciones del TEJ es la segunda:la de la igualdad entre la protección ofre-cida por éste y la proporcionada por lostribunales nacionales; la de que sean equi-valentes las concepciones que aquél y és-tos tienen de los mismos derechos, delámbito protegido, de las limitaciones ad-misibles etcétera. Una condición tantomás importante cuanto que, en la prácti-ca como en la teoría, es imposible mante-ner una separación estanca entre el ámbi-to sujeto a la jurisdicción del TEJ y el so-metido a la de los tribunales nacionales. Yesto no sólo ni principalmente porque enla práctica la aplicación estatal de las nor-mas comunitarias vaya mezclada de ma-nera más o menos inextricable con la denormas exclusivamente internas, sino so-bre todo porque es imposible mantenerdos concepciones distintas de los dere-chos dentro de un mismo ordenamiento.Los derechos de status, precisamente porserlo, han de ser iguales para todos, conindependencia de que su actividad tengatrascendencia comunitaria o no, pues elEstado no sale de su propio ordenamien-to al aplicar normas comunitarias, queforman parte de él, aunque no correspon-da a sus propios tribunales la interpreta-ción en última instancia de ellas. Éste esseguramente el punto débil del sistema, elque ha dado lugar a que su aceptaciónpor los tribunales constitucionales hayaido acompañada de reticencias y condi-cionamientos que arrojan sombras sobresu estabilidad13, y el foco sobre el que seconcentran las críticas más severas14.

LA CARTA EUROPEA DE LOS DERECHOS

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9 Aunque, como juez prudente, el tribunal comen-zó por afirmar su competencia para asegurar el respetodel derecho comunitario a los derechos fundamentalesen un caso en el que no se detectaba vulneración algunade éstos (Sentencia de 12-11-1969; Caso 29/69, Stau-der c. Ciudad de Ulm, Rec. p. 419), la leading decisión esseguramente la Sentencia de 17-12-1970, (Caso 11/70,Internationale Handelgesellschaft, en Rec. 1970, pág.1125), en la que el tribunal expone además de manerainequívoca la conexión necesaria entre sus dos decisio-nes “creadoras”, la de negar a los tribunales nacionalescompetencia para garantizar la vigencia de los derechosfundamentales en el ordenamiento europeo, y la de atri-buirse a sí mismo esa competencia gracias al “descubri-miento” de los derechos fundamentales, presentes, aun-que ocultos, en ese ordenamiento.

La referencia a los tratados internacionales, entrelos que pronto destaca la CEDH, como fuente de ins-piración del TEJ en materia de derechos fundamenta-les aparece por primera vez en la sentencia de 14-5-1974 (Caso 4/1073, Nold, en Rec. 1974, p. 491)

10 El Tratado de Maastricht (art. F, actual 6.2TUE) incorporó literalmente las fórmula consagradapor la jurisprudencia, aunque, paradójicamente, redu-jo mucho su alcance. El Tratado de Ámsterdam, queen este punto sólo cambios menores ha sufrido en Ni-za, además de mantener la fórmula ya introducida enMaastricht, amplió su ámbito de aplicación. Este tra-tado establece también, por vez primera, la vincula-ción de la Unión Europea a los Derechos Humanos(artículos 6.1., 7, 11 y 49 TUE; Art. 177 TCE).

11 A partir de 1988, el TEJ ha extendido su ju-risdicción al conocimiento de los actos realizados porlos Estados en aplicación del derecho comunitario.Decisiones básicas en este sentido son las Sentenciasde 13-7-89 (Caso 5/88, Wachauf, en Rec. 1989 pág.2609) y 18-6-91 (Caso 260/89, ERT-DEP, en Rec.1991, pág. 2925).

12 Aunque, dada la abundancia de un produc-ción siempre renovada, quedan pronto anticuadas lasobras que se proponen ofrecer una visión de conjun-to, creo que para los lectores que deseen adquirirlason todavía perfectamente útiles los dos últimos gran-des libros colectivos que conozco: European Unionand Human Rights (Oxford University Press, 1999),dirigido por Ph, Alston: y Réalité et perspectives dudroit communautaire des Droits Fondamentaux (Bruy-lant, 2000),.dirigido por F. Sudre.

13 Aunque las fórmulas utilizadas por los distin-tos tribunales constitucionales son distintas, su senti-do es en todos los casos el mismo o muy semejante:no renuncian a su propia competencia para garantizarel respeto a los derechos, aunque suspenden provisio-nalmente su ejercicio mientras el TEJ desempeñe esafunción de manera satisfactoria.

14 Una exposición sintética y agudamente críticade estos reproches, desarrollados sobre todo en la doc-trina alemana, puede verse en el trabajo de Armin.von. Bogdandy: ‘Grundrechtsgemeinschaft als Inte-grationsziel’, en Juristenzeitung, año 56, núm. 4, de16-2-2001, especialmente págs. 162-168. Exposicio-nes más detalladas ofrecen los trabajos contenido enlos libros colectivos citados en la nota 12, supra.

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Para remediar estos defectos y resol-ver, de paso, el problema que suscitaría laeventual divergencia de dos tribunales (elTEJ y el TEDH) con competencia paravelar por el respeto de los mismos dere-chos en el mismo ámbito y lograr, altiempo, un “control externo”15 de la acti-vidad de la Comunidad Europea (CE), laComisión ha venido proponiendo desde1979 la adhesión de la CE a la CEDH.Este proyecto se vino abajo, sin embargo,cuando parecía más cerca de triunfar,pues, como es sabido, el TEJ declaró, alresponder la consulta de Consejo de laCE, que esa adhesión no era posible sinprevia reforma del tratado16.

3. Carta de Derechos y ConstituciónA partir de este momento, la Comisión yel Consejo optaron por otra vía, la de unacarta de derechos, apoyada desde añosatrás por algunas fuerzas políticas y por elParlamento, que incluso había aprobadoun texto en 1989. Este cambio de posturatiene por ello trascendencia estratégica yno sólo táctica, pues quienes venían pro-pugnando desde hacía tiempo la adop-ción de una carta de derechos de laUnión, no lo hacían tanto para remediarcon ella los defectos del sistema de pro-tección de derechos creado por el TEJ co-mo para asentar la piedra clave de unaConstitución europea. Aunque sólo en sureunión de Laeken ha hecho el Consejoexplícita esta conexión entre Carta yConstitución17 sería absurdo pensar queno la tuvo presente en Colonia al decidirla elaboración de la Carta, ya que era per-fectamente explícita en el debate alemánque está en el origen de esa decisión18.

Parece probable, además, que sea esta fun-ción de la Carta como núcleo de la Cons-titución la que ha llevado a asignarle, co-mo finalidad inmediata, la de hacer quelos europeos tengamos conciencia más vi-va de nuestros derechos o; quizá más pre-cisamente, de construir una conciencia“europea” de los derechos que hasta ahoraconocíamos sólo como derechos garanti-zados en nuestros respectivos Estados.

No es fácil, sin embargo, determinarcon exactitud cuáles son las exigenciasque esta finalidad nueva plantea a la Car-ta, pues la idea de esa Constitución de laque ha de formar parte es todavía nebulo-sa y está definida con claridad sólo negati-vamente. La lógica obliga a concluir quequienes consideran llegado el momentode constitucionalizar la UE dan por su-puesto que no lo está aún y que, en con-secuencia, la Constitución que propug-nan ha de ser algo distinto de aquélla cu-ya existencia afirmó el TEJ ya en 1986, yha recordado en muchas otras ocasiones,al calificar al tratado de “ley constitucio-nal básica”19. Como la mayor parte deellos, quizá todos, parecen coincidir en laidea de que la UE no debe convertirse enun Estado, también es forzoso entenderque su Constitución ha de ser algo muydistinto a las Constituciones estatales.Más allá de esta doble caracterización ne-gativa, sólo parece claro, sin embargo,que de esta “Constitución” se espera unadelimitación más clara de las competen-cias entre la UE y los Estados y tal vez unprocedimiento más ágil y (quizá) más ex-peditivo para la adopción de decisiones,pero como todo esto ha de obtenerse pre-cisamente a través de un nuevo tratado,no es fácil comprender por qué la simpleincorporación de mejoras técnicas hará aeste tratado más “constitucional” que losoriginarios, que dieron origen al surgi-miento de un ordenamiento jurídico nue-vo, independiente de los de los Estadosmiembros.

La respuesta, decididamente paradóji-ca, a este enigma se encuentra tal vez enel hecho de que en el debate alemán, quees el central, los defensores de la Consti-tución europea no ven en ella la proyec-ción de una unidad previa ya lograda, ba-sada en un sentimiento nacional, cultural,

o de cualquier otro tipo, sino un instru-mento para construir la unidad políticade Europa, y aun esto según concepcionesdistintas, aunque no excluyentes. En unoscasos, mediante la creación de una estruc-tura más trabada, pero que abarque sólo aalgunos Estados, no a todos20. En otros,lo que importa no es el texto final de laConstitución, sino la capacidad del pro-ceso constituyente para crear los supues-tos sociológicos que requiere la existenciade una Constitución europea, sentimien-to ciudadano, opinión pública etcétera21.En esta perspectiva de una Constitución“instrumental”, la Carta parece jugar unpapel determinante como propuesta deuna finalidad “nueva” de la integracióneuropea que no abole la anterior pero laeclipsa. Esta función creadora de la Cartaes entendida, sin embargo, a su vez, demaneras muy distintas, que resultan de los diferentes modos de concebir losderechos que la Carta ha de enunciar.

Si, como en el muy difundido y cele-brado discurso de Jospin del pasado mesde mayo22, los derechos se identificancon valores, la función específica de laCarta será simplemente la de proclamarvalores, no la de enunciar preceptos jurí-dicos vinculantes; la de exponer los idea-les que caracterizan el modo europeo deconcebir la sociedad y orientan la acciónde los Estados que integran la UE y enconsecuencia también la de ésta: no la deprecisar cuáles son los límites de sus po-deres, o los objetivos concretos que nece-sariamente han de perseguir, o cuáles sonlas garantías jurídicas de lo uno y de lootro. Así entendida, y sea cual fuere su va-

FRANCISCO RUBIO LLORENTE

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15 Esta expresión del “control externo”, que laComisión ha utilizado repetidamente y todavía en susdos informes sobre la Carta de los Derechos, pareceinspirada en la práctica de las empresas y resulta poreso sorprendente y escasamente adecuada en este con-texto. Quizá se recurre a ella para eludir la de controlinternacional, que resultaría paradójica, si se entiendeque la comunidad, pese a sus peculiaridades, es unaorganización de Derecho Internacional.

16 Dictamen 2/94, de 28-3-1996, en Rec. I-1759. Cabe pensar, pese a todo, que se trata de unaderrota provisional, pues como se señala antes, en susdos Comunicaciones sobre la Carta de los DF de la UE,de 13-9 y 11-10-2000 la Comisión insiste significati-va y reiteradamente, sobre la posibilidad y la conve-niencia de la adhesión como protección añadida a laque ofrece la Carta.

17 Por lo demás, en este Consejo (15-16 diciem-bre 2001), se habla de una futura Constitución de laUnión Europea simplemente como posibilidad a con-siderar.

18 El impulso a una Carta de Derechos de la UE,era uno de los puntos del programa de los verdes quese incorporó al del Gobierno de coalición formadopor Schröder.

19 Sentencia de 23-4-1986, (Caso 294/83, Partiécologiste Les Verts c. Parlamento Europeo, Rec. 1986,pág. 1339). Parece razonable entender que los dere-chos fundamentales descubiertos por el TEJ formanparte de esta “Constitución”, aunque su caracteriza-ción como “principios generales” ha llevado también asostener que están situados por encima de los tratados.

20 Así en el célebre discurso de Joschka Fischer enla Universidad Humboldt de Berlín (12-5-2000), en donde se dice que la “Constitución” o “tratadoconstituyente”, “que es exactamente la condición pre-via de la plena integración”, es la expresión de una“cooperación reforzada”, producto de la iniciativa deun “centro de gravedad”, formado por Estados miem-bros firmemente comprometidos con el ideal europeoy capaces de avanzar en la integración política. El tex-to que utilizo es el que reproduce, en tres lenguas, elnúm. 7/00 de la Harvard Jean Monnet Working Pa-per Series, editado por Christian Joerges, Ives Meny,J. H. H. Weiler y otros con el título: What kind ofConstitution for What Kind of Polity? Responses toJoschka Fischer. Los textos entrecomillados se encuen-tran en las págs. 28 y 30 de la versión inglesa.

21 Así entiendo al menos el pensamiento de Ha-bermas. En el último texto suyo que conozco, el de suConferencia Warum braucht Europa eine Verfassung?,pronunciada en la Universidad de Hamburgo el 26-6-2001, se refiere a esta función “creadora” del debatesobre todo al estudiar los Funktionale Erfordernissede la Constitución (pág. 12 del texto publicado en elSuplemento núm. 27 de Die SEIT).

22 Discurso pronunciado el 26-5-2001 en elCentro de Acogida de Prensa extranjera de París.

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lor político, la Carta queda reducida auna especie de preámbulo del texto nor-mativo, carente de significado jurídico al-guno.

Pero como la Carta, además de sufunción política (en rigor, como condi-ción necesaria de ésta), ha de perfeccionarel sistema ya existente para asegurar que laUE respeta los derechos fundamentales, la única perspectiva desde la que cabeanalizarla es la que ve los derechos que enella se enuncian, no como expresión devalores, sino como títulos que permitenexigir jurídicamente del poder acciones uomisiones determinadas. Una perspectivaen la que los valores subyacentes quedanimplícitos y pasa a primer plano el conte-nido específicamente jurídico de losenunciados: la precisión de cuál es el ám-bito protegido y el objeto de los derechos,quiénes son sus titulares y destinatarios ycuáles los medios a disposición de aque-llos para exigir de éstos el cumplimientode las obligaciones que los derechos lesimponen.

El primer paso obligado en este análi-sis es el de precisar que se trata de unaCarta de derechos fundamentales, no dederechos humanos. Aunque en la doctri-na europea actual estos dos adjetivos seutilizan frecuentemente como equivalen-tes23 y el contenido de los derechos fun-damentales coincide sustancialmente conel de los derechos humanos, en un senti-do riguroso ambas expresiones denotanespecies diversas de un mismo género yasí es como las emplea el Tratado de laUnión. Las frases en las que las utiliza porvez primera, pertenecientes a los dos pri-meros apartados del artículo sexto24, ilus-tran poco sobre la diferencia entre los de-rechos humanos y los fundamentales,pues ciertamente no es fácil distinguir laafirmación de que la UE “se basa en elrespeto” de aquellos y la de que “respeta”éstos, pero el hecho de que el tratado seremita siempre a los derechos humanos,no a los fundamentales, al regular la rela-ción entre la UE y los Estados que ya sonparte de ella (artículo 7, 1º y 2º), o aspi-

ran serlo (artículo 49)25, evidencia queemplea la expresión en su sentido riguro-so como denotación de un conjunto dederechos morales, débilmente juridifica-dos como categoría propia del derecho in-ternacional. Los derechos fundamentalesque la UE respeta son, por el contrario,parte de su derecho positivo propio, in-terno, derechos de los ciudadanos (o másgeneralmente, de los sometidos) frente ala propia UE. Y fue una Carta de los De-rechos Fundamentales de la UE, no unaimposible Carta de los Derechos Huma-nos, la que el Consejo de Colonia acordóelaborar.

Esta precisión evidencia la falta defundamento de aquellos discursos queinsinúan26 que, merced a la Carta, la UEse convertirá en garante de la vigencia delos derechos fundamentales en el interiorde los Estados y el TEJ en una especie deTEDH; no basta, sin embargo, para defi-nir con claridad el contenido posible de laCarta, que el Consejo de Colonia descri-bió en términos muy ambiguos. La Cartadijo, deberá incluir “los derechos de liber-tad e igualdad, y los principios procesalesfundamentales, tal como se recogen en laCEDH y en las tradiciones constituciona-les comunes”, así como “los derechos bá-sicos que corresponden a los ciudadanosde la UE”. Al redactarla se deberán tomartambién en cuenta, sin embargo, “dere-chos económicos y sociales, del mismomodo que en la Carta Social Europea yen la Carta Comunitaria de los DerechosSociales Fundamentales de los Trabajado-res (artículo 136 TCE), en cuanto no selimitan a fundamentar los objetivos de laactuación de la UE”. Aunque hecha entérminos equívocos, esta referencia a losderechos económicos y sociales parece darentrada en la Carta no sólo a los derechoshasta ahora vigentes como principios ge-nerales del ordenamiento comunitario ocomo derechos de los ciudadanos de laUE, sino también a derechos de otro gé-nero, que arrojan sobre el poder obliga-ciones de otra naturaleza.

En el lenguaje jurídico y político eu-

ropeo, la expresión derechos fundamenta-les se utiliza, en efecto, en un doble senti-do. Uno, estricto, basado en el régimenjurídico de los derechos, que considerafundamentales aquellos derechos que de-rivan inmediatamente de la Constitución,que pueden ser invocados ante los tribu-nales a partir de ella y cuya infracción porcualquier poder, incluido el legislativo, essusceptible de remedio judicial. Otro,más amplio, que entiende por fundamen-tales todos los derechos enunciados en laConstitución, con independencia de surégimen jurídico, tanto si pueden hacersevaler directamente ante los tribunales co-mo si jurídicamente sólo existen en virtudde las leyes que los concretan y desarro-llan. Estos dos tipos de derechos funda-mentales se encuentran, como es eviden-te, en una relación muy distinta con elpoder y desempeñan funciones muy dife-rentes. La de los derechos fundamentalesen sentido estricto es la de establecer lími-tes a su acción; la de los DF en sentido la-to o material27, fijar las finalidades nece-sarias de esa acción, marcar objetivos queen todo caso el poder ha de perseguir. Lapotencialidad constituyente de la Cartaserá en consecuencia muy distinta segúnque incluya sólo derechos del primer gé-nero o también del segundo.

4. El contenido de la CartaLa ejecución de este mandato ambiguo seencomendó, como es sabido, a un órganooriginal, que lo concluyó dentro del plazoseñalado y desapareció al entregar su obra,en cuyo destino ulterior ya no tendrá par-ticipación alguna. Durante los años quehan de transcurrir desde su proclamaciónhasta que la Conferencia Interguberna-mental del 2004 decida qué hacer conella, la Carta quedará así en una especie delimbo jurídico, solemnemente proclamadapero sin fuerza de obligar; sujeta a la críti-ca política y académica, pero inmutable.

LA CARTA EUROPEA DE LOS DERECHOS

8 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 122

23 En realidad, la terminología habitual es aúnmás rica y confusa. Así, por ejemplo, en el discurso aque antes se ha hecho referencia, Fischer afirma que elnúcleo de la Constitución ha de ser “die Verankerungder Grund, –Menschen– und Bürgerrechte (DerechosFundamentales, Humanos y Civiles)”, una expresiónque recoge la versión alemana del Consejo de Colonia.

24 “La Unión se basa en los principios de… res-peto de los Derechos Humanos y de las LibertadesFundamentales..” (apartado primero) y “respetará losderechos fundamentales tal y como se garantizan....et-cétera” (apartado segundo).

25 Las acciones estatales que pueden desencadenarlas sanciones previstas en el artículo 7 TUE son las vio-laciones graves y persistentes (cursiva nuestra) de los de-rechos humanos, una noción que es coherente con lanaturaleza moral de estos derechos. El respeto a los de-rechos humanos es también un objetivo de la políticaexterior y de seguridad común (art. 11, TUE), y de lade cooperación al desarrollo de la CE (TCE, art. 177).

26 La confusión entre la función propia de losderechos humanos y la de los fundamentales, que estáen la base de estos discursos, se proyecta también, co-mo después se verá, en algún precepto de la Carta

27 La distinción entre derechos como “limites” yderechos como “finalidad” se corresponde aproxima-damente con la habitual entre derechos “clásicos” (ci-viles y políticos) y “nuevos” (económicos, sociales yculturales”, pero, al menos en Europa, no se corres-ponde por entero con ésta. En la doctrina europeacontinental, en efecto, sobre todo por influencia ale-mana, está muy generalizada la idea de que los dere-chos “clásicos”, como “elementos objetivos” del orde-namientos (o en virtud de su “aspecto objetivo”) im-ponen también al Estado la obligación positiva deasegurar la protección de los valores subyacentes en lasrelaciones interindividuales en el seno de la sociedad.Son también, desde este punto de vista, derechos deprestación, aunque se trata en este caso de una presta-ción “normativa”, no “fáctica”. Vide., por ejemplo,Robert Alexy: Theorie der Grundrechte (SuhrkampVerlag, 1986), especialmente cap. IX, apartado 2.

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Quizá, entre otras razones, por la deque el bizarro procedimiento le permitíaactuar sin asumir responsabilidad algunarespecto del futuro de su obra, el órganoredactor, que por decisión propia pasó adenominarse Convención, interpretó entérminos muy laxos el mandato recibido yha operado con criterios políticos, no téc-nicos. Aunque ha hecho un encomiableesfuerzo para mostrar que todos los pre-ceptos de la Carta tienen su origen entextos vigentes28, no ha dudado en bus-carlos donde ha podido, sin sujetarse es-trictamente a las indicaciones del Conse-jo, de manera que es obvio que la identi-ficación de las fuentes se hace parajustificar la decisión, no para explicarla.Como cabía esperar dada su composi-ción, la Convención no ha pretendido“resumir” los derechos vigentes. El debatedoctrinal sobre la inconveniencia de in-cluir en la Carta derechos que no guardanrelación alguna con las competencias dela UE tuvo en su seno un eco limitado29

y la mayoría se inclinó decididamente poruna Carta omnicomprensiva que incluyatodos los derechos que, a su juicio, re-quiere la UE.

El texto aparece así organizado deacuerdo con los que el preámbulo identifi-ca como los “valores indivisibles y univer-sales de la dignidad humana, la libertad, laigualdad y la solidaridad”, que respectiva-mente encabezan cada uno de los cuatroprimeros capítulos de la Carta, a los quesiguen otros dos: uno, el quinto, consagra-

do a la ciudadanía; y otro, el sexto (dispo-siciones generales), decisivo para el análisisporque es el que determina el alcance y losefectos de los derechos proclamados. Enese marco se incluyen todos los derechosque suelen encontrarse en las Constitucio-nes recientes, de Europa o de América La-tina; e incluso, algunos que no han sidorecogidos aún por Constitución alguna,como el que (art. 3.2) prohíbe las prácti-cas eugenésicas, el tráfico de cuerpos hu-manos, o de partes del mismo y la clona-ción reproductora de seres humanos30.

Los destinatarios de estos derechos,que son las instituciones y órganos de laUE, así como los Estados miembroscuando apliquen derecho de la UE, resul-tan obligados de dos manera distintas se-gún que la obligación nazca de derechosplenos o sólo de “principios”31. Aquelloshan de ser “respetados”; los principios,por el contrario, “observados y promovi-dos” con arreglo a las respectivas compe-tencias, que en ningún caso deben enten-derse modificadas por la Carta32. La obli-gación de “respetar”, que por lo demás esla única que impone el TUE (art. 6.2), es de carácter negativo y tiene un conteni-do claro33. No lo es, por el contrario, elde “observar y promover”, cuyo carácterpositivo hace difícil, por decir lo menos,la garantía judicial y permite dudar deque, pese a la rotunda afirmación en con-trario, la consagración de los principiosno implique una modificación del sistemade delimitación competencial actualmen-te vigente.

La indefinición que de todo ello re-sulta se hace aun más grave porque laCarta ni ofrece indicación alguna acerca

de cual sea el criterio que permite distin-guir los derechos de los principios34, niha tenido en cuenta esta distinción dico-tómica a la hora de redactar sus precep-tos, cuya diversidad estructural no se aco-moda a ella. Hay preceptos que enuncianderechos inmediatamente aplicables y cu-yo “contenido esencial” queda en manosde los jueces35; otros que describen uncontenido genérico para cuya configura-ción eficaz se remiten al legislador (estataly/o comunitario), que goza aparentemen-te de una libertad total para llevarla a ca-bo36, otros, por último, que se limitan anombrar un derecho sin dar indicaciónalguna acerca de su contenido, que seconfía a la legislación y prácticas de cadaEstado, de manera que lo único que ase-gura la Carta es el principio deigualdad37. Hay preceptos que se limitana enunciar deberes no correlativos de de-recho alguno38 y otros que se limitan aexpresar sentimientos de benevolencia ysimpatía para con determinadas aspiracio-nes humanas, sin contenido jurídico dis-cernible39.

Como antes se indicó, además delenunciado de los derechos, la Carta in-corpora unas disposiciones generales, en-tre las que, además de las ya comentadas,se incluye una que, lejos de perfeccionarel sistema de protección ya existente, pue-de destruirlo. El 53 recoge, en efecto, unanorma que es común en los Tratados In-ternacionales sobre Derechos Humanos,pero que resulta absurda y contradictoriaen una Carta de derechos fundamentales:la de que la protección de los derechosconcedida por la UE no podrá entenderseen ningún caso como lesiva o limitativade la concedida por el Derecho Interna-cional o las Constituciones de los Estadosmiembros (cursiva nuestra). Para respetaresa norma, al juzgar los actos que, en apli-cación del derecho de la UE, realice un

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9Nº 122 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

28 Las indicaciones sobre las fuentes de los dis-tintos Derechos se contienen en la “Explicaciones”publicadas por el Presidium de la Convención (Char-te 4.473/00. Convent 49). Su texto, como el de todoslos trabajos de la Convención puede verse enhttp://eu/ue.int/df.

29 El argumento que parece haber sido decisivo,basado en la distinción categorial entre derechos ycompetencias, que el secretario general de la Conven-ción deduce de la Declaración del TEJ sobre la adhe-sión de la Unión a la CEDH, es, sin embargo lógica-mente muy débil, pues es claramente circular. Vid.J. P. Jacqué, ‘La démarche initiée par la Conseil euro-péen de Cologne’, en Revue Universelle des Droits del’Homme, (RUDH), vol. 12, núms. 1-2 (15-9-2000).

Es probable que los argumentos doctrinales enun sentido o el otro fuesen empleados en función deuna diferencia de posturas políticas. Que quienes seoponían a la inclusión de derechos que no guardan re-lación alguna con las competencias de la Unión, te-miesen que con esa inclusión se ampliasen éstas, y quenegasen que pudiera producir ese efecto quienes real-mente lo deseaban. En todo caso, los argumentos de-ben ser valorados por su fuerza lógica, no por las in-tenciones subyacentes. Es curiosa la inversión de pos-turas que en este punto se da entre la Convención deFiladelfia y la de Bruselas. En aquélla eran los federa-listas (Hamilton en primer lugar) quienes se oponíana proclamar derechos que no se correspondían concompetencias de la Unión, en Europa han sido másbien los antifederalistas.

30 Es evidente que, por plausible que sea su sen-tido moral, la inclusión de este derecho plantea algu-nos curiosos problemas dogmáticos, pues lo que en élse impone al Estado no es tanto una prohibición, co-mo un mandato de establecerla; no es un límite al po-der del Estado, sino a la libertad de la sociedad civil.

31 Aunque la fórmula de proclamación que cons-tituye la frase final del Preámbulo menciona, comocategorías aparentemente diferenciadas, las de “liber-tades, derechos y principios”, el artículo 51, que es de-cisivo, sólo distingue desde el punto de vista normati-vo los derechos en sentido estricto y los “principios”.La introducción de esta categoría se hizo, al parecer,para hacer posible que la Carta incorporase algunosderechos sociales (de prestación), que la mayoría de laConvención rechazaba como derechos. Sobre el temavid. Braibant, en RUDH, vol. y núms. citados, págs.48-49 y el documento rubricado como Charte4.316/00 Convent 34.

32 Artículo 51.33 Lo que no significa que no haya oscuridades

en el desarrollo que el artículo 52.1 de la Carta hacede ella. No se entiende fácilmente, por ejemplo, cómopodrán las instituciones y órganos de la UE limitar só-lo “por ley” el ejercicio de esos derechos, puesto queno existen “leyes” en su ordenamiento.

35 De hecho, tienen esta estructura la mayor par-te de los derechos enunciados en los tres primeros ca-pítulos, aunque no todos ellos.

36 Así, por ejemplo, la libertad de creación decentros docentes (art. 14.3), la de empresa (art. 16), elderecho de información de los trabajadores (art. 27),el de negociación colectiva (art. 28), etcétera. La refe-rencia que en todos estos artículos se hace no sólo alas legislaciones, sino también a las “prácticas” de losEstados es realmente desconcertantes, y no sólo por loenigmático del concepto de “práctica”.

37 Así, por ejemplo, artículos 34 y 35, que sonlos más frecuentemente citados como ejemplos de“principios”.

38 Vid. por ejemplo, artículos 37 o 38.39 Así, por ejemplo, el conmovedor artículo 25,

que anuncia al universo que la UE reconoce y respetael derecho de los ancianos a llevar una vida digna e in-dependiente y a participar en la vida social y cultural.

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Estado cualquiera, el TEJ habrá de asegu-rarse de que el nivel de protección que sedispone a conceder al derecho o derechosen cuestión no es inferior al que se le daen el derecho interno de ese Estado. Sihace esa ponderación sin tener en cuentala situación de los demás Estados miem-bros, pondrá en riesgo el principio básicode que la interpretación y aplicación delderecho ha de ser uniforme en todo el te-rritorio de la UE. Si, para preservarlo, to-ma como referencia el nivel de proteccióndispensado por el Estado miembro endonde sea más elevado, creará una situa-ción absurda, pues como el nivel de pro-tección de un derecho incide inevitable-mente en el de los restantes, no es posibleconsiderar a todos como derechos prefe-rentes, merecedores de una protecciónmáxima. Aun dejando aparte los conflic-tos que en la práctica se puedan generar,esta norma hará imposible que el TEJmantenga una doctrina coherente de losderechos que ha de asegurar. El principiode la protección mínima, que tiene plenosentido respecto de los derechos humanosen el Derecho Internacional, carece total-mente de él cuando se lo intenta aplicar alos derechos fundamentales del derechointerno40.

5. La dudosa utilidad de la CartaAunque convergentes en apariencia, las dosfinalidades que con la Carta se pretende al-canzar plantean exigencias muy distintas y nofácilmente compatibles entre sí. El perfeccio-namiento del sistema ya existente para la pro-tección de los derechos en el seno de la UE es

una finalidad técnica, jurídica, que exigemantener los rasgos esenciales de tal sistema:su limitación a los derechos de carácter nega-tivo y la conexión necesaria de éstos con lasConstituciones nacionales. La elaboración deuna Constitución cuyo centro sean los dere-chos, es una finalidad puramente política quelleva, por el contrario, a acentuar lo que esnuevo y peculiar de la Unión y a poner elacento en derechos “positivos”; no los que li-mitan el poder, sino los que marcan objetivoso finalidades que éste ha de perseguir, del ti-po de los que nuestra Constitución llamaprincipios rectores de la política económica ysocial. El deseo de satisfacer ambos propósi-tos sin tomar en cuenta esta difícil compati-bilidad, ha dado lugar a un documento hí-brido, cuya utilidad en relación con esa doblefinalidad es cuando menos dudosa.

Como el Consejo Europeo celebradoen Niza en diciembre del año 2000 dejó enmanos de la conferencia que se celebraráen el 2004 la decisión final sobre el valorjurídico de la Carta, no será posible hacerhasta entonces un juicio firme sobre la in-cidencia de la Carta en la tarea del TEJ.Naturalmente, esta incidencia no será lamisma si la Carta queda en el limbo de lossimplemente proclamado que si se la dotade eficacia jurídica, y, en este caso, de cual

sea la técnica utilizada para convertirla ennorma. Por razones que he expuesto conmás detalle en otro lugar41, creo que, seacual fuere la opción de la conferencia in-tergubernamental, esa incidencia no va aaportar muchos beneficios al sistema deprotección que ya teníamos, en cuyo fun-cionamiento va a introducir, en cambio,muy probablemente, perturbaciones inne-cesarias, que serán mayores si la Carta seincorpora directamente a los tratados.

La que cabría llamar potencialidadconstituyente de la Carta, menos depen-diente de la fórmula que se utilice respectode su futuro, puede ser ya por eso conside-rada, con cierto fundamento, como inapre-ciable o nula. En primer lugar, aunque nosea ésta la razón más importante, porque esun hecho bien sabido que el repertorio delos derechos efectivamente protegidos enun ordenamiento jurídico concreto, así co-mo eficaz de éstos, depende en muy escasamedida del tenor literal de la correspon-diente declaración y casi exclusivamente dela interpretación judicial, determinada, a suvez, en primer lugar por las ideas dominan-tes en el espacio cultural en el que ese orde-namiento se inscribe y, en segundo térmi-no, por concepciones peculiares de la co-munidad política cuya autonomía seproyecta en ese ordenamiento42. La liber-tad del TEJ para definir los derechos que laUE respeta, no se verá sensiblemente modi-ficada por el hecho de que haya que razo-nar a partir de la Carta y no de las tradicio-nes constitucionales comunes.

En segundo lugar, y sobre todo, por-que, dada la división de competencias en-tre la Unión y los Estados, el deseo deenunciar los derechos en términos quehagan posible su aplicación judicial haobligado a consagrar los derechos de ma-yor “fuerza constituyente” mediante fór-mulas que dejan su contenido eficaz enmanos de la “legislación y la práctica” delos Estados. Quizá en la raíz de todo elloesté el hecho de ni los Estados miembrosconciben del mismo modo el “modelo so-cial europeo” que estos derechos deberíanexpresar, ni están dispuestos a renunciar asu “autonomía social” como instrumentoútil para competir en el seno de la UE.En todo caso, no es posible discernir mo-delo social alguno en un texto que, al

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40 Un análisis más completo de esta cuestiónpuede verse en el excelente trabajo de Jonas BeringLiisberg: Does the EU Charter of Fundamental RightsThreatens the Supremacy of Community Law? Article53 of the Charter: a fountain of law or just an inkblot?(Harvard Jean Monnet Working Paper 04/01) al quele fue concedido el Premio Manzini.

41 ‘Mostrar los derechos sin destruir la UE’, enRevista Española de Derecho Constitucional, núm. 64,enero-abril de 2002.

42 En el mismo sentido, J. A. Frowein: ‘Wesen-tliche elemente einer Verfassung’, en R. Bieber y P.Widmer (eds.): L’espace constitutionnel européen (Zú-rich, 1995), pág. 82.

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enunciar el derecho a la protección social,los derechos sindicales y el derecho a laeducación gratuita, que son los que Jos-pin especifica en el discurso antes citado,se remite en blanco a la legislación y lapráctica de cada país. Al menos en estepunto fundamental, la Carta fracasa en elintento de hacer explícitos los valores co-munes sobre los que se funda la Unión43.

6. Apostilla sobre la eficacia fundantede los derechosEl propósito de dotar a la Europa integra-da de una Constitución cuya base sean losderechos se ampara en la vieja y nobleidea de que el fin de toda asociación polí-tica es el de servir a los derechos naturalese inalienables de los hombres, pero el ra-zonamiento con el que se pretende enla-zar la idea y el propósito incurre, segúncreo, en un grave error, que quizá estápresente también en otras ilusiones, comola del tan traído y llevado “patriotismoconstitucional”.

En la teoría política de la Ilustración,los derechos cuya realización impulsa eltránsito de la sociedad natural a la civil yjustifica la creación del poder político, le-gitimado para imponer por la fuerza lasnormas jurídicas creadas por él, no sonderechos frente al poder, sino los que cadahombre tiene frente a los demás44. Dere-chos muy abstractos a la libertad, la segu-ridad y la búsqueda de la felicidad, quepueden ser entendidos de muchas mane-

ras distintas y de cuya realización sólo ca-be hablar, en consecuencia, cuando sondefinidos por referencia a las distintas re-laciones típicas que establecen los indivi-duos en el seno de la sociedad, es decir,mediante la creación de un ordenamientopositivo. Los derechos que hoy llamamosFundamentales son, por el contrario, de-rechos civiles que los ciudadanos tienenfrente al poder, que le imponen límitespara impedir que el poder mismo se con-vierta en una amenaza para la libertad, laseguridad, etcétera, de los individuos. Noson derechos que el poder haya de reali-zar, sino que ha de respetar.

Quizá tendría sentido decir que unEstado universal, una cosmópolis, se fun-damenta en el respeto de estos derechosfundamentales, pero es absurdo sostenerque es la voluntad de que respete estosderechos la que lleva a un grupo humanoa crear el poder que puede violarlos. Laafirmación de que la finalidad de una aso-ciación política particular, de un Estado ode una Unión de éstos, asentada sobre ungrupo humano diferenciado en el seno dela humanidad, es servir a los derechos de los individuos que lo integran, sólotiene sentido si se entiende que la tareaque se le encomienda, la que justifica supoder, es la de crear e imponer las normasque permiten la convivencia en libertad eigualdad de esos individuos en términosque resulten aceptables a todos o a la ma-yoría, no la de respetar derechos que sólosu existencia puede poner en peligro. Esevidente que, dado que en la doctrina delos derechos fundamentales actualmentedominante se incluyen entre ellos, ade-más de los civiles y políticos, los econó-micos y sociales, que no determinan lími-tes del poder sino objetivos necesarios desu acción, no parece lógicamente imposi-ble sostener que es la realización de talesderechos la finalidad propia de la asocia-ción política, la justificación de su poder.Aun dejando de lado objeciones teóricasno desdeñables45, para atribuirles esta ca-pacidad constituyente sería indispensable,sin embargo, dotarlos de un contenidopreciso, no dejar éste en manos de los in-tegrantes de la asociación, en este caso delos Estados miembros de la Unión; y esto

es algo que, como ya se ha dicho, no halogrado la Carta.

En la Europa actual se suelen deno-minar euroescépticos a los que se resistenal incremento de los poderes de la Unióna costa de los Estados y euroentusiastas aquienes tienen la actitud opuesta. El au-tor de este trabajo está sinceramente con-vencido de que es necesario reforzar laUnión, pero también de que el mejormodo de hacerlo no es el de dotarla deuna Constitución, que es, me parece, unamuestra más de la peligrosa ilusión, másdifundida quizá en Alemania que en otrosEstados del continente, de que es posiblefundar una realidad particular sobre valo-res exclusivamente universales. Lo que loseuropeos de hoy necesitamos no es unaConstitución que sólo en el nombre lo se-ría, sino afrontar los problemas reales ygraves que dificultan el logro de unaunión cada vez más estrecha. Entre ellos,por ejemplo, además de los ligados a unsistema de gobierno que ha agotado susposibilidades, los que resultan de la nulacapacidad de la Unión para la redistribu-ción de rentas o para llevar a cabo unapolítica exterior propia. n

Francisco Rubio Llorente ha sido vicepresidentedel Tribunal Constitucional.

FRANCISCO RUBIO LLORENTE

11Nº 122 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

43 Aparte de la referencia a los valores universales,y, por tanto, no específicamente europeos, el preám-bulo alude de modo muy vago, a la conciencia que laUE (?) tiene de su patrimonio espiritual y moral, perocomo subraya también la diversidad de culturas y tra-diciones de los pueblos de Europa, no permite saber sien ese patrimonio espiritual y cultural hay algo de co-mún y específicamente europeo y, en su caso, qué esello. Para hacer la indefinición aun mayor, incluso lacaracterización del patrimonio cultural se hace en tér-minos significativamente distintos en las diferentesversiones de la Carta. En tanto que en la mayor partede las lenguas el patrimonio en cuestión es sólo espiri-tual y cultural, en el texto alemán es “geistig–religiös,una expresión que, sea cual fuera su corrección lin-güística, parece poco congruente con la decisión de laConvención de suprimir del texto la alusión al pasadoreligioso que figuraba en el borrador. Sobre la redac-ción del preámbulo, vid. Justus Schönlau: ‘DraftingEurope’s Value Foundation: Deliberation and Arm-Twisting in Formulating the Preamble to the EUCharter of Fundamental Rights’, comunicación pre-sentada en el Workshop sobre la Carta de los Dere-chos como instrumento constituyente, organizado enOslo los días 8 y 9 de junio del 2001 por Arena (Ad-vanced Research on the Europeanisation of the Na-tion States).

44 Para ahorrar un razonamiento más extenso, re-mito al lector al artículo segundo de la DeclaraciónFrancesa de 1789, o a los artículos primero y segundodel Bill of Rights de Virginia, o al párrafo bien conocidode la Declaración de Independencia de Estados Unidos.

45 Como es evidente, la solidaridad entre losmiembros del grupo que se proyecta en estos dere-chos, no se extiende al resto de los humanos, pues delo contrario no habría razón alguna para excluirlos de él. Desde esta perspectiva también resulta imposi-ble o muy difícil basar la existencia del grupo en unahipótesis contractual. No hay más pactum associationisque el pactum subjectionis.

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ÉTICA DE LA VIDAClonación humana e ingeniería genética

JOSEBA ARREGUI

na de las dificultades mayores conlas que nos encontramos al discutirla valoración ética que merecen las

posibilidades tecnológicas que se abren enel campo de la ingeniería genética radicaen la complejidad misma de las nuevastecnologías, en la incapacidad mayor omenor de los no entendidos, de los laicos,cuando se trata de juzgar situaciones deuna gran complejidad. Ya hace bastantesaños que uno de los filósofos que más seha ocupado de estos temas, y que me va aservir de guía en estas reflexiones, HansJonas, indicó que la problemática ética delas sociedades modernas viene caracteriza-da por la capacidad técnica de crear situa-ciones con consecuencias enormes en ladistancia, tanto espacial como temporal,mientras que la capacidad de prever esasconsecuencias es mucho más limitada, yaún más limitada la capacidad de desarro-llar criterios valorativos de actuación alrespecto: todas las tradiciones éticas quenos sirven de soporte son éticas de la pro-ximidad, cuando lo requerido por la si-tuación tecnológica son éticas de la dis-tancia.

La complejidad tecnológica de lascuestiones éticas provocadas por los desa-rrollos científicos y técnicos se puedecomprobar en las discusiones actuales quegiran en torno a la clonación humana y ala ingeniería genética. Un diputado so-cialdemócrata alemán y miembro delconsejo de bioética nombrado por el can-ciller Schröder dice, por ejemplo, lo si-guiente:

“Pero usted no puede obligar a una mujer a de-jarse implantar uno de los 300.000 embriones con-gelados y almacenados en Europa. Cada uno de no-sotros fue un óvulo fecundado. Pero no todo óvulofecundado llegó a ser uno de nosotros. El 70% deellos llegan a perderse de forma natural, en el casode la fecundación artificial incluso cinco de cadaseis. Contradice a nuestra intuición considerar esasformaciones microscópicas mínimas como cohuma-

nos. Quien les adscribe dignidad humana tiene quetener cuidado de no dañar el concepto de dignidadhumana”. (Der Spiegel, 50/2001, pág. 228).

Si nuestra percepción del espacio ydel tiempo está condicionada por nuestrapropia estructura corpórea, es evidenteque en el caso de las células madre, en elcaso de óvulos recién fecundados pero pa-ralizados en su desarrollo, nos estamosmoviendo en dimensiones difícilmenteperceptibles para nuestra “intuición”. Ladespenalización del aborto en condicionesdeterminadas y en una fracción temporallimitada tiene mucho que ver con la com-plejidad de la intuición humana normalen el ámbito de dimensiones microscópi-cas. Si a ello añadimos que todo el debatede la clonación y de la ingeniería genéticase está produciendo en un contexto en elque, a pesar de todas las declaraciones deposmodernismo, la esperanza de la in-mortalidad sigue siendo una fuerza mo-triz de nuestras sociedades, es decir, que eldebate que nos ocupa está enmarcadodesde un principio en el contexto de laconsideración terapéutica, de la posibili-dad de desarrollar procesos de curaciónpara enfermedades degenerativas ligadasal aumento de la esperanza de vida, tene-mos un cuadro de debate suficientementecomplicado como para no tomar las cosasa la ligera, ni entregarnos a una euforiacientífica, ni concluir lo que el diputadoya citado describe como “la estrategia deprohibiciones almacenadas a priori”.

Teniendo en cuenta, pues, que nosencontramos ante cuestiones de una grancomplejidad, es preciso esforzarse porofrecer argumentos para el debate quecontribuyan a clarificar la situación. Paraello creo imprescindible, antes de llegar aconclusiones, ensayar la proyección de al-go de luz en tres niveles distintos. En pri-mer lugar creo que es preciso trazar un ar-co amplio en lo que a la comprensión y ala relación de los humanos con la natura-

leza se refiere. En segundo lugar, es im-prescindible tratar de producir una clasifi-cación de los casos que están sometidos aelucidación ética para evitar mezclar si-tuaciones diferentes. Y en tercer lugar, meparece también necesario ofrecer ayudasargumentativas basadas en una sistemáti-ca construida a partir de la diferencia quese da entre la ingeniería clásica, aquelladesarrollada sobre los presupuestos de laciencia moderna (“instauratio imperii hu-mani super naturam”, en palabras deFrancis Bacon), y las nuevas tecnologíasde la vida. Como ya he indicado, voy abeber en los tres ámbitos de reflexionesdesarrolladas por el filósofo Hans Jonasen diferentes trabajos.

El paradigma de la vidaAunque ya desde hace varios siglos y es-pecialmente en el ámbito de las ciencias elmonismo epistemológico es una regla in-discutida, todavía seguimos siendo here-deros, en la comprensión diaria de las co-sas, del dualismo que ha caracterizado a lacultura occidental. El mismo lenguaje noshabla de espíritu y de materia, de cuerpoy alma, de conocimiento y comprensión,de sujeto y de objeto, de materia y de for-ma. Platón no está todavía tan lejos denosotros como lo hubieran queridoNietzsche y Heidegger. Existe un mundode las esencias, de las formas ideales, delcual es débil reflejo el mundo de las cosasreales que percibimos con nuestros débi-les sentidos que nos engañan continua-mente.

El platonismo cristiano, que condenaal cuerpo, que ve la salvación en la nega-ción del cuerpo para liberar el alma, el es-píritu, que predica que el verdadero reinoestá fuera de este mundo, fuera de la rea-lidad de las cosas, en un mundo del espí-ritu en el que la corporeidad estará trans-figurada en luminosidad y transparenciatotal, sacraliza el dualismo platónico y lo

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dota del aura de lo sagrado y de lo salvífi-camente necesario: las catedrales apuntanfuera de la materialidad terrestre hacia elcielo, los monjes indican que lo real esperecedero, mientras que lo invisible es lapatria de lo imperecedero. La frase de quemi reino no es de este mundo sirve paraindicar que este mundo no merece la pe-na si no es como preparación para elmundo que de verdad importa, el celes-tial, el espiritual, el que renuncia a la car-ne, a la materialidad.

Los principios de la humanidad dantestimonio, sin embargo, de una posiciónradicalmente distinta: la vida, lo real, estemundo dotado de vida es lo verdadero. Losseres humanos vivían en un monismo pan-vitalista: el dato primordial y originario dela experiencia era el dato de la vida. Todoera percibido como viviente. Todo era in-terpretado desde la experiencia de la vida.El mundo estaba animado, lleno de vida. Yen este contexto panvitalista, en este mo-nismo animista, el problema que había queexplicar, lo que no encajaba en la experien-cia, lo que suponía un problema para la ex-periencia inmediata era el hecho de lamuerte. Era la muerte la que necesitaba ex-plicación, la que planteaba preguntas y exi-gía respuestas. Aunque lo parezca, no esninguna contradicción que sobre el trasfon-do del panvitalismo, del monismo animis-ta, fueran forjándose las respuestas religio-

sas al problema de la muerte: su negación através de distintas formas de integrarla co-mo momento en el sistema de la vida, en eldato primordial de lo vivo percibido en el conjunto de la realidad.

El dualismo se desarrollaría histórica-mente, según Hans Jonas, a partir de lascontradicciones que van apareciendo enlos sistemas panvitalistas que integran eldato de la muerte en el fluir, en principioininterrumpido, de la vida, explicandoaquella idea de Hans Blumemberg de quetodas las construcciones culturales y todoslos sistemas de ideas poseen contradiccio-nes que conducen a su propia superación.El dualismo proclama la existencia, no deun único principio explicativo del conjun-to de la realidad, como era la vida en elmonismo panvitalista, sino de dos princi-pios: el espiritual o ideal, por un lado, y elmaterial o corpóreo, por otro. Puede serplanteado desde la supremacía no sólo va-lorativa sino ontológica del mundo idealfrente al material como en el caso del pla-tonismo, o como una lucha permanentedel principio espiritual contra el principiomaterial, como en el gnosticismo; o comouna exigencia de superación de la realidadmaterial para volver a la realidad espiritualcomo en el cristianismo. Pero la visión dela realidad contiene en el dualismo la afir-mación indubitable de la existencia real deambos principios contrapuestos.

El tiempo histórico del dualismo hasido un tiempo extremadamente fructífe-ro para el desarrollo del pensamiento y dela cultura. En muchos aspectos somos to-davía herederos del dualismo, a pesar deque ya desde el Renacimiento y desde losinicios de la modernidad la visión de larealidad ha vuelto de forma acelerada almonismo, aunque en este caso un monis-mo de signo contrapuesto al panvitalismode los inicios de la humanidad. No cabeduda de que siguen existiendo con fuerzaelementos del dualismo en nuestras cultu-ras actuales. Incluso se pueden encontraraún señales del panvitalismo inicial.

Pero el desarrollo de las ciencias mo-dernas y de la visión del mundo que lasacompaña conlleva una doble consecuen-cia: lo único real que merece tal nombre yque agota la percepción de realidad de loshumanos es la realidad material, la reali-dad natural, aquella que es percibida, cap-tada, cuantificada y formalizada, matema-tizada en las ciencias naturales. Y esa rea-lidad, segunda consecuencia, es unarealidad desencantada, desprovista decualquier significación espiritual, religio-sa, sagrada. Es una realidad desnudada detoda significación que implicara cualquiertipo de animación de ella misma. En estenuevo monismo, en ese contexto panma-terialista, el dato primigenio y básico es larealidad material. Y la pregunta que rom-

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pe el esquema, que parece negar el siste-ma de la realidad material es la vida. Esésta la que estorba, la que impide la cohe-rencia interna del sistema, la que pareceintroducir una cuña de ruptura en el mo-nismo panmaterialista:

“Frente a la enorme superación de fronterasdel monismo inicial que declaraba a la vida coex-tensiva con el ser, la diferenciación crítica debíaempezar con el descubrimiento primero de la ma-teria y continuar con la ampliación de la extensiónde la materia a costa de la vida –hasta que en el ex-ceso del éxito lo inerte se convirtió a su vez en co-extensivo con el ser” (Hans Jonas, Das Prinzip Le-ben [El principio vida], pág. 40).

Tanto el materialismo filosófico comoel idealismo son propuestas que tienen susentido sólo en el contexto del monismopanmaterialista:

“La pura conciencia es tan poco viva como lamateria que tiene enfrente... Ambas son por sepa-rado y en su división productos de la ontología dela muerte a la que ha llevado la anatomía dualistadel ser” (op. cit; pág. 42).

Una diferencia importante existe en-tre el materialismo y el idealismo: puestoque al materialismo se le puede dirigiruna pregunta decisiva, la de cómo explicael surgimiento de la vida y de la concien-cia, es decir, mientras que el materialismose expone a la crítica en su propio funda-mento, el idealismo hace trampa en elsentido de que da a entender que el pro-blema de tener que explicar el surgimien-to de la vida y de la conciencia para él noexiste. Para H. Jonas no es cuestión deabandonar el contexto monista a la luz delas preguntas críticas que él mismo plan-tea al monismo panmaterialista, sino deencontrar el lugar idóneo en el que sepueda seguir defendiendo el monismoabriendo al mismo tiempo la puerta parala comprensión de la vida y de la concien-cia. Ese lugar privilegiado es el cuerpo. Elcuerpo es lugar de vida. El cuerpo es almismo tiempo el lugar donde aparece la conciencia y donde ésta experimentarealidad. El cuerpo es el lugar en el que laconciencia puede tomar constancia de símisma en la experiencia que hace de larealidad.

Es decir, en la realidad corporal comorealidad viva es posible mantener el con-texto monista sin que ello signifique un re-duccionismo materialista. Porque el cuer-po y la vida presente en él fuerzan al pen-samiento a una ontología de la realidadcomo ontología del cuerpo y de la vida.Sólo así es posible mantener el monismo,superar la dicotomía del dualismo, sin caersin embargo en el problema del panvitalis-

mo: porque una ontología del cuerpo y dela vida sólo es posible integrando en ella eldato de la muerte sin trampearlo. Una on-tología de la vida implica, de forma muybreve, los siguientes extremos: un conceptode libertad como libertad necesitada, pues-to que la vida es metabolismo, es decir, de-pende de su entorno para producir conti-nuamente vida, pero una vida siempre enriesgo de dejar de serlo, es decir, condena-da a la muerte. Un concepto de identidadque supera la tautología de la identifica-ción consigo mismo e incluye el cambiocomo elemento necesario de la identidad,en cuanto que la identidad es renovacióncontinua. Y una primacía de la forma so-bre la sustancia, pero una primacía que nopuede dejar de depender de la sustanciapara ir produciéndose de forma cambiante.

Las nuevas ciencias de la vidaCreo que es necesario trazar este contextohistórico-filosófico para plantear debida-mente las cuestiones que emergen con eldesarrollo de las nuevas ciencias y las nue-vas tecnologías que afectan a la vida. Por-que la misma evolución de las ciencias hallevado a que la irracional y denostada his-toria haya entrado de lleno en el campo delas ciencias naturales y, gracias al desarrollode las nanociencias, la física, la química y labiología vayan confluyendo en un espacioque los científicos denominan el espacio delas ciencias de la vida, un espacio, sin em-bargo, en el que la percepción del espacio ydel tiempo humanos ligados a nuestra es-tructura corpórea está siendo superada. Noquiere todo esto decir, como bien lo ve Ed-ward O. Wilson –Conscilience–, que así co-mo con la biología molecular hemos alcan-zado un estadio en el que somos capaces dellegar analíticamente hasta lo más minúscu-lo también seamos capaces de sintetizardesde lo más minúsculo organismos com-pletos. Somos, pues, capaces de ir de lo di-ferenciado a lo general, pero todavía no losomos de producir desde lo general lo dife-renciado e individual (pero ver los últimospárrafos del artículo).

Sin embargo, el desarrollo de las cien-cias y de la tecnología nos ha colocado, pa-ra decirlo con palabras de Heidegger, co-mo pastores reales del ser, nos ha colocadoo nos está colocando rápidamente en la en-crucijada en la que se decide la realidadontológica, en el punto en el que se decideel todo de la realidad. Si en el contexto delpanmaterialismo era posible hacer cienciay desarrollar tecnologías en la hipótesisquimérica de una conciencia enfrentada aun mundo, a una realidad inerte, ahora laciencia y la tecnología como productos hu-

manos son parte de la realidad de la vidaque conocen y manipulan, no una realidadexterior. Ahora el científico y el tecnólogo,ahora los miembros de las sociedades quese sirven de los científicos y de los tecnólo-gos, son ellos mismos parte de esta realidadontológica que es la vida y que al mismotiempo es el objeto de sus esfuerzos. Con-sidero de la máxima importancia tomarconciencia, en todas sus consecuencias,de este cambio radical de contexto parapoder abordar las cuestiones éticas que sederivan de los avances que se están produ-ciendo y de las perspectivas de posibilida-des técnicas que se están abriendo: nos es-tamos moviendo en el ámbito de la onto-logía de la vida. Ya no se trata de lasituación en la que la conciencia analiza,conoce y manipula una realidad exterior así misma, presuponiendo además la neu-tralidad valorativa de tal aproximación, re-legando la cuestión ética al momento de lautilización social y política posterior. La distancia que permitía esa presuposi-ción de neutralidad valorativa desapareceen el momento en el que la vida conscienteactúa sobre sí misma: en el conocimiento,en el análisis y en la manipulación.

Por lo demás, todas las cuestiones rela-cionadas con el denominado “pensamientocomplejo” significan algo más que el merohecho de enfrentarnos gracias a los avancesde la ciencia con la complejidad de estruc-turas de realidad hasta ahora desconocidas.La verdadera medida de la complejidad vie-ne dada, no por la complejidad de la es-tructura del sistema objeto de conocimien-to, sino por el hecho de que la vida cons-ciente que conoce es parte del sistema quetrata de conocer. Es decir, la complejidadviene constituida por la superación de esaventaja evolucionaria que H. Plessner des-cribe como la capacidad de salirse de símismo y de verse desde fuera de uno pro-pio que la evolución alcanza en el momen-to preciso en que consigue el mayor gradode individuación, de cierre sobre sí mismoy de aislamiento respecto del entorno (H.Plessner, Die Stufen des Organischen undder Mensch [Los grados de lo orgánico y el serhumano]). La epistemología ya no está se-parada de la ontología. La epistemología yano es lo previo a la ontología, una especiede preparación del instrumento que luegoha de operar en la ontología, una puesta apunto previa a la descripción de la realidad,sino que entra a formar parte de la mismaontología y, entendida ésta como la des-cripción de la vida misma como paradigmade lo real, implica la participación no enuna mera descripción sino en la conforma-ción dinámica de la misma.

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Volviendo a las palabras de Heideg-ger, la evolución de la ciencias y de la tec-nología y la evolución del paradigma decomprensión de la realidad han hechoque la pregunta que se nos plantee es lade si el ser humano va a ser pastor del sero depredador del ser, algo que ya vislum-bró como posibilidad el mismo Heideg-ger en su consideración de la civilizacióntécnica, aun sin haber llegado a ver losavances de la biología molecular y las po-sibilidades abiertas por la ingeniería gené-tica. De la mano de Max Weber la moder-nidad produce una de las formulacionesmás citadas de algo que se ha convertidoen característica estructural de la mismacultura moderna: la separación de conoci-miento y valor, la separación metodológi-ca imprescindible entre ciencia y moral. Odicho de una manera más general, el serno funda el deber ser: éste es algo que nose puede deducir de lo que es real, de loque existe en la realidad. Se trata de unaseparación paralela a la dicotomía entreconciencia y realidad extensa: en la medi-da en que la conciencia no puede ser re-ducida a la realidad extensa, el reino de la valoración no puede ser derivado de larealidad extensa.

No puede extrañar que si Hans Jonasafirma, y creo que con razón, que tanto elidealismo como el materialismo son pro-ductos, aunque divididos, de la mismaontología de la muerte, de la misma on-tología de monismo panmaterialista, tam-bién plantee la posibilidad o la necesidadde preguntarse acerca de la superación deesa frontera radical trazada por la moder-nidad entre ser y deber ser:

“¿Se puede derivar un ‘debes’ de un ‘es así’?¿La validez de una obligación de la verdad de unsaber? ¿Tiene sentido hablar del valor en sí y de suobligatoriedad? Resumidamente, ¿existe una fun-damentación ontológica del concepto de responsa-bilidad y del derecho a que nos sea exigida? La res-puesta a estas preguntas en las que se dilucida enúltima instancia si existe en lógica un puente delser al deber y, en este sentido, si existe una objetivi-dad de la moral permanecerá probablemente parasiempre discutible. Pero concediendo que es discu-tible se abre la posibilidad misma de la pregunta,incluso la obligación de plantearla, para que el de-bate continúe y la cuestión no sea cerrada antes detiempo, es decir, antes del fin del tiempo” (HansJonas, Philosophische Untersuchungen und metaphy-sische Vermutungen [Investigaciones filosóficas y su-posiciones metafísicas], pág. 130).

