Cartago. La Ciudad de Anibal

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  • Carlos Gonzlez Wagner

    Universidad Complutense de Madrid

    Cartago. La ciudad de Anbal

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    El nombre de Qarthadast, famoso por la ciudad fundada por fenicios procedentes de Tiro en una pennsula en el Golfo de Tnez, significa ciudad nueva, lo que comnmente se ha venido interpretando en relacin a la metrpolis de Fenicia de donde procedan los fun-dadores. Existen otras tres Qarthadast en el Mediterrneo antiguo. Son las Qarthadast de Chipre (muy probablemente Amathonte), de Cerdea (tal vez Tharros) y de la Penn-sula Ibrica (Cartago Nova). Esta palabra semita fue traducida como Karchedn por los griegos y Carthago en lengua latina, si bien se discute la forma en que ambas derivaron del nombre fenicio original. Al igual que sus homnimas chipriota, sarda e ibrica, que se fundaron cerca o sobre un asentamiento que las haba precedido, la Qarthadast africana era una nueva ciudad fundada despus de Byrsa, nombre del primer asentamiento de los colonos fenicios en aquellas costas, y su instalacin en tierra africana solo entonces adquiere, mediante los ritos fundacionales, un carcter oficial. Este hecho no era, por otro lado, desconocido por los antiguos y as Servio (Ad Aen., IV, 670) nos recuerda que Cartago se llam al principio Byrsa.

    Una fundacin regiaCartago fue fundada en el ao 814 a.C., segn los testimonios que la Antigedad nos ha legado y que hoy parecen bien fundados gracias a descubrimientos arqueolgicos recien-tes realizados en la ladera este de la colina de Byrsa y en el lugar denominado Bir Mas-souda, en el centro de la Cartago actual. No deja de ser muy significativo que, junto con Gadir, fundada tambin por los tirios hacia el ao 1100 a. C, sean las dos nicas ciudades fenicias de las que se han conservado sendos relatos de su fundacin. En el ltimo cuarto del siglo IX a.C. Tiro se vio sacudida por una contienda dinstica que enfrentaba al joven rey con su hermana. Esta, la princesa Elissa, pretenda asentar sus derechos al trono,

    l nombreE

    En la pg. anterior:Un soldado contempla la ciudad de Cartago. Ilustracin de Albert lvarez Marsal, segn versin de M. Bendala.

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    puesto que su hermano era demasiado joven, al casarse con su to materno, el sumo sacerdote de Melkart. La respuesta de aquel fue el magnicidio y, tras el asesinato de su esposo, la princesa tiria decidi huir junto con algunos de sus partidarios, pues segura-mente tema por su vida. Tras una escala en Chipre, en la que reuni un contingente de jvenes doncellas que acompaarn a los exiliados en su aventura, recalaron finalmente el sitio de la futura Cartago.

    Sobradamente conocida es la ancdota de la piel de buey cortada en finas tiras por Elissa a fin de poder delimitar una superficie mayor que la que los indgenas estaban dispuestos a concederle, y que seguramente alude a la precariedad de aquel primer asen-tamiento en tierras africanas. Aquel lugar tomar el nombre de Byrsa y atrados por la esperanza de ganancia, los habitantes de los lugares cercanos acudieron en tropel para vender sus gneros a estos nuevos huspedes, establecindose junto a ellos, y su nmero creciente daba a la colina el aspecto de una ciudad. Los diputados de Utica, encontrando en aquellos a sus mayores, vinieron a ofrecerles presentes y les animaban a fundar una ciudad en el lugar que la suerte les haba dado por asilo. Los africanos queran retener tambin a estos extranjeros entre ellos. As con el consentimiento de todos Cartago es fundada; un tributo anual es el precio del terreno que ocupa (Justino, XVIII, 4 ss).

