Cheval à Chevrier et à tosani 2 esp

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Claire, Patrick: En estos retratos de ciudad, en estas maquetas, nadie no necesita nunca a nadie. No sé si es esta percepción de este malestar lo que nos acerca. Pero después de todas nuestras experiencias comunes, parece que este sentimiento común sigue afligiéndonos con la misma fuerza. Mejor acostumbrarnos a la idea según la cual la ciudad dejará de ser el lugar de las transformaciones del mundo sino tal vez, sólo una continuación de resistencias y experimentos. Lo que veo por el rabillo del ojo es esta ley implacable de la ciudad contemporánea, la amnesia. Hace ya mucho tiempo que ya no esperamos nada de la arquitectura. Todo el mundo sabe que este “arte” no puede hacernos felices. Los muros de las ciudades no rezuman aburrimiento sino olvido. Las ciudades ya no tienen memoria y los edificios se parecen hasta el punto de confundirse con camaleones. Se maquillan con blanco, hormigón bruto y vidrio con el fin de disimular su imposible acierto y disimular la injusticia. Nadie está a salvo. En nuestras casas, el tiempo de las mercancías nos alcanza, con sus clamores apenas filtrados que nos llegan, ensordecedores. No dejamos de pertenecer a esta mecánica, a esta trituradora de gestos y actitudes libres. No se denuncian nunca bastante a los comanditarios de esas chapuzas. En general considero que el gesto arquitectónico se lleva la mejor parte y se perdona con demasiada facilidad a los arquitectos, que son los primeros en haber renunciado. Nada sobrevivirá a esta época. Nada más que comentarios y en especial los vuestros. De algún modo es indignante pensar que unas fotografías tengan la facultad de salvar este período débil. Es ultrajante y casi malintencionado que en los show-rooms de Claire o en las maquetas de Patrick se considere que el fracaso pueda tener eficacia estética. En este caso, se crea un ceremonial de ansiedad. Cuando predomina la incomodidad, que se justifique en la medida de lo posible la separación entre lo real y su comentario. A la vez apenas hay otra solución. Entonces aceptemos la idea de jugar con maquetas de cartón, cubos, dianas de proyección. Lo que podría parecerse a unos juguetes no

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En estos retratos de ciudad, en estas maquetas, nadie no necesita nunca a nadie. No sé si es esta percepción de este malestar lo que nos acerca. Pero después de todas nuestras experiencias comunes, parece que este sentimiento común sigue afligiéndonos con la misma fuerza. Mejor acostumbrarnos a la idea según la cual la ciudad dejará de ser el lugar de las transformaciones del mundo sino tal vez, sólo una continuación de resistencias y experimentos. A la vez apenas hay otra solución.

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Claire, Patrick:

En estos retratos de ciudad, en estas maquetas, nadie no necesita nunca a nadie. No sé si es esta percepción de este malestar lo que nos acerca. Pero después de todas nuestras experiencias comunes, parece que este sentimiento común sigue afligiéndonos con la misma fuerza. Mejor acostumbrarnos a la idea según la cual la ciudad dejará de ser el lugar de las transformaciones del mundo sino tal vez, sólo una continuación de resistencias y experimentos.

Lo que veo por el rabillo del ojo es esta ley implacable de la ciudad contemporánea, la amnesia. Hace ya mucho tiempo que ya no esperamos nada de la arquitectura. Todo el mundo sabe que este “arte” no puede hacernos felices. Los muros de las ciudades no rezuman aburrimiento sino olvido. Las ciudades ya no tienen memoria y los edificios se parecen hasta el punto de confundirse con camaleones. Se maquillan con blanco, hormigón bruto y vidrio con el fin de disimular su imposible acierto y disimular la injusticia.

Nadie está a salvo. En nuestras casas, el tiempo de las mercancías nos alcanza, con sus clamores apenas filtrados que nos llegan, ensordecedores. No dejamos de pertenecer a esta mecánica, a esta trituradora de gestos y actitudes libres. No se denuncian nunca bastante a los comanditarios de esas chapuzas. En general considero que el gesto arquitectónico se lleva la mejor parte y se perdona con demasiada facilidad a los arquitectos, que son los primeros en haber renunciado.

Nada sobrevivirá a esta época. Nada más que comentarios y en especial los vuestros. De algún modo es indignante pensar que unas fotografías tengan la facultad de salvar este período débil. Es ultrajante y casi malintencionado que en los show-rooms de Claire o en las maquetas de Patrick se considere que el fracaso pueda tener eficacia estética. En este caso, se crea un ceremonial de ansiedad. Cuando predomina la incomodidad, que se justifique en la medida de lo posible la separación entre lo real y su comentario.

A la vez apenas hay otra solución.

Entonces aceptemos la idea de jugar con maquetas de cartón, cubos, dianas de proyección. Lo que podría parecerse a unos juguetes no

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deja de ser un decorado de blitzkrieg1. Se nos presentan dos hipótesis: o bien la imagen está bloqueada por estar interrumpida en su trayectoria, o bien llama a la puerta a la espera de una recepción hipotética. Personas cruzadas en Egipto se invitan e imponen su presencia. No pintan nada aquí, ellos que están sin relieve, tan poco apetitosos en los muros de nuestras ciudades desfiguradas. El no ser más que folios en blanco, receptáculos de imágenes anárquicas, ¿sería éste el destino penoso de la arquitectura moderna?

¿Qué sentido tienen esas fotografías de mercado árabe en las que se lee no sé qué clase de escena exótica, en oposición con los muros en blanco, este lleno sensible y vivo que sumerge el conjunto?

Me entusiasmo al divisar en esta acumulación apuntes dispersos sin historia, salvo la de la actividad humana, intercambios. El muro necesita esta carne para contener mejor el tiempo fosilizado de esos interiores pequeño-burgueses. Nuestras miradas vagan por los muros de cartón, por las fachadas de las maquetas. Reintegrar la carne consiste en rechazar la decoración urbana. Para ello, y es una demostración que se basa en lo absurdo, basta con rociarlos con pintura. Cubiertas, las estructuras urbanas, que son fuentes de diversión para expresionistas ambiciosos, confiesan su debilidad.

Parece que los edificios hayan esperado aquellas proyecciones para materializarse y examinar los ruidos del mundo. Lo edificado y la ciudad se parecen a nosotros. En cada instante que pasa, un flujo ininterrumpido nos recorre. Pasa en medio de nosotros pero no nos importa, no sentimos que nos traspasa por todas partes.

Son los autistas los que convierten la ciudad en un objeto sordo y mudo.

Cordialmente,

François.

                                                            1 La Blitzkrieg (en alemán, literalmente guerra relámpago) es un nombre popular para una táctica militar de ataque que implica un bombardeo inicial, seguido del uso de fuerzas móviles atacando con velocidad y sorpresa para impedir que un enemigo pueda llevar a cabo una defensa coherente.