Cincopepitas de naranja

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  • 1. CINCO PEPITAS DE NARANJAAl revisar mis notas y memorias sobre los casos de SherlockHolmes entre los aos 1882 y 1890, me encuentro con tantosde ellos que presentan fisonomas extraas e interesantes,que la tarea de seleccionar los mejores no resulta nada fcil.Hay algunos, no obstante, que ya han salido a la luz pblicapor medio de la prensa, y otros en que mi amigo no tuvooportunidad de desplegar aquellas cualidades especiales quel posea en tan alto grado, y que me propongo dar a conocerpor medio de estas publicaciones. Tambin existen otroscasos en que su habilidad analtica se vio frustrada, y queconstituiran relatos inconclusos; mientras que otros han sidosolucionados slo en parte, fundndose ms bien en conjetu-ras e hiptesis que en esas pruebas de pura lgica que tantolo apasionaban. Entre estos ltimos, sin embargo, hay unotan notable en sus detalles y sorprendente por sus resulta-dos, que estoy tentado de darlo a conocer, a pesar de quehay ciertos puntos relacionados con l que hasta la fecha nohan sido esclarecidos totalmente, y que, probablemente,nunca lo sern.El ao 1887 nos proporcion una larga serie de casosinteresantes en mayor o menor grado. De todos ellos conser-vo anotaciones. Entre stas se encuentra una relacin de laaventura de Paradol Chamber, de la Sociedad de Mendican-tes, que mantena un lujoso club en el stano de una bodegade muebles; de los hechos relativos a la prdida del barcobritnico Sophy Andersond; de las extraas aventuras deGrice Paterson en la isla de Uffa; y, finalmente, del caso de5

2. envenenamiento de Camberwell. Como se recordar, en esteltimo, Sherlock Holmes, moviendo la cuerda del reloj delmuerto, pudo probar que le haba dado cuerda dos horasantes, y que, por ende, el individuo se haba acostado duran-te ese intervalo: deduccin de capital importancia para elesclarecimiento del problema. Algn da podr narrar todosestos casos; pero ninguno de ellos presenta rasgos tan sin-gulares como el que ahora entro a relatar.Fue en los ltimos das de septiembre, y las tormentas deotoo se haban dejado caer con excepcional violencia. Elviento aullaba y la lluvia haba azotado las ventanas durantetodo el da; de modo que, aun en el corazn de Londres esa gran obra humana nos veamos obligados a olvidarnosmomentneamente de la rutina diaria y reconocer la existen-cia de esas formidables fuerzas naturales que desafan a lahumanidad a travs de las rejas de su civilizacin, como bes-tias salvajes en una jaula. A medida que la noche se acerca-ba, la tempestad creca en intensidad, y el viento chillaba ysollozaba en la chimenea, como un nio. Sherlock Holmes,con aire meditabundo, sentado a un lado del fuego, se ocu-paba en concordar su ndice de casos criminales, mientras enel lado opuesto yo lea absorto las estupendas historietasmarinas de Clark Russell, hasta que los aullidos del vendaval,afuera, parecan confundirse con los del relato, y el chapoteode la lluvia, con el bramido de las olas del mar. Mi mujerhaba ido a visitar a su madre, y yo, por pocos das, habavuelto a mis antiguos aposentos, en Baker Street. Vaya dije . Han tocado la campanilla. Quin puedevenir esta noche? Tal vez algn amigo suyo. Con excepcin de usted, no tengo ninguno replic .No estimulo las visitas. Algn cliente, entonces? De ser as, el caso sera serio. De otro modo, nadiesaldra de su casa con este tiempo y a tales horas. Creo msprobable que sea alguna amistad del ama de llaves.6 3. Sin embargo, Sherlock Holmes se haba equivocado alhacer esta conjetura, porque, dentro de poco, se oyeron pa-sos en el vestbulo y golpecitos en la puerta. Extendi sulargo brazo para apartar de su lado la lmpara y colocarlacerca de la silla destinada a nuestro visitante. Adelante!El individuo que entr era joven, de veintids aos, a juz-gar por su fsico, cuidadosamente peinado y vestido, concierto aire de refinamiento y delicadeza en su porte. Por elparaguas chorreante y el largo impermeable empapado, sevea que haba andado en medio de la furiosa tempestadpara llegar hasta nosotros. Mir a su alrededor, anhelante, y,a los reflejos de la lmpara, pude ver que cara estaba pliday sus ojos tristes, como si le atormentara el peso de una granangustia. Debo darles mis excusas... dijo, ponindose los lentesde oro . Espero que mi venida no sea impertinente... Temodejar en sus habitaciones algunas seales de la lluvia y de latempestad reinante. Dme su abrigo y paraguas dijo Holmes . Los colga-remos en la percha, y dentro de poco estarn secos. Veo queviene del Suroeste. S; de Horsham. Ese barro mezclado de cal que veo en las puntas de suszapa tos es muy caracterstico.- He venido en busca de consejo. Eso puede conseguirse fcilmente. Y de ayuda. Eso no siempre es tan fcil. He sabido de usted, seor Holmes, por el mayor Pren-dergast, a quien usted salv en el escndalo del Club Tan-kerville. Ah! Es cierto. Lo acusaban, injustamente, de tramposoen las cartas. Me dijo que usted poda resolverlo todo. Le dijo demasiado. 7 4. Que a usted no lo vencan nunca. He sido vencido cuatro veces: tres por hombres, y lacuarta por una mujer. Pero qu es eso, comparado con el nmero de sustriunfos? Es cierto que, generalmente, he tenido buen xito. Entonces lo va a tener en mi caso. Rugole acercar su silla al fuego y proporcionarme al-gunos pormenores de su caso. No es un caso comn. Ninguno de los que me llegan lo es. Soy el ltimo tribu-nal de apelaciones. Y, sin embargo, seor, dudo de que, con toda su expe-riencia, haya tenido conocimiento anteriormente de una seriede acontecimientos ms misteriosos e inexplicables que losque han ocurrido en mi propia familia. Sus palabras me llenan de inters dijo Holmes . Sr-vase relatarnos los hechos esenciales, desde el comienzo, ydespus lo interrogar acerca de aquellos pormenores queconsidere ms importantes.Alleg el joven su silla a la chimenea y coloc sus piesmojados cerca del fuego. Me llamo Juan Openshaw; pero mis asuntos personales,segn entiendo, tienen poco que hacer con este terrible asun-to. Es una cuestin hereditaria, de modo que, a fin de darleuna idea clara de los hechos, debo relatarle la historia desdeun principio.Ha de saber usted que mi abuelo tuvo dos hijos: mi toElas y mi padre, Jos. Este era dueo de una pequea fbri-ca en Coventry, que l agrand cuando inventaron las bicicle-tas. Las llantas Openshaw fueron patentadas por l, y sunegocio tuvo tan buen xito, que pudo venderlo y retirarse adescansar con una regular fortuna.Mi to Elas emigr a Amrica cuando era joven y se de-dic a trabajar como colono en Florida con prspera suerte,segn las informaciones que se reciban. Al estallar la guerra,8 5. pele en el ejrcito de Jackson, y despus bajo las banderasde Hood, llegando hasta el grado de coronel. Cuando Leedepuso las armas, mi to regres a su hacienda, en la quepermaneci por tres o cuatro aos. Entre 1869 y 1870 volvia Europa y adquiri una pequea finca en Sussex, cerca deHorsham. Haba acumulado una gran fortuna en los EstadosUnidos de Norteamrica, de donde se haba alejado por suaversin a los negros y por el desagrado que le causaba lapoltica republicana de concederles derechos polticos. Mi toera hombre muy singular, de carcter violento e irascible,muy grosero en su lenguaje cuando se enojaba y sumamenteretrado. Dudo de que durante todos los aos en que vivi enHorsham visitara una sola vez la ciudad. Tena un jardn ydos o tres potreros alrededor de su casa, a los que sala atomar aire, si bien a menudo pasaba semanas enteras ence-rrado en su habitacin. Beba mucho brandy y fumaba enexceso; pero no le gustaban las amistades y no aceptaba lacompaa de nadie, ni siquiera la de su propio hermano. Mipresencia, en cambio, no le molestaba; en realidad, me tomcierto cario, pues cuando me vio por primera vez yo era unmuchacho de doce o ms aos. Esto era por el ao 1878,despus de haber vivido l ocho o nueve aos en Inglaterra.Rog a mi padre que me dejara ir a vivir con l, y, a su mane-ra, fue muy carioso conmigo. Cuando estaba sobrio solajugar a las cartas o damas. Me constituy en su representan-te ante la servidumbre y los comerciantes; de manera que, ala edad de diecisis aos, yo era el verdadero amo de la ca-sa. Todas las llaves estaban en mi poder, y tena libertadpara ir donde se me antojara, siempre que no lo molestara ensu retiro. Sin embargo, haba una excepcin: un cuarto detrastos viejos en el desvn, que permaneca invariablementecon llave y al que no permita entrar ni a m ni a nadie. Coninfantil curiosidad, sola atisbar por el agujero de la llave, peronunca pude ver ms que una coleccin de bales viejos ytrastos, como era de esperar en una pieza como sa. 9 6. Cierto da, en el mes de marzo de 1883, se recibi encasa de mi to una carta con estampillas extranjeras. No eracorriente para l recibir cartas, pues pagaba todas sus cuen-tas al contado y no tena amigos de ninguna especie. De la India! dijo al cogerla . Del correo de Pondiche-rry. Qu puede ser esto?Al abrirla con gran prisa, saltaron de su interior cincopepitas secas de naranja, que rebotaron sobre la bandeja. Ala vista de esto, comenc a rer, pero la risa se me estrangulal ver su cara. Con los labios cados, los ojos sobresalientesy el rostro color masilla, contempl el sobre que an tena ensus manos temblorosas. K. K. K.! ley, y luego se lament, diciendo :Diosmo, Dios mo! El castigo de todos mis pecados! Qu significa esto, to? grit. La muerte dijo, levantndose de la mesa y retirndosea su pieza, dejndome a m horrorizado. Tom el sobre, encuyo interior, junto a la franja engomada, vi la letra K., repeti-da tres veces, garabateada con tinta roja. No contena nadams, fuera de las cinco pepas de naranja. Cul podra ser elmotivo del terror que abrumaba a mi to? Sal del comedor, ymientras yo suba al piso superior, l bajaba, con una llavevieja y mohosa, que debe de haber correspondido al desvn,en una mano, y en la otra, una cajuela de bronce, como al-canca. Podrn hacer lo que se les antoje, pero yo los derrotar dijo, profiriendo un juramento . Di a Mara que hoy voy anecesitar lumbre en la chimenea de mi pieza, y manda enbusca de Fordham, el abogado de Horsham. Cumpl las rdenes impartidas, y al llegar el abogado seme mand ir a la pieza de mi to. La lumbre arda alegremen-te. En la parrilla se vea un montn de cenizas negras y es-ponjadas, como de papeles quemados, y, a un lado, la cajue-la de bronce, abierta y vaca. Al fijar la vista en sta, not,con sorpresa, que la tapa tena grabadas las mismas tresiniciales que esa maana haba visto en el sobre.10 7. Deseo, Juan, que sirvas de testigo en mi testamento djome mi to . Dejo toda mi finca, con todos sus derechos ycargas, a mi hermano, tu padre, de quien, sin duda, la here-dars t. Si puedes disfrutar de ella en paz, santo y bueno;pero, si no puedes, sigue mi consejo, hijo mo, y lgala a tums odiado enemigo. Lamento dejarte una cosa que puedevolverse contra ti, pero ignoro qu giro podrn tomar losacontecimientos. Ten la amabilidad de firmar donde el seorFordham te indique.Firm el documento, y el abogado se lo llev consigo.Como usted se imaginar, este extrao incidente me caus lams profunda impresin, y reflexionaba en ello incansa-blemente, sin poder sacar nada en limpio. Con todo, no podadesprenderme de la vaga sensacin de pavor que