Cementerios de Madrid

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LOS CEMENTERIOS DE MADRID. Guía inacabada La tremenda perplejidad de la vida, tan frecuentemente empañada y hasta anulada por lo cotidiano, tiene su epilogo en el hecho de la muerte. Final, y para algunos principio, de la autentica vida. La muerte tanto para los que la sienten final como para los que la creen principio no esta asumida por la humanidad. Es consustancial con la materia viva y sin embargo no esta debidamente interiorizada en nuestra cultura que no lo termina de ver como un hecho absolutamente natural, y que desde que tenemos conocimiento de él esta tratando de superarlo. Quizá la sinrazón más espectacular de ello es la civilización del antiguo Egipto que trato de llegar a la inmortalidad a base de las ingentes construcciones de las Pirámides; de la momificación de los restos y de la idea de que les esperaba un viaje a su cielo, para el que se avituallaban con abundante intendencia incluyendo medios de transporte. El tratamiento de la muerte es sin duda un hito en el camino de la Cultura del Hombre. Desde el momento en que empiezan a aparecer enterramientos comienza el tratamiento cultural de las civilizaciones a las que llegamos a través de su estudio, pues parece que la primera actividad duradera que acometen todos los grupos humanos una vez que han dejado de ser itinerantes, es la de guardar a sus muertos. Es cierto que la idea de la muerte que el ser humano ha desarrollado a través de su historia no tiene mucha lógica. La observación y la imitación es la única fuente del conocimiento que ha tenido en su historia y sin embargo no ha interiorizado el desenlace fatal de toda la materia viva, que no es otra que el ser transformada ora sea por la ingestión o bien por la descomposición. Las especies humanas y sus antecesores, que salieron del Este africano para esparcirse por el mundo hace más o menos un millón y medio de años y que las encontramos conviviendo en Atapuerca ( Burgos ) hace 40.000 años, compartiendo el territorio del homo antecessor que había estado allí 300.000 años antes, en fin, un periodo suficientemente largo como para que la observación acerca de la muerte y sus consecuencias fuesen más precisa.

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LOS CEMENTERIOS DE MADRID. Guía inacabada

La tremenda perplejidad de la vida, tan frecuentemente empañada y hasta

anulada por lo cotidiano, tiene su epilogo en el hecho de la muerte. Final, y

para algunos principio, de la autentica vida. La muerte tanto para los que la

sienten final como para los que la creen principio no esta asumida por la

humanidad. Es consustancial con la materia viva y sin embargo no esta

debidamente interiorizada en nuestra cultura que no lo termina de ver como un

hecho absolutamente natural, y que desde que tenemos conocimiento de él

esta tratando de superarlo. Quizá la sinrazón más espectacular de ello es la

civilización del antiguo Egipto que trato de llegar a la inmortalidad a base de las

ingentes construcciones de las Pirámides; de la momificación de los restos y de

la idea de que les esperaba un viaje a su cielo, para el que se avituallaban con

abundante intendencia incluyendo medios de transporte.

El tratamiento de la muerte es sin duda un hito en el camino de la Cultura del

Hombre. Desde el momento en que empiezan a aparecer enterramientos

comienza el tratamiento cultural de las civilizaciones a las que llegamos a

través de su estudio, pues parece que la primera actividad duradera que

acometen todos los grupos humanos una vez que han dejado de ser

itinerantes, es la de guardar a sus muertos.

Es cierto que la idea de la muerte que el ser humano ha desarrollado a través

de su historia no tiene mucha lógica. La observación y la imitación es la única

fuente del conocimiento que ha tenido en su historia y sin embargo no ha

interiorizado el desenlace fatal de toda la materia viva, que no es otra que el

ser transformada ora sea por la ingestión o bien por la descomposición.

Las especies humanas y sus antecesores, que salieron del Este africano para

esparcirse por el mundo hace más o menos un millón y medio de años y que

las encontramos conviviendo en Atapuerca ( Burgos ) hace 40.000 años,

compartiendo el territorio del homo antecessor que había estado allí 300.000

años antes, en fin, un periodo suficientemente largo como para que la

observación acerca de la muerte y sus consecuencias fuesen más precisa.

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Mientras los grupos humanos no dejan de ser itinerantes, y lo son durante

muchísimo tiempo, no comienzan a aparecer los enterramientos y ello se debe

sin duda a la necesidad de eliminar de la proximidad los restos en

descomposición de los individuos fallecidos del grupo con los que

necesariamente se ha de convivir dada la inmovilidad del asentamiento que ya

es permanente. En la etapa anterior de itinerancia los restos humanos, como

los demás restos de la caza o del combate quedaban sobre el terreno para dar

paso al reciclado de la materia en los ciclos naturales de los elementos simples

que van a constituir el gran reservorio de la biosfera.

La muerte, como final de la vida es un drama de tal envergadura que nadie ha

querido encararla con la racionalidad abierta de la finitud de nuestra existencia.

De ahí la constante afirmación de las religiones de otras vidas y otros mundos

mas eternos. De la inexorabilidad de la transformación de la materia en otras

materias a pesar de que la mente humana hace muchos siglos que ha

expresado esa finitud y esa inexorable secuencia de la “transformación” de

nuestra materia en elementos simples que componen la biosfera y que darán,

según determinadas variaciones, la materia viva que adorna nuestro mundo y

lo hace de por sí maravilloso, sin tener que acudir a digresiones extracorpóreas

para adornarlo.

Al hacerse sedentario el ser humano hubo necesariamente un cambio

cualitativo de la relación del individuo con los elementos de su entorno, que

comenzaron así a ser apropiables por la relación continuada con ellos. Uno de

esos saltos cualitativos tuvo necesariamente que darse entre los propios

individuos del grupo que de una estructura funcional de grupo cazador pasó

con el sedentarismo a una relación de apropiación de su entorno que hasta

entonces no había tenido. Una de estas relaciones de apropiación fue sin duda

el sentimiento diferenciado respecto de los individuos del grupo. Apareció

necesariamente también la familia como célula del grupo que anteriormente

atendía a todos colectivamente. De esa relación constante nacería igualmente

la afinidad entre individuos y cosas, que más tarde conocimos como el amor o

el cariño, que es una potente arma del mundo sensorial que comenzaba a

aparecer. La figura tan artística y literaria como real del perro tumbado junto a

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la tumba de su amo debió de dar paso, junto con la posibilidad de la

observación de lo que acontecía con los muertos identificados en sus

enterramientos y con sus allegados vivos, a formar una doctrina de consuelo

situando al difunto en un más allá. Las religiones que de inmediato captaron

esa necesidad de no dar por terminada la existencia del difunto buscaron

distintos destinos según las costumbres y distintos paraísos según las latitudes

y dedicaron todo su empeño en mantener viva la idea del más allá, del viaje e

incluso de la vida después de la vida, en un intento desesperado de restar

ferocidad a la realidad desnuda de la muerte.

El tratamiento que históricamente se ha dado a este hecho de enterrar a los

muertos ha sido muy variado y se ha ido modificando de acuerdo con las ideas

que imperaban en cada civilización: se ha incinerado; se ha soterrado; se han

orientado hacia un determinado punto geográfico; en fin, se ha manipulado el

mismo cadáver para darle inmortalidad, y de todo esto, referido a un área

concreta que es la de Madrid vamos a tratar en este libro, que además de

describir la peripecia de los enterramientos en Madrid a poner de relieve ese

amor de los madrileños por sus muertos, que ha fraguado, para quienes

disponían de medios y sensibilidad en los hermosos monumentos que aún

podemos contemplar en algunos cementerios de Madrid.

Enterramientos en Madrid

Suele ser habitual entre quienes han sido encumbrados por la fortuna y no

tienen antecedentes gloriosos, procurarse estos por los medios que fueren, aun

acudiendo a la fantasía cuando no a la mentira radical. Algo de esto pasó con

Madrid que no tenia mayor merito que estar en el centro de la península Ibérica

y ser por tanto equidistante por tierra con los limites de los reinos peninsulares

de Felipe II que fue quien la potenció. Los posteriores glosadores de los

poderosos, que como el poder real residían en Madrid, necesitaron dar brillo al

lugar, inventaron gloriosos antecedentes romanos para Mantua Carpetorum,

que nunca fue Madrid, sino acaso Villamanta.

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Anterior a la dominación musulmana que es la que crea Madrid tenemos

aisladas noticias de enterramientos prehistóricos que como es lógico se sitúan

en los valles de los ríos Jarama y Manzanares lejos aún de la Capital que

comenzará a tener alguna tímida necrópolis de la época Visigótica en la

Colonia Vallellano, en La Torrecilla y en El Camino de Los Afligidos. La escasa

entidad del lugar en la época de dominación romana dará como resultado la

también escasa representación de enterramientos romanos que se producían

en torno a las vías de comunicación que pasaban algo retiradas de lo que

luego será Madrid ( Calzada Romana de Coca a Titulcia ).