Soy consciente, como lo es Hans Jo-nas, de que con estas preguntas se poneen cuestión el fundamento de la libertadde conciencia y de pensamiento comoelemento estructural de la modernidad: sila moral es consecuencia de la realidad

ontológica, no existe libertad frente a susexigencias. Pero también es preciso teneren cuenta, y ésta es precisamente la cues-tión que interesa subrayar respecto de lanueva situación que se plantea con elcambio de paradigma del conocimiento ycon la evolución de las ciencias y de lastecnologías, que la separación que funda-menta el concepto de libertad de pensa-miento y de conciencia de la modernidadse sustenta en una ontología de la muerte,en una ontología cuyo eje es el de la nece-sidad, y no en una ontología de la vida,cuyo eje es el de la libertad necesitada.

Nos hallamos, pues, no sólo ante cues-tiones que requieren de una adecuación delos principios éticos tradicionales sino antela necesidad de repensar nuestros funda-mentos, porque el paradigma que se abrees radicalmente distinto al que había es-tructurado nuestro pensamiento hastaahora en todos sus ámbitos.

Clasificación de las posibilidades tecnológicasTérminos como “biología molecular” o“ingeniería genética” pueden producir lasensación de que todas las cuestiones éti-cas provocadas por ellas se ubican en elmismo ámbito y son parecidas, que sóloes cuestión de mayor o menor gravedadsegún el alcance mayor o menor de la tec-nología desarrollada. Puede ser de impor-tancia, sin embargo, proceder a una clasi-ficación, por simple que sea, de las distin-tas direcciones de actuación tecnológicaque se están desarrollando para plantearlas cuestiones éticas de forma diferencia-da. No son iguales las cuestiones que seplantean en el campo de la eugenesia, seanegativa o positiva, que las que se planteanen el campo de la selección prenatal, en elde la clonación humana o, por fin, en el de la intervención genética positiva,constructiva.

Una primera clasificación deriva dedividir los métodos de actuación en tradi-cionales o nuevos, lo cual se correspondebastante exactamente con la división enmacrobiología y microbiología. La ma-crobiología tiene que ver con organismoscompletos, con la selección de pareja parala reproducción; la microbiología concromosomas en el núcleo de la célula ycon sus elementos constitutivos. Una se-gunda clasificación se cruza con la clasifi-cación según métodos, la clasificación se-gún metas: intervención genética de con-servación, biología de mejora, biología decreación, “una graduación según el atrevi-miento de las metas y también por su-puesto de los métodos” (Hans Jonas,

Lasst uns einen Menschen klonieren: Vonder Eugenik zur Gentechnologie [Vayamosa clonar un ser humano: de la eugenesia ala tecnología genética], en Technik, Medi-zin und Ethik [Técnica, medicina, ética],del mismo autor, pág. 171). En esta se-gunda clasificación se avanza de formasdébiles de manipulación a formas fuertes.

La eugenesia negativa o preventivatrata de impedir la transmisión de genespatógenos o dañinos por medio del con-trol del aparejamiento. La motivación hu-manitaria de la eugenesia negativa tieneen cuenta el bienestar de la descendenciaposible y obliga a evitar sufrimiento ennombre de esa descendencia. Se podríaconsiderar como un caso especial de laética de compasión. Y así como no puedeaducirse un derecho de los hipotéticosdescendientes, sí puede ser presentado elderecho de los generadores impedidos,que son quienes debieran juzgar hasta quépunto están dispuestos a transmitir sufri-miento. Es preciso tener en cuenta quenunca existe seguridad completa de que dicho sufrimiento, el gen que lo pue-de causar, vaya a ser transmitido con todaseguridad. Y en el caso de que se produz-ca esa transmisión, la sociedad ha ido de-sarrollando tratamientos que posibilitanuna vida digna. En el plano individual espor tanto difícil decidir si la eugenesia ne-gativa es éticamente correcta. Pero se pue-de plantear la cuestión en el plano de laespecie: cuando la transmisión de genesdañinos puede, en una consideración rea-lista, debilitarla. En este caso se podríaconsiderar que la eugenesia negativa esuna ampliación de la medicina preventivamás que una manipulación proyectivabiológica. En cualquier caso es necesariotener en cuenta algunos caveats: funda-mentalmente estos caveats están dirigidosa la posibilidad de que el juicio sobre elcarácter patógeno o indeseado de deter-minadas características esté definido cul-turalmente, de forma coyuntural y condi-cionada a los criterios del momento histó-rico.

A la misma categoría de la eugenesiapreventiva pertenece la selección prenatal.Se trata de evitar el nacimiento de em-briones dañados, y de esta forma cae en elcampo de la eugénica preventiva basadaen la compasión. Pero al igual que en laeugenesia negativa, también en este casola frontera entre la claridad de la limita-ción de la selección prenatal a casos muyserios y su extensión al deseo de descen-dencia lo más completa posible es difusa.La conversión de la voluntad de impedirgrandes males en la voluntad de desear un

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gran bien no se puede desechar, con locual la eugenesia negativa se convierte fá-cilmente en eugenesia positiva.

Eugenesia positiva: la selección plani-ficada en la producción de descendenciapara mejorar la especie. La experienciahistórica del nazismo exime de la necesi-dad de una argumentación detallada. Apesar de todo es necesario hacer referenciaa un elemento de importancia, que debie-ra ser clave en toda la discusión sobre laintervención humana técnica en la mani-pulación del tesoro genético: la cegueraesencial de cualquier intento de eugenesiapositiva. La ceguera se refiere a algo ya ci-tado en los párrafos anteriores: la referen-cia a valores que son coyunturales, histó-ricos, culturalmente condicionados, a ve-ces meras modas. La decisión puede estarsujeta a preferencias superficiales y, encualquier caso, coyunturales, que puedencambiar en el futuro, cuando ya las con-secuencias de las decisiones tomadas cie-gamente no son reversibles.

“Y la deseada mejora de la especie humanadesconoce que ésta, tal y como es, ya posee la di-mensión en la que están contenidos lo mejor y lopeor, elevación y caída, y que esas tendencias noestán sometidas a ningún límite –que presione oque defienda–, ni hacia arriba ni hacia abajo” (H.Jonas, op. cit; pág. 178).

Dejando de lado estas posibilidadessubsumibles bajo el concepto de eugene-sia, consideremos los elementos novedo-sos de las tecnologías que se están desa-rrollando, la clonación y la intervencióngenética, con las diferencias que las carac-terizan: mientras que la clonación es con-servadora (pretende mantener un tesoro

genético en su nivel actual), la interven-ción activa genética es revolucionaria(pretende precisamente el cambio de esematerial genético).

Para plantear las reservas críticas y losargumentos en contra fundamentales queformula Hans Jonas es preciso primeroanalizar las diferencias fundamentales queexisten entre la tecnología ingenieril clási-ca, la que conocemos, y la ingeniería ge-nética que se aplica en las nuevas tecnolo-gías genéticas.

En la tecnología ingenieril clásica, enla construcción mecánica aplicada a lamateria inerte, el ingeniero domina todoel proceso: desde la materia prima hasta elproducto final. En la ingeniería genética,por el contrario, lo que se busca es la mo-dificación de estructuras existentes. En laingeniería clásica el productor es el únicoactor. En la ingeniería genética la activi-dad del ingeniero se produce sobre la acti-vidad del organismo: la técnica biológicaes colaboradora de la autoactividad de unsistema biológico que ya funciona. El actotécnico adquiere la forma de la interven-ción y no de la construcción.

Lo dicho tiene consecuencias para lapredecibilidad de la técnica y de sus con-secuencias. En la construcción de la in-geniería mecánica el número de las va-riables desconocidas se acerca a cero. Lascaracterísticas del producto final sonpredecibles. “Para el ‘ingeniero’ biológi-co que tiene que asumir ‘sin más’ la do-minante complejidad de los determi-nantes ya existentes y en parte descono-cidos con su dinámica autoactiva, elnúmero de las variables desconocidas en

el plan total es inmenso” (H. Jonas, op.cit., pág. 166). Lo que en la ingenieríamecánica es plan, en la ingeniería bioló-gica se convierte en apuesta. La ingenie-ría mecánica puede desarrollarse a partirde los ensayos y volver a empezar una yotra vez. En la manipulación biológicalos ensayos se realizan siempre en el ori-ginal. Este hecho destroza la diferenciaentre ensayo y acto definitivo: en la ma-nipulación genética ambos coinciden.Por la razón que acabo de citar los ensa-yos y los actos de la ingeniería mecánicason reversibles. Los actos de la ingenie-ría biológica, por el contrario, son irre-versibles. Y porque son irreversibles, sialgo no resulta como se deseaba se plan-tea el problema de los desechos. Dese-chos que, en cualquier caso, son vida.

Puesto que la manipulación biológicase produce en el ámbito de la genética, seda otra diferencia básica: en el caso de lasmáquinas no hay nada parecido a la re-producción y a la descendencia. Produciren el nivel genético implica introducir al-go en el flujo del devenir, en el cual seencuentra el productor mismo. Y conello se plantea la cuestión del poder, tanunido a la técnica. El poder sobre la na-turaleza –Bacon– es ahora poder del serhumano sobre el ser humano, y ademásla sumisión de ambos al poder de las ne-cesidades y dependencias producidas porla técnica.

“En cuanto técnicamente dominada, la natu-raleza de repente vuelve a incluir de nuevo al serhumano, quien en cuanto dominador en la técnicase le había puesto enfrente. Pero ¿del poder dequién, sobre quién y sobre qué se trata? Evidente-mente del poder de los actuales sobre los que ven-drán, quienes se convierten en objetos indefensosante decisiones previas de los planificadores dehoy. El reverso del poder de hoy es la esclavitudposterior de los que serán vivos ante los que estaránya muertos” (H. Jonas, op. cit., pág. 168).

En la técnica clásica la finalidad estádefinida por el provecho. ¿Cuál es elprovecho en el caso de la técnica biológi-ca? En la ingeniería clásica la finalidad esel provecho del ser humano. Ahora setrataría del ser humano al provecho delser humano, algo difícil de pensar si nose da el paso de considerar que el ser hu-mano existe al servicio del ser humano.La medicina, tan citada como provechode la técnica biológica, es, por principio,conservadora y restauradora según unanorma de la naturaleza. ¿De qué finali-dad se trata? El ser humano ya existe. In-tentar mejorarlo implicaría la capacidadde decidir en qué consiste un ser huma-no mejor.

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Clonación e intervención constructivaen el código genéticoDe las diferencias citadas en el apartadoanterior entre ingeniería clásica y técnicabiológica se puede extraer fundamental-mente, y Hans Jonas lo hace, una crítica alas nuevas tecnologías biológicas: todasellas, aunque de distinta forma, hurtan elfuturo a seres vivos. Esta crítica debe serentendida, para captarla en toda su pro-fundidad, en el contexto de la compren-sión de vida en la obra de este autor.

Asumiendo la corrección del monis-mo del conocimiento, es decir, de la supe-ración del dualismo tal y como se ha idoproduciendo desde el Renacimiento a tra-vés de la cultura moderna, y constatandola dificultad del monismo materialista pa-ra dar cuenta de la emergencia de la viday, en el contexto de la vida, de la concien-cia, afirma H. Jonas que es preciso elabo-rar una ontología de la vida a partir de to-mar en serio la corporeidad de los seresvivos, puesto que es en esa corporeidad enla que se da la vinculación intrínseca de loemergente con la materia.

Así entendida la vida, está caracteri-zada por lo que el autor denomina “liber-tad necesitada”, apuntando la libertad atodo lo que implica novedad, futuro, nodeterminación por naturaleza, dar cuentade lo emergente en la vida y en el ser hu-mano, la importancia de la forma sobrela materia, del cambio sobre la identidad.Y apuntando la necesidad a la dependen-cia insuperable respecto al sustrato mate-rial, del cual depende, pues es precisa-mente en cuanto metabolizante que la vi-da, cualquier organismo vivo y el serhumano adquieren libertad. Vida, y li-bertad, por extensión, significa transfor-mación de algo preexistente, emergenciadesde algo dado previo, sin lo cual nopuede existir.

En ese contexto vida, libertad y futu-ro son términos que sólo pueden enten-derse en su referencia mutua. Esta con-textualización del concepto de futuro im-plica que éste es algo más que lo que estámaterialmente por venir, algo que todavíano se ha dado, aunque sea conocido. Im-plica necesariamente libertad, e implicanecesariamente vida en cuanto emergen-cia de algo nuevo. Al futuro así entendidole es inherente el aspecto de no ser cono-cido, de no ser controlado. Y la negaciónde un futuro así entendido implica nega-ción de vida y, en consecuencia, negaciónde libertad. A partir de estas consideracio-nes se puede analizar brevemente en quésentido tanto la clonación como la inter-vención constructiva genética hurtan fu-

turo a seres vivos y, en consecuencia,atentan contra la vida misma.

La clonación es la producción de ungemelo pero con diferencia temporal. Es-ta diferencia temporal es arbitraria. La ra-zón de la clonación puede radicar en lavoluntad de multiplicar una cualidad so-bresaliente, pero extraordinaria, y portanto no normal, individualizada: la clo-nación superaría esa característica de serextraordinaria y la convertiría en ordina-ria. La fijación de un rendimiento extra-ordinario adquirido en la evolución esuna de las razones que pueden existir parala clonación. Pero así como de un ganade-ro puedo saber exactamente qué espera deella (un ejemplar de vaca que produzcamuchísima leche),

“¿… sabemos nosotros lo que queremos de loshumanos? ¿Y quién es ‘nosotros’ en el caso de untal ‘saber’, es decir, de un querer consciente y quese articula en palabras? Y quien posee un tal que-rer... ¿sabe también lo que se puede y debe quererdel ser humano? Y si cree saberlo, ¿cómo sabe quelo sabe realmente?” (H. Jonas, op. cit., pág. 184).

Si la finalidad de la clonación huma-na es la producción de un gemelo con di-ferencia temporal para fijar conquistas al-canzadas por la evolución que puedanservir para el mantenimiento y la conser-vación del ejemplar inicial en el caso deque sus órganos se deterioren, plantea lacuestión ética de cómo se puede hurtar aun ser humano la necesidad y la obliga-ción de ir conquistando su propia identi-dad que no está fijada de antemano, sinlo cual no existe ni vida ni libertad. Estacuestión ética implica lo que H. Jonas de-nomina “derecho a no saber”: sólo asíexiste futuro, y vida y libertad. En el casode un clonado éste conoce de antemanodemasiado sobre sí mismo, y los demássaben demasiado sobre él. “Y de esa for-ma se le roba a la apuesta de la vida suapertura seductiva y también angustiosa”(H. Jonas, op. cit., pág. 191).

La negación de futuro que aparece enel caso de la clonación puede parecer bas-tante evidente, y con ello la cuestión éticade que a un ser clonado se le hurta la li-bertad con la posibilidad de ser una sor-presa para sí mismo. La clonación es con-servadora: busca la fijación de un nivel deevolución ya alcanzado. Lo contrario pa-rece ser igualmente evidente en el caso dela intervención constructiva biológica: nose trata de conservar un grado de evolu-ción alcanzado sino de cambiar la basegenética existente, de mejorar esa base. Y,sin embargo, también en este caso seplantea la misma cuestión ética del hurto

del futuro, y por lo tanto de vida y de li-bertad, además de otra cuestión ética fun-damental.

También en la intervención construc-tiva biológica se plantea la cuestión delfuturo robado en la medida en que dichaintervención se realiza en función de unosprincipios selectivos que responden a cri-terios que sólo pueden ser actuales, váli-dos para los contemporáneos, incapacesde prever los principios en los que podrí-an basar la selección de criterios las gene-raciones venideras. Y todo ello, la fijaciónactual no de lo alcanzado en la evoluciónnatural pero sí de lo alcanzado en la evo-lución cultural, sobre la base de que la in-tervención biológica para modificar la ba-se genética implica su reproducción, suentrada en la serie genética de las genera-ciones posteriores.

Pero, además de ese mismo robo defuturo, y vuelvo a insistir, de libertad y de vida, se plantea otra cuestión ética bá-sica: la posibilidad de que se rompa launidad de la especie humana. A través demodificaciones genéticas acumuladas y de las consecuencias reproductivas trans-formadoras no controlables se abre lapuerta al surgimiento de otra especie. Elconcepto mismo de ser humano quedaríaen peligro y el discurso de los derechoshumanos, que implica la unidad y la uni-versalidad del ser humano, quedaría tam-bién en entredicho, se abriría la puerta acancelar la lealtad a la integridad del serhumano como tal.

En el plano de la moral es necesarioque el causante de un mal pueda ser de-clarado responsable, que se le puedan pe-dir responsabilidades. Sólo así es posiblehablar de un sentimiento moral. En el ca-so de la intervención biológica constructi-va, sin embargo, se crea una situación enla que se llevan a cabo actos de los que noes necesario asumir la responsabilidad an-te aquellos en los que pueden llegar a te-ner consecuencias. Y con ello estaríamosen una situación en la que

“la posible acusación de generaciones poste-riores contra sus productores no encuentre a nadieque pudiera dar respuesta y hacer penitencia, ytampoco instrumentos de reparación” (H. Jonas,op. cit., pág. 200).

Por estas razones algunos científicosgenéticos reclaman la declaración de dere-cho humano para el código genético exis-tente en su totalidad. Porque inclusocuando las cuestiones se plantean de for-ma diferenciada, como en el caso de lascélulas madre obtenidas de embriones noimplantados, en cuyo caso incluso teólo-

JOSEBA ARREGUI

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gos han afirmado que no se puede hablarde seres humanos, condición que sólo seadquiriría a partir de su implantación enel útero, es de nuevo la cuestión del dere-cho al futuro la que vuelve a aparecer contoda su fuerza. En la entrevista ya citadacon el político socialdemócrata y teólogoRichard Schröder, publicada por Spiegel(50/2001), éste hace suya la opinión delteólogo suizo Johannes Fischer según lacual la cuestión de “si un embrión gozadel derecho a la defensa de la vida huma-na depende única y exclusivamente de sise trata de un ser humano en devenir–um einen werdenden Menschen–. Si no esel caso, decae también la obligación de ladefensa de la vida” (pág. 228). Pero quientoma esta decisión decide sobre el futurode algo que potencialmente ya ha comen-zado, porque ya hay vida y esta vida espotencialmente humana.

No se puede dejar de lado una refle-xión que deriva de una de las diferenciasque existen entre la ingeniería clásica y latécnica biológica: en este último caso elensayo se produce en el original y al pro-ducirse en él impide la reversibilidadpropia de la técnica clásica, que puedefuncionar por ensayo y error. En el casode la técnica biológica no hay posibili-dad de revertir lo indeseado, sino que seproducen desechos (no sólo los embrio-nes no implantados de los que se puedenextraer las células madre, sino embrionesimplantados pero que ponen en riesgo laviabilidad de los fetos plurales y queobligan a eliminar a alguno de ellos,práctica recurrente dada la pluralidad defertilizaciones que acompaña a la fertili-zación in vitro: es de provecho leer lostestimonios de los médicos que debenproceder a esa eliminación), que ademáspueden ir acompañados de capacidad re-productiva.

Todo ello obliga a una reflexión: enel caso de la técnica biológica las cues-tiones se plantean no en la ejecución delo posible sino ya en el momento deldesarrollo del método mismo. Supo-niendo que la definición de Bacon de laciencia como el saber que permite ins-taurar el dominio de los humanos sobrela naturaleza permita una interpretaciónneutra de la ciencia, algo por lo menosdiscutible, planteando las cuestiones éti-cas a partir de esa neutralidad en el mo-mento de la utilización de lo desarrolla-do científicamente, la técnica biológicaobliga a tomar totalmente en serio, aun-que aplicándolas a otro ámbito de laciencia, las palabras de Oppenheimerdespués de desarrollar la primera bomba

atómica: “La ciencia ha perdido la ino-cencia”.

ConclusiónHe tratado de colocar estas reflexiones,siempre de la mano de Hans Jonas, en elcontexto de una ontología de la vida, en-tendiendo que no es posible trazar una lí-nea divisoria clara entre los distintos orga-nismos vivientes: la vida, desde que surge,implica futuro y tendencia a la libertad.En las discusiones que acompañan el de-sarrollo de las nuevas tecnologías biológi-cas muchas veces se argumenta como siexistiera una línea divisoria clara y radi-calmente delimitante entre el ser humanoy el resto de los organismos vivos. Perotodos formamos parte de lo que se puededenominar el flujo de la vida.

Algunos químicos están tratando desintetizar nuevas formas de vida. Refirién-dose a estos intentos, la revista The Eco-nomist cita a Peter Schultz, del ScrippsResearch Institute, de la Jolla, con las si-guientes palabras:

“Los límites del código genético son historia.Por lo menos en las bacterias, los límites genéticoscon los que hemos tenido que luchar durante los úl-timos miles de millones de años han desaparecido”.

Y la revista relata los resultados de lasinvestigaciones para variar los códigos ge-néticos de las bacterias, para crear nuevasbacterias, para hacer artificialmente, en ellaboratorio, lo que el código genético delas bacterias hace en la naturaleza. Y anteel anuncio del mismo doctor Schultz deque en dos o tres años serán capaces de crear un ratón en el laboratorio, for-mula la siguiente reflexión:

“Gane el aplauso o el oprobio, a pesar de todoqueda una pregunta a la que el doctor Schultz notiene todavía respuesta alguna: si las limitacionesdel código genético pertenecen realmente a la his-toria, ¿qué limitaciones quedan?” (The Economist,16 de febrero de 2002, pág. 78).

Al intento de recrear la naturaleza pormedio de la ciencia, la tecnología y la in-dustria, respondemos hoy con las reflexio-nes de que estamos perdiendo la referen-cia del otro mediador para entendernos anosotros mismos, que en la naturaleza noencontramos más que nuestra propiasombra, y que hoy los riesgos no son de-bidos a la naturaleza sino producto denuestra intervención en ella (Ulrich Beck,Die Risikogesellschaft [La sociedad del ries-go]). ¿Existirá reflexión posible como res-puesta al intento no de recrear la natura-leza exterior a nosotros sino la vida mis-ma, nuestra propia naturaleza interior, el

código genético, la base biológica que haconstituido, por lo menos hasta ahora, laespecie humana? n

BIBLIOGRAFÍA

Der Spielgel: 50/2001.

The Economist, 16 de febrero de 2002.

BECK, Ulrich: Risikogesellschaft, Auf dem Weg in ei-ne andere Moderne. Existe traducción en español,La sociedad del riesgo, 1986.

BLUMENBERG, Hans: Die Legitimität der Neuzeit,(La legitimidad de la modernidad), 1988.

JONAS, Hans: Das Prinzip Verantwortung. Existetraducción en castellano: El principio de responsabi-lidad, 1979.– Technik, Medizin und Ethik (Técnica, medicina yética), 1985.– Das Prinzip Leben (El principio vida), 1994.– Philosphische Untersuchungen und metaphysischeVermutugen (Investigaciones filosóficas y sospechasmetafísicas), 1992.

MORIN, Edgar: El método, II-La vida de la vida,1993.– ‘El problema del conocimiento’, en El final de losgrandes proyectos (Fischer, Retzer, Schweizer,comp.), págs. 98 y sigs., 1997.

PLESSNER, Helmuth: Die Stufen des Organischenund der Mensch (Las graduaciones de lo orgánico y elser humano), 1975.

WILSON, Edwuard O.: Conscilience, The Unity ofKnowledge. 1998.

Joseba Arregui es profesor asociado de la UPV.

ÉTICA DE LA VIDA

18 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 122

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CINCO TESIS SOBRE LA SITUACIÓN ARGENTINA

ERNESTO GARZÓN VALDÉS

reo que no es incorrecto afirmarque la actual situación política,económica y social de Argentina ha

provocado en el exterior sorpresa mani-fiesta, y en el interior del país, desilusiónairada. Como dos ejemplos paradigmáti-cos de sorpresa exterior valgan los si-guientes: en enero de 2002, Mario Var-gas Llosa, en un artículo periodístico ti-tulado ¿Por qué? ¿Cómo?, se preguntabaperplejo cuáles eran las causas que habíanconducido al desastre argentino1. Sema-nas antes, Carlos Fuentes había expresa-do también su asombro: “Y me pregun-to, ¿qué han hecho los argentinos de Argentina? ¿Por qué, teniéndolo todo,han acabado sin nada? ¿Cómo es posibleque uno de los países más ricos del mun-do esté al borde de la quiebra?”2. La de-silusión argentina fue acompañada por elruido de cacerolas que derribó cuatropresidentes en tan sólo dos semanas. El89% de los argentinos se identifica conlos cacerolazos como forma de protestapacífica3.

Tanto la sorpresa como la desilusiónresponden a la percepción de una reali-dad que se presenta como insólita o im-prevista. La primera es, en buena parte,el resultado del desconocimiento de rela-ciones causales; la segunda es la conse-cuencia de haber alentado falsas ilusio-nes. Para evitar la sorpresa o la desilusión

lo mejor es procurar acercarse sobria-mente a la situación argentina y tratar dedescribirla presentando algunos rasgosque explican por qué estamos donde es-tamos y por qué es difícil superar conéxito un estado de cosas en donde unaespecie de causalidad circular estimula laestabilidad de la crisis y, al hacerlo, au-menta la dimensión del fracaso de unproyecto de nación. En lo que sigue, melimitaré a formular cinco tesis de las quepueden inferirse algunas conclusiones,no muy alentadoras con respecto al futu-ro argentino.

En la ciencia política contemporá-nea, es frecuente recurrir a la metáforadel velo con el objeto de facilitar la com-prensión de propuestas teóricas o de pre-sentar bajo una fórmula abreviada pro-blemas más o menos complejos del com-portamiento ciudadano. Un ejemplo delprimer caso es el del llamado “velo de laignorancia”, que juega un papel decisivoen la teoría de la justicia de John Rawls.Su función es, como se sabe, asegurar elmayor nivel de imparcialidad posible porparte de quienes en una “posición origi-naria” habrán de elegir los principios dela justicia. Tras el “velo de la ignorancia”,las personas quedan desprovistas de cier-tas informaciones sobre sus característi-cas empíricas y se convierten en seresimparciales o en agentes morales, en elsentido kantiano de la palabra. El “velode la ignorancia” se ha convertido enuna fórmula utilizada hasta por quienesdesconocen su genealogía. Es un verda-dero lugar común.

Un ejemplo del segundo caso es eldel “velo de la insignificancia”. La pri-mera referencia que conozco de este tipode velo se encuentra en un informe deinvestigación que Harmut Kliemt pre-sentara al Center for the Study of PublicChoice en mayo de 1985. En este docu-mento analiza el comportamiento electo-

ral “detrás de lo que quisiera llamar el‘velo de la insignificancia”4. Un año an-tes, Geoffrey Brennan y Loren Lomaskyhabían estudiado la relación inversa queexiste entre el número de votantes y larelevancia del voto individual5. En 1993,ambos autores utilizaron el término “ve-lo de la insignificancia” para referirse aldilema del votante en aquellas situacio-nes electorales en las cuales su voto nointroduce ningún cambio en el resultadode la votación, es decir, no es decisivo6.

Quisiera proponer un tercer tipo de ve-lo que cumple funciones diferentes a las delos dos mencionados. Lo llamaré el “velo de la ilusión”. A diferencia del “velo de laignorancia”, no es un artificio para lograruna mayor objetividad valorativa por partede quien está situado detrás de él, sino quetiene un efecto distorsionante de la realidadque encubre. A diferencia del “velo de la in-significancia”, no es útil como fórmulaabreviada de un problema, sino que másbien contribuye a crearlo. Es, por ello, epis-témicamente peligroso situarse detrás de él.

La razón principal por la cual tal es elcaso es que el “velo de la ilusión” no es unartificio que facilite la abstracción, sinoque promueve la idealización. OnoraO’Neill ha propuesto una clara distinciónentre abstracción e idealización:

“Una teoría (…) es abstracta si proporcionauna versión general de algún asunto, que hace lite-

C

20 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 122

1 Cfr. La Nación del 8 de enero de 2002,pág. 21. En lo que sigue habré de utilizar como fuentepreferentemente la información periodística. Ello res-ponde a dos razones: primero, buena parte de los he-chos a los que me refiero son recientes y no han sidorecogidos en estudios especializados y, segundo, su di-fusión cotidiana permite inferir un amplio conoci-miento por parte del gran público y entender mejorlas reacciones del argentino medio.

2 Cfr. La Nación del 16 de diciembre de 2001,Sección 7, pág. 5.

3 Cfr. La Nación del 13 de enero de 2002,pág. 11.

4 Agradezco esta referencia a Ruth Zimmerling.Cfr. también Hartmut Kliemt, ‘The Veil of Insignifi-cance’, en Europäische Zeitschrift für Politische Ökono-mie/European Journal of Political Economy, 2/3(1986), págs. 333-344, pág. 334.

5 Cfr. Geoffrey Brennan y Loren Lomasky,‘Inefficient Unanimity’, en Journal of Applied Philo-sophy, vol. 1, núm. 1 (1984), págs. 151-163.

6 Cfr. Geoffrey Brennan y Loren Lomasky, De-mocracy & Decision. The Pure Theory of Electoral Pre-ference, Cambridge, Cambridge University Press,1993, págs. 124 y 224.

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ralmente abstracción de detalles y, por ello, es (máso menos) indeterminada. Todas las descripciones yprescripciones, en verdad todo uso del lenguaje y de la razón, tiene que ser, en alguna medida, abs-tracto”7.

“Una descripción (…) útil tiene que dejar delado muchos detalles y, por ello, será abstracta. Sinembargo, la omisión selectiva no es lo mismo que laadición selectiva. Una adición selectiva puede hacerque una teoría sea inaplicable (…) Las teorías noson abstractas sino idealizadas si confían en des-cripciones o principios que aumentan y ‘liman’aquéllos [detalles] vinculados con las situaciones yacciones que se supone calzan bien en la teoría”8.

1. El “velo de la ilusión”ha distorsionado la visión de la historiay la realidad argentinasMi primera tesis afirma que los argentinoshemos solido interpretar nuestra historia ynuestro presente tras el “velo de la ilusión”.Ello nos permitía una adición selectiva decaracterísticas que juzgamos convenientespara confirmar nuestros pre-juicios (en elsentido literal de la palabra). El resultadofue siempre una versión “ligeramente de-formada” de la situación que queríamosdescribir, frente a la que se respondía conpropuestas también idealizadas. Creamos

así un marco de discusión que sólo parcial-mente tenía que ver con la realidad y noslanzamos a la búsqueda de soluciones quenecesariamente fueron inadecuadas, o nosenfrentamos recíprocamente en polémicas,no sólo verbales sino también trágicamentecruentas, en aras de la imposición de loque entrevimos como salida a una situa-ción a la que habíamos adicionado selecti-vamente características que juzgamos rele-vantes para nuestros propósitos. Si ello esasí, no puede extrañar que el “velo de lailusión” sea justamente el que termina pro-vocando la desilusión y el desengaño cuan-do la realidad se impone y desgarra el velo.Pero, como parece que tenemos vocaciónde tejedores, de inmediato nos lanzamos aemparcharlo entretejiéndole nuevos datosque nos permiten refugiarnos detrás deuna nueva ilusión9.

No es posible tratar aquí toda y cadauna de las ilusiones que han condiciona-

do la interpretación de la historia argenti-na10. Baste mencionar las siguientes:

a) La ilusión del liberalismo y del pa-pel democratizante de las clases medias.

b) La ilusión del peronismo.c) La ilusión demencial del terrorismo

de Estado.d) La ilusión de la justicia a medias.e) La ilusión suicida del neoliberalis-

mo.f ) La ilusión de la renovación institu-

cional tras la supuesta superación del me-nemismo11.

Cada una de estas ilusiones ha dadoorigen, a su vez, a reacciones irremedia-blemente falsas, que enturbiaron aún másla visión de los problemas reales y contri-buyeron a la desorientación de una socie-

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7 Onora O’Neill, Faces of Hunger. An Essay onPoverty, Justice and Development, Londres, Allen &Unwin, 1986, pág. 28.

8 Ibídem, pág. 29. Subrayado en el original.

9 León Rozitchner, en ‘Exilio, guerra y democra-cia: una secuencia ejemplar’, en Saúl Sosnowski(comp.), Represión y reconstrucción de una cultura: el ca-so argentino, Buenos Aires, Eudeba, págs. 167-186,pág. 173, ha subrayado “la responsabilidad que tene-mos todos en superar las fantasías y las ilusiones quenos llevaron a la situación actual”. El tema de la ilusiónestá presente en otras obras recientes: José María Pas-quini Durán, Ilusiones argentinas. Un relato de ideas,Buenos Aires, Planeta, 1995; Mempo Giardinelli, Elpaís de las maravillas. Los argentinos en el fin del milenio,Buenos Aires, Planeta, 1998, y Tomás Eloy Martínez,El sueño argentino, Buenos Aires, Planeta, 1999.

10 Para un análisis detallado de las ilusiones ar-gentinas, cfr. Ernesto Garzón Valdés, El velo de la ilu-sión, Buenos Aires, Sudamericana, 2000.

11 Tras la lectura de una primera versión de estetrabajo, Guillermo O’Donnell me ha sugerido incluiruna ilusión más: “Esa idea argentina, herencia de tiem-pos idos y oligárquicas memorias, que ‘somos Europa’,con pasadas y letales tendencias a la ‘Argentina potencia’y bajo el menemismo, ‘ser parte del primer mundo’.Sospecho que esta tendencia, ampliamente compartidapor la clase media que hoy sufre, ha sido una ilusión quenos ha velado ver al país latinoamericano que siemprefuimos”. Tiene razón; el lector, sobre la base de su pro-pia experiencia, puede agregar otras sin olvidar el carác-ter distorsionante del “velo de la ilusión”.

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dad cuya frustración aumentaba a medidaque tardíamente descubría que la realidadirrumpe siempre tozudamente y terminadestruyendo las expectativas que preten-den ignorarlas.

2. La sociedad argentina actual es una sociedad indecenteAvishai Margalit ha propuesto la siguientedefinición:

“Una sociedad decente es aquella que comba-te las condiciones que constituyen una justificaciónpara que sus miembros se consideren humillados.Una sociedad es decente si sus instituciones no ac-túan de forma tal que la gente bajo su autoridadtenga buenas razones para considerarse a sí mismahumillada”12.

Una gran mayoría de mis conciuda-danos tienen “buenas razones” para sen-tirse humillados y lesionados en su auto-estima como seres humanos. Si se aceptala definición de Margalit, estamos, pues,frente a una Argentina indecente en la que,por un lado, la amenaza del hambre secierne sobre seis millones de argentinosindigentes13; la miseria se incrementa arazón de 70.000 pobres más por mes14;los pobres de Rosario piden se les faciliteel acceso a la basura del Mercado deAbasto15; se registra un aumento en elGran Buenos Aires del 30% de asesinatosen enero de 2002 en comparación con elmismo mes del año anterior16; en febrerode 2002 los despidos aumentaron en un134% más que en enero y un 3.200%

respecto del mismo mes del año pasado17;en Jujuy los niños no alcanzan la alturacorrespondiente a su respectiva edad porfalta de alimentación adecuada18; y unabuena parte de la clase media ha perdidosus ahorros acorralados por haber confiadoen la vigencia de leyes derogadas por losmismos que las promulgaron. En el otroextremo, Carlos Menem formula consejosde organización económica y social desdeuna suite mexicana cuyo costo diario es de4.000 dólares19; el fiscal general de Gine-bra, Bernard Bertossa, confirma depósitosde 10 millones de dólares y formula la sos-pecha fundada de que el titular de los mis-mos es el líder justicialista20, liberado nohace mucho de culpa y cargo en un escan-daloso proceso gracias a un fallo de la Su-prema Corte, cuyo presidente es ex sociodel acusado21; Miguel Buongiorno, masa-

jista personal de Carlos Menem, y EdgarRomero Chacón, profesor de tenis de Zu-lemita Menem, figuran en la lista de per-sonas que cobran jubilaciones de privile-gio, es decir, beneficios que no resultan deaportes jubilatorios previos durante losaños de actividad laboral legalmente esta-blecidos22; el viernes anterior a la imposi-ción del corralito, 358 camiones blindadostransportaron al exterior unos 1.800 mi-llones de dólares de quienes dispusieronde información privilegiada y pusieron asía buen recaudo sus depósitos bancarios23.La lista de hechos que testimonian el abis-mo existente entre humillados y podero-sos podría continuarse largamente, y ellono haría más que confirmar la existenciade una sociedad indecente, es decir, mo-ralmente injustificable.

* * *

Toda democracia representativa re-quiere como condición necesaria para sucabal funcionamiento la existencia de unasociedad homogénea, en el sentido de quecada uno de sus miembros ha de tener laposibilidad de acceder a la satisfacción desus necesidades básicas y de exigir el cum-plimiento de los derechos fundamentales.Es ello lo que permite, en principio, la ne-gociación y el compromiso políticos. Unasociedad indecente es, por definición, ex-cluyente; en Argentina, aproximadamenteel 20% de la población vive en la miseria,es decir, para ella no rige el principio deaccesibilidad. La inmoralidad de la inde-cencia convierte entonces en vana retóricalos preceptos del diseño constitucional de-mocrático-representativo.

3. La sociedad argentina actual es unasociedad políticamente distorsionadaLa sociedad argentina no es sólo indecen-te, sino que la estructura formal de lasinstituciones democráticas está radical-mente desfigurada por las reglas del éxitosocial y económico entusiastamente prac-ticadas por buena parte de quienes deten-tan el poder político. Estas reglas respon-

CINCO TESIS SOBRE LA SITUACIÓN ARGENTINA

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12 Avishai Margalit, The Decent Society, Cam-bridge, Mass./Londres, Harvard University Press,1998, págs. 10 y sigs.

13 Cfr. El País del 27 de enero de 2002 y La Na-ción del 21 de febrero de 2002, pág. 1. El problemadel hambre en Argentina ha provocado acciones desocorro necesarias aunque difíciles de entender en unpaís con fama de haber sido “el granero del mundo”:en España, la Iglesia católica y Cáritas recaudaron enfebrero de 2002 unos seis millones de euros, y el 23de ese mismo mes partió de Valencia el barco CecilieMaersk con 280 toneladas de medicamentos y alimen-tos para Argentina (cfr. La Nación del 24 de febrerode 2002, pág. 1). Como “refuerzo celestial” de esta ac-ción caritativa se rezaron 77.000 misas en 23.000 pa-rroquias de toda España (cfr. Clarín del 25 de febrerode 2002).

14 Según cálculos de febrero de 2002, habría 10millones de pobres en todo el país. Se considera pobre aquien percibe 154 pesos por mes e indigente a quien re-cibe 64 pesos en el mismo periodo (un dólar norteame-ricano = 2,50 pesos) Cfr. La Nación del 21 de febrerode 2002, pág. 1.

15 Cfr. La Voz del Interior del 23 de febrero de2002. Ya en junio de 2001, el 55,9% de la población de la provincia de Salta vivía en la pobreza y el 10%más rico conseguía 24 veces más ingresos que el 10% más pobre (cfr. La Nación del 20 de junio de2001, pág. 7).

16 Cfr. La Nación del 10 de febrero de 2002,pág. 19.

17 Cfr. Clarín del 12 de marzo de 2002. En unpaís en donde el seguro por desempleo es práctica-mente desconocido, desocupación e indigencia sontérminos casi equivalentes.

18 No sólo en Jujuy la infancia sufre las conse-cuencias patológicas de la pobreza: en el Gran BuenosAires, de acuerdo con un estudio realizado en mayo de2001, los niños que pertenecen a hogares cuyas necesi-dades básicas no están satisfechas manifiestan un desa-rrollo mental considerablemente inferior a los bien ali-mentados, es decir, inician su vida con un gran handi-cap discriminatorio; para ellos no vale el principio deigualdad de oportunidades. La pobreza infantil es “in-sidiosa e inmoral” (según un juicio de la Unicef). Cfr.La Nación del 12 de junio de 2001, págs. 1 y 12.

19 Se trata de la suite Sol del Four Seasons, enPunta Mita. En honor de la verdad y de la exactitudcontable, habría que corregir la cifra del texto y susti-tuirla por la siguiente: 3.919 dólares diarios, es decir,una suma que equivale aproximadamente a 25 salariosmínimos en Argentina. La estancia del matrimonioMenem-Bolocco en este hospedaje fue de una semana.Dejo librada al interés del lector la tarea de multiplicarpor siete las sumas indicadas y le recomiendo para unainformación más detallada la lectura de las páginas 24-30 de la revista Noticias del 19 de enero de 2002.

20 Es difícil calcular exactamente la fortuna acu-mulada por Carlos Menem durante sus gestiones gu-bernamentales; no lo es, en cambio, sostener que es in-mensa, no sólo en términos argentinos. Lo mismopuede decirse de la fortuna de su hija (los cálculos osci-lan entre 6 y 12 millones de dólares) y la del hijo falle-cido el 15 de marzo de 1995 (propietario de valiososinmuebles, de una aeronave Cessna, modelo T-210 yde un helicóptero Bell, valuado entre setecientos mil y un millón doscientos mil dólares). Cfr. La Nacióndel 14 de junio de 2001, pág. 7. Lo escandaloso de es-tas fortunas no es tanto su monto cuanto su sospecho-so origen. En el caso de Zulemita Menem cuesta creerque, como concesionaria de Toyota en el porteño ba-rrio de Núñez, pueda –durante los años que su padrefue presidente– haber logrado reunir una fortuna quele permite alternar su vida de lujo faraónico entreBuenos Aires y Miami “sin hacer nada, que es lo que mejor sabe hacer” (cfr. Franco Lindner, ‘ZulemitaMenem. Una herencia inagotable’, en Noticias del 16de marzo de 2002, págs. 25-29, pág. 28).

21 Se trata de Julio Nazareno. Ingresó a la Corteen 1990 cuando Carlos Menem aumentó el númerode jueces del tribunal a fin de asegurarse respaldo ju-dicial para sus medidas de gobierno; implantó enton-

ces la llamada “mayoría automática”. Antes de llegar ala Corte, Nazareno había sido socio de Carlos Menemy de su hermano Eduardo en un estudio de abogados.Falló en favor de las privatizaciones, del congelamien-to de depósitos con el llamado Plan Bonex en 1990,del aumento de las tarifas telefónicas y del indulto alos represores de la dictadura militar y a los guerrille-ros de los años setenta (cfr. El País del 4 de febrero de2002, pág. 4).

22 Cfr. La Nación del 31 de julio de 2001,pág. 9.

23 Cfr. 3 Puntos, núm. 238, del 17 de enero de2002, pág. 13.

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den a un objetivo básico: la práctica de lacorrupción y la garantía de la impunidad.Ya en 1988, el sospechosamente exitosoempresario Alfredo Yabrán, vinculado alas altas esferas gubernamentales argenti-nas, formuló en una concisa frase la inter-pretación vigente de lo que significa tenerpoder: “Poder es impunidad”. No puedesorprender por ello que el actual presi-dente argentino evaluara no hace muchola calidad moral y profesional de la diri-gencia política con la siguiente frase auto-rreferente que El País publicara como ti-tular de una de sus páginas: ‘La clase polí-tica argentina es una mierda en la que yome incluyo’. Tampoco resulta extraño quelas y los caceroleros desfilen por las callesgritando a voz en cuello: “¡Que se vayantodos!”. El carácter universal de esta frasedebe ser entendido literalmente24. No serefiere sólo a los funcionarios de alta je-rarquía del Ejecutivo, sino que abarcatambién a los diputados y senadores (en-vueltos durante el Gobierno de De la Rúaen un conocido escándalo de soborno25)y a la Suprema Corte de Justicia, integra-

da por jueces en su mayoría sospechososde corrupción y de menguada capacidadprofesional, como es el caso de EduardoMoliné O’Connor, cuyo mayor mérito esser un alto funcionario de la AsociaciónArgentina de Tenis y cuñado de HugoAnzorreguy, ex jefe de la SIDE (Serviciode Inteligencia del Estado) durante el me-nemismo, o de Augusto Belluscio, cono-cido principalmente por el suicidio de suex socia y pareja, que se arrojó por la ven-tana de un hotel en París26. Sobre cadauno de los nueve miembros de la Cortepesa actualmente un promedio de 15 soli-citudes de juicio político. En caso de queprospere el juicio político decidido el 5 defebrero de 2002, ello se deberá probable-mente no tanto a razones de idoneidad si-no al hecho de que la Corte falló en con-tra del corralito creado por el Decreto1.570/0127. En efecto, este fallo pronun-ciado el 1 de febrero de 2002 en el casoSmith, Carlos Antonio fue calificado poralgunos políticos y juristas como un “gol-

pe de Estado judicial”28. Por su parte, elPoder Ejecutivo, recurriendo a una curio-sa interpretación de la división de pode-res, dictó de inmediato el Decreto de Ne-cesidad y Urgencia 214/02, cuyo artículo12 dispone la suspensión de la tramita-ción de los procesos judiciales y medidascautelares y ejecutorias que se vinculencon las normas que regulan la emergenciafinanciera29. Como manifestara pública-mente la Academia Nacional de Derechoel 11 de febrero de 2002, esta disposición“afecta el derecho de acceder a la justicia,en violación de garantías constituciona-les”.

La impunidad es, desde luego, la ma-nifestación judicial de un fenómeno másamplio: la corrupción. De acuerdo con losresultados de una investigación publicada

ERNESTO GARZÓN VALDÉS

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24 Esta exigencia presupone una afirmación pre-cedida de un cuantificador universal que reza: “Paratoda persona que desempeñe un cargo político vale elcalificativo de corrupto y/o inepto”. La afirmación esfalsa. No es verdad que toda persona que detente poderen Argentina es corrupta y/o inepta para su cargo.Conviene distinguir entre generalización y universali-zación. Del hecho empíricamente verdadero de unacorrupción generalizada no se infiere sin más la co-rrupción universal, algo que, por otra parte, es concep-tualmente imposible. Pero, además, la exigencia es ins-titucionalmente peligrosa porque significa poner enduda y pretender eliminar el sistema de la democraciarepresentativa. El diputado Luis Zamora ha expresadocon insuperable claridad esta posición: “No me que-dan dudas [de que hay que derribar a Duhalde, EGV](…) hasta que logremos mecanismos de democraciadirecta y la población, mediante los mecanismos quedecida, anule esa cláusula antidemocrática bajo la cualse defiende la democracia representativa del pueblo pa-ra que no delibere ni gobierne sino a través de sus re-presentantes”. (Cfr. 3 Puntos, núm. 247, del 21 demarzo de 2002). Una versión violenta del rechazo in-discriminado de la clase política es la práctica del lla-mado “escrache”, es decir, la agresión física a dirigentespolíticos de las más diversas orientaciones ideológicas.El “escrache” conduce a una ladera resbaladiza de cre-ciente violencia que, cuando se generaliza, adquiere laforma hobbesiana del estado de naturaleza en dondetodos escrachan a todos. Y cuando ello sucede, el reme-dio suele no ser la democracia directa sino el soberanode legibus solutus; dicho sin latinazgos: la dictadura.

25 Cfr. al respecto, Joaquín Morales Solá, El sue-ño eterno. Ascenso y caída de la Alianza, Buenos Aires,Planeta/La Nación, 2001, especialmente págs. 100 ysigs. En febrero de 2002, según declaraciones del juezfederal Rodolfo Canicoba Corral, la causa judicial porlos sobornos que se pagaron al Senado para forzar laaprobación de la ley de reforma laboral votada el 26de abril de 2000 será probablemente archivada sinque ninguna persona haya sido declarada culpable.Bajo el título ‘Senado: aquí no pasó nada’, el diarioLa Nación publicó el 20 de febrero de 2002, pág. 18,

un comentario editorial en el que acertadamente sedecía: “Es lamentable que en una situación como laque vive Argentina, signada por una enorme crisis dedesconfianza hacia las instituciones del Estado, un ca-so judicial que en su momento produjo un justificadoestallido de indignación social tenga un desenlace tancontradictorio con las expectativas de la opinión pú-blica. Esta clase de episodios son los que contribuyena robustecer la sospecha de que sectores de la dirigen-cia político-institucional están vinculados por pactosde recíproca protección y de impunidad, al abrigo delos cuales nadie se hace responsable de nada. Comoconsecuencia de esos pactos, el descalabro nacionalaparece como un fenómeno en el que abundan las se-ñales catastróficas, pero en el que nunca llega a escri-birse ningún nombre propio”.

26 En 1992, Belluscio fue condenado a pagarle50.000 pesos (equivalentes entonces a 50.000 dólaresnorteamericanos) a su mujer, que lo había demanda-do por adulterio. En diciembre de 2001 redactó lasentencia de la Corte que dispuso la libertad de CarlosMenem y su ex cuñado en la causa por venta ilegal dearmas a Croacia y Ecuador ocurrida entre 1991 y1995. Fue designado juez de la Corte en 1983 por elentonces presidente Raúl Alfonsín a petición del mi-nistro de Justicia Carlos Alconada Aramburú (cfr. LaNación del 26 de noviembre de 2001, pág. 9).

27 Entre las imputaciones dirigidas contra losjueces de la Corte destacan: asociación ilícita, traicióna la patria, incompetencia ética y moral, abuso de au-toridad y prevaricato. Conviene, sin embargo, teneren cuenta que el enfrentamiento del Poder Ejecutivocon la Corte es de naturaleza político-económica. Enefecto, según fuentes bien informadas, el Gobiernohabría sugerido a los jueces que podría intentar “fre-nar” el enjuiciamiento siempre y cuando la Corte dis-pusiera, por ejemplo, que una medida cautelar en fa-vor del ahorrista “acorralado” no implica la devolu-ción del dinero, sino que éste deberá quedardepositado en una cuenta bancaria hasta la finaliza-ción del juicio (cfr. La Nación del 23 de marzo de2002, pág. 10).

28 Cfr., por ejemplo, el artículo con este mismotítulo de Federico Pinedo en La Nación del 7 de fe-brero de 2002, pág. 17. Según el diputado José Falú(Alianza Frente de Todos), el fallo de la Corte habría

“puesto en peligro la paz social de la Nación” y el di-putado José María Díaz Bancalari (PJ) lo calificó de“exabrupto” (cfr. La Nación del 8 de febrero de 2002,pág. 8).

29 En virtud de esta disposición del Poder Ejecu-tivo, Carlos Smith no pudo retirar su dinero y tuvoque iniciar un nuevo procedimiento ante la Corte so-licitando la inconstitucionalidad del decreto 214/02(cfr. La Nación del 13 de febrero de 2002, pág. 8). Noes muy aventurado suponer que, en caso de que el re-curso tuviera éxito, el Gobierno dictará otro decretoque anule los efectos prácticos del nuevo fallo. Tam-poco faltan jueces que se opongan al fallo de la Corte:el juez Osvaldo Guglielmino, titular del Juzgado Con-tencioso-administrativo Federal número 14 de La Pla-ta, avaló el 5 de febrero de 2002 la constitucionalidaddel corralito; por su parte, la Cámara Federal de LaPlata declaró inconstitucional el artículo 12 del De-creto 214 (cfr. Clarín del 6 de febrero de 2002). Porsu parte, la Suprema Corte dictó el 20 de febrero de2002 una acordada ampliando el plazo para que losahorristas presenten recurso de amparo contra el co-rralito. Hasta mediados de marzo de 2002, en el siste-ma informático de la Cámara en lo Contencioso-ad-ministrativo y Federal habían sido ingresados 87.500expedientes, y otros 30.000 aguardaban apilados enbolsas de residuos negras que se sortee el juez que tra-mitará el caso. Las colas para presentar estos recursosalcanzan una longitud de un kilómetro y medio. El12 de marzo de 2002, la Cámara comunicó a la Su-prema Corte que, dada la enorme afluencia de perso-nas que presentan recursos de amparo y el temor aque su descomunal peso derrumbe el centenario edifi-cio del tribunal, se ha resuelto restringir a 100 perso-nas el ingreso por día (cfr. La Nación del 14 de marzode 2002). El Colegio Público de Abogados de BuenosAires ha organizado megacursos de capacitación paraabogados que deseen litigar contra el corralito y cuen-tan con una asistencia de 1.000 profesionales por se-sión (cfr. La Nación del 21 de febrero de 2002, pág. 8y Página/12 del 13 de marzo de 2002, pág. 1). A finesde marzo de 2002 se habían presentado más de210.000 recursos de amparo en todo el país (cfr. LaNación del 26 de agosto de 2002, pág. 10). Un mesmás tarde, el Ejecutivo presentaba un proyecto de leysegún el cual, el dinero depositado en los bancos secambiaría por Bonos del Estado negociables a 10años; simultáneamente, decretó el cierre de los bancoshasta tanto se aprobara esa ley. No cuesta mucho ima-ginar la reacción colectiva que esta medida puede pro-vocar en una nación cuya población o vive ya en lapobreza o se desliza irremediablemente a ella tras la pérdida de sus ahorros.

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en julio de 1997, sobre el 50% del Gabi-nete del presidente Menem pesaba la sos-pecha de corrupción, y de los 33 minis-tros por él designados, 17 fueron investi-gados por supuestas irregularidades30. Lacrónica de los escándalos judiciales llenaya varios volúmenes y forma parte de la información cotidiana de los periódicos.El ciudadano de a pie tiene que desarrollarestrategias flexibles para no ser víctima de laarbitrariedad judicial y, al mismo tiempo,obtener las mayores ventajas posibles deeste desvencijado sistema normativo. La corrupción de no pocos jueces estimula la corrupción de los ciudadanos, quienes,a su vez, a través del frecuente recurso delsoborno, alimentan aquélla.

En el ámbito del Poder Legislativonacional y provincial, la situación estambién alarmante. Así, por ejemplo, laprovincia de Formosa dispone de un pre-supuesto legislativo mayor que el de Ba-viera, a pesar de que en este land se legis-la para 12.000.000 de personas (la po-blación de Formosa es de 504.000habitantes) y tiene un PBI 155 vecesmás alto que el de Formosa31. En la pro-vincia de Tucumán, cada diputado provincial cobra 12.000 dólares mensualesen concepto de gastos reservados. Un se-nador nacional dispone de 35.000 dólaresanuales para entregar subsidios, becas ypensiones graciables, 3.000 dólares men-suales para viáticos y 20.000 dólaresmensuales para contratos de personaltemporario32. Según una encuesta deGallup Argentina de junio de 2001, esta“impudicia” presupuestaria provocaba enel 92% de los ciudadanos argentinos elreclamo de bajar el gasto público delaparato político, pero el 78% se mostra-ba escéptico con respecto a la posibilidadde que este reclamo se materializara enmedidas concretas de reducción de cos-tes. Y aunque el 47% de los encuestadosconsideraba que los problemas actualesargentinos obedecen más a razones polí-ticas que económicas, sólo el 23% se in-teresaba por la política (en 1984: el43%)33. En enero de 2002, el 97,4% delos ciudadanos entrevistados consideraba

que la culpa de la actual situación delpaís la tenían los políticos y el 64% ma-nifestaba no tener ninguna confianza enla justicia34.

* * *

Quien desee comprender la situacióninstitucional argentina no puede limitarsea la percepción externa del diseño institu-cional (división de poderes, elecciones li-bres dentro de un marco de democracia,libertad de prensa y de asociación), sinoque deberá adentrarse en el estudio de lapráctica de las reglas que prometen algúnéxito en una sociedad institucionalmentedesquiciada: un “país al margen de la ley”,como acertadamente lo calificara CarlosS. Nino ya en 1992. El fenómeno no eranuevo. Sesenta años antes, en 1933, Eze-quiel Martínez Estrada había expuesto laestructura institucional argentina con la siguiente descripción del funcionariopúblico:

“Alcanzado el cargo, consigue automática-mente la impunidad, que siempre es inherente acualquier posición destacada; impunidad es poner-se más allá de la sanción ordinaria, por arriba delsilencio de los que aspiran a eso mismo. La carrerahacia el poder es la carrera hacia la impunidad (…)Pues sin esa arrogancia (…) se traicionaría un idealde multitud: hacer fortuna y mandar (…) El cum-plimiento liso y llano del deber haría despreciablela función; en cambio el fraude y el impudor sonsignos de fuerza, porque en ellos se ve al hombremás poderoso que la función y más temible”35.

Si ello es así, lo sorprendente es lasorpresa que algunos experimentan frentea la situación argentina actual.

4. La sociedad argentina es una sociedad económicamente expelenteUn total de 4 de cada 10 jóvenes argenti-nos quieren irse del país. Tal es el resulta-do de una encuesta Gallup de enero de200236. Los números indican que las per-sonas que tienen mayor capacitación tien-den con mayor frecuencia a querer irsedel país. Los universitarios son los princi-pales candidatos a emigrar: el 38% deellos manifestó su deseo de residir fuerade Argentina. El porcentaje es también al-to entre las personas que completaron elsecundario. Apenas el 18% de los posiblesemigrantes tiene sólo estudios primarios.

El conocido periodista Germán Sopeñaresumía así estos datos: “Se va lomejor”37.

Si por “lo mejor” se entiende aquelsector de la población que ha cursado es-tudios universitarios y desea dedicarse a lainvestigación científica, no hay duda deque esta emigración masiva tendrá graví-simas consecuencias para el futuro de unasociedad que, como Argentina, había as-pirado siempre a mantener un nivel cul-tural que se aproximara al de los paísesdel cuadrante noroccidental del mundo.Es significativo en este sentido que Ar-gentina sea el único país de la región contres premios Nobel en ciencias biológicas:Bernardo Houssay, Luis Federico Leloir yCésar Milstein. Pero también lo es el he-cho de que brillantes científicos argenti-nos se hayan radicado definitivamente enel exterior. Por lo pronto, cuatro ejemplosde los “mejores” en su especialidad: el po-litólogo Guillermo O’Donnell (Universi-dad de Notre Dame, Indiana), el historia-dor Tulio Halperin Donghi (Universidadde Berkeley, California), el filósofo MarioBunge (McGill University, Canadá) y elPremio Nobel en biología César Milstein(Cambridge, Gran Bretaña)38.

Por debajo de estas figuras estelares,se encuentran miles de científicos argenti-nos que enseñan e investigan en el exte-rior. De sus actividades y éxitos suelen in-formar periódicamente los diarios argen-tinos. Así, por ejemplo, el 23 de abril de2001, el cardiocirujano argentino JuanCarlos Chachques fue nombrado Caba-llero de la Legión de Honor en Franciapor su invento del llamado “echarpe car-diaco”, que permite superar problemas deinsuficiencia cardiaca. Chachques habíasido detenido el 10 de abril de 1976, po-cos días después del golpe militar; tortu-

CINCO TESIS SOBRE LA SITUACIÓN ARGENTINA

24 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 122

30 Cfr. La Maga (Buenos Aires), 9 de julio de1997, pág. 3.

31 Cfr. Carlota Jackisch, ‘Cómo bajar el costodel sistema de poder’, en La Nación, Sección Enfo-ques, del 2 de febrero de 2001. Las sumas indicadasen pesos eran equivalentes a la misma cantidad en dó-lares norteamericanos cuando se realizó la investiga-ción a la que aquí se hace referencia.

32 Cfr. La Nación del 18 de marzo de 2001,págs. 1 y 17.

33 Cfr. La Nación del 10 de junio de 2001, pág. 8.

34 Cfr. 3 Puntos, núm. 239, del 24 de enero de2002, pág. 10.

35 Radiografía de la pampa, Buenos Aires, Losa-da, 1942, pág. 165.

36 Cfr. La Nación del 3 de febrero de 2002,pág. 19.

37 Cfr. La Nación del 15 de julio de 2000,pág. 14. La encuesta fue realizada del 22 al 27 de juniode 2000: se consideraron 1.265 casos en 25 localidades.

38 Justo en el momento de concluir la redacciónde este trabajo leo con pesar la noticia del fallecimien-to de César Milstein, el 25 de marzo de 2002, a los 74años. Había emigrado de Argentina en 1963 cuandoel gobierno cívico-militar que depuso a Arturo Fron-dizi en 1962 desmanteló el laboratorio de BiologíaMolecular del Instituto Nacional de Microbiología deBuenos Aires en el que trabajaba. En 1983 fue nom-brado director de la División Química de Proteínas yÁcidos Nucleicos de la Universidad de Cambridge.Cuando en 1984 recibió el Premio Nobel, Luis Fede-rico Leloir comentó: “No sé si los argentinos debemosponernos contentos o tenemos que largarnos a llorar.No sé si realmente es un día de fiesta para nosotros osi es un día negro. Sirve para que reflexionemos por-que lo cierto es que, aunque lo intentó, no pudo tra-bajar en Argentina.” (Cfr. La Nación del 26 de marzode 2002, pág. 11).

