Carl Rogers y la Psicología Transpersonal

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El autor comparte algunas experiencias particulares de Carl Rogers y objeta su posible posicionamiento como psicólogo transpersonal.

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Nuestro vino existió antes de lo que ustedes llaman la uva y la vid.

Ibn el-Farid

La afirmación de que Carl Rogers era lo que en la actualidad se conoce como “psicólogo transpersonal”, o de que se convirtió al “movimiento transpersonal” debido a una serie de experiencias que tuvo a edad avanzada, es algo que carece de fundamentos.

Resumen:

Para comprender adecuadamente la compleja relación de Rogers con estos temas, ha de tenerse en cuenta que él no se ajustó a gran parte de la conducta asociada con los psicólogos transpersonales, si bien desde comienzos de su trabajo en la terapia centrada en el cliente tuvo experiencias que deben reconocerse como afines con la esencia de lo “transpersonal”.

El propósito de este artículo es examinar la diferencia entre la evidencia externa y la genuina experiencia interior, a fin de animar a los lectores a una exploración más profunda de este contraste.

Hay una pequeñacomparaciones entre el psicólogo norteamericano Carl Rogers y otras destacadas figuras profesionales. Los investigadores han relacionado las ideas de Rogers con las de psicoanalistas como Sigmund Freud, Carl Jung y Heinz Kohut; con las del psiquiatra Milton Erickson, el antropólogo Gregory Bateson, el comunista H.C. Boyte, el pedagogo Paulo Freire, el filósofo Martin Buber y el político Franklin Roosevelt.

En cierta oportunidad, mientras hacía una comparación entre actividades disímiles con la práctica de la psicoterapia de Carl Rogers, el inocente estilo del Sr. Rogers -un reconocido anfitrión de un programa para chicos de la televisión norteamericana- de pronto se vio conmovido. Se encontraba frente a un psiquiatra que decía aplicar tratamientos de shock electroconvulsivos “centrados en el cliente” y que sus pacientes lo apreciaban. La “filosofía” de Carl Rogers también ha sido comparada a la del budismo zen, a las flores de Bach, a la doctrina cristiana del pecado original y a las virtudes del Nuevo Testamento. Y hasta su lucha profesional contra la ortodoxia psiquiátrica se la ha visto próxima a la de Martín Lutero contra la Iglesia Católica.

El enfoque centrado en la persona de Rogers (aplicado a la psicoterapia, a la educación, a pequeños grupos de encuentro, a grandes grupos reunidos para mejorar la comprensión transnacional, a la exploración de conflictos intergrupales y al aprendizaje sobre la naturaleza de la cultura y su formación) se ha visto sujeto a muchas de semejantes distorsiones. Cierto profesor de una universidad, por ejemplo, sugirió unir “el tema del enfoque centrado en la persona” con el Tai Chi Chuan. Y recientemente me he encontrado con propuestas para juntar el enfoque centrado en la persona con la técnica taoísta de la “órbita microcósmica”; y hasta con la no menos seria invitación a unirla con una filosofía médica francesa sobre el desarrollo humano basada en la arquitectura del oído interno.

pero prolífica industria académica que se ha erigido sobre la base de múltiples

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Otro pasatiempo de similar estilo es construir elaborados argumentos para demostrar que Rogers estuvo en la línea existencialista en declive, para así poder increparlo por no admitir su deuda con sus predecesores. Pero las actitudes y conductas dentro de su enfoque se fueron desarrollando de manera independiente, sin tener ningún tipo de contacto con la filosofía existencial. Su trayectoria se cruzó con los existencialistas mientras era director del Counseling Center en la Universidad de Chicago, cuando ya su mayor obra sobre psicoterapia se hallaba firmemente establecida. Dice Rogers:

Debido a la insistencia de mis estudiantes llegué a conocer a Martin Buber (primero a través de sus escritos y luego personalmente) y a Sören Kierkegaard. Me sentí enormemente respaldado en mi nuevo enfoque, que con sorpresa vi que era una marca personal de la filosofía existencial (Rogers, 1980, pág. 39).

Durante su carrera, muchas veces se dio que aparecía alguien que le señalaba las similitudes de su trabajo con el de algún otro personaje. En ese entonces, cuando las semejanzas eran “afines”, como en el caso de los existencialistas, Rogers utilizaba sus elaborados conceptos para comunicar sus ideas a una audiencia mucho más amplia. De igual forma, su intención como psicoterapeuta y sus métodos de investigación se concentraron en el fenómeno de la terapia efectiva. Tal es así que se pueden encontrar muchos ejemplos de fenomenología en su trabajo, aunque esto no significa que se suscribiera a la filosofía más allá de las coincidencias con sus propios esfuerzos.

Dentro de esta moda por hacer diversas comparaciones, durante los últimos diez años ha venido aumentando el número de insinuaciones de que Rogers fue un psicólogo transpersonal cuando tenía una edad avanzada. Y muchas de tales afirmaciones implican que permitió las situaciones límites propias de aquella disciplina (véase por ejemplo a Boainain, 1996).

Por lo tanto, considerando todos estos hechos, el presente artículo pretende aclarar -hasta donde me es posible- la relación de Carl Rogers con lo transpersonal.

Se dice que el psiquiatra suizo, Carl Jung, acuñó el término “transpersonal” mientras escribía sobre “el inconsciente colectivo”. Y desde entonces esta palabra ha continuado significando algo así como “más allá de lo personal”. Como la mayor parte de la disciplina psicológica, la psicología transpersonal pretende ayudar al individuo a lograr una autocomprensión más profunda, a mejorar la salud de su mente y de su cuerpo y a llevar una vida más efectiva. Al trabajar con clientes de manera individual, se dice que los psicólogos transpersonales tratan con “más que la simple persona”. Ellos centran su atención “en la persona toda: espíritu, mente y cuerpo”.

