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21 La inteligencia emocional es la capacidad para recono- cer los sentimientos propios y los de los demás, y disponer de la habilidad suficiente para manejarlos de manera satisfactoria. Es fundamental, para hacer un uso efectivo de las emociones, el saber identificarlas y reconocerlas. Existen dos inteligencias, la cognoscitiva, que es la que miden los test de inteligencia y, la emocional, que es de la que nos ocupamos en este libro. En la actualidad, se le atribuye a la Inteligencia Emocional un mayor valor para alcanzar el éxito personal y profesional, por encima de poseer un alto cociente intelectual. Esta inteligencia, está forma- da por un conjunto de cinco competencias, las cuales se deben adquirir y desarrollar por el ser humano para ser emocionalmen- te inteligente, y que son: la habilidad, para conocer las propias emociones; el autocontrol de sentimientos, para adecuarlos al momento; la automotivación, para alcanzar las metas; el recono- cimiento de las emociones ajenas y, finalmente, la destreza ne- cesaria para relacionarnos adecuadamente con las emociones de los demás, es decir, las interacciones que establecemos con otras personas. La inteligencia personal está compuesta por otras dos inteligencias: la interpersonal, referida a la capacidad de com- prender a los demás, y la intrapersonal, que se dirige al conoci- miento de uno mismo. QUÉ ES LA INTELIGENCIA EMOCIONAL. Cuando hablamos del término inteligencia emocional ha- cemos referencia a la capacidad que posee una persona para com- prender sus emociones y las de los demás, siendo habilidoso en Capítulo I. La inteligencia emocional.

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La inteligencia emocional es la capacidad para recono-cer los sentimientos propios y los de los demás, y disponer de la habilidad suficiente para manejarlos de manera satisfactoria. Es fundamental, para hacer un uso efectivo de las emociones, el saber identificarlas y reconocerlas. Existen dos inteligencias, la cognoscitiva, que es la que miden los test de inteligencia y, la emocional, que es de la que nos ocupamos en este libro. En la actualidad, se le atribuye a la Inteligencia Emocional un mayor valor para alcanzar el éxito personal y profesional, por encima de poseer un alto cociente intelectual. Esta inteligencia, está forma-da por un conjunto de cinco competencias, las cuales se deben adquirir y desarrollar por el ser humano para ser emocionalmen-te inteligente, y que son: la habilidad, para conocer las propias emociones; el autocontrol de sentimientos, para adecuarlos al momento; la automotivación, para alcanzar las metas; el recono-cimiento de las emociones ajenas y, finalmente, la destreza ne-cesaria para relacionarnos adecuadamente con las emociones de los demás, es decir, las interacciones que establecemos con otras personas. La inteligencia personal está compuesta por otras dos inteligencias: la interpersonal, referida a la capacidad de com-prender a los demás, y la intrapersonal, que se dirige al conoci-miento de uno mismo.

QUÉ ES LA INTELIGENCIA EMOCIONAL.Cuando hablamos del término inteligencia emocional ha-

cemos referencia a la capacidad que posee una persona para com-prender sus emociones y las de los demás, siendo habilidoso en

Capítulo I. La inteligencia emocional.

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su control y modificación para que estas sean constructivas y no hirientes, para sí mismo y para otras personas. Por consiguiente, no se simulan ni se ocultan las emociones, sino que se modi-fican para que sean funcionales y equilibradas, permitiendo no anclarse en ellas destruyéndose psicológicamente, sino enrique-ciéndose a partir de las que surgen en los contratiempos que van apareciendo. Ser emocionalmente inteligente supone utilizar y controlar las emociones eficazmente para llevar a un aprendizaje constructivo.

Se han dado muchas definiciones de este constructo. Eti-mológicamente, emoción proviene de moveré que significa mo-verse, lo que supone una percepción de atracción y repulsión consciente y una conducta de acercamiento o aversión. Presti-giosos autores como Daniel Goleman (1995) la definen como la capacidad para reconocer sentimientos en sí mismo y en otros, siendo hábil para manejarlos al trabajar con otros. Mayer, Sa-lovey y Caruso (2000) afirman que es la capacidad de percibir y expresar emociones, de asimilar las emociones en el pensamien-to, de comprender y razonar con las emociones y de regular las emociones en uno mismo y en los demás. Emily Sterrett (2002) hace referencia al conjunto de destrezas de gestión de personal y destrezas sociales que nos permiten triunfar en el puesto de tra-bajo y en la vida en general. Pablo Fernández-Berrocal (2004) la define como la capacidad de percibir, comprender y regular las emociones propias y las de los demás.

