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1 Curso de Español Sciences Po París (Nancy) - Semestre 1 & 2 Nivel 2 2012/2013 Cine y derechos humanos

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Curso de Español Sciences Po París (Nancy) - Semestre 1 & 2 Nivel 2 2012/2013

Cine y derechos humanos

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FICHA TECNICA Dirección y Guión: Francisco Vargas Quevedo País: México Año: 2006 Duración: 98 min. Género: Ficción, Drama, Música

Artículos

Artículo 1: Campesinos cocaleros entre guerrillas y represión

Pedro Arenas García, Alcalde de San José Del Guaviare (Colombia) nos explica la situación de los campesinos cocaleros de su municipio entre guerrillas y represión, su papel como alcalde y su lucha por alternativas lícitas, pacificas, consensuadas y vigiladas socialmente.

San José del Guaviare: Zona de colonización campesina. San José del Guaviare, capital del departamento del Guaviare en Colombia, es un municipio situado a unos 400 km al sur oriente de Bogotá. Se ubica donde terminan las llanuras colombianas y comienza la gran selva amazónica.

San José del Guaviare tiene una población de unas 65.000 personas, tiene mas de 16.000 km2 y el departamento como tal tiene 54.000 km2. En esa porción del territorio nacional se siembra coca desde 1977. Antes se había sembrado marihuana, pero esta última se dejó de cultivar cuando en California (EEUU) empezaron a sembrarla para su propio mercado.

El Guaviare es una zona de colonización campesina, una zona que ha sido receptora de migraciones internas a causa de las violencias en el interior del país desde mediados del siglo pasado y también a causa del despojo de la tierra y del desempleo. El Guaviare recibía esas sucesivas oleadas migratorias al calor de bonanzas extractivistas. Durante los 6 primeros años la coca realmente parecía una mina de oro. Se creía que había una planta que a cambio de producir hojas producía billetes y que bastaba con llegar a un plantío de estos para recolectarlos.

Desde que comenzó la coca como bonanza para procesamiento de pasta base para el mercado internacional también llegó una violencia que fue primero una violencia común donde la gente se agredía, mataba por dinero, por negocios, por mujeres, por una deuda, por un lío de linderos de una finca… Una violencia muy cotidiana que hizo que se perdiera muchísima gente. La gente llega y consigue dinero rápido pero así como lo consigue se lo gasta en los bares, y en zonas de prostitución o adquiriendo muchas veces cosas innecesarias como coches de lujo o armas.

Mientras duró la gran bonanza de la hoja de coca para sacar pasta base, la región fue simplemente tierra de nadie, no había imperio de la ley para nada, ningún tipo de justicia, ni siquiera presencia del Estado colombiano: este mismo Estado había promovido hacia los años 60 que la gente del interior se fuera a vivir a esas tierras a cambio de la promesa de que recibirían después inversiones en escuelas, centros de salud, carreteras, y que llegaría la energía eléctrica y se les comprarían las cosechas… La gente que llegó motivada por este mensaje gubernamental se dedicó a sembrar comida pero el gobierno fue incapaz de absorber toda la producción y eso fue lo que abonó el terreno para la aparición de la fiebre de la coca.

Guerrillas y represión a ultranza Al principio de los 80 empieza en la región la guerrilla de las FARC, una guerrilla que ya cumple más de 44 años de existencia en el país y se ha vuelto parte del paisaje nacional. Esa guerrilla al principio era de corte muy campesino y pretendía implantar justicia entre esas comunidades y en