Si bien este también podría ser el objetivo de otras psicoterapias, es debido a los medios que emplean que los psicólogos transpersonales se diferencian de sus colegas. Para lograr sus objetivos analizan sueños, exploran las “experiencias picos” o ahondan en el fenómeno paranormal, como la revelación de “vidas pasadas”. Otros métodos pueden ser la provocación de estados alterados de conciencia a través del uso de drogas, de hipnosis, de la imaginación guiada, de ejercicios de respiración, de la meditación y demás prácticas “espirituales”.

Ahora bien, es improbable que Rogers hubiese aprobado siquiera algunas de tales actividades, en especial aquellas en las que el terapeuta ejerce su control autoritario sobre el cliente. En realidad, no se le podría considerar un psicólogo transpersonal en estricto sentido.

4 ¿Qué es la psicología transpersonal?

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4 ¿La cláusula del abuelo?

4 Los médiums y el mundo de los espíritus

4 Las opiniones

Cuando un nuevo campo de aplicación es puesto bajo control legislativo, las disposiciones reguladoras normalmente incluyen una cláusula que le permite a la gente ya reconocida en tal disciplina a considerarse como autoridad. A esto se le denomina la “cláusula del abuelo”.

Con frecuencia he escuchado a los psicólogos transpersonales hacer referencia a Carl Rogers de esta manera. Lo entienden algo así: “Puesto que la psicología humanista se considera parte del fundamento de la psicología transpersonal, y ya que Rogers hizo una significativa contribución a la primera, él es, por lo tanto, un psicólogo transpersonal”. Considerando que la psicología transpersonal puede que se haya apoyado parcialmente en su trabajo, él está lógicamente conectado a la misma, pero eso no necesariamente lo convierte en un especialista de tal disciplina. Rogers de ninguna manera desarrolló su teoría psicológica para que fuese fundamento de la psicología transpersonal.

Con regularidad se señala que el interés de Rogers por “el mundo de los espíritus” -en especial a través de los médiums a los que acudió luego de la muerte de su esposa- prueba que adoptó una perspectiva transpersonal, y que si hubiese tenido tiempo se habría convertido en un psicólogo de esa disciplina.

No puedo decir que hubiese sido de él de haber tenido más tiempo, pero sobre sus impresiones sobre los médiums y “el mundo de los espíritus” es algo de lo que conozco un poco.

Carl Rogers construyó sus opiniones a partir de una combinación de su experiencia, de lo que aprendía de la investigación científica y de los informes de gente conocedora. Normalmente las conclusiones a las que no había podido verificar por experiencia propia, pero a las que “sentía correctas”, las respetaba como provisionales. Incluso era cuidadoso al generalizar aquellas que sí había podido verificar.

Hay un documento que a veces se usa para apoyar la hipótesis de que Rogers había sido un psicólogo transpersonal, un texto en donde aparece la siguiente frase: “¿Necesitamos 'una' realidad?” (Rogers, 1980). Pero la frase está lejos de ser una base adecuada. En aquel artículo, el autor se vale del tema de los estados mentales no convencionales para llegar a una conclusión sobre el fenómeno psicosocial, no sobre la espiritualidad. Es decir, ve que cada quien percibe al mundo de manera diferente y que al apreciar esas diferencias la comunicación entre las personas podría mejorar.

Al comenzar aquel artículo, Rogers cita al físico James Jeans, quien sugirió que “el universo comienza a emerger más como un gran pensamiento que como una gran máquina”. Menciona también los símbolos arquetípicos que aparecen en los sueños, descubiertos por Carl Jung; las experiencias fuera-del-cuerpo del ingeniero Robert Monroe, los experimentos sobre estados alterados de conciencia del médico John Lilly y otros sucesos más. Rogers entiende que tales informes son demasiado convincentes para rechazarlos. Se ve animado, entonces, a la idea provisional de que:

Todos estos hechos indican que pareciera existir un vasto y misterioso universo, quizás una realidad interior o un mundo del espíritu del todos somos parte sin saberlo (pág. 101-102).

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En este punto lo transpersonal deja la historia y entra lo personal. He escrito en cursiva la palabra “pareciera” no solo para resaltar su habitual calidad de provisional, sino porque el énfasis permite una vista preliminar del argumento que caracteriza el resto del artículo. Lo que podría pensarse como un apoyo de Rogers a las realidades transpersonales cambia abruptamente con esta palabra, que señala la posibilidad de otras realidades y llega a una conclusión que poco tiene que ver con la orientación transpersonal.

El autor concluye que tal variedad de experiencias subjetivas ponen fin a la creencia de que “todos sabemos lo que es el mundo real”. Luego expresa su idea principal:

La única realidad que probablemente conozca es el mundo tal como yo lo percibo y experimento en este momento (pág. 102 - cursiva original).

El resto del documento sostiene que “la visión del mundo” de parte de la cultura, que alguna vez fuera relativamente estable, se encuentra ahora en dificultades en diversas partes del planeta. Si cada persona pudiese aceptar diferentes “visiones del mundo”, sin insistir en una sola de ellas, podríamos esperar que los seres humanos viviesen juntos y sin miedo.

El documento no avala un “movimiento transpersonal”. Simplemente se vale de la perspectiva transpersonal para enfatizar la relatividad de la percepción humana y para presentar una de las eternas preocupaciones de Rogers: cómo mejorar la comprensión interpersonal.

