Castellani, Leonardo - Textos Sobre El Fariseismo

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Página - 1 - de 126 Recopilación de textos del P. Leonardo Castellani sobre el tema del Fariseísmo.

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Recopilación

de textos

del P. Leonardo Castellani

sobre

el tema del Fariseísmo.

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A)

Del libro "Cristo y los fariseos", Mendoza, Ediciones Jauja, 1999

Parte I del libro incluye:

1º - Un Manuscrito incompleto sobre el fariseísmo.

Los dos artículos recopilados aquí puede que pertenezcan a este.

• Cristo y los Fariseos… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . .. . . . .pág. 6

• La Provocación… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . pág. 11

2º - Un Apéndice que incluye la reproducción de tres parábolas y dos ensayos:

• Parábola del Publicano y el Fariseo. Domingo Décimo después de Pentecostés;

aparecida previamente en “Las Parábolas de Cristo”. . . . . . . . . . . . . . . . .pág. 17

• Parábola del Sepulcro y las Víboras; aparecida previamente en “Las

Parábolas de Cristo”. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..pág. 23

• La última Parábola; aparecida originalmente en “Decíamos Ayer”. . . . pág. 31

• Ensayo “Sobre Tres Modos católicos de ver la Guerra Española”; aparecido

originalmente en “Las Ideas de mi Tío el Cura”, cap. XVIII. (no encontrado)

• Ensayo sobre “El Retiro de la Iglesia”; aparecido originalmente en “Los

Papeles de Benjamín Benavides”, cap. VI. (no encontrado). Recopilación de

párrafos extractados sobre este capítulo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . pág. 35

Parte II del libro incluye; cuatro cartas inéditas escritas entre 1943 y 1945 dirigidas a sus

superiores de la Compañía de Jesús.

• Sobre La Obediencia.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . pag. 38

• Sobre La Pobreza. (no encontrado)

• Sobre La Castidad. (no encontrado)

• Sobre El Gobierno. (no encontrado)

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B)

De otras obras indicadas en las referencias de su comentario al “Tercer Domingo de

Cuaresma”, publicado en “Domingueras Prédicas I”, Ediciones Jauja, Mendoza, 1997-

• Comentario al Tercer Domingo de Cuaresma. En “Domingueras Prédicas I”

pág. 46

• "Domingo Decimosexto después de Pentecostés". En “Domingueras Prédicas I”

pág. 53

• "Domingo Segundo de Adviento" Tercer testimonio de Juan Bautista. En “El

Evangelio de JesuCristo”. (no pertenece a las referencias). . . . . . . . . . . ..pág. 59

• "Domingo Segundo de Adviento" Segundo y primer testimonio de Juan Bautista.

En “El Evangelio de JesuCristo”(no pertenece a las referencias). . . . . . . . pág. 66

• “Parábola del Fin de la Sinagoga" (II). En “Las Parábolas de Cristo”. . . pág. 75

• "Las Dos Mujeres". En “Los Papeles de Benjamín Benavides” Parte Tercera,

cap. I. (no encontrado)

Recopilación de párrafos extractados sobre este capítulo. . . . . . . . . . . . . . pág. 83

• "El Fariseísmo". En “El Ruiseñor Fusilado”, cap. VI. . . . . . . . . . . . . . . . . . .pág.85

• "La Pesadilla". En “El Ruiseñor Fusilado”, cap. XXX. . . . . . . . . . . . . . . . . pág. 89

• "Las Ideas". En Psicología Humana, cap. XI: (en la parte final del Capítulo);

pág. 92

• La Muerte de Martín Fierro, Cantos VIII, XI, XIII y, especialmente, Canto

XV. (no encontrado)

• La Gran Apostasía y la Gran Tribulación". (del artículo "La Ausencia del

Poder", en "Dinámica Social" Nº 77, marzo de 1957, p. 6). (no encontrado)

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• "Domingo Tercero después de Epifanía". En “El Evangelio de Jesucristo” (no

encontrado)

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Fuentes utilizadas para esta recopilación:

http://cruzamante.blogspot.com

http://hjg.com.ar/

http://www.statveritas.com.ar

http://www.radiocristiandad.wordpress.com

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"Cristo y los fariseos", Mendoza, Ediciones Jauja, 1999, pp. 19-24

Cristo y los fariseos.

El mayor mal que corroe y amenaza a la religión católica hoy día es la

“exterioridad” —el mismo mal al que sucumbió la Sinagoga.

El punto de disensión entre el Catolicismo y el Protestantismo en su nacimiento

fue la “exterioridad”. Los protestantes protestaron contra una Iglesia que se volvía un

imperialismo, contra una fe que se volvía ceremonias y obras de filantropía, contra una

religión que se volvía exterioridad: y apelaron a la religión interior.

La rebelión protestante marca históricamente el momento en que la exterioridad

religiosa rompió el equilibrio y amenazó seriamente a la interioridad. El remedio contra

eso no era la rebelión y la desobediencia por cierto; y así el Protestantismo no remedió

el mal sino que lo agravó. El Protestantismo es la rebelión contra una imperfección que

en vez de volverse perfección deviene permanentemente rebelión —como su nombre

actual lo dejó fijo. Vivir “protestando” no es un ideal religioso. Se protesta una vez

contra un abuso; y después se comienza a vivir contra el abuso o fuera del abuso. El que

vive protestando quiere que los otros quiten el abuso; no quiere o no puede quitarlo él.

Mas siempre es posible quitar un abuso de sí mismo; y es la mejor manera de

protestar contra él. Lutero protestó contra el abuso de las indulgencias y después abusó

él de la indulgencia.

Pero el Protestantismo se llevó consigo una gran verdad cautiva. No era un puro

error. ¿Cómo iba a permitir Dios que la mitad mejor de la Cristiandad cayera en un

puro extravío —y eso por culpa de un monarca sifilítico y un monje burdo y bestial—

como pintan a Henry Tudor y a Luther las “Historias de la Contrarreforma”? Poco

honor hacen a Dios los que conciben esa enormidad.

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Si media Europa acabó por seguir y acoger la rebelión religiosa es porque toda

Europa estaba sumida en la mayor crisis religiosa de la historia del mundo —en la

penúltima: El fariseísmo estaba por ahogar la religión. La exterioridad devoraba la fe.

Sin escarbar mucho, se puede mostrar esto de una manera sencilla. ¿Cuál fue el

punto inicial del incendio? Las indulgencias. ¿Fue eso un mero pretexto, una

casualidad, una cosa insignificante? No puede ser.

Las “indulgencias” son una serie de traducciones al exterior de dogmas de fe que

son verdaderos si se sustentan en la vida interior; pero cuyas traducciones al exterior los

pueden traicionar hasta convertirlos en la siguiente monstruosidad: “Dáca oro y te doy

gracia.”

Eso es el colmo de la exterioridad religiosa.

El anónimo Lazarillo de Tormes puso en ridículo al “bulero” y con él a las bulas y

con él a la religión vuelta exterioridad, al rito-comercio. Y el vulgo español inventó este

cuentecillo:

A la puerta de una Iglesia un sacristán del Quinientos pedía limosna para la Ánimas a

duro por indulgencia plenaria; con un gran retablo de cuerpos seminudos sumergidos en

fuego y un letrero que decía: “Duro que cae, alma que sale.”

Un aldeano dejó caer un duro en la bandeja “por el alma de mi padre” y preguntó

después:

— ¿Ya salió? —y el sacristán se contentó con señalarle el letrero.

Entonces el cazurro recogió su duro diciendo:

—Pues si ya salió, que no sea tonto de volver a entrar.

Recuerdo que un catalancillo rojo de Manresa me decía en 1947, en ocasión que

en todas las Iglesias se predicaba y ofrecía “la Bula de la Santa Cruzada”: —”Vosté me

va a hacer creer a mí, que un hombre tiene poder, para hacer que sea pecado mortal—

que yo pierda mi destino eterno, —el fin para que Dios me creó— una cosa de comer, la

carne guisada; y que después, si yo le doy a ese hombre cinco pesetas, ese hombre

puede hacer que ya no sea perdición eterna la carne guisada. Un hombre se levanta y

dice: Desde hoy el que come carne en viernes hace un mal horroroso, punible con el

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infierno; pero si me da un duro, el comer en viernes deja de ser un mal horroroso y se

vuelve tan inofensivo como era antes…”

Las indulgencias tienen una justificación teológica un poco complicada pero

innegablemente lógica; pero para que esos silogismos sean verdadera religión y no

armazón ridículo de exterioridad, es menester haya mucha fe en súbditos y pastores y

mucha humildad y temor de Dios en el manejo del rito: cosas que en el 500 escaseaban.

En otras palabras, los antiguos -perdones de la primitiva Iglesia, basados en un sentido

profundo del pecado, de la misericordia y de los méritos de los mártires, se habían

desecado por dentro y convertido en una práctica de más en más exterior; hasta que el

diablo del comercio se metió en la cáscara vacía.

Es falso que la “querella de las indulgencias” haya sido una casualidad, una

máscara del orgullo de un fraile, de unos príncipes mal bautizados o de una nación

entera mal evangelizada; ese material seco no se hubiese inflamado sin la llama de la

indignación de muchísimas almas religiosas contra la exterioridad religiosa.

Otro índice de lo dicho son las famosas “Reglas para sentir con la Iglesia” que están

en los “Ejercicios Espirituales” de San Ignacio de Loyola. Esas “reglas” están dirigidas

contra el espíritu del tiempo, contra el Protestantismo, y todas ellas se dirigen a

defender la exterioridad religiosa, loablemente por cierto, puesto que lo exterior es

también necesario no siendo el hombre espíritu puro. Loablemente para aquel tiempo

por lo menos.

San Ignacio fue el campeón de la Contrarreforma. Su alma de místico, después de

su conversión en Manresa, se posesionó en París de la máxima entonces necesidad de la

Iglesia y comenzó allí la fundación de su Compañía: Allí escribió esas “reglas” que

apendizó a su librito: “Alabar candelas encendidas —alabar ceremonias y ritos, largas

oraciones en las iglesias, vida conventual, los doctores escolásticos— la obediencia de fe

a la Iglesia Jerárquica, de modo que si yo veo blanco decir negro cuando la Iglesia

Jerárquica dice negro” —exclama el vasco con una fórmula enteramente vasca, no

exenta de peligro. En suma, hacer y decir lo “oppósitum per diámetrum” (como dice él) de

lo que hacían los “reformadores”: fórmula muy buena en táctica pero también peligrosa

en teología por demasiado simple. Si Cristo hubiese hecho todo lo contrario de lo que el

diablo le sugirió en sus tres tentaciones, el diablo hubiera quedado contento.

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“Alabar imágenes, ceremonias y candelas encendidas en las Iglesias, largas oraciones

vocales, vigilias y ayunos, filosofía escolástica, colectas, congresos, acción católica, enseñanza re-

ligiosa, etc.” fue una buena orden del día para aquellos días, sobre todo en España, pues

al español le gusta la “contra”. Un español le dijo un día a otro: “¡Hola, Manolo, al fin te

veo, qué cambiao estás, hombre, pareces otro, la verdá es que ya no pareces Manolo! —

”Disculpe señor yo no soy Manolo… — ¿Qué no eres Manolo? ¡Pues más a mi favor!”

—dijo el otro.

Habría que ver si “alabar candelas” es una buena “orden del día” para nuestros

días. Poner una candela encendida en un altar o seis imágenes de yeso (el Concilio

Bonaerense de 1953 prohibió poner más de 7 imágenes en un solo altar) es un mínimum

de religiosidad: es un acto exterior que sustituye e invita a algo interior que es la

oración —y que desde luego, si no invita mas sólo sustituye, vale más que no se haga.

Pero ese mínimum de religiosidad no es tanto de alabar (se alaban sólo las cosas

máximas) cuanto de tolerar o permitir a lo más. Ninguna alabanza de las candelas hay

en el Evangelio y es de creer que Jesucristo en su vida no encendió una sola; oraba a la

luz de las estrellas y reprendió a los que oraban muy vistosamente: de hecho maridó

nos escondiéramos para orar. De manera que “alabar candelas encendidas” puede ser

una buena españolada; pero el que no las alaba, no peca.

Pero en fin, dejando este asunto de candelero, lo que notábamos era solamente

que el campeón de la Contrarreforma puso el punto de la lucha religiosa de su tiempo

en donde mismo lo puso el campeón de la Pseudorreforma, en el rechazo o acepto total

de la exterioridad.

A mayor abundamiento se puede leer toda la vida del tempestuoso monje sajón y

se verá que antes de su conversión o reversión estuvo sumergido en la exterioridad

religiosa hasta que pendularmente se volvió con violencia hacia la interioridad, desde el

rayo que mató a su compañero y lo hizo meterse fraile hasta las indulgencias que lo

desfrailaron. En su tiempo anduvo de Provisor o Subprior de siete conventos de su

Orden a la vez sobrecargado de negocios temporales con apariencias de sacros hasta no

tener tiempo de rezar el breviario —del cual fue dispensado, puesto que al fin y al cabo

“se condenaba por el bien de la Comunidad”, como el risueño monje alambista de

Alfonso Daudet. Él mismo lo notó en su peculiar estilo: “Si la frailería pudiese salvar al

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fraile, ninguno ha practicado más frailería que yo; y no me salvó nada.” Cuando arrojó

por la borda toda la “frailería” y dijo “la fe sola, la fe salva y no las obras (exteriores), la

fe interna revestida de los méritos de Cristo como una hopalanda”, no se dio cuenta que

arrojaba la corteza y el esqueleto de lo religioso y hasta la carne, desencarnando la fe y

arrojándola despellejada y molusca a las tormentas de la imaginación o a la armadura

férrea del fariseísmo.

Y no se dio cuenta de eso porque era ocamista —o como diríamos hoy,

cartesiano. No entendía la distinción sutil de materia y forma, el hilemorfismo. Pensó

que podían existir en lo humano formas puras. Y en ninguna parte, ni en lo religioso,

pueden existir formas sin materia.

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"Cristo y los fariseos", Mendoza, Ediciones Jauja, 1999, cap. IV.

La Provocación.

Pasatiempo singular

Aunque en el fondo inocente

Como escupir desde un puente

O hacerse crucificar.

(Lugones)

Jesucristo se hizo matar.

La crítica alemana racionalista ha arbolado esta posición, que fue la de la

tradición judaica-talmúdica. ¿Qué hace Ud. con un hombre que provoca de continuo a

las autoridades legalmente constituidas? ¿Que tiene una actividad "disolvente"? ¿Que

aunque sea inocentemente de su parte se vuelve un peligro para la religión establecida

y los miles de fieles que en ella hallan su salvación eterna? "Subjetivamente Ud. habrá

creído obrar bien; pero objetivamente ha hecho la mar de disparates..." -dijo con toda

precisión técnica Caifás a Cristo.

Por qué se hizo matar, lo explican diversamente: o a plena conciencia o

inconscientemente; y en este caso, o por fanatismo religioso o por ingenuidad pastoril,

como lo pinta el fantasioso Renan. Esta última hipótesis es la más absurda. Que "el

dulce Nazareno" sencillo y cándido se haya dejado llevar suavemente cuesta abajo por

la cadena de sus embriagantes triunfos populares sin ver a lo que se exponía hasta que

fue demasiado tarde, eso se da de puñadas con todos los textos del Evangelio. Habría

que escribir cuatro Evangelios diferentes y contrarios a los que tenemos para poder

fundar la mera posibilidad de ese caso, humanamente inconcebible.

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Que la pasión religiosa lo cegó acerca de sus fuerzas, como explica Strauss; que

creyó triunfar de sus enemigos o al menos librarse de ellos milagrosamente "por medio

de doce legiones de ángeles" a última hora, es el mismo inverosímil. Es categóricamente

contra los textos. Cristo preanunció su martirio, reprochó el asesinato de antemano a

sus enemigos (que negaron el propósito), se escondió, se escapó, se zafó de sus manos

varias veces, como hemos visto. Son hipótesis que no hay que discutir, puramente

ficticias y del todo imaginarias. ¿De dónde sacan eso? Si los textos evangélicos son tan

engañosos que se los puede interpretar al revés, con el solo título de "profesor alemán",

entonces NO SABEMOS NADA EN ABSOLUTO acerca de Cristo. Callensén.

Pero ¿no habrá buscado la muerte adrede convencido de que era la salvación del

mundo? Esta pregunta plantea la cuestión del "derecho a morir por la Verdad", o sea de

la sutil "tentación del martirio" que el poeta T. S. Eliot introduce como la cuarta y más

peligrosa, en su tragedia "Murder in the Cathedral", al santo arzobispo Tomás de

Cantorbery, que la rechaza.

¿Tiene derecho un hombre a hacer que otros hombres cometan en él un

homicidio para hacer triunfar la verdad? ¡Qué hombre tendría que ser ése! Pero en fin,

suponiendo que exista, ¿tiene derecho?

En tiempo de San Cipriano hubo cristianos que precipitaban sobre sí mismos la

persecución volteando ídolos o haciendo extemporáneas manifestaciones de fe. La

Iglesia los condenó; y formaron un grupo herético llamado los "provocadores". Esa

tentación se verificó en las persecuciones inglesas, sobre todo en el "Powder-plot" o

Complote de la Pólvora; hecho histórico en el que inspiró R. H. Benson uno de los

notables incidentes de su novela apocalíptica El amo del mundo: el cristiano que

dispara su pistola sobre Oliver Brand cuando éste blasfema de Cristo, y es linchado por

la muchedumbre; la conjura para hacer volar la Catedral en la sacrílega ceremonia de la

Adoración del Hombre que provoca el arrebatado e inútil retorno del Cardenal Percy

Franklin... y la voladura de Roma.

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Verdad que estos eran crímenes para vengar otros crímenes, enormes éstos

cuanto se quiera. Pero ¿sacrificarse a sí mismo sin daño de nadie? ¿No es esto lo que

hizo Cristo?

Este problema lo vivió en carne propia y lo ilustró con su vida, después de

haberlo resuelto trabajosamente el pastor danés Soeren Kierkegaard, poeta y místico,

después de haberse equivocado una vez acerca de él. Fue el problema de Savonarola; y

quizá el de Bartolomé Carranza.

¿Qué ha de hacer un cristiano en un Iglesia decaída, digamos, corrompida; un

hombre de verdad a quien le toca el sino de vivir en mala época? ¿Qué es lo que le exige

y le permite la fe? ¿Puede callar? ¿Está obligado a hablar? El problema se complica

terriblemente con otras preguntas. ¿Qué misión pública tiene? ¿Hasta dónde está

corrompida la Iglesia? ¿Qué efecto positivo se puede esperar si chilla? ¿Cómo ha de

chillar? La obligación expresa de "dar testimonio de la Verdad", que fue la misión

específica de Cristo, se vuelve espinosa en Sócrates, angustiosa en un pastor como

Kierkegaard, perpleja hasta lo indecible en un simple fiel.

Hay dos actitudes extremas que son ilícitas: la de atemperarse al error (que es la

más fácil) y la de provocar el martirio.

No puedo atemperarme al desorden eclesiástico que prácticamente induce a los

fieles en errores y devasta la fe, decía Kierkegaard. No lo puedo moralmente y no lo

puedo ni siquiera físicamente. La misión de la palabra que se me ha dado en la

ordenación, está doblada en mí de una nativa vocación de poeta y maestro, la cual no

puedo declinar sin condenar al ocio a mis facultades y prácticamente a la ruina en

toda mi vida interna. El que sea escritor sabrá perfectamente que no se puede ni

siquiera resistir físicamente a la palabra que se forma dentro, sin entregarse a una

torturante y peligrosa operación contra-cepcional, como la de sofocar o atajar fetos, tan

conocida hoy día por desgracia. No sirve absolutamente para ningún otra labor útil que

esa; y por consiguiente ¿cómo salvo mi alma si la abandono o impido?

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Hay algo de exageración en esto, habría exageración en mí y en Barrantes

Molina, por ejemplo; no la había en Kierkegaard, absolutamente. Literalmente, no podía

callar. Incluso su equilibrio mental dependía de su trabajo intelectual. Callarse era

literalmente suicidio; y el peor de todos. "¿Hay que decirlo? Pues se dice": fue el título

de su último panfleto consistente en 10 artículos acerca de la religión y la iglesia

luterana, que a lo que se puede saber le costaron la vida. Cayó redondo en una calle de

Copenhague y murió de agotamiento en el hospital en mitad de esa polémica; pero un

sereno gozo y una decisión extraña y lúcida que nunca tuviera en su vida, le

acompañaron desde esa decisión, 'Pues se dice', hasta el último instante, señal probable

en lo que colegir podemos de la aprobación divina.

Porque él había visto antes que "no hay derecho a morir por la verdad", es decir,

a hacer cargar al prójimo, aunque esté perversamente engañado, con un asesinato. La

humildad impone que se rehuya el martirio -o la caridad, o la simple modestia: no estoy

seguro de si podré sobrellevarlo, no estoy seguro de poseer yo la plena verdad, antes

estoy casi seguro de lo contrario. Esto último, que no podía decir Cristo, debe decirlo

todo cristiano. Hay mezcla de pasión y de limitación en mi visual, aunque yo esté

seguro de que es fundamentalmente recta, de lo cual tampoco puedo estar nunca del

todo seguro. Claro que debo guiarme por ella, no tengo otra y debo vivir; pero para mí

solamente, no para imponerla a los demás.

¿Cómo se concilia esto con el deber, o con la imposibilidad física, de no callar?

Kierkegaard llegó a una conclusión prodigiosa: hay que humillarse hasta por debajo del

que está engañado, colmarlo de atenciones y "prévenances", obtener el perdón de la

verdad que está en mí. ¿Qué hace el enfermero, no se hace un esclavo del enfermo a fin

de sacarlo de su enfermedad, pagando así debido tributo de gratitud a Dios por su

propia salud?

Para cumplir este designio empinado, Kierkegaard tomó la conducta extraña de

infamarse y desacreditarse. Tenía que decir a sus cofrades y cohermanos que eran

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malos cristianos, y de qué manera: "no existe en el mundo cosa más corrompida que los

sacerdotes" (El Momento, IX, 6), y empezó por negar que él fuera ni siquiera cristiano; y

llamarse pecado y corrupción ambulante: era sacerdote.

No era esto posible en Cristo. Pero Cristo se anonadó delante de los fariseos

acatando todos sus preceptos y leyes hasta lo imposible, contestando a todas sus

interpelaciones y objeciones, haciendo innumerables parábolas, argumentos y

explicaciones a gente que interrogaba de mala fe y no tenía derecho a interrogar, quizá,

a veces; y cuando lo tenía en derecho sólo legal o meramente apariencial. Y en

apariencia se hizo pecador. Sí. Andaba con publicanos y pecadores ("dime con quién

andas...") y no fulminaba con indignación a las pecadoras. ¡Hubiese sido tan fácil y era

de tan buen tono! ¿Y por ventura era mentira? ¿No podía tronar una vez al menos,

como todos los predicadores, contra la disolución de las costumbres, la corrupción que

lo invade todo, las porquerías de la carne, y esas mallas de baño venidas de Grecia y

cada vez más cortas? Pero ¡ni una sola palabra acerca de "las playas"! ¡Puras parábolas

luminosas, comparaciones poéticas y preceptos generales, es decir, poesía, poesía y

poesía! ¿Adónde vamos?

Cristo parecía no ver la impureza; quizá de puro puro. No se dio el gusto de

llamar una sola vez "chancho" a un pecador carnal. Cuando tuvo que hablar con uno,

bajó la cabeza y guardó silencio.

La solución es pues que hay que buscar el martirio haciendo su oficio, y siendo lo

que uno es en la eternidad. Es decir: "No digas ninguna mentira; no digas ninguna

verdad que no sea necesaria." La dificultad está en saber cuándo una verdad es

necesaria. "Non tacebo" (No me callaré) escribió en un calabozo el loco de Campanella;

y en efecto le tocó habitarlo la enormidad de 26 años, una vida de hombre; y lo curioso

es que lo castigaron por complotar contra el gobierno español, y el dominico napolitano

era furiosamente hispanófilo y del partido imperial; Non tacebo. Una verdad es

necesaria cuando ha de salvar un alma, o para ganarme el pan; mucho más si se

conjugan las dos cosas. Si he de ganarme el pan haciendo poesías por ejemplo (que Dios

me libre y guarde, eso ni en broma) entonces debo hacer las poesías lo más artísticas

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que pueda, aspirar a la máxima belleza poética, que no consiste en otro que en la

verdad; pues me contó un poeta muy ducho en su arte que cada vez que hay un verso

que no llena o una estrofa que cambiar, después de cambiada uno ve que no tenía

verdad; o como dijo él, 'suficiente verdad".

No hay peligro que yo ponga exceso de poesía, como Shakespeare, que cuando

se le va la mano aturde y llega a ofuscar; pero si por poner "suficiente verdad" en un

poema, me apresan los peronistas por comunista o me pone una multa el Cardenal

Primado, cargo en mi ley, porque no hice más que cumplir mi oficio.

Pero al otro día cambio de oficio, anoser el diablo que sea de los que no se

pueden cambiar, como el de masón, marido, sacerdote o periodista.

Y así le pasaba a Kierkegaard; y por él podemos colegir que también a Jesucristo.

Eran atrozmente sinceros. Si tenían lengua tenían que hablar ("crédidi, propter quod

loquutus sum") y si hablaban tenían que decir, no ya una verdad, sino la verdad; es

decir, lo que en este caso concreto y particular desde el fondo de mi corazón viene a

pelo y yo actualmente con todos mis sentidos (como diría Ivanissevich) veo, vivo y

bebo.

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El Evangelio de Jesucristo, Ed. Vórtice, Bs. As., 1957, Pág. 239-244.

Parábola del Fariseo y el Publicano

Este domingo décimo después de Pentecostés se lee la conocida parábola del

Fariseo y el Publicano, conocida incluso por los poetas, que la han glosado en diversas

formas —recuerdo ahora una novela amarga y heterodoxa de John Galsworthy llamada

El primero y el último, de la que sacaron un film los yanquis—.

Lejos del tabernáculo, que ceñían de un velo

de humo espeso, diez lámparas de cobre desde el suelo

lejos del tabernáculo que ceñían de un velo;

estaba el paralítico y estaba el Publicano

el hidrópico estaba y el buen samaritano

el paralítico y estaba el Publicano...

Más allá, sobre un lecho de mullidas alfombras

entre un brillo de sedas y lejos de las sombras más allá,

un lecho de mullidas alfombras,

el Fariseo que ante el Señor se exalta

los versículos de David en voz alta

el Fariseo, que ante el Señor se exalta... etcétera. Esto es de un poeta argentino,

Horacio Caillet-Bois.

Como está colocada después de la parábola de la Viuda Molesta, San Agustín y

otros muchos dicen que versa sobre la oración, y que recomienda la humildad al orar.

Es eso; hay eso desde luego; pero hay otra cosa: hay un retrato de la soberbia

religiosa, que había de ser, y ya era, el principal enemigo de Cristo; retrato breve pero

enérgicamente incisivo, como un medallón o un aguafuerte. Jesucristo no vaciló en

contraponer entre sí a la clase social más respetada con la más repelida, ni en nombrar

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por su nombre a esa clase social eminente, al denunciarla como infatuada

religiosamente: Fariseo y Publicano. Si nos preguntaran cómo habría que traducir hoy

día esas palabras para que sonaran parecido a aquellos tiempos, habría que decir la

parábola del Sacerdote y el Ciruja, o algo por el estilo: o, hablando con perdón, la

parábola del Sacristán y la Prostituta.

La palabra fariseo no significaba entonces lo que significó después de Cristo, así

como la palabra sofista no significaba en el siglo de Platón lo mismo que significó

después —y por obra— de Platón. Los fariseos eran los separados —eso significa la

palabra en arameo—, los puros, los distinguidos. No existe hoy un grupo social

enteramente idéntico a los fariseos —aunque existe mucho fariseísmo desde luego—,

por lo cual no se pueden definir con una sola palabra. Si digo que los fariseos eran el

alto clero, los clericales, los jesuitas, los nazis, los oligarcas, los devotos, los puritanos,

los ultramontanos, miento: aunque tenían algo de todo eso. Algunos los han comparado

con los Sinn-feiners de Irlanda; otros con los Puritanos de Oliver Cromwell. Eran a la

vez una especie de cofradía religiosa, de grupo social y de poder político; es todo lo que

se puede decir brevemente; pero lo formal y esencial en ellos era lo religioso: el culto, el

estudio y el celo de la Torah, de la Ley de Moisés, que había proliferado entre sus

manos, como un pedazo de gorgonzola. Preguntado un ham-haréss (hombre del

pueblo) israelita, hubiera dicho: “Son unos hombres muy religiosos, muy sabios y muy

poderosos”, más o menos lo que cree el pueblo hoy día de los frailes. El Evangelista al

principio de la parábola los define: “Unos hombres que se tenían a sí mismos por santos

y despreciaban a los demás”; es decir, soberbia religiosa. Queda entendido que no

siempre fueron así los fariseos: fue un ceto social que se corrompió. En tiempo de

Jesucristo eran así. Antes de Jesucristo habían sido la fracción política que mantuvo la

tradición nacionalista y antihelenística de los Macabeos. Después de Cristo fueron el

espíritu que inspiró el Talmud y organizó la religión judaica actual: puesto que la

destrucción, y la Diáspora, que acabó con los Saduceos, no acabó con los fariseos. Estos

son indestructibles.

Los Publicanos eran receptores de rentas o cobradores de impuestos, pero no

como los nuestros. Los romanos ponían a subasta pública los impuestos de una

Provincia; y el “financiero” que ganaba el remate quedaba facultado para cobrar a la

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gente como pudiera —y, bajo mano, lo más que pudiera—; lo cual hacía por medio de

cobradores terribles, los publicanos, cordialmente odiados, como todo cobrador: y

mucho más por servir en definitiva a los romanos, los odiosos extranjeros. En suma,

decir publicano era peor que decir ladrón; prácticamente era decir traidor o

vendepatria...

“Palabra de honor os digo —dijo Cristo— que el Publicano volvió a su casa

justificado, y el otro no”... El que se llamó a sí mismo pecador, volvió a su casa justo; el

que se llamó santo volvió con un pecado más. El fariseo se tenía a sí por santo y al otro

por miserable; y Dios no fue de la misma opinión.

La oración del fariseo, proferida en voz alta, de pie, cerca del santuario, es una

obra maestra. Cristo no exagera ni se queda corto: la oración parece no contener nada

malo; pero está penetrada del peor mal que existe, que es el orgullo religioso: “Gracias

te doy, oh Dios, de que no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros —

ni como este publicano...—; ayuno dos veces cada Sábado, pago los diezmos de todo lo

que poseo...”. ¿Acaso es un pecado conocer que uno no hace crímenes y dar gracias a

Dios por ello?, dice el reverendo George Herbert Box M. A., profesor de Estudios

Bíblicos y Rector del Templo de Southton Bede, en el artículo “Pharisee» de la

Enciclopedia Británica, donde se halla una curiosa defensa de los fariseos que prueba

que su raza no ha desaparecido del mundo. ¡Dichoso el que tiene un hijo que lo

defienda después de muerto!

Toda la biografía de Jesús de Nazareth como hombre se puede resumir en esta

fórmula: fue el Mesías y luchó contra el fariseísmo; o quizá más brevemente todavía:

luchó con los fariseos. Ese fue el trabajo que personalmente se asignó Cristo como

hombre: su Empresa.