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rado por oficiales de la Marina, nunca su-po las razones de su detención. La Uni-versidad de Buenos Aires lo declaró pres-cindible como médico y como docente enel Hospital de Clínicas. En 1980 partiócon una beca a Francia en donde acaba definalizar con éxito un programa de inves-tigación financiado por la Unión Euro-pea. Es actualmente uno de los directoresdel hospital George Pompidou, el primercentro médico virtual de Europa. SegúnChachques:

“Lo más grave en Argentina es la falta de con-vicción del Estado acerca de lo que representa hoyla investigación para el desarrollo de cualquier so-ciedad. Salvo excepciones, nadie se ocupa de detec-tar al verdadero investigador”39.

Un destino argentino40. Pero losejemplos podrían multiplicarse. El físicoargentino Juan Maldacena estudió en laFacultad de Ciencias Exactas de la Univer-sidad de Buenos Aires y realizó su docto-rado en física en el Instituto Balseiro, enSan Carlos de Bariloche. Actualmente esinvestigador en las universidades de Prin-ceton y Harvard. Su aporte a la física teó-rica tiene nombre propio: la Conjetura deMaldacena, que sugiere la posibilidad de una conexión profunda entre dos teo-rías fundamentales del universo: la mecá-nica cuántica y la teoría de cuerdas.

El fenómeno de la emigración decientíficos ha alcanzado tales proporcio-nes que da pie a manifestaciones, sin du-da exageradas, que provocan escándalopero que apuntan también a un graveproblema. El 4 de junio de 2001, el epis-temólogo Mario Bunge afirmaba pública-mente:

“Cuando me fui del país había casi un cente-nar de físicos que publicaban en revistas de circula-ción internacional; hoy hay seis. Fundamos la Aso-ciación de Física Argentina y llegamos a ser 600.Ya no queda nada de eso. Antes eran reconocidos,pero ahora ya no hay más científicos. Los que pu-dieron irse lo hicieron”41.

No menos pesimista es la manifesta-ción de Enrique Belocopitow, investigadorprincipal del Conicet (Consejo Nacionalde Investigaciones Científicas y Técnicas):

“Actualmente son más los investigadores ar-gentinos radicados en el exterior –muchos de elloscon resultados descollantes– que los que trabajanen Argentina”42.

Existe un consenso generalizado acer-ca de la precariedad de las condiciones detrabajo de quienes se dedican a la investi-gación y la docencia. El observador ex-tranjero suele calificar de “heroico” elcomportamiento de los científicos argen-tinos que permanecen en el país no obs-tante las posibilidades de trabajo fecundoen el exterior43. Pero como una comuni-dad científica no está (ni debe estar) cons-tituida por “héroes”, no es aventuradopensar que, a menos que se produzca uncambio radical en la actitud de la socie-dad y sus gobernantes con respecto a laimportancia de la ciencia, la emigraciónde científicos argentinos habrá de conti-nuar y hasta intensificarse.

Desde luego, la emigración argentinano se reduce a los científicos sino que haadquirido un carácter masivo, que algunossociólogos califican ya de efecto contagio,estimulado por la crónica diaria de los ín-dices de desocupación y el caos político-jurídico. Con respecto a este estado psico-lógico de imitación colectiva del compor-tamiento emigratorio, Enrique Oteiza,especialista en demografía e investigadordel Instituto Gino Germani, afirma:

“Cuando existen estos fenómenos de conta-gio, la migración se incorpora a la cultura de la ju-ventud; la salida del país se empieza a ver como al-go común, como parte de lo cotidiano”44.

La motivación de esta emigraciónmasiva es monótonamente deprimente:

la falta de futuro en Argentina, el desa-liento, la inseguridad, la imposibilidadreal de formular planes de vida humana-mente dignos45. Al deseo de emigraciónse suma ahora el interés manifiesto de al-gunos países como Italia, España o Israel.Basten al respecto algunos ejemplos signi-ficativos. El 5 de agosto de 2000, el emba-jador italiano en Buenos Aires, GiovanniJannuzzi, publicó en el diario La Naciónbajo el título ‘Italia y los hijos que se fue-ron’ un artículo rebosante de optimismoante la posibilidad de que millones de ar-gentinos descendientes de italianos regre-saran a la “madre patria”. Entre otras con-sideraciones, formulaba las siguientes:

“Italia [es] un país evolucionado y bellísimo,donde resulta estimulante trabajar y agradable vi-vir. (…) hay millones de italianos (…) que por suherencia familiar tienen en común con nosotros laidentidad de cultura y de valores, conservan a me-nudo parientes y amigos en Italia, hablan nuestroidioma o pueden volver a aprenderlo sin dificultad.Tienen, por lo tanto, todas las posibilidades paraintegrarse rápidamente en nuestro tejido económi-co y social. En otras palabras, podríamos estar te-niendo al alcance de la mano una solución que pa-recería casi imposible: ¡repoblar a Italia con italia-nos!”46.

Esta invitación a despoblar Argentina(más de la mitad de su población es deorigen italiano de tercera generación47)no provocó ninguna reacción oficial ar-gentina, pero sí habrá reforzado el interésde emigración de buena parte de la juven-tud italo-argentina. Así lo demuestran al-gunos datos recientes: en Santa Fe, segúnel vicecónsul de Italia, Raúl Castella, se“había multiplicado el número de intere-sados que tramitan la ciudadanía italianacon urgencia”. En Rosario, el número desolicitantes es tan grande que se han otor-gado turnos para agosto de 2002. En ju-lio de 2000, el cónsul italiano en BuenosAires, Francesco Genuardi, manifestó quedesde comienzos de ese año se habíanotorgado 6.835 pasaportes, es decir, casila misma cantidad que en todo el año

ERNESTO GARZÓN VALDÉS

25Nº 122 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

39 Cfr. La Nación del 4 de mayo de 2001,pág. 17.

40 Cfr. La Nación del 24 de abril de 2001,pág. 12 y Pagina/12, del 23 de abril de 2001, pág. 17.

41 Cfr. La Nación del 4 de junio de 2001, pág. 9.No hay duda de que Mario Bunge hizo aquí nueva-mente gala de su tendencia a formular juicios radicalesal sostener que “ya no hay más científicos” en Argen-tina. Sus declaraciones provocaron la reacción de lacomunidad científica argentina (cfr. La Nación del 5de junio de 2001, pág. 13), y el propio Bunge, en unacarta de lector publicada pocos días después (cfr. LaNación del 9 de junio de 2001, pág. 30), desmintióesta afirmación; lo que habría querido decir era que“hay pocos (científicos) y que están mal equipados ypagados, a consecuencia de lo cual están desalentadosy producen menos que antes”.

42 Cfr. La Nación del 7 de agosto de 2000,pág. 15.

43 No puede extrañar por ello que quienes resuel-ven quedarse sean objeto de reportajes y comentariosencomiásticos en el diario más importante del país. Setrata de jóvenes que “renuncian a tentadoras ofertasen los países centrales para trabajar en un país donde(…) la penuria es la norma” (cfr. La Nación del 3 demarzo de 2002, pág. 16).

44 Cfr. Alejandra Dandan, ‘Cuando emigrar seconvierte en una cuestión cultural’, en Página/12 del25 de febrero de 2000. Como una buena contribu-ción al “contagio” puede interpretarse la informacióna toda página que La Nación del 3 de marzo de 2002(pág. 26) publicó bajo el título: ‘Quiénes pueden te-ner otra nacionalidad’.

45 No está de más señalar que también los inmi-grantes de países vecinos, especialmente bolivianos,peruanos y paraguayos, que formaban parte de unaclase socialmente baja, abandonan en masa Argentina

ante la falta de posibilidades económicas: 30.000 en-tre diciembre de 2001 y enero de 2002. Según el titu-lar de la Organización Internacional de Migraciones,Lelio Mármora: “Se está yendo el que puede y el quepensaba radicarse no viene. La emigración es alta y lainmigración hacia Argentina es casi nula.” (Cfr. Cla-rín del 25 de enero de 2002.

46 Cfr. La Nación del 5 de agosto de 2000, pág. 23.47 Conviene tener en cuenta que la ley de ciuda-

danía italiana permite otorgarla a toda persona que re-construya mediante documentos su ascendencia italia-na. El solicitante puede remontarse ilimitadamente ensu árbol genealógico, siempre que cuente con la parti-da de nacimiento del ancestro en cuestión.

48 Cfr. La Nación del 14 de julio de 2000, pág. 1.

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199948. El número de solicitantes es tangrande que para evitar colas demasiadolargas, la Embajada de Italia ha estableci-do un sistema de sorteo; el primero deellos se realizó en mayo de 2001 en el tea-tro Coliseo con una capacidad para 1.900personas. Los primeros turnos fijados so-bre la base de los ganadores en esta tóm-bola de emigración se efectivizarán en ju-nio de 2002. El sorteo del teatro Coliseose realiza ahora todos los miércoles con elpropósito, según declaraciones de un fun-cionario consular italiano, “de darle unamano al país en esta difícil situación”49.Esta frase ambiguamente solidaria no dejade despertar la sospecha de que la “mano”consiste en reducir la densidad demográ-fica argentina. Por su parte, el diligenteembajador Jannuzzi, a fin de que no cun-diera el desaliento y estimular el “retor-no”, aclaró “que no es necesario tramitarel pasaporte para obtener la ciudadanía,como tampoco la doble ciudadanía es ne-cesaria para trabajar en Italia”50.

Si la “invitación” italiana está dirigi-da, sobre todo, a jóvenes que habían reci-bido educación superior, España formulóel 10 de abril de 2001 una “oferta para jó-venes de doble nacionalidad” con voca-ción castrense. La “oferta” consistía en elenvío de 15.000 cartas a jóvenes argenti-nos entre 18 y 27 años de origen español,invitándolos a incorporarse como tropaprofesional a las Fuerzas Armadas españo-las. Las pruebas de capacitación física serealizarían en Argentina, según lo mani-festó el general José Luis Asensio, respon-sable del reclutamiento en el Ministeriode Defensa español. Tampoco hubo aquíreacción oficial frente a esta peculiar “in-vitación”51. En efecto, a una preguntaacerca de la actitud de las Fuerzas Arma-das argentinas, Asensio respondió:

“No hay ningún problema. Somos amigos ynos han dado todo el apoyo. Yo ya le expliqué todo

al agregado militar argentino. (…) Estamos invitan-do a integrarse a las Fuerzas Armadas españolas cuyonivel institucional está entre los cinco más altos”52.

Estas propuestas caen, por cierto, ensuelo fértil. El número de descendientesde españoles deseosos de “retornar a susraíces” aumenta continuamente. Así lodocumenta el incremento extraordinariode los pedidos de pasaportes españoles:10.600 en 1998 y aproximadamente20.000 a fines del año 2000. En noviem-bre de 2000, el Consulado General de Es-paña en Buenos Aires entregó 1.718 do-cumentos, más que en cualquier otroconsulado del mundo. Según El País:

“Podría llegar a ser un éxodo en toda regla. EnArgentina hay 253.000 ciudadanos con pasaporteespañol, pero no son todos los que están. Las auto-ridades consulares aseguran que otros 250.000 almenos podrían recuperar la nacionalidad españolapor ser hijos, nietos o bisnietos de españoles”53.

Sin embargo, las posibilidades de éxitode los emigrantes hispano-argentinos noson tan grandes como podría suponerse.Ya a la semana de haber sido incorporadosal Ejército español, la vocación castrensede un 15% de los reclutas no resistió el“nivel institucional” publicitado por el ge-neral Asensio. Como declaró uno de ellos:

“El futuro se ponía complicado porque queríanque subiéramos unas colinas con mochilas pesadísi-mas”54.

Tal vez tenía razón: una cosa es portarun uniforme que asegura un pasaporte yotra asumir sus consecuencias físicas. Side esfuerzos corporales se trata, más inte-resante y lucrativo es seguir el comporta-miento del uruguayo Pablo Cor, quien

“se acogió al llamado a incorporarse a lasFuerzas Armadas pero nunca renunció a sus pre-tensiones de futbolista. Por eso, a sólo dos semanasde pisar suelo español, consiguió cambiar de cami-seta y pasó a las filas del club Pontevedra, un equi-po de la tercera división”55.

Pero, el plan “retorno” español no selimita al ámbito castrense, sino que tam-

bién incluye el Programa de la AsociaciónEspañola de Municipios contra la Despo-blación, que tiene a su cargo proyectospara repoblar pueblos en vías de desapari-ción. Aldeas abandonadas y difíciles delocalizar en el mapa, como Langa de Duero y Aras de Alpuente, facilitan elasentamiento de familias argentinas conhijos. Son pueblos en los que ningún es-pañol desea vivir, pero para no pocos ar-gentinos “la experiencia es fantástica”56.Las solicitudes de repoblación son tan nu-merosas que el alcalde de Aguaviva de Te-ruel publicó un anuncio en un periódicode Buenos Aires en el que decía: “¡Por fa-vor no escriban más! Ya estamos desborda-dos y las vacantes, cubiertas”57. La acepta-ción de un plan de vida en aldeas perdidascomo precio de inmigración en un país dela Unión Europea puede dar una idea de la falta de atractivo que Argentina parecetener para una parte de su juventud.

Una de las colectividades intelectual yeconómicamente más significativas deBuenos Aires es sin duda la de origen ju-dío. El 26 de abril de 2001, los periódicosargentinos publicaron una “sorpresivaconvocatoria”: el primer ministro israelí,Ariel Sharon, habría manifestado en unaentrevista con The Jerusalem Post:

“Hay 230.000 judíos en Argentina en una si-tuación económica muy difícil (…) a los que tene-mos que sacar de allí”58.

El embajador de Israel en Buenos Ai-res interpretó esta declaración como “unaexpresión de deseo”, pero también reco-noció que:

“Debido a la situación económica de Argen-tina, hay una tendencia a buscar oportunidadesfuera”59.

Según declaraciones de José Erc-man, titular de la Delegación de Asocia-ciones Israelitas Argentinas (DAIA), secalcula que

“este año podrían llegar a irse entre 4.000 y4.500 judíos, lo que sería un verdadero récord. El

CINCO TESIS SOBRE LA SITUACIÓN ARGENTINA

26CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 122

49 Cfr. La Nación del 28 de febrero de 2002,pág. 22.

50 Cfr. La Nación del 19 de mayo de 2001, pág. 20.51 La pasividad oficial provocó la reacción del ex

defensor del pueblo de la ciudad de Buenos Aires, An-tonio Cartañá, y de Mario Ganora, quienes denuncia-ron penalmente en julio de 2001 a los entonces mi-nistros de Defensa y de Relaciones Exteriores, comoasí también al jefe del Ejército argentino y al Estadoespañol por “haber convocado a jóvenes argentinos enforma pública y escandalosa a integrar las filas delEjército ibérico”. El delito está contemplado en el ar-tículo 145 del Código Penal argentino, que reprime aquien “condujere a una persona fuera de los límitesdel país para enrolarse en un ejército extranjero”. Cfr.La Nación del 6 de julio de 2001, pág. 4.

52 Cfr. La Nación del 10 de abril de 2001,págs. 1 y 4.

53 Cfr. ‘La crisis provoca un éxodo en Argenti-na’, en El País del 31 de diciembre de 2000. En 2001,el consulado español en Buenos Aires otorgó naciona-lidad española a 25.437 argentinos (un 150% másque en 1998). De esta manera, Buenos Aires es, des-pués de Madrid y Barcelona, la ciudad que más espa-ñoles dio al mundo. Desde 1998, ya son 74.718 losargentinos que han dejado de serlo. Estos datos se re-fieren sólo a Buenos Aires; habría que sumar los de losdemás consulados españoles en Argentina para teneruna visión completa de la emigración. (Cfr. El Paísdel 19 de enero de 2002).

54 Cfr. La Nación del 6 de julio de 2001, pág. 4.55 Cfr. La Nación del 4 de julio de 2001, pág. 4.

56 Cfr. las declaraciones de Argentina GildaMazzeo, secretaria de la Asociación Española de Mu-nicipios contra la Despoblación, en La Nación del 9de mayo de 2001, pág. 2.

57 Cfr. La Nación del 9 de mayo de 2001,pág. 2.

58 Cfr. La Nación del 28 de abril de 2001, págs.1 y 2. Según la Agencia Judía, ente cuasi guberna-mental que ayuda a los inmigrantes a Israel, en el año2000 emigraron 1.200 judíos de Argentina ; en 2001,1.500 y se calcula que en 2002 serán 3.000 (cfr. LaNación del 5 de enero de 2002).

59 Ibídem, loc. cit., pág. 2.

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año que más compatriotas se fueron llegaron a2.000”60.

Para no pocos argentinos de origenjudío la situación es tan grave que prefie-ren el riesgo de la guerra a padecer lasconsecuencias seguras de la crisis econó-mica. Saben que también en Israel hayproblemas de seguridad pero, como afir-ma Jorge Leibovich:

“En Argentina hay terrorismo económico, nose puede vivir. ¿Cuál es la diferencia de morir acausa de la situación económica o de las bom-bas?”61.

O Cristina Esperanza, recién emigra-da a Israel:

“Ésta es una oportunidad y un paquete (laemigración, EGV) que hay que aceptar con todossus problemas. Lo aceptamos con gusto. Somos ju-díos y aquí debemos estar. Es así de simple”62.

* * *

Por lo menos desde los diálogos deSócrates con Critón, sabemos que un ar-gumento en favor de la legitimidad de unsistema político es el que sostiene que,cuando las personas a él sometidas noabandonan el país, testimonian, tácita-mente, su aceptación de aquél. La “atrac-tividad” de un país puede, en este senti-do, ser interpretada como un síntoma dela legitimidad del sistema político en él

imperante. La emigración masiva de jóve-nes, en tanto manifestación de ilegitimi-dad política, es tanto más grave en el casode Argentina si se piensa que su desarro-llo fue concebido, en su letra constitucio-nal, como el de una sociedad orientadahacia la apertura política sin más requisitoque la “buena voluntad” de sus nuevoshabitantes que habrían de contribuir a laformación de una república democrática.

5. Argentina es un triste ejemplo de una “sociedad Neanderthal”Es sabido que los genes del llamado“hombre de Neanderthal” eran los mis-mos que los del homo sapiens sapiens dequien descendemos. Pudo haber sido unejemplar biológicamente exitoso, tenía to-das las posibilidades de serlo, pero se ha-bía amoldado tanto a las condiciones cli-máticas de su entorno que cuando ellascambiaron no pudo o no quiso adecuarsea la nueva situación. Se encaminó haciaun callejón biológico sin salida y terminósiendo vencido, también económicamen-te, como nos cuentan los antropólogos,por otros tipos de homo sapiens genética-mente emparentados con el homo nean-derthalensis, el sapiens fracasado.

La historia conoce casos de “socieda-des Neanderthal”, sociedades que cono-ciendo la rueda no supieron utilizarla pa-ra facilitar el desplazamiento de personasy de materiales o que emplearon los co-nocimientos mecánicos de un Herón deAlejandría tan sólo para fines religiosos de utilidad práctica nula. Y así les fue: ter-minaron siendo absorbidas o derrotadaspor sociedades más diligentes y emprende-doras. Habiendo partido de una situaciónoriginal similar a las posteriormente exito-sas, las fracasadas fueron, en no pocos ca-sos, artífices de su propio destino.

Argentina podría ser consideradacomo un caso de sociedad Neanderthal:un país que hasta comienzos de los añostreinta del siglo pasado podía comparar-se objetivamente con Canadá o Austra-lia no ha sabido o no ha querido imitarlos modelos de los países exitosos y ade-cuarse a las exigencias de un mundo enacelerado desarrollo con el que hasta ge-néticamente estaba estrechamente vin-culada.

Esta situación no es el resultado decatástrofes naturales o sólo de imposi-ciones imperialistas, sino el producto denuestra incapacidad para comprender ysatisfacer las condiciones necesarias deuna supervivencia colectiva digna, queno tienen nada que ver con las recetasde un superministro de autoproclamada

competencia, colaborador eficaz de lamás sangrienta dictadura argentina, queen plena democracia enviaba a “lavarplatos” a los científicos63, que durantedecenios supo encubrir el desvalimientoeconómico argentino con la falsa ilusiónde una moneda fuerte, curiosamente sólonegociable dentro de las fronteras nacio-nales. Si a ello se suma la trágicamentedesafortunada gestión presidencial de Fer-nando de la Rúa, una oposición ahoratriunfante, sobre la que pesa la sospechade que pretende trasladar en el ámbitonacional sus rivalidades internas para apo-derarse de una confusa herencia ideológi-ca, y una corrupción desembozada e im-pune, no puede sorprender que en un país potencialmente rico casi la mitad desus jóvenes desee emigrar, la confiabili-dad de la justicia disminuya día a día y lafrustración de la inmensa mayoría se ma-nifieste en protestas masivas, expresiónauténtica de hartazgo y desilusión.

Un peligroso lugar común sostieneque cuando los pueblos “tocan fondo”,una especie de mágico resorte los proyectahacia arriba. Nada más falso: no hay re-sortes ni pozos con fondos. Las posibili-dades de caída se multiplican con cadatraspié, y los argentinos venimos trope-zando desde hace mucho tiempo. Las re-cetas del éxito tampoco están en clavedescifrable sólo por unos pocos elegidos.Están al alcance de todos; basta con leer-las atentamente. Sabemos cómo hay queutilizar la rueda y conocemos los escritosde los modernos Herones de Alejandría.Se llaman Montesquieu, Rousseau, Kant,Alberdi o Sarmiento. Sabemos que sinrespeto a la dignidad espiritual y materialdel ciudadano no hay democracia quefuncione; que sin un Estado que puedaponer coto al desenfreno suicida del mer-cado el capitalismo acrecienta la miseria,y que cuando la corrupción es la que esta-blece las reglas del bienestar personal, nohay sociedad que se salve.

La sombra de Neanderthal se proyec-ta sobre una nación desorientada y en-vuelta por los velos de ilusiones que infa-tigablemente los argentinos tejemos trascada desilusión. No hay ni destinos mani-fiestos ni decadencias inevitables: la histo-ria no la hacen los dioses, sino los hom-bres con sus acciones y omisiones. Porello, ningún comportamiento público es

ERNESTO GARZÓN VALDÉS

27Nº 122 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

60 Cfr. La Nación del 22 de febrero de 2002,pág. 16.

61 Cfr. La Nación del 5 de enero de 2002, pág. 14.62 Cfr. La Nación del 5 de enero de 2002, loc.

cit. supra.

63 Cfr. Sergio Núñez y Julio Orione, Disparencontra la ciencia. De Sarmiento a Menem, nacimiento ydestrucción del proyecto científico argentino, Buenos Ai-res, Espasa Calpe Argentina, 1993, pág. 143.

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irrelevante; las encerronas y las posiblessalidas son obra del quehacer humano.Pero cada falso movimiento duplica el es-fuerzo necesario para superar sus efectos.Y bien puede suceder que lo perdido seacada vez más difícil de recuperar y que só-lo quede el menguado consuelo de la nos-talgia de lo que pudo haber sido. Algo deeso debe haber experimentado el últimohomo neanderthalensis. Fue víctima deuna evolución fallida. Los pueblos no es-tán sujetos a condicionamientos biológi-cos insuperables, pero pueden iniciar, araíz de decisiones institucionales relevan-tes, un recorrido de perdurables conse-cuencias. Se produce entonces aquello quelos economistas llaman “dependencia de lasenda”, es decir, que a lo largo del caminoemprendido se van produciendo cambioscon efectos de autorreforzamiento que fijanun rumbo difícil de modificar. La evolu-ción socio-política suele adquirir entoncesrasgos similares a la biológica. Y es obvioque, cuando las decisiones iniciales son to-madas tras velos de falsas ilusiones, descui-dando las exigencias del entorno nacional einternacional, cada paso que se da por estasenda aumenta la semejanza con la encerro-na biológica de aquel homo malogrado.

* * *

En febrero de 2002, Juan Linz, al re-ferirse, entre otros, al problema argenti-no, afirmaba que una de las obligacionesdel político –y con mayor razón podríadecirse lo mismo del politólogo– es decirqué situaciones son irresolubles o cuálestienen muy difícil solución64.

Si se aceptan las cinco tesis aquí pro-puestas, pienso que no cuesta mucho in-ferir que la situación argentina actual noes resoluble a un plazo aceptablementebreve. La cadena de condiciones necesa-rias para que tal fuera el caso es de labo-riosa realización ya que requiere, a más derecursos materiales, un cambio radical de la cultura política argentina, tanto másdifícil si se toma en cuenta el descréditojustificado de los dos grandes partidostradicionales y nuestra congénita tenden-cia a imputar nuestros fracasos más a fac-tores externos que internos. César Mils-tein dijo alguna vez:

“Argentina me da mucha tristeza (…) Creoque no hay ni habrá ningún médico que cure elmal argentino. O lo curan los argentinos o no secura nada”65.

Comparto acongojado la tristeza delúltimo premio Nobel argentino. Cuestano dar rienda suelta al desaliento y laamargura de viejo argentino viejo cuan-do se percibe el derrumbe de una patriaque día a día se va convirtiendo en la an-títesis de lo que alguna vez se entreviócomo realización posible de una sociedadhumanamente digna, incluyente y toleran-te, sin complejos y arrogancias.

Y comparto también su diagnóstico.Esto último no significa, desde luego, ne-gar la importancia de las presiones exter-nas y del marco internacional dentro delcual la crisis argentina se suma a otrasmuchas que concentran la atención de losgrandes de este mundo. Su tratamientorequeriría un tratamiento especial que ob-viamente supera los marcos de este traba-jo. Tan sólo cabe insinuar aquí que los“grandes” no habrán de reaccionar pasiva-mente frente a la cesación de pago de ladeuda externa y tomarán las medidas quejuzguen adecuadas para la recuperaciónde lo que consideran transitoriamenteperdido. En todo caso, Rüdiger Dorn-busch, prestigioso economista del Massa-chusetts Institute of Technology y ex ase-sor del Banco Mundial y del Fondo Mo-netario Internacional, ha esbozado ya unposible escenario futuro de Argentina: laintervención económica a cargo de un ex-perto extranjero “serio” que asuma lasfunciones de un “comisionado general” yreorganice la economía. En el país no ha-bría gente adecuada para este cargo: “Dela Rúa es incompetente, Duhalde no esrespetado en el exterior. Menem siguecon pizza y champán, Alfonsín es un chis-te (…) Argentina quiere dinero del exte-rior. Y cualquiera que quiere dinero y loha dilapidado tiene que dar algo comocontraparte. (…) Si está dispuesta a vivirsin dinero externo, puede seguir destru-yéndose a sí misma”66.

Dicho claramente:

“Argentina debe resignar la soberanía de suadministración monetaria, fiscal y regulatoria porun periodo determinado, digamos cinco años. Elcapital extranjero cambiaría rápidamente su visióndel país; podría haber esperanza de nuevo”67.

Es obvio que no aliento la “esperanza”de Dornbusch, y es de esperar que no lle-

guemos al extremo de tener que aceptar la“propuesta” de este especialista cuyo espi-noso apellido (en castellano: “zarzal”) des-pierta asociaciones mentales nada agrada-bles. Y también es de esperar que no secumplan los temores de Alexis de Toc-queville, quien en 1831, al referirse a lospaíses suramericanos, escribía:

“En esos países, la sociedad se debate en el fon-

do de un abismo del que sus propios esfuerzos no

pueden hacerla salir. El pueblo que habita esta bella

mitad de un hemisferio parece obstinadamente dedi-

cado a desgarrarse las entrañas y nada podrá hacerlo

desistir de ese empeño. El agotamiento lo hace un

instante caer en reposo y el reposo lo lanza bien

pronto a nuevos furores. Cuando llego a considerarlo

en ese estado alternativo de miserias y de crímenes,

me veo tentado a creer que para él el despotismo se-

ría un beneficio. Pero estas dos palabras no podrán

encontrarse unidas nunca en mi pensamiento”68.

Tocqueville tenía razón en rechazar laidea de un despotismo benéfico. Espere-mos, en cambio, que se haya equivocadopor lo que respecta a la alternancia de lamiseria y el crimen. Lo malo es que, aligual que la sorpresa a la que me refería al comienzo, la esperanza presupone unacierta ignorancia de relaciones causales re-levantes. No nos sorprende lo que era pre-visible ni alentamos esperanzas acerca delo que sabemos que no se producirá dadala ausencia de las condiciones necesariaspara que se dé lo que quisiéramos esperar.Y si las cinco tesis son correctas…n

Ernesto Garzón Valdés ha sido profesor de Cien-cia Política en la Universidad de Maguncia (Alema-nia).

CINCO TESIS SOBRE LA SITUACIÓN ARGENTINA

28 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 122

64 Cfr. El País del 14 de febrero de 2002, pág. 23.65 Cfr. Clarín del 26 de marzo de 2002.

66 Cfr. La Nación del 4 de marzo de 2002.67 Cfr. Maximiliano Montenegro, ‘El plan para

extranjerizar el gobierno argentino’, en Página/12 del2 de marzo de 2002.

68 Alexis de Tocqueville, La democracia en Amé-rica, traducción de Luis R. Cuéllar, México, Fondo deCultura Económica, 1996, pág. 237.

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LA PROHIBICIÓN DE PARTIDOSPOLÍTICOS EN ALEMANIA

DIEGO ÍÑIGUEZ Y SABINE FRIEDEL

IntroducciónLa discusión pública en España en torno ala reforma de la Ley de Partidos Políticosde 19781 se ha concentrado en la nuevaregulación de la prohibición de partidos,que –se anuncia–, llevaría a instar laprohibición del partido de ámbito auto-nómico vasco Batasuna tan pronto comoentrara en vigor la ley. El debate sobre elanteproyecto se produce simultánea yconfusamente sobre la oportunidad políti-ca –o histórica– de tal prohibición y sobrela constitucionalidad y las opciones técni-cas jurídicas destinadas a instrumentarla.

La cercanía de la dictadura franquista yla memoria del siglo XIX –en el que lasguerras carlistas contribuyeron no poco ala debilidad del Estado liberal– explicanalgunos de los recelos acerca de la prohibi-ción de un partido político o de la capaci-dad del Estado para ejecutarla. Las posi-ciones ante el problema vasco revelan, porsu parte, una discrepancia esencial entrequienes consideran preferible seguir so-portando el coste de un conflicto, mante-nido en el tiempo pero de baja intensidad(medida, con inquietante amoralidad, tan-to en el número de las víctimas directas dela violencia como en la pérdida de calidadde los valores de libertad y pluralismo po-lítico), ya sea para evitar los riesgos de de-satar uno mayor o para seguir gozando deuna prima en su renta política; y quienespreferirían asumir un riesgo incierto paratratar de sanearlo2, movidos, a su vez, porel afán de preservar o regenerar la efectivi-dad de los derechos constitucionales paratodos o por un cálculo político (que, a suvez, puede pretender fines de alcance ma-yor –una segunda pax canovista– o menor:

una ganancia en votos en el propio ámbi-to vasco o en el nacional).

Las discrepancias jurídicas parten de lasdudas acerca de la constitucionalidad deprohibir un partido político y de las conse-cuencias eventuales para la legitimidad delsistema democrático de que llegara a adop-tarse sin un consenso razonable una medidade tanta relevancia política; se extienden alas soluciones del anteproyecto sobre la legi-timación activa para instar la prohibición ola jurisdicción que debe resolverla3 y a lapropia necesidad de una norma específicamás allá de las posibilidades que ofrece ya elordenamiento penal4, y se alimentan con lasdificultades previsibles de un proceso que seadivina complejo hasta la fase de ejecución5.

Frente a estas perplejidades, el legisla-dor español, y quien cavile sobre lo quepasa en el País Vasco, puede encontrar al-gunas respuestas en la historia, aún mástrágica, del siglo XX alemán: en la derivadesde la bienintencionada –pero débil y alfin ineficaz para defenderse– Repúblicade Weimar hasta el abismo nazi6 y en la

construcción, a partir de 1949, de una re-pública federal cuya calidad democráticaresulta aún envidiable.

El éxito del sistema democrático ale-mán tras la barbarie y la destrucción delpaís puede medirse en la frecuencia conque constituciones posteriores han im-portado soluciones de su Ley Fundamen-tal7 y en la calidad de la jurisprudencia desu Tribunal Constitucional. También laConstitución española de 1978 tomó dela alemana de 1949 elementos esenciales:entre otros, la constitucionalización de lospartidos políticos como instrumentosfundamentales para la participación polí-tica, la afirmación de la libertad, la igual-dad y el pluralismo político entre los va-lores superiores del ordenamiento y laconfiguración de su Tribunal Constitu-cional.

Falta en la Constitución española de1978, en cambio, una cláusula expresa se-mejante a la del artículo 21.2 de la LeyFundamental, que declara inconstitucio-nales a los partidos que “por sus fines opor el comportamiento de sus miembrostiendan a desvirtuar o eliminar el ordena-miento constitucional democrático liberalo a poner en peligro la existencia de laRepública Federal de Alemania. Sobre la inconstitucionalidad”, continúa el apar-tado segundo de su artículo 21, “resolveráel Tribunal Constitucional Federal”8.

30 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 122

1 Promulgada el 8 de diciembre de 1978, unosdías antes que la Constitución española del 29 de di-ciembre.

2 Unzueta, P.: ‘Si HB fuera alemana’, en El País,el 11 de abril.

3 Vid. Pradera, J: ‘Para ilegalizar Batasuna’ en ElPaís, el día 31 de marzo de 2002.

4 Vid. Pradera, J.: ‘Monopolio ilegítimo’, en ElPaís, el 10 de abril.

5 No sólo ante la jurisdicción española y, en su ca-so, el Tribunal Constitucional: el Tribunal Europeode Derechos Humanos ha publicado recientemente lasentencia que condena a Turquía por la disolución deun partido kurdo, el Partido del Trabajo del Pueblo.

6 Entre las explicaciones históricas más recientes,resulta especialmente interesante la obra de Winkler,A.: Der lange Weg nach Westen, Beck, Munich, 2000.Y para el descenso gradual hacia la barbarie, la obra deVictor Klemperer, que sobrevivió moralmente al na-zismo gracias a sus diarios (Tagebücher 1933-1945),Berlín (Aufbau Taschenbuch Verlag), 1995 y a suanálisis del lenguaje nazi (LTI-Notizbuch eines Philolo-gen), Reclam, Leipzig, 1975, en los que analiza losefectos de cada nueva vuelta de cuerda contra los judí-os alemanes y la degradación hacia el totalitarismo deuna sociedad gobernada por un partido que había ac-cedido al poder por los medios constitucionales. Exis-te una extraordinaria versión española reciente, deAdan Kovacsics, Minúscula, Barcelona, 2001.

7 Grundgesetz, la Constitución de la República Fe-deral de Alemania.

8 La Ley Fundamental recoge, a su vez, en su artículo 9, la prohibición de “asociaciones cuyos fineso cuya actividad sean contrarios a las leyes penales oque estén dirigidas contra el orden constitucionalo contra la idea del entendimiento entre los pueblos”.

La Ley alemana sobre partidos políticos, que, pro-mulgada el 24 de junio de 1967 es muy posterior a laLey Fundamental y a los dos casos de prohibición departidos habidos hasta ahora por aplicación del artícu-lo 21.2, regula en su capítulo sexto la Ejecución de laprohibición de partidos anticonstitucionales.

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Pero el análisis de los dos supuestos enque se ha aplicado [para prohibir el Sozia-listische Reichspartei (SRP) (Partido Socia-lista del Reich)9, en 1952, y el Kommunis-tische Partei Deutschlands (KPD) (PartidoComunista de Alemania), en 1956], de ladoctrina establecida por el Tribunal Cons-titucional en las respectivas sentencias, ydel proceso en curso ante el TribunalConstitucional de Alemania10 contra elNationaldemokratische Partei Deutsch-lands (NPD) (Partido Nacionaldemócratade Alemania) permitirá analizar si el ins-trumento del artículo 21.2 ha cumplidouna función efectiva de protección de lademocracia; si es aún un mecanismo eficaz;qué razones –y qué alternativas– han de so-pesarse a la hora de decidir su empleo con-tra un partido; y qué requisitos técnicos ju-rídicos parecen esenciales para evitar que taldecisión produzca un efecto contrario alperseguido en lo que se refiere a la perma-nencia del partido extremista y en cuanto ala legitimidad del sistema democrático.

1. Las demandas de inconstitucionalidadpendientes contra el NPD (Nationaldemokratische Partei Deutschlands)El 30 de enero de 2001, el Gobierno Fe-deral solicitó la prohibición del National-demokratische Partei Deutschlands

(NPD) ante el Tribunal Constitucionalde Alemania. El 30 de marzo de 2001, elBundestag (Parlamento Federal) y el Bun-desrat (Consejo Federal) presentaron susdemandas11, sustancialmente idénticas.Todas ellas pretenden una resolución conel alcance que establece el artículo 21.2 dela Ley Fundamental, especificado en el ar-tículo 46.3 de la Ley Reguladora del Tri-bunal Constitucional: la declaración deinconstitucionalidad del partido; su prohi-bición, extensiva a su organización subor-dinada Junge Nationaldemokraten (JN)(Nacionaldemócratas Jóvenes); la liquida-ción de uno y otra, confiscando su capitaly bienes y aplicándolos fines de interés co-mún; y la prohibición de crear organiza-ciones sustitutorias de las anteriores12.

El escrito de demanda del GobiernoFederal considera precisa la decisión paraponer fin a la agitación inconstitucionaldel NPD en apoyo de la creación de unEstado y una estructura social totalitarias.Señala que el fin del partido es la destruc-ción de la estructura básica de la demo-cracia liberal, de manera activa, beligeran-te y agresiva, utilizando la forma organi-zativa de un partido político para minarla democracia parlamentaria y reempla-zarla por un sistema social totalitario yautoritario que no reconozca los derechoshumanos básicos. Además, “utilizandouna agitación racista y, en particular, anti-semita y no pacífica y reviviendo la ideo-logía nazi, el NPD está dañando la repu-

tación internacional de Alemania”. Porello, concluye terminante el escrito, susactividades,“como depósito del extremis-mo de extrema derecha, no deben ser to-leradas ni un minuto más”13.

La solicitud se basa en la constataciónde hechos y declaraciones que tratan dedemostrar la naturaleza inconstitucionaldel NPD, a partir de características talescomo el rechazo de la Ley Fundamental;la hostilidad hacia la democracia y el im-perio de la ley; el desprecio y escarnio dela dignidad humana y los derechos funda-mentales; la intolerancia ideológica, espe-cialmente hacia quienes sostienen opinio-nes diferentes y los extranjeros; un pro-grama político totalitario; la semejanzacon el nacionalsocialismo; el antisemitis-mo; una actitud contraria a la paz y revi-sionista; un comportamiento activamentebeligerante y una propensión al uso de laviolencia14. El NPD sigue una concep-ción política basada en la estrategia de ac-ceso al poder utilizada por los nazis, lleva-da a la práctica por medio de prácticas deagitación totalitaria, antisemita y racista:el entrenamiento especializado y la crea-ción de redes de apoyo; la indoctrinaciónemocional, especialmente dirigida a jóve-nes; la cooperación con nazis y skin heads;

DIEGO ÍÑ IGUEZ Y SABINE FR IEDEL

31Nº 122 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

9 De extrema derecha, sucesor del Nationalsozialis-tische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP, Partido Na-cionalsocialista Alemán de los Trabajadores), el parti-do de Hitler.

10 Pende actualmente la resolución de tres deman-das de inconstitucionalidad contra el NPD interpues-tas en el año 2001 por el Parlamento Federal, el Con-sejo Federal y el Gobierno Federal.

13 Comunicado del Ministro Federal del Interior,Otto Schily, con un amplio extracto de la argumenta-ción de la demanda de inconstitucionalidad, publica-do en la página de Internet de su ministerio:http://www.bmi.bund.de/frameset/index.jsp. Hayuna versión inglesa: http://www.eng.bmi.bund.de/fra-meset/index.jsp, muestra estimable de la voluntad detransparencia o de pedagogía política que anima a losdemandantes.

14 Comunicado del Ministro Federal del Interior,cit., http://www.bmi.bund.de/.

11 Verbotsanträge.12 El Parlamento Federal solicitó adicionalmente

la liquidación de la sociedad “Editorial La Voz Alema-na, sociedad de responsabilidad limitada”.

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las amenazas e intimidaciones dirigidascontra adversarios políticos y extranjeros.

La presentación de demandas sustan-cialmente idénticas15 por los tres órganosconstitucionales legitimados representaun momento de concordia política casiúnica hasta la fecha. Se explica comoreacción –en parte también simbólica yejemplar– ante un notable incremento deactos de violencia por motivos políticosde la extrema derecha y como la conse-cuencia de un deseo de lanzar una señalpolítica clara contra sus actividades.

El 1 de octubre de 2001, el TribunalConstitucional admitió las demandas con-tra el partido y rechazó las causas de inad-misión opuestas por sus representantes. Sinembargo, el pasado 22 de enero, el Tribu-nal Constitucional resolvió suspender lasvistas previstas para los días siguientes16

mediante un auto17 que rezaba:

“Un director de departamento del MinisterioFederal del Interior ha informado por teléfono alponente de que una de las personas citadas a la vistapresentaría un permiso para declarar emitido por laOficina Federal de Protección de la Constitución18.Se trata de un miembro que forma parte desde hacemuchos años de la dirección federal y de una aso-ciación regional del [partido] demandado. Declara-ciones de esta persona se han alegado repetidas ve-ces por los demandantes como prueba de la incons-titucionalidad del demandado. Las fechas para lasvistas se suspenderán porque la información porparte del Ministerio Federal del Interior planteaproblemas jurídicos procedimentales y materiales(también en lo que se refiere a la decisión del 1 deoctubre de 2001) que no se podrán aclarar hasta lavista. La decisión ha sido adoptada unánime-mente”.

El tribunal concedió un plazo, hasta el11 de febrero, a los demandantes para ex-plicar por qué se citaba como testigo a unconfidente de la Oficina Federal de Protec-ción de la Constitución. Los tres deman-dantes entregaron conjuntamente la expli-cación requerida. Pero hasta el 11 de febre-ro se habían identificado otros cinco

confidentes: de éstos solamente uno (el pri-mero) había sido citado como testigo19, pe-ro las declaraciones de los restantes se habí-an utilizado para fundamentar la demanda.Cuatro días después (el 15 de febrero) ha-bían aparecido cuatro confidentes más. Elhecho de que estos datos se revelen poco apoco (y el temor razonable de que vayan a aparecer más confidentes) se debe a la di-visión de las entidades de protección de laConstitución en una oficina federal y lasoficinas propias con que cuenta la mayorparte los Estados federados. Cada una pro-cura (por razones obvias) no revelar lasidentidades de sus confidentes.

Los demandantes han tratado de justi-ficar que sus relaciones con los confiden-tes se han producido según las normasque regulan su actuación y que no se in-filtraron agentes provocadores. Aseguranque la Oficina Federal de Protección de laConstitución no ha influido en las activi-dades de los confidentes y que las infor-maciones obtenidas son válidas para serusadas en el proceso. Hasta la fecha sehan identificado como tales 10 confiden-tes: es decir, un 10% de los testimoniosutilizados para fundamentar las demandasde prohibición pertenecían a las oficinas de Protección de la Constitución. Seme-jante proporción ha alimentado un debatepúblico acerca de la influencia efectiva quepueden llegar a ejercer tales oficinas sobrelos objetivos, las publicaciones y las activi-dades del partido. Algún articulista ha lle-gado a sugerir la necesidad de evaluar si elEstado ha podido llegar a actuar como“agente provocador” o incluso a crear encierto modo el partido para justificar laactuación de sus servicios de “defensa dela Constitución”20. No parece lejano elmotivo de El hombre que fue Jueves21.

El caso del confidente-testigo del NPDresulta particularmente delicado, porquedesde hacía tiempo tenía un cargo alto enel partido; porque su actividad para laOficina de Protección de la Constituciónera bien conocido dentro de él; y porquelas compensaciones que percibió de la ofi-cina se usaron –como en otros casos– pa-ra financiar la actividad del partido. Laduda acerca del destinatario auténtico desu lealtad parece razonable. A su vez, lafalta aparente de transparencia puede ali-mentar una línea de defensa en que el

NPD trate de presentarse como la víctimade unas oficinas que hubieran convertidoa un partido inofensivo en un caso proce-sal persiguiendo un interés propio. Encualquier caso, los episodios de las últi-mas semanas han debilitado notablemen-te la percepción pública del fundamentode las demandas y aportado al partidouna publicidad gratuita considerable.

Las reacciones de los partidos ante loque se ha venido en llamar “la crisis delproceso” son muy diversas. Conviene par-tir, para analizarlas, del contexto constitu-cional y de los antecedentes de la deman-da de prohibición.

2. El contexto constitucional de la prohibición de partidos políticosen la República FederalConforme al artículo 21.1 de la Ley Funda-mental, la fundación de los partidos, quecontribuyen a la formación de la voluntadpolítica del pueblo, es libre. Su organizacióninterna debe regirse por principios demo-cráticos y deben dar cuenta de la proceden-cia y uso de sus recursos. Los detalles de suposición constitucional, su estructura y susfunciones, figuran en la ley reguladora delos partidos políticos, que no se aprobó has-ta 1967, muy posteriormente a la decisiónsobre los dos únicos casos de prohibición re-sueltos por el Tribunal Constitucional hastael momento. Los partidos políticos se dife-rencian de otras organizaciones políticas porsu disposición y capacidad para asumir res-ponsabilidades políticas en órganos de re-presentación política (Parlamentos federal yde los Estados federados, ayuntamientos et-cétera). Si no designan candidatos a lo largode seis años, su consideración como parti-dos prescribe. Pero, al contrario de lo queprevé la Ley Fundamental para las restantesasociaciones políticas, sólo el TribunalConstitucional puede prohibirlos.

La Constitución de Weimar no consti-tucionalizó los partidos22, conforme a lapráctica constitucional común en sutiempo y por la prevalencia de una inter-pretación del mandato opuesta a cual-quier idea de representación intermediaentre la voluntad del pueblo alemán y loselectores individuales23. Las normas so-

LA PROHIBICIÓN DE PARTIDOS POLÍTICOS EN ALEMANIA

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15 La fundamentación de cada una de las deman-das coincide en gran parte, pero sus enfoques son di-ferentes: el del Parlamento destaca por la profundidadde los argumentos y del análisis de la teoría y de la bi-bliografía (por no poder basarse en testimonios deconfidentes), mientras que el del Gobierno aparece,en cierto modo, como una “colección de material”(Jesse). La demanda del Gobierno se publicó en lamencionada página web, en cambio las del Parlamen-to y del Consejo Federal son sólo accesibles para per-sonas que puedan comprobar su interés científico.

16 Los días 5, 6, 7, 19 y 20 de febrero de 2002.17 No. de expediente: Az. 2 BvB 1/01 i.a.18 El servicio secreto destinado a proteger la Cons-

titución, especialmente contra extremistas de izquierday derecha. Hay uno federal y uno en cada estado fede-rado.

19 Se han citado 14 testigos para la vista.20 Die Zeit 21-2-2002.21 La novela de C. K. Chesterton en la que todos

los miembros de una sociedad secreta –que, inicial-mente, aparece como anarquista y revolucionaria– re-sultan ser policías infiltrados.

22 Como advirtió la sentencia del Tribunal Consti-tucional que declaró la inconstitucionalidad del PartidoSocialista del Reich (SRP), en su parágrafo 30, “lasconstituciones alemanas del tiempo posterior a la Pri-mera Guerra Mundial apenas mencionaban a los parti-dos políticos”. La ausencia de los textos constitucionaleses general: la regulación constitucional –privilegiada– delos partidos solamente se extendió a partir de 1945.

23 De hecho, la Constitución de Weimar presentaelementos típicos de una “democracia de notables”,

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bre los partidos políticos de la Repúblicade Weimar establecieron ya una posibili-dad de prohibirlos. Pero ésta se revelóineficaz en la práctica por la falta de unprocedimiento eficaz para ejecutar las re-soluciones24. El sistema electoral –y espe-cialmente la falta de una cláusula de ba-rrera electoral mínima– permitió que unnúmero excesivo de ellos accediera alReichstag (Parlamento). La configura-ción del Ejecutivo determinó la forma-ción de Gobiernos débiles y por ello po-co duraderos, sostenidos por coalicionesfrágiles y dirigidos por un canciller másdébil que el presidente. Éste, elegido di-rectamente por sufragio universal, tuvoentre sus poderes los de disolver las Cá-maras, convocar elecciones y proponer alcanciller ante aquéllas, y los usó con libe-ralidad. Finalmente, la falta de lealtadconstitucional de partidos desafectos a lademocracia (los partidos totalitarios naziy comunista pero también los nacionalis-tas de extrema derecha) o volcados en susreducidos intereses parciales (los partidoscatólicos) fue determinante en la destruc-ción de la experiencia democrática y lallegada al poder –por los medios consti-tucionalmente establecidos– del NSDAP(Nationalsozialistische Deutsche Arbei-terpartei [Partido Nacionalsocialista Ale-mán de los Trabajadores]), el partido deHitler.

La Ley Fundamental configuró el sis-tema electoral de manera radicalmentediferente: trató de garantizar la goberna-bilidad, con un canciller fuerte y los par-tidos políticos como mediadores esencia-les entre la voluntad política del pueblo yla de los electores individuales. Limitó elnúmero de partidos que acceden a lasCámaras (y, por tanto, a los Gobiernos)por medio de una barrera electoral del5% de los votos. Y estableció, como me-canismo de control frente a la reapariciónde partidos nazis o extremistas antidemo-cráticos, la posibilidad de que un partidosea declarado inconstitucional y, conse-cuentemente, prohibido. El mecanismodel artículo 21.2 pretende evitar unanueva llegada al poder de un partido an-tidemocrático por medios formalmentedemocráticos. Conforme a la jurispru-dencia constitucional, el artículo 21.2 dela Ley Fundamental citado anteriormentees ley especial con respecto a la prohibi-ción recogida en el artículo 9.2 de la Ley

Fundamental, que prohíbe las asociacio-nes cuyos fines o actividad sean “contra-rios a las leyes penales, o que se dirijancontra el orden constitucional o contra laidea del entendimiento entre los pue-blos”.

El artículo 43 de la Ley Reguladora delTribunal Constitucional legitima para in-terponer la demanda de inconstitucionali-dad (verbotsantrag) solamente al Parla-mento Federal (Bundestag), al ConsejoFederal (Bundesrat) o al Gobierno Fede-ral; y a los Gobiernos de los Estados fede-rados en lo que se refiere a partidos cuyoámbito de actuación se limite al del Esta-do. La presentación de la demanda abre laposibilidad de una instrucción previa acargo de un magistrado del tribunal queno tomará luego parte en la decisión. Ce-lebrada la audiencia preliminar, la admi-sión de la demanda (que requiere unamayoría de dos tercios) autoriza a llevar acabo una investigación plena, comprendi-dos los registros de sedes y domicilios y elinterrogatorio de testigos. La decisión deprohibir el partido ha de adoptarse poruna mayoría cualificada de dos tercios25.

La prohibición puede afectar al partidoen sí o circunscribirse a un elemento esta-tutario u organizativo del mismo26. Lle-vará aparejada la prohibición del partido(o de la parte en cuestión) y la de crearuna organización sustitutoria; la liquida-ción y aplicación de sus medios a fines deinterés general; y la expiración (sin posi-ble sustitución) de los mandatos de losdiputados federales y regionales o conce-jales elegidos bajo sus listas. La posibili-dad de determinar la prohibición de unpartido político implica una decisión deenorme intensidad política en el contextode la posición esencial y privilegiada deaquellos. Y exige asumir la contradicciónintrínseca que supone proteger el sistemademocrático mediante la prohibición o lalimitación de unos partidos que la propiaLey Fundamental considera instrumentosimprescindibles para la formación de lavoluntad política en una democracia re-presentativa.

El artículo 21 de la Ley Fundamentalintegra la solución a los dos problemasque se planteó el legislador constitucio-nal: el reconocimiento de la libertad paraconstituir los partidos y el establecimien-to de un mecanismo para prohibir aque-llos cuyos fines o actividad resulten in-

constitucionales. Para evitar el abuso deesta posibilidad (por un interés coyuntu-ral o particular del Gobierno o una Cá-mara), la Ley Fundamental atribuye lacompetencia de la decisión al TribunalConstitucional y procura determinar “losrequisitos objetivos, en la medida de loposible”27.

3. Antecedentes del proceso actual: la prohibición del SRP (SozialistischeReichspartei) y el KPD (KommunistischePartei Deutschlands) y la doctrina constitucionalLos precedentes del proceso en curso sonlas prohibiciones, en 1952, del Sozialistis-che Reichspartei (SRP [Partido Socialistadel Reich]), en cierta medida sucesor delNSDAP, el partido de Hitler; y, en 1956,la del Kommunistische Partei Deutsch-lands (KPD [Partido Comunista de Ale-mania]), vinculado al SED, el partido co-munista de la antigua República Demo-crática Alemana. El contexto histórico ypolítico de estas declaraciones de incons-titucionalidad fue, sin embargo, muy di-ferente al del proceso en curso contra elNPD.

La prohibición del SRPLa prohibición del Partido Socialista delReich (SRP), el 23 de octubre de 1952,fue una de las primeras decisiones delTribunal Constitucional, que se habíaconstituido en septiembre de 1951. Ladeclaración de inconstitucionalidad obe-deció a una necesidad de la RepúblicaFederal en sus primeros años de existen-cia: delimitar terminantemente a los pro-tagonistas del nuevo sistema político de-mocrático-liberal como elemento distin-tivo esencial de la nueva república frenteal régimen anterior28.

Fundado en octubre de 1949, el SRPmostraba claras vinculaciones ideológi-cas, políticas y personales con el partidonacionalsocialista: entre sus dirigentes seencontraban destacados personajes delrégimen nazi; la ideología manifiesta ensu programa (y aún más claramente, de-

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propiciados por un sistema electoral mayoritario concircunscripciones uninominales.

24 Stein, K.: Parteiverbote in der Weimarer Repu-blik, Berlín, 1999.

25 Artículo 45 de la Ley reguladora del TribunalConstitucional.

26 Artículo 46.2 de la citada ley.

27 STC SRP, 36. Nota sobre la cita de sentenciasdel Tribunal Constitucional: la forma usual de referir-se a las sentencias del alto órgano constitucional enAlemania sería la siguiente: BVerfGE 2,1, para la quedeclaró inconstitucional al Partido Socialista del Reich(SRP); y BVerfGE 5,85, para la que lo hizo con elPartido Comunista de Alemania (KPD). A su vez, losparágrafos se citan separados por dos puntos. Para fa-cilitar la comprensión de las referencias a los lectoresespañoles, utilizamos en lo sucesivo una denotaciónsimplificada: STC SRP, para la BVerfGE 2,1; y STCKPD para la BVerfGE 5,85). Señalamos, además, losparágrafos tras una mera coma: STC SRP, 30.

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claró el Tribunal Constitucional, su acti-vidad política real) manifestaban una in-dudable continuidad con respecto aaquél; su estructura interna reflejaba másel Führerprinzip (principio del caudillaje)que la democracia como modelo de orga-nización y funcionamiento; y negaba, nosólo programáticamente, los principiosliberal-democráticos y la pluralidad departidos como actores políticos esencialesen la formación democrática de la volun-tad popular. Su oposición ideológica alsistema democrático, cuya legitimidadnegaba explícitamente, quedó manifiestaen su defensa de un sistema de formaciónde la voluntad estatal que sus dirigentesdenominaron Führerdemokratie (demo-cracia del caudillaje) y en la propuesta derestablecer el Reich con el gran almiranteDönitz como cabeza del Estado. Su pro-ximidad al partido nazi quedaba tambiénmanifiesta en sus concepciones nacionales(völkisch), en la concepción filosófica dela lucha como destino y en la propia or-ganización interna del partido29.

Alcanzó buenos resultados e incluso al-gunos mandatos directos en algunas elec-ciones regionales: de manera destacable,un 11% de los votos válidos y 16 diputa-dos, de ellos 4 por mandato directo30, enlas elecciones de Baja Sajonia en 1951.Ante las segundas elecciones para el Parla-mento Federal (Bundestag) de la nuevaRepública, en 1953, apuntaba la posibi-lidad de superar la cláusula de acceso del5%, recogiendo un voto de protesta dedimensiones doblemente preocupantes,por su diversidad social y geográfica.

La demanda de inconstitucionalidadfue interpuesta en las semanas posterioresal establecimiento del Tribunal Constitu-cional, en otoño de 1951. El proceso fuerápido: en julio de 1952 se le prohibiócualquier actividad de propaganda ante lainminente sentencia, que se dictó el 23 deoctubre y declaró su inconstitucionalidad,decretó su prohibición y declaró extingui-dos todos sus mandatos en Parlamentosregionales. La prohibición fue una señalexplícita y de gran alcance simbólico lan-zada por el recién establecido Tribunal

Constitucional, de la ruptura de la nuevaRepública con el régimen nazi y la exclu-sión de cualquier posibilidad de un resur-gimiento de un partido nazi o del contex-to de lucha abierta entre partidos totalita-rios opuestos al sistema democrático, peroactivos beneficiarios de sus facilidades.

A partir de un análisis histórico de lospartidos tradicionales de la derecha alema-na, la sentencia examina minuciosamentelos orígenes históricos, políticos y filosófi-cos de lo que vino a ser el partido nazi31 ysu acceso al poder por medios formalmen-te democráticos32. Y advierte del riesgo deuna repetición del proceso de radicaliza-ción, por emulación o influencia del NS-DAP, de una parte sustancial del resto delas fuerzas políticas de la derecha33, de ma-nera que la confrontación ideológica dierapaso al empleo de cualesquiera medios de-lictivos, a la persecución y el asesinato delos oponentes y acabara sumiendo al Esta-do en una guerra y abocándolo a su propiadestrucción34. Para tratar de sortear eseriesgo, la sentencia definió (vid. infra) el al-cance de lo que había de entenderse comoel ordenamiento fundamental liberal de-mocrático y sus principios fundamentales,así como de los rasgos que convierten eninconstitucional a un partido. No bastapara ello el rechazo de ciertas políticas, nilo es la oposición por los medios legalescontra alguna solución adoptada por laConstitución, o contra instituciones com-pletas de aquélla: es preciso el afán de re-mover valores fundamentales del Estadoconstitucional liberal democrático35.

La declaración de inconstitucionalidadse basó en un examen minucioso de loselementos programáticos del partido, lasdeclaraciones de sus dirigentes en actospúblicos y medios de difusión (entre és-tos, los del propio partido y sus organiza-ciones subsidiarias), las actuaciones de susmiembros y las declaraciones de testigos,más los resultados de los registros practi-cados en sus locales y los domicilios de al-gunos de sus empleados. Todo ello permi-tió un juicio acerca de la realidad de suestructura interna y de los fines últimosde su actividad política. La decisión delTribunal Constitucional se basó final-mente en:

• La constatación de la oposición delSRP, como partido, a los derechos funda-mentales de la persona36 (comprendida la

igualdad ante la ley, como demuestra suantisemitismo).

• La valoración de que su lucha contralos partidos democráticos de la Repúblicase producía en una forma que permitíareconocer que no se limitaba a una con-currencia legítima y abierta, sino que pro-curaba expulsarlos de la vida política, demanera que no combatía sólo a los restan-tes partidos, sino al principio esencial delmultipartidismo37.