El ser humano necesita, para enfrentarse a un mundo cam-biante y poco predecible, del desarrollo de emociones para su su-pervivencia. Son necesarias pero, a veces, un mal uso por exceso o por defecto, puede hacer más difícil nuestra vida.

Las emociones son mecanismos que permiten a nuestra mente describir su particular mundo, proporcionándole la capa-cidad de interaccionar con las personas y las cosas en el universo. Debido a que la conciencia de una persona no siempre dispone de la información suficiente para poder describir ese mundo parti-cular, que visiona a través del lenguaje o los símbolos, es la per-cepción emocional del entorno la que proporciona la información a la conciencia para procesar y administrar los recursos disponi-bles, lo cual permite obtener una visión diferente del mundo que nos rodea. Las emociones se constituyen mediante los mismos componentes subjetivos, fisiológicos y conductuales que expre-san la percepción del individuo respecto a su estado mental, su cuerpo y la forma en que interactúa con el entorno, lo que entra

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LA InteLIgencIA emocIonAL

en contraposición con la idea popular de que distorsiona la visión del entorno, ya que la visión es realista (Davidoff, L. 1980).

El concepto de inteligencia emocional se comenzó a co-nocer popularmente de forma reciente, sin embargo, ya en el año 1920 se pueden encontrar los primeros indicios que hacían referencia a este concepto, con el psicólogo Edward Thorndike y su término inteligencia social, que definió como la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachos y muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas. Este autor, también afirmaba que existen otros dos tipos de inteli-gencias: la inteligencia abstracta (habilidad para manejar ideas) y la inteligencia mecánica (habilidad para entender y manejar objetos).

La teoría de las inteligencias múltiples del Dr. Howard Gardner, de la Universidad de Harvard, supone un antecedente cercano a la inteligencia emocional. Plantea que las personas te-nemos siete tipos de inteligencia que nos relacionan con el mun-do (descritas en la Tabla 1.1). Existen inteligencias: Lingüística, Lógica, Musical, Visual-Espacial y Kinestésica, Interpersonal e Intrapersonal (Frames of Mind, 1983).

Tabla 1.1. Tipos de inteligencia.

Las siete inteligencias de Howard Gardner.

Es la inteligencia relacionada con nuestra capa-cidad verbal, con el lenguaje y con las palabras.

Está relacionada con el desarrollo del pensa-miento abstracto, con la precisión y la organiza-ción a través de pautas o secuencias.

Se asocia con las habilidades musicales y rit-mos.

Se trata de la capacidad para integrar elementos, percibirlos y ordenarlos en el espacio, y poder establecer relaciones de tipo metafórico entre ellos.

Implica todo aquello relacionado con el movi-miento tanto corporal como el de los objetos, y los reflejos.

Es la capacidad de establecer relaciones con otras personas.

Inteligencialingüística.

Inteligencialógica.

Inteligenciamusical.

Inteligenciavisual – Espacial.

Inteligenciakinestésica.

Inteligenciainterpersonal.

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Entre todas ellas, encontramos dos tipos de inteligencias relacionadas con la competencia social y emocional, son la inteli-gencia interpersonal y la inteligencia intrapersonal, que Gardner define así:

La inteligencia interpersonal se construye a partir de una capacidad nuclear para sentir distinciones entre los demás: en particular, contrastes en sus estados de ánimo, temperamentos, motivaciones e intenciones. En formas más avanzadas, esta inte-ligencia permite a un adulto hábil leer las intenciones y deseos de los demás, aunque se hayan ocultado...

La inteligencia intrapersonal es el conocimiento de los aspectos internos de una persona: el acceso a la propia vida emocional y a la propia gama de sentimientos, la capacidad de efectuar discriminaciones entre las emociones y, finalmente, po-nerles un nombre y recurrir a ellas como un medio de interpretar y orientar la propia conducta...