aquello mehaba dejado, si bien tal sensacin fue debilitndose a medi-da que transcurran las semanas sin que nada perturbara larutina de nuestras vidas. Pude, sin embargo, advertir uncambio en mi to. Beba ms que nunca, y cada da se torna-ba ms hurao. Pasaba en su pieza la mayor parte del tiem-po, a puertas cerradas; pero de cuando en cuando sala enuna especie de borrachera delirante y recorra frentico eljardn, con un revlver en la mano, gritando que no tema anadie y que no se dejara acorralar ni por el mismo diablo.Pasados estos arranques de violencia, sin embargo, volva ala carrera a su habitacin, atrancando y cerrando la puertacon llave, como quien no puede hacer frente por ms tiempoal miedo que lo corroe, all en el fondo de su alma. En talesocasiones, aun en das fros, he visto su frente empapada detranspiracin, como si acabara de salir de un bao.Pues bien, seor Holmes, para terminar de una vez y noabusar de su paciencia, lleg una noche en que, borracho,hizo una de esas frenticas salidas, para no volver ms.Cuando salimos en su bsqueda lo encontramos de brucesen una charca de aguas descompuestas que haba a los piesdel jardn. No haba ninguna seal de que lo hubieran violen-tado, y la charca tena slo dos pies de agua; de modo que el11 8. jurado, en atencin a sus propias extravagancias, decidi quese trataba de un suicidio. Pero yo, que saba el terror que leinspiraba la sola idea de la muerte, no poda persuadirme deque hubiera salido a buscarla voluntariamente. Sin embargo,la cosa qued all, y mi padre entr en posesin de la finca yde unas catorce mil libras esterlinas, que mi to tena a suhaber en el banco. Permtame que lo interrumpa dijo Holmes . Su casoes uno de los ms extraordinarios que he conocido. Dme lafecha de recepcin de la carta por su to, y la del supuestosuicidio. La carta lleg el 10 de marzo de 1883, y su muerte ocu-rri siete semanas ms tarde, en la noche del 2 de mayo. Gracias. Srvase continuar. Cuando mi padre entr en posesin de la finca Hors-ham, a peticin ma hizo un minucioso examen del desvn,que siempre haba estado cerrado con llave. All encontramosla cajuela de bronce, si bien su contenido haba sido destrui-do. Sobre la cara interior de la tapa haba un rtulo con lastres iniciales K.K.K., y abajo una leyenda que deca: Con-tiene cartas, memorndum, recibos y un registro. Por estaindicacin presumimos la naturaleza de los documentos des-truidos por el coronel Openshaw. Fuera de esto, no habanada muy importante en el desvn, como no fuera papelessueltos y libretas de apuntes referentes a la poca en que mito haba vivido en Amrica. Algunos eran del tiempo de laguerra, e indicaban que mi to haba cumplido con su deber yganado reputacin de valiente. Otros eran del perodo dereconstruccin de los Estados del Sur, y se referan princi-palmente a actividades polticas, pues era evidente que habaactuado resueltamente en la campaa contra los politicastrosexplotadores enviados desde el Norte.Mi padre traslad su residencia a Horsham, en los co-mienzos de 1884, y todo march admirablemente hasta ene-ro de 1885. Al cuarto da despus del Ao Nuevo, cuandonos sentbamos a la mesa para almorzar, o a mi padre dar12 9. un grito de sorpresa, mientras en una mano tena un sobrerecin abierto, y en la palma de las otras cinco pepas secasde naranja. Siempre se haba mofado de m por lo que lllamaba cuento inverosmil acerca del coronel; pero ahora,cuando lo mismo ocurra con l, estaba espantado y perplejo. Pero qu demonios significa esto, Juan? tartamu-de.Sent que el corazn me dejaba de palpitar. Debe de ser el mismo asunto de las tres iniciales alcanc a decir.Mir en el interior del sobre. As es dijo . Aqu estn las tres letras K. Pero quhay escrito encima de ellas?Mirando por sobre su hombro, le: Ponga los papeles enel reloj de sol. Qu papeles y qu reloj de sol? pregunt. El reloj de sol est en el jardn; no hay otro dije .Pero los papeles deben de ser los destruidos por mi to. Bah! dijo, sacando fuerzas de flaqueza . Vivimos enun pas civilizado y no podemos creer en patraas de estaclase. De dnde viene esto? De Dundee repliqu, mirando el timbre de correos. Alguna broma absurda dijo . Qu tenemos que vernosotros con relojes de sol y esos papeles? No pienso hacercaso de semejante tontera. Yo informara a la polica dije. Para que se ran a mis expensas? Por cierto que no lohar. Me permite, entonces, que lo haga yo? No; te lo prohbo. No quiero hacer cuestin de una ton-tera como sta.Me fue intil tratar de persuadirlo, pues era muy testarudo,y qued con el corazn lleno de presentimientos.Al tercer da de llegar la carta, mi padre se ausent decasa, para visitar a un antiguo amigo suyo, el mayor Freebo-dy, a cargo de uno de los fuertes de Portsdown Hill. Me ale- 13 10. gr de su ida, porque me pareca que as estara ms distan-te de cualquier peligro que permaneciendo en casa. En esto,sin embargo, me equivocaba. Al segundo da de ausencia, elmayor me telegrafi, para rogarme que fuera inmediatamen-te. Mi padre haba cado en un profundo pozo para extraeryeso, de los que abundan en la regin, y estaba sin conoci-miento, con el crneo destrozado. Part con gran prisa, perofalleci sin haber vuelto a recobrar sus sentidos. Segn meparece, mi padre volva de Fareham, en la penumbra de latarde, y como no conoca el terreno y el pozo de yeso noestaba cercado, el jurado, sin titubear, se pronunci en elsentido de que la muerte se deba a un caso fortuito. Por msque examin todos los antecedentes relacionados con sumuerte, nada pude descubrir que me hiciera pensar en unasesinato. No haba indicios de lucha, ni de pisadas, ni deintento de robo, ni noticias de haberse visto desconocidos porlos caminos. Sin embargo, no necesito decirle que mi mentedistaba mucho de estar tranquila, y tena casi la certeza deque mi padre haba cado vctima de una mala jugada.En estas siniestras condiciones entr en posesin de laherencia. Tal vez usted me preguntar por qu no la enajen.Pues porque estaba convencido de que todas nuestras des-gracias provenan de algn incidente en la vida de mi to, yque el peligro sera tan inminente para una familia como paracualquier otra.Desde que mi pobre padre tuvo su fatal cada, en enerode 1885, han transcurrido dos aos y ocho meses. Duranteeste perodo he vivido feliz en Horsham, y empezaba a ilu-sionarme conque la maldicin ya no pesaba sobre mi familia,y que se haba extinguido con la pasada generacin. Desgra-ciadamente, mis esperanzas eran prematuras: ayer en lamaana recib el golpe, en la misma forma en que lo recibierami padre.Sac el joven, de su chaleco, un sobre arrugado, y va-ciando su contenido sobre la mesa, dej caer cinco pepitassecas de naranja.14 11. He aqu el sobre dijo . El timbre de correos es deLondres, divisin oriental. En su interior lense las mismaspalabras que en el ltimo mensaje a mi padre: K.K.K. Pongalos papeles en el reloj de sol. Qu ha hecho usted? pregunt Holmes. Nada. Absolutamente nada? La verdad hundi su cara entre sus manos delgadas yplidas es que me he sentido impotente, como un misera-ble animalillo cuando la serpiente se arrastra hacia l. Meparece estar bajo la sombra de una maldicin inexorable,contra la cual no hay precaucin ni medida que me valgan. Vamos, hombre! exclam Holmes . Usted debehacer algo o est perdido. Slo obrando con energa podrusted salvarse. No hay que desesperar. Me he visto con la polica. Ah! Pero all escucharon mi historia con una sonrisa de in-credulidad. Estoy convencido de que el inspector ha opinadoque las cartas constituyen simples bromas y que las muertesde mis parientes se han debido a accidentes, como declar eljurado, sin que hayan tenido ninguna relacin con las adver-tencias.Holmes blandi sus puos en el aire y exclam: Increble imbecilidad! Sin embargo, me han proporcionado un guardia, paraque se quede en mi casa. Ha venido con usted esta noche? No. Tiene rdenes de permanecer en la casa.Nuevamente Holmes perdi la paciencia. Por qu no vino a m? exclam ; y sobre todo, porqu no vino inmediatamente? No tena noticias de usted. Fue slo ayer cuando hablcon el mayor Prendergast acerca de mis desgracias, y meaconsej que viniera a verlo.15 12. Hace dos das que recibi la carta, y ya deberamoshaber hecho algo. Supongo que usted no tiene mayorespruebas que la que nos ha presentado, ni ningn detalle su-gestivo que pueda sernos til. Hay uno dijo Juan Openshaw. Revolvi en el bolsillode su abrigo, y sacando un papel descolorido, de tinte azula-do, lo puso sobre la mesa . Recuerdo que el da en que mito quem los papeles, observ que los mrgenes sin quemarque quedaban entre las cenizas eran de este color especial, yme inclino a pensar que pueda ser uno de los papeles que,tal vez con la agitacin, se separ de los dems y as se librde la destruccin. No creo que pueda ayudarnos gran cosa.Tengo para m que es una pgina de algn diario privado. Nohay duda de que la escritura es la de mi to.Holmes alleg la lmpara y ambos nos inclinamos sobre elpliego de papel, que, por su borde rasgado, revelaba, enrealidad, haber sido sacado de un libro. El encabezamientodeca: Marzo, 1869, y abajo se lean las siguientes enigm-ticas anotaciones:Da 4. Vino Hudson. Situacin no cambia.Da 7. Mandar las pepas a Mc Cauley, Paramore y JuanSuain, de San Agustn.Da 9. Mc cauley alejadoDa 10. Juan Swain alejado,Da 12. Visit Paramore. Todo bien.-Gracias! -dijo Holmes, doblando el pliego y devolvindolo anuestro visitante- Y ahora no debe perder un instante ms.No disponemos de tiempo ni siquiera para discutir lo que meha contado. Usted debe regresar a su casa instantneamentey actuar. -Qu tengo que hacer? -Slo cabe hacer una cosa, y debe hacerse inmedia-tamente. Ponga el trozo de papel que nos ha mostrado en lacajuela de bronce, junto con una nota que diga que todos losdems papeles fueron quemados por su to, y que ste es el16 13. nico que queda. Debe explicar esto en trminos convincen-tes. Hecho esto, coloque inmediatamente la caja sobre elreloj de sol, conforme a las instrucciones. Entendido?-Perfectamente.-Por el momento no piense en venganza, ni en nada por elestilo. Creo poder conseguir eso por medios legales. Lo quetenemos que hacer es preparar nuestro plan, pues ellos yatienen el suyo listo. Como primera providencia, debemoseliminar el inminente peligro que lo amenaza; y en segundolugar, dilucidar el misterio y sancionar a los culpables.-Gracias -dijo el joven, levantndose y ponindose suabrigo-. Me ha infundido usted vida y esperanzas. Har todolo que me aconseja.-No pierda un segundo y, sobre todo, resguarde mientrastanto su persona, pues no me cabe ninguna duda de queest bajo la amenaza de un peligro real e inminente. Cmova a volverse?-Por tren, desde Waterloo.-No son las 9 an. Las calles estn todava llenas de gen-te, as es que confo en que podr ir seguro; sin embargo,tome el mximo de precauciones. -Estoy armado. -Muy bien hecho. Maana me pondr a trabajar en su ca- so. -Lo ver en Horsham, entonces?-No; el secreto est en Londres y es aqu donde lo busca-r.