• El carácter no democrático de su or-ganización interna, dirigida con arreglo alFührerprinzip y con un sistema de entra-da que no era libre y permitía expulsarautoritariamente a los afiliados38.

• Su identidad o semejanza, en su pro-grama39, representación del mundo y es-tilo en conjunto, con el partido nazi, ma-nifiesto en sus fines expansionistas, su or-ganización y propaganda, los testimoniosde sangre y las tesis revisionistas, su activi-dad deslegitimadora mediante la constan-te descalificación de los órganos de la Re-pública y de quienes los desempeñaban40.Que se sentía sucesor del partido nazi semanifestaba en la composición de su gru-po dirigente, mayoritariamente formadapor antiguos nazis41; su afán de reclutar aantiguos nacionalsocialistas, no pese

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28 También, sin duda, a la razón básica de la cons-titucionalización de esta medida: evitar la reproduc-ción de un sistema de partidos cuyas disfunciones de-terminaron la destrucción del régimen democrático yde la propia constitución de Weimar, y el surgimientode un nuevo partido nazi.

29 Fenske, H.: Deutsche Parteiengeschichte, págs.291 y sigs. Schöningh, Padeborn, 1994.

30 En el sistema electoral de la RFA, los represen-tantes electos se obtienen bien por elección directa endistritos, bien dentro de una lista partidaria.

36 STC SRP, 317.37 STC SRP, 318.38 STC SRP, 319. El Tribunal realizó igualmente

un análisis cuidadoso de la estructura interna del par-tido y su conducta externa, concluyendo el carácterautoritario fácilmente reconocible en la estructura y,más claramente, la praxis del partido, caracterizadapor una dirección dictatorial desde los niveles superio-res hacia los inferiores, en que los cuadros eran desig-nados y no elegidos y se constituyeron organizacionessubordinadas abiertamente según el modelo del NS-DAP (STC SRP, 199, 208, 213 y 214).

39 También el programa mostraba una afinidadesencial con el del partido nazi, perceptible incluso enlos signos externos, lemas y el vocabulario. Se caracte-rizaba por su hostilidad hacia el sistema democrático;su voluntad de sustituirlo por uno de inspiración tota-litaria semejante a aquél; claros elementos revisionis-tas (STC SRP, 242) y antisemitas (STC SRP,297sigs.), la absoluta e incondicional hostilidad con-tra los órganos del sistema democrático (STC SRP,255), por medio de una violenta, constante e incondi-cional descalificación (STC SRP, 262) y una llamadaa la toma del poder de terminología igualmente nazi(STC SRP 263). Para preparar al pueblo para la ideadel Führerstaat autoritario, los demás partidos fueroncombatidos de una forma que muestra claramente elafán de expulsarlos de la vida política (STC SRP, 278)que incluía manifestaciones del terror que sería im-puesto contra los oponentes una vez alcanzado el po-der (STC SRP 293 a 296).

40 STC SRP; 320.41 Con este fin, la sentencia lleva a cabo unos cui-

dados análisis del grupo dirigente del SRP, compuestoesencialmente por antiguos luchadores y activos nacio-nalsocialistas y examina sus trayectorias personales,sus declaraciones en los medios del partido o los afi-nes, sus respectivas funciones al frente del partido,

31 STC SRP 43 a 47.32 STC SRP, 48.33 STC SRP, 216 y sigs., y 222 y sigs.34 STC SRP, 49.35 STC SRP, 37 a 39.

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a que lo fueron, sino por haberlo sido; yla glorificación de Hitler42.

Bastaría con su oposición a los derechosfundamentales y el multipartidismo paradeclarar su inconstitucionalidad43. Perotampoco ofrece duda alguna que el anti-guo NSDAP hubiera sido inconstitucionalcon arreglo a los criterios del artículo21.244. Acerca de la posición constitucio-nal de los partidos políticos, la STC anali-zó la necesidad, a partir de “las experien-cias del pasado más cercano”, de estable-cer un límite a la libertad ideológicaabsoluta de los partidos: deben reconocerlos elementos fundamentales de “cual-quier democracia”, de manera que lospartidos que traten de combatir la demo-cracia con los medios formales que éstales ofrece pudieran ser excluidos de la vi-da política45. Considerando, además, quedebía evitarse el eventual abuso por partede Gobiernos que trataran de librarse poreste medio de partidos opositores incó-modos.

La prohibición del KPDLa prohibición del KPD, el 17 de agos-to de 1956, se ha de enmarcar, a su vez,en la Guerra Fría y la división alemanaen dos regímenes alineados, respectiva-mente, en el nuevo bloque occidental yen la órbita de la Unión Soviética. ElKPD presentaba una relación ideológicay efectiva con la antigua República De-mocrática Alemana, cuyo partido comu-nista (de Estado) el SED, contribuyó asu financiación e inspiró de maneraconstante y directa su actuación.

El KPD estuvo representado en prácti-camente todos46 los Parlamentos de losEstados federados y con 15 diputados enel primer Bundestag. Su fuerza electoralfue decreciendo, sin embargo, no en me-nor medida por la evolución de la vecinaRepública Democrática47 y por su rela-ción con el SED. Organizado conformeal principio del centralismo democrático,

se opuso frontalmente al régimen de Ade-nauer, contra el que llamó a la “resistencianacional y revolucionaria”48. Su negaciónde los principios liberal-democráticos ylos fundamentos constitucionales de laRepública Federal quedó patente inclusoa lo largo del proceso de inconstituciona-lidad, que sus representantes atribuyerona un designio del “imperialismo hegemó-nico (norte)americano y a su afán de mi-litarizar de nuevo Alemania, usando a sujuventud como carne de cañón”49.

Interpuesta la demanda por el Gobier-no Federal, en noviembre de 1951, la sen-tencia no se produjo hasta 1956. Entre-tanto, en las elecciones al Bundestag de1953 el KPD obtuvo solamente un 2,2%de los votos, de manera que no rebasó labarrera electoral50. Todavía rebasó el 5%en las elecciones regionales de Bremen, en1955. En el momento de su prohibicióncontaba con 78.000 miembros, la terceraparte que en 1949. Tras la sentencia, con-tinuó su actividad clandestinamente, perosin lograr ya una resonancia particular.

Winkler señala como causas de la de-cisión del Tribunal Constitucional –pormedio de una sentencia “esmeradamentefundamentada”– su actividad subversivay sus fines abiertamente inconstituciona-les. Pero –advierte– en términos políti-cos ya no representaba peligro algunopara el ordenamiento interno de la Re-pública Federal, pues actuaba y era per-cibido como un mero brazo transmisordel SED y la Unión Soviética51 en plenaguerra fría52. El DKP (Partido Comu-nista Alemán), fundado en 1968, que re-cogió los restos de sus militantes y le su-cedió ideológicamente, no fue nunca ob-

jeto de una demanda de inconstituciona-lidad53.

La sentencia que declaró la inconstitu-cionalidad del KPD completó la interpre-tación del Tribunal Constitucional sobreel ordenamiento fundamental de la Repú-blica con un exhaustivo desarrollo juris-prudencial del artículo 21, que supuso,hasta su desarrollo legal en 1967, el conte-nido esencial de la regulación de los parti-dos políticos. Para determinar la anticons-titucionalidad del KPD, la sentencia reco-gió los elementos fundamentales de la queilegalizó al SRP, cuatro años antes. Algu-nas líneas esenciales resultan coincidentes:así, la sentencia que analiza el estilo políti-co del KPD a través de su labor de propa-ganda constante y ferozmente crítica fren-te a cualquier actuación o decisión de losórganos constitucionales en lo que resultauna política deliberada de deslegitimaciónmediante la negación de cualquier recono-cimiento o valoración positiva de la reali-dad de la República54. Resulta impresio-nante el análisis de la ideología del parti-do, que deviene una summa demarxismo-leninismo, para resolver (nega-tivamente) acerca de su compatibilidad (yla de la dictadura del proletariado, el asal-to revolucionario al poder y el derecho deresistencia nacional) con los fundamentosdel ordenamiento liberal democrático55. Alo largo de la muy extensa sentencia rezu-ma constantemente su contexto: la guerrafría y la división alemana56.

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tanto en el nivel federal como en el Estado de Baja Sa-jonia (STC SRP, 61 a 147) y su activa política de cap-tación de nazis activos (STC SRP, 148 a 186), sin quela presencia de algunas voces opuestas a una restaura-ción del nazismo resultara relevante: tales miembrosno lograron integrase en el partido (STC SRP187sigs.), en el que sí se reunieron antiguos y activosnacionalsocialistas para recobrar influencia política,captados deliberadamente, para constituir con ellos elnúcleo del partido (STC SRP, 198).

42 STC SRP, 321.43 STC SRP, 323.44 STC SRP, 324.45 STC SRP, 35 y 36.46 Salvo dos.47 Fenske, H: Deutsche Parteiengeschichte, pág. 299.

53 De hecho, la propia STC KPD declaró expresa-mente que la prohibición del KPD no excluía la auto-rización para que un partido comunista pudiera con-currir en el caso, entonces futuro e incierto, de unaselecciones conjuntas en toda Alemania.

54 STC KPD, 1423 a 1439.55 Conforme a la demanda del Gobierno federal,

el peligro para la República Federal proviene tanto deuna doctrina marxista-leninista percibida como vincu-lante como de sus metas concretas. Como partidomarxista-leninista de la vanguardia, el KPD es un par-tido revolucionario, que persigue alcanzar el poderpor medio de una revolución violenta y un levanta-miento de las masas. Y con la toma del poder, persi-gue establecer la dictadura del proletariado como for-ma de estado, y mantenerla como revolución perma-nente hasta la consecución de sus fines últimos.Modifica las fases de la revolución política para, tras eléxito de la toma del poder y sobre las ruinas de la or-denación estatal de la República Federal de Alemania,extender al conjunto de Alemania el sistema de go-bierno de la zona de ocupación soviética. Este sistemade gobierno es un sistema totalitario, de violencia ydespotismo, incompatible con los valores fundamen-tales del ordenamiento liberal democrático (STCKPD, 101).

56 Para conseguir estos fines, continúa la deman-da, el KPD abusa de la idea de la reunificación, comoprograma de un frente nacional, dominado por elSED, que persigue destruir el que llama “régimen deAdenauer” –que comprende el conjunto del aparatodel Estado– por medio de la lucha revolucionaria vio-

48 Recogido en la STC KPD, 1376 y 1410 a 12.49 Recogido en la STC KPD, 1427.50 En las primeras elecciones de la República Fe-

deral había obtenido el 5’7%.51 Winkler: Der lange Weg nach Westen, Munich

(Beck), 2000, pág. 184.52 En el momento fundacional de la República, el

dirigente socialdemócrata Schumacher sí había desa-rrollado una política activa para evitar la penetracióncomunista en las zonas de ocupación occidentales. Lossocialdemócratas consideraban a los comunistas co-rresponsables del acceso al poder de los nazis, con losque habían desarrollado una política convergente dedestrucción de la República de Weimar; culpables de haber debilitado la resistencia entre 1939 y 1941;responsables de la absorción del Partido Socialdemó-crata por el SED en la zona de ocupación soviética; y,en definitiva, un partido directamente dependiente dela Unión Soviética. (Craig: Über die Deutschen, Mu-nich (Beck), 2002 (1ª ed. norteamericana, 1982), pág.44). La STC KPD recoge tanto el juicio histórico so-bre su actuación contra la República de Weimar (7 y8) como el referente a la absorción del Partido Social-demócrata por el SED en la zona de ocupación sovié-tica (41).

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Criterios jurisprudenciales establecidospor el Tribunal ConstitucionalLas sentencias respectivas definieron el al-cance de lo que había de entenderse por el“ordenamiento fundamental liberal demo-crático” protegido por la Ley Fundamental:uno que, proscribiendo cualquier tipo deviolencia y despotismo, establece un siste-ma de gobierno fundado, entre otros ele-mentos, sobre la primacía de la autodeter-minación del pueblo conforme a la volun-tad de la mayoría, la libertad y la igualdad;la vigencia del Estado de derecho; el respe-to a los derechos humanos y por encima de todos a los derechos fundamentales de lapersona a la vida y al libre desarrollo de la personalidad; la soberanía popular; laproscripción de la violencia; el principio de multipartidismo y la igualdad de oportu-nidades de que gozan todos los partidos,comprendido el derecho (dentro de las pres-cripciones constitucionales) a constituirse ydesarrollar una labor de oposición57.

De la misma manera, declararon direc-tamente aplicable58 el artículo 21 de la LeyFundamental para declarar inconstitucionalun partido. Y como causas que podían de-terminar esta aplicación, establecieron unsistema conforme al cual:

1. No es suficiente con que un partidose oponga por medios legales a una o va-rias de las previsiones o incluso a institu-ciones completas recogidas en la Ley Fun-damental59.

2. Pero tampoco es preciso, para la posi-ble aplicación del artículo 21.2, que el parti-do o sus miembros se conduzcan en unaforma que pueda constituir una conductapenal, en el sentido del artículo 81 del Có-digo Penal. La declaración de inconstitucio-nalidad no es una sanción penal: es una me-dida preventiva básica que pretende, a partir

de la experiencia histórica alemana, asegurarla permanencia del sistema democrático.

3. Un partido es inconstitucionalcuando pretende erosionar valores supe-riores del Estado constitucional liberal-democrático que la Ley Fundamentalconsidera fundamentales. Estos valoressuperiores parten de una concepción va-lorativa conforme a la cual cada personaposee un valor independiente y propio enel orden de la Creación; los valores funda-mentales permanentes de la sociedad polí-tica son la libertad y la igualdad; y la pre-tensión de que puedan existir diversasformas de ordenamientos fundamentalesliberal-democráticos es errónea60. Lo con-trario es el estado totalitario.

4. Es posible determinar la inconstitu-cionalidad de un partido conforme al ar-tículo 21.2 porque se aprecie en su orde-namiento interno un alejamiento de loselementos fundamentales de organizacióndemocrática que solamente pueda expli-carse como expresión de un comporta-miento contrario al ordenamiento demo-crático y que resulte confirmado por otrasmanifestaciones61.

5. E, igualmente, porque del discurrirpolítico del partido resulte probado que seorienta de manera constitutiva y tendencial-mente duradera a luchar contra el ordena-miento fundamental liberal democrático62.

6. Como, obviamente, los partidos encuestión no declararán abiertamente suoposición a la Constitución, será preciso“valorar cuidadosamente” su programapolítico para determinar sus fines reales, apartir de la realidad de su conducta y lade sus miembros y no solamente confor-me a sus declaraciones estatutarias o lasdeclaraciones de sus dirigentes63. La opo-sición habrá de manifestarse mediante

una conducta activa, beligerante y agresi-va. Entre las conductas, resultó decisivaen ambos casos la constante y radical hos-tilidad verbal, con afán deslegitimador,dirigida contra los órganos democráticosde la República y sus dirigentes64.

7. Una manifestación de esta oposicióna los fundamentos del ordenamiento liberaldemocrático es la certeza (en el caso delSRP) de que entre sus metas políticas se en-contraba la de expulsar de la vida política alos restantes partidos, de manera que no só-lo combatía a los restantes partidos de unamanera legítima, sino también al propioprincipio esencial del multipartidismo65.

8. No gozan del régimen privilegiadoque establece para los partidos políticos elartículo 21 de la Ley Fundamental las or-ganizaciones políticas que no se constitu-yan como partidos, ni las organizacionesdependientes de aquellos. En su caso regiráel artículo 9.2, que se refiere a la comisiónde actos punibles penalmente o contrariosal entendimiento entre los pueblos66.

9. La prohibición de crear nuevas or-ganizaciones que sean, en realidad, suce-

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lenta, con la ayuda de la llamada República Democrá-tica Alemana, las democracias populares y la UniónSoviética (STC KPD, 102).

57 STC SRP, 38.58 STC SRP, 40; y STC KPD, 170 a 172. Ade-

más, conforme a la STC KPD, 1447, no es admisibleque la prohibición del partido fuera una medida eje-cutiva independiente de la declaración de inconstitu-cionalidad por el Tribunal Constitucional: la prohibi-ción es la consecuencia típica y adecuada, adoptadapor aquél.

59 STC SRP, 37. El artículo 21 de la Ley Funda-mental eleva a los partidos del ámbito de lo político ysociológico al rango de una institución de DerechoConstitucional. Pero de esta “incorporación” sólopueden tener parte los partidos que se sitúen en elmarco del ordenamiento fundamental liberal-demo-crático. A su vez, un partido no puede tomar parte enla formación de la voluntad popular si combate eseordenamiento (STC SRP, 331).

60 STC SRP, 37.61 STC SRP 40 y 319 (vid. supra). La ausencia de

democracia interna en un partido será un indicio cier-to de su conducta previsible en cuanto a ese elementoesencial de la democracia liberal que es la formaciónde la voluntad política como resultado del libre juegode la fuerzas políticas, es decir, de su tendencia a susti-tuirla por un sistema autoritario (STC SRP, 40).

62 STC SRP, 53.63 Es obvio que, como ocurrió con el partido de

Hitler, un partido moderno que trate de hacerse conel poder para destruir el sistema democrático solamen-te manifestará abiertamente sus fines antidemocráticosuna vez que haya alcanzado aquél. Los fines contrariosal ordenamiento democrático a los que se refiere el ar-tículo 21.2 no serán claramente proclamados antes,como muestran las constantes manifestaciones de leal-tad de Hitler previamente a su llegada al poder y la

oscuridad con que su partido disimuló sus fines au-ténticos. Por ello, las declaraciones oficiales y los pro-gramas de los partidos sospechosos de inconstitucio-nalidad deben examinarse cuidadosamente, como lasprotestas de lealtad de sus dirigentes, para procurardesvelar los verdaderos fines de los partidos (STCSRP, 52) a partir de los hechos y las palabras de losdirigentes y sus colaboradores (STC SRP, 53).

64 STC SRP 320; STC KPD, 1423. Ambas reco-gen (por ejemplo, la segunda, en 1426), numerososejemplos –contra el sistema democrático (1428), elGobierno de Adenauer (1429), la relación conEE UU y la “falta de soberanía” (1430) y hasta el pro-pio Tribunal Constitucional (1431)– caracterizadospor una constante reiteración, tras cada medida o de-cisión, con un tono, un registro léxico acuñado en cli-chés cuanto menos zafios. Pero no es la brutalidad o elcarácter primario de la labor de propaganda (que es,en definitiva, una parte esencial del trabajo de forma-ción de la voluntad política propio de los partidos,que se constitucionalizan como elemento integrador ytienen derecho a realizar propaganda y actividades, in-cluso triviales o vulgarizadoras 1438), sino la políticaclara de deslegitimación que ponen de manifiesto lainvariable reiteración del tono y del contenido de lacrítica implacable, planificada y dirigida por los órga-nos directivos. Con el fin de deslegitimar el ordenconstitucional y crear desapego y rechazo en la pobla-ción, supone una sistemática deformación, hasta la ca-ricatura, de las declaraciones o decisiones a las que seopone. Su bajo nivel intelectual no lo descarga de estaresponsabilidad, pues se dirige, precisamente, a ali-mentar resentimientos profundos potenciales (1432 a1435).

65 STC SRP, 318.66 STC SRP, 39 y 342: las que inequívocamente

formen parte del partido quedarán extintas. Contralas demás, habrá de utilizarse la vía del artículo 9.2 dela Ley Fundamental. En el mismo sentido, STCKPD, 1449.

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soras de las prohibidas se extiende tam-bién a otras formas de sucesión como ladifusión de su ideología por medios im-presos o en discursos públicos67.

10. La extinción de los mandatos en elParlamento Federal y los Parlamentos delos Estados federados se justifica por lapropia naturaleza de aquellos: no puedenser titulares del mandato imperativo y con-currir en nombre del conjunto del puebloalemán a la formación de la voluntad polí-tica o legislativa general representantes ele-gidos en listas de partidos declarados luegoinconstitucionales, ni seguir formandoparte de los órganos representativos de ex-presión de aquélla. Pero las personas cuyomandato hubiera sido revocado sí podránvolver a ser candidatos, en otras listas yelecciones. La exclusión de la revocaciónde los elegidos para formar parte de losayuntamientos y otras corporaciones se de-be a la naturaleza de las funciones de éstos,esencialmente administrativas68.

El debate público sobre el proceso del NPDEn el inicio del proceso actual sobre la in-constitucionalidad del NPD, el ministrodel Interior, Schily, del Sozialdemokratis-che Partei Deustschlands (SPD), se pro-nunció contra la idea de instar la prohibi-ción, consciente de las dificultades legalesque implicaba69. Sin embargo, desde queel canciller Schröder hizo público queconsideraba el proceso un asunto de sumaimportancia, el ministro ha dirigido laacusación sin vacilar, hasta el punto deque ha llegado a aparecer, con el ministrodel Interior de Baviera, Beckstein (CSU),como el protagonista de la demanda.

El contexto político de la demandacontra el NPD difiere claramente del quejustificó, en parte, la prohibición del SRP,en 1952 y el KPD, cuatro años más tarde.En los años cincuenta, la República re-

cién establecida tenía que dar señales ine-quívocas para definir su posición políticahacia el interior y hacia el exterior. En laactualidad, el sistema democrático (o el“orden liberal democrático”) no correningún peligro proveniente del NPD,partido que carece de posibilidades realeso potenciales de llegar a alcanzar suficien-te influencia política para eliminarlo.

Esta valoración no permite negar la ac-titud agresiva, contraria al ordenamientoconstitucional y a veces criminal, de mili-tantes o personas estrechamente vincula-das al partido. Hay incluso observadoresdel proceso que creen que la defensa es-crita del NPD en el proceso es suficientepara justificar la prohibición. Sin embar-go, la mayoría de las opiniones vertidasen la prensa alemana se ha pronunciadoen favor de proceder sólo políticamentecontra la ideología del partido y penal-mente contra los concretos hechos efecti-vamente delictivos que se cometan ennombre del partido o por sus miembros.

Es posible apreciar, por tanto, unacontradicción entre la posición de los tresórganos constitucionales demandantes yla percepción más común en la opiniónpublicada, escéptica en cuanto a la conve-niencia de esta medida. Ante la crisisabierta en torno al proceso, el SPD (elpartido mayoritario en el Gobierno fede-ral) sostiene firmemente que aquél debecontinuar, incluso si no es previsible quese produzca una sentencia antes de laselecciones generales de septiembre de2002. Los Verdes (el partido menor en lacoalición de gobierno) apoyan la petición;pero hay sectores del partido muy críti-cos. En el momento de revelarse el primerconfidente-testigo, tanto el ChristlichDemokratische Union (CDU) como elChristlich-Soziale Union (CSU) (que in-tegran la oposición conservadora) se apre-suraron a eludir su parte en el proceso,atribuyendo al Gobierno la responsabili-dad única sobre su desarrollo y responsa-bilizando al ministro del Interior, Schily,de los defectos en las demandas. En unmomento ya abiertamente preelectoral,llegaron a exigir su renuncia. Cuandoaparecieron más confidentes, algunos deellos informantes de la Oficina de Protec-ción de la Constitución de Baviera (cuyoMinisterio del Interior es otro de los acto-res destacados en las demandas70) la coa-lición CDU/CSU ha vuelto a apoyar la

demanda sin fisuras. La fracción parla-mentaria del FDP (partido liberal) ha es-tado en contra de la demanda desde elprimer momento y sigue defendiendoque ha de desistirse del proceso. El PDS(partido socialista, sucesor en cierta medi-da del SED) apoyó la solicitud en unprincipio, pero se manifiesta ahora en fa-vor de retirarla, para limitar el daño polí-tico.

Escenarios posibles para la continuación del proceso

a) Los órganos demandantes desistende su demandaSe trata de una posibilidad ya sugeridamás o menos veladamente71 por dirigen-tes de la CDU y abiertamente por los li-berales del FDP, y fuertemente contestadapor Los Verdes y por dirigentes socialde-mócratas. Los primeros se apoyan en lasconsecuencias de la intervención –y elalumbramiento– de los confidentes yagentes infiltrados, tanto en la fundamen-tación de las demandas como en el cursoprevisible del proceso.

b) El Tribunal rechaza la peticiónHay quienes creen que el Tribunal recon-siderará la admisibilidad de la petición y larechazará por los defectos hasta ahora des-cubiertos (más los que pudieran revelarsea lo largo del proceso). Tal decisión causa-ría un gran daño político y debilitaría lacredibilidad de los demandantes.

c) El Tribunal no prohíbe el NPDEl NPD sería el gran ganador del proce-so, bendecida su constitucionalidad por elTribunal Constitucional.

d) El Tribunal dicta la prohibición del NPDParece poco probable que una prohibicióncontribuya a disminuir los actos delictivoscometidos por extremistas de derecha, li-mitación que constituye la justificación delproceso72. La experiencia demuestra quelos grupos de la extrema derecha no se de-jan intimidar por esta clase de prohibicio-nes, por lo que es razonable suponer que

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67 STC SRP, 344. Pero no, como ya se ha indica-do, prohíbe necesariamente la constitución de unnuevo partido comunista que pudiera concurrir aunas elecciones generales para toda Alemania (reunifi-cada).

68 STC SRP, 330 a 337. El diputado que hubieraabandonado el partido, no perdería el mandato (STCSRP, 337). Pero el tribunal negó la admisibilidad deun intento de eludir las consecuencias de la sentenciapor medio de la disolución voluntaria del partido, quecomunicó uno de sus órganos el 12 de septiembre de1952, poco más de un mes antes de la sentencia, pre-cisamente ante el carácter no democrático con que sehabía adoptado (STC SRP, 338).

69 En el pasado, se había considerado ya en algunaocasión instar la prohibición del NPD, pero la dificul-tad para demostrar la anticonstitucionalidad del parti-do llevó a desechar la opción.

71 La FAZ, (18-2-2002) recoge declaraciones delministro-presidente del Sarre, Peter Müller (CDU),insinuando esta posibilidad; y la oposición a tal deci-sión manifestada por la portavoz del grupo parlamen-tario federal de Los Verdes, que considera que se tra-taría de una señal política catastrófica; y dirigentes so-cialdemócratas, que la tienen por irresponsable.

72 Además, suele observarse que las normas ya vi-gentes se aplican más decididamente, también por lapolicía, lo que resulta al menos tan eficaz como la prohibición.

70 Y cuyo ministro-presidente ha sido designadocandidato a canciller conjuntamente por el CDU y elCSU.

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una prohibición del NPD desplazaría elproblema a la clandestinidad, donde resul-taría más difícil observarlo y controlarlo.

A partir de estas alternativas, la opi-nión publicada se manifiesta mayoritaria-mente (aunque por las razones diversasapuntadas) en favor de que sea retirada lademanda. Nadie sostiene, en cambio, quelas dificultades surgidas en el curso delproceso hayan provocado una crisis parael sistema democrático: los jueces del Tri-bunal han “demostrado de una maneraimpresionante que no son peones de laoportunidad política. El Estado de dere-cho se ha salvado a sí mismo”73. Pero sí seadvierte del peligro que pudiera resultarpara el prestigio de las instituciones de-mocráticas (tanto los demandantes comotodos los partidos políticos) si se insistieraen imponer la prohibición del partido atoda costa, a pesar de las dificultades sur-gidas y de la discrepancia al respecto entrelos partidos políticos que se consideranverdaderamente democráticos.

Conclusionesa) Un instrumento necesarioEn los años iniciales de la República Fede-ral resultaba indudable la necesidad de unmecanismo que permitiera prohibir parti-dos que recogieran la ideología nacional-socialista y sus fines contrarios al sistemademocrático liberal, tanto para delimitarclaramente el sistema de valores (y el departidos) de la nueva república como paraevitar la reproducción de los males queacabaron con la antigua. Las sentencias so-

bre el SRP y el KPD delimitaron elemen-tos tan esenciales (material y simbólica-mente) del nuevo sistema como el conte-nido, alcance y prevalencia de los valoresfundamentales y los rasgos esenciales de lanaturaleza, la ideología y la actividad delos partidos, a partir de la interpretacióndel artículo 21. Como ya se ha advertidola República Federal no tuvo una ley regu-ladora de los partidos políticos hasta1967.

Tampoco ofrece dudas la atribución alTribunal Constitucional de la competen-cia para decidir la inconstitucionalidad y,por tanto, la prohibición de partidos, anteel carácter político fundamental de la deci-sión y por la intensidad de ésta en un régi-men de partidos caracterizado por la liber-tad de constitución. Las sentencias relati-vas al SRP y el KPD, exhaustivamentefundadas en términos jurídicos, históricosy filosóficos, confirman el acierto de estadecisión frente a otras posibles: por ejem-plo, una que hubiera atribuido la prohibi-ción o su revisión, a los tribunales admi-nistrativos, en el marco de sus funcionesde control de los procesos electorales.

Bachof74 ha defendido esta atribucióna partir de una negativa rotunda de lapretensión de que existan cuestiones que,por ser políticas, no son accesibles por sunaturaleza a un juicio jurídico:

“el carácter político de un acto no excluye un co-nocimiento jurídico del mismo, ni el resultado po-

lítico de dicho conocimiento le despoja de su ca-rácter jurídico”.

Por el contrario,

“rellenar con vida y contenido los conceptos de va-lor y otros jurídicos indeterminados mediante unajurisprudencia dirigida a completarlos y a plasmarvalores (que remiten a preceptos extralegales y acontenidos culturales o sociales o económicos cam-biantes) ha sido una tarea en la que la jurisprudenciaconstitucional y la discusión pública sobre los valo-res decisivos puede contribuir al nacimiento y con-solidación de una conciencia general valorativa”.

Para Bachof, es cierto que el TribunalConstitucional ha llegado a constituir“un auténtico factor de poder en el senode nuestro Estado”75 [Alemania]. Pero setrata de una consecuencia del “abandonoconsumado del positivismo legalista enel pensamiento jurídico y político ale-mán, de la pérdida de la creencia en laomnipotencia del legislador estatal”. Endefinitiva, y como consecuencia de la ex-periencia del legislador nazi, de un “re-torno a la idea del derecho como previoa la ley”76, en la que existe un orden devalores anterior al derecho al que éste es-tá sujeto, el que definen los valores últi-mos de la justicia. Es precisa, por ello,“una fuerza que se preocupe de que, almenos, los valores superiores permanez-can protegidos; que decida, con la mayorautoridad posible, si en un conflictoeventual esos valores han quedado salva-guardados”.

Sontheimer señala al respecto que elpropio tribunal se ha limitado medianteuna recepción de la doctrina anglosajonadel self restraint, esmerándose en respon-der a cuestiones de evidente carácter po-lítico con contención jurisdiccional77. Deeste esmero da fe Winkler en su valora-ción de la sentencia sobre el SRP78.

La sentencia sobre el KPD recogió ladoctrina establecida por la de su predece-sora, pero refleja en su parte original elmomento de su adopción, ya consolidadala República Federal y en su punto (poruna vez, adecuadamente) álgido la GuerraFría. No es irrazonable atribuir la prohi-bición más a la rivalidad entre los bloquesque al peligro derivado para el sistema de-mocrático de la fuerza –electoral, decre-ciente, o ideológica– del KPD.

LA PROHIBICIÓN DE PARTIDOS POLÍTICOS EN ALEMANIA

38 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 122

73 FAZ 23-1-2002.

75 Op. cit., pág. 35.76 Op. cit., pág. 46.77 Sontheimer y Bleek, Grundzüge des politischen

Systems der Bundesrepublik Deutschland, pág. 349.78 Winkler: Der lange Weg nach Westen, Munich

(Beck), 2000, pág. 184.

74 Se trata de uno de los asuntos centrales de Ba-chof, Otto: Jueces y Constitución, Madrid (Civitas),1985, [original, Grundgesetz und Richtermacht, Tü-bingen, 1959].

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Esta circunstancia, como la escasafuerza real y el carácter relativamentemarginal del NPD dentro de los gruposde extrema derecha en Alemania, autori-za a preguntarse sobre de la necesidad yla posible eficacia de los procesos respec-tivos, incluso si se acepta la oportunidady aún la necesidad del instrumento queregula el artículo 21.2. Cualquier estima-ción sobre el efecto histórico futuro deuna medida legislativa carece de la posi-bilidad de contraste empírico79, por loque una valoración sobre su posible efica-cia habrá de basarse en las experienciasanteriores, la anticipación de sus conse-cuencias simbólicas o ejemplares y, en de-finitiva, en la intuición que debe(ría) go-bernar las grandes decisiones políticas.

b) La eficacia de la aplicación debe serevaluada en cada casoPara Sontheimer y Bleek, “el extremismode derecha siempre puede deparar sorpresasdesagradables en Alemania”80. Convieneno perder de vista la amenaza de rebrotesxenófobos y nacionalistas violentos comolos que sacuden los Estados surgidos de laantigua Yugoslavia. Y es preciso –sostie-nen– tener en cuenta también la “amenazaal prestigio internacional de Alemania”81

que supone la medida en que tales partidos“mantienen despierta en el extranjero lamemoria del extremismo de derecha de laépoca de Hitler”82.

Esta última amenaza no recae, sin em-bargo, sobre un bien estrictamente protegi-do con el mecanismo del artículo 21.2,pues éste proscribe a los partidos que ame-nacen al ordenamiento fundamental liberaldemocrático o la existencia de la RepúblicaFederal; y sólo el artículo 9, respecto al queel 21 es lex specialis, proscribe las asociacio-nes cuyos fines o actos se dirijan contra “elideal de entendimiento entre los pueblos”.

Lo cierto es que la prohibición del KPDse produjo cuando éste carecía ya, proba-blemente, de fuerza real: muy menguadoen votos y en mandatos y sin posibilidadesde superar la barrera para acceder al Bun-destag. Como señala Craig, “durante la eraAdenauer no reapareció ninguna de las de-

bilidades que provocaron la destrucción dela República de Weimar. La constanteprosperidad económica y la eficaz integra-ción de los refugiados y expulsados evita-ron que llegaran a surgir las condicionespara la formación de partidos extremistas.Tras la ilegalización del SRP y el KPD, losrestantes partidos de protesta desaparecie-ron pronto por falta de seguidores”83.

El artículo 21.2 no se utilizó, en cam-bio, durante los años en que cobraronfuerza otros partidos de extrema derechacomo el de los Republikaner en los añosochenta; ni, por cierto, contra el DKP, su-cesor del KPD84. Tampoco es evidenteque resulte más sencillo combatir la activi-dad clandestina de un partido ilegal85 quela de otro que actúe abiertamente y, al me-nos en apariencia, dentro del marco cons-titucional. Ni conviene olvidar el riesgo deabuso, por razones de oportunidad (o laconveniencia política), de los Gobiernosque lo emplean86. Ni tampoco el riesgo dedeterioro de la calidad de la democraciacuando se recurre a limitaciones de ele-mentos que forman parte de la libertadpolítica o el pluralismo. La experiencia dela República Federal ofrece un ejemplo va-lioso en los llamados decretos contra radi-cales, cuya aplicación, en los años setenta ysólo contra presuntos extremistas de iz-quierda, fue muy contestada por la des-proporción entre los objetivos perseguidosy sus consecuencias efectivas87.

La duda esencial sobre la efectividad delartículo 21.2 es otra, sin embargo: la medi-da en que pudiera proteger el sistema de-mocrático frente a un viraje antidemocráti-co de un gran partido. En el largo plazo,sólo el consenso básico entre los partidosprincipales y su aceptación voluntaria delos valores y el núcleo esencial de la Consti-tución garantiza la pervivencia de un ordenconstitucional democrático. Pero unaprohibición a tiempo, en un contexto queasegure que la decisión va a ser aceptada co-mo legítima y que el Estado dispondrá delos medios precisos para ejecutarla, puedecortar el crecimiento del partido cuandoaún es posible hacerlo y evitar el deterioroque supone para la legitimidad y la vigenciadel sistema democrático la actividad frau-

dulenta de un partido que abusa de los me-dios y los privilegios que le brinda aquél. Elefecto simbólico, educativo y preservativode una decisión oportuna parece fuera de duda. Pero conviene detenerse en eseelemento esencial del (buen) arte de la polí-tica que es la oportunidad.

c) La oportunidad debe analizarse demanera realistaLa decisión de prohibir un partido ha deadoptarse mediante un proceso de decisiónjurídico, integrado por valores que inspiranlas normas y su interpretación, un procedi-miento con garantías y reglas que atribuyenlas competencias decisivas. Pero su natura-leza y sus efectos son indudablemente polí-ticos, pues determinan el ámbito subjetivo yel alcance de la libertad reconocida parafundar partidos y, en definitiva, el grado depluralismo admisible por el sistema. Las ra-zones profundas y la justificación de la de-cisión que se adopte tendrán –como laSTC sobre el SRP– un valor testimonialesencial para valorar la calidad democráticadel sistema.

En consecuencia, ha de valorarse aten-diendo a los efectos reales que tendrá so-bre el sistema de partidos, los resultadoselectorales, las instituciones y los proce-sos de gobierno: en definitiva, sobre eldesarrollo posterior del sistema y su pro-pia gobernabilidad, pero también en elsentido más fundamental de la determi-nación de la voluntad (o la vida) políticade la República. Desde este punto de vis-ta, la decisión, en 1952 de prohibir elSRP fue más relevante que la que pros-cribió el KPD –o que la que resulte sobreel NPD.

Un ejemplo de esta valoración es la cues-tión que formulan Sontheimer yBleek acerca del destino posible del votoy de la actividad política (y, en definitiva, de su propia percepción en relación con laRepública) de quienes se sitúan política-mente más a la izquierda en el nuevo esce-nario que sigue a la prohibición del KPD,la transformación del Partido Socialdemó-crata en un partido de masas de centro-iz-quierda desde su condición original de par-tido socialista de clase y la aplicación de losdecretos contra radicales (Radikalenerlass)que apartó de las instituciones y el serviciopúblico a los declarados extremistas, a la vezque inducía la marginación o la desapari-ción de partidos menores o grupúsculos deextrema izquierda88.

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39Nº 122 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

79 Valga como prueba de esta afirmación el resul-tado usual de la aplicación de modelos como los de laTeoría de juegos: una explicación de las razones por lasque las cosas vinieron a ser lo que fueron, pero elabo-rada ex pos.

80 Sontheimer y Bleek: op. cit., pág. 259.81 Recogida en la demanda de inconstitucionali-

dad interpuesta contra el NPD por el Gobierno fede-ral.

82 Sontheimer y Bleek: op. cit., pág. 259.

83 Craig: Über die Deutschen, Munich (Beck),2002 (1ª ed. norteamericana, 1982), pág. 57.

84 Sontheimer y Bleek: op. cit., pág. 224.85 Sontheimer y Bleek: op. cit., pág. 225.86 Se refirió a él la STC SRP, 35: “había que con-

siderar el peligro de que el Gobierno tratara de apartarcon este procedimiento partidos de oposición incó-modos”, pues lo había recogido la propia defensa delSRP a lo largo del proceso.

87 Sontheimer y Bleek: op. cit., pág. 255. 88 Sontheimer y Bleek: op. cit., pág. 255.

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d) Las vías constitucional y penalA partir de la intensidad de la medida deprohibir un partido político, de los requi-sitos que exige la jurisprudencia constitu-cional y de la dificultad de probar los fi-nes antidemocráticos del partido cuestio-nado (como recoge la STC sobre el SRP,ni siquiera el NSDAP reconocía abierta-mente sus fines verdaderos antes de alcan-zar el poder), habrá de valorarse cuidado-samente cuáles serán el ámbito y los ins-trumentos jurídicos más eficaces parapreservar el sistema democrático: la perse-cución penal de las conductas delictivasconcretas que lleven a cabo miembros osimpatizantes de los partidos cuestiona-dos o el intento de expulsar del sistema alos propios partidos mediante un juiciosobre su constitucionalidad.

Las razones en favor de la vía penal sonobvias: se trata de un juicio concreto, sobrehechos determinados mediante técnicasperfectamente acuñadas y cuyo alcance encualquier sentido es mucho menor. Lasconsecuencias políticas de cualquier deci-sión penal serán, paradójicamente, más le-ves; y menor el riesgo de deslegitimación delconjunto del ordenamiento democráticopor una decisión negativa o por la propiaerosión causada por el discurrir del proceso.

Sin embargo, es preciso considerar elpunto de vista contrario: el artículo 21.2 yla doctrina establecida por el TribunalConstitucional alemán permiten un juiciosobre la realidad de los fines, la ideología yla organización interna de los partidos paradecidir sobre su adecuación a la Ley Funda-mental (y, en definitiva, al sistema democrá-tico, pues la STC sobre el SRP identifica és-te con la Ley Fundamental, frente a la pre-tensión de que puedan existir diversasinterpretaciones o formas de democracia). Laacumulación de decisiones penales o los in-dicios razonables de que la realidad antide-mocrática trasciende los supuestos concretospermiten usar la acción de inconstituciona-lidad, de naturaleza cuasi pública, en el con-texto del estatuto privilegiado que reconoceel artículo 21.1 a los partidos políticos.

La función constitucional y el prestigiosuperior, en términos sociales y políticos,del Tribunal Constitucional hacen de ésteel órgano más adecuado para resolver unacuestión políticamente más elevada: laque supone un juicio sobre la propiaconstitucionalidad de un partido, a partirde sus elementos programáticos y la reali-dad de su conducta y sus fines últimos.

e) Las garantías jurídicasLa experiencia de los procesos electorales,como la de los jurisdiccionales demuestra

la enorme influencia de ciertos elementospuramente formales o procedimentalessobre la percepción pública acerca de lalimpieza de unas elecciones, la justicia deuna decisión judicial o, en definitiva, la percepción pública sobre la legitimidaddel resultado de una u otro89. El procesoen curso contra el NPD muestra las con-secuencias devastadoras de una aparienciade falta de transparencia en un régimendemocrático exigente. O de una realidaddesconcertante, por más que parezca dis-currir dentro de los parámetros de la lega-lidad y de la normalidad en que actúan lasoficinas de protección de la Constitución.

Tanto en los sistemas electorales (y ladecisión de prohibir un partido tienetambién una indudable naturaleza electo-ral) como en un proceso jurisdiccionalresultan esenciales los elementos básicosde la seguridad jurídica; la preexistenciade las normas de atribución de compe-tencias, procesales y sustantivas, y de lospropios órganos que han de aplicarlas; laproscripción, consecuentemente, de nor-mas ad hoc; los elementos de un procesopúblico que permita la contradicción y ladefensa de las partes, la regulación de la valoración de la prueba, la posibilidaden su caso de formular recurso contra ladecisión recaída, etcétera. Es preciso, endefinitiva, que la decisión se adopte pormedio de un proceso que garantice elmáximo nivel de objetividad y garantíasjurídicas.

La ausencia de estos requisitos básicos ola apariencia de que el intento de prohibi-ción pudiera obedecer a un interés coyun-tural o propio del demandante (fundada ono, pero susceptible de ser opuesta razona-blemente por el partido cuestionado) pue-den impedir el resultado perseguido y pro-ducir un rédito político jugoso al partidodemandado. Y, en definitiva, contribuir a

debilitar el ordenamiento democráticoque trataba de protegerse, sin haber

“contribuido esencialmente a restablecer y aafirmar la quebrantada creencia en la soberanía delderecho y en la posibilidad de un imperio del dere-cho: la creencia en un derecho al que están someti-dos no sólo los ciudadanos, sino también el Esta-do” (Bachof).

La decisión de instar la declaración deinconstitucionalidad de un partido habráde adoptarse, en suma, tras un análisispolítico que requiere la sensibilidad preci-sa para resolver entre valores concurren-tes: por una parte, la máxima libertad pa-ra constituir partidos y para que éstos de-sarrollen su actividad en el mediodemocrático constitucionalmente defini-do; por la otra, la necesaria existencia delímites, que configuran la democracia de valores90 y comprenden la disposicióndel propio sistema a defenderse91. Estadefensa –legítima– sólo será efectiva si esoportuna y si no desencadena nuevos ma-les mayores. Pero no es obvio, y deberáapreciarse con una finezza no siempre ga-rantizada en los análisis previos a las gran-des decisiones políticas, cuál debe ser el lí-mite de tolerancia –o el de resistencia– deun sistema democrático frente a un parti-do que lo combate y acabaría con él sifuera suficientemente fuerte. n

Sabine Friedel es politóloga.

Diego Íñiguez es administrador civil del Estado.

LA PROHIBICIÓN DE PARTIDOS POLÍTICOS EN ALEMANIA

40 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 122

89 Vid. al respecto Santolaya Machetti, P. e Íñi-guez Hernández, D.: “Legislative Frameworks”, enAdministration and Cost of Elections, editado por Idea,NNUU e IFES, Nueva York, 1998.

90 Un sistema democrático en el que resulta esen-cial un contenido valorativo, previo al momento legis-lativo. Lo que Ferrajoli y Andrés Ibáñez, en una con-cepción emparentada con la que inspiró al TribunalConstitucional alemán, han denominado la dimensiónsustancial de un modelo garantista de democracia cons-titucional, dentro del cual la validez de las decisioneslegislativas –incluso de las leyes vigentes, de acuerdocon los requisitos de su elaboración parlamentaria–depende del balance positivo de una comprobaciónacerca de su coherencia con los imperativos constitu-cionales de orden sustancial (Andrés Ibáñez, P.: págs.10 y 11 de su Prólogo a: Ferrajoli, L.: Derechos y ga-rantías, Trotta, Madrid, 1999).

91 En la expresión alemana, una wehrhafte Demo-kratie: una democracia dispuesta a defenderse.

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41Nº 122 n CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA

LOS LÍMITES DEL NEOPATRIOTISMO

JAVIER AGUADO

l patriotismo español, que parecíahaber caído en el más negro des-crédito entre los mismos españo-

les, asoma de nuevo. Para ello no le haquedado más remedio que despojarsede sus ademanes vetustos. Ya no nosagobia con afirmaciones tan estupen-das como que España sea una unidadde destino en lo universal, o que res-ponda desde la noche de los tiempos aun designio del dios de los cielos o delgenio de la raza. Hastiados de aquellosropones tremendos del viejo patriotis-mo, hartos de los truenos de la viejamilicia nacional, sólo estamos dispues-tos a admitir un patriotismo ligero,afable, coqueto. Y, por supuesto, pocoexigente. El nuevo patriotismo ya no sedefinirá como la disposición a morirpor la patria –nadie quiere pensar encosas tan escalofriantes– sino como elorgullo de pertenecer a una determina-da comunidad. Esta pérdida de impe-tuosidad, bienvenida sin duda, es aúnmayor si se tiene en cuenta que el pa-triotismo, como todo en las sociedadesavanzadas, va siendo moldeado segúnlos modos propios del comercio inten-sivo. Se nos invita a sentirnos conten-tos de llevar en nuestro ser la marca“España”, de sentir que España está demoda. Tal banalización me parece a míque es muy de agradecer, ya que graciasa ella va amansándose un valor tan pi-cudo y malhumorado como fue el depatriotismo.

Una vez desarmado de sus aristas,no son pocos los que ven en el patrio-tismo un sentimiento cuya utilidad nosería nada desdeñable. Al menos en élquieren ver los grandes partidos espa-ñoles un medio de superar el conflicto deidentidades territoriales que nos caracte-riza. Por encima de los sentimientos na-cionales de las comunidades históricas,hechos sobre todo de densa materia étni-ca, el patriotismo constitucional nos ha-

blaría de una pertenencia, menos atávicay más civilizada, que habría abandonadoel viejo gusto por las emociones telúricaspara inclinarse a favor de una racionali-dad práctica que estaría tejida exclusiva-mente con mimbres democráticos, huel-

ga decir que respetuosos por encimade todo con las libertades individuales.Quizá sea esa esperanza la causa deque vaya siendo cada vez mayor en Es-paña el interés por defender la legiti-midad de una identidad colectiva que,distanciándose del nacionalismo en elque arraigara en otros tiempos, reflejela libre voluntad de sus miembros y nouna presunta realidad, entre histórica ynatural, que los encadenaría a un des-tino tan común como forzado. Esenuevo sentimiento de identidad espa-ñola se define como patriotismo cons-titucional.

A pesar de tales expectativas de so-lución del eterno problema de la uni-dad española, los nacionalistas llama-dos periféricos no parecen haber que-dado muy impresionados por el nuevomensaje. Lejos de verse obligados aplegar velas a la vista de una polémicaen la que el papel más lucido se lo ha-bría apropiado el oponente, no tienenen absoluto la impresión de tener quevérselas con un contrincante que leshaya puesto las cosas muy difíciles. Es-tán convencidos de que esa racionali-dad cristalina que los defensores delpatriotismo constitucional quieren veren él queda puesta en entredicho porlas adherencias que muestra de un na-cionalismo, en este caso centralista,que apagan el lustre de la nueva con-signa. Así que, apenas ha entrado enliza el patriotismo constitucional, y yase va viendo que no hace mucha mellaen las filas de aquellos nacionalismosque debían haber mordido el polvo dela derrota ante tan portentoso caballe-ro. No ha sido así, y no podía ser de

otro modo. No es cosa fácil armonizarunas aspiraciones nacionales que por supropia naturaleza se repelen, como sonlas centrípetas y las centrífugas, sobre to-do si dicha armonía quiere lograrse enbeneficio exclusivo de uno de los litigan-

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tes. A sostener esta tesis pesimista van di-rigidas las siguientes líneas.

1. Un viejo problema español: la ausencia de una idea indiscutida de EspañaLa tensión en nuestro país entre un na-cionalismo centralista, muy real por másque pretenda pasar por otra cosa, y otrosde tendencia separadora, que no renun-cian a enderezar la escasa fortuna que lesha deparado la historia, impide que pue-da hallarse una definición de España ad-mitida por todos.

De la caracterización de España comouna nación plural no admiten los nacio-nalistas periféricos ni el sustantivo ni eladjetivo. Ni aceptan que España puedarecibir el título de nación, viendo enaquélla poco más que un artificio políticoincapaz de despertar ninguna cálida adhe-sión por parte de sus sufridos miembros,ni les parece que esa vaga pluralidad reco-gida por la definición dé razón de la con-creta índole nacional de algunas de laspartes que la componen. A la idea de Es-paña como una nación plural opondrán,como más adecuada a la realidad españo-la, la de un Estado plurinacional. Los queasí se expresan creo yo que defienden malsus intereses.

El adjetivo “plurinacional”, grato a al-gunos oídos centrífugos, en realidad nodescribe bien la riqueza de la pluralidadespañola, cuyas partes constituyentes noson todas de la misma naturaleza. No to-das ellas son naciones. En cambio, el po-co comprometido adjetivo “plural” sí escompatible con la variedad cualitativa quese da en España, donde conviven comu-nidades históricas que pueden ser califica-das como naciones, por su realidad clara-mente diferenciada y sobre todo porqueasí lo quieren, y regiones de reciente in-vención que no pasan de ser unidades te-rritoriales de gestión autónoma. Huelgadecir que deberían ser los propios nacio-nalismos históricos los que prefiriesen eluso del adjetivo “plural” al de “plurinacio-nal”, con el fin de poder desmarcarse delresto de comunidades que componen elEstado, haciendo ver que no todas gozande la condición nacional. No obstante lodicho, entiendo que aquellos nacionalis-mos desconfíen de esa pluralidad que, sibien hace justicia a la diversidad de cali-dades de las partes, no declara explícita-mente que algunas de ellas sean naciones.Análoga reducción uniformadora de laspartes, unidas todas ellas por una mismacondición, afecta a la caracterización deEspaña como nación de naciones.

La mencionada definición de Españacomo nación plural recibe el beneplácitodel nacionalismo español, incluido el másrecalcitrante, que la interpreta como si di-jera que sólo el todo, España, tiene la cali-dad nacional; lo demás sería región. Im-porta aquí tomar nota de que, aunquesiempre le haya gustado al centralismohispano aparentar una cierta comprensiónde la pluralidad española (recuerde el lec-tor que incluso la retórica franquista ha-blaba de la rica diversidad de los hombresy las tierras de España), no debe llevarnosa engaño, dado que ese reconocimiento depluralidad, sin más precisiones, puede queno pase de ser mero regionalismo, o ni si-quiera eso. Adviértase que incluso la reali-dad más férreamente unitaria muestra al-gún tipo de diferencia interna, por muyaccidental y accesoria que ésta sea. Por elloes muy recomendable conocer el rangoconcedido a dichas diferencias, no sea quenos encontremos ante una noción de va-riedad tan banal como la que se manifes-taba en un artículo publicado hace añosen el Abc por el golpista coronel Tejero, encuyas líneas podía verse cómo la sagradaunidad de la patria era compatible con ladiversidad… de sus vinos.

La raíz de la imposibilidad de dar conuna definición de España admitida por to-dos, centrífugos y centrípetos, está en elconcepto compartido por unos y otros denación. Según éste, dos naciones no pue-den solaparse en modo alguno, ni siquieraparcialmente; donde se da una nación nopuede darse otra. Si España es una nación,Cataluña no lo es; si Cataluña es una na-ción, España no lo es: así habla el nacio-nalismo, español o catalán. Pero esta im-penetrabilidad mutua es más un objeto dela voluntad nacionalista que un dato de la realidad, en la que sí podemos ver ver-daderos solapamientos nacionales. La mis-ma ambigüedad del concepto de nación(no se sabe con exactitud cuánto importaen ella la lengua, la cultura, la religión, laraza, la historia, etcétera) permite tal cosa.Y aun en el caso de que nos pusiéramos deacuerdo sobre este punto, llegando inclusoal extremo de destacar sólo una de las ca-racterísticas mencionadas como la defini-dora del hecho nacional, no siempre esposible ese deslinde físico entre nacionesque pretenden los nacionalistas de uno uotro signo. Concedamos, por ejemplo, aun catalanista que la lengua catalana hacede Cataluña una nación. Que en Catalu-ña, tradicionalmente, el catalán haya sidola lengua materna de buena parte de lapoblación nos permite creer en la existen-cia de la nación catalana; pero ¡ay¡, tam-

bién un hecho análogo nos induce a creeren la existencia de la española, ya que enel territorio español, aun incluyendo en élCataluña, una gran mayoría ha tenido ytiene por lengua materna el español. Y lodicho sobre la lengua podría decirse de ca-da uno de los demás factores tenidos pordefinidores del hecho nacional, así comode cualquiera de las combinaciones posi-bles de dichos factores. En resumidascuentas, yo no sé si España es una nación;pero sí sé que el tipo de razones aducidaspara afirmar la nacionalidad catalana sirveigual de bien para la española. Y viceversa.

La naturaleza difusa de agrupacioneshumanas tales como las naciones, cuyoslímites son en ocasiones muy borrosos,debería hacernos a todos más comprensi-vos con las creencias nacionales del con-trario o más recelosos hacia las propias.La misma razón lingüística que nos invi-taría a dar por buena la idea de una co-munidad nacional española (a saber, eluso abrumador de esta lengua en el ámbi-to territorial español) no puede indispo-nernos con la idea de que existe una co-munidad nacional diferente en el territo-rio catalán; y, a la inversa, la misma razónlingüística que avala al catalanista paraserlo debería hacerle algo más sensible alas tesis españolistas. Pero no nos haga-mos ilusiones: esta comprensión del na-cionalismo ajeno con el que choca el pro-pio es precisamente lo que un nacionalis-ta no puede ni quiere alcanzar.

Que la imposibilidad de un acuerdosobre qué es España sea un aspecto másdel choque de los nacionalismos que sedisputan el mismo territorio no es la ra-zón menos importante de las que han fa-vorecido la publicidad de una propuestade adhesión comunitaria capaz de relegarlas variadas conciencias nacionales a unrincón inocuo desde el punto de vista po-lítico, análogamente a lo que sucedió ensu momento con los credos religiosos,que fueron desplazados a la esfera de lavida íntima. Se espera que un modo depertenencia social que sea compatible conla diversidad de sentimientos nacionalespropicie una nueva convivencia en aque-llos Estados cuya unidad nunca ha sidoaceptada por todos. Estoy hablando, claroestá, de la lealtad territorial defendida porel patriotismo constitucional.

2. El patriotismo constitucional, una idea puede que necesaria pero sin duda problemáticaMás allá de algún que otro uso sesgado dela idea de patriotismo constitucional, co-mo pudiera ser el de la ponencia que so-

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bre este asunto ha sido aprobada en el úl-timo congreso del Partido Popular, sesgopor otro lado comprensible en el régimende competencia partidista propio de lasdemocracias liberales, dicha forma de pa-triotismo afronta el que seguramente esuno de los retos más embrollados de lassociedades modernas: la conciliación dedos valores que con el tiempo, aunque noen su origen, han llegado a oponerse: elnacionalismo y el liberalismo.

2. 1. Razones de un patriotismo civilEl nuevo patriotismo, si ha de gozar de al-guna relevancia fuera de los círculos acadé-micos, será porque no escamotee la impor-tancia que el individualismo ha alcanzadoen las sociedades modernas. Consciente dela fuerza de éste, el patriotismo constitu-cional obedecerá al designio de promoverentre los miembros de una determinadacomunidad política un modo de adhesióncordial, emotiva, a la misma que sea com-patible en cierta medida con esa innegabletendencia individualista que atraviesan lasdemocracias. La reivindicación de los dere-chos de la vida privada me parece a mí quees un dato insoslayable, si bien incómodopara los poseídos por el entusiasmo partici-pativo, que el patriotismo constitucionaldebe tener en cuenta. No sirve mirar a otrolado; y mirar a otro lado es el defecto queencuentro en la teoría del patriotismoconstitucional que lo concibe como unaforma de republicanismo.

He de reconocer que tal inclinación re-publicana del nuevo patriotismo se en-cuentra en la obra del pensador alemánDolf Sternberger, que fue el primero enreivindicar esta modalidad de adhesión ala cosa pública que él llamó “patriotismoconstitucional”1. Su modelo era la anti-

gua república de Roma, donde se habríanunido los valores de la participación gene-ral en los asuntos comunes y de la liber-tad individual. Allí donde se ha dado tanfeliz conjunción, los ciudadanos han ante-puesto el bien común a su propio bien par-ticular. Esta abnegación libremente asumi-da sería el patriotismo propiamente dicho,un patriotismo constitucional o cívico.

No creo, a pesar de sus ilustres oríge-nes, que este tipo de republicanismo en-caje muy bien con la sensibilidad moder-na, por lo que no puede sernos de muchautilidad. Si bien el republicanismo clásicodefiende la libertad, hay que advertir deque se trata de una libertad que tienemuy poco que ver con lo que ahora se en-tiende por tal cosa. Como ya lo expresarade un modo magistral Benjamin Cons-tant en su comparación entre la libertadde los antiguos y la de los modernos2, sondos formas de libertad muy diferentes.Aquella consiste sobre todo en la identifi-cación del ciudadano con el Estado, éstaexige su separación; aquélla es pública, és-ta es privada. Ni nuestro concepto de li-bertad, el propio del liberalismo, tiene ca-bida en la república antigua ni el concep-to republicano de libertad encaja bien enuna democracia liberal. Por ello no creoque al patriotismo constitucional le sirvade mucho esa referencia al republicanis-mo clásico a la hora de intentar dar satis-facción a los intereses del individualismoliberal. Ahora bien, dado que este últimoes una pieza fundamental de las democra-cias modernas, el patriotismo constitucio-nal concebido en los términos del repu-blicanismo no puede seducir a muchosmiembros de las sociedades democráticasactuales. El reto, dificilísimo por cierto,del patriotismo constitucional pasa porno sacrificar la libertad privada individua-lista, más que individual, que caracterizaa los regímenes liberales. Lo otro, acudiral republicanismo, es ponerse las cosasmuy fáciles; eso sí, a costa de no resolvernada. Al no hacer justicia al intenso indi-vidualismo de nuestra cultura, un patrio-tismo rigurosamente republicano no lo-graría otra cosa que adormecernos conunos sermones trufados de bienintencio-nadas e inútiles invitaciones a hacer denuestra vida una participación casi sin lí-mite en la cosa pública.