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buena parte lo logró porque hacia mediados de los 80 mermó mucho la violencia. Esto obviamente le sirvió para incluir dentro de su estrategia de financiación dinero proveniente de cultivos de la coca o de impuestos cobrados en las pistas de aterrizaje por donde los narcotraficantes extraían el producto. Les sirvió también para ganar población en todas las zonas de colonización de Colombia e incrementar sus estructuras armadas en su ofensiva contra el Estado central e incluso motivar la movilización de miles de campesinos contra las políticas represivas de los sucesivos gobiernos contra la coca. En ese contexto se dieron marchas de protesta a movilizaciones gigantescas, primero contra los planes militares de persecución a los campesinos involucrados en el cultivo de la coca y luego contra las campañas de fumigación aérea que el gobierno colombiano aceptó desde el año 94. Y las mismas fumigaciones fueron aparejadas con operaciones militares en tierra que en no pocas veces sirvieron para grandes abusos contra los derechos humanos, para desalojos de poblaciones enteras, expulsiones o desplazamientos forzados.

Hoy la situación de San José de Guaviare después de 14 ó 15 años de fumigaciones la podríamos resumir en la magnitud de la crisis social y del trauma humanitario. De su población la mitad, son desplazados a causa de los programas de erradicación, pero no son reconocidos como tal. También son miles de desaparecidos, asesinados, y centenares de campesinos involucrados en la lucha encarcelados. En general hay una estigmatización, una criminalización de la actividad campesina y no solo en Colombia sino en otras partes del mundo.

Desde el 1997, los grupos paramilitares de extrema derecha van eliminando a todos los colaboradores o posibles colaboradores de la guerrilla, la mayoría de las veces matando sobre simples sospechas, al margen de la ley y muchas veces con la complicidad del Estado. Esa situación, agrava el trauma humanitario generando terror y escondiendo detrás de ese terror personajes con dinero listos para comprar tierras: en San José del Guaviare, después de cada campaña de fumigación se censa una mayor concentración de la tierra entre algunas manos.

Aparejado con el problema de erradicación forzada, el Estado no ha sido capaz de sentar alternativas, opciones para el desarrollo legal, pacifico, integral y soberano para que los campesinos salgan de esta crisis. Los campesinos pobres que no han tomado por solución ir a la ciudad se han entrado aun más en los bosques, han tumbado esos bosques para volver a sembrar hoja de coca cada vez mas lejos de las bases antidrogas intentando evitar la acción de los aviones. Esto conlleva un problema de destrucción de los bosques amazónicos por un lado, y con las fumigaciones, una aceleración en el proceso de calentamiento global. Una competencia exclusiva del Gobierno Nacional

¡Hay que ver qué programas se han aplicado! En el 2003, el Plan Patriota vino a mezclar definitivamente drogas con guerra interna y involucró ya no sólo a la policía nacional sino también al ejército en la lucha contra el narcotráfico. En el marco de estas intervenciones se han presentado varios casos de corrupción.

A pesar de tantas intervenciones la pasta base y la cocaína siguen saliendo hacia los mercados de EEUU y europeo por toneladas. Lo que falla aquí es que se está tomando la hoja de coca por lo que no es. Pedro Arenas ha tenido la oportunidad de estar en el liderazgo social, campesino, comunitario, pero también del otro lado de la barrera, como miembro del Parlamento nacional o ahora como alcalde. Así mismo, teniendo los dos puntos vista, ha podido darse cuenta de los errores de las distintas políticas, programas y proyectos que se aplican a los productores de cultivos declarados ilícitos. Según él, la mayoría de estos fallos resultan en el hecho de que esas políticas o esos programas son inconsultos, no toman en cuenta la voz de los destinatarios: en resumen, son anti-democráticos porque no garantizan la participación popular y no están sometidos a ningún control social. Visto así, las autoridades locales no tienen ningún tipo de capacidad para intervenir en estos planes ya que es del resorte única y exclusivamente del poder nacional.