Siempre hemos oído que el cociente intelectual (CI) era determinante para que una persona tuviera éxito en la vida; un test que lo valorara, podría marcar el futuro de éxito académico y profesional. Sin embargo, hace ya varios años, se descubrió que son otras capacidades las necesarias para el éxito en la vida, y que no las medía ningún test de inteligencia. La valoración de las habilidades que constituyen la inteligencia emocional, define el cociente emocional (CE). Solo reflexionando sobre la importan-cia que las emociones tienen en nuestra vida cotidiana, constata-mos que la mayoría de las veces marcan nuestras decisiones, sin apenas darnos cuenta. Hay personas con un mayor dominio de su vida emocional que otras; por ejemplo, popularmente se llama empollón a aquel que hace uso de toda su capacidad intelectual (la que es medida por los test), pero no así de su inteligencia emocional; mientras que, por otro lado, hay alumnos que, pese a haber tenido un rendimiento académico muy suficiente, gracias a sus habilidades emocionales han tenido una vida exitosa. Es ne-cesario, por tanto, prestar mayor atención a este tipo de destrezas que pueden marcar nuestra vida tanto o más que el CI.

ORIGEN DEL TÉRMINO: INTELIGENCIA EMOCIONAL.Para encontrar el origen del término inteligencia emocio-

nal tendríamos que remontarnos a los estudios acerca de la inte-

Inteligenciaintrapersonal.

Hace referencia al conocimiento de uno mismo y todos los procesos relacionados, como au-to-confianza y automotivación.

Reflexionando sobre la importancia que las emociones tienen en nuestra vida cotidia-na, constatamos que la mayoría de las ve-ces marcan nuestras decisiones, sin apenas darnos cuenta.

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ligencia y de la emoción, que son los componentes básicos del concepto que es de nuestro interés. Entre los antecedentes centra-dos en la emoción, nos encontramos las técnicas de counseling, que podemos traducir como acompañamiento o asesoramiento, y que está basado en creer que la mayoría de las personas son capa-ces de resolver sus propios problemas si se les ayuda a clarificar los pensamientos y sentimientos y se les anima a explorar las distintas opciones o soluciones. Por ejemplo, la psicología hu-manista, a mediados del siglo XX, con Gordon Allport, Abraham Maslow y Carl Rogers, pone un especial énfasis en la emoción. Posteriormente, aparece la psicoterapia racional-emotiva de Al-bert Ellis y otros muchos que adoptan un modelo de counseling y psicoterapia centrada en las emociones del cliente.

Este enfoque defiende la idea de que cada persona tiene la necesidad de sentirse bien consigo misma, siendo consciente de sus emociones para crecer personalmente y, si esto no es posible, pueden aparecer comportamientos desviados; como Taylor y sus colaboradores (1997), que en su estudio de los desórdenes afecti-vos ya hace referencia a la inteligencia emocional.

En 1966, B. Leuner publica un artículo en alemán tradu-cido como Inteligencia Emocional y Emancipación, en el que se menciona que muchas mujeres rechazan un rol social a causa de su baja inteligencia emocional (citado por Mayer, Salovey y Caruso, 2000).

W.L. Payne (1985), un alumno graduado en una univer-sidad de artes alternativas liberales en los Estados Unidos, es-cribió una tesis para su doctorado en la que incluyó el término inteligencia emocional en el título, A study of emotion: Deve-loping emotional intelligence; Self integration; relating to fear, pain and desire (citado por Mayer, Salovey y Caruso, 2000). En este estudio, plantea el eterno problema entre emoción y razón, y propone integrar emoción e inteligencia de tal forma que en las escuelas se proponga la enseñanza de respuestas emocionales adecuadas a los niños, dado que la ignorancia emocional puede resultar destructiva. Algunos autores sitúan este trabajo como el primero en el que se hace alusión al término y, como vemos, en un sentido educativo.

En 1985, Bar-On utilizó la expresión EQ (Emotional Quo-tient) en su tesis doctoral. El término EQ fue acuñado en 1980 (Bar-On, 2000: 366), pero parece que su difusión no fue hasta 1997 en que se publicó la primera versión del The Emotional Quotient Inventory (Bar-On, 1997).

LA InteLIgencIA emocIonAL

Integrar emoción e in-teligencia de tal forma que en las escuelas se proponga la enseñan-za de respuestas emo-cionales adecuadas a los niños, dado que la ignorancia emocional puede resultar des-tructiva.

