Charla solidaridad. Mons. Benito Ángeles

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LA SOLIDARIDAD EN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA: INCLUSIÓN SOCIAL Mons. Benito Ángeles

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LA SOLIDARIDAD EN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA: INCLUSIÓN SOCIAL

Mons. Benito Ángeles

La doctrina social de la Iglesia es aquella

enseñanza que nace del diálogo entre el

Evangelio y la vida económico social de los

pueblos.

Esa doctrina busca iluminar las realidades

terrenas y en ella se apoyan los pastores de la

Iglesia Católica para orientar en estas

materias.

La doctrina social de la Iglesia tiene como centro

la dignidad de la persona humana y busca en

todo momento defenderla y dar principios que

ayuden a su crecimiento, a su desarrollo.

Hay siete principios, siete criterios que son muy

claros y yo quisiera recordarlos hoy, como de un

golpe.

Son ellos los ejes claves de esta doctrina y

son los ejes también para poder ayudar a

todo ser humano a crecer, desarrollarse y

progresar, como debe ser. Esos siete

principios son los siguientes:

1. El principio del bien común.

2. El destino universal de los bienes.

3. El principio de subsidiaridad.

4. El principio de participación.

5. El principio de solidaridad.

6. El principio de los valores, fundamentalmente estos cuatro: la

verdad, la libertad, la justicia, el amor.

7. Finalmente, este último, el amor, es el valor

principal, porque ha de ser el que dé UNIDAD a los

demás valores.

Los vemos así en su conjunto porque nos iluminan;

pero yo quisiera volver la mirada sobre cada uno de

ellos. Pero recordemos que para la doctrina de la

Iglesia, la enseñanza de la Iglesia, para Jesucristo,

como también para todo lo que es la filosofía

humanista, lo principal es la persona humana, su

dignidad; y todo lo demás ha de converger a la ayuda,

al apoyo, al progreso de todo ser humano y de todos

los seres humanos.

1. EL BIEN COMÚN:

El principio o el criterio del bien común es un

principio fundamental en lo que es la vida humana

y en lo que son las relaciones de los seres

humanos. Para la doctrina social de la Iglesia el

principio del bien común es el primero de todos los

principios: todos los bienes que existen son bienes

para todos los seres humanos.

La concepción es clara: Dios creó todo lo que

existe para todos los seres humanos, no para

una sola persona. De ahí que el principio del

bien común quiere mirar no solamente a un

individuo sino a todos los individuos, no a

una persona sino a todas las personas.

Por eso, este principio del bien común es una tarea que

nos compete a todos, y de ahí que los bienes que existen

sobre la tierra han de llegar a todos los seres humanos.

Para nosotros, es un criterio que tiene que estar siempre

claro y es el criterio que se exige en la conducción de la

vida política; por eso, un político es aquel que debe

trabajar el bien común y colige con ese principio cuando

busca sus propios intereses, sus propios bienes o el bien

particular; y los bienes que hay en una nación, si los

miramos bien, son para todos y por eso se busca que

haya una igualdad en la repartición de los bienes.

Reflexionar una y otra vez sobre el bien

común nos coloca y nos sitúa en un principio

clave en el desarrollo y en el progreso de

todo ser humano y de todos los seres

humanos.

2. EL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES:

El principio del bien común que guía la

doctrina social de la Iglesia va muy unido al

principio del destino universal de los bienes.

Este principio nos recuerda a nosotros que

todo cuanto existe tiene una dimensión

universal. Nosotros hablamos del derecho de

propiedad.

El derecho de propiedad privada también tiene

su sentido. La propiedad privada ayuda a que las

personas puedan tener un mínimo de espacio

para vivir, para que se respete su libertad; sin

embargo, cuando la propiedad privada se excede

y viola el principio universal de los bienes,

entonces, la propiedad privada ha de estar sujeta

a lo que es este principio universal de los bienes.

El Papa Juan Pablo II repetía que:

“Sobre toda propiedad privada, hay

una hipoteca de los bienes que han

de llegar a todos”.

Y ese llegar a todos es llegar a todo ser humano

y a todos los seres humanos y nosotros hemos

de repetirlo continuamente: Dios creó todas las

cosas, no para un grupo, sino para todos. De tal

manera es así, que hay que buscar caminos

para una justa distribución de los bienes y de

las riquezas, sean éstas las que sean.