Rogers sentía tanta curiosidad sobre lo “transpersonal” como por otros fenómenos. Quería saber qué es lo que pasaba y luego comunicarle a los demás lo que estaba aprendiendo. Por ejemplo, en 1972 publicó un libro sobre la intimidad de las relaciones humanas en una era de “apertura”, aún cuando él no estaba involucrado en ese tipo de relaciones. Fue solo producto de su curiosidad. Algo estaba pasando y afectaba a muchas personas: ¿qué era? ¿Se lo podría comprender? ¿Podrían esos hechos ser favorables?

Rogers había sido muy reservado en su interés por lo transpersonal, limitándose a lecturas y charlas con amigos y colegas hasta el momento en que su esposa Helen cayó gravemente enferma, en 1978. Su mente permanecía abierta, como siempre, pero sobre el tema de la vida después de la muerte mantenía una típica perspectiva científica. Una perspectiva con la que tuvo que llegar a un feliz acuerdo a pesar de su naturaleza pesimista:

Hace diez o quince años atrás sentía con mucha certeza que la muerte era el fin absoluto de la persona. Todavía lo considero el horizonte más probable, aunque no me parece algo trágico o espantoso. He sido capaz de vivir mi vida no plenamente pero sí con un buen grado de plenitud, y me parece natural que la misma llegue a su fin. Desde ya tengo cierto grado de inmortalidad en otras personas (Rogers, 1980, pág. 87 - cursiva original).

Sin embargo, la experiencia de acompañar a su esposa enferma hasta la muerte pareciera haberlo hecho cambiar ligeramente de opinión. Rogers describe las varias visiones que Helen tuvo antes de morir. Menciona los contactos psíquicos que algunos de sus amigos tuvieron con el “espíritu” de ella luego de su muerte. Su propia experiencia con lo transpersonal lo limita al siguiente pasaje, agregando que algún día se animará a decir mucho más:

Helen era muy escéptica sobre los fenómenos psíquicos y la inmortalidad. Aún así, debido a una invitación, ella y yo visitamos una médium totalmente honesta, alguien que no aceptaba dinero. Allí, Helen experimentó -mientras yo observaba- un “contacto” con su hermana fallecida, algo que implicaba hechos de los que la médium no pudo haberse enterado. Los mensajes fueron extraordinariamente convincentes, se dieron a través de la inclinación de una maciza mesa que daba los mensajes con repetidos golpes. Posteriormente, cuando la médium vino a casa y mi propia mesa daba los mensajes con repetidos golpes, solo podía mantenerme abierto ante una experiencia increíble, nada fraudulenta (Rogers, 1980, pág. 90 - cursiva original).

4 Un verdadero cambio de opinión

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Rogers concluyó:

Ahora considero posible que cada uno de nosotros sea una continua esencia espiritual que permanece a través del tiempo y que ocasionalmente se encarna en un cuerpo humano. (Rogers, 1980, pág. 92).

Se podrá notar que, en este caso, la evaluación de Rogers del fenómeno psíquico está basada en tres cuestiones:

1. La cuestión científica, de si era confiable la evidencia física, se vio respondida por la observación de los golpes repetidos de la mesa que parecieron legítimas, pues se dieron igualmente en su propia casa, en donde no se podía manipular un fraude.2. La cuestión moral, de si la médium estaba aceptando dinero del cliente, también fue respondida favorablemente en vistas de que la misma no aceptó dinero (aunque, si se le ofrecía, puede que haya aceptado un donativo).3. La cuestión espiritual, sobre si los espíritus y sus mensajes fueron indiscutibles, fue respondida al remarcar que los mensajes fueron “extraordinariamente convincentes”.

Sin embargo, Rogers mantuvo ciertas reservas, pues se rehusó a extenderse sobre el tema hasta que no hubiese reflexionado más cuidadosamente sobre aquella experiencia. En 1978 se propuso experimentar más directamente este tipo de sucesos, quizás para despejar sus dudas. Cualquiera haya sido la razón, Rogers, Maureen O'Hara y yo fuimos a Sao Paulo y visitamos muchos investigadores psíquicos y médiums. En ese viaje hallamos respuestas adicionales a las tres cuestiones señaladas.

Rogers rápidamente perdió interés en el aspecto físico de los sucesos mediúmnicos por dos razones. Primero, con frecuencia resultaba inconcluso. Tal como lo noté en la India, un mago puede hipnotizar una serpiente o sobrevivir a un padecimiento casi mortal como resultado de un riguroso entrenamiento físico que no necesariamente implica espiritualidad. Segundo, Rogers estaba realmente interesado en los mensajes de los espíritus dirigidos directamente a él. El siguiente hecho resulta muy claro.

En febrero, visitamos un instituto dedicado al estudio del fenómeno poltergeist y a la reencarnación. El laboratorio estaba lleno de rocas (según informes habían caído repetidamente sobre los tejados) y los paneles de las puertas de los guardarropas estaban quemados (se decía que habían ardido de manera espontánea). Estas catástrofes normalmente ocurren en los hogares de chicas adolescentes. El director de las investigaciones tenía cientos de informes de los testigos entrevistados sobre estos fenómenos. Con frecuencia se decía que era probable que un hechicero estuviese relacionado con los sucesos debido a la solicitud de un amante despechado.

