Anibal de Cartago

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Hisotoria antigua

Transcript of Anibal de Cartago

  • Autores

    David lvarez Jimnez (Universidad Internacional de la Rioja)

    Pedro Barcel (Universidad de Potsdam)

    Juan Pedro Belln Ruiz (Universidad de Jan)

    Sami Ben Tahar (Institut National du Patrimoine, Tnez)

    Manuel Bendala Galn (Universidad Autnoma, Madrid)

    Jess Bermejo Tirado (CCHS-CSIC)

    Jos Mara Blzquez Martnez (Universidad Complutense, Madrid)

    Inmaculada Crdenas Anguita (Universidad de Jan)

    Adolfo J. Domnguez Monedero(Universidad Autnoma, Madrid)

    Juan Jos Ferrer Maestro (Universitat Jaume I, Castell)

    Mara Paz Garca-Bellido (CCHS-CSIC)

    Vernica Garca Coca (Universidad Complutense, Madrid)

    Francisco Jos Garca Fernndez (Universidad de Sevilla)

    Francisco Gmez Cabeza (Universidad de Jan)

    Carlos Gonzlez Wagner (Universidad Complutense, Madrid)

    Pascual Jimnez del Castillo (Universidad Complutense, Madrid)

    Helena Jimnez Vials (Universidad Autnoma, Madrid)

    Jos Luis Lpez Castro (Universidad de Almera)

    Vctor Martnez Hahnmller (Universidad de Almera)

    Dirce Marzoli (Instituto Arqueolgico Alemn, Madrid)

    Manuel Molinos Molinos (Universidad de Jan)

    Fernando Prados Martnez (Universidad de Alicante)

    Sergio Remedios Snchez (Universidad Complutense, Madrid)

    Arturo Rey da Silva (UNESCO)

    Raquel Rodrguez Muoz (Universidad de Valencia)

    Carmen Rueda Galn (Universidad de Jan)

    Arturo Ruiz Rodrguez (Universidad de Jan)

    Anbal de Cartago. Historia y Mito surge de lanecesidad de acometer una profunda revisinhistoriogrfica sobre la figura del general cartaginsy su poca, la primera de esta naturaleza editada enEspaa con carcter monogrfico. Se renen astrabajos que nos aproximan al conocimiento de unperiodo clave de la Historia Antigua desde diferentesenfoques metodolgicos. Igualmente se aborda laprofunda huella que el hroe pnico dej en ambasorillas del Mediterrneo, reflejando su imagen oproyectando su sombra desde la Edad Media hasta laModernidad.

    La vocacin interdisciplinar que conforma estaobra, acorde con la lnea de investigacin propuestadesde el Proyecto Herakleion, trata de establecerpuntos de unin para la reflexin histrica en elmarco de las antiguas culturas del Mediterrneo. Unaoportunidad para dar a conocer, de la mano de susautores, las investigaciones que se desarrollan eninstituciones cientficas espaolas y extranjeras y paracontrastar diferentes enfoques propugnados porespecialistas consagrados y nuevas perspectivas abiertaspor estudiosos ms jvenes.

    S. Remedios, F. Prados y

    J. Bermejo (eds.)

    Anbal de CartagoHistoria y Mito

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    (eds

    .)

    Anbal Barca, el mayor enemigo de Roma, es uno de esos personajes cuyashazaas militares, heroicas victorias y dramtico final han suscitado un enormeinters, confundiendo en ocasiones la realidad histrica y su dimensin mtica.

    El general cartagins protagoniz con su vida y acciones un retazo de lahistoria del Mediterrneo antiguo, y su figura se aborda en esta obra de formapolidrica, delineando los contornos que definen al brbaro, al prncipe, alestratega, al poltico y al viajero, a travs de las ms recientes investigacioneshistricas y los ltimos descubrimientos arqueolgicos.

    ISBN 978-84-96813-71-7Ilustracin de cubierta:

    Jacopo Ripanda: Anbal cruzando los Alpes Galera Nacional de Arte Antiguo. Palacio Barberini, Roma Archivo Oronoz

    Cubierta Anbal (4985)_Maquetacin 1 17/05/12 12:20 Pgina 1

  • S. Remedios, F. Prados y J. Bermejo (eds.)

    Anbal de Cartago

    Historia y Mito

    Madrid 2012

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  • De los textos, sus autores

    Ediciones PolifemoAvda. de Bruselas, 47 528028 Madrid (Espaa)

    www.polifemo.com [email protected]

    Depsito Legal: M-18.090-2012ISBN: 978-84-96813-71-7

    Imprime: Elec Industria Grficac/ Ro Titar, 2428110 Algete (Madrid)

    Esta obra ha sido publicada con una subvencin del Ministerio de Educacin, Cultura y Deporte, para su prstamo pblico en Bibliotecas Pblicas,

    de acuerdo con lo previsto en el artculo 37.2 de la Ley de Propiedad Intelectual

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  • Anbal de Cartago

    Historia y Mito

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  • En pgina anterior: Anbal vencedor, que por primera vez mir Italia desde los Alpes, de Francisco de Goya, 1771

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  • 7NDICE

    PRLOGO, Dirce Marzoli . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

    INTRODUCCIN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17Anbal desde el siglo XXI,

    Sergio Remedios, Fernando Prados, Jess Bermejo . . . . . . . . . 19

    I. EL MUNDO DE ANBAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25

    La herencia de Amlcar Barca (290-229 a.C.) y de Asdrbal (245-221 a.C.) a Anbal (247/246-183 a.C.): La Segunda Guerra Pnica,

    Jos M Blzquez Martnez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

    Mar y Guerra en el Mediterrneo Antiguo: Las Marinas Romana y Cartaginesa en el siglo III a.C.,

    Arturo Rey da Silva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45

    La ciudad en poca de Anbal. Urbanismo y arquitectura en la Cartago helenstica,

    Vernica Garca Coca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71

    La religin fenicia en la Pennsula Ibrica durante la Segunda Guerra Pnica,

    Raquel Rodrguez Muoz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99

    La muerte y los ritos funerarios en tiempos de Anbal Fernando Prados Martnez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131

    II. ANBAL, STRATEGOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157

    Anbal y la helenizacin de la guerra en Occidente,Pedro Barcel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

    Los otros Barca: los familiares de Anbal,Adolfo J. Domnguez Monedero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177

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  • La campaa contra los vacceos,Sergio Remedios Snchez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203

    Mercenarios de la Pennsula Ibrica en las tropas de Anbal,Pascual Jimnez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227

    El Sufetato de Anbal,Carlos Gonzlez Wagner . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251

    Las cuentas de Anbal Juan Jos Ferrer Maestro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277

    III. ANBAL A TRAVS DE LA ARQUEOLOGA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295

    La recuperacin arqueolgica de la accin de los Barca: Logros y expectativas,

    Manuel Bendala Galn . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297

    Baria en la segunda guerra romano-cartaginesa:Su papel histrico a travs de la documentacin literaria y arqueolgica,

    Jos Luis Lpez Castro y Vctor Martnez Hahnmller . . . . . . 329

    Un escenario blico de la Segunda Guerra Pnica: Baecula,J. P. Belln Ruiz, F. Gmez Cabeza, A. Ruiz Rodrguez, I. Crdenas Anguita, M. Molinos Molinos y C. Rueda Galn . . 345

    Cartago a las puertas: Turdetania en los albores de la Segunda Guerra Pnica

    Francisco Jos Garca Fernndez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379

    IV. ANBAL, LA LEYENDA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 429

    Los retratos de la dinasta brquida en las monedas de Iberia,Mara Paz Garca-Bellido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 431

    Anbal vndalo y la cuarta guerra pnica:El uso del recuerdo pnico en el contexto del conflicto vndalorromano,

    David lvarez Jimnez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 457

    Anbal en la cultura europea. De Dante a Flaubert (ss. XIV-XIX),

    Helena Jimnez Vials . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 493

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    ndice

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  • Quelques tmoignages sur la survivance de la mmoire dHannibalau pays de Carthage,

    Sami Ben Tahar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 517

    AUTORES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 533

    ndice

    Hannibal triumphant de Sbastien Slodtz, 1722

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  • A la memoria de Fernando Lpez Pardo

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  • PRLOGO

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  • Es para m un placer escribir el prlogo de la presente publicacin, ya que esun excelente ejemplo del potencial cientfico y del espritu emprendedor de unanueva generacin de investigadores. Gracias a la iniciativa de Jess Bermejo, Fer-nando Prados y Sergio Remedios tuvo lugar en Madrid, los das 26 y 27 de ma-yo de 2009, el Primer Coloquio Internacional Herakleion, bajo el ttulo Anbalde Cartago. Mito y realidad, que es el origen de la monografa que presentamosahora.

    Con el tpico entusiasmo de los representantes de la Arqueologa y las Cien-cias de la Antigedad, con el conocimiento necesario para apreciar la actualidadde un tema de investigacin concreto y con la habilidad necesaria para estable-cer el dilogo entre los diferentes niveles profesionales (estudiantes, doctorandosy profesores), las diversas instituciones (Universidades, el Consejo Superior deInvestigaciones Cientficas, Instituto Arqueolgico Alemn) y las varias nacio-nalidades (Espaa, Tnez, Alemania), han conseguido sacar a la luz una obra im-pecable, adems de atractiva desde el punto de vista cientfico. Durante elcoloquio y ahora, al ver el resultado final, se reafirma la impresin refrescante yconstructiva de este dilogo sobre la poca de los Brquidas, donde se renen lostrabajos de renombrados expertos con las de investigadores an noveles en esteambiente tan especializado.

    Es enriquecedora la concepcin multidisciplinar del tratamiento de este tema,en este caso concreto han participado historiadores especializados en la Anti-gedad, epigrafistas, arquelogos y numismticos, aportando sus diferentesperspectivas al tema. El resultado es una visin general del estado actual de lainvestigacin y claros indicios de nuevas interpretaciones, tanto para el periodobrquida como para la personalidad de Anbal.

    El xito de esta reunin, as como la publicacin de esta monografa, cons-tituye un excelente modelo para futuros proyectos. El primer paso, y el msdifcil, para otras colaboraciones de este tipo ya est dado y las bases para un

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  • dilogo cientfico de alto nivel y las publicaciones que ello pudiera generar yahan quedado establecidas. Los jvenes editores de este volumen han demostradoque a pesar de que corren tiempos difciles, tanto en lo econmico como en lolaboral, todava hay caminos abiertos para alcanzar valiosas metas en el campode la investigacin. A ellos y a los autores de este volumen deseo transmitirlesmi ms sincera enhorabuena, la que tambin hago extensiva a los profesoresMara Paz Garca Bellido, Guadalupe Lpez Monteagudo, Manuel BendalaGaln y Carlos Gonzlez Wagner por su apoyo para llevar a buen fin esta obra.