Descartado, pues, el atajo republicano,se ve fácilmente que el fin del nuevo pa-triotismo, si no quiere renunciar a tenér-selas con la real complejidad del proble-ma, no puede ser otro que el de formarun tipo de ciudadano el cual, sin dejar dever en el Estado poco más que una socie-dad de intercambio de bienes y servicios,sea capaz a la vez de desarrollar hacia elmismo un hondo y pleno sentimiento depertenencia, inspirado en la idea de quelos individuos no llegan a ser plenamentehumanos más que dentro de los límitesestatales (lo que no equivale, por cierto, asostener que el Estado es la causa de suplenitud humana). Eso sí, el patriotismoconstitucional renuncia a fundar ese sen-timiento integrador en la creencia de queunas características compartidas por algu-nos individuos, y dadas con anterioridada la libre decisión política (una cultura,una lengua, un pasado compartido, undestino común, etcétera), justificarían lavoluntad de soberanía de dicho grupo.Este patriotismo es exclusivamente políti-co; es constitucional más que nacional.

El interés que últimamente se ha ma-nifestado en torno a dicha propuesta res-ponde, entre otras razones, a la creenciade que el liberalismo, un valor irrenuncia-ble sin duda, adolece de una seria limita-ción. El liberalismo es, más que una teo-ría del poder, una teoría de los límites delpoder; una ideología cuyo fin principal secifra no tanto en establecer quién sea elsujeto legítimo del poder como en deter-minar aquella parte de la persona humanaque éste no debe tocar. No responde a lapregunta: ¿quién debe ejercer el poder?,sino a esta otra: ¿cuáles son los límites dedicho poder respecto a los derechos de ca-da individuo? El liberalismo presupone laexistencia del poder.

Tanto da, desde el punto de vista de unliberal riguroso, vivir en un Estado ibéricocomo en uno riojano; no le importa cuálsea el espacio, físico y social, sobre el quese proyecte el ejercicio del poder. Esta des-preocupación por señalar en dónde deberesidir en última instancia el poder, estaindiferencia a la hora de dibujar el mapade la soberanía, es ambivalente. Por un la-do invita a mostrar una indudable confor-midad con el ámbito, humano y territo-rial, en que se ejerce un determinado po-der, naturalmente siempre que tal poderreúna las condiciones de respeto a los de-rechos y libertades individuales. Pero setrata de una conformidad muy pobre. Elindividualismo liberal no pretende justifi-car la existencia de un determinado Esta-do; se limita a reconocerlo como un dato

1 Aunque sin hacer uso aún de la expresión de “pa-triotismo constitucional”, ya en 1959, en su escritoDas Vaterland, Sternberger abogó, frente a una con-cepción étnica y geográfica de la patria, por la idea deuna patria fundada en los valores de la legalidad cons-titucional y de la libertad que habrían inspirado la po-lítica de la antigua república romana. El término deVerfassungspatriotismus, o patriotismo constitucional,fue utilizado por primera vez por dicho autor en unescrito suyo, titulado precisamente así, cuya publica-ción en 1979 conmemoraba el trigésimo aniversariode la Constitución de la República Federal de Alema-nia. Con posterioridad, en su conferencia con motivodel vigésimoquinto aniversario de la fundación de laAkademie für Politische Bildung, que pronunció en1982 también bajo el rótulo de Verfassunspatriotismus,y en sus Anmerkungen beim colloquium über ‘Patriotis-mus’ in Heidelberg, de 1987, expuso de un modo por-menorizado su concepto de patriotismo constitucio-nal. Estos trabajos fueron reunidos, junto con otros,en el décimo volumen de sus escritos, que, con el títu-lo de Verfassunspatriotismus, fue editado por Insel Ver-lag en Francfort el año 1990.

2 Vid. su De la libertad de los antiguos comparada conla de los modernos, discurso pronunciado en el Ateneode París en el año 1819, que ha sido editado en nues-tro país, junto con otro de sus trabajos ya clásicos,Del espíritu de conquista, en un volumen que lleva eltítulo de éste último, Tecnos, Madrid, 1988.

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con el que hay que contar. No lo ataca,pero tampoco lo defiende. Nos deja iner-mes ante cualquier replanteamiento terri-torial, por muy disparatado que éste sea.Como mucho podrá oponer una tímidarecomendación de dejar las cosas tal comoestán, advirtiendo contra los riesgos queacarrea todo nuevo deslinde territorial, pe-ro no podrá ir mucho más allá en su de-fensa del Estado existente.

El nacionalismo sí se ocupa de respon-der a la pregunta sobre quién sea legíti-mamente el depositario del poder últimode decisión. El nacionalismo resulta seruna concreción de la ideología democráti-ca, la cual, como es sabido, es una res-puesta a la pregunta por el sujeto de la so-beranía. Que el nacionalismo es una con-creción del pensamiento democráticosignifica dos cosas.

En primer lugar significa que todonacionalismo pretende ser democrático,por más que se hable una y otra vez denacionalismos antidemocráticos. Inclusocabría pensar que nacionalismo y demo-cracia han sido dos modos distintos denombrar la misma cosa: el gobierno delpueblo (demos, nación) por oposición algobierno del rey. La absoluta primacíapolítica del pueblo es un dogma univer-sal del pensamiento político de corte oc-cidental. Su prestigio es tal que es muydifícil, si no imposible, encontrar algúnideal político moderno que no se definacomo democrático. Incluso los sistemastotalitarios usan la terminología demo-crática que ve en el pueblo el titular su-premo del poder. Podría decirse que laretórica de los totalitarismos modernosllega al extremo de ser hiperdemocrática,si se entiende por tal cosa la idea de quela relación entre los que gobiernan y losgobernados es nada menos que de iden-tidad y no de representación. Tanto daque nos topemos con la celebración deuna presunta identidad inmediata entrelíder y pueblo, en las teorías de corte fas-cista, o con el reconocimiento científicode que la vanguardia de la clase obrera seidentifica objetivamente con los interesesreales del pueblo, en las teorías comunis-tas. En ambos casos se desprecian las hu-mildes providencias electorales que regu-lan de un modo razonable, aunque sinduda imperfecto, la representación polí-tica en nuestras democracias liberales, yse opta por soñar con una fantásticaidentidad entre gobernante y gobernadoque en realidad es definida de un modoautoritario.

En segundo lugar, que el nacionalismoes una concreción del pensamiento de-

mocrático significa que este último, porsí solo, es una fórmula genérica que seconforma con decir que la suprema auto-ridad política reside en el pueblo; el na-cionalista localizará dicho pueblo, loidentificará con una agrupación humanaconcreta, le asignará unas señas de identi-dad que lo distingan de otros pueblos. Lademocracia dice que debe gobernar, enúltima instancia, el pueblo; el nacionalis-mo dice quién forma parte, y por qué, deese pueblo. Huelga decir que, a diferen-cia del liberalismo, en todo nacionalismohay una muy firme vocación de baluartecontra cualquier pretensión de mermadel territorio sobre el que se proyecta.

El patriotismo constitucional, análoga-mente al nacionalismo, defiende la necesi-dad de que cultivemos en nosotros unfuerte sentimiento de pertenencia comu-nitaria, en el buen entendido de que setrata de una pertenencia cívica, no étnica;no de una pertenencia natural sino políti-ca. Para hallar el material que aglutine aun grupo humano y que haga de él unacomunidad intensamente sentida por susmiembros, algo muy parecido a una ver-dadera nación, ya no se rastreará un pasa-do (los famosos factores heredados: lin-güísticos, religiosos, raciales, etcétera) ex-traño en cierta medida a la libre voluntadde dichos miembros por cuanto se lo en-cuentran ya dado; tampoco se pedirá con-sejo a una naturaleza cuya ineluctabilidadno se compadece bien con las aspiracionesde libertad de las sociedades modernas. Elnuevo cemento social no puede ser im-puesto en modo alguno ni por la historiani por la naturaleza, sino que debe ser li-bremente construido.

Ésta es una tarea que asume el patrio-tismo constitucional, para abordar la cualno dudará en hacer de la necesidad virtud.Por ejemplo, es sabido que una crítica for-mulada por los nacionalismos llamadosperiféricos al Estado español consiste endescribirlo como un frío dispositivo políti-co-administrativo nacionalmente vacío,un armatoste jurídico ayuno de densa sus-tancia nacional. Pues bien, el patriotismoconstitucional español quiere ver en elmencionado andamiaje institucional elmejor aglutinante comunitario. Dichocon otras palabras, según el patriotismoconstitucional, el sentimiento de perte-nencia a una comunidad no debe buscarsu apoyo en otra instancia que en la confi-guración jurídica democrático-liberal de lamisma, dado que no habría terreno máspropicio para el ejercicio de las libertadesque el del Estado, siempre que esté dotadode una constitución respetuosa de los de-

rechos individuales. El Estado democráti-co sería la verdadera patria.

2. 2. Carencias del patriotismo constitucionalNos encontramos, pues, en el caso del pa-triotismo constitucional ante una pro-puesta cuya necesidad se ha dejado sentirúltimamente por no pocos simpatizantescon los valores liberales, que, no habien-do mostrado gran interés por cantar lasexcelencias de patria alguna, ni propia niajena, han llegado a sospechar que tal de-sinterés, de no dar paso a una cierta con-ciencia comunitaria, todo lo matizada yrestringida que se quiera, pudiera estar fa-voreciendo, aun sin quererlo, la accióndesestabilizadora de cuanta comunidadterritorial emergente manifieste una deci-dida voluntad de autoafirmación políticaen detrimento de una paz pública quesiempre guardará más afinidad con los in-tereses del orden ya existente –qué le va-mos a hacer– que con unos derechos cuyasatisfacción ha de ir precedida de innu-merables trastornos.

Por desgracia, la necesidad que cabríatener de una idea no le garantiza una ca-rrera próspera. En el caso del patriotismoconstitucional, los obstáculos, puede queinsalvables, que le salen al paso no surgen,como sus partidarios pudieran pensar, dela mala fe de quienes han de ver en él unaamenaza a sus propias metas (tal sería elcaso de los nacionalismos sobre los queaquél querría señorear), sino que tienensu origen en alguna que otra limitacióndel propio concepto.

Por lo pronto, querría llamar la aten-ción sobre una dificultad menor de uncierto patriotismo constitucional español,como es el recientemente estrenado por elPartido Popular, el cual, al definirlo entérminos de lealtad a una determinadaConstitución, la de 1978, se distancia,por paradójico que ello parezca, de dichaConstitución, que, en el artículo 2 del tí-tulo preliminar, describe España comouna nación (plural por lo demás), de loque ha de concluirse que el tipo de pa-triotismo al que nos invita la Constitu-ción no puede ser meramente constitu-cional, ya que, al afirmar aquélla la condi-ción nacional de España, por fuerza ha derepudiar la idea de un patriotismo cuyafría racionalidad parece adecuarse mejor alas necesidades de los Estados no naciona-les. Dicho patriotismo no puede hacerjusticia a las pretensiones de una verdade-ra nación, que sólo admitirá ser honradapor una devoción de mayor espesuraemotiva que la secamente constitucional.Por todo ello cabe decir que, en España,

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el nuevo patriotismo del Partido Popularsocava, al menos en este punto esencial, laConstitución en cuya defensa numantinase ha empeñado. Se manifiesta, una vezmás, la fascinante ambigüedad de losasuntos humanos en el hecho de que seanlos defensores los que terminen derriban-do la fortaleza.

No le es difícil al patriotismo constitu-cional obviar este inconveniente menor.Le basta con aclarar que el adjetivo “cons-titucional” tiene un alcance muy superioral que el Partido Popular le ha concedido,debiendo ser entendido como respeto alos principios constitucionales en general,independientemente de la constituciónconcreta en que queden plasmados. Locaracterístico del patriotismo constitucio-nal es la defensa de aquello que no puedefaltar en toda verdadera constitución, co-mo es el reconocimiento de los derechos ylibertades individuales. Si no se da tal co-sa, no puede hablarse propiamente deconstitución, por más que ésta sea la leyfundamental de un determinado régimenpolítico.

Pero el patriotismo constitucional se veamenazado por otra dificultad de mayorcalado que la anterior, ligada a una severalimitación del mismo. Cuando DolfSternberger abogó por la superación delviejo nacionalismo de la sangre y el suelo,en quien estaba pensando como destina-tario adecuado de su propuesta era el pue-blo alemán, no el euroasiático o el bávaro,pongamos por caso; ahora bien, que di-

cho autor pensara en la necesidad, y en laposibilidad, de ofrecer a los ciudadanosalemanes un nuevo concepto de patriotis-mo sólo tenía sentido porque había cuaja-do previamente, gracias a los esfuerzosnacionalistas, la idea de patria alemana.

Es verdad que lo que dicho pensadorjuzgaba como objeto adecuado del patrio-tismo que él defendía no era tanto la na-ción alemana como la República Federalde Alemania, un Estado recientementeinventado y sin aureola nacionalista algu-na, siendo esta carencia la que habría fa-vorecido, según él, la emergencia de unanueva identidad colectiva, de naturalezarigurosamente política y circunscrita a lasfronteras del nuevo Estado. A diferenciadel viejo culto al volk alemán, un grupohumano que abarcaría una infinidad degeneraciones que vendrían sucediéndosedesde la noche de los tiempos, Sternber-ger defendió la idea de un demos alemán,entendido como el conjunto de ciudada-nos que en un momento determinadopertenecen a la República Federal de Ale-mania, del mismo modo que justificó laconveniencia de un discreto orgullo co-lectivo, indisociable de la libre participa-ción política que era posible gracias a laConstitución federal. Por ello, habría quedecir que Sternberger, más que un nacio-nalista, sería alguien que, lejos de caer enlas ingenuidades anarquistas, creyó que elEstado democrático era el único lugar enel que podría darse la libertad.

No tengo nada que objetar a la obser-

vación que recorre el párrafo anterior sal-vo si la misma incluye de un modo tácitola idea de que la República Federal deAlemania se limitaría a ser un productode diseño político, con el que se habríaintentando dar respuesta a las circunstan-cias azarosas del fin de la Segunda GuerraMundial; un artificio de ingeniería legalpor suerte sin el lastre nacionalista de losEstados con mayor solera. Siendo verdadque dicho Estado fue creado casi de la no-che a la mañana, no lo es menos que nopuede ser visto como un puro efecto de lavoluntad, sin precedente alguno; en ciertomodo, en este último se prolongaba elviejo Estado alemán. La República Fede-ral no era el resultado de recortar un pocode aquí y otro poco de allí, a modo de co-llage que por la diversidad de procedenciay de calidad de sus componentes no mos-trase una filiación claramente definida;muy al contrario, era, en su población yen su territorio, una parte de la Alemaniaque acaba de ser derrotada. Y no es nece-sario decir que la vieja Alemania era unaobra del nacionalismo alemán.

Por lo demás, a estas alturas no puedepasar desapercibido que Sternberger atri-buyó más importancia de la que luego re-sultó tener al hecho de que en la Alema-nia Occidental estuviera cristalizando has-ta cierto punto una nueva identidadcolectiva, hecha de material exclusiva-mente cívico. Con ocasión de la caída delmuro de Berlín pudo observarse cómo losviejos lazos étnicos recuperaban su vigor,

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si es que alguna vez lo habían perdido, acosta de la identidad constitucional querenunciaba a ir más allá de los límites es-tablecidos de la República Federal.

No de otro modo al señalado en los úl-timos párrafos, cuando los dos grandespartidos españoles cantan, aunque conacento diverso, las bondades del patriotis-mo constitucional, se entiende sin necesi-dad de mayores precisiones que están in-tentando solucionar el problema de la incierta identidad española, lo que impli-ca que algo que responde al nombre deEspaña existe, aunque sea en la humildeforma de lo problemático. No en vanodesde hace dos siglos se esfuerza el nacio-nalismo estatal por que triunfe la idea deque existe la nación española. Para enten-der la importancia que lo no dicho, loasumido tácitamente, tiene en el patrio-tismo constitucional debe ser notado queel adjetivo “constitucional” no designa elobjeto de dicho patriotismo; no es merorespeto a la Constitución lo que ahí seenuncia. El objeto del patriotismo consti-tucional es la patria, no la Constitución.Eso sí, debe tratarse de una patria consti-tucionalmente organizada. El hecho cons-titucional no es el objeto del nuevo pa-triotismo; pero es una cualidad que se leexige a dicho objeto. Dicho lo cual, habráque preguntarse cómo es posible saber,dado que la noción de patriotismo consti-tucional no dice nada al respecto, de quépatria se está hablando. Pues no cabe du-da de que tal conocimiento es posible,siendo así que, sin necesidad de ser men-cionada, todo el mundo sabe en cada casocuál es ésta.

Tal es la certeza sobre este punto queno creo que ahora mismo en España setuviera por pertinente una apropiaciónseparatista del patriotismo constitucional,por más que no haya nada en éste queconvierta en ilegítima tal apropiación.Más aún, no sería nada extraño que sediese esta asimilación independentista delconstitucionalismo en el caso de lograr lasoberanía, momento a partir del cual po-dría permitirse el lujo de prescindir delapoyo de los relatos legendarios, másapropiados para las épocas de lucha y rei-vindicación, y preferir el sobrio amparodel constitucionalismo. De no ser por loque se presupone, aunque no se dice,cuando se habla de patriotismo constitu-cional, no debería extrañar que más de unnacionalista vasco sostuviera que el suyotambién es un patriotismo constitucional,sólo que a favor de una constitución vascay no española. ¿Acaso no es muy razona-ble pensar que la mayoría de los naciona-

listas vascos querría que un eventual Esta-do vasco estuviera fundado en los valorespropios de la democracia liberal? ¿Es derecibo que los militantes de un partidoque tanto se ha resistido en el Parlamentoespañol a condenar el levantamiento de1936 se permitan dudar del constitucio-nalismo de un partido que, como es el ca-so del Partido Nacionalista Vasco, puedeacreditar un largo pasado de defensa delas libertades?

Pero una cosa es lo abstractamentepensable, como es la idea, rigurosamenteimpecable desde el punto de vista doctri-nal, de un patriotismo constitucional vas-co, y otra muy distinta lo que el tiempo ylugar de los debates, y también la astuciade los polemistas, convierte en pertinenteo impertinente. En el caso de la disputa,aquí y ahora, en torno a la idea del pa-triotismo constitucional, no ha habido lamenor duda, a pesar de una calculada im-precisión sobre este punto, sobre cuál eray cuál no era el grupo humano que podíarecibir el título de patria. La existencia yasecular de un nacionalismo español al ser-vicio de un Estado al que, como tal Esta-do, no le han faltado medios muy pode-rosos para difundir sus valores, ya habíadeterminado qué patria era la nuestra an-tes de que fuéramos convocados a cele-brar las bondades del patriotismo consti-tucional.

En resumidas cuentas, el patriotismoconstitucional presupone, para ser operati-vo, la previa existencia de una conciencianacional que haya sido capaz de imaginarla realidad de una patria determinada. Setrata de un verdadero pospatriotismo.Ahora bien, a la vista de que éste no es ca-paz por sí solo de hacer que cristalice unadeterminada identidad colectiva, de in-ventarse una nación; dado que necesitadel concurso de los viejos relatos naciona-listas a la hora de delimitar cuál sea la pa-tria de la que nos está hablando, entonceshabrá que reconocer que gran parte de sutarea la han hecho otros. Nos encontraría-mos ante un fenómeno de postrimerías,ante un episodio decadente que se ali-mentaría de la fuerza, acaso primitiva ybrutal, de lo que le precedió.

Más de uno se preguntará: ¿realmentees una debilidad del patriotismo constitu-cional esa condición suya de planta pará-sita que necesita de las energías ajenas pa-ra desarrollarse? Según se mire. Se puedeargumentar contra la idea de esa presuntadebilidad que el hecho de que el patriotis-mo cívico presuponga un pasado patrióti-co más oscuro, lejos de descalificarlo, re-vela que no nos encontramos ante una

fórmula de laboratorio, aislada en su níti-da pureza conceptual, sino ante un con-cepto político vivo, surgido diríase queorgánicamente de la propia naturalezaproblemática de una realidad con la quehay que contar aunque sea para cambiar-la. Precisamente el ideal del nuevo patrio-tismo nace de la necesidad de superar elviejo, por lo que cae en la lógica de las co-sas que lo presuponga, si bien para cance-larlo. Es precisamente este doble enlace,de implicación del pasado y a la vez desuperación del mismo, el que otorga valoral nuevo ideal, y no un fantástico ensi-mismamiento más propio de las abstrac-ciones inanes que de las ideas arraigadasen la vida. Así cabría decir que la presuntadebilidad del patriotismo constitucionales en realidad su fuerza.

Ahora bien, aunque se admita lo ante-rior, sí cabe hablar de una cierta debilidaddel nuevo concepto aunque sólo sea por-que esa premisa vieja gracias a la cual co-bra vida lo incapacita para ejecutar unade las misiones más importantes que se lehan atribuido, cual es la de elevarse porencima de los nacionalismos separatistas.La subordinación del nuevo patriotismoal viejo explicaría que aquellos contra cu-yas pretensiones independentistas se es-grime el invento no se sientan muy im-presionados por su presunta novedad,pues adivinan que lo que ahí se manifies-ta no es tanto constitucionalismo, un va-lor del que también podrían beneficiarseellos, cuanto puro nacionalismo español,por lo que se desvanece la pretensión cen-tralista de situar el debate en un terrenoinédito que dejara descolocado al contra-rio, tenido por incapaz de responder conotra cosa que su eterna obsesión por elorigen. El conflicto vuelve a ser el desiempre: entre nacionalismos, cada unocon sus razones; y, sobre todo, con sussinrazones. n

Javier Aguado es profesor de Filosofía.

LOS LÍMITES DEL NEOPATRIOTISMO

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finales de 1991, Jürgen Ha-bermas disertaba en Ma-drid, en el Instituto de Filo-

sofía del Consejo Superior de In-vestigaciones Científicas (CSIC),sobre el hoy famoso sintagma1. Laidea de un patriotismo fundamen-tado en la Constitución, resultabamuy apropiada para reinterpretaralgunos conceptos y sentimientossobre España y su historia, una vezque la democracia parecía haberseconsolidado definitivamente entrenosotros. Ayudaba también queHabermas, y su inspirador DolfSternberger, fuesen autores euro-peos indudablemente comprome-tidos en la defensa de valores polí-ticos en las antípodas de la ideolo-gía reaccionaria y militarista quehabía asociado en nuestro reciente pasadolas nociones de patriotismo con evocacio-nes clericales y aún totalitarias.

Pero no sólo existía el estímulo exter-no del debate alemán entre Habermas ylos historiadores conservadores para aco-meter el esfuerzo intelectual de normali-zar la comunicación entre democracia ypatriotismo, especialmente en el campode la izquierda política española. Por en-

tonces, la realidad política interior erauna exigencia. La democracia había pasa-do a ser la única forma de vida políticaimaginable entre nosotros. Participandoactivamente en una nueva fase de integra-ción europea regulada en el Tratado deMaastrich, el 27 de agosto de 1992, Espa-ña reformaba su Constitución para reco-nocer un primer elemento de la ciudada-nía europea, los derechos electorales ple-nos en las elecciones locales para losnaturales de otros Estados de la Unión.Las dos grandes fuerzas parlamentariasacababan también de firmar los pactosautonómicos ese mismo año, determinan-do así un capítulo hasta entonces inciertoen el desarrollo estatal, lo que sirvió tam-bién para que discretamente los conserva-dores de Aznar aceptasen el título consti-tucional referido a la descentralización es-tatal, algo que no había sucedido cuandose aprobó la Constitución en 1978.

El otro capítulo siempre lleno de in-certidumbres, el de la situación en el PaísVasco y las amenazas terroristas, igualmen-te parecía por entonces satisfactoriamente

encarrilado. En 1991, el presidentevasco José Antonio Ardanza sustitu-yó a los nacionalistas de Garaikoet-xea por los socialistas de Jáureguiprecisamente porque los primerosse habían propuesto lanzar un de-bate sobre la autodeterminación endiversas instituciones locales vas-cas. Tras el asesinato del prestigiosoprofesor y político Manuel Brose-ta, se llegó a temer que aquel añode 1992 fuese la ocasión para quelos comandos de la banda ETAbuscasen notoriedad internacionalatentando gravemente durante lascelebraciones olímpicas, la exposi-ción universal o la cumbre de esta-distas de América, España y Portu-gal. Al terminar el año, la sensa-ción de que el terrorismo podría

ser controlado mediante la conjunción deeficacia policial y cooperación política,cundió entre los analistas políticos. Espa-ña era un país capaz de resolver sus viejosproblemas seculares y también empezabaa asumir responsabilidades en el mundo.Los militares españoles, dirigidos por ladiplomacia, eran muy apreciados y solici-tados en diversas misiones de paz, enAmérica, África o los Balcanes, o inte-grando las fuerzas aliadas en la liberacióndel Kuwait invadido por Irak. Madrid ha-bía sido elegida la ciudad donde se reu-nieron, en octubre de 1991, los líderespalestinos y judíos para iniciar por prime-ra vez una conferencia internacional depaz, con el apoyo de los gobernantes de las grandes potencias mundiales y delos países de Oriente Próximo involucra-dos en el interminable conflicto.

De manera que la agenda de convoca-torias con proyección mundial que veníancelebrándose con éxito en España al ini-ciarse los años noventa, no era sólo un es-tímulo optimista sobre el arraigo de la de-

A

1 Habermas, Jürgen: Ciudadanía e identidad na-cional. Reflexiones sobre el futuro europeo. Ejemplarmimeografiado del contenido de la conferencia pro-nunciada por Habermas en noviembre de 1991. Tra-ducción de Francisco Colom González. La evolucióndel concepto patriotismo constitucional, desde la ini-cial propuesta de Dolf Sternberger en 1979 (Verfas-sungspatriotismus), hasta las reflexiones de Habermassobre Europa, a las que responde su conferencia ma-drileña, puede seguirse en: Fernando Vallespín: ‘Ha-cia una España posnacional. Patriotismo cívico frentea nacionalismo sustancialista’. Papeles de la FundaciónFAES, núm. 66, págs. 117 a 162. Madrid, 2001. Y enJuan Carlos Velasco Arroyo: ‘Los contextos del patrio-tismo constitucional’. Cuadernos de Alzate, núm. 24,págs. 63 a 78. Fundación Pablo Iglesias. Madrid,2001. Recientemente, José Luis González Quirós:Una apología del patriotismo. Taurus, Madrid, 2002.

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JUAN JOSÉ LABORDA MARTÍN

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mocracia, sino también un acicate paraque las mentalidades españolas superasendefinitivamente el bajo concepto que so-bre sí mismos y sobre España habían he-redado como consecuencia de los fracasosde 1898, de la guerra civil y de la anóma-la prolongación de la dictadura franquis-ta. Ligar en una única reflexión a Españay a la democracia, asumiendo la propues-ta habermasiana, parecía conveniente ynecesario. José Varela Ortega ha resaltadola influencia que en la conciencia nacio-nal tuvo la conmemoración del CuartoCentenario del Descubrimiento de Amé-rica en 1892, bajo la dirección precisa-mente de Antonio Cánovas, el artífice delrégimen de la Restauración2. La obra es-pañola en América fue exaltada como unelemento de identidad nacional, de ma-nera que cuando Estados Unidos se ali-neó con los rebeldes cubanos, la guerrano sólo fue inexorable, aunque se preveíaperdida, sino que la derrota afectó por esoa la conciencia de la identidad nacional.Era en el espacio de las relaciones interna-cionales, donde 100 años antes se habíainiciado la pérdida de la autoestima, en elque hacia 1992 se hallaba un estímulo pa-ra cambiar y normalizar, incluso semánti-camente, la identificación de los ciudada-nos españoles, especialmente entre quie-nes habían repudiado el franquismo, conla nación política española, elusivamentemencionada con frecuencia como “Esta-do español”. Cuando el presidente FelipeGonzález comentó la designación de Bar-celona como sede de los Juegos Olímpi-cos de 1992, se refirió a que en ese año seconmemoraba también un hito en el pro-ceso de unificación estatal de España, queculminaría con la incorporación de Nava-rra en 1513. Diez años antes, un diarionorteamericano había calificado al Go-bierno socialista recién elegido, como de“jóvenes nacionalistas”. Probablemente,esa percepción exterior, estaba describien-do un proceso que se estaba produciendodentro de España. Más que efecto de unaelaboración ideológica, la reconciliaciónde los valores democráticos con unas ideaspatrióticas, se estaba realizando impulsadapor los acontecimientos.

No es ilusorio considerar que ese pro-ceso hubiera podido ascender hacia el pla-no de una nueva elaboración de la idea deEspaña de no haberse producido la muta-

ción del clima político a partir de 1993.Toda comunicación entre el Gobierno so-cialista y la oposición conservadora desa-pareció desde entonces. Los casos de co-rrupción que implicaron a representantesde las áreas gubernamentales y partidariassocialistas abonaron una estrategia oposi-tora que puso en solfa no sólo al Gobier-no, sino incluso las bases y convencionespolíticas que habían sido el soporte de laconsolidación del sistema democrático. Elenunciado de que la alternancia en el Go-bierno sería el inicio de una “segundatransición” resume bien el alcance y lasconsecuencias de aquellos años de luchapolítica. No sólo se insinuaba que el Esta-do constitucional era algo próximo a unrégimen partidario, sino que de paso seponía en duda la autenticidad de la tran-sición realizada en los años setenta. Si ladefensa de un patriotismo constitucional,tal y como podía derivarse en España dela aportación de Habermas, requería en-noblecer el acierto histórico de la transi-ción, parece lógico sostener que lo quesucedió en aquellos años ocasionó un re-troceso lamentable en el deseable logro decompartir una idea de España desde cual-quier opción política. El hecho de que elGobierno socialista tuviese que apoyarseentre 1993 y 1996 en los votos de los di-versos partidos nacionalistas añadió nue-vas dificultades. La estrategia opositoraconsistió también en deslegitimar el apo-yo parlamentario que el Gobierno obte-nía con dificultades de los grupos nacio-nalistas, bombeando continuamente dosisde malestar con el argumento de aquellasituación o estaba dando tratos de favor a unas regiones a costa de otras,o ponía en riesgo la integridad de España.

Fue una especie de ironía, pero el resul-tado electoral de 1996 no permitía a losconservadores formar gobierno sin contarcon los votos de los diputados nacionalis-tas. A pesar de que Felipe González, en unmultitudinario acto público celebrado contoda intención en Barcelona, manifestó sucompresión por la necesidad de esos apo-yos, el Gobierno conservador renunciópronto a convertir su entendimiento conlos nacionalistas en un programa integra-dor de los mismos. Para esa operación hu-biera sido necesario un clima de inteligen-cia con la oposición socialista que no seprocuró. A mediados de 1998, el Gobiernobloqueó abruptamente todo proyecto inte-grador que implicase un esfuerzo de cola-boración con la oposición socialista y conlos nacionalistas. En el Senado, aunque losnacionalistas habían aceptado una reformaconstitucional de esa Cámara, respetando

el carácter indivisible de la soberanía querepresenta el Congreso, el diálogo que so-bre este importante instrumento de inte-gración llevaba produciéndose desde 1995,no volvió a reanudarse. Al poco tiempo, seprodujeron las declaraciones de Barcelona yde Lizarra.

Desde entonces, el Gobierno conserva-dor eligió un rumbo estratégico consistenteen presentarse ante la opinión pública co-mo el único partido garante de la unidadde España y de la lealtad a la Constitución.Tras la obtención en el año 2000 de mayo-ría absoluta, una de las resoluciones apro-badas posteriormente en el congreso de supartido propugna el desarrollo de un pa-triotismo constitucional. Aunque podríaconsiderarse como un signo para reacti-var el proceso que quedó interrumpidocon el deterioro del clima político en1993, hasta ahora los hechos no lo corro-boran. Incluso puede considerarse unerror convertir en doctrina de partidounas nociones que debieran situarse enun plano diferente. La sensación de queesa resolución es fundamentalmente unaval dogmático para legitimar una políti-ca adversa a cualquier reforma y a la con-gelación del desarrollo autonómico, esreal3. Es significativo que esa resolución so-bre el patriotismo constitucional no se hayatraducido en iniciativa alguna para reanu-dar en el Parlamento el diálogo con otrospartidos sobre los asuntos relacionados conella. Y sin embargo, se han recrudecido lasafirmaciones acerca de que el destino deEspaña pende exclusivamente de la buenasuerte electoral del partido gobernante.

España desde la izquierdaLa tarea que se avizoraba necesaria cuandoHabermas incitaba hace 10 años a desarro-llar una teoría patriótica “entre cuyos valo-res centrales incluya la libertad”, no deberíaser abandonada desde la izquierda política,por el hecho de que la derecha política lahaya adoptado. Aunque es verdad que la derecha procura hacer imposible la co-laboración de los socialistas en ésa y otrastareas, esto no justifica que la izquierdaincurra en el error de pensar que no pier-de nada si no llega a cuajar, como en otrasdemocracias occidentales, una nocióncompartida de patriotismo. Lo que loshistoriadores están descubriendo es queun consenso duradero acerca de una idea

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2 José Varela Ortega se refirió a la celebración deIV Centenario del Descubrimiento, en el curso de suponencia expuesta el 7 de marzo en la Fundación Pa-blo Iglesias, con el título: El nacionalismo liberal de-mocrático español en la primera mitad del siglo XX.

3 Durante el desarrollo de los debates en el semi-nario de la Fundación Pablo Iglesias, esta impresiónfue sostenida por el profesor Vallespín y por otros in-tervinientes.

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de España que incorporase valores libera-les, no sólo fue imposible, sino que esaanomalía tiene que ver con los demasia-do frecuentes fracasos de los proyectos deizquierda en España. José Álvarez Junco,Javier Varela o Pablo Fernández Albaladejohan examinado en recientes obras suyas4,las causas de esa anomalía.

A mediados del siglo XVIII, estabaemergiendo un patriotismo acorde con lacomplejidad territorial de la Monarquía, ytambién enaltecedor de virtudes con lasque favorecer la adaptación española a las transformaciones económicas, sociales yculturales que otros países europeos experi-mentaban a consecuencia de la Ilustración5.Pero el impacto de la Revolución Francesay de la ocupación napoleónica, sustituiríacomo ideal al patriotismo por el nacionalis-mo, y las más de las veces, hasta el siglo XX,sus ingredientes fueron el Trono y el Altar,un nacionalcatolicismo alérgico a los princi-pios individualistas y cosmopolitas del libe-ralismo, e intolerante con la mayoría de lasdoctrinas políticas aceptadas en otras nacio-nes europeas. En nombre de la nación seabolió la constitución. Invocando la reli-gión, se prohibieron las libertades funda-mentales. Los derechos de la Verdad se im-pusieron a los derechos del Hombre. Me-diante estos antagonismos binarios podríandescribirse una serie de fracasos que jalonannuestra historia, desde las Cortes de Cádizhasta la Segunda República. Para la izquier-da es conveniente recordarlo hoy. También

es importante no volver a deslizarse en elerror de defender un programa político sintener en consideración los sentimientos pa-trióticos o nacionales. Pero habría que irmás allá. Para abrirse al porvenir, la izquier-da debería examinar críticamente su propiopasado y dilucidar hasta qué punto la ideade España absorbió valores reaccionariosporque fue abandonada por ella, displicen-temente, en las exclusivas moradas de la de-recha más radical. Y el predominio de lasvariantes radicales entre el conservadurismoespañol, la debilidad crónica de una dere-cha liberal entre nosotros ¿no tendrá algoque ver con esa dificultad para establecerun patriotismo compartido a todo lo anchodel espectro político?

Francisco Ayala, advertía en 1965acerca de estos problemas. Ese año escri-bía un libro premonitorio titulado Espa-ña a la fecha. Sostenía en él que el cambiopolítico en España debería impulsarsemediante un pacto político. No creía po-sible, ni conveniente, un proceso como elde 1931 y tampoco otorgaba posibilida-des a una forma política como la de en-tonces. El libro fue acogido con críticas ycon frialdad en los círculos de la izquierdaantifranquista. Pero sus aciertos hacen,por eso mismo, dignas de mención lasideas de Ayala sobre la necesidad, para laizquierda, de elaborar una moderna defi-nición de España. “Hacia la época en quese proclamó la República, en 1931, pare-cía estarse superando ya el tardío naciona-lismo español que la Generación del 98,con su exaltación de Castilla, había lleva-do al punto más alto”. Y continúa Ayala:

“Correspondía, hubiera correspondido, a loshombres de mi generación la tarea de formular unanueva actitud ante el complejo político-social don-de habíamos nacido, desarrollando una visión másacorde con las nuevas circunstancias mundiales.Pero el resultado de la guerra civil impuso, en ésecomo en otros tantos aspectos, una regresión queen el orden literario se expresa en la recaída en elcasticismo, sus lugares comunes, su temática y susamaneramientos; en el orden político doctrinal,

con la retórica del falangismo, y en el orden de lapráctica, con la intensificación de una estructura decentralismo autoritario cifrado en un caudillo porla gracia de Dios”6.

De la Constitución a la banderaPara esa tarea de formular un moderno pa-triotismo eran muy convenientes las suge-rencias de Jürgen Habermas7. La idea deque la Constitución refunda la nación so-bre una base de valores cívicos, por otraparte un axioma revolucionario desde Siè-yes8, aportaba densidad teórica a la opiniónde la izquierda española acerca de que el ac-to constituyente había logrado la rupturacon el régimen surgido de la guerra civil, ytambién a su convencimiento de que laConstitución era tanto un pacto como unprograma a desarrollar. Al igual que los ale-manes gracias a su Ley Fundamental de1949, con la Constitución de 1978 nos de-mostrábamos a nosotros mismos y a los de-más que no éramos un pueblo incompati-ble con la democracia. La idea del “patrio-tismo constitucional”, al poner el énfasis enlos valores abstractos declarados en el textonormativo, reforzaba la apreciación de queun sentimiento nacional viable y nuevo só-lo sería posible a partir de valores proceden-tes del pensamiento político liberal. Esteacento en las normas jurídicas no desmien-te la existencia de una unidad estatal.

Por el contrario, al afirmarlo, lo fun-damenta respetuosamente en la compleji-dad del Estado autonómico. El procesode construcción estatal español se insertadentro de las pautas a las que obedecenlos estados europeos occidentales9. Comoha rescatado en varias ocasiones Andrésde Blas de las páginas de Ortega y Gasset,el Estado es también entre nosotros el que

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4 José Álvarez Junco: Mater dolorosa. La idea deEspaña en el siglo XIX. Taurus, Madrid, 2002. JavierVarela: La novela de España. Los intelectuales y el pro-blema español. Taurus, Madrid, 1999. Luis GonzálezAntón: España y las Españas. Alianza Editorial, Ma-drid, 1997. Pablo Fernández Albaladejo: Dinastía ycomunidad política: el momento de la patria, en la obraeditada por el mismo autor, Los Borbones. Dinastía ymemoria de nación en la España del siglo XVIII. (Actasdel coloquio internacional celebrado en Madrid, ma-yo de 2000). Marcial Pons, Madrid. Casa de Veláz-quez, 2002.

5 “El nuevo código patriótico recuperaba final-mente el esprit feijoniano. La patria se proyectaba co-mo sociedad. A la altura de los cincuenta su huella eraperceptible en la obra de un jurista tan singular comoPérez Valiente, pero, ensamblada dentro de un consti-tucionalismo corporativo imbuido de ius commune, lapatria del jurista, con su identidad de societas civilis,tampoco se correspondía demasiado con el escenarioque se estaba montando en la segunda mitad de lossesenta (…) A finales de la década de los sesenta eldiscurso de la patria-sociedad parecía consolidarse,acompañándose además de una serie de efectivas re-formas en esa línea. Aun contando con el relativo apo-yo de la Monarquía, la asunción de los valores de lailustración política en clave católica no constituyó, co-mo se sabe, un proceso exento de tensiones y resisten-cias (…) Vacilante en relación con la oportunidad deprofundizar en esa nueva orientación, desarmada porla muerte del rey patriota en 1788 y sorprendida in-mediatamente después por los acontecimientos de

1789, la Monarquía, a comienzos de los noventa, em-prendió una trayectoria errática en la que, de Peñalosay Zúñiga a Godoy, la restauración de la concepcióntradicional de gobierno alternó con la experimenta-ción de soluciones rigurosamente despóticas (…) Lapatria, como la propia constitución, devino en un sa-télite orbitado en torno al planeta nación (…) Otraposibilidad no cabía. Llamadas como la de Florez Es-trada, buscando para ella una sustentación de libertadno prosperarían. Renunciando a sus mejores señas, elpatriotismo se comprometió de por vida con la na-ción. A la vista de lo que nos ha deparado la historiaposterior, y como con razón se viene apuntando, estiempo quizá de repensar la oportunidad de ese mari-daje”. Pablo Fernández Albaladejo: Artículo citado,págs. 527 y sigs.

6 Francisco Ayala: España a la fecha. Madrid,1977. El original fue escrito en 1965.

7 Las ideas de Habermas sobre estos asuntos, asícomo la bibliografía concernida, pueden seguirse en:Marta Rodríguez Fouz: ‘Espacio público europeo y pa-triotismo constitucional en Habermas’. Cuadernos deAlzate, núm. 22, Madrid, 2000. Juan Carlos VelascoArroyo: ‘Los contextos del patriotismo constitucional’.Cuadernos de Alzate, núm. 24. Madrid, 2001. Fernan-do Vallespín: ‘Hacia una España posnacional’. Cua-dernos de la Fundación FAES, núm. 66. Madrid, 2001.

8 “Una nación es un cuerpo de asociados que vivenbajo una ley común y están representados por la mismalegislatura”. En Enmanuel-Joseph Sièyes: ¿Qué es el Es-tado Llano? Versión castellana de José Rico Godoy.Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1988.

9 Andrés de Blas, y Juan José Laborda: ‘La cons-trucción del Estado en España’, en F. Hernández y F.Mercadé (eds), Estructuras sociales y cuestión nacionalen España. Ariel, Barcelona, 1986.

10 Andrés de Blas Guerrero: Tradición republica-na y nacionalismo español. Tecnos. Madrid, 1991. Ytambién, Nacionalismos y naciones en Europa. Alianza,Madrid, 1994.

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alumbra la nación, el gran truchimán10.El Estado constitucional, como Estadoautonómico, no está indefinidamenteabierto en el orden territorial, como no loestá en otros órdenes. España existía antesde la Constitución, y, desde luego es máscompleja después de ella. Más tambiénhoy está mucho mejor protegida su unidadcomo nación política, que cuando se dis-cutió, con entera libertad y consideración,si se aceptaba la inclusión del derecho deautodeterminación de los pueblos que laintegran, entre sus disposiciones normati-vas. El modelo autonómico está abierto,pero la forma política estatal está determi-

nada plenamente, con un contenido jurí-dico “que vincula a todos los poderes pú-blicos como reglas del juego dentro de lasque pueden actuar”11.

Habermas ayudaba a imaginar cómofundar un patriotismo basado en valorescomunes. Patriotismo que no debería serun programa de partido, sino un corpusde ideas y sentimientos, éticos y políticos,compatible con concepciones ideológicasde derecha o de izquierda12. Por expresar-lo como un aforismo, si unos habían idode la Constitución a la bandera, los otrospodían ir de la bandera a la Constitución.Y esa necesaria convergencia supone tam-bién, entre nosotros, limpiar el exceso dehistoria que recubría una idea de España.Ciertamente, a diferencia de los alemanes,a nosotros no se nos puede aplicar el aser-to del propio Habermas: “El único pa-triotismo que no nos aliena de Occidentees el constitucional”. Nuestra peor histo-ria, la que desemboca en una guerra civil,desde luego se sitúa en un plano moraldistinto del que le corresponde al holo-causto. Podemos reencontrarnos connuestra historia sin complejos, sin remor-dimientos, pero sabiendo también distin-guir de dónde venimos. Es ridículo, y has-ta contraproducente, intentar reinterpretarla historia a fuerza de exposiciones y ani-versarios con la finalidad de sostener que eléxito democrático actual, más que obra dela sociedad y de los líderes de la transición,procede de todo nuestro pasado, incluyen-do en él a nuestros peores liberticidas. Esuna historia sagrada igual de insostenibleque aquélla que nos describía como unpueblo cuyo destino era el heroísmo y lasantidad, o de lo contrario, nos hundíamosen la decadencia. De lo que podemos sen-tirnos orgullosos, más que de nuestra histo-ria toda ella, es del hecho de que en 1978logramos algo que se nos escapó en otrosmomentos cruciales: consolidar un cambiopolítico basado en la libertad. La España

constitucional en la que puede germinar unpatriotismo, no es la evolución del régimenautoritario de Franco13. Es el resultado deun acuerdo profundo, que está inserto en laConstitución, del que puede surgir ese pa-triotismo común tan necesario, pero quesi no se cultiva y se respeta, también pue-de escindirse.

Un acuerdo con el movimiento obreroLa Constitución de 1978 anuda unacuerdo entre dos tradiciones. La prime-ra, laica, republicana y racionalista. Laotra, confesional, monárquica e historicis-ta. Igualmente legítimas ambas. Aproxi-madamente, se corresponden con los dosgrandes espacios políticos, a derecha e iz-quierda. Pero no es una correspondenciaexacta. Hay laicos conservadores comohay historicistas en la izquierda. Y en unay otra tradición existían, y existen, parti-darios de la máxima descentralización, yde lo contrario. El ideal del rey patriota,según el perfil que Fernández Albaladejoha rastreado en el XVIII ilustrado, no sólopuede ser asumido por el republicanismo,supuesta su capacidad integradora supe-rior a la de un jefe del Estado nacional, si-no por lo mismo, facilitar la aceptaciónde la noción de un pueblo español sobe-rano por parte de aquellos que suelen em-plear sugestiones tales como “la unión só-lo en la Corona”.

Como señala José Varela Ortega,aunque la tarea de crear ese patriotismocomún obliga a muchos, es la izquierdala que puede hacerlo mejor porque notiene complejos. Nunca podrá llegar a seracusada de haber usado el patriotismocontra la libertad. Y, además, por el he-cho de haber coincidido con los naciona-listas en la resistencia al franquismo, laizquierda dispone de mayor capacidad ycredibilidad para hacerse cargo de lacomplejidad de conceptos y sentimientosque debería atender un nuevo patriotis-mo de raíces cívicas. Lo que aún no se sa-be bien es si la izquierda querrá hacer eseesfuerzo. En sus prioridades defendiendola justicia y propugnando la validez delEstado de bienestar, aparentemente laspreocupaciones patrióticas quedan algoapartadas.

Pero sin un sentimiento compartido de

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11 Eliseo Aja: ‘La consolidación definitiva del Es-tado autonómico: tareas pendientes’, en: Papeles de laFundación FAES. núm. 66, pág. 245. Madrid, 2001.También, su El Estado autonómico. Federalismo y he-chos diferenciales. Alianza Editorial, Madrid, 1999.Igualmente, Juan José Solozábal Echavarría: Las basesconstitucionales del Estado Autonómico. McGraw Hill,Madrid, 1998.

12 José Luis Rodríguez Zapatero: Perspectivas2001. La Europa de los ciudadanos en el siglo XXI. Grupoparlamentario del Partido de los socialistas europeos.PCCL-PSOE. León, 2002. “Una historia que se fun-da en el presente y se dirige al futuro con un gran pa-triotismo que todos los españoles tenemos que cuidar,alimentar y enriquecer que es el patriotismo constitu-cional”, pág. 176. Juan José Laborda Martín: Patrio-tismo constitucional y Estado democrático, núm. 102.Sistema. Madrid, mayo de 1992.

13 Los periódicos han reflejado exposiciones or-ganizadas por las administraciones gubernamentalesen las que se pasaba por alto las realizaciones de losgobiernos socialistas, y por el contrario, se entroncabala situación actual con sus antecedentes franquistas.Como ejemplo, la exposición conmemorativa de lacreación de la Seguridad Social.

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asociación y de pertenencia a una “patriacomún”, un programa político socialdemó-crata no tendrá facilidades para llegar a re-cibir apoyos mayoritarios. Sin sentimientoscompartidos, la solidaridad (expresada enobligaciones fiscales o con las pensiones pú-blicas) será menos movilizadora que otrasapelaciones basadas en el egoísmo indivi-dual. Hay que considerar el hecho de quela descentralización política ha producidoel fenómeno de que los Gobiernos de lascomunidades autónomas rivalizan entre sí,sin distinción de color político, en ofertarlas mejores prestaciones y subsidiossociales14. Sin un programa que galvanicela solidaridad de una patria de ciudadanosy que proponga metas, sacrificios y espe-ranzas compartidas, el socialismo democrá-tico tendrá estrechos cimientos sobre losque construir una apetecible casa para lamayoría. Una identificación clara con me-tas comunes, ha de servir para dotar de co-herencia a un programa socialdemócrata enun momento en el que las ofertas progra-máticas influyen menos en la decantaciónelectoral que factores emocionales.

“Ya subrayó Max Weber que el prestigio na-cional era el único valor para quienes se encontra-ban en una posición inferior en términos de mer-cado, estatus o poder”15.

A juzgar por el comportamiento elec-toral de los ciudadanos de los distritostradicionales del movimiento obrero,éstos parecen apreciar aquellos proyectosque contemplan el tipo de solidarida-des que son posibles dentro de los Esta-dos nacionales europeos. La historia fami-liar de los trabajadores españoles está di-bujada por la emigración del campo a laciudad, al menos, y frecuentemente reco-

rriendo mayores distancias físicas y cultu-rales. Si un grupo humano puede enten-der bien lo que significa un patriotismode lealtades múltiples, ése es el de los tra-bajadores a los que el socialismo aspira aseguir representando.

De la Constitución a las emocionesLlegados a este punto, una pregunta se abre paso naturalmente. ¿Estamos prepa-rados para propugnar un cambio en el vocabulario? ¿Podemos pasar de decla-rarnos patriotas constitucionales a declararnos patriotas a secas? No es sólola frialdad que siempre se ha reprochadoal sintagma habermasiano, sino tambiénque un patriotismo constitucional puedallegar a ser un hecho diferencial quecompartamos nosotros con los alemanessin que tengamos necesidad de abonar-nos a un club de convalecientes tan ex-clusivo. Además, al patriotismo, como ala democracia, le suelen sobrar los califi-cativos para asegurar su auténtica natura-leza. En ese cambio de vocabulario siem-pre he recurrido a George Orwell, puescon su autoridad de amigo de España yde todos los combates contra las tiraníasresumió bien una idea de patriotismoclásico que llega desde Tucídides, pasan-do por Voltaire, hasta nosotros. En 1945,Orwell escribió:

“El nacionalismo no debe ser confundidocon el patriotismo. Entiendo por patriotismo ladevoción por un lugar determinado y por unaparticular forma de vida (…) contrariamente, elnacionalismo es inseparable de la ambición depoder”16.

En esa particular forma de vida estáninscritos los principios del Estado de dere-cho. En 1776, Edward Gibbon describió lanoción de patriotismo, adhiriéndolo, comoHabermas, a la libertad, pero contemplan-do su pasado como fuente de legitimación:

“La virtud pública que los antiguos llamaronpatriotismo nace del entrañable concepto con que ci-framos nuestro sumo interés en el arraigo y prosperi-dad del (sistema de) gobierno libre que nos cupo”17.

Entre nosotros, el liberal gaditanoAntonio Alcalá Galiano, escribe en su Ín-dole de la revolución de España en 1808:

“La palabra patria era nueva en las bocas y oí-dos de los españoles y si de término usado sólo enlos libros pasó a ser aclamación popular, no pudovenir a uso sin traer consigo el acompañamiento deideas que de ella despierta y abarca”.

Y más adelante concreta cuáles son:

“El Pueblo, así como a desobedecer, aprendióa mandar y a estarse continuamente mezclando ennegocios de Estado”18.

Sin desanudar los lazos que el con-cepto de patriotismo ha de mantener conlos valores y, también, con la dimensiónnormativa de la Constitución, es posibleabrirse hacia otras percepciones menos in-telectuales sin peligro. Desde la izquierdahabrá que dar una respuesta racional, pe-ro también empapada de inteligenciaemocional, a realidades nuevas que van asensibilizar socialmente a una sociedadcomo la española. En primer lugar, la iz-quierda tiene que saber responder al con-tinuo incremento de la autoestima entrelos ciudadanos. El síndrome de 1898, es-pecialmente entre las generaciones jóve-nes, ha desaparecido. Tratándose de unasociedad como la nuestra, muy relativistay con escaso interés por los grandes deba-tes políticos, ese incremento de la autoes-tima puede convertirse en un imán paraque una conciencia nacional atraiga, otravez, conceptos reluctantes con los valorescívicos. La emigración y el terrorismo na-cionalista pueden ser el gran pretexto paraque una idea unidimensional de España,sirva para alentar un discurso populista,impidiendo así ese consenso patriótico quese reclama. El chovinismo del bienestar delque habla precisamente Habermas19 pue-de debilitar los valores laicos, republica-nos y racionales que la izquierda apreciaen la Constitución y en cualquier pro-puesta de consenso patriótico que se proponga asumir. Por eso mismo, no

JUAN JOSÉ LABORDA

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14 Juan José Laborda Martín: ‘Autogobierno ysolidaridad: las silenciosas amenazas en España’; enTomás Fernández García y Jordi Garcés Ferrer (coor-dinadores), Crítica y futuro del Estado de bienestar: Re-flexiones desde la izquierda. Tirant lo Blanch. Valencia,1999. La única excusa por la cita propia consiste enreiterar una opinión comprometida: “En España algu-nos gobiernos territoriales, como ha sucedido con elreciente pacto de financiación sanitaria, pueden seguirhaciendo políticas keynesianas porque su alta capaci-dad para condicionar la política estatal les permite en-dosar el déficit creado por sus mejoras (sueldos supe-riores, renovación tecnológica, hospitales de excelen-cia) a una cuenta común estatal que está sometida alas limitaciones del pacto de estabilidad de la UniónEuropea. El resultado es un triunfo del populismo,que asegura de manera inmediata más bienestar que lasocialdemocracia, acompañado por la estela de que suéxito tiene que ver con una capacidad de presión su-perior a la que poseen los partidos y sindicatos social-demócratas”, pág. 235.

15 La cita de Weber en: Schnapper, Dominique:La comunidad de los ciudadanos. Acerca de la idea moder-na de nación, pág. 145. Alianza Editorial. Madrid, 2001.

16 George Orwell: The Collected Essays. Journa-lism and Letters of George Orwell, volumen 3, Sec-ker&Wartburg, London, 1968.

17 Edward Gibbon: Historia de la decadencia yruina del Imperio Romano. Prólogo de Jorge Luis Bor-ges. Ediciones Orbis. Barcelona, 1987. Traducción deJosé Mor Fuentes de 1842, pág. 30.

18 Citado por M. Moreno Alonso: El sentimientonacionalista en la historiografía española del siglo xix.Nation et nationalitès en Espagne. XIX-XX. Actes ducolloque internationale organisé du 28 au 31 mars1984, à Paris, par la Fondation Singer-Polignac. Édi-tions de la Fundation Singer-Polignac, París.

19 “Las capas relativamente desposeídas –ya por-que se vean amenazadas por un descenso social o poruna segmentación entre los grupos marginales– tien-den a identificarse más claramente con la superioridadideologizada de su propio colectivo y a rechazar todolo ajeno. Ésta es la otra cara de un chovinismo del bie-nestar (Wohlstandschauvinismus) que crece por do-quier.” Cfr. J. Habermas. Conferencia citada, pág. 29.(1991). Por otra parte, desde los orígenes del Estadoliberal, varios autores señalaron que un incrementodel interés por lo económico en detrimento del interéspor lo político, debilitaba un tipo de Estado que nece-sitaba de la participación política para su buen funcio-namiento.

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basta con invocar la Constitución parasuperar esos desafíos. Parece necesariotambién comunicar a la opinión públicauna idea de España como compromisode convivencia que contenga emoción,elementos de identificación, un sentidode la historia, activos de cordialidad quehagan sentir cercano y cálido al Estadode derecho.

No ha de significar un retorno al cas-ticismo. Hay una tarea previa de discerni-miento. La nación española no es esa vi-sión castellana de la Generación del 98.Es una nación política que comprende,en el doble significado del verbo, la com-plejidad cultural y lingüística de un Esta-do que reconoce el autogobierno de susnacionalidades y regiones. El patriotismoposible se sitúa en un plano distinto delnacionalismo tradicional, incluso el libe-ral, que no tuvo la oportunidad, como re-cordaba Ayala, de hacer el esfuerzo paraapreciar y hacer suya la complejidad quereconoció la Constitución de 1931 y que es hora de que un patriotismo consti-tucional español lo haga entrado ya el si-glo XXI. Juan José Solozábal ha destacadoel sugerente precedente de ese patriotismowhig del que hizo doctrina lord Acton.

“El patriotismo es un vínculo políticocomún a varias nacionalidades, cuya li-bertad asegura”20.

Un patriotismo de lealtades múltiples.Su desarrollo tiene anclajes en la Constitu-ción y en una valiosa tradición intelectual.Como ha propuesto Dominique Schnap-per, a propósito de ese concepto, compor-ta una voluntad política. En nuestro caso,un deber para la izquierda.

“La diversidad objetiva, ya sea de lenguas, reli-giones o culturas, no es en principio incompatiblecon la creación de un espacio político común (…)La existencia de las naciones depende de la capaci-dad del proyecto político para resolver las rivalida-des y los conflictos entre grupos sociales, religiosos,regionales o étnicos según las reglas reconocidascomo legítimas”21.

Un proyecto político integrador estáinserto en esta propuesta de un nuevo pa-triotismo. No basta un reconocimiento re-tórico de la pluralidad de España. Es me-nester una voluntad firme, con sentido del

Estado, para integrar no sólo a las naciona-lidades, sino a los nacionalismos. La com-plejidad de España obedece a que la histo-ria ha permitido la supervivencia de len-guas y costumbres civiles que en otrospaíses europeos la eficacia del Estado cen-tralista anuló. Es cierto. Pero tal vez lo mássingular es que los pueblos que se han orga-nizado políticamente gracias a la Constitu-ción de 1978, con un grado diverso de in-vención de una tradición22, conservaban lamemoria de unas instituciones políticasque sobrevivieron desde la Edad Mediahasta los siglos XVIII y XIX. La voluntad deintegrar a los nacionalistas se justifica enque el proyecto político de un nuevo pa-triotismo busca actualizar dentro de laConstitución esa memoria de una singula-ridad política e institucional.

Por tanto, al menos para la izquierda, elproyecto integrador es un proyecto refor-mista. Afirmar la legitimidad de esa volun-tad de cambio, la justicia de una disconfor-midad con parte de lo existente, debe serrespetada por quienes consideran que con-servar lo existente es mejor. Conservaduris-mo y reformismo son ambos legítimos. Ladescalificación de uno por el otro en nom-bre de lo común, sea la patria o la constitu-ción, es tanto como encerrar a España en eldilema que algunos escritores definieroncomo el de las dos Españas.

Integrar con las instituciones representativas.La creación de un patriotismo como el quevengo defendiendo se enfrenta a variosobstáculos. La progresiva reducción de lavida política al debate y competencia entrepartidos políticos es el primero. Tambiéntenemos un obstáculo que se desprendedel anterior. Cada vez es más difícil quepueda darse el tipo de acuerdos o de con-senso que hizo posible en el pasado abor-dar los objetivos estatales básicos. Es evi-dente que un patriotismo que incorpora,además de los valores constitucionales y undenominador común sobre nuestra histo-ria, un proyecto político integrador de lacomplejidad institucional y política, tendráexpectativas de vida si se produce un míni-mo consenso sobre el desarrollo del Estadoautonómico. Si no cambian las circunstan-cias políticas actuales, y no hay trazas deque algo así pueda darse, el disenso de los

nacionalistas vascos con la Constituciónno está favoreciendo el acuerdo entre lospartidos nacionales capaces de gobernar,porque, por intereses electorales, la teoríade que son los partidos los que integran elEstado no se ha superado, cuando deberíahaberse hecho ese esfuerzo una vez culmi-nada la transición. Probablemente esto nofue posible por las mismas causas que enlos años noventa abortaron el nacimientode un patriotismo moderno.