    Una ciudad entre colinasCuando Elissa y sus compaeros de exilio arribaron finalmente al lugar que habra de ser su nuevo hogar y refugio definitivo, encontraron una playa hospitalaria y un grupo de pequeas colinas aptas para una eventual defensa. Siglos ms tarde, el viajero que se acercaba por mar a Cartago contemplaba una ciudad de aspecto magnfico rodeada de una muralla enlucida de estuco blanco que brillaba al sol, a la que se poda acceder por una puerta monumental flanqueada por sendos torreones, y tras la cual se perciba la ciudadela con los grandes templos y otros edificios monumentales.

    La topografa de Cartago nos recuerda de cerca a la de otras ciudades antiguas: una serie de colinas de mediana altura, en cuyas laderas se establecieron las necrpolis, dis-puestas en semicrculo en torno a un llano, en este caso costero. Sobre la falda de una de estas colinas, Byrsa, que se identifica con la actual St. Louis, se asent la poblacin origi-naria ocupando luego una necrpolis todo su flanco sur. Desde aqu, y desde la vertiente sur de la vecina colina de Juno, la ciudad arcaica se extendi hacia la llanura litoral. En

    palabras de Apiano La ciudad se encontraba en el seno de un gran golfo y se asemejaba mucho a una pennsula, pues la separaba del continente un istmo de veinticinco estadios de ancho. Desde este istmo, una lengua de tierra estrecha y alargada, de medio estadio de ancho, avanzaba hacia el oeste entre la laguna y el mar (Lyb., 95).

    En el siglo VII a.C., un barrio de viviendas modestas y un sector de carcter indus-trial se haban extendido, hacia el sur y hacia el este, hasta muy cerca de la orilla del mar, en la parte baja de la llanura, en donde las prospecciones de los arquelogos han detecta-

    La pennsuLa de Cartago. Fuente: I Fenici, Catlogo de la exposicin en Palazzo Grassi, Venecia, 1988, 169

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    do tambin la existencia de talleres destinados a la metalurgia, la elaboracin de cermi-ca y la obtencin de prpura, que deban de rodear, formando una especie de semicrculo, la zona destinada a las viviendas. La Cartago ms antigua ocupaba por tanto una especie de tringulo cuyo vrtice era la colina de Byrsa y su base la lnea comprendida entre la baha de Kram, al sur, y las colinas de Dermerch, que algunos consideran el primer asen-tamiento de los colonos, y de Douimes, las ms orientales y cercanas al mar, junto con la de Sta. Mnica, que se alza algo ms al norte, entre Bordj Djedid y el promontorio de Sidi Bou Said. Se trata de una superficie de cerca de 100 ha, sin duda un tamao importante ya para esa poca, aunque desconocemos la densidad de su ocupacin, repartida entre el tofet, o rea sacra de Tanit al sur, los barrios de viviendas, las zonas de talleres arte-sanales y manufactureros y las necrpolis. El rea total ocupada por el conjunto de los diversos usos del suelo podra acercarse a las 40 ha aproximadamente, mientras que el ncleo propiamente urbano sera de unas 10 ha.

    El crecimiento urbanoA medida que la aglomeracin urbana se fue ampliando con el paso del tiempo, la colina de Byrsa quedo convertida en la acrpolis o ciudadela de la ciudad, que experiment un importante crecimiento a partir del siglo V a.C. llegando a alcanzar la zona residencial unas 30 ha. Los textos de la Antigedad contraponen, en ocasiones, una Ciudad Nueva, de amplias calles y espacios vacos, a una Ciudad Vieja de calles ms estrechas. La Gran Plaza o gora, rodeada de altos edificios, parece haber sido un punto de intersec-cin entre ambas, pero se desconoce su emplazamiento concreto, aunque algunos textos permiten situarla en algn lugar de la pequea llanura litoral, la llamada ciudad baja, al norte de la zona portuaria. Desde ella se llegaba a la ciudadela a travs de las calles que ascendan por la pendiente de Byrsa. Tambin conocemos la existencia, al norte de las colinas de la ciudad y protegida por sus murallas, de una amplia zona de huertos bien irrigados y llena de rboles frutales separados por cercados.