    Dirce MarzoliDirectora del Instituto Arqueolgico Alemn de Madrid

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    Prlogo

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  • INTRODUCCIN

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  • ANBAL DESDE EL SIGLO XXI

    Este libro surge de la necesidad de acometer una profunda revisin histo-riogrfica sobre la figura de Anbal y su poca, la primera de esta naturalezaeditada en Espaa de carcter monogrfico. La obra ana, bajo una misma cu-bierta, trabajos que se acercan al conocimiento de uno de los periodos clavesde la historia antigua de Iberia desde diferentes enfoques metodolgicos y sinperder, en caso alguno, la perspectiva del ms exhaustivo rigor cientfico. An-bal Barca, general de Cartago y enemigo acrrimo de Roma, es un personajeprincipal que ha suscitado y suscita un enorme inters. Se trata de uno de esosmitos del pasado cuyas hazaas militares, victorias heroicas y dramtico finalmotivaron innumerables alusiones tanto entre sus contemporneos como a lolargo de toda la historia universal. Anbal mito y hroe romntico que agluti-n en su vida y en sus acciones la propia historia del Mediterrneo. El brbaro,el prncipe, el estratega, el poltico y el viajero desde todos y cada uno de susrostros, polidrico como la propia cultura pnica, a la vez oriental, griega, afri-cana mediterrnea en definitiva.

    Para la realizacin del texto se plante a distintos autores una revisin ge-neral de las fuentes textuales e iconogrficas, tanto antiguas como modernas,incorporando los nuevos datos que los avances arqueolgicos nos brindan gra-cias a diversos proyectos cientficos espaoles que proporcionan un dossier do-cumental que ampla y enriquece los enfoques previos. A esta vocacin derevestir de actualismo estratigrfico a la documentacin existente se ha que-rido aadir, adems, un carcter interdisciplinar, que consideramos obligadodentro de los estudios histricos actuales, tratando de establecer puntos deunin para la reflexin histrica en el marco de las antiguas culturas del Me-diterrneo. Se trata de una oportunidad inmejorable para contrastar el trabajode diversos expertos, algunos de los mejores especialistas sobre la historia an-tigua del Mediterrneo, historiadores consagrados de calidad acreditada e in-vestigadores noveles que la acreditan gracias a la calidad de textos como los

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  • aqu presentados y que plasman, adems, la buena salud de nuestros estudioshistricos, a pesar de que no es la coyuntura ms propicia para el desarrollo deuna carrera investigadora centrada en las humanidades.

    La conexin entre enfoques propugnados por investigadores ya consagrados ylas nuevas perspectivas abiertas por otros ms jvenes es uno de los principalesobjetivos de esta monografa y, posiblemente, una de las novedades ms notables.Los autores que tuvieron a bien aceptar la propuesta de participar en ella proce-den de centros de investigacin espaoles (Universidad Complutense de Madrid,Universidad de Almera, Universidad de Alicante, Universidad Autnoma deMadrid, Universidad de Jan-Centro Andaluz de Arqueologa Ibrica, ConsejoSuperior de Investigaciones Cientficas, Universidad de Valencia, UniversidadJaume I de Castelln, Universidad de Sevilla) y extranjeros (Universitt Postdam,Deutsche Archologische Institut y Institut National du Patrimoine de Tnez).

    El libro est estructurado en cuatro grandes bloques, que compilan distintosaspectos relacionados con la figura de Anbal Barca y su tiempo. En primerlugar, el mundo de Anbal, en el que las distintas aportaciones enmarcan lafigura del general pnico en el espacio y en el tiempo. El acadmico J. M. Blz-quez, de la Real Academia de la Historia, nos introduce el personaje y aborda lascircunstancias histricas de las que fue heredero y que marcaron su personalidad.Desde ah, un variado elenco de estudiosos nos muestran cmo era la religinpnica (R. Rodrguez), la ciudad, como marco en el que se desarroll una de lasculturas urbanas ms florecientes del Mediterrneo antiguo (V. Garca), el mary la navegacin, clave para comprender la vocacin comercial y militar cartagi-nesa, heredera directa de la fenicia ancestral (A. Rey), y, por ltimo, la ideologade la muerte, la concepcin de la salvacin y el ms all por parte de un pueblotachado de brbaro y salvaje fundamentalmente por la realizacin de sacrificioshumanos (F. Prados).

    En un segundo bloque nos aproximamos al Anbal Strategos, militar y pol-tico, profundizando en su ideologa y en la forma en la que ejerci su liderazgo.Se analiza la profunda helenizacin de Cartago a partir del estudio de las formasen las que desarroll su poltica blica (P. Barcel), cmo fueron las primeras cam-paas militares y proyectos polticos de Anbal (S. Remedios), el papel de los mer-cenarios hispanos en sus tropas (P. Jimnez), cmo deleg en miembros de su

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    F. Prados, S. Remedios, J. Bermejo

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  • familia el gobierno en Iberia durante su ausencia por la campaa de Italia (A. Do-mnguez). Se dedica tambin un captulo al mundo de las finanzas, fundamentalpara conseguir sus ambiciosas metas (J. J. Ferrer). Para concluir este bloque,se analiza una etapa poco conocida del general: su breve carrera poltica desarro-llada en Cartago una vez finalizada la guerra con Roma (C. G. Wagner).

    El tercer bloque trata de desenterrar el mito examinando la figura deAnbal a partir de los testimonios materiales. Para ello, se han incluido los re-sultados obtenidos por arquelogos espaoles que desarrollan sus actividadesen nuestro territorio, que alberga buena parte de los escenarios principales dela II Guerra Pnica. Cabe resear, en este sentido, que muchos de los avanceshistricos en el conocimiento de las Guerras Pnicas y de la conquista romanade Hispania estn siendo aportados por equipos espaoles gracias al impulso deinvestigaciones sobre el terreno de gran solvencia cientfica y del desarrollode nuevos avances tcnicos y metodolgicos.

    Partiremos de una brillante sntesis de los principales hitos arqueolgicosque se han ido revelando en las ltimas dcadas de investigacin, destacando lasexcavaciones en Cartago Nova, Carteia, Carmona y el rea de Alicante, con surelevancia histrica y las perspectivas de futuro (M. Bendala). La ciudad deBaria, en Almera, destruida durante el conflicto, ser examinada a partir de lostestimonios arqueolgicos exhumados en los ltimos aos (J. L. Lpez Castro yV. Martnez-Hahnmller). Por otro lado, nos acercaremos a uno de los escena-rios blicos recientemente descubiertos, el campo de la batalla de Baecula (J. P.Belln et alii). Por ltimo, recorreremos el paisaje de la Turdetania y el impactoque la presencia cartaginesa tuvo en la regin hasta desembocar en la victoriaromana en la batalla de Ilipa a orillas del Guadalquivir (F. J. Garca).

    Anbal, la leyenda, cuarto y ltimo de los bloques, nos acerca al impactoque la figura de Anbal Barca ha tenido a lo largo del tiempo, ya que ha sido unpersonaje recurrente en la historia, en la poltica e incluso en el arte y la litera-tura universal hasta la actualidad. Partiremos de la imagen propagandstica deAnbal y su familia a partir del estudio de la iconografa monetaria de su tiem-po (M. P. Garca-Bellido), del uso propagandstico que de su imagen realiz elreino vndalo para alentar la lucha contra Roma (D. lvarez). Desde ah, estu-diaremos la proyeccin de la imagen de Anbal durante la modernidad europea,

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    Introduccin: Anbal desde el siglo XXI

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  • su aparicin en obras de arte y su personalidad abordada por mltiples tratadis-tas y literatos, en una clara progresin positiva de su recuerdo (H. Jimnez). Amodo de conclusin, observaremos cmo se utiliz la imagen de Anbal comosmbolo nacional en los procesos de descolonizacin e independencia de Tnezy Argelia ya en el siglo XX (S. ben Tahar).

    Como se ha visto, la aportacin de nuevos enfoques para problemas antiguosan sin resolver, el descubrimiento de nuevos datos, sobre todo de origen ar-queolgico, as como las nuevas tecnologas y metodologas que se aplican aestos descubrimientos, hacen de este libro una publicacin de enorme riquezaNo hace mucho, apenas treinta aos, poco ms se conoca del periodo brquidaque sus acuaciones monetales y poco o nada se poda decir de las ciudades, delas fundaciones urbanas pnicas salvo aquello que podamos entresacar de lasdescripciones polibianas. Mucho menos, an, de los escenarios de la guerra, enla que la lucha de bloques antagnicos por el control del universo conocido in-clin la balanza, de forma definitiva, del lado romano. Y nada de las mentali-dades, de la ideologa, de las creencias individuales, que, gracias a aportacionescomo las aqu recogidas van saliendo lentamente de la nebulosa de los tiempos.A pesar de todo lo anterior, todava es mucho lo que queda por hacer. El espaciode un libro siempre es limitado, por lo que hay multitud de aspectos que noshubiera gustado incluir que necesariamente han quedado fuera de estas pgi-nas. Esperamos que esta monografa sirva de acicate para la realizacin de otrasfuturas, que suplan las carencias que lgicamente sta ha de tener.

    La realizacin de un proyecto colectivo de estas caractersticas slo ha sido po-sible gracias a la colaboracin de varias entidades y personas. Este libro es frutode la ayuda de muchos colegas y amigos. La mayor prueba de ello se encuentraen el magnfico elenco de autores a quienes, como editores de la obra, queremosagradecer su trabajo e inters. En el plano institucional, debemos agradecer laayuda del Instituto de Historia del CCHS (CSIC), del Deutsche ArchologischeInstitut, del Centro de Estudios Fenicios y Pnicos del Departamento de His-toria Antigua de la Universidad Complutense de Madrid y de la revista Hera-kleion; sin ellos, la materializacin de este libro habra sido imposible. En elplano personal hemos de agradecer el apoyo desinteresado prestado por el Dr.Leoncio Lpez-Ocn (Director del Instituto de Historia del CCHS-CSIC) por la

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    F. Prados, S. Remedios, J. Bermejo

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  • Dra. Rosa Sanz (Profesora Titular del Departamento de Historia Antigua de laUCM) por la Dra. Guadalupe Lpez Monteagudo (Investigadora Cientfica delCSIC) y por la Dra. Dirce Marzoli (Directora del DAI-Madrid). Queremos, asi-mismo, dar las gracias a la Dra. Mara Paz Garca-Bellido (Investigadora Cien-tfica del CSIC) que de forma entusiasta ha hecho posible que finalmente estelibro pudiera publicarse. Tambin queremos agradecer la diligencia y colabora-cin prestada por Ramn Alba y a Ediciones Polifemo por acoger la publicacinde este libro.