Todas las biografías de Cristo que recuerdo (Luis Veuillot, Grandmaison,

Ricciotti, Lebreton, Papini) construyen su vida sobre otra fórmula:

Fue el Hijo de Dios, predicó el Reino de Dios, y confirmó su prédica con milagros

y profecías. Sí, pero ¿y su muerte? Esta fórmula amputa su muerte, que fue el acto ms

importante de su vida.

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El drama de Cristo queda así escamoteado. La vida de Cristo no fue un idilio ni

un cuento de hadas ni una elegía, sino un drama. No hay drama sin antagonista. El

antagonista de Cristo fue el fariseísmo, vencedor en apariencia, derrotado en realidad.

Sin el fariseísmo, toda la historia de Cristo fuera cambiada; y también la del

mundo entero. Su Iglesia no hubiera sido como es ahora; y el mundo todo hubiese

seguido otro derrotero, con Israel a la cabeza: triunfante y no deicida y errante;

derrotero enteramente inimaginable para nosotros.

Sin el fariseísmo, Cristo no hubiera muerto en la cruz; y la Humanidad no sería

esta Humanidad; ni la Religión, esta Religión. El fariseísmo es el gusano de la religión; y

parece ser un gusano ineludible, pues no hay en este mundo fruta que no tenga gusano,

ni institución sin su corrupción específica. Todo lo que es mortal muere; y antes de

morir, decae. El fariseísmo es el decay de la religión, míster George Box... perdone

usted, profesor de religión.

Es la soberbia religiosa, es la corrupción más grande de la verdad más grande: la

verdad de que los valores religiosos son los más grandes. Eso es verdad; pero en el

momento en que nos los adjudicamos, los perdemos; en el momento en que hacemos

nuestro lo que es de Dios, deja de ser de nadie, si es que no deviene propiedad del

diablo. El gesto religioso, cuando toma conciencia de sí mismo, se vuelve mueca. No

quiere decir que uno debe ignorar que es un gesto religioso; quiere decir que su objeto

debe ser Dios y no yo mismo. El publicano decía: “Oh Dios, apiádate de mí, pecador.”

El fariseo pensaba: “Estoy rezando: conviene que rece bien porque yo soy yo; y hay que

dar buen ejemplo a toda esta canalla.” “No oréis a gritos, como los fariseos, ni digáis a

Dios muchas cosas, como los paganos; vosotros cerrad la puerta y orad en lo escondido;

y vuestro Padre, que esta en lo escondido, os escuchará.”

Decía don Benjamín Benavídes que el fariseísmo, tal como está escrito en los

Evangelios, tiene como siete grados: 1) La religión se vuelve exterior y ostentatoria; 2) la

religión se vuelve rutina y oficio; 3) la religión se vuelve negocio o “granjería”; 4) la

religión se vuelve poder o influencia, medio de dominar al prójimo; 5) aversión a los

que son auténticamente religiosos; 6) persecución a los que son religiosos de veras; 7)

sacrilegio y homicidio. Esto me fue dicho, ahora recuerdo, en San Juan, la noche de

Navidad de 1940, tres o cuatro años antes del terremoto, cuando yo sabía teóricamente

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que existía el fariseísmo, pero todavía no me había topado con él en cuerpo y alma. De

modo que en suma, el fariseísmo abarca desde la simple exterioridad (añadir a los 613

preceptos de la Ley de Moisés como 6.000 preceptos más y olvidarse de lo interior, de la

misericordia y la justicia) hasta la crueldad (es necesario que Este muera, porque está

haciendo muchos prodigios y la gente lo sigue; y que muera del modo más ignominioso

y atroz, condenado por la justicia romana), pasando por todos los escalones del

fanatismo y la hipocresía. Este es el pecado contra el Espíritu Santo, el cual de suyo no

tiene remedio. Aquel que no vea la extrema maldad del fariseísmo —que realmente es

fácil de ver—, que considere solamente esto: la religión suprimiendo la misericordia y la

justicia. ¿Puede darse algo más monstruo?

Yo le envidio a Jesucristo el coraje que tuvo para luchar contra los fariseos. Yo,

excepto en un solo caso, cada vez que me topé con un fariseo grande, me he quedado

alelado y yerto, como un estúpido; es decir, estupefacto.

Sin embargo, siento simpatía por el fariseo Simón, Simón el Leproso, aquel a

quien Cristo le reprochó: «No me besaste”, el que invitó a comer a Cristo y al final de la

comida se le colaron sin billete ¡la Magdalena y Judas! No todos los fariseos eran malos:

algunos eran santulones, pero no hipócritas. De entre ellos salieron algunos buenos

cristianos: San Pablo, por ejemplo.

La parábola termina con esta frase: “Todo el que se exalta será humillado y todo

el que se humilla será exaltado”, cuyo sentido es obvio.

Pero ella comienza con otra frase, que es misteriosa: “Cuando vuelva el Hijo del

Hombre ¿creéis que encontrará fe sobre la tierra?”. Cristo conecta proféticamente su

Primera y Segunda Venida, indicando que el estado de la religión será parecido en

ambos momentos, el Primero y el Último.

Aquí hay que corregir otra vez con todo respeto a San Agustín; el cual, viendo en

el siglo IV “las iglesias llenas” (sermón 115) y la fe creciendo día a día, no se podía

imaginar una crisis de la fe como, por ejemplo, la nuestra; y en consecuencia dice: “¿De

qué fe habla el Salvador? Habla de la fe plena, de la fe que hace milagros, de la fe que

mueve las montañas, de la fe perfecta, de la fe que es siempre muy rara y de muy

pocos”... No. Cristo habla de la fe en seco. Viendo el estado de la religión en su tiempo

en que por causa del fariseísmo, en los campos la gente andaba “como ovejas que no

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tienen pastor”; y en las ciudades “con pastores que eran lobos con piel de oveja” —los

cuales iban a derramar la sangre del buen Pastor—, se acordó repentinamente del otro

período agónico de la religión, en que la situación religiosa habría de ser parecida o

peor; y exhaló ese tremendo gemido.

Con razón anota monseñor Juan Straubinger comentando este versículo: “Obliga

a una detenida meditación este impresionante anuncio que hace Cristo, no obstante

haber prometido su asistencia a la Iglesia hasta la consumación del siglo. Es el gran

«Misterio de Iniquidad» y la «gran apostasía» que dice San Pablo en II Tesalonicenses 2,

y que el mismo Señor describe varias veces, sobre todo en su discurso escatológico.”

Hay pues dos profecías en el Evangelio que parecen inconciliables: una es que

“las Puertas del Infierno no prevalecerán contra ella”; otra es que cuando vuelva Cristo

“apenas encontrará fe sobre la tierra”. Y la conciliación debe de estar en el principio o

norma que dio Cristo a los suyos respecto a la Sinagoga ya desolada y contaminada:

“En la cátedra de Moisés se sentaron y enseñaron los Escribas y Fariseos: vosotros

haced todo lo que os dijeren, pero no hagáis conforme a sus obra.” La Iglesia no fallará

nunca porque nunca enseñará mentira; pero la Iglesia será un día desolada, porque los

que enseñan en ella hablarán y no harán, mandaran y no servirán; y mezclando

enseñanzas santas y sacras con ejemplos malos o nulos, harán a la Iglesia repugnante al

mundo entero, excepto a los poquísimos heroicamente constantes.

Los cuales tendrán, sí, oh Agustín, una fe más grande que las montañas.

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Las Parábolas de Cristo.

Parábola del Sepulcro y las Víboras.

”Guay a vosotros, fariseos necios… que sois como sepulcros ocultos, que no ven los que

caminan” (Lu. XI, 44). Guay a vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois como sepulcros

blanqueados, que por fuera parecen hermosos a los hombres, por dentro empero están llenos de

huesos de muertos y pudrición; así vosotros parecéis justos a los hombres, por dentro empero

estáis repletos de falsía y de iniquidad. Guay a vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que

edificáis sepulcros a los profetas, y hacéis “homenajes” a las tumbas de los justos… Serpientes,

progenie de víboras ¿cómo escaparéis al juicio del la gehenna?” (Mt. XXIII, 27).

El llamado “elenco contra fariseos”, donde se halla la semejanza del sepulcro y

las víboras, fue proferido dos veces, como se ve claro cotejando los lugares paralelos de

Mt. XXIII Y Lc. XI: la primera proferición, en una comida donde había fariseos

presentes, es mansa, no contiene la contumelia directa de “hipócritas” aunque sí la de

“bobos” (stulti), no termina con la amenaza del infierno, y es más bien un “argumento”

(como dicen los ingleses) y una prevención. La segunda es el “elénjon” más terrible que

se ha pronunciado en este mundo: es una maldición y una sentencia de muerte.

La primera fue proferida más o menos en la mitad de la vida pública, la segunda

el Martes de Pasión, ante la muerte; una en una comida privada, la otra ante el pueblo y

los discípulos, quizás en el Templo; la una provocó simplemente una mayor obsesión

de entramparlo con preguntas capciosas, la otra, la decisión de apresurar el asesinato

legal; la una terminó en avisos a sus discípulos acerca de la persecución, la segunda en

sentencia de muerte para Jerusalén y sus Jefes (muerte eterna), envuelta en profunda

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tristeza, con una profecía esjatológica. Los lectores superficiales y también los exegetas

antiguos las identifican o acoyuntan, y eso hoy día induce a grave error. Finalmente, en

la segunda y más terrible, no hay réplica alguna y en la primera, un Escriba interrumpe

para decir: “Maestro, nos estás haciendo contumelia”.

Hay que responder a este Escriba (Cristo no respondió, prosiguió simplemente

su requisitoria) porque de ella viene el grave error actual, expresado por muchos

escritores, que enunciaremos así: “Cristo insultó a los fariseos ¿qué mucho que ellos lo

quisieran mal?” Es pura y simplemente falso. El clérigo protestante y Profesor de

Escritura Rdo. George Herbert Southton M.A. nada menos que en la acreditada

“Enciclopedia Británica” (artículo Pharisee) lo trae en forma pulcra: describe a los

fariseos como gente honorable, muy piadosa, rígida en moral, un poco estrecha y

antipática pero honrada (más o menos como los “victorianos” ingleses a quienes los

asimila), que al fin cumplían con su deber al “investigar” a Cristo y celar la ley de

Moisés; de donde Cristo viene a quedar como una especie de demagogo anárquico,

perturbador de la moral común[jj2].

El filósofo Santayana en un libro nada feliz (sobre un tema para el cual no tiene

bastante preparación) “La idea de Cristo en los Evangelios”, que han editado aquí como

tantos otros bodrios, dice con candidez que: al fin y al cabo nada le habían hecho a

Cristo (pág. 139) ¿por qué se irrita Él “sin que parezca que ellos hayan hecho nada para

provocarlo” (sic) si al fin y al cabo, no había esperanza de cambiarlos? Más allá van

Wellhausen y el “célebre” santón protestante Albert Schweitzer, que se extrañan de que

la policía lo haya aguantado tanto tiempo (cinco semana según él) a Cristo; y en el

fondo, por ende aprueban (nefandum dictu) su asesinato legal. Algunos católicos, como

el judío convertido Daniel Rops, (“Jesús en son temps”, Fayard, 1949), tienden a atenuar y

disculpar al fariseísmo, recordando a Hillel y Gamaliel, excelentes personas; y san

Pablo, Nicodemos, José de Arimatea, santos; olvidando que si fueron santos fue porque

“se dieron vuelta” a odiar al fariseísmo. No digamos nada de Sholem Ash (“El

Nazareno”) y Ludwig (Vida de Jesús), para los cuales los Fariseos son lo mejor de lo mejor

del mundo; y Cristo amigo de ellos ¡y fariseo también!

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Cristo no comenzó su carrera insultando a los fariseos ni a nadie, como ni

tampoco Juan Bautista; terminaron ambos por la imprecación, probado primero

inútilmente todo lo demás. Cristo hubiese podido lícitamente comenzar por la

maldición, pues allí había llegado ya Juan el Precursor, cuya prédica Él continuaba;

pero no lo hizo. Volvió a fojas uno; aceptaba las invitaciones a comer de los fariseos y

respondía a sus preguntas, mansamente al principio, aun cuando esas invitaciones no

significaron hospitalidad, ni siquiera curiosidad, sino (después se vio) trampas odiosas.

No predicó contra su ociosa casuística, sino cuando ella escombraba la Ley de Dios.

Cumplió incluso sus necios mandatos, mientras no fueran contra la misericordia y la

justicia o el sentido común. No los desacreditó públicamente como sacerdotes o como

“catedráticos”, mientras leían la Ley de Moisés: “haced pues todo lo que os dijeren… “ lo

cual era difícil, porque el ejemplo de ellos era al revés y “exempla trahunt, verba dictant”.

El “mansísimo” Jesús fue mansísimo incluso en este tremendo “elénjon” que estamos

considerando, créase o no.

“Elénjon” llamaban los griegos a la parte de la oración jurídica en que el fiscal

precisa los cargos y da las pruebas; o sea, en lenguaje moderno, la “requisitoria”.

Cumplió Cristo con su misión; hizo, con tristeza aquí, su deber. Su requisitoria enumeró

en ocho acápites los hechos que eran públicos; definidos, juzgados y valorados con

dureza y diafanidad de cristal de roca. La expresión “sepulcros blanqueados” es hoy

término del lenguaje común del mundo entero, a causa de su certeridad. Las ocho

acusaciones de Cristo, que definen para in aeternum un tipo, son menos violentas

aunque no menos graves que las otras coincidentes que nos trae la literatura rabínica de

ese tiempo; como la clasificación de los “Siete Fariseos” que hace el Talmud (Sotah, 22 b,

Bar.), la maldición a las “familias sacerdotales” indignas, del Menahoth, XIII, 21, o las

incriminaciones a los Altos Sacerdotes de Flavio Josefa en “Antigüedades judaicas”,

XXI, 179.

Los fariseos traían a la mente de Cristo imágenes de muerte: sepulcros y víboras.

¿Qué mucho, si estaba ya condenado irremediablemente por ellos a muerte y

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viperinamente calumniado? Nadie lo podía ya sustraer a la muerte, ni su Padre mismo,

oso decir.

Contesta aquí con otra sentencia de muerte a la suya ya fijada; y hace con sus

asesinos, anticipándoles su futuro, la última posible (inútil) obra de misericordia.

Cristo NO “tiene dos estilos”, como cree Santayana Jorge. Lo mismo que la

imagen que Él nos trazó de su Padre (en realidad, Él fue por excelencia la imagen

terrestre del Padre), Cristo es el mismo cuando increpa y cuando perdona, igual que la

figura de Dios que Él nos diseñó, por un lado Padre magnánimo y buen pastor y por

otro lado sultán absoluto e irritable, no son sino las dos fases de la misericordia y la

justicia de Dios, ambas inmensurables a medidas humanas, que no hacen sino una sola

cara, la cara de Dios, la cual de suyo es inefable, y sólo se puede expresar humanamente

así; con dos exageraciones que se equilibran. Cuando Cristo tenía que hacer de juez,

hizo de juez, sin dejar de ser el buen pastor, que da la vida por sus ovejas. La persona

que sabía que un día habría de juzgar a esos hombres ciegos y condenarlos ¿es mucho

que les gritara, cuando aun estaban a tiempo de salvarse? Fue ese griterío el último

instrumento de salvación: el martillo para los corazones hechos piedra. Dadme un

padre recto y justo, y comprenderá lo que digo. Mas un padre que increpa a su hijo que

ya ve perdido, hasta lo último, suele generalmente conseguir su causa; aquí nones. Un

padre romano, es decir, no argentino: un varón bueno como Lucius Brutus, quien,

llorando, tuvo que condenar a muerte a un hijo.

La prueba es que la imprecación de los ocho ¡Vae! (que propiamente en

griego”¡ouai!” no expresan ira sino más bien tristeza) se resuelve en ternísima tristeza:

“Jerusalén, Jerusalén, ¡cuántas veces quise cobijar a tus hijos como la gallina bajo sus alas a sus

pollitos, y no quisiste! Sigue la sentencia, porque darla es el deber de Cristo: infierno para

los malévolos y empedernidos asesinos -no tanto y no sólo de Su cuerpo y el de los

Profetas “que yo os enviaré”, sino sobre todo asesinos de las almas, de sus “ovejas” – y

la ruina para Jerusalén. Pero no podía detenerse allí Cristo; y añade a la sentencia del

Juez la promesa del Padre, la única que podía hacer, la lejana promesa y profecía de la

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conversión parusíaca de los judíos; algún día, perdido allí en las brumas de lo

desconocido. Matadme, pues, para llenar la medida de vuestros padres y desbordarla,

oh herederos de Caín y de todos los matadores de justos y profetas…

Os aseguro que “ya no me veréis más hasta el día en que digáis: bendito el que viene en

nombre del Señor”. Así termina el “elenco contra fariseos”.

¿Quería decir su entrada triunfal en Jerusalén el Domingo de Ramos? No, eso

había pasado ya; y los que dijeron “Bendito el que viene en el Nombre”, no fueron los

deicidas, sino los Discípulos, el pueblo chico, los niños. Se refería a la conversión de los

Judíos en el fin del mundo. Aludía al Domingo pasado, sí; haciendo a ese efímero

reconocimiento del Hijo de David por una mínima Jerusalén, figura y “typo” del futuro

reconocimiento total y definitivo. Su corazón fue a descansar allá, no teniendo ya en

otra parte “donde reclinar la cabeza” -pero terminó con una bendición. Porque aunque

la Justicia y la Misericordia de Dios son infinitas, la Misericordia de Dios son infinitas,

la Misericordia en mayor- dice santo Tomás: que yo no sé como puede ser. Que lo

explique otro.

He hablado mucho en “El Evangelio de Jesucristo”, del fariseísmo y los fariseos: y

es demasiado poco. Dije allí que los fariseos eran malísimos, y eso hay que decir, y lo

dijo al máximo Cristo; que el fariseísmo es el famoso pecado contra el Espíritu Santo,

“que no tiene perdón ni en esta ni en la otra vida”; y que toda la vida de Cristo se puede

resumir en esta palabra “luchó contra el fariseísmo”, pues, en efecto, esa fue la “empresa”

de Jesucristo como hombre, desde su nacimiento a su muerte, así como todas sus

acciones de “reformador religioso” incluso milagros, profecías y fundación de la Iglesia

(El Evang. de Jes., pág.232); Y ella llena el Evangelio, de modo que se podría escribir un

libro, que no se ha escrito; y se debería escribir, habiendo hoy día un repunte del

fariseísmo; el cual es eterno más que los imperios y las pirámides de Egipto. Diré

también ahora que “la abominación de la desolación en el lugar donde no debe estar” es

también el fariseísmo. Y dirán que es manía. Y no lo es.

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Sobre esta palabra de Daniel repetida por Cristo, qué significa en concreto, se

dividen desesperadamente los exégetas. Es un modismo hebreo que dice “el colmo del

desastre”, o “el colmo de los colmos”, que decimos nosotros. Opinamos que esa

“abominación” que Cristo dio como señal de huir de Jerusalén y de la Sinagoga, es la

misma muerte injusta y sacrílega de Cristo patrada por la “Religión (por los hombres

oficialmente religiosos) de Israel” siguiendo en esto que diré una leve y vaga indicación

de Maldonado. Todas las diversas opiniones de los Santos Padres, caen a prima

consideración; por ejemplo: “fue el entrar el ejército romano en la ciudad santa”

(Orígenes): ya no había entonces lugar de huir. “Fueron las águilas romanas, que eran

ídolos, en el Templo de Jerusalén”: lo mismo y más; “Fue la estatua de Adriano

colocada en el Templo” (San Jerónimo): fue colocada después de la destrucción del

Templo. “Fue el retrato del César que Pilatos introdujo en el Templo (Id.). No lo

introdujo sino en la ciudad, de noche y clandestinamente… “Fue la sedición de los

Zelotes en el tiempo de Floro, los cuales profanaron el Templo… ” “Fue el mismo cerco

de Jerusalén por la Legiones… ” (San Agustín). Dejo otras, por no aburrir. Ninguna

tiene atadero con el ser un “signo” de dejar la ciudad deicida, y “huir a las montañas”.

¿Qué más abominación de la desolación que el Monte Calvario, el cuerpo desangrado

del Justo de los Justos colgado de tres clavos; y el rasgón del velo del Tabernáculo,

acontecido milagrosamente al mismo tiempo? Cuenta el judío Josefa que al quedar

eventrado el Tabernáculo, como cosa que ya no contenía a Dios ni a nada, se oyeron en

el Templo voces aéreas que decían: “Huid, huid, salgamos de aquí”. No. La

abominación máxima y bien patente fue el fariseísmo deicida. Y la señal perspicua fue

el partirse en dos el velo del Santísimo al fenecer Cristo, símbolo portentoso del

acabamiento de la Sinagoga como casa de Dios.

Me dirán que eso no fue “señal” de fuga de Jerusalén por los neófitos. Pues sí

señor lo fue. Empezaron a desfilar (a “filer doux”, como dice el francés) desde la

Crucifixión, empezando por los Apóstoles, exceptuando Santiago el Mayor, Obispo de

Jerusalén.

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Instarás: pero la fuga en masa de los cristianos a la aldea montañosa de Pella en

la Transjordania ¿no fue unos 30 años después de la Crucifixión? Concedo; pero para

esa fuga última y urgente, Cristo dio OTRA señal: “Cuando veáis la ciudad sitiada aunque

no del todo”; y eso entendieron bien los neófitos. Pues el primer sitio de Jerusalén por

Vespasiano fue flojo y daba lugar. a huir; el segundo, seis meses después por Tito

(nombrado su padre Emperador de Roma), fue cerradísimo, incluso por una enorme

muralla, el Romanum Vallum, contra el cual se estrellaban los míseros fugitivos y eran

reenviados, a la urbe “condenada por Dios” (palabras del Príncipe Tito), las mujeres con

las manos o los pechos amputados, los varones eventrados para buscar oro o joyas,

tragados para ocultarlos -es decir, cadáveres; si hemos de creer al historiador Josefa.

Todos los otros “signos” de los Santos Padres -poco o nada cuidosos de las fechas

acontecieron después del cerco de Tito: cuando ya no había caso de huir:

Y esta opinión o presunción mía (que no doy sin pruebas) se confirma con el

hecho de que este “signo” de la desolación abominable, serálo también del fin del

mundo, pues al fin del mundo lo aplica Daniel; y también Cristo, como “antitypo”. A

los dos finales debe pues convenir el signo, a los dos desastres, al typo y al antitypo; y

san Pablo cuando habla del Anticristo, da como señal el sacrilegio religioso, y no otra

cosa: “Se sentará en el Templo de Dios haciéndose dios”, es decir, se apoderará de la religión

para sus fines, como habían hecho los fariseos; en forma aun más nefanda el Anticristo.

Interpretación de la “abominación” por san Pablo.

Si creemos a san Pablo y a Cristo, (que en los últimos tiempos habrá una “gran

apostasía” y que no habrá ya (casi) fe en la tierra) sólo el fariseísmo es capaz de

producir ese fenómeno. Cuando los judíos digan: “bendito sea el que viene en el

Nombre” será cuando los cristianos hayamos flaqueado y decaído, cuando “el

Devastador esté a su vez devastado”, dice Daniel; cuando Roma, el Orden Romano

haya desaparecido, como a osadas está hoy desapareciendo. Sólo el fariseísmo puede

devastar a la Iglesia por dentro; sin lo cual ninguna persecución externa le haría mella,

como vemos por su historia, pues, “la sangre de los mártires es semilla de cristianos”. Si

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la Iglesia está pura y limpia, es hermosa, y atrae, no repele: atrae prodigiosamente,

como se vio ya en su asombrosa propagación, entre dificultades sin cuento, muertes y

martirios.

Me detengo un momento para resollar: tengo miedo…

Solamente cuando la Iglesia tenga la apariencia de un sepulcro blanqueado, y los

que mandan en ella tengan la apariencia de víboras, y lo sean, el mundo entero se

asqueará de Ella y serán poquísimos los que puedan mantener no obstante su fe firme,

un puñado heroico de “escogidos” que, “si no se abreviara el tiempo, ni ellos resistirían”.

Entonces se producirá “el gran receso” y a causa de él, “el Hombre de Pecado, el Hijo de la

Perdición” tendrá cancha para hacer su satánica voluntad en el mundo -por muy poco

tiempo.

Con todas las promesas divinas encima (hay que decirlo).

SI la Iglesia no practica la honradez, está perdida.

SI la Iglesia atropella la persona humana, está perdida;

SI la Iglesia suplanta con la LEY, la norma, la rutina, la juridicidad, y la

“política”… a la Justicia y a la Caridad, está lista; porque entonces entrará en ella “la

abominación de la desolación en el lugar donde no debe estar” que predijo Daniel

Profeta; es decir, el fariseísmo.

Por culpa del fariseísmo – “sepulcro que no se ve, por lo cual los hombres caminando lo

tocan y se manchan” (Lc.XI, 44) según la Ley de Moisés (Num. XIX, 16, mancha legal “si

alguien tocara un muerto… o un sepulcro, quedará inmundo por siete días”) por lo cual los

judíos “blanqueaban” los sepulcros un mes antes de Pascua -las puertas del Infierno CASI

prevalecerán contra Ella y, sobre ese CASI de desesperación, volverá Cristo.

Velad, pues. Y no toquéis los sepulcros ni las víboras.

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Decíamos ayer…, p. 215 et seq.

La última parábola

Yo sabía que no podía acabar bien; pero nunca soñé que fuera a sucumbir de un

modo tan espantoso.

Mi consejo no le faltó. Fue más o menos éste:

“Hay que partir de este principio: es forzoso contemplar a los poderosos. Y no es

difícil hacerlo si uno se pone a ello. Es algo indispensable. Hay que tomar a os hombres

como ellos son y no como queremos que sean. Con el que tiene el poder es inútil querer

hacerse el tremendo. Hay que ponerse en razón.

Tu estilo de escribir es magnífico. Hay solamente las frasecitas. Son una frase

aquí, otra allá, a veces ninguna, a veces dos o tres, que irritan a muchos y que

suprimidas no perjudican para nada la belleza literaria del conjunto. También hay que

resignarse a no tocar algunos temas demasiado candentes, que de cualquier modo que

uno los trate, descontentan a alguno inevitablemente.

Después de esto hay que ganar a Caifás. Caifás en el fondo te aprecia. Por más

que está ocupado en otros asuntos, no es hombre desprovisto de gusto literario. Un día

dijo de vos: “Compone espléndidamente. La cadencia es perfecta, las metáforas son

abundantes, los tropos son originales, lástima esas demasías que echan a perder todo. Si

este hombre entrase de una beuna vez con toda el alma por el alma que le señalan la ley

y la voz de sus buenos superiores, podría hacer un bien inmenso, sin dejar de ser un

escritor genial.

Tus parábolas son muy buenas; algunas son obras maestras del género. Eres un

verdadero genio, te aseguro que eres genial. El Hijo Pródigo es una cosa intachable, lo

mismo que la de los Talentos, aunque aquí ya la doctrina es un poco rara. La del Rico en

el infierno es bastante fuerte, un poco violenta, los ricos se pueden ofender de ella. La

del Mayordomo Infiel, yo la entiendo bien, pero creo que es más bien para hombres

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muy inteligentes. Ahora, la de los Operarios en la Viña ya son palabras mayores, creo

hubiese sido mejor suprimirla. Decididamente. Una parábola de menos no puede

perjudicar la fama de un escritor ya reconocido como vos. Hay mucha gente a quienes

ha caído muy mal, que la ha tomada muy a mal.

No estamos en Nazareth, ya no somos criaturas. En una gran ciudad como ésta,

hay que enterarse que además de la Naturaleza hay una gran realidad: la política. El

lirio de los campos, las aves del cielo, el sembrador ¡muy bien! Allá en el dulce ambiente

pastoril, el Reino de los Cielos, el Padre Celeste, la Causa de la Verdad está tan cerca de

uno, tan a mano, que uno parecería los toca, toca el cielo con las manos… Aquí hay que

contar con los mecanismos interpósitos, toda la organización oficial con las cuales

también se va hacia Dios, aunque menos directamente. Que ese organismo tiene fallas,

evidente: se trata de hombres no de ángeles. Que tienen puntos podridos, suponiendo

que así sea, no los podemos curar nosotros por ahora. No tenemos los instrumentos.”.

Desde el cerro de Arcalón, veíamos la sinagoga de Cesarea, el gran edificio chato

entre sus andamios como un animal dormido. Yo le dije:

“Te repito que en fondo no es inaccesible. Lo has disgustado mucho, los has

molestado mucho (sin querer, desde luego), los has ofendido mucho, creo que está

enflaqueciendo por causa tuya; pero en el fondo es pontífice, es un hombre consagrado

a Dios ante todo. El trabajo enorme que le inflige el manejo de los caudales del Templo,

¿qué ser humano podría soportarlo a no ser por Dios? No ha tomado mujer a causa de

eso. Caifás es accesible. No se trata exactamente de prohibirte la predicación. Se trata

solamente de encauzar tu predicación de acuerdo a las normas. Al final y al caso son

superiores tuyos y todo lo que hay en ti les debe estar ciegamente sometido; si se

equivocan, ellos darán cuenta a Dios, es una gran tranquilidad de conciencia eso de

poder resignar en otro la propia conciencia.

Hay que agarrar con fuerza esta idea: la Verdad debe ser administrada. La

Verdad pura no es potable al hombre. La verdad necesita filtro, necesita paliativos y

necesita administración. ¿Y quién debe administrarla sino el que oficialmente ha sido

nombrado para eso?

Tienes que darte cuanta de cuán gran florecimiento religioso representa ese gran

edificio, y todas las capillas, leccionarios y adoratorios repartidos por toda esta gran

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ciudad paganizada y turbulenta. Adorar a Dios en espíritu y en verdad está muy bien,

pero ¡eh! No es espíritu sólo el hombre. La plata es necesaria para todo, incluso para la

religión. No te imaginas la masa de bien espiritual en almácigo que representa ese gran

edificio que ahora se construye, el bien que se podrá hacer a los fieles en esa casa de

Dios, que dirige tan acertadamente el arquitecto Jonatás: pero va a costar tres millones

de sextercios y vos sos un hombre que nunca ha sabido lo que es ganar plata. Es muy

lindo abrir el Libro y decir el profeta Isaías dijo: El espíritu de Dios me ha mandado a

evangelizar la aridez; venid y yo os mostraré brotar la fuente de aguas vivas. Pero para decir

eso hay que tener un techo, sobre todo si llueve. Para tener un techo hay que tener un

gran salón. Para tener gran salón se precisa plata, mucha plata. Y la plata hay que

administrarla bien. Cualidad en que nuestro gran Caifás, como no me negarás, no le

cede la palma a ninguno. Eh, eh, es fácil despreciar a los que no tienen facilidad

palabras; pero la predicación ¿por ventura es todo? La administración es lo más

necesario que hay en cualquier sociedad humana.