Por lo tanto, nos explica Pedro Arenas, si se despliega una campaña de fumigación o de erradicación en su municipio, para lo único que como alcalde es competente, es para recibir quejas

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y denuncias de los campesinos siempre cuando esa campaña haya dañado sus cultivos de comida. De ahí, envía esas denuncias hasta la capital del país para que allí la dirección general de estupefacientes decida si procede o no atender esta queja. Ya lo habremos entendido, como autoridad civil elegida por los campesinos no puede decir nada. Lo cual no quiere decir que se quede callado. Al contrario. Ha estado permanentemente haciendo propuestas sobre cómo se debería abordar el problema, ha estado animando a las comunidades campesinas a involucrarse en actividades agropecuarias lícitas, en proyectos productivos, en formas de desarrollo alternativas. Con sus compañeros, ha incluso facilitado el diálogo directo entre los campesinos y las autoridades antidroga locales. Por desgracia, muchas veces fue sin éxito porque el presupuesto para responder a esas opciones lo tienen el gobierno central o la comunidad internacional. Tuvieron menos éxito aún al llevar a los campesinos hacia las cabezas de las tropas antidrogas para pedirles que no leos fumigaran.

Aun así, la alcaldía y los campesinos siguen levantando sus voces sobre lo que está ocurriendo: no están de acuerdo con la fumigación, no están de acuerdo con la erradicación forzada. Quieren alternativas licitas y pacificas, consensuadas y vigiladas socialmente. ¡Yes, He can!

No da a pensar que la política del presidente colombiano pueda cambiar algo a corto plazo. Se siguen repitiendo los mismos errores una y otra vez. Se fumiga, desde el 94, se erradica de manera forzosa y sigue habiendo más de 98.000 hectáreas de cultivos de coca… ¿Alguien vera por fin pronto que esto no es la solución y que los campesinos merecen más dignidad?

Se espera mucho del cambio lo podría aportar el nuevo presidente de Estados Unidos siempre y cuando sea receptivo a las propuestas que salen de los países andinos. La política en Colombia tiene que cambiar y esto podría empezar por un cambio en el destino de las inversiones estadounidenses en Colombia. Menos para lo militar y más para lo social.

PEDRO ARENAS Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional JAN 20091

                                                                                                                                       1  http://base.d-­‐p-­‐h.info/fr/fiches/dph/fiche-­‐dph-­‐7985.html  

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Artículo 2: La guerrilla de pantalón corto

Más de 6.000 adolescentes, todos pobres, combaten en las filas de las guerrillas de Colombia

Colombianos apenas adolescentes sonríen como niños, y empuñan fusiles de asalto como hombres en los caminos y trochas de los 42.000 kilómetros cuadrados bajo control de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Lucía es morena, risueña y centinela en una trinchera de sacos terreros cercana a los Pozos, el municipio selvático donde el presidente Andrés Pastrana y, el guerrillero más antiguo del planeta, Manuel Marulanda, Tirofijo, de 73 años, destrabaron las negociaciones de paz. Lucía peina una cabellera negro zaíno, veló armas a los 15 y ha cumplido los 16 sin haber entrado en combate. ¿Por qué entraste en la guerrilla? 'Pues porque me fascinó'. ¿Nada más que por eso? 'Pues porque me gustaba'. ¿Nada más? 'Pues por el pueblo'. Seducidos, aventureros, forzados por las circunstancias o soñando con la liberación de sus compatriotas oprimidos, miles de adolescentes cuadran el paso en las filas de una fuerza insurgente cuyo poder económico y de fuego nunca fue igualado por guerrilla alguna en América Latina. '¿Tiene usted alguna monedita extranjera?'.La leva de menores fue uno de los asuntos abordados en las negociaciones concluidas el pasado viernes con una declaración de Gobierno y FARC en favor de una solución política de una guerra interna que se ha cobrado 35.000 vidas en los últimos 10 años. Nada se dijo en el comunicado conjunto sobre el destino de los chavales enrolados en armas, sobre combatientes cándidos e imberbes curtidos a tiros en los frentes de batalla. Poco antes de las pasadas navidades, Colombia observó a 53 niños capturados por el Ejército, y la gente con entrañas contuvo las lágrimas ante la contemplación de un racimo de chavales ateridos de frío, asustados después de dos semanas de choques con el Ejército.