    Finalmente, cabe resear que no se trata de un libro dirigido nicamente aespecialistas. Se trata de una obra enfocada a un pblico ms amplio, incluyen-do estudiantes universitarios y pblico interesado en general. La historia, lasbiografas y la novela histrica que se nutre de las dos primeras, son tres de lossectores literarios ms ledos en nuestro pas y es ste un dato objetivo que noconviene olvidar a la hora de editar obras de esta naturaleza. Adems, la figurade Anbal ha protagonizado, en los ltimos aos, algunas de las novelas hist-ricas ms exitosas, varios libros de divulgacin histrica adems de documen-tales y producciones cinematogrficas de diversa ndole y es un tema recurrenteen publicaciones peridicas. Pensamos que este libro, cientficamente riguroso,metdico y atractivo, a la vez, ampla y realiza una puesta al da necesaria apro-vechando el desarrollo de la ciencia histrica y arqueolgica de nuestro pas.

    Fernando Prados Martnez, Sergio Remedios Snchez, Jess Bermejo TiradoMadrid, diciembre de 2011

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    Introduccin: Anbal desde el siglo XXI

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  • IEL MUNDO DE ANBAL

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  • LA HERENCIA DE AMLCAR BARCA (290-229 A.C.)Y DE ASDRBAL (245-221 A.C.) A ANBAL (247/246-183 A.C.):

    LA SEGUNDA GUERRA PNICA

    Jos Mara Blzquez Martnez

    En este trabajo se examina brevemente la principal herencia de los dos Br-quidas, Amlcar y Asdrbal, a Anbal: la guerra contra Roma.

    Se revisan las principales fuentes antiguas para conocer si la invasin deItalia por Anbal es un proyecto suyo o de sus dos antecesores, Amlcar Barca,su padre, y Asdrbal, su cuado.

    Despus de terminada la guerra de los mercenarios (241-237 a.C.) en el nortede frica, vencida por los cartagineses por la actuacin de Amlcar Barca (POL.1.75-88), los cartagineses enviaron a Amlcar Barca a Hispania 1 que, perdidasSicilia y Cerdea, era la nica regin del Mediterrneo que, por la fabulosa riquezade sus minas, pesqueras y su agricultura, y por la posibilidad de reclutar merce-narios como ya Cartago haba hecho durante todo el siglo V a.C. en las GuerrasGreco-Pnicas de Sicilia, poda compensar la prdida de los dominios cartagi-neses en el Mediterrneo Central. Sin la aportacin de las minas hispanas, Cartagono hubiera podido pagar la indemnizacin de guerra impuesta despus de la Pri-mera Guerra Pnica: 1.000 talentos euboicos pagados inmediatamente, y otros2.200 en diez anualidades. La prdida de Cerdea cost a Cartago una indemni-zacin suplementaria de 1.200 talentos, como indic Amlcar Barca a una emba-jada romana, pues por ningn otro procedimiento poda librarme de ella (DIO.CASS. 12.fr.48).

    1 BARCEL 2008; BLZQUEZ 1992; BLZQUEZ 2010 y BLZQUEZ e.p.; HUSS 1995;WAGNER 1999; PREZ VILATELA 2003. En general, MANFREDI 2003; CHIC GARCA 1978;CORZO 1975; GOLDSWORTHY 2008; WALBANK 1957.

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  • El gegrafo Estrabn, contemporneo de Augusto que, aunque no visitHispania, se inform bien de ella de griegos que la visitaron, como Polibio,Asclepades de Mirlea, Artemidoro y Posidonio, escribe, refirindose al sur deHispania, que hasta ahora, ni el oro, ni la plata, ni el cobre, ni el hierro nativo,se han hallado en ninguna parte de la Tierra tan abundantes y excelentes. Lomismo cabe afirmar de otras muchas regiones hispanas.

    A Hispania, acompa a Amlcar su hijo Anbal 2, que, a la sazn, tenanueve aos (POL. II.1.5). Nueve aos Amlcar pas en la Pennsula Ibrica (237-229 a.C.), hasta que pereci en la lucha o se ahog al atravesar un ro segnLivio (XXIV.41.1), o fue asesinado segn otros autores. No es verdad la afir-macin de Appiano (Anibal 2), de Diodoro (25.8) y de Zoaras (8.19), de queAmlcar vino a Hispania contra la voluntad de los cartagineses.

    Le sucedi su yerno Asdrbal, que era trierarca. Asdrbal ejerci el mandoocho aos, y fue asesinado por un galo en su propio aposento, en un ajuste decuentas. Este asesinato sucedi en el ao 221 a.C. Los cartagineses entregaronel mando de la Pennsula Ibrica a Anbal (POL. II.36.1-7), aunque era muyjoven, debido a la perspicacia y la audacia que haba mostrado en las acciones,es decir, en la guerra. En realidad fue proclamado general por el ejrcito queactuaba en la Pennsula Ibrica, y confirmaron su nombramiento por Cartago.Anbal debi participar en todas la guerras de Amlcar Barca y de Asdrbal,que tuvieron lugar entre los aos 237 y 221 a.C.

    Polibio escribe:

    ... y pronto evidenci su propsito de hacer la guerra a los romanos, aunque ahorala difiriera algo. Desde aquella poca sospechas y fricciones constituan lasrelaciones mutuas entre romanos y cartagineses. stos maquinaban secretamente,pues queran vengar sus derrotas en Sicilia, y los romanos desconfiaban porque sedaban cuenta de las asechanzas. De ah que los buenos observadores previeran quela guerra entre ellos iba a estallar tras no mucho tiempo.

    (Traduccin de M. Balasch)

    Jos Mara Blzquez Martnez

    2 BEER 1974; PICARD 1967; LANGE 1977; HOFFMANN 1962; BARCEL 2000;POULARS 2002; BRIZI 1987; LAZENBY 1978.

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  • Este prrafo es importante, porque en l, el gran historiador griego afirma cla-ramente que Anbal, desde el primer momento que se puso al frente de las tropas,planeaba la guerra contra Roma para vengarse de la derrota y prdida de Sicilia.

    Polibio (III.11.3-9; 12.1.1-4) recoge unos datos altamente interesantes parael contenido de este trabajo, sucedidos en la corte de Antioco III, donde Anbalse haba refugiado, huido ya de su patria perdida definitivamente: la guerracontra Roma. Polibio cuenta un acontecimiento totalmente decisivo para el fu-turo de Anbal:

    A medida que pasaba el tiempo y el rey recelaba cada vez ms de Anbal,surgi la oportunidad de explicarse acerca de la desconfianza surgida entre ellosdos. En el dilogo, Anbal se defendi mltiplemente, y, al final, cuando yaagotaba los argumentos, explic lo que sigue: cuando su padre iba a pasar a Espaacon sus tropas, Anbal contaba nueve aos y estaba junto a un altar en el queAmlcar ofreca un sacrificio a Zeus. Una vez que obtuvo ageros favorables, liben honor de los dioses y cumpli los ritos prescritos, orden a los dems queasistan al sacrificio que se apartaron un poco, llam junto as a Anbal y lepregunt amablemente si quera acompaarle en la expedicin. Anbal asintientusiasmado y an se lo pidi como hacen los nios. Amlcar entonces le cogipor la mano derecha, le llev hasta el altar y le hizo jurar, tocando las ofrendas,que jams sera amigo de los romanos. Anbal pidi entonces a Antioco que, puesle haba confiado su secreto, siempre que tramara algo nocivo a los romanosconfiara en l, seguro de que tendra un colaborador leal. Pero en el momento enque llegara una tregua o amistad con los romanos, en tal caso, poda desconfiar del sin necesidad de acusaciones, y precaverse; porque siempre intentara todo loposible contra los romanos.

    Cuando Antioco lo hubo odo se convenci de que le haba hablado consinceridad y con verdad, y as dej sus sospechas anteriores. De modo que debemostener este testimonio por prueba irrefutable del odio de Amlcar, y de susintenciones, que luego evidenciaron los mismos hechos: tan enemigos hizo de losromanos a Asdrbal, que era el marido de su hija, y a su propio hijo Anbal, queeste odio result insuperable. Pero Asdrbal muri prematuramente y no pudohacer notorias a todos sus inclinaciones; Anbal, en cambio, tuvo la ocasin dedemostrar, a carta cabal, el odio que contra los romanos haba heredado de su padre.

    (Traduccin de M. Balasch)

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  • El odio feroz de los cartagineses contra los romanos arrancaba de Amlcar Barca,que lo transmiti a su yerno y a su hijo, y con l, la idea de la guerra contra Roma.

    Todos los historiadores antiguos estn de acuerdo que el proyecto de invadirItalia se deba a Amlcar Barca, como se ver en este trabajo.

    Amlcar Barca, desde aos antes de venir a la Pennsula Ibrica en 237 a.C.,haba tenido choques violentos con los romanos. As, entre los aos 247-246a.C., los cartagineses le nombraron comandante y le encomendaron la direccinde la flota (POL. I.56). Se dedic a saquear Italia. Tal la Lcrida en la costa delMar Jonio y el Brutio. Conquist Hercte, en la regin de Palermo, lugar estra-tgico de primer orden. Desde aqu, hizo incursiones por mar, devastando ellitoral itlico hasta Cumas. Trab con los romanos muchos combates, que ha-ban acampado delante de la ciudad de Palermo.

    Amlcar ocup Eryx (POL. I.8.2-3). Los romanos tuvieron que soportar unasedio y sufrir sus peligros, mientras que los cartagineses, batidos por todaspartes, resultaban invencibles, tanto ms por cuanto el aprovisionamiento noles llegaba con facilidad, ya que se comunicaban por mar por un trozo de te-rreno, que dispona nicamente de una sola ruta.

    Amlcar Barca (POL. I.60) particip en la batalla naval de las islas Egatas.Polibio puntualiza que el enemigo ms peligroso para los romanos era AmlcarBarca por su audacia, y que era ms temible que ninguna otra cosa.