Ellos están en medio de la política; vos y yo, nazarenos humildes, poetas de

pueblo, escritores de tres al cuarto, ¿qué necesidad tenemos de tocar temas candentes,

habiendo tantos temas sobre qué escribir con gusto y satisfacción de todos? Me dices

que el predicar que no le atienden, y nada, es la misma cosa. Y para hacer oír hay que

hablar del Reino, pues todo el mundo hoy está embalado con el famoso Reino. Muy

bien. Una cosa es hablar del Reino en general, como se debe hablar; otra cosa es

descender al pormenor, hasta llegar a aludir a los herodianos, a los hilleitas, a los

saduceos, y los que es más grave, a los romanos. ¡Ay, ay, ay! La religión no tiene nada

que ver con esas cosas, y a nosotros lo que nos interesa solamente es la religión. El

religioso debe respirar religión, debe comer religión, debe hablar religión y debe vivir

religión en todos sus momentos; como hicieron aquellos grandes padres nuestros los

profetas, que eran pura religión ambulante. Nada más que religión pura. Eso no ofende

a nadie.

Ahora, si es verdad lo que me han contado, que has comenzado a aplicarte a Ti

mismo las profecías y (lo que es muy propio de tu ingenuidad) a tomar las palabras de

los Libros Santos ¡literalmente!; entonces, qué quieres que te diga, francamente, hemos

sido amigos desde la niñez, y por mí yo no deseo repudiar la amistad, pero hay cosas

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que pasan los límites y que yo, sinceramente, te lo digo con toda la franqueza de la

amistad, ¡yo no las entiendo!”. Así mismo se lo dije; y que Dios me mate si miento.

.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .

¡Pobre Jesús! Yo veía que por ese camino no podía acabar bien; pero nunca jamás

soñé ¡Dios mío!, que debía acabar ¡crucificado! ¡Gran Dios! ¡Crucificado!

* * *

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Los Papeles de Benjamín Benavides, Ed. Dictio, Buenos Aires 1978

El retiro de la Iglesia

“Pues sí, señor. San Victorino Mártir continuamente dice que la Iglesia será

quitada: ‘El coelum recissit tanquam liber qui involvitur’, y el interprete interpreta: ‘el

cielo es plegado, es decir, la Iglesia es quitada’; ‘de medio fiet’ –escribe Victorino en su

bajo latín – que en latín significa ‘más todavía: ‘La Iglesia liquidada’.” (pág. 273).

«El mundo quiere unirse -dijo- y actualmente el mundo no puede unir sino en una

religión falsa. O bien las naciones se repliegan sobre sí mismas en nacionalismo

hostiles -posición nacionalista que ha sido superada- o bien se reúnen nefastamente

con la pega de una religión nueva, un cristianismo falsificado, el cual naturalmente

odiará de muerte al auténtico. Sólo la religión puede crear vínculos supranacionales.»

(pág. 292).

Sobre un cristianismo adulterado y bajo una falsa Iglesia se unirán los hombres

sin dogmas que dividan, tal como hoy auspicia el Ecumenismo de la Nueva Iglesia

post-conciliar y la teología progresista, pues como advierte el P. Castellani: «El mundo

quiere unirse y actualmente el mundo no se puede unir sino en una religión falsa.» (pág.

292)

“La presión enorme de las masas descreídas y de los gobiernos o bien

maquiavélicos o bien hostiles pesara horriblemente sobre todo lo que aun se mantiene

fiel; la Iglesia cederá en su armazón externo; y los fieles ‘tendrán que refugiarse’

volando ‘en el desierto’ de la Fe. Solo algunos contados, ’los que han comprado’ con la

renuncia a todo lo terreno, ‘colirio para los ojos y oro puro afinado’ mantendrán

inmaculada su Fe, (…) Esos pocos ‘no podrán comprar ni vender’, ni circular, ni

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dirigirse a las masas por medio de los grandes vehículos publicitarios, caídos en manos

del poder político; y después, del Anticristo: por eso serán pocos.” (…)

(…)Las situaciones de heroísmo, sobre todo de heroísmo sobrehumano, son para

pocos; y si esos días no fuesen abreviados, no quedaría ni uno. Pero la Iglesia no está

por hacer, ya está hecha; hoy está construida, inmensa catedral de piedra y barro, con

una luz adentro. No desaparecerá como si fuese de humo: quedarán los muros, quedarán

al menos los escombros, y en los altares dorados y honrados con huesos de mártires se

sentará un día el Hijo de Perdición, el Injusto, cuya operación será en todo poder de

Satanás, para perdición de los que no se asieron a la verdad mas consintieron con la

iniquidad (páginas 292-293).

La Iglesia creó la Cristiandad Europea, sobre la base del Orden Romano. La Fe

irradió poco a poco en torno suyo y fue penetrando sus dentornos: la familia, las

costumbres, las leyes, la política. Hoy día todo eso está cuarteado y contaminado,

cuando no netamente apostático, como en Rusia; un día será «pisoteado por los

gentiles» del nuevo paganismo. Ése es el atrio del Templo. Quedará el santuario, es

decir, la Fe pura y oscura, dolorosa y oprimida; el recinto medido por el profeta con la

«caña en forma de vara», que es la esperanza doliente en el Segundo Advenimiento, la

caña que dieron al Ecce Homo y la vara de hierro que le dio su Padre para quebrantar a

todas las gentes (pág. 294).

“Ni quedara intacta la Iglesia visible; dentro de ella habrá santuario y atrio.

Habrá fieles, clero, religiosos, doctores, profetas que serán pisoteados, que cederán a la

presión, que tomaran la marca de la Bestia.” (pág. 294).

“El principal déstos es el de la Segunda Bestia, una fiera que surge de la tierra

como la otra surgió del mar, es decir, de la Iglesia en contraposición al mundo; la cual

aunque habla como dragón ‘tienen dos cuernos semejantes al Cordero’. Esta bestia es al

que ‘actúa’ y reduce a la práctica, es decir, ritualiza todo el poder de la otra, dice el

Profeta. Ella es la propaganda sacerdotal; ella organiza la adoración idolátrica, impone

la adoración del ícono nefando (…) Esta bestia es pues evidentemente un movimiento

religioso, una herejía parecida al Cristianismo, la ultima herejía, la más nefanda y sutil

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de todas, la adoración del Hombre; encarnada ella quizá en un genio religiosos, una

especie de inmenso Lutero, Focio, o Mahoma. Quizá sea un antipapa y los dos cuernos

signifiquen la mitra episcopal. No lo sabemos.” (pág. 297).

“San Victorino Mártir netamente asevera que ‘la Iglesia será quitada’; pero eso no

significa que será extinguida del todo y absolutamente, como opino Domingo Soto, sino

su desaparición de la sobre haz de la tierra y a su vuelta a unas más oscura y horridas

catacumbas.” (pág. 344).

“Antes para reconocer a Cristo bastaba creer que había venido; hoy es necesario creer

que ha de volver.” (pág. 425).

“Lo que distingue a los verdaderos cristianos es que esperan la Segunda Venida…”

(pág. 426).

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Cristo y los fariseos

Sobre la Obediencia.

I

La definición de "obediencia" de Santo Tomás es "oblación razonable firmada por

voto de sujetar la propia voluntad a otro por sujetarla a Dios y en orden a la perfección."

Esta definición contiene claramente los límites de la obediencia porque no hay

que creer, A. H., que la obediencia es ilimitada. Todo lo ilimitado es imperfecto. La

obediencia religiosa es ciega, pero no es idiota. Es ciega y es iluminada a la vez, como la

fe, que es su raíz y fuente. Sus dos límites son la recta razón y la Ley Moral.

Ambos límites están también fijados por San Ignacio al afirmar a una mano que

físicamente es imposible asentir a algo absurdo, y a otra, que no hay que obedecer cosa

en que se viese pecado, no ya mortal solamente, sino de cualquier clase. No se puede

ejecutar virtuosamente ninguna cosa donde exista la más mínima porquería,

relajamiento, vileza o claudicación moral.

Esto significa simplemente que ningún hombre puede abdicar su propia

conciencia moral, como nota el Angélico en De Ver. 17, 5, Ad 4m. “Unusquisque enim

tenetur actus suos examinare ad scientiam quam a Deo habet, sive sit naturalis, sive

acquisita, sive infusa: omnis enim homo debet secundum rationem aguere" (1). ¡No

podemos salvarnos al tenor de la conciencia de otro! ¡No podemos eximirnos de

discriminar exactamente con nuestra razón el bien y el mal moral, uno para tomarlo y

otro para lanzarlo! ¡No puede ser nuestro guía interior la razón ajena: los actos morales

son inmanentes y su "forma" es la racionalidad! Si bastara para salvarse hacer literal y

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automáticamente lo que otro nos dice ¿cuál sería entonces la función de la fe, de la

oración, de la meditación, de la dirección espiritual, del examen y del estudio?

Nuestro Padre Ignacio recogió de los antiguos Padres dos expresiones

metafóricas que si se tomaran literalmente engendrarían una monstruosidad. Como

bastón de hombre viejo hay que obedecer y a manera de cadáver hay que obedecer: sí

señor, pero no antes que la conciencia moral haya asimilado el mandato, colocándolo en

la línea de su conocimiento de Dios y haciéndolo escalón de fe y de caridad divina. Es

evi dente que esto no se puede hacer con una cosa torpe, absurda o ridícula. El "ir a

tomar la leona y traerla al superior suyo" podrá haber sucedido en la prehistoria del

Cristianismo, aunque por cierto a mí no me consta; pero ningún teólogo sensato lo

tendrá por lícito en casos normales.

El obediente verdadero obedece al Superior menor a la luz de la voluntad

conocida y amada del Superior mediano; y al Superior mediano a la luz conocida,

entendida y amada del Superior Sumo; y la de éste a la luz de las Reglas; y éstas a la luz

del Evangelio; y éste a la luz interior que el Espíritu Santo imprime en los corazones y

con la cual el Verbo ilumina a todo hombre venido a este mundo; de manera a formar

una escala luminosa por la cual cualquier voluntad contingente o ínfima haga actos

muy excelentes, superiores a su propia habitualidad tomada separadamente, por su

unión con otras voluntades mejores, y en definitiva con la de Dios. Y la voluntad de

Dios, no es de derogar el orden natural sino de coronarlo y sobreelevarlo.

Con esto queda dicho que la obediencia no se inventó para que en la vida

religiosa se hagan cosas raras, feas o disparatadas; para que el orden natural se vuelva

del revés y los necios presuman guiar a los entendidos y "llevarlos al hoyo", como

previno N. Señor en la Parábola de los Ciegos. No se inventó la obediencia para

substituir en el gobierno de los hombres la inteligencia por el antojo de los ambiciosos o

agitados; ni para pretender que el que no sabe un oficio se entrometa a corregir al que lo

sabe; ni para destruir en los hombres la conciencia profesional ni la honradez

intelectual; ni para permitir que ocupen los comandos los mediocres engreídos, esos

"superiores briosos y sin letras" a los cuales la cordura de Mariana atribuía la causa de

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los desórdenes sociales en la Provincia Española bajo Acquaviva. Si para tales cosas

dijera Cristo: "Qui vos audit, me audit" (2) y para eso reglamentara la Iglesia la vida

religiosa; pensarlo es blasfemia, porque entonces más valiera que Cristo no hubiera

venido.

Los que llevados de cualquier pasión, o por ignorancia o por malicia, sabiéndolo

o no sabiéndolo, quieren hacer un "cadáver" h literal de sus súbditos; o bien se sujetan al

Superior con el servilismo inerte de estólidos "bastones"; pecan, abusan del don de Dios,

desacreditan a Cristo. Como toda virtud marcha en medio de dos vicios, así la

obediencia camina entre la insumisión por un lado y por otro la sujeción servil, el

espíritu de esclavo, la obsecuencia muerta, la dependencia al hombre como hombre, la

ignavia (3), la pereza de pensar y la cobardía de ser persona, cosas todas que son

abominables a Dios y al varón Cristo y que impiden al hombre ser dueño de sí, tomar el

timón y ser el capitán de su propia alma.

Lo cual es el principio de toda vida que no sea infrahumana y mucho más de una

vida sobrenatural.

* * * * * *

II

La verdadera obediencia pertenece a la virtud de la religión, la primera de las

morales; y por tanto sólo puede producirse en el clima teologal de la caridad. Sin

caridad es informe. Una virtud informe es a veces más peligrosa que un vicio, "por ser

grande el peligro de la vía espiritual cuando sin freno de discreción se corre por ella".

Ésas son las "virtudes locas", que a semejanza de las "verdades locas" de Chesterton, son

dinamita.

El P. Genicot pone el caso de un súbdito que notase en el Superior señales

inequívocas y habituales de hostilidad o enemistad; y preguntándose si en este caso

estaría obligado a obedecerle, responde que no, incluso en los mandatos donde no se

vea formidolosidad (4); pues un enemigo nos desea de suyo la destrucción aun sin

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saberlo. Cesa la obligación de la obediencia, por incumplimiento por parte de uno de

los "contratantes".

Aristóteles enseña (Eth. Nic. IX, 6) que una sociedad cesa de serlo si se deseca en

ella la "concordia", que es la amistad social; entre religiosos llamada "caridad". En ese

caso hipotético, el mecanismo de la obediencia se convertiría en un esqueleto sin carne,

en una máquina monstruosa que parece humana pero puede ser ocupada de hecho por

el demonio: máquina que no puedo considerar sin horror. En efecto, en tal caso, aquel

inmenso poder que presta a un mortal la atadura omnímoda y total con que otro se le

ha sujetado como si fuese al mismo Dios, moviéndose desordenadamente y sin el

control del amor divino y el lubricante del afecto humano, puede producir estragos,

puede torturar de una manera increíble; y yo no dudo que puede, permitiéndolo Dios,

llegar al homicidio indirecto poco menos. La historia parece confirmarlo. Omnis, qui

odit fratrem, homicida est. (5)

En efecto, se produce el caso de la madre desnaturalizada, que es, dice

Aristóteles, la bestia más cruel que existe:

¿Puede darse este caso? ¿Es posible esta desaparición de la caridad y la

consiguiente aberración del poder en lo religioso? Hélas, todo es posible al hombre

corruptible y el mortal puede abusar de todo, incluso de la Eucaristía, como vemos en la

Primera a los Corintios, XI. Esto, hablando en tesis. Hablando en concreto, me parece

difícil que acaezca en nuestra Compañía, que parece conservar de San Ignacio una

herencia persistente de nobleza y dignidad independiente de la eventual baja cuna o

plebeyismo de tales o cuales superiores, y una de las contingencias más temibles de la

ambición y el nimio apego al mando.

Sin embargo nuestros enemigos nos han descrito muchas veces con esa figura de

máquinas inhumanas, autómatas inertes, conciencias mutiladas. No solamente

poetastros delirantes como Eugenio Sué, sino hombres de talento, aunque adversos a

nosotros, como Michelet, Quinet, Eduardo Estauniée, Boyd Barret, Aldous Huxley, se

han aplicado minuciosamente a hacer grandes retratos odiosos de la Compañía como

máquina destructora de la personalidad humana y fabricadora de horrendos "robots"

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con sotana. ¿Qué veían en ella para poder hacerlos? Veían las reglas sin el interior

espíritu de amor y caridad. Veían lo que sería la Compañía si se violase en ella la Regla

Primera. Veían lo que puede ser la Compañía de Jesús sin gobierno o con mal gobierno;

y lo que tiene el deber gravísimo de evitar la Congregación Provincial y la

Congregación General.

A las cuales asisto por medio de esta carta. Porque a mí, la voz pasiva me la

podrá quitar el Provincial, pero la voz activa me la dio Dios. El que tiene boca, a Roma

va, —dice el proverbio.

* * * * * *

III

De la misma definición puesta arriba, se deduce la tercera de las propiedades de

la obediencia, a saber: que ella ata al Superior lo mismo que al súbdito de tal modo que

a causa de ella un mandón indiscreto, un inepto para dirigir, un superior sin luz puede

cometer como una especie de profanación o sacrilegio. En efecto, los votos hacen al

religioso, según Santo Tomás, "res sacra" (6) a manera de los antiguos sacrificios. Dios

mató a los profanos que comieron los panes de la proposición, que eran panes no

consagrados, sino mera-mente ofrecidos a Dios por el pueblo.

Mi buen amigo el P. Prato O.M.R.C. desenvolvió discretamente esta doctrina de

Santo Tomás en el retiro que dio a los PP reunidos para el Capítulo Provincial: probó

que un religioso era más sacro que un cáliz, una patena o una custodia, con los cuales

consta que se puede pecar aun gravemente por irreverencia o profanación. Es una

custodia viviente: para él se han hecho todas las custodias de la tierra. Para el hombre se

hizo el sábado.

Si a algo creado se puede comparar, sería a las mismísimas especies

sacramentales, depositarias de Cristo. Porque por la gracia no solamente en él vivimos

nos movemos y somos, sino que veramente “vivit vero in me Christus” (7); y por la

profesión religiosa, somos simpliciter cosa e impersonación suya. Por eso es sacrilegio

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matar a un clérigo o poner en él violentas manos. Por eso también es profanación

tratarlo .como animal o planta.

Ahora bien, el cordón umbilical (si licet) de esta transvitalización no es otro que

el voto de obediencia; el cual por consiguiente agarrar con torpeza, manejar con

descuido o izar con violencia es cosa gravísima. Usar del mandato bajo santa obediencia

de cualquier manera, para cosas absurdas, irrazonables, fútiles, inútiles, inconsideradas

o simplemente menores en volumen o ridículas en importancia, es pecado grave según

todos los teólogos. Es pecado de irreverencia y desecración.

En la Primera a los Corintios San Pablo explica las frecuentes enfermedades y

muertes prematuras de los fieles por las irreverencias y abusos vigentes hacia la

Sagrada Eucaristía. De donde arguyen los teólogos que Dios castiga esta especie de

pecados con flagelos corporales. "Ideo inter vos multi inflami et imbecilles et dormiunt

multi." (8)

Habiendo pues una analogía perfecta entre el Sacramento y el sacro hombre que

es el religioso, bien se puede temer en pura fe que un bajón en la pureza, la verdad y la

caridad en el modo de mandar, la falta de justicia distributiva en el gobierno, y la flojera

e impotencia en reparar las injusticias y las iniquidades, no atraigan el peso del brazo

airado de Dios sobre las comunidades religiosas.

He de decirlo aunque sea grave: el terrible destino del Padre Abel Montes, el

lento naufragio de esa fina y delicada personalidad —de la salud en la neurosis, de la

neurosis a la demencia, de la demencia en la muerte trágica y desolada— pudo muy

bien tener como causa las fallas de la caridad en la Provincia y el uso inconsiderable del

mandato ciego.

No me consta. Pero tengo suficientes datos para creer, delante de Dios Nuestro

Señor, que no es imposible. Y eso ya es bastantemente grave.

Si no me consta, ¿por qué lo digo? Porque debo decirlo. Para que no se me pudra

dentro.

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Sea ello como quiera, Deus scit, el caso es, AA. HH. míos, que estas

consideraciones son verdaderas y no pertenecen al mundo de la estratósfera ni al

planeta Marte; y me ha parecido expediente in Dómino hacerlas para mí primero y

luego para quien quiera recibirlas.

Si nadie quisiera recibirlas: si la afición al ocultismo y el "tapujismo" vigentes en

la Provincia echara tierra encima de esta luz que por el más indigno de sus hijos se hace

patente, si los Rectores prudentes se creen con derecho e impedirme la "communicatio

crebra" con mis carísimos Hermanos y Padres, después que se me ha excluido de la

Congregación Provincial y se me ha difamado por nuestras casas, ¿creen que voy a

morir por eso? Ni siquiera me van a parar, juro al cielo. Será peor para todos.

Invenciblemente non sine númine (9) me siento obliga-do a decir mi verdad, por

la vía que me queda abierta, en el momento en que nuestra amada Provincia, como la

Compañía toda y la Iglesia por entero se preparan, como dijo su Santidad Pío XII, AL

FUTURO PRÓXIMO ENCUENTRO DE CRISTO CON EL MUNDO.

En unión de oraciones sinceramente

Professus Mínimus

Leonardo Castellani, “Cristo y los fariseos”

Notas:

(1) Cada uno está obligado a examinar sus actos según la ciencia que ha recibido de

Dios, ya sea natural, ya adquirida, ya infusa: pues todo hombre debe actuar según la

razón.

(2) Quien a vosotros escucha, a mí me escucha (Lucas 10, 16).

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(3) Apatía, flojedad.

(4) Temor.

(5) Todo el que aborrece a su hermano es un asesino (1 Juan 3,15).

(6) Una cosa sagrada.

(7) Es Cristo quien vive en mí (Gálatas 2,20).

(8) Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos

(1 Corintios 11,30).

(9) No sin inspiración divina.

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Tomado de Domingueras prédicas Ediciones Jauja, Mendoza, 1997

Domingo Tercero de Cuaresma.

JESÚS Y BEELZEBUL. (1965)

Estaba expulsando un demonio que era mudo; sucedió que, cuando salió el demonio, rompió a

hablar el mudo, y las gentes se admiraron. Pero algunos de ellos dijeron: «PorBeelzebul, Príncipe

de los demonios, expulsa los demonios». Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del

cielo. Pero él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda

asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo

va a subsistir su reino?. Porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso

los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos 1 Por eso, ellos serán vuestros

jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino

de Dios. Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero

si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte

sus despojos». «El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama.

Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de

reposo; y, al no encontrarlo, dice: "Me volveré a mi casa, de donde salí". Y al llegar la encuentra

barrida y en orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan

allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio». Sucedió que, estando él diciendo

estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los

pechos que te criaron!» Pero él dijo:« Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la

guardan».

(Lc. 11,14-28)

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La mayor diablura del Diablo es hacer creer que él no existe. La Iglesia lee hoy

otro Evangelio sobre el Diablo. ¿No bastaba el Evangelio del otro domingo, sobre las

tentaciones de Cristo? Parece que no.

Los dos errores de la gente acerca el Diablo son que algunos desconocen su

poder y algunos exageran su poder.

Cristo respondió a estos dos errores por medio de tres pequeñas parábolas acerca

el Diablo. Ellas fueron proferidas en la segunda gran discusión que tuvo Cristo con los

fariseos en su camino de Jericó a Jerusalén, después que en la primera discusión habían

amenazado con matarlo: la tercera discusión tuvo lugar en la semana de la Pasión. Aquí

la discusión surge cuando ellos lo acusan de hacer milagros por virtud del Diablo,

después que Cristo hubo curado a un endemoniado mudo (sordomudo) y ciego, al cual

devolvió la vista, el oído y el habla. Cristo a su vez los acusa de cometer pecado contra

el Espíritu Santo.

Ellos no habían nombrado para nada al Espíritu de Dios, aparentemente sólo

habían insultado a Cristo. Pero era un insulto a Dios y un pecado de fariseísmo: porque

ellos, aquello mismo que debía ser motivo de reconocer a Cristo como enviado de Dios,

lo convierten en un tremendo crimen de Cristo, tener pacto con el Demonio. Este

pecado "no tiene perdón ni en el cielo ni en la tierra", dijo Cristo. No que Dios no esté

dispuesto a perdonar a todo el que se arrepienta, sino que estos se cierran el camino del

arrepentimiento, haciendo uso de la religión como tapadera de sus pecados. Lo único

que podría abrirles el arrepentimiento es la religión; y si ellos hacen de la religión un

nuevo pecado...

Los pecados contra el Espíritu Santo, según el Catecismo Astete son cuatro:

negar la verdad conocida,

desesperar de la salvación,

presumir de salvarse sin merecimientos,

tener envidia de la gracia de otros.

Son pecados contra la fe, la esperanza y la caridad. Están tomados de San

Agustín; pero San Agustín en otro lugar enumera siete pecados diferentes destos. Es

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decir, simplemente, el pecado contra el Espíritu Santo es el fariseísmo; el cual tiene

muchos efectos y diversas manifestaciones. Todos éstos de aquí proceden del fariseísmo

(14).

Cristo refutó esta calumnia sobre sus milagros con la comparación de un Reino

en guerra civil: si Satanás hace milagros contra Satanás, "si Yo arrojo demonios por

virtud del Demonio", entonces el Reino de Beelzebul (el Rey de las Moscas) está

dividido en sí mismo y se viene abajo. "Y si Yo hago milagros por poder del Demonio,

entonces vuestros hijos ¿por poder de quién los hacen?" Entonces todos los discípulos

deberían estar endemoniados, y además otros exorcistas independientes que arrojaban

demonios nombrando a Jesús de Nazareth.

Cristo indicó pues el poder del Diablo, puesto que su reino no está dividido: hay

cierto orden jerárquico en el Infierno, en virtud no del amor y la obediencia, sino en

virtud del miedo a los demonios mayores, que pueden castigarlos; pero el poder del

Infierno es limitado, pues los hombres pueden arrojar a los demonios.

La segunda parábola se apoya en este hecho de que el Diablo puede ser vencido:

"cuando el Fuerte Armado custodia el atrio de su casa, en paz están todas las cosas que

posee; pero si viene otro más fuerte, lo derrota y lo ata, se produce conmoción y el

Vencedor distribuye los despojos". Cristo es el más fuerte y el más armado: el Demonio

está siendo vencido y hay gran conmoción en Palestina. Otra vez Cristo señala el gran

poder del Demonio: lo llama "el Fortacho Armado" y en otra ocasión lo llamó "el

Príncipe deste Mundo"; y señala también su debilidad ante el poder de Dios, pues está

siendo vencido.

La tercera parábola es rara: la del "hombre que echa de sí un demonio y después

se descuida y vienen siete demonios y el estado desa alma se para peor que antes "(15).

Siete demonios dice el Evangelio que echó de la Magdalena Cristo; mas aquí Cristo

evidentemente alude al estado de los fariseos y del pueblo que los seguía: se habían

librado del paganismo pero habían caído en algo siete veces peor, el fariseísmo. En otra

ocasión Cristo les dijo que ellos estaban poseídos por el Demonio, eran "añamembuí",

como dice el correntino, o sea hijos del Diablo, el Gran Asesino y el Gran Mentiroso. No

le dijo a uno en particular: "Tú estás poseído", sino a todo el grupo de los fariseos:

"vosotros"; indicando que el Diablo puede poseer (en un cierto sentido) a grupos

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enteros y también a ciudades enteras y también a naciones enteras —como nos

adoctrinó el padre dominico en su libro titulado El Diablo en la Nación.

¿Qué significa esa cosa rara que dijo Cristo, de que el diablo arrojado se va al

desierto, anda vagando por allí, encuentra otros siete, y se vuelve a su casa primera?

Esta pregunta derrotó a todos los exegetas menos a San Jerónimo; el cual vio que Cristo

había tomado la imagen de lo que acontecía en Palestina con los criminales: salían o

fugaban de la cárcel, no encontraban trabajo en poblado por su mala fama, iban al

desierto, topaban con otros en la misma situación, y formaban gavillas de salteadores

mucho más potentes y peligrosas. Eso prueba, entre paréntesis, cuan sabia es la práctica

penal de los yanquis que ellos llaman " parole-boards ".

Otra vez tenemos que el Diablo es poderoso y que el Diablo puede ser vencido;

pues incluso a los siete juntos echó Cristo de la Magdalena.

¿Quiénes niegan esto? Los que niegan el poder del Diablo e incluso su existencia,

son los naturalistas y los racionalistas modernos, a quienes el Diablo hace la gran

diablura. Dejémoslos en paz hasta que se topen con el Diablo cara a cara. El de ellos,

cuando paladinamente niegan la existencia del Diablo (y de Dios), es pecado contra el

Espíritu Santo.

Los que exageran el poder del Diablo, haciéndolo mayor que el poder de Dios

(explícita o implícitamente) son los llamados maniqueos, que tienen una larga historia,

desde la religión de Zoroastro en Persia hasta los actuales calvinistas, pasando por los

temibles albigenses del siglo XII: éstos nunca desaparecen.

Decían entre otras cosas que el Diablo creó todas las cosas materiales y Dios

solamente las cosas espirituales; contra los cuales se puso en el Credo de Nicea, que se

canta en la misa: "visibilium omnium et invisibilium, Creador de todo lo visible y todo

lo invisible". Los maniqueos decían todo lo visible era del Diablo, incluso el vino, la

carne asada, la caña, la sidra y el matrimonio (la carne sin asar); lo mismo que los

puritanos ingleses y los vegetarianos argentinos. Si quieren una muestra del

maniqueísmo moderno, lean la novela de Asturias El Señor Presidente, donde pinta a

su patria, Guatemala, como una nación infernal, realmente posesa del Demonio.

San Agustín cuenta que un maniqueo fue a visitar a un cristiano, el cual estaba

muy impacientado por unas moscas bravas, como hay en África; y aprovechando la

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ocasión le preguntó: ¿Quién habrá creado estas moscas? —El Diablo creo yo las habrá

creado— dijo el otro. — ¿Y las langostas que son un poquito mayores?— También debe

haber sido el Diablo. — ¿Y las ratas? El otro vaciló un poco y dijo: Las ratas también —

¿Y las víboras?... Y así sucesivamente de menor a mayor lo fue llevando a conceder el

Diablo había creado hasta los elefantes.

Éste es un cuentito inventado por San Agustín para enseñar a los hiponenses que

el Diablo a veces nos va llevando de faltas pequeñas a faltas cada vez mayores: "cada

vuelta má grande má grande, cada vuelta peore peore", como cantaban mis vecinos el

Domingo pasado a altas horas de la noche. San Agustín en su tratado catequético

aconseja que nunca prediquen sin contar un cuentito; y Cristo mismo, Uds. ven, hacía

eso mismo. Pero el poder del Diablo no es un cuentito.

El poder del Diablo se ejerce por la astucia y por la violencia: a Cristo primero lo

tentó por astucia, después lo hizo crucificar con violencia.

El Demonio como es tan astuto

Arrancó una piedra y rompió un farol,

Y lo vieron los Padres Franciscos

Y lo acogotaron contra un paredón.

Hoy día hay naciones enteras dominadas por la mentira astuta o por la violencia cruel;

que serán las armas del Anticristo.

Hay naciones en donde reina la crueldad; y la crueldad es netamente diabólica.

Las hubo antes: el Imperio Romano, la Inglaterra de Isabel I, la Rusia Soviética, ahora...

Pero la debilidad del Diablo es que no puede devorar sino al que se le arrima: es

como un león encadenado: San Pedro dice que es un león que anda dando vueltas,

haciendo círculos enderredor nuestro.

Al final desta discusión, una mujercita, que pudo haberse llamado Lola o Pepa, le

dijo a Jesús: "Bendita sea tu mare".

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Notas

(14). "El fariseísmo es el gusano de la religión; y después de la caída del primer Hombre

es un gusano ineludible, pues no hay en esta mortal vida fruta sin su gusano ni

institución sin su corrupción específica".

"Es la soberbia religiosa: es la corrupción más sutil y peligrosa de la verdad más grande:

la verdad de que los valores religiosos son los primeros. Pero en el momento en que nos

los adjudicamos los perdemos; en el momento en que hacemos nuestro lo que es de

Dios, deja de ser de nadie, si es que no deviene propiedad del Diablo" (Castellani,

Leonardo, Cristo y los Fariseos, inédito, Prólogo)

Castellani distingue siete grados en el fariseísmo:

1.- para no entregar el corazón a Dios, el fariseo reduce la religión a pura exterioridad.

2.- la religión se vuelve rutina y oficio.

3.- la religión se vuelve negocio o "granjería".

4.- la religión se vuelve poder o influencia, medio de dominar al prójimo.

