Catelli, Nora, "Introducción" a En la era de la intimidad

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Introducción de Nora Catelli a su obra En la era de la intimidad

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  • 7/17/2019 Catelli, Nora, "Introduccin" a En la era de la intimidad

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    Introduccin

    En la de la intimidad

    Esto es slo una autobiografa en la medida

    en que en ella se cuenta la historia de un proble-

    ma que, casualmente, tiene mi misma edad: r ] es

    el problema

    y

    el fenmeno de ese

    gigantesco

    ma-

    quiavelismo que se

    viene

    preparando intelectual-

    mente desde hace cincuenta aos y cuyas conse-

    cuencias apocalpticas vivimos hoy en realidad ,

    Hermann Broch,

    Autobiografa como

    progr m

    de

    tr b jo

    1941.

    l

    El

    imaginario

    de lo ntimo

    Slo

    tiene

    vlor de veracidad

    en

    el

    discurso

    lo que

    hace

    evidente

    a

    un

    sujeto pero po poseemos

    ningn

    instrumento

    definitivo

    para

    atrapar eSe sujeto: este es el signo de la

    era

    de la

    intimidad.

    Lo subjetivo la vivencia

    la experien

    cia

    mcarnada en

    la confesin o el testimonio expresan

    esa

    medida comn

    de

    veracidad que

    el

    discurso propone

    y

    que

    slo puede

    traducirse

    como figura de

    la interioridad en

    lo

    ntimo transformado

    en prueba

    de una certeza

    que

    se basa

    en la fiabilidad textual de

    su

    localizacin y al mismo tiem

    po de manera contradictoria en la conviccin de

    su

    inac

    cesibilidad existencial.

    Este valor

    de

    veracidad

    posee

    alcances limitados: en

    lo

    ntimo

    no

    reside

    la verdad

    de

    la Historia sino la

    va - hoy

    privilegiada- para

    comprender la Historia

    como

    sntoma.

    Aunque la

    Historia como sntoma podra ser pensada des

    de

    otras perspectivas actualmente la hermenutica que

    prevalece sugiere

    aprehend

    er

    sus

    significados

    en las

    flexio

    nes indirectas de

    la intimidad

    -tanto en los discursos del

    pasado como

    en

    los del

    presente.

  • 7/17/2019 Catelli, Nora, "Introduccin" a En la era de la intimidad

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    Lo

    ntimo

    es el espacio autobiogrfico convertido en

    sea l de

    peligro

    y, a

    la

    vez, de

    frontera; en lugar

    de

    paso

    y posibilidad de superar o transgredir la oposicin entre

    privado y pblico.

    2

    Es un espacio pero tambin

    una

    posi-

    cin

    en ese

    espacio; es

    el lugar

    del

    sujeto moderno -su

    conquista

    y su estigma- y al tiempo es algo que permite

    que

    esa

    posicin

    sea necesariamente inestable.

    Lo

    ntimo

    es

    imaginario

    en el sentido

    en

    que Roland Barthes define

    este

    concepto

    parafraseando

    a

    Jacques Lacan,

    como efec-

    to sospechoso del

    desconocimiento

    que el

    sujeto tiene

    de

    s

    mismo

    en

    el

    momento en que

    se

    decide

    a asumir y ac-

    tuar como su yo . 3 Pero la dimensin imaginaria no es

    slo desconocimiento (o

    punto

    cigo) sino movimiento de

    ruptura

    y,

    Jor

    tanto, poderoso dinamizadot.

    4

    En esta

    do-

    b e

    vertiente -que incorpora la

    vers in

    lacaniana

    de lo

    imaginario aunque

    le

    agrega

    un

    carcter

    de

    apertura

    y

    no slo de clausur , del

    autoconocimiento-

    1

    ",

    intimidad

    no

    constituye

    nicamente una expresin

    de la

    trampa

    del

    autoengaiio

    definida por Lacan

    sino

    tambin

    una herra

    mienta

    para la comprensin de

    las transformaciones

    his-

    tricas.

    A

    un estricto

    linaj

    e de

    pensadores se debe la

    hoy hege-

    mnica

    lnea

    de

    pensamiento que aborda esa

    funcin do-

    ble de lo

    ntimo

    -p un to ciego y lugar de paso- desde Georg

    Simmel o Norbert Elas a Emmanuel

    Lvinas

    y Michel

    de

    Certeau. En

    esta

    vertiente

    -que

    ha

    oscurecido

    otros

    aportes significativos,

    a los

    que me referir ahora-

    lo n-

    timo es

    objeto de

    una fenomenologa radical

    de la

    inte

    rioridad

    entendida como asimetra aunque

    tambin

    como

    percepcin derivada de la alteridad .

    Lvinas

    formul jus

    tamente su rasgo terico

    bsico

    ms

    influyente,

    el de la

    inaccesibilidad:

    Los sere:; no son intercambiables s ino recprocos, 0 mejor di-

    h

    son intercambiables

    porque

    son recprocos

    A partir de ese

    e

    o,

    . b]

    o,

    en

    to

    la relacin con otro se torna lmposl

    e .

    om ,

    Esa imposibilidad

    no

    constituye nicamente un

    rasgo

    filosfico, sino

    una

    vivencia histrica, como

    tambin

    ad-

    virti

    Lvinas:

    Yo no defino al otro por el porvenir,

    sino

    al porvenir por la otre-

    dad, ya que el porvenir mismo de la muerte consiste en su t o . t ~ l

    alteridad.

    Mi

    respuesta principal se reduce a decir que la relaclOn

    eon otro, considerada en el nivel de nuestra civilizacin, es una

    c'omplicacin de nuestra relacin original 1

    .

    . 1

    ,6

    La

    postura

    de Lvinas el judo

    tiene su

    contraparte

    en

    Paul Ricoeur

    el

    cristiano.

    No

    es casual

    que, casI Jl1versa-

    mente

    ste

    describa

    la

    relacin con el otro como don (no

    como

    ~ u r o ;

    y que lo

    haga precisamente en su

    utobiogr -

    fa bntelectual

    E l punto es el siguiente: de la ntima certeza de existir en el

    modo del s el ser humano no tiene dominio; le viene, le adviene, a

    la manera e un don, de una gracia, de los que el s no dispone .;

    Al revs de Lvinas, Ricoeur postul si

    empre

    que el otro

    es

    radical

    y

    misteriosamente

    accesibl

    e; sin embargo,

    a pe-

    sar

    de esta

    evidente disputa,

    los

    trminos

    tericos

    en que

    piensa ese vncu lo

    pertenecen

    al mismo horizonte concep-

    tual

    de Lvinas: una atencin

    profunda,

    casi

    absorta,

    al

    probl

    ema

    de

    la

    construccin

    subjetiva.