'La guerra colombiana terminará cuando los hijos de los ricos y los generales sean obligados a formar parte de los pelotones de combate', apostaba un veterano corresponsal extranjero. No parece andar descaminado. La infantería de choque de los regimientos castrenses o insurrectos es alimentada por la pobreza, por familias rurales sin recursos que ven en el alistamiento el futuro de sus hijos. El Ejército admite a reclutas mayores de 18 años, pero la legalidad rebelde es otra, y los adiestra desde los 15. De todas formas, el asunto es lacerante, y la plana mayor de las FARC analiza ampliar la edad mínima de sus miembros. El Ejército de Liberación Nacional (ELN), y los grupos paramilitares también, incorporan a menores, y la Defensoría del Pueblo y varias organizaciones no gubernamentales calculan en 6.000 el número de uniformados lampiños. De acuerdo con fuentes oficiales, el porcentaje de deserciones llegó al 118% desde 1999. El coronel Germán Pataquiva, representante del Ministerio de Defensa ante el Comité de Dejación de Armas del Gobierno, el 40% de los aproximadamente 16.000 combatientes de las FARC son menores de 18 años. 'No le temen a la muerte y van jugando a disparar hasta que los matan y entran los veteranos a sostener el fuego'. Según la oficina gubernamental, 79 se entregaron al Ejército el pasado año, en tanto que hubo 237 adultos desertores.

La revista Cambio entrevistó a 10 de los 53 menores rescatados el pasado año del horror en que se halla sumida Colombia. 'Uno entra convencido de que la guerrilla es buena, que va a trabajar y ganar un sueldo, pero allá la vida es muy dura, y uno no vive sino cumpliendo órdenes', declaró uno. Para ellos la muerte es rutinaria pues con ella conviven. Un compañero encañonó a tres de las FARC cuando abandonaban. 'Tuvimos que bajarlo [matarlo], si no, no estaríamos contando el cuento'. Una chica de 14 años, alcanzada en un brazo, perdió el conocimiento disparando su fusil Galil contra los soldados profesionales de la Fuerza de Despliegue Rápido del Ejército. Regularmente, menores abatidos en otros frentes figuran entre los cadáveres expuestos en el suelo de instalaciones militares, filmados por las cadenas de televisión para espanto nacional. Jorge Briceño, Mono Jojoy, jefe militar de las FARC, entró en la guerrilla casi de teta, y con él muchos de sus subordinados. Algunas iniciativas estimulan la reinserción. Una de ellas es promovida por la Comisión de Derechos Humanos del Senado.

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Pero el conflicto y la lucha a muerte continúan. Grupos de guerrilleros juveniles transitan despreocupadamente por las calles de San Vicente del Cagúan, de 25.000 habitantes, el principal municipio de la zona cedida a la guerrilla. '¿Es usted del Madrid?'. Francos de servicio hasta la próxima patrulla o expedición de combate, compran naranjas o galletas en las tiendas de comestibles, departen sobre fútbol, o los culebrones televisivos. Sus convicciones políticas son elementales. 'Pues aquí estamos señor, por la justicia social'.

JUAN JESÚS AZNAREZ San Vicente 13 FEB 20012

                                                                                                                                       2  http://elpais.com/diario/2001/02/13/internacional/982018805_850215.html  

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Artículo 3: “El Gobierno intenta convertirnos en culpables en vez de en víctimas”

Tanja Nijmeijer, la holandesa guerrillera de las FARC, explica los motivos que han conducido a los insurgentes a las armas

En el mesón Maraka's, Tanja Nijmeijer se levanta de la mesa para despedirse, con un nuevo cigarrillo en la mano. Es martes por la noche, y en su rostro se dibuja una expresión atormentada, la misma que ha mostrado durante las dos últimas horas, igual que ocurrió el lunes durante las seis horas de nuestra conversación.