Hasta aquí el fariseísmo se ha mostrado corruptor de la fe y la piedad, convertidas en

carrera, artimaña, política, negocio. Pero la soberbia religiosa va más allá del uso de la

religión para instalarse en el mundo y quedarse con los bienes de la tierra: en tales

almas se agazapa el demonio, y para sacarlo a luz Dios pone al fariseo un blanco

humano: la persona religiosa. Entonces el fariseísmo se muestra claramente como el

pecado contra el Espíritu Santo pues lleva a:

5.- aborrecer al hombre religioso.

6.- perseguirlo.

7.- el sacrilegio: darle muerte con la persuasión de hacer algo agradable A Dios.

"La última corrupción de la Iglesia (es decir, el fariseísmo generalizado y entronizado)

traerá consigo lo que San Pablo llama la Gran Apostasía y la Gran Tribulación". ("La

Ausencia del Poder", en "Dinámica Social" Na 77, marzo de 1957, p. 6).

Sobre el fariseísmo se puede ver en el presente volumen la homilía del "Domingo

Decimosexto después de Pentecostés", El Evangelio de Jesucristo, "Domingo Tercero

después de Epifanía" y "Domingo Décimo después de Pentecostés"; Las Parábolas de

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Cristo, "Parábola del Sepulcro y de las Víboras" y " Parábola del Fin de la Sinagoga" (II);

Los Papeles de Benjamín Benavides, Parte Tercera, Cap. I: "Las Dos Mujeres" y Cap. VI:

"El Retiro de la Iglesia"; El Ruiseñor Fusilado, Cap. VI: "El Fariseísmo"; Cap. XXX: "La

Pesadilla"; Las Ideas de mi Tío el Cura, Cap. XVIII: "Sobre Tres Modos Católicos de Ver

la Guerra Española"; Psicología Humana, Cap. XI: "Las Ideas" (en la parte final del

Capítulo); La Muerte de Martín Fierro, Cantos VIII, XI, XIII y, especialmente, Canto XV.

(15). Castellani expone esta parábola en La Muerte de Martín Fierro, canto VIII:

" Tocados del grano malo

De soberbia o ambición

Se les seca el corazón

Y entra un diablo allí a vivir-

Llegan a tener pasión

Y gusto de hacer sufrir.

Se va un diablo y vuelven siete

Surge entonces algo avieso-

Creo que inventó el oceso

Que se llamó Santo Oficio

Esa gente que es sin vicio

Pero no es de carne y hueso."

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Tomado de Domingueras prédicas Ediciones Jauja, Mendoza, 1997

Domingo Decimosexto después de Pentecostés.

La Contienda acerca del Sábado (1968)

" Y sucedió que, habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos para

comer, ellos le estaban observando. Había allí, delante de él, un hombre hidrópico. Entonces

preguntó Jesús a los doctores de la Ley y a los fariseos: «¿ Es lícito curar ensábado, o no?» Pero

ellos se callaron. Entonces le tomó, le curó, y le despidió. Ya ellos les dijo: «¿A quién de vosotros

se le cae un hijo o un buey a un pozo en día de sábado y no lo saca al momento?» Y no pudieron

replicar a esto."

Lc. 11,1-6)

Hay aquí tres cosas: la curación de un hidrópico, la constante contienda acerca

del Sábado y la parábola del Ultimo Lugar. De los milagros y de la Parábola he hablado

ya más de una vez; hoy hablaremos desta manía de los fariseos acerca del Sábado legal,

que fue la única acusación que hicieron a Cristo durante su Predicación y sale siete

veces en los Evangelios; a la cual acusación Cristo respondió indirectamente, en este

caso "ad hominem"67, como dicen; y en todos los casos respondió que "el Sábado se

hizo para el hombre y no el hombre para el Sábado"; o sea, que ese precepto positivo de

Dios de descansar el Sábado había que cumplirlo pero no era el único ni el mayor de los

mandatos y no había que hincharlo de modo que oprimiese al hombre en vez de

ayudarlo.

Esa hinchazón ridicula del descanso semanal convertido en superstición es típica

del fariseísmo. El fariseísmo es un desecamiento de la religión que la convierte en

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superstición y después en fanatismo, incluso en ferocidad. Y todas las religiones están

expuestas a ese desecamiento. La católica también.

Los psicólogos actuales hablan mucho de la religión cerrada y la religión abierta:

después que el filósofo Bergson escribió su gran libro Las Dos Fuentes de la Moral y la

Religión. La religión cerrada, como su nombre lo dice, es una religión limitada y

externa; limitada a una nación o una tribu (como las Iglesias nacionales, la Iglesia

Luterana Danesa); y es externa, o sea que consta sobre todo de exterioridades, como

guardar el Sábado. "¿En dónde hay que adorar, en el monte Garizim o en el Templo de

Jerusalén?". "Mujer en verdad te digo que llegará la hora, y ya es, en que los veros

adoradores adorarán a Dios en todas partes en espíritu y en verdad" —respondió Cristo

a la Samarita. Las religiones cerradas están al servicio de la sociedad, la cual la usa para

su propia defensa; y por medio de la facultad de "fabulación" que hay en el hombre

inventa fábulas o mitos. La religión griega, que luego pasó a los romanos, es el ejemplo

más a la vista; a Sócrates lo mató Atenas como "ateo" porque se había libertado de la

mitología. Se puede decir que hay tres religiones: la religión A, la religión de los

paganos, que es natural; la religión B, la religión de los cristianos, que es sobrenatural; y

la religión A', enmedio de las dos, que fue la religión de Sócrates. Sócrates se libertó de

los mitos griegos hacia el Dios único: pero no llegó al Dios único, el Dios del Misterio, ni

podía tampoco. Chocó contra un muro, que era lo Sobrenatural, el Misterio; se halló

ante una gran oscuridad, y por eso decía: "Sólo sé que no sé nada". Más tarde

Aristóteles, que había recogido la herencia de Sócrates, fue perseguido también como

ateo y por un pelo salvó su vida.

Pero nosotros somos cristianos... porque nos han bautizado cuando teníamos 5

días. ¡Ojalá que algunos cristianos de hoy, con bautismo y todo, tuvieran al menos la

religión de Sócrates! El filósofo Suero Kirkegord se levantó contra la Iglesia Nacional

Danesa, llamándola "la Iglesia Establecida", es decir asentada, habituada, rutinada: no

seguía ya el Evangelio sino como los fariseos, la ley del Sábado. Él no pretendía

reformarla: no tenía autoridad ni poder para eso, tenía inquina a los reformadores,

empezando por Lutero. Quería ayudar a los particulares a "volverse cristianos" —o sea

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volver a la religión de Cristo dejando la religión desecada de Cristian IV y el Arzobispo

Mynster. La Iglesia Establecida lo puso al margen, se negó a ordenarlo sacerdote siendo

cultísimo y religiosísimo y le hizo el vacío, de tal modo que del mejor de sus libros

Nonadas Filosóficas, que es una maravilla, vendió 5 ejemplares. Al fin de su vida,

agotado por esfuerzos enormes en favor de su país y de la religión abierta, dijo:

"Dinamarca es un país cristiano; pero en toda Dinamarca no hay ni un solo cristiano".

Era un ejemplo de lo que llamó Bergson religión cerrada: una iglesia dominada por el

fariseísmo. Kirkegord pereció en su lucha y ¿qué consiguió? Ciertamente no consiguió

reformar a Dinamarca. Salvó su alma.

Bien, nosotros no somos una secta protestante. Kirkegord mismo dijo que en la

Iglesia Católica era mucho más difícil sucediera ese torcimiento sutil que él tenía

adelante —y que él solo percibía entre 16 millones de hombres. Bien es más difícil pero

no es imposible: el desecamiento es siempre posible.

La "Iglesia Establecida" existe hoy en todas partes: la religión exterior, la religión

acostumbrada, la religión poco caritativa y poco humilde. Naturalmente la Iglesia tiene

bienes, tiene puestos, tiene honores y tiene propaganda; si todo eso se hace exclusivo o

se administra mal, la Iglesia comienza a parecerse a un partido político, o a una

empresa comercial, o a una secta, o una repartición del gobierno (68).

El signo fatal de la Religión Cerrada o la Iglesia Establecida es el odio a la

inteligencia; o al menos el desprecio de la inteligencia, o la no-percepción de la

inteligencia. A la Iglesia rutinada o rutinaria lo que le interesa es la propaganda; y a la

inteligencia lo que le interesa es la verdad; de modo que la Iglesia la deja a un lado, si es

que no la maltrata o persigue69. No digo siempre: en los grandes siglos cristianos se

acordaban del dicho de Santo Tomás: "intelligentis est gubernare" (70). En cambio un

funcionario curial de aquí ha dicho, según me cuentan: "¡Cuidado con los sacerdotes

que escriben libros!" A los que escriben libros los tienen por enemigos natos. Un Obispo

argentino (un obispo sacado) acaba de publicar un libro; por desgracia es bastante malo

—flojo.

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¿Para qué voy a hablar mal de mi madre? Pero la Iglesia Establecida es mi

madrastra. Hay una revista católica hecha por unos cuantos señores y sacerdotes muy

piadositos y bien intencionados, pero que no son del oficio, no son escritores y

periodistas, y por tanto la revista es mala, regular para abajo, como revista. Y un Obispo

del Interior les escribió una carta diciendo que esa revista es lo mejor que se ha escrito

en la Argentina. Es de lo peorcito. Pero es una revista de Propaganda.

Y todo esto, que parece murmuración ¿a qué viene? Viene simplemente a

enseñar que existen religión abierta y religión cerrada, como era al máximo la religión

de los fariseos con su maniática observancia del Sábado; y que todas las religiones están

expuestas al cerramiento, la católica como todas, pero menos que todas. Les dije antes

que el filósofo Suero Kirkegord al fin de su vida cargó como un rinoceronte contra su

propia Iglesia Luterana Danesa, por haber llegado al colmo del cerramiento o

fariseísmo; pero estampó solemnemente en su "Diario" que en la Iglesia Católica no

podía darse eso, que era imposible al punto de rutinización y mundanidad de su propia

Iglesia Luterana Danesa; porque había en ella algo que luchaba de continuo contra esa

esclerotización; y explica elegantemente el por qué (71).

Esto no lo inventé yo, lo dijo un gran teólogo luterano —luterano por lo menos

en los dos primeros tercios de su vida. Y el remedio que hay en la Iglesia tampoco lo

inventé yo —ni Bergson, ni Kirkegord— es el Mandato primo y principal, amar a Dios

sobre todo y al prójimo como a sí mismo; o sea la Caridad de Cristo.

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Notas.

67. N. del E.: El argumento "ad hominem" confunde al adversario oponiéndole sus

propias palabras y actos.

68. "Antes los Emperadores achacaban a los cristianos el ser 'enemigos de la

humanidad", ahora el Cristianismo es 'humanismo". Antes los Emperadores achacaron

a los cristianos el ser 'enemigos del Estado", ahora el cristianismo es 'patriotismo" y la

Iglesia es del Estado" (De Kirkegord a Tomás de Aquino).

69. A la Iglesia le ha ido mal cuantas veces prefirió la Propaganda a la búsqueda y

enseñanza de la Verdad: "En el siglo XVIII los jesuítas franceses tenían un matemático

tan grande como Pascal, el P. Lallouére; pero no tenían un escritor como Pascal. Lástima

grande. Nadie supo hacer una refutación maestra, ni siquiera elegante, de las 'Cartas

Provinciales*... que fueron para los jesuitas un golpe atroz. Me atrevo a decir que si ese

libro no existiera, los jesuitas no hubiesen podido ser expulsados de Francia, y más

tarde suprimidos... Les faltaban teólogos, filósofos y buenos escritores. Tenían buenos

profesores, 'apologistas" baratos y escritores 'piadosos" de mal gusto, en profusión;

junto con el favor de la Corte y parte de la Nobleza; y un poder político enorme"

("Televisión Católica", en Cristo ¿Vuelve o no Vuelve?, DICTIO, Buenos Aires, 1976, p.

268 y 269).

70. "Al inteligente compete el regir".

71. " Lo que diferencia a la Iglesia Católica y la hace horra en parte de la terrible sátira

de Kirkegord es lo siguiente:"

"lº- En el Catolicismo está siempre vigente un mínimum de "ascetismo", centrado en el

clero y las órdenes, aunque no fuera más que por la práctica del celibato religioso y la

pobreza actual; y es la 'abolición del ascetismo" lo que más da en rostro al filósofo danés

en su propia Iglesia Oficial: el cristianismo a semejanza de su Modelo debe sufrir por la

doctrina; y esta Cristiandad Luterana hace de la doctrina y de sus predicadores un

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'puesto", un 'acomodo", una 'carrera" fácil, cómoda y gustosa". -"No confirman la

doctrina con sus vidas", etc".

"La fórmula áspera: 'el cristianismo es para sufrir y no para gozar", que horripila a

Sciacca y otros, es una frase elíptica de polémica; y es bien entendida por Kirkegord,

como veremos.

"2°- El catolicismo, por tener en Roma una cabeza independiente y estar repartido por

todo el mundo no cae nunca en la 'dependencia total del Estado" y por tanto del

'Mundo", que es el segundo achaque de Kirkegord —a pesar de las posibles deficiencias

particulares en algunas regiones. Y aun cuando Roma misma a veces 'fornique con los

Reyes de la Tierra\ siempre permanece vigente el principio; pues hay siempre

resistencias a esa fornicación y nunca falta alguien que patea -denuncia y apostrofa;

hasta la misma muerte a veces, como Juana de Arco y Savonarola".

"Esta diferencia fue expuesta lúcidamente por Kirkegord en tres páginas de sus Diarios,

fecha Abril 1854; y en el tiempo en que editaba El Instante (el último artículo

periodístico acerca de la "Iglesia Nacional Danesa", hallado en borrador sobre su mesa

después de su muerte) hay más de un centenar de 'entradas" en el Diario (1855) en que

se medita sobre esta discrepancia; que confirman la impresión instintiva de los

contemporáneos del filósofo de que 'si hubiese vivido más tiempo, se hubiese pasado a

Roma". (Murió a los 42 años)".

"Lowrie (el traductor inglés de Princeton, que publicó los 21 artículos postumos del

danés con el título de 'Attack Upon Christendom ~) dice con humor que si Kirkegord

hubiera pasado al Catolicismo, al poco tiempo hubiese producido otra sátira terrible

contra la politiquería y la burocracia del Vaticano. Es posible. ¿Adonde irá el buey que

no are? Para mí, es una lástima que no haya.

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El Evangelio de Jesucristo, Ed. Vórtice, Bs. As., 1997, pp. 332-337

El Evangelio de Jesucristo, Ed. Dictio, Bs. As., 1977, pp. 406-412

Segundo Domingo de Adviento – Ciclo C.

El año litúrgico se abre con el Adviento que significa Venida o Llegada. La Iglesia

abre y cierra el ciclo litúrgico con un evangelio acerca de la Segunda Venida de Cristo o

sea la Parusía; y durante las otras tres semanas del Advenimiento, lee tres evangelios

acerca de San Juan Bautista, el nuncio de la Primera Venida de Cristo llamado el

Precursor. Ellos contienen el primero, tercero y cuarto testimonio que dio el Bautizador

que el Rabbi Ieshua de Nazareth era realmente "El que había de venir", el Esperado; en

aquel tiempo, ansiosa y nerviosamente esperado y ahora también; por los que

conservan aquella antigua fe.

Lo malo para comentarlos es que no están en ese orden, sino al revés: primero esta el

último, el testimonio que dio definitivamente desde el calabozo, licenciando a sus

discípulos para que fuesen a Cristo; al cual testimonio Cristo respondió dando

testimonio a su vez de su humilde precursor con una gran alabanza, pero no lo libró de

la cárcel. Este es el evangelio de hoy. Después viene el que dio a los fariseos; y por

último el que dio ante todo el pueblo, desde el comienzo de su predicación,

anunciando que había que prepararse enérgicamente porque había llegado el tiempo

en que "toda la carne vería el divino Salud-Dador". Ante todo el pueblo es un decir,

porque los que se congregaban en la ribera del Jordán cerca de Bethsaida, donde el

salvaje nazareno bautizaba y clamaba, eran mas bien pocos, de a grupitos; pero había

allí de todas las profesiones y clases sociales, incluso fariseos; y hasta el mismo

Herodes Antipas cayó allí una vez, por desgracia. De a grupitos pasaron por allí, al

final, muchísimos; todo el pueblo, puede decirse (éste es el evangelio del traspróximo

domingo).

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Así, pues, mientras Jesús trabajaba con sus manos oscuramente en el taller de Nazareth,

apareció en una playita del rio llena de cañas y sicomoros un desconocido venido del

desierto, que podríamos llamar ermitaño, con larga melena nazarena, una piel de

camello por vestido y un físico enjuto y quemado por el sol y las privaciones, pero de

un coraje y una potencia extraordinaria: "salvaje magnético" lo llama Papini;

"endemoniado" lo llamaron a poco andar los fariseos. Este profeta poderoso austero

humilde, que fue mártir de la moral natural, y no hizo otra cosa en su vida que "allanar

los caminos" para otro, suscitó una gran expectación, tanto que algunos creyeron era el

Mesías; y un fuerte movimiento religioso, del cual benefició Cristo. Antes de predicar la

moral divina, había que "enderezar los senderos" de la moral natural. El Bautista es la

rectitud moral y la humildad llevadas al heroísmo; el predica la ley natural así como su

Bautizado número uno promulgara mas tarde la ley divina; los dos luchan contra la

seudo Ley anquilosada y corrompida de los fariseos. Los temas de Juan son solamente

tres: 1) Haced penitencia; 2) el Tiempo ha llegado de la Venida; 3) vosotros "raza de

víboras", ¿qué os habéis pensado?

Lo primero que hizo Cristo después de despedirse de su madre viuda y dejar el taller

("a su hermano Jacobo" dice Schalom Asch) fue recibir el bautismo de la penitencia,

conexión visible y solemne de su misión con la de Yohanan; y por el con todos los

antiguos profetas y todo el Antiguo Testamento. Como nota San Agustín la religión ("la

Ciudad de Dios") es una sola; y se remonta hasta el principio del mundo, conectados

todos sus tramos por nexos perspicuos y solemnes; Adán, Abraham, Moisés, los

Profetas, Juan Bautista, Cristo. Para enseñarla hay que tenor autoridad y la autoridad

no se inventa, se recibe. Allí en ese bautismo que tuvo lugar una tarde cualquiera de un

día cualquiera ante un grupo de cualesquiera, sucedió la primera revelación del Ultimo

Tramo de la Religión, el definitivo, tras el cual no hay ya que esperar otro, revelación

que el mismo Juan necesitaba, pues "Aquel sobre quien descendiere el Espíritu, Ese es",

le había sido dicho por el Espíritu en el desierto. Y así Cristo en toda su carrera se

refiere siempre a esa primera revelación y vinculo legitimante ("¿Con que autoridad

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dices estas cosas?".) Tú te has inventado una autoridad que nosotros no te hemos dado.

"Con la autoridad que me dio mi Padre."

"Este es mi hijo querido en quien están todas mis complacencias. "Oídle a El" (110), dijo

el trueno del cielo, al mismo tiempo que una luz en forma de paloma se cernía sobre los

dos humildes nazarenos, inmergidos el agua hasta las rodillas, como lo hemos visto

tantas veces... gracias a los pintores.

No se entiende nada del Bautismo de Cristo si no se atiende a esta necesidad de la

autoridad religiosa.

"Yo no me he enviado, Dios me ha enviado" debe poder decir el Apóstol; y eso

significa Apóstol: Enviado. "Tú no tienes necesidad de bautismo", dijo Juan a Jesús;

"Deja eso ahora", le replicó este. Necesitábamos nosotros ese nexo de la autoridad

religiosa.

No siempre que Dios envía un hombre con una misión peligrosa avisa previamente a

las autoridades. A veces lo autoriza El mismo, o con la santidad de su vida, o con

milagros; y las autoridades deben arreglarse con sus propios medios a reconocerlo. Si lo

desprecian, Dios permite que caigan en el peor error, y cometan el crimen más

horroroso, que es matar a un hombre de Dios —por el hecho de ser de Dios— en

nombre de Dios.

Entonces un desastre espantoso se desploma sobre esta gente y sobre el pueblo

que representan, podrido como ellos. Pobre Argentina, que no escuchas a tus maestros,

desprecias a los precursores y matas a los profetas. "Los fariseos —dice el Evangelista—

despreciaron a Juan, y no recibieron el bautismo de penitencia, con lo cual se

embromaron", y rehuyeron la sabiduría "la cual se justificó después por sus obras", es

decir, por las obras milagrosas que hizo Cristo. Desde entonces comenzaron las

violentas imprecaciones de Juan contra los jefes espirituales de la nación; pero no sin

que antes el profeta hubiese dado liana y modestamente cuenta y razón de si mismo a la

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delegación oficial de estos jefes oficiales, que se le aproximó cuando ya su nombre

corría indetenible entre las gentes religiosas, que lo tenían por el Mesías, unos; por Elías

el segundo Precursor, otros; y por un gran profeta, todos. La única profecía que hizo

Juan fue reconocer al Mesías como Mesías; no es poco. Es todo, si se quiere.

"Si queréis, el es ciertamente el Elías, el que ha de venir; pero esto que os digo es

misterioso", dijo Cristo como última palabra acerca de Juan; el cual ya entonces (al fin

del primer año, primera misión de Galilea, después de la primera resurrección de un

muerto) estaba en el sótano del palacio de Herodes, sin hacerse ilusiones acerca de su

futuro: "Conviene que el otro crezca y yo mengüe." Juan cerró entonces su misión

entregando el recto de sus discípulos —ya había enviado a otros—, que con ansiedad en

torno de el todavía se afanaban desesperanzadamente, al Taumaturgo que desde

Cafarnaúm recorría el lago, las aldeas y las colinas. Juan no había hecho ningún

milagro; sus discípulos esperaban de el que, rompiendo cerrojos y cadenas, aterrorizase

a Herodes y volviese a su puesto del río Jordán. No lo hizo. Pero el Mesías si había de

hacer milagros; era una de las señales que había puesto acerca de Él el profeta Isaías.

Juan se comporta siempre con una humildad conmovedora; fiero delante de los

fariseos, delante de Jesús se hace polvo: "No soy digno ni de atar las cintas de sus

sandalias." Así en esta ocasión en vez de responder directamente a sus confusionados

secuaces, envía a dos de ellos en su nombre y en representación de todos a Galilea a

preguntar al Joven Maestro: "¿Eres Tú el que [desde hace siglos esperamos] ha de venir,

o hemos de esperar todavía a otro?". Jesús tampoco respondió directamente —las

palabras son pequeñas en algunas ocasiones— sino que prosiguió sin responder su

predicación y sus curas delante de los dos johannidas y finalmente dijo: "Andad y

anunciad a Juan lo que habéis presenciado: Los ciegos ven, los cojos caminan, los

leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son

evangelizados: y dichosos los que de mi no se escandalicen" (es decir, dichosos los que

en mi no tropiecen; porque encontrando a Cristo, o se cree, o se da un encontronazo).

Cristo resumió en esta breve respuesta las profecías taumatúrgicas de Isaías de los

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cantos 29, 35, 61, 13, 26 y sobre todo del canto 5: del cual dos frases literales están aquí:

"Los ciegos ven. Los pobres son iluminados". Ese es el milagro fundamental de Cristo y

de su Iglesia: iluminar. ¡Y ay de la Iglesia cuando los pobres no son iluminados!

Apenas los dos johannidas, exultantes sin duda, zarparon, Cristo canonizó al

Bautizador, y le rindió a su vez testimonio. En la turba que lo escuchaba había quienes

escucharon antes a Juan; y a estos se dirigió: ¿A quien fuisteis a ver en el desierto de

Besch-Zeda? ¿A una caña que el viento agita? Decidme ¿qué cosa fuisteis a ver...? ¿A un

hombre vestido con elegancia? Los que visten fino están en el Palacio de Gobierno, no

en el desierto. Respondedme pues a quien habéis andado a buscar. ¿A un profeta? Si,

así es, a un gran profeta y más que profeta. Este es aquel de quien tenemos Escritura:

He aquí que yo mando delante a mi Enviado, que prepare los caminos delante de Ti...".

Es un versículo del profeta Malaquías. Cristo alude a los hombres "influyentes" que

andaban por entonces vendiendo palabrería devota, que no tenia efecto alguno, como

rumor de cañaveral; y a los Saduceos o progresistas (la secta rival de los Fariseos o

separados) que hoy llamaríamos intelectuales que andaban en torno al diletante

Herodes Antipas —por lo cual el Evangelio los llama a veces "herodianos"—

discutiendo las Ultimas novedades de la filosofía de la Metrópoli. El ermitatio de Besch-

Zeda era otra cosa.

Cristo lo "canonizó": "Palabra de Honor [excoithedra] ningún hijo de mujer se alzó en el

mundo mayor que Juan el Bautista", de donde algunos teólogos han discutido

verbosamente si el Bautista es un santo mayor que Abraham o mayor que Moisés, o

mayor que San José. Pero Cristo determinó claramente el sentido de sus palabras

añadiendo otra exageración —todo Cristo esta lleno de exageraciones equilibradas de a

dos en dos, como los arcos góticos de una catedral—: "Pero yo os digo que el menor del

Reino de los Cielos es mayor que él": con lo cual dijo que la preeminencia de San Juan se

entiende solamente sobre todos los profetas del Antiguo Testamento; en efecto, los

demás vieron de lejos y entre celajes al Mesías; y este lo mostró con el dedo... Con Juan

se cierran "la Ley y los Profetas" —añadió Cristo— y comienza la Iglesia, no en contra

sino encima. Los judíos deberían levantarle una catedral en Jerusalén al Bautista. Y a lo

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mejor se la levantan, ahora que se están reuniendo todos allá. En Jerusalén en donde lo

mataron.

Ninguna catedral mayor que la devoción del pueblo cristiano al híspido profeta de

Besch-Zeda: cosa de la mitad de los cristianos del mundo se llaman Juan, sin contar una

de las mejores provincial argentinas y contando todos los italianos que se llaman

Bachicha (…). El 24 de junio es en Europa el día mas largo del año (el solsticio de

verano) y los gentiles celebraban la víspera de ese día al dios Sol, encendiendo hogueras

sobre las colinas para matar la noche del todo; y con festejos de alegría y con

supersticiones pintorescas. Los cristianos transformaron esa fiesta étnica —cuyas

supersticiones no obstante han llegado hasta nosotros— plantando al Precursor en ese

día —entre nosotros el más corto del año— y transformando las hogueras de Apolo y

Osiris en las fogatas de San Juan*. Pero San Juan no fue el iluminador, no fue el sol, sino

a la manera del alba que precede brevemente al sol, en verde, oro y sangre. "No era el la

luz, sino para dar testimonio de la Luz", dice de el otro San Juan, el Evangelista.

* La idea es que ese día hay que quemar todos los trastos viejos, cachivaches y rezagos

que hay en la casa y hacer limpieza de basura e inutilidades; y ese fue justamente el

fondo de la predica del Bautista; "Poner el hacha en la raíz del árbol muerto." ¡Que

andáis con pamplinas, con palabras muertas, con discusiones inútiles, con leyes nimias,

con politiquerías pueriles y con pataratas de Reforma, Reacción y Revolución en los

momentos en que las bases mismas del mundo se descompaginan todas! Quemad con

la penitencia la leña muerta, si queréis obtener luz. Cuando veáis que los comunistas

queman iglesias, haced vosotros en vuestro corazón las santas fogatas de San Juan.

Los "comunistas" queman iglesias (111), que les parecen inutilidades, ellos

celebran a San Juan a su manera, que no es buena. La buena es quemar las inutilidades

del corazón. Cuando los vándalos quemaban iglesias en Roma, San Cipriano escribía a

sus obispos: "No os deis afán por edificar templos materiales en los cuales al fin y al

cabo sabéis que un día se sentara el Anticristo. Edificad la fe en los pechos, templos que

nadie puede quemar."

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Con esto no queremos decir que hay que dejarlos nomás a los "comunistas" quemar

Iglesias. ¡Cuernos!

Notas:

110 La señora Julia de Seydell me advierte amablemente que el inciso "Oídle a él" no

está en el Bautismo de Jesús sino en la Transfiguración (Mateo XVII, 1; Marcos IX, 1 y

Lucas IX, 28). Reconozco que es así, para ser enteramente exacto. El origen de mi

confusión es que algunos exégetas modernos conjeturan que en las dos ocasiones la voz

del Padre fue la misma; y los Evangelistas reservaron la pequeña añadidura "oídle" -que

de todos modos está implícita en la teofanía del Bautismo- para la ocasión más solemne;

basándose para ello en la autoridad del Codex Beza. No me parece probable esta

conjetura. Ver sobre esto John O'Flynn y Reverendo A. Jones en Ca-tl)olic Commentary

on Holy Scripture, Nelson, London.

111 Cuando se escribió esta homilía, acababa de acontecer en Buenos Aires el episodio

de "la quema de las iglesias", que fue imputado oficialmente a "los comunistas".

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El Evangelio de Jesucristo,Ed. Dictio, Bs. As., 1977, pp. 413-422

Segundo Domingo de Adviento - Ciclo A

El Bautista y los fariseos

Este evangelio, trae el segundo testimonio de Juan Bautista acerca de Jesucristo,

el que dio a las autoridades religiosas oficiales.

Está puesto al principio del EVANGELIO del otro Juan después del solemne

prefacio en que el Evangelista declara que 'el Verbo era Dios'. Juan el Águila conecta su

propio testimonio de que Cristo era Dios (objeto del cuarto EVANGELIO) con el

testimonio de Juan el Lobo de que Cristo era el Mesías; completándolo.

Este testimonio del Bautista a los fariseos acerca de Cristo y de sí mismo, tuvo

lugar más o menos en la mitad de su corta carrera, que fue más corta aun que la de

Cristo. Juan sobrevino repentinamente como un meteoro, iluminó lo que tenía que

iluminar, y se apagó bruscamente.

San Lucas tarja cuidadosamente el principio y el fin de su corta tarea, como si

esos dos topes tuviesen notable importancia. Al principio de su misión predicó

simplemente, aunque con fuerza extraordinaria 'penitencia urgente porque el Tiempo llegó'.

Sus oyentes sabían perfectamente qué cosa significaba 'el Tiempo', que entonces era

objeto de las más ardientes discusiones: las Setenta Semanas de Daniel ya cumplidas, la

esperanza de Israel y las Naciones a punto de realizarse, la plenitud de los tiempos.

A los que daban muestras de arrepentimiento de sus faltas —hasta confesarlas

públicamente algunos— Juan los bautizaba por inmersión, advirtiéndoles que era

bautismo “provisorio”, y les imponía una regla de conducta sencilla, tomada de la

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moral natural; porque para reconocer al Mesías había que disponerse, quitando las

lagañas de los ojos interiores. Con esto, su trabajo estaba listo.

Sus imprecaciones contra el fariseísmo no empezaron sino después de la

investigación oficial que narra el evangelio de hoy. Juan sabía perfectamente quiénes

eran los fariseos — era de familia sacerdotal— sobre todo si fue essenio, como creemos;

pero era como una onza de plata en rectitud y humildad; y lo mismo que Cristo, no iba

a empezar su misión religiosa con un levante a las autoridades religiosas, que no es la

manera de empezar de los santos; aunque a veces es la manera de acabar; y de que lo

acaben a uno. Véase por ejemplo el acabamiento del filósofo Soren Kirkegor.