Esa teoría de la función integradora delos partidos es una valiosa herencia de loque sucedió entre 1977 y 1993, pero esuna herencia amortizada. Los grandesacuerdos constitucionales y estatutarios ylos llamados pactos autonómicos de 1981 y 1992 fueron, ciertamente, el procedi-miento para desarrollar el Estado constitu-cional. También creo que coadyuvaron aque los ciudadanos adquiriesen una con-fianza en su democracia y para que su auto-estima como miembros de una comunidadpolítica se incrementase. Pero ese métodoparece irrepetible. Ya no estamos en esa faseconstitutiva y el consenso es visto con des-confianza por determinados sectores con-servadores porque consideran que fue elcausante de la descomposición del partidode Adolfo Suárez y lo que anticipó la llega-da de los socialistas al poder en 1982. Demanera que como los acuerdos cada vez sonmás difíciles de lograr y, sobre todo, demantener, con el expediente de denunciar ladeslealtad del otro a los pactos firmados, la teoría de la función integradora de lospartidos se reduce a una propuesta concre-ta: sólo la mayoría absoluta del que gobier-na integra el Estado y sólo el que gobiernatiene acreditado que pueda hacerlo.

Habrá que romper el círculo vicioso.Si la falta de acuerdo entre los partidos di-ficulta el entendimiento sobre un modeloautonómico, esta discrepancia impide quese condensen sentimientos patrióticos; loque vuelve a añadir una dificultad máspara que los partidos se entiendan, dina-mizando una espiral que lleva enroscandola vida política desde 1993 en un vaivénasfixiante de sus mejores posibilidades. Silos partidos hace tiempo que dejaron deintegrar, la izquierda debe recuperar lomejor del pensamiento liberal y democrá-tico y aceptar plenamente las virtudes re-generativas del disenso. Eso sí, propo-niendo abiertamente que la función inte-gradora se traslade de los partidos a lasinstituciones. No para prescindir de lospartidos, sino para que las relaciones en-tre ellos se hagan transparentes, públicas,regladas y expresando la complejidad delos mismos. Los partidos políticos a la al-

PATRIOTAS Y DE IZQUIERDA

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20 Juan José Solozábal Echavarría: Las bases cons-titucionales del Estado autonómico, pág. 84. Andrés deBlas Guerrero: Lord Acton y el liberalismo, núm. 93.Sistema, noviembre 1993. Madrid.

21 Dominique Schnapper: La comunidad de ciu-dadanos, pág. 135.

22 José Álvarez Junco en Mater Dolorosa, pág. 15y sigs. Efectúa un sintético resumen de las tesis instru-mentalistas sobre los sentimientos nacionales, las in-venciones de la tradición. Para España, Fox, Inman: Lainvención de España. Nacionalismo liberal e identidadnacional. Ediciones Cátedra. Madrid, 1997.

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tura del tiempo que vivimos no son, ni esbueno que lo sean, organizaciones dondetodo el mundo debe pensar lo mismo;son, o conviene que sean, instrumentosque permitan a personas que piensan di-ferente ponerse de acuerdo para obtenerobjetivos que comparten. Este enfoqueque, para empezar, conduce a revitalizarlas funciones de las Cámaras parlamenta-rias, supone igualmente avanzar hacia unsistema de partidos más próximo a losmodelos europeos de democracias asenta-das. Aceptación del disenso, que ayuda adetectar qué hay que reformar para que elEstado siga siendo fuerte y capaz de asu-mirlo. Partidos complejos, donde los lide-razgos holistas son vistos más como un de-fecto que como una ventaja. Y en los Es-tados compuestos como el nuestro,reconocer que la pluralidad de los parti-dos no sustituye, ni agota, la pluralidadterritorial que es distinta, aunque los par-tidos intenten encauzarla dentro de susconcepciones ideológicas.

La inexistencia de un cauce institu-cional para que las comunidades autóno-mas participen en las tareas estatales porsí mismas, y no sólo a través de los parti-dos políticos, nos sitúa en la primera de-manda de ese impulso reformador que hade romper el círculo vicioso. Se trata de lareforma del Senado. El desaparecido Gu-mersindo Trujillo23 analizó desde múlti-ples perspectivas las consecuencias de lainadaptación del Senado en España a la realidad estatal actual. Es también otrafaceta de la quiebra del consenso para lasreformas políticas a partir de 1993. Algu-nas de esas consecuencias dificultan lacondensación de un patriotismo moder-no: sobrecarga el sistema de partidos,pues son ellos los que soportan las tensio-nes del modelo autonómico al canalizarcasi completamente las demandas de lasinstituciones autonómicas. Los partidosnacionalistas que gobiernan sus respecti-vas comunidades aparecen como los úni-cos que reivindican diferencialmente losproblemas de los territorios que represen-tan. Trujillo ironizó sobre el hecho de quela inexistencia de un Senado con funcio-nes autonómicas había convertido alCongreso en la Cámara territorial, sóloque aparentemente en exclusiva al alcancede las minorías nacionalistas. Las comu-

nidades gobernadas por el PP o por elPSOE quedaban subsumidas en las fun-ciones de gobierno o de oposición quecorrespondiese a esos partidos nacionales.Así, el factor de emulación es evidente.Cualquiera puede ver que, en esta situa-ción, afirmarse diferente es un recurso pa-ra ser tratado como igual y mantener unaescalada de agravios y de disputas con elEstado es una receta acreditada para in-tentar alcanzar el siempre electoralmenteinteresante atributo de ser muy reivindi-cativo ante las instituciones estatales. Ca-bría enumerar otras consecuencias. Peropara lo que estoy argumentando basta conenunciar dos más. Sin un Senado capaz deencauzar la participación de todas las co-munidades en tareas estatales (como la en-mienda de las leyes, la distribución de lospresupuestos o las grandes políticas de in-versiones o de distribución de bienes na-turales escasos, como el agua), la sensa-ción de opacidad en esas materias se in-crementará entre los ciudadanos y en unamedida correspondiente aumentará sudesconfianza, y aun su animadversión,ante aquellas instituciones que no satisfa-gan sus demandas, o sus egoísmos, demanera inmediata. Estas tendencias obli-garán cada vez más a quienes gobiernanlas regiones a la reivindicación permanen-te, y, al mismo tiempo, si pertenecen apartidos nacionales, sufrirán presiones desus líderes para que, en un dilema entresatisfacer a la región o perjudicar la ima-gen de unidad partidaria, tengan que de-cantarse por la unidad, ante el riesgo queel líder nacional contrario, formule lasacusaciones correspondientes. FernandoVallespín, ha expuesto recientemente:

“En lo que Habermas se equivoca, sin embar-go, es que por el mero hecho de que existan esosmecanismos de deliberación pública y una organi-zación institucional bien sintonizada con ellos va-yan a desactivarse los conflictos. Como muestra elcaso español, el vasco en particular, estamos lejosde alcanzar un compromiso mínimamente consen-suado por todas las partes”24.

La sustitución de las instituciones don-de debiera efectuarse la deliberación públi-ca por el predominio de la dialéctica parti-daria, tal y como lo acabo de exponer, mepermitiría afirmar que no somos una ex-cepción en la regla de Habermas, sino quetenemos alguna dificultad para normalizarnuestra vida política, incluyendo la asun-ción de un patriotismo adecuado a la

Constitución, por haber mantenido unoshábitos propios de una democracia en tran-sición cuando deberíamos habernos dadoya hace tiempo los de una democracia ma-dura, capaz de afrontar sin reservas los con-flictos porque está segura de que sus consensos básicos son compartidos y no sediscuten por los actores políticos principa-les.

Definir una concepción patriótica deEspaña basada en la Constitución, pero in-corporando también otros valores y emo-ciones compatibles con ella, es una tareaque yo estimo digna de las aspiraciones dela izquierda que quiere volver a gobernar.Creo que se diferenciaría de la versión ex-puesta por el partido conservador gober-nante en que contiene un programa refor-mista con el que quiere activar un impulsointegrador. Igualmente, se diferencia en elhecho de que considera el patriotismo nouna resolución de partido, sino un progra-ma político que ha de converger y contras-tarse con otras concepciones distintas deEspaña. La izquierda ha prescindido, afor-tunadamente, de antiguas certezas, como,por ejemplo, el papel central del Estado ensu proyecto político. Hoy la izquierda tieneque enfatizar sus propuestas dirigiéndoseprimordialmente a lograr la colaboraciónde la sociedad. La idea de un patriotismobasado en valores cívicos es el nexo quemuy posiblemente necesite un proyecto deizquierdas o socialdemócrata en una socie-dad compleja como la española y en un Es-tado compuesto como el nuestro. Es unared de solidaridades comunes, cuyas inter-secciones son el respeto al individuo, autén-tico sujeto multicultural, y una oferta deequidad y progreso que asegure nuevos de-rechos si se asumieran (patrióticamente)nuevas obligaciones.n

[El núcleo de este trabajo fue expuesto el 21 de febre-ro de 2002, dentro del seminario que sobre Patriotis-mo constitucional se celebró en la Fundación PabloIglesias de Madrid, y en el que participaron, entreotros, Juan Fernando López Aguilar, Salvador Clotas,Andrés de Blas, Juan José Solozábal, Isidre Molas,Fernando Vallespín, José Álvarez Junco, Javier Varela,José Varela Ortega, Francesc de Carreras, Manuel Pé-rez Ledesma, Pablo Fernández Albaladejo, Patxo Un-zueta, Luis Ortega y Juan Manuel Eguiagaray, PalomaGarcía de Picazo, Paloma Aguilar, Antonio Morales,Federico Sanz, Joaquín Galán, Ignacio Pérez Sáenz yDuca Aranguren. Al redactarlo para CLAVES DE

RAZÓN PRÁCTICA, he incorporado a mi texto inicialalgunas de las ideas aportadas por los mencionadoscon el fin de mejorarlo, aunque en absoluto este tra-bajo pretende ser un resumen de sus valiosas aporta-ciones y de su amistosa colaboración en los coloquiosal éxito del seminario].

JUAN JOSÉ LABORDA

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23 Trujillo, Gumersindo: ‘Nuevas consideracio-nes sobre la reforma del Senado’. Cuadernos de Alzate,núm. 16. Madrid. Mayo, 1997. Incluye referenciasbibliográficas donde se encuentran sus propios traba-jos. Trujillo fue asesor de las reformas que el Senadoemprendió en los años noventa.

24 Vallespín, Fernando: Artículo citado. Papelesde la Fundación FAES, número 66, pág. 147.

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o tuvo Leopoldo Alas conOviedo la suerte de Beni-to Pérez Galdós con Las

Palmas de Gran Canaria ni lade Emilia Pardo Bazán con LaCoruña, por citar sólo a las otrasdos figuras literarias más desta-cadas de su época. Tampoco se-ría descabellado pensar que hu-biera corrido la misma suerteque Lorca en Granada de habersobrevivido hasta 1936, con 84años a cuestas; como no fue elcaso, los militares franquistasasesinarían legalmente a su hijo,rector entonces de la Universi-dad, menos por sus conviccio-nes republicanas que por ser hi-jo del autor de La Regenta, talcomo prueba Francisco Galeraen una tesis sobre la trayectoriaintelectual y política de Leopol-do Alas Argüelles a punto de serpresentada en la UniversidadAutónoma de Madrid.

Pero a quienes en Oviedo se-cundaron la sublevación militarde 1936 no les bastó con el fu-silamiento del hijo para dejar enpaz al padre. Aquellos bárbarosno llegaron a profanar la tumbade Clarín1, pero sí a ultrajar elmonumento que le habían eri-gido sus admiradores en mayode 1931,a las pocas semanas deproclamarse la República, de laforma vil y vergonzosa que pue-de observarse en la fotografía.¿Autores de la villanía? Un gru-po de jóvenes vestidos con ca-misa azul, correajes y pistolas,según recuerda hoy alguien quede niño se encontraba jugando

en las cercanías del monumento.¿Fotógrafo que no resistió la ten-tación de testimoniar el escar-nio? Un secreto que se reservaErnesto Conde, colaborador deEl Correo de Asturias, diariodonde éste la publica el 8 demarzo de 1987 con motivo decumplirse el doble cincuentena-rio de la muerte del hijo de Cla-rín y de la destrucción del mo-numento al padre. En cualquiercaso, insólito acto de vandalis-mo político contra la efigie delescritor que no sería reparadohasta más de treinta años des-pués, el 25 de abril de 1968,cuando bajo el mandato del en-tonces alcalde de la ciudad Ma-nuel Álvarez-Buylla se reponíael monumento y el citado alcal-de en un acto escasamenteanunciado presentaba a Claríncomo “modelo de ovetensismoapasionado”. ¿Pretendía con es-ta hipérbole localista compen-sar las barbaries contra los Alas,incluido el deliberado silenciosobre la obra de escritor?

Trágico fusilamiento del hijo ytriste peripecia de la memoria delpadre que hoy, una vez concluidala conmemoración del centena-rio de su muerte ocurrida en ju-

nio de 1901 y distinguido Clarínpor los máximos especialistas desu obra reunidos en congresoscon el más alto entorchado quecabe otorgar a un escritor, el declásico contemporáneo, adquierennuevos significados para sus lec-tores actuales, al mismo tiempoque la sombra del autor de LaRegenta sobre la capital del viejoPrincipado de Asturias aportasingulares comportamientos bajola dictadura franquista insufi-cientemente conocidos.

Y ello fue así porque la Vetus-ta de la posguerra no sería unaciudad como las gallegas y granparte de las castellano-andaluzas,que se sumaron a los sublevadosel 18 de julio de 1936 junto a suentorno provincial. A diferenciade éstas Oviedo había sido el úni-co escenario urbano sobre el quese habían desarrollado dos episo-dios sucesivos y traumáticos parala mayoría de los moradores de laciudad: una revolución obrera an-ticapitalista de dos semanas deduración en octubre de 1934 yun cerco militar antifascista de 14meses a partir de julio de 1936por figurar –contra los pronósti-cos de las organizaciones delFrente Popular– como el únicoreducto de la región que secundóa los generales sublevados contrala República. La resultante deambas experiencias acumuladasno podía menos que dejar hondahuella en el vecindario urbano ygenerar un “plus” de agresividadcontra los disidentes de las dife-rentes ortodoxias impuestas en1939; perceptible sobre todo en-tre el sector más conservador de laciudad al que la memoria del Cla-rín de La Regenta les resultaría li-sa y llanamente insoportable. Eimposible de aceptar que, 15 añosdespués de concluir la guerra, se

rompiera el silencio sobre el es-critor. Circunstancia ésta que de-sencadenaría una sorprendenteconfrontación ideológica entre fa-langistas y católicos escenificadaen la Universidad y en el Ayunta-miento de la ciudad.

1. En la Universidad, el rectorTorcuato Fernández Mirandasentaría nueva doctrina sobreel escritorLa ruptura del mutismo oficialsobre Clarín tendrá lugar a fi-nales de abril de 1952 al cum-plirse el centenario del naci-miento del escritor. El detonan-te, curiosamente, sería la pu-blicación en el diario falangistaLa Nueva España (LNE) del día27, de un artículo del entoncesjoven profesor ayudante de laFacultad de Filosofía y Letras,José María Martínez Cachero,en el que denunciaba que

“nunca como ayer se hizo más eviden-te la verdad del nacimiento en Zamorade Leopoldo Alas, Clarín. Aquí –pro-seguía– casi todo fue silencio; y ha sidosilencio; y parece que continuará el si-lencio… Callan quienes tienen la obli-gación de hablar, de ofrecer señales deadhesión”.

La brevedad del texto no im-pidió lógicamente que el citadoartículo provocara un pequeñoterremoto en el enrarecido am-biente intelectual de la Univer-sidad y de la ciudad, dando lu-gar a que unas semanas despuésel entonces joven rector de laUniversidad, Torcuato Fernán-dez Miranda, se sintiera obliga-do a pasar a la ofensiva y anun-ciara la inmediata conmemora-ción académica del centenariodel nacimiento del escritor.Evento que, tal como se encargóde subrayar, él mismo abriría

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H I S T O R I A

LA MEMORIA DE CLARÍNEN EL OVIEDO FRANQUISTA

DAVID RUIZ

N

1 Pocos días después de redactarse es-te artículo fue violentada la tumba dondereposan los restos de los Alas, padre e hi-jo, en el cementerio de Oviedo. Tras ladenuncia de los familiares, el caso se hallaen el trámite de diligencias policiales.

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con una conferencia a la que se-guiría un ciclo a cargo de profe-sores universitarios antes de queacabara el año 1952.

El rector cumplió, efectiva-mente, su promesa disertandosobre “Actitud ante Clarín” el23 de mayo de 1952 ante unauditorio que, según la prensa,abarrotaba el Paraninfo univer-sitario. La conferencia resultótan extensa como esperada yaque el diario LNE la reproduci-ría íntegra y por entregas en dí-as sucesivos. Su contenido, encambio, prendiendo ser el deuna pieza alambicada se queda-ba en una mezcla de obvieda-des, digresiones, reiteraciones yespeculaciones de “alta filosofía”que como orador político le ca-racterizarían en los tiempos ve-nideros. Eclectismo retórico queen aquella ocasión, sin embargo,contrastaría con la meridianaconclusión con la que acabó su

intervención; para aquél rector“Clarín era autor de una obraliteraria excelente, pero moral-mente disolvente”. El escritorquedaba a salvo, pero no así suobra innombrable, La Regenta,que condenada a los infiernos.

Nada extraño en aquel año1952, en el que desaparecía lacartilla de racionamiento perono la censura, que sólo se pu-blicará un comentario levemen-te crítico de la conferencia deTorcuato Fernández Miranda enel diario Región, portavoz ofi-cioso del obispado de Oviedo.Se publicaban otros tres perió-dicos en la región, pero fue elúnico que se permitió el lujo dediscrepar de las referencias a lacalidad de la obra del escritor yde reconvenir al rector –que ha-bía lucido la camisa azul en al-gunos actos oficiales– por no ha-ber enfatizado aún más el com-ponente anticlerical de la obra

del escritor en la conferencia a laque pese a ello valoraba como“una disertación maciza, elegan-te y valiente, esperable de unrector de pensamiento católico amachamartillo”.

El posterior ciclo de confe-rencias, organizado por la Fa-cultad de Filosofía y Letras paracelebrarse entre el 15 de no-viembre y el 15 de diciembre de1952, se atendrá formalmente ala citada consigna. Empezandopor la presentación del modestodíptico informativo en el que serelacionaban las intervencionesde los nueve profesores partici-pantes (todos ellos de la Univer-sidad de Oviedo menos dos,Francisco Induráin, de la Uni-versidad de Murcia y MarianoBaquero Goyanes, de la Centralmadrileña, hoy Complutense)en el que se calificaba a la “doc-trina” de Fernández Miranda de“valiente, clara y con una am-

plitud de criterio verdadera-mente ejemplar”. En cuanto alos conferenciantes del ciclo, ajuzgar por las referencias deprensa de la época, ninguno deellos hizo el menor comentarioal mencionado texto del díptico.Y tal como el rector había adoc-trinado, todos reconocieron deuna manera u otra la calidad dela obra de Clarín y casi todoscondenaron (algunos de formacasi literalmente ajustada a la re-comendación del rector, comoJosé María Roca Franquesa, ocon otros términos) la pernicio-sa y disolvente subversión de losvalores católicos a través de ellay, de modo especial, en La Re-genta. Por su parte, Emilio Alar-cos Llorach trató de exculparsepor participar en aquel ciclo ver-gonzante con el extraño argu-mento de su doble condición defilólogo y castellano (en supues-ta contraposición, al parecer, alClarín novelista y asturiano),afirmando a continuación –porsi resultaba ambigua su identifi-cación con el mensaje del rec-tor– que le traía sin cuidado loque la gente opinara sobre el es-critor. Mariano Baquero Goya-nes, conferenciante que ya habíapublicado en 1946 un brillantey valiente artículo en la minori-taria Revista de la Universidadde Oviedo (RUO), en el queconcluía confesando “la ver-güenza de comprobar cómo unode nuestros mejores escritoresdecimonónicos sigue siendo aúnun extranjero en su patria”, pre-firió en aquella ocasión escabu-llirse con una temática menoscomprometida, conferenciandosobre la técnica narrativa del es-critor. Sólo Francisco Induráinlamentó que Clarín aparecieracomo anticlerical sin serlo; y só-

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Clarín

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lo el jurista José Aparici se atre-vió al finalizar su intervención,según la reseña de LNE, a pedirserenidad a la hora juzgar al pro-fesor y escritor. Y únicamenteJosé Zaloña, ex alumno de Cla-rín, osó declarar que además deexcelente profesor, “Clarín eraun verdadero creyente que exal-taba con entusiasmo en las clasesa figuras de la Iglesia como sanAgustín”. Fue éste el más aplau-dido de los conferenciantes, se-gún la crónica del citado diarioLNE. La claudicación ante laconsigna del rector afectaría in-cluso a Juan Uría Riu, el histo-riador universitario de talantemás liberal de entre los de su ge-neración al que tuvo ocasión deconocer el autor de este artículodurante el franquismo. Puesbien, este apasionado clarinia-no, en su documentada confe-rencia sobre el Oviedo del escri-tor, concluyó con una frase quea punto de olvidar debió estarpor el irreprimible entusiasmoque el autor de La Regenta lesuscitaba: “El Oviedo de Cla-rín”, añadió al final a modo deestrambote contradictorio consu anterior exposición, “distómucho de lo que él vivió. Saliómalparada la ciudad, la Iglesiay la nobleza”.

El ciclo se desarrolló sin la in-tervención en él del profesorMartínez Cachero al no habersido invitado, probablemente,piensa él, porque siendo ya doc-tor no era aún numerario en untiempo en que, digo yo, el “prin-cipio jerárquico” también regíala constelación académica. Noobstante Martínez Cachero, tan-to en sus clases, según el testi-monio de ex alumnos, como ensus publicaciones (una de ellasprecisamente relacionada con lasaportaciones que entonces se hi-cieron sobre la obra de Clarín)ya tenía méritos sobrados parafigurar en el citado ciclo de con-ferencias de aquel desaliñado yenrarecido centenario.

2. En el Ayuntamiento de Oviedo, la restauracióndel monumento a Clarín constituyó un engorro insufrible para tres alcaldes

de la ciudadDebieron transcurrir más detreinta años antes de que el bus-to del escritor ultrajado fuera re-puesto en el céntrico Campo deSan Francisco de la ciudad endonde fue destruido. Tres déca-das en las que se sucedieron cin-co alcaldes (Plácido Álvarez-Buylla, Manuel García Conde,Ignacio Alonso de Nora, Valen-tín Masip y Anselmo López Val-divieso) hasta llegar al edil res-taurador anteriormente citado,Manuel Álvarez-Buylla.

Pertinaces influencias debie-ron intervenir para que se pro-dujera tal dilación y discrimina-ción, ya que en 1953 se habíainaugurado el de Palacio Valdésen el mismo parque, mientras elbusto de Clarín yacía olvidadoen los bajos del palacio munici-pal “mientras crece el interés porla obra de Clarín dentro y fuerade España”, según denunciaríade nuevo en LNE el profesorMartínez Cachero a finales delaño citado. Volvería años des-pués sobre esta cuestión LNE,el 18 de agosto de 1959, al in-formar de una conferencia im-partida en la Universidad porIna Reiss (investigadora de laUniversidad de Heidelberg quetrabajaba en la traducción al ale-mán de La Regenta), permane-ciendo mudas las autoridadesmunicipales hasta que, a finalesde abril de 1962, en un intentocasi angustioso por quitarse elbusto de encima, el alcalde Va-lentín Masip se lo ofrece a laUniversidad para que lo empla-ce dentro de su recinto. Ofertaque, no sin sorpresa, sería re-chazada de plano por la juntade profesores de la Facultad deDerecho, pronunciándose ma-yoritariamente por la devolu-ción del busto de Clarín a su es-cenario original, al campo deSan Francisco.

La pugna por el busto deClarín daría lugar, como su obraliteraria, a un nuevo episodio deconfrontación ideológica cató-lico-falangista protagonizadopor el alcalde Valentín Masip,quien en una entrevista conce-dida en exclusiva a Región el 10de junio de 1962 carga la res-

ponsabilidad del desagravio aClarín a los destructores del mo-numento, “no a nosotros que nole hicimos daño”.Y la reposiciónen su anterior emplazamientodel “tan traído y llevado bustode Clarín”, como con poco disi-mulado malhumor declararía ala prensa el sucesor de ValentínMasip cinco años después (el 12de octubre de 1967), tendría lu-gar en los últimos días abril delaño siguiente, coincidiendo conla fecha del nacimiento del es-critor, en el acto al que se aludióal comienzo de este artículo.

3. Y, finalmente, la memoriade Clarín también fue objetode confrontación mediáticaentre las dos familias del régimen franquistaDistanciados del tema y del pro-blema por razones de censuralos periódicos empresariales LaVoz de Asturias y El Comercio(este último editado en Gijón),el protagonismo político corre-ría a cargo de La Nueva Españay Región. Aquél se beneficiaríade la incautación al comienzode la guerra del diario socialistaAvance, apareciendo en plenoasedio de la ciudad el 19 de di-ciembre de 1936 como porta-voz oficial del partido únicoFET-JONS con una agresividadque no dejaría lugar a dudas:“Frente a la mesa en que traba-jo”, escribiría el director Ariasde Velasco en el primer número,“se recuesta el mosquetón en elque creemos ver expresado unafutura norma de acción”. Puesbien, este diario de origen fas-cista se vería después de 1945en la tesitura de aceptar el pre-dominio católico en el régimende Franco, circunstancia que lle-varía a Región, un diario conser-vador fundado en 1923, a eri-girse en principal defensor delcatolicismo tridentino.

Nueva correlación de fuerzasque ayuda a entender la línea fa-vorable a Clarín que adoptaLNE frente a los católicos en ladécada de los cincuenta. Posi-ción que mantendría en los se-senta frente a los tecnócratas,como prueba la acogida en suspáginas del 2 de mayo de 1967

de la furibunda contestación deun ilustrado ovetense (AntónRubín) al entonces todopodero-so ministro Gonzalo Fernándezde la Mora en respuesta a las de-claraciones de éste a TVE en lasque calificaba La Regenta de“novelón pesado, indigesto ypornográfico”. El mismo perió-dico en el que saldría a la luz elúltimo tabú relacionado conClarín al publicar el 13 de octu-bre de 1967 las declaraciones deun concejal falangista (Luis Ma-ría Fernández Canteli), que sepronunciaba a favor de la reha-bilitación del hijo del escritorejecutado por los sublevados enfebrero de 1937, el entonces rec-tor Alas.

Mientras tanto, Región pro-seguiría con su militancia anti-clariana, tal como se ha apunta-do anteriormente. A través deeste periódico la larga mano delepiscopado relanzaría el anate-ma que había caído sobre La Re-genta tras su publicación mediosiglo atrás (1884). Coincidiendocon el centenario del nacimien-to del escritor, en su número del

25 de abril de 1952 llegó Re-gión al punto de mutilar burda-mente el nombre de LeopoldoAlas en una breve informaciónacerca de un modesto acto con-memorativo organizado por unpequeño grupo de admiradores,tal como puede verse en la copiaque se reproduce. Y en esa acti-tud hostil continuó en los dosdías siguientes, contestando aLNE con sendos y durísimoseditoriales en los que tildaba devenenoso el conjunto de la obrade Clarín y le acusaba de haber-se burlado del dogma y la moralcatólicos.

Posteriormente la tarea anti-

LA MEMORIA DE CLARÍN EN EL OVIEDO FRANQUISTA

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clariniana del periódico recaeríasobre un cronista deportivo quetambién desempeñó la dirección(Ricardo Vázquez Prada), quiencoincidiendo con la reposicióndel busto del escritor no seríacapaz de contener su indigna-ción, llegando al extremo de de-nigrar la obra de Clarín al hiloinformativo de la Vuelta Ciclis-ta a Asturias intercalando en elrelato de una etapa que La Re-genta “era un hermoso cuentode porteras con buena prosa”.Inquina que elevaría el tono conmotivo de la reposición del bus-to del escritor, pues en ese mo-mento llegó a amenazar velada-mente a quienes supuestamentehabían traicionado el ideario delrégimen asistiendo al acto: “Ayera las cinco de la tarde se repusoel busto de Leopoldo Alas, Cla-rín. Había menos personas delas que pidieron el busto”, sen-tenciaba lacónicamente en sucolumna “Gotas de tinta” quemás bien destilaban bilis, “y mu-chas más de las otras, que tam-bién estaban allí”.

Sin embargo, el citado cro-nista y director de aquél proto-tipo de periódico reaccionarioen el franquismo tendría mayorfortuna póstuma en la demo-cracia que Clarín había tenidoen el franquismo. Los simpati-zantes de sus “Gotas de tinta”–anticomunistas y oviedistas,hinchas del principal club defútbol de la ciudad además deanticlarinistas– lograron que elayuntamiento de Oviedo regi-do por un alcalde socialista (An-tonio Masip, hijo del anterioralcalde franquista) colaborara enla erección de una escultura alcitado Vázquez Prada costeadapor sus amigos y compañeros deprofesión, autorizando en enerode 1988 la instalación del bustojunto al estadio Carlos Tartière,a escasos metros de una zonaverde que por extrañas piruetasdel destino acabaría siendo elParque Clarín en 1993.

Con el episodio que se acabade resumir concluía la serie dedespropósitos asociados a la re-habilitación del escritor respon-sable de que la ciudad donde vi-vió fuera la más novelada de Oc-

cidente en el siglo XX desde quesu Vetusta de 1884 se convirtie-se en patrón fundacional de pos-teriores inspiraciones, imitacio-nes –de parasitismos incluso–que se han venido sucediendohasta nuestros días.

Una ciudad que, al elevarle fi-nalmente al olimpo de los in-mortalizados, tampoco ignorará,como se acaba de ver, a uno desus más encarnizados detractores.No se registraron en la ciudadgestos de honestidad intelectualcomo el del cultivado periodistaLuis Bonafoux, contemporáneodel escritor, quien ante la impo-sibilidad de soportar su talentotuvo la valentía de manifestar,desde Madrid a los cuatro vien-tos, su alegría por la muerte deClarín en junio de 1901. En ladoblemente cercada y repetida-mente novelada Vetusta del vie-jo Principado, las cosas discu-rrirían de forma contenida yprosaica; el sector más lúcido delvecindario ovetense asistiría en-tre atónito e indignado al finalde lo que, habiéndose iniciadode forma trágica, acababa en pu-ra farsa. O quizá mejor, reto-cando a Marx, en vergonzosaópera bufa, ya que la Vetusta dela Restauración se iniciaba en elbel canto y el propio Clarín fi-guraría entre los principales im-pulsores de la construcción delteatro Campoamor. n

[AgradecimientosAl profesor José María Martínez Cacheropor la información sobre el entorno pe-riodístico y universitario de los años cua-renta y cincuenta. Al periodista OrlandoSanz por aportarme datos relacionadoscon el busto de Ricardo Vázquez Prada. Yespecial reconocimiento a Cristina Alas,nieta de Clarín e hija de Leopoldo AlasArgüelles, por facilitarme el archivo he-merográfico de su marido, José Tolivar,fallecido en 1995.]

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n octubre y noviembre de1993, la revista CLAVES DE

RAZÓN PRÁCTICA (núme-ros 36 y 37) publicó un extensoartículo en dos partes de JuanAntonio Herrero Brasas titulado‘La sociedad gay: una invisibleminoría’. Me satisface poder co-mentar ahora, de nuevo en estarevista, el libro a que dio origenaquel artículo porque se da lacasualidad de que también yopubliqué, en aquel mismo nú-mero 37, mi artículo El granmomento de la versiprosa, que de-sató una sonada polémica en loscenáculos de la poesía. Ahora,de otro modo, los dos volvemosa coincidir y el motivo esta vezes el extenso y documentado es-tudio que Herrero Brasas ha pu-blicado, con el mismo título deentonces, en Foca Ediciones.Debo añadir que me fue de granutilidad y que dialogué a fondocon él durante la escritura de miúltimo ensayo publicado, Ojode loca no se equivoca, una refle-xión sobre el mundo gay en laera de la visibilidad.

Un libro documentado y amenoCuando vio la luz aquel dobleartículo de Herrero Brasas, ex-celente síntesis de toda una seriede trabajos publicados en elcampo de los estudios gay y les-bianos en Estados Unidos, elmovimiento gay español toda-vía estaba en pañales, y a pesarde eso –o por eso mismo– fuemuy bien recibido, acostumbra-dos como estábamos a la faltacasi total de publicaciones ob-jetivas en torno a la cuestióngay. Herrero ofrecía una pano-rámica sorprendentemente am-plia, positiva y bien documen-tada, con innumerables notas a

pie de página. Y algunos colec-tivos gay se dedicaron a repartircopias de aquel artículo llegandoa imponerlo poco menos quecomo lectura obligatoria a quie-nes acudían a ellos. Pues bien, siaquel artículo causó impacto en-tonces, este libro, que por su ri-gor exhaustivo y su volumen po-día en principio parecer desti-nado a estudiosos y especialistas,ha sido muy bien recibido por elpúblico general, gay y no gay,debido sin duda a la cantidadde información que ofrece, todaella escrupulosamente docu-mentada, y a su estilo directo yameno. El libro incluye una sec-ción gráfica de enorme interés,con elocuentes fotografías y car-teles. En cuanto al diseño deportada de Sergio Ramírez, esatractivo, sugerente e inclusopoético. Sobre un fondo de re-vistas de contenido gay destacael título del libro en letras rojasy amarillas (aquí sobran comen-tarios) y, en blanco y negro, aizquierda y derecha, casi salién-dose de plano, las figuras de doshombres, uno joven y otro ma-duro, que bien pudieran ser elmismo, y de ahí mi empleo deladjetivo poético: entre amboshay un espacio vacío, el abismo,para algunos insondable y paraotros inexistente en el mundogay, que se abre entre las eda-des, en definitiva una metáforagráfica del paso del tiempo quea todos nos afecta, sea cual seanuestra orientación sexual.

En el prólogo de este vastoestudio el autor declara que laprincipal utilidad que espera desu libro es que sirva de manual a“quienes quieran argüir y argu-mentar sobre cuestiones relativasa la homosexualidad”, puestoque pone “a su alcance datos, y

no puras especulaciones”. Y aña-de un noble objetivo final: con-tribuir “al reconocimiento de lacomún humanidad de todas laspersonas” y “de su inalienablederecho a la igualdad”. Tan ex-celente propósito, que confiereal libro una atmósfera digamosética y bienintencionada, es co-herente con la declarada volun-tad de objetividad de su autor,que por supuesto no excluye lasapreciaciones subjetivas ni loscomentarios críticos, sobre to-do en la última parte. La cues-tión gay admite de hecho apro-ximaciones muy diferentes, yaque hablamos de un mundocomplejo, demasiado antiguo ensu invisibilidad de 15 siglos ymuy nuevo y renovador en su ac-tual visibilidad; tan clamorosa ya,por cierto, que deja obsoleto eladjetivo invisible con que Herre-ro Brasas califica en el título desu libro a la minoría social de gay y lesbianas. Aunque escierto que cuando escribió su ar-tículo de 1993 la sociedad gayera realmente una invisible mi-noría, hoy cuesta hablar de invi-sibilidad ante las últimas ma-cromanifestaciones del orgullogay (más de 150.000 personas semanifestaron en Madrid en lade 2001, según informó El País)o ante la evidente significación yrevalorización del barrio madri-leño de Chueca.

Una sociedad a la vez visiblee invisibleYa nadie se atreve a negar que elmovimiento gay, que ha hechode la visibilidad social una prio-ridad en su nueva etapa reivindi-cativa, alejando los fantasmas dela represión y del vergonzante si-lencio impuesto de otras épocas eintegrando sus industrias y que-

haceres en una sociedad de mer-cado (la misma para todos, endefinitiva) que lo recibe con losbrazos abiertos, se ha convertidoen los últimos años en un motoreconómico de primer orden. Ydesde luego, bien visible. Sin em-bargo, el subtítulo del libro deHerrero Brasas, desde otro pun-to de vista, sigue teniendo vigen-cia, no sólo porque Chueca es,después de todo, una excepción,por ejemplar que resulte y pormucho que en ella se miren losgay que viven en ciudades me-nos abiertas, sino porque los in-dividuos gay no tienen ningúnsigno externo que les distinga,frente a lo que ocurre con las mi-norías raciales; y sobre todo, por-que muchos gay siguen armari-zados, llevando una doble vida.Habría que preguntarse en quémedida los gay constituyen, co-mo sugiere el título de esta obra,una sociedad identificable y dis-tinta, más allá de las señas deidentidad que la oficializada visi-bilidad viene propagando. Peroprecisamente este libro ofrece to-da una batería de datos y argu-mentaciones para responder a ésay a otras preguntas. Sociedad ono, el mundo gay es una realidadplural y cambiante; y este estudiola refleja con exquisita ecuanimi-dad, que sólo rompe el autorcuando expone teorías y posicio-nes superadas por el tiempo oprejuicios insostenibles, ante losque le brota la indignación delsentido común. Herrero Brasasno permite que sus conviccionespersonales, que a veces se hacenpatentes filtrándose en sus análi-sis históricos y sociológicos, con-taminen la buscada imparciali-dad científica que preside unaobra de espíritu ecléctico e in-tención divulgativa.

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E N S A Y O

LA SOCIEDAD GAY: ¿UNA INVISIBLE MINORÍA?

LEOPOLDO ALAS

E

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Las teorías sobre el origen de la homosexualidadLa primera parte aborda las teo-rías sobre el origen de la homo-sexualidad que resultan sorpren-dentes desde nuestra mentalidadactual: tanto las psicológicas co-mo el conductismo de J. B.Watson (1878-1958) y de B. F.Skinner (1904-1990), que en suformulación más sencilla sostie-ne que la orientación sexual deun individuo queda determina-da por el sexo de la persona conla que tuvo su primera expe-riencia sexual; como las teoríasbiológicas que buscan un sus-trato fisiológico en la orienta-ción gay y lésbica, considerán-dola una anomalía hormonal ouna fatalidad genética. Tales es-fuerzos científicos ponen en evi-dencia la homofobia médica(nazis con batas blancas). Secomprende que en la última dé-cada del siglo pasado se produ-jera un encendido debate en tor-no al sentido y justificación delas investigaciones sobre laorientación sexual, pues muchossospechaban de sus fines mani-puladores o, como Le Vay, eranconscientes de la decisiva in-fluencia que tienen en la acti-tud social hacia gay y lesbianaslas creencias dominantes sobre elorigen de la homosexualidad.Revelando una de sus más fir-mes convicciones personales,Herrero Brasas señala que las peores persecuciones contra loshomosexuales han procedidosiempre de quienes creen que lahomosexualidad es algo adqui-rido y, en consecuencia, conta-gioso, sin dejar de recordar laposición de quienes, al contra-rio, afirman que la perspectivabiologista del incipiente movi-miento gay en la Alemania de

principios del siglo XX fue la quedio argumentos a los nazis en suinferiorización biológica de loshomosexuales. Ante la falta deresultados definitivos de todasestas líneas de investigación, elautor concluye que “nada en loanatómico, hormonal o genéti-co distingue a gay y lesbianas dehombres y mujeres heterosexua-les” y que, por tanto, el hombregay “se distingue del no gay tansólo en la perspectiva que le dasu orientación sobre ciertas rela-ciones interpersonales, así comosu experiencia compartida deopresión y fingimiento forzado”.

La guerra de los númerosSobrecoge pensar que hasta1974 la Asociación Americanade Psiquiatría no eliminó la ho-mosexualidad de su lista de pa-tologías. Y sobrecoge todavíamás recordar que la OMS man-tuvo clasificada la homosexua-lidad hasta 1993. Pero la libera-ción gay se abona en el campode la sociología y el estudio deHerrero Brasas se vuelve máscercano en este punto. Ahora seanalizan, en la tercera parte, losestudios estadísticos y de psico-logía social. La obsesión por sa-ber cuántos hay, la guerra de losnúmeros que, como dice el au-tor, debería dar igual en un es-tado democrático, cuya esenciaes el respeto de los derechos delas minorías; y sin embargo, sunúmero tiene, de hecho, unatrascendencia política, puestoque los números hacen la fuerza.Sea como fuere, hay un antes yun después de la publicación delfamoso estudio de Alfred Kinseysobre la sexualidad masculina en1948, basado en más de 5.000entrevistas y hasta 17.000, con-tando los cuestionarios escritos,

a hombres adultos de todas lasedades. El informe demostrabaque homosexualidad y hetero-sexualidad no son categorías ais-ladas y rígidas, sino polos opues-tos de la escala que lleva, en gra-dos sucesivos, de la una a la otra.Ninguno de los posteriores es-tudios que se han hecho (hasta20, según Herrero Brasas) hansido más concluyentes y, en al-gunos casos, eran además ten-denciosos, como el del InstitutoGuttmacher, que daba una tasadel 3% de homosexuales paracontrarrestar los efectos de lamasiva manifestación gay enWashington, la mayor que nun-ca ha habido, el 24 de abril de1993 (un millón de personas)para forzar a Clinton a quecumpliera sus promesas electo-rales.

En esta parte del libro el au-tor expone tres cuestiones queme parecen especialmente inte-resantes: el concepto de espiraldel silencio, que hace parecer aúnmayor de lo que es el poder dela mayoría (el miedo a la estig-matización hace que muchosgay y lesbianas “contribuyan areforzar la falsa, pero generali-zada, idea de que la homosexua-lidad es un fenómeno numéri-camente insignificante”); la po-sible influencia de la edad, delnivel educativo y del medio so-cial en el grado de encubri-miento de la orientación gay olésbica; y el temor al llamadocontagio del estigma, que incre-menta el aislamiento de la po-blación gay y que Herrero Bra-sas atribuye a la falta de infor-mación y de investigacionesserias sobre ella. Las tres cues-tiones señalan hacia la homofo-bia y la represión como caras deuna misma moneda; a la injuria

como reverso del silencio. Y latres cuestiones deberían preocu-par a todo pensador y estudiosoque se precie a la hora de abor-dar con eficacia la homosexuali-dad, cuya historia, tristemente,se cifra en los sucesivos episo-dios y en los efectos de su perse-cución.

Antropología culturalLa cuarta parte, dedicada a lahomosexualidad como fenóme-no cultural, merecía tal vez untratamiento más extenso, peroes indudable que el autor semueve con más comodidad enlos terrenos positivos de la so-ciología y las leyes que en la es-peculación antropológica y cul-tural. Al fin y al cabo, el libro esun estudio, aunque a menudorecurra a tonos más propios delensayo. En sus consideracionessobre la homosexualidad en laGrecia clásica, Herrero Brasasse refiere a las relaciones homo-sexuales entre individuos deedades diferentes, que tenían unsentido pedagógico e iniciático yconformaron un modelo de re-lación asimétrica muy frecuenteen el mundo homosexual. Conel movimiento de liberación gayy la creciente visibilidad, empe-zaron, sin embargo, a proliferarlas relaciones homoeróticas deigualdad, gracias también a lainfluencia del feminismo. Se meocurre que la crisis del “modelogriego” tiene mucho que ver conla falta actual de comunicaciónentre grupos de edades diferen-tes, con la discriminación por laedad (a la que se refiere HerreroBrasas en la última parte del li-bro) y con el reforzamiento deltabú de la pederastia, utilizadoahora como pretexto para lasnuevas cacerías de brujas (recor-

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demos, en España, el caso Arny),que ha convertido la figura delmenor en un peligro social blin-dado.

El autor cita una interesanteobservación de David Green-berg, según el cual las relacio-nes homosexuales se encuentranallá “donde más se las necesitapara consolidar el poder de loshombres frente al reto de lasmujeres”. Me pregunto en quémedida seguirá siendo válida es-ta afirmación en nuestras socie-dades occidentales, si guardarárelación la actual visibilidad gaycon la crisis del hombre hetero-sexual, hoy obligado a reinventarsu masculinidad ante una mujeremancipada y socialmente as-cendente. ¿Y si la homosexuali-dad masculina fuera el últimobastión de la masculinidad? Esindudable que la cultura gay,que ha expandido su influenciapor todo Occidente con su mo-da y sus modos, ofrece, por unlado, pautas para un nuevo mo-delo de hombre heterosexual,erigiéndose en el puente entreel macho caído y el hombrenuevo; pero, por otro, si el fe-minismo cimentó el éxito delmovimiento de liberación gay,la visibilidad también podría ac-tuar como un refuerzo masculi-no para salvaguardar la primacíasocial del hombre. Lo digo pen-sando en el desmedido culto almúsculo y en la hipervirilizacióndel hombre homosexual, quemenciona Herrero Brasas comoun fenómeno característico. Lodenomina sobrecompensación,una tendencia a la masculinidadextrema con la que el hombregay intenta compensar “lo quela sociedad le ha llevado a creerque es una deficiencia en sumasculinidad”. No es raro, eneste sentido, que algunos secto-res del mundo gay marginen “aaquellos que muestran signos deafeminamiento”. Como tampo-co son raras las expresiones demachismo entre los hombresgay, a pesar de la buena relaciónque estos mantienen con lasmujeres.

La antropología nos brinda,de la mano de Herrero Brasas,argumentos para una reflexión

sobre las condiciones que indu-cen a los homosexuales a defi-nirse socialmente como tales.Analizando conductas de inten-so contacto físico entre hombresen situaciones marginales (mar-ginalidad de la amistad) –comolos abrazos entre los futbolistascada vez que meten un gol o lamasturbación recíproca en algu-nos pueblos americanos o la cos-tumbre de los hombres árabesde ir cogidos de la mano por lacalle–, el autor concluye que,cuanto más restrictiva es una so-ciedad respecto a ese contactofísico, más induce a los homo-sexuales a definirse. Eso expli-caría que el movimiento gay ha-ya sido más potente en socieda-des anglosajonas y puritanas queen las mediterráneas, tan expre-sivas y ambiguas, donde los lí-mites sexuales son, al menos enapariencia, más difusos. HerreroBrasas cierra esta sección del li-bro atacando una de las creenciasmás dañinas sobre los homose-xuales: el mito de su promiscui-dad, que “añade un estigma deculpabilidad moral, al tiempoque hace aparecer la personali-dad de estos individuos comodominada por lo sexual”. Aun-que retomará esta idea más ade-lante, el autor no olvida comentaraquí que “el hombre, tanto ho-mosexual como heterosexual, tie-ne una fuerte tendencia a la bús-queda de nuevas parejas sexua-les”, por lo que habría queconcluir que “la promiscuidaden el hombre de orientación ho-mosexual es precisamente unode sus rasgos más típicamentemasculinos” (frente a una ma-yor fidelidad y estabilidad en lasrelaciones entre mujeres lesbia-nas).

Familia y adopciónFamilia y matrimonio ocupan laquinta parte del libro. HerreroBrasas plantea la reacción de unadolescente al comprobar “quesólo como hombre o mujer hete-rosexual podrá seguir contandocon el amor y privilegios que sufamilia le ofrece”. Eso explicaría,entre otras cosas, que un 20% de hombres homosexuales se ca-sen con mujeres heterosexuales,

conscientes o no de la verdaderaorientación sexual de sus mari-dos. El autor aporta datos sobreeste tipo de matrimonios hete-rogéneos y comenta algunas desus consecuencias más repetidas,así como las diferentes reaccio-nes posibles ante el descubri-miento de la homosexualidad deun pariente. Y me parece espe-cialmente significativo que, enla mayoría de los casos, los hijosheterosexuales reaccionen concomprensión y aceptación aldescubrir la homosexualidad desu padre o de su madre (uno de los mayores aciertos de la du-dosa aunque divertida comediade Francis Veber Salir del arma-rio es que el hijo del protago-nista, hasta entonces incapaz decomunicarse con su padre, em-piece a considerarlo casi un héroecuando descubre su fingida ho-mosexualidad): otro argumen-to, apoyado por la estadística,contra quienes se oponen a laadopción de hijos por parejas dehomosexuales. Herrero Brasasdice que “la conclusión unáni-me de los investigadores es quela orientación homosexual noafecta negativamente a la capa-cidad de un padre o una madrepara criar y educar a sus hijos”.

Respecto a lo que ocurriríaen el caso de la adopción porparejas de gay o lesbianas sólo sepueden hacer conjeturas, puestoque no está legalmente admiti-da. Me escandaliza que a algu-nos ciudadanos se les prohíba loque a otros se les permite basán-dose en hipótesis discutibles quesólo reflejan prejuicios tan arrai-gados como ineficaces. De he-cho, varias asociaciones nortea-mericanas han recomendado alas autoridades judiciales que nose discrimine a los homosexuales“en casos de adopción, custodiao tutela de menores, pues nohay fundamento científico quejustifique ese tipo de discrimi-nación”. Y es importante recor-dar, a quienes pretenden impo-ner una imagen del gay ajena,opuesta o, incluso, contraria ala vida familiar, que, según in-dican las encuestas, “la mayoríade los individuos de orientaciónsexual desea tener hijos”. En to-

do caso, según testificaron losexpertos ante el juez KevinChang, que presidió las sesio-nes públicas en las que JosephMelillo y Patrick Lagon tuvie-ron la oportunidad de argu-mentar su solicitud de matri-monio civil ante las autoridadesde Honolulú, “los niños que secrían en hogares gay demues-tran el mismo nivel de adapta-ción social que los que se críanen hogares heterosexuales, y quela probabilidad de que un niñocriado en un hogar gay sea tam-bién gay es la misma que la deun niño criado en un hogar he-terosexual”.

Matrimonio y ley de parejasEn este apartado, el libro se cen-tra de modo exclusivo en lacuestión del matrimonio gay.Habría que reprocharle al autorque no haga ninguna referenciaa la lucha por la Ley de Parejas yque omita acontecimientos, co-mo la boda de Ana Segura, quefueron noticia de primera pági-na en nuestro país. Pero, aun así,es prolijo a la hora de analizarlos argumentos a favor y en con-tra de esta importante reivindi-cación del movimiento gay. Eldebate dentro del propio movi-miento es para mí uno de losaspectos más interesantes de lacuestión, por cuanto da idea,una vez más, de las divisionesinternas que, junto a la oposi-ción desde el exterior, dificultanla consecución de unos derechosque es de justicia reconocer. Elautor observa que las discrepan-cias en el activismo gay respectoa “la conveniencia o no de con-siderar la cuestión del matrimo-nio como una reivindicaciónprioritaria” es una batalla políti-ca que las organizaciones de gayy lesbianas “tradicionalmente niiniciaron ni alentaron”. Segura-mente a los activistas de la erapos-Stonewall ni remotamentese les pasó por la cabeza la ideade reivindicar el matrimonio. Locual demuestra el poder de loimprevisible. El mismo curso dela historia va determinando, y amenudo por sorpresa, las priori-dades de cada época. “La reivin-dicación del matrimonio para

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lesbianas y gay ha surgido, enEstados Unidos lo mismo queen España, de luchadores solita-rios a quienes, una vez inmersosen la batalla legal, las organiza-ciones gay generalmente les hanofrecido su respaldo”, escribeHerrero Brasas. Luchadores co-mo Joseph Teixidó y Jesús Lo-zano, que el 3 de junio de 1987solicitaron ser unidos en matri-monio civil en el juzgado de Vic(provincia de Barcelona). A sucaso, como al de Melillo y La-gon tres años después, como alde los pioneros Baker y McCo-nell en 1970, debemos que sedesencadenara un debate socialtan necesario.

En las conclusiones de estasección, el autor expone la acer-tada observación que hace Es-kridge en su libro The Case forSame-Sex Marriage: “El Estadoha hecho de la heterosexualidadun criterio esencial para poderser considerado ciudadano depleno derecho, convirtiendo asía lesbianas y gay en ciudadanosde segunda categoría”. De estemodo, en palabras de HerreroBrasas, “la institución matrimo-nial se ha convertido en el últi-mo bastión de la heterosexuali-dad obligatoria”. Pueden sonarconvincentes determinadas ar-gumentaciones en contra de lareivindicación del matrimoniopara gay y lesbianas, como lasde la jurista activista Paula Et-telbrick, que afirma que “llevaríaa la asimilación de gay y lesbia-nas en la sociedad heterosexista”.Para ella, el matrimonio atentacontra los principales objetivosdel movimiento gay: afirmar suidentidad y su cultura y dar va-lidez a muchos tipos de relacio-nes. Se declara en contra de re-currir a una institución que de-fine y regula el Estado, y temeque la lucha por la legalizacióndel matrimonio gay la convierta“en el único molde de respetabi-lidad para la relación gay o lés-bica, y que pueda servir paramarginar a aquellas parejas degay o lesbianas que opten porno casarse”. Pero en definitiva,como dice Herrero Brasas, hoydía “parece difícil justificar el in-tento de dar un contenido ideo-

lógico tan específico a un movi-miento que representa tanto aindividuos que desechan la mo-ralidad tradicional como a otrosque, por convicción propia, serigen por ella”. Una cosa es “elapoyo a la institución matrimo-nial” y otra “la defensa del dere-cho al matrimonio para las pare-jas de gay y lesbianas que deseenestablecer ese vínculo en su rela-ción”. Como Herrero Brasas, en-cuentro sospechosa la fuerteoposición que hay en el mundoheterosexual a autorizar el ma-trimonio entre personas del mis-mo sexo porque sugiere “que di-cho paso no se ve como una su-misa claudicación de los gay ylas lesbianas ante tal institución,sino precisamente lo contrario,como una desestabilización detodo lo que representa la visióntradicional de la institución ma-trimonial”. Subversiva o no, lareivindicación del matrimoniopara gay y lesbianas se inscribedentro de una más alta exigen-cia: la del efectivo desarrollo del artículo primero de nuestraConstitución.

Educación y deporteEl autor concentra en un solocapítulo tres temas de enverga-dura: la adolescencia gay y lés-bica, el sistema educativo y elmundo del deporte. Tal vez el segundo de estos temas mere-cía más espacio, por su alcance ysu complejidad, que el propioautor reconoce cuando afirmaque “el sistema educativo es lagran columna institucional so-bre la que se sostiene y perpetúala cultura y el orden social”. Lahomosexualidad sigue siendo la excepción en nuestro sistemaeducativo que, por lo demás, in-tenta educar en la diversidad yen la aceptación de las diferen-cias. En efecto, “es el tema tabúdel que raramente se habla”. EnEspaña sólo ha habido iniciati-vas aisladas, como las jornadasque la Facultad de Filología dela Universidad de Sevilla dedicóen 1995 a la cultura y a los es-tudios gay y lésbicos (las inter-venciones fueron luego publica-das en un monográfico de la revista Stylistica, núm. 4, 1995-

1996); el primer curso de estu-dios gay y lesbianos organizadoen la Universidad de Vigo porXosé Buxán Bran en el veranode 1995, que lamentablementeno ha tenido continuidad; o elciclo de conferencias y debatessobre cultura gay que organizóla Universidad de Salamanca en2001. Por lo demás, nuestro sis-tema educativo, y especialmentela enseñanza primaria y el bachi-llerato, ignora y evita la homo-sexualidad por completo. DiceHerrero Brasas que “en todas lasuniversidades públicas y priva-das de EE UU (con excepciónde muchas de las universidadescatólicas) hay asociaciones de es-tudiantes gay”, que tienen suspropias publicaciones y organi-zan todo tipo de actos. En losaños noventa se fundó una enMadrid, en la Facultad de So-ciología de la Universidad Com-plutense, Rosa Que Te QuieroRosa, que sigue haciendo bas-tante ruido. No sé cuántas aso-ciaciones universitarias gay ha-brá actualmente en nuestro pa-ís, pero temo que sean pocas.La educación seguirá siendo dis-criminatoria mientras no se des-tinen a este asunto recursos hu-manos y materiales. Desde el si-lenciamiento lo único que seconsigue es hacer daño, cerce-nar la libertad y alentar entre losalumnos actitudes homófobas.

La homofobia ha sido tam-bién tradición en el mundo delos deportes, bastión inexpugna-ble de la heterosexualidad. He-rrero Brasas cuestiona, desde elsentido común y ante las evi-dencias, el supuesto desinterésde los gay por el deporte y, entérminos generales, deja muyclaro que “en el mundo gay ylésbico existe la misma variedadde posturas, gustos y capacidadesque en el mundo heterosexual,aunque las condiciones socio-culturales hayan llegado a gene-rar la idea de incompatibilidadentre la orientación gay o lésbi-ca y ciertas profesiones”. Cita elcaso del primer deportista pro-fesional que declaró pública-mente su homosexualidad en1975, el jugador de fútbol ame-ricano David Kopay, así como el

caso más conocido de la tenistaMartina Navratilova a mediadosde los ochenta, o el del futbolis-ta británico Justin Fashanu en1990. Y pone el dedo en la llagacuando señala que “hoy día, pa-ra sorpresa de muchos, se levan-tan incipientes voces de libera-ción desde dentro mismo de lastres instituciones tradicional-mente más amenazadoras paragay y lesbianas: las fuerzas ar-madas, el clero y el mundo delos deportes”. En efecto, las tresinstituciones se han visto afecta-das por las voluntarias, valientes ysonadas salidas de armario que sehan producido en los últimosaños, convenientemente ampli-ficadas por unos medios consa-grados al espectáculo que, sinembargo, han fomentado en lapoblación un saludable debate,no tanto sobre la homosexuali-dad misma como sobre su injus-tificada e inadmisible invisibili-dad social. Respecto a la discri-minación en el mundo deportivo,aparte de su indudable valor li-terario, resulta muy alecciona-dora la novela de Patricia NellWarren El corredor de fondo, re-cientemente publicada en Españapor la editorial Egales que dirigela activista Mili Hernández, tam-bién responsable de Berkana, laprimera librería gay que se abrióen nuestro país. En ella se cuen-ta la romántica relación amoro-sa entre un estricto entrenadorgay que huye de su pasado y unjoven y destacado atleta, tam-bién gay, a quien no le importaque su orientación sexual se ha-ga pública.

El ámbito religiosoEn el ámbito religioso, al queestá dedicada la séptima seccióndel libro, tuvo especial resonan-cia, en España y fuera de ella, lasalida de armario del sacerdotecatólico José Mantero, que dio“gracias a Dios por ser gay” des-de la portada de la revista Zero(núm. 36, febrero de 2002),provocando un alboroto de ad-hesiones y de críticas. Las auto-ridades eclesiásticas no tardaronen reaccionar, suspendiéndolo adivinis por haber contravenidola obligada promesa de celiba-

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to. La distinción, a estas alturasincomprensible, entre ser ho-mosexual y practicar la homo-sexualidad volvió a barajarse entitulares y tertulias. Algunos sepronunciaron en contra de Man-tero por haber elegido, siendogay, hacerse cura y por preten-der, tras su pública confesión,permanecer dentro de una igle-sia a la que no concedían nin-guna capacidad de evolución.Lo cierto es que, de momento,los homosexuales padecen elazote de la postura oficial de laIglesia católica, predicada urbi etorbi por un Papa mesiánico queha querido desandar el caminode progreso emprendido por elConcilio Vaticano Segundo.Herrero Brasas saca a colación lacarta que en 1986 dirigió el car-denal Ratzinger a todos los obis-pos, en la que distinguía –unavez más– entre la persona y laactividad homosexual. La carta,dice, “vino a romper una diná-mica de comprensión y flexibi-lidad pastoral por parte de cier-tos sectores de la jerarquía”.