Pero examinar una colección de rocas no nos permitía concluir nada sobre el hecho psíquico. Sin embargo, puesto que el principal interés de Rogers eran los mensajes del “mundo de los espíritus”, el investigador estuvo de acuerdo en ponernos en contacto con alguien que describió como “una notable mujer”: normal en todo sentido y casada con un ingeniero, pero cuando entraba en trance era poseída por una gitana del siglo XIII con características completamente diferentes a las suyas.

4 La experiencia de evaluación

4 ¿La evidencia física es confiable?

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4 ¿El médium acepta dinero del cliente?

4 ¿Fueron convincentes los espíritus y sus mensajes?

Pocos días después fuimos a comer a la casa de la médium, ya que el investigador de poltergeist lo había arreglado con anterioridad. Su teñido cabello rojizo le caía abiertamente hasta sus hombros, tenía las uñas largas y pintadas, y brazaletes de plata y turquesa le colgaban hasta cerca de los codos. Su corto y transparente vestido de seda saturado de diseños floreados estaba de acuerdo con lo que me imaginaba debía vestir una gitana.

Vimos unas diapositivas sobre la reencarnación y el estudio de un caso presentado ante una conferencia internacional. Como no tenía forma de evaluar objetivamente ese informe, decidí, a fin de aprender un poco más, aceptar sus hipótesis y conclusiones. “¡Muy bien! ¿Pero qué más puede decirnos sobre este fenómeno?”, pregunté. “Al final de sucesivas reencarnaciones, ¿qué sucede con el espíritu? ¿Cuál es la verdadera importancia de ese proceso?”.

La conversación llegó a un final repentino. Todos nos dimos las buenas noches. Maureen O'Hara -quien tenía preguntas similares a las mías- y yo fuimos conducidos en un automóvil de vuelta al hotel. Rogers fue llevado en otro. Sin embargo, aunque nuestro vehículo regresaba al hotel, el suyo dio un giro a la manzana y retornó a la casa para una séance [una sesión de espiritismo]. Si bien nuestra curiosidad era auténtica y no estaba dirigida a desafiar las creencias de nuestros anfitriones, Maureen y yo evidentemente fuimos considerados escépticos.

Cuando Rogers regresó al hotel nos contó que la médium había adoptado una complicada postura de yoga, se había sumergido en trance y le dijo que en una vida anterior él había sido un sacerdote. Este sacerdote había perseguido a las personas y no creía en la continua existencia del alma. Era un alma muy joven y tenía un largo camino por delante. Luego la médium, como una importante figura, le pidió insistentemente que escribiera en sus libros sobre los espíritus para apoyar la obra que éstos realizaban. La gitana del siglo XIII no pidió dinero. Evidentemente quería que se le pagase de otra manera, quería que un autor mundialmente famoso la recomendara. Rogers no estuvo muy complacido con la idea de marketing del mundo de los espíritus.

La primera experiencia que tuvimos con los médiums brasileños fue cerca de 1977, año en que llegó un espiritista a La Jolla diciendo que el espíritu del artista Toulouse-Lautrec lo había contactado y le había pedido que se acercara a Carl Rogers. El médium dio muchas demostraciones, se sumergía en trance y pintaba sobre lienzos con los dedos de las manos y los pies. Y lo hacía en un cuarto oscuro. Sostenía que los espíritus de los grandes maestros “esperaban en fila, reclamando entrar a su cuerpo para poder expresarse”. De hecho, sus pinturas se asemejaban al estilo de los artistas que él decía lo “montaban” como a un caballo.

Rogers dijo poco sobre el fenómeno de pintar en la oscuridad al estilo de los maestros ya fallecidos, pero estaba interesado en lo que tenía para decirle Toulouse-Lautrec. No sé cuál sería el mensaje del espíritu, pero tras recibirlo se sintió un poco decepcionado por su carácter generalizador.

Y lo mismo sucedió en Sao Paulo, en 1978. Cierta tarde, por ejemplo, Carl y yo visitamos una vieja baiana (una afrobrasileña del estado de Bahía), quien arrojó unos buzios (caracolas) sobre el verdoso mantel de la mesa de su cocina y “leyó” un mensaje para Rogers. No tomé notas en esa ocasión, pero recuerdo que lo que dijo también era demasiado general, impreciso, para ser convincente. En los mensajes provenientes del “mundo de los espíritus” Rogers siempre buscaba detalles que solo él conociera.

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Si bien no fuimos capaces de hallar mensajes convincentes de parte de médiums aparentemente honestos, hallamos buenos ejemplos de espíritus nada confiables. Una noche fuimos a un centro espiritista en donde se realizaban sesiones curativas con la ayudad de espíritus. El predicador dio un largo y aburrido sermón sobre “el mensaje final de Jesús”. Luego seis personas fuimos llevadas al mismo tiempo a una habitación, nos sentaron de espaldas, se nos realizó una “limpieza de auras” con “pases”, con movimientos de barridos sobre el cuerpo (sin tocarlo) que hacía un médium con sus manos.

De vuelta al salón principal de la iglesia pudimos ver a quien hacía de espíritu sanador comenzando a trabajar. Los médiums se sentaron alrededor de una gran mesa y reunieron a los espíritus dejados por las personas que ya habían muerto. Toda vez que un médium se sacudía estando en trance y un “espíritu” se manifestaba, el sanador “facilitaba” su entrada en el “mundo de los espíritus”.

Una de esas sesiones fue algo así: una médium comenzó a hablar con una grave voz masculina y el sanador le preguntó:

- ¿Cuál es tu nombre? - Jorge - respondió la mujer con voz áspera.- ¿Porqué estás molestando a esta persona?- No estoy molestando a nadie.- La estás molestando a ella. Vos estás muerto y deberías irte a donde pertenecés.- Yo no estoy muerto. - Sí, lo estás. Poné las manos en tu pecho -la médium lo hizo y sintió su pecho.- ¡Oh, Dios mío!, debo estar muerto -respondió la ronca voz.