Cuando se presenta en el remanso solitario de Besch-Zedá una delegación de

'sacerdotes y levitas' comisionados de Jerusalén, Juan los acoge con sencillez y sin

descortesía; probablemente con reverencia incluso. Su nombre corría ya de boca en boca

como de un varón extraordinario; las mujeres y algunos entusiastas se dejaban decir

que era nada menos que 'el Mesías'. ¿No se habían cumplido ya los Quinientos Años de

Daniel? El Cotarro de Jerusalén —que en hebreo se llama Sam-Hedrim y en griego

Synhedrio — aunque era propenso a despreciar, no podía pasarlo por alto; y así mandó

tomarle declaración:

—“Tú, ¿quién demonio eres?” —el diálogo entre el Bautizador y los delegados es

altamente típico—. “Juan confesó y no negó, y confesó diciendo...” marca el Evangelista,

indicando que se trataba de una “confesión” o declaración de conciencia, incluso quizá

peligrosa. “Yo no soy el Mesías”, dijo San Juan, leyéndoles las intenciones. 'Entonces,

declara quién eres ¿eres por si acaso Elías?”—'No soy Elías'. —“¿Eres Profeta?” —“No”. La

última réplica le salió seca.

Sin embargo Cristo, que no miente, dirá después que Juan era en cierto modo

Elías, y que era el más grande de los Profetas. ¿Por qué negó Juan que era profeta? 'Por

fastidio hacia esa gente soberbia', dirá Teofilacto. 'Por humildad', dirá el Crisóstomo. Pero la

humildad nunca está reñida con la veracidad, “la humildad es la verdad”, dice Santa

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Teresa. Juan no negó que era profeta, Juan negó que era 'el Profeta'... que estaba en la

mente de los interlocutores. Llenos de bambolla y de ideas “nacionalistas”, ellos se

figuraban un Mesías guerrero; y un Precursor Caudillo, por el estilo.

Ese Profeta que ellos imaginaban, un Elías o un David, no era Juan. Era sin

embargo más que David en su humilde estación y en su aspecto áspero y salvaje. Era el

dedo que apuntaba a Cristo; y en ese sentido, metafóricamente, era también Elías (...)

“— Entonces ¿tú quién diablo eres, y a ver qué nos dices de ti mismo, para que llevemos

Respuestas a los que nos envían...”. Era la conminación de la autoridad. Juan no se sustrae

a ella:

“— Yo soy La-Voz-que-grita-en-el-Desierto” (una sola palabra en arameo, como si

dijéramos Wuesterlichrufendestimme en alemán, “ése es mi nombre” ...). Elmundo en

aquel tiempo, religiosamente hablando, era un desierto. Juan era una simple voz; pobre

y potente voz, una voz casi sin cuerpo, un cuerpo humano hecho pura voz.

“— ¿Y qué grita esa voz? ”

“— Grita: Preparad los caminos al Señor, como dijo Isaías Profeta. Nada más”.

Los fariseos lo despreciaron: era uno de tantos gritones más. Era un fanático de la

revolución mesiánica. A la vista estaba que éste no iba a vencer a Pilato, ni a derribar a

Herodes y a los herodianos. Políticamente, cero.

“—Entonces ¿cómo diablos bautizas, si no eres ni el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?”

Gran idea tenían los judíos del bautismo; la misma que tenemos nosotros.

Perdonar los pecados puede solamente Dios o aquel que lo representa; y ese lavacro con

agua significa para ellos y nosotros la limpieza de las lacras morales.

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Juan ya había bautizado a Cristo y había tenido la gran revelación del Espíritu

acerca de él. 'Aquel sobre el cual vieres descender en forma visible el Espíritu, Ése es'. Así que

lanzó directa y decididamente su Testimonio, lo que tenía que anunciar, aquello para lo

cual era nacido, a unos oídos taponados y no dignos de recibirlo:

“—Yo bautizo con agua; en medio vuestro está Otro, que vosotros desconocéis, que

bautizará con fuego. Ese es el que ha de venir después de mí, que fue hecho antes de mí. Ese es

más grande que yo, y en tal medida, que yo no soy digno ni de atarle los cordones del calzado”

Zás, aquí sí que la arreglamos — pensaron los fariseos — ; éste es loco.

Despreciaron a Juan y no aceptaron su bautismo precursorio, para mal de ellos, dice el

EVANGELIO. Más tarde Cristo los pondrá en gran aprieto, refiriéndose justamente al

bautismo de Juan.

Veamos el otro episodio paralelo a éste. En el Templo, en una de sus últimas

contiendas con estos hipócritas engreídos, exigiéndole ellos, lo mismo que a Juan,

declinase “con qué autoridad haces esas cosas”, respondió discretamente el Cristo:

“— Decidme vosotros antes, por favor: el bautismo de Juan ¿era de Dios o era

[invención] de los hombres?”.

Se cortaron; porque vieron que si respondían era de Dios, reconocían que Cristo

tenía verdaderamente autoridad; y si decían era cosa de hombres fanáticos, temían la ira

del pueblo. “No sabemos”, dijeron.

“— ¡Entonces tampoco puedo deciros qué autoridad tengo yo!”.

Parece un truco hábil de los usados por los “contrapuntistas” palestinos; y una

“respuesta de gallego”, que dicen los catalanes responden preguntando; y lo es en efecto.

Pero es más que eso: es responder implícitamente a la pregunta: “Si Juan el Bautista

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tenía autoridad de Dios, yo tengo autoridad de Dios”. Era responder y no responder,

que es lo que cumple con los malintencionados.

Con esta autoridad, el Precursor de Cristo comenzó desde entonces a denunciar a

los fariseos, y a imprecarlos con la voz gorda; que es la única que quedaba para

salvarlos, aunque tampoco los salvó por cierto. “Hijos de víboras, raza de serpientes,

generación bastarda y adúltera, ¿qué os habéis pensado? ¿Pensáis que habéis de poder huir de la

ira de Dios que se aproxima?”. Juan denunció a los fariseos como los peores corruptores

de la religiosidad; denuncia que había de retomar más tarde Jesucristo en pleno y en

gran estilo.

El fariseísmo es la sífilis de la religión, y el peor mal que existe en el mundo. Es el

'pecado contra el Espíritu Santo”. Tanto que algún Santo Padre ha predicado que los

únicos que van al infierno (es decir, que de hecho se condenan) son los fariseos; y que

eso significaría el dicho de Cristo: 'ese pecado no tiene perdón en esta vida ni en la otra',

proposición que yo no suscribiría, porque realmente no sé en absoluto quienes están de

hecho en el Infierno, como pretendió saber Dante Alighieri. Ni nadie lo sabe. Recuerdo

cuando yo estaba por hacerme cura, el párroco de mi pueblo, un piamontés nombrado

Olessio, me dijo: 'Apruebo tu determinación; pero te prevengo que el infierno está lleno de

curas...'. Ni él tampoco sabía nada, por cierto.

Tampoco sé si Juan el Bautista fue el santo más grande que ha existido, mayor

que San Francisco, San Pablo y San José. Esa discusión no interesa.

Los jesuitas creen que el santo mayor es San Ignacio; los dominicos que fue Santo

Domingo; los españoles que fue Santa Teresa; los franceses Juana de Arco; y en un

pueblo andaluz que se llama Recovo de la Reina, cuyo patrono es San Pantaleón, creen

que el santo mayor de la corte celestial es el...

'Glorioso San Pantaleón

Santazo de cuerpo entero

Y no como otros santitos

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Que ni se ven en el suelo...'

Lo que interesa no es saber cuál fue el santo más grande — todos son los más

grandes, cada uno en su línea, como todas las obras maestras—, sino llegar a contarse

entre ellos, aunque sea como el más pequeño.

Juan el Bautista fue el santo más grande del ANTIGUO TESTAMENTO; pero el

santo más chico del NUEVO TESTAMENTO es mayor que él, dijo Cristo, si quieren

saberlo. Y con eso basta.

Primer testimonio del Bautista

Otro evangelio acerca de Juan el Bautizador es el comienzo de Lucas, III, y

contiene solamente la marca cronológica y los dos primeros temas de la predicación de

Johanan. Lucas marca solemnemente este acontecimiento, nombrando a todas las

autoridades, como hacían los romanos: 5º año del Imperio de Tiberio; Procurador de

Judea, Poncio Pilato; Tetrarca de Galilea, Herodes; Tetrarca de Iturea, Felipe su

hermano; y de Abilina, Lisanias —con el cual Lisanias hallan dificulta-des los

historiadores—; bajo los Pontífices Caifás, y Anás su suegro, que aunque pontífices

había sólo uno, todos sabían que el que mandaba realmente era el suegro, o mejor

dicho, toda la familia... Esta indicación sirve mucho a los eruditos para determinar la

difícil cronología de los hechos evangélicos; y como el fin de San Juan está bien

marcado en la Segunda Misión Galilea de Cristo, es decir, en su segundo año, sabemos

que la misión y la vida de Juan fue muy corta y que murió de la misma edad de Cristo,

cerca de octubre del año 32; de nuestra cronología, el 26.

Juan le llevaba seis meses de vida a su primo Jesucristo. 'Et hic sextus mensis est

illi, quae vocatur sterilis'. San Lucas reporta el nacimiento y la vocación del Bautista en un

capítulo lleno de movimiento lírico-dramático, que termina con el Cántico de Zacarías,

joya de la lírica hebrea. Hijo del milagro, Juan nació de una mujer-estéril y un varón

anciano; y el Ángel Gabriel anunció de antemano el suceso a su padre; el cual dudó de

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la visión, en castigo de lo cual quedó mudo. Estaba el Ángel de la Anunciación a la

derecha del altar del incienso; y anunció al sacerdote Zacarías la gloria futurade su hijo,

mientras la plebe afuera oraba en masa y se extrañaba de que el Sacerdote se demorara

tanto. 'Nacerá para alegría de muchos, no beberá vino ni grapa, y será lleno del Espíritu Santo

ya desde el seno de su madre'. No beber vino era señal de ser essenio, una especie de

ermitaños o monjes que no se cortaban el cabello, no tocaban un arma, guardaban

continencia voluntaria y vivían en oración y penitencia para implorar la venida del

Mesías y prepararse a ella. El historiador Josepho narra de los essenios varias cosas raras

y aun ridículas, al lado las otras que dije; que pueden ser verdad, o pueden ser de esas

cosas inventadas que en todos los tiempos el vulgo dice de los “frailes”. El

EVANGELIO dice que el hijo de Zacarías y Elizabeth desde muy niño, movido por el

Espíritu Santo, se fue al desierto; y por ende fue essenio, porque en el desierto, de niño

no pudo haber vivido solo, ni lo permitirían sus padres. En el Medioevo los chicos se

escapaban de su casa para meterse en los cluniacenses, cuando predicaba San Bernardo.

Y en nuestros días, en la India pasa a veces lo mismo, según leemos en el... Reader

Digest. Puede que sea verdad.

En el desierto vivió de langostas y miel silvestre: en Oriente (en las Filipinas hoy

día, por ejemplo) comen las langostas; pero son allá unos bichos diferentes de los

nuestros, más grandes y más sabrosos; y también diferentes de las langostas de Chile.

Las secan al sol y las mascan como maní, o semilla de girasol. Después de eso no

sabemos más del niño prodigio, hasta que aparece como un meteoro “en toda la comarca

del Jordán”.

Cerca de los 32 años, “se hizo la voz de Dios sobre él”; y él cayó como un león a

bramarla ante las gentes de Judea. Su boca estaba llena de las palabras más agrias de los

profetas: 'Raza de víboras — generación adúltera — corazones de piedra — falsos hijos de

Abraham —árboles sin fruto buenos para el fuego— árboles muertos listos para el hacha'. La

muchedumbre quedaba tocada: “Cuando venga el Mesías no lo reconoceréis por vuestras

maldades; pero Dios puede convertir las piedras estas en hijos de Abraham” — “¿Qué debemos

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hacer?”. Juan se ablandaba entonces y les imponía los mandatos de la ley natural, antes

que las observaciones vanas y las inútiles excrecencias de la moral talmúdica.

Asombra la lenidad de los preceptos de Juan al lado de la acidez de su

dogmática. Los que son austeros consigo mismos, suelen ser dulces para con los demás;

y viceversa.

“Los soldados le preguntaban: Maestro, ¿qué haremos? y él respondía: < No andéis

pidiendo aumentos de sueldo y no seáis prepotentes >”. Se ve que los militares han sido

siempre los mismos. A los cobradores del gobierno les decía: “No andéis sacando coimas”;

y a la muchedumbre en general: “Haced limosnas por poco que algo os sobre”. De aquí

sacaron los Santos Padres que la limosna es el mejor medio para la expiación de los

pecados, no más que la oración, pero más que el ayuno. Y después los bautizaba con el

“bautismo de Juan”, el bautismo preparatorio o provisorio.

San Juan imponía a la gente simplemente su deber profesional, el deber de estado

que se llama; y no se puede dudar que estaba muy acertado, porque el deber de estado

resume en sí todos nuestros deberes. “Las mujeres se salvarán por la crianza de sus hijos”,

dice San Pablo: es su deber profesional. Si no eres buen obrero ¿cómo serás buen

hombre? Y si no eres bueno a manejar tus manos ¿cómo ordenarás tus pensamientos,

que son mucho menos obedientes? Ustedes encontrarán tipos que son “muy religiosos”,

y no son buenos hijos o buenos vecinos o buenos ciudadanos; bien: no son muy

religiosos. También se encuentran “buenos religiosos” que son malos profesores, malos

predicadores, malos escritores —o malas enfermeras o maestras—: no creo que sean

muy buenos frailes. Un buen fraile que escribe, lo menos que puede hacer es aprender a

escribir; si no, que no escriba. Agarran a un fraile buenazo y corto lo hacen Superior de

un convento: como hombre es un santo y como Superior una porquería. Para hacer un

buen ángel, primero hay que hacer un buen hombre, decía San Francisco de Sales.

Agarran a un reíto del suburbio y de golpe quieren hacerlo un sacerdote del Altísimo a

fuerza de devociones; y no les sale. Salen “fetos con alas”, como decía Don Orione.

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Primero de leer la IMITACIÓN DE CRISTO, hay que aprender la ETICA A

NICÓMACO.

Contra todas estas macanas militaba San Juan Bautista. Que cada cual comience

por hacer bien su oficio. Al rey Herodes, que cayó allí con su comitiva, de curiosón no

más, a ver cómo era aquello que toda la gente hablaba, no le dijo que hiciese bien su

oficio de rey, pues todos sabían que no era rey sino de mojiganga. Le dijo una cosa casi

suicida: 'No te es lícito cohabitar con la mujer de tu hermano'.

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Las Parábolas de Cristo

PARÁBOLAS DEL FIN DE LA SINAGOGA (II)

”Uno tenía una higuera en su viña y viniendo a buscar fruto no encontró. Dijo al

hortelano: Hace tres años que requiero fruta en este árbol y no hay. Háchalo; ¿para qué está

ocupando tierra?” (Le. XIII, 6).

Cristo comenzó a improbar y reprobar a su pueblo en el segundo año (tres años

más o menos duró la predicación de Cristo), mansa y humorosamente a todo el pueblo

(“esta generación”) y atrozmente a las tres Ciudades Maldecidas, Corozaín, Bethsaida y

Cafarnao; como hemos visto. Esta reprobación siguió adelante, aumentando en fuerza y

en franqueza hasta la misma víspera de la Pasión; haciéndose entonces clara y

definitiva.

Se generalizó en la maldición a Jerusalén; que aunque fue una profecía, fue

también una maldición “material”, primero y segundo grado, según santo Tomás. Se

acerbó en la tremenda invectiva contra los fariseos, en esos ocho “Ay de vosotros Escribas

y Fariseos hipócritas… “ de Mateo XXIII, 13. Se concretó en las dos parábolas del Convite,

en que Cristo alude al retiro del Reino de los que ahora lo poseían para darlo a otros y

aun más, dibujó detrás una sangrienta tragedia e incendio para los “sublevados”;

doblada por la parábola de la Viña Robada, en que Cristo descubrió claramente lo que

le iban a hacer a él (“éste es el Hijo y Heredero, matémoslo y la viña será nuestra”) y lo que

les iba a pasar después a ellos. Y finalmente, se volvió del todo directa y explícita en la

parábola de la Higuera Estéril, que hemos citado, reforzada por una parábola en acción

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(el más raro de los milagros de Cristo, o el único raro) la Maldición de la Higuera el

Lunes Santo; la cual se halla muerta el Martes Santo.

Entonces es cuando los Capitostes deciden: “No se puede tardar más. Hay que

eliminarlo con escándalo o sin escándalo, con Pelatos o sin Pelatos; aunque sería con

Pelatos. El pueblo podría 1apidarnos. Hay que hacer que lo ejecute Pelatos”,

Esto lo determinaron después de la Parábola de la Viña Robada (Le. XX, 9), que

traen los tres sinópticos. Cristo encarnó en la parábola todo el proceso de la economía

divina respecto a Israel incluso la Encarnación y la Pasión: “Han matado a mis Siervos

(1os Profetas) les vaya mandar a mi Hijo Bienquerido, respetarán al menos a mi Hijo”. El

Evangelista dice que comprendieron perfectamente la parábola, decidieron

precisamente darle muerte. No lo respetaron ni al Hijo.

Con razón los Evangelistas marcan insistentes este punto de la reprobación

paciente y progresiva, pero formal del pueblo de Israel por parte de Cristo: es un punto

importantísimo. Vamos a considerarlo.

Como está dicho, Dios había hecho a los israelitas promesas grandiosas que

aparentemente no cumplió. Aunque ellas están en los profetas mescoladas y no

coordinadas, oscuras o enigmáticas a veces, el conjunto es claro. Basta recorrer

superficialmente los libros proféticos para ver que desde Abraham hasta Malaquías, “el

Enviado”, la imagen de un Rey invencible y un Reino grandioso se levanta cada vez

más clara. En Él sería bendita la descendencia de Abraham, era el Esperado de las

Naciones, salvaría a su pueblo, y la Ciudad de Dios se iría a la cumbre de los montes.

La salvación saldría para todo el mundo de Jerusalén, a ella confluirían los

pueblos, y ella daría la Ley: los Israelitas serían vengados de sus cautiverios, de sus

tributos y de sus rudos reveses. Aunque muchas veces las profecías emplean imágenes

bélicas de batallas, vencimientos y victorias, el Reino del Mesías es pintado como un

Reino de paz, un estado de prosperidad, concordia y amistad, un reinado dentro de la

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Ley; de tan fabulosa grandeza que no se puede concebir mayor; como una Universal

Edad de Oro, o el Paraíso Perdido recuperado al fin para todo el mundo.

Esto era la razón misma de la vida de Israel, y de su Religión. Los hebreos

custodiaban esos libros poéticos y extáticos como su misma razón de ser, su orgullo y

su esperanza.

Ellos secaban sus lágrimas, ablandaban el pan del destierro y curaban sus

tremendas heridas nacionales. Y cuando Cristo predicaba, si Daniel no mintió, estaba

llegado o por llegar “el tiempo”, “el día del Señor”, “la plenitud de los tiempos”: todos

en ese tiempo lo decían.

Esta profecía que se concreta, se hincha y se engrandece al rodar de los siglos

duró hasta Malaquías, el último profeta, que no tiene más que 53 “gestos

proposicionales” o dobles versículos, pero que en cierto modo resume a todos. Es

mesiánica y al final parusíaca, como es general en los Profetas: está predicho en ella el

sacrificio de la Misa, la venida del Bautista y la próxima llegada del Mesías, “el

Dominador que vosotros buscáis y el Ángel (o el Enviado) del Testamento que vosotros queréis“.

Pero también están conminados de convertirse, sobre todo los sacerdotes, so amenaza

de “ruptura del Pacto”. En esta profecía (como en todas) está la clave para entender lo

que pasó.

¿Qué pasó? Después de venido Cristo los judíos tronaron, hablando en plata.

Cuando llegó el tiempo en que su enjuto y estricto territorio debía abrirse y ellos

repartirse por el mundo como victoriosos vencedores, salieron efectivamente por todo

el mundo, pero como vencidos y cautivos. La ciudad capital con su Templo (en el cual

debía entrar, según Malaquías, el Dominador, o sea el Mesías) fue vandalizada e

incendiada, su ejército exterminado, su población diezmada por el hambre, fuego y

cuchillo, su territorio devastado; y el antiquísimo reino de David terminó en una

tribulación que, aun en la sobria narración de Josefo, realmente parece que no ha tenido

igual “desde el Diluvio acá”; y sobrevino la asombrosa dispersión, la “Diáspora”. Un

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pueblo fundado y asentado por el monoteísmo, unido por el monoteísmo y que

mantuvo el monoteísmo desde el principio durante 2.000 años, hasta su disolución

como pueblo; y que lo ha mantenido desde entonces hasta aquí, en su estado de

dispersión y destierro, otros 2.000 años; un pueblo que suministró sus apóstoles y

confesores, incluso hasta el tormento y la muerte, a la creencia verdadera en un solo

Dios; que sobre el monoteísmo modeló su legislación y su gobierno, su filosofía, su

política y su literatura; de cuya verdad su poesía es la voz, fluyendo en composiciones

religiosas que la Cristiandad en todas sus regiones y edades no ha podido superar y ha

adoptado por suyas; un pueblo que produce profeta tras profeta que sobre esa verdad

primigenia extienden sus revelaciones, con una firme referencia a un tiempo señalado

en que esa revelación deberá obtener su compleción y cumplimiento; hasta que al fin el

tiempo llega y la catástrofe. ¿No es una historia extraordinaria? ¿Hay una historia en

toda la Historia más romántica, sorprendente y espantable que la historia de Israel?

Oprimido y como prisionero del orden cristiano del cual se mantiene

constantemente al margen, y sin poder ser digerido y asimilado durante 20 siglos, el

judío se desquitó de su impotencia política adhiriéndose al Reino del Dinero y su

secreto y menguado poder; se diría que cambiaron su Mesías por la Moneda -por treinta

monedas o por treinta mil millones: ¡las Finanzas! Yo no digo que todos los financistas

sean judíos, como tampoco que todos los judíos son financistas; la mayoría son pobres,

y muchos (créase o no) son caritativos; pero es cierto que esa “ciencia” tan boyante hoy,

y que consiste en definitiva en vender dinero (vender como si fuese un bien una cosa

que es un signo) fue invención suya, pues en definitiva no es sino la maña y el dolo del

prestamista: de los prestamistas que vendían dinero en el atrio del Templo (y los

Sacerdotes percibían un grueso porciento) cuyas mesas de cambio Cristo volteó dos

veces con furor. Por supuesto que los “cristianos” que aprendieron la “ciencia” e

incluso la aventajaron, son aun peores, pues no tienen la excusa del judío de no tener

otra cosa en qué ejercitar su deseo de poder, su nerviosa irrequietividad y su viva

inteligencia. Los “antisemitas” que hoy día odian ciegamente al judío, por despecho,

envidia o superstición, son en realidad cristianos judaizados. No israelitas, no

ciertamente; ni tampoco católicos.

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En Malaquías está, como he dicho, la clave del misterio. Hablando en nombre de

Dios o mejor dicho hablando como Dios, el Profeta reprende y amenaza la corrupción

religiosa, que fue en ese tiempo (445 a. C.), detenida pero no cortada por la enérgica

reforma del reyezuelo Nehemías; y amenaza con la “ruptura del pacto de Leví” y con

hacerse un nuevo y más digno sacerdocio, a los malos Sacerdotes; a los cuales acusa de

grosería y dolo en el culto, de avaricia, y de falta de fe; de que andan refunfuñando:

“¿De qué nos ha valido servir a Dios tanto tiempo? Hemos andado tristes de balde”: la “acidia”

o pereza espiritual, ese pecado capital que es el tropiezo temible del religioso. Esos son

los tres vicios que configuran ya entonces el futuro “fariseísmo”,

No sabemos como se formó, porque faltan documentos escritos, en esos cuatro

siglos entre Malaquías y Cristo, esa falsificación del ideal hebreo, ese ideal fraudulento

de un Mesías napoleónico que debía imponer en el mundo el Reino de los Judíos por las

armas y la violencia. Pero allí está él, vigente con enorme fuerza, en el tiempo de Cristo:

la corrupción denunciada por Malaquías se había consumado.

Un Judío actual podría decir a Dios: “No has cumplido tus promesas a Israel” y

Dios responder -y Él me perdone que yo asuma su boca:

-Mis promesas eran condicionadas, y ustedes quebraron el Pacto.

-Puede ser -sería la instancia-, pero ¿es digno de Dios que sus planes, proyectos y

promesas sean arruinados por el mísero albedrío del hombre? ¿Es pues el hombre

fuerte contra Dios?

-Mis planes no se quiebran nunca y mis promesas son sin arrepentimiento -dice

Dios-.

Espera un momento (un momento para Mí). La historia del mundo, y de Israel

con él, no ha acabado su curso.

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En efecto, al final de Malaquías surge una promesa que no es ya condicionada

sino absoluta: es la promesa del triunfo definitivo de Israel en la Parusía: el capítulo IV

que no puede copiar. Vendrá un día magno e inflamado que barrerá la impiedad;

alumbrará a Israel de nuevo el Sol de Justicia; y su conversión a Dios no está ya

solicitada sino simplemente profetizada:

”He aquí que Yo os mandaré a Elías Profeta

Antes que venga el día de Dios magno y terrible

Y convertirá el corazón de los padres a sus hijos

(a saber, el corazón de los judíos hacia los cristianos)

Y el corazón de los hijos hacia sus padres

(es decir, el corazón de los cristianos hacia los judíos)

No sea que Yo venga en mi ira

Y hiera de maldición toda la tierra.

Toda esta historia encierra una lección gravísima para el cristiano. El cristianismo

tiene las promesas infalibles de Cristo; y en esas promesas se ensoberbecen o se

adormecen, falseándolas, algunos; mas la Sinagoga también tenía esas promesas; ¿qué

le pasó? Algunos con el “he aquí que estoy con vosotros hasta la consumación de los

siglos; las puertas del Infierno no prevalecerán; y yo he rogado a Dios, oh Pedro, para

que no falle tu fe”… se extienden a sí mismos y a sus paniaguados diplomas de

intocables; porque la Iglesia es santa, ellos deben ser respetados como santos, hagan lo

que hagan; porque las puertas del infierno no prevalecerán, ellos se inventan futuros

triunfos temporales y aun mundanales de la Iglesia; y porque el Papa es infalible

cuando (una vez por siglo) habla ex-cátedra, surgen una multitud de Papitas que son

infalibles y que cada y cuando hablan, hablan ex cátedra. Es un grave abuso, abuso de

hacer temblar: es el mismo abuso de la palabra de Dios, de los fariseos.

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Contra este abuso está escrito: “Cuando Yo vuelva, ¿creéis que encontraré la fe en la

tierra?”. La fe estará tan reducida y oculta como para no encontrarla. ¿Por culpa de

quién? Mucho me temo que por culpa del engreimiento cristiano, contra el cual nos

previene formalmente san Pablo: “si la oliva vera por su soberbia fue cortada; también

puede ser cortado el acebuche injerto, que ni siquiera es la Oliva primitiva”.

Cristo declaró solemnemente la ruptura del Pacto divino con la Sinagoga; todas

las amenazas divinas contenidas en los profetas cayeron sobre Israel; y su conversión y

triunfo fueron aplazados para el fin del mundo. Si ello ocurrirá antes, junto o después

de la Parusía, yo no lo sé; pero no puedo creer que no ocurrirá NUNCA. El Jardinero

pidió al Viñatero un tiempo para mullir y abonar de nuevo la Higuera estéril; y el Señor

no respondió nada.

Un poeta español ha puesto esta parábola en un hermoso soneto que no tengo a

mano, ni mis amigos tampoco; por lo cual trataré de reconstruirlo, es decir, de

rehacerlo:

Dijo el Señor con ira: “Y esta higuera

Es tiempo de higos y no lleva fruto.

Desde años ha no rinde su tributo

Ponle ya l ‘hacha en la raíz, ¡y afuera!

Dijo mi Ángel: “Señor, por tan siquiera

El cuidado pasado irresoluto

Deja que cave más este árbol bruto

Y ponga abono a ver. Te ruego, espera”.

Calló el Señor y un estremecimiento

Por las higueras y las viñas ricas

Cubrió al árbol estéril un momento

Y el Jardinero apercibió sus picas

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Y se hizo un aire de silencio atento

Y yo escuché el fatídico memento:

”Alma, ay de ti si hoy más no fructificas”.

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Los Papeles de Benjamín Benavides, Ed. Dictio, Buenos Aires 1978

"Las Dos Mujeres”

“La mujer significa en la Escritura constantemente Israel, es decir, la religión.

Dios apostrofa a su pueblo como a una adultera o la requiebra como a una novia. Los

deuteroprofetas abandonan incluso la imagen de Reino para insistir en la figura de

Esposa. Cristo llamo a su gente ‘generación adultera’. San Pablo represento a la Iglesia

con la figura de una doncella, ‘virgenem castam exhibere Christo’, una virgen pura que

dar en matrimonio a Cristo. Las Dos mujeres del Apokalipsis representan la religión

corrompida y la religión fiel, la Forneguera sobre la Bestia Roja y la Parturienta

vestida de sol de la Fe, pisando la luna del mundo mudable, y coronada de la

venticuatral diadema estelar patriarcal y apostólica. Estos dos aspectos de la religión

son perfectamente distinguibles para Dios, pero no siempre para nosotros. La cizaña se

parece al trigo y no será separada hasta la siega.” (pp. 225-226).

“Cuando vino Cristo eran tiempos confusos y tristes. La religión estaba

pervertida en sus jefes y consiguientemente en parte del pueblo. (…) Cristo no

abandonó la Sinagoga por eso, sino que se hizo matar por purificarla. De su corazón

abierto nació la Iglesia, que primordialmente fue Judía. Cuando Cristo vuelva la

situación será parecida. Solamente el fariseísmo, el pecado contra el Espíritu Santo, es

capaz de producir esa magna apostasía que Él predijo: la ‘mayor tribulación desde el

diluvio acá, será producida por la peor corrupción, la corrupción de lo optimo. El dolor

solo remediable por Dios en persona es el producido por la corrupción irremediable, ‘la

sal que pierde su salinez’. Por eso San Juan vio en la frente de la Ramera la palabra

misterio, y dice que se asombro sobremanera, y el Ángel le dice: ‘Ven, y te explicare el

arcano de la Bestia’. Es el misterio de Iniquidad, la ‘abominación de la desolación’; la

parte carnal de la Iglesia ocultando, adulterando y aun persiguiendo la verdad,

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Sinagoga Satanae. Por eso la parte fiel de la Iglesia padecerá entonces ‘dolores como de

parto’, y el Dragón estará a punto de tragar a su hijo, que solo se salvara por milagro, y

ella se salvar solamente huyendo a la soledad con dos alas de águila, y aun allí la

perseguirá la riada de agua sucia y torrentosa que el Dragón lanzara contra ella… la

nueva Esposa pura y sin macula, inmaculadamente concebida de nuevo.” (pp. 226-227).

“(…) «El significado concreto y ya escatológico de las Dos mujeres es éste, según

parece la Mujer Celestial y Afligida es el Israel de Dios, Israel hecho Iglesia; y

concretamente el Israel convertido de los últimos tiempos; la Mujer Ramera y Blasfema

es la religión adulterada ya formulada en Pseudo Iglesia en los últimos tiempos,

prostituida a los poderes de este mundo y asentada sobre la formidable potencia

política y tiránico imperio del Anticristo…”.(p. 229).