    Los trabajos de los arquelogos han sacado a la luz diversas zonas residenciales de esta poca, que se organizan segn un modelo hipodmico, adaptando la cuadricula casi regular y ortogonal a las orientaciones radiales de las laderas sur y este de la colina de Byrsa, donde, debido al importante crecimiento experimentado, la ciudad de los vivos haba acabado robando algo de espacio a la de los muertos. Otro sector de casas, que se

    comienzan a construir en el siglo V a.C., es el que corresponde al denominado barrio Ma-gn, muy cerca de la lnea de la costa. Aqu se ubicaba el barrio martimo que termina-ba en la plaza y la puerta de la muralla meridional, que se menciona en una inscripcin cartaginesa. Las viviendas estn peor conservadas, pero presentan una rica decoracin estucada, columnas, capiteles, mrmoles de colores diferentes y diversas procedencias, y gran variedad de pavimentos de rica policroma. Sus plantas son mucho mayores, pu-diendo alcanzar en ocasiones los 400 m2 y se disponen en una retcula urbana de calles amplias y bien trazadas que se cruzan en ngulo recto, segn la ordenacin de tipo hi-podmico.

    Por cierto que se conserva una inscripcin, encontrada en la propia Cartago, en la que se menciona la apertura de una calle que conduca hacia el barrio martimo, en la parte baja de la ciudad, y en cuya construccin haban participado los ciudadanos y cuyo texto reza como sigue: ...ha abierto y hecho esta calle, en direccin a la Plaza de

    Casas pniCas en una Ladera de Byrsa. Foto: C.G. Wagner

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    los sondeos practicados en los niveles superiores en Bir Massouda han aportado estruc-turas murarias, pavimentos, infraestructuras hidrulicas y letrinas que reflejan un nue-vo cambio de funcionalidad. Durante el s. V a.C. el barrio metalrgico que haba cubierto una anterior necrpolis del siglo VIII a.C. fue desmantelado y en su lugar se instalaron una serie de viviendas que verifican la expansin hacia el sur de la zona de hbitat, ms all de los lmites impuestos por la muralla arcaica. Estas casas permanecieron habita-das, con sucesivas reformas, hasta su destruccin en el 146 a.C., a manos de los soldados de Escipin.

    Finalmente, en el sector de Gammarth, que probablemente formaba parte de la M-gara que citan los textos antiguos, se han descubierto los restos de edificaciones, de finales del siglo III y del II a.C. Se trata de mansiones suburbanas de amplia planta, alcanzando unas veces los doscientos metros cuadrados, que presentan en ocasiones un plano bipar-

    la Puerta Nueva que se encuentra en la muralla meridional, el pueblo de Cartago, en el ao de los sufetes Safat y AdoniBaal, en tiempos de la magistratura de AdoniBaal, hijo de Eshmuhill hijo de B... y de... hijo de Bodmelkart, hijo de Hannn y de sus colegas. Fueron propuestos para este trabajo Admelkart, hijo de Baalhann, hijo de Bodmelkart en calidad de ingeniero de caminos, Yehawwielon, hermano de Bodmelkart, en calidad de cantero. Y trabajaron en esto todos los mercaderes, los porteadores, los embaladores, que estn en la llanura de la ciudad, los pesadores de monedas y aquellos que no tienen nada de dinero ni de oro y tambin aquellos que s tienen, los fundidores de oro, y los artesanos del vaso, y el personal de los talleres de horno, y los fabricantes de sndalos, todos juntos... (Mahjoubi y Fantar, 1966).

    Al igual que el barrio Magn se haba construido sobre una zona donde anterior-mente se realizaban actividades metalrgicas y de extraccin y elaboracin de prpura,

    pLanta de una Casa en eL Barrio Magn. Foto: C.G. Wagner pLano de Cartago, segn s. LanCeL

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    tito. Una de ellas constaba de dos alas y comprenda una almazara con todas las instalaciones y acce-sorios para la elaboracin del acei-te, as como de las habitaciones del propietario, sala de agua in cluida, ricamente decoradas con pavimen-tos policromos, revoques estucados y columnas con capiteles jnicos. Se trataba, seguramente, de las mansiones de ricos propie tarios cartagineses que posean aqu al-gunas haciendas y fincas de recreo.