Luego el sanador le dijo a “Jorge” que mirase allí donde hallase una nube. Le ordenó que caminara hacia la misma, que allí se encontraría con su familia y amigos que ya habían partido. De pronto el rostro de la médium se suavizó, respiró profundamente y abrió sus ojos.

Hasta ese entonces solo habíamos escuchado de “espíritus” supuestamente inteligentes que daban sabios consejos y nos informaban sobre seres queridos que ya habían desaparecido. En ese entonces se dio un giro inesperado: un espíritu que no solo no sabía nada sobre los demás sino que ni siquiera sabía de sí mismo. Realmente hubiese dudado mucho del consejo de una entidad que ni siquiera sabía que estaba muerta. Y Carl sentía algo parecido (1).

En resumen, el hecho de que Rogers generalmente simpatizara con las experiencias que favorecieran el despliegue de la conciencia humana (de gran interés en la psicología transpersonal), el que haya visitado médiums y el que haya mantenido una mentalidad abierta respecto a los misterios no significa que haya sido un psicólogo transpersonal o una figura importante de este “movimiento”.

Tal como siempre lo había realizado, Rogers se valía de los conceptos y del lenguaje común de su cultura para describir sus ideas y establecer sus argumentos. Pero para describir aquellos fenómenos cuyos significados se escapaban al lenguaje científico y neutral de su preferencia, tuvo que adoptar algunos términos comunes a la psicología transpersonal, como “presencia”, “esencia trascendental” o “espíritu interior”. Sin embargo, el principio de sus preocupaciones y argumentos psicológicos siguió siendo el mismo. No alteró de ninguna manera fundamental su método de psicoterapia o de trabajo grupal.

4 La observación externa

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Por lo tanto, según se puede evaluar mediante la evidencia externa, Rogers no se convirtió en un psicólogo transpersonal. Continuó siendo un terapeuta centrado en el cliente con las mismas intenciones que siempre había tenido.

Aunque Carl Rogers admitió la posibilidad de que cada uno de nosotros fuese “una continua esencia espiritual que permanece a través del tiempo”, no se transformó en un psicólogo transpersonal en lo que a su experiencia interna se refiere, puesto que ya había experimentado lo transpersonal desde los inicios de su práctica psicoterapéutica.

Dos importantes factores, que relacionan el trabajo psicoterapéutico de Rogers y su “enfoque centrado en la persona” a otros esfuerzos similares, indican características compatibles con el misticismo:

1. La naturaleza mediúmnica de su psicoterapia, por la que podía ser capaz de percibir más allá de la realidad cotidiana.2. Su creencia y confianza en un orden oculto en el universo.

Cuando se dedicaba a la psicoterapia, Rogers concentraba toda su atención en el mundo subjetivo del cliente intentando comprender junto a la persona el significado que aquella experiencia tenía para la misma. Y al centrarse en esa única persona con frecuencia se veía sorprendido: no solo era consciente del significado de la subjetividad del otro individuo, sino que también era consciente de algo que no podía clasificarse sencillamente como “personal”.

Sin duda se trataba de un trance mediúmnico, experiencia que Rogers había descrito como comenzando -y siendo precedida- por la siguiente actitud:

Deseo comprender cada mínima cosa que [el cliente] diga; realmente quiero sentir lo que significa [para la persona]. En [los momentos que siguen] me siento integrado, como si estuviese totalmente enfocado. Pero aún así, en la vida ordinaria, pienso: “¡Oh, Dios!, ¿cómo es que estoy dando todo por hecho antes de partir para Europa?”; es decir, me encuentro bastante fragmentado.

Se trata de un momento muy existencial, pues al terminar una auténtica y buena entrevista mi recuerdo sobre la misma con frecuencia es bastante malo. Luego, cuando pienso en ella me vienen algunas partes, pero mi lado intelectual no está muy presente. Bueno, el lado intelectual también está allí, pero está totalmente enfocado en ese momento: sin intenciones de pensar en el hecho, sin intenciones de recordarlo. Creo que todas mis habilidades están allí.

Los mejores momentos de la terapia son instantes eternos. No soy consciente del tiempo. Aunque esa conciencia existe como trasfondo, cuando de tanto en tanto tengo que señalar algo. En una entrevista frente a un grupo, de pronto se da que todos desaparecen por completo. No están allí. Es como con nosotros dos (Monteiro dos Santos, 1985).

Junto a sus clientes, Rogers participaba de una experiencia en la que él trascendía el tiempo, los límites de la presunta identidad del cliente y el terapeuta y hasta su entorno inmediato. A través de la atención concentrada en “cada mínima cosa”, el marco de referencia interna del terapeuta (y sin duda, el del cliente) lograba relajarse, permitiendo así la coexistencia de valores contradictorios (Shor, 1959). Por lo tanto, las opiniones y percepciones de un cliente, por muy contrarias que fuesen, Rogers las aceptaba más fácilmente -sin críticas- dentro de aquel contexto que dentro de su marco de acción diaria.