    Por ello muchos de

    los

    elementos

    de

    esa

    fenomenologa

    radical

    aparecen

    re-

    currentemente en

    el

    archivo

    de

    autoridades

    -antes men-

    cionado- de la reflexin terica

    actual sobre

    los

    gneros

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    de la

    memoria,

    cada vez ms atentos a ese ncleo de la

    intimidad. No

    obstante esta

    hegemona ,Ia fenomenologa

    radical

    de la relacin con el otro -en

    Lvinas

    imposibili

    dad, en Ricoeur gracia- slo es

    uno

    de los modos de acceso

    a la evidente situacin priv

    ilegiada

    de los gneros de la

    intimidad en los discursos de la Hi sto

    ria

    y en las formas

    literarias actuales.

    Hay otros modos de

    entender esta

    presencia persisten

    te de la

    legitimacin

    subjetiva de cualquier discurso; de

    uno de ellos se hace cargo

    Be

    a

    tr i

    z Sarlo en Ti

    em

    po pasa

    do-Cultura de la

    memoria

    y giro

    su bj

    etivo Una

    discusin,

    para a

    continuacin

    datar con

    pr

    ec isin el inicio del cam

    bio en la consideracin epistemolgica de lo s re

    gistros

    de

    la vivencia individua; en el ingls Richard Hoggart 9 qu e

    inici de al;n modo la refl exin sobre la historia de la

    lectura. Obse rva

    Sarlo

    qu e todava en

    1970

    el important

    simo libro de Hoggart, Th e Uses

    of

    Literacy

    (1957,

    lleva

    ba , en su

    traduccin francesa

    ,

    un

    prlogo de

    Jean

    Claude

    Pa sseron en el que

    an

    consideraba sospechoso

    para

    las

    ciencias sociales que Hoggart apelase a sus propios re

    cuerdos y experiencias de la adolescencia s

    in

    considerarse

    obligado a fundar tericamente la introduccin de esa di

    men sin subjetiva : 10

    La idea de entender el pasado d

    es

    de s u lgica (una utopa que

    ha movido la histo ria),

    se

    enreda con la certeza de que ello, en pri

    mer lugar es completamente posible, lo que aplana la complejidad

    de lo

    qu

    e

    se

    quiere recon

    st

    ru

    ir;

    y en

    seg

    undo lugar, de que lo alcan

    za co locndose en la per spect iva de un s

    uj

    eto y reconociendo a la

    su bje tividad un lugar, presentado con recursos que en muchos ca

    sos provienen de lo que, d

    e.s

    de mediados del siglo XIX,la literatura

    experiment como primera persona del relato y discurso indirecto

    libre: modos de subjetivacin de lo narrado. Tomadas

    estas

    innova-

    12

    ciones en conjunto , la actual tendencia acadmica y del mercado de

    los bienes simblicos que se propone reconstruir la textura de ,la

    vida y la verdad albergada en la rememoracin de la experiencIa,

    la revaloracin de la primera persona como punto de vista , la

    rei

    vindicacin de una dimensin subjetiva. que hoy

    se

    expande sobre

    los estudios del pasado y los estudios culturales. Son pasos de un

    programa que se hace explcito, porque hay condiciones ideolgicas

    que

    1 sostienen

    Contemporneo a lo que se llam en los aos se

    tenta

    y

    ochenta el giro lingstico , o acompandolo muchas ve

    ces como su sombra, se ha impuesto el giro su

    j

    etiuo .11

    11.

    Antecedentes:

    de

    la

    vergenza

    a la

    ansiedad

    La

    aguda reflexin de

    Sarlo

    acerca del giro subjetivo

    no

    se

    detecta slo en la lista de autores

    que

    antes califiqu

    de hegemnica. Hay otro contigente previo de corrientes y

    pensadores menos citados en la actualidad, que vale la pena

    incorporar

    para

    comprender el alcance del movimiento

    y,

    sobre

    todo,

    su prolongada gestacin

    todo a lo largo del si

    glo

    XX.

    El

    primero

    es prcticamente un divulgador de la

    sociologa (y un sutil detector de perfiles histrieo-carac

    terolgicos), David Riesman. Entre 1949 y 1950,

    para

    mos

    trar las nuevas condiciones en las que se construa el indi

    viduo en la sociedad norteamericana de la postguerra, Ries

    man

    describi, en

    un

    libro clsico,

    tres

    tipos de

    personali

    dades

    .

    En primer

    trmino,

    la persona dirigida

    por

    la

    tradi

    cin, que siente el impacto de su

    cultura

    como

    una

    uni

    dad , con cuyos miembros est en

    un

    contacto diario y que

    no le exigen

    que

    sea un determinado tipo de

    persona sino

    que se comporte de la

    manera

    adecuada . Si el individiduo

    transgrede estas normas, siente temor a ser cubierto de

    v e r g ~ n z a .

    13

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    4/12

    . En segundo lugar se encuentra el tipo de persona diri

    gIda

    desde

    adentro ,

    que ha

    .

    ... Incorporado tempranamente un giroscopio psquico que sus pa-

    dres ponen en movimiento y que, ms adelante, puede recibir sea-

    les de otras autoridades que

    se

    semejan a sus padres. El apartarse

    del rumbo fijado,

    sea en

    respuesta a impulsos internos o a

    las

    vo

    ce,s

    fluctuantes de

    sus

    contemporneos,

    puede conducir al senti

    mIento

    de culpa .

    . S i g n i f ~ c a t i v a m e n t e Riesman pone al funcionario colo

    mal Ingles en}os

    trpicos

    como ejemplo de

    esta

    segunda

    mstancla,

    del IndIVIduo que ha incorporado el giroscopio .

    Por

    fin,

    en

    tercer trmino est la persona

    dirigida por

    los

    otros,

    que

    .: aprend.e a responder a seales procedentes de un Crculo mucho

    mas ampho

    que el

    constitudo

    por los

    padre

    s. En

    este se td

    1

    pe

    d

    . 'd n o, a

    ~ s o n a

    1 ~ 1 ~ 1

    a por los

    o ~ r o s se

    asemeja a

    la

    primera, a la dirigida

    pOI

    la.

    tradlclOn:

    ambas

    vIven en un medio grupal y carecen de la

    capacIdad de la persona de direccin interna .

    . Pero aqu surgen dos importantes diferencias e n t r ~ el

    mdlvlduo del primer grupo y el del

    tercero

    .

    Por un

    lado:

    La naturaleza de este medio grupal difiere radicalmente en los

    dos c a ~ o s La

    persona dirigida

    por los otros [el tercer grupal

    es

    cos

    ;:o:ohta.

    Para e l l ~ la frontera

    entre familiar

    y desconocido L 1 se

    . orrado. [-... ]. Mientras que la perso

    na

    con 'direccin

    interna

    (el

    l ~ g l del trpico)

    puede

    estar en el extranjero 'como en su casa en

    vIrtud de su r e l a t i v ~ i n s e ~ s i b i i d a d a los dems, la persona dirigi

    da por los otros esta, en CIerto

    sentido,

    como en su casa en todas

    partes, y en n i ~ g u n a y es capaz de una intimidad rpida, aunque a

    veces superficIal, con todos .