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“El Ruiseñor Fusilado”, cap. VI

6. El Fariseismo

¿Qué cosa singular tiene esta historia de Cinto Verdaguer? ¿No es la historia

típica de la mitad de los poetas de nuestro tiempo, oprimidos por la sociedad

metalizada y mercantilizada? ¿Quién se acuerda hoy de Gerardo de Nerval, de

Hölderlin, de Kleist, de Gerardo Manly-Hopkins? ¿No son individualidades singulares

que chocan necesariamente con una sociedad muy “socializada?

No. En este caso hay algo sumamente típico e intrigoso: este sacerdote poeta fue

hecho pedazos por la Iglesia; es decir, por unos mandones de la Iglesia, entendámonos.

El era la Iglesia, tanto o más que ellos, vive Dios. La religión fue invocada para estas

operaciones. Luego esto fue un “sacrificio”. ¿A Dios?, ¿o a un ídolo?

“En el caso de Verdaguer hubo mucho de fariseismo” - nos decía en Barcelona un

docto canónigo lectoral, Mosén R. C. - . Eso es obvio; y eso es lo que no se ha dicho

todavía; y por eso los “sucesos” son “obscuros”.

Por seguir mandatos de hombres habéis dejado de lado lo esencial de la Ley, que es la

misericordia y la justicia” -dijo Jesucristo. Es la definición del fariseísmo en uno de sus

grados. Los “mandatos de los hombres” se llaman hoy día, por ejemplo, disciplina

eclesiástica; en nombre de ella perseguían a Verdaguer. Jamás la repudió el poeta: en sus

cartas cita desesperadamente en su defensa los cánones y los reglamentos; pero sabía

como cualquier bien nacido que la disciplina es un medio y no un fin. Es un

instrumento; no para destruir la persona, sino para perfeccionarla. Pero en manos de un

majadero o un malvado (las dos cosas casi siempre van juntas), es un maravilloso

instrumento de destrucción. Es claro que entonces, detrás del “santo celo por la

disciplina”, hay otra cosa.

El fariseísmo, siendo la corrupción específica de la religión, ha existido y existirá

siempre; y de vez en cuando demanda víctimas humanas, que Dios le concede, no se

sabe por qué: Verdaguer fue una de ellas. En el principio de la Iglesia, el fariseísmo

había plagado de tal manera la Sinagoga, que Jesucristo, se dio como misión principal

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de su vida el combatirlo, y fue su víctima; en el fin de la Iglesia, el fariseísmo se volverá

de nuevo tan espeso, que demandará para su remedio la segunda Venida de Cristo.

El fariseo es esencialmente homicida, aunque tenga las manos enteramente

limpias de sangre y sea incapaz de resistir por la fuerza a una viril pateadura. “Vuestro

padre es el diablo - les dijo Cristo - , el cual fue homicida desde el principio. “Es

homicida porque es enemigo de la vida y helador de la caridad y todo lo que sea cálido:

de su corazón y de su boca salen una especie de rayos de hielo. Y éste es el grado

supremo del fariseísmo, los sacrificios humanos; no a Dios, que no los quiere, sino a un

Diablo disfrazado y llamado con distintos nombres: Disciplina Eclesiástica en este caso.

Los sacrificios humanos al Dios del Orgullo están hoy a la orden del día, opina

Merejkovski en su Atlántida-Europa. “Vosotros sois los que levantáis monumentos a los

profetas, y vuestros padres mataron a los profetas; y si ahora apareciera un profeta en

medio de vosotros, sin duda le daríais muerte” - dijo Jesucristo. Una de las cosas

espantosas de los fariseos es que se aprovechan de la fama de los santos, a los cuales

dan muerte: después de la muerte usufructúan la santidad. Los santos sostienen la

religión, donde ellos viven y comen, como microbios en caldo.

Pues el Santo la sostiene

Y el Otro ordeña entretanto…..

Dice el hijo de Martín Fierro.

Todas las señales del fariseísmo aparecen en el drama de Verdaguer, hasta esta

última de la tanatolatría, la suprema. “Llegará un tiempo en que os matarán, creyendo

hacer un servicio a Dios.” Esta es una de las señales que dio Cristo de la Parusía; y en

efecto, eso hizo Caifás exactamente con El. Dar muerte a un hombre por religión; y la

religión, dando la muerte a un hombre no por sus vicios sino por sus virtudes, es la

señal siniestra. Al fin y al cabo, a Verdaguer lo persiguieron en el fondo porque tenía

talento, lo cual es una virtud natural; no tuviera él genio y nada le hubiera pasado. Es

claro que lo perseguían “para darle la virtud de la humildad y de la caridad”,

naturalmente; es decir, para salvar su alma.

¡Ay del hombre a quien le quieran salvar el alma desde fuera!

¿Qué no se hará para salvar un alma? Todo se vuelve lícito: por ejemplo,

difamarlo, ponerlo en una situación de neurosis, acusarlo de loco y asilarlo. ¡Ay del

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hombre a quien uno de estos santos se proponga volverlo santo! Pero no se pueden

salvar las almas desde fuera, no se pueden salvar las almas por fuerza, a palos no se

puede hacer santo a nadie. Perverso sí se lo puede volver, no santo - si no es por

milagro de Dios.

* ¡A este hombre hay que chafarlo! - escribía al Marqués de Comillas el Obispo de

Vich. ¡Qué palabra para un obispo! En vano se buscaría esa palabra en todo el

Evangelio.

* Por lo menos salvaremos la disciplina eclesiástica. La peor indisciplina que existe es

que el inferior quiera cortar a su medida al hombre superior; y esa es la tentación

vehemente de todo inferior puesto en comando. Por eso, poner a un inferior en un

mando es un crímen; más aún, dice Santo Tomás, es una “aberración”, una sodomía.

* Si no lo hacemos así, este hombre puede hacer muchísimo mal. El peor mal es matar a

un hombre para que no pueda hacer mal, porque eso es imbecilidad; de ese modo,

estaríamos autorizados a matar al primer venido: cortarle la cabeza para que no tenga

dolor de cabeza. Todos podemos hacer mal; y nadie puede ser castigado por un pecado

puramente posible y futurible. S. E. Morgades no haga mal; y deje en paz al otro, que si

hiciere mal por su cuenta, ya dará cuenta a Dios.

-Obedezca, hijo, aun en lo que le es imposible y contra conciencia, y se salvará. . .

Vir obédiens loquetur victorias. Claro que ellos no lo dicen así, sería inocencia y no

fariseísmo.

-Obedezca – dice Morgades.

-Ese mandato me es imposible – contesta Verdaguer.

-Eso le parece a usted, hijo mío, créame. La prueba es que a mí no me sería

imposible. Usted es muy emocionable y sugestible. . . Abandónese en mí fuerte y sana

voluntad y verá cómo triunfa. ¡Qué cosa más dulce y tranquila es abandonar su

conciencia en manos de su prelado! ¡La santa obediencia! La religión nos manda

sacrificar nuestra personalidad. ¿No ha leído que San Juan de la Cruz dice que hay que

sacrificarlo todo? Usted tiene un “yo” demasiado fuerte, y ese “yo” lo perderá. No es

loco; es mucho peor que eso: es un místico. ¡Un místico!

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Todas estas palabras se encuentran textualmente en los debates Morgades-

Verdaguer. Son fariseísmo puro, cuando no son imbecilidad, ignorancia y tupidez de

cabeza. Son todo eso junto.

Al fin terminan por llamarlo tergiversador y mistificador, además de rebelde y

desobediente.

Entonces ya no hay calumnia que no sea posible y licita.

* Dice que no puede volver a La Gleva. ¡Qué mentira! Yo podría volver como nada –

exclaman abriendo mucho los ojos Morgades y Joan Güell. Es el “yo” de ellos que está

fuera de su lugar: está hipertrofiado por orgullo; está puesto en un lugar alto que, de

por Dios, no les correspondía.

Entonces viene la palabra de Caifás.

* Conviene que un hombre muera por la salud de muchos – por la disciplina eclesiástica.

Si este cabezudo y “tergiversador” sale con la suya, ¿qué no harán los otros sacerdotes,

que tenemos algunos tan bravos en la diócesis? Si muere, no es asunto mío: él tuvo la

culpa. . . Todo lo que sufrió mi primo Cinto fue por su culpa – escribe el villano de Joan

Güell, su verdugo y difamador. ¿Qué culpa? ¿A quién hizo daño Verdaguer? No hizo

más que defender su conciencia, su buen nombre, su obra, su fe – que todo eso hace uno

– y gemir como un cordero, y aguantar y humillarse hasta el máximo posible.

Aun cuando brama como un león – en sus cartas En defensa propia -, detrás se ve

el cordero, “la ira del cordero”, como dicen.

Todas las señales del fariseísmo se hallan en el caso de Verdaguer; la hipertrofia

de la “disciplina”, los medios convertidos en fines, la tortuosidad y disimulo en el

obrar, pasiones como la codicia y la vanidad vestidas de religión, la rigidez implacable,

el chantaje por medio de las cosas sacras, la ignorancia completa de la persona humana,

el atropello a la naturaleza y a la ley natural, la falta de misericordia y de justicia

substituidas por “mandatos de hombres” muertos y metálicos.

Y las pruebas supremas: el desprecio a la vida, el odio a la inteligencia, y los

sacrificios humanos.

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“El Ruiseñor Fusilado”, cap. XXX

30. La pesadilla

“La Iglesia actual no está inspirada por el Espíritu de Dios. Muchas cosas que pasan en la

Iglesia de hoy, sería impiedad nefasta atribuirlas a Dios. Habría que renunciar al sentido moral y

aun a la más tenue idea del Dios del Evangelio.”

Conmigo la santa madre Iglesia no se ha portado como madre. Se ha portado de

un modo inicuo, injusto, maligno, cruel e implacable. No se ha portado ni siquiera de

un modo humano. He aquí una experiencia directa e irreducible, que no puedo eliminar

ni interpretar al revés con ningún conato ni esfuerzo posible. Es una visión inmediata,

como la de los ojos: más que la de los ojos. Visión mía propia, que no puedo comunicar

a nadie. Pero yo la sé.

“Lo que me ha pasado no es algo que por accidente o excepción proceda de

algún mandón eclesiástico desviado o malo. Procede directamente de la cabeza, es cosa

de la «Jerarquia» y viene de lo más alto.

“Si la Iglesia ahora es así, siempre debe haber sido así: no veo solución de

continuidad en ella. Entonces, Galileo, Giordano Bruno, Juana de Arco, Carranza. . .

todos los que nos han enseñado a condenar como herejes y malos en las clases de

Apologética. . .

“Mas si la Iglesia es un manantial de iniquidad desde su parte más alta; es un

simple organismo de ordenamiento humano y político, con esa condición de toda

sociedad humana de odiar a la inteligencia; si no hay en ella el sentido de que no se

puede promover el bien común condenando a un inocente; entonces ¿qué queda de

nuestra fe? . . .

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .

“Pero Cristo es Dios, y Cristo fundó la Iglesia: hay bastante testimonio cierto de

lo que Cristo hizo y dijo; hay evidencia del efecto moral sobrehumano de su doctrina en

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la historia; aquí en las mismas costumbres y gestas de este buen pueblo catalán, en las

leyendas y las figuras esplendentes de sus santos, en la ley moral sublime vigente en el

mismo lenguaje tosco del payés – si no siempre en sus actos. . .

“¿No estaremos sufriendo una corrupción nueva y misteriosa de la Iglesia? ¿No

habrá dos iglesias, la de los ricos y la de los pobres? ¿No se habrá refugiado el Espíritu

Santo en el pobrerío?

“¿Pero esto no es el error mismo de los protestantes, que niegan la Iglesia Visible,

condenan su organización jerárquica, y encierran la Iglesia verdadera y las promesas de

su Fundador en el secreto de los corazones, librando así la objetividad de la doctrina al

capricho de la interpretación individual?

“! Oh mi cabeza, mi cabeza!

“¿Cuál es el alcance exacto de las promesas explícitas de Cristo? Prometió que

Pedro no erraría en la fe, ni por consiguiente sus sucesores; no prometió hacerlos

íntegros e incólumes en su moral; es decir, no los hizo impecables. Prometió que El

estaría con la Iglesia hasta la consumación de los siglos; no durante la consumación de

los siglos, que será un período de tiempo, los tiempos parusíacos, en los cuales habrá,

según está escrito, una inmensa apostasía. ¿No estaremos ya en los tiempos parusíacos?

¿No habrá volado la Iglesia al desierto? ¿No se habrá refugiado (por dos tiempos, un

tiempo, y medio tiempo) en el corazón de hombres en soledad, que sin romper sus lazos

con la jerarquía mundanizada, la soportan sobre sí como una carga de montañas y una

presión de lagar; y son incluso perseguidos por ella?

“¿Qué hacer entonces? ¿Cómo conciliar el sentido moral interno con las órdenes

inicuas o inhumanas de afuera?

“Acatar y no obedecer, como decía Alfonso el Sabio; aguantar la nota de rebelde y

las sanciones más mortíferas; hacerse anatema por amor de sus hermanos; mirar de

frente a una muerte desolada; antes de admitir en su interior la arrollante frase que está

en la boca del vulgo: la Iglesia es una porquería.

“Yo soy la Iglesia también, al fin y al cabo; y está en mí no volverme una

porquería. . . “

Esta fue la pesadilla de Verdaguer: la que lo consumió, como se puede fácilmente

colegir.

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No está explícita en sus angustiosas cartas En defensa propia; pero las informa todas

desde atrás, y asoma en algunas frases fulgurantes; así como en esa veleidad que tuvo

de predicar “la Iglesia de los pobres”; veleidad que Rusiñol hizo el eje de su drama,

convirtiendo a Verdaguer en un vulgar cura socialista, teñido de un franciscanismo

sentimental. Está sobre todo en los hechos de los últimos cinco años, en esa rotura

definitiva de su lira esencialmente religiosa y devota, y en la consunción rápida de su

salud y su vida. ¡Qué diferencia entre el retrato del rozagante joven presbítero, que está

al principio del libro de Güell, y el retrato al lápiz del hombre maduro envejecido y

devastado, del genial dibujante Casas, que está en el Museo Moderno de Barcelona!

Esta pesadilla no se disipó nunca del todo en el “poeta asesinado”: nunca surgió

de su pluma el grito triunfal de la certidumbre. Su pluma simplemente se secó. Puesto

antes al servicio de la Iglesia su iris de colores suaves – hasta rozar a veces la adulación

su entusiasmo ingenuo- después de los golpes recibidos, simplemente no pudo servir

más. Se rompió.

Los asesinos de cuerpos son castigados por la ley: los asesinos de almas

entristecen al Espíritu Santo, y su hecho no tiene perdón ni en ésta ni en la otra vida;

aunque mueran “homenajeados” y luego les levanten estatuas.

La única solución teórica a la pesadilla de Verdaguer está en la parábola del

trigo y la cizaña y en el dogma de la Parusía. Llegará un tiempo en que el trigo y la

cizaña, mezclados siempre en las eras humanas durante el curso de las edades, llegarán

a la lucha suprema, la que no conoce piedad; y la cizaña crecida oprimirá al trigo de

Dios de un modo insoportable, rodeándolo por todas partes como sin esperanza y sin

respiro; tiempo en que la persecución, prometida a todo creyente, se hará interna a más

de externa; y en que gemirá su carne a punto de aniquilarse.

Para ese tiempo se escribieron las últimas y más terribles – y más consoladoras-

profecias.

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Psicología Humana, cap. XI

LAS IDEAS.(1)

UN SUICIDIO HORRIBLE

Mucho me temo que esta conferencia salga bastante seca, porque trata del

pensamiento y de los tres ángulos de un triángulo. Pero mucho más seco es lo que

encontrarán ustedes en los tratados comunes de Psicología, como por ejemplo en el de

Regis Jolivet, que acaba de ser traducido. Yo no sé: los franceses tienen, según es fama, el

don de ser claros y el desdón de ser superficiales: éste es superficial pero no es claro. “El

intelectualismo de Santo Tomás” de Pierre Rousselot es todo lo contrario: claro y

profundo, por eso no ha sido traducido, no sirve para la Argentina. Hay otro Rousselot,

que se llama Paul, que también escribió sobre Santo Tomás y sobre el intelecto y

también ha sido traducido: es muy malo, casi idiota. Estos señores editores argentinos,

que son casi todos extranjeros, no es que quieran idiotizar a los argentinos: lo que

quieren es ganar mucha plata; y cuanto más plata ganan, más se convencen de que son

ellos y no otros los que deben imponer los libros que el argentino ha de leer; y lo cierto

es que lo consiguen, por virtud de las inefables leyes del capitalismo. “El mercado del

libro”: el que tiene más capital domina el mercado e impone su mercadería, el libro, es

decir, el pensamiento. . .

El pensamiento, las ideas, la inteligencia, la ciencia. El hombre es el único animal

que tiene pensamiento y es, el único animal que se suicida. Dicen que el escorpión se

suicida si se lo rodea de un círculo de brasas. No es verdad, se mata sin querer, en todo

caso. Yo no lo he visto en el escorpión; pero sí en una víbora yarará que estábamos

atormentando con palos los muchachos, después de haberle roto el espinazo con una

picanilla. El animal enteramente furioso mordía en todas direcciones, ciego de ira, hasta 1 El tema de esta conferencia es “el intelecto y sus operaciones, y su poder y su debilidad, y su sujeción a la voluntad, y su independencia, y su predominio sobre todo lo demás”.

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que se agarró la cola por casualidad, se mordió y quedó instantáneamente rígido;

porque el veneno de la víbora no hace mal por vía estomacal, es su jugo gástrico, pero

mata, paraliza la circulación y disuelve los tejidos (los digiere), por vía sanguínea. Así se

suicide aquella víbora. Pero sólo el hombre se suicida por ideas y todo suicidio en

definitiva depende de una idea; por lo menos así lo piensa Dostoiewski.

El pensamiento del hombre ha creado el mundo de la ciencia, del que está

orgulloso; tanto que se podría decir que la Ciencia es hoy día la verdadera religión de

las masas, menos o más según las regiones, pero en todo el mundo sin excepción. De la

ciencia se esperan milagro – “La Razón” casi todos los días cuenta un milagro de la

ciencia, que ha ocurrido en Norteamérica -, como la curación del cáncer y de todas las

enfermedades, la prolongación de la vida y la comodidad y la seguridad para todos; o

sea, la felicidad en definitiva, el estado perfecto de la Humanidad; y la Ciencia por otro

lado, con la invención de la bomba atómica, ha percudido al mundo con un estado de

temor y de inquietud, que no es dominado por ninguna religión. “Dios es el miedo a la

muerte, Dios es el dolor del miedo a la muerte, Dios es la invención del hombre para vencer el

miedo a la muerte”, dice Kirillof, el terrible suicida de Dostoiewski. Pero ese Dios que

infunde miedo y después lo sana, es hoy día la Ciencia. ¿Qué Ciencia? ¿La Ciencia de la

naturaleza, la ciencia del hombre, la ciencia de Dios, la sabiduría? No: la ciencia

inventora de drogas y artefactos, la Técnica. La ciencia inventora del cine hablado,

coloreado, y de tres dimensiones. Bertrand Russell (en catalán “rosillo”), que es un

hombre de ciencia, es decir, un gran matemático, un erudito en Física y Biología y un

sofista mezcla de Voltaire y Bernard Shaw, dice que la religión de las masa es el cine

(“El panorama científico”); “Dudo mucho – dice – que todas las Iglesias juntas ejerzan

tanto influjo como el cinematógrafo en la opinión de los jóvenes, sobre asuntos tan

íntimos como el amor, el matrimonio y el hacer dinero. Los productores de Hollywod son

los grandes sacerdotes de una nueva religión. Mostrémonos agradecidos por la pureza de sus

sentimientos – pues hacen triunfar la virtud, y sucumbir al vicio, aunque tienen una

mañita de retratar demasiado al vicio y de hacer a la virtud ñoña y sentimental. Pero en

fin, el cine pertenece también a la gran religión de la Técnica, es una tecnificación del

teatro, lo mismo que la prensa y la radio, esos otros dos grandes instrumentos de

uniformar las cabezas de todos, de propaganda, de masificación. Exagera Russell: sobre

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el amor, el matrimonio y el hacer dinero, el primer influjo lo reciben los jóvenes en la

familia. La Técnica está muy bien, yo no voy a quejarme de los pianos, las heladeras, los

ascensores, y los colectivos, los cuales me llenan de admiración; pero yo no quisiera un

piano que me cortara una mano, una heladera que me helara a mí, un ascensor que me

ascendiera siempre para abajo, unos transmisores del pensamiento ajeno que me

volvieran cada vez más necio. “Para que una civilización científica sea una civilización buena,

es preciso que el aumento de ciencia vaya acompañado de un aumento igual de sabiduría. Esto es

algo que la ciencia por sí misma no proporciona. El aumento de la ciencia por sí mismo no es por

ende bastante a garantizar ningún progreso genuino” – confiesa Russell, a pesar de su

entusiasmo por la “Ciencia”.

Ciencia para Russell significa Técnica. No significaba eso para los antiguos. Es

graciosa la afirmación de Russell en la pág. 179: “la teoría de Malthus sobre la

superpoblación, sea verdadera o falsa, es rigurosamente “científica”. Un hombre del

Medioevo hubiese dado un salto (“!Si no es verdadera, no es ciencia!”) y Platón,

debelador de los sofistas, hubiese sonreído con desprecio. “Scientia est cognitic rerum per

causas”. Ciencia es conocimiento verdadero, cierto y demostrable de las cosas por sus

razones de ser. Pero la teoría de Malthus es ciencia, dice Russell, porque “se apoya en

estadísticas de población y gastos de agricultura”2. Es decir, que lo que hace la ciencia es la

manera y no el contenido. Como si dijéramos: “Ese hombre camina muy bien… -¿Cómo

camina muy bien si no sabe a dónde va y va a un abismo? –Bueno, pero camina muy

bien; posa los pies con toda corrección de acuerdo a las leyes de la anatomía… “ Pero

sobre todo, “ciencia es todo lo que da poder, sea ello verdadero o falso”, es el criterio de

Russell. La Psicología por ejemplo, se reduce a Freíd y a Pavlov porque dan poder; para

domesticar animales y para dirigir a los hombres.

La técnica es propia del hombre, pero es lo que está más cerca de la inteligencia

animal, si hay inteligencia animal. El castor, el pájaro y la abeja poseen una técnica

admirable y perfecta para hacer sus casas, y el animal es capaz incluso de un pequeño

progreso en sus técnicas – muy pequeño y forzado – como probó Koehler con sus 17

experimentos con los chimpancés de Gibraltar: “la inteligencia de los grandes inventores no

2 Ver Excursus XIV, pág. 201.

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se diferencia de la inteligencia de un chimpancé en naturaleza sino en grado…”, la “boutade”

de Max Scheler quiere decir eso: es falsa, desde luego, simplemente hablando, puesto

que el manejo de los signos, el lenguaje y las matemáticas, es propio del intelecto

humano y de su capacidad de abstracción, que es su característica propia. Pero la técnica

moderna, que en 150 años ha hecho más inventos que en los 5.000 años anteriores, viene

de la aplicación de las Matemáticas a la Física en orden no al saber sino al poder; es decir, es el

triunfo de la voluntad sobre el intelecto, el aservimiento del intelecto a la voluntad de

dominio.

No diré yo que el voluntarismo teórico y el voluntarismo práctico sean la misma

cosa: que la afirmación teórica de que la voluntad prima, al intelecto sea lo mismo que el

subyugamiento práctico del intelecto por la voluntad, de la contemplación por la

acción, y de la razón por la violencia. Son dos planos diferentes; pero están íntimamente

ligados entre sí e históricamente aparecen juntos.

La tesis de que “en el principio era el Verbo” parece una cosa abstracta y académica,

como por ejemplo disputar si “la luz del Tabor era creada o increada”. Sin embargo, no es

así: es la tesis principal de la Psicología del intelecto, y errarla significa errar otra

cantidad de problemas, que finalmente conducen a la perturbación de la práctica.

Efectivamente, los tres problemas fundamentales de la Psicología del

pensamiento son: el de las ideas, el de la ciencia y la creencia y el del voluntarismo: y

los dos primeros desembocan en el tercero. Son simplemente las relaciones del intelecto

con todo lo que tiene al lado, a saber, con la imagen, con los afectos, con la voluntad.

Empecemos por el último, el cual no resolvemos dialécticamente (lo cual pertenece más

bien a la metafísica de Kirillof) sino prácticamente, por el suicidio.

Kirillof quiere probar que Dios no existe por medio de un acto violentísimo de

voluntad: Kirillof es el triunfo del voluntarismo. Si Dios existe o no, no es cuestión de

voluntad.

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Por medio del suicidio quiere destruir de una vez y para siempre la idea de Dios

y redimir a la humanidad del miedo a la muerte: es un Cristo al revés. Es ateo y ruso, es

decir, ateo y religioso: de una raíz de religiosidad instintiva viene la exacerbación de su

ateísmo, llevado a sus últimas consecuencias lógicas con el rigor lógico de un paranoico.

“Yo me suicido no por miedo ni por rabia, sino por una idea”. Dios es la idea por

excelencia, la cumbre de la Metafísica, la cual es el tercer grado de abstracción: la idea

de un Ser puro Ser, sin mezcla de no-ser, o sea sin mezcla de privación y de límites, idea

que encontramos en la India, en Israel y en la Grecia independientemente. El suicidio es

el acto de voluntad más violento y, en cierto modo, más fuerte que puede hacer el

hombre, poniéndose como era de su naturaleza pero sin llegar a afuerarse del todo, pues

Kirillof no vence el temor a la muerte, chifla como un marrano y acaba por matarse de

casualidad como la vibora yarará. Triunfo del voluntarismo, no de la voluntad.

El voluntarismo es contra la natura ordenada, pero por desgracia es conforme a

la natura caída: Caín es el primer voluntarista, el primer cultor de la voluntad de poder:

él y sus hijos Tubal y Tubalcaín inventaron la técnica; Nemrod fundó la primera ciudad

amurallada; la torre de Babel fue el primer acto de culto tecnolátrico.

El voluntarismo domina la época, empapa toda la Filosofía moderna y desde allí

reina en toda la práctica, desde la técnica hasta la religión: los que mandan hoy día no

son los contemplativos sino los prácticos; no los sabios, sino los expertos y astutos; no

los más inteligentes, sino los más briosos y dominadores. “Dichosos los mansos porque

ellos poseerán la tierra” –dijo Cristo. La tierra la poseen hoy día no los mansos sino los

violentos. “Voy a destruir la tierra; porque la veo llena de violencia” –dice Dios a Noé.

La herejía voluntarista nació en la Cristiandad Occidental en los siglos XVI y XVII,

aunque la tendencia a esa desordenación existió siempre, naturalmente. Lucero es

voluntarista. En el ámbito de nuestra raza, el voluntarismo está representado por

Francisco Suárez, del siglo XVII, que en sus “Disputationes Metaphysicae” hizo una

especie de compendio de Filosofía Cristiana, pero introduciendo en ella el voluntarismo

de Duns Scoto y de William Occam. Un jesuita y dos franciscanos: la herejía

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voluntarista (herejía filosófica, desde luego) comenzó en la Iglesia y después se propagó

al Estado. Russell cree que los jesuitas introdujeron el voluntarismo; no los primeros

jesuitas ciertamente, puesto que San Ignacio fue un contemplativo, Diego Laínez un

especulativo aunque mediocre, Francisco de Borja un místico; pero después vino un

práctico, Claudio Acquaviva, “el segundo fundador de nuestra Compañía”, como lo

llama el P. Astrain, y comenzó el dominio de los prácticos, de los “briosos sin letras”,

como dice el P. Mariana. Pero eso ya no era privativo de los jesuitas sino característica

de una época naciente que había de reflejar Descartes. Descartes es tan voluntarista que

sostiene que “toda afirmación proviene de la voluntad y no del intelecto”, es decir que toda

afirmación no es ciencia sino creencia. Si el P. Mariana hubiese sido General de la

Compañía de Jesús en vez del P. Acquaviva, es probable que la Compañía de Jesús

hubiese seguido la línea de San Ignacio; pero al P. Mariana lo hubiesen muerto 3.

¿Y qué me importa a mí que domine el intelecto o domine la voluntad? ¿Acaso

eso me da a mí de comer? Mire: si domina la voluntad, entonces el hombre no es más

que el animal (cuyo intelecto4 está envuelto en la acción, en la acción presente) y la

religión es una cuestión de sentimiento, no de verdad ni de error: ¿Le importa a usted

eso? –tampoco eso me da de comer. –Bueno, veamos entonces las consecuencias extremas

del voluntarismo moderno:

1º - la voluntad de producir a todo pasto, antes de ordenar la producción al

consumo, el medio al fin: de donde el hombre viene a quedar subordinado a la

producción, el hombre es para la producción; el Capitalismo.

2º - la voluntad de planificar para aumentar la producción; que sin la moderación

de la sabiduría, viene a subordinar el hombre al plan en forma férrea y no flexible: “La

Hora Veinticinco”5.

3º - la voluntad de dominar férreamente una nación a otra: ¡los mercados!

4º - la voluntad de hacer dinero sin límites: el lucro para aumentar el capital:

cuanto más capital más dominio, más producción, más lucro.

3 Ver Excursus XV, “Las cosas de la Compañía” y la Decadencia Moderna, pág. 302 4 El animal tiene razón particular o estimativa, que no es espiritual sino un sentido interno. 5 Novela del rumano Constantin Virgil Gheorghiu.

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5º - la voluntad de destruir la producción para hacer dinero, sea volcando el vino y

quemando el maíz, sea por esas grandes destrucciones colectivas que son las guerras.

6º - la voluntad de destruir el dinero para hacer producción: el monopolio

arbitrario del dinero, la inflación, la deflación.

7º - la voluntad de destruir y destruirse, que es diabólica: o sea, el suicidio de

Kirillof.

¿Por qué pues el hombre se entrega de esta manera absoluta y cuasi religiosa a la

técnica?

Ah, es que hay allí también una raíz religiosa: conquistar la tierra es una misión

del hombre. Dios puso al hombre en el Jardín del Edén para que conquistase con un

trabajo suave y humano el Jardín del Edén y toda la tierra, que producía ya entonces

abrojos y espinas, y la volviese jardín del Edén. El hombre abandonó su primera relación,

la relación con Dios, para entregarse con furia a su segunda relación, la relación con la

tierra y prefirió hacer la torre de Babel. Y lo que él prefirió no le fue negado. Está a la

vista la torre de Babel; creo que estos días están por terminarla6.

Todo deriva de las ideas; porque lo primero que deriva de las ideas son los

ideales, y los ideales gobiernan la marcha del hombre: “asigún el hombre piensa, ansina el

hombre camina”, mas la herejía de la acción sin freno, del voluntarismo, consiste en

caminar mucho y pensar poco. Un padre salesiano muy distinguido me decía: “Yo he

viajado muchísimo: yo conozco España, Italia, Francia, Dinamarca mi patria…India,

Afganistán, China, Estados Unidos, Méjico, Venezuela…”

-Yo le dije: Yo conozco Aristóteles, Santo Tomás, Platón…Shakespeare, Dante,

Cervantes…

-Ah sí, pero todo eso no es real. Un árbol en un libro no es real; en cambio, ese

árbol que tenemos allí delante…

-¿Cómo se llama?

6 Se refiere al edificio Alas, que entonces era el más elevado de Buenos Aires.

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-No lo sé.

-Se llama molle. El árbol en el libro no se seca nunca; y la rosa en mis versos no se

amustia, es una rosa inmortal7.

El primer problema de la Psicología del intelecto es si hay intelecto, es decir, si hay

ideas. Si las ideas se diferencian esencialmente o no de las sensaciones y las imágenes; si

no se diferencian, el hombre es un mero animal, un animal perfeccionado o degenerado,

según los gustos; un animal que lo mejor que puede hacer es trabajar como un burro; y

así trabaja en los países empiristas. Las tres posiciones fundamentales en este problema

son éstas8:

7 “El fondo más real de las cosas es su “idea”, su esquema y núcleo espiritual. Sin la captación de ese fondo eterno* de lo existente fútil**, que es obra del intelecto, la voluntad no se mueve. “Las ideas son lo esencial de la vida del hombre”.- ¿Quién dijo esto? ¿Algún profesor? -No. Mussolini, hombre de acción” (Castellani, nota a “Suma Teológica”, I, Q. LXXXII, art.3, Club de Lectores, T. IV, p. 77). . . . . . . . . . * Castellani llama “eterno” a este fondo porque las cosas son creadas según el modelo de ellas que existe en el pensamiento divino. Tales ejemplares son la medida de las cosas, sus arquetipos y se identifican con Dios mismo pues son la divina esencia como imitada o imitable por las creaturas. **El voluntarismo desvincula el mundo de la Sabiduría Creadora, y entonces la existencia de las cosas resulta meramente fáctica y desprovista de sentido. 8 El empirismo niega que las ideas se diferencien esencialmente de las imágenes. “Hume afirma que todas nuestras ideas proceden de sus correspondientes impresiones. Mantiene un agnosticismo total sobre el noúmeno. Los empiristas desenvuelven las consecuencias de la teoría general de los conceptos que prevaleció en el bajo Medioevo” (Castellani, Apuntes de Historia de la Filosofía, Año 1938, Hume). Platón sostiene que nuestro conocimiento científico nada tiene que ver con el que nos proporcionan los sentidos, y por lo que hace a Berkeley, ya fue dicho que sólo admite la existencia del espíritu y de sus actos de percibir: las cosas del mundo existen en la percepción. Aristóteles enseña que el intelecto obtiene ( por abastracción) los contenidos inteligibles a partir de las imágenes de la sensibilidad. “Tenemos conocimiento intelectual y universal de las cosas, por medio de un poder del alma que alcanza las razones permanentes de lo particular y contingente contenido en esos retratos vibrantes de los cuerpos que son las imágenes; las cuales determinan el intelecto a conocer y lo despiertan e informan; pero son digeridas por él en una eliminación de su aquí y ahora (hic et nunc), que se llama abstracción”. “De manera que lo primero que conoce el intelecto es lo más general de las cosas, y su debilidad es que para conocer lo particular (que es lo único que físicamente existe) necesita volver sobre el fantasma imaginativo que le prestó material a la idea, y conectarla con él”. “Este se llama el misterio del conocimiento, el problema de los Universales, o el punto de partida de la Metafísica” (Castellani, Nota 1 a “Suma Teológica”, I, Q. LXXXIV, art. 1, Club de Lectores, T. IV, p. 91).

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El empirismo o sensualismo o nominalismo ha existido siempre, desde los

tiempos del Rey David (“comparatus est jumentis insipientibus etfactus est similis illis”)9 y

atraviesa toda la historia de la Filosofía, refinándose y alambicándose al infinito: hay

que ver cuántas ideas abstractas son necesarias para negar las ideas abstractas, hay que

ver la masa de abstracción que necesita Kant para elminar el tercer grado de

abstracción, y reducir el alcance del intelecto a la Física y la Matemática, convertidas

ambas empero en productos subjetivos de la mente, o como diría él, en “realidad

meramente categorial”. Kant en el fondo es un nominalista10, es decir, que identifica el

pensamiento con los conceptos, y los conceptos con los nombres o signos, aunque sea

con unos signos internos y sutiles, creación de la mente humana, que llama

“categorías”, y tratando de superar el empirismo radical de Hume no sale de su

9 Se ha comparado con los jumentos insipientes, se ha hecho semejante a ellos (Ps. 48:13) 10 El Nominalismo afirma que lo real siempre es concreto y particular, y como ellos son universales, nada en realidad corresponde a ellos: lo Universal no existe. “-¿Cómo no existe? –No existe, en cuanto a ese modo universal que le da nuestro entendimiento, sacándolo de sí mismo, para poder unirse a las cosas… Ese es el famoso Universal que ha dado tanto a discutir, ¡y lo que te rondaré todavía!; nuestra moneda de cobre, la única que tenemos, para entrar al cine de la ciencia. Lo Universal no existe en las cosas. Tampoco existe solamente en la mente. Existe en la unión de la cosa y la mente, y no cualquiera mente sino la debilísima nuestra. “Existe formalmente en la mente, pero con fundamento en las cosas”, dicen los Aristóteles. Platón dijo que existía en las cosas*, Locke, que existía en la mente sin fundamento (en las cosas)”. “Las gallinas ponen los huevos sin h. La molesta ortografía del hombre le añade la h. La h no cambia el huevo, ni siquiera en la pronunciación. Para leer es lo mismo el huevo con h y el huevo sin h. Pero no para comerlo. En el huevo propiamente hablando, la h no existe hasta después que el huevo es pasado por la mente, que lo cambia menos que pasado por agua; y por la pluma, que lo cambia apenas”. “Pero el huevo no llega al alto honor del Libro sin esa maldita H” (Castellani, Nota a “Suma Teológica”, I, Q. XIi, art. 4, Club de Lectores, T. 1, p. 144). . . . . . . . . . . . . . . . . . . *El platonismo afirmó que las ideas existen con una realidad superior a la de las cosas sensibles.

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ámbito11. Pero el abismo que separa al hombre del animal es tan manifiesto que no lo

pueden colmar los filósofos; y todos los pueblos del mundo, para insultar a una

persona, la llaman animal.

El esfuerzo que ha hecho la Psicología experimental moderna por colmar ese

abismo es inmenso; hay hombres que se han pasado la vida entera persiguiendo

acremente ese objetivo: véase “Animal Intelligence” de Thorndike, y la cantidad enorme

de trabajo que se insumió ese sabio (claro que trabajo bien pagado por la Universidad

de Yale). ¿Para qué? Para “compararse con los jumentos insipientes”. La INTELIGENCIA

ANIMAL DE THORNDIKE –el título del libro es lo más aprovechable de él. ¡Qué

manera de atormentar a monos, conejos, ratas y pollos para que revelen su inteligencia

creadora! Los chimpancés sabios de Koehler, apretados por el hambre y la sed, no

llegan a hacer lo que hace naturalmente un año de tres años: manejar los signos, ver la

relación de medio a fin, generalizar una experiencia, inventar experimentos ¡lo que no

inventa un chico travieso!, y clasificar las cosas. A Martita la llevaron a los 3 ó 4 años al

Zoológico: iba viendo los animales nuevos clasificándolos de acuerdo a un sistema

sencillo: un cuadrúpedo pequeño era un wuau (un perro), un cuadrúpedo grande era un

mu (una vaca) y un ave cualquiera era un pío (gallina), pero de repente hallóse delante

de la foca, y se quedó absorta y perpleja un gran esfuerzo intelectual, moviendo pies y

manos, hasta que de repente, con un gran grito de triunfo, dijo: “!sapo!”. Un chimpancé

no puede hacer eso; conoce y distingue mejor que un chico los animales presentes y

concretos, desde luego, pero no puede ni clasificarlos ni ponerles nombres.

La abstracción (o sea la generalización, la clasificación, la significación, la síntesis

y el análisis) es la propiedad del intelecto humano; propiedad que en definitiva sirve

para fabricar y para dominar, pero que primordialmente es un conocer. Contemplemos el

mundo de las Matemáticas, ya que ese mundo es el que nos dejan los sabios de hoy. ¿Qué

11 En el Capitulo I se vio que el empirismo pretende reducir la sustancia suma de los fenómenos, y que según Hume, el Yo sólo es un conjunto de diversas percepciones que se suceden con una rapidez inconcebible, y están en un flujo o movimiento perpetuos. Hume también critica la idea de causalidad: ésta no designa algo real porque la experiencia nos da la sucesión de ciertos fenómenos, pero no vemos que haya un nexo entre uno (que llamamos causa) y otro (que denominamos efecto). Tal conexión no está en las cosas, sino que es puesta por nuestro espíritu. Kant trata de superar la posición de Hume, que conduce al escepticismo, pero cae en un escepticismo más hondo.

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vemos? Un mundo de nociones abstractas estrictamente unidas entre sí por principios

irrecusables. Ese mundo es la creación más pura del intelecto humano, donde el

intelecto se siente a sus anchas: le basta un solo contacto de su imaginación con la

realidad cuanta para construir una figura o un número, y después operar con ellos

tranquilamente elevándose a alturas sobrehumanas: a la órbita de los astros, al interior

del átomo, en una orgía de símbolos de la cantidad, cada vez más refinados y

complejos-la realidad material responde: la destrucción de Nagasaki e Hiroshima no es

una creación subjetiva de la mente humana, una conformidad legal del pensamiento

consigo mismo, como dice Kant. Así que, en su ufanía de matemáticos, los psicólogos

modernos han inventado maquinitas y “tests” para medir la inteligencia; y no sirven

para medir la inteligencia, pero sirven para dominar al prójimo clasificándolo por

grados y poniendo al que no nos gusta en el grado de “retardado mental”12. Pues bien,

todos esos conceptos, lo mismo que los conceptos de las ciencias naturales (primer

grado de abstracción) y los conceptos de la ciencia metafísica (tercer grado de

abstracción), tienen cinco propiedades de que carecen las imágenes y sensaciones:

1º - son abstractos: el triángulo no es ni blanco ni negro, ni grande ni chico, ni

equilátero ni isósceles; y es todas esas cosas a la vez, potencialmente;

2º - son universales: la palabra triángulo designa toda figura cerrada de tres lados

existente o posible;

3º - son necesarios: hay un “índice de presencia” inmensamente más coactivo que

en la percepción sensible misma: no una coacción de hecho sino una coacción de ley:

“todos los triángulos posibles caben en una semicircunferencia; la suma de los tres ángulos es

igual a dos rectos”, necesariamente;

4º - son reflejos: la imagen no se imagina a sí misma, pero el pensamiento se

piensa a sí mismo, se tuerce sobre sí mismo (que eso significa reflejarse, como un fleje)

12 “No hay máquina que pueda medir la inteligencia. Sólo la inteligencia mide la inteligencia. Hay máquinas para medir los concomitantes somáticos del conocimiento, sensorial principalmente…” “Los `test` o pruebas son más flexibles. La regla general es que son instrumentos de la capacidad observatriz del psicólogo, y que su rendimiento es más incierto a medida que se hacen más matemáticos y menos intuitivos”. “Se puede medir la fuerza muscular, pero ¿cómo haríamos para medir la salud? Pues la inteligencia es mucho más compleja y sutil que la salud”.

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originando la conciencia: sé que sé, sé que no sé, tengo una idea de mis ideas: “en este

asunto mis ideas todavía no están muy claras”, decimos13;

5º - Finalmente son unos: la tendencia a la unificación alcanza su máximo en el

intelecto, y si es general en el psiquismo humano, es por causa del intelecto; una

insaciable sed unificadora parece la tendencia esencial de su dinamismo. Eso ustedes lo

saben.

Esto falta en el animal irrevocablemente… Ustedes me están culpando de hablar

de balde; la culpa la tienen estos “jumentos insipientes”.

“Los tests miden lo que hay de más común en el niño y en el rudo; y fallan

dondequiera entra la personalidad, que es diferenciación”.

“El gran triunfo de las pruebas fue el reclutamiento para la Gran Guerra del 14

en Estados Unidos; y después el reclutamiento de obreros y escolares. Es pues propio

de la civilización de masas y de la fabricación en serie”.

“Los mejores son los más sencillos, como los de Abelsori y Stern, que no se

apartan mucho de su origen natural, las adivinanzas, acertijos, rompecabezas y juegos

de ingenio del “hombre eterno” (Castellani, Apuntes de Psicología, Cuaderno 6, 1945-

1951, Psicometría).

Pero el perro de William James hizo un silogismo perfecta Me extrañaria mucho,

porque en ese caso hizo algo que nunca hizo su dueño, aunque esto parezca una

blasfemia contra esa cumbre de la filosofía americana. –Sí, era un “retriever” perdiguero,

y una vez que James hirió de un tiro a dos perdices. –Con perdón de James, eso ningún

cazador lo hizo jamás, la perdices no andan de a pares. –Bueno, pongamos que sean

tordos o torcazas: el perro fue corriendo detrás de las dos, y como no podía correr

13 El sentido es incapaz de la reflexión, en razón de la materia. Sólo el espíritu puede reflexionar, volver sobre sí mismo. En el comentario S. Th., I, q.28, art.4, ad 2m, Castellani explica: “El primer acto (por el que el hombre entiende piedra) es un conocimiento directo de la piedra mediante su propia especie inteligible; el segundo acto (por el que entiende este mismo entender), y el tercero (por el que entiende este conocimiento reflejo), y sucesivos, son conocimientos reflejos que el entendimiento adquiere volviendo sobre el primero.

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detrás de las dos, mató a una, corrió a la otra y se la llevo viva al dueño y volvió a

buscar la muerta. Esa conducta supone el siguiente silogismo perfecto:

Alive

Get away,

Must kill;

O sea: “dos pájaros moviendose – si se mueven viven – si viven pueden escaper – es

menester que no vivan – mataré a uno”. Como en el caso del suicidio de la yarará, ese

supuesto silogismo se reduce a cuatro movimientos instintivos sin ningún raciocinio

general; es un “raciocinio particular” como decían los antiguos:

1º - situación de perplejidad, oscura;

2º - exasperación, cólera;

3º- mordisco;

4º - nueva situación satisfactoria y clara.

Si vamos a eso, yo conocí un perro que hacía silogismos más perfectos todavía: el

perro de Don Babel Manitto:

1º -una vez mordió la mano de un hombre que le dio una patada, en vez de

morderle el pie; tenía noción del hombre como unidad viviente.

2º -conocía y distinguía no solamente al hombre sino a los diversos sectores: a su

amo, a los que eran amigos, a los que eran desconocidos, y a los ladrones por el modo

de moverse.

3º -tenía vergüenza: era el perro de Don Babel Manitto; iba a robar carne a casa;

entonces nosotros aprovechábamos para ir a robar limones a lo de Don Babel; el perro

se enteraba y se volvía despacito y silencioso, escondiéndose y haciendo un gran rodeo,

a su casilla, y salía haciéndose el inocente y ladraba furiosamente.

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Todo esto está al alcance del animal: se llama “vis aestimativa”14. Si por esto

quieren decir que el animal tiene inteligencia, tiene razón, pueden decirlo: los antiguos

la llamaban “razón particular”; pero en el hombre hay más que esta razón particular, que

esta “fuerza estimativa”. Hay una razón general, un raciocinio. Pero los que ponen que en

el hombre no hay sino esa “razón particular”, lógicamente caen en el voluntarismo;

puesto que esta razón es más bien fuerza que luz (fuerza estimativa la llamaban

sabiamente los antiguos), no es tanto un conocimiento como un impulso, está

aprisionada siempre en un dinamismo actual y presente…Pero esta fuerza estimativa, el

instinto, es lo más alto que hay en el animal; luego en el hombre de los empiristas, que

no es más que un animal, los impulsos, la acción, la voluntad, PRIMAN, ¿Y qué importa

que prime? ¿Qué importancia tiene eso? Espérese un momento.

El segundo problema es la diferencia entre ciencia y creencia. Llámese creencia a

toda afirmación en que interviene la voluntad; y son dos, la opinión y la fe religiosa. Se

trata de saber si la fe religiosa pertenece a la categoría de la opinión o a la categoría del

saber. Lo que está en juego en esta cuestión, “l´enjeu de la question”, es: 1º, la fe

religiosa, convertida por los sabios matemáticos en un sentimentalismo; y 2º, el valor de

la afirmación científica: “todas las religiones son buenas –o todas las religiones son malas –

porque al fin se trata de cuestiones de sentimiento”; algo así como en las opiniones políticas,

por ejemplo.

La opinión es uno de los cinco estados en que puede esta: intelecto con respecto

al saber: es un medio saber, o mejor dicho un “hacia el saber”. Error, ignorancia, duda,

opinión, certeza, todos estos estados se definen por el saber, un mal saber, un no-saber,

un medio saber, un hacia el saber, y el saber que es la certeza15. La opinión es una

afirmación sin certeza. ¿Por qué la ponemos entonces? Por influjo de la voluntad.

Pongamos las opiniones políticas y las fervientes afirmaciones que uno hace de ellas, en

el café –y en el té; se afirma, se disiente, se pelea, se mata –y se roba ¿Son igual que la

14 La estimativa es un sentido interno que está en el origen del conocimiento que se manifiesta el instinto. La estimativa dista infinitamente de la inteligencia porque ésta capta lo universal, aprehende relaciones necesarias, sobre todo, descubre el ser y lo manifiesta en juicios verdaderos. La estimativa, por el contrario, se limita a captar la utilidad o nocividad de seres concretos.. 15 En sentido estricto, la certeza es la adhesión firme que la inteligencia da a un juicio considerado verdadero.

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afirmación de que “los tres ángulos de un triángulo suman dos rectos”? No, aunque se

ponen a veces con mucha más fuerza, pero es fuerza de querer, de pasión, de intereses.

Detrás de los muchachos peronistas y atrás de los odiosos oligarcas y atrás de los

chanchos burgueses, atrás, atrás, existe un interés, legítimo o ilegítimo, personal o de

clase, afirmación cálida que no surge de la fría evidencia científica. Si no, no habría por

qué pelear ni discutir: los teoremas no se discuten. “Sic volo, sic jubeo, sit pro ratione

voluntas”16 :

Hacer daño a nadie, non,

Pero defenderme, si.

Lo quiero y lo mando así,

Con razón o sin razón…

Pues bien, así es la fe religiosa según Russell. “Los que creen en Dios, creen que

les conviene que haya Dios”. “Los teólogos anglicanos creen en Dios porque les

conviene”. “Yo no creo en Dios porque carezco de sentimiento religioso…” Sin embargo

cree que dentro de poco, con inyecciones en el útero se podrá hacer nacer un niño que

sea un gran poeta o un gran matemático, a elegir. Si dijera: “a los que creen en Dios les

conviene que hay Dios”, pase. Pero “porque les conviene, creen”, no. Creen porque ven

que hay. Si Dios les estorbara o los molestara, no creerían, quízá; puesto que para ver

que hay Dios, a veces es necesario quitar los estorbos.

No puedo entrar en la discusión técnica que establece que la fe religiosa por un

lado depende de la voluntad, y por tanto es libre: distinta de la ciencia, que no es libre; y

por otro lado, es un acto intelectual, y no volitivo; un acto intelectual cierto, y por tanto

distinto de la opinión, que no es un saber. Basta dar la conclusión, contenida en aquella

modesta y admirable frase de San Agustín:

Creemos lo que no vemos, pero no creyéramos si no viésemos que hay que creer. En la fe

religiosa existe una evidencia indirecta (evidencia de los motivos de credibilidad), como

cuando creo en la existencia de Pekín (“Matrimonio en Pekín”), pero al lado de la

evidencia indirecta, existe una afirmación apasionada, que no existe en Pekín. -¿Cree

16 “Así quiero, así mando, mi beneplácito es ley”.

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usted que Pekín existe? Creo. -¿Ha visto usted a Pekín? –No lo he visto; ¡y pido a Dios

no verlo nunca! -¿Está cierto usted de que existe Pekín? –Estoy cierto. -¿Metafísicamente

cierto? -¡Estoy cierto! -¿Se dejaría matar usted por esa certeza? –Eso no. –De modo que

el ejemplo de la fe humana, por la cual creemos que Pekín existe, que esta mujer es mi

madre, que Bruto mató a César, e incluso creemos ¡lo que nos dicen los diarios!, no sirve

del todo para el caso de la fe religiosa. Sirve para los prolegómenos de la fe. Creo que

Pekín existe porque me lo testifica una nube de testigos; creo que Cristo existió porque

me lo testifica una nube de testigos. Pero ¿creo que Cristo es Dios porque me lo testifica

una nube de testigos? Eso es otra cosa17.

Creo fácilmente lo que me dicen los hombres porque se trata de cosas posibles;

pero el objeto de la fe son paradojas, son misterios. Por eso al objeto de la fe no basta el

intelecto solo, se necesita una disposición y hasta una impulsión de la voluntad: se

necesita la “voluntad de salvarse”, y por tanto el sentimiento de que uno está perdido.

Por eso decía Platón que no se puede ir a Dios con el intelecto solo, sino con toda el

alma: ólh th yuch. Por eso el sello de la fe es el martirio: y en cierto modo, la misma fe es

una especie de martirio, porque hay que doblegar el entendimiento, hay que humillarlo,

hay que amansarlo. Sólo sé que no sé nada, decía Sócrates, y ésa es la religiosidad B, la

expectativa ante el misterio; la fe sobrenatural es la religiosidad C, la aceptación del

misterio. Existe una religiosidad A, la religión de los paganos, de los que mataron a

Sócrates por ateo, que consiste en pura mitología y sentimentalismo, como es la

religiosidad de muchos cristianos de hoy…!Alto! No es exacto: la religiosidad de

muchos cristianos de hoy no es paganismo, es una cosa más peligrosa que el

paganismo, es una superchería: es la “fe muerta”, que dijo el Apóstol: el Cristianismo al

decaer no ha vuelto al Paganismo, se ha convertido en una cosa peor. Vean un número

17 El acto de fe, humana o sobrenatural, siempre es dado bajo el influjo de la voluntad: la fe es de lo que no se ve y por tanto no basta el objeto de fe para mover la inteligencia a poner la afirmación. La fe teologal tiene como objeto a Dios, Quien está infinitamente por encima de cualquier intelecto creado. Mas la certeza de la fe teologal supera cualquier otra y es “firmísimo” por causa de la luz de la fe, que “nos hace ver las cosas que creemos” (“Suma Teológica”, II-II, Q. 1, art. 4, ad 3m): esta luz perfecciona la razón natural, le permite distinguir los artículos de la fe, adaptarse a este objeto (sin que por ello lo creído deje de ser oscuro) y descubre al hombre la necesidad de creer. Pero hay que notar que tal luz no es la que emana del objeto de la fe, Dios, sino la que Dios infunde en el creyente para constituir el hábito sobrenatural de la fe. Como hemos visto, el acto sobrenatural de fe supone la voluntad de creer (Q. 2, art. 1, ad 3m): el intelecto acepta el Misterio porque lo mueve la voluntad como causa eficiente. Y tal acto de voluntad se hace bajo el influjo de la gracia, que mueve a creer a Dios Revelante.

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de “El Hogar”, por ejemplo acerca de la Semana Santa o la Navidad y verán lo que es

eso: mitología con sentimentalismo. La gran cuestión hoy día no es convertir a los

salvajes al Cristianismo sino convertir a los cristianos en cristianos18.

No importa: Dios guarda en su caja de fierro una cantidad de acontecimientos

importantes que van a destruir toda esta superchería.

Pongamos un ejemplo de cómo funciona la fe. Supongamos un creyente que dice:

“La Iglesia me ha hecho una iniquidad”, y eso no es opinión para él sino certeza. Por

otra parte, dice: “La Iglesia es santa, es divina, y está dirigida por el Espíritu de Dios”.

He aquí la contradicción, objeto de la fe. El intelecto no puede engullir la contradicción,

y se ve forzado a concluir así: “O el Espíritu Santo es inicuo, o no hay Espíritu Santo, o

la Iglesia ya no está dirigida por el Espíritu, o no me hecho ninguna iniquidad”.

Ninguna de esas escapatorias es viable: el entendimiento se encuentra

estaqueado entre esos cuatro extremos, tirado entre cuatro caballos como Tupac-

Amarú, y cualquiera de sus cuatro extremidades que mueva, le duele. Las tres primeras

son contra la fe, y la última: “No hay ninguna iniquidad aquí”, es contra el sentido moral.

No podemos amputar en nosotros el sentido moral, eso es ilícito: no podemos borrar la

diferencia entre el bien y el mal, entre la iniquidad y la justicia, sería apagar la luz, seria

paralizar el intelecto, sería un intento de suicidio psicológico que no tendría éxito,

puesto que ni siquiera es posible. Eso significa que la fe tiene que abrazar esas dos

contradictorias: “Iglesia inicua-Iglesia santa” en una síntesis más alta; o sea, existe allí,

en ese descuartizamiento, la solicitación a un acto de verdadera fe, de fe sobrenatural.

“Creo, Señor: ayuda a mi incredulidad”19.

Ese acto de fe consiste en reconocerse culpable: yo soy culpable. ¿Es menester que

lo diga, que salga gritando por esas plazas que yo soy un gran culpable? No. Eso sería

inducir en error a los demás. Basta el silencio. El que acepta el sufrimiento en silencio, por el

mismo hecho se reconoce culpable. –Pero usted no mató a Mussolini. –No, yo no maté a

Mussolini, pero yo no proclamo que maté a Mussolini, ni siquiera proclamo que soy 18 Ver “Domingueras Prédicas”, Homilía del Domingo Segundo Después de Pentecostés. 19 Mc. 9, 24.

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culpable. –Pero si usted calla y aguanta creerán que es culpable. –Es que soy culpable. –

Pero no es de eso que lo acusan! -¿Qué importa? –Es que creerán que ha hecho este

crimen. –Peor para ellos: se equivocarán; pero yo he hecho otros pecados. –Pero ellos

esos otros pecados no los conocen! –Ay, puede que el Espíritu Santo los conozca.

Esto es un acto de fe. ¡Pero esto es un querer simplemente, y es una idiotez! No.

Para poder creer sobre la inteligencia hay que tener inteligencia.

Si Bertrand Russell dice que la fe es un acto de voluntad o de sentimiento y no un

saber, está un poco justificado: en muchos que profesan tener fe, puede no haber verdadera

fe. Yo estoy convencido que hay mucha gente que practica una religión, incluso

sacerdotes, que no tienen fe verdadera. Es terrible en el sacerdote ese proceso por el cual

la afirmación vital que es la fe se transforma en oficio, se va convirtiendo

insensiblemente en hojarasca, palabrería y conceptos, sostenido todo por un interés20.

Bernanos ha descrito ese proceso en su novela “La impostura”, los místicos le llaman

“tibieza” y el Apóstol le llamó “fe muerta”21 fe sin martirio, sin sufrimiento, sin

incomodidad. Y así, con multitudes de “almas muertas” se ha formado en el mundo una

gran superchería, la mística ha descendido a política, y la Iglesia parece a muchos un

imperialismo más, un partido político o una gran sociedad anónima para la

exportación del Cristianismo en latas.

Pero hemos dejado muy atrás al voluntarismo. No importa. Vamos a verlo en

acción en el suicidio de Kirillof. Voluntarismo es la supremacía de la voluntad sobre el

intelecto, que termina por el atropello del intelecto.

El estado de Kirillof es éste, según a mí me parece: es un hombre que con un

supremo acto de voluntad quiere hacer cierta una afirmación intelectual: “No hay

Dios”. Ese proceso es una inversión tremenda, una cosa contra natura. De modo que lo

que dicen los infieles que nosotros los creyentes hacemos, es lo que hacen ellos: poner

20 Ver pág. 239, y también “Domingueras Prédicas”, Homilía del Domingo III de Cuaresma y notas. 21 Santiago 2, 17, 20, 26.

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una afirmación a pura fuerza de voluntad, cuando toda afirmación debe proceder del

intelecto22. Es lo que hace también un poco la propaganda moderna: “El dentífrico

Prince Albert es el mejor del mundo”, con una muchacha de Hollywood en paños

menores. Hay 4 afirmaciones:

Afirmaciones que proceden de sólo el intelecto: la ciencia.

Afirmaciones que proceden de medio intelecto y media voluntad: opinión.

Afirmaciones que proceden de todo el intelecto y toda la voluntad: la fe.

Afirmaciones que proceden de pura voluntad: el error; la ignorancia no afirma y la

duda vacila ante dos contradictorias.

La fe desemboca en la visión: de modo que la fe, naciendo de la ignorancia, pasando por la

duda y la opinión, llega a la ciencia: pero no es la ciencia de los tríangulos: es la ciencia del Amor

y de la Salvación.

* * * * * *

EXCURSUS XIV. “EL GRAN BANQUETE DE LA NATURALEZA” Y “EL

CONVITE DE LA SABIDURIA”.

En 1798 el Pastor Protestante inglés Thomas Malthus publicó el “Ensayo sobre el

Principio de la Población”. Allí afirmaba que la población tiende a aumentar en

proporción geométrica, mientras que la producción de alimentos avanza en proporción

aritmética. La consecuencia salta a la vista: se impone la limitación de los nacimientos.

La sabia naturaleza se vale de la miseria y el vicio para poner freno al crecimiento

22 “Dijo el insensato en su corazón: No hay Dios, dice la Escritura. ¿Lo dice con su cabeza? No, con su corazón. Por eso una vez que lo ha dicho tiene que repetírselo toda la vida. Tira a Dios al suelo, le pone el píe encima, pero Dios no se muere como una cucaracha, sino que se mueve y hace fuerza y el otro patea. Nosotros cuando hemos hecho el asentimiento a la fe, no nos pasamos la vida estudiando las pruebas de la existencia de Dios y leyendo libros de Apologética; pasamos a adorar y servir a Dios, a conocerlo cada vez más. Los impíos, se pasan la vida buscando argumentos en qué sostenerse, si es que no se embrutecen en los vicios y en la ignorancia, como Mencken… (Domingueras Prédicas, Domingo de Quincuagésima).

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poblacional, pero Malthus recomendaba el control preventivo23. Quienes no están en

condiciones de asegurar la buena salud y el mantenimiento de su descendencia, deben

abstenerse del matrimonio: “El hombre que nace en un mundo ya ocupado no tiene derecho

alguno (sí su familia no puede mantenerlo o el Estado no puede utilizar su trabajo) a reclamar

una parte cualquiera de alimentación y está de más en el mundo. En el gran banquete de la

naturaleza no hay cubierto para él. La naturaleza le exige que se vaya, y no tardará en ejecutar

ella misma tal orden”.

Esta dureza de corazón es diametralmente opuesta a la actitud evangélica hacia

los pobres, débiles y sufrientes, a quienes Cristo manda cuidar. Pero no “cuidar de

cualquier manera. El Estado también puede cuidar viejitos o cuidar leprosos. Esos

desechos humanos, darle de comer, para prolongarles unos años de miseria, sería una

obra humana pero no sería una obra divina”.

“Los comunistas y los neopaganos defienden que hay que eliminarlos. La razón

que dan es ésta: de ninguna utilidad (son) para sí ni para otro; dolor y miseria, carga

inútil. La eutanasia…”

“Cristo (muestra) preferencia por los enfermos, por los pecadores, por los

débiles, por los pobres. ¿Por qué? ¿Amaba Cristo la fealdad, el dolor, la privación, lo

que está torcido o roto por sí mismo? Algunos lo han afirmado”.