3. LA SUBSIDIARIDAD:

En la búsqueda del progreso y el desarrollo de

toda persona humana, de todo ser humano, de

su dignidad, hay un principio que no se tiene

muchas veces en cuenta y que hay que

recordarlo también con frecuencia y volver el

pensamiento y la mirada hacia él. Es el principio

de la subsidiaridad, palabra que no es fácil de

pronunciar, pero que es sumamente importante.

Nosotros los seres humanos debemos

producir lo que nosotros debemos producir.

Cada ser humano tiene una responsabilidad,

ante sí mismo y ante los demás, como cada

grupo, como cada sociedad, pero hay

limitaciones que nosotros tenemos, y es ahí

donde se necesita el apoyo subsidiario.

Venir en apoyo de las familias que no pueden alcanzar

las metas que deben alcanzar, de los individuos, de las

personas, de los grupos, sean estos los que sean. Por

eso, el Estado tiene la responsabilidad de cuidar, de

velar para que cada uno de nosotros haga lo que tenga

que hacer, pero que podamos recibir también el apoyo

en aquello que nosotros no podamos hacer. Ese

principio de subsidiaridad ayuda a que los pueblos

puedan progresar y los grupos puedan avanzar.

Y esto hay que decirlo no solamente a nivel

nacional, hay que decirlo, también, a nivel

universal: nos hemos de acompañar

mutuamente los pueblos, y aunque esto no lo

pidiera Dios, ni lo pidiera la doctrina social de

la Iglesia, lo pide el sentido común y lo pide la

razón. Se ha de apoyar a todo aquel que no

puede dar todo lo que él quisiera o pudiera

dar.

4. LA PARTICIPACIÓN:

Otro principio claro en la doctrina social de la Iglesia es el

principio de la participación. Es un tema sobre el que

nosotros volvemos una y otra vez. La participación, como

algo inherente al ser humano, hace parte de nuestra

existencia.

Nosotros queremos participar y esa participación nos hace

mostrar a nosotros un deber, el deber que tenemos todos

los seres humanos de participar en la vida, en el desarrollo,

en el progreso de los pueblos.

Por eso, una persona que no participa en los gastos

de un pueblo, con sus impuestos, es una persona

que no está cumpliendo con su deber. Una persona

que no participa en las elecciones, por ejemplo, es

una persona que se siente limitada en lo que es su

derecho de participar en la elección de aquellos que

lo dirigen. Esta dimensión de la participación

muestra un derecho, pero también muestra un

deber.

Derecho y deber, el derecho de participar y el

deber de participar. Por eso, cuando las personas

no pueden participar todo lo que pueden en la

vida nacional, se sienten limitadas.

Las dictaduras limitan la participación, pero

también la participación se vuelve un desorden

cuando no es regulada.

Volvamos una y otra vez la mente sobre la

participación, sobre nuestro deber de

participar en la vida familiar, en la vida

social, en la vida del barrio, en la vida

nacional, en la vida internacional.

Pensemos en la participación, como un

derecho y un deber.

5. LA SOLIDARIDAD:

La solidaridad es uno de los grandes

principios, o si se quiere, uno de los grandes

valores que más se trata en el mundo de hoy.

Hemos venido muchas veces sobre esta

temática y hay que volver continuamente

sobre ella. La solidaridad nos esta mostrando a

nosotros como la humanidad es una y cómo

tiene que apoyarse mutuamente.

La solidaridad que nos mueve a nosotros a vernos

como sólidos en uno nos indica que los pueblos no

pueden existir si no son solidarios entre sí y que la

humanidad también es así, y esto se ve de una

manera muy clara en las crisis y en los problemas.

Somos solidarios, hemos de ser solidarios,

queramos o no queramos, pero hemos de hacerlo

de manera consciente.

Los países más ricos tienen necesidad de ser

solidarios con los demás y los Países pobres también

han de tomar conciencia sobre esto. El Amazonas no

pertenece ya a Brasil o a los países del Cono Sur, es

un bien de toda la humanidad, porque lo que pasa allí

afecta a la humanidad. Somos solidarios, y los seres

humanos somos como un racimo de guineos: o

caminamos juntos o nosotros perecemos, pero hemos

de estar juntos.

El principio, el criterio, el valor de la

solidaridad es temática sobre la que hay que

pensar y volver una y otra vez porque no

solamente se ha de esperar solidaridad de

los demás, sino que cada uno de nosotros ha

de poner su granito de arena en el camino y

en la construcción de un mundo solidario.