-Bien; dentro de uno o dos das vendr a darle noticiassobre la cajuela y los papeles, y a aconsejarme con usted entodos sentidos.Se despidi de cada uno de nosotros con un apretn demanos y sali. Afuera, el viento an bramaba y la lluvia cha-poteaba y azotaba contra las ventanas. Esta extraa y espe-luznante historia pareca haber brotado de en medio de loselementos enfurecidos, lanzada hacia nosotros como jirn de 17 14. alga marina en un huracn, y ahora, haber sido reabsorbidanuevamente por ellos.Sherlock Holmes permaneci por algn tiempo sentado,en silencio, con la cabeza inclinada hacia adelante y la mira-da fija en los rojizos resplandores del fuego. Encendi luegola pipa, y, echndose hacia atrs en su silln, contempl lasvolutas de humo azulado en su lenta ascensin hasta el te-cho.-Creo, Watson -observ por fin-, que de todos los casosque hemos conocido, ninguno ha sido ms fantstico queste.-Excepcin hecha, tal vez, de la Marca de los Cuatro.-Tal vez tengamos que hacer esa excepcin. Sin embar-go, parceme que este Juan Openshaw est rodeado demayores peligros aun que los Sholtorris.-Pero se ha formado usted concepto definitivo acerca dela naturaleza de tales peligros?-Por lo tocante a su naturaleza, no hay lugar a dudas-respondi.-De qu se trata? Quin es el que se firma con esastres iniciales y por qu motivo persigue a esa desgraciadafamilia?Sherlock Holmes cerr los ojos, afirm sus codos en losbrazos del silln, y, con las puntas de sus dedos juntas, medijo:-Al razonador ideal debiera bastarle con un solo hecho, detodo el problema, para deducir no slo la serie de aconte-cimientos que lo han producido, sino tambin todos los resul-tados que se van a derivar de l. De la misma manera queCuvier poda describir correctamente un animal, en todas suspartes, por el examen de uno solo de sus huesos, as tam-bin el observador que se ha penetrado debidamente de unode los eslabones de la cadena de Incidentes, debiera podercolegir con exactitud todos los dems, anteriores y posterio-res. Todava no nos hemos dado cuenta de los resultadosque pueden alcanzarse con la ayuda de la pura razn. Por la18 15. meditacin pueden resolverse problemas en que han fraca-sado todos los que han procurado hacerlo con ayuda de sussentidos. Sin embargo, para que tal sistema alcance sumxima perfeccin, es menester que el investigador puedautilizar todos los hechos que han llegado a su conocimiento; yesto solo, como usted comprender, implica la posesin deamplsimos conocimientos generales, prenda rara de encon-trar en un individuo, aun en estos tiempos en que hay libertadde educacin y abundancia de enciclopedias. Sin embargo,no es del todo imposible que un individuo posea todos losconocimientos que puedan servirle en su trabajo, y esto es loque, en mi caso, he procurado hacer. SI mis recuerdos no mefallan, en cierta ocasin, en los primeros tiempos de nuestraamistad, usted defini con mucha precisin los lmites de micultura general. -S -contest riendo- Era un documento muy singular.Recuerdo que, segn ese cuadro de su cultura, sus conoci-mientos en filosofa, astronoma y poltica eran nulos; en bo-tnica, heterogneos; en geologa, los suficientes para de-terminar manchas de barro hasta de 50 kilmetros alrededorde Londres; en qumica, vastsimos; en anatoma, medianosy desordenados, y en literatura sensacionalista, increblemen-te vastos; adems, figuraba usted como violinista, boxeador,espadachn, abogado, cocainmano y fumador. Creo questos eran los principales puntos de mi anlisis. Holmes hizo una mueca al or el final del anlisis, y dijo: -Pues bien, entonces, como ahora, creo que todo hombredebiera mantener el desvn de su cerebro bien provisto detodos los utensilios que tenga probabilidad de usar, poniendolos dems en el cuarto de trastos viejos de su biblioteca, dedonde puede sacarlos en caso de necesidad. Respecto delasunto que nos han encomendado esta noche, por cierto quenecesitaremos juntar todos nuestros recursos. Por favor,pseme el tomo correspondiente a la letra K de la Enciclope-dia Americana, que est en la repisa, a su lado. Gracias!Consideremos ahora la situacin y veamos qu podemos 19 16. deducir. En primer lugar, debemos partir de una base casipositiva: que el coronel Openshaw tuvo alguna razn muypoderosa para abandonar Amrica. Los hombres de su edadno cambian voluntariamente todos sus hbitos ni el deliciosoclima de Florida por la vida solitaria en una provincia de Ingla-terra. Su extremada aficin a la soledad, durante su vida enInglaterra, sugiere la idea de que tema algo; de modo quepodemos admitir, como hiptesis inicial, que el coronel tenamiedo de alguien o de algo que lo haba hecho alejarse deAmrica. En cuanto al objeto de sus temores, slo podemosdeducirlo de las formidables cartas recibidas por l y sussucesores. Se fij usted en los timbres postales de esascartas?-La primera era de Pondicherry; la segunda, de Dundee, yla tercera, de Londres.-Del Este de Londres. Qu colige usted de eso?-Todos son puertos; por lo tanto, el remitente ha estado abordo.-Excelente. Ya tenemos una pista. En realidad es muyprobable que el remitente estuviera a bordo. Y ahora, consi-deremos otro punto. En el caso de Pondicherry, transcurrie-ron siete semanas entre la amenaza y su cumplimiento; y enel caso de Dundee, slo tres o cuatro das. Qu sugiereesto?-Una mayor distancia que viajar.-Pero la carta vena tambin desde ms lejos.-Entonces, no se me ocurre nada.-Por lo menos, hay una presuncin de que el navo en queviajan el o los individuos es mercante. Parece que despa-charan su extrao aviso antes de partir ellos a su misin. Veausted con qu rapidez sigui la tragedia al aviso cuando stefue enviado desde Dundee. Si ellos hubieran venido de Pon-dicherry en un vapor, habran llegado casi al mismo tiempoque su carta, pero, en el hecho, transcurrieron siete sema-nas. Creo que esas siete semanas corresponden a la dife-20 17. rencia entre el buque-correo que trajo la carta, y el buque devela que condujo al autor de ella.-Es posible.-Ms an; es probable. Ahora comprender usted la an-gustiosa urgencia de este nuevo caso y el porqu de misrecomendaciones a Openshaw para que tuviera cuidado. Elgolpe ha sobrevenido siempre al trmino del tiempo que de-moran los remitentes en hacer el trayecto. Pero este avisoviene de Londres mismo, y, por consiguiente, no hay quecontar con demoras.-Bien, bien! -exclam-, qu puede significar esta perse-cucin encarnizada?-Los papeles que Openshaw trajo consigo son, evidente-mente, de importancia capital para la o las personas queviajan en el buque de vela. Me parece casi seguro que debenser varias personas.Un solo hombre no podra haber llevado a cabo dos muer-tes y en ambas engaar al fiscal del jurado. Deben de servarios los mezclados en el asunto; y gente resuelta y de re-cursos. Se proponen recobrar esos papeles, quienquiera quesea su poseedor. En estas condiciones, las tres iniciales Kdejan de corresponder a un individuo y se transforman en lainsignia de una sociedad.-Pero, de qu sociedad?-Nunca ha odo usted -dijo Sherlock Holmes, inclinndo-se y bajando la voz- hablar del Ku Klux Klan?-Jams.Holmes hoje el libro que tena sobre sus rodillas y dentrode poco dijo:-Aqu est.-Ku Klux KIan.- Nombre derivado de una caprichosa se-mejanza con el ruido que se produce al amartillar un rifle.Esta terrible sociedad secreta fue constituida por algunos exsoldados en los Estados del Sur a raz de la guerra civil, yrpidamente se formaron sucursales de ella en diversas par-tes del pas, principalmente en Tennessee, Luisiana, las Ca-21 18. rolinas, Georgia y Florida. Sus poderes fueron empleadoscon fines polticos, especialmente para atemorizar a los vo-tantes de raza negra, y asesinar y echar del pas a aquellosque se opusieran a sus ideas. Por lo general, sus atropelloseran precedidos de un aviso a la vctima, en forma fantstica,pero casi siempre reconocible: un manojo de hojas de encina,en algunas partes, semilla de meln o pepas de naranjas, enotras. Al recibo de este aviso, la vctima poda abjurar abier-tamente de sus anteriores ideas o huir del pas. Si continuabadesafiando a sus enemigos, mora infaliblemente, y casisiempre en forma extraa e imprevista. Tan perfecta era laorganizacin de la sociedad y tan eficaces sus mtodos, quecasi no se registra ningn caso de individuos que la desafia-ran impunemente, o de que sus atropellos permitieran descu-brir a sus perpetradores. La institucin prosper por algunosaos, a pesar de los esfuerzos del gobierno de los EstadosUnidos y de las clases superiores en las comunidades delSur. Finalmente, en 1869, el movimiento termin en formams o menos sbita, si bien, desde entonces, ha habido esta-llidos aislados de la misma ndole.-Ver usted -dijo Holmes, cerrando el tomo- que el repen-tino fracaso de la sociedad coincidi con la poca en queOpenshaw desapareci de Amrica, llevndose sus papeles,lo que bien puede ser causa y efecto. No es de maravillarseque l y su familia sean victimas de la ms implacable perse-cucin, pues, como usted comprender, ese registro y memo-rias pueden envolver a hombres eminentes del Sur, y habrmuchos que no dormirn tranquilos mientras esos documen-tos no se recuperen.-Luego, la pgina que hemos visto...-Contiene lo que podamos esperar. Si no me equivoco,deca: Enviadas las pepas a A, B, C; esto es, se les ha en-viado el aviso de la sociedad. En seguida, hay anotacionessucesivas de que A y B han sido alejados, esto es, han salidodel pas; y, finalmente, que C ha sido visitado, segn me te-mo, con resultados siniestros. Bien, doctor; creo que pode-22 19. mos hacer luz sobre este oscuro asunto, y que, por el mo-mento, la nica esperanza del joven Openshaw estriba enhacer lo que he dicho. No hay ms que decir o hacer por estanoche; as es que pseme mi violn y tratemos de olvidar estemalhadado tiempo y a nuestros malvados congneres.A la maana siguiente, el da estaba despejado y con solbrillante, cuyos rayos llegaban hasta nosotros amortiguados atravs de la bruma de la gran metrpoli. Cuando baj, Sher-lock Holmes estaba ya tomando desayuno.-Me perdonar usted que no lo haya esperado -me dijo-;tal como haba previsto, tengo por delante un da de muchaactividad, investigando este caso del joven Openshaw.-Qu medidas va a tomar? -pregunt.-Eso depender del resultado de mis primeras averigua-ciones. Es posible que tenga que ir a Horsham.-No ir all primero?-No; comenzar por la ciudad de Londres. Toque la cam-panilla para que la criada le traiga su caf.Mientras aguardaba, tom de la mesa el diario no abiertoan y le di una mirada. Mi vista recay en un ttulo que medio escalofros.-Holmes -exclam-, es demasiado tarde!-Ah! -dijo, dejando la taza en el platillo-, me lo tema.Cmo sucedi?Su voz era tranquila, pero pude ver que estaba bastanteemocionado.Vi impreso el nombre de Openshaw y el ttulo de: Trage-dia cerca de Waterloo Bridge", en que se informaba lo si-guiente:"Anoche, entre 9 y lo P.M., el alguacil de polica Cook, enservicio cerca de Waterloo Bridge, oy un grito de socorro yel ruido de un cuerpo que caa al agua. La noche era extre-madamente obscura y tormentosa, de modo que, no obstantela ayuda de varios transentes, fue absolutamente imposibleefectuar el salvamento. Sin embargo, diose la alarma y, conla ayuda del servicio de polica fluvial, el cadver pudo por fin23 20. ser recobrado, y result ser el de un joven cuyo nombre, se-gn un sobre descubierto en el bolsillo, es Juan Openshaw,domiciliado cerca de Horsham. Se supone que iba de prisa atornar el ltimo tren que sale de la estacin de Waterloo, yque, a causa del apuro y de la gran oscuridad, extravi suspasos y anduvo por la orilla de uno de los desembarcaderospara anchas a vapor. El cadver no presentaba seales deviolencia y no hay duda de que la muerte se debi a un des-graciado accidente, que debiera llamar la atencin de lasautoridades hacia las condiciones de los desembarcaderosdel ro.Permanecimos sentados y en silencio por algunos minu-tos. Holmes estaba ms desanimado y conmovido que nun-ca. Por fin, dijo:-Esto me hiere en mi orgullo, Watson. El sentimiento essin duda mezquino; pero as es. El asunto se transforma aho-ra en cuestin personal ma, y, si Dios me da salud, har caeresta pandilla en mis manos. Pensar que este joven vino has-ta m en busca de ayuda y que yo lo envi al encuentro de sumuerte!Salt de su asiento y se pase por la pieza, lleno de lamayor agitacin, con las mejillas encendidas, abriendo y ce-rrando nerviosamente sus manos largas y finas.