4 La experiencia interna

4 La naturaleza mediúmnica de su psicoterapia

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En aquel estado, se sentía “integrado”, “como si estuviese” en una forma de percepción holística. Al perder la noción de su entorno e incluso el sentido del tiempo, Rogers demostró que estaba experimentando, por definición, un “estado alterado de conciencia” (Ludwing, 1967). El estado en el que parecía actuar es al que William James (1890) se refirió como “las fases inferiores de la posesión mediúmnica”: como cuando se toca un instrumento musical y “el ser normal no se ve excluido de la participación consciente en la ejecución, si bien [la] iniciativa pareciera provenir de alguna otra parte”. No se trata, entonces, de un profundo trance que posee a la persona, que atrapa su voluntad e inhabilita su capacidad de pensamiento. Se trata de un “estado alterado de conciencia” (James, 1896) en donde las facultades críticas de Rogers están funcionando a pleno, pero la iniciativa pareciera provenir de la interrelación de las mentes individuales.

Es en ese estado que Rogers fue capaz de ser más consciente, y no menos, que en otros momentos. Y asegura este hecho cuando menciona que nunca se sintió “tan pleno o tan persona” como cuando lo hizo en sus entrevistas terapéuticas (Rogers, 1957).

Nadie ha descrito mejor las funciones complementarias de los estilos analíticos y holísticos de la mente cuando logran encontrarse en la psicoterapia. El registro de su experiencia directa nos dice:

Más allá del inmediato mensaje de la persona, sin importar cuál pueda ser, está lo universal… Así que existe tanto la satisfacción de escuchar a esa persona y la satisfacción de escuchar al propio ser en contacto con lo que es universalmente verdadero (pág. 08, cursiva original).

Una de las más inocentes a la vez que impactantes evidencias de esa mezcla de la conciencia con otra persona es la descripción de un cliente:

Según lo percibí, nosotros éramos principalmente yo trabajando juntos sobre mi situación (Rogers, 1949 - cursiva añadida).

Y aún más, al parecer este tipo de experiencia fue una cosa muy normal desde el inicio mismo de la terapia centrada en el cliente. Rogers (1960) mencionó por cierto que:

Cuando se da esta compleja unidad, simplicidad y plenitud de experiencia en la relación, la misma adquiere esa cualidad de estar “fuera de este mundo”. Se trata de una cualidad a la que los terapeutas han señalado como una suerte de trance que se siente en la relación; trance del que el cliente y yo emergemos al final de la hora como saliendo de una fuente o de un profundo túnel… de un eterno vivir en la experiencia que se da entre el cliente y yo (pág. 202).

De hecho, esta experiencia ha llegado a ser tan familiar a los terapeutas centrados en el cliente que muchos encuentran difícil ver sus implicancias fuera de su marco de trabajo. Cierto psicoterapeuta experimentado señaló: “No veo nada especial en eso. Es solo empatía” (2).

Cuando Rogers estuvo intensamente dedicado al trabajo grupal, en el que la naturaleza de la comprensión empática puede que no cambiara pero la forma en que se manifestaba con frecuencia era totalmente diferente a la del counseling individual, continuó confiando en lo que probablemente serían percepciones extrasensoriales. Por ejemplo, dice:

Yo confío en los sentimientos, palabras, impulsos y fantasías que emergen en mí. De esta manera uso más que mi solo ser consciente, esbozando algunas de las capacidades de la totalidad del organismo… Cuando un serio ejecutivo me está hablando, de pronto puedo imaginarme al pequeño niño que lleva dentro de sí, al niño que era: retraído, limitado, asustadizo. Es el niño que se esfuerza por negar, por quien siente vergüenza. Me gustaría que él pudiese amar y apreciar a ese nene… Con frecuencia esto produce una sorpresiva profundidad de reacción e intensos insights (Rogers, 1970, pág. 53, cursiva original).

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Esa “imaginación” o “intuición”, ¿es muy diferente de insights similares que se dan cuando la conciencia se divide entre las sensaciones internas y las impresiones externas que ocurren al revisar caracolas esparcidas en la mesa de la cocina? Al escuchar sobre la “empatía” uno también podría imaginar un pai do santo de la macumba o de algún otro culto místico mientras agrega: “No veo nada de especial en eso. Es solo una consulta a los espíritus”.

Aunque Rogers (1955) reconoció su “subjetividad casi mística” como terapeuta, siempre conservó una explicación científica para el proceso de psicoterapia. Y en sus más recientes escritos no pareciera haberse desviado ni dar explicaciones de corte New Age para la acostumbrada experiencia de comprensión empática.

Cuando me encuentro en mi mejor forma, ya sea como facilitador de grupo o como terapeuta, descubro otra característica. Veo que cuando estoy más cerca de mi ser interior, intuitivo, cuando de alguna manera estoy en contacto con lo desconocido en mí, cuando quizás estoy en un ligero estado alterado de conciencia durante la relación, cualquier cosa que haga pareciera ser totalmente sanador. Luego, mi simple presencia es liberadora y beneficiosa. No hay nada que pueda hacer para forzar esta experiencia, pero cuando puedo relajarme y aproximarme a mi centro trascendental, podría comportarme de formas extrañas e impulsivas en la relación; maneras a las que no podría justificar racionalmente, maneras que no tienen nada que ver con los procesos de mi pensamiento. Pero esas mismas conductas extrañas dan un giro y se vuelven correctas de manera rara. En esos momentos pareciera que mi espíritu interior hubiese alcanzado y tocado el espíritu interior del otro. Nuestra relación misma trasciende y se convierte en parte de algo más grande. Allí se dan un profundo crecimiento, sanación y energía (1985, cursiva original).

La experiencia legítima, incluso mística, de Rogers no se vio alterada. Aunque su forma de explicarla fue menos precisa, desplazándose un poco más hacia lo que se podría encontrar en la moda actual. Y sin duda este desarrollo fue lo que impulsó la tendencia a clasificarlo dentro del campo de la psicología transpersonal.