6. VALORES FUNDAMENTALES:

El tema de los valores está sobre el tapete. Es un tema

sobre el que hemos de volver una y otra vez, y

podemos preguntarnos sobre los muchos valores que

hay, y podemos enumerar decenas de valores:

¿cuáles son los fundamentales?, ¿cuáles son los más

importantes, aquellos necesarios para que funcione

una sociedad y que son clave también para el

progreso de los pueblos? Los cuatro grandes valores

son estos:

La verdad, la libertad, la justicia y el amor.

Y me voy a referir ahora a los tres

primeros porque el amor, que nos une a

los demás, necesita un tratamiento

especial. La verdad: sin la verdad ningún pueblo podrá

avanzar. Jesucristo decía, y es lema del pueblo dominicano: “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.

La verdad y la libertad: la libertad, que nosotros los dominicanos disfrutamos después de tantas dictaduras, se torna también en desorden y en libertinaje cuando no la sabemos usar. La libertad se manifiesta en la democracia, pero necesitamos de una libertad sabiamente usada.

Por eso, volver la mente y la mirada sobre la libertad, es clave, y sobretodo en estos tiempos en las que disfrutamos de la libertad, para no volver a las dictaduras, pero tampoco para que la libertad se vuelva para nosotros un enemigo.

Y la dimensión de la justicia: si quieres la paz, trabaja por la justicia. Si nosotros queremos guardar las relaciones como debe ser, es clave y fundamental, ¿quién lo puede negar? el valor de la justicia.

Sabemos que tenemos muchos desórdenes cuando impera la mentira, el libertinaje y la injusticia. Por eso, en la doctrina social de la Iglesia esos tres valores son fundamentales y clave para la vida de cualquier sociedad.

7. LA VÍA DEL AMOR:

Podemos hablar y tocar temáticas como esta: el bien común, el

destino universal de los bienes, la participación, la solidaridad, los

valores de la verdad, la justicia y la libertad. Pero tenemos que

decir que el vínculo que une todo esto es el amor.

Sin amor, nosotros no podremos llegar a eso que deseamos: a una

mayor distribución de las riquezas, a un mundo donde impere la

verdad, la justicia, la libertad; donde los bienes realmente sean

comunes, donde se busque el bien común.

No podemos pedirles a los políticos que se preocupen de buscar los

intereses del pueblo dominicano y no sus propios intereses, si ellos

no tienen amor

Se lo podemos pedir en nombre de la justicia, en nombre

del respeto a los demás; el amor es necesario para todo

ello. Podemos pedirle a un juez que haga la justicia, pero

si ese juez no respeta a la persona humana, si ese juez

no ama al ser humano y no ama a los dominicanos, será

injusto.

Los valores que nosotros necesitamos poner en práctica,

y son necesarios todos, necesitan un fundamento, un

guía, que es el amor.

Por eso, el progreso de los pueblos, el bienestar de los

pueblos, la mejor distribución de las riquezas, todo

aquello que nosotros deseamos no se dará en efecto y

en verdad, si los seres humanos son egoístas.

De ahí que el camino del amor, la vía del amor, es y

seguirá siendo el camino del desarrollo de los pueblos,

del respeto a las personas y de los derechos humanos.

Tomado de “Un Momento”, los

artículos breves que Monseñor Ramón

Benito De La Rosa publica

diariamente en TV, Radio y la Prensa.

PAPA FRANCISCO: EL NUEVO PARADIGMA DE LA SOLIDARIDAD

Ante más de 6 mil periodistas registrados

para cubrir el Cónclave, y ante la expectativa

de millones, a partir de ese momento, el

Papa Francisco –como decidió llamarse-

definió su propio estilo haciendo énfasis en el

llamado a ver por los más necesitados, por

los pobres, por los niños, por los ancianos y

los enfermos.

No es que los anteriores Papas o la Iglesia

misma  hayan hecho caso omiso a ese

llamado anteriormente, pero su particular

forma de abordarlo, parece penetrar más

hasta el fondo de los corazones de quienes le

escuchan o leen.

El Papa Francisco aborda con su particular sello el

llamado a la solidaridad. Ha hecho énfasis en que

“Dios nos acompaña, Dios nos llama por nombre…”,

esto es, de manera particular, individual, no somos

para Dios una masa de seres humanos, sino

personas con necesidades, aspiraciones, problemas

y circunstancias individuales. Eso mismo nos da una

particular dignidad, la dignidad de ser hijos de Dios.