-Deben de ser demonios muy astutos -exclam, por fin-.Cmo pudieron atraerlo hasta all? Ese malecn no est enel camino recto a la estacin. Sin duda, el puente estabademasiado concurrido, aun en una noche como sa, para laconsecucin de sus propsitos. Bien, Watson, veremos quinganar, a la larga. Salgo ahora mismo!-Va a la polica?-No; yo ser mi polica. Cuando ya haya tejido la tela,pueden ellos coger las moscas; pero antes, no.Todo el da estuve ocupado en mis actividades profesio-nales, y era ya tarde cuando regres a Baker Street. SherlockHolmes no haba vuelto an. Lleg cerca de las lo de la no-che, plido y fatigado. Acercse al aparador y, partiendo un24 21. trozo de pan, se lo devor ansiosamente, despus de lo cualbebi un largo trago de agua.-Est con hambre -observ.-Muerto de hambre. No me he acordado de comer, demodo que no he tomado ningn alimento desde el desayuno.-Ninguno?-Absolutamente ninguno. No he tenido tiempo ni siquierapara pensar en ello.-Y cmo han andado sus cosas?-Bien.-Tiene alguna pista?-Ya los tengo atrapados en el hueco de la mano. El jovenOpenshaw no quedar sin venganza por mucho tiempo. Va-ya, Watson! Marqumoslos con su propia marca de fbrica.Es buena idea!- Qu quiere usted decir?Tom una naranja del aparador y, partindola, la estrujpara extraerle las pepas, que cayeron sobre la mesa. Echcinco de ellas en un sobre, en cuyo interior escribi: De S.H.a J.C. Y, despus de cerrarlo, lo dirigi a: Capitn JamesCalhoum, navo Lone Star, Savannah, Georgia.-Esta carta esperar al capitn a su entrada al puerto -dijo,rindose entre dientes-. Va a causarle noches de insomnio,hasta que descubra que es un presagio tan seguro de sudestino, como lo fue anteriormente para Openshaw.-Y quin es este capitn Calhoum?-El jefe de la pandilla. Tambin atrapar a los otros; pero al primero.-Cmo lo rastre?Sac de su bolsillo un largo pliego, lleno de fechas y nom-bres.-He pasado todo el da consultando los registros y archi-vos viejos de Lloyds, siguiendo la ruta posterior de cada unade las naves que hicieron escala en Pondicherry en enero yfebrero de 1883. Haba 36 naves de regular tonelaje que,segn informes, haban estado all durante esos meses. Una25 22. de ellas, el Lone Star, atrajo instantneamente mi atencin,pues, si bien figuraba como habiendo salido de Londres, sunombre es el que se da a uno de los Estados de la Unin.-Tejas, segn creo.-No estaba seguro entonces ni lo estoy ahora, pero sabaque la nave deba ser de origen americano.-Y luego?-Busqu en los registros de Dundee, y cuando descubrque la nave Lone Star haba estado all el 25 de enero de1885, mis sospechas se confirmaron. En seguida averigqu buques haba actualmente en el puerto de Londres.-S?-El Lone Star haba arribado aqu en la semana pasada.Me fui al muelle Albert y supe que haba salido del ro en lasprimeras horas de la madrugada de hoy, aprovechando laalta marea, en viaje de regreso a Savannah. En vista de esto,telegrafi a Gravesend, y supe que la nave haba pasado porall haca algn tiempo; y como sopla viento del Este, no mecabe duda de que debe estar ms all de Goodwns, y nomuy lejos de la Isla Wight.-Qu piensa hacer?-Oh! Ya lo tengo en mis manos. El y sus dos compaerosson, segn mis informaciones, los nicos americanos delbuque. Los dems son finlandeses y alemanes. He sabido,tambin, que ninguno de los tres pas la noche a bordo, se-gn me enter por el estibador que ha estado embarcndolessu cargamento. Por la fecha en que el buque de vela en queviajan llegue a Savannah, el buquecorreo ya habr llegadocon esta carta, y el cable habr informado a la polica de allque a estos tres caballeros se les necesita aqu con urgencia,por acusrseles de asesinato.En los planes del hombre, sin embargo, nunca deja dehaber alguna falla, por muy bien fraguados que estn; y losasesinos de Juan Openshaw nunca recibieron las pepas denaranja que les habran demostrado que otro, tan astuto yresuelto como ellos, les segua la pista. Muy prolongadas y26 23. violentas fueron las tempestades otoales ese ao. Por mu-cho tiempo esperamos noticias de Savannah, acerca delLone Star, pero nunca nos llegaron. Al fin, supimos que enmedio del Atlntico, entre grandes olas, se haban divisadorestos destrozados del porta de popa de la nave, con lasiniciales L. S. grabadas en su superficie; y eso fue todo lo quesupimos sobre la suerte que corri el Lone Star. 27 24. EL MENDIGO DE LA CICATRIZIsa Whitney, hermano del difunto Elas Whitney, doctor enteologa, director del Colegio de Teologa de San Jorge, tenael vicio del opio. Segn entiendo, lo adquiri por estpidocapricho, cuando estaba en el colegio, pues habiendo ledolas descripciones de De Quincey sobre sus propios sueos ysensaciones, empap su tabaco en ludano, tratando deobtener los mismos efectos. Como ha ocurrido a muchos,descubri que el vicio era ms fcil de adquirir que de aban-donar, y por luengos aos continu siendo esclavo de la dro-ga, y objeto de horror y de compasin para sus amigos yparientes.Me parece que todava lo veo, todo encogido en su silln,con la cara plida y macilenta y los prpados caldos, jugandocon muecos que representaban a sus alumnos, convertidoen un verdadero despojo del que fuera un gran hombre.Cierta noche, en junio de 1889, tocaron la campanilla a lahora en que todos comenzamos a bostezar y a mirar la hora.Me levant de mi asiento y mi mujer dej sus costuras en lafalda, diciendo con cierto desaliento:-Algn enfermo. Vas a tener que salir.Di un rezongo, pues acababa de volver a casa despus deun da muy fatigoso.Omos abrir la puerta, unas cuantas palabras dichas deprisa, y luego, rpidos pasos sobre el linleo. Se abri lapuerta de nuestra habitacin y entr una seora vestida decolor oscuro, con velo negro.-Me excusarn ustedes que venga tan tarde -comenz pordecir, y luego, perdiendo todo dominio de s misma, corri aabrazarse de mi mujer y psose a sollozar sobre su hombro-.28 25. Oh! Me encuentro en una dificultad tan grande! -gimi-.Necesito tanto que me ayuden!-Pero si es Kate Whitney -dijo mi mujer, alzndole el velo-Qu sobresalto me has dado Kate! No te haba reconocidocuando entraste!-No saba qu hacer; por eso vine directamente hacia ti.Era lo de siempre: los que tenan alguna afliccin venan ami mujer en busca de consuelo.-Te agradezco que te hayas acordado de m. Ahora, srve-te un sorbo de vino mezclado con agua, y sentada aqu, c-modamente, cuntanos lo que te pasa. Prefieres que San-tiago se retire a descansar?-Oh, no, no! Tambin necesito los consejos y la ayuda Mdoctor. Se trata de Isa. Ha estado fuera de casa desde hacedos das, y estoy tan preocupada por l.No era la primera vez que ella nos haba hablado del viciode su marido, a m, como mdico, y a mi mujer, como antiguaamiga y compaera de colegio. Nosotros la consolbamos yapacigubamos lo mejor que podamos. Saba ella dndeestaba su marido? Sera posible que se lo hiciramos vol-ver?Parece que lo era. Ella saba positivamente que en losltimos tiempos, cuando a su marido le venan los ataques,sola recurrir a un fumadero en el extremo oriental de la ciu-dad. Hasta entonces sus orgas se haban limitado a un soloda, y volva por la tarde, crispado y maltrecho; pero en estaocasin el hechizo le haba durado cuarenta y ocho horas, yseguramente an estaba all, en medio de la hez de los mue-lles, inhalando el veneno o durmiendo su borrachera. Ellaestaba segura de que all podran encontrarlo, en el Bar deOro, en Upper Swandam. Pero qu iba a hacer ella? Cmopoda ella -mujer joven y tmida- llegar hasta un lugar comose y sacar a su marido de en medio de los rufianes que lorodeaban?He all el caso, y, por supuesto, no tena ms que unasolucin. No podra yo escoltarla hasta ese punto? Pero29 26. pensndolo mejor, qu objeto tendra llevarla a ella? Comomdico de Isa Whitney, yo tena influencia sobre l, y podraconseguir mejor mi propsito yendo solo. Promet a su seo-ra, por mi palabra, que, si lo hallaba en la direccin indicada,lo despachara a su casa, en un coche, dentro de dos horas.As, pues, diez minutos ms tarde haba dejado mi silln y mialegre saloncito y me diriga a toda prisa en un coche hacia eleste de Londres, en cumplimiento de una extraa misin,como en ese momento me pareci, si podra decir cuntoms extraa iba a resultar.No encontr grandes dificultades en la primera etapa demi aventura. Upper Swandam es una calleja ruin que serpen-tea detrs de los altos muelles al borde de la ribera norte delro hacia el este del Puente de Londres. Entre un negocio deropa vieja y una taberna, despus de bajar unos empinadospeldaos, que conducan a una entrada negra como boca delobo, encontr el fumadero que buscaba. Dando orden alcochero de que me aguardara, baj los peldaos, gastadospor el incesante trajn de los borrachos, y, gracias a la inciertaluz que despeda una lmpara de aceite sobre la puerta, pu-de descorrer el cerrojo e introducirme en una pieza larga ybaja, de atmsfera densa y pesada con el humo del opio, yguarnecida a ambos lados de camarotes de madera, comolos que se ven en los buques de emigrantes.A travs de la penumbra podan verse vagamente figurashumanas, en extraas y fantsticas actitudes, agachadas,arrodilladas, con la cabeza hacia atrs y la barba apuntandohacia arriba, mientras por aqu y all ojos obscuros y morte-cinos fijaban sus miradas sobre el recin llegado. En mediode la densa sombra, chispeaban pequeos crculos de luzrojiza, que tan pronto resplandecan como se debilitaban,segn que el venenoso contenido que arda en las pipas me-tlicas se avivara o menguara. La mayora permaneca ensilencio, pero algunos murmuraban consigo mismos, y otroshablaban entre s en voz extraa, baja y montona, con fra-ses espasmdicas, seguidas de repentinos silencios; cada30 27. cual mascullaba sus propios pensamientos, importndolepoco las palabras de su vecino. En el extremo opuesto de lapieza, haba un braserillo encendido, junto al cual, en un ta-burete de madera con tres patas, sentbase un viejo largo yflaco, con la barba apoyada en los puos y los codos sobrelas rodillas, mirando fijamente el fuego.Al entrar, un criado malayo, de color cetrino, se apresur apasarme una pipa con su provisin de droga, sealndomeun camarote desocupado.-Gracias. No vengo a quedarme -le dije- Un amigo mo, elseor Isa Whitney, est aqu y deseo hablarle.Sent movimiento y una exclamacin a mi derecha, y es-cudriando en la lobreguez, pude ver a Whitney, plido, maci-lento y desgreado, que me fijaba la vista.-Caramba! Es Watson -dijo. Su estado inspiraba lstima,con todos sus nervios en agitacin-. Dgame, Watson, quhora es?