“Cristo es el Creador: el Creador ama la belleza, la salud, el bien, la armonía, la

riqueza, la felicidad. Todas las cosas buenas que hay en la tierra salieron de Dios”.

“Cristo ama al enfermo, al ignorante, al pobre a pesar de (sus miserias) y para sacarlo

de (ellas)”.

“Cristo ama apasionadamente el alma inmortal, indestructible, escondida detrás

de la escoria. Ama la perla preciosa que está en el fango, y tanto más cuanto más difícil

23 Como Hillary Clinton en su frenética arenga proabortista a las mujeres argentinas (Octubre de 1997).

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la materia de sus creaciones”. (Castellani, Apuntes sobre los Ejercicios Espirituales de

San Ignacio, Salvar las Almas y Gloria de Dios, 23-11-1943).

Pero si en lugar de tender la mano al desvalido ahora el fuerte y el astuto

procuran exprimirlo o aplastarlo, ello se debe a una mutación ética, y en definitiva,

religiosa: la Economía protestante es el fruto de un profundo cambio en la concepción

del hombre y de Dios mismo. La imagen inmortal e indestructible del Creador ya no es

reconocida en la criatura porque la Protesta cambió a Dios Padre y Providente por el

Dios de la Fatalidad del Paganismo y el Islam.

La Fe nos enseña que Dios crea mediante su inteligencia, y por ello en la mente

divina preexiste la razón del orden de todas y cada y una de las criaturas a su fin. Dios

conoce y cuida sus criaturas, en especial las personas. La Protesta sustituyó la

Providencia por la Fatalidad. Esta es “el conjunto de las causas segundas generales en

cuanto inciden en la existencia particular de cada uno… El camino del hombre en la

tierra está determinado (un poco, a medias, dos tercios, o casi todo) por el determinismo

geográfico, la raza, la herencia, la familia, región, nación, las circunstancias históricas, el

temperamento, los hechos pasados de cada uno, su ambiente o dentorno…Pero todo lo

que está próximo a Dios, excede el orden de la Fatalidad. De donde cuanto más se aleja

uno de la Deidad, más se liga a los lazos del Hado; y al contrario” (Castellani,

“Elementos de Metafísica”, Capit. VI).

La sustitución de la Providencia por la Fatalidad significa la “Muerte de Dios” y

también la “Muerte del Hombre”, porque el sometimiento total de la vida humana al

influjo de las criaturas hace que la libertad humana se quiebre bajo la presión de las

circunstancias. El carácter favorable o adverso de éstas permiten discernir en cada caso

si una persona se dirige a la Salvación o a su eterna Perdición. Y para el hombre

moderno el signo clarísimo de la buena estrella es el Éxito en esta vida. Éxito que

habitualmente da el Dinero.

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La Protesta convirtió la Pobreza en el pecado imperdonable, sin remisión en esta

vida ni en la otra, porque ella es la señal de cuantos han nacido con mala estrella, de

aquéllos a quienes la Fatalidad ha puesto en el infinito número de los “perdedores”. El

pobre es visto entonces como un factor de contaminación ambiental al que es

conveniente eliminar, o por lo menos, tener cortito haciéndolo trabajar como negro… y

en negro.

“La horrible Teología de Calvino, que es la única Teología coherente que produjo

el Protestantismo, concibe la predestinación y la reprobación como algo que está no ya

en la mente divina (fuera del orden temporal, en lo eterno) sino en la natura de los

individuos”. “Respecto a los que se han de salvar, ese algo viene a ser en fin de cuentas

la prosperidad en esta vida, la prosperidad material… En los países anglosajones la

pobreza se ha vuelto de hecho un crimen teológico (ver B. Shaw, “Major Barbara” y “The

Apple Cart”) y el pobre un verdadero prescito”.

“El dibujante alemán Nückel ha hecho con xilografías poderosas una novela muda

en 70 cuadros llamada “Schicksal”24 , donde analiza atrozmente la vida de una mujer

pobre para mostrar en sí misma, ya al nacer (y antes de nacer) tenía la predeterminación

ineludible al pecado, al crimen y al suicidio. Su obra genial es una protesta violenta

contra el ambiente de la Ciudad Moderna, pero está impregnada de Teología Calvinista.

Hitler la prohibió en Alemania. Y no puedo decir que haya hecho mal” (Castellani, Nota

a “Suma Teológica, I, Q. XXIII, art. 2, Club de Lectores, T. 1, p. 334-335). Más tampoco

Hitler superó el fatalismo porque propuso a sus compatriotas el Éxito inevitable por la

raza.

La reintroducción del Demonio pagano de la Fatalidad llevada a cabo por la

Protesta no es casual: en primer lugar el Destino justifica la dedicación humana a las

cosas de este mundo: puesto que la salvación no pasa por las obras, sino por la Fe en

una arbitraria decisión divina, la actividad humana se desvía ahora hacia los bienes de

24 “Fatalidad”.

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la tierra y conduce a la apoteosis del trabajo, cuyo fin último es la instalación del

hombre en el mundo.

Luego, la doctrina de la Fatalidad explica las aparentes contradicciones de los

economistas liberales: por una parte, ellos se muestran tan fiemos ante la cría que la

usura hace tener al Dinero, y por otra, manifiestan una insensibilidad absoluta a los

críos humanos. Los magos del cálculo y la prospección económica son incapaces de

comprender que nada ayudaría tanto a la salud y educación de la descendencia como

liberar a la sociedad del yugo de Mammón: y que, en definitiva, el dinero ni siquiera es

un bien real sino un mero signo de bienes necesarios para la vida humana.

La Fatalidad supone una Religión panteísta, que hace del hombre un puro ser de

este mundo producido por la actividad ciega y mecánica de la Naturaleza. Y el hombre

vuelto “cosa” cae bajo las generales de la ley: todas las cosas del mundo obedecen a las

Riquezas. Si la Fatalidad convierte al hombre en un juguete de las circunstancias, ahora

las circunstancias son regidas por el Dinero, lo “Único Necesario”, porque es la llave

que abre y cierra todas las puertas del “orden” liberal. De este modo, el cálculo burgués

somete la existencia humana a la soberbia de los Amos de las Finanzas.

Confirman estos juicios las recientes declaraciones de Gorbachov en la “Cumbre

de la Tierra” (junio de 1997): allí el otrora Zar del Imperio Soviético exigió la sustitución

de los Diez Mandamientos por un nuevo código, que ya no considere al hombre como

Rey de la Creación, sino como una porción de naturaleza en perpetua evolución. El

hombre desciende el mono… y por la plata baila el mono. Disfrazado de Ímpetu Vital,

el Destino ciego arrastra a los rebaños humanos, y promueve admirablemente los

intereses de los Usureros, en cuyo nombre Gorby ha tomado la palabra.

Finalmente, la Fatalidad hace posible la mística y santidad del mundo

arrodillado ante el Becerro de Oro. En todo tiempo y lugar el hombre ha aspirado a

vivir con la misma vida de la Divinidad, y el corazón burgués es templo adecuado de

tal inhabitación. La Fatalidad inexorable impregna la cosmovisión del burgués,

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persuadido de que la vida vive de la vida y “sin derramamiento de sangre no hay

Evolución”.

Como Castellani muestra en este capítulo, la economía burguesa supone una

mentalidad nominalista-voluntarista, que inspiró la Revolución Protestante y su

perversa Teología (Malthus fue Pastor en Inglaterra marcada a fuego por el

Calvinismo). La doctrina maltusiana es expresión cabal de la “ciencia” burguesa,

necesariamente relativista, porque su espuela no es el hambre de Verdad sino la

Voluntad de Poder sobre las cosas y las personas.

El burgués es al mismo tiempo hermético a la Verdad y cerebral en sus

procedimientos para reducir al hombre a mero dato estadístico. Y al aborrecer la

Verdad pierde la realidad: el egoísmo desvía brutalmente su inteligencia de las cosas

del mundo, obra de Dios, y la lanza hacia entidades ideales, que nada significan

divorciadas del hombre concreto: el mercado, la oferta y la demanda, la línea

ascendente de un gráfico o registros en un archivo electrónico… Chesterton observaba

que cuando éstos se enteran de un asesinato, no lamentan la muerte de la víctima sino

el tiempo que el crimen restó a la “productividad” del asesino.

En la raíz del genocidio mundial que los Usureros hoy llevan a cabo con

pretextos científicos (“estadísticas de población y gastos de agricultura”) hay algo

mucho más perverso que la decisión de excluir del “Gran banquete de la Naturaleza” a

cuantos no forman parte del Primer Mundo: está el odio a la Luz y la pretensión de

sustituir su claridad por el brillos del Oro. Y al margen de la Verdad el hombre no sólo

pierde la Libertad sino también la Vida.

La Sabiduría invita a todos a su Banquete. Nadie es excluido; más aún: hay una

sorprendente predilección por la “escoria”: “Haz entrar aquí a los pobres y lisiados y

ciegos y cojos… Y obliga a entrar hasta que se llene mi casa25. La obra de la Madre

Teresa de Calcuta ha sido una aplicación de tal llamamiento a nuestra época. Mas

25 Lc. 14, 21-23

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cuantos no aceptan ser liberados por la Verdad y hacen oídos sordos a su convite

inciden en la ruina que el Evangelio vaticina a los rebeldes.

*

EXCURSUS XV. “LAS COSAS DE LA COMPAÑÍA” Y LA DECADENCIA

MODENA.

Un documento de primer orden sobre la decadencia intelectual de los jesuitas en

particular, y España y la Modernidad en general, es el “Discurso de las Cosas de la

Compañía”, del insigne teólogo e historiador Juan de Mariana, S.J. (1536-1624). Castellani

rescató el opúsculo (arrancado por un Padre Jesuita del Tomo “Obras de Mariana”,

Colección Rivadeneyra) y lo anotó. En la última página leemos: “Este papel es de Mariana

sin duda; además de ponerlo en el “Index”, los Jesuitas propalaron no era de Mariana

sino de Vázquez; o al menos había sufrido interpolaciones · en su traducción al latín·.

Es probabilísimo que ésta es la redacción primitiva, pues no había motivo para

escribirlo en latín, dado su objeto: Mariana escribía en latín para uso del extranjero.

Puede que otro haya traducido después el opúsculo al latín, en contra de “la

Compañía”. Yo no he encontrado ejemplar latino alguno. La más somera crítica interna

muestra la prosa inconfundible de Mariana, frases de sus cartas, referencias personales,

y una maciza unidad de pensamiento, que excluye las alegadas “interpolaciones”,

Mariana señala como causa de “detrimento” de la Compañía la elección de

superiores “briosos sin letras”26. No sólo la Compañía padeció “detrimento” sino toda

España: “Hanse encargado los nuestros de enseñar las letras de humanidad en los más

principales pueblos de España; asunto… de grandes dificultades, por no ser los de

nuestra nación muy inclinados a estos estudios y por la falta que de ordinario tenemos

de buenos maestros. Leen de ordinario dos ó tres años los que no saben ni quieren aprender,

26 I: P: 599, nº 35.

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propia condición de necios… No hay duda sino que hoy en España se sabe menos latín que

ahora cincuenta años”.

“Creo yo, y aun antes lo tengo por muy cierto, que una de las causas más

principales de este daño es estar encargada la Compañía de estos estudios; que si la

gente entendiese bien el daño que por este camino se hace, no dudo sino que por

decreto público nos quitarían estas escuelas, como se ha empezado á tratar. Veamos si

sería buen gobierno que en los otros oficios se permitiese los enseñasen remendones,

con color de que son hombres de bien y enseñarán virtud á sus aprendices…

“El remedio sería que los colegios de esta lectura fuesen menos y honrar los que

profesan estas letras, que como vean á los que menos de esto saben estimados y puestos

en oficios, todos o casi todos dejan este camino y toman el más acreditado, que es el de la

ignorancia… Hoy reina comúnmente la barbarie en España”27.

Mientras la vida intelectual de España caía a pique, su rival, Inglaterra, mantenía

un altísimo nivel en sus casas de estudio, donde se formaban jóvenes capaces de

aplicarse seriamente al conocimiento de las disciplinas que dan la madurez mental. Sin

esta superioridad, Inglaterra no habría podido levantar su Imperio. Castellani sostiene

que la supremacía británica se debió en buena medida a la excelencia del sistema

educativo ingles28.

Además de producir un bajón en el nivel de los estudios, la “depresión

intelectiva” 29 condujo al oscurecimiento del “ideal nacional”, causa de la decadencia

de las sociedades, pues “el último principio unitivo (de las sociedades) es la

contemplación”30.

27 P. 601-602, nº 47, 48, 49, 59. 28 “El progreso material tiene causas materiales; y sólo indirectamente causas espirituales, Inglaterra beneficiose de una cantidad de causas históricas convergentes; y si supo beneficiarse fue porque estaba bien gobernada; y si estaba bien gobernada fue porque sus dos Universidades ·Medievales· formaban bien (por lo menos, de tejas abajo) a los jóvenes clase dirigente; en tanto que España estaba sin clase dirigente y con reyes alcornoques si no corrompidos”. (Castellani, Jauja Nº 28, Abril de 1969, pág. 6). 29 Menéndez y Pidal, R, “Los Españoles en la Hitoria y la Literatura”, Espasa-Calpe, Bs. As., 1951, págs. 59 sgts. 30 Castellani, “Reflexiones Políticas”, La Raiz del Mal, Directorial de Jauja nº 4.

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En efecto, “Patria es la convivencia racional, la comunión en la vida virtuosa y la

realización de una idea hermosa por medio de una multitud”31. “Sin la conspiración a

un Ideal, toda sociedad se va contra un escollo. Conspirar a algo, y gobernar, significa

tener los ojos constantemente puestos en el fin común y medir con él todas las cosas.

Porque una sociedad no es tal sino por causa de una obra que hacer en común. La raza,

el idioma, la religión, las fronteras, son los elementos materiales de una nación; lo

formal es el “quehacer colectivo”. Quitado esto, languidece y se hunde la sociedad. El

hombre va en la sociedad como la gota en la nube viajera. Pero para esto es menester

que viaje la nube. Si la nube se estanca, la gota se pudre o se disuelve en

acompañamientos de tronidos”.32

Chesterton encontró en la afirmación de la Escritura: “Allí donde no hay visión el

hombre perece”, la clave de la transformación de la sociedad: “El único sentido

comprensible que progreso o avance pueden tener para los hombres, es que tenemos

una visión definida, y queremos hacer el mundo entero semejante a esa visión. Si les

agrada decirlo así, la esencia de la doctrina es que alrededor nuestro sólo tenemos el

método y la preparación de algo que debemos crear. Esto no es un mundo, sino más

bien el material para un mundo. Dios no nos ha dado tanto los colores de un cuadro

cuanto los colores de una paleta. Pero El también nos ha dado un tema, un modelo, una

visión fija… Hemos dicho que debemos amar este mundo para poderlo cambiar. Ahora

agregamos que debemos amar otro mundo (real o imaginario) según el cual podamos

cambiar éste. No es necesario discutir sobre las meras palabras evolución o progreso:

personalmente prefiero llamarlo reforma. Porque la reforma implica una forma. Implica

que tratamos de plasmar el mundo según una imagen particular, convertirlo en algo que

nuestra mente ha contemplado”33

“Todas las revoluciones son doctrinales: tal el caso de la Revolución Francesa, o

de la que introdujo el Cristianismo. Porque es cosa de sentido común que no es posible

31 Castellani, “El Significado de la Bandera”. 32 Castellani, “Dic Ecclesiae”, carta, confidencial a los Profesores de la Provincia Argentina S.J., sin fecha. Esta y otras cartas de analogo tenor fueron secuestradas por el entonces Provincial S.J:, P. Tomás Travi. 33 G. K. Chesterton, “Ortodoxia”, Cap. VII, “La Revolución Eterna”.

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trastornar todas las cosas, costumbres y compromisos, a menos que uno crea en algo

que esté por encima de todas las cosas, algo positivo y divino”34 “Solo cuando un

hombre ha encontrado algo que prefiere a la vida, entonces es cuando por primera vez

comienza a vivir… Una vez que ha despreciado este mundo como un simple

instrumento, éste se convierte en un instrumento musical; capta ciertas armonías

artísticas en torno a él”35.

Se trata de “encontrar” y de “preferir”: la contemplación es un “ver con el

corazón”: “el que ama piensa en lo que ama, y eso es contemplación”36.

Si cualquier orden temporal supone una visión, un ideal, ese orden particular,

que da a las cosas de este mundo su “forma cristiana” y que llamamos Cristiandad,

había sido consecuencia de que toda la vida social se ordenase a la contemplación de la

Verdad Primera manifestada en Cristo37.

“El tesoro del hombre cristiano”, diría siglos después el santo Cura de Ars, “no

está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre

orientado hacia allí donde está nuestro tesoro”. Bajo el influjo de la gracia y de la

caridad, los pueblos cristianos habían acertado en la elección de “lo Único Necesario, la

mejor parte”38 , que no les sería quitada mientras permaneciesen fieles. Y por ello la

Cristiandad logró “vivir una verdad especulativamente aceptada, contemplar,

comprender, aplicar a sí misma una cosa invisible que se tiene por real, pasar del

concepto a la intuición, de la erudición a la inteligencia y de la religión ·estática· a la

religión “dinámica”39.

34 G. KK. Chesterton, “El Napoleón de Notting Hill”, Libro 1, cap.2. 35 G. K. Chesterton, “Lo Heroico que Sucedió”, en “Lunacy and Letters”, Editorial del Nuevo Extremo, Santiago de Chile, 1959, p. 148. 36 Castellani, “San Agustin y Nosotros”, Capit. XI “El Placer y el Ascetismo: los Falsos Éxtasis”. Inédito. 37 “Suma contra los Gentiles”; III, 37. 38 Lc. 10, 42. 39 Castellani, “la Catarsis Católica en los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola”, Ediciones Epheta, Bs. As., 1991, p. 45.

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Porque el hombre cristiano se perdió para Dios pudo encontrarse a sí mismo,

descubrirse como un universo “sin caer en la paranoia, el escrúpulo o el orgullo”: la

gracia lo condujo a lo más hondo de sí mismo para recrearlo por una “mutación

profunda que pone en juego toda nuestra personalidad: el acto libre, acto creador, cuyo

amor incitaba a Nietzche a “vivir peligrosamente”, el que convulsiona y hace quebrar las

placas de los automatismos que aprisionan nuestra vida interna en el círculo de un

menor esfuerzo, y que crea algunas cosas que no estaban en la suma del psiquismo

habitual, “dando más que lo que tiene”40. Y tal renovación fue el origen de un ímpetu

que transformó el mundo en ruinas del paganismo.

“¿Cómo salvan almas las órdenes contemplativas? Orando y construyendo una

figura magnifica del fin del hombre”41. La “intuición vertiginosa de Dios”42 irradiada

al pueblo fiel desde las Cátedras episcopales, Abadías, Monasterios, Escuelas y

Universidades había hecho posible una imagen de la vida cristiana que “no se reducía

al mero huir del pecado, sino que era llenada” con una empresa, reflejo de la

peregrinación del hombre nuevo hacia lo Absoluto43.

“Con los pocos datos que la revelación nos da acerca de los espíritus puros, y con

la meditación de San Dionisio y San Gregorio, Santo Tomás especula la estructuración

del mundo angélico. ¿Para perder tiempo? No. La ciudad celeste es la imagen de la que

debería ser la ciudad terrestre. En sus angelologías Santo Tomás construye grandes

“imágenes” políticas, mitos constructivos o “utopías pragmáticas”, como dicen hoy,

para uso de los gobernantes de su tiempo, que eran accesibles a la imitación de lo

celeste”.

“Libros rebosantes de Ética Social, Filosofía Política y sentido jurídico

fundamental como ·Las Partidas· de Alfonso el Sabio y la ·Política para Corregidores· de

40 Castellani, “La Catarsis”, p. 60. 41 Castellani, Libreta de apuntes de Meditaciones y Plásticas, 23-11-43. 42 Castellani, “La Catarsis”, p. 25. 43 Castellani, libreta de apuntes de Meditaciones y Plásticas, Rey Temporal.

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Bovadilla, no hubieran sido posibles sin la “Suma” y sus especulaciones aparentemente

inútiles”44.

Y también aquí Chesterton confirma a Castellani: “La catedral, con sus espiras,

no estaba destinada simplemente a clavarse en las estrellas cual una flecha: estaba

también destinada a sacudir la tierra cual una explosión”45.

La empresa exaltante propuesta a España a comienzos del siglo XVI fue el

Imperio Católico: “la compleción del Universo de Dios para material del Reino de Dios,

la sujeción del pagano a un orden político “para poder predicar la fe”46. “Carlos y estuvo

a punto de realizar (ese Ideal) a no ser por Francisco I47… San Ignacio se había hecho

matar por un Rey Temporal: toda Europa se agitaba de llamamientos a

conquistas…(Por ello) San Ignacio propone el servir a Dios bajo el parangón de una

campaña de Cristo, en la cual no puede haber neutrales, emboscados; pero puede haber

generosos más o menos”48.

Vemos pues que lo que Juan de Mariana defendía era “la sana doctrina

aristotélica y tomista: el hombre de talento teórico es el capaz de gobernar (“intelligentis

est ordinare”), si quiere y puede aplicar su intelecto a la acción. Los hombres llamados

prácticos (y hoy día dinámicos) dependen del contemplativo; y si se cortan de él, no

hacen nada, a no ser daño, estorbo y desorden”.

Pero la Cristiandad se encontraba desde hacía mucho tiempo bajo el influjo de

corrientes doctrinales desviadas: “Vino la opinión escotista de separar los dos

entendimientos. Vino luego la opinión suarista de anteponer el práctico al teórico. Vino

después una especie de herejía práctica que hizo que en la Iglesia, en las religiones, y

después en el gobierno civil, los practicones se alzaran con los comandos, enviaran a los

44 Castellani, Nota a “Suma Teológica”, 1, q. 112, art. 1. 45 G. K. Chesterton, “El Acertijo de la Restauración”, en “El Reverso de la Locura” (“Lunacy and Letters”), Editorial del Nuevo Extremo, Santiago de Chile, 1959, p. 172. 46 Cstellani, “San Ignacio, Pío Baroja y Hitler”, en “Cristo, ¿Vuelve o no Vuelve?” DICTIO, Bs, As, 1976, p. 242. 47 Rey de Francia y gran traidor a la Cristiandad. 48 Castellani, libreta de apuntes de Meditaciones y Plásticas, Rey Temporal.

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sabios a “enseñar”, quisieran explotarlos incautándose de sus conclusiones sin conocer

sus principios, o pidiéndoles recetas, o sea soluciones toutes faites; y hasta se permitieran

despreciarlos o perseguirlos”49.

En estas circunstancias, el Ideal de la Cristiandad dejó de inspirar la vida de las

naciones bautizadas. Mas aunque la Modernidad haya renunciado al Ideal de un

mundo instaurado en Cristo, no por ello carece de un Ideal, ya que “el último principio

unitivo (de las sociedades) es la contemplación”: el ímpetu natural de la mente hacia la

Verdad fue sustituido por la orgullosa voluntad de organizar un mundo humano a partir

de la actividad autónoma del pensamiento.

Tal pretensión hace que la inteligencia apostate de la realidad concreta, que

permite al hombre ascender hacia el Creador, y caiga en el pensamiento formalístico, que

“en lugar de cosas, maneja signos de cosas, o signos de signos: es el pensar del

contador, del economista, del financista, del matemático, del técnico mecánico y del

jugador de ajedrez. Bergson llamó “conceptualistas” (y las tiene contra ellos) a los que

barajan palabras abstractas sin tener presente en la retromente o ante los ojos del

espíritu la cosa concreta, como hace siempre Santo Tomás y todos los buenos

filósofos”50.

El nuevo quehacer comunitario es la construcción del mundo del hombre como

expresión temporal de una idolatría: la adoración del Hombre. En lugar de aceptar la

comunión con Dios por la fe y el amor a Jesucristo, esta herejía, siempre vieja y siempre

nueva, la gnosis, propone una salvación en el orgullo por la autocomprensión del

espíritu humano como idéntico al espíritu universal que constituye el fondo de cuanto

existe.

Y el instrumento privilegiado para la edificación de la Ciudad del Hombre es el

Oro, porque en la Economía moderna el dinero, que de suyo es un signo racional

(representa el valor de las cosas y simplifica los intercambios), se ha divorciado de los

49 Castellani, nota a “Suma Teológica”, 1, Q. LXXIX, art 12, Club de Lectores, T. IV, p. 54. 50 Castellani, Apuntes de Psicología, Cuadernos Núcleos, Caractología.

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bienes reales (es considerado valor en sí mismo), y la Usura le hace tener cría y crecer hasta

el infinito, con lo cual aparenta satisfacer “el impulso al más allá” que espolea nuestra

mente: la aspiración a lo Absoluto. En la Economía moderna el Dinero encarna la

voluntad de partir del pensamiento humano divorciado del ser e instaurar un mundo

que refleje la infinitud de la mente, y conduzca a su adoración.

Más aún, cuando el dinero deja de representar los bienes reales, es buscado por sí

mismo y se le atribuye capacidad de reproducirse, entonces el dinero se ha convertido

en un sacramento.

Como sabemos, el sacramento es signo sensible de la Gracia que nos hace

partícipes de la vida de Dios. El sacramento, pues, causa lo que significa. En el orden

natural es imposible que un signo cause lo que significa, porque el signo pertenece al

orden del conocimiento (orden intencional), mientras que la causa eficiente (el principio

del que emana alguna acción, el agente que hace que algo sea) es del orden de la

existencia. Así, un cartel con una figura de un rayo advierte sobre el peligro de recibir

una descarga eléctrica, pero sí mismo no produce la muerte por electrocución.

Si el sacramento (signo) tiene una eficacia real (causa la Gracia), ello se debe a

que su Autor es Dios, en Quien se identifican Conocimiento y Ser.

Para que el dinero se vuelva sacramento, debe ser manejado, por una potencia

suprahumana, el “Mono de Dios”: “el dinero es hoy el dueño del mundo, pero el Diablo

es el dueño del dinero”51. Y el Diablo es homicida desde el principio52.

Los sacramentos de la Iglesia suponen la fe en los actos redentores del Señor, de

los que obtienen la capacidad de causar la Gracia53: la Redención nos viene por la

sangre de Cristo54 en cambio el dominio que el Homicida ejerce sobre los hombres a

51 Castellani, Nuevas Homilías del Ciclo C, Domingo VII después de Pentecostés. Inédito. 52 Jn. 8, 44. 53 Suma Teológica, III, Q. 48, art. 6, C. 54 Efesios 1, 7.

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través de “Los Derechos Sagrados del Oro”, hace que la vida humana sea vampirizada

por el dinero; y las fortunas, amasadas con “la sangre del pobre”: San Juan Crisóstomo

predicaba que en el origen de las grandes fortunas suele haber un crimen. En tales

circunstancias el dinero es un antisacramento, un sacramento del Diablo: “signo

sensible de la desgracia”55.

Las naciones protestantes tomaron la delantera, y arrastraron en este curso

aciago a aquella porción de la antigua Cristiandad que se mantenía exteriormente fiel a

la Iglesia, porque, como acabamos de ver, también en estas naciones “el poder y la

actividad económica llegaron a ocupar el lugar de la contemplación de la Verdad y su

predicación”, y esto hizo que el virus conceptualista enfermase sin grandes resistencias al

intelecto católico.

Tal euforia de la Razón Pura en buena medida contagió a nuestras naciones por

medio de la Compañía de Jesús: al sustituir a Santo Tomás por Francisco Suárez, los

jesuitas impusieron el formalismo a la inteligencia católica, que, a diferencia del

intelecto protestante, sólo puede prosperar en el puro realismo: la fe adapta nuestro

intelecto al Principio de toda realidad, a Dios en su Misterio, mientras que la herejía

nace de la voluntad de evacuar el Misterio para satisfacer el orgullo de la razón

autónoma. El formalismo puso un obstáculo invencible a la vida intelectual católica. En

otro tiempo la Iglesia había creado las Universidades para coronar el vastísimo edificio

de las Ciencias con la “Sabiduría Cristiana”, pero en los últimos siglos “la Teología

formulera y racionalista, perdida por falta de imaginación, estéril, desencarnada, enteca

y sin jugo de interés humano para todos, hasta para los que la enseñan y

monopolizan56”, se ha resultado incapaz de impregnar y levantar hacia la Verdad

Primera la cultura de las naciones bautizadas.

“Hay, hoy día una opinión respetable en la Iglesia de Dios que afirma: ·Los

jesuitas son más ascéticos que místicos·. Hay otra menos respetable que atribuye a ese

55 Ver sobre esto “El Amo y el Esclavo”, en “Gladius”, 2º cuatrimestre de 1994. 56 Castellani, “Los Papeles de Benjamín Benavides”, p. 385-386.

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hecho (si lo es) casi todos los males de la Cristiandad”57. Mariana lo advirtió y tuvo la

caridad de avisisar, mas lo jesuitas no le hicieron caso. Los resultados son funestos y

están a la vista de quien los ve”.

Lo que está a la vista es que la mentalidad burguesa se ha extendido cada vez

más en la Iglesia y consecuencia de ello es el ataque moderno a la realidad de los

Sacramentos, a su carácter ontológico. Como no es posible servir a Dios y al Dinero, y

éste es hoy aceptado por la mayoría como signo sensible de la salvación, la Eucaristía

resulta un mero símbolo; la Misa, un banquete; el carnaval litúrgico sustituye la

adoración de Dios en espíritu y verdad: el Orden Sacerdotal es reducido a una función

que un bautizado desempeña durante los actos de culto: el Modernismo exige que los

sacerdotes sean funcionarios, profesionales de los ritos, ·vendedores de religión para la

sociedad de consumo·, “Grandes Aprovechadores de la religión”.

C. S. Lewis percibió el designio de negar la realidad del Sacramento del Orden en

el intento de introducir sacerdotisas en la Iglesia: la meta de los innovadores no es

conferir el sacerdocio a las mujeres, sino destruir el sacerdocio.

La eucaristía del mundo moderno es el Dinero; sus sacerdotes, los gerentes,

traficantes de naciones y amos de la propaganda; sus templos, los bancos y

supermercados; su liturgia, la exhibición del lujo.

Acertó el cardenal Newman cuando llamó a la la nueva Teología “Cristianismo

Liberal”, pues antes que una doctrina económica o política, el Liberalismo es una

herejía, y cuando ella contamina al clero, promueve una Teología que aparenta purificar

la fe de mitos, pero en realidad reduce el cristianismo a mitología: el Pentateuco fue

escrito por Noé cuando estaba “alegre” y los relatos del Nuevo Testamento son “Las

Mil y Una Noches” de la Comunidad Primitiva. “Perece mi pueblo por falta de

conocimiento”58.

57 Castellani, Nota Inútil a “Esperanza”, “Criterio” Nº 536, 9-VI-38, p. 141. 58 Oseas 4, 6.

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No solo las personas sino también las sociedades avanzan cuando su alma es

captada por un ideal, y para ello es necesario que quienes gobiernan sean capaces de

percibirlo e impulsar a los miembros del cuerpo social hasta esa meta, “la concreción

del Ultimo Fin en un ensueño, en una ilusión”59

59 Cf. Pág. 141.