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Posteriormente, en 1990, dos psicólogos norteamericanos, Peter Salovey de la Universidad de Harvard y John Mayer de la Universidad de New Hampshire, interesados en desarrollar una técnica para medir científicamente las diferencias entre las habi-lidades en el área emocional de las personas, encontraron, que algunas personas eran mejores que otras, al identificar sus senti-mientos y los de los demás y en resolver problemas que implican temas emocionales. Desarrollaron una teoría de la inteligencia emocional basada en el modelo general de inteligencia estándar, como una habilidad mental, que considera que las emociones y el pensamiento interactúan trabajando de forma adaptativa.

Estos dos profesores desarrollaron dos test para tratar de medir lo que se llama Inteligencia Emocional. Con él intentaban describir las cualidades emocionales que parecen tener impor-tancia para lograr éxito en la vida y que se perciben como com-ponentes lo que se considera inteligencia emocional. Son estas:

- La empatía.- La expresión y comprensión de los sentimientos.- El control de nuestro genio.- La independencia.- La capacidad de adaptación.- La simpatía.- La capacidad de resolver los problemas en forma inter-personal.- La persistencia, la cordialidad, la amabilidad y el respeto.Con objeto de potenciar la educación emocional y social

en todo el mundo, en 1994 se fundó el CASEL (Consortium for the Advancement of Social and Emotional Learning), aunque pasó desapercibido.

Desde el año 1990 hasta ahora, hay pocas personas de los ambientes culturales, académicos o empresariales que no tengan en cuenta este término o su significado, debido, básicamente, al trabajo de Daniel Goleman al que se le asocia a este concep-to. Su manera de plantear la clásica discusión entre cognición y emoción fue novedosa, ya que tradicionalmente lo racional se había considerado de un nivel superior a lo emocional, y él planteaba justo lo contrario. Además, en ese momento la socie-dad estaba más receptiva para aceptar los nuevos cambios que Goleman proponía, debido a los siguientes factores: aumento de la violencia y falta de autocontrol emocional, evidencia de que el éxito académico no asegura el triunfo profesional y personal, importancia del estado emocional en la psiconeuroinmunología

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y, por tanto, en la salud, creciente preocupación por el estrés, la ansiedad y la depresión...

Este autor, investigador y periodista del New York Times, llevó el tema al centro de atención en todo el mundo a través de su best seller La Inteligencia Emocional (1995). En este libro recogió información acerca del cerebro, las emociones y el com-portamiento, y elaboró su propia definición de inteligencia emo-cional basándose, en parte, en las ideas de Mayer y Salovey, pero profundizando y tratando el asunto con una mayor complejidad.

A raíz de la publicación de este libro, y dado el éxito que obtuvo, Goleman comenzó a aparecer en programas de televi-sión, como en el de Oprah Winfrey y Phil Donahue, y realizó una gira para promocionar el libro que permaneció en la lista de best seller del New York Times durante aproximadamente un año. Posteriormente, en 1998, escribió otro libro llamado Inteligencia Emocional en el Trabajo (Working with Emotional Intelligence), donde estiró la definición de inteligencia emocional, afirmando que esta está dotada de veinticinco habilidades y competencias.

Posteriormente se publicaron una sucesión de obras que cuestionaban interpretaciones que clásicamente se habían reali-zado acerca de la conducta humana. La importancia de las emo-ciones y su uso inteligente comienza, a partir de sus consecuen-cias en la crianza y educación de los niños, pero se extiende a las relaciones laborales, a la salud y prácticamente a todas las relaciones interpersonales. Los estudios demuestran que las mis-mas capacidades del cociente emocional que llevan a un niño a ser considerado por su maestra como un estudiante motivado, o a ser apreciado y querido por sus amigos en el patio de recreo, o a ser admirado en su familia por su buen carácter y su estabilidad socioemocional, también le ayudarán en su vida adulta en el tra-bajo, en el matrimonio o en su relación social en general.

En los últimos cincuenta años, se han llevado a cabo miles de estudios relacionados con el desarrollo de las capacidades del cociente emocional en los niños. Dichas investigaciones analizan los componentes que forman el cociente emocional de una per-sona y, en algunas de ellas, llegan a concluir que puede medirse mediante test de inteligencia estandarizados, tal como ocurre con las Escalas de Inteligencia de Wechsler.

El significado del CE es más confuso que el del CI. Salo-vey y Mayer (1990) fueron los primeros en definir la inteligencia emocional como un subconjunto de la inteligencia social que comprende la capacidad de controlar los sentimientos y emo-ciones propios así como los de los demás, de discriminar entre

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La importancia de las emociones y su uso inteligente comienza, a partir de sus conse-cuencias en la crianza y educación de los ni-ños, pero se extiende a las relaciones labo-rales.