-Cerca de las once.-De qu da?-Viernes, 19 de junio.-Santo ciclo! Cre que era jueves; y es jueves. Para ququiere atemorizarme?Con esto, ocult su cara entre los brazos y comenz alanzar agudos sollozos.-Le aseguro a usted que es viernes. Su mujer lo ha estadoaguardando desde hace dos das. Debiera darle vergenza!-La tengo. Pero usted est equivocado, Watson, pues slohe estado aqu unas cuantas horas, y he fumado, tres, cuatropipas; no recuerdo cuntas. Ahora me ir con usted. No que-rra asustar a Kate, la pobrecita. Dme la mano! Tiene co-che?-S; tengo uno que me espera.-Entonces me ir en l. Pero estoy debiendo algo. Aver-geme cunto es, Watson. Estoy algo dbil. No puedo hacernada. 31 28. Avanc por el estrecho pasadizo entre la doble hilera defumadores, conteniendo el aliento para no respirar los detes-tables y enervantes vapores de la droga, en busca del regen-te. Al pasar al lado del viejo que estaba junto al brasero, sentun brusco tirn de mi abrigo y o que alguien me deca en vozbaja: -Siga de largo y despus mreme desde lejos. Tales palabras llegaron hasta mis odos con perfecta cla-ridad. Mir haca abajo, pues no podan haber venido de otroque del viejo que tena a mi lado; pero ste continuaba tanabsorto como siempre, muy flaco, arrugado, agachado por elpeso de los aos, y con una pipa de opio sobre sus rodillas,como si de pura languidez sus dedos la hubieran dejado res-balar. Di dos pasos adelante y me di vuelta. Tuve que domi-narme con todas mis energas para reprimir un grito deasombro. Se haba puesto de espaldas de modo que nadie,sino yo poda verlo. Sus formas parecan haberse rellenado,sus arrugas desaparecido, sus apagados ojos recobrado subro, y all, sentado junto al fuego y con su sonrisa burlona alcontemplar mi sorpresa, estaba nada menos que SherlockHolmes. Hzome un leve ademn para que me le aproximara,e instantneamente, al volver de nuevo su rostro hacia laconcurrencia, recobr su aspecto de decrpita y babeantesenectud. -Holmes! -exclam- Qu demonios hace en este cuchi-tril? -Baje la voz lo ms posible -contest- Tengo excelentesodos. Si usted tuviera la gran amabilidad de desprendersede ese borrachn de su amigo, me agradara mucho conver-sar dos palabras con usted. -Tengo el coche en la puerta. -Entonces, por favor, mndelo a su casa. Puede ustedestar tranquilo respecto de l, pues est demasiado maltre-cho para que le haga ninguna diablura. Tambin me permitir-la recomendarle que enviara una nota a su mujer, en que le32 29. dira que va a compartir mi suerte en una aventura. Si meespera afuera, me juntar con usted dentro de cinco minutos.Las peticiones de Holmes eran siempre tan terminantes yformuladas con tal aire de predominio, que era difcil resistr-sele. Consider, no obstante, que, despus de dejar a Whit-ney instalado en el coche, mi misin estaba prcticamenteterminada; y en cuanto a lo dems, no poda desear nadamejor que asociarme con mi amigo en una de aquellas singu-lares aventuras que constituan la normal condicin de suexistencia. En el espacio de pocos minutos escrib la nota ami mujer, pagu la cuenta de Whitney, lo conduje al coche ylo vi alejarse en medio de la obscuridad. Muy pronto sali delfumadero la decrpita figura del viejo, y me hall caminandopor la calle con Sherlock Holmes. Por dos cuadras arrastrlos pies, con paso incierto y espaldas gachas. Despus, dan-do una rpida mirada a su alrededor, se enderez y solt lacarcajada con todas ganas.-Supongo, Watson -me dijo-, que usted se imagina que alvicio de la cocana y todas las dems debilidades que ustedme censura, he agregado el del opio.-Por cierto que me sorprend de encontrarlo all.-Pero no tanto como me sorprend yo de encontrarlo austed.-Vine a buscar a un amigo.-Y a encontrar a un enemigo.-Un enemigo?-S; uno de mis enemigos naturales, o, mejor dicho, unade mis presas. En dos palabras, Watson, estoy embarcadoen una notable pesquisa, y he tenido esperanzas de descu-brir una pista vagando sin rumbo fijo por los antros de estosborrachines, como otras veces lo he hecho. Si me hubieranreconocido en aquella cueva, no habra salido con vida; porcuanto la he empleado anteriormente para la consecucin demis propios fines, y el bribn M indostano que lo administraha jurado vengarse en m. En la parte trasera de ese edificio,cerca de la esquina de Pauls Wharf, hay una trampa que, de 33 30. poder hablar, contarla curiosas historias de lo que por ella hapasado en noches tenebrosas.-Qu! No querr usted decir personas...-Ay! Cadveres, Watson. Seramos ricos si nos dieran millibras por cada pobre diablo que ha encontrado la muerte enesa cueva. Es la ms ruin de todas las trampas que hay en laribera del ro, y temo que Neville St. Clair haya entrado enella para no salir nunca ms. Pero nuestro coche ya debieraestar aqu.Llevse los dedos ndices a la boca y dio un penetrantesilbido, que fue contestado desde lejos por otra seal similar,seguida dentro de poco por el ruido de ruedas y de cascos decaballos.-Ahora, Watson -me dijo Holmes al aparecer en medio dela obscuridad un coche ligero cuyas linternas laterales des-pedan dorados destellos-, usted se vendr conmigo, no esas?-Si puedo serle til...-Oh! Un compaero de confianza es siempre til, y uncronista, ms an. Mi habitacin en Los Cedros tiene doscamas.-Los Cedros?-S; la casa del seor St. Clair. Estoy viviendo all mientrasrealizo esta pesquisa.-Y dnde es?-Cerca de Lee, en Kent. Tenemos una jornada de sietemillas por delante.-Pero no s nada del asunto.-Claro que no. Dentro de poco lo sabr todo. Salte a milado. Est bien, Juan, no te necesitamos. Aqu tienes mediacorona. Bscame maana, alrededor de las once. Hastaluego, entonces!Dio un ligero fustazo al caballo y nos lanzamos por unasucesin interminable de calles sombras y solitarias, que seensanchaban gradualmente, hasta encontrarnos cruzando unancho puente de balaustradas, mientras por debajo de noso-34 31. tros el ro se deslizaba lbrego y perezoso. Ms all delpuente haba otro triste desierto de ladrillos y techos, cuyosilencio era interrumpido slo por los pesados y metdicostrancos de algn guardin, o por los gritos y cantos de algngrupo de trasnochadores. Nubes opacas cruzaban Ientamen-te el cielo, y una que otra estrella titilaba dbilmente por entrelos claros. Holmes manejaba en silencio, con la cabeza incli-nada sobre el pecho, como absorto en sus pensamientos,mientras yo, sentado a su lado, estaba lleno de curiosidadpor saber cul podra ser el objeto de esta nueva pesquisaque tan profundamente pareca preocuparlo; pero no meatreva a interrumpir el curso de sus pensamientos. Haba-mos ya recorrido varias millas y comenzado a llegar a la zonade las quintas rurales, cuando mi compaero, encogindosede hombros, encendi su pipa, con aire de estar satisfechode sus propios actos.-Tiene usted el gran don del silencio, Watson djome-Eneste sentido, es usted un compaero inapreciable. Por mipalabra, que es gran cosa para m tener alguien con quienconversar, pues mis propios pensamientos no son del todoagradables. Pensaba en qu dir a esta encantadora mujerci-ta esta noche, cuando me encuentre en la puerta.-Olvida usted que yo no s nada.-Alcanzar a imponerlo a usted de los hechos antes deque lleguemos a Lee. Parece ser algo extremadamente sen-cillo, y, sin embargo, no le encuentro asidero alguno. Haymuchos hilos, sin duda; pero no puedo llegar al fin de la ma-deja. Voy a explicarle el caso clara y concisamente, Watson,y pudiera ser que usted viera alguna chispa donde yo sloveo oscuridad.-Adelante, entonces.-Hace algunos aos, para ser preciso en mayo de 1884,vino a Lee un caballero llamado Neville St. Clair, quien pare-ca tener bastante fortuna. Establecise en una espaciosaquinta, traz hermosos jardines y, en general, viva comogran seor. Gradualmente, fue hacindose de amistades en 35 32. el vecindario; en 1887 se cas con la hija de un cervecero dela localidad, y en la hora presente es padre de dos hijos. Notena ningn empleo, pero estaba interesado en varias com-paas; y, por regla general, iba a la ciudad por las maanasy regresaba todas las noches de Cannon Street, por el trende 5.14. El seor St. Clair cuenta ahora treinta y siete aos;es hombre de hbitos moderados, buen marido, padre muycarioso, y querido por todos los que lo conocen. Puedoagregarle que el total de sus deudas, segn hemos podidocomprobar, asciende en este momento a ochenta y ocholibras y diez chelines; mientras que en el Banco tiene a sufavor la suma de doscientas veinte libras. Por consiguiente,no hay razn para suponer que haya tenido dificultades eco-nmicas.El lunes pasado, el seor St. Clair fue a la ciudad mstemprano que de costumbre, haciendo, antes de partir, laobservacin de que tenia que cumplir dos importantes encar-gos y que traera a su hijito una caja de cubos para jugar.Ahora bien, por pura casualidad, ese mismo lunes, poco des-pus de su partida, su mujer recibi un telegrama en que leavisaban que una pequea encomienda de bastante valor,esperada por ella desde haca tiempo, estaba a su disposi-cin en las oficinas de la Compaa Naviera Aberdeen. Siusted conoce bien las calles de Londres, sabr que las ofici-nas de la Compaa estn en la calle Fresno, que es rama deUpper Swandam, donde usted me encontr anoche. La seo-ra de St. Clair se desayun, parti para la ciudad, hizo algu-nas compras, fue a las oficinas de la Compaa, retir suencomienda, y precisamente a las 4.35 se encontraba cami-nando por la calle Swandam, de regreso a la estacin. Meha comprendido Ud.?-La cuestin es muy clara.-Como usted recordar, el lunes fue un da extremada-mente caluroso, y la seora St. Clair caminaba con lentitud,mirando a su alrededor, con la esperanza de encontrar uncoche, pues el vecindario en que se hallaba no era de su36 33. agrado. Mientras as caminaba por la calle Swandam, la se-ora oy una exclamacin o ms bien un grito, y qued para-lizada de horror al contemplar a su marido que, desde la ven-tana de un segundo piso, la miraba y le haca seas. La ven-tana estaba abierta, y pudo verle la cara perfectamente, porla cual revelaba hallarse en estado de inmensa agitacin.Mova sus manos frenticamente, hacindole seas, y des-pus desapareci de la ventana sbitamente, como arrebata-do por una fuerza irresistible. Un detalle curioso que no esca-p a sus perspicaces ojos de mujer es que, si bien llevabachaqueta obscura, como al salir de su casa, estaba sin cuelloni corbata. Convencida de que algo anormal ocurra, baj los pelda-os a toda prisa, pues la casa no era otra que el fumadero deopio en que me encontr usted anoche, y, cruzando la puertade calle, intent subir la escalera que conduca al segundopiso. Al pie de ella, sin embargo, se encontr con el malvadoindostano de quien le he hablado, quien la contuvo y, con elauxilio de un dans que acta all como su ayudante, la echa empellones a la calle. Loca de incertidumbre y de temor,ech a correr y tuvo la rara fortuna de tropezar, en la calleFresno, con un grupo de alguaciles a cargo de un inspector,que iban a hacer su ronda. El inspector y dos hombres laacompaaron hasta la casa en cuestin, y, venciendo la re-sistencia opuesta por el dueo, llegaron a la habitacin enque el seor St. Clair haba sido visto recientemente; pero nohaba ni seales de l. En realidad, en todo ese piso no en-contraron alma viviente, salvo un miserable tullido