    Amlcar Barca intervino en el tratado con los romanos, por el que se perdi,para Cartago, toda Sicilia, 237 a.C. Con esta ocasin, Polibio (I.62.3-6) trazala siguiente semblanza de la personalidad del gran general cartagins:

    Por ello, mandaron sin dilaciones mensajeros a Amlcar Barca y le otorgaronplenos poderes en todos los campos. Amlcar, entonces, actu de manera muypropia de un general juicioso y prudente, porque mientras la situacin presentalguna esperanza razonable, no dej de hacer nada, por terrible o arriesgado quepareciera; por el contrario, haba tanteado, ms que cualquier otro general, todaslas posibilidades de victoria. Pero cuando la situacin le fue tan adversa que yano quedaba medio razonable para salvar a los que tena a sus rdenes, cedi alas circunstancias de manera sensata y objetiva, y envi mensajeros a tratar detregua y de paz. Pues hay que considerar que es propio de un autntico generalser capaz de ver tanto la oportunidad de vencer, como la de abandonar.

    (Traduccin de M. Balasch)

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  • Las clusulas del tratado firmado por Amlcar Barca eran las siguientes (POL.I.62.7-9):

    Lutacio acept con gusto tales proposiciones, porque comprenda que losromanos estaban agotados y cansados de aquella guerra. Ellos y los cartaginesespusieron fin a sus diferencias con un pacto redactado as: Que haya amistadentre romanos y cartagineses bajo las clusulas siguientes, si las ratifica el puebloromano: los cartagineses se retirarn de toda Sicilia, no lucharn contra Hiern,ni tomarn las armas contra los siracusanos ni contra sus aliados. Devolvern alos romanos los prisioneros sin rescate alguno, y abonarn a los romanos dos mildoscientos talentos de Eubea en un plazo de veinte aos.

    (Traduccin de M. Balasch)

    A los cartagineses no les quedaba ms remedio que abandonar Sicilia, puessus recursos haban llegado al lmite. Ya no estaban en situacin de aprovisionara sus fuerzas de Sicilia, ya que los romanos dominaban el mar. Unas lneasantes, Polibio puntualiza que los romanos, por su parte, tambin se encontra-ban cansados y agotados de aquella guerra (POL. I.62.7). Los romanos y los car-tagineses haban luchado por Sicilia durante 24 aos, del 264 al 240 a.C., comopuntualiza Polibio (I.63.4-5), y aade el historiador que se trataba de la guerrams larga, ms continuada y ms importante. No es extrao, por lo tanto, elodio de Amlcar Barca a los romanos, y que planeara la guerra contra Romanuevamente, como venganza, y que este odio se lo transmitiera a su yerno y asu hijo.

    Cornelio Nepote (100-29/27 a.C.) es un historiador flojo que incluso falsea losacontecimientos. Sin embargo, los antiguos le otorgan suficiente importancia comopara hacerle uno de los instrumentos de la educacin de la juventud. Apoya todaslas afirmaciones de Polibio sobre el tema que interesa a este estudio. As, afirmaen su Vida de Amlcar (I.4), que despus de firmar la paz con los romanos, dabavueltas a la idea, en su espritu, de que tan pronto como los asuntos econmicosestuvieran un poco rehechos, debera recomenzar la guerra hasta que sus compa-triotas llegaran a vencer a base de valor, o que, vencidos, no tuvieran ms remedioque confesar la derrota. Este prrafo confirma que el plan de la lucha contra Roma,perdida Sicilia, era un proyecto de Amlcar Barca. Recoge la misma noticia, deque el joven Anbal vino con l a la Pennsula Ibrica. Ms adelante de su biografa

    La herencia de Amlcar Barca y de Asdrbal a Anbal

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  • de Amlcar (4.2), remacha esta idea: que despus de hacer grandes hazaas en His-pania, pensaba partir hacia Italia, cuando muri luchando contra los nativos.

    Cornelio Nepote concluye su biografa de Amlcar Barca (4.3) con el si-guiente prrafo: Su odio contribuy, al parecer, a que se declarase la SegundaGuerra Pnica, que Anbal, su hijo, movido por las continuas peticiones de supadre, lleg a preferir la muerte a renunciar a medirse con los romanos.

    Segn Cornelio Nepote (Anbal 2.1), Anbal, considerando un patrimoniola aversin por los romanos heredada de su padre, lo conserv con tanto cuidado,que muri sin haber renunciado a l; expulsado de su patria y obligado a pedirayuda a otro. No dej nunca de hacer, en su corazn, la guerra a los romanos,lo que fue la pura verdad.

    A Filipo V de Macedonia (Anbal 2.3-6), desde lejos, le inspir sentimientosde hostilidad hacia los romanos. Despus, encendi el ardor guerrero de AntiocoIII contra Roma.

    Confirma Cornelio Nepote la narracin de Polibio sobre Anbal y Antioco III,en los siguientes trminos:

    ...entonces. aprovechando una ocasin, abord al rey, le record las numerosaspruebas que l haba dado de fidelidad a su palabra y de aversin a los romanosy luego aadi: Mi padre Amlcar, cuando yo era an muy nio y no habapasado de los nueve aos, en el momento en que parta para Espaa como generalen jefe y abandonaba Cartago, inmol vctimas a Jpiter ptimo Mximo.Durante esta ceremonia me pregunt si quera partir con l a la guerra. Yo acepten seguida y me puse a suplicarle que me llevara sin vacilar; entonces l me dijo:lo har si prestas el juramento que te pido. Inmediatamente me condujo al altaren que su sacrificio se estaba realizando y, habiendo hecho apartar a todos losasistentes, me hizo poner en l la mano y jurar que nunca iba a hacer alianza conlos romanos. Y yo he observado este juramento prestado a mi padre, sin faltar al hasta este momento de mi vida, y lo he hecho con tanta religiosidad que nadiepuede dudar de que en el futuro mis sentimientos no pueden cambiar. As pues,tienes t alguna intencin benvola respecto a los romanos? Sers prudente sime la ocultas; pero cuando te prepares para combatir contra ellos, ser descuidartus intereses poner a otro que a m al frente de esta empresa.

    (Traduccin de M. Balasch)

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  • Anbal fue fiel toda su vida al juramento hecho a su padre cuando tenanueve aos.

    Dos aos despus de haber huido de su patria, ante el temor de que fueraentregado a Roma como pedan los romanos, arrib con cinco naves a tierraafricana, en territorio de Cirene, para mover a los cartagineses, utilizando elnombre de Antioco III para inspirar seguridad y confianza para hacer la guerra.Anbal, por su parte, haba ya persuadido a este rey para que se pusiera al frentede sus ejrcitos y se dirigiera a Italia (Anbal, 8.1), pero los cartagineses no es-taban por la guerra y dieron rdenes contra Anbal y contra su hermano Magn,lo que oblig a Anbal a refugiarse en la corte de Antioco III, donde convencial rey para hacer la guerra a los romanos; el monarca selucida no sigui losconsejos del general cartagins, y fue derrotado en las Termpilas en 191 a.C.El plan de Anbal era llevar la guerra a Italia (Anbal, 8.3).

    En las condiciones de paz impuestas a Antoco III tras la batalla de Magnesia(POL. XXI.17.7; XXI.43.11), ao 189 a.C., figura la entrega de Anbal a losromanos. stos daban por seguro que mientras Anbal viviera, habra peligrode una guerra contra Roma.

    Finalmente, Anbal huy a la corte del rey Prusias (Anbal, 10.1). CornelioNepote escribe. Se reuni Anbal con Prusias en el Ponto. A su corte llev lasmismas disposiciones contra Italia, y slo pens en que este rey tomara las armasy en excitarlo contra los romanos. El plan fracas, por encontrarse Prusias enguerra con Eumenes II de Prgamo, gran amigo de los romanos. Finalmente, per-suadidos los senadores de Roma de que, mientras la vida de Anbal se prolongase,estaran continuamente amenazados por alguna trampa, enviaron mensajeros aBitinia a rogar al rey que no conservara ms en su pas a su mayor enemigo, y quelo entregase. Prusias propuso a la embajada romana que ellos mismos detuvierana Anbal en su residencia, para no quebrantar los deberes de la hospitalidad. Asse hizo. Se cerc la residencia de Anbal, que se suicid envenenndose. Tena casisetenta aos de edad. La peticin de los romanos de que les entregaran a Anbal esantigua; la misma peticin la hicieron terminada la Segunda Guerra Pnica.

    Despus de la cada de Sagunto, los romanos exigieron la entrega de Anbaly de sus consejeros; de lo contrario, habra guerra (POL. III.20.8). Anbal, des-pus de la toma de Sagunto, prepar minuciosamente la invasin de Italia, como

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  • cuenta Polibio (III.33.5-18; 35.1-8). El historiador griego (III.8.6-10), afirmatajantemente puesto en boca del historiador romano Fabio Pictor que la gue-rra contra los romanos estall contra la voluntad de los cartagineses, por decisinde Anbal. Los romanos segn este autor, exigieron a los cartagineses la en-trega de Anbal o arrostrar la guerra; aade que los cartagineses estaban dis-gustados por la conducta de Anbal.

    Los cartagineses no entregaron a Anbal; al contrario, siguiendo las inicia-tivas de Anbal, guerrearon continuamente y no cesaron hasta la derrota. ParaPolibio (III.6.1-2), el asedio de Sagunto y el paso del Ebro, contra lo tratado en223 a.C. con Asdrbal, fueron los comienzos de la guerra, pero niega rotunda-mente que fueran sus causas. Polibio (III.9.6-9), escribe:

    En cuanto a la guerra entre romanos y cartagineses (pues de ella parti ladigresin) hay que considerar que la primera causa fue el resentimiento deAmlcar, el llamado Barca, que era padre natural de Anbal. Amlcar, en efecto,en la guerra de Sicilia, no fue derrotado en su espritu, ya que comprobaba quehaba conservado intactas sus tropas en rice, y con el mismo empeo que ltena. A causa de la derrota naval de los cartagineses, se haba visto forzado aceder a las circunstancias y a firmar los pactos. Pero la clera le duraba, yaguardaba siempre una ocasin. Si no se hubiera producido la revuelta de losmercenarios contra los cartagineses, en lo que dependa de Amlcar, al puntohabra comenzado otra campaa y los preparativos para ella. Pero los disturbiosinternos le ocuparon, y se dedic a estas acciones.