“Estoy cansada de tener que estar defendiéndome continuamente”, dice la holandesa que actúa en nombre de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en las negociaciones de paz de Colombia. “Es importante que entiendas por qué hemos recurrido a las armas y que en Colombia hay una guerra en la que se producen muertes. Y sí, a veces cometemos errores”. Nijmeijer, de 34 años, nacida en Denekamp (Holanda) y la segunda de las tres hijas de la familia, cuenta, llena de ardor, cómo es su vida en las FARC, la organización guerrillera de la que forma parte desde 2002. Está muy sorprendida por el interés que ha despertado en los medios de comunicación. “Me gustaría que se prestara más atención a las condiciones de vida de la gente. ¿No sería eso mucho más importante que hablar de mí?”.

Le brillan los ojos cuando habla de su vida en la selva colombiana, donde las FARC levantan un nuevo campamento cada tres días. Nos cuenta también que entiende mejor el mundo desde que siguió el curso de marxismo que la organización da a todos los guerrilleros. Igualmente entusiasmada se muestra al hablar sobre el contacto con la población en las áreas dominadas por los rebeldes, especialmente con los campesinos pobres. Las FARC están en guerra con el Gobierno colombiano desde 1964. Una guerra que desde los años ochenta – cuando los enormes ingresos del tráfico de cocaína comenzaron a funcionar como catalizador – ha hecho aflorar lo peor de ambas partes. Todos los días caen decenas de víctimas inocentes, principalmente campesinos colombianos pobres, atrapados entre las luchas, los deseos y los intereses de las dos partes en litigio.

“Nos gustaría que no hubiera víctimas, nos gustaría que no hubiera guerra, nos gustaría no estar en las montañas. Pero, si dejamos la lucha, ¿qué va a hacer el pueblo?”. Después se va de la habitación para volver al complejo vigilado donde se aloja junto con otros 29 guerrilleros para participar en las conversaciones de paz iniciadas el 19 de noviembre.

“La última vez que vi a Nijmeijer fue en agosto de 2001, mientras fregábamos los platos en la diminuta cocina de una residencia de estudiantes de Groninga. Era la mejor amiga de una compañera. Ya había estado una vez en Colombia y no dejaba de calentarme las orejas con las noticias sobre ese país. Once años después, llega a mi puerta un lunes a las 9.00 de la mañana en una furgoneta Mercedes blanca conducida por un chófer del Servicio de Seguridad cubano. Va en el asiento delantero, con Camila y Shirley en los asientos de detrás: “Son dos camaradas”.

Cuando, un poco más tarde, nos sentamos en un deteriorado restaurante del Malecón, Camila y Shirley abren sus ordenadores portátiles para trabajar. El holandés de Nijmeijer sigue siendo magnífico, pero para hablar de las FARC prefiere el español. El camino que la llevó a la guerrilla colombiana fueron dos acontecimientos que vivió en 2001 durante las prácticas que realizaba en aquel país. El primero fue la visita a un barrio desfavorecido de la ciudad de Pereira. Su acompañante le dijo que tenían que salir a las nueve porque a esa hora la gente se iba a dormir. “Cuando pregunté a un vecino del barrio por qué se iban a dormir tan pronto, me dijo que los paramilitares podrían considerar como delincuente a cualquiera que anduviera a esas horas por la calle y matarle de un tiro. A eso se le llama limpieza social en Colombia”. El otro ocurrió en Bogotá. Fue a visitar Ciudad Bolívar, el gigantesco barrio de chabolas al sur de la capital. Después la llevaron al Centro Andino, el centro comercial de la élite del norte de la ciudad. El contraste fue dolorosísimo.

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Nijmeijer profundizó en la Historia de Colombia, buscó en el país los contactos adecuados y se introdujo en el movimiento guerrillero. “Para mí estaba claro que la democracia en Colombia solo existía sobre el papel. Y así sigue siendo actualmente”. Su tapadera era su trabajo en una cara escuela de idiomas.