Aunque unos pocos en el se-no del catolicismo hayan dadopasos notables hacia una mayorcomprensión y tolerancia, es in-negable la hostilidad de unaIglesia dogmática que sólo ad-mite la homosexualidad comopecado, como una expansión sexual desviada y condenada deantemano que, de producirse,debe ser silenciada y expiadamediante el arrepentimiento yla castidad. La Iglesia católica si-túa las relaciones homosexualesen las tinieblas de lo vergonzan-te, negando a lesbianas y a gay ellibre y pleno desarrollo de susafectos. De dos partes, sólo ad-miten una o la otra, por separa-do: o el sexo oscuro o el afectocasto; pero nunca las dos jun-tas, como expresiones ambas deuna única atracción que es a lavez emocional y sexual. Ante se-mejante cerrazón, se le puede re-prochar al autor que haya dadoa la religión católica y a sus au-toridades un tratamiento tanmoderado, en contraste con elanticlericalismo militante de lossectores más radicales del movi-miento gay, a los que, por otra

parte, Herrero aplaude a lo largodel libro. Sin embargo, el autorno escatima datos, suficientespara que el lector saque conclu-siones que son de pura lógica,incluido el interesante testimo-nio directo del ex carmelita des-calzo Antonio Roig Roselló, quefue expulsado de la orden en1978 y que no duda en afirmarque “la Iglesia es responsable engran medida de la marginaciónque los homosexuales sufren”.

Las Fuerzas ArmadasCuando Herrero Brasas publicósu artículo matriz en esta revista,nadie en nuestro país había tra-tado en los medios el tema de lahomosexualidad en las FuerzasArmadas, que da contenido a laoctava sección de su libro. En élinsiste en que todavía no se hapublicado ningún estudio sobrela presencia numérica de gay ylesbianas en nuestro Ejército(aunque debemos suponer, enbuena lógica, que el porcentajede gay en el Ejército será el mis-mo que en el resto de la socie-dad, en torno al célebre 10%).Sin embargo, esa misma desa-tención tal vez haya favorecido,ya sea por omisión y con muydolorosas excepciones, una cier-ta liberalidad de las autoridadesmilitares. Aunque el nuevo Có-digo Penal Militar no contemplalos delitos de honor, una Sen-tencia del Tribunal Supremo (21de septiembre de 1988) sentójurisprudencia, al desestimar elrecurso de amparo interpuestopor un capitán del Ejército delAire expulsado por actos homo-sexuales cometidos cuatro añosantes. La sentencia estableció elprincipio de que los individuosde orientación homosexual pue-den ser admitidos en el Ejércitoespañol y ejercer su profesión“en tanto no realicen actos des-honestos en dependencias mili-tares, y no los realicen, en cual-quier caso, con inferiores en laescala jerárquica”. La misma nor-ma se aplica a los heterosexualesy, en ese sentido, como señalaHerrero Brasas, “se trata, sin du-da alguna, de un principio muyliberal cuando lo comparamoscon la política restrictiva del

Ejército norteamericano”. Estasentencia invalidó como motivode exención del servicio militarobligatorio la homosexualidadevidente, que figuraba con la ex-presión eufemística “incapaci-dad para seguir el régimen devida del servicio” en el Regla-mento del Servicio Militar de1986.

La prueba de fuego para lapolítica de admisión de homo-sexuales en las Fuerzas Armadasy para toda la sociedad españolafue la salida de armario del te-niente coronel José María Sán-chez Silva en septiembre de2000 (portada de la revista Ze-ro). Escribe Herrero Brasas quelas autoridades del Ejército “in-tentaron restar importancia alasunto, señalando que no era ne-cesario que el teniente coronelhubiera hecho pública su orien-tación”, y que Sánchez Silva “nofue objeto de ninguna represaliapor parte de sus superiores ni delas autoridades civiles de Defen-sa”. El libro incluye un testimo-nio en primera persona del te-niente coronel que sacudió loscimientos de la homofóbica tra-dición militar haciendo públicasu orientación sexual. Recuerdola indignación que a algunos nosprodujo una columna de Um-bral en la que el escritor, desdeuna supuesta posición desprejui-ciada, llamaba exhibicionista alvaliente militar por su “ociosanecesidad” de proclamarse dife-rente ya que, en su opinión,“esas cosas se callan”. EduardoHaro Tecglen le contestó sinnombrarlo: “El premio a la trai-ción del pensamiento libre estáen los que atacan al teniente co-ronel homosexual, no por serlo,sino por decirlo”. Frente a lo quesostenía Umbral, en esa horrible“tradición española del honor yla honra” (Haro), a los gay noles basta con que los dejen enpaz. Eso se da por supuesto. Só-lo quieren respeto, dignidad,transparencia, valores que atacael silencio como instrumentopredilecto de la doble moral, quedistingue entre lo que debe mos-trarse y lo que conviene callar pornefando. Ojalá llegue el día enque un gesto como el de Sán-

chez Silva sea innecesario, perohasta entonces merece como mí-nimo respeto su sincero disparoen la línea de flotación de la hi-pocresía.

Historia del movimiento gayEl libro aborda a continuaciónla historia del movimiento gay,desde las primeros actos a favorde la emancipación de los ho-mosexuales en Alemania porparte de Ulrichs hasta la actualvisibilidad. Todo cambió a partirde la sublevación de Stonewall yla consiguiente creación delFrente de Liberación Gay deNueva York. Pero el camino fueduro y largo. Es reveladora laparte que dedica Herrero Bra-sas a analizar la relación quetuvieron los nazis con la ho-mosexualidad. Hitler, que erahomosexual según los últimosestudios publicados sobre su fi-gura, mantuvo una posición fa-vorable respecto a la homose-xualidad hasta que, tras la san-grienta purga de las SA en lanoche de los cuchillos largos,utilizó argumentos morales parajustificar la matanza e inició supersecución sistemática. Comobuen fascista, rendía culto a lajuventud masculina y a la vezpodía permitirse el lujo de con-denar, por corruptos, a los ho-mosexuales. Esa dualidad es elresultado de “dos tradiciones enel movimiento de emancipaciónhomosexual en Alemania conanterioridad a 1933”: la del re-formista Hirschfeld, que “con-ceptuaba a los homosexuales como víctimas” y exigía la des-penalización de la homosexuali-dad, y la corriente masculinista,representada por Adolf Brand,que despreciaba a los afemina-dos por considerarlos “enfermosy degenerados, incapaces decontrolar su apetito sexual” (se-gún Harry Oosterhuis, citadopor Herrero Brasas). Lo terriblees que esa misma división entrelos defensores de una estéticamasculina que atacan la afecta-ción gestual (la pluma) y losque, en nombre de la plurali-dad, defienden el derecho de to-do individuo a manifestar libre-mente su manera de ser, con

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pluma o sin ella, se ha repetido alo largo de la historia del movi-miento gay.

No se puede hablar de ho-mosexualidad sin hablar de supersecución (social, religiosa,médica, psiquiátrica, judicial,militar, policial) y del esfuerzo,individual y colectivo, por dig-nificarla. Y en mi opinión la fi-sura clave en la historia del ac-tivismo es, como señala el autorde este estudio, la que se da“entre radicales separatistas yasimilacionistas”: entre quienessostienen que los gay no sólodifieren de los heteros en susapetencias sexuales, por lo quedeben cultivar una identidad yuna cultura propias, y aquellosotros que consideran irrelevan-te para la sociedad esa única di-ferencia, apelando a la integra-ción no como homosexuales si-no como ciudadanos de plenoderecho. Los primeros activistaspos-Stonewall sostenían que to-das las luchas de liberación de-ben ir juntas, que la lucha porlos derechos de los gay es inse-parable de otras reivindicacio-nes cívicas. Con el tiempo, al-gunos lo seguimos creyendo. Esfundamental este debate: puedeque para algunos estemos vi-viendo la victoria del asimila-cionismo, ejemplificada en lareivindicación del matrimonioy la adopción para gay y lesbia-nas, frente al aislacionismo; oacaso este separatismo, esta de-fensa de una cultura gay y de unas señas de identidad pro-pias, es lo que ha hecho posiblela visibilidad de la que hoy, apesar de todo, gozamos, propa-gando además su influencia es-tética a toda la sociedad con unenorme poder de transforma-ción. Pero lo cierto es que tan-to una posición como la otraponen en evidencia que la au-téntica discriminación de loshomosexuales es legal y que,como dice Herrero Brasas, aun-que “la despenalización no lle-va consigo la desestigmatiza-ción de la homosexualidad”, esindudable que “los avances enel terreno de lo legal contribu-yen a una mayor aceptación so-cial del fenómeno”.

El movimiento gay en EspañaAlgunos han echado en cara alautor de este estudio que, cuan-do se refiere a España, su enfo-que tiene un eje muy centralista,con una descarada promociónde los dirigentes de las organi-zaciones de Madrid y de las re-vistas que allí se publican. Sinembargo, deja bien claro el pro-tagonismo de los activistas ca-talanes en la lucha por la eman-cipación homosexual, sobre to-do en los primeros tiempos (losmás difíciles). En Barcelona tu-vo lugar la primera manifesta-ción del Orgullo Gay, el 28 dejunio de 1977. El País, que yaun año antes había publicadouna amplia información sobreel Día Mundial de los Derechosdel Homosexual, informó sobreesta manifestación proyectadapor el FAGC, en una columnaque, en la práctica, “constituíauna auténtica convocatoria”. Eltema del papel de la prensa en eldesarrollo del movimiento gayen España, más allá de las nu-merosas referencias a El País,aparece muy brevemente tratadoen el libro. Lo que se dice es in-teresante, pero todo termina en1979. Jordi Petit, en su colabo-ración incluida en el apéndicefinal del libro, trata más deta-lladamente el papel que han ju-gado la prensa y la televisión enEspaña respecto a la cuestióngay, pero se queda a mediadosde los ochenta.

Lo que es indudable es que,gracias en primer lugar a la ini-ciativa de Jordi Petit, que se pro-puso resucitar el activismo en lacapital propiciando la fundaciónen 1986 del Colectivo Gay deMadrid (Cogam), en los añosnoventa “el activismo catalánperdió impulso, mientras que lasorganizaciones en Madrid expe-rimentaron un fuerte avance”.Hubo dos escisiones en este co-lectivo. De la primera, nació en1991 la desaparecida RadicalGai (liderada, entre otros, porRicardo Llamas). Tras la gran re-forma de 1994, que convirtió alCogam en una organización degay y lesbianas, hubo una se-gunda escisión en 1996 prota-gonizada por Miguel Ángel Sán-

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chez, impulsor de la FundaciónTriángulo: se desmarcaba de laestrategia “radical/separatista deafirmación y celebración de laidentidad y el orgullo gay y de-sarrollo de una cultura gay y les-biana”, impulsada por Mili Her-nández, que regresó de EE UUimpregnada de los principios yestrategias del activismo nortea-mericano. Sorprende, por cierto,la extraordinaria relevancia queda este libro a organizacionesgay con cuyos planteamientos elautor está en abierto desacuerdo,como es el caso de la menciona-da Fundación Triángulo, aun-que seguramente esto obedece asu intento de equilibrar la ba-lanza para que el libro no seaconsiderado partidista. Sea co-mo fuere, el activismo gay desdeMadrid, que se ha traducido du-rante los últimos años en unacreciente visibilidad, en un grandesarrollo económico del em-blemático barrio de Chueca yde los negocios impulsados porgay y lesbianas, así como en laproyección cada vez mayor deuna serie de publicaciones espe-cíficamente gay (Shangay, Zero yOdisea son las principales), tienesin duda nombres propios: losde hombres como Pedro Zerolo(presidente en la actualidad de laFederación Estatal de Gay y Les-bianas), Miguel Ángel Sánchez(Fundación Triángulo), Alfon-so Llopart (director de la revistaShangay), Miguel Ángel López(director de la revista Zero) y Ri-cardo Llamas; los de mujeres co-mo Mili Hernández (libreríaBerkana, editorial Egales, revis-ta Gesto), Boti García Rodrigo(presidenta de Cogam) y Bea-triz Gimeno (secretaria generalde la Federación Estatal de Gayy Lesbianas). Hay por supuestomuchos otros nombres (entreellos, escritores e intelectualescuyos trabajos son un ejemplosostenido de compromiso y untestimonio elocuente de liber-tad) pero, en todo caso, comoseñala el autor, en el movimien-to de liberación gay existen engeneral dos historias paralelas,la de las organizaciones y las ma-nifestaciones públicas y otra“más fascinante y mucho menos

estudiada o documentada, [que]es la historia del hombre y de lamujer de a pie, de sus iniciativasespontáneas”.

Una realidad múltipleAl sumergirme en las páginas dela última sección de este im-prescindible estudio, que el au-tor dedica a plantear una seriede cuestiones de debate en elmovimiento gay, llegué a la con-clusión de que, en paralelo a to-dos los libros y documentos quese han publicado y que se pu-blicarán sobre el tema, la homo-sexualidad debería abordarse como una fenomenología, unarealidad múltiple que de hechosucede, al margen de prejuiciosy complejos, de teorías o tera-pias, de las condenas que hanpesado sobre ella. Una fenome-nología que tristemente ha sidotambién un martirologio y unaepopeya. Supongo que ése siguesiendo el cometido de la litera-tura y del arte: tomar el pulso ala vida, mostrarla palpitante a través de sus protagonistas, reales o imaginarios, pues sóloellos dan la exacta medida hu-mana del drama, la comedia, latragedia, la épica y la lírica deuna orientación sexual tan per-seguida y discriminada. De esecontacto estrecho con lo palpi-tante procede la fuerza de lostestimonios que incluye HerreroBrasas en La sociedad gay… Yde ahí también que esta últimaparte sea en mi opinión la másvibrante, debido a que el autorse implica personalmente, de unmodo más directo, en las cues-tiones que trata, intentando pro-vocar al lector e invitándole areflexionar. El autor somete a debate público cuestiones co-mo la discriminación por laedad, que ya se planteó en lostiempos fundacionales del acti-vismo libertario y que resulta es-pecialmente dolorosa para losgay. Cuestiona la creación degrupos de jóvenes en las organi-zaciones gay, pues reproducen“la división de la sociedad hete-rosexual en auténticas castas porgrupos de edad”. En una socie-dad que rinde culto a la juven-tud y desprecia a los mayores,

la discriminación por la apa-riencia física está a la orden deldía. Las reacciones a lo que al-gunos denominan “fascismo delcuerpo” empiezan a producirseen el mundo gay, ya que sonmuchos los que sienten “unamayor opresión y marginacióndentro del mundo gay que enla sociedad heterosexual”. El li-bro plantea también la polémicasobre la promiscuidad sexual,que para algunos representa “unafase más avanzada de liberacióno madurez sexual” y para otros es“un mero residuo del armario,del anonimato defensivo”.

Cuando se refiere a la necesa-ria construcción de una culturaética gay, el autor señala que hoyexiste en el movimiento gay“una corriente que ve la identi-dad y la cultura gay como unproyecto mucho más ambiciosoy prometedor que la mera satis-facción sexual inmediata”. Re-coge la queja de quienes denun-cian “que la sociedad gay es rí-gidamente clasista”; la de laslesbianas que ahora se sientenmarginadas “por la hipervisibili-dad y la agobiante imagineríasexual gay”; la de los vecinos delbarrio de Chueca, que protes-tan contra el ruido. Y aboga por“un proyecto de consenso sobrelo que es aceptable y lo que no”para conseguir que imperen loscriterios de justicia y de liber-tad. En todo momento tienepresentes los principios y los ob-jetivos sociales que defendió ensu origen el movimiento de libe-ración y advierte contra los peli-gros que acechan a la sociedadgay, no por más visible más libre:la uniformidad, la autocompla-cencia, la falta de conciencia, ladejación ética, la creación in-cuestionada de nuevos tabúesdentro del universo gay o la es-cleroris de sus instituciones.Aborda cuestiones de identidad,los usos represivos del lenguaje yla estigmatización. Y al final, ha-ce una reflexión breve pero muyacertada sobre la cultura gay ylésbica: la cuestión no es si exis-te o no, pues obviamente existe(ahí están sus “organizaciones,actividades políticas, manifesta-ciones, manifiestos, conceptos

compartidos, debates”, sus ma-neras de vestir, sus modos de ha-blar, su literatura, su prensa, suscostumbres y conductas). Lacuestión “es que esa cultura ha-ya sido suprimida por completoa lo largo de los siglos”. Y es in-dudable que Herrero Brasascontribuye de una manera acti-va con este libro a reparar unapérdida cultural de tal magni-tud. Este libro compacto y deamena lectura rebobina la histo-ria para recordarnos que la visi-bilidad gay no es un invento deayer, sino el resultado de un lar-go e intenso proceso históricorepleto de sufrimiento, esperan-za, valentía y, por fortuna, tam-bién de alegrías y placeres. Alfin y al cabo, su objetivo es esti-mular a otros escritores, comohizo conmigo, a trabajar en to-dos los campos abiertos de lacultura gay. No se trata de unaespecialización caprichosa, sinode una prioridad en la necesariaconquista de una sociedad máslibre. n

Leopoldo Alas es escritor. Autor deEl extraño caso de Gaspar Ganijosa yOjo de loca no se equivoca.

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AusterlitzW. G. SebaldTraducción: Anthea BellHamish Hamilton, London 2001

El gran escritor alemán W. G.Sebald (1944-2001) o, como élprefería llamarse, Max Sebald,nos entregó su última obra,Austerlitz (2001), justo el mis-mo año en el que iba a moriren un accidente de tráfico ensu segunda patria, Inglaterra.La exploración tenaz en torno aun personaje huidizo y enig-mático llamado Austerlitz,igual que la batalla napoleóni-ca, es la clave del último librode Max Sebald. A rachas o rá-fagas, el lector se siente comoinmerso en una atmósfera demonólogo teatral de Beckett oPinter, e incluso pudiera recor-darnos al decadente príncipe deSaurau de Trastorno (1967), de Bernhard, pero no hay li-bro interesante que pueda re-ducirse a un catálogo apresu-rado de ecos precursores. Aus-terlitz emana luz literariapropia. Quizá la cualidad másgermana y libresca de Sebaldsea su severidad narrativa deadagio tedesco, en el sentidomusical, de por ejemplo, eladagio beethoveniano de laQuinta Sinfonía.

Desde Vértigo (1990), pa-sando por Los emigrantes o Losanillos de Saturno, su obra en-tera rezuma una grave prospec-ción, con algo de topo goet-hiano, capaz de encaramarse alas grandes atalayas especulati-vas o de sumirse en las simasnihilistas más imprevisibles. Aprimera vista puede parecer uncronista de viajes dotado deuna lente distanciadora similara la del entomólogo que estu-dia una caravana de hormigas.

En su último libro, la hormigaes el niño Austerlitz, injertadoen su infancia en una Gales gó-tica o bíblica, que igual puedeevocar a Melville que a Kafka.Pero, de nuevo, tenemos quezafarnos de la marea de erudi-ción banal, si bien no hay es-capatoria fácil, cuando nos lasvemos con un texto de tan so-beranas sugerencias o sugestio-nes. Gombrich contaba consorna que al llegar al Instituto

Warburg, de Londres, se vioenfrascado en un mundo deeruditos que sabían todo de laGrecia y Roma clásicas y ape-nas nada de la Inglaterra del si-glo XX. Austerlitz es un ejem-plo perfecto de esa erudiciónmonstruosa, que nadie ha cari-caturizado mejor que Flauberten su póstuma novela Bouvardet Pécuchet, 1881. Es posibleque buena parte de la graciaincombustible de la novela,

desde Cervantes a Dickens, pa-sando por Sterne o Voltaire, re-sida en el arte de caricaturizarla momificación del presentepor obra y gracia de la cómicaidolatría del pasado. En esesentido, todo escritor eminen-te, y Sebald lo es a todas luces,se siente heredero del bouvar-dismo flaubertiano o, lo que eslo mismo, del cervantismo deFlaubert. La chifladura cervan-tina no es sino una bufonadarenacentista, las herrumbrosaslanzas de Amadís o de los cru-zados, en manos de cincuento-nes o solterones amnésicos. Encierta forma, el enigma biográfi-co de Cervantes aflora en la pa-radoja de haber combatido co-mo un león en Lepanto y ser ca-paz de conjeturar en suancianidad una novela sobre uncaballero de salón manchego.

Nuestro personaje lleva de-cenios trabajando en un sesudoensayo sobre arquitectura me-galómana europea que se con-vierte en una suerte de “me-moria compensatoria” (pág.198), según nos cuenta el na-rrador, que no necesariamentetiene que ser Sebald. El niñorecriado en Gales sufre en suLondres adulto una crisis gravede personalidad. El erudito alo Bouvard comienza sus “noc-turnal wanderings throughLondon” [paseos nocturnospor Londres] como terapia deresonancias dickensianas. ¿Norecuerda el lector el arranquede The Old Curiosity Shop, deDickens? “Although I am anold man, night is generally mytime for walking” [Aunque soyun vejestorio, me encanta pa-sear de noche]. Para Dickensera una forma de indagar cata-duras y tipos noctámbulos lon-

N A R R A T I V A

SEBALD O LA MEMORIA TEMBLOROSACÉSAR PÉREZ GRACIA

Max Sebald

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dinenses, de espolear la imagi-nación, que, en su caso, nuncallegó al hell-party de Jack ElDestripador o Jekill y Hyde.

La visión de Londres queobtenemos de Austerlitz enlazacon el pesimismo lírico deEliot en The Wasted Land. Porejemplo, la visita a Greenwichy los aviones de vuelo rasante,monstruosos y ralentizados. Enel polo opuesto de Canaletto yMoratín, con su optimismo glo-rioso como de oratorio de Ha-endel o Haydn. Quizá la páginadetonante de la novela ronde elmeridiano del texto (pág. 199de la edición inglesa de HamishHamilton), cuando Austerlitzbusca estampas o aguafuertespara su dossier-encuesta obse-sivo, en una librería anticuariadel barrio de Bloomsbury, ados pasos del Museo Británi-co. Allí escucha cierta noticia a través de un transistor que lalibrera desoye mientras resuel-ve un crucigrama. Entonces daun vuelco su memoria y sumundo estalla por los aires.Viaja a Praga y allí comienzasu odisea para recuperar la ni-ñez sepultada en Gales, comoniño refugiado de la SegundaGuerra Mundial.

Leyendo Austerlitz de Se-bald, sobre todo en la recta fi-nal, cuando la novela alcanzasu dramático y como astilladotempo de la memoria en carneviva, uno recuerda cierto pasa-je cartesiano del Discours:

“Mais lorsqu’on emploie tropde temps à voyager, on devientenfin étranger en son pays”[Discours, Descartes, pág. 6:Cuando uno viaja demasiado,corre el peligro de convertirseen extranjero en su propio país].El desarraigo de Austerlitz des-de Praga hasta Gales y Londresle obliga a buscar una tierraneutral, París, pero ni siquieraallí duerme a pierna suelta. Lapesadilla de su padre esfumadole ronda por París. Previamen-te, hay un pasaje de un humornegro germano, bastante recio,cuando Bouvard-Austerlitz, elerudito descabellado, se topa,por así decir, con la horma desu zapato, Pécuchet-Adler, elerudito –para más inri, tam-bién londinense– experto en el campo checo de concentra-ción en el que murió la madrede Austerlitz. La visita de laCruz Roja, filmada entonces yconservada en vídeo, se con-vierte en una perfecta mascara-da y Sebald consigue un humornegro grotesco, ignoro si muyalemán, o muy antialemán, oambas cosas.

La obra alcanza, como ya hedicho, una emoción y profun-didad de tal intensidad que elsilencio que flota entre líneaspodría cortarse con cuchillo.¿Es Austerlitz la obra más re-donda de Sebald, su obra ma-estra? Dejemos que el tiempohaga su obra. Quizá lo más lo-grado de Sebald sea su grave-

dad tonal, su impavidez o co-raje de cronista germano del si-glo XX. No dar la espalda a supaís, a pesar de todo. Nuncaestá uno libre de extraer con-clusiones estúpidas de un granlibro. Espero no haber patina-do en exceso. Proust, en unode sus pasajes geniales, soste-nía que “llegados a cierta edad,los recuerdos se arraciman oentrecruzan de forma tan ver-tiginosa que el libro que unolee carece de importancia. To-do lo que uno toca es igual-mente fecundo o peligroso, ytan sublime puede ser un afo-rismo de Pascal como un anun-cio de jabón” [Albertine dispa-rue, pág. 177]. Sebald consi-gue que pongamos en dudaque el libro que uno lee seairrelevante.

Austerlitz tiene como colo-fón una interesante revisión delpaisaje urbano de París, desdela Gare d’Austerlitz hasta la fa-raónica biblioteca de Mite-rrand. ¿Hasta qué punto Se-bald nos está proporcionandouna evidencia del tortuoso pa-sado en el que se cimenta laUnión Europea? Las odiseascomparadas del coronel Cha-bert de Balzac y del propioAusterlitz indagando en los ar-chivos parisinos sobre su padrenos mantienen en vilo. Inclusoel episodio de nuestro héroedesmemoriado o rememoria-do, internado en el hospital deLa Salpetriere, atendido por sufiel amiga Marie (con la que havisitado el balneario checo deMarienbad, cuando todavía ig-noraba sus orígenes de judíocheco), conforma una apasio-nante odisea elegiaca de nues-tra enigmática Europa. Mariepertenece a la Francia digamosde los Guermantes y el pobreAusterlitz a la tribu de los pa-rias judíos, borrados y exter-minados de Europa. Su amis-tad, contra viento y marea, esacaso la única gota de dulzuraen un libro tan devastador.

Sebald es un lince en la uti-lización de fotografías claves,con algo de fiscal puntillosopara las evidencias más indi-gestas, por no hablar de su vi-

sión jacobina de Fragonard ode Chabert, o de sus conjeturassobre la música circense. La go-ta que colma el vaso es la bi-blioteca de Miterrand basadaen terrenos expropiados a losjudíos galos. No olvidemos queAusterlitz es un nuevo Bouvard yse ha pasado la vida en las bi-bliotecas europeas. Al final de la lectura, nos sentimos comoinmersos o enfrascados en unafábula borgiana, una infinita bi-blioteca muy misteriosa, en cuyosótano duermen los monstruosdel pasado.

Austerlitz podría resumirsecomo la odisea conundrum deSebald. “Conundrum” es un tér-mino curioso para designar laspreguntas arduas o de espinosaaclaración. La fortaleza lituanaconvertida en campo de con-centración sintetiza y culminael texto. El rizo de la erudiciónarbitraria resuelve de modo aza-roso la orfandad personal e in-telectual de Austerlitz.

En la página 142 de la edi-ción inglesa de Austerlitz pode-mos leer: “Where are the banksof time?” [¿Dónde están las ori-llas del tiempo?]. El personajemonologante de Austerlitz seerige en pequeño filósofo, no envano se nos ha dicho algo sobrela similitud facial con Wittgens-tein (pág. 55); y, por si fuera po-co, en la página 143 nos parecereconocer un eco de nuestro Ja-vier Marías, “los muertos estánfuera del tiempo”. No olvide-mos que Sebald fue lector de laedición germana (Stuttgart,2000) de Negra espalda del tiem-po (“people who have some con-nection with us on the far sideof time” [personas afines a no-sotros en el envés del tiempo],Austerlitz, pág. 360). Y todavíahay algún detalle más de la po-sible fecundación del madrile-ño en el alemán insularizado;me refiero al rostro infantil deJulianín en la tapa del libro, conun eco innegable en la foto in-fantil de Austerlitz en el de Se-bald. Como en España nuncafaltan oráculos de tebeo, con-viene recordar que el uso de fo-tografías para ilustrar el texto deficción se produce en Todas las

SEBALD O LA MEMORIA TEMBLOROSA

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almas (1989) un año antes queen Vértigo (1990), de Sebald. Yno se trata de un uso decorativou ornamental, pues vemos lamáscara mortuoria de Gaws-worth, nada menos. ¿Es un casomás de simultaneidad creativaen la ancha Europa? Más bienparece una manifestación de afi-nidad literaria entre lo sebaldia-no y lo mariesco. No en vano,Sebald fue nombrado duque deRedonda, duke of Vertigo. Perohora va siendo de volver a la pe-culiarísima fábula sebaldiana delniño-adulto Austerlitz.

Al parecer, queda una obrainédita de Sebald –Airwar– so-bre el bombardeo aliado deDresde en la Segunda GuerraMundial. Pero no estará de másresumir sus obras anteriores.Vértigo (1990) tiene pasajes es-tupendos sobre el pintor Pisane-llo, con ilustraciones del cuadrode San Jorge. Los emigrados(1993) contiene uno de mis pa-sajes predilectos de Sebald, ladescripción espeluznante de unsanatorio psiquiátrico en Esta-dos Unidos en el que estuvo in-gresado su tío Ambros. La histo-ria del pintor Ferber en su estu-dio industrial de Manchester esfabulosa. Recuerdo una fotogra-fía preciosa que ilustra esas pági-nas, un colegial embelesado en laescritura de su cuaderno escolar.Los anillos de Saturno (1995) essu libro más inglés, una crónicadesolada de la región de Suffolkunida a su peculiar narracióndigresiva, constelada de fogona-zos soberbios sobre Conrad oFlaubert, Borges o Sir ThomasBrowne. La técnica literaria deSebald se basa en una narraciónmonocorde de aliento severo,una variedad inconfundible dela gravedad germana, unido a ungusto notable por la botánica a lahora de captar la magia de la na-turaleza, como en una pastoralsebaldiana. Las fotografías queilustran el texto son tremendas,un bosque sembrado de solda-dos muertos, una vanitas a lo Pe-reda, con calavera y libros, perono faltan las fotos de paisajes dela costa de Suffolk, con ese airede escenario de Lear en Dover,atisbando ratones humanos.

El poso que la lectura de suslibros deja en el lector es de unaintensidad poco común. Sebaldes un cronista apasionado de to-da Europa, a pesar de su apa-rente distanciamiento o reservavisual, desde Italia hasta Ingla-terra, sin olvidar su aborrecida yadorada Alemania, o su queren-cia por Francia. Su visión de Es-tados Unidos es de una críticaferoz, como de un país cripto-nazi similar al de alguna pelícu-la de Hitchcock, tal vez La som-bra de una duda. Sebald publicóensayos sobre escritores germa-nos como Stifter o Handke, An-dersch o los suizos Keller o Wal-ser. No olvidemos que fue pro-fesor de Literatura Europea en laUniversidad de Manchester. EnEspaña fue traducido y publica-do por la editorial Debate.

Sebald murió el 14 de di-ciembre de 2001 en una carre-tera de Norfolk, al norte de laregión de Suffolk descrita enSaturno. Nació en 1944 en unpueblo de Baviera. En su fune-ral hubo una epifanía ornitoló-gica, un robin o petirrojo po-sado sobre su tumba. Curiosaestampa. Descansa en St. An-drew’s Churchyard, Fhaming-ham Earl, Norwick. n

BIBLIOGRAFÍA SELECTADE W. G. SEBALD

En español:

– Los emigrados, Debate, Madrid, 1996.

– Los anillos de Saturno, Debate, Ma-drid, 2000.

En inglés:

– Vértigo, Harvill, 1999.

– Austerlitz, Hamish Hamilton, 2001.

En alemán:

– Schwindel (Vértigo), 1990.

– Die Ausgewanderten (Los emigrados),1993.

– Die Ringe des Saturn (Los anillos deSaturno), 1995.

– Austerlitz, 2001.

César Pérez Gracia es escritor.

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diferencia de la tradiciónplatonizante, a diferenciade las teorías psicológicas

y de las experiencias estético-místicas, la sociología del artetrata de hacer visibles las condi-ciones históricas, sociales y cul-turales que hacen posible queuna obra de arte se convierta,para determinados espectadores,en un objeto inefable. Allí don-de surge la contemplación de losagrado, cuando la experienciade la belleza permite al sujetoque entra en contacto con laobra artística transcender suscondiciones de existencia paraadentrarse en un espacio abis-mal, surge también el peligro deabsolutizar la producción artís-tica más allá del tiempo y delespacio, más allá de la historia.La frecuente desubicación delas obras maestras del arte oc-cidental, el continuo trasiegode cuadros que son arrancadosdel específico lugar para el que estaban destinados cuando sepintaron para pasar a ser colga-dos en las galerías de arte, en losmuseos o en los salones de los nuevos amos del universo,contribuyen a deshumanizar elarte al reforzar el mito del ca-rácter intemporal de determina-das obras pictóricas. Frente a laideología tantas veces proclama-da del arte por el arte, el análisissociológico de las produccionesartísticas es siempre iconoclas-ta, pues trata de objetivar lascondiciones sociales y políticas,los procesos que hicieron posiblelo que algunos artistas y críticosdenominan “la magia” de la ex-periencia estética.

El expolio, la obra maestrapintada por el Greco, es uncuadro que afortunadamente

aún permanece en la sacristíade la catedral de Toledo, el lu-gar para el que fue pintado. Sufuerza y su belleza no son aje-nas a nuestro mundo, pues esun cuadro que nos conmueve,pero únicamente podemosprofundizar en su sentido sianalizamos sus condiciones deproducción. Para comprenderpor qué nos impresiona contanta fuerza es preciso sabermás del Greco y de su extrañomundo, saber por qué y paraqué el pintor cretense pintó Elexpolio, qué quiso decir con es-ta obra, desentrañar, en fin, enla medida de lo posible, su sig-nificado, y por tanto iluminaruna importante región en pe-numbra.

Este artículo es una síntesisde las indagaciones realizadassobre este cuadro del Grecodesde la perspectiva de la so-ciología histórica del arte y es,a la vez, un intento de propo-ner un nuevo marco interpre-tativo de las obras artísticas quesirva de alternativa al formalis-mo imperante enraizado enuna estética transcendental.

La voz de los expertosEl redescubrimiento del Greco enOccidente es muy tardío (fue rei-vindicado especialmente por losrománticos en el siglo XIX), peroel primer reconocimiento siste-mático de su obra es aún muchomás reciente, pues data práctica-mente de principios del siglo XX.Todavía en 1903 un crítico y eru-dito de la historia del arte tanprestigioso como Carl Justi se re-fería a su “salvaje amaneramientoque es difícil comprender si nose acepta una perturbación pato-lógica”1. La creencia en la locuradel artista, promovida a la vez por

amantes y detractores del Greco,y especialmente por los románti-cos, es instrumentalizada una yotra vez por los críticos que creendescubrir en la pintura de Theo-tocopoulos claros signos de de-generación moral. A estos pató-logos morales se suman los quesostienen que la deformación deesas figuras retorcidas y alambi-cadas radica más bien en un pro-blema de visión, en el astigmatis-mo que padecía el pintor.

Manuel B. Cossío, discípulode Giner de los Ríos, escribió laprimera gran monografía siste-mática sobre el Greco, en la que,contra inflexibles críticos, reivin-dica “la modernidad” de su pin-tura. La publicación del libro deCossío y su defensa del vanguar-dismo del Greco significaron unpunto de no retorno. Casi por lamisma época Francisco de BorjaSan Román comenzaba sus pes-quisas documentales sobre elGreco y Toledo, y los descubri-mientos de nuevos e importantesdocumentos se sucedían siguien-do un ritmo directamente pro-porcional al incremento del inte-rés de los críticos del arte por elartista y su obra. Los efectos deesta grecomanía contribuyeron asituar al artista entre los grandesmaestros de la historia de la pin-tura del Occidente cristiano, pe-ro también produjeron efectoscatastróficos como la sucesivaventa y dispersión de cuadros

que habían sido concebidos den-tro de un conjunto, como porejemplo los cuadros pintados pa-ra la iglesia de Santo Domingo ElAntiguo.

Tras la edición en 1926 delcatálogo de A. L. Mayer, y tras lapublicación del célebre libro deGregorio Marañón sobre El Gre-co y Toledo, el libro del crítico dearte norteamericano Harold E.Wethey, titulado El Greco andhis School es de la mayor impor-tancia, pues Wethey subraya lasraíces italianas de la pintura delpintor cretense, sin desconocerlas nuevas aportaciones docu-mentales españolas, especial-mente las avanzadas por San Ro-mán. Wethey concede con razóngran importancia a la estancia delGreco en Roma en el palacio delcardenal Alejandro Farnesio, yresalta sus estrechos vínculos conel pintor miniaturista GiulioClovio, así como con el círculode humanistas y letterati que ro-deaban a Fulvio Orsini, el bi-bliotecario del poderoso carde-nal Alejandro Farnesio y a la vezadmirador y coleccionista de loscuadros del Greco. En el capítu-lo que dedica a las obras maestrasdel Greco en Toledo, Wetheyconsidera El expolio como “unade las más grandes composicio-nes ‘en la que’ la iconografía me-dieval y elementos manieristas sefunden para producir esta obrasumamente original”. Para el crí-tico norteamericano, que no fueinsensible al enorme poder emo-tivo de este cuadro, “resulta im-posible comunicar adecuada-mente el alcance y las sutilezascromáticas de esta gran pintura”,una obra en la que la tradiciónveneciana del color, desarrolladapor la mano maestra de Tiziano,se combinaba a la perfección con

A

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C I E N C I A S S O C I A L E S

‘EL EXPOLIO’El valor de una obra de arte

FERNANDO ÁLVAREZ-URÍA

1 Citado por Manuel B. Cossío: ElGreco, 4ª ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1983.Sobre los avatares interpretativos por losque pasó la obra del Greco véase el mag-nífico estudio de José Álvarez Lopera ‘Laconstrucción de un pintor. Un siglo debúsquedas e interpretaciones sobre El Gre-co’, en VV AA, El Greco. Identidad y trans-formación, págs. 25-56. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid, 1999.

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el virtuosismo del dibujo de lafigura humana que Miguel Ángelhabía llevado hasta la más altaexpresión en El Juicio Final de laCapilla Sixtina2.

Sin duda las informacionestécnicas proporcionadas por losespecialistas en el arte del Greconos ayudan a contemplar el cua-dro con nuevos ojos. Wetheyllega a afirmar que lo que pro-voca una conmoción emocionalen el visitante de la sacristía de lacatedral es ese extraño color “ro-jo cereza brillante” de la túnicade Cristo, que introduce al es-pectador en el cuadro, de modoque uno se siente de repente for-

mando parte integrante del tu-multo que rodea a los tortura-dores.

Desde los años sesenta del si-glo XX hasta la actualidad los es-tudios sobre el Greco han cono-cido un importante desarrollo.Se han superado en buena me-dida las visiones románticas yneorománticas que hacían delGreco un artista intimista y soli-tario, orgulloso de su singulari-dad, litigante y airado, un mi-sántropo soñador integrado delleno en la tradición libertaria es-pañola. El Greco no fue un mís-tico, tampoco fue un loco soña-dor como Don Quijote, a pesarde que tanto para Cervantes co-mo para Dominico Theotoco-poulos la literatura y la pinturason inseparables del conoci-miento libre y de la reivindica-ción de la humanidad.

Los especialistas en la obra delGreco han seguido sus pasos des-

de los talleres especializados enpintar iconos en Creta hasta sullegada a Toledo en 1577, la ciu-dad en donde se afincó, en dondevivió y pintó hasta su muerte en1614. Su integración en el tallerde Tiziano a principios de 1567,así como su estancia en Roma en-tre 1570 y 1576 al servicio deltodopoderoso cardenal AlejandroFarnesio, marcaron profunda-mente su formación como pintor.La información documental dela que disponemos es cada vezmás rica y más precisa, pero lasinterpretaciones de su pintura si-guen siendo muy dispares.

En términos generales se po-drían distinguir al menos dosgrandes líneas de interpretaciónque, si bien no son completa-mente contradictorias entre sí,reflejan bien las diferentes sensi-bilidades de los especialistas a lahora de valorar la pintura delGreco. De un lado están los que

subrayan el proceso de forma-ción del pintor y, por tanto, tien-den a insistir en los estrechos la-zos que unen la pintura del Gre-co con los grandes maestros de lapintura italiana, desde Tiziano yMiguel Ángel hasta Tintoretto,Rafael y los Bassano. Del otroestán los que afirman sobre todola originalidad de la síntesis ope-rada por el Greco y para quienessu llegada a Toledo significó unnuevo rumbo en su carrera, labúsqueda de un lenguaje propio,el inicio del carácter singular desu pintura. Tradición e innova-ción, Italia y España, clasicismoy espiritualidad propia de laContrarreforma católica encu-bren en realidad dos modos dever la pintura del Greco: los pri-meros subrayan su vinculacióncon la Antigüedad grecolatina,su oficio, su inserción en la tra-dición del mejor Renacimiento;los segundos tienden a acentuarsu manierismo, su original len-guaje, su adscripción a una inci-piente tradición estética troque-lada en los moldes impuestos alarte sacro por los cánones delConcilio de Trento. Mientrasque la sensibilidad italianizanteestá más vinculada al análisis téc-nico de la pintura, la sensibilidadhispanizante y contrarreformistaencuentra un fuerte respaldo enla historia social del arte. Ambastradiciones conviven sin proble-mas desde los comienzos de losaños ochenta, momento en elque proliferan las exposiciones ylos catálogos sobre el Greco,cuando revistas especializadas,monografías y tesis doctorales re-lanzan de nuevo las interpreta-ciones sobre su obra.

Es muy posible que debamosa Jonathan Brown la mejor sín-tesis de estas dos sensibilidades.

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El Greco

2 Cf. Harold E. Wethey: El Greco andhis School, t. I, págs. 36 y 37, y t. II, págs.51-54. Princeton University Press, Prin-ceton, 1962. Véase también J. M. de Az-cárate: La iconografía del Expolio del Gre-co, 189-197. Archivo español de arte, XX-VIII, 1955.

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A su juicio, tanto en Roma co-mo en Toledo el Greco está en elcentro del mundo católico. Porotra parte, la distancia entre los cardenales romanos y los ca-nónigos de Toledo no era tangrande. Como señala Brown, elcírculo de la catedral de Toledoera casi una réplica del refinadoentorno intelectual formado porel círculo de los Orsini.

Un buen exponente de la sen-sibilidad italianizante es, porejemplo, el artículo del ya men-cionado historiador del arte de laUniversidad de Michigan Ha-rold E. Wethey, quien en 1984publicó un magnífico trabajo ti-tulado El Greco en Roma y el re-trato de Vincenzo Anastagi. Laprincipal revelación de este im-portante artículo es que quedaestablecida la relación del Grecocon el círculo del cardenal UgoBuoncompagni, elegido Papacon el nombre de Gregorio XIIIel 12 de mayo de 1572. Una vezmás se frustraban en esa elecciónpapal las aspiraciones del carde-nal Alejandro Farnesio a ocuparla silla de san Pedro, derrotadopor la cerrada oposición que ma-nifestaron contra su candidaturatanto Felipe II como la familiaMédicis. Para Wethey, el retratoque el Greco pintó en 1575-1576 del oficial Vincenzo Anas-tagi, sargento mayor de la guar-dia del castillo de Sant’Angelo ycaballero de la Orden de Malta(retrato que se conserva actual-mente en la Frick Collection deNueva York) prueba bien las co-nexiones de Dominico Theoto-copoulos con la corte papal de Gregorio XIII. Fue en estoscírculos, el de Farnesio o el deBuoncompagni, o en ambos, endonde el Greco entró en contac-to con clérigos ilustrados espa-ñoles vinculados al cabildo de lacatedral de Toledo, y entre elloscon don Luis Castilla, hijo deldeán don Diego Castilla. DonLuis había sido comisionado porsu padre para proponer a Domi-nico instalarse en Toledo parapintar el retablo de Santo Do-mingo El Antiguo. Cuando elGreco llegó a Toledo los canóni-gos de la catedral firmaron con élel contrato de El expolio.

En el mismo número mono-gráfico de Studies in the Historyof Art en el que Wethey publicósu magnífico artículo se inclu-yen textos que representan bienla sensibilidad hispanizante, co-mo por ejemplo el artículo deDavid Davies sobre el movi-miento de reforma espiritual enEspaña; el del historiador Ri-chard L. Kagan sobre uno de lospatrones del Greco, Don PedroSalazar de Mendoza; en fin, elartículo de Alfonso Rodríguezde Ceballos sobre los efectos delConcilio de Trento en la pinturadel Greco. Toledo era la capitaleclesiástica del Imperio españolque lideraba la lucha contra elprotestantismo, y allí estaban lospatrones del Greco, un selectogrupo de eclesiásticos movidospor una profunda espiritualidadcontrarreformista. En este senti-do la pintura del Greco deberíaser interpretada como un instru-mento pedagógico al servicio dela verdad de la fe católica. Pa-trick Pye lo expresó con clari-dad: “La pintura del Greco for-ma parte realmente de una granempresa teológica, la empresa dela teología tridentina”3.

La suerte parecía estar echada.Los críticos creían haber sentadolas bases para una interpretaciónsólida y duradera de la pinturadel Greco. Ambas sensibilidadestienen que ver con los fondos do-cumentales: mientras que sabe-mos muy poco de la vida del Gre-co en Venecia y Roma, son nu-merosos los documentos que noshablan del trabajo del pintor enToledo, y también de su biogra-fía, de su rica biblioteca renacen-tista, y de su carrera profesional.Tendríamos así, de un lado, unGreco clasicista, que en el debateque dividía a los amantes de lapintura de la época entre el diseg-no y el colore, es decir, entre Ti-

ziano y Miguel Ángel, se decantaclaramente por la escuela vene-ciana; y, de otro, un Greco inno-vador y barroco que sustituye losviejos cánones estéticos en fun-ción de los imperativos espiritua-les de la Contrarreforma. En estemarco, El expolio sería la obra detransición de un pintor en transi-ción, una obra en la que algunoscríticos percibieron las raíces bi-zantinas de su iconografía y en laque el color deslumbrante de losvenecianos se veía equilibrado ytensado por la fuerza de un dibu-jo potente al estilo de Miguel Án-gel. Si a estos logros técnicos aña-dimos el acento dramático, caside tragedia griega, así como elsentido espiritual de la escena,muy acorde con el decreto tri-dentino de la Justificación, nosencontraríamos en las mejorescondiciones para desvelar el mis-terio de El expolio, una obra quesirve de puente entre la tradiciónitaliana y la española.

La tesis que me gustaría avan-zar aquí es que, una vez más,para entender mejor la pinturadel Greco, para comprender lafuerza y el sentido de El expolio,es preciso ir más allá de los as-pectos formales del cuadro, ins-cribirlo en las condiciones en lasque fue elaborado, en fin, anali-zar el cuadro desde una pers-pectiva sociológica. Para ello espreciso pasar a reconsiderar denuevo los estrechos vínculos queunieron al Greco con un arzo-bispo procesado por la Inquisi-ción española, el arzobispo Bar-tolomé Carranza de Miranda. Ami juicio, en El expolio el Grecorepresentó la detención del ar-zobispo Carranza, simbolizó aun Carranza de carne y huesoen la figura de Cristo; y en esehombre atado y sojuzgado, ro-deado de soldados y de unamultitud dispuesta al lincha-miento, el Greco asumió la de-fensa de un derecho de humani-dad que había sido pisoteadopor la Inquisición, afirmó conla fuerza de su arte, es decir, me-diante la perfección material yformal de su pintura, el derechode todos los seres humanos a ladignidad y a la libertad. Y esprecisamente el valor absoluto

de ese derecho de humanidad,inscrito en la propia naturalezahumana y transmitido por laconciencia colectiva, lo que ca-racteriza el amanecer de la Mo-dernidad.

Proceso contra el arzobispo CarranzaAl despuntar el alba, en la ma-drugada del martes 22 de agostode 1559, el inquisidor don Die-go Ramírez, acompañado de donRodrigo Castro, hijo del condede Lemos y futuro arzobispo deSevilla, seguidos de 100 hombresarmados de a pie y a caballo y dealgunos familiares del Santo Ofi-cio, irrumpieron en la posada deTorrelaguna en la que dormía elarzobispo de Toledo, Fray Bar-tolomé Carranza de Miranda,para proceder a su detención yposterior encierro en las cárcelesdel Santo Tribunal de la Inquisi-ción en Valladolid. “¿Cómo unhombre de tal historia”, se pre-gunta Marcelino Menéndez Pe-layo, “teólogo del Concilio Tri-dentino, provincial de la Ordende Santo Domingo, primado delas Españas, calificador del SantoOficio, perseguidor implacablede herejes, quemador de sus hue-sos y de sus libros, restauradordel catolicismo en Inglaterra,honrado a porfía por papas, em-peradores y reyes, intachable ensu vida y costumbres, pudo de lanoche a la mañana verse derro-cado de tan alta dignidad y pres-tigio y encarcelado y sometido alargo proceso por luterano?”.Menéndez Pelayo considera queel encarcelamiento del arzobispode Toledo es un “hecho singula-rísimo, entre los más raros del si-glo XVI”. No muy distinta es laopinión del historiador e hispa-nista francés Pierre Chaunu, quese refiere explícitamente al “in-comprensible procedimiento queentregó a Carranza, el sucesor deSiliceo, a ese proceso por lutera-nismo que ha sumido a genera-ciones de historiadores en abis-mos de perplejidad”4.

Algunos especialistas en lapintura del Greco, los menos,ponen en relación la causa contrael arzobispo Carranza con el pin-tor cretense, hasta el punto de

‘EL EXPOLIO’

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3 Cf. Patrick PYE: The Time Gatherer.A Study of El Greco’s Treatment of the Sa-cred Theme, pag. 13. Four Courts Press,Dublín, 1991. Ver también JonathanBrown: ‘Preface’, Studies in the History ofArt 11, pág. IX (número monográfico so-bre el Greco), 1983; y Harold E. Wethey:‘El Greco in Rome and the Portrait ofVincenzo Anastagi’, Studies in the His-tory of Art 13, págs. 171-178, 1984.

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que con frecuencia creen descu-brir en personajes de sus cuadrospresuntos retratos del arzobispo.José Rogelio Buendía, por ejem-plo, sostiene que en el interiordel lienzo titulado La curacióndel ciego, un cuadro que el Grecopintó en Roma en 1574 y que seconserva en la Galleria Naziona-le de Parma, el retrato de Ca-rranza estaría incluido, junto conel de don Juan de Austria y el delduque de Parma y gobernadorde los Países Bajos Alejandro Far-nesio, en la esquina izquierda su-perior del cuadro, detrás de losfariseos y de otros testigos del mi-lagro. Pero fue sobre todo Ri-chard G. Mann quien estudió larelación del Greco con sus mece-nas, y en particular con don Die-go Castilla, el deán de la catedralde Toledo. Mann, basándose enel retrato del arzobispo pintadopor Luis de Carvajal que se con-serva en la sala capitular de la ca-tedral, cree que existe un claroparecido entre el San Ildefonsoque aparece pintado en el interiorde La resurrección (uno de loscuadros que el Greco pintó paraSanto Domingo El Antiguo) y elpropio Bartolomé Carranza. Pe-ro a estos argumentos predomi-nantemente iconográficos añadeademás un argumento aún másconvincente, la valiente declara-ción del deán don Diego Castillaante los inquisidores en el pro-ceso incoado contra Carranzapor el gran inquisidor Valdés. Enesa comprometida declaración el deán asegura, como consta en lasactas del proceso, que Carranzaes “el más santo y cristiano prela-do desde san Ildefonso”5.

Cuando don Luis Castilla fir-mó en representación de su padreen Roma el primer contrato conel Greco, el arzobispo Carranzaacababa de fallecer tras práctica-mente 18 años de reclusión. Esposible profundizar aún más en

la relación entre el Greco y Ca-rranza. Como ya hemos señala-do, Mann lo descubre disfrazadode san Ildefonso; José RogelioBuendía cree descubrirlo en elLaocoonte que lucha denodada-mente contra la bestia del malcon el escenario de la ciudad deToledo al fondo, cuadro que hoyse conserva en la National Ga-llery de Washington; David Da-vies percibe su religiosidad y susensibilidad espiritual en el San-to Domingo en oración de la Co-lección Plácido Arango. A Ca-rranza, como a Pimpinela Escar-lata, los críticos lo buscan portodas partes en los cuadros delGreco pero, paradójicamente, nolo encuentran allí donde verda-deramente se encuentra, es de-cir, en el propio Cristo de El ex-polio. La potencia contenida en lapintura de El expolio cobra sufuerza, es decir, su capacidad dehacer ver y de hacer decir, de un hecho histórico transcen-dental en la historia del Imperioespañol del siglo XVI: la deten-ción, encierro y proceso contrael arzobispo de Toledo Bartolo-mé Carranza de Miranda.

Juan Antonio Llorente, quetuvo acceso directo a los legajosdel archivo de la Inquisición (noen vano fue secretario de la In-quisición de Corte de Madridentre 1789 y 1791), dedicó trescapítulos de su Historia críticade la Inquisición en España a loque denominó “la causa célebredel arzobispo de Toledo”. Por élsabemos que entre los papelesque le fueron confiscados al ar-zobispo en el momento de sudetención figuraba la minuta oborrador de una representaciónlatina, redactada por el cabildode Toledo y dirigida al Papa, enla que los canónigos suplicabanque la causa contra el arzobispono fuese confiada al Santo Ofi-cio de España porque, más queel verdadero celo de religión, in-fluían en él las pasiones huma-nas. Durante todo el tiempoque duró el proceso, un grupomuy activo de los canónigos deToledo apoyaron a Carranza.Aún más, entre los cuatro abo-gados defensores que se le per-mitió nombrar al arzobispo fi-

guraba el canónigo de ToledoAlonso Delgado, por lo que loscanónigos de la catedral goza-ron durante todo el proceso deinformación muy directa.

En julio de 1565 el papa PíoIV nombró el consistorio de jue-ces que debía desplazarse a Es-paña para juzgar la causa. Entreellos figuraba el cardenal UgoBuoncompagni quien, al ente-rarse de la muerte del Papa endiciembre de ese mismo año, sa-lió a toda prisa de Madrid haciaRoma para estar presente en elcónclave que debía elegir al nue-vo Sumo Pontífice. El 17 de ene-ro de 1566 fue elegido, con elvisto bueno del embajador espa-ñol en Roma, Pío V, un papa do-minico, como Carranza. El car-denal Buoncompagni no llegó atiempo al cónclave pues se habíadetenido en Avignon, mientrasque al joven e intrigante cardenalAlejandro Farnesio le faltaron tansólo dos votos para salir elegido.El nuevo papa, a instancias deFelipe II, redactó un breve paraque Buoncompagni regresase aEspaña, pero éste se encaminóhacia Roma e informó directa-mente al Papa de las presiones alas que estaban sometidos los le-gados en España en la causa con-tra Carranza. Pío V resolvió quela causa del arzobispo se dirimie-se en Roma. A pesar de las dila-ciones, Carranza salió de Valla-dolid hacia Roma acompañadode una amplia escolta. A su ladoel cabildo de la catedral de Tole-do había designado un séquitode criados así como dos canóni-gos que lo acompañaron tantodurante el viaje como durante suestancia en Roma. Los gastos co-rrían a cuenta de las rentas de lacatedral hábilmente administra-das por el deán don Diego Cas-tilla, el futuro mecenas, amigo yprotector del Greco.

Carranza llegó a Roma a fi-nales de mayo de 1567. “Le de-signó el Papa por arresto”, escri-be Llorente, “la habitación delos sumos pontífices en el casti-llo de Sant’Angelo”6. VincenzoAnastagi aún no estaba ejercien-do el cargo de sargento mayorde la guardia del castillo puessabemos que fue nombrado pa-

ra este puesto por el hijo del Pa-pa y jefe de las tropas pontificiasGiacomo Buoncompagni, enmayo de 1575. En todo caso,Carranza sin duda lo conociócomo oficial de la guardia, puesel arzobispo de Toledo conti-nuaba confinado en Sant’Ange-lo cuando el Greco pintó el re-trato del condottiero.

Pío V había dejado a los 14años el oficio de pastor de ovejaspara dedicarse a la más lucrativaprofesión de pastoreo de las al-mas. Fue un papa que conocíamuy bien los entresijos de la In-quisición, pues antes de ascen-der a la silla de San Pedro habíasido nombrado comisario gene-ral de la Inquisición Romana y,más tarde, en 1558, gran inqui-sidor de la Iglesia de Roma. Pa-ra dictaminar sin pasión en elproceso romano contra Carran-za designó a 16 consultores, yademás estuvo personalmentepresente en al menos 116 con-gregaciones. Tal era el interésque despertaba el proceso, con-vertido para Felipe II en unatranscendental cuestión de Es-tado. Al igual que algunos pa-dres conciliares de Trento, queen 1563 hicieron pública su cre-encia en la ortodoxia del con-trovertido Catecismo publicadopor Carranza, también el Papadebía de estar convencido de lainocencia del fraile dominicopues analizaba el proceso estric-tamente desde un punto de vis-ta doctrinal, pero murió repen-tinamente sin que su sentenciaabsolutoria llegase a hacerseefectiva. Su sucesor en la silla deSan Pedro fue el cardenal UgoBuoncompagni, que accedió alpontificado con el nombre deGregorio XIII. Para entonces yael Greco debía de estar familia-rizado con un proceso en el quepapas, reyes y emperadores for-cejeaban con inquisidores, prín-cipes de la Iglesia, cardenales ro-manos y cabildos catedralicios,un proceso que sin duda desen-cadenaba en los círculos huma-

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4 Cf. Marcelino Menéndez Pelayo:Historia de los heterodoxos españoles, t. IIpágs. 11 y 12. BAC, Madrid, 1977; y Pie-rre Chaunu: La España de Carlos V, t. II,pág. 184. Península, Barcelona, 1976.

5 Cf. Richard G. Mann: El Greco y suspatronos. Tres grandes proyectos, pág. 36.Akal, Madrid, 1994.

6 Juan Antonio Llorente: Historia crí-tica de la Inquisición en España, t. III, pág.195. Hiperión, Madrid, 1980.

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nistas en los que el propio Gre-co se movía los más vivos deba-tes.

El cardenal Alejandro Farne-sio, el patrón romano del Greco,junto con una buena parte de los canónigos de la catedral deToledo, era carrancista. Carran-za, como buen erasmista, conci-taba todas las simpatías de los círculos humanistas. También elGreco debió de sentir una fuertecompasión por aquel prelado pe-nitente a quien quizá llegó a co-nocer en el castillo del Sant’An-gelo cuando pintó el retrato delsargento de la guardia VincenzoAnastagi. Pero si el Greco se de-cantaba del lado de Carranza,frente a Felipe II y frente al todo-poderoso inquisidor general donFernando de Valdés, entonces seplantea un importante problemade interpretación de su pintura,pues Carranza estaba nada me-nos que acusado por el SantoOficio de la Inquisición Españo-la de propagar el protestantismoen sus escritos y predicaciones.

El Greco se encontraba aúnen Roma cuando Gregorio XIII,sometido a fuertes presiones porlos representantes de la diplo-macia española, formuló con-tra el anciano arzobispo domini-co el 14 de abril de 1576 una“benigna” sentencia condenato-ria. Debía abjurar de 16 propo-siciones luteranas, entre las quefiguraba la siguiente: “El estadode los apóstoles y de los religio-sos no se distingue del estado co-mún de los cristianos”. Tambiénquedaba suspendido de su dig-nidad de arzobispo durante cin-co años, y en penitencia se le im-pusieron algunas obras de pie-dad y devoción. BartoloméCarranza no soportó un veredic-to adverso que, aunque tímida-mente, refrendaba la injusticiade su detención. Tras proclamaruna vez más en su testamento laortodoxia de sus creencias, asícomo su fidelidad al Rey de Es-paña y el perdón para todos susperseguidores, murió en Romade tristeza y de agotamiento alas pocas semanas de recibir lasentencia. Antes de morir reco-rrió a pie con hábito de peniten-te las cuatro basílicas, dijo misa

en San Juan de Letrán y rechazóla silla de mano que el Papa leofreció en testimonio público deaprecio y compasión. Sus restosmortales yacen en el conventode la Minerva, donde el Papa or-denó inscribir sobre su tumba,en latín, el siguiente epitafio:

“A Dios óptimo máximo sea dada lagloria. Este monumento está dedicado aBartolomé Carranza, navarro, domini-co, arzobispo de Toledo, primado delas Españas, varón ilustre en linaje, vida,doctrina, predicación y limosnas; cum-plidor exacto de grandes comisiones deCarlos V, emperador, y de Felipe II, reycatólico; dotado de ánimo modesto enla prosperidad y paciente en la adversi-dad. Murió de sesenta y tres años, en elde 1576, día 2 de mayo, en que se ve-neran San Atanasio y San Antonio”7.