Martínez Santa-Olalla que estudio el cementerio visigodo de Madrid en la

primavera de 1934, nos informa de los diferentes yacimientos madrileños que

cubren distintas épocas desde el paleolítico hasta los visigodos, yacimientos

que ya en aquella época denuncia el autor que ”aguardan una excavación

sistemática y un estudio científico adecuado”. Otros autores, estos

contemporáneos, que han tratado el tema en nuestros días ponen de relieve la

misma espera sistemática y científica, ya que lo “descubierto se trata por el

procedimiento de urgencia” que significa que el yacimiento se ha descubierto al

hacer alguna obra y se hace simplemente lo necesario para que la obra pueda

continuar sin excesivo detrimento del yacimiento.

Del Cementerio Visigodo de Madrid, Santa-Olalla, 1

1 El mundo funerario de la época visigoda en la Comunidad de Madrid

nos da noticia de que “el

descubrimiento fue, como queda dicho, casual” lo que confirma el mismo

modus operandi de que nos hablan nuestros coetáneos Morin de Pablos y

Barroso Cabrera (1) al realizarse la explotación de un arenero y nos da la

información de que las tumbas se sitúan en hileras y calles “ofreciendo el

aspecto de las sepulturas más modestas de los cementerios actuales fronteros

con este visigodo” ( Deberían de ser el de San Lorenzo y el de Los Ingleses ).

Las tumbas están cavadas en la tierra a muy poca profundidad “ como es casi

normal en todos, “pero que en el de Madrid es ya casi exagerada, pues son

aquellas tan someras que el esqueleto se encuentra en algunas a 0,30 metros

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de la superficie.” Los cadáveres se encuentran en posición decúbito supino y

miraban al sol naciente cumpliendo con ello la orientación típica de estas

sepulturas.

Estos enterramientos visigodos contienen restos de interés, que son objetos de

adorno y uso personal, se encontraron en ellos una fibula y dos broches de

cinturón que según señala el autor se hallan en el Museo Arqueológico

Nacional, junto con otros objetos encontrados, según parece, en una necrópolis

de Tetuán de Las Victorias desaparecida. Sin embargo no existe noticia que

conozcamos de enterramientos a los que se acompañen armas o bagajes

guerreros, lo que hace pensar a los especialistas en la exigua cantidad de

invasores visigóticos que tuvo la península que calculan según los autores

entre el 1% y el 7% de la población peninsular de la época.

Madrid ( Magerit ) empieza a ser conocido como baluarte árabe del sistema

defensivo de Toledo cuando los reyes leoneses cruzan el Guadarrama y

hostigan a los toledanos que a su vez contraatacan devolviéndolos a las

fronteras del Duero, en las postrimerías del siglo X y comienzos del XI. En el

año 1085 Alfonso VI de Castilla toma Madrid y ya no vuelve a ser árabe. De

esta época musulmana no tenemos noticia de ninguna necrópolis, lo que se

explica por la incesante evolución del municipio al que la proximidad de la corte

de Alfonso VI en Toledo y sin duda alguna el cazadero real de El Pardo

proporcionaron a la villa una dinámica de auge constante desde el siglo XII.

Y es quizá esta tardía incorporación a la Historia en plena Edad Media cuando

ya existen unos hábitos muy conformados en esto de los enterramientos, como

luego veremos, y el hecho de la Capitalidad, producto de una operación

netamente especulativa de Felipe III, lo que va a dar una característica propia,

o impropia según se vea, a los enterramientos en Madrid.

De antiguo, desde al menos los romanos, los enterramientos se hacían fuera

de poblado y esa tradición la heredan los primeros cristianos que siguen

enterrándose extramuros cerca de los mártires, que desde luego, como gentes

fuera de la Ley, eran abandonados en medio de cualquier campo donde más

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tarde eran enterrados por sus correligionarios de la forma más discreta posible.

Pero esta costumbre religiosa de la inmediatez del descanso eterno con la

cercanía de los mártires, que hace como un efecto de protección y guía para la

entrada al Paraíso prometido, tendrá su consecuencia posterior cuando los

solares eclesiales, ya dentro de la ciudad, ofrezcan ese mismo benéfico influjo

para llegar a la “diestra de Dios Padre”.

Fuese como fuese el hecho es que las iglesias comienzan a llenarse de

enterramientos llegando a ser puros cementerios que dificultan el culto en

función del hedor que desprenden los enterramientos, lo que hace que en

algunas diócesis menos mercantilizadas se trate de impedir que aquella

situación continué, es el caso del Obispo de Orihuela D. José Tormo cuando en

1782 escribe a Floridablanca aportando razones para sacar los cementerios de

las iglesias “ de cuyo modo se evitaría la insufrible hediondez que muchas

veces obliga a dejar desiertas las Iglesias” El Concilio de Braga en 563 prohíbe

el enterramiento en las Iglesias. Los siguientes Concilios de Mayence (813) de

Tribur (895) o de Nantes (900) también lo hacen pero la realidad es que la

Iglesia dice una cosa desde el siglo VI y hace la contraria hasta el siglo XIX.

Carlos Saguar Quer en su magnifica tesis doctoral sobre los Cementerios

Madrileños del Siglo XIX, al que recurriremos con frecuencia, dice que “estos

espectáculos no eran nuevos, habían sido frecuentes y perfectamente

tolerados durante siglos” aun a pesar de que con frecuencia eran acusados

algunos templos de propagar epidemias por la acumulación de muertos y

ocurrían entonces desordenes populares.

Lo que sin duda comenzó en los primeros siglos de cristianismo como una

piadosa tendencia a estar cerca de los mártires en sus enterramientos de

extramuros se fue convirtiendo en una poderosa razón de salvación espiritual al

enterrarse en sagrado, dejando para los herejes, judíos y ajusticiados el

descansar en el campo eternamente, que algunos autores comparan con “ ser

enterrado como un perro”. De esa creciente consciencia de la necesidad de

enterrarse en lugar santo y la necesaria selección de los enterrados en esos

lugares, que eran limitados, se derivo, sin duda, la selección económica y el

cobrar por los enterramientos en las iglesias a quien podía pagarlos, pues los

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pobres, aunque el cristianismo fue una religión de pobres en sus inicios, iban a

una fosa común que esa si que estaba en las afueras de las poblaciones, y

donde iban a parar también las llamadas “mondas de parroquia” que temporal y

sistemáticamente se llevaban a cabo para hacer hueco a los nuevos inquilinos.

De estas mondas de parroquia es la consecuencia de que ninguno de los

restos mortales de grandes hombres del pensamiento como Cervantes; Lope

de Vega, Tirso, Calderón, etc. estén en ignorado paradero y haya sido

imposible en las diversas tentativas que ha habido de encontrar restos para

llevar a cabo un Panteón Nacional de Hombres Ilustres que no fuesen

Generales.

De cualquier modo ya desde las Partidas estaba prohibido enterrar en poblado

y como hemos dicho antes diversos Concilios y otras instancias religiosas

habían insistido en ello, si bien con una serie de excepciones tan larga que era

prácticamente irrelevante la prohibición. Esta contradicción tan fragante y

extendida en el tiempo tiene que tener una base muy firme para sustentarse

durante trece siglos, y esa base tan firme es la económica que por supuesto se

enaltece con mil y una consideración tanto de tipo espiritual como de

conveniencia de cercanía y otras que más adelante señalaremos cuando el

poder temporal quiera hacerse cargo de estas instituciones.