Más tarde, Nijmeijer también cometió atentados: entre otros ataques, colocó bombas en el Transmilenio, el sistema de transporte de autobuses de Bogotá, y a un rico comerciante. Según ella, no hubo muertos en sus ataques, que estaban planteados solo como protesta. Cuando en 2003 la policía desmanteló la red de militantes, Nijmeijer optó por una huida hacia adelante: luchar en la selva, ametralladora en mano. Su alias en las FARC fue Alexandra desde el primer día, y es con el que firma sus correos electrónicos. No se plantea un posible papel en política si tiene éxito el proceso de paz. “Me adaptaré a las necesidades que haya. ¿Qué necesitan las FARC, qué necesita Colombia, que necesita el pueblo?”.

Pregunta. Algunos piensan que las FARC recurren a usted – una mujer occidental, inteligente y elocuente – para mejorar su imagen.

Respuesta. Me molesta que digan que formo parte de la campaña de comunicación de las FARC. Lo que queremos es contar nuestra visión de las cosas. El Gobierno colombiano ha puesto muchas dificultades a mi participación en las conversaciones de paz.

P. Las FARC nacieron en 1964. ¿Cuál es su lucha actual? R. Los tiempos cambian, pero la opresión continúa. Nos consideramos un partido político armado, cuya ideología está basada en el marxismo-leninismo. Esas son las ideas por las que luchamos. Queremos hacer reformas radicales. Lo que nos preguntamos es ¿cómo podemos participar en la política? De eso tratan nuestras conversaciones con el Gobierno. P. Por el modo en que habla de su vida en las FARC, parece como si no hubiera guerra. También en el vídeo musical que han grabado da la impresión de que se trata de una alegre pandilla. R. Y eso es lo que somos. Si no estás alegre, no lo podrías aguantar. Precisamente son los momentos más difíciles los que nos inspiran la mayoría de las bromas. P. Las FARC tienen fama de imponer severos castigos en caso de infracción y la pena de muerte en caso de deserción. ¿No le ha disuadido eso nunca? R. Cuando en una ocasión llamé a escondidas a casa se me impuso, entre otros, el castigo de cavar más de 30 metros de letrinas y escribir 20 páginas sobre mi infracción. Somos un Ejército y tiene que haber disciplina. Pero el que deserta es un traidor".

P. ¿Ha asistido a alguna ejecución? R. No. Pero he oído hablar de ellas.

P. ¿Se ha vuelto más dura en todos estos años? R. Nosotros, los guerrilleros, somos duros por fuera, pero suaves por dentro.

P. ¿Estaría dispuesta a pedir perdón por vuestras víctimas? R. Hay un dicho: El pueblo sabe quiénes son sus verdugos. El Gobierno intenta convertirnos en culpables en lugar de víctimas. P. Como el objetivo que dicen perseguir es bueno, ¿no hay nada que reprocharles?

R. Yo no tengo que justificarme. La lucha está justificada. Estamos en guerra.

ROBERT-JAN FRIELE La Habana 24 NOV 2012 – 18:30 CET3                                                                                                                                        3  http://internacional.elpais.com/internacional/2012/11/24/actualidad/1353778248_429402.html  

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Referencias

ARENAS GARCIA, Pedro. Entrevista: Campesinos cocaleros entre guerrillas y represión. Enero

de 2009: http://base.d-p-h.info/fr/fiches/dph/fiche-dph-7985.html (28.04.2013)

JESÚS AZNARES, Juan. La guerrilla de pantalón corto. 13 de Febrero de 2001:

http://elpais.com/diario/2001/02/13/internacional/982018805_850215.html (29.04.2013)

FRIELE, Robert-Jan. “El Gobierno intenta convertirnos en culpables en vez de en víctimas”. La

Habana, 24 de Noviembre de 2012:

http://internacional.elpais.com/internacional/2012/11/24/actualidad/1353778248_429402.html

(20.04.2013)