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ellos y utilizar esta información para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones. Estos autores se oponen al uso del término cociente emocional como sinónimo de inteligencia emocional, temiendo que lleve a la gente a pensar erróneamente que existe un test preciso para evaluar el CE o, incluso, que puede llegar a medirse de alguna otra manera, aunque ellos así lo intentaron.

En 1996, Jack Mayer y Peter Salovey solicitaron ayuda a su amigo, David Caruso, para que les ayudara a diseñar un test de inteligencia emocional, y es, desde ese momento, cuando Caruso inicia con ellos una importante labor en la investigación acerca de esta materia. La inteligencia emocional es la habilidad para reconocer los significados de las emociones y sus relaciones, y el razonamiento y solución de problemas que se producen en base a ellas (Mayer, Salovey, Caruso y Sitarenios, 2001). Es aprendida y se desarrolla con la edad y la experiencia. Como mínimo, se puede concebir la inteligencia emocional de tres formas: como rasgo de personalidad, como habilidad mental y como movi-miento cultural (Mayer, Caruso y Salovey, 2000).

En el desarrollo emocional de las personas, estas pasan por una serie de etapas para reconocer sus emociones y las de otros. Esas etapas se concretizan en el Modelo de Habilidades de Inteligencia Emocional que presenta cuatro niveles jerárquicos: percepción, uso, comprensión y manejo de las emociones.

Es bien cierto que no podemos medir con facilidad gran parte de los rasgos sociales y de la personalidad, tales como la amabilidad, la ira, la tristeza, la confianza en sí mismo, el auto-control o el respeto por los demás; lo que sí podemos hacer es reconocerlos en los niños y destacar su gran importancia. La posible valoración podría estar teñida de subjetividad. La gen-te suele comprender el significado de la inteligencia emocional dada la enorme repercusión que tiene en la vida de la persona y en su forma de afrontar el mundo y, también, por la relevancia del libro de Goleman; igual que reconoce que el cociente intelectual es sinónimo de inteligencia cognoscitiva. Aun así, todavía hay personas que desconocen su existencia.

Con la aparición de este término, se produjo una gran re-volución en las investigaciones y teorías que intentaban explicar el aprendizaje y la conducta humana, como la Psicología, Edu-cación, Sociología, Antropología u otras. En la actualidad sigue siendo un campo abierto a las investigaciones y queda aún mu-cho por descubrir, dada su gran relevancia en todos los ámbitos de la vida de una persona: relaciones familiares, en el trabajo, en

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las relaciones interpersonales, en la propia salud, y en la forma de vivir la vida en general.

IDENTIFICAR EMOCIONES.En el momento social actual, presenciamos numerosas si-

tuaciones que evidencian cómo la población de diferentes edades carece de las habilidades idóneas para controlar de forma inteli-gente sus emociones y las de los demás. De forma frecuente, nos encontramos cómo algunas personas no asumen la frustración de que sus parejas se separen de ellas, y encuentran como única vía de solución el maltrato, a veces, en su grado más extremo. Lo mismo ocurre en los sucesos de acoso escolar, donde el maltra-tador agrede a un compañero interpretando de forma errónea sus propias emociones, confundiendo o careciendo de la habilidad para comprender los sentimientos de su víctima. Una chica que sufra anorexia puede estar confusa y no discernir entre la ansie-dad que siente ante la comida y las emociones asociadas a la ira. Por todo ello, se hace necesario trabajar algo que para muchos se aprende de forma natural, pero que los hechos evidencian, que no es así.

Si queremos hacer un uso efectivo de las emociones, y que los demás también lo hagan, es necesario partir de su identifica-ción y reconocimiento como primer paso para poder controlarlas. Poco se puede hacer para manejarlas eficazmente si se desconoce cómo es el sentimiento propio. Para ello, en la actualidad, los programas más tempranos, aplicados a los alumnos de educación infantil, se dirigen a enseñar a los niños a identificar y expresar emociones en sí mismos y en los demás. Pero también los adultos pueden aprender a hacerlo y, cuando lo hagan, serán conscientes de cuanto de importante era la carencia que poseían en su vida.

Los primeros intentos que se realizaron para el aprendizaