Grupo de Memoria Histórica - Guerrilla y Poblacion Civil Trayectoria de Las Farc 1949-2013 (1)

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Estudio del Grupo de Memoria Histórica sobre la trayectoria de las FARC en la historia del conflicto armado colombiano

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  • Guerrilla y Poblacin Civil. Trayectoria de las FARC

    1949 - 2013

    Director General Centro nacional De MeMoria HistricaGonzalo Snchez Gmez

    CoorDinaDor Del inforMeMario Aguilera

    Investigadores asistentes Luca Vargas William Mancera

    Consejo Directivo Centro nacional De MeMoria Histrica

    PresidenteGabriel Vallejo Director DepartaMento para la prosperiDaD social

    Mariana Garcs Ministra De cultura

    Mara Fernanda Campo SaavedraMinistra De eDucacin nacional

    Alfonso Gmez MndezMinistro De justicia y Del DerecHo

    Paula Gaviria BetancurDirectora uniDaD para la atencin y reparacin inteGral De las victiMas

    Flix Toms Bata JimnezBlanca Berta Rodrguez PeaRepresentantes De orGanizaciones De vctiMas

    Centro nacional De MeMoria Histrica

    Gonzalo Snchez Gmez Director General

    Asesores De DireccinAndrs Fernando Surez, Mara Emma Wills Obregn, Patricia Linares Prieto, Paula Andrea Ila, Luz Amanda Granados Urrea, Doris Yolanda Ramos Vega, Csar Augusto Rincn Vicentes

    Directores tcnicos

    Martha Anglica Barrantes Reyes Direccin para la Construccin de la Memoria Histrica

    lvaro Villarraga SarmientoDireccin Acuerdos de la Verdad

    Ana Margoth Guerrero de OteroDireccin de Archivos de Derechos Humanos

    Juan Carlos Posada GonzlezDireccin de Museo de la Memoria

    Sonia Stella Romero TorresDireccin Administrativa y Financiera

    Adriana Correa MazueraCoordinacin Equipo de Comunicaciones

    DeleGacin De la unin europea en coloMbia

    Mara Wilhelmina Josepha Van GoolEmbajadora Jefe de la Delegacin de la Unin Europea en Colombia

    Asier Santillan LuzuriagaAgregado Cooperacin, Gobernabilidad Local y Derechos Humanos, Delegacin de la Unin Europea en Colombia

  • Guerrilla y Poblacin Civil. Trayectoria de las FARC 1949-2013

    ISBN:

    Primera edicin: Afro editores e impresores en noviembre de 2010, bajo el ttulo: LAS FARC: LA GUERRILLA CAMPESINA, 1949-2010. Gracias al apoyo de la Agencia Sueca de Cooperacin Internacional para el Desarrollo (ASDI), la Organizacin Internacional Para las Migraciones (OIM), Corporacin Nuevo Arco Iris y el Grupo de Memoria Histrica. Los contenidos no necesariamente reflejan las opiniones de ASDI, ni de la OIM.

    Segunda edicin ampliada: Imprenta Nacional, noviembre de 2013. Realizada en el marco del convenio de cooperacin entre el Centro de Memoria Histrica (CMH) y el Instituto de Estudios Polticos de la Universidad Nacional de Colombia (IEPRI).

    Nmero de pginas: 393Formato: 15x23cm

    Coordinacin Editorial:Lina Mara Daz, Direccin para la Construccin de la Memoria Histrica

    Correccin de estilo:Ana Cecilia Calle, Ana Mara Carvajal, Francisco Thaine y Tania Intriago

    Diseo y diagramacin:Daniel Clavijo y Magdalena Forero

    Georeferenciacin Julio Enrique Cortes

    Fotografa: Portada: Revista Alternativa Fotos internas: Revista Alternativa, Juan Arredondo y Presidencia de la Republica Reproducciones: lvaro Andrs Cardona

    Impresin: Imprenta Nacional

    Centro Nacional de Memoria HistricaCarrera 6 N 35 29PBX: (571) 796 [email protected] www.centrodememoriahistorica.gov.coBogot D.C. Colombia

    Impreso en Colombia. Printed in ColombiaQueda hecho el depsito legal.

    Cmo citar:Centro Nacional de Memoria Histrica. Guerrilla y Poblacin Civil. "Trayectoria de las FARC 1949-2013". Bogot: Imprenta Nacional, 2013.

    Este informe es de carcter pblico. Puede ser reproducido, copiado, distribuido y divulgado siempre y cuan-do no se altere su contenido, se cite la fuente y/o en cualquier caso, se disponga la autorizacin del Centro Nacional de Memoria Histrica como titular de los derechos morales y patrimoniales de esta publicacin.

  • Grupo de Memoria Histrica

    Guerrilla y Poblacin Civil Trayectoria de las FARC

    1949-2013

  • 7Contenido

    Presentacin .................................................................................13Prlogo ........................................................................................ 23

    Captulo 1 PRiMeR PeRiodo: MARGinAlidAd GueRRilleRA Con leGiTiMidAd soCiAl, 1949-1978 .......................................... 291. el pasado no perdona: la violencia estatal y la autodefensa agraria ........................................................ 322. las guerras de las autodefensas agrarias .................... 423. las autodefensas por dentro: una estrategia de contrapoder ........................................................................ 554. las farc y la marginalidad de los primeros aos (1964-1978) .............................................................................. 635. Creciendo hombro a hombro con el Partido ................ 766. las farc en las tierras prometidas ) .............................97

    Captulo 2 SEGUNDO PERIODO: DECISIONES DE GUERRA, UNIN PATRITICA E INSERCIN EN zONAS COCALERAS, 1978-1991 ...................................................................................... 1071. el plan estratgico de las farc y el surgimiento de una disidencia ............................................................... 1112. las farc y el pc: Pidiendo la paz y haciendo la guerra? ..................................................................... 1223. el aniquilamiento de la unin Patritica, las crisis de finales de los ochenta y el nuevo pacto constitucional 126

  • 4. la guerra de las farc en los ochenta ...........................1445 intercambios y relaciones de las farc con la poblacin civil ........................................................................................1555.1 Los inicios del control sobre zonas cocaleras y militarmente estratgicas ............................................................................1565.2 El activismo electoral de las farc, la apertura democrtica y la creacin de la UP ..............................................................1595.3 La expansin territorial y la creacin de nuevos frentes guerrilleros ...........................................................................1635.4 Las fricciones entre las farc y los poderes comunitarios ...164

    Capitulo 3TERCER PERIODO: CONSOLIDACIN MILITAR, DILOGOS DEL CAGUN y DECLIVE POLTICO-MILITAR, 1991-2008 ............................................................................... 1731 la primera ofensiva hacia el centro de despliegue, la negociacin en medio de la guerra y el naufragio del plan estratgico ......................................................1771.2 La poltica en manos del Secretariado ..............................2221.3 La consolidacin de un imaginario Bolivariano ..............2251.4 Los principales desarrollos programticos .......................2301.5 Los intentos por constituir un movimiento poltico clandestino ...........................................................................2362 las farc y la construccin de territorios sin estado .............................................................................2452.1 Las farc y los cocaleros: ms cerca de la instrumentalizacin que de la autonoma ............................................................2462.2 El intento de generar un poder dual desde la zona de despeje ...................................................................................2502.3 Las medidas polticas y militares para intervenir en la democracia local y ampliar los territorios sin Estado .......2562.4 Las marchas del 2008: Las FARC no son un ejrcito del pueblo! ................................................................................ 266

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  • 9Captulo 4CUARTO PERIODO: GUERRA DE RESISTENCIA y BSQUEDA DE LA SOLUCIN NEGOCIADA, 2008-2013 ........................2711. Reordenamiento poltico-militar: del viejo plan de guerra al modelo insurreccional? ...................................2732. los recursos aproximan a los enemigos .......................2913. escenarios con actividad guerrillera: organizaciones clandestinas, movimientos de resistencia y reclamos de paz ..................................................................................... .3014. debates e imaginarios de la negociacin.......................3155. Acuerdos parciales ........................................................... 328

    AneXosAnexo No. 1 Principales documentos programticos de las FARC ............................................................................................ 335Anexo No. 2 Las leyes de las FARC ........................................... 347Anexo No. 3 Acuerdo General para la terminacin del conflicto y la construccin de una paz estable y duradera .......................353

    BiBlioGRAFA .......................................................................361

  • Guerrilla y Poblacin Civil. Trayectoria de las FARC 1949-2013

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    Presentacin

    Este estudio sobre las farc busca hacer una sntesis de la evo-lucin de esta organizacin con base en la revisin de tres ejes. En primer lugar analiza las representaciones de las farc sobre s mismas y las que la sociedad ha elaborado de esa guerrilla. En segundo lugar, analiza el desarrollo militar en un sentido amplio (estrategias, mtodos de guerra, recursos y dominios territoria-les). y en tercero, las relaciones del grupo insurgente con la po-blacin civil. Este cruce de variables nos puso en la necesidad de realizar una periodizacin histrica que se ajustara a dichas varia-bles y que permitiera identificar los cambios de la sociedad y las transformaciones de esta guerrilla a lo largo del conflicto interno colombiano. De all surgi la siguiente periodizacin histrica:

    La primera fase est comprendida entre 1949 y 1978. La enmarcamos dentro de dos acontecimientos: el surgimiento de las guerrillas comunistas tras el asesinato de Jorge Elicer Gaitn y el comienzo de la violencia bipartidista. Finaliza con la VI Conferencia de las farc en 1978, cuando este grupo insurgente se propuso convertirse en una guerrilla nacional, en un Ejrcito Revolucionario, y cuando defini que su proyecto era la toma del poder. Si bien esta fase contempla el surgimiento de las farc en 1964 y le da la importancia que tiene para la historia de esa organizacin, subraya que hubo significativas prolongaciones entre las guerrillas comunistas y las farc. En los primeros aos de esa organizacin armada continu operando la fuerte subordinacin al Partido Comunista; la falta de claridad sobre sus

  • fines estratgicos; la persistencia en ciertas zonas; la continuidad de algunos de sus mtodos de guerra y de un discurso poltico construido sobre el conflicto agrario y la deuda histrica que habra dejado la violencia bipartidista. Hablamos, entonces, de una guerrilla marginal, silenciosa, poco combativa, que mezcla sus antiguos procedimientos con nuevas formas de atraccin y sujecin social en sus relaciones con los campesinos, que aboga por la presencia estatal en sus zonas de influencia y que socialmente es percibida como una guerrilla hija de la violencia bipartidista y de un conflicto social no resuelto por el Estado.

    La segunda fase, 1978-1991, se halla delimitada, de un lado, por la crisis poltica de finales de los setenta, generada por el auge de la guerrilla particularmente urbana y las protestas sociales. Esta crisis intent ser superada por la va militar con la expedicin del llamado Estatuto de seguridad. De otro lado, se conecta con otra grave crisis, la de finales de los aos ochenta, derivada del as-censo del narcotrfico, de la insurgencia y el paramilitarismo, que desemboca en la Asamblea constituyente y en la promulgacin de una nueva Constitucin. Esta es una fase de transicin para las farc. La guerrilla est reformulndose a s misma, y obtiene importantes resultados: conquista nuevos territorios ofreciendo en las zonas rurales diversas formas de intercambio a partir de las peculiaridades regionales; se dota de un Plan estratgico para la toma del poder, que transforma la guerra y la historia reciente del pas; expide normatividades internas; contina combinando la guerra y la poltica al crear la Unin Patritica; construye las bases de su retaguardia nacional; recibe el primer impacto de la economa del narcotrfico, entre otros. Este periodo se cierra con la acentuacin del exterminio de la Unin Patritica, tras el cual las farc tomarn la firme decisin de hacer la guerra hasta la vic-toria final, distancindose definitivamente de la negociacin y del proceso constituyente de 1991.

    La tercera fase, 1991-2008, expresa el desarrollo y el declive del Plan Estratgico, tambin denominado Campaa para la Nue-va Colombia, con la que las farc pretendieron entrar triunfantes a la capital del pas. En esta fase, esa guerrilla se comprometi con la guerra, desarroll la ocupacin territorial y la ofensiva militar,

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  • incluyendo la negociacin como estrategia poltica para desembo-car en la acentuacin de las acciones militares o para concluir en la creacin de una nueva repblica en sus zonas de retaguardia nacional e incluso en la posibilidad del reconocimiento del Estado de beligerancia. El Estado respondi con unas Fuerzas Armadas renovadas gracias al apoyo norteamericano, aplicando el Plan Co-lombia y desarrollando diversas campaas como el Plan Patriota y el Plan Consolidacin que terminaron forzando a la guerrilla a un repliegue militar. El accionar de las Fuerzas Armadas tambin implic que las farc perdieran gran parte de su control territorial que se confinaran en zonas despobladas y selvticas, que se des-mantelaran muchos de sus frentes, que varios de sus principales comandantes murieran y que su pie de fuerza disminuyera como resultado de mltiples deserciones.

    El despliegue militar activado por las farc irrumpe desafian-do un complejo cuadro de factores adversos, algunos irreversibles o demasiado importantes para evitar que la guerra fuera popu-lar y tuviera posibilidades de triunfo: el desarrollo de frmulas constitucionales que le van quitando piso a la insurgencia a travs de nuevas formas de participacin y de inversin de recursos en las regiones y localidades; el declive de los movimientos sociales tradicionales; la poca capacidad de penetracin poltica en las ciu-dades; la ausencia de fracturas en las lites polticas y militares; los cambios internacionales que muestran, de un lado, el derrumbe de los modelos socialistas y, de otro, las condiciones adversas para que el acceso al poder poltico por va militar tenga el respeto y el apoyo internacional; el ascenso y la progresiva expansin territo-rial del paramilitarismo; el desprestigio que generan mtodos de guerra como el secuestro y el uso de cilindros bomba y minas anti-personal; y la deslegitimacin que proyecta el manejo de recursos provenientes del narcotrfico, entre otros.

    El cuarto y ltimo periodo, 2008-2013, inicia con el Plan Renacer formulado por Alfonso Cano a su llegada a la coman-dancia y cierra con los primeros acercamientos de paz con el Go-bierno del presidente Juan Manuel Santos y la hoja de ruta para la paz, integrada por cinco puntos. En esta fase, la guerrilla recono-ce el impacto del Plan Patriota ejecutado con mpetu durante el

    Presentacin

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  • primer Gobierno de lvaro Uribe Vlez y, en consecuencia, define la estrategia para su recuperacin poltica y militar. La guerrilla se ha acomodado a las nuevas condiciones del conflicto, apelando con relativo xito a una guerra de resistencia o de sobrevivencia. Para ello sigue defendiendo algunas de sus zonas histricas, trata de incrementar sus combatientes, mantiene sus corredores estra-tgicos, establece alianzas econmicas con las bandas criminales y contina resguardndose mediante el uso de campos minados, las granadas mortero, los francotiradores y los carros bomba. Esta adaptacin de las farc a la ofensiva de la Fuerza Pblica y el cuestionamiento al cada vez ms lejano principio del fin de la subversin, ha llevado al Estado a redisear su estrategia militar mediante la aplicacin del Plan Espada de Honor y a formular en contrava de todos los pronsticos la posibilidad de buscar una salida negociada al conflicto.

    El ejercicio de intentar una sntesis de la historia de las farc sobre los ejes antes dichos nos mostr aspectos importantes sobre su construccin como guerrilla y nuevos caminos de investigacin sobre este actor insurgente. Entre ellos, destacamos una serie de puntos que referimos a continuacin.

    Es preciso mencionar algunos aspectos relevantes acerca del imaginario de la memoria y del discurso de las farc. La elabora-cin guerrillera de imgenes y argumentos que justifican la rebe-lin es permanente, y han apuntado a presentar a las farc como vctimas del Estado, entre estas acciones se cuenta: la agresin contra Marquetalia, el aniquilamiento de la up, el bombardeo contra Casa Verde, la acciones paramilitares apoyadas por agen-tes del Estado, etctera. Sin pretender negar que esos episodios, y unos ms que otros, hayan sido agresiones, lo cierto es que su recuerdo colectivo tiende a promover una violencia obligada, de-fensiva o de respuesta de la guerrilla contra el Estado, lo que se traduce tambin en la imagen de una insurgencia vctima de la fuerza abusiva o excesiva del mismo. Sin embargo, ese formato interpretativo tuvo sus lmites y tendi a desvanecerse cuando las farc pasaron a convertirse en un ejrcito organizado, relativa-mente bien armado y ofensivo. En esas condiciones, la violencia esgrimida por las farc comienza a ser vista como una violencia

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  • agresora y, sobre todo, sin excusa. Pero al mismo tiempo que a las farc se les agotaron los argumentos y las imgenes para mostrar que ejercan una violencia de respuesta, una buena parte de la sociedad colombiana se puso del lado de los actores legales o ile-gales que trataban de repeler esa agresin, con lo cual superaron la otra corriente de opinin que rechazaba la guerra y toda forma de violencia. Es en ese contexto que la violencia de respuesta, que es socialmente compartida, justificada y aceptada, dej de estar asociada a la guerrilla, para pasar a estar relacionada con los que la combaten, incluso por fuera del marco de la legalidad.

    Destacamos tambin que las farc se hayan preparado para la guerra en los noventa, reajustando tambin su imaginario y sus representaciones intelectuales. Adoptaron una simbologa patri-tica y bolivariana, heredada de alguna manera de la experiencia del m-19, que les permiti penetrar con mayor facilidad en las zonas rurales en las que la invocacin a Bolvar y los smbolos pa-trios pueden encontrar ms posibilidades de aceptacin y menos cuestionamientos al ser reivindicados desde la orilla de la insur-gencia. Tambin se advierte el esfuerzo guerrillero no del todo bien logrado de salir de su formato y proyecto campesino para plantear un discurso ms dirigido hacia las expectativas de otros sectores sociales. Dos grandes hitos se encuentran en la historia programtica de las farc: el Programa agrario de 1964 refor-mulado en 1993 y la Plataforma para un gobierno de reconci-liacin y reconstruccin nacional. Sobre esos dos grandes hitos se producen elaboraciones y reelaboraciones que no se desprenden de su matriz inicial.

    Sobre el otro eje del estudio, el de la guerra, resaltamos la per-sistencia de ciertos modelos e ideas fijas que explican el accionar de este grupo armado. Un primer aspecto relevante es el hecho de que las farc han militarizado permanentemente la poltica, pues esta es considerada como un medio para hacer ms eficaz la guerra. En las farc, la guerra y la poltica han sido indisolubles y siempre han fluido en la misma direccin. En un repaso de sus eventuales caminos legales (la relacin con el pc, los lazos con las organizaciones sociales y comunitarias, la creacin de la up y actividad difusa de los movimientos polticos clandestinos) o de

    Presentacin

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  • los procesos de negociacin, el clculo siempre ha sido el mismo: impulsar el ideario revolucionario sumando conciencias y volun-tades para hacer de la guerra una actividad socialmente compar-tida o realmente popular.

    Tambin resulta llamativo que desde la VII Conferencia de 1982 haya salido una orden y un plan de guerra (Campaa Boli-variana para la Nueva Colombia o Plan Estratgico) que las farc pretendieron cumplir al pie de la letra sin tener en cuenta las transformaciones sociales del pas. Fueron ms de veinte aos en que las farc canalizaron sus esfuerzos en diversos niveles para lograr las metas propuestas en el Plan, para lo cual tenan a su fa-vor los recursos del narcotrfico y la poca claridad de la sociedad y del Estado sobre la lgica de aquel. La guerra se profundiz en Colombia en gran medida por la obsesin y la coherencia con la que esa guerrilla se comprometi a aplicar su modelo o Plan de Guerra; en cambio, ninguno otro grupo guerrillero fue tan con-gruente con sus diseos poltico-militares, pues casi siempre ter-minaba actuando en contrava de sus formulaciones y objetivos. Aunque el Plan Estratgico de las farc recibi un duro y tal vez definitivo revs con la combinacin del Plan Patriota y del Plan Colombia, vale la pena preguntarnos: continuar vigente el mis-mo Plan Estratgico, pese a que la Fuerza Pblica ha logrado des-montar varios de sus objetivos y desarrollos?, o acaso la reciente actividad poltica y militar de las farc en el suroccidente del pas est indicando el surgimiento de una nueva estrategia guerrille-ra?; ha mudado a un plan de guerra claramente insurreccional en el que es muy importante el trabajo poltico y la aproxima-cin a las comunidades campesinas y a las ciudades? Es posible que hayan llegado a la conviccin de que la va armada es intil y que hayan optado por el fortalecimiento de sus aparatos polticos clandestinos con miras a un trnsito hacia la vida civil?

    Sobre el eje de la relacin de las farc con la poblacin civil destacamos algunas de sus lgicas. De un lado, las farc han tenido dos mtodos en sus zonas de influencia: inicialmente, en regiones con poca presencia estatal, las guerrillas trataron de sus-tituir algunas de sus funciones (ofertas de seguridad, prcticas de justicia, promocin de organizacin social, etctera) o de re-

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  • clamar su presencia con obras, planes y programas. Esto llev a reforzar la idea de que esta guerrilla solo pretenda la inclusin de regiones en el proyecto de construccin de Estado. Posteriormen-te ha quedado claro que buscaban su presencia para derrotarlo en varios sentidos: mostrando su incapacidad para atender todas las expectativas sociales; poniendo bajo su influjo a funcionarios del poder local y direccionando el gasto pblico a ciertas zonas veredales, y eliminando la presencia de autoridades, de Fuerza Pblica o de algunas facciones partidistas. En ltimas, en uno y otro mtodo qued puesto de manifiesto el inters estratgico de sustituir al Estado generando zonas de retaguardia nacional o de Frente guerrillero. Esta pretensin tiene una lgica de guerra y bien podra inscribirse en la racionalidad de generar un poder dual o de prefigurar en ciertas regiones los contornos de una repblica fariana.1

    1 La idea de fragmentar la soberana en el desarrollo de un proceso de rebelin de inspiracin marxista es de vieja data. 1) Se halla en un debate entre Lenin y Trotsky. Vase al respecto: Ren zabaleta Mercado, El poder dual. Problemas de la teora del estado en Amrica Latina (Mxico: Siglo XXI, 1977). 2) Tambin est relacionada con los grandes modelos de inspiracin marxista, es decir, el modelo insurreccional, el de Guerra Popular Prolongada y los modelos mixtos. Sobre los modelos de guerra y la formacin de los contrapoderes Vanse: Mao Ts-tung, Una sola chispa puede incendiar la pradera, enero 5 de 1930, en Obras escogidas de Mao Ts-tung, tomo I (Pekn: Ediciones en Lenguas Extranjera, 1968); y La situacin actual y nuestras tareas, diciembre 25 de 1947, en Obras escogidas de Mao Ts-tung, tomo IV, (Pekn: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1968), consultado el 14 de octubre del 2013, http://www.marxists.org/espanol/mao/escritos/SS30s.html; Vo Giap Nguyen, Guerra del pueblo, ejrcito del pueblo (Buenos Aires: La Rosa Blindada, 1971); erpi, Algunas de las estrategias generales que se enfrentan: la guerra prolongada, la guerra insurreccional y la Guerra de baja intensidad 5, consultado el 14 de octubre del 2013, http://www.enlace-erpi.org/doc; Mario Aguilera Pea, Las farc: auge y quiebra de su estrategia de guerra, Anlisis poltico 77 (enero-abril, 2013): 85-111. 3) En los conflictos de las ltimas dcadas del siglo XX, los grupos insurgentes en Amrica Latina intentaron formar contrapoderes en las zonas de retaguardia. Sobre esas configuraciones sociales en Salvador, Per y Colombia, vanse: Leigh Binford, El ejrcito revolucionario del pueblo de Morazn: la hegemona dentro de la revolucin salvadorea, Estudios Centroamericanos 625-626 (noviembre-diciembre, 2000); Leigh Binford, El desarrollo comunitario en las zonas conflictivas orientales, Estudios Centroamericanos 525-526 (julio-agosto, 1992); Carlos Tapia, Las fuerzas armadas y sendero luminoso. Dos estrategias y un final (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1997); Mario Aguilera Pea, Guerra, contrapoder y justicia insurgente 1952-2003, tesis doctoral en Sociologa Jurdica e Instituciones Polticas (Bogot: Universidad Externado de Colombia, 2009).

    Presentacin

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  • Tambin es evidente que las formas de relacin de las farc con la poblacin civil cambiaron de acuerdo con los escenarios socia-les, la situacin de la agrupacin armada y el proceso militar de la confrontacin. Por un lado, las farc pueden insertarse en una zona para aprovechar un conflicto social ponindose del lado de los campesinos, como en yacop a finales de los sesenta, donde apoyaron las organizaciones o ligas, o para imponer el orden en medio de la violencia generada por el narcotrfico, como en el Gua-viare en los aos ochenta. Igualmente, puede incrustarse en una zona sin conflicto para crearlo, como cuando llega a una regin a revisar las formas salariales o las liquidaciones de los trabajadores y a exigir el cumplimiento de disposiciones laborales; o tambin puede estimular la organizacin campesina para invadir tierras, tal como ocurri en varias zonas del pas en los aos noventa. Asi-mismo ha sucedido que las farc se implanten tratando de sostener un equilibrio y unos acuerdos que beneficien a diversos sectores sociales, como en Urab en los aos setenta, cuando ofrecan se-guridad a los hacendados a cambio de que pagaran salarios justos y una contribucin para la agrupacin armada. Marginalmente, en las zonas indgenas con mayor organizacin, como en el Cau-ca, se aprecia que las farc y dichas comunidades mantienen una constante tensin derivada de la permanente lucha de los segun-dos por mantener su autonoma, por imponer lmites a la violencia guerrillera, por neutralizar algunas de las actividades o iniciativas de los indgenas que coinciden polticamente con la guerrilla y que pueden resultar inconvenientes para las comunidades.

    Las formas de relacin de las farc con la poblacin civil no solamente se adecan a los escenarios sociales y regionales sino que tambin responden a las lgicas de guerra. Las farc y otros actores armados se relacionan con los territorios atendiendo a es-trategias poltico-militares: no es lo mismo una zona de retaguar-dia nacional o de Frente guerrillero que una zona en disputa. En la primera, se acercar a las Juntas de Accin Comunal (jac) y que estimular la creacin de organizaciones sociales bajo su in-fluencia; ofrecern orden, castigo a los delincuentes, justicia com-plementaria (cuando se trata de reincidentes o de casos que no pueden resolver los comits de solucin de conflictos de las jac),

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  • apoyo en las grandes tareas comunales, defensa frente a los abusos de los hacendados y presin a las autoridades locales para obtener beneficios para aquellas zonas bajo su influencia. En la segunda, esto es en las zonas en disputa, las farc tratarn de conquistar a algunos de los habitantes, pero tambin actuarn como un ejr-cito de ocupacin, imponindose por la fuerza. En estas zonas la oferta de bienes sociales tender a ser ms restringida; buscarn ganarse a la poblacin con el ajusticiamiento de delincuentes, con el enjuiciamiento de las autoridades corruptas. Adems, su forma de justicia no tendr la participacin de civiles (de miembros de las jac), sino que ser exclusivamente guerrillera. En estas zonas, a diferencia de las primeras, se presentar mayor drenaje de re-cursos va extorsin, tributacin o secuestro.

    Una primera versin de este libro se elabor para el Grupo de Memoria Histrica en el marco del proyecto Memoria Histrica de las Relaciones entre Actores Armados y Poblacin Civil: din-micas y procesos, que cont con el apoyo de la Agencia Sueca de Cooperacin Internacional para el Desarrollo asdi, en el marco del convenio entre la Corporacin Nuevo Arco Iris cnai y la Organizacin Internacional para las Migraciones oim. En dicho texto se propuso trabajar la perspectiva de la victimizacin, identificar las relaciones entre los actores armados y la poblacin civil, sus modalidades, mtodos y transformaciones a lo largo del conflicto. Esta versin fue publicada con el ttulo Las farc: la gue-rrilla campesina, 1949-2010. Ideas circulares en un mundo cambian-te? (Bogot: Corporacin Nuevo Arco Iris, 2010).2 Este estudio, y otros textos panormicos sobre los actores armados escritos durante este proyecto sirvieron de insumo para la investigacin que desarroll el Grupo de Memoria Histrica gmh de la Comi-sin Nacional de Reparacin y Reconciliacin cnrr, en cumpli-miento del mandato de la Ley 975 de 2005, Artculo 51, en torno a la elaboracin de una narrativa sobre el conflicto armado en Colombia que identificara las razones para el surgimiento y la evolucin de los grupos armados ilegales.

    2 Ese texto cont con la colaboracin como asistentes de investigacin de la politloga Melissa Vera y del historiador William Mancera.

    Presentacin

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  • El texto que hoy publicamos se revis en el marco del convenio de cooperacin entre el Centro Nacional de Memoria Histrica cmh) y el Instituto de Estudios Polticos y Relaciones Internaciona-les de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogot iepri. A esta versin se le hicieron reajustes, aclaraciones y precisiones, al igual que se le incorporaron varios soportes documentales y testimoniales que haban sido omitidos en la edicin anterior. La nueva versin se benefici de nuevos estudios y documentos indi-tos, as como de los comentarios y observaciones realizadas por Gonzalo Snchez, lvaro Villarraga, Andrs Surez y Roco Lon-doo.

    Mario Aguilera Profesor Universidad Nacional de Colombia

    Bogot, septiembre del 2013

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    Guerrilla y Poblacin Civil. Trayectoria de las FARC 1949-2013

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    Prlogo

    MODERNIzACIN y BARBARIE: SIGNOS CONVERGENTES DEL CONFLICTO

    ARMADO EN COLOMBIA

    Gonzalo Snchez GDirector Centro Nacional de Memoria Histrica

    Histricamente las FARC se despliegan como producto y a la vez como herederas de las luchas agrarias de los aos treinta del siglo XX y de La Violencia de los aos cincuenta. De hecho se proclaman vctimas del desangre nacional de entonces, una con-dicin que desde luego no les es exclusiva sino que comparten con miles y miles de colombianos. En esta perspectiva, las FARC se reconocen, en su fase originaria, como una fuerza defensiva, que dio proyeccin concreta a la nocin poltico-militar de au-todefensa. Un nfasis muy marcado, en un primer plano, en la continuidad de su presencia junto a conflictos sociales y polticos de larga duracin en el pas.

    En un segundo plano, las FARC son una de las mltiples ex-presiones de ruptura armada con las viejas luchas bipartidistas, aunque ellas mismas no insisten tanto en esa discontinuidad en-tre los dos momentos, como s lo hacen otras fuerzas insurgentes que se conformaron en los aos sesenta, como el ELN, o incluso despus, como el M19.

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    Guerrilla y Poblacin Civil. Trayectoria de las FARC 1949-2013

    El origen visiblemente campesino de esta guerrilla, consu fun-dacional Programa Agrario de 1964, hizo que desde los mbitos urbanos se la percibiera desde sus primeras irrupciones como vo-ceras del viejo pas rural, en contraste tambin con las guerrillas surgidas en el clima ideolgico y poltico de la Guerra Fra, y bajo la inspiracin cercanade la Revolucin Cubana, que tuvo notable audiencia entre sectores estudiantiles, sindicales y en general en-tre las capas medias urbanas.

    El impacto de este diferenciado origen fue notable con el co-rrer de los aos: las guerrillas predominantemente urbanas tuvie-ron un fuerte eco inmediato en la opinin nacional, pero tambin fueron mucho ms vulnerables a la accin de las fuerzas estatales, en tanto que las campesinas FARC, ms silenciosas, y casi mime-tizadas en las periferias, resistieron mejor las polticas contrain-surgentes, y se encontraron de algn modo justificadas cuando por muy distintas razones, no necesariamente agenciadas por ellas mismas, el pas volva a descubrir la centralidad del malestar agra-rio. Esta convergencia de Estado e insurgencia en la valoracin del vnculo orgnico entre conflicto y tierras se tradujo en el acuerdo de tratar este asunto como el nmero uno de la agenda de conver-saciones de la Habana.

    Por otro lado, las FARC dieron su salto cuantitativo cuando menos se esperaba: cuando la cada del Muro de Berln se supona le quitara soporte ideolgico y poltico, y cuando el inicial soplo revolucionario centroamericano comenzaba a desvanecerse, y las sociedades latinoamericanas comenzaban a pensar ms en los costos que en las promesas de la guerra.La guerrilla colombiana amortigu el impacto de estos nuevos contextos con un realismo contaminante que no pudo revertir. Se fue aproximando inicialmente de manera vergonzante y luego abiertamente a los circuitos de las drogas ilcitas, al intercambio con bandas criminales, y al uso de mecanismos de corrupcin caractersticos del clientelismo atvico para obtener fondos de las administraciones locales; prcticas que fueron socavando el discurso moral que la insurgencia haba esgrimido histricamente contra las elites econmicas y polticas. Una inslita condicin de guerrilla opulenta, muy distinta del ejrcito de los pobres en los pases centro-

  • americanos, le permiti incrementar exponencialmente su capacidad blica, y en su momento abordar incluso las negociaciones con notoria arrogancia.

    En efecto,tal como se muestra en este libro con documenta-cin de su misma fuente,en las dos posibilidades precedentes de negociacin durante el gobierno del presidenteBelisario Be-tancur primero, y luego con el presidente Andrs Pastrana las Farc se sentaron a la mesa con la clara determinacin de sacar ventaja de las treguas respectivas, y proyectar su expansin terri-torial, que por lo dems consideraban irreversible. Su crecimiento amenazante en todos los sentidos desencaden un proceso de mo-dernizacin y expansin sin precedentes de recursos humanos, tcnicos y financieros de las fuerzas militares, que fren y luego revirti de manera contundente la perspectiva de la toma de la capital y de los centros de poder nacional, como se anunciaba ritualmente en su plan estratgico.

    En consecuencia, con el crecimiento del aparato militar estatal, la expansin guerrillera, el avance sostenido del paramilitarismo y el apoyo norteamericano a travs del Plan Colombia, el pas vivi una guerra ms moderna y ms sangrienta a la vez. La confron-tacin elev despiadadamente los sufrimientos de la poblacin civil, atrapada en el fuego cruzado de insurgentes, paramilitares y agentes del Estado,en un proceso de progresiva desregulacin y degradacin de la guerra. Modernizacin y barbarie no eran ahora signos opuestos sino convergentes de la guerra. De un culti-vado imaginario de guerrilla agredida, construido desde adentro, para movilizar la solidaridad social, se pas a un imaginario so-cial de guerrilla agresora, construido desde el Estado y desde las vctimaspara movilizar contra ellas laindignacin ciudadana, la cual a menudo se negaba a ver, por otro lado, los horrores de los paramilitares y los descarros de los agentes del orden.

    La clave del xito relativo de las FARC, pero tambin de su declive militar y poltico reciente, est en sus complejas rela-ciones con la poblacin civil. Fueron voceras o la expresin ar-mada de reclamos campesinos en sus tempranos aos, aunque no secundaron al ms notable movimiento campesino, el de la ANUC a principios de los aos setenta, y tienen an hoy enormes

    Prlogo

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    desencuentros con la poblacin indgena; se mostraron proveedo-ras de seguridad de muchas comunidades agrarias, aunque con deslizamientos hacia formas tpicas de limpieza social, como las ejecuciones de abigeos; se erigieron por doquier como regulado-ras de conflictos y dispensadoras de sanciones (incluidos los tir-nicos fusilamientos) en zonas de colonizacin; se afirmaron como recaudadoras de contribuciones ms o menos forzosas, como los tributos en zonas cocaleras, que las reconocen como una fuerza protectora. Pero tambin se desbordaron en su hostigamiento sis-temtico a la poblacin civil, con prcticas como masacres, mi-nas antipersonales, tomas violentas de pueblos, hasta llegar a la generalizacin del recurso que ms impopulares las ha hecho: el uso indiscriminado del secuestro. Su accionar invadi la vida coti-diana de regiones y poblaciones, a veces como autoridad de facto y otras como fuerza de ocupacin. A la larga se puede decir que antagonizaron sistemticamente a la poblacin civil a la que ha-lagaban y trataban de seducir en el discurso pblico, pero que al mismo tiempo sometan, amparadas en el poder desptico de las armas. De todas estas variantes en sus relaciones con la poblacin civil se encuentra aqu contundente argumentacin.

    Las FARC hablan poco hacia fuera,pero lo documentan todo. y ello no solo por un cierto espritu notarial, sino tambin por una interiorizada disciplina, heredada quizs de los planes quinque-nales soviticos, que les permite hacer evaluacin detallada del cumplimiento o no de sus planes estratgicos.

    Este informe reconstruye la trayectoria mltiple del interlocu-tor insurgente en la mesa de negociaciones. Su situacin militar, su contexto internacional, la fatiga social con la guerra y sus agrie-tadas relaciones con la poblacin civil les imponen hoy compro-misos ms decididos con la paz, si quieren evitar, como se avizora aqu, la deriva delincuencial o un lnguido y prolongado desmo-ronamiento. Dejar podrir la guerra no les sirve a ellas y no le sirve al pas.

    Por ello el tema hoy no es, como quisieran muchos, la victoria o la derrota militar, sino cmo, despus de tantas dcadas de su-frimiento colectivo, hacer una paz honorable para disminuir la intensidad de las inevitablesheridas del posconflicto.

  • Guerrilla y Poblacin Civil. Trayectoria de las FARC 1949-2013

    Fotografa: Parada militar de las FARC en los actos de fundacin de la Coordinadora Guerrillera Simn Bolvar (CGSB). De izquierda

    a derecha Alfonso Cano, Gabriel Borja, Manuel Marulanda, Diego Ruiz, Jacobo Arenas, Vera Grabe, Otti Patio. La Uribe

    (Meta),Septiembre de 1987. Fuente: Revista Alternativa

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    CAPTULO 1

    Primer periodo Marginalidad guerrillera con legitimidad

    social 1949-1978

    El periodo entre 1949 y 1978 comprende, de un lado, la fase previa a la fundacin de las FARC en 1964, es decir, la actividad de la guerrilla comunista de resistencia o de autodefensa comu-nista, la cual se incuba dentro del proceso de la violencia bipar-tidista que envolvi a gran parte del pas. Reconocer tan largos antecedentes podra resultar innecesario de no ser por el peso que dicha organizacin le asigna a sus episodios fundadores o a sus guerras anteriores, convertidas en imgenes de culto y en destacados objetos de identidad.

    Planteamos de otro lado una prolongacin entre guerrillas de autodefensa comunista y las FARC entre 1964 y1978, por cuanto son ms las continuidades que las innovaciones que pueden dife-renciar las primeras de las segundas. Con la creacin de las FARC se produjo un importante cambio militar, pues se abandon la supeditacin del aparato armado a la defensa de un territorio incluso con fuerzas mviles para convertirse en una guerrilla trashumante y que usa una tctica de guerra de guerrillas, pero que sigue conservado algunas de las caractersticas y prcticas de su pasado. Por estos aos, las FARC son una guerrilla que se mue-ve en estrechos marcos regionales y se encuentra inscrita dentro de la estrategia del Partido Comunista, que la considera como su brazo armado y su reserva estratgica. Es adems una guerrilla que hereda los acumulados polticos y sociales de la guerrilla de

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    autodefensa, a la que todava le cuesta adaptarse al nuevo modelo de guerra de guerrillas lo que contribuir de manera importan-te a una crisis inicial y que tiende a encerrase en sus zonas de retaguardia, en las que impulsa la organizacin campesina que todava denomina como autodefensa agraria.

    Los primeros pasos de las FARC se enmarcan en buena medida dentro del contexto del llamado Frente Nacional, que si bien logr derrotar la violencia bipartidista y ampliar la presencia institucional, no pudo proyectar un impacto significativo en di-versos sectores sociales que esperaban la proteccin del Estado. La insatisfaccin social con el sistema poltico y el desgaste del monopolio bipartidista permitieron que irrumpieran nuevas fuer-zas y movimientos opuestos a la alternacin y que tomaran vuelo las ideologas revolucionarias inspiradas en la Revolucin cuba-na. En los aos sesenta y setenta, los grupos guerrilleros contaron con una relativa aceptacin social en zonas campesinas con poca presencia estatal, as como en sectores urbanos, particularmen-te estudiantiles, crticos del sistema bipartidista y profundamente influenciados por el pensamiento marxista-leninista, por sus debates y sus tendencias mundiales, y por el redescubrimiento en Colombia de la utilidad del anlisis marxista en las ciencias sociales.

    A pesar de la antipata contra el sistema poltico, las FARC, como las dems guerrillas, fueron durante aquellos aos grupos reducidos y marginales, que no ofrecan ningn peligro al estable-cimiento. Luego de atravesar una crisis interna, las FARC, a finales de los sesenta e inicios de los setenta, comenzaron a expandirse si-guiendo las rutas de las nuevas oleadas colonizadoras. Como en la poca de la autodefensa comunista, la guerrilla se insert en aque-llos procesos de expansin de la frontera agrcola, protagonizados por los desplazados de la violencia o por los pobres del campo, en busca de zonas marginales sustituir al Estado, imponer un orden y derivar su poder de la organizacin campesina y la denuncia de la ausencia estatal. Se expandi en zonas como Caquet, Meta, Hui-la, Magdalena medio y Urab, pretendiendo coexistir con diversos sectores sociales y desarrollando su doble papel de agentes del or-den de la colonizacin y de activistas armados que pregonaban el futuro socialista de la mano del Partido Comunista.

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    Pese a su arraigo campesino, a su solidez interna y a su creci-miento territorial, en estos aos an era una guerrilla sin claridad sobre su estrategia real, de bajo perfil, muy poco combativa y de pobre impacto poltico. Al igual que las dems guerrillas rurales, sera opacada a mediados de los setenta por el accionar del M-19, que gana la atencin pblica al usar una simbologa patritica, realizar acciones urbanas audaces y emplear un lenguaje atracti-vo para los sectores medios y bajos de las ciudades colombianas. Al finalizar aquella dcada, el silencioso avance de las FARC se vera obstaculizado por dos fenmenos: en primer lugar, el rom-pimiento de la convivencia de esa guerrilla con hacendados y co-merciantes en varias de las zonas de reciente colonizacin; y en segundo lugar, por la primera actividad paramilitar sistemtica que se registra en la historia reciente del pas, la cual tuvo como epicentro el territorio del Magdalena medio, donde se instalaron ofensivamente para atajar la influencia guerrillera sobre las zonas campesinas vinculadas con el Partido Comunista.

    El presente captulo comienza poniendo de manifiesto las rela-ciones existentes entre tres fenmenos sociopolticos importantes: las luchas agrarias del siglo XX, la actividad poltica del Partido Comunista y la creacin de las autodefensas campesinas (efecto de la violencia bipartidista). Estas conexiones son examinadas a travs del contraste entre el orden de la memoria de las FARC y los anlisis acadmicos de la historiografa social del siglo pasado. En segundo lugar, repasa las diferentes guerras sostenidas por la autodefensa comunista, identificando los argumentos con que se justifica la violencia y los significados de lo que ellos llaman la agresin oficial a Marquetalia, episodio fundador de esta guerri-lla. En tercer lugar, identificaremos las caractersticas del orden social que se instaura en las zonas de autodefensa, teniendo en cuenta los modos de apropiacin de la tierra, las formas produc-tivas, las instancias de gobiernos y los mecanismos de control y castigo. En cuarto lugar, se examinan los primeros aos de vida de las FARC y los rasgos centrales de su discurso marxista, as como el debate ideolgico entre el Partido Comunista y las FARC, cuyos argumentos estuvieron profundamente influenciados por factores y coyunturas internacionales. Luego se hace un balance

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    del poder ofensivo de esa guerrilla y se destacan sus formas de interaccin con el Partido Comunista en el proceso de expansin territorial, a lo largo de la dcada del setenta, y que tuvo como respuesta el primer ejercicio organizado del paramilitarismo de la historia reciente colombiana, el cual golpea fundamentalmente a las regiones campesinas influenciadas por este partido, a cuyos habitantes acusan de ser auxiliadoras de la guerrilla.

    El captulo termina identificando las relaciones entre las FARC y poblacin civil en ese periodo. Para ello, se presenta, por un lado, una tipologa que permite mostrar las diferencias de esa in-teraccin a partir de los diversos escenarios sociales; y por otro, las semejanzas en los mtodos o instrumentos de relacionamiento con los campesinos, que en gran medida se convertirn en meca-nismos usuales para las expansiones futuras de esa organizacin armada.

    1. El pasado no perdona: la violencia estatal y la autodefensa agraria

    La historia de las FARC hunde sus races en las luchas agrarias del Partido Comunista (PC) en los aos treinta y en las expresio-nes de autodefensa campesina planteados por ese partido duran-te el periodo de la violencia bipartidista (1945-1964). Si bien ese encadenamiento de procesos histricos hace parte del relato de las FARC para justificar su opcin armada en trminos de una confluencia de episodios que los llev ineludiblemente al ejerci-cio de la violencia, no por ello podra considerarse que se trata exclusivamente de un simple arreglo de la memoria o de una ma-nera particular de contar la historia colombiana. Es evidente que existen diversos hilos de continuidad que ligan a las FARC con estos episodios, al punto de que esos robustos antecedentes siem-pre han tenido un peso muy relevante, no solo en la memoria de ese grupo guerrillero, sino tambin en los anlisis acadmicos que se han elaborado al respecto.1 Varios son los hilos de continuidad

    1 Por ejemplo: Eduardo Pizarro, Las FARC 1949-1966: de la autodefensa a la combinacin de todas las formas de lucha (Bogot: Tercer Mundo-IEPRI, 1991).

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    que ligan los conflictos agrarios de las dcadas anteriores con la creacin de las FARC en 1964 y su evolucin posterior: su arrai-go campesino, la importancia de las reivindicaciones agrarias en su discurso poltico, la persistencia guerrillera en determinadas zonas, la cercana poltica e ideolgica con el PC, el liderazgo de Manuel Marulanda Vlez, las trayectorias familiares de muchos guerrilleros, la conversin de la agresin estatal a Marquetalia en el episodio fundador de las FARC, etctera.

    La violencia bipartidista tuvo, entre otros escenarios,2 las zonas de recientes conflictos agrarios, influenciadas polticamente por los efmeros partidos socialistas de los aos veinte del pasado siglo; por el Partido Comunista, que haba sido fundado en 1930; por la Unin de Izquierda Revolucionara (UNIR), que estuvo activa entre 1933 y 1935, conducida por el dirigente liberal Jorge Elicer Gaitn; es notable tambin la participacin del lder agrario Eras-mo Valencia, un activista socialista que en los aos veinte tom distancia de las organizaciones de esta vertiente y que en los aos treinta fund el Partido Agrario Nacional (PAN), alcanzando la representacin electoral entre 1935-1936.3 Sin duda, la labor de agitacin de esos movimientos en la segunda y tercera dcada del siglo pasado permiti que las organizaciones campesinas elevaran su nivel de lucha y que los problemas de la propiedad y del trabajo en el campo tuvieran eco en el debate partidista. Esto contribuira a que se buscaran salidas jurdicas al problema agrario algunas con exiguos resultados, como la Ley 200 de 1936 o a que a lo sumo existieran condiciones para el reconocimiento incipiente de varias normas que regulaban la explotacin de los predios agrarios y de los ms elementales derechos de los trabajadores agrcolas.

    El Partido Comunista, como uno de los movimientos polticos que acompa las luchas campesinas de los aos treinta y cua-renta, centr su actividad principalmente en Viot y la regin del

    2 Oquist mostrara la violencia derivada de la presencia de conflictos, entre ellos: rivalidades tradicionales entre poblaciones; violencia por el control del poder local; violencia por la cosecha cafetera; violencia por el control de la tierra, etc. Paul Oquist, Violencia, conflicto y poltica en Colombia (Bogot: Banco Popular, 1978), 273-333. 3 Gonzalo Snchez, Las ligas campesinas en Colombia (Bogot: Ediciones Tiempo Presente, 1977), 4-95.

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    Tequendama, en Cundinamarca; en Icononzo, Cunday, Natagai-ma, Coyaima, Ortega, Purificacin, Coello, Mariquita, Honda, Chaparral y el Lbano, en el Tolima; en Montenegro y la Tebaida, en Caldas; en Puerto Berro, Antioquia; y en Baraya, Huila, entre otros. En estos escenarios, ese Partido ensayara diversas formas de accin poltica, atendiendo a los distintos niveles de politiza-cin del campesinado y a las variadas modalidades de los conflic-tos regionales y locales.4

    La accin del PC y de los referidos movimientos polticos contri-buy a limitar la explotacin campesina, a modernizar las relacio-nes econmicas existentes y en no pocos lugares a transformar la estructura de la propiedad. En dos zonas claves para esa organiza-cin poltica, Viot y Chaparral, hubo importantes modificaciones de las relaciones del campo luego de los movimientos campesinos de los aos treinta. En ambas ganaron los campesinos, obteniendo victorias de diversa magnitud, dado los niveles y particularidades de cada lucha. Sin embargo, el estallido de la violencia partidista se vivi en cada zona de diferente manera y en Chaparral condujo al retroceso y desvanecimiento de las victorias de los campesinos. Veamos los dos casos:

    En Viot, a comienzos de siglo pasado, unas veinte familias con-trolaban algo ms de 100.000 fanegadas. Los campesinos, por el derecho de vivir en las haciendas, deban pagar entre 6 y 18 sema-nas de trabajo gratuito aportado, casi siempre, por toda la unidad familiar, con una jornada de trabajo de 12 a 13 horas y con una nica y escasa racin de comida. En los pedazos de tierra ocupa-dos por los campesinos, no se podan construir casas sino tambos con paja o palmiche; no se poda sembrar caf, caa o pltano, por cuanto solamente estaban autorizados los cultivos de pan co-ger. El hallazgo de matas prohibidas acarreaba sanciones penales en los calabozos de la hacienda, en las que se usaba el cepo y la muequera, dos instrumentos usados para inmovilizar a los presos y que se convertan en herramientas de tortura. El patrn de cada hacienda actuaba adems como juez penal, imponiendo sancio-nes mediante el mecanismo de enviar al campesino incriminado

    4 Snchez, Las ligas campesinas en Colombia, 88.

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    con una carta (cuyo contenido ignoraba) dirigida a las autorida-des, quienes al recibirla procedan penalmente contra el portador, como si el escrito del hacendado fuera formalmente una senten-cia penal. As tambin, los campesinos estaban obligados a pagar 10 centavos de aduanilla por usar los caminos de la hacienda cuando sacaban productos al mercado y se les forzaba a comprar sus vveres en las tiendas de las haciendas o comisariatos, que re-sultaban ser ms caros y de menor calidad que otros disponibles.5

    Frente a tal sistema de dominacin, los campesinos comen-zaron a emprender acciones, primero bajo la direccin del Par-tido Socialista Revolucionario, en los ltimos aos de la dcada del veinte, y despus bajo la influencia del PC. Los campesinos se valieron de recursos legales: organizaron ligas y sindicatos agr-colas, formularon pliegos de peticiones en los que reivindicaban entre otras cosas el pago de su salario en dinero, el mejoramiento de la alimentacin, la libertad de cultivos, la libertad de trnsito, etc. Adems, al ser consideradas sus acciones legales como sub-versivas los campesinos resolvieron combinarlas con mecanismos de movilizacin y resistencia social como la invasin de tierras, la negativa a recoger la cosecha cafetera, la construccin de casas en las parcelas, la siembra clandestina de caf, caa de azcar y pltano; y la creacin preventiva de la llamada guardia roja para enfrentar la violencia de la Polica. Los hacendados respondieron realizando lanzamientos con el apoyo de las autoridades, hacien-do arrancar los cultivos ilcitos de caf y promoviendo el encar-celamiento de los dirigentes comunistas, a los que se les aplic la famosa Ley Lleras.6

    Desde 1936, los latifundistas comenzaron a ceder, aceptando arreglos parciales con los campesinos que ocupaban sus tierras, negociando a precios bajos y con intereses reducidos. La trans-formacin que se presenta se refleja en las siguientes cifras: hacia 1939, existan en la zona 101 propietarios, de los cuales 23 posean

    5 Vctor Julio Merchn, Datos para la historia social y econmica y del movimiento agrario de Viot y del Tequendama, Estudios Marxistas 9 (1975), 108-109. 6 Merchn, Datos para la historia social, 110. La ley fue aplicada contra delincuentes reincidentes y vagos para controlar especialmente la inseguridad urbana de mediados de los cuarenta.

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    el 94.7% de la tierra productiva, mientras otro 78% posea el 5.3%; sin embargo, diez aos despus, en 1949, se haban parcelado12 de las 45 grandes haciendas y existan 980 pequeos propietarios, con fortunas que oscilaban entre $20.000 y $60.000 pesos. Haba cambiado la estructura de la propiedad y tambin se haba amplia-do la organizacin comunista, pues en ese ao funcionaban 15 sindicatos agrcolas y un sindicato de industria7.

    Cuando la violencia bipartidista se desat, los campesinos co-munistas de Viot ya haban consolidado sus derechos y tenan un importante influjo poltico gracias a que formaban mayora en el concejo municipal. Ese antecedente los llev a cerrar filas junto con los hacendados para evitar que creciera la violencia, despus de que el Gobierno de Laureno Gmez ordenara el ingreso en la zona del Ejrcito y la Polica, y se dieran las primeras refriegas san-grientas entre la Fuerza Pblica y los comandos campesinos de au-todefensa orientados por el PC. Los acuerdos entre los campesinos de autodefensa y los hacendados de Viot se concretaron en un ar-misticio firmado a mediados de 1951, a instancias de los segundos. El pacto se rompi con la ilegalizacin del PC y la agresin militar a Villarica en 1954, por lo que los campesinos ocuparon algunas zonas de montaa de propiedad de los latifundistas, para repar-tirla entre los jornaleros combatientes que no tenan parcelas8.

    Al igual que en Viot, en Chaparral, en las primeras dcadas del siglo XX, unas pocas familias concentraban la propiedad: por ejemplo, una sola de ellas, los Iriarte, contaba con 150.000 hec-treas desde el ro Amoy al Ataco y de sus cabeceras hasta sus desembocaduras9; las relaciones entre terratenientes y trabajado-res tambin se asemejaban a las que tenan lugar en las haciendas de Viot. En los primeros aos de la dcada del treinta, el malestar campesino se enfocaba contra la estafa que les hacan los hacenda-dos al pesar el caf, a la que se sumaban otras formas ms sutiles de engao, como los bajos precios de compra y las exigencias de

    7 China en Miniatura, Semana, febrero 5 de 1949.8 Vctor Julio Merchn, La Autodefensa. Testimonio, Estudios Marxistas 10 (1975): 118. 9 Jos Gutirrez, Un intruso en el espejo (Bogot: Ediciones Spiridon, 1988), 243.

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    trabajo obligatorio, impuestos por los latifundistas.10 Por ello, los campesinos se organizaron en ligas y declararon una huelga que involucr a unos 18.000 recolectores. Ante esto, los hacendados no tuvieron otra alternativa que aceptar como norma que la cosecha se pesara en balanzas romanas y otorgar un alza en el precio de cada arroba cogida de caf. Hacia 1936, los campesinos haban pa-sado a cuestionar la concentracin de la tierra, lo que gener una invasin de 1.800 colonos sobre el ro Combeima, quienes aprove-charon la poca claridad de los ttulos de una de las haciendas. El lder agrario Isauro yosa, protagonista de ese episodio, contaba que el mtodo para iniciar la posesin pasaba por la destruccin de selvas, la construccin de rancheras y el acuerdo entre los colo-nos para enfrentar a las autoridades. Recordaba la forma como la Polica llegaba a la comunidad y los interrogaba, diciendo:

    Quin es el dueo de esta rosera?. Todos. Contestba-mos. La polica no adoptaba de inmediato la represin, citaba a Chaparral, nadie sala y la vigilancia segua en colectivo. No-sotros siempre alegando el derecho de las 24 horas, porque slo ese tiempo daba la ley para poner el denuncio, y cuando ellos llegaban al sitio de la tumba de monte, el administrador con la polica, ya encontraba la tierra sembrada de cafetos grandes y colinos de pltano, que en la noche anterior haba-mos trasplantado y habamos vuelto a sembrar de raz.11

    Considerando la situacin, el juez de tierras entregara ttulos a 1.500 parceleros, lo cual no fue admitido por los hacendados, quienes se empearon en desconocer la medida. Con la moviliza-cin campesina, el Partido Comunista alcanz varios escaos en el concejo de Chaparral de los aos cuarenta, incluida la curul de yosa, electo concejal entre 1942 y 1948.

    Por esos aos, las tomas de tierras continuaron, y con ellas los enfrentamientos de los campesinos con la Polica;12 empero, con el

    10 Entrevista con un campesino de Chaparral. Enero de 1969, Estudios Marxistas 1 (1969): 97-99.11 Gutirrez, Un intruso en el espejo, 243.12 Medfilo Medina, La resistencia campesina en el sur del Tolima, en Pasado y presente de la violencia en Colombia, comps. Gonzalo Snchez y Ricardo Pearanda (Bogot: IEPRI-CEREC, 1995), 321.

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    estallido de la violencia partidista seala un testimonio todo se perdi13 y agrega yosa: [] Esa legalidad nos dur hasta el ao 49, cuando volvimos al monte a enguerrillerarnos por la revancha que implantaron los seores del latifundio, cobrando las invasio-nes de tierras que les hacamos desde 1936. En efecto, contaba aquel guerrillero que junto con un grupo de campesinos sali de la regin de Irco, dejando abandonada a su familia para dirigirse al sur, hasta el Davis, donde se haban concentrado campesinos liberales y comunistas. Al llegar all, yosa pas a formar parte del Estado Mayor Unificado, compuesto por liberales y comunistas, convirtindose en adelante en el mayor Lister14.

    Lo ocurrido en Viot y en Chaparral refleja las dos posibles consecuencias de la violencia bipartidista en las zonas que haban sido escenario de conflictos agrarios en las dcadas del treinta y cuarenta. Esas dos modalidades han sido explicadas por los ana-listas del tema de la siguiente manera: de un lado, se considera que el colapso del Estado, producido en el contexto de la violencia bipartidista, agudiz los conflictos agrarios al dejar a los terrate-nientes en total incapacidad para controlar sus haciendas;15 y del otro, se plantea que la violencia tom la forma de una revancha terrateniente16, pues los hacendados buscaron obtener el control de los territorios o recomponer sus antiguas propiedades y pose-siones. As, mientras en la primera tendencia interpretativa se asu-me que la violencia permiti que en algunas zonas la tierra fuera apropiada por los campesinos y que a travs de las distintas fases de la violencia se llegara incluso a la construccin de estructuras alternas de autoridad17; en la otra concepcin, por el contrario, se entiende que fueron los hacendados los que ganaran tierra, bien fuera recuperando la que haban perdido anteriormente, o acumulando las que dejaban los campesinos desplazados por el

    13 Entrevista con un campesino de Chaparral, 99.14 En homenaje a Enrique Lister, un mando militar comunista que haba participado en la Guerra Civil Espaola y que posteriormente se haba exiliado en Mosc, en donde obtuvo el grado de general del ejrcito sovitico. 15 Oquist, Violencia, conflicto y poltica en Colombia, 304.16 La expresin parece haber sido usada inicialmente por Pierre Ghilods. Citado por Medina, La resistencia campesina en el sur del Tolima, 312. 17 Oquist. Violencia, conflicto y poltica en Colombia, 305.

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    conflicto. En todo caso, lo que s habra que descartar, tal como haba sugerido Bejarano,18 es que la violencia bipartidista haya sido provocada por los hacendados con el exclusivo propsito de golpear a los campesinos de las zonas con conflictos agrarios y de propagarla hacia aquellas sin conflictos de esta naturaleza. Sin duda, el periodo de violencia bipartidista fue algo ms que la ven-ganza de los terratenientes: se manifest como una crisis profun-da del Estado y de sus instituciones, producida por diversas cau-sas, que tom mltiples objetivos y direcciones; que cuenta adems con la participacin de variados actores y grupos sociales. En ese sentido, la violencia ejercida contra campesinos que aspiraban a cambiar sus condiciones de trabajo o a convertirse en propietarios de tierra sera una entre las distintas violencias que se manifesta-ron en el periodo.

    Frente a las interpretaciones anteriores, que en realidad resul-tan complementarias, el relato de las FARC parece haber recogido el sentimiento de los campesinos de algunas zonas que, con una visin inmediatista y localista, entendieron la violencia que los golpeaba como una consecuencia de luchas pasadas. Tanto el PC como las FARC contribuiran a resaltar esa explicacin a travs de la tradicin oral y de sus medios escritos.19 Nicols Buenaventura, por aos profesor del centro de estudios de ese Partido, traz una lnea de continuidad entre todas las luchas sociales colombianas: desde la cacica Gaitana, que castig a los espaoles en la poca de la conquista, hasta la emprendida por las guerrillas colombianas; explicaba que la experiencia de las luchas agrarias de los treinta haba actuado sobre la guerra de guerrillas engendrada por la violencia bipartidista20. En esa misma direccin, en un texto in-terno de las FARC, al parecer para consumo ideolgico de algn bloque, se planteaba el mismo hilo de continuidad, atribuyendo al

    18 Jess Antonio Bejarano, Campesinado, luchas agrarias e historia social: Notas para un balance historiogrfico, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 11 (1983), 290. 19 lvaro Angarita, Forjado en la Resistencia Campesina: en memoria del legendario dirigente agrario Isauro yosa, Voz agosto 15-18 de 1998.20 Nicols Buenaventura, Unin Patritica y poder popular (Bogot: Ediciones Ceis, s.f.), 37.

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    PC la iniciativa en las luchas agrarias de los treinta. Se asuma que por su liderazgo:

    [] la resistencia campesina tuvo xito y los grandes lati-fundistas cedieron ante el empuje arrollador del campesina-do pobre y del proletariado agrcola. Dignos de mencionar son los ejemplos de Viot y dems municipios de la Provincia del Tequendama, Chaparral en el sur de Tolima y muchos otros.21

    En otro texto, de carcter ms oficial, no solamente se subraya tal continuidad, sino que se sugiere que hubo un masivo trnsito de los dirigentes agrarios de los treinta a la lucha armada de los cincuenta:

    La guerrilla comunista se asienta y se fortalece en zonas que tuvieron en los aos treinta papel protagnico en la lu-cha por la recuperacin de la tierra, ubicadas geogrfica-mente en el sur de Tolima y Sumapaz en Cundinamarca. En-tonces por el azar de los acontecimientos los antiguos lderes de las ligas campesinas se convierten, de pronto, en avezados dirigentes guerrilleros.22

    Es posible que la supuesta conversin de los jefes polticos de las ligas en jefes guerrilleros haya sido significativa nicamente en el caso de Chaparral, donde varios dirigentes acompaaron a Isauro yosa en su trnsito a la guerrilla. Sin embargo, el alcance de ese trnsito parece haberse magnificado al extremo de convertir las luchas agrarias de los treinta en la etapa inicial de la guerrilla de las FARC, en el entendido de que, quiz, cuanta ms historia y memoria tenga una lucha, ms legitimidad tiene hacia el presente. Eso es lo que se advierte en el relato del guerrillero ms viejo del Frente 52, oriundo del Alto de Sumpaz, quien deca a los jve-nes que ingresaban a la guerrilla a mediados de los noventa, con

    21 Nos referimos al titulado: Qu son y por qu luchan las FARC-EP, mimeografiado (s. f).22 FARC-EP, Comisin internacional, FARC-EP. Esbozo histrico (1998), 12.

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    mucho convencimiento, que su padre haba estado peliando al lado del guerrillero Erasmo Valencia23. Paradjicamente, Valen-cia que por supuesto nunca tom las armas tuvo en su poca importantes fricciones con el PC, hasta llegar a ser catalogado por los dirigentes de ese partido unas veces como un dirigente anar-quista y en otras como un luchador antilatifundista, pero con una concepcin legalista y prejuicios anti-comunistas24.

    La memoria y la tradicin oral han sido especialmente deferen-tes con el lder agrario Isauro yosa. Entre los viejos guerrilleros de las FARC, y en particular para algunos de sus fundadores, yosa es recordado no solo por haber encarnado la transformacin del luchador social en guerrillero, sino por haber sido el puente ge-neracional que uni la luchas campesinas de los treinta, con las que luego se adelantaran durante la violencia bipartidista. Jaime Guaraca, quien fue miembro del Secretariado,25 no vacil en se-alar al mayor Lister como el primer comandante guerrillero de ideologa comunista que aparece en Colombia26. Otro miembro del Secretariado, Efran Guzmn27 resaltara a yosa por su amistad y cercana con el gran cono de esa organizacin, Manuel Maru-landa Vlez, particularmente porque fue quien facilit el ingreso de este ltimo a las lides guerrilleras y del Partido Comunista.28

    23 Entrevista a excombatiente de las FARC, comandante de compaa, Bogot, noviembre de 2009. 24 Martha Harnecker, Combinacin de todas las formas de lucha. Entrevista a Gilberto Vieira (Bogot: Ediciones Suramericanas, 1988), 17. Merchn, Datos para la historia social, 114.25 Se vincul a la guerrilla en 1953 y fue elegido miembro del Secretariado durante la VII Conferencia. Hernando Calvo Ospina, Entrevista a Jaime Guaraca, legendario guerrillero de las FARC, consultado el 28 de septiembre del 2013, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=73464326 Luis Alberto Matta Aldana, Colombia y las FARC-EP. Origen de la lucha guerrillera. Testimonio del comandante Jaime Guaraca (Tafalla: Editorial Txalaparta, 1999), 57. 27 Ingres a la guerrilla en 1955. Para un esbozo de su trayectoria, vase: Ivn Mrquez, Efran Guzmn. Sntesis para la semblanza de un comandante que contina en la pelea, consultado el 28 de septiembre del 2013, http://resistencia-colombia.org/farc-ep/memoria-fariana/269-memorias-farianas-el-comando-del-davis 28 Jess Santrich y Rodrigo Granda, Orgenes de la resistencia armada comunista (Parte III). El comando del Davis (Basado en la narracin de Efran Guzmn), consultado el 28 de septiembre del 2013, http://resistencia-colombia.org/farc-ep/memoria-fariana/269-memorias-farianas-el-comando-del-davis . En este texto se le atribuye a Guzmn lo siguiente: El camarada [refirindose a Manuel] tena mucha amistad con Isauro yosa [], con todos los jefes, pero en especial con Isauro, y eso

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    2. Las guerras de las autodefensas agrarias

    Aunque se presentaron diversos hechos violentos durante el Go-bierno del presidente conservador Mariano Ospina Prez (1946-1950), ninguno caus tanta conmocin como el magnicidio del lder popular Jorge Elicer Gaitn, el 9 de abril de 1948. Este he-cho gener un clima de frustracin en amplios sectores sociales, quienes haban visto en Gaitn una figura poltica sensible a los intereses populares y un potencial continuador de los procesos de modernizacin emprendidos dcadas atrs. La situacin empeor con el ascenso a la presidencia en 1950 del jefe conservador Lau-reano Gmez, debido a sus posiciones sectarias, evidentes en me-canismos como la partidizacin de las instituciones del Estado y las medidas represivas que aplic contra sus contradictores polticos.

    La escalada de violencia y el deterioro del orden poltico gene-raron la sensacin de derrumbe institucional, la propagacin de la anarqua y la certidumbre de que las autoridades no estaban cumpliendo con su obligacin de garantizar el orden y amparar la vida y los bienes de los colombianos que no profesaban la mis-ma filiacin poltica del partido de Gobierno. Por ello, en diver-sos lugares del pas, y junto a las respuestas individuales de los afectados, se produjo el agrupamiento de otros (es decir, de los liberales) dispuestos a enfrentar a la Fuerza Pblica. Los campesi-nos liberales hicieron pblica la denuncia por la violacin de sus derechos, la conviccin de estar defendiendo una causa justa y la pretensin de reasumir la autoridad de un pueblo que no quera que lo gobernaran los tiranos29. Afines a esta idea, los comunistas manifestaran el acatamiento de la consigna de la Autodefensa de Masas impartida por el Partido Comunista a finales de 1949 y

    tambin pudo de pronto servirle para conocer de primera mano los fundamentos con los que marchaba el Comando y al Partido que los orientaba, etc. Sean estas u otras las causas, lo cierto es que l termina ingresando al comando del Davis y a las filas del Partido Comunista. Lo que deca Ciro Trujillo, quien de todas maneras sobre esa poca estaba entre los que tena mejor nocin de la poltica, es el mismo Pedro Antonio Marn quien llega por su propia cuenta a ese vnculo con el Partido.29 Drigelio Olarte, Capitn comandante y otros. Circular de la guerrilla. yacop, agosto 1 de 1952, en Guerrilleros buenos das, editado por Jorge Vsquez Santos (Bogot: Editorial Argra, 1954), 195.

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    ratificada despus en el 14 Pleno de ese Partido (1951), que sa-lud la presencia de los primeros grupos guerrilleros tildndolos como verdaderos hroes de la lucha popular30.

    En lneas generales, tanto liberales como comunistas esboza-ron el mismo argumento de fondo: la resistencia armada contra el terrorismo de Estado. Con ello, no hicieron otra cosa que apo-yarse en la legitimidad de la violencia de respuesta, fuertemente arraigada en la mentalidad colectiva de esa poca, que se expre-saba en el uso jurdico de la figura de la legtima defensa, en el entendido de justificarla como una ineludible exigencia moral dirigida a neutralizar una agresin violenta, injusta y en ocasiones institucionalizada.

    El proceso vivido por las guerrillas comunistas durante el pe-riodo de 1949 a 1965 ha sido objeto de numerosos relatos de sus propios protagonistas. Es notorio que sobre este asunto predomi-nen hasta hoy los testimonios provenientes de las FARC o del PC por encima de los anlisis elaborados por acadmicos. Sin duda, esto se debe a la intencin de los fundadores de dicha guerrilla por subrayar a travs de sus escritos la deuda del Estado con los campesinos por haber atropellado sus derechos y garantas civi-les; aunque tambin guarda relacin con que se pretenda resal-tar el nexo causal que existe entre la autodefensa comunista y la creacin de esa guerrilla. Se trata, en ltimas, de atribuirle una legitimidad histrica a la rebelin de las FARC, expresada en el camino recorrido por sus actores en ms de medio siglo de lu-cha; pero tambin de perpetuar la idea de la opcin armada como la respuesta ineluctable frente a la injusticia estatal. La apelacin a las armas como el nico camino posible frente a la violencia institucionalizada fue tambin la opcin de los bandoleros de la poca de la violencia bipartidista, solo que esta fue asumida como una venganza contra el Estado, la sociedad o los contradictores polticos, y en no pocas ocasiones como una oportunidad de en-riquecimiento personal. En todo caso, para entonces, el hecho de apelar a las armas para responder a la violencia promovida por el Estado tena una larga tradicin en la historia colombiana, por el

    30 PCC. Treinta aos de lucha del Partido Comunista de Colombia (s.l.: s.e., s.f.), 94.

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    arraigo, desde comienzos del siglo XIX, de la nocin del derecho a la rebelin del pueblo cuando los gobernantes conculcaban sus derechos como ciudadanos.

    Por este tipo de justificaciones, es usual que los testimonios y las periodizaciones de la historia de la autodefensa comunista tiendan a subrayar los episodios de agresin contra sus organizaciones. En una primera versin de esa historia de acumulados y de deudas no pagadas, se dir que las FARC han sido vctimas de cuatro gue-rras, precisamente en uno de los textos sacros de la creacin de las FARC, El programa agrario de los guerrilleros, suscrito el 20 de julio de 1964. El prembulo de este documento, fundador de esa guerrilla, expone: Contra nosotros se han desencadenado cuatro guerras: Una a partir de 1948, otra a partir de 1954, otra a partir de 1962 y esta que estamos padeciendo a partir del 18 de mayo de 1964, cuando los mandos militares declararon oficialmente que se haba comenzado la operacin Marquetalia31. En abril de 1993, en el contexto de la VIII Conferencia, el programa agrario fue reactualizado, conservando en la parte declarativa la idea de ser vctimas de varias guerras y agregando una quinta: y esta que enfrentamos a partir del 9 de diciembre de 1990, cuando el dic-tador Gaviria y los Altos Mandos Militares iniciaron la operacin de exterminio contra el Secretariado de las FARC en Casa Verde y de agresin militarista contra el movimiento popular en todo el pas32. Resulta necesario preguntarse entonces, a qu guerras se estn refiriendo las FARC, con antelacin a su momento de crea-cin? Las cuatro guerras que han marcado los orgenes de las FARC se explican as:

    La primera guerra, que inicia en 1948, se refiere a la persecu-cin oficial contra los campesinos de zonas comunistas y liberales, y su desplazamiento a lugares por fuera del alcance de los pjaros o de la Polica, una vez fueron derrotadas las juntas de gobierno popular que emergieron tras el asesinato de Gaitn. En el sur de Tolima, de las familias de los refugiados, emergieron campesinos armados: unos, agrupados en el municipio de Rioblanco, en torno

    31 Jacobo Arenas, Diario de la resistencia de Marquetalia (Bogot: Ediciones Abejn Mono, 1972), 128. 32 FARC-EP, Resistencia 112, 16.

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    al dirigente gaitanista Gerardo Loaiza; y otros, en Chical (sede del comando comunista de Chaparral), bajo el mando militar de Ral Valbuena, alias Baltasar, a los que se unira posteriormente el mayor Lister y el comandante Olimpo (Eutiquio Leal), entre otros. Los dos grupos se fusionaron y se distribuyeron los territorios para defenderse y enfrentar a la polica Chulavita o conservadora. Luego de un desplazamiento que adopt el nombre de Colum-na de Marcha, los guerrilleros y sus familias se ubicaron al sur del Departamento del Tolima, en El Davis, que se transform en un pueblo con caractersticas organizativas especiales sobre las que nos referiremos en otro lugar y se convirti en la zona don-de se concentraba el comando de los comunistas, desde la que se articulaba a los grupos de Ciro Trujillo, Jacobo Pras Alape, alias Charro Negro y Pedro Antonio Marn, alias Manuel Marulanda Vlez, quien inicialmente conforma un comando armado con diez de sus primos y otros parientes. Los grupos guerrilleros de estas zonas del Tolima realizaron emboscadas conjuntas contra el Ejrcito y la Polica, se tomaron pequeos caseros, hicieron operaciones de limpieza de pjaros y expropiaron armas, comida y ganados.

    Esta primera guerra que afrontaron los comunistas compren-de otras formas de enemistad surgidas de posiciones polticas que emergieron en medio de la lucha. De un lado, hubo un deslinde de los liberales y los comunistas, y de otro, un distanciamiento de los segundos con el Gobierno del General Rojas Pinilla. La sepa-racin de los limpios o liberales, de los comunes o comunistas apelativos colocados por polticos liberales de la poca provi-no, en opinin de los comunistas, de las presiones del directorio liberal del Valle, que entregaba armas y halagos a los Loaizas. Los comunistas como el comandante Olimpo, afirmaban tambin que los liberales no pudieron superar el esquema dominante de enemistad bipartidista:

    Ellos nunca pudieron estar de acuerdo en que no se debe agredir a nadie por ser conservador, nunca entendieron que los trabajadores, de filiacin liberal o conservadora, no tie-nen nada que ver con la poltica oligrquica de las direcciones de sus partidos. No convenan con que en el destacamento

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    El Davis mantuviramos a conservadores. Tampoco compar-tan que no se debe eliminar a un liberal por quitarle una buena arma que tenga, cosa que ellos hacan usualmente. No admitan que las armas conquistadas en combate fueran propiedad del movimiento Ellos sostenan si yo agarro un fusil, ese fusil es mo.33

    Respecto a lo anterior, Marulanda Vlez seala que los liberales se encargaron de atizar la enemistad entre los dos bandos, propa-gando rumores contra los comunistas. Planteaban que estos se iban a aduear de las tierras, que tenan pacto con los conservadores, que ponan a trabajar a la gente para que sus dirigentes vivieran tranquilos, que volvan rebeldes a las mujeres para obligarlas a trabajar y aprovecharse de ellas; y que por ello si los comunis-tas llegaban a triunfar, fusilaran a los curas y a los liberales.34 La existencia de tales versiones fue corroborada por Jess Mara Oviedo (general Mariachi), quien con esos y otros argumentos35 se desprendi de las filas comunistas para pasar a las de sus enemi-gos. El rompimiento entre unos y otros fue precedido del asalto mutuo de sus campamentos, el hostigamiento de sus comisiones y de enfrentamientos armados, que dejaron un saldo de 47 muertos de los limpios y 25 de los comunes.36

    Pese a esos desafortunados antecedentes con los liberales, las autodefensas intentaron llegar a acuerdos polticos o militares al convocar a la Primera Conferencia del Movimiento Popular de Li-beracin Nacional, realizada en Viot en 1952.37. En ella, aunque

    33 Carlos Arango, El Comandante Olimpo y el Chaparral de los grandes, en FARC. Veinte aos de Marquetalia a La Uribe (Bogot: Ediciones Aurora, 1984), 188. 34 Manuel Marulanda Vlez, Cuadernos de campaa (Bogot: Ediciones Abejn Mono, 1973) 54-55. 35 Criticaba el general Mariachi que existiera en El Davis un servicio de inteligencia llamado espionaje y contraespionaje, que converta a cada miembro en un espa y delator reciproco, lo cual terminaba por generar temor, incertidumbre y desasosiego en la militancia. Jess Mara Oviedo, General Mariachi (Ibagu: Litografa Atlas, 1978), 39.36 Arango, El ex mayor Lister y la guerrilla del sur del Tolima de los aos cincuenta, en FARC. Veinte aos, 64.37 Se dijo que se haban reunido en un lugar del departamento de Boyac o que se le denomin Conferencia de Boyac por razones de seguridad. Segn el comandante Olimpo, la Conferencia se realiz en el sitio del Palmar, vereda

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    hubo grandes ausencias de guerrilleros liberales, se ratific la ne-cesidad de seguir luchando por el restablecimiento de las liber-tades ciudadanas, se conden al bandidismo por ejecutar actos delincuenciales aprovechando el tremendo desorden nacional y se dot al movimiento de un horizonte poltico, que contempla-ba la necesidad de realizar diversas reformas para que el pas no siguiera siendo el refugio de una oligarqua corrompida, sino el campo abierto para la formacin de una patria grata a todos los colombianos.

    El segundo deslinde de esa primera guerra se hizo frente al Gobierno del General Rojas Pinilla. Pinilla dio un golpe de Es-tado en 1953 y proclam el restablecimiento del orden y el cese del enfrentamiento bipartidista, y asegur garantas para los gue-rrilleros que entregaran las armas. Mientras la gran mayora de los grupos liberales aceptaron la amnista y se desmovilizaron, los campesinos de la autodefensa comunista se dividieron entre los que acogieron la iniciativa gubernamental y los que optaron por mantener la resistencia. Entre los segundos se encontraba el man-do militar, que consideraba que en cualquier momento la guerra proseguira. Por ello consideraron que deba adoptarse la propo-sicin del PC, que sugera organizar comits de autodefensa en asociaciones pacficas de campesinos38. Los que optaron por la segunda opcin, sin embargo, mantuvieron abiertas las puertas del dilogo y presentaron el 30 de septiembre de 1953 un pliego de peticiones al Gobierno que estableca condiciones para la en-trega, pero que en esencia no difera mucho de los pliegos pre-sentados por los liberales. Al igual que estos ltimos, pidieron tie-rras, obras de infraestructura en sus regiones, libertad de prensa, amnista e indulto, etc.39 Del Davis, siguiendo la orientaciones del

    de Brasil de Viot, Cundinamarca. Arturo Alape, La paz, la violencia: Testigos de excepcin (Bogot: Editorial Planeta, 1985), 86.38 Jess Santrich, Memorias Farianas: Del Davis a Villarica, vicisitudes de la resistencia (Basado en el testimonio de Efran Guzmn), consultado el 28 de septiembre del 2013, http://resistencia-colombia.org/farc-ep/memoria-fariana/275-memorias-farianas-del-davis-a-villarrica-vicisitudes-de-la-resistencia 39 Gonzalo Snchez, Las races histricas de la amnista, o las etapas de la guerra en Colombia, en Ensayos de historia social y poltica del siglo xx (Bogot: el ncora Editores, 1985), 268.

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    PC, saldran columnas rodadas hacia Riochiquito, comandadas por Jacobo Pras Alape y Manuel Marulanda Vlez; a Villarrica, bajo el mando de Jos A. Castaeda, alias Richard e Isauro yosa; a Natagaima, conducida por Ave Negra; por ltimo, en el Davis permanecieron El llanero y su grupo, que fueron vctimas de una celada y despus asesinados. Posteriormente, en 1955, Richard se desplaza a Pato y Guayabero, y Charro Negro hacia Marquetalia, donde fundaron nuevos asentamientos comunistas.40

    En sntesis, lo que se ha llamado la primera guerra fue sin duda una lucha por la defensa de la vida campesina, de cara a la represin oficial. No obstante, con el tiempo, a ese relato de resistencia se le agregan nuevos elementos; tal es el caso de la na-rracin de Jess Santrich miembro del Estado Mayor Central y actual negociador en La Habana, que sumar un matiz clasista a la motivacin inicial de la autodefensa: la causa esencial del al-zamiento por parte de los sectores populares ha obedecido a la ne-cesidad de la legtima defensa colectiva que surge en el seno de las comunidades frente a la actitud de explotacin y represin que a lo largo de la historia ha mostrado la oligarqua como constante41.

    La segunda guerra se explica igualmente por un acto injusto del Estado, que respondi a la organizacin pacfica de los campesinos con un operativo militar. Esa segunda guerra se desenvolvi en Villarrica, un antiguo escenario de conflictos agrarios en los que haba actuado Erasmo Valencia en los aos treinta y que al comenzar los aos cincuenta se hallaba influenciado por el dirigente agrario Juan de la Cruz Varela, quien recientemente haba logrado la unificacin de los comandos guerrilleros del Sumapaz. Varela haba optado por la desmovilizacin y la entrega de armas el 31 de octubre de 1953, pero sin perder el control poltico sobre la zona; por ello, no resulta extrao que cuando el mayor Lister ingres a Villarrica proveniente del Davis haya decidido, apartndose quiz de sus propsitos iniciales, entregarse al Ejrcito, acompaado de

    40 Arango, Jaime Guaraca: guerrillero desde la infancia, en FARC. Veinte aos, 148.41 Jess Santrich, Historia: Algunos apuntes sobre la historia de las FARC, consultado el 28 de septiembre del 2013, http://resistencia-colombia.org/farc-ep/memoria-fariana/278-algunos-apuntes-sobre-la-historia-de-las-farc-ep Las cursivas son nuestras.

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    140 guerrilleros el 22 de diciembre de 1953.Con el ingreso de los comunistas provenientes del sur del Toli-

    ma, se despleg una gran actividad proselitista en Villarrica, hasta entonces de mayora liberal, sin llegar a ser hostil al comunismo. Las clulas y los comits de autodefensa se organizan articulados al Frente Democrtico de Liberacin Nacional, que impulsaba el Partido Comunista y que se consideraba antes que una nueva or-ganizacin, un frente poltico que cobijaba a diversos aliados en torno a un programa democrtico. Esta misma tctica se haba ex-presado en la primera Conferencia guerrillera de 1952, as como en la declaracin poltica de ese evento.

    En la versin de las FARC, la paz se rompera con la ilegaliza-cin que el Gobierno de Rojas Pinilla hizo del Partido Comunista, en febrero de 1956, y la subsiguiente entrada de tropas a la regin de Villarrica, con el argumento de erradicar aquel fortn comu-nista, refugio de los antiguos guerrilleros del Tolima. Viera, el se-cretario general del PC, aadira con el tiempo que en la decisin tambin pes que la regin quedara muy cerca de la hacienda del General.42 En todo caso, a finales de 1955, alrededor de cinco mil soldados se lanzaron sobre la zona, apoyados por aviones de la fuerza rea, que arrojaron bombas de napalm. Al nmero inde-terminado de muertos de ambos bandos43 hay que aadir ms de cien mil desplazados, cientos de detenidos instalados en un cam-po de concentracin ubicado en Cunday, en el que se practicaron fusilamientos, castraciones y diversos tipos de torturas, entre ellos la aplicacin de corriente elctrica;44 los que sobrevivieron fueron procesados y condenados sin que se les brindaran las mnimas ga-rantas procesales. Cerca de cinco mil desplazados buscaron refu-gio, asentndose en el Alto Sumapaz-Duda, Ariari, Guayabero y El Pato.

    Entre la segunda y la tercera guerra hubo un proceso de disten-sin del que se hace poca referencia en el usual relato histrico de

    42 Harnecker, Entrevista a Gilberto Viera, 17. 43 La informacin que se conoce del lado de los militares habla de 31 muertos y 63 heridos hasta junio de 1955. Pizarro Len-Gmez, Las FARC,130.44 Jacques Aprile-Gniset, entrevista a Manuel Charro Negro, en La crnica de Villarrica (Bogot: Imagen Taller grfico, 1991), 110.

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    las FARC. El plebiscito de 1957 permiti que se levantara la ilega-lizacin al PC y que el movimiento de autodefensa se vinculara a la actividad poltica, aunque quedaron operando algunas peque-as estructuras armadas con fines defensivos para neutralizar las retaliacion