de aspectorepugnante, quien, al parecer, se cobijaba all. Tanto stecomo el indostano juraron resueltamente que nadie mshaba estado en la pieza de la calle durante la tarde. Tanporfiadas eran sus negativas, que el inspector qued perple-jo, y casi comenzaba a creer que la seora St. Clair se habaengaado, cuando de repente, dando sta un grito, se aba-lanz sobre una cajita de envase que estaba sobre la mesa yle arranc la tapa: de su interior sali una verdadera cascada37 34. de cubos para nios, que era el juguete que su marido habaprometido llevar. Este descubrimiento y la manifiesta confusin del invlidorevelaron al inspector que la cuestin era seria. Las habita-ciones fueron objeto de un prolijo examen, y todo haca pen-sar en un crimen abominable. La pieza de la calle estabaamoblada modestamente como saln, y conduca a un pe-queo dormitorio que daba al respaldo de uno de los muelles.Entre ste y la ventana del dormitorio hay una angosta franja,seca durante la baja marea, pero cubierta de cuatro pies ymedio de agua, por lo menos, cuando la marea sube. Alexaminar se descubrieron indicios de sangre sobre la solera,y varias gotas aisladas en el suelo. Amontonadas detrs deuna cortina, en la pieza de la calle, estaban todas las ropasdel seor St. Clair, con excepcin de su chaqueta. Sus botas,sus calcetines, su sombrero, su reloj, todo estaba all. Estasprendas no presentaban ninguna seal de violencia; y fuerade ellas, no haba ms seales de su dueo. Por la ventanatena que haber salido, segn todas las apariencias, pues nose descubri ninguna otra salida, y las siniestras manchas desangre sobre la solera daban pocas esperanzas de que pu-diera haberse salvado nadando, pues la marca haba alcan-zado su mxima altura en el momento de la tragedia.Ahora dos palabras acerca de los bellacos que aparecandirectamente implicados en el asunto. El indostano era cono-cido corno individuo de psimos antecedentes; pero como, deacuerdo con la versin de la seora St. Clair se saba quehaba estado al pie de la escalera a los pocos instantes deaparecer el seor St. Clair en la ventana, no poda ser msque simple cmplice en el crimen. Su defensa se bas en suabsoluta ignorancia de todo lo ocurrido; aleg que no tenaconocimiento alguno de los actos de Hugo Boore, su inquili-no, y que no poda dar explicaciones de ninguna especierespecto de la presencia, en aquel sitio, de las ropas del ca-ballero desaparecido. Esto por lo que hace al administradorindostano.38 35. En cuanto al siniestro tullido que habita en el segundopiso del fumadero, y que con toda certeza fue el ltimo quevio al seor St. Clair, su nombre es Hugo Boone y su cararepugnante es familiar a todos los que van con mucha fre-cuencia a la ciudad. Es un mendigo profesional, bien que,para burlar los reglamentos de polica, pretende dedicarse ala venta de cerillas. Al comienzo de la calle Threadneedle, allado izquierdo, como usted habr visto, la pared hace unrinconcito. All se sienta diariamente este individuo, con laspiernas cruzadas, y un pequeo surtido de cerillas en su re-gazo; y, corno su aspecto inspira compasin, la caridad p-blica lo favorece con pequeas limosnas que l recoge en ungrasiento gorro de cuero, que tiende en el suelo, a su lado.Ms de una vez he observado a este pjaro, antes de pensarsiquiera que llegara a conocerlo en mis actividades profesio-nales, y me he sorprendido del xito que ha tenido en cortotiempo. Su apariencia es tan extraordinaria, que, corno ustedcomprender, nadie deja de mirarlo: un pelo tupido color ana-ranjado, una cara plida, desfigurada por una horrible cicatrizque, al contraerse, levanta el extremo del labio superior, unabarba de perro de presa, y un par de penetrantes ojos obscu-ros que contrastan vivamente con el color de su pelo; todo locual lo hace destacarse en medio de la muchedumbre demendigos corrientes, de los que tambin sobresale por suingenio, pues siempre est listo para contestar cualquier chis-te que le lancen los transentes. Tal es el individuo que, se-gn ahora sabemos, es inquilino en el fumadero de opio y fueel ltimo que vio al caballero que buscamos.- Pero un tullido! -dije-. Qu podra haber hecho l solocontra un hombre en la lozana de la vida?-Es tullido en el sentido de que cojea al andar; pero, desdeotros aspectos, parece ser fuerte y robusto. Seguramente suexperiencia mdica le dir, Watson, que la debilidad en unmiembro a menudo est compensada por excepcional vigoren los otros.-Por favor, contine su relato. 39 36. -La seora St. Claire se desmay a la vista de sangre enla ventana y fue puesta en un coche y escoltada por la policahasta su casa, como quiera que su presencia no les serva denada. El inspector Barton, a cuyo cargo estaba la pesquisa,hizo una revisin muy prolija del local, pero sin encontrarnada que arrojara luz en el asunto. Se cometi un error al noarrestar al tullido inmediatamente, pues se le dejaron algunosminutos durante los cuales pudo haberse comunicado con suamigo el indostano; pero pronto se repar esta falta, y sedetuvo y registr al tullido, sin poder encontrarle nada que loacriminara. Es verdad que haba algunas manchas de sangreen su manga derecha, pero l mostr su dedo anular, en elque tena una cortadura cerca de la ua, y explic que lasangre provena de all, agregando que haba estado en laventana poco antes, y que las manchas que se haban vistotenan sin duda la misma explicacin. Neg rotundamentehaber visto jams al seor Neville St. Clair y jur que la pre-sencia de las ropas en su pieza constitua para l un misteriotan inexplicable como para la polica. Tocante a la afirmacinde la seora St. Clair, de haber visto a su marido en la venta-na, declar que ella deba de estar loca o soando. Fue tras-ladado a la comisara, con grandes protestas de su parte, ymientras tanto, el inspector se qued en las habitaciones,esperando que la marca menguante pudiera proporcionarlealgn nuevo indicio.Y se lo proporcion, si bien el fondo fangoso no descubrilo que teman; pues, al retirarse la marea, dej en descubier-to la chaqueta del seor St. Clair, pero no a su dueo. Y qucree usted que hallaron en los bolsillos?-No me imagino.-No lo adivinara usted fcilmente. Cada bolsillo estabaatestado de peniques y medios peniques: 421 de los prime-ros y 270 de los segundos. No era de admirarse que la cha-queta no hubiera sido arrastrada por la marea. Pero un cad-ver es diferente. Entre el muelle y la casa frmase un furiosoremolino, y era muy probable que la chaqueta, a causa de su40 37. peso, hubiese quedado atrs, al ser arrastrado el cuerpohacia el ro por la fuerza de las aguas.-Pero, segn entiendo todas las dems ropas estaban enla pieza. Habra que pensar que el cadver tena slo lachaqueta puesta?-No, seor; pero podra encontrarse una explicacin bas-tante satisfactoria a primera vista. Suponiendo que haya sidoeste individuo Boone el que arroj al seor St. Clair por laventana, nadie, absolutamente nadie, poda ver lo que haca.Qu pens, instantneamente? Que tena que zafarse delas prendas que pudieran delatarlo. Coge la chaqueta y, en-tonces, en el acto mismo de arrojarla, se da cuenta de que vaa flotar sin hundirse. Dispona de poco tiempo, pues yahabra odo el ruido de pasos en la escalera, cuando la seo-ra luchaba por abrirse camino, y tal vez habra sabido ya, pormedio de su cmplice, el indostano, que en la calle la policase acercaba. Corre hacia un escondrijo, donde guardaba laslimosnas recibidas, y rellena los bolsillos de la chaqueta contodas las monedas de que puede echar mano, para estarseguro de que se ir al fondo. Trala por la ventana, y habrahecho lo mismo con las dems prendas si no hubiera odo elruido de gente que suba en tropel, y apenas tuvo tiempo decerrar la ventana antes que apareciera la polica.-Por cierto que todo eso parece muy verosmil.-Bien; adoptaremos esta explicacin como primera hipte-sis, a falta de otra mejor. Como ya le he contado, Boone fuearrestado y conducido a la comisara, pero entre sus antece-dentes anteriores no pudo encontrarse nada en su contra.Era conocido, desde muchos aos, como mendigo profesio-nal, pero su vida pareca haber sido muy pacfica e inocente.Tal es el estado del asunto, hasta el momento presente, y lospuntos por resolver, a saber: qu haca Neville St. Clair en elfumadero de opio, qu le ocurri mientras se encontraba all,dnde est actualmente y qu intervencin cupo a HugoBoone en su desaparecimiento, estn todos tan distantes deser resueltos como en un principio. Confieso que no recuerdo41 38. en mi carrera ningn caso que pareciera tan simple a primeravista y que, no obstante, presentara tales dificultades.Mientras Sherlock Holmes proporcionaba detalles sobreesta serie de singulares acontecimientos, habamos cruzadolos arrabales de la gran ciudad, dejando atrs las ltimascasas aisladas, y ahora viajbamos en medio del campo. Sinembargo, al terminar su relato, llegbamos a dos caseros, encuyas ventanas se vean reflejos de luces.-Estamos en las cercanas de Lee -dijo mi compaerodurante este corto paseo en coche hemos pasado por trescondados, pues comenzamos en Middlesex, atravesamosSurrey y hemos terminado en Kent. Ve aquella luz entre losrboles? Es de Los Cedros, y junto a esa lmpara sintaseuna mujer llena de ansiedad que, sin duda, ya habr percibi-do el ruido de las pisadas de nuestro caballo.-Pero por qu no ha atendido el caso en Baker Street? -pregunt.-Porque hay muchas investigaciones que deben efectuar-se aqu. La seora de St. Clair, con gran amabilidad, hapuesto a mi disposicin dos piezas, y tenga usted la seguri-dad de que, como amigo y colega mo, ser bien recibido.Detesto encontrarme con ella, Watson, sin tener ningunanueva de su marido. Hemos llegado. i Eh, aqu!Detuvo el coche frente a una gran casa de campo, situadaen medio de parques y jardines. Sali corriendo un mozo ahacerse cargo del caballo, y yo me baj de un salto del ca-rruaje y segu a Holmes por un caminito de arena que ser-penteaba hasta la casa. Al acercarnos, la puerta se abribruscamente y apareci, de pie en el hueco, una mujercitarubia, vestida de una especie de muselina de seda de colorclaro, con adornos de gasa rosa en el cuello y puos. Susilueta se destacaba contra el fondo iluminado, con una manoapoyada en la puerta y la otra medio en el aire, revelando suansiedad; con el busto ligeramente inclinado, la cabezaechada para adelante, los ojos anhelosos y los labios entre-42 39. abiertos, formulando con su sola presencia una muda pre-gunta.-Y bien? -exclam.Luego, viendo que ramos dos los que venamos, lanzun grito de esperanza, que termin en gemido, al ver que micompaero sacuda la cabeza y se encoga de hombros.-Ninguna buena noticia?-Ninguna.-Ni mala tampoco?-No.-Gracias a Dios por esto ltimo. Pero, adelante. Usteddebe de estar cansado, pues ha trabajado desde temprano.-Este es mi amigo, el doctor Watson, quien me ha sidoutilsimo en varios de mis casos, y, gracias a una afortunadacasualidad, me ha sido posible traerlo y asociarlo conmigo enesta pesquisa.-Estoy encantada de conocerlo -dijo, estrechndome calu-rosamente la mano-. Estoy segura de que usted perdonarcualquiera deficiencia que pueda notar en nuestra casa, con-siderando la desgracia que tan de repente ha cado sobrenosotros.-Mi estimada seora -le dije-, soy soldado viejo, y aunqueno lo fuera, comprendo muy bien que no es menester darninguna excusa. Si en algo puedo ayudar, sea a usted o a miamigo, estar muy feliz.