La visión del mundo de Rogers integró al “terapeuta” y al “cliente” dentro de la actividad terapéutica o de grupo. En este sentido, confiaba en lo que él denominó la tendencia formativa direccional, a la que describe como:

…una tendencia evolutiva hacia un orden mayor, una complejidad mayor, una interrelación mayor. En la humanidad, esta tendencia se manifiesta cuando el individuo se mueve desde un origen monocelular hacia un complejo funcionamiento orgánico; desde aprender y sentir por debajo del nivel de conciencia a tener total conciencia del organismo y del mundo externo, a trascender la conciencia de la armonía y la unidad del sistema cósmico, incluyendo a la propia humanidad (Rogers, 198, pág. 133).

En resumen, Carl Rogers básicamente no se convirtió en un psicólogo transpersonal porque siempre lo fue. En todo momento y durante toda su vida representó las intenciones de la psicología transpersonal como “el estudio y la aplicación de diversos niveles de conciencia en dirección a una fundamental unidad del ser” (Garcia, 1997).

La visión del mundo de Rogers y su práctica de la psicoterapia deberían entenderse como partes de un enfoque integrado que cultivó a lo largo de toda su vida. Su enfoque (centrado en la persona) evolucionó con el correr del tiempo debido a una postura específica o forma de ser [way of being], que puede describirse como conteniendo no solo ciertas creencias y actitudes sino también habilidades que mejoraban con la experiencia y variaban en su forma al abordar diferentes fenómenos (como psicoterapia, educación, trabajo con grupos reducidos y grandes). Su actitud no estuvo puesta “en la verdad ya conocida o formulada sino en el proceso por el que la verdad es vagamente percibida, puesta a prueba y así nos aproximamos a ella” (Rogers, 1974).

4 La creencia un orden oculto en el universo.

4 Un enfoque

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Carl Rogers mantuvo su tolerancia por la incertidumbre y la ambigüedad. El Shakespeare del poeta John Keats (1899, pág. 277) es un buen ejemplo. Es decir, tener “la capacidad negativa... ser capaces de estar en medio de incertidumbres, misterios y dudas sin ninguna inclinación irritable tras el hecho y la razón”.

Y él estaba dispuesto, dentro de lo razonable, a dejarse cambiar por la experiencia:

… en línea con lo que Martin Buber (1966) había propuesto, sentí que no tenía el derecho a querer cambiar al otro si no estaba abierto a ser cambiado por él en la medida en que fuese algo genuino.

El “camino del ser” de Rogers (1980) fue tanto el medio como el fin: intentó hacer lo necesario para ayudar a las personas a que conozcan y sean su verdadero ser.

La relación de Rogers con la psicología transpersonal es compleja pero no difícil de comprender. No se convirtió en un psicólogo transpersonal. El criterio que surge de la evidencia externa: como su papel en el desarrollo de la psicología humanista, su visita a los médiums y sus intentos por explicar su propia experiencia mediúmnica en la psicoterapia bajo el lenguaje de la New Age, no justifican situarlo en el campo de la psicología transpersonal tal como ésta se haya instituida en la actualidad. Su actitud hacia lo transpersonal, como hacia la mayoría de los fenómenos, fue la de curiosidad y anhelo por aprender más. Posiblemente Rogers hubiese sido afín a la psicología transpersonal, pero fue un psicoterapeuta centrado en el cliente.

Por otra parte, el hecho de que apoyase su obra en la creencia en un orden oculto en el universo y de que entrase a estados de conciencia originales durante sus entrevistas psicoterapéuticas, sugieren también que no fue un psicólogo transpersonal. Rogers siempre fue uno solo, fue alguien cuya experiencia personal resultó compatible con lo que podría ser la esencia de la psicología transpersonal. En otras palabras, el enfoque personal, interpersonal y transpersonal de Rogers fue el mismo: dirigir la mejor parte de sí hacia la mejor parte del otro, para que pudiese lograrse algo de valor perdurable, algo que ninguno hubiese podido haber hecho solo. No fue su búsqueda de los espíritus sino su trabajo de toda la vida lo que lo condujo a concluir:

Creo que en el universo existe una especie de trascendente influencia organizativa, la misma que también opera en el hombre… Mi actual y provisional punto de vista sobre [los humanos], es que quizás exista una persona esencial que perdure a través del tiempo, incluso en la eternidad (Bergin, 1991).

4 Conclusión

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4 Notas.

4 Referencias

1. Aparentemente, el trance mediúmnico puede ser genuino pero no necesariamente tiene porqué transmitir un mensaje de valor. Mi opinión es que ciertas prácticas así llamadas espirituales en determinados momentos resultan útiles para algunas personas. Por ejemplo, en las Islas Filipinas fui testigo de sanadores psíquicos que pretendían meter sus manos en el cuerpo del paciente y luego -con la rapidez de esas mismas manos (a mi entender)- extraían “tejidos sangrientos” como si fuese el tejido enfermo.

Desde el punto de vista científico de occidente se trataba de una mera farsa. Pero el sanador no necesitaba disculparse. Desde la perspectiva chamánica, se podría decir que es la presencia de tal material (sin importar de dónde provenga) lo que ayuda a retirar del cuerpo el “tejido” espiritual que produce la verdadera enfermedad. Otros explicarían este procedimiento como parte valiosa del efecto placebo. El “bienestar recordado” (Benson, 1996) del paciente para lograr la autosanación es provocada por un ritual (culturalmente aprobado) que el paciente y el sanador creen necesario para que tenga lugar la curación.