El Papa, también tiene un llamado para todos

aquellos que no creen en Dios resaltando que: “La

persona humana está en peligro: ¡He aquí la

urgencia de la ecología humana!. El peligro es grave

porque la causa del problema no es superficial, sino

profunda: no es sólo una cuestión de economía, sino

de ética y antropología...

dominan las dinámicas de una economía y una

riqueza carentes de ética" Con esto resalta que la

solidaridad no es un discurso, que la solidaridad

responde a la necesidad concreta de cada uno de

los seres humanos que habitan este planeta,

particularmente los más necesitados que tienen

nombre y apellido: los pobres.

EL PAPA LLAMA A LA SOLIDARIDAD

En la homilía del Corpus Christi de 2013, el

Papa nos señala cómo vivir la solidaridad;

resaltando que  la solidaridad está en la

capacidad de cambiar nuestra actitud y

hacer nuestra la necesidad de los demás.

una palabra clave de la que no debemos

tener miedo es «solidaridad», o sea, saber

poner a disposición de Dios lo que tenemos,

nuestras humildes capacidades, porque sólo

compartiendo construimos solidalidad.

Un tema esencial para el Papa Francisco, es el

hambre consecuencia de la pobreza extrema,

resaltando que existe una “ (…) cultura del

descarte –que- nos ha hecho insensibles también

al derroche y al desperdicio de alimentos, cosa

aún más deplorable cuando en cualquier lugar

del mundo, lamentablemente, muchas personas

y familias sufren hambre y malnutrición. En otro

tiempo nuestros abuelos cuidaban mucho que no

se tirara nada de comida sobrante.

El consumismo nos ha inducido a acostumbrarnos a

lo superfluo y al desperdicio cotidiano de alimento, al

cual a veces ya no somos capaces de dar el justo

valor, que va más allá de los meros parámetros

económicos. ¡Pero recordemos bien que el alimento

que se desecha es como si se robara de la mesa del

pobre, de quien tiene hambre!” y recordó, en el

contexto del milagro de la multiplicación de los

panes,

“(…) cuando el alimento se comparte de

modo equitativo, con solidaridad, nadie

carece de lo necesario, cada comunidad

puede ir al encuentro de las necesidades

de los más pobres. Ecología humana y

ecología medioambiental caminan

juntas.” (Audiencia 5 de junio 2013)

en un discurso pronunciado ante la FAO, el

Papa señaló que “es bien sabido que la

producción actual es suficiente y, sin

embargo, hay millones de personas que

sufren y mueren de hambre: esto, queridos

amigos, constituye un verdadero escándalo.

Es necesario, pues, encontrar la manera de

que todos puedan beneficiarse de los frutos de

la tierra, no sólo para evitar que aumente la

diferencia entre los que más tienen y los que

tienen que conformarse con las migajas, sino

también, y sobre todo, por una exigencia de

justicia, equidad y respeto a todo ser humano.

(…)”

El Papa ha resaltado que el trabajo dignifica a

la persona humana y es una responsabilidad

de los diferentes actores y líderes políticos y

sociales el que haya oportunidades dirigiendo

a todos “la invitación a la solidaridad, y a los

responsables de la cuestión pública el aliento

a esforzarse por dar nuevo empuje a la

ocupación –empleo- ; esto significa

preocuparse por la dignidad de la persona”

(Audiencia 1 de mayo 2013)

En un discurso el 16 de mayo de 2013, señala con gran

lucidez a los embajadores de Kirguistán, Antigua y

Barbuda, Luxemburgo y Botswana que “la crisis mundial

que afecta a las finanzas y a la economía pone de

manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave

carencia de su orientación antropológica, que reduce al

hombre a una sola de sus necesidades: el consumo. Y peor

todavía, hoy se considera al ser humano en sí mismo como

un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. (…)”

la solidaridad, que es el tesoro de los pobres, se

considera a menudo contraproducente, contraria a la

razón financiera y económica. (…) Se instaura una

nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone,

de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus

reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los

Países de las posibilidades reales de su economía y a

los ciudadanos de su poder adquisitivo real.

A todo ello se añade, una corrupción

ramificada y una evasión fiscal egoísta, que

han asumido dimensiones mundiales. El afán

de poder y de tener no tiene límites. (…) Tras

esta actitud se esconde el rechazo de la

ética, el rechazo de Dios. Igual que la

solidaridad, también la ética molesta.”

Animo a los expertos financieros y a los gobernantes

de sus Países a considerar las palabras de San Juan

Crisóstomo: "No compartir con los pobres los propios

bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros

los bienes que tenemos, sino suyos" (Homilía sobre

Lázaro, 1, 6: PG 48, 992D). (…) sería conveniente

realizar una reforma financiera que fuera ética y, a su

vez, que comportara una reforma económica

beneficiosa para todos.”

en una carta dirigida al Primer Ministro

británico David Cameron con motivo de la

reunión del G8 resalta que es de 

“importancia vital poner al hombre, a cada

hombre y mujer en el centro de toda

actividad política y económica nacional e

internacional, porque el hombre es el

recurso más verdadero y más profundo de la

política y de la economía y, al mismo

tiempo, el fin primordial de ambas.”

Para entender el mensaje de solidaridad del Papa Francisco,

hay que analizarlo desde la solidaridad misma, lo cual

significa sentir en carne propia la del más necesitado,

ponernos en los zapatos de aquellos que están en la calle

sin algo que comer, sin oportunidades para desarrollarse, de

las madres que desesperadas no saben qué hacer con un

hijo al que no deseaban, de los padres que no saben si

mañana tendrán

recursos para darles de comer a sus hijos, esto es

lo que el llama ir a las

periferias de la

humanidad, lo cual implica involucrarnos de

manera personal y

concreta en la ayuda

solidaria a los otros.

La opción preferencial por los pobres a la que

llamó el Papa desde los primeros días de su

pontificado, no es un llamado ideológico de

lucha de clases, es el llamado evangélico de

ver el rostro de Cristo que se hizo pobre

pudiendo haber sido rico, en cada uno de los

más necesitados y actuar en consecuencia.

DECÁLOGO DEL PAPA FRANCISCO PARA LA INCLUSIÓN SOCIAL DE LOS POBRES

En la exhortación apostólica “El Gozo del

Evangelio”, el Papa Francisco establece una

serie de principios para permitir “la inclusión

social de los pobres” (Nos. 186-192), de

modo que se integren plenamente a la

sociedad y participen por igual de los bienes

de la creación. Los resumimos en diez

puntos para facilitar su conocimiento y su

posible cumplimiento.

1°. “De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano

a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el

desarrollo integral de los más abandonados de la

sociedad”.

2°. “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser

instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los

pobres, de manera que puedan integrarse plenamente a

la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos

para escuchar el clamor del pobre para socorrerlo”.

5°. La solidaridad consiste en reconocer “la función social de la

propiedad y el destino universal de los bienes como

realidades anteriores a la propiedad privada”. Ésta sólo se

justifica si posibilita un servicio mejor al bien común; por

tanto, “debe vivirse como la decisión de devolver al pobre lo

que le corresponde”.

6°. “Un cambio de estructuras sin generar nuevas convicciones

y actitudes dará lugar a que esas mismas estructuras tarde

o temprano se vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces”.

7°. “Aun los derechos humanos pueden ser utilizados

como justificación de una defensa exacerbada de los

derechos individuales o de los derechos de los

pueblos más ricos”. Debe escucharse el clamor de

todos los pueblos empobrecidos.

8°. “Hay que repetir que ‘los más favorecidos deben

renunciar a algunos de sus derechos para poner con

mayor liberalidad sus bienes al servicio de los demás

´ (Pablo VI)”.

9°. “Nos escandaliza el hecho de saber que existe alimento

suficiente para todos y que el hambre se debe a la mala

distribución de los bienes y de la renta. El problema se

agrava con la práctica generalizada del desperdicio”.

10°. “No hablamos sólo de asegurar a todos la comida, o un

decoroso sustento, sino de que tengan ´prosperidad sin

exceptuar bien alguno’ (Juan

XXIII)”. “El salario justo permite el acceso

adecuado a los demás bienes que están

destinados al uso común”.

9°. “Nos escandaliza el hecho de saber que existe alimento

suficiente para todos y que el hambre se debe a la mala

distribución de los bienes y de la renta. El problema se

agrava con la práctica generalizada del desperdicio”.

10°. “No hablamos sólo de asegurar a todos la comida, o un

decoroso sustento, sino de que tengan ´prosperidad sin

exceptuar bien alguno’ (Juan

XXIII)”. “El salario justo permite el acceso

adecuado a los demás bienes que están

destinados al uso común”.