Ángel Fernández de los Ríos en su Guía de Madrid (1876) al hablar de los

Cementerios dice “Dedúcese del titulo II, lib.XI del Fuero Juzgo en que se trata

de la violación de los sepulcros, que en tiempo de aquella compilación era

costumbre enterrar en lugares abiertos; hay certidumbre de que en el siglo XIII

duraba la practica de enterrar fuera de las Iglesias; la ley 1ª del Fuero Real

define la sepultura diciendo, que es el lugar señalado en el cementerio para

soterrar el cuerpo del home muerto, y dispone que los clérigos no pudieran

llevar dinero por enterrar. (lo cual indica que era costumbre de los clérigos ya

cobrar dinero por ello). Cayó, sigue diciendo el polifacético autor, con el tiempo

en desuso todo esto, fueron colocados los cadáveres en el atrio de los templos

y sus interiores acabaron por convertirse en cementerios. Solían enterrarse en

Madrid los grandes de España en el Carmen Calzado y Descalzo, en la capilla

de la Soledad, o en la Iglesia de Mínimos; en bóvedas o en Sepulcros

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particulares si eran patronos de alguna capilla: solo en ese caso se libraban de

ser trasladados al poco tiempo a una de las fosas generales situadas en las

afueras de las puertas de Fuencarral y de Toledo; porque cuando en una

Iglesia estaban llenas las sepulturas se hacia lo que llamaban “mondas de

parroquia” , y, sin reparar si hacia poco o mucho que se había dado sepultura a

un cadáver, chicos y grandes, de sangre azul o roja, todos aquellos restos

humanos iban fuera revueltos en repugnante mezcla”

Existía desde luego un trasfondo económico en este sector de las

inhumaciones cuya pujanza podemos calibrar por la “representación” que

desencadenaba el fallecimiento de un feligrés y en cuya descripción seguimos

lo descrito por Federico Ponte 2

Existen otras exigencias respecto a las velas que debían obligatoriamente ir

encendidas en los entierros y la potestad de los familiares de llevar ellos

mismos las velas o ser de la parroquia en cuyo caso había desde luego que

: “Una vez que se producía el fallecimiento de

un feligrés se presentaba en la casa del difunto el cura de la Parroquia; el

sacristán, llevando la cruz; los beneficiados, si los hubiese y todos aquellos

familiares y amigos del difunto que hubieran de acompañar el cadáver. El

difunto podía disponer también que acudiesen a su entierro clérigos de distintas

ordenes religiosas, a voluntad, pagándoles un estipendio. Los distintos pasos

que habían de formar un entierro estaban rigurosamente detallados en el Ritual

Romano y conforme a este, el Sínodo Diocesano del Arzobispado de Toledo de

1682 decía a este respecto: “Antigua y santa costumbre es de la Iglesia

Católica que los cuerpos de los fieles se lleven a dar sepultura públicamente

con cruz, párroco, acompañamiento eclesiástico que con luces preceda al

féretro cantando salmos, preces y oraciones, señal de campanas y otras

ceremonias eclesiásticas; y siendo este acto de tan misteriosas significaciones,

utilidad de las almas de los difuntos y desengaño y ejemplo de los vivos, y

como tal aprobado y mandado observar, (mandamos que)... de ninguna

manera se lleva a enterrar en coches los difuntos dentro de los lugares; y que

se hagan dichos entierros con la cruz de la parroquia y forma arriba referida; y

los curas y sus tenientes no los reciban ni entierren llevándoles de otra

manera...”

2 Mentalidad Religiosa, ritos funerarios y clases sociales en el Madrid decimonónico.

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pagarlas. Nos encontramos pues que el sínodo es una guía autentica de

recaudación pecuniaria y de escenificación, que castigaba con las máximas

penas ( la excomunión ) su incumplimiento. Dentro de esta secuencia

tangencia muerte/dinero hemos de señalar lo que el autor al que seguimos en

esta descripción titular: el Testamento:

“Antes de que la Cruz saliera de la parroquia hacia la casa del difunto para

iniciar el funeral y ser posteriormente enterrado en la parroquia, en cualquier

otra iglesia o en el cementerio, el testamento debía de ser llevado la parroquia

y entregado al cura por los herederos, albaceas, los comisarios u otras

personas a cuyo cargo estuviese el cumplimiento de lo dispuesto por el

testador. Esta disposición esta recogida en el Sínodo de Toledo de 1682,

donde el testamento esta definido como el: “testimonio signado, y en publica

forma, del escribano ante el que se otorgo el testamento o codicilo, o el poder

para testar; en el cual se declare donde se mando enterrar; las misas, limosnas

u obras pías y demás sufragios que mando el testador, y en que iglesia o

convento y cuantas en cada uno y que acompañamiento y ofrenda mando

hacer por su alma...”

No es de extrañar que ante toda esta teoría de la muerte la prensa

decimonónica publicase la viñeta que reproducimos de El Motín.

Se supone que a los feligreses que se refiere el sino en esta descripción eran

aquellos que efectivamente podían testar por tener algún patrimonio. De los

pobres también se ocupa el Sínodo, que trataba de eliminar la practica de las

Cofradías que iban exhibiendo a los muertos menesterosos por los lugares más

públicos recogiendo limosnas para sufragar su entierro, exhibición que llegaba

hasta la descomposición de aquellos cadáveres: “(aquellos) cofrades de las

cofradías que por su instituto tienen obligación de recoger y enterrar los

cuerpos de los difuntos, de los pobres que mueren por las calles o caminos

fuera de poblado...con pretexto de pedir limosna para sus almas retardan

algunos días darles sepultura, llevándoles por las calles y plazas más publicas

hasta que se vienen a corromper..(por ello mandamos que) los cuerpos

difuntos de los pobres los lleven vía recta a la iglesia parroquial donde se

hubieren de enterrar”. A pesar de ello a estas Cofradías se les permitía exhibir

aquellos cuerpos en los pórticos de las iglesias donde iban a ser enterrados a

efectos de recabar limosnas.

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La Ilustración y los Cementerios

Uno de los episodios de contaminación infecto-contagiosa producida por la

sobresaturación de cadáveres en iglesias se produjo en Pasajes en 1781 que

causo 83 muertos y exigió quitar la cubierta de la iglesia para que se ventilara,

lo que puso en alerta a los ilustrados encabezados por el propio Rey que había

seguido muy de cerca los acontecimientos dando instrucciones al ministro

Floridablanca para precaver en lo futuro estas situaciones, lo que produce un

informe del Consejo que pone en marcha un mecanismos de consultas a las

instituciones nacionales y la petición a las embajadas españolas en Europa

para que recaben y envíen información sobre el tratamiento de los cementerios

fuera de las urbes, produciéndose un Memorial Ajustado que recoge todo lo

actuado por el Consejo y la información facilitada por los embajadores.

De todo ello surge la R.O.3 de Abril de 1787por la que Carlos III ordenaba la

inhumación de los cadáveres en Cementerios Ventilados y se prohibían los

enterramientos en las iglesias. Dos siglos antes Cervantes ya advertía por boca

del Quijote a Sancho: “Volvamos Sancho, con la Iglesia hemos topado”. Ese

realismo le faltó al ilustrado monarca y a su Consejo que no vieron desde luego

cumplida la Real Orden, según Félix Verdasco por no poder vencer y romper

con tantos intereses creados, aunque Luis Redonet da tres causas de distinto

tipo: por un lado la de tipo ideológico como el fervor religioso; por otra los

intereses de las oligarquías que tenían preeminencia en los enterramientos de

las iglesias y por ultimo, aunque no el ultimo, por interese económicos del bajo

clero. Personalmente y a la luz de lo que luego acontece cuando el poder civil

intenta la municipalización de estas infraestructuras, el motivo del fracaso es

simplemente la manipulación desde los pulpitos de la feligresía para defender

los pingües beneficios que reportan para los eclesiásticos esta sacralizada

función, a pesar de que desde las altas instancias eclesiásticas se dicten

pastorales apoyando los cementerios extramuros. La aparente contradicción no

es tal, pues la feligresía no sabia leer en su gran mayoría y los obispos y

arzobispos todo lo dan por escrito.

Carlos IV también sigue la línea de su ilustrado padre, dando también reales

ordenes en el sentido de enterrar en cementerios ventilados, un eufemismo

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este que no quiere decir otra cosa que en espacios abiertos, esto es en el

campo, pero sin poderse mencionar el termino Campo, ya que ahí era donde

se daba sepultura, cuando se daba, a los herejes y criminales, teniendo un

efecto disuasorio que desde luego no convenía. Caso muy distinto será cuando

entra en funciones la nueva monarquía revolucionaria de José Bonaparte I que

en apenas cinco años de reinado consiguió generalizar los cementerios

extramuros y otros avances, al menos del urbanismo en Madrid. El Rey

Plazuelas le apodaron en Madrid, porqué llevó a cabo una limpia de casposos

monasterios e iglesias cuyos solares se convirtieron en Plazas de las que

Madrid carecía: la Plaza de Los Mostenses; la del Carmen; Plaza de Isabel II;

la de Oriente; la de Ramales, etc. La Reacción nacionalista consiguió que hasta

hoy en día este Monarca tan foráneo como la familia Borbón no tenga sitio en

la Historia de España. Al menos en la historia castiza, la de las Manolas y los

toreros, de la muerte y extrañamiento de los afrancesados, la de que “ vivan las

caenas”, en fin en la nuestra. Poco a poco se va abriendo camino la idea de

que esa Guerra de la Independencia nos hizo depender aún más de nosotros

mismos, con las consecuencias funestas que la historia nos relata, no solo de

la perdida de las posesiones americanas sino del enquistamiento profundo de

la corrupción institucionalizada del “antiguo régimen” que siguió siendo así el

Régimen hasta nuestros días.