¿La operación fue una simple imitación? Sí. ¿Fue real? Sí. ¿Es efectiva? A veces. ¿Acaso se puede decir más de la mayor parte de la psicología?

2. Aquí hay un problema adicional para quienes desean establecer a Rogers dentro de la psicología transpersonal. Si se reconocen las implicancias místicas de la comprensión empática, la posible participación de las mismas en todas las terapias le restaría a la psicología transpersonal de muchas de sus características. Por otro lado, si la experiencia interior de Rogers no se incluyese en esta área, la psicología transpersonal perdería cierta vitalidad esencial. Sin embargo, abordar este problema sosteniendo a Rogers como un psicólogo transpersonal debido a su interés por los fenómenos psíquicos no es una respuesta.

3. Por la sustancial y estimulante crítica y por las agudas observaciones ofrecidas en la preparación de este artículo, deseo agradecer al Dr. Howard Kirschenbaum y al Dr. John Shlien, de Estados Unidos; así como a la Dra. Vera Saldanha Garcia, presidenta de la Asociación Transpersonal Luso-brasileña, de Brasil.

_ Benson, H. (1996) Timeless healing. NY: Scribners. _ Bergin, A.E. (1991) Values and religious issues in psychotherapy and mental health. American Psychologist, 46. (4) págs. 394-403. _ Boainain, E. (1996) [Transcentering: Becoming transpersonal] Transcentrando: Tornar-se transpessoal. Elementos para uma aproximação entre o Abordagem Centrada na Pessoa e a Psicologia Transpessoal. Tesis no publicada. Universidad de Sao Paulo, Instituto de Psicología. _ Buber, M. (1966) The knowledge of man: A philosophy of the interhuman. M.S. Friedman (ed.) NY: Harper & Row. _ Garcia, Vera P. Saldanha (1997) Comunicación personal del 07 de Agosto. _ James, W. (1890) The principles of psychology. NY: Henry Holt. _ James, W. (1896) Exceptional mental states - The Lowell Lectures. Eugene Taylor (Ed.) - University of Massachusetts Press. _ Keats, J. (1899) The complete poetical works of Keats. Boston: Houghton Mifflin. _ Ludwig, A. (1967) The trance. Comprehensive Psychiatry, 8 (1) pág.13. _ Monteiro dos Santos, A. (1985) Momentos magicos: A natureza do processo energetico humano. Brasilia. _ Rogers, C.R. (1949) The attitude and orientation of the counselor in client-centered therapy. Journal of Consulting Psychology, 13 págs. 82-94. _ Rogers, C.R. (1955) Persons or science? A philosophical question. The American Psychologist, 10 (7) págs. 267-278. _ Rogers, C.R. (1957) Dialogue between Martin Buber and Carl Rogers. University of Michigan. April 18. _ Rogers, C.R. (1961) On becoming a person. Boston: Houghton Mifflin. _ Rogers, C.R. (1970) On encounter groups. NY: Harper & Row.

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_ Rogers, C.R. (1974) Remarks on the future of client-centered therapy. In D.A. Wexler & L.N. Rice (eds.) Innovations in client-centered therapy. NY: John Wiley & Sons. _ Rogers, C.R. (1980) A way of being. Boston: Houghton Mifflin. _ Rogers, C.R. (1985) A client-centered/person-centered approach to therapy. In I.L. Kutush & A. Wolf (Eds.) Psychotherapists' casebook: Theory and technique in practice. San Francisco: Josey-Bass. _ Shor, R. (1959) Hypnosis and the concept of the generalized reality orientation. American Journal of Psychotherapy, 13 págs. 582-602.

Artículo expuesto en el VI Congreso Internacional Holístico y Transpersonal, en Águas de Lindóia, Brasil, el 07 de septiembre de 1997.

John Keith Wood y su esposa dirigen el proyecto: Project Estância Jatobá, en Brasil.

“Tengo 25 años de carrera en ingeniería y psicología y los he realizado con un éxito moderado. Como ingeniero, diseñé instrumentos para probar componentes de vehículos espaciales de los Estados Unidos. Entre los requerimientos para realizar esa tarea se hallaba un conocimiento de primera mano de mecánica, hidráulica, electrónica y termodinámica. Como psicólogo, he sido profesor en la Universidad del Estado de California. Y estando en el Centro para Estudios de la Persona, en la Jolla, ayudé a Rogers a desarrollar una psicología de grupos numerosos. En Brasil, durante diez años fui profesor en los programas de graduación de dos respetables universidades. Aquellas actividades tenían por objetivo desarrollar el potencial humano y hacer de este mundo un lugar mucho mejor.

Aunque no lo parezca, la transición de una carrera a otra fue pareja y continua. Al principio algo superpuestas. Erróneamente consideré a cada una de mis ocupaciones como un fin en sí misma. Sin embargo, ahora puedo ver que cada una de ellas fue una preparación para mi labor de los últimos diez años: junto a mi esposa, la artista brasileña Lucila Machado Assumpção, estamos preservando la biodiversidad de un ecosistema (nuestra finca es una parte del gran bosque lluvioso del atlántico brasileño), protegiendo las vertientes, cultivando un sistema de producción de alimentos sustentable, manteniendo vivos valores rurales y aprendiendo a vivir bien en un solo lugar”.

(The Person-Centered Journal, Volumen 08, Número 01, 2001).

Traducción libre realizada por Walter Paredes A. - [email protected] - Buenos Aires 2011