    (Traduccin de M. Balasch)

    Para Polibio, en este prrafo, es Amlcar Barca la causa de la Segunda GuerraPnica, cuyo programa pas a sus sucesores, Asdrbal y Anbal. Ms adelante(POL. III.10.1), remacha esta idea: es innegable que Amlcar, aunque muri diezaos antes del comienzo de la Segunda Guerra Pnica, contribuy decisivamentea su estallido. Lo prueba por el mencionado juramento que exigi a su hijo Anbal,de nueve aos de edad. A este juramento alude, igualmente, en este prrafo, queAnbal deseaba la guerra contra los romanos, una guerra que quera de un modoespecial, pues si l obtena el xito, alcanzara la gloria suprema al haber puestoa su patria a la cabeza de la tierra habitada, ya que no tena Cartago otros enemigosfuera de los romanos. Si fracasaban, el slo intento les supondra gran fama.

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  • Apiano (Iber. 13) rechaza la noticia anterior de que, despus de la cada deSagunto, los romanos pidieron la entrega de Anbal. En la Historia de Anbal (3),escribe Apiano que Anbal, al ver el proceso que los enemigos de Amlcar Barcay de Asdrbal haban planteado a sus amigos, y considerando que el proceso ibatambin contra l, proyectaba embarcar a los cartagineses en una gran contienda,es decir, en una campaa contra los romanos, y consigui que los cartagineses leautorizaran para actuar como quisiera. Anbal, desde el primer momento de suactuacin, planeaba la guerra contra Roma. Este plan explica las campaas contraHelmantica 3, contra Arbucala (Toro), contra los vacceos 4 y contra los carpetanos(POL. III.14.1-2). Se trataba de dejar pacificada la Pennsula Ibrica.

    El historiador Tito Livio, contemporneo de Augusto, confirma las anterioresafirmaciones. Para las campaas de Hispania y de Italia consult, como fuenteshistricas principales, a Celio Antpatro, y para los sucesos de Grecia, Sicilia eHispania, a Polibio. Fuentes contemporneas fueron, Valerio Antias y ClaudioCuadrigario.

    Livio (XXI.4) recoge la noticia de que Amlcar Barca, terminada la guerra enfrica y estando a punto de embarcarse con sus tropas a Hispania, Anbal, denueve aos, le suplic entre mimos que le llevara a Hispania. Su padre le acerca los altares y le oblig a jurar sobre las vctimas del sacrificio, que sera enemigodel pueblo romano tan pronto como pudiera. El odio de Anbal a los romanosarrancaba, pues, de su niez. El causante del odio era su padre, Amlcar Barca, yla causa, la prdida para Cartago de Sicilia y de Cerdea (LIV. XXI.5). De Cerdease apoderaron los romanos a traicin, aprovechndose de la revuelta de frica,241-238 a.C., segn Polibio, y cuatro aos y cuatro meses, segn Diodoro (25.6).

    Para Livio (XXI.2.23) era evidente que en su fuero interno preparaba unaempresa blica de mayor envergadura, y que si hubiera vivido ms tiempo, loscartagineses, bajo el liderazgo de Amlcar, habran llevado a Italia las armas.La muerte de Amlcar y la adolescencia de Anbal retrasaron la guerra.

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    3 BEJARANO 1955.

    4 SNCHEZ 2000; DOMNGUEZ MONEDERO 1986; HINE 1979. Posiblemente elcontrol cartagins del territorio hispano hasta los vacceos es lo que movi a algunosescritores a afirmar que los cartagineses conquistaron Hispania.

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  • Livio (XXI.4.1-10) traza de Anbal el siguiente retrato:

    Enviado Anbal a Espaa se gan desde el momento mismo de su llegadalas simpatas de todo el ejrcito; los veteranos pensaban que se les haba devueltoa Amlcar en su juventud: vean en Anbal la misma expresin en el rostro, lamisma viveza en los ojos, su misma fisonoma y sus mismos rasgos de la cara.Pero pronto consigui que el parecido con su padre fuera lo de menos paraganarse el apoyo de todos. Nunca hubo una misma forma de ser tan apropiadapara cuestiones tan diferentes: la obediencia y el mando. De ah que no era fcildistinguir si lo queran ms Asdrbal o el ejrcito, pues ni el general preferadar el mando a ningn otro en acciones arriesgadas y peligrosas ni los soldadosconfiaban y se exponan ms con otro jefe. Tena una enorme osada paraarrostrar los peligros y una enorme sangre fra y dentro de ellos. Ninguna accinpoda cansar su cuerpo o doblegar su espritu. Soportaba igualmente el calor yel fro; coma y beba por necesidad fsica, no por placer; no distingua las horasde sueo y de vigilia entre el da y la noche, sino que slo dedicaba al descansoel tiempo que le sobraba de sus actividades; y para descansar no tena necesidadde una buena cama ni del silencio: muchos lo vieron a menudo tendido en elsuelo y cubierto con el capote militar entre los centinelas y garitas de lossoldados. Su vestimenta no se diferenciaba de sus compaeros, pero s llamabanla atencin sus armas y sus caballos. Era con gran diferencia el primero, tantode jinetes como de infantes; iba en cabeza al combate, pero era el ltimo enretirarse una vez iniciado el mismo. Estas cualidades admirables de este hombrequedaban igualadas por enormes defectos: crueldad inhumana, perfidia ms quepnica, ningn respeto por la verdad, ninguno por lo sagrado, ningn temorde Dios, ninguna consideracin por los juramentos, ningn escrpulo religioso.Con esta suma de cualidades y defectos sirvi durante tres aos a las rdenesdel general Asdrbal sin omitir nada que un gran futuro caudillo debiera ver yllevar a la prctica.

    (Traduccin de A. Ramrez, J. Fernndez)

    Anbal, desde el primer momento en que se puso al frente del ejrcito car-tagins en Hispania, pens en invadir Italia. Livio (XXI.1-5) confirma estaafirmacin: Por lo dems desde el da en que se nombr general, plane, comosi le hubiera tocado la provincia de Italia y se le hubiera encargado la guerracontra Roma, que no deba perder ms tiempo, no fuera a sucederle que algn

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  • accidente, igual que a su padre Amlcar y despus a Asdrbal, le sucediera al.

    No se le escap a Hann, jefe del partido antibrquida en Cartago, quieneseran los causantes de la guerra contra Roma, como denunci en el senado car-tagins ante un gran silencio (LIV. XXI.10.1-13). Al poner a Anbal al frentedel ejrcito cartagins en Hispania, se ech lea al fuego: se envi a un jovenque ansiaba ardientemente el poder real, y que slo vea un modo de conseguirlovivir, rodeado de legiones en armas, provocando una guerra tras otra. Profetizque la ruina de Cartago caera sobre los cartagineses, y la lucha que sostenacontra Roma era la guerra que se haba emprendido contra Sagunto. Hann in-dic que se alegraba de la muerte de Amlcar Barca, porque si l viviera, yaestaramos en guerra con los romanos. En este prrafo, Hann echa la culpa aAmlcar del plan de llevar la guerra contra Roma, y aade que l odia y detestaa este joven, Anbal, que es la personificacin del odio y del estallido de la gue-rra. Hann saba perfectamente que Amlcar era el autor del plan de hacer laguerra contra Roma, y su hijo, el que la haca en la actualidad. La opinin deHann, expresada crudamente, era que Anbal deba ser entregado como ex-piacin por la ruptura del tratado o, aunque nadie le exigi, deba ser trasladadoa los ltimos confines de la tierra y del mar, y dejarlo desterrado all... PropusoHann enviar una embajada para satisfacer a los romanos, y otra a Anbal, pi-dindole que retirase el ejrcito de Sagunto, y entregar al mismo Anbal a losromanos. Hann saba perfectamente que, mientras estuviera Anbal al frentedel ejrcito, haba una guerra con Roma, y mientras viviera, por lo que propusoarrancar la posibilidad de la guerra de raz, entregando a Anbal a Roma. Esteplan era una utopa irrealizable, pues Anbal era muy querido por los soldados,saba que si dejaba el ejrcito estaba perdido inmediatamente.

    Cada Sagunto, en Cartago Nova se enter Anbal de lo que se haba decre-tado en Roma y en Cartago, y de que l no slo era un general de la guerra,sino tambin su causa. Decidi la invasin de Italia y as se lo comunic al ejr-cito, prometiendo un suculento botn, lo que agrad a los soldados (LIV.XXI.21.1-8).

    Razones religiosas estn, probablemente, en la base del plan de invadir Italia:el juramento hecho a su padre junto al altar cuando tena nueve aos. Ahora,

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  • antes de partir a Italia, se dirigi a Gades, cumpli sus votos con Hrcules 5 yse oblig con otros nuevos en el caso de que todo saliera con xito (LIV.XXI.21.9). Anbal pensaba, posiblemente, que la invasin de Italia era un planquerido por los dioses. Livio (XXI.22.6-9), cuenta:

    En el Ebro se cuenta que se le apareci un joven de aspecto divino que ledeca que Jpiter le haba enviado para conducirle a Italia; deba, por lo tanto,seguirle y no apartar de l los ojos. Al principio, atemorizado, le sigui sin mirara ninguna parte ni a su alrededor ni hacia atrs; luego, con la curiosidad propiade la naturaleza humana, al darle vuelta a lo que podra ser lo que se le habaprohibido mirar detrs, no pudo dominar sus ojos. Entonces vio a su espaldauna serpiente enorme que se mova produciendo una gran destruccin de rbolesy maleza, y detrs vena una tormenta acompaada de aparato elctrico en elcielo. Al preguntar por el significado de aquel prodigio portentoso, se oy queera la devastacin de Italia, que continuara pues, que no hiciera ms preguntasy que dejara que el destino permaneciera oculto.

    (Traduccin de A. Ramrez, J. Fernndez)

    Esta historia la recogen, igualmente, Cicern (De diu. 1.24.49), ValerioMximo (1.7), Silio Itlico (3.168 ss.) y Zonaras (8.22).

    Anbal reconoce a Escipin, que fue el primero que comenz la guerra al pue-blo romano y que muchas veces tuvo la victoria casi en sus manos. Anbal aceptque los dioses concedieran tantas veces la victoria sobre los romanos (LIV.XXX.30.3-4). Anbal admite que los dioses le fueran adversos (LIV. XXX.30), yque l comenz la guerra.