    14

    La segunda

    diferencia tiene que ver con el medio:

    la

    persona de direccin tradicional

    obtiene sus

    seales de

    los otros, pero le llegan

    en

    un montono cultural; l no

    necesita un complejo equipo receptor para captarlas .

    En

    cambio:

    La

    persona dirigida por los otros debe estar en condiciones de

    recibir

    seales

    lejanas

    y

    prximas; las fuentes son muchas

    y

    los

    cambios, rpidos.

    Lo

    que puede internalizarse, pues,

    no

    es un cdi

    go de conducta, sino el complicado equipo necesario para captar

    tales mensajes

    Y

    en ocasiones, intervenir en su

    circulacin.

    En

    lu

    gar de los

    controles

    por culpa

    y

    vergenza, si bien estos sobrevi

    ven, la

    palanca

    psicolgica primordial de la persona dirigida por

    los otros es una nsied d difusa. Este equipo de control, en lugar

    de asemejarse a

    un

    giroscopio, se parece a un radar.

    l

    .?

    De

    ese

    modo

    Riesman

    concluye, con

    la

    descripcin de la

    persona

    dirigida

    por los otros cuyo signo primordial es la

    ansiedad, su

    conocida clasificacin de personalidades pro

    pias de la sociedad de consumo. El radar ansioso necesita

    del movimiento continuo, de

    la

    aceptacin nivelada, de

    la

    aquiescencia de otros similares y jerrquicamente iguales

    frente a los cuales debe expresarse buscando hbilmente

    la aceptacin inmediata.

    Despus

    de Riesman, es posible

    mencionar un autor

    menos conocido,

    aunque una

    de sus

    obras

    circul

    en

    los

    aos

    sesenta traducida

    al

    castellano en Buenos

    Aires.

    En

    efecto, pocos aos ms tarde de

    la

    publicacin de La

    mu-

    chedumbre solitaria

    se

    puede detectar una

    idntica

    aten-

    cin

    preocupada

    hacia el

    surgimiento

    de

    esta

    lbil sensi-

    bilidad igualitaria de

    un yo

    cada vez ms visible como eje

    de

    la

    experiencia social en el socilogo e historiador de las

    ideas,

    Philip

    Rieff. Este ,

    en The

    Triumph of the

    Therapeu

    15

  • 7/17/2019 Catelli, Nora, "Introduccin" a En la era de la intimidad

    5/12

    tic. Uses

    ofFaith after

    Freud 13

    analiz la transformacin

    -y decadencia- del

    severo

    legado

    freudiano:

    . En la cultura emergente

    cada

    vez ms gente sentir preocupa

    CIones 'espirituales'

    se

    embarcar en

    proyectos 'espirituales',

    Se

    cantar

    ms; ms

    gente atender

    esos

    himnos. Muchos

    continua

    rn prosternndose

    leyendo la Bibla, que

    se

    ha

    convertido,

    ya

    hace mucho, slo en alta

    literatura,

    pero ningn

    profeta lograr

    detener el proceso [de secularizacin . Cada vez habr ms

    teatro,

    y no se

    encontrar

    ningn

    puritano capaz de suspender las

    r p -

    s ~ n t ~ c i o n e s . l . Al

    contrario,

    supongo que la sociedad actual monta

    ra pSlcodra.:nas con

    mayor

    frecuencia

    que

    sus

    antecesores

    milagros,

    en los pSlcodramas los

    pacientes actuarn su vida interior tras

    lo

    cual el acto final se

    expresar

    como

    representacin .

    '

    Rieff culmina estas observaciones con una pregunta que

    es

    pOSIble

    poner

    en

    relacin

    con

    el

    auge

    de

    lo

    que

    hoy po

    demos llamar subjetivizacin individual de la experien

    cia colectiva":

    S ~ y consciente de

    que

    estas especulaciones

    pueden parecer

    una

    parodIa del apocalipsis. Pero,

    ha habido

    alguna vez un apocalipsis

    tan amabl,e?

    Ha existido alguna

    vez una cultura

    que se propusie

    se

    -como esta-

    no

    herir ningn YO? 1

    5

    No herir ningn yo" supone

    expandir, precisamente la

    esfera

    de

    cada

    "yo" y volver a

    la

    vez

    absoluto

    su

    d e r e h ~

    a

    exigir un

    mbito

    de expresin inalienable y central. Tanto

    Rlesman en los aos cincuenta del siglo XX como

    Rieff

    en

    los setenta

    preanuncian,

    con posiciones muy distintas el

    giro subjetivo" que Sarlo misma describe

    ya,

    i n c i p i e ~ t e ,

    en RIchard

    Hoggart. Una

    suerte

    de creciente

    amabilidad

    de la cultura occidental

    que

    irnicamente el propio Rieff

    16

    propone

    como

    rasgo

    inherente a

    la sociedad teraputica

    donde el yo no ser jams objeto de dominacin o mortifi

    cacin sino de curacin.

    111. Otras

    lneas.

    El proceso de subjetivizacin y su anlisis

    en la

    pers

    pectiva

    del

    siglo

    XX

    Pero estos antecedentes no son suficientes para expli

    car el movimiento hoy vigente hacia la centralidad del yo

    y sus consecuencias

    en

    los

    discursos

    de

    la

    intimidad. De

    hecho, el proceso

    por el

    cual

    diversas disciplinas

    dirigie

    ron una

    atencin

    preocupada hacia el yo cosmopolita lleno

    de ansiedad

    difusa -Riesman-,

    o hacia el yo que

    Rieff

    de

    fina como hombre psicolgico" dispuesto a

    servirse

    de

    cualquier

    creencia

    que

    pueda

    convertirse en

    instrumento

    teraputico no se origin, con ellos,

    tras

    la

    Segunda

    Gue

    rra

    Mundial.

    Es ms:

    se

    puede incluso situar el debate setenta aos

    antes. Como

    seala

    Fernando lvarez

    Ura:

    A finales

    de los

    aos ochenta

    del siglo

    XIX en Alemania

    y

    ms

    concretamente

    a

    partir de la

    publicacin del libro de

    Ferdinand

    Tonnies titulado omunidad

    sociedad.

    El comunismo

    el socia-

    lismo

    como formas de vida social

    (1887)16

    se

    produjo entre los cien

    tficos

    sociales alemaI\es

    un

    vivo

    debate

    sobre

    la naturaleza

    de la

    Modernidad,

    ms

    concretamente

    sobre

    el

    lugar que ocupan

    los

    individuos en la sociedad, es decir,

    sobre

    cmo conforma

    cada

    so

    ciedad el modo

    de

    ser sujeto. En este

    debate participaron grandes

    socilogos como Georg

    Simmel,

    Werner

    Sombart Max

    Weber, pero

    tambin

    el

    gran

    socilogo

    francs Emile

    Durkheim.

    En

    trminos

    generales podramos decir

    que los socilogos

    se

    dividieron entre

    los apologistas del

    comunitarismo

    -Tonnies

    Sombart-

    los de-

    17

  • 7/17/2019 Catelli, Nora, "Introduccin" a En la era de la intimidad

    6/12

    fensores del indi

    vidua

    li smo moderno

    Simmel

    y Weber-o Entre

    ambas posiciones

    g

    encontraba el solidarismo de Durkheim y

    su

    escuela .

    7

    lvarez

    Vra

    propone

    ciertas

    conclusiones

    qu

    e vincu

    l

    an

    la

    tendencia

    a la psicologizac in en el campo de las

    cienc ias

    humana

    s con el de

    bilit

    a mie

    nto

    de la nocin de ciu

    dadano y

    fragilidad

    de la idea de democracia en el

    planeta

    conve

    rtido

    en

    mercado universa

    l.

    En

    funcin de

    este

    diag

    nstico observa

    que

    en

    todas

    sus

    vertientes

    y con todos

    sus dis tingos los

    fundadore

    s de la sociologa reconocen el

    avance del proceso

    de

    individu alizac in en la Modernidad,

    pero a la vez tratan de proyectar luz sociolgicamente so

    bre las condiciones que hici eron posible la soc iedad d2 lo s

    individuos .

    Mientras

    ese

    pr

    oceso

    se mantl vo seg

    ua vi

    gente

    el programa cls ico de la sociologa,

    que

    a

    firmaba

    la

    necesaria

    y

    fuerte

    v

    incul

    acin en t re el proceso de indivi

    dualizacin

    y sus condi ciones hi

    st

    ric as. Pero se

    esta

    ba

    gestando ya un

    proceso

    que

    va

    ms

    a ll del individualis

    mo y que he

    denominado psicologizacin

    del yo , e

    ntendi

    do no tanto como existencia de un individuo autnomo,

    pretcndidamente

    autosuficiente y seguro de su i n i v i ~ u -

    lid ad [ ..

    cuanto la

    apertura en el

    interior

    de la subjetivi

    dad de

    una

    especie de subsuelo [ .. ]

    un mundo ntimo que

    merece la pena explorar con

    sistema

    ticidad, hasta el

    pun

    to de

    convertir

    la existencia del individuo en

    una

    especie

    de

    intermin

    able

    inmersin

    en l

    as profundidades

    del yo

    psicolgico .18

    Qu conclusiones pueden

    ex t

    ra

    erse

    a partir de las di

    versas lneas

    y

    consideraciones mencionadas, desde

    Lvi

    nas y Ricoe

    ur

    a

    Riesman

    y Rieff; des de Beatriz

    Sarlo re

    flexionando sobre la emer gencia, en

    Hoggart,

    del testimo-

    18

    nio subjetivo

    dentro

    de las

    disciplina

    s hi

    str

    icas , alva -

    ez Vra demos

    trando

    el deb ilitamiento de la experienCIa

    r .

    poltica co l

    ectiva

    y

    el refor

    za mie

    nto

    de sus

    termmos

    PS

    I-

    cologizantes? Al menos dos:

    prim

    ero,

    que

    el

    g rosllbjetwo

    llevara

    a

    basa

    r la

    transmi

    sin del conocimiento hi strico

    y la comprensin de las formas li teraria s en

    una

    e r i e n -

    cia

    del sujeto en el

    discurso

    susceptible

    de

    ca

    ptaclOn md,

    recta, por

    indicios

    como

    diria

    Michel de

    Certeau,

    de

    una

    intimidad discursiva.

    19

    Segundo, qu e la

    psicologizacin

    lle

    vara

    a

    una

    absol

    uti

    zacin de la

    esfera

    individual de esa

    experiencia lo cua l

    supone

    la sustraccin de la experiencia

    colectiva , su adelgazamiento.

    Se trata

    de

    una tendencia que

    produce tensiones

    entre

    disc

    iplina

    s div

    ersas -Historia,

    teo

    ra lit

    e

    raria

    , his

    toria

    de las

    ideas-

    y a l mismo tiempo, de

    una

    fue

    nte

    de cambios

    di recta

    me

    nt

    e observables en la

    flexin disc

    ur

    siva

    literaria

    y no

    li t

    erar

    ia.

    Para subrayar la prolongada gestacin de estas tensio

    nes, al menos

    parcialmente,

    he qu

    er i

    do

    empeza

    r

    esta

    In

    troduccin a travs de

    re f

    erenc ia s y auto re s de campos

    diversos y en ocasiones alejados del es tudio de los gneros

    de la

    intimidad

    .

    Se trata

    de

    mostrar que desde principios

    del

    sig

    lo XX , de

    ma n

    eras

    diversa

    s y con lxicos

    diferente

    s,

    comenz a expresarse la incomodidad ante la crec

    iente

    huella del yo en

    gnero

    s literarios y discursos polticos,

    ante

    la mengua de la esfera pblica en aras de la privada

    y

    como consecuencia de todo ello,

    ante

    la importancia cada

    vez

    mayor

    de

    las afirmacione

    s

    individuales

    .

    IV Michel de

    Certeau

    y

    sus

    problemas

    Esa

    incomodidad

    hac

    e que lo

    ntimo aumente cada

    vez

    ms su mbito, borrando con frecuencia la delimitacin

    19

  • 7/17/2019 Catelli, Nora, "Introduccin" a En la era de la intimidad

    7/12

    entre

    lo

    privado

    y lo pblico y,

    por

    ello,

    vuelva

    bien visible

    su carcter

    institucionalmente

    indefinible. Para reflexio-

    nar sobre las consecuencias de esta peculiar dinmica, cabe

    ahora, dentro

    de

    la serie

    de

    autores aqu propuestos,

    la

    inclusin de Michel de

    Certeau, quien en

    a invencin

    de

    lo

    cotidiano expuso,

    hacia

    1980, el

    mapa

    de

    las argucias

    invisibles de los

    sujetos

    dominados

    a

    travs

    del

    anlisis

    de

    prcticas

    de

    defensa

    soterrada frente al poder. De Cer-

    teau

    se transform por

    ello en uno de los autores

    ms

    fruc-

    tferos

    -y ms problemticos- dentro

    de

    este nuevo

    hori-

    zonte

    desde

    el

    cual dirimir la relacin entre

    el

    sujeto

    y los

    discursos

    sociales,

    al vincular,

    a

    principios de

    los aos

    ochenta,

    la

    emergencia de

    lo

    subjetivo

    con la

    experiencia

    colectiva

    de

    la

    marginalidad ~ s i v a :

    La

    figura actual de la marginalidad no

    es

    ya la de 1 5 pequeos

    grupos, sino la de

    una

    marginalidad masiva;

    esta

    actividad cultu

    ra l de los no-productores de la cultura, una act ividad no signada,

    no legible, no simbolizada,

    es

    la nica posible a esos que, sin em

    bargo, pagan, al comprarlos, los productos de la que deno minamos

    economa productiva. sta

    se

    universaliza. sa marginalidad se

    ha convertido en mayora silenCosa, 2

    A

    pesar

    de que es

    muy

    conocida,

    hay que detenerse en

    las

    aristas

    ms complicadas

    de

    la argumentacin

    de De

    Certeau en

    el primer volumen de a

    inve

    ncin

    de lo coti-

    diano.

    Para

    definir el objeto de

    su

    estudio, que son las

    prc-

    ticas

    culturales

    de

    la "marginalidad

    masiva , prcticas que

    producen sin

    capitalizar"

    (co nversar,

    habitar

    , cocinar y

    leer

    ) De

    Certeau se detien

    e en

    la ms

    reveladora

    y univer-

    sal, el p

    unto mximo"

    de

    nuestra

    civilizacin : la activi-

    dad

    del ojo,

    la

    lectura de imgenes y

    palabras, errnea

    mente vista

    -segn

    l-

    como una actividad pasiva, epto-

    me de

    la

    posicin del consumidor dentro de

    la

    sociedad del

    20

    espectculo. Al contrario, observa De

    Certeau,

    la

    lectura

    no es una

    pura

    pasividad

    ; es movimiento a travs de la

    pgina,

    evocacin de un as

    palabras por otras, juego

    entre

    lo visto y lo recordado.

    Adems,

    no es verificable

    en trmi

    noS econmicos y

    por

    ello tampoco es cuantificable como

    produccin y consumo: cmo

    valorar

    el tiempo y la accin

    de la

    lectura?

    Es, por

    ello,

    derroch

    e y exceso;

    zona

    de liber-

    tad. Y, por ltimo,

    es nivelacin:

    lo ms

    excelso

    junto

    a

    lo

    ms banal, insiste De Certeau:

    Lo legible

    se transforma

    en

    memorable: Barthes lee a

    Prou

    st

    en

    el

    texto

    de

    Sten

    dhal; el

    espectador

    lee el

    pasaje

    de su

    infancia en

    el repor-

    taje

    de actualidad"2

    Tras

    esta definicin,

    en

    el Captulo X, De

    Certeau

    efec-

    ta un movimiento acrobtico: incorpora al circuito de lo

    escrito, impreso y ledo,

    el

    mundo

    oral

    de los

    dbile

    s cuyo

    destino no incluye ni registrar ni ser registrado: Mi obje-

    to es

    la oralidad" afirma,

    pero

    la oralidad

    de la

    escritura,

    su

    marca en la escritura . 22

    sa

    marca de

    lo

    oral

    en

    la

    escritura, qu

    e

    se desarrolla

    -como movimiento es

    tructu

    radar de la experiencia simblica del sujeto - durante el

    surgimiento

    y

    desarrollo

    de

    la modernidad,

    es el

    trazo

    sub-

    jetivo,

    que hace visible

    la

    grieta

    por donde

    aparece:

    El

    giro de

    la modernidad se caracteriza,

    a

    partir

    del siglo XVII,

    por

    una devaluacin

    del

    enunciado

    y

    una concentracin

    sobre

    la enunciacin.

    Cuando el

    locutor

    se

    sen

    ta

    seguro

    (

    Dios

    habla

    en

    el

    mundo'

    ), la a

    tencin

    se

    concentraba

    en

    el desciframiento de sus enunciados, que eran los 'miste

    rios' del

    mundo.

    Pero cuando esta

    certidumbre

    entra

    en

    colisin con

    la

    s

    institucion

    es polticas y religiosas que

    la

    garantizan,

    la

    interrogacin

    se

    vuelca so

    bre la

    posibilidad

    de

    encontrar sustitutos

    para

    aquel

    locutor nico: '

    quin

    hablar?, a

    quin?"."

    Para ilustrar es te paso, De

    Certeau

    se sirve de Robinson

    Crusoe 1719 :

    21

  • 7/17/2019 Catelli, Nora, "Introduccin" a En la era de la intimidad

    8/12

    La

    'ficcin terica' inventada

    por

    Daniel Defoe dibuja de

    este

    modo una forma de la a lteridad relativa a la escritura, un forma

    que igu lmente imp'lfldr su identidad a la voz; por lo que ms

    tarde, cuando aparezc Viernes, ste ser someti do a un alterna-

    tiva largamente conocida: o gritar (desgarramiento s lvaje que pide

    la interpretacin o la corr eccin de

    un

    'tratamiento pedaggico o

    psiquit

    ri

    co ) o re liz r en su cuerpo la lengu dominante . 24

    Cmo sa li rse de esta alternativa

    que

    mantiene

    la

    vo

    luntad del

    dominador

    al go b

    ernar

    todas las opciones del

    dominado,

    que

    si grita, es corregido; si

    acta,

    es legislado?

    La

    oralidad

    moderna - deri vada de la escritura aunque a

    la vez

    resto

    idio

    sinc

    rs ico de los que no tienen acceso a

    sta-

    se hace

    presente,

    segn

    De Certeau, en ciertas

    artes

    menores que dan sa lid a a l dominado:

    la

    s de la ci ta, recur

    so

    por

    ello homlogo en

    el

    campo de la

    escritur

    a , a la

    huella

    del pie en

    la isla

    de Robinson

    '5

    La

    huell a del

    pie en la isla

    de Robinson ha sido una

    metfora

    de

    extraordin aria

    influencia,

    directa o indirec

    ta, en la articu la cin actual de los discursos de la intimi

    dad.

    Hay que

    detener

    se en

    ella

    para

    comp r

    ende

    r

    su al

    cance,

    que

    no

    se

    limita a la a

    ntrop

    ologa,

    la

    sociologa o

    la

    teora

    li teraria,

    si

    no

    que

    las vin cula a

    todas ellas

    en el

    terreno

    comn

    de los

    gneros discursivos

    y su historia.

    Observa

    De Certea u

    que

    en la cultu ra escr ituraria la s

    artes

    de

    la

    cita conjugan

    efectos de in t

    er

    pretacin (

    qu

    e

    permiten producir

    e l texto) con efectos de

    alteracin

    (

    qu

    e

    permiten , dice, in-quietarlo .

    La

    cit a juega entre dos po

    los

    que

    caracteri za n cada

    una

    de esas fig ur as

    extre

    ma s :

    en primer

    lu

    gar, la ci

    ta

    cin pre-textual

    que sirve

    para

    fabricar

    el

    texto

    a partir de

    reliquias

    se lecc

    ionada

    s de

    una

    tradici

    n

    oral

    que funciona como autoridad. En se

    gundo

    trm

    ino,

    l citacin-r ninis ncia que r stre

    en

    22

    el lenguaje el retorno inslito y fragmentario (como

    una

    vo

    z

    que se

    quiebra) de

    relat

    os

    ora

    l

    es es t

    ru c

    turan tes aun

    que rechazados por lo escri to '6

    De Certeau atribuye a estos dos

    tip

    os de procedimien

    tos un papel decisivo en la coronacin de la mod er n idad

    en el siglo XX, que s in duda podramos vincular con la

    ruptura

    de los

    gneros

    clsicos,

    incluida

    la nov e

    la

    deci

    monnica.

    Por un

    lado,

    la

    operacin heterolgica - la

    he

    terologa entendida como

    conjunto

    de

    ciencias del

    otro

    visible en

    la reveladora

    continuid ad en la pr

    ctica

    ances

    tral de la

    fbula, cuya reelaboracin

    m

    oder

    na

    se

    remon

    ta , segn De Certeau, al s iglo XVIII. En efecto, en

    ese

    mome

    nto

    e

    mpie

    za a so mete rse este t ipo

    de cuentos

    a

    la

    s

    prim

    eras exp licacion

    es

    erudi

    tas

    de su ca

    ud al

    popular a

    travs de la s ciencias hUmanas

    -etno

    loga , an tropologa

    o his

    torio

    g

    rafa

    -

    que han

    tratado y

    trata

    n

    de

    in t

    roducir

    la voz del pueblo en el

    lengu

    aje autorizado, a travs de

    estrategias de

    traduccin

    destinadas a someter el

    acervo

    oral volcado en la escritura. De Certeau dibuja la s diver

    sas versiones cultas de esa tradicin ,

    desde

    el siglo XVIII

    a

    Los hijos de Snchez

    de

    Osear

    Lewis,

    punto

    de partida

    de

    un gnero que

    hoy no hace

    m

    s

    que crecer

    de

    muy

    diver

    sas maneras : la s

    hi storia

    s de v ida, e

    nten didas

    pre

    cisamente, en

    De Certeau, como

    vers

    ion

    es

    de

    motivos

    populares previos a la

    modernidad.

    El segundo

    proc

    edi

    mie

    nto

    no

    opera

    so

    br

    e el mbito de

    las ciencias humanas que De Certeau engloba en la s disc i-

    plinas

    de la het erologa , sino sob

    re

    e l

    arte.

    A la pregunta

    que

    revel el trnsito hacia la sec

    ulari

    zacin

    Qui n

    ha

    bla

    ahora que

    no

    habla

    Dios? Y

    a

    quin?)

    hay qu

    e

    respon

    der proponiendo,

    segn

    De Cert

    eau,

    una en unci acin des

    plazada , de

    la que

    la li teratura y el arte

    se

    hacen caja

    23

  • 7/17/2019 Catelli, Nora, "Introduccin" a En la era de la intimidad

    9/12

    La 'ficcin terica' inventada por Daniel Defoe dibuja de

    este

    modo una form de la alteridad relativa a la escritura, una fonna

    que igualmente imp'mdr su identidad a la voz; por 10 que ms

    tarde, cuando aparezca Viernes, ste ser sometido a una

    a l t e r n a ~

    ti

    v

    largamente conocida: o gritar (desgarramiento sa lvaje que pide

    la interpretacin o la correccin de un 'tratamiento' pedaggico o

    psiquitrico) o realizar en su cuerpo la lengua dominante ,:?

    Cmo

    salirse

    de esta alternativa

    que

    mantiene la vo

    luntad del

    dominador

    al

    gobernar todas

    las opciones del

    dominado,

    que

    si grita, es corregido; si

    acta,

    es legislado?

    La

    oralidad

    moderna -derivada de

    la

    escritura aunque a

    la ve z resto idiosincrsico de los

    que

    no tienen acceso a

    sta-

    se

    hace presente ,

    segn

    De

    Certeau,

    en ciertas artes

    menores que dan salida al dominado: la s de la cita, recur

    so por

    ello homlogo en el campo de la

    escritura ,

    a la

    huella

    del pie

    en la

    isla

    de Robinson

    '5

    La

    hue

    lla

    del

    pie en la isla

    de Robinson ha sido una

    metfora

    de

    extraordinaria

    influencia,

    directa o indirec

    ta, en la articulacin actual de lo s

    discursos

    de

    la

    intimi

    dad. Hay que

    detenerse

    en ella

    para

    comprender

    su al

    cance,

    que

    no

    se

    limita a la

    antropologa, la

    sociologa o

    la

    teora

    li teraria,

    sino que la

    s

    vincula

    a

    todas ellas

    en el

    terreno

    comn

    de los

    gneros

    discursivos y

    su

    historia.

    Observa

    De Certeau

    que

    en la

    cultura escrituraria las

    artes

    de

    la

    cita conjugan

    efectos de interpretacin (

    que

    permiten producir

    el texto)

    con efectos de

    alteracin

    (que

    permiten, dice, in-quietarlo .

    La

    cita

    juega

    entre dos po

    los

    que

    caracterizan

    cada una de esas figuras extremas :

    en

    primer

    lugar,

    la

    citacin pre-textual, que

    s

    irve para

    fabricar

    el

    texto

    a partir de

    reliquias seleccionadas

    de

    una tradicin

    oral

    que funciona como autoridad. En se

    gundo

    trmino

    la c i t a c i n ~ r e m i n i s c e n c i a

    que rastrea

    en

    22

    el

    lenguaje

    el

    retorno inslito

    y

    fragmentario

    (como

    una

    voz

    que se

    quiebra) de

    relatos orales estructuran

    tes aun

    que

    rechazados

    por lo escrito '6

    De

    Certeau atribuye

    a

    estos

    dos tipos de

    procedimien

    tos

    un papel

    decisivo en

    la coronacin

    de

    la modernidad

    en

    el siglo XX,

    que sin duda

    podramos vincular con la

    ruptura

    de los

    gneros

    clsicos,

    incluida la novela

    deci

    monnica. Por un

    lado

    ,

    la

    operacin heterolgica

    -la

    he

    terologa entendida como

    conjunto

    de

    ciencias del

    otro

    visible en la reveladora continuidad en la prctica ances

    tral

    de la fbula, cuya reelaboracin moderna se

    remon

    ta, segn De Certeau, al siglo XVIII.

    En

    efecto, en ese

    momento

    empieza a someterse este

    tipo

    de cuentos a las

    primeras explicaciones

    eruditas

    de su ca udal popular a

    travs de las ciencias

    humanas

    -etnologa, antropologa

    o historiografa-

    que

    han

    tratado

    y tratan de introducir

    la voz del pueblo

    en

    el

    lenguaje autorizado,

    a travs

    de

    estrategias

    de

    traduccin

    destinada

    s a so

    meter

    el acervo

    oral

    volcado

    en la escritura.

    De Certeau

    dibuja las

    diver

    sas versiones cultas de esa tradicin

    ,

    desde

    el siglo XVIII

    a os

    hijos

    de

    Snchez

    de

    Osear

    Lewis,

    punto de

    partida

    de

    un gnero que

    hoy no

    hace ms que crecer

    de

    muy

    diversas maneras: las historias de vida, entendidas

    pre

    cisamente, en De Certeau, como

    versiones de

    motivos

    populares

    previos a la modernidad.

    El

    segundo

    procedimiento

    no

    opera

    sobre

    el

    mbito

    de

    las ciencias humanas

    que

    De Certeau engloba en las disci

    plinas de la heterologa, sino sobre el arte. A la pregunta

    que

    revel el trnsito

    hacia

    la sec

    ulari

    zacin (Quin

    ha

    bla

    ahora que no

    habla Dios? y a quin?)

    hay que

    respon

    der

    proponiendo,

    segn

    De

    Certeau,

    una enunciacin des

    plazada , de la

    que

    la literatura

    y el arte

    se hacen

    caja

    23

  • 7/17/2019 Catelli, Nora, "Introduccin" a En la era de la intimidad

    10/12

    de resonancia: el lugar

    desde donde

    se

    habla

    es

    exterior

    a

    la empresa de la escritura La pregunta por quin habla

    y a

    quin

    se

    habla debe ahora responderse ms all

    de

    las

    fronteras fijadas

    por la

    expansin de la tarea de

    la

    escri

    tura.

    lgo que es otra cosa

    habla presentndose

    a los do

    minadores

    bajo la

    forma

    de lo

    que no trabaja:

    el

    salvaje,

    el

    loco, el nio,

    la mujer

    .

    Eso

    causa rupturas

    formales indi

    tas antes

    de las vanguardias. No es

    azaroso

    que, inslita

    mente, De Certeau concluya el

    primer

    volumen de La in-

    vencin de lo cotidiano con Mallarm: Desde Mallarm,

    la experiencia de la escritura se despliega como relacin

    entre

    el

    acto

    de avanzar y el

    suelo mortfero donde

    se di

    buja

    la

    huella

    de

    su derrotero. Desde

    este

    punto

    de vista,

    el

    escritor tambin

    es

    aquel

    que,

    en

    trance de morir,

    quie

    re hablar. Sin embargo , en

    la muerte

    que sus pasos inscri

    ben

    sobre una pgina negra

    (ya no

    blanca)

    l

    sabe

    y

    puede

    expresar ese

    deseo

    que espera,

    el del otro, el exceso

    mara

    villoso y

    efmero

    de alterar la atencin de ese otro y

    as

    sobrevivir , 9

    Pensar Mallarm

    como

    lmite

    -

    esttico

    e

    incluso epis

    temolgico-

    es bastante corriente.

    No

    lo es tanto mencio

    narlo al reflexionar sobre

    la marginalidad

    masiva cuyas

    prcticas culturales son aquellas que producen sin

    capi

    talizar (conversar,

    habitar,

    cocinar y leer). Aqu De

    Certaau

    realiza otra pirueta: Mallarm,

    figura del poeta puro, pro

    yecta

    su sombra sobre la huella

    de

    Viernes

    en

    Robinson

    Crusoe Uno y otro, en trance de morir,

    quieren

    hablar. La

    marginalidad masiva

    se infiltra

    as

    en

    la voluntad

    de pa

    labra sagrada

    y

    secular de Mallarm, por

    lo

    cual

    vemos

    que De

    Certeau

    no

    confina

    la

    expresin

    del

    dominado

    a los

    mbitos seguros

    de la antropologa y

    la

    sociologa.

    De este

    modo consigue poner en relacin la escritura residual del

    dbil con las

    exigencias

    de

    las lites artsticas,

    de

    las cua-

    4

    les

    Mallarm

    es representante. Al

    mismo tiempo

    utiliza la

    creciente centralidad

    moderna

    de tal escritura

    residual

    para explicar la emergencia

    de

    usos

    y

    prcticas

    discursi

    vas donde se

    detecta un mundo

    de

    experiencias

    cuya enun

    ciacin se evade a la fijeza de un sujeto autorizado: el sal

    vaje, el loco, el nio, la mujer .

    Aqu

    aparece, por

    fin,

    la razn por la que me

    he

    deteni

    do en La invencin de lo cotidiano: hay en

    De

    Certeau un

    dispositivo de exaltacin de

    la

    huella del salvaje

    en

    la isla

    de Robinson que produce una consecuencia tal vez no de

    seada. Se trata

    de

    una cierta rigidez en

    el

    discurso

    del

    dbil -y de la dbil-,

    en lugar

    de

    su dialectizacin

    o

    su

    apertura.

    Tal

    rigidez

    no es

    caracterstica

    de De

    Certeau,

    pero suele surgir cuando se

    abandona

    la

    exigencia

    estti

    ca -cosa que no

    hace

    De

    Certeau,

    esforzadamente fiel al

    horizonte mallarmeano, que lo obliga a buscar en el arte

    el

    rasguido formal

    y

    subjetivo

    de

    la marginalidad

    masi

    va :

    la voz que

    se

    quiebraadmite

    un

    transformacin.

    Pero cuando los seguidores de De Certeau olvidan el

    desafo de

    la expresin artstica,

    el giro

    subjetivo tiene

    como nico resu ltado ,

    segn

    ya

    apuntaba Beatriz

    Sarlo,

    una

    cristalizacin de los relatos exclusivos del dbil, convertido

    slo en vctima. Entonces los procedimientos retricos, en

    lugar de permear y subvertir la

    escritura

    autoritaria, como

    quera De

    Certeau,

    se

    limitan

    a reproducir

    escenas

    de desti

    tucin subjetiva en las

    que

    la peripecia reafirma

    el

    desti

    no de

    la vctima

    y su opacidad

    formal.

    As,

    en

    lugar de

    conferir a

    la subjetividad

    del dominado

    la

    posibilidad de

    rasgar el velo de la

    hegemona

    de los dominadores, esta

    fijeza lo

    confinar en una retrica sin fisuras

    ,

    tanto

    ms

    convencional

    cuanto ms proliferante. La

    voz

    que

    se quie

    bra de De Certeau se transforma

    en

    voz monocorde,

    en

    voz

    sin

    fisuras.

    5

  • 7/17/2019 Catelli, Nora, "Introduccin" a En la era de la intimidad

    11/12

    Empec

    esta

    Introduccin

    con una cita de

    Hermann

    Broch: Esto es slo una autobiografa en la medida

    en

    que en ella se cuenta la historia de un problema que,

    ca-

    sualmente, tiene mi misma edad:

    [ .. )

    es

    el problema y el

    fenmeno de

    ese gigantesco

    maquiavelismo

    que se viene

    preparando intelectualmente desde

    hace

    cincuenta aos

    y cuyas

    consecuencias

    apocalpticas vivimos hoy en

    rea

    lidad .

    Broch iniciaba de ese modo uno de sus textos ms

    personales. La

    frase

    es extraordinariamente reve

    l

    adora

    ,

    porque

    justifica

    lo

    autobiogrfico en

    lo histrico,

    que

    es,

    en

    su

    caso, la

    experiencia

    del colapso del humanismo como

    doctrina y como

    aspiracin

    , durante el

    ascenso

    del

    nazis

    mo y la

    Segunda

    Guerra Mundial.

    Pero

    lo

    es sobre

    todo

    porque justifica

    la necesidad de I'a

    escritura autobiogr

    fica

    en

    la Historia. Hoy

    quiz

    el movimi e

    nto sera

    el con-

    trario: la

    Historia

    se validara a partir de la escritura

    autobiogrfica

    .

    Pensar indirectamente

    -en

    textos

    y

    auto

    res diversos- sobre esa inversin

    y

    sus consecuencias es

    el objetivo de

    este libro

    .

    Barcelona,

    diciembre de 2006

    26

    Notas

    Hermano

    Broch,

    Autobiografa

    psquica ed. de Paul Michael

    Ltzeler,

    tr.

    de Miguel

    Senz

    Editorial Losada,

    Buenos

    Aires-Ma

    drid,

    2003, pg. 83.

    2 Ver, al respecto,

    La

    intimidad de Jos Luis Pardo, Pretextos,

    Valencia, 1996, donde

    se

    establece claramente la distincin entre

    intimo

    y

    privado. Slo

    este

    ltimo trmino

    pu

    ede entrar en relacin

    de oposicin con

    lo

    pblico,

    mientras

    que 10 ntimo constituye el vr

    tice de una triangularidad y puede

    enlazarse

    con cualquiera de los

    otros dos elementos. De hecho, hay diarios intimos de publicacin

    inmediata, como el de Witold Gombrowicz, que abonan esta idea.

    Roland

    Barthes,

    Sade, Fourier. Loyola,

    (1971),

    tI .

    de Alicia

    Martorell, Ctedra, Madrid, 1997, pg. 64.

    4

    As

    lo propone Jorge Belinsky en Lo imaguza

    rio

    -estudio

    de

    un

    concepto

    Nueva

    Visin, Buenos Aires, (en prensa): En esta

    mise

    en

    abme aparece algo de lo imaginario que

    estamos

    explorando.

    Ese imaginario no

    viene

    a s

    umarse

    como

    nueva instancia

    m

    s

    que

    convertira

    la

    trada lacaniana en ttrada. Es otra cosa:

    la seal

    de

    trnsito hacia la cuaternidad. Pero ese

    trnsito

    nunca dejar de

    ser trnsito, pues lo imaginario que se esboza en el movimiento

    como potencial

    imaginarizante

    nunca

    cristalizar en

    estructura

    definida, sino que har de gua histrico-temporal en el modo cmo

    cada estructura

    se

    produce y

    se

    reproduce a la vez .

    Ernmanuel Lvinas,

    El

    tiempo

    y

    el otro (

    1947

    ), en

    l Tiempo

    y el Otro Intr. de Flix Duque, tI'. de Jos Luis Pardo Toro, Paids,

    Barcelona, 1993. pg. 126-127.

    ,

    [bidem

    pg. 126.

    7 Pau} Ricpeur, Autobiografa intelectual (1995 ),

    tI .

    de Patricia

    Willson,

    Nueva

    Visin, Buenos Aires, pg . 114.

    8

    Beatriz

    8arlo,

    Tiempo

    pasado-Cultura

    de la memoria y giro

    subjetiuo-Una discusin Siglo XXI editores, Buenos Aires, 2005.

    [bid.,

    pg. 20.

    10 [bid ., pg. 20.

    11

    Ibid

    em

    pgs. 21-22. En

    l espacio biogrfico-Dilemas de

    la

    subjetiuidad contempornea

    FCE,

    Buenos

    Aires-Mxico, 2002, pg.

    27

  • 7/17/2019 Catelli, Nora, "Introduccin" a En la era de la intimidad

    12/12

    51.,

    Leonor Arfuch formula algunas de las pregunta

    s que certifi

    can esa

    imposicin:

    Qu pasin desmesurada

    y dialgica

    impulsa

    a tal externo el

    develamiento,la

    mostracin y el consumo casi adic

    tivo de la

    vida

    de los otros? Qu registro de lo pu lsional y de lo

    cu

    ltural se juega

    en

    esa

    dinmica sin fin? .

    12 Dav

    id Riesman,

    La muchedumbre solitaria tr. de Noem Ro

    se

    mblat,

    Paids,

    Buenos Aires-

    Barc

    e

    lona, I reimpresin

    en

    Espa-

    a,

    1981,

    pgs.

    40-42.

    Philip Rierr, The Trillmph of the Therapeutic. Uses of Faith

    after Freud

    The

    University of Chicago Press, 1966, p gs 26-27.

    En

    esta obra

    Rieffprolongaba

    su an li sis, iniciado en Freud, la mente

    de un

    moralista 1959

    ) de la revo lucin fr eu

    diana

    desde el

    punto

    de vi

    sta

    del pensamiento fi losfico clsico.

    11 Se refiere Ri

    eff

    a la prohibicin del teatro en

    Inglaterra

    en el

    si glo XVII durante el perodo de C r o m w e l ~

    Ib

    idem p g

    . 27.

    16 Ri esman cita a

    Tonnie

    s, de hecho. Ver La muchedumbre

    soli-

    taria,

    p g

    . 27.

    17 Fernando lvarez Ura, Viaje al

    interior

    del yo-La psicologi

    zacin del yo en la sociedad de los

    individuos

    , Claves de razn

    prctica N 153,2005,

    pgs.

    61-68, pg. 6 1

    Ibidem ,

    pg

    . 61.

    l En

    Li

    nvention du

    quotid/

    :e

    n 1.

    Ar t

    s de {aire, [19801, Ga ll i

    ma rd, 1990.

    [Hay

    traduccn castellana:

    La invencin de lo cotidia-

    no, 1 Artes de hacer 1980), Universidad Ib eroamericana, Mxico,

    19961.

    28

    20 De

    Certeau,

    op.

    ci t. ,

    pg.

    XLIII.

    21

    Ibid

    .,

    pg. XLIX

    Ibid . ,

    pg. 195.

    23

    Ibid .,

    p g. 204.

    ,.

    Ibidem pg. 227.

    25 Ibidem p g. 227 .

    26

    Ibid

    em p g. 228.

    27

    Ib idem p g

    . 230.

    28

    Ib idem ,

    p g. 231.

    Ibid

    em p g. 287.

    Primera

    part

    e

    (1992 - 2005)