Digresiones aparte, en los últimos años del reinado de Carlos IV (1804) y

forzado por las noticias de peste que llegaban desde el Sur se reactivó la

necesidad de la construcción de cementerios extramuros, llegándose a una

solución, la de los Cementerios Generales, que ponía supuestamente fin a las

disensiones internas entre las parroquias y la jerarquía eclesiástica. Los

Cementerios Generales serian de varias parroquias que recibirían sus

derechos por separado, aunque algo quedaba para la Jerarquía que era la

propietaria. La propuesta inicial fue la de construir cuatro cementerios en otros

tantos puntos cardinales de la ciudad, eso si manteniéndose apartados del

Palacio Real y de su entorno. Se llego a nombrar un Ministro Comisionado y a

encargar el primero de aquellos Cementerios Generales, que según una Real

Orden de 1799 “donde indistintamente se entierren toda clase de personas que

falleciesen”.

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No va a ser atendida esta Real Orden por las razones que ya hemos señalado

dejando que trascurra el lento discurrir de lo oficial, hasta que en 1804 las

noticias de la llegada de la peste desde Andalucía va a poner definitivamente

en marcha el proceso de sacar los cementerios de poblado. Para ello se

encarga, en el caso de Madrid a Juan de Villanueva, la traza de los cuatro

cementerios generales y se concreta la construcción del primero, el General del

Norte, que pertenecía a las parroquias de San Martín, San Marcos, San

Ildefonso; San Juan; Santiago; Sta. Maria; San Nicolás y el Salvador. Lo que ya

nos da una primera noticia de “la clase de personas” que iban a ser enterradas

allí sobre todo cuando como nos relata Madoz en la entrada del cementerio se

recibe al visitante con una inscripción en el tímpano de entrada que reza “Bien

aventurados los que mueren en el Señor”. Los planos se encargan a Villanueva

y se sitúa en lo que hoy es la Plaza de Arapiles y sus alrededores. En 1809

medio arruinado y sin terminar se inaugura por orden de José Bonaparte I para

enterrar a los apestados de aquel año. Este mismo año y por la misma

indicación se lleva a cabo el Cementerio General del Sur que se inaugura en

1810, y que luego veremos con más detalle. De esta etapa quizá nos interesa

resaltar la dilatada etapa de 1787 a 1809 para liquidar el antiguo régimen de los

enterramientos en las iglesias intramuros, y la rápida resolución de la

inauguración del cementerio General del Norte y la construcción del General

del Sur, cuando la Iglesia pierde todo poder con el “gobierno intruso”.

Los Cementerios extramuros.-

Hemos visto como las ideas higienistas de la ilustración irrumpieron,

seguramente sin intencionalidad alguna, en el corralillo del clero que defendió

su statu quo durante un cuarto de siglo hasta que el poder civil laico de la

Revolución Francesa llegada a nuestro país a través del rey José I les obligo a

adoptar una formula, desde luego respetuosa con sus intereses económicos,

pero que como veremos no colmaron sus expectativas. De la Orden de Carlos

III de 1788 que ordenaba la construcción de cuatro cementerios extramuros se

llegaron a hacer 21 años después dos cementerios, el General del Norte y el

General del Sur que tuvieron una vida irregular, plagada de anomalías y

sucesos como los que nos cuenta Frez de los Ríos y Mesoneros Romanos que

Page 13: Cementerios de Madrid

no debían de ser excepcionales con respecto al resto del país, a la vista de lo

sucedido en Fuenterrabia y en otras localidades donde los muertos,

fundamentalmente los restos de las “mondas de parroquia” servían de objeto

de juego a los niños de los arrabales donde se ubicaban las fosas comunes, se

enterraba a los ajusticiados; a los herejes y a otras gentes de poca o ninguna

fortuna.

Jiménez Lozano en su magnifico trabajo sobre la heterodoxia española y los

cementerios civiles (Los Cementerios Civiles y la Heterodoxia Española-

Taurus 1978) nos da una muy cumplida profundización en las tremendas

injusticias sociales que se han dado en nuestro país por la adhesión a ideas

que no eran las del común o al divorcio con la diosa Fortuna y rebate con toda

rotundidad la falsa idea de que la muerte iguala a todos. Esto lo podremos

pormenorizar más adelante.

José Bonaparte I en 1809 había retomado la R.O. de Carlos IV de 1799 y había

llegado a concretar el establecimiento de los dos Cementerios Generales de los

que se hacia cargo la Iglesia dejando a cargo del Ayuntamiento la construcción

de los cementerios Generales del Este y del Oeste. Daba así cumplimiento a la

iniciativa ilustrada de prohibir los enterramientos en las Iglesias ( que aún hoy

en día se hacen) y sacar los cementerios fuera de las ciudades. La Iglesia a

través de la figura de las Sacramentales competirá desde entonces con una

decena de cementerios y retrasara en lo posible la aparición del cementerio

municipal del Este, que no se inaugurará hasta 1925.

No obstante todo este periodo es de una profunda lucha entre la Iglesia y el

Estado que llega hasta la calle con la confrontación abierta entre las

autoridades locales y las eclesiales, y cuyo botón de muestra lo podemos

resumir en lo acontecido en Fregenal de la Sierra (Badajoz) que relata Jiménez

Lozano3

3 Los cementerios Civiles y la Heterodoxia Española.

: “ Uno de estos conflictos que adquirió un carácter de pequeña o gran

guerra político-religiosa con episodios entre cómicos y dantescos, de pura

comiquez o gran bruticie fue el que opuso durante veintisiete años al

Ayuntamiento de Fregenal de la Sierra y al clero local. La historia es esta : en

1834 las tres parroquias de dicho pueblo construyen cada una su cementerio,

sin tener para ello en cuenta para nada unas condiciones mínimas de tipo

Page 14: Cementerios de Madrid

sanitario. En 1855 se vio claramente la necesidad de sustituir esos lugares de

enterramiento por otros más saludables, pero solo tras la epidemia de cólera

que asoló el pueblo en ese año se logro que se ampliara uno de esos

cementerios. Volvió a plantearse la cuestión en 1875, pero quedó de nuevo

ahogada y claramente se comprendió que las parroquias no accederían nunca

a desprenderse de sus cementerios, que consideran únicamente como fincas

productivas, sino se costeaba el nuevo por el Ayuntamiento o los particulares.

En 1877 el médico titular, don Enrique de la Rosa Sánchez denuncia ante el

Alcalde que el día 5 de Septiembre yendo a prestar asistencia medica a los

vecinos de las calles Manzanedo y Egido, le ha sido indispensable transitar

inmediato al cementerio de la Iglesia parroquial de Sta. Catalina que se halla

situado en el centro de las indicadas calles habiendo observado que se exhalan

olores fétidos e insoportables y que es urgente oponer un dique al peligro

constante en que se halla colocada esta población, comunicando a su vez al

párroco que deben de prohibirse los entierros en los tres cementerios del

pueblo que se encuentran en idénticas circunstancias de insalubridad. El año

siguiente ocurre un hecho macabro al exhumarse el cadáver de una mujer

fallecida menos de dos años atrás por falta de pago de alquiler del nicho en

que se encontraba y se arroja a la fosa común. Este es un proceder que

indispone a la mayor parte de la población contra el clero local, pero ni siquiera

en 1879 y 1880 en que hubo una gran epidemia pudieron cerrarse esos

cementerios eclesiásticos tan insalubres y donde ocurren tales abusos. Ni

siquiera se pudo conseguir que los eclesiásticos de la localidad escogieran

ellos mismos un terreno apropiado para la construcción de un nuevo

camposanto dependiente de sus parroquias, y solo cuando el Ministerio de la

Gobernación legalizo la compra de un terreno hecha por el Ayuntamiento para

cementerio municipal quisieron ellos a su vez ponerse a construir. Y comienza

entonces, o en cualquier caso prosigue, de modo acentuado una guerra de

visitas, inquisiciones y recursos legales que desembocan en la firme resolución

del Municipio de construir definitivamente un cementerio, sobre todo porque el

Día de los Santos de 1881 los piadosos visitantes de los cementerios

parroquiales se encuentran con un aterrador espectáculo de restos humanos

abandonados por doquier y de la profanación del cadáver de una niña,

Page 15: Cementerios de Madrid

espectáculo que, con otros del mismo genero colma la indignación del

vecindario.