    Jos Mara Blzquez Martnez

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    5 BLZQUEZ 1977: 17-28; BLZQUEZ 2001; BLZQUEZ 2009a; GARCA Y BELLIDO1963; VAN BERCHEM 1967: 80-87; TSIRKIN 1981. En general sobre el carcter de Melqart:BONNET 1988. Del Heracleion gaditano habla esta ltima autora en pp. 213-225; LIPINSKI1995: 226-243; MARN CEBALLOS 1993, 2001 y 2008 (e.p.); MARN CEBALLOS y JIMNEZFLORES 2004 y 2005. Hemos estudiado los templos de Lixus (PLINIO XIX.62), uno de ellosdedicado a Melqart-Heracles, tan antiguo como el Heracleion gaditano, y todas lasmonedas que representan templos semitas (BLZQUEZ 1991: 197-204). En Lixus se situabael Jardn de las Hesprides y el palacio de Anteo, contra el que Heracles luch (PLINIO V.3),BLZQUEZ 2008.

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  • A continuacin, dej bien preparada la situacin de Hispania, que era la nicaque le proporcionaba dinero, obtenido de las fabulosas explotaciones mineras 6,para pagar a los mercenarios la soldada (LIV. XXI.21.10-13; 22.1-4). Sin la ayudade Hispania no hubiera habido la Segunda Guerra Pnica. Al final de sta, en lasnegociaciones de paz con Roma, los legados de los cartagineses echaron toda laculpa de la guerra a Anbal, en lugar de a una decisin pblica. Dijeron que l,sin mandato del senado cartagins, no slo haba pasado los Alpes, sino tambinel Ebro, y que, por determinacin propia, no slo haba hecho la guerra a losromanos, sino, igualmente, a los saguntinos (LIV. XXX.22.1-2).

    Quinto Fabio (LIV. XXX.2-7) haba predicho que Anbal sera un enemigoms terrible en su tierra que en la ajena. Escipin tendra que luchar con Anbalque, prcticamente, haba nacido en el puesto de mando de su padre, un esforzadogeneral, alimentado y educado en las armas; de nio fue soldado; general, cuandoapenas era joven, el cual, envejeciendo entre victorias, llen con recuerdos de sushazaas las Hispanias, las Galias e Italia, de los Alpes al Estrecho. Livio escribe:

    Se saba que conduca un ejrcito tan veterano como l mismo, que estabahecho a soportar con paciencia dificultades que apenas se puede creer que loshombres puedan sufrir, que se haba manchado con sangre romana muchas vecesy llevaba despojos, no slo de soldados, sino tambin de generales. Escipin seencontrara en el campo de batalla a quienes habran matado con sus propiasmanos a pretores, generales, cnsules, distinguidos con coronas murales y valores,a quienes habran recorrido ciudades y campamentos romanos despus deconquistarlos. Los magistrados romanos no tenan entonces tantas fasces cuantasAnbal poda ostentar delante de s, procedentes de generales muertos.

    (Traduccin de J. Sols, F. Gasc)

    En las condiciones impuestas por Roma a los cartagineses despus de la ba-talla de Zama (LIV. XXX.30.15), figuraba la entrega de Anbal, causante de la

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    6 BLZQUEZ 2009b; BLZQUEZ 1986 y 1996; DOMERGUE 1987-1990. DiodoroSculo afirma tajantemente que todas las minas hispanas fueron explotadas por Cartago,que debi introducir las mquinas de explotacin citadas por Diodoro y la legislacin delos Ptolomeos, copiada en las Tablas de Ajustrel (DORS 1953: passim).

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  • Segunda Guerra Pnica, segn se ha indicado ya. Anbal, en 195 a.C., huy ala corte de Antoco III de Siria (222-186 a.C.).

    Diodoro Sculo (XXIII.22) reconoce que el cartagins Amlcar Barca y suhijo Anbal, fueron considerados por todo el mundo, los mejores generales deCartago, no slo de los que vivieron antes que ellos, sino de los que vinieron des-pus. Engrandecieron notablemente la potencia de su patria con sus empresas,y ms adelante (XXVI.2) contina el historiador siciliano: Anbal era un com-batiente nato. Desde que fue educado de pequeo en la prctica de la tcnicamilitar y haba pasado muchos aos en los campamentos, al lado de grandes ge-nerales, adquiri mucha experiencia en las guerras. Haba sido por la naturalezadotado de gran sagacidad y haba adquirido habilidad estratgica en la prcticaguerrera. Se ponan en l grandes esperanzas. Diodoro (XXVI.14) admite queAnbal era el peor enemigo de Roma (XXXVII.1.1). Anbal fue un general deexcepcional valor.

    Los historiadores antiguos, examinados brevemente, coinciden en que el origende la Segunda Guerra Pnica estaba en el odio de Amlcar Barca contra los roma-nos, motivado por la prdida de Cerdea y de Sicilia. A l se debe el plan de hacerla guerra a Roma, proyecto que transmiti a su yerno, Asdrbal, y a su hijo, An-bal, que fue el que lo realiz. Fracas en l, pero todava continu, intilmentecon su proyecto.

    Jos Mara Blzquez Martnez

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  • MAR Y GUERRA EN EL MEDITERRNEO ANTIGUO: LAS MARINAS ROMANA Y CARTAGINESA

    DURANTE EL SIGLO III A.C.

    Arturo Rey da Silva

    INTRODUCCIN

    Se ha subrayado en muchas ocasiones la importancia que tuvo el mar comoescenario de comunicacin, transporte e intercambio econmico y cultural entrelas poblaciones ribereas de la Antigedad. Por esa razn, el control polticoy econmico de las aguas y de las principales rutas comerciales, as como laposesin de una importante flota de guerra que hiciera efectivo dicho control,fueron algunos de los principales objetivos a conseguir por parte de las mayorespotencias polticas del Mediterrneo.

    Esta bsqueda de afianzamiento y control de las principales vas martimasde comunicacin es lo que llev a la flota militar cartaginesa a luchar por susintereses desde bien temprano. Una de las primeras noticias de la existencia deuna flota en Cartago, aunque suponemos la existencia de alguna desde su fun-dacin (MEDAS 2000: 123), fue entorno al ao 535 a.C. cuando, junto a losetruscos, se enfrentaron a las naves de guerra focenses, quienes comenzaban averse como un importante rival en el Mediterrneo occidental tras fundar laciudad de Massalia (HERODOTO I, 166). Posteriormente, en el 480 a.C., Cartagotambin se enfrentara a las flotas de Tern de Agrigento y Geln de Siracusa,en las aguas de Himera, en Sicilia, sufriendo una significativa derrota que rele-gara por un tiempo la poltica exterior cartaginesa al norte de frica.

    Aos ms tarde, sin embargo, Cartago volvera a encontrarse esta rivalidadmartima en un nuevo poder emergente que, tras haber conquistado toda la

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  • Pennsula Itlica, ahora comenzaba a mirar ms all de sus costas: Roma. Trasintervenir junto a Cartago en la ciudad de Messina por la sublevacin de losmercenarios mamertitos 1, Roma se enfrentara con el poder norteafricano enuna serie de guerras que, a lo largo del siglo III a.C. y gran parte del II a.C.,acabaran para siempre con la supremaca pnica en el Mediterrneo.

    En la primera de las guerras que enfrentaron a Roma y Cartago, entre losaos 264 y 241 a.C., las batallas navales fueron ms habituales que las ms im-portantes acciones terrestres demostrando finalmente ser decisivas para conse-guir el control de Sicilia. Los resultados de estos encuentros navales, as comolas condiciones impuestas a Cartago tras la guerra, influenciaron claramente enla posterior estrategia brquida sobre Roma. En los primeros aos de hostili-dades seran los romanos los que, casi de una manera continua, obtendran unaserie de victorias navales sobre un enemigo que, habitualmente, estaba mejorpreparado para desenvolverse en el mar y que, adems, tena una largusimatradicin en construccin naval. As, no nos es de extraar que Polibio nos narresu asombro por la creciente complejidad de los combates navales entre cartagi-neses y romanos, siendo estos ltimos, segn nos narra, poco habituados al me-dio marino y an menos expertos en carpintera de ribera:

    Pues carentes no ya de recursos apropiados, sino de todo tipo de recursos y sinhaber tenido jams trato alguno con el mar, cuando por primera vez concibieronla idea y fue entonces se entregaron a la obra con tal audacia que directamente,antes de ponerla a prueba, emprendieron la lucha por mar contra los cartagineses,para quienes la hegemona naval incontestada era algo heredado de sus antepasados.

    (POLIBIO 1.20)

    Sin embargo, a diferencia de la Primera Guerra Pnica, desarrollada am-pliamente como un conflicto naval, la segunda (218-201 a.C.) tuvo lugar prin-cipalmente en tierra, para conseguir el control de las Pennsulas Ibrica e Itlica.Las actividades blicas en el mar se centraron bsicamente, a lo largo de este se-gundo conflicto, en asegurar el aislamiento de Anbal en Italia, y bloquear la lle-gada de posibles refuerzos provenientes tanto de Iberia como del norte de frica.

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    1 Procedentes de Campania y contratados como guardia mercenaria de Agatocles deSiracusa.

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  • El propsito de esta contribucin al Primer Coloquio Internacional Hera-kleion dedicado a la figura de Anbal de Cartago y a su mundo es analizar elestado de la poderosa marina cartaginesa a lo largo de sus enfrentamientos conRoma, as como detallar las claves que llevaron a la inexperta flota romana atener la supremaca de las aguas del Mediterrneo en poca de Anbal. Supre-maca que, como veremos, fue una de las razones principales por las que losbrquidas se embarcaran en una ofensiva terrestre contra Roma (CORNELL,RANKOV & SABIN 1996: 49-55).

    LA MARINA CARTAGINESA

    El primordial elemento con que Cartago poda controlar las rutas comer-ciales y la poltica de su imperio, era la marina de guerra (MEDAS 1993: 37).Los testimonios con los que contamos para conocer la composicin de la marinacartaginesa estn constituidos en su totalidad por textos histricos griegos o la-tinos de poca posterior. Por esta razn, todas las definiciones y terminologasusadas para detallar el tipo de naves, los cuadros de comandos o las funcionesdel personal de abordo en las fuentes clsicas son de origen greco-latino y mues-tran por tanto una realidad homognea en todas las marinas mediterrneas. Trassus primeras actuaciones contra los focenses en el siglo VI a.C. Cartago se cons-tituye como la potencia martima ms importante en el Mediterrneo Occidentalcontando, desde estos momentos, con bases estratgicas en lugares como Cer-dea, Sicilia, las Islas Baleares o el norte de frica.

    Las naves de guerra de la marina cartaginesa se correspondan mayormente conlos modelos utilizados por los griegos. As, el navo por excelencia entre los siglosVII y IV a.C. fue la trirreme o triera, cuya invencin ha sido atribuida por lasfuentes antiguas tanto a los fenicios de Sidn, como a los griegos de Corinto 2.Algunos autores, como Papalas (1997) argumentan que la trirreme apareci en-torno al 700 a.C. pero que no fue usada ofensivamente hasta finales del siglo VIa.C., cuando lo griegos desarrollaron algunas tcticas de combate que, como la

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    2 Hipponax, Herodoto I, Tucdides I o Clemente Alejandrino en Stromatum, I.

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  • diekplous 3 o el periplous 4, usaban el espoln de proa como elemento de embiste yperforacin de la carena de la nave enemiga para hundirla (MEDAS 1993: 38;MCGRAIL 2001: 141). De aqu que su construccin posibilitara una gran manio-brabilidad, alcanzando altas velocidades para la poca que, en el momento del em-biste con el espoln, aprovechaban la mxima fuerza de empuje 5. El nombre detrirreme haca referencia al nmero de remeros que se agrupaban por cada lneade remos. De esta manera, cada remero se sentaba en un nivel diferente con unremo de unos 4 metros de longitud. Los remeros sentados en el nivel superior,denominados thranitas los de los bancos inferiores eran denominados zygitas ythalamitas, respectivamente proyectaban su remo desde una votante que sobresaladel casco principal de la embarcacin mientras careca de una cubierta superiorcerrada o catafracta.

    El control de la nave lo constituan dos timones laterales o gobernalles, mien-tras en el centro del casco si situaba un mstil abatible usado para soportar unagran vela cuadra cuando el navo no era usado en combate. La trirreme ateniensemeda unos 36,5 metros de eslora y tena una manga de 6 metros en su partems ancha 6. Deba tener unos 200 tripulantes de los cuales unos treinta erantripulacin de cubierta oficiales y marineros y el resto eran todos remeros. Un

    Arturo Rey da Silva

    3 Tctica de ataque naval en el que las naves atravesaban a mxima velocidad la lneaenemiga tratando de destrozar los remos con una pasada de espoln para, una vez pasadala lnea, virar y asestar un golpe con el espoln contra las popas y costados de sus naves.

    4 Maniobra de cerco por la que se rodeaban los laterales de la escuadra enemiga,asestando ataques contra flancos o popas. El Kyklos, sera una maniobra de carcter defensivoque consista en situar las naves en crculo con el espoln hacia fuera del crculo formado.

    5 Las evidencias que tenemos de este tipo de navo son bastante abundantes,procediendo en su mayor parte de la literatura y epigrafa ateniense, as como de lasexcavaciones llevadas a cabo en el puerto del Pireo.

    6 El sistema de construccin era a casco, es decir, poniendo las tracas del barco antesde introducir las cuadernas. La unin de dichas tracas era el conocido como phoenicia punicanapor pensar los griegos que era una tcnica de origen fenicio. Consista en introducir unospasadores de madera en unas mortajas realizadas en cada uno de los cantos de las tracas.Una vez introducidos, juntando dos tracas por sus cantos, se bloqueaban usando en susextremos unas clavijas a modo de clavos.

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  • ejemplo de la distribucin en una trirreme lo encontramos en el conocido relieveLenormant, conservado en el Museo de la Acrpolis de Atenas (BASCH 1987: 282,fig. 604) y fue puesta en prctica con la construccin, en el puerto del Pireo, deuna reproduccin entre los aos 1985 y 1987 denominada Olympias (MCGRAIL2001: 141).

    A pesar de la importancia que tuvieron estos modelos durante los siglos IV yV a.C., en los combates navales de la Primera Guerra Pnica las trirremes ya noaparecen como las embarcaciones ms importantes de las flotas de guerra. A partirdel siglo IV a.C., y especialmente a lo largo del siglo III a.C., los poderes navalesmediterrneos comienzan a buscar frmulas que doten a sus naves con una mayorpotencia de ataque a la par que tuvieran cascos ms robustos que soportaran lasdestructivas cargas con espoln de las embarcaciones enemigas. Esto concluy enque, en los nuevos modelos resultantes, el nmero de remeros fuera cada vez mayorde manera que obtuvieran mayor potencia de ataque. El incremento de tripulantesoblig a un aumento considerable en el tamao del casco del barco que si bien erams fuerte y resistente, tambin era ms pesado, lento y de maniobrabilidad msreducida (CASSON 1995; MCGRAIL 2001; MEDAS 2000, 1993).

    Los primeros a los que las fuentes atribuyen la introduccin de dos nuevosmodelos de naves de guerra fueron a los cartagineses, con la construccin de uncuatro o tetrera tambin cuatrirreme, y a los siracusanos de Dionisio I, conel primer cinco o pentera tambin quinquerreme. En estas embarcacioneslos remeros podan estar situados en una lnea nica, con cuatro o cinco hombresa cada remo, o superpuestos en diversas alturas sin sobrepasar los tres rdenesde remos como veremos en la iconografa de la poca 7. Estos navos fueron losprincipales protagonistas de las Guerras Pnicas en el mar, siendo usados enprincipio por la flota cartaginesa y copiados por los romanos hasta en dos oca-siones (260-242 a.C.) para poder ofrecer competencia a nivel tcnico y nutico.Podan llegar a alcanzar velocidades de cinco o seis nudos sin que su capacidadde maniobra se viera significativamente afectada.

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    7 As, si una quinquerreme tena un equipo bsico de cinco remeros, podramosencontrarlas, segn esta descripcin, agrupados en un nivel, en dos o hasta en tres poniendodos remeros en los niveles superiores y uno slo en el inferior.

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  • Esta carrera por construir naves de guerra cada vez ms grandes y potentesllev a los reinos helensticos a invertir grandes recursos para hacerse con flotasgigantescas que, en la prctica, mostraban ser inoperantes. De esta forma, el reinoptolemaico de Egipto lleg a construir treintas y hasta cuarentas que no tenanutilidad alguna en combate naval pero que eran usadas como smbolos de su fuerzay como propaganda de su poder frente a la dems marinas mediterrneas 8.

    En cuanto a la tripulacin de una pentera o quinquerreme, sta estaba for-mada por unos trescientos hombres de los cuales unos 280 eran remeros y elresto tripulacin de cubierta. Su mayora eran ciudadanos cartagineses mientrasel ejrcito de tierra estaba compuesto por mercenarios (MEDAS 1993: 38).

    El cuadro de comando estaba formado por personajes notables de la sociedadcartaginesa: el comandante supremo de la fuerza armada era el strategos, mientrasque para la flota de mar sera el nauarchos., que a veces tambin se interpretacomo el comandante de una escuadra. Se podra decir que dentro de la flota car-taginesa habra una nave del strategos y varias de los navarchi. El comandantede una nave o flotilla sera el trierarchos, lo que literalmente significa coman-dante de una triera. En Cartago ser trierarco podra ser considerado muy im-portante para poder tener xito en la carrera poltica, como vemos cuandoAsdrbal se hace con este cargo al morir Amlcar en el ao 229 a.C. El resto dela tripulacin de cubierta estaba formada por entre diez a treinta marineros; al-gunos infantes de marina o epbetai; un mdico y un carpintero para posiblesreparaciones del barco durante la travesa, y los remeros, variando en nmerosegn la embarcacin o el tipo de accin que se fuera a llevar a cabo (CASSON1995: 300-314).

    Segn Tito Livio (XXVI, 20, 9) la tripulacin cartaginesa en la SegundaGuerra Pnica estaba formada por gentes de todas las razas, llegando a usar es-clavos alrededor de 5.000 por primera vez en 205-204 a.C. cuando Asdrbal

    Arturo Rey da Silva

    8 La ms grande que conocemos, un cuarenta, fue construida por Arquas de Corintoen el 240 a.C. sobre un diseo de Arqumedes, por orden de Hieron II de Siracusa. Se tratabade una nave de 55 metros de longitud y casi 15 de anchura, denominada Siracusia.Posteriormente fue regalada a Ptolomeo III Evergetes cambindose el nombre a Alexandriao Alexandris. Sin embargo, las mayores embarcaciones de las que tenemos registro en combatenaval fueron los dieces en el 201 a.C. en la batalla de Chios, y en Actium, 31 a.C.

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  • esperaba una invasin romana en frica (APPIANO: Lybica, 9). Tambin solanllevar arqueros y lanceros a bordo de las naves de guerra como nos cuenta SilioItlico (Pnica XIV, 394-407) y Diodoro (XX, 6,3).

    LAS NAVES DE GUERRA PNICAS

    Aunque carecemos de evidencia directa que nos detalle informacin sobrelas embarcaciones de guerra que tomaron parte en el conflicto romano-cartagi-ns, podemos hacernos una idea ms o menos pormenorizada de cmo pudieronser gracias a los datos aportados por las fuentes clsicas, as como por la icono-grafa y la arqueologa.

    De las representaciones iconogrficas con las que contamos quizs las quenos aportan una mayor informacin sobre las naves de guerra en poca Brquidason las que aparecen tanto en las pilastras funerarias del tofet de Cartago (MEDAS2000: 157, figs. 51 y 52) datadas en el siglo III a.C., como los ejemplos ha-llados en la Pennsula Ibrica y que por su contexto nos ponen directamente enrelacin con el mbito de la Segunda Guerra Pnica.

    Es aqu donde nos encontramos con las evidencias iconogrficas ms anti-guas sobre las galeras de guerra pnicas del siglo III a.C. As, entre los aos229 y 221 a.C., el General Asdrbal el Bello, fundador de Qart Hadasht en el227 a.C., acu una serie monetal que responde a una poltica militar de rearmenaval despus del gran desgaste sufrido por Cartago en la Primera Guerra P-nica (CASANOVAS I ROMEU 2008; MEDAS 1993: 38; 2000). En ellas se representala proa de una embarcacin de guerra, presumiblemente quinquerremes (Fig. 1),con caractersticas que difieren de las acuaciones griegas y romanas con elmismo motivo, las cuales parecen simbolizar, ms bien, un triunfo o la conme-moracin de una victoria naval.