El Greco llevaba entonces enRoma casi seis años, pues fue en1570 cuando Giulio Clovio lorecomendó al cardenal Farnesiocomo un aventajado miniaturis-ta discípulo de Tiziano. La rela-ción del Greco con el arzobispoCarranza y su entorno estabaentonces tan solo en sus co-mienzos cuando don Luis Cas-tilla le propuso, en nombre deldeán, su padre, pintar los cua-dros de Santo Domingo El An-tiguo. Esos cuadros estaban des-tinados, por tanto, a mover apiedad en una capilla funeraria.El pintor no podía entonces sos-pechar que en esa misma capillatoledana de los Castilla ibantambién a reposar sus propiosrestos mortales.

Judíos conversos y herejes luteranos La primera noticia de la estanciadel Greco en Toledo data deprincipios de julio de 1577,cuando firmó el recibo de 400reales que el cabildo le dio acuenta por la pintura de El expo-lio. El Greco estaba por tanto enToledo prácticamente un añodespués de la muerte de Carran-

za. Richard Mann subrayó la va-liente defensa que había hechoel deán del arzobispo Carranzaen su comparecencia ante el Tri-bunal de la Inquisición el 21 denoviembre de 1562, pero esa de-claración cobra aún mucho másvalor si se tiene en cuenta que elfiscal de la causa en España, Je-rónimo Ramírez, incluyó en unescrito fechado en Valladolid el19 de diciembre de 1558 (conanterioridad por tanto a la de-tención de Carranza) al deán deToledo entre los favorecedoresdel arzobispo y sospechosos porello de promover la herejía lute-rana. El fiscal pedía que se les to-mase declaración y así lo acepta-ron los inquisidores. Don Die-go, sin duda, contaba con amigosen el interior del Santo Oficio deValladolid pues, cuando los ofi-ciales lo fueron a buscar a la po-sada para que testificase ante elSanto Oficio, se encontraron conla desagradable sorpresa de que“había salido para Toledo aquelmismo día muy de mañana”.

Don Diego Castilla, en su ca-lidad de deán de la Sede Primada,gozaba de un poder enorme pues,además de los ingresos propios desu cargo, durante los 17 años queduró el proceso contra Carranzaadministraba la diócesis de Tole-do, una de las más ricas de la cris-tiandad. El historiador AntonioDomínguez Ortiz estimó que lasrentas del arzobispo oscilaban entorno a los 200.000 ducadosanuales, y los ingresos del cabildoeran aún mayores. El censo de1571 registraba en Toledo 62.000habitantes, una población muyimportante para la época. Las fá-bricas de seda, los trabajos de or-febrería, la producción de objetosde hierro y de acero –como lasfamosas espadas toledanas– y losherrajes forjados, junto con lasrentas de los mayorazgos, las delos hospitales y los monasterios,hacían de Toledo una ciudad deuna gran riqueza, aunque enton-ces empezaba a entrar en una fa-se de declive. Cuando el Grecomurió, el número de habitanteshabía descendido a 40.000. Laexpulsión de los moriscos se habíaproducido ya. Por otra parte, laatracción que representaban Se-

villa, puerta de América, y Ma-drid, convertida en villa y cortecomo consecuencia del despla-zamiento de Felipe II al Esco-rial, contribuían a la lenta deca-dencia de Toledo. Sin embargo,Domínguez Ortiz señala, con ra-zón, que “la Iglesia fue el esta-mento que mejor resistió el im-pacto”8.

El predecesor de Carranza enla sede episcopal fue Juan Martí-nez Silíceo, preceptor del prínci-pe Felipe. Silíceo hizo aprobar enToledo los Estatutos de Limpiezade Sangre, a los que se opusierondenodadamente don Diego Cas-tilla y otros canónigos descen-dientes de judíos conversos. A pe-sar de que batallaron en contradel estatuto y de que incluso lle-garon a dirigir un extenso me-morial al Consejo Real, fueronderrotados.

Para los eclesiásticos erasmis-tas, y en general para los huma-nistas, los Estatutos de Limpiezade Sangre suponían un golpemortal a la coexistencia de lastres culturas (la judía, la musul-mana y la cristiana) que, duran-te siglos, habían hecho posible

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7 Para estos y otros datos sobre Ca-rranza, véanse los libros ya mencionadosde M. Menéndez Pelayo y J. A. Llorente,así como el importante trabajo de J. Ig-nacio Tellechea El proceso romano del ar-zobispo Carranza 1567-1576. Iglesia Na-cional Española, Roma, 1988.

8 Cf. Antonio Domínguez Ortiz: ‘Lasociedad castellana en la época de El Gre-co’, en VV AA, El Greco y su época. Cua-dernos de historia 16, 99, págs. 4-12,1985.

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el engrandecimiento de Toledo.El nombramiento de Carranzapara detentar la mitra toledana,un fraile ilustrado, profesor deTeología en San Gregorio de Va-lladolid y discípulo de Franciscode Vitoria, equivalía, por tanto, arecuperar el espíritu del huma-nismo cristiano, retornar a losbuenos tiempos en los que laUniversidad de Alcalá (que de-pendía de la diócesis toledana)elaboraba la Biblia políglota, re-cuperar los años dorados delerasmismo. Esas expectativasquedaron sin embargo trunca-das de golpe por el proceso con-tra Carranza, un proceso que seinició al año y medio de su nom-bramiento como arzobispo, peroque el inquisidor Valdés veníapreparando con la precisión deun relojero desde mucho antes.Aún más, los procesos inquisi-toriales que el arzobispo de Sevi-lla lanzó contra los focos lutera-nos de Sevilla y Valladolid (ma-gistralmente descritos porMiguel Delibes en El hereje) ha-bían desencadenado una alarmageneral en los círculos ilustrados.Don Diego Castilla tenía enton-ces razones para temer por su se-guridad, e incluso por su vida.Entre los encausados de Sevilla yValladolid no sólo se encontra-ban numerosos canónigos (co-mo por ejemplo Juan Díaz, másconocido como el Doctor Egidio,Constantino Ponce de la Fuentey Agustín Cazalla, procedentescomo don Diego de familias dejudíos conversos), sino que tam-bién una prima y una sobrinadel deán formaban parte de lalarga lista de acusados por la In-quisición de practicar el lutera-nismo. Isabel de Castilla, la pri-ma de don Diego, estaba casa-da nada menos que con elprincipal acusado de atizar el fuego de la herejía, don Car-los de Seso, corregidor de Toro.Contra esta pestilente plagaúnicamente podía servir de re-medio purificador el fuego delas hogueras de los autos de fe.La bula papal Exurge Domine,lanzada contra el fraile agusti-no Martín Lutero, volvía a re-sonar con fuerza en tierras deCastilla suscitando temor y

temblor:“¡Levántate Señor y juzga tu causa,

un jabalí salvaje ha invadido tu viña!”.

Desde el monasterio de Yus-te, Carlos V alentaba con amar-gura a la princesa gobernadorapara que se procediera contra losacusados “¡como contra sedicio-sos, escandalosos, alborotadorese inquietadores de la república!”.El primer auto de fe celebradoen Valladolid, en el que fueroncondenados a la hoguera 14 acu-sados, tuvo lugar el 21 de mayode 1559, día de la Santísima Tri-nidad. Con mayor pompa y es-plendor si cabe se celebró el se-gundo auto de fe el 8 de octubredel mismo año; y ello no sóloporque estaba presidido en per-sona por el propio rey Felipe II,sino también porque entre los 30condenados figuraban hombresy mujeres principales como donCarlos de Seso, el dominico frayDomingo de Rojas, Pedro Caza-lla…, es decir, los amigos del ar-zobispo Carranza9. El arzobispo,desde la vivienda en la que estabaconfinado, quizá pudo percibir elfuerte olor a carne quemada queinvadía toda la ciudad y escucharlos aullidos de dolor de los ajusti-ciados. Toda la población de Va-lladolid y de los pueblos vecinosse había desplazado al CampoGrande para disfrutar del terribleespectáculo punitivo contra losherejes. Entre los relajados en es-te auto figuraba la también reli-giosa doña Catalina Castilla, so-brina del deán de la catedral pri-mada de Toledo, principal clientey protector del Greco.

En defensa de la humanidadmaltratadaCuando el Greco llegó a Toledoya se habían apagado las ho-gueras inquisitoriales, pero lareciente muerte de Carranza se-guía conmoviendo a los parti-darios del arzobispo. Carranzahabía muerto lejos de su dióce-sis, él, que había defendido con

más fuerza que nadie la obliga-ción de residencia de los obis-pos. Los canónigos carrancis-tas, encabezados por don Die-go, necesitaban un símbolo quefuese la expresión de sus añosde lucha y sus denodados es-fuerzos por arrancar al arzobis-po de las garras de la Inquisi-ción española y demostrar suinocencia. El Greco les propor-cionó un cuadro de impecablefactura técnica que sintetiza enCristo el sufrimiento de toda lahumanidad. Cuando toda Eu-ropa se veía envuelta en las lla-mas del fanatismo religioso,cuando se imponía la censura yla ley del silencio, hasta el puntode que tanto el papa Pío V comoGregorio XIII se plantearonmuy en serio destruir los frescosdel juicio final de la CapillaSixtina pintados por MiguelÁngel, un oscuro pintor cre-tense que había emigrado de sutierra en busca de fama y fortu-na pintó en El expolio un gritode dolor contra la injusticia, y ala vez formuló con su arte unalegato contra las violacionesdel derecho natural. El expolioes quizá en Europa la primeramanifestación artística delibe-radamente elaborada en defen-sa de los derechos humanos,una creación que arremete con-tra los crímenes contra la hu-manidad y que marca un antesy un después en la obra pictó-rica del Greco.

La pintura del Greco es inno-vadora porque en buena medidaes a su vez el producto de una in-novación: el descubrimiento delderecho natural, un derecho dehumanidad defendido por losrepresentantes de la denominadaEscuela de Salamanca, y muy es-pecialmente por el arzobispo Ca-rranza. En virtud de ese derechonatural el Imperio español erailegítimo y debía ser restituido asus naturales, a sus legítimospropietarios. El expolio de Amé-rica hundía por tanto sus raícesen la fuerza y en la violencia, en la impiedad y en la tiranía. Ca-rranza llegó incluso a plantear lanecesidad de un nuevo escenariopara el Nuevo Mundo en el quese produciría el abandono de las

colonias por la potencia ocu-pante, por la corona española.Para llegar a esta transcendentalpropuesta, los representantes dela Escuela de Salamanca se vie-ron obligados a impugnar lasconcepciones teocráticas del Pa-pado imperantes en el mundomedieval, así como los títulos delegitimidad del poder imperial.Ni el Papa ni el Emperador erandueños del universo. El derechode dominio es un derecho natu-ral que comparten todos los sereshumanos. Los seres humanosnacen libres e iguales y no so-metidos a servidumbre. Es justa-mente esta concepción revolu-cionaria en la época, incompati-ble con la dominación españolaen América, la que obligó alpríncipe Felipe, amigo y protec-tor de Carranza, a sacrificarloarrojándolo al foso de los leonesde la Inquisición. El arzobispode Sevilla e inquisidor generaldon Fernando Valdés Salas tejióen este sentido una tela de arañade la que era prácticamente im-posible escapar. Como señala unhistoriador de la época, la ma-quinaria represiva había tenido“un rodaje casi perfecto”10. Losprocesos contra los protestantesde Sevilla y Valladolid constituí-an tan solo los prolegómenos dela causa célebre contra Carranza,ahora inmortalizada por el Gre-co como El expolio de Cristo.

“Quien hace Señores a los preladosde las iglesias y les da dominio, no te-niendo sino solo ministerio, ha hechocon ese error tanto daño a la Iglesia co-mo uno de los mayores de Lutero. Só-lo Cristo tiene este dominio; es unapieza de su mayorazgo, no la puede he-redar otro…”11.

Este texto de un sermón de

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9 Cf. J. Ignacio Tellechea: ‘Los amigosde Carranza, fautores de herejía’, en la obracolectiva Simposio ‘Valdés-Salas’, págs.171-173. Universidad de Oviedo, Ovie-do, 1968.

10 Cf. Albert A. Sicroff: Los estatutos delimpieza de sangre. Controversias entre lossiglos XVI y XVII. Taurus, Madrid, 1979. So-bre Valdés, véase el brillante estudio de Jo-sé Luis G. Novalin El inquisidor generalFernando de Valdés. Universidad de Ovie-do, Oviedo, 1968, 2 tomos. Se incluyenimportantes textos de la escuela española dederecho natural en la selección realizadapor Luciano Pereña Misión de España enAmérica. 1540-1560, CSIC, Madrid, 1956.

11 Cf. Bartolomé Carranza de Miran-da: Controversia sobre la necesaria residen-cia personal de los obispos. Fundación Uni-versitaria Española, Madrid, 1994.

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Carranza sobre el poder de losobispos puede ser leído a la in-versa: en el Cristo sufriente, des-pojado de sus vestiduras, está re-presentado el propio Carranza, ycon él todos los justos persegui-dos injustamente por la justicia,los indios a quienes les han sidoarrebatadas ilegítimamente sustierras por la fuerza, la humani-dad vejada y aniquilada por co-dicias y tiranías.

“No piense nadie que la sustanciadel Rey y la del Papa y la del Empera-dor y la del villano rústico no es todauna, que sí es”, había dicho Carranzaen el llamado Sermón de la toleranciapronunciado en la iglesia de San Pablode Valladolid el 21 de agosto de 1558,es decir, un año antes de su detención.El texto del sermón figuraba en el pro-ceso de la Inquisición.

El expolio estaba terminadoen 1579 y no gustó a los canó-nigos, poco amigos de noveda-des en el terreno doctrinal. Poruna parte Cristo no destacabasuficientemente por encima detodo el resto de personajes, porlo que su figura quedaba englo-bada entre la multitud. La hu-manidad pasaba, por tanto, aocupar el primer plano en detri-mento de la divinidad. Por otra,había demasiadas mujeres acom-pañando a la Virgen en un mo-mento en el que ni los evange-lios ni la tradición de los SantosPadres hablaban de su presen-cia. La mano invisible de donDiego Castilla casi se podía per-cibir en el cuadro y se avivaronentre los canónigos viejos temo-res.

El expolio representaba paralos carrancistas una especie depacto de sangre con el arzobispode Toledo y su causa. Pero elGreco había ido demasiado le-jos. Destinado al altar mayor dela sacristía de la catedral, que elpropio Greco diseñó, el cuadroinevitablemente recordaba a loscanónigos cada mañana que unobispo sabio y paciente, pastorde la Iglesia de Toledo, había si-do privado arbitrariamente desu sede episcopal y llevado in-justamente como una oveja almatadero por el más alto tribu-nal eclesiástico de la España im-perial.

La mano que la figura deCristo se lleva al pecho en elcuadro indica a la vez piedad,humildad y acatamiento, virtu-des propias de los penitentesarrepentidos, pero también esun signo de afirmación de laverdad, pues en las actas inqui-sitoriales los testigos juzgan de-cir la verdad y para ello llevan sumano derecha al pecho, al lugardel corazón. El Greco ha pinta-do en numerosas ocasiones esamano. La más conocida es la delCaballero con la mano en el pe-cho, que los críticos identificancon el marqués de Montemayordon Juan de Silva, notario ma-yor de Toledo. Ese gesto de de-cir la verdad es justamente lopropio de la función notarial.Pero esa misma mano en la quese unen los dedos índice y anu-lar aparece también en otro her-moso cuadro, la Magdalena pe-nitente del Museo Cau Ferrat deSitges, un cuadro que fue com-prado por el pintor vanguardis-ta Santiago Rusiñol a finales delsiglo XIX y en el que la Magda-lena viste un manto muy pare-cido al del Cristo de El expolio.

El gesto de la mano no es unhecho casual. El Greco lo reto-ma de Tiziano, y más concreta-mente de la Magdalena peniten-te que Tiziano envió en 1567 alcardenal Alejandro Farnesio. Enesa época, el Greco estaba en Ve-necia en el taller de Tiziano, pe-ro pocos años más tarde pudoadmirar esa misma Magdalenapenitente en Roma, cuando Ca-rranza estaba prisionero enSant’Angelo. La analogía con elarzobispo penitenciado teníaque resultar evidente en la épo-ca; tan evidente que los canóni-gos de Toledo, para limar lafuerza del Expolio, decidieroncon el tiempo hacer de la sacris-tía de la catedral de Toledo unapinacoteca, mientras que los crí-ticos de arte hicieron del cua-dro un cuadro de sacristía.

Sabemos que Felipe II con-templó El expolio cuando realizósu visita a Toledo en 1579 paraasistir a la solemne fiesta delCorpus. El 11 de junio el Reyhacía su entrada en la CiudadImperial acompañado de la reina

Ana y de las infantas Isabel Cla-ra Eugenia y Catalina Micaela.Permaneció en Toledo durante10 días. El día 15 de junio, se-gún señala José Manuel Pita An-drade, tuvo lugar la primera va-loración del cuadro12. El rey, alcontemplarlo, debió de quedarsobrecogido. Carranza, queacompañó a Felipe II en sus via-jes a Inglaterra y a Flandes,nunca le había culpado de susuerte. El Rey también conocíabien al deán don Diego Castilladesde su pugna con Silíceo so-bre los Estatutos de Limpiezade Sangre y por el apoyo pres-tado a Carranza. El cuadro sin duda tuvo que conmover la con-ciencia del Monarca más pode-roso de la cristiandad. ¡Un Im-perio cristiano no se podía ci-mentar en la injusticia ni en ladestrucción de la vida humana!¡Los hombres nacen libres eiguales y no sometidos a servi-dumbre! En este marco no esextraño que, como señaló en laépoca el padre Sigüenza, la pin-tura del Greco “no contentó a suMajestad”. Se refería al SanMauricio y la legión tebana en-cargado por Felipe II para El Es-corial, en el que los legionariosen fila, vestidos con túnicas se-mitransparentes, quizá recorda-ron al Rey prudente el paso delos penitenciados por la Inquisi-ción en solemnes autos de fe.

Reflexiones finalesLa pintura, incluso la más ex-celsa y formalizada, no puedegozar de extraterritorialidad so-cial. La relación entre el Greco ysus patronos no constituye unaanécdota curiosa relativa a la vi-da del pintor, sino que formaparte integrante de las condicio-nes de producción y de distri-bución de su obra.

La historia de la pintura no esajena a la historia del poder. Pe-ro el poder de la pintura se ponesobre todo de manifiesto cuan-do, como en El expolio, la ver-dad y la libertad del arte se alzan

por encima de poderes exorbi-tantes para afirmar sin ambi-güedad un derecho de humani-dad.

La pintura, como toda pro-ducción humana, tiene unascondiciones de gestación y dedistribución que la dotan desentido en un momento históri-co dado; y es precisamente esesentido el que con frecuenciaocultan los coleccionistas, loscríticos, los profesores de arte ylos museos, que pretenden hacerde la obra de arte una mera mer-cancía, en la que están ausenteslos clientes que la encargaron,las vidas de los pintores que lapintaron, los públicos a los queiba destinada, en fin, la finalidadprincipal de su producción. “Yoencuentro que la pintura, comootras cosas humanas”, escribióel Greco, “debe primero tenerintenciones y representar algúnefecto que sea el que dirige todala composición; y así como lasfábulas deben ser útiles a la vidade los hombres, y la música de-be tener intención propia, asítambién la pintura debe poseer-la”13. La intención de El expolioresultaba en la época demasiadoexplícita para cualquier obser-vador que se adentrase en la sa-cristía de la catedral.

No deja de resultar sorpren-dente que desde Carl Justi hastaDavid Davies y Jonathan Brown,pasando por Cossío y Harold E.Wethey, los historiadores del arterepitan machaconamente que Elexpolio, el cuadro en el que searrancan las vestiduras a Cristo,resultaba acorde con la funciónde la sacristía en la que los canó-nigos se desvisten y se revistende los ornamentos sagrados. A ladesubicación de esta obra con-tribuyó de un modo especial elhecho de hacer de la sacristía unmuseo de pintura en el que seincluyen, entre otros valiososcuadros, un apostolado del Gre-co. El apostolado, además de co-nectar con el evangelismo deCarranza, refuerza uno de los ar-

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12 Pita Andarade: ‘El Greco en España’,en VV AA, El Greco. Identidad y transfor-mación, op. cit; págs. 119-151 y 125.

13 Citado por Fernando Marías yAgustín Bustamante: Las ideas artísticas delGreco, pág. 164. Cátedra, Madrid, 1981.

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gumentos utilizados por los ca-nónigos contra el Estatuto deLimpieza de Sangre, pues si losestatutos hubieran estado vigen-tes en la época apostólica, laIglesia no habría podido llegar aexistir. Pero a la pérdida de refe-rencias del cuadro contribuyósobre todo la destrucción del re-tablo original que el propio Gre-co diseñó para enmarcar El ex-polio. Un texto de 1601 lo des-cribía como “un retablo grandeque hizo Dominico Greco, depincel, que es cuando quisieronponer a Nuestro Señor en laCruz, que tiene muchas figuraspintadas en lienzo, sentado so-bre una tabla, con guarniciónde pilastras, y en el banco unasfiguras de talla, también dora-das, que son cuando Nuestra Se-ñora echó la casulla a San Ilde-fonso”.

El papel de los críticos, de loscomentaristas y de los expertosdel arte consiste con frecuenciaen reforzar las dimensiones téc-nicas y formales de las produc-ciones artísticas para mejor neu-tralizar su fuerza y su sentido.Con sus saberes eminentementeestéticos, contribuyen a la des-realización del arte, a reforzar laidea de eternidad y por tanto deintemporalidad de la pintura. Aello contribuye también la des-contextualización de los cuadros,el continuo trasiego al que se lossomete, las subastas y los movi-mientos del capital especulativo,que hacen que las obras de arteno tengan espacio ni tiempo ypasen a representar únicamenteun valor monetario. Esto explicaque en el siglo XX la belleza de lasobras de arte tienda a ser mono-polizada por los bancos, casas deseguros y otros centros del capi-tal especulativo y financiero, qui-zá para mejor ocultar los secretosinconfesables que se acumulanen sus cámaras acorazadas.

El secreto a voces que guar-daba el Greco, y que nos revelaa través de su pintura, era deuna naturaleza muy diferente.El expolio continúa hoy en la sa-cristía de la catedral de Toledo,aunque en un marco remode-lado que reduce su sentido yconvierte en enigmática su fuer-

za. Y aunque nos resulte difícilentenderlo, percibimos en subelleza, en su expresividad y ensu oficio el eco de una luchaen la que el Greco antepuso elimperio de la razón a la razónimperial, a la razón de Estado.En este sentido, El expolio ini-cia un nuevo rumbo para lapintura en la Modernidad,pues la pintura y la literaturamodernas nacen inexorable-mente unidas a un derecho dehumanidad. El Greco abre lavía a la pintura moderna, pueses el primero en colocar a loshombres en el lugar que lasiglesias y las religiones habíanreservado a los dioses. A finalesdel siglo XVI, en Toledo, la ciu-dad en la que durante siglosconvivieron diversas culturas yreligiones, un oscuro pintor seatrevió a decir con la fuerza desu arte al más poderoso gober-nante de la tierra que ningúnpoder tiene derecho a anular,someter y vejar la humanidadde los seres humanos. Al menosdesde entonces, el corazón delarte moderno late al ritmo de ladefensa de la justicia y de la li-bertad. n

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Fernando Álvarez-Uría es profesor deSociología en la Universidad Complu-

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ijo del productor AlfredoRipstein, Arturo Ripstein(México D. F., 1943) es

uno de los más importantes di-rectores latinoamericanos. A los22 años debuta con Tiempo demorir (1965), un atractivo seu-dowestern escrito por los nove-listas Gabriel García Márquez yCarlos Fuentes, y desde enton-ces ha realizado otras 25 pelícu-las. Su cine aumenta de calidaddesde que, a finales de los añosochenta, comienza a trabajarcon la guionista Paz Alicia Gar-ciadiego. Entre sus últimas pelí-culas destacan Principio y fin(1992), brillante adaptación dela novela homónima de NaguibMahfouz, con la que gana laConcha de Oro del Festival deSan Sebastián, y La perdición delos hombres (2000), basada enun guión original de Paz AliciaGarciadiego, con la que vuelve aganar la Concha de Oro del Fes-tival de San Sebastián.

En la acutalidad, finaliza enMadrid el montaje de La virgende la ljuruia (2002), su primerapelícula española, personaladaptación, realizada por Gar-ciadediego, del famoso cuentoLa verdadera historia de la muer-te de Francisco Franco, de MaxAub.

Gracias a la profesión y lasamistades de su padre, desde pe-queño Arturo Ripstein tiene tra-to directo con famosos emi-grantes españoles republicanos,tanto con los directores Luis Bu-ñuel y Luis Alcoriza, como conel guionista Julio Alejandro y elnovelista Max Aub.

AUGUSTO M. TORRES. ¿Quérecuerdos tiene, de su infancia,sobre la emigración española aMéxico?

ARTURO RIPSTEIN. México esun país de muchas emigracio-nes. Hay tres emigraciones im-portantes. La primera es espa-ñola, luego hay otra francesa yuna italiana. La primera emi-gración española que recuerdoes una emigración económica,después viene la emigración po-lítica de la guerra civil, que esla que me toca más de cerca. Laanterior era la de los españolesque se establecían en Méxi-co, que se dedican al comercio.Tienen tiendas de abarrotes yhoteles. La que me toca, y la queme educa, es la segunda migra-ción, un poco a la que pertene-ce Buñuel, aunque él primerova a Estados Unidos.

México recibe un númeroconsiderable de intelectualesque salían de España, que ocu-pan puestos importantes en laeducación y la enseñanza, en elárea de la cultura. Yo estudio enun colegio de niños hijos deemigrantes e hijos de judíos. Noes el Colegio Madrid, que es elque funda la emigración al lle-gar, sino una especie de deriva-do con los mismos maestros. Eldueño de la escuela era un ma-estro valenciano y llevaba a susconocidos y amigos a que noseducaran. Esto con respecto ami educación secundaria, pero,por supuesto, en la universidady en otras instituciones la emi-gración española es fundamen-tal. Somos varias generacionesde jóvenes las que educan losespañoles que han salido de acá.Fácilmente, el 75% u 80% delos maestros que me tocaron amí eran españoles refugiados.Yo recibo una educación muyrepublicana, muy roja, que fuefundamental para personas co-mo yo.

A. M. T. ¿Sus profesores tení-an una gran añoranza de Espa-ña?

A. R. Mencionaban España,pero se habían integrado a Mé-xico, vivían muy cómodamente.Había otro grupo muy diverti-do, que eran más o menos losmismos, pero en la noche setransformaban, se reunían encafés. México nunca tuvo unatradición importante de tertu-lia, eran infrecuentes, pero losespañoles buscaron dos o treslugares, un café que se llama LaHabana, donde se reunían losque uno conocía por otro lado.Eran perfectamente mexicanos,pero se reunían a discutir la ca-ída de Franco. Max Aub tieneincluso relatos al respecto, quelos pinta muy claramente. Eranreuniones de españoles donde,ahí sí, había la absoluta nostalgiade España. Como todos los gru-pos de emigrados, se reúnen en-tre sí hasta que se integran conel tiempo, se casan con locales ytienen hijos mexicanos. Muchí-simos de los hijos de refugiadosseguían ceceando. Era muy cu-rioso porque eran niños que ha-bían nacido en México y habíanvivido allí toda su vida y cecea-ban, a diferencia de nosotros,que hablábamos mexicano. Estececeo se pronunciaba mucho enlas noches en los cafés, dondehabía reuniones de los refugia-dos que añoraban la vuelta. Haymontones de historias de espa-ñoles que no compraban casa enMéxico porque estaban conven-cidos de que el año siguientevolvían. Ese año siguiente seprolongó 40. Cuando tenían susvidas y sus familias integradasen México.

Los españoles fueron impor-tantísimos después de mi edu-

cación secundaria, cuando en-tré a la universidad, donde dejépronto la carrera de Derecho, ala que me mandó mi padre, pa-ra evitarme ser cineasta. Fue di-fícil para mí el Derecho, sobretodo humanamente. Una tardevi a un reo que lo llevaban entribunales, un hombre muy pe-queño, todo encadenado, y medije. “Por ahí no es mi llama-do”. Me salí de allí y me metí alColegio de México, que es lainstitución más notable que hay,fundada con Alfonso Reyes, unode los hombres de letras más im-portantes que había, y un grupode españoles. Se llamaba la Ca-sa de España, antes de volverseel Colegio de México, que era elcentro de reunión cultural másimportante que había, que aho-ra es una de las instituciones se-ñeras de América Latina. Les de-bemos mucho.

A. M. T. Cuando Max Aubllegó a México, durante unatemporada vivió de escribirguiones para el cine, ¿lo cono-ció?

A. R. Lo conocía muy bien.Max Aub, junto con RicardoMuñoz Suay, son los dos hom-bres más malos que he conocidoen mi vida. A lo único que sededicaba Max Aub era a la de-turpación y al envilecimiento delos otros, pero era un hombreadorable, muy brillante, muy in-teligente y muy generoso. Estu-ve con él muchas, muchas ve-ces.

A. M. T. ¿Trabajó alguna vezcon su padre?

A. R. Eran amigos. Se cono-cían bien y seguramente Maxtrabajó en alguno de los guionesque mi papá produjo. No lo sécabalmente. Sólo sé que MaxAub estaba muy cerca del cine,

H

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D I Á L O G O

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AUGUSTO M. TORRES

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desde su colaboración con An-dré Malraux en Sierra de Teruel.Me imagino que llegó a México,lo mismo que Julio Alejandro,por ejemplo, e hicieron el oficio,como los tres, cuatro o cinco di-rectores españoles que se inte-graron a la industria de México.Todos estábamos convencidosde que los directores que habíanllegado a México habían sido enalgún momento artilleros, por-que la cámara nunca les salía de-recha.

A. M. T. ¿Llegó a colaborarcon Julio Alejandro?

A. R. A Julio Alejandro le co-nocí muy, muy bien. Trabajabamucho, mucho, con mi papá.Le conocí desde muy pequeño.Con él hice Los recuerdos del

porvenir, después de Tiempo demorir, que hice con García Már-quez, una adaptación que Juliohizo sobre una novela, muy cé-lebre en aquel momento, unapelícula llena de problemas decensuras y de cosas raras, queentonces en México eran muyrampantes. Julio sí fue un hom-bre importante en mi vida dejoven cineasta.

A. M. T. Escribió el guión deLos recuerdos del porvenir, basadoen la novela homónima de Ele-na Garro, que se ha reeditadoaquí hace un par de años.

A. R. Exacto, mi segunda pe-lícula, pero es tan floja que des-merece mucho el trabajo que hi-zo Julio. Fue amable, generoso ypaciente conmigo. Era yo un jo-

ven de 22 o 23 años cuando tra-bajé con él. Todo el trabajo quehacía Julio conmigo era ense-ñarme cómo era el oficio, queJulio conocía muy, muy bien.

A. M. T. ¿Cómo conoció aBuñuel?

A. R. Lo conozco desde muypequeño, porque también eramuy amigo de mi papá.

A. M. T. Le llevaba 44 años.A. R. Era mayor que mi pa-

dre, pero cercano a su edad. Losdos tenían una afición delirantepor las armas. Trabajaban en lomismo. Entonces el cine no erauna cosa enorme y dispersa, eraun grupo integrado de personasy había vida real en el cine des-pués de las filmaciones. Cosaque se ha perdido por completo.

Los que hacían las películas seencontraban después. Social-mente era frecuente que estu-vieran juntos. Compartían elentusiasmo por las armas, juntocon otro grupo de cineastas; ha-blaban de pistolas todo el tiem-po. Recuerdo a Buñuel desdemuy pequeño, cuando mi papáme llevaba al campo de tiro yhabía competencias de tiro decineastas o, en general, dondeparticipaban ambos.

Buñuel se jactaba de ser unenorme tirador, que, ciertamen-te, no era. Hacía sus balas y lasmedía, y, en algún momento,decía que había logrado la me-dida precisa de la cantidad depólvora para disparar un tiro yen un rango de siete o diez me-

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Buñuel y Ripstein

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tros pegarle a alguien y que labala quedara exactamente pega-da en el saco. Un día hizo el in-tento en su casa de uno de estosexperimentos perfectos: balascalibradas, exactas, con una me-dida de científico. Jeanne, sumujer, se rehúsa a ponerse deblanco; entonces Buñuel poneel saco sobre una silla, dispara yperfora el saco, la silla y la pared.Hacía estas cosas. No era muybuen tirador, pero era muy afi-cionado a las armas, le gustabamucho mostrarlas y explicartecómo eran, y se jactaba muchodel cuidado y la limpieza que lestenía. A mi papá siempre le riñóque no estaban pulcras como sihubiesen salido de la caja reciéncompradas, tal como las conser-vaba él. Yo tengo dos pistolasque me regaló Buñuel.

Conozco a Buñuel de muy,muy pequeño. Yo iba al cine conmi papá frecuentemente e ibamucho a las filmaciones. Las pe-lículas que producía mi papá,muy distintas a las que hacíaBuñuel en ese momento, eranlo que yo pensaba que era el ci-ne habitual, que era el cine quese hacía en el mundo. Era el ci-ne que se usaba dentro de unaindustria cinematográfica gran-de, tal como era en México enese momento, un país que pro-ducía 100 o 120 películas alaño. Tenía un público cautivo,las películas tenían un engrana-je perfecto de producción, dis-tribución y exhibición.

Yo suponía que había un solotipo de películas. Una tarde melleva mi papá al estreno de Na-zarín y para mí es absolutamen-te alucinante. Veo la película yentiendo que hay caminos alter-nativos, que el cine de la indus-tria nacional podía ser de otromodo. Voy a ver a Buñuel, tocola puerta, converso con él unmomento y le digo: “Yo quieroser cineasta como usted. Enton-ces a usted le toca cuidarme”.En ese momento Buñuel se de-muda, me tira la puerta en lanariz y se desaparece. Yo mequedo muy perplejo, pero unmomento después abre la puer-ta de nuevo y me dice que pase.Me mete a la casa, yo tengo 16

años; me ofrece un Martini, queno acepto porque me parecíaexcesivo; se sienta en su come-dor, saca un pequeño proyec-tor, coge Subida al cielo o no sécuál película, la enreda en elproyector y la usa para hacer fo-co en una pantalla, la quita yentonces pone Un perro anda-luz. Me la proyecta para mi azo-ro. Termina Un perro andaluz,me dice que espere un momen-to, la regresa y la vuelve a pasar.Entonces me dice: “Ésas son lasque yo hago. ¿Eso es lo quequieres?”. Yo, ya sin voz, le dije:“Pues sí”.

Era la primera vez que laveía en mi vida. Yo ni siquierasabía cabalmente de su existen-cia. No sabía por dónde andabani qué era exactamente. Habíaleído alguna cosa, había tenidoalgún conocimiento, pero no te-nía ni idea que iba a ser esta co-sa desmesurada. A partir de ahí,Buñuel, generosamente, me re-cibió en su casa, y culmina todocuando comienza la preparaciónde El ángel exterminador. Unpoco distante de Buñuel, no lohabía seguido viendo con cons-tancia, yo era un chico que iba ala escuela, a través de amigos co-mo Emilio García Riera y JomiGarcía Ascot, que eran más omenos cercanos a Buñuel, vuel-vo a retomar su cercanía, su pro-ximidad, y le digo: “¿Me permi-te usted estar dentro del rodajede la película?”. A lo que Bu-ñuel accede generosamente. Deahí surge una leyenda donde sesupone que yo era su asistente.Yo nunca fui asistente de Bu-ñuel, yo era un chico que se pa-raba en una esquina para ver có-mo hacía. No era la primera vez,lo había hecho muchísimas ve-ces con muchísimos directores,pero era la primera vez que lohacía con Buñuel.

Los directores malos eran for-midables, eran muy estimulan-tes, porque cuando tienes 16 o17 años y ves que un director,más o menos, resuelve planos,situaciones y cosas es interesan-te. En México no hay escuela decine en ese momento, aprenderel oficio se hacía viendo pelícu-las o leyendo de películas. Yo te-

nía la fortuna de poder estarpresente en el plató con muchí-simos directores, a los que iba yles preguntaba, a ellos, al fotó-grafo, al sonidista y a todos, por-que no había otra manera deaprender el oficio.

Con Buñuel pasó lo mismo,me paré en una esquina, cum-plía yo una doble o triple fun-ción. Ocasionalmente iba a porél a su casa con el coche, lo lle-vaba a la filmación o al final loregresaba a su casa y me tocabacargar el portafolio, dentro delque estaba el guión, el finder, elaparato para tomar la medidade los lentes de la cámara, unplátano y un sándwich. Eso eratodo. Yo lo cargaba todo el día yme iba pidiendo lo que necesi-taba a medida que lo quería. Leentregaba un plátano, el guión,un sándwich o el finder. Me per-mitía acercármele a preguntarlecosas. “¿Por qué puso tal lente ono tal otra? ¿Por qué la cámarava hacia delante en los rieles ono hacia atrás? ¿Por qué de labolsa de Nadia Oliva, cuandobusca un colorete, sale una patade pollo?”. A las preguntas téc-nicas me contestaba cabalmente,a las otras ya no. Me decía: “Esel… inconsciente”. “¿Por quépuso usted una pata de pollo yno un llavero, un puerco espín oun huevo?”. Entonces se senta-ba, pensaba un rato y me con-testaba alguna cosa. Adivino quele haría gracia a un hombre de62 años tener a un jovencito de18 diciéndole por qué hizo estoo esto otro.

Buñuel ya no era un directorestimulante como los otros, enla medida en que eran tan malosque yo decía que lo podía hacermejor. Me dije: “Es muy difícilhacerlo mejor que éste”. Eramuy preciso, muy justo, técni-camente hablando, muy sabiode su técnica cinematográfica.Buñuel siempre despreciaba latécnica cinematográfica. Adivi-no que creía que sería divertidoser el buen salvaje del cine, serun personaje de Rousseau ha-ciendo películas. Era intuición.No es verdad. Buñuel tenía co-nocimientos muy precisos detécnica cinematográfica.

A. M. T. No hay más que versus películas.

A. R. Por supuesto. Si no sa-bes exactamente cómo narras, esmuy difícil narrar bien. Unejemplo perfecto de técnica de-puradísima sería Diario de unacamarera, ya muy maduro Bu-ñuel en esa película, pero técni-camente hablando es su pelícu-la más perfecta. Es de una per-fección sorprendente. No hayuna sola película de Buñuel quetenga errores narrativos desde elpunto de vista técnico. Buñuelera muy justo, muy preciso ymuy conocedor de lo que que-ría.

A. M. T. En ese guión que lle-vaba con el sándwich, el plátanoy el finder, ¿había algún tipo deanotación técnica?

A. R. Sí, hacía anotacionestécnicas, casi cifradas. Nuncallegaba a improvisar. Era un di-rector muy responsable en tan-to que sentía que el dinero quele habían dado para una pelí-cula tenía que regresarlo. O sea,no podía pasarse del tiempo da-do para el rodaje de la película.Si Buñuel llegaba con el pro-ductor –en el caso de El ángelexterminador con Gustavo Ala-triste– al acuerdo de hacer lapelícula en cinco semanas, encinco semanas la terminaba, ypara terminarla a tiempo teníaque tener todo preparado. Nopodía irse más allá, que lo po-día haber hecho; no es infre-cuente en el cine pasarte depresupuesto o del tiempo quese ha decidido que es el rodajede la película. Ahora una pelí-cula de siete u ocho semanaspuede terminar siendo de nue-ve. Buñuel nunca lo hizo. Enese sentido era de una respon-sabilidad jesuítica. Si decidíaque el rodaje iba a ser cinco se-manas, era exactamente cincosemanas, o menos. Para llegar aeso tenía que tener todo riguro-samente visto, preparado, me-dido y calibrado. No improvisa-ba jamás.

A. M. T. En El ángel extermi-nador hay muchos personajes ysuelen estar casi todos en escena,¿cómo preparaba esos planos?

A. R. Eran 18 o 20 personajes

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juntos, son planos muy compli-cados de hacerse para que hayauna coherencia, para que se sepael espacio que ocupan dentro delcuadro. Se necesita una enormeprecisión técnica para lograrlo.Todo estaba muy bien armado.El muy bien armado que llevesprevio al rodaje de pronto se de-sarma con la realidad, pero cuan-do tienes tus bases precisas ybien establecidas puedes retomarsin ningún temor de equivocar-te qué estás haciendo. La reali-dad te cambia de pronto ciertascosas, hay movimientos que, enpapel o pensados, parecen posi-bles, pero en la realidad no por-que se te olvidó que había unacolumna o no se puede hacer elmovimiento por las dimensio-nes del lugar. Entonces lo cam-bias, pero si no lo tienes previstodesde antes, empezar a improvi-sar y que eso se te desmadeje esfacilísimo. A Buñuel nunca le videsmadejarse.

A. M. T. En algún lugar se haescrito que a Buñuel en El ángelexterminador le hubiese gustadollegar mucho más lejos, inclusoincluir escenas de canibalismo.¿El guión reflejaba algo de esto?

A. R. Esto debe de comenzarcuando Buñuel insiste mucho aÓscar Dancigers, el productor,para incluir en Los olvidados,dentro de la trama, una serie deescenas de surrealismo puro, deabsurdo. Buñuel filmaba en Losolvidados en un lugar cercano aunas construcciones inacabadas.Los niños jugaban por el piso,cometían algunas de las tropelíasque cometen y Buñuel queríavoltear la cámara y ver, subidosen los armazones de los edifi-cios, a los 100 profesores muybien vestidos de una orquesta.Toques de este tipo, Dancigersle pidió que no hiciera. Adivinoque con tan buen tino que pri-mero que nada no los necesita y,ahora pensando un poco qué se-ría de la película con estos deta-lles, la harían peor. Adivino quepor ahí viene esta leyenda endonde en cada película se su-pondría que Buñuel dejó fuerauna serie de escenas que podríanser buñuelianas como arqueti-po, pero que él no planeó jamás.

En El ángel exterminador séde cierto que no había en elguión nada que no se filmara.Gustavo Alatriste, singular pro-ductor porque no era habitual,era la segunda película que ha-cía; la primera había sido Vi-ridiana, que había hecho gra-cias a que Silvia Pinal, su mu-jer entonces, le pidió haceruna película con Buñuel, y Gus-tavo por complacerla hacía cual-quier cosa. En la siguiente, quefue El ángel exterminador, des-pués del premio en Cannes yuna cierta gloria, que le tocabatambién a Alatriste, le hubierapermitido a Buñuel hacer lo quequisiera, canibalismo y muchomás, pero Buñuel no lo tuvoprevisto jamás.

A. M. T. A los 22 años, cuan-do hace su primera película,Tiempo de morir, ¿en qué medi-da le influyó haber quedado des-lumbrado por la forma de tra-bajar de Buñuel?

A. R. Aprendí mucho menosde técnica cinematográfica, a pe-sar de ser muy puntilloso Bu-ñuel, con él que con otros. Elaprendizaje con Buñuel era másbien ético. A pesar de ser unbuen cineasta desde el punto devista técnico, aprendí más vien-do películas con John Ford ycon Fritz Lang, a los que era po-sible robarles cosas, muy reco-nocibles, en ese momento. Latécnica cinematográfica de Bu-ñuel es casi invisible, no habíamucho que robarle.

La inspiración técnica másbien era de otros, lo que sí reci-bí de Buñuel era la precisión éti-ca de cuál debe ser la distanciaentre el cineasta y la obra, cómodebe respetarse, qué debe espe-rarse de la obra. No siempre sedan estas cosas, es muy difícilque de pronto no te desvíes siquieres hacer una película paratu lucimiento o para tener éxito.A Buñuel le ocurrió esto, depronto tenía que hacer películasalimenticias, pero las leccionesde Buñuel eran básicamente es-to: “Trata de no traicionarte ati mismo en la medida de lo po-sible”.

Con los entusiasmos que nosproducían en esos momentos la

nueva ola francesa, que eranciertamente más determinantesque la técnica de Buñuel, o losdirectores italianos vigentes en-tonces –Fellini, Visconti, Anto-nioni–, que nos deslumbraban,era más fácil robar a Resnais, aTruffaut o a Godard que a Bu-ñuel, porque se notaba más sumano en sus películas que la deBuñuel en las suyas.

De alguna manera, Buñuel,por formación, por carácter, pordecisión, trataba de aparecer lomás poco posible en sus pelícu-las desde el punto de vista de lanarración técnica. Donde sí erainevitable Buñuel era en la elec-ción de los temas y en la miradaprecisa que tenía sobre sus asun-tos.

A. M. T. ¿Cuál era la posiciónde Buñuel dentro del cine me-xicano? Debió evolucionar des-de que apareció hasta que, pocoa poco, hizo unas películas quecomenzaron a tener repercusiónen Europa y con Viridiana ganala Palma de Oro del Festival deCannes.

A. R. Es un largo trecho. Bu-ñuel comienza a filmar en Mé-xico por 1946 y la Palma deOro es 15 años después. Sonmuchos años de carrera. Nocreo que Buñuel fuera un di-rector muy apreciado en Méxi-co, sobre todo por sus colegas.Buñuel era un director españolmás, como son una serie deimpresentables que estuvieronhaciendo cine mexicano du-

rante muchísimos años, que nohacían obras, sino producto. Sa-caban las películas habituales,que tenían un público cautivoque las iba a ver, películas queestaban de moda, cabareteras enel momento de las cabareteras,melodramas ensalzadores de losvalores habituales cuando es loque tenía que hacerse. Buñuelsiempre está al margen de estascosas. Recuerdo, a principios delos años sesenta, hablar con al-gunos otros directores a los queBuñuel les parecía un fenómenomás o menos despreciable. Noera querido por la gente. Buñuelnunca fue un director de gran-des éxitos, sus éxitos eran más omenos parciales.

Recuerdo que me cuenta mipapá del estreno de Él que esuno de los desastres nacionalesmás sorprendentes. Arturo deCórdova y su mujer van con mispapás la noche que se estrena, yel cine empieza a desbaratarsede carcajadas y a pegar gritos y apatalear la película. Hasta talpunto que, en el momento enque termina, Arturo de Córdo-va le dice a mi papá: “No mesalgo del cine porque, si me ven,me hunden”. Durante toda lapelícula, me comenta mi papáque Arturo de Córdova decía:“¿Por qué acepté trabajar con es-te loco que lo único que va a lo-grar es arruinarme?”. En ese mo-mento Arturo de Córdova eraun galán importantísimo, ya ha-bía estado en Hollywood, en

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México era uno de los dos o tresactores más cotizados, junto conJorge Negrete, Pedro Infante yPedro Armendáriz. Estos gran-des nombres de la mitología delcine nacional de los que forma-ba parte.

Los fracasos de Buñuel enese sentido eran estrepitosos.Buñuel lo narraba posterior-mente con risas, pero su pri-mera reacción debe de haber si-do de pánico y depresión terri-bles. No sólo por el fracaso dela película como tal, sino porlas posibilidades del futuro.Un fracaso tan sonado podíaimpedirle seguir adelante. Bu-ñuel nunca fue un directormuy apreciado ni por sus cole-gas ni por el público. Hacía pe-lículas que sí tenían cierto éxi-to, las que parecían melodra-mas, las que parecían correr porla corriente habitual en esos mo-mentos, a las que, en el mejor delos casos, siempre les sacaba al-guna vuelta, y ahí las películasfuncionarían, pero nunca fue undirector de estrépito hasta mu-chos años después.

Cuando Viridiana se saca laPalma de Oro, en Cannes, en-tonces la reacción es más vio-lenta, porque la envidia queproduce en sus colegas es cadavez más feroz. Recuerdo queBuñuel estaba haciendo la es-cena del oso de El ángel exter-minador, comimos en los estu-dios Churubusco, me encontréa un viejo director, un hombre

muy singular, que se llamabaChano Urueta, uno de los másprolíficos de la historia del cinemexicano, técnicamente muyexquisito, siempre inventabacosas con la cámara, y pésimo,un director lamentable en cadauna de sus películas; no hay nin-guna de las ciento y pico quehizo que se acerque a alguna delas de Buñuel. Me acuerdo de decirle a este viejo cineastaque Buñuel estaba rodando laescena del oso y me dijo: “Entodo el tiempo que he estadotrabajando en México, lo únicoque he visto es a Buñuel hacien-do el oso”. Eso era muy indica-tivo de lo que ocurría.

A. M. T. Es decir, que ni laspelículas de Buñuel tenían éxitoni les gustaban a otros directo-res, pero tenía habilidad parahacer una carrera coherente.

A. R. No eran los éxitos delas otras películas, pero no eranfracasos rotundos. Pasaban cosascomo las del estreno de Los ol-vidados, con la crema de la inte-lectualidad nacional. Buñuel locontaba muy gracioso años des-pués. Veía con horror y pánico ala mujer de David Alfaro Si-queiros, célebre pintor, tirárseleencima, con las uñas por delan-te para arrancarle los ojos al gri-to de “Vienen estos desgracia-dos a mostrar lo más feo de Mé-xico”. En ese sentido, Méxicosiempre hizo un cine que foto-grafiaba las aspiraciones de loque queríamos ser. Buñuel llega

y hace lo opuesto. No hace uncine sociológico ni antropológi-co, pero hace un cine con unamirada mucho más dura y fran-ca y seria de lo que era la cos-tumbre. No sólo el público co-mún, sino gentes educadas yque llevaban en sus manos lacultura lo acusaban de turpadordel orden nacional y de la ima-gen que teníamos de nuestropaís, que era escandaloso.

Los olvidados está a punto defracasar, pero muy poco tiempodespués del estreno, que se reti-ra rápido de las pantallas, va aCannes y gana un premio im-portante. Al regresar a Méxicocon el primer triunfo de Buñuelen Cannes –además en un ensa-yo del entonces joven OctavioPaz dice que es formidable–, apartir del aval europeo, es ungran éxito en México.

Pasaban un poco esas cosascon Buñuel. No eran fracasostremendos, no eran los éxitos delos otros directores, no estabaconsiderado como uno de losdirectores de primera línea, eraun poco el director del resto delas cosas. Director de películasde encargo que podían estar me-jor o peor. Hasta mucho tiempodespués no fue considerado deprimera línea. En México no fueparticularmente querido ni porel público ni por los cineastas.

Recuerdo a Buñuel sólo enreuniones con sus colegas a par-tir de las armas, de disparar. Bu-ñuel tenía una amistad cercanacon Luis Alcoriza y con JulioAlejandro, y quizá con uno odos más, pero no era un Buñuelsocial dentro de la familia cine-matográfica.

A. M. T. Además, los dos queha citado son españoles exilia-dos como él.

A. R. Exacto, pero estabanintegrados en el cine en México.Había muchos otros españolesen el cine en México, no eransólo ellos. Siempre estuvo unpoco al margen y los amigos deBuñuel eran sus colegas espa-ñoles. Muchos años después loveía con otros cineastas, peroformábamos parte de otra gene-ración, sobre la que fue muy in-fluyente; era muy importante, y

ahí sí había una especie de ve-neración.

A. M. T. Los directores de sugeneración.

A. R. Teníamos una gran ad-miración y respeto por Buñuel.No todos, pero muchos lo te-nían en altísima estima. ComoBuñuel no fracasaba del todo,podía seguir trabajando, peno-samente muchas veces. Recuer-do a Alcoriza contándome queBuñuel se le acercó, había unapareja de cómicos execrables, enese momento, y le dijo: “Tú queestás más en contacto con el ci-ne que yo, consígueme haceruna película con estos cómicos;no cambio una sola coma delguión, lo hago tal cual, porquenecesito dinero para vivir”. Eraaterrador. Adivino que les pasa atodos.

A. M. T. ¿La aspiración deBuñuel era volver a trabajar enFrancia?

A. R. El regreso de Buñuel aFrancia es un poco por desespe-ración en México. Le angustiabamuchísimo la falta de profesio-nalismo generalizado en la in-dustria mexicana. No se hacíanlas películas que hubiera queridoy nunca fue un director que seintegró, como los otros españo-les. Adivino que, en el momen-to en que le dijeron “Véngaseusted a Francia”, dijo que noquería volver a trabajar en Mé-xico porque padecía mucho. EnEl ángel exterminador se quejabade que la escenografía era po-bre, de que los actores no se sa-bían comportar, de que el ves-tuario había quedado mal.

Recuerdo un día antes de co-menzar el rodaje que Buñuelformó a los actores afuera de loscamerinos para ver cómo lesquedaba la ropa y me voltea yme comenta: “Hice el pedido dearistócratas y me han mandadocampesinos disfrazados”. Sequejaba mucho de estas cosas.Recuerdo que pidió una servi-lleta para servir unas copas, nohabía la que él quería, la mujerde maquillaje tuvo que sacar supañuelo para dárselo y que fun-cionara como lo que quería. Nohabía una botella de champaña.Tenían que abrirla y hacer el so-

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nido característico del descor-che. Decía: “Es que esta pelícu-la no sólo se va a ver en México,se va a ver en Francia y, si allí noreconocen un descorche de cam-paña, va a ser catastrófico”.

Cuando le dijeron “Véngasea Francia”, tomó la primeraoportunidad y se fue porque,probablemente, se sentía másapoyado por la producción queen México. Además, adivinoque el sentido de la responsa-bilidad de Buñuel haciendo pe-lículas en un país pobre y te-niendo que regresar el dinerohacía que se ajustara a los linea-mientos que había en ese mo-mento. Se desesperaba, pero nopedía más.

A. M. T. En su autobiografía,Mi último suspiro, que está es-crita con su coguionista francésJean-Claude Carrière, Buñueltrata mucho mejor a sus pelícu-las francesas que a las mexica-nas, cuando es evidente que lasmexicanas son mejores que las francesas.

A. R. Uno siempre es el pe-or crítico de las cosas de uno.Termina uno teniendo comopelícula favorita la peor y cosaspor el estilo. A mí también mepareció suavemente injusto Miúltimo suspiro, donde corre mása la ligera por México que porFrancia. Suponía que en Franciahabía llegado a una madurez deoficio, temática, etcétera, de lacual carecía en México, perocreo que es exactamente lo con-trario. A mí también me pare-cen mucho mejores las películasmexicanas de Buñuel que las defuera.

A. M. T. Yo estaba en Veneciael año que pusieron la mexicanaSimón del desierto, que a pesar deser una película inacabada essensacional, y también el año enque la francesa Belle de jour ganóel León de Oro, que supone suentrada triunfal en el mundo delcine, la película a partir de lacual comienza a ser conocido,pero que es una de las peores.

A. R. Lo que pasa es que Be-lle de jour es el primer éxito in-ternacional de Buñuel, es la pri-mera que lleva tumultos al ci-ne. Antes era conocido fuera de

México, por supuesto, pero erapara auditorios muy exquisitos.

A. M. T. La influencia de Bu-ñuel en el cine mexicano es muypoca, sólo en algunos miembrosde su generación.

A. R. A partir de mi genera-ción sí incide, antes absoluta-mente nada; a Buñuel se le con-sideraba como un señor que es-taba ahí haciendo películas, perono era el más bienvenido de losdirectores extranjeros.

A. M. T. Personalmente, ¿có-mo siente esa influencia?

A. R. A mí lo que me pasócon Buñuel es que me movióhacia los caminos desconocidos.Para mí hubiese sido fácil seguirun poco el camino de mi padre,como todos los hijos de produc-tores que se volvieron directo-res en mi generación y que si-guieron haciendo las películasque se hacían habitualmente enMéxico. Yo soy el único hijo deproductor en México que no si-guió haciendo las películas desu padre, y éramos un montón,éramos unos doce o quince, yyo más bien me fui por otro la-do. Su influencia fue definitivaen mis cosas, con Buñuel se meabrió una puerta a un paisajeabsolutamente desconocido yque había que explorar.

A. M. T. Cambiando de te-ma, me gustaría que hablase desu fascinación por los planos lar-gos, por los planos-secuencia. Esuno de los poquísimos directo-res de la historia del cine que losutiliza de manera sistemática, deforma normal. No es la excep-ción, sino la regla.

A. R. Se usan muy frecuente-mente, pero más como pirotec-nia que como otra cosa en ge-neral. Lo que me pasa es que,desde la primera película que hi-ce, Tiempo de morir, ya habíauna serie de planos-secuenciaque me gustaban mucho. Enese momento, lo que yo que-ría era tener una cámara quevolara, una cámara alada, conla que pudiera hacer estos pla-nos. Nunca supe muy bienpor qué me gustaba tanto.Después, pensando por qué eraeso, es que a mí me gusta másuna continuidad de puntos de

vista que las aristas que produceel montaje. El montaje son múl-tiples puntos de vista de un soloobjeto. Te acercas, te alejas, pe-ro por medio de cortes. Siempreencontré más mi voz en la flui-dez de un solo movimiento. Po-dría abundar en razones éticas yestéticas, pero de pronto mesentiría que miento. Podríamentir con galanura y gracia eincluso sabiduría, pero en rigores porque me gusta mucho, por-que encuentro que puedo hacer-los, porque no me cuesta muchotrabajo y porque los resultados amí siempre me emocionan en losplanos en los que uno sigue laacción cabalmente sin cambiarde óptica. A mí las cosas que megustan es porque lo primero queme despiertan es curiosidad, ylos cuentos que me gustan loscuento porque me producen cu-riosidad y la curiosidad la trans-fiero a quedarme mirando. Unade mis fascinaciones siempre hasido quedarme mirando las co-sas ratos largos. Si lo hago en lavida, no podía evitar hacerlo enel cine.

A. M. T. Viendo el corto Losdeudos, el fragmento inicial quehizo de La perdición de los hom-bres, me recordó mucho, a unnivel muy diferente, a La horade los niños, una de sus primeraspelículas.

A. R. Uno siempre terminasiendo el mismo. Nunca lo ha-bía visto de ese modo. Uno ter-mina dándole vueltas a la mismaperinola. Por más cosas distintasque quieras contar, por más ca-minos obtusos que quieras re-correr, siempre llegas exacta-mente al mismo punto. Unotermina suponiendo que hace,más o menos, la misma películaporque uno tiene, más o menos,el mismo destino. No se cam-bia. Hay una especie de nociónestética, ahora frecuente, dondete exigen que seas cada vez otro,donde se te echa en cara quetus películas se parecen a tuspelículas. Como si de prontouno decidiera dejar de ser el se-ñor que hizo tal película para 10años después volverse otro se-ñor. Evolucionas, maduras, afi-nas el instrumento, el oficio se

vuelve más preciso, pero las ob-sesiones y los gustos terminansiendo, más o menos, los mis-mos. Nunca le he reprochado anadie que me dice que desde pe-queñito lo que más le gustabaera comer garbanzos y que si-gue teniendo una seria aficiónpor los garbanzos. A nadie leechas en cara que sea tan pareci-do a sí mismo para que puedaimpedirse los gustos. El mejorconsejo que oí nunca en ese sen-tido de ética artística era en unaescuela, en un kindergarten enLa Habana, con niños de cuatroo cinco años, donde la maestrales dijo: “Atrévanse a usar el co-lor que les gusta”. n

Augusto M. Torres es cineasta yescritor.

ARTURO RIPSTEIN HABLA DE LUIS BUÑUEL

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