-Ahora, seor Holmes -dijo la dama, mientras nos llevabaa un comedor muy bien iluminado, sobre cuya mesa se veauna cena-, me gustara mucho hacerle una o dos preguntasconcretas, que le agradecera contestarme en igual forma.-Por cierto, seora.-No se preocupe por mis sentimientos, pues no soy hist-rica ni sufro desmayos. Slo quiero saber su verdadera opi-nin.-Sobre qu punto?-En lo ms ntimo de su alma, cree usted que Nevilleest vivo? 43 40. Parece que la pregunta puso en aprietos a Sherlock Hol-mes.-Dgamelo francamente -repiti ella, ponindose en pie ymirndolo fijamente, mientras l se echaba hacia atrs en lasilla de mimbre.-Pues, bien; francamente, seora, creo que no.-Cree usted que est muerto?-Lo creo.-Asesinado?-No digo eso. Tal vez.-Y en qu da encontr la muerte?-El lunes.-Entonces, seor Holmes, tenga la bondad de explicarmecmo es que he recibido una carta suya hoy.Sherlock Holmes salt de su asiento, como si hubierarecibido una descarga elctrica.-Qu? -rugi.-S; hoy.Ella, de pie, sonrea, agitando en el aire una hoja de pa-pel.-Puedo verla?-Naturalmente.En su impaciencia, le arrebat la carta y, extendindolasobre la mesa, acerc la lmpara para someterla a un minu-cioso examen. Yo haba dejado mi asiento y la miraba porsobre su hombro. El sobre era muy burdo y tena el timbre delcorreo de Gravesend, con la fecha de ese mismo da, o, msbien, del anterior, pues era muy pasada la medianoche,-Escritura burda -murmur Holmes-. De seguro, seora,que sta no es la de su marido.-No; pero la del contenido es suya.-Noto tambin que el que dirigi el sobre, quienquiera quehaya sido, tuvo que ir a averiguar la direccin.-Cmo puede usted decirlo?-Como usted ve, el nombre est escrito con tinta comple-tamente negra, que se ha secado sola. Lo dems es color44 41. grisceo, lo que revela el uso de papel secante. Si todo elsobre hubiera sido escrito al mismo tiempo, y secado des-pus, en ninguna parte la tinta sera color negro intenso. Esteindividuo ha escrito el nombre, y ha habido una pausa antesde que escribiera la direccin, lo que slo puede significarque no la saba. Naturalmente, sta es una menudencia, perono hay nada ms importante que las menudencias. Veamosahora la carta. Ah, aqu ha venido algo.-S; haba un anillo suyo con su sello.-Y est usted segura de que sta es la letra de su mari-do? -Una de sus letras.-Cmo una?-Es su letra cuando escribe apurado. Es muy diversa desu letra corriente; pero, con todo, la conozco bien.Deca:Queridsima, no te asustes. Todo saldr bien. Hay un granerror, que puede ser algo demoroso rectificar. Espera conpaciencia.NEVILLE-Escrita con lpiz en una hoja suelta de libreta, tamaooctavo, sin marca de agua, Hem! Depositada hoy en Grave-send por un individuo con el pulgar sucio. Y si no yerro mu-cho, el que humedeci la goma ha estado mascando tabaco.Y usted no duda, seora, de que sta es letra de su marido?-No. Neville ha escrito estas lneas.-Y las han puesto hoy en el correo de Gravesend. Bien,seora de St. Clair, el horizonte se despeja, si bien no mearriesgara a decir que el peligro ha pasado.-Pero l debe estar vivo, seor Holmes,-A menos que sta sea una falsificacin muy ingeniosapara desviarnos de la verdadera pista. El anillo, despus detodo, no prueba nada. Pueden habrselo quitado.-No, no; es su propia letra!-Muy bien. Sin embargo, la carta puede haber sido escritael lunes y depositada en el correo slo hoy.45 42. -Eso es posible.-De ser as, muchas cosas pueden haber ocurrido en elintervalo.- Oh, seor Holmes! No debe usted desesperanzarme.S que no le ha pasado nada. Existen entre nosotros dos tanntimos lazos de simpata, que si algn mal le hubiera sobre-venido, yo 10 habra sabido. El da en que lo vi por ltima vezse hizo una cortadura estando en el dormitorio, y, a pesar deque yo me hallaba en el comedor, corr inmediatamente alsegundo piso, casi con la seguridad absoluta de que algo lehaba ocurrido. Si el corazn me anuncia una pequeez co-mo sa, cree usted que podra ignorar el hecho de su muer-te?-He visto demasiado para no saber que la impresin deuna mujer puede ser de mucho ms valor que la conclusinde un investigador cientfico. Adems, en esta carta tieneusted una prueba muy convincente para corroborar su opi-nin. Sin embargo, si su marido vive y puede escribir cartas,por qu est alejado de usted?-No puedo imaginrmelo. Es algo increble.-Antes de dejarla, el lunes, no hizo ninguna observacin?-No.-Y se sorprendi usted de verlo en la calle Swandam?-Muchsimo.-Estaba la ventana abierta?-S.-Entonces poda haberla llamado,-Poda haberlo hecho.-Slo dio, segn entiendo, un grito inarticulado?-S.-Usted pens que era un llamado de socorro.-Efectivamente. Haca seas con sus manos.-Pero pudo haber sido un grito de sorpresa. Cree ustedque el asombro de verla inesperadamente pudo ser la causade que levantara las manos?-Es posible.46 43. -Usted pens que lo haban tomado por la espalda?-Desapareci tan repentinamente que as lo pens...-Pudo haber dado un salto hacia atrs. No vio usted anadie ms en la pieza?-No; pero aquel hombre horrible confes haber estado all,y el indostano estaba a los pies de la escalera.-Precisamente. Su marido, por lo que usted alcanz aver, tena puestas sus ropas de costumbre?-Pero sin cuello ni corbata. Pude ver claramente su gar-ganta al descubierto.-Habl l alguna vez de la calle Swandam?-Nunca.-Gracias, seora, sos son los principales puntos quedeseaba dejar completamente en claro. Ahora, tomaremosalgn alimento y despus nos retiraremos, porque es posibleque maana tengamos un da de mucha actividad.Haban puesto a nuestra disposicin una cmoda y ampliahabitacin con dos camas, y demor muy poco en metermeentre las sbanas, porque estaba cansado despus de minoche de aventuras. Sherlock Holmes, en cambio, era hom-bre que, cuando tena en su mente un problema por resolver,poda pasar das, y aun semanas, sin descansar, meditndo-lo, cambiando mentalmente el orden de los hechos, mirndo-lo desde todos los puntos de vista, hasta resolverlo o con-vencerse de que sus datos eran insuficientes. Pronto fue param un hecho que en esta ocasin se aprontaba para pasarsentado toda la noche. Quitse chaqueta y chaleco, psoseuna amplia bata azul, y despus anduvo por la pieza colec-cionando las almohadas de su cama y los almohadones delsof y sillones. Con ellos construyse una especie de divnoriental, sobre el cual se instal con las piernas cruzadas,con una onza de tabaco grueso y una caja de fsforos alfrente. A la tenue luz de la lmpara pude verlo all, sentado,con su vieja pipa entre los labios, de la que se elevaba unalenta y silenciosa columna de humo; los ojos, inmviles, mi-rando vagamente hacia un ngulo del techo, y la luz dando 47 44. de lleno sobre sus pronunciadas facciones aguileas. Asestaba cuando me qued dormido, y as lo hall cuando unabrusca exclamacin suya me hizo despertar, para encontrarque el sol del esto iluminaba nuestra habitacin. La pipa anpermaneca entre sus labios, la columna de humo an seenroscaba hacia el techo, y una densa humareda llenaba lapieza; pero nada quedaba del montn de tabaco que habadivisado la noche anterior.-Despierto, Watson? -pregunt.-S.-Dispuesto a dar un paseo en coche?-Naturalmente.-Entonces, vstase. An no se ve movimiento en la casa,pero yo s dnde duerme el caballerizo y pronto podremossacar el coche.Rease entre dientes mientras hablaba, sus ojos centellea-ban y pareca no ser la misma persona que el ttrico pensa-dor de la noche anterior.Mientras me vesta, mir mi reloj. No era de admirarse queno hubiera movimiento en la casa: eran las 4.25 de la maa-na. Apenas haba concluido de vestirme, cuando Holmesvolvi con la noticia de que el mozo estaba enjaezando elcaballo.-Quiero ensayar una pequea teora ma -dijo, ponindoselas botas-. Creo, Watson, que su amigo aqu presente es elms solemne de los tontos y que merece le den de punta-pis. Pero creo haber dado ya con la llave del misterio.-Dnde esta? -pregunt sonriente.-En la pieza del bao -contest-. S, s, no estoy bromean-do -continu ante mi aire incrdulo-. Acabo de estar all y lahe sacado y guardado en este maletn. Vamos, muchacho, yveremos si le hace o no a la cerradura.Bajamos al primer piso, haciendo el menor ruido posible, ysalimos. Afuera, el sol matinal brillaba alegremente. En elcamino estaba el coche con su caballo listo, y el mozo, amedio vestir, nos aguardaba. De un salto nos instalamos en48 45. el vehculo y nos lanzamos a todo escape por el camino deLondres. Veanse unos cuantos carretones que llevaban ver-duras a la metrpoli, pero las quintas, a cada lado del cami-no, permanecan tan silenciosas e inanimadas como unaciudad de ensueo.-En ciertos aspectos, el caso ha sido raro -dijo Holmes,haciendo galopar el caballo-. Confieso que he sido ms ciegoque un topo; pero ms vale saber las cosas tarde que nunca.En la ciudad, los primeros madrugadores comenzaban amirar soolientos a travs de las ventanas, mientras cruz-bamos el distrito de Surrey. Pasado el puente de Waterloo,atravesamos el ro, y lanzndonos por la calle Wellington,torcimos en ngulo recto hacia la derecha y nos encontramosen la calle Bow. Sherlock Holmes era muy conocido en lapolica, y los dos alguaciles que estaban en la puerta lo salu-daron. Uno de ellos tuvo las riendas del caballo, mientras elotro nos conduca al interior.-Quin est de guardia? -pregunt Holmes.-El inspector Bradstreet! Buenos das!Un oficial alto y corpulento haba salido al pasadizo empe-drado, con capuchn en la cabeza y chaqueta de cuero.-Deseo hablar con calma dos palabras con usted, Brads-treet.-Por cierto, seor Holmes. Pase a mi oficina.La pieza era estrecha, con un voluminoso libro de cuentassobre la mesa, y un telfono que sobresala de la pared. Elinspector se sent frente a su escritorio.-En qu puedo servirlo, seor Holmes?-He venido para tratar del mendigo Boone, acusado deestar implicado en el desaparecimiento del seor Neville St.Clair, de Lee.-S. Fue trado y reencarcelado, para hacer nuevas inves-tigaciones.-As he sabido. Lo tienen ustedes aqu?-En las celdas.-Est tranquilo?49 46. -Oh, s! No causa ninguna molestia. Pero es un bribnmuy sucio.-Sucio?-S; lo ms que podemos conseguir es que se lave lasmanos; pero la cara la tiene negra como un carbonero. Unavez que su situacin se aclare, le daremos un buen bao enla prisin; y si usted lo ve, creo que estar de acuerdo conmi-go en que lo necesita.-Me gustarla mucho verlo.-Le gustara? Es muy fcil. Venga por aqu. Puede dejarsu maletn.-No. Lo llevar conmigo.-Muy bien. Por aqu, si me hace el favor.Hzonos bajar a un pasadizo, abri una puerta de rejas,luego bajamos por una escalera de caracol y llegamos a uncorredor de paredes blanqueadas, con una hilera de puertasa cada lado.-La tercera de la derecha es la suya -dijo el inspector-Esta es!Abri sin ruido una ventanilla en la parte superior de lapuerta y mir a travs de la.-Est durmiendo -dijo- Pueden ustedes verlo.Ambos acercamos los ojos a la reja. El preso yaca vueltohacia nosotros, durmiendo profundamente, con respiracinlenta y pesada. Era un hombre de mediana estatura, vestidoburdamente, como corresponda a su oficio, con una camisade color, que sobresala por el cuello de su andrajosa cha-queta. Tal como nos haba dicho el inspector, estaba extre-madamente sucio, pero el tizne que le cubra el rostro noalcanzaba a ocultar su repugnante fealdad. Una gruesa cica-triz le atravesaba toda la cara, desde el ojo hasta la barba,levantndole un extremo del labio superior y dejando ver tresdientes, como en perpetuo gruido. Una grea de pelo rojomuy encendido le caa sobre la frente y ojos.