Catequesis17 09 2011: Dios en el momento de la angustia

download Catequesis17 09 2011: Dios en el momento de la angustia

of 4

Transcript of Catequesis17 09 2011: Dios en el momento de la angustia

  • 8/4/2019 Catequesis17 09 2011: Dios en el momento de la angustia

    1/4

    1

    BENEDICTO XVI

    AUDIENCIA GENERAL

    Plaza de S. Pedro del VaticanoMircoles 14 de septiembre de 2011

    Dios en el momento de la angustia

    Queridos hermanos y hermanas,

    en la catequesis de hoy quisiera afrontar un Salmo de fuertes implicaciones

    cristolgicas, que continuamente aflora en los relatos de la pasin de Jess, con su

    doble dimensin de humillacin y de gloria, de muerte y de vida. Es el Salmo 22

    segn la tradicin juda, 21 segn la tradicin greco-latina, una oracin sincera y

    conmovedora, de una densidad humana y una riqueza teolgica que lo convierten

    en uno de los Salmos ms rezados y estudiados de todo el Salterio. Se trata de una

    larga composicin potica (nosotros nos detendremos en particular en la primera

    parte), concentrada en el lamento, para profundizar algunas dimensiones

    significativas de la oracin de splica a Dios.

    Este Salmo presenta la figura de un inocente perseguido y rodeado de

    adversarios que quieren su muerte; l recurre a Dios en un lamento doloroso que,

    en la certeza de la fe, se abre misteriosamente a la alabanza. En su oracin la

    realidad angustiosa del presente y el recuerdo consolador del pasado se alternan,

    en una sufrida toma de conciencia de la propia situacin desesperada que no

    quiere renunciar a la esperanza. Su grito inicial es una llamada dirigida a Dios que

    parece lejano, que no responde y que parece haberlo abandonado:

    Dios mo, Dios mo, por qu me has abandonado?

    Por qu ests lejos de mi clamor y mis gemidos?

    Te invoco de da, y no respondes,

    de noche, y no encuentro descanso (v. 2 y 3).Dios calla y este silencio hiere el nimo del orante, que llama incesantemente,

    pero sin encontrar respuesta. Los das y las noches se suceden en una bsqueda

    incansable de una palabra, de una ayuda que no llega; Dios parece muy distante,

    muy olvidadizo, muy ausente. La oracin pide escucha y respuesta, solicita un

    contacto, busca una relacin que pueda darle consuelo y salvacin. Pero si Dios no

    responde, el grito de ayuda se pierde en el vaco y la soledad se convierte en algo

    insoportable. Adems el orante de nuestro Salmo llama al Seor tres veces mi

    Dios, en un extremo acto de confianza y de fe. No obstante las apariencias, el

    Salmista no puede creer que el vnculo con el Seor se haya roto totalmente y,

  • 8/4/2019 Catequesis17 09 2011: Dios en el momento de la angustia

    2/4

    2

    mientras pide un por qu del presunto abandono incomprensible, afirma que su

    Dios no puede abandonarlo.

    Como se sabe, el grito inicial del Salmo, Dios mo, Dios mo, por qu me has

    abandonado? se cita en los Evangelios de Mateo y de Marcos como el grito

    lanzado por Jess cuando muere en la cruz (cfr. Mt 27,46; Mc15,34). Expresa todala desolacin del Mesas, Hijo de Dios, que est afrontando el drama de la muerte,

    una realidad totalmente contrapuesta al Seor de la vida. Abandonado por casi

    todos los suyos, traicionado y renegado por los discpulos, rodeado por los que le

    insultan, Jess est bajo el peso aplastante de una misin que debe pasar por la

    humillacin y el aniquilamiento. Por esto grita al Padre y su sufrimiento asume las

    palabras dolientes del Salmo. Sin embargo el suyo no es un grito desesperado,

    como no lo era el del Salmista, que en su splica recorre un camino atormentado

    que llega finalmente a una perspectiva de alabanza, en la confianza de la victoria

    divina. Y ya que en la costumbre juda citar el inicio de un Salmo implicaba una

    referencia al poema completo, la oracin de Jess agonizante, aunque mantiene su

    carga de sufrimiento indecible, se abre a la certeza de la gloria. No era necesario

    que el Mesas soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?, dir el

    Resucitado a los discpulos de Emas (Lc 24,26). En su Pasin, en obediencia al

    Padre, el Seor Jess atraviesa el abandono y la muerte para alcanzar la vida y

    darla a todos los creyentes.

    A este grito inicial de splica, en nuestro Salmo 22-21, seguidamente, en una

    dolorosa comparacin, recuerda el pasado:

    En ti confiaron nuestros padres:

    confiaron, y t los libraste;

    clamaron a ti y fueron salvados,

    confiaron en ti y no quedaron defraudados (v. 5 y 6).

    Ese Dios que hoy al Salmista le parece lejano, es el Seor misericordioso que

    Israel ha experimentado siempre en su historia. El pueblo, al que pertenece el

    orante, ha sido objeto del amor de Dios y puede testificar su fidelidad.

    Comenzando por los Patriarcas, despus en Egipto y en la larga peregrinacin en el

    desierto, durante la permanencia en la tierra prometida, en contacto con pueblosagresivos y enemigos hasta la oscuridad del exilio, toda la historia bblica ha sido

    una historia de peticin de auxilio por parte del pueblo y de respuestas salvficas

    por parte de Dios. Y el Salmista hace referencia a la inquebrantable fe de sus

    padres, que confiaron -se repite este verbo tres veces- sin quedar nunca

    defraudados. Ahora, sin embargo, parece que esta cadena de invocaciones

    confiadas y respuestas divinas se haya interrumpido. La situacin del Salmista

    parece desmentir toda la historia de salvacin, haciendo ms dolorosa la realidad

    presente.

  • 8/4/2019 Catequesis17 09 2011: Dios en el momento de la angustia

    3/4

    3

    Pero Dios no puede desmentirse, y entonces la oracin vuelve a describir la

    penosa situacin del orante, para hacer que el Seor tenga piedad e intervenga,

    como haba hecho siempre en el pasado. El Salmista se define pero yo soy un

    gusano, no un hombre;la gente me escarnece y el pueblo me desprecia (v.7), se

    burlan de l, lo desprecian (cfr v. 8), y herido en su propia fe: Confi en el Seor,que l lo libre;que lo salve, si lo quiere tanto (v.9). Bajo los golpes burlones de la

    irona y del desprecio, parece que el perseguido pierda sus connotaciones

    humanas, como el Siervo sufriente del Libro de Isaas (cfr Is 52,14; 53,2b-3). Y como

    el justo oprimido del Libro de la Sabidura (cfr 2,12-20), como Jess en el Calvario

    (cfr Mt 27,39-43), el Salmista ve cmo se pone en tela de juicio su relacin con el

    Seor, el nfasis cruel y sarcstico de los que lo estn haciendo sufrir: el silencio de

    Dios, su aparente ausencia. Sin embargo, Dios est presente en la existencia del

    orante con una cercana y una ternura incuestionable. El Salmista lo recuerda al

    Seor: T, Seor, me sacaste del seno materno,me confiaste al regazo de mi

    madre; a ti fui entregado desde mi nacimiento (v. 10-11a). El Seor es el Dios de la

    vida, que hace nacer y acoge al neonato y lo cuida con afecto de un padre. Y si

    antes se haba recordado la fidelidad de Dios en la historia del pueblo, ahora el

    orante evoca su propia historia personal de relacin con el Seor, remontndose al

    momento particularmente importante del inicio de su vida. Y all, no obstante la

    desolacin del presente, el Salmista reconoce una cercana y un amor divino tan

    radical, que ahora puede exclamar, en una confesin llena de fe y generadora de

    esperanza: desde el seno de mi madre, t eres mi Dios (v.11b).

    El lamento se convierte ahora en una splica conmovedora: No te quedes

    lejos, porque acecha el peligro y no hay nadie para socorrerme (v.12). La nica

    cercana que el Salmista percibe y que lo aterroriza es la de los enemigos. Y por

    tanto es necesario que Dios se haga cercano y que lo socorra, porque los enemigos

    rodean al orante, lo cercan y son como toros poderosos, como leones que abren

    sus fauces para rugir(cfr v. 13-14). La angustia altera la percepcin del peligro,

    aumentndolo. Los adversarios parecen invencibles, se han convertido en animales

    feroces y peligrossimos, mientras que el Salmista es como un pequeo gusano,

    impotente, sin defensa alguna. Pero estas imgenes, usadas en el Salmo, sirvenpara decir que cuando el hombre es un ser brutal que agrede a su hermanos, algo

    animal lo posee, parece perder su apariencia humana; la violencia tiene algo de

    bestial y slo la intervencin salvadora de Dios puede restituir la humanidad al

    hombre. Ahora, para el Salmista, objeto de tanta feroz agresin, parece que no hay

    salida y que la muerte comienza a poseerlo: Soy como agua que se derramay

    todos mis huesos estn dislocados [...]; mi garganta est seca como una teja y la

    lengua se me pega al paladar. Se reparten entre s mi ropa y sortean mi tnica(v.

    15.16.19). Con imgenes dramticas, que encontramos en los relatos de la Pasin

    de Cristo, se describe la descomposicin del cuerpo del condenado, el calor

  • 8/4/2019 Catequesis17 09 2011: Dios en el momento de la angustia

    4/4

    4

    insoportable que atormenta al moribundo y que encuentra eco en la peticin de

    Jess: Tengo sed (cfr Jn 19,28), hasta alcanzar el gesto definitivo con el que los

    torturadores, como los soldados bajo la cruz, se reparten las vestiduras de la

    vctima a la que consideran muerta (cfr Mt 27,35; Mc 15,24; Lc 23,34; Jn 19,23-24).

    Y de nuevo, la peticin de socorro urgente: Pero t, Seor, no te quedeslejos;t que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. Slvame(vv. 20.22a).Este es

    un grito que abre los cielos, porque proclama una fe, una seguridad que va ms all

    de toda duda, de toda oscuridad y de toda desolacin. Y el lamento se transforma,

    deja lugar a la alabanza en la acogida de la salvacin: Yo anunciar tu Nombre a

    mis hermanos, te alabar en medio de la asamblea (v.23). As el Salmo se abre a la

    accin de gracias, al gran himno final en el que participa todo el pueblo, los fieles

    del Seor, la Asamblea litrgica, las generaciones futuras(cfr v. 24-32). El Seor ha

    venido en su ayuda, ha salvado al pobre y le ha mostrado el rostro de su

    misericordia. Muerte y vida se han cruzado en un misterio inseparable del que ha

    salido victoriosa la vida, el Dios de la salvacin se ha mostrado Seor indiscutible

    ante el cual todos los confines de la tierra celebrarn y todas las familias de los

    pueblos se postrarn. Es la victoria de la fe, que puede transformar la muerte en

    don de vida, el abismo del dolor en fuente de esperanza.

    Querdisimos hermanos y hermanas, este Salmo nos ha llevado al Glgota, a

    los pies de la cruz, para revivir su pasin y compartir la alegra fecunda de la

    resurreccin. Dejmonos invadir de la luz del misterio pascual y, como los

    discpulos de Emas, aprendamos a discernir la verdadera realidad ms all de las

    apariencias, reconociendo el camino de la exaltacin en la humillacin y la plena

    manifestacin de la vida en la muerte, en la cruz. As poniendo de nuevo toda

    nuestra confianza y esperanza en Dios Padre, en el momento de la angustia, le

    podremos rezar con fe tambin nosotros y nuestro grito de auxilio se transformar

    en cantos de alabanza. Gracias