    La arquitectura monumentalConocemos gracias al trabajo de los arquelogos varios tramos de una muralla arcaica de casamatas fechada en el siglo VII a.C., si bien puede no haber sido el primer sis-tema defensivo de la ciudad. En la lnea de costa, la muralla marti-ma, realizada en enormes bloques

    de gres, estaba revestida de un fino estuco blanco y rematada por cornisas moldeadas. Las excavaciones han determinado que la monumental Puerta Nueva que se abra en ella estaba flanqueada por dos torres y se construy en siglo V a.C. Ms tarde, a finales del III a.C., desaparecer, cerrndose todo el muro, al mismo tiempo que el espacio libre entre las ltimas casas del barrio del siglo V a.C. y la muralla meridional es ahora ocu-pado por una retcula compacta de viviendas de planta ms amplia que las precedentes y centradas en torno a holgados peristilos, lo que significa una ampliacin de esta zona residencial. Una vez ms, Apiano nos proporciona una buena descripcin del sistema

    defensivo de la ciudad: La parte de la ciudad que daba al mar, al borde de un precipicio, estaba protegida por una muralla simple. La parte que miraba hacia el sur, hacia el con-tinente, donde estaba la ciudad de Byrsa, estaba guarnecida en el istmo por una triple muralla. La altura de cada una de estas murallas era de treinta codos, sin contar las al-menas y las torres, que estaban colocadas por toda la muralla a intervalos de dos pletros; cada uno tena cuatro pisos y su profundidad era de treinta pies. Cada lienzo de muralla estaba dividido en dos pisos. En la parte inferior, cncava y estrecha, haba establos para trescientos elefantes y, a lo largo de ellos, estaban los abrevaderos; encima haba esta-blos con capacidad para cuatrocientos caballos y almacenes para el forraje y el grano. Tambin haba barracas para veinte mil soldados de infantera y cuatro mil jinetes. Tan gran preparativo para la guerra estaba distribuido para albergarse solo en el interior de la muralla. El ngulo que se curva desde esta muralla hasta el puerto, a lo largo de la lengua de tierra mencionada, era el nico punto dbil y bajo... (Lyb., 95).

    Cartago era una ciudad martima. Si bien sospechamos que los puertos arcaicos de-ban de aprovechar las facilidades de la playa y de la laguna circular, no se conoce el emplazamiento del ms antiguo puerto de la ciudad, tal vez una construccin no muy grande, toda vez que las estructuras portuarias descubiertas por los arquelogos en la zona de las dos lagunas prximas al tofet no se remontan ms all del siglo III a.C., aun-que han podido ser utilizadas anteriormente con fines portuarios. En la zona de Salamb, la actual laguna circular se corresponde con el puerto militar, en donde se han identifi-cado una serie de muelles en el permetro del islote, as como una serie de varaderos de carenado y de invernada en forma de rampa, dispuestos simtricamente en abanico a ambos lados de un eje constituido por un espacio central a cielo descubierto en forma de hexgono alargado y provisto de una torre de vigilancia en su lado norte. Se ha descu-bierto tambin una seccin del muelle oeste del puerto mercante, que se corresponde con la laguna rectangular.

    Las excavaciones arqueolgicas en ambas lagunas han venido a confirmar en gran parte la veracidad de la descripcin de Apiano sobre los puertos de Cartago: Los puertos comunicaban entre ellos y tenan una entrada comn desde el mar, de setenta pies de an-cho, que podan cerrar con cadenas de hierro. El primer puerto era para barcos mercantes y haba en l gran cantidad y variedad de aparejos; en el interior del segundo puerto, en su parte central, haba una isla, y la isla y el puerto estaban interceptados a intervalos

    pLano de Cartago en Los sigLos V-iV a. C., segn i. FuMad ortega

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    por grandes diques, los cuales albergaban astilleros con capacidad para doscientas naves, y adosados a los astilleros, haba almacenes para los aparejos de las trirremes. Delante de cada astillero haba dos columnas jnicas que daban el aspecto de un prtico conti-nuo al puerto y a la isla. En la isla estaba la residencia del almirante, desde la cual el trompetero daba las seales y el almirante lo inspeccionaba todo. La isla estaba situada a la entrada del puerto y tena gran altura, de manera que el almirante vea todo lo que suceda en mar abierto y, a su vez, los que penetraban en el puerto no podan tener una visin clara del interior. Ni siquiera eran visibles, en su conjunto, los astilleros para los barcos mercantes cuando entraban en el puerto, pues los rodeaba una muralla doble con puertas que llevaban a los barcos desde el primer puerto a la ciudad sin atravesar los astilleros (Lyb., 96).

    No se han conservado apenas vestigios importantes de los templos de la ciudad, con la excepcin del rea sagrada del tofet, situado al oeste del puerto comercial, y un templo del siglo V a.C. excavado recientemente en el sector norte de Bir Massouda. El

    paisaje arqueolgico del tofet, ubicado al sur de la ciudad junto al sector de los puertos, es el de un recinto delimitado por muros pero abierto al aire libre que alberga sucesivos estratos de urnas de cermica que contienen las incineraciones de nios de corta edad, acompaadas de monumentos como cipos y estelas. Tambin se conocen los escombros de un templo dedicado a Baal y Tanit en la ciudad baja, destruido por un incendio en el 146 a.C. Los textos que se han preservado desde la Antigedad nos hablan del gran templo de Eshmun sobre la colina de Byrsa, que fue ltimo reducto de la defensa de la ciudad en 149 a.C., y mencionan tambin la existencia de un templo de Apolo cerca de la gran plaza, mientras que una inscripcin alude a la construccin de un santuario de Astart y Tanit del Lbano. Un templo de Juno (Tanit) es mencionado tambin por Plinio el Viejo (Nat. Hist., VI, 200) y en el Periplo de Hann se menciona la existencia de un templo de Cronos, probablemente Baal Hammon, el principal dios de la ciudad.

    Laguna CirCuLar que Corresponde aL puerto MiLitar. Foto: C.G. Wagner isLote deL aLMirantazgo en eL Centro de La Laguna CirCuLar. Foto: C.G.Wagner

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    toFet de Cartago. Foto: C.G. Wagner

    GOBIERNO E INSTITUCIONES

    El poder ejecutivo estaba en manos de los sufetes, magistrados supremos que desde el siglo V a.C. eran dos, siendo su cargo anual. El propio Anbal lo desempe en Cartago. Posean amplio poder judicial y administrativo y eran los encargados de convocar a las dos asambleas de la ciudad el Consejo de los Ancianos y la Asamblea del Pueblo, de las que presidan sus debates y les presentaban los asuntos a tratar. Parece que anteriormente se ocupaban tambin de la direccin del ejrcito y de las campaas militares, pero desde el siglo V a.C., esta atribucin pas a ser especfica de los generales. El poder legislativo y la toma de decisiones se encontraban en manos de una asamblea aristocrtica que los autores griegos y latinos traducen como Gerusia o Senado. Los cartagineses se referan a ella como los Ancianos de Cartago y estaba compuesta por varios centenares de miembros, sin que podamos precisar su cifra exacta, que seguramente vari con el tiempo. Sus orgenes se remontan a los primeros momentos de la ciudad y sus funciones abarcaban todos los asuntos propios del Estado.

    El Consejo de los Ciento era un tribunal con atribuciones jurdicas especiales con cargos vitalicios elegidos por los pentarcas, grupos de cinco magistrados con capacidad soberana de decidir sobre mltiples e importantes asuntos, de entre los Ancianos de Cartago. Su creacin se remonta al siglo V a.C., consecuencia del control establecido por la aristocracia frente a las pocas familias que, como la de los Magnidas, haban monopolizado el poder. Al final de sus campaas los generales deban rendirles cuentas. La Asamblea del Pueblo representaba a todos los ciudadanos cartagineses y sus poderes fueron aumentando con el tiempo. En un principio careca de autoconvocatoria y los asuntos que trataba eran presentados por los magistrados o los Ancianos, si bien parece que no se limitaba a escuchar las decisiones del gobierno, ya que cualquier ciudadano poda tomar la palabra y oponerse a la propuesta presentada, aunque solo en casos de desacuerdo entre los sufetes y los Ancianos.

    Una urbe prspera, bulliciosa y cosmopolitaEn la poca de la mayor prosperidad de Cartago, a partir de mediados del siglo V a.C., gentes procedentes de muy diversos lugares deambulaban por sus calles, al igual que mercancas de muy diversas procedencias se apiaban en los muelles del puerto con-tribuyendo a su prosperidad. Una importante flota de navos de guerra y un sistema de alianzas, con las ciudades etruscas, las principales ciudades fenicias de Oriente y Occi-dente y algunas ciudades griegas, muy similar a una confederacin martima, le haba proporcionado una hegemona sobre el Mediterrneo central y occidental, en cuyas aguas actuaba salva guardando sus intereses y los de sus aliados, protegiendo las rutas mar-

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    timas contra la piratera y otorgando facilidades sobre lugares de atraque, aranceles, proteccin de la carga y garanta pblica de las transacciones. Dos de sus mejores almi-rantes, Hann e Himilcn, destacados miembros de la nobleza, haban surcado las aguas en largos viajes exploratorios por el Atlntico sur y norte, respectivamente.

    Tambin durante el siglo V. a.C. los cartagineses emprendieron la conquista de los territorios africanos ms all de la campia de la ciudad, logrando unos dominios que proporcionaban a esta una amplia regin de explotacin agrcola que se extenda por el Cabo Bon y ms de la mitad del territorio actual de Tnez, con los frtiles campos de las

    Vista deL sitio aCtuaL de Cartago desde La CoLina de st. Louis (Byrsa). Foto: C.G. Wagner

    suaves llanuras onduladas del Tell Inferior y del bajo y medio Medjerda, el antiguo Ba-gradas, los bosques de Khroumirie, en el noroeste, hasta los olivares y pesqueras de Sfax en el sureste, lo que contribuy a aumentar notablemente su prosperidad.

    Una ciudad bulliciosa donde chipriotas, fenicios, egipcios, griegos, sardos o sculos venan a vender o a comprar, o formaban parte de las tripulaciones de los barcos que atracaban en el puerto. Los africanos eran tambin numerosos y su pronta asimilacin a la sociedad y las costumbres cartaginesas es un hecho reconocido. La influencia de esta presencia africana se deja ver desde muy temprano en los ritos funerarios, donde convi-ven, a veces en una misma tumba, prcticas locales con las de origen fenicio, as como en la antroponimia y en las expresiones artsticas. Esta poblacin de muy diversos orgenes las inscripciones mencionan a fenicios de Tiro, Sidn o Arvad, junto a itlicos, sardos, siciliotas, griegos o egipcios, parte de la cual resida permanentemente en la ciudad en calidad de metecos, le confera ese aire cosmopolita que la diferenciaba de las restantes

    LAS GENTES DE CARTAGO

    El pueblo de Cartago, que integraba a todos aquellos que gozaban de la ciudadana y por tan-to de derechos polticos, se encontraba dividido en los grandes drnm, la aristocracia, ricos propietarios de tierras y comerciantes que se servan del trabajo de esclavos, y de la poblacin semidependiente, y srnm, que las fuentes latinas a menudo denominan como plebeyos. Los ciudadanos posean la soberana y la autoridad que se ejerca desde la asamblea popular, si bien en la prctica la aristocracia controlaba los resortes del poder y resultaba muy difcil para un ciudadano normal acceder a los cargos y rangos de ms prestigio. Como en otros lug-ares, era ms una cuestin de tipo prctico que un impedimento jurdico. La participacin en el ejrcito y la flota constitua una de sus obligaciones, la actividad edilicia, el culto pblico y el desempeo de las funciones sacerdotales eran parte de sus prerrogativas.

    Era requisito indispensable ser de condicin libre y de padre cartagins, sin que parezca que importara mucho el origen de la madre. Pero una persona nacida en Cartago, aunque de familia extranjera, era considerada cartaginesa? As permiten suponerlo, al menos, algunos testimonios epigrficos, as como ciertos pasajes de los textos antiguos. Sabemos que las au-toridades polticas podan conceder este privilegio a los extranjeros, por ejemplo como recom-pensa de servicios prestados en el campo de batalla.

    Al margen del conjunto cvico, y de los metecos residentes extranjeros de condicin libre, haba distintos grupos de poblacin subordinada. Uno de ellos -bds-, literalmente hombre de Sidn, era una especie de servidumbre en la que sus miembros, pese a ser hombres libres, dependan de un patrn a la manera de los clientes del mundo romano. Finalmente, los esclavos podan pertenecer a propietarios particulares o al Estado y trabajar bien en la explotacin agrcola, en talleres de manufacturas, en los templos, las obras pblicas, los arsenales, o como remeros en los barcos. E igualmente haba esclavos domsticos. Segn prueban las inscripciones, los esclavos podan casarse y formar su propia familia, as como ofrecer sacrificios y erigir estelas en el tofet.

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    no debemos confundir a Tanit con Astart, lo cierto es que comparta con ella algunos rasgos, como el de protectora de la fertilidad y la fecundidad, debido a su carcter de divi-nidad ctnica, el de tributrsele culto en cuevas y ser portadora de orculos, entre otros.

    Otro dios importante era Eshmun, divinidad sanadora que lleg a iden tificarse con Apolo y Asclepios y que segn Pausanias los fenicios ha can hijo del sol e identificaban con el aire, necesario para la salud de las personas y los animales. Pero el panten carta-gins albergaba a otras muchas divi nidades de antiguo origen feni cio, como Reshef, dios de la guerra y la peste; Baal Shamin, Seor del Cielo, que en lugares como Biblos o Tiro lleg a ocupar el puesto ms alto del panten; Baal Hadad o Melkart, la divinidad tutelar

    BaaL HaMMon. Museo naCionaL deL Bardo (Cartago). Foto: C.G.Wagner

    ciudades de su entorno mediterrneo. Pero no todos los extranjeros eran mercaderes o marineros. Notables procedentes de otros pases residan tambin en ella, a veces en calidad de embajadores. La lujosa mansin de uno de estos extranjeros, seguramente un representante plenipotenciario de la Corte de Alejandra ha sido descubierta por las excavaciones de la Universidad de Hamburgo.

    Los dioses de CartagoLa principal divinidad de Cartago era Baal Hammon, atestiguado tambin en las es-telas y dedicatorias del norte de frica, Sicilia, Cerdea y Malta. Divinidad originaria del Oriente fenicio, algunos investigadores sealan su relacin con el fuego o el calor, mientras que otros lo interpretan como una divinidad atmosfrica relacionada con la tormenta y la lluvia. Tambin hay quien le atribuye un carcter protector de la familia y las unidades domsticas. Su identificacin posterior con el Saturno romano, bajo cuya forma pervivi en el norte de frica mucho tiempo despus de la destruccin de Carta-go, sugiere que era el protector y garante de la prosperidad de la ciudad y que al mismo tiempo posea aspectos relacionados con la regeneracin y la fecundacin. Su iconografa era la de un dios barbado tocado con la tiara y sentado sobre un trono.

    La diosa Tanit, tambin de origen oriental, era la consorte de Baal Hammon en el panten cartagins. Se trataba de una divinidad ctnica, protectora de la vida ms all de la muerte y que adquiere cada vez ms importancia desde finales del siglo IV a.C., probablemente como consecuencia de la transformacin de Cartago en un estado agrario, a la par que comercial, de grandes dimensiones, lo que finalmente inducira su identifica-cin con la Demeter griega. Su iconografa es rica pero de difcil interpretacin, destacan-do sobre todo el famoso signo de Tanit, un tringulo coronado en su vrtice por una raya horizontal, que en ocasiones tiene los extremos levantados, y rematado por un crculo, en el que se ve una esquematizacin realista de la imagen oriental de la diosa desnuda o de la hierdula de los brazos extendidos, muy frecuentes en Siria y Canan a finales de la Edad del Bronce. Tanit parece haber desempeado funciones oraculares, como se des-prende de las que caracterizaban a la Dea Caelestis, que es el nombre que tom la diosa en lengua latina. La adivinacin era, en realidad, una faceta de las divinidades celestes, ya que el significado e interpretacin de las estrellas se hallaban muy ligados a estas y en muchos lugares Tanit se asocia a Astart, originariamente una divinidad astral. Aunque

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    de la vieja metrpoli. No faltaban algunas divinidades extranjeras, como las griegas De-meter y Core, cuyo culto fue introducido en la ciudad en el ltimo cuarto del siglo V a.C.

    Un ltimo esplendorEn el ltimo siglo de vida de la ciudad se acometieron grandes obras de ingeniera, entre las que destacan los puertos, la del denominado Barrio de Anbal y varias importantes reformas en el casco antiguo, mientras el hbitat continu su expansin pudiendo llegar

    signo de tanit en una esteLa proCedente de Cartago.

    a alcanzar las 60 ha, alcanzando las laderas de las colinas de Byrsa y Juno. En la ladera sur de la colina de Byrsa se ha descubierto un barrio tardo-pnico (s. II a.C.) formado por casas organizadas en bloques o manzanas separadas entre s por calles cortadas en ngulo recto y de unos cinco metros de ancho. Se trata de casas con plantas de unos se-tenta metros cuadrados, pero de al menos dos pisos, tal vez ms, a juzgar por el grueso de los muros, dotadas de un patio central rodeado o precedido de un prtico lateral, salas de recepcin, salas de agua, habitaciones destinadas a usos diversos, as como cisternas de gran capacidad para almacenar el agua de la lluvia. En el cruce de algunas calles se ubicaba una pequea plazoleta que ha podido servir como zoco. Igualmente, algunas de las habitaciones que daban a las calles han podido ser utilizadas como tiendas.

    Antiguas calles eran ampliadas y pavimentadas de nuevo y se abran otras nuevas y una rica decoracin arquitectnica, muy influida por el estilo griego helenstico, enga-

    Casas pniCas deL Barrio anBaL. Foto: C.G. Wagner

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    lanaba los edificios pblicos que se alzaban en la ciudadela y en torno a la gran plaza pblica, donde probablemente se encontraba el edificio sede del Senado. Las viviendas privadas en las zonas residenciales de la ciudad presentan en no pocas ocasiones una rica decoracin en la que destacan mosaicos y estucos. Tal debi ser el magnfico aspecto que presentaba la ciudad ante los ojos asombrados de los soldados de Escipin en 146 a.C. Todo ello manifiesta inequvocamente la extraordinaria capacidad de recuperacin de la ciudad despus de perder la segunda guerra contra Roma y con ella gran parte de su hegemona en el mar. Una recuperacin que no pocos atribuyen a la labor poltica y edilicia del propio Anbal en el 196 a.C., en que ocup la magistratura de sufete, y que, entre otras cosas, aument las atribuciones de la asamblea popular, puso coto al poder de los aristcratas y sane las cuentas de la ciudad persiguiendo la corrupcin y el des-pilfarro.

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