El periodo de construcción de este cementerio municipal estará asimismo lleno

de conflictos y de discusiones legales que desata incluso una guerra

periodística 4

Es pues una guerra con un contenido económico claro que se dará a lo largo y

ancho de España como consecuencia de la intención estatal de municipalizar

los cementerios, cosa que como luego veremos no se ha conseguido del todo.

y todavía cuando está terminado y ya hay cadáveres enterrados

en él no logra que sea bendecido antes del día 1 de Noviembre de 1882.

Recurre para que así se haga hasta el Nuncio de Su Santidad en España, y

esté presiona al Obispo de Badajoz, pero en balde: ese Día de los Santos de

1882 llega sin que el nuevo cementerio haya sido bendecido y hay una

extraordinaria conmoción en el pueblo. El Alcalde telegrafía al Gobernador “ No

ha habido Bendición. Para tranquilizar al vecindario se ha publicado la

exposición al Nuncio” El Gobernador contesta “ El Sr. Obispo insiste en la

previa aceptación de las bases económicas que había propuesto” .Con ocasión

de un entierro de caridad, “una gran multitud compuestas de todas las clases

sociales y muchas señoras de las más distinguidas acompañaron al cadáver al

nuevo cementerio en son de protesta”.

El Cementerio General del Norte.-

Como ya hemos visto que en 1803 ante la amenaza de una epidemia de peste

que se va a cerner sobre Madrid se encarga al Arquitecto Villanueva la

formación de los planos para la construcción de los cuatro cementerios que se

pretendían construir, “en las cuatro esquinas de esta Villa”. Villanueva dibuja la

planta y un alzado para los cuatro cementerios, todos iguales, y da un

presupuesto de 300.000 reales para su total construcción. El único cementerio

que se construyo con esos planos fue el General del Norte, si bien a la hora de

su edificación se suprimió la galería dorica restándole así importancia al

conjunto. Fernández de los Ríos en su guía de Madrid (1876) arremete contra

esta instalación diciendo que es indigna de Villanueva, salvando únicamente la

4 El Siglo Futuro de 17 de Julio de 1881 donde se anuncia ya que el Obispo puede no consagrar el nuevo cementerio, cosa que ocurrió posteriormente.

Page 16: Cementerios de Madrid

capilla 5

De las nicherias todos los autores contemporáneos tienen una actitud critica

muy fuerte, siendo el ejemplo que, según algunos, se exporto a las colonias

americanas donde el modelo fue acogido con verdadero entusiasmo.

de la que dice que “seria lo único a conservar una vez se cierre este

camposanto”. De su construcción tenemos noticias que de los 300.000 reales

presupuestados por Villanueva se paso a un gasto de 1.600.000 reales, lo que

llama la atención, máxime si tenemos en cuenta que no habiendo pasado un

año desde su inauguración ya se emitió un informe técnico donde se advertía

del peligro de ruina si no se acometían urgentes obras de reacondicionamiento

de tejados de las nicherias y de la propia iglesia.

Pegado a este Cementerio se fueron sucediéndose otras Sacramentales mal

cuidadas y cuyas pésimas condiciones provocaron protestas vecinales, lo que

unido a la expansión urbana del Plan Castro de 1860, determinaron su clausura

en 1884, año en que se inaugura el Cementerio de Epidemias del Este, aunque

su total destrucción no se llevará a cabo hasta 1910 y su destino será la de

cochera de los “Tranvías del Este”.

En este cementerio se erigió, en un recinto cerrado adjunto al mismo, el

monumento funerario mas antiguo de los que quedan en los cementerios de

Madrid el monumento al Marques de San Simon, que se halla actualmente en

la Necrópolis del Este, y que fue erigido por la hija del finado general, defensor

de la Puerta de Los Pozos de Madrid contra las tropas de Napoleón, dirigidas

por el propio Emperador.

Cementerio General del Sur.

Siguiendo lo dispuesto en el real Decreto de 4 de Marzo de 1809 por José I se

comenzó a construir el Cementerio General del Sur en Junio de ese mismo año

y se inauguro el 29 de Abril del siguiente año, lo que contrasta con la azarosa

historia de la construcción del General del Norte durante el antiguo régimen, si

bien este era mucho más sencillo, pues realmente consistía en el cierre

perimetral, y unas modestas edificaciones. El arquitecto que lo trazó fue Juan

Antonio Cuervo y se llevo a cabo en los Altos del Oparel, entre los caminos de

5 Poner dibujo de la guía de Fernández de los Ríos pag.621.

Page 17: Cementerios de Madrid

Carabanchel y Villaverde, “donde se exponían anteriormente los cuerpos de los

ajusticiados”. Actualmente este solar lo ocupa un polideportivo municipal entre

las calles de General Ricardos y Antonio Leyva. Es curioso que otra instalación

deportiva, el Estadio Vallermoso, se halle también ubicado sobre el “campo de

las calaveras” lo que fue la Sacramental de San Martín al norte del Cementerio

General del Norte. La planta se acomodaba a lo prescrito por Villanueva para

los cementerios generales, era cuadrada y en el centro mismo del cementerio,

donde se cruzaban los dos paseos principales se instaló una cruz monumental

que hiciera Ventura Rodríguez en 17736

6 poner alzado y planta del art de Saguar sobre el cementerio del sur.

.Los edificios de dependencias y capilla

que constaban en el proyecto de Cuervo se dejaron para mejor ocasión cuya

fecha de factura no nos consta, aunque si que en 1822 no estaban construidos

siendo a mediados de siglo, cuando Madoz publica su diccionario, cuando este

nos refiere ya la existencia de las dependencias y dos capillas. Lo describe así

Madoz: “Hallase al sur de la villa de la que dista mucho, habiéndose construido

hace pocos años un cómodo camino desde los paradores del Puente de Toledo

hasta las puertas de este cementerio, cuyo exterior es muy sencillo ocupando

el centro la casa del capellán y dependientes, dentro de la cual esta la capilla,

pequeña y poco notable. Dos puertas de medio punto dan paso al espacioso

patio que principalmente forma este cementerio, en cuyos costados y testeros

se levantan por toda su extensión anchurosas galerías bajo las cuales se ven

colocados en las paredes los nichos y panteones. Como los del otro cementerio

general esperan estos en vano quien los ocupe a causa de que las familias que

se hallan en facultades para satisfacer su importe prefieren incorporarse a una

sacramental..... Un solo monumento sepulcral recientemente construido cerca

de la segunda capilla con mármol de San Pablo existe en este cementerio,

cuya descripción terminamos diciendo, que inmediato al expresado patio esta

el que contiene la ancha y profunda zanja en que se ponen por capas y

cubiertos con un poco de tierra los centenares de cadáveres que al cabo del

año se entierran de misericordia. Cuando la funesta zanja se llena hay otra que

la sucede, viéndose una cruz como señal de consoladora esperanza entre

tanta desolación.”

Page 18: Cementerios de Madrid

Cuervo cuatro años después de su inauguración escribe al Ayuntamiento

poniendo en conocimiento del Regidor la bochornosa situación de aquel

cementerio que sin tener un cuarto para deposito de cadáveres, aquellos se

quedaban en medio del patio expuestos todo tipo de agresiones exteriores de

animales, habiéndose dado el caso extremo de que los perros, que tenían libre

acceso al cementerio al no tener quien cerrase las puertas, habían sacado y

devorado fuera del cementerio los restos cristianos de algún difunto.

Tendríamos que precisar para entender estos sucesos los que ocurría en

aquellos tiempos, que seria más o menos los que nos relata el capellán del

cementerio en 18347

Este cementerio se clausuro en 1884 pero subsistió hasta 1941 en que

comenzó a demolerse para dar paso al desarrollo urbano. Desde 1869 una

parte del mismo se destino a cementerio civil y en 1912 se trasladaron a su

osario los restos existentes en el también clausurado cementerio General del

Norte. En este cementerio Carlos Saguar Quer

que dando parte de que por la mañana de aquel día de 28

de Julio habían llegado dos carros de cadáveres ”tan cargados que uno ha

volcado o se ha descompuesto en el camino cayendo aquellos al suelo,

presentando el horroroso aspecto que se deja conocer y mucho más por ir

todos en cueros contra lo que prescribe la decencia y buena moral cristiana”

8

7 Citado por Carlos Saguar Quer en “Cementerio General del Sur o de la Puerta de Toledo.

apunta como personalidades

existentes en el mismo, la gran actriz Rita Luna; el escritor Santos López

Pelegri, el poeta y académico Francisco de la Escosura ; Musso y Valiente; el

filosofo Sanz del Río l Pintor Leonardo Alenza y el famoso orador Alcalá

Galiano cuyos restos se perdieron en la monda de 1942. Aquí estuvo

enterrado, hasta su traslado al Cementerio Civil del Este D. Estanislao

Figueras, primer presidente de la Primera Republica Española que había sido

enterrado aquí en la parte Civil del mismo, el 12 de Noviembre de 1882. Según

Pedro de Repide citado por el mismo autor se enterraban aquí a los

ajusticiados en la Plaza de la Cebada y en la Puerta de Toledo.”Allí fue

enterrado Luis Candelas ; allí también recibieron sepultura (en la fosa común)

muchos liberales que murieron en el cadalso victimas del furor fernandino”. Da

que pensar el desarraigo de este pueblo con sus mártires no tan anónimos de

la lucha por las libertades que quedan irreconocidos en fosas comunes.

8 El Cementerio General del Sur o de la Puerta de Toledo.

Page 19: Cementerios de Madrid

Las Sacramentales.

Existían de antiguo las llamadas Cofradías, que eran instituciones sin una clara

definición jurídica que no fuese su dependencia eclesial, y cuyo fin era

recaudar dinero para el entierro de sus cofrades y del culto en general. Estaban

siempre ligadas a la parroquia donde recibían sepultura sus cofrades, pero la

prohibición de enterrar en las iglesias las dejara prácticamente sin cometido.

Como ya dijimos la construcción de los cementerios extramuros con este

concepto de Generales, que no se refería a que allí se pudiese enterrar todo el

mundo, sino que eran generales de las determinadas parroquias que se

agrupaban en él, no coincidía expresamente con el carácter individualista de

las parroquias que tenían, o habían tenido, sus propios enterramientos y sabían

bien cual era el montante del trasfondo económico del enterramiento. Bien sea

por esto o porque las vastas llanuras castellanas auguraban ahora un ilimitado

negocio no constreñido por lo muros de la parroquia, el caso es que

comenzaron a hacer su aparición numerosas Cofradías Sacramentales con sus

respectivos cementerios. Fdez. de los Ríos cuanta hasta diez mientras que a

Madoz le salen siete a nosotros nos salen nueve. Nos imaginamos que todo se

debe al decalage del tiempo desde el que cada uno lo cuenta.

El caso es que el invierno de 1811 a 1812, conocido como el año del hambre,

se enterraron en Madrid unas 20.000 personas que no pasaron por las

parroquias, lo que debió de suponer un acicate para la aparición de estas

Sacramentales que Fdez. de los Ríos las califica como “asociaciones

mercantiles con la razón social de Sacramentales” y que de hecho la primera

de ellas, la de San Isidro hace su aparición aquel mismo año9

9 El Cementerio General del Norte abrió sus puertas en 1809, y el General del Sur en 1810.

. El referido autor

madrileño comentará años más tarde que “..han ido construyendo estos

cementerios movidos por el espíritu de especulación” y como veremos el

devenir del acontecer les ayudará con las epidemias de 1834 y 1865 que sin

duda consolidan la iniciativa. Al mismo tiempo la moda los favorece. “ Han

levantado los campo-santos pequeños para gastar poco en terreno y altos ...

colocando nichos sobre nichos en galerías con corredores....” . Y los nichos se

ponen de moda, sin duda alguna porque la gente tiende a separarse del suelo

Page 20: Cementerios de Madrid

donde ha pasado en este “valle de lagrimas” su triste existencia. Dios está en

las alturas; todos quieren ir al Cielo. Tiene su lógica.

De estas nueve Sacramentales cinco fueron clausuradas y desaparecieron y

otras cuatro están aún entre nosotros. Vamos a dar una ligera idea de las

desaparecidas para luego centrarnos ya en las existentes.

Sacramentales desaparecidas.

Cementerio de la Sacramental de San Gines y San Luís ocupaba un solar

sobre la actual calle Magallanes, frente a Arapiles y por tanto colindante con el

Cementerio General del Norte, fue inaugurado en 1831 a los afueras de la

Puerta de Fuencarral, inmediato al antiguo polvorín. Se componía de un solo

patio circundado por galerías, con la capilla al frente. En 1834 - año de peste –

fue necesario ensancharlo por lo que esta sacramental decidió levantar los

planos de un vasto y magnifico cementerio - todo esto lo dice Madoz en su

Diccionario Geográfico – e irlo construyendo según hubiese fondos para ello,

en vez de cómo hacían el resto de las Sacramentales, ir construyendo diversos

patios. En 1846 se inauguro el cementerio ampliado. Nos sigue el Diccionario

Geográfico dando una idea de cómo era este nuevo cementerio “ Forma este

cementerio un inmenso paralelogramo rectangular y tiene la ostentosa entrada

principal mirando al este en una de sus líneas menores. Esta consiste en dos

pabellones a los lados de un cuerpo saliente en cada uno decorado por dos

columnas de Festo, hechas de piedra caliza y colocadas sobre una pequeña

escalinata. Los vanos propenden a un figura piramidal.

Atado con estos pabellones se extiende, trazando curvas hacia el centro de los

extremos, la verja de hierro que es de bonito dibujo y se halla interrumpida por

diez pilares de forma análoga al destino del edificio. Están fabricados estos con

piedra caliza y se sientan sobre el zócalo de granito que se prolonga,

sosteniendo la verja de uno a otro extremo. Varios adornos de metal y unas

inscripciones, que por cierto valen muy poco, hay en los referidos pilares, de

los cuales los dos del centro han de estar coronados por esculturas. Las

comenzadas galerías que hay a lo largo de las paredes laterales se hallan

decoradas por columnas de pesto que reciben el correspondiente cornisamento

con triglifos. Son estas columnas demasiado altas para el orden a que

Page 21: Cementerios de Madrid

pertenecen y dejan un intercolumnio muy estrecho, a excepción de pequeña

una parte del fuste que es de piedra caliza están hachas de ladrillo. Lastima es

que la materia no permita que sean de mucha duración, como ha ocurrido con

las de la portada del cementerio de San Nicolás, que según hemos referido no

han llegado a 10 años”. Sobre un zócalo de granito se levantaban cinco filas de

nichos con una escocia donde estaba la numeración por debajo de cada,

notándose que los nichos eran demasiado pequeños. En el segundo trozo de

galería por ambos lados había panteones con ornatos de esculturas.

Madoz nos indica que todo este inmenso especio de Campo-Santo, es un

hermoso jardín que ha de contener monumentos sepulcrales a la manera de

los del celebre cementerio de P. Lachaisse en Paris; el de la Chartreuse de

Burdeos y otros. La ilustre sacramental que a costa de cuantiosos desembolsos

lleva a cabo la construcción de este hermoso cementerio ha colocado, en 1848,

cerca de la entrada principal y rodeado de árboles y arbustos el magnifico

sepulcro de D. Joaquín de Fonsdeviela, que estuvo en el crucero de la Iglesia

de La Trinidad, a la parte del evangelio. Nos cuenta a continuación como era y

de la descripción deducimos que era, por lo que cuenta el autor, de lo mejor

que existía en la Corte.”Consiste en un cuerpo de piedra caliza que sirve de

pedestal sobre el que se sienta un segundo cuerpo empelechado de mármol,

delante del cual hay una fama con el busto del difunto en una medalla que

sostiene con la mano izquierda y señala con la derecha. Ambas figuras están

ejecutadas en mármol blanco de cuya materia son igualmente los trofeos, el

escudo de armas y otros ornatos que embellecen este monumento, cuyo

remate constituye una rica y elegante urna.

Este sepulcro hacia mejor efecto en la Trinidad pues allí era el primer cuerpo

también de mármol y las figuras tenían mejor coloración. Es digna de particular

elogio esta ilustre sacramental por haber salvado de una completa ruina tan

notable objeto artístico que en su clase era en Madrid el de mayor

magnificencia, si se exceptúa el sepulcro de Fernando VI. La capilla es la del

primer cementerio, pequeña pero de buena forma en el interior. Al presente

existe como provisional ínterin se erige al frente de la entrada una suntuosa

capilla para la cual se conserva el retablo mayor del Noviciado y su

Tabernáculo de mármoles.”

Page 22: Cementerios de Madrid

Fueron sepultados en este cementerio el pintor Leandro Alenza y el autor y

actor Juan Lombia. Fue cerrado el 1 de Septiembre de 1884 y sobre el como

sobre el General del Norte se construyeron los hangares de los Tranvías de

Madrid.

Junto a esta sacramental y al General del Norte llegando hasta la actual calle

de Donoso Cortes se sitúo el Cementerio de la Sacramental de la Patriarcal

que llegaba hasta la actual calle de Vallehermoso. Se inauguro en 1849 y era

de pequeñas dimensiones. Estaba formado por un solo patio según Madoz,

aunque Fedz. De los Ríos al hablar del monumento a Quintana se refiere al

patio Principal.

La traza del cementerio se debió al arquitecto Pedro Manuel Machain y fue

bendecido, esto es inaugurado, en Agosto de 1850, por el Patriarca de Las

Indias, auque solo el “cementerio pequeño” (que debió de ser el que conoció

Madoz), ya que el grande lo inauguraría en 1851. La idea de esta Sacramental

era para servir de enterramiento para las personas parientes y allegadas de la

familia real y sirvientes de Palacio, así como a los Patriarcas y demás clero

dependiente de ellos, aunque también había un terreno separado para la

feligresía. Lo que ignoraban estos elitistas cofrades es que al cerrarse el

cementerio en Septiembre de 1884, y por premuras del contratista que se

encargo de la saca de los restos no fue limpiada la fosa común, según asevera

un testigo presencial, el Dr. Álvarez Sierra. Esta zona a principios del siglo XX

se conocía como “campo de las calaveras” y no entraremos en más detalles.

Su construcción fue objeto de una amplia polémica sobre la oportunidad de su

situación, donde había ya otros tres cementerios, todos prácticamente

colindantes que ocupaban todo el terreno que había entre lo que hoy es la calle

Magallanes hasta Vallehermoso y desde Arapiles hasta Islas Filipinas, por eso

este cementerio que fue el ultimo en colocarse en aquellos contornos, y nos

imaginamos que también por sus pretensiones elitistas, fue tan criticado que el

Patriarca a su inauguración se esforzó en darle el máximo boato, asistiendo al

mismo cuantas personalidades de Palacio y Generales habían quedado en

Madrid en la canícula de Agosto, en cuyo día 28 tuvo lugar.

En realidad fue uno de los mejores camposantos que hubo en Madrid junto con

el de San Luis, que tenían jardines y arbolado y una traza y ornato adecuados

Page 23: Cementerios de Madrid

a las personalidades a que iba destinado. Desde el punto de vista artístico

hubo solamente un monumento que ha quedado como el principal allí existente

y que fue el monumento hecho por suscripción popular al poeta Quintana, obra

del arquitecto Enrique Coello, y que hoy se pude ver aún en el Cementerio del

Este. La poco edificante disputa del clero con el Estado por la competencia

sobre los cementerios que ya hemos relatado, tuvo aquí su variante

intraclerical, disputándose entre si el clero madrileño representado por su

Visitador contra el clero castrense que administraba este cementerio

representado por el Obispo de Sión y Patriarca de las Indias. Finalmente una

vez cerrado en 1884 tuvo una ruina muy ruidosa, ya que hay multitud de

espantosos relatos de la situación de su interior, como el de Mesoneros

Romanos que describe el espectáculo de su interior como “siniestro y

repulsivo”. Finalmente el capellán encargado del cementerio, D. Baldomero

Alonso, lo vendió sin permiso de nadie a un conocido industrial, que lo revendió

a su vez sin haber cumplido la condición de realizar la monda del Cementerio

originándose una letanía de pleitos que terminaron en 1923 con la devolución

del solar a la Corona, que lo había adquirido como compensación del desfalco

que el Administrador real Sr. Sessé había cometido y con cuyo importe había

adquirido esta finca. Un culebron inmobiliario de actualidad rabiosa, pero más

castizo en armonía con los tiempos, ya que entre tanto los huesos anduvieron

esparcidos por el campo.

Estuvieron aquí enterrados además del poeta Quintana, Joaquín Gaztambide;

Hilarión Eslava; Evaristo San Miguel y otra serie de notables del momento, que

nada nos dicen ahora.

-

Junto a esta Sacramental, al norte de ella y situada en “el camino llamado de

Amaniel, pasado el antiguo polvorín, fuera de la demarcación hecha para las

nuevas tapias de la Capital”10

10 A.S.A., Citado por Saguar Quer.

se construyo en 1849 la Sacramental de San

Martín, la Archicofradía más antigua de la Capital, que data según Madoz de

1250, y que siguiendo el camino de la buena fortuna de sus congeneres se

decidió a construir un cementerio sobre un terreno de 360.000 pies cuadrados

Page 24: Cementerios de Madrid

con forma de cuadrado perfecto que se situó en lo que actualmente es el

estadio municipal de Vallehermoso y la calle Islas Filipinas.

El proyecto para su construcción se debió al Arquitecto Gaviña y según ha

llegado hasta nosotros por escritos coetáneos tenia como nota destacable sus

jardines que se” podían presumir ya desde la bellísima columnata de entrada”.

La arboleda de cipreses debía de ser notable porque todos los autores de la

época hacen referencia a ella, incluso ya en el siglo XX cuando el cementerio

estaba ya cerrado y medio hundido. Se clausuro en Septiembre de 1884 como

los demás aledaños de este. Su clausura sin embargo se debió a otras razones

que la necesidad del ensanche de Plan Castro, ya que no se preveía en él

ninguna actuación futura. Seguramente las necesidades higiénicas que el

Ayuntamiento invoca para rechazar su continuidad, demandada por la

Archicofradía, se debían de referir a la cercanía los depósitos de Aguas de

Lozoya, que aún existen hoy en día en su proximidad.

Como en el caso de la anterior, la Sacramental de la Patriarcal, el cementerio

de San Martín fue vendido al gestor de la Sacramental con las obligación de

llevar a cabo la monda del cementerio, que desde luego no llevo cabo. Una

R.O. de 1 de Marzo de1924 suspendía la monda del cementerio y otra de 1927

la autorizaba, y aunque se trasladaron restos a la Necrópolis del Este, no se

debió de hacer muy bien ya que en la guerra civil ultima, en la que este campo

fue frente, dejo al descubierto muchos restos con los que la chiquillería de los

alrededores jugaba en los tristes años de la posguerra, y que por extensión con

lo que había ocurrido a principios de siglo con los otros cementerios

clausurados de esta zona, se conocía este descampado como “campo de las

calaveras”.

Saguar Quer11

11 Tesis Doctoral.

nos da una serie de nombres de personajes que fueron

enterrados en él de entre los que destacamos el del pintor Eduardo Rosales

(ahora en San Justo); Eugenio Lucas Velázquez y los también pintores Sans

Cabot y Suárez Llanos; y el escritor y político Ángel Fernández de los Ríos que

como buen liberal de la época murió en Paris y fue enterrado en el cementerio

por él admirado del P. Lachaise, desde donde después lo trasladaron aquí. Los

Page 25: Cementerios de Madrid

demás, títulos nobiliarios y generales, han entrado ya en la fosa común del

olvido, tan fluida en nuestro país.

Las Sacramentales existentes.-

Como un testigo del pasado y de la ineficacia de las leyes frente a los poderes

fácticos que han tenido tanto que ver en la historia de España siguen existiendo

hoy en día cementerios que no son municipales, a pesar de los reiterados

intentos legislativos de erradicar las desigualdades entre religiones y

enterramientos, que ha supuesto que a los “infieles” y herejes se les enterrase

en el campo ó en el mejor de los casos en los “corrales de muertos” que tanto

han inquietado a los espíritus sensibles que los han criticado y han batallado

por su desaparición.

Seguramente el lastre de la inercia haga más por el mantenimiento del statu

quo que el propio peso de la Iglesia en temas que como los camposantos o las

manifestaciones religiosas se siguen dando a pesar de que el art 16.3 de la

Constitución actual declare que ninguna confesión tendrá carácter estatal, no

obstante los ministros juran ante una Biblia y un crucifijo; los tribunales de

Justicia están presididos por un crucifijo; los plenos municipales se celebran

bajo la cruz y los cementerios siguen siendo confesionales en el caso de que el

difunto sea bautizado, aunque desde luego no sea creyente y las

infraestructuras de los ritos en los cementerios municipales, las capillas, son

todas para los católicos. Se echa de menos la secularización de estas

instituciones que denotan el poco calado que entre nosotros tienen los valores

de una verdadera igualdad entre individuos, pensamiento y creencias.

La cuestión ahora se presenta con relativo paralelismo que en los últimos años

del siglo XIX y primeros del XX, cuando el urbanismo había llegado a las

puertas de estas sacramentales. Ahora, al menos la Sacramental de San

Lorenzo y la de Sta. Maria, son verdaderos patios de manzana. Esperemos

que no suceda igual que ocurrió con la sacramental de San Martín y la de la

Patriarcal. que los vendan a un particular especulador inmobiliario, aunque el

estatuto jurídico de estas instituciones sea realmente irregular. El Ayuntamiento

debería intervenir en la expropiación y normalización de estas áreas netamente

urbanas de altísima concentración vecinal.