    Las quinquerremes representadas muestran un espoln en sus proas que ter-mina en tres puntas y que es conocido como embolon. Este tipo de espoln es di-ferente de los primeros tipos atestiguados desde el siglo VII a.C., cuya forma erapuntiaguda y no estaban estructuralmente unidos al barco. Afortunadamentecontamos con un buen ejemplo de este tipo de espoln en el Museo Martimo de

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  • Haifa. Fue hallado en Athlit (Fig. 2), en las costas de Israel, y est datado en elsiglo III a.C. Perteneci posiblemente a una quinquerreme ptolemaica (CASSONy STEFFY 1991). El objetivo principal del ataque con espoln era embestir lasnaves enemigas por la popa intentando golpearlas por uno de sus costados conun cierto ngulo, para daar ms el casco. Se cuenta asimismo con otro ejemplarde embolon conservado en el Filtzwilliam Museum de Cambridge, esta vez delsiglo I a.C., que reproduce la forma tpica de los espolones helensticos pero queposiblemente formaba parte de una embarcacin destinada al comercio ms que auna nave de guerra (BASCH 1987: 407 y 408, figs. 866, 867).

    En las monedas vemos que por encima de este espoln trfido se halla otro, demenor tamao, denominado proembolon, que serva para frenar el movimientode la nave enemiga atacada evitando que daara el casco de la embarcacin ata-cante. Una vez acoplados al casco, los espolones distribuan alrededor del mismola fuerza producida por el choque del ataque mediante unas cintas gruesas o ribetesque discurran alrededor de la parte baja de la nave (MEDAS 2000: 146). Igual-mente era importante que el casco tuviera suficiente solidez para aguantar las em-bestidas enemigas, de ah que parte de su estructura se reforzara con lo que seconoce como hypozoma, un cabo de mena gruesa, tensado de proa a popa a la alturade la roda por medio de un molinete situado en el centro de la nave. Otra teoraes que el hypozoma se encontrara fuera de la nave, rodeando el casco. Al parecercada nave de guerra llevaba varios de repuesto (CASSON 1995: 91).

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    FIG. 1Nave de guerra representada

    en las monedas acuadas por Asdrbal entre el 229 y el 221 a.C.

    en la Pennsula Ibrica (Villaronga 1973: lmina I, IV)

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  • El remate de la roda o akrostolion, denominado stolos, terminaba en un orna-mento replegado hacia delante tras el cual se hallaba el castillo de proa. Era tra-dicin tambin, en estas embarcaciones de guerra, dibujar dos ojos apotropaicos,oculi, en cada lado del casco que servan para guiar la embarcacin en su ruta yprotegerla en la batalla tal y como apreciamos en las representaciones de la pe-nnsula. En estos ojos se solan encontrar los orificios o escobenes, epotis, por dondepasara la maroma del ancla. Aunque en la representacin no aparezcan datossobre la gobernabilidad del navo debemos suponer que, como en las trirremes,las tetreras y las penteras estaban gobernadas por dos timones laterales. La popay el codaste, aphlaston, estara tambin rematado por una ornamentacin reple-gada hacia el interior del barco.

    Siguiendo esta misma lnea iconogrfica debemos destacar el hallazgo de unaplique seo (Fig. 3), trabajado en bajorrelieve, en la Nepolis de Ampurias.Fue encontrado en 1914 por Emili Ganda, quien lo data en el siglo III a.C. ylo interpreta errneamente como una figura humana acompaada de algunoselementos simblicos u ornamentales. Sin embargo una reciente y acertada in-terpretacin analiza el aplique como una representacin de la proa de una navede guerra vista por su banda de estribor, similar a las imgenes proyectadas en

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    FIG. 2. Espoln trfido o embolon hallado en Athlit, Israel. Museo Martimo de Haifa, Israel (Foto: Arturo Rey da Silva)

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  • las monedas de Asdrbal. En ella se puede apreciar el embolon y el proembolon ca-ractersticos de las naves de guerra de esta poca, al igual que la presencia deuna caja de remos con dos rdenes de remeros que sobresale de la estructura delcasco caracterstica que comienza a extenderse en poca helenstica frente alvotante en la que se encontraban los remeros de las hileras superiores en pocaclsica. Sobre la cubierta superior se pueden apreciar dos bitas donde hacerfirmes los cabos al mismo tiempo que se ve un guila con las alas extendidas,elemento que tambin se encuentra en algunas acuaciones de Asdrbal (CA-SANOVAS I ROMEU 2008; ROVIRA I PORT 2008: 64, 65).

    Otro testimonio importante que nos remite a las embarcaciones de guerrade esta poca sera la jarrita bitroncocnica hallada en el yacimiento ibrico deTur den Bosc (Badalona) y datada a finales del siglo III a.C. En ella aparecenrepresentadas dos naves de guerra impulsadas por trece remos no se puede dis-tinguir si dispuestos en uno o dos niveles y por una gran vela cuadra (Fig. 4).

    Pero sin duda, la evidencia ms importante hallada en la Pennsula Ibricason los tres modelos de galeras realizados en terracota (Fig. 5) encontrados enel yacimiento ibrico de Tossal de les Basses, en Alicante. El modelo 1, el mejorconservado, reproduce, quiz con motivos cultuales como tantos otros modelosnuticos hallados en el Mediterrneo, un navo de guerra con dos rdenes deremos, birreme, y 25 perforaciones o gateras a cada lado. Aunque tiene la proaalgo daada, pueden apreciarse los elementos decorativos del oculus y de unosdientes apotropaicos. Los remeros estaran cubiertos por una caja de remos quesobresaldra del casco de la nave, la cual sera catafracta, es decir, tendra cubierta

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    FIG. 3Aplique seo hallado en

    la Nepolis de Ampurias con representacin de nave de guerra

    del siglo III a.C. (Casanovas I Romeu;

    Rovira i Port 2008: 63, figura 8)

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  • a diferencia de las trirremes de poca clsica. Estas caractersticas encajaran conlas descritas por Morrison para las naves pnicas de esta poca (1995) y queperduraran siglos despus en la marina romana de poca imperial. Los autoresdefinen los modelos de Tossal de les Basses como birremes pnicas datadas entrelos siglos IV y III a.C. (ESQUEMBRE y ORTEGA 2008: 38-51).

    Morrison y Coates (1986), basndose en un estudio iconogrfico, ven dife-rencias entre las quinquerremes griegas y las cartaginesas que podran venir delorigen de sus diferentes tradiciones nuticas. Segn ellos, las hileras de remosen las naves cartaginesas partiran todas de un mismo panel, dentro de una cajade remos, lo que conllevara a la construccin de cascos ms anchos pero a suvez ms fuertes y consistentes ante las embestidas de los espolones enemigos.

    En cuanto a evidencias arqueolgicas, nicamente contamos con los restosde dos naves militares cartaginesas, relacionadas con la Primera Guerra Pnica,que fueron halladas a finales de los aos 60 del siglo XX en las cercanas delpuerto de Marsala, en Sicilia. La razn por la que no se han encontrado ms res-tos de embarcaciones de guerra en comparacin a la gran cantidad de navosmercantes contemporneos hallados estriba en el cargamento que estos ltimostransportaban. Este cargamento, al naufragar la embarcacin, protege a la ma-dera del casco, a la que cubre en el hundimiento, de un rpido deterioro.

    La reconstruccin realizada a partir de los restos de estos dos pecios hace pen-sar ms bien en navos de enlace o auxiliares ms que en barcos de combate(FROST 1989). Una de las cosas interesantes del descubrimiento es que sobre lasmaderas del casco se hallaron una serie de letras del alfabeto pnico para poder

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    FIG. 4. Vasija bitroncocnica con representacin de nave de guerra hallada en el poblado Ibrico de Tur den Bosc, Badalona, Barcelona (Maluquer de Motes 1965)

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  • identificar las piezas, lo que denota una posible construccin mediante patronesy piezas preestablecidas, resultando en un proceso de produccin nutica msrpido. Este sistema debi facilitar a los romanos la rpida construccin de suflota de 100 quinquerremes y 20 trirremes tras la primera captura de un navopnico en el ao 260 a.C. segn nos cuenta Polibio (1:20).

    Por otro lado, el espoln documentado en las naves de Marsala recuerda msa los modelos de las naves de guerra de comienzos de milenio que a los modeloshelensticos. Est compuesto de madera encajada en una pieza de metal, retorcidapor cada lado y formando una punta curvada hacia arriba y terminando en formapuntiaguda, quiz para hacer ms dao en la lnea de flotacin del enemigo. Po-siblemente tuviera una funcin ms nutica que de combate, tipo tajamar. Deusarse como espoln, ira encajado en la quilla de las embarcaciones de guerrasin formar parte de ella, de manera que si quedaba encajado en el barco enemigo,seguramente se rompera con ms facilidad posibilitando que el navo atacantese pudiera retirar sin grandes problemas.

    No nos ha de extraar que naves de menor tamao e importancia que lasquinquerremes y trirremes, como las de Marsala, tomaran parte en las flotas ro-mana y cartaginesa del momento. Existan naves con funciones especficas de

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    FIG. 5. Modelo 1, en terracota, de birreme pnica del silgo III a. C. hallado en Tossal de les Basses (Esquembre y Ortega Prez 2008: 40, figura 3)

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  • apoyo o transporte de avituallas, control de la costa, naves rpidas de inspecciny correo, o de reconocimiento (GUERRERO 1993: 137). Son las embarcacionesque en griego se denominaron kataskopos (naus) o en latn speculatoria navis y que,sin ser un tipo especfico de nave, fueron usadas por las marinas el Mediterrneohasta el fin de la Antigedad. Un ejemplo de estas embarcaciones sera la de-nominada Skphe, literalmente embarcacin de pequeas dimensiones, quefue utilizada tanto por los romanos como por los cartagineses. Otros tipos sonel hyperetiks, de servicio; la akatia, barca, y Apiano nos menciona otras dos:la krkouros y la myopron (CASSON 1995: 135).

    LA MARINA ROMANA

    Las primeras actividades martimas llevadas a cabo por la joven potencia ro-mana comenzaron a finales del siglo IV a.C. aunque es posible que hiciera usode embarcaciones de guerra desde mucho antes, y se sirviera de la experienciay conocimiento de la marina Etrusca (CASSON 1995). Aunque durante los aosde conquista de la Pennsula Itlica los romanos se haban centrado mayormenteen campaas terrestres contra sus enemigos, ya en el ao 311 a.C. crearon unconsejo formado por dos oficiales denominados duonviri navales classis ornandaereficiendaeque causa, con la responsabilidad de construir y mantener barcos deguerra, principalmente trirremes la cuales fueron usadas por los romanos hastafechas altoimperiales. Parece ser que cada duumvir comandaba una escuadra dediez barcos. Esta iniciativa se disolvi tras la derrota sufrida en Tarento en el282 a.C. prefiriendo usar, por el momento, aquellos barcos armados y tri