-Es una belleza, no es cierto -dijo el inspector.50 47. -Por cierto que necesita lavarse -observ Holmes Pen-sando que pudiera necesitarlo, me permit traer conmigo loselementos necesarios.Mientras hablaba, abri un maletn y, con gran sorpresama, sac una voluminosa esponja para bao.-Jo, jo! Es gracioso usted -dijo el inspector, rindose entredientes.-Ahora, si usted tiene la gran bondad de abrir esa puertamuy despacio, lo haremos verse mucho ms decente.-Puede ser -dijo el inspector- Ahora no hace mucho favora nuestras celdas, no es verdad?Introdujo la llave en la cerradura, y todos, muy silenciosa-mente, entramos en la celda. El durmiente medio se dio vuel-ta y cay de nuevo en un profundo sueo. Holmes se agachsobre el jarro de agua, humedeci la esponja y la frot dosveces con fuera por toda la cara del preso.-Permtanme que les presente -grit- al seor Neville St.Clair, de Lee, en el condado de Kent.Nunca en mi vida he visto algo semejante. Al contacto dela esponja, la cara del individuo se pel como una corteza derbol. Desapareci la gruesa capa de tintura caf! Desa-pareci tambin el horrible costurn de la cicatriz, que laatravesaba de un lado a otro, y el labio torcido con su repug-nante mueca. De un tirn sali la maraa de pelo rojo, y antenosotros, sentado en su lecho, surgi un hombre, plido, decara triste y aire refinado, de pelo negro y cutis delicado, quese frotaba los ojos y nos contemplaba atnito y sooliento.Entonces, dndose sbita cuenta del descubrimiento, lanzun grito y ocult la cara en la almohada.-Santo cielo! -exclam el inspector- Este es el hombredesaparecido. Lo conozco por la fotografaEl preso se dio vuelta, con aire resuelto de quien se entre-ga a su propio destino.-Que sea as -dijo- Y ahora, de qu se me acusa?-De hacer desaparecer al seor Neville St... i Oh! Pero austed no lo pueden acusar de eso, a menos que lo culpen de51 48. intento de suicidio -dijo el inspector haciendo una mueca-Bueno, bueno; llevo veintisiete aos en el servicio; pero estecaso es el mejor de todos.-Si yo soy el seor Neville St. Clair, es evidente que no seha cometido ningn crimen y que, en consecuencia, mi de-tencin es ilegal.-No se ha cometido ningn crimen, sino un gran error -dijoHolmes-. Usted habra hecho mejor en confiar en su mujer.-Lo hice, no por mi mujer, sino por los nios -gimi el pre-so- Yo no quera que ellos se avergonzaran de su padre.Dios mo! Qu revelacin! Qu puedo hacer?Sherlock Holmes se sent a su lado, dndole bondadosaspalmaditas en el hombro.- Si usted deja la cuestin entregada a los tribunales dejusticia, naturalmente que no podr evitar la publicidad. Encambio, si usted convence a las autoridades policiales de queno hay delito alguno que puedan imputarle, no veo raznpara que el asunto salga a la prensa. Estoy seguro de que elinspector Bradstreet tendr la bondad de tomar nota de loque usted pueda declararnos, y remitir el asunto a las auto-ridades correspondientes. En esta forma, el incidente nuncallegar a conocimiento de los tribunales.-Dios lo bendiga! -exclam el preso, enternecido- Yohabra sobrellevado la prisin, y aun la muerte, antes quelegar mi miserable secreto, como mancha de familia, a mishijos.Ustedes son los primeros que sabrn mi historia. Mi pa-dre era maestro de escuela en Chesterfield, donde recibexcelente educacin. Viaj en mi juventud, trabaj como ac-tor teatral y, por ltimo, me coloqu como reportero de undiario vespertino de Londres. Cierto da mi jefe manifestdeseos de publicar una serie de artculos sobre la mendicidaden la metrpoli, y me ofrec voluntariamente a proporcionr-selos. Ese fue el punto inicial de todas mis aventuras, puesslo actuando yo mismo como mendigo poda allegar losdatos necesarios para escribir mis artculos. Cuando actor,52 49. haba aprendido, como es natural, todos los secretos de lacaracterizacin, y me haba hecho famoso entre mis colegaspor mi habilidad en ese sentido. En esta oportunidad, meaprovech de mis conocimientos. Me pint el rostro, y, paraponerme en el estado ms lastimoso posible, fabriqu unagran cicatriz y con la ayuda de un parche me arregl unatorcedura en el labio. Entonces, provisto de una peluca depelo rojo y de una vestimenta adecuada, tom colocacin enla parte comercial de la ciudad, en apariencias, como vende-dor de cerillas, pero, en el hecho, como mendigo. Trabajsiete horas en mi nuevo oficio, y al regresar a casa, en latarde, encontr con sorpresa que haba recibido veintisischelines y cuatro peniques.Escrib mis artculos y no pens ms en el asunto, hastaque, algn tiempo despus, con motivo de haber servido defiador a un amigo, me demandaron, cobrndome veinticincolibras esterlinas. Estaba desesperado, sin saber de dndesacar ese dinero, cuando, de repente, se me ocurri unaidea. Solicit de mi acreedor una prrroga de quince das, yde mis empleadores una breve licencia, y me dediqu esosdas a pedir limosna en la ciudad, con el disfraz que habadescubierto. A los diez das haba reunido la suma necesariay pagado la deuda. Bueno; ustedes se imaginarn lo difcilque se me hara volver a mis esforzadas labores para recibirdos libras esterlinas semanales, sabiendo que poda ganaresa suma con slo pintarme la cara, poner mi gorro en elsuelo y sentarme quieto. Fue una larga lucha entre mi orgulloy el afn de lucro; pero al fin gan el dinero, y, abandonandomis actividades periodsticas, me sentaba da tras da en elrincn que haba escogido la primera vez inspirando compa-sin con mi horrible cara y llenando mis bolsillos de monedasde cobre. Slo una persona conoca mi secreto, y sta era eldueo del cuchitril de Swandam Lane, donde tena mis habi-taciones, de las que sala cada maana como un miserablemendigo, para transformarme en la tarde en un caballerointachable. Ese individuo -un indostano- reciba buena renta 53 50. por mis habitaciones, de modo que yo saba que mi secretoestaba seguro en su poder.Pues bien; muy pronto descubr que haba ahorrado unasuma considerable de dinero. Esto no quiere decir que cual-quier mendigo de Londres pueda ganar 700 libras esterlinasanuales -que es menos que el promedio de mis ganancias-pues yo tena la ventaja de mi excepcional habilidad paradisfrazarme, como tambin mi rapidez para contestar chistes,que se aument con la constante prctica, todo lo cual meconvirti en uno de los mendigos ms caracterizados de laciudad. Todo el da llegaba hasta m una lluvia de monedasde cobre, matizadas por alguna de plata, y consideraba malda cuando no lograba reunir dos libras esterlinas.A medida que mi fortuna creca; aumentaba mi ambicin.As fue como adquir una casa en el campo, y, por fin, mecas, sin que jams nadie sospechara cul era mi verdaderaocupacin. Mi querida esposa saba que yo tena negocios enla ciudad, pero nada saba acerca de su naturaleza.El lunes pasado haba terminado mi jornada diaria y mehallaba vistindome en mi pieza, arriba del fumadero de opio,cuando, al mirar por la ventana, veo con horror y asombro ami mujer, detenida en la calle y con la vista fija en m. Di ungrito de sorpresa, levant los brazos para cubrirme la cara, ycorriendo hacia mi confidente, el indostano, le implor que nodejara subir a nadie. O la voz de ella en el piso inferior, perosaba que no podra subir. Rpidamente me despoj de misropas y pseme las de mendigo, con peluca y pinturas. Ni losojos de mi esposa podran reconocerme bajo un disfraz tanperfecto. Pero, en ese momento, se me ocurri que podanrevisar la pieza y que las ropas me delataran. Abr la venta-na, lastimando, con el esfuerzo, una pequea cortadura queme haba hecho en el dormitorio esa maana. Cog, en segui-da, mi chaqueta, que estaba pesada con las monedas queacababa de vaciar en sus bolsillos, provenientes del saco decuero en que recoga las limosnas. Arrojla por la ventana ydesapareci entre las aguas del Tmesis. Lo mismo iba a54 51. hacer con las dems prendas, pero en ese instante sent quelos alguaciles suban en tropel, y, a los pocos minutos, en vezde ser reconocido como Neville St. Clair, me detenan comosu presunto asesino, lo cual, debo confesar, me caus granalivio."No s si tenga algo ms que explicar. Estaba resuelto aconservar mi disfraz el mayor tiempo posible, y de ah queprefiriera no lavarme la cara. Sabiendo que mi esposa estaraterriblemente angustiada, me saqu el anillo y se lo entregual indostano, en un instante en que ningn alguacil me obser-vaba, junto a unas lneas escritas a toda prisa, en que le de-ca que no haba nada que temer.-La nota slo le lleg ayer -dijo Holmes.-Santo Cielo! Qu semana la que debe de haber pasado!-La polica ha tenido al indostano bajo su vigilancia -dijo elinspector Bradstreet-, y es muy comprensible que le hayasido difcil echar la carta al correo sin ser visto. Probablemen-te la entreg a algn marinero, cliente suyo, quien se habrolvidado del encargo por algunos das.-Eso es -dijo Holmes con un movimiento afirmativo decabeza-; no me cabe la menor duda. Pero nunca lo hanperseguido a usted por pedir limosna en la va pblica?-Muchas veces. Pero, qu era para m una multa?-Sin embargo, el engao debe terminar aqu -dijo Brad-street-. Para que la polica silencie el asunto, Hugo Boonedebe desaparecer.-Lo he jurado en la forma ms solemne.-En tal caso, es probable que no se adopte ninguna medi-da. Pero si nuevamente lo encuentran a usted en esas activi-dades, todo saldr a luz. Estoy seguro, seor Holmes, quetodos le debemos mucho por haber aclarado la cuestin, yme gustara saber cmo dio con su solucin.-Di con ella -dijo mi amigo- sentndome sobre cinco almo-hadones y fumndome una onza de tabaco grueso. Creo,Watson, que si partimos luego a Baker Street llegaremos atiempo para tomar desayuno. 55 52. EL CARBUNCLO AZULCierta maana, dos das despus de Pascua, pas a ver a miamigo Sherlock Holmes, con el propsito de desearle felici-dades. Lo hall recostado en el sof, con una bata color pr-pura, una pipa al alcance de su brazo derecho y un montnde peridicos matinales, arrugados y recin revisados, a sulado junto al sof haba una silla de madera, y de uno de losngulos de su respaldo colgaba un sombrero de fieltro duro,muy andrajoso e indecente, estropeado con el uso y roto envarias partes. La presencia de un lente y pinzas sobre elasiento de la silla revelaban que estaba puesto all para serexaminado. -Usted est ocupado -le dije-; tal vez lo interrumpo. -De ninguna manera. Me alegro de tener un amigo conquien poder discutir mis conclusiones. Se trata de un asuntoenteramente trivial -y apunt con su pulgar en la direccin delsombrero viejo-, pero hay algunos puntos relacionados con lque no carecen de inters y que, aun, son Instructivos. Tom asiento en su silln y me calent las manos frente alfuego que chisporroteaba en la chimenea, pues se habadejado caer una fuerte helada y las ventanas estaban cubier-tas de escarcha. -Supongo -observ- que, aunque de apariencia inofensiva,este sombrero se relaciona con alguna fatal historia y ser laclave para llegar a la solucin de algn misterio y al castigode algn crimen. -No; ningn crimen -dijo Holmes, rindo