Page 26: Cementerios de Madrid

De entre las Sacramentales existentes la más interesante es desde luego la de

San Isidro emplazada a la espalda de la Ermita del Santo, delimitada por el

Paseo de la Ermita del Santo y la Vía Carpetana, perímetro que comparte con

la sacramental de San Justo, aledaña a esta.

Es el más antiguo de los cementerios de Madrid, ya que se inauguro en 1811.

Saguar Quer12

El cementerio se comenzó con el primer patio, el de San Pedro, cuyos planos

son del arquitecto José Llorente que debió de comprender en un principio el

antiguo cementerio que estaba a espaldas de la ermita y en el que la Cofradía

enterraba a algunos de sus cofrades, que debían de ser los menos favorecidos,

ya que en la época de referencia- 1511 para Fdez de los Ríos- extramuros se

enterraban únicamente a los más indignos, si bien en 1605, Cristóbal Urgell un

adinerado vecino a cambio de una sepultura ante el altar mayor de la ermita

para el y sus sucesores se compromete a edificar una vivienda y una sacristía,

poner campana, retablo y pórtico, y una lapida sobre el muro que recuerda

quien financió todo ello.

atribuye a la emperatriz Isabel, esposa de Carlos I, el

adecentamiento de la ermita existente como muestra de gratitud de la mejoría

experimentada en la salud de su esposo y del príncipe Felipe tras beber agua

de la fuente manantial que hay allí. Igual episodio se cuenta de la Fuente del

Berro y de los mismos personajes lo que nos hace poner en duda este hídrico

peregrinar de tan egregios bebedores.

La política de la Sacramental de ofrecer tumbas a perpetuidad, cosa que no

ofrecían los Cementerios Generales, también entonces recién inaugurados

cuando se construye este recinto, tuvo como consecuencia una gran afluencia

de cofrades, que más tarde serian usuarios, por lo que las ampliaciones de

este primer patio fueron constantes, viéndose más tarde la necesidad de una

ampliación mayor que se concreto en la construcción del patio de San Andrés

en 1832, llevada a cabo por el mismo arquitecto. De los enterrados en este

primer patio no reconocemos a nadie cuya notoriedad haya llegado hasta

nosotros a no ser el propio arquitecto Llorente. Hoy en día esta todo derruido,

los tejados hundidos y una penosísima impresión causa tanta desidia con la

12 Op.citada

Page 27: Cementerios de Madrid

memoria de los allí enterrados. Es evidente que una institución que afecta a

cosa tan sensible como la memoria de los muertos no se puede llevar con los

criterios mercantilistas que eran inherentes a la gestión religiosa y que ya Fdez

de los Ríos critico duramente.

La actual política de la Sacramental de no dejar visitar estos patios, los

antiguos, añade oscurantismo a la desidia y esta reclamando una intervención

publica más acorde con su importancia histórica.

En el patio de San Andrés 13

En esta época la moda esta en la nicheria de los laterales donde se entierran

gentes que reclaman panteones como la duquesa de Alba, con un magnifico

busto en alto relieve, Isidro Velázquez o el conde Toreno. Saguar Quer en su

magnifica tesis doctoral sobre “ La Arquitectura Funeraria Madrileña del siglo

XIX” de 1989 sigue quejándose, como lo hacia yo en el año 1984 del estado

lamentable en que encontraba este patio, 22 años después la situación es ya

vergonzosa y la Sacramental evita la realidad cerrando al publico los patios que

desde fuera pueden observarse como muestran las fotografías que

reproducimos., que como muy bien dice Saguar Quer “.... muros que ceden,

tejados hundidos, completan un vergonzoso espectáculo de ruina y

desolación”, Si sumamos a esto .los diecisiete años pasados desde la

publicación de la tesis Saguar Quer tendremos la visión de lo que la

Sacramental nos ha negado en estas fechas, que es visitarlo.

están enterrados personajes de la vida nacional

como el primer Duque de Ahumada, creador de la Guardia Civil ; la famosa,

por su licenciosa vida, Duquesa de Alba (Mª Teresa Cayetana de Silva), cuyo

cuerpo al parecer sirvió de modelo para la Maja Desnuda de Goya; los duques

de Abrantes y Linares cuyo palacio en la madrileña plaza de La Cibeles ha

llegado hasta nuestros días lleno de estrafalarias leyendas espiritistas, Se

encuentran aquí también enterrados la mujer y el hijo de Francisco de Goya y

los siempre presentes generales, en este caso Diego de León y Manuel

Montes de Oca y los arquitectos Ramón Pardo, Bartolomé Tejeda Diez y

Francisco Javier Mariategui e Isidro Velázquez.

13 Citado por Saguar Quer

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Las imparables ampliaciones de este cementerio nos dan una idea de la

importancia económica que representa esta actividad por la que, como hemos

visto, la Iglesia, monopolista del sector, se resistió durante décadas a dejar el

campo libre a la gestión municipal en tan sensible campo.

En 1842 se amplia nuevamente el cementerio con el patio de San Isidro que se

encuentra en el mismo estado que los anteriores hallándose en el mismo el

panteón de D.ª Mª del Carmen Polo de la Barrera que lo compone un edificio

neorrománico de indudable interés, siendo el más antiguo de este cementerio.

Pero es en el 1852 cuando se amplia nuevamente el cementerio llevándose a

cabo el patio de la Purísima Concepción que diseña Núñez Cortes y que es en

si mismo una importante obra de la arquitectura madrileña del siglo XIX,

además de que sea en el que se encuentra la mayor parte del contenido

artístico de este cementerio.

Este patio es coetáneo con una época de esplendor de la nobleza terrateniente

cerealista, que alimenta literalmente a las guerras europeas en las que España

no interviene y cuyo epilogo se resume en el dicho que circulaba en esos

círculos terratenientes.

“ lluvia y sol... y guerra en Sebastopol”

Es sin duda alguna este patio el de la nobleza nacional. Aquí reciben sepultura

los duques de Frías ; de Ahumada; de Pastrana; de Denia ; de Sueca y un

largo etcétera , Marqueses de Amboage; de Casa Riera; de la Torrecilla; de

Sta. Marta etc. y otra retahíla de Condes, a los que siguen un torrente de

nombres de personajes conocidos de su tiempo, que como no puede faltar en

el ámbito nacional esta salpicado de toreros y generales y algunos hombres de

estado como Maura o Alonso Martínez y en menor medida algunos artistas

entre los que destaca en nuestro tiempo el escultor Pablo Serrano .

Con posterioridad a este patio se han seguido abriendo nuevos recintos. El

patio de Sta. Maria de la Cabeza; el del Santísimo Sacramento y el de Nuestra

Señora del Carmen, este ultimo, el más reciente, que se sitúa al sur del de la

Concepción es el primero con que el visitante se encontrara a la entrada al

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cementerio por la izquierda de la capilla de San Isidro. Como es lógico es el

que más pone de manifiesto el sentido especulativo del terreno, ya que esta

clamorosamente lleno de sepulturas, si bien los dos anteriores adolecen

también del mismo defecto.

En el Patio de Sta. Maria de la Cabeza podemos encontrar la tumba de Emilio

Castelar; la de Francisco Salmerón, la de Topete; la de Barbieri y en general

las personalidades del ultimo cuarto de siglo del XIX. Ese periodo de la historia

española es más bien decadente histórica y económicamente, lo que se

aprecia en este patio que no tiene desde luego los panteones del de la

Concepción ni tampoco los del siguiente patio del Santísimo Sacramento que

inicia su uso en los últimos años de la primera decena del siglo XX y esta en

plena utilización en la segunda decena del siglo que como en el de la

Concepción se nota el beneficio que para España supuso la Primera Guerra

Mundial en la que sin intervenir potencio su comercio internacional, dando lugar

a los famosos y exultantes años 20.

En el Patio del Santísimo Sacramento encontramos las tumbas de La

Argentinita con un magnifico panteón; la de la Marquesa de Sta. Maria de

Silvela; El de la familia Bermejillo del Rey con un trabajo escultórico de José

Clará muy relevante; también esta aquí enterrado el filosofo José Ortega y

Gasset y uno de los dos arquitectos que gano el concurso para la construcción

del Cementerio del Este D: Fernando Arbós.

El patio del Carmen ha cubierto la época más reciente siendo sus panteones

todos de muy reciente construcción con nombres que sonaron durante la

dictadura del General Franco : Barreiros; Banus; Benito Perojo y otro dictador

de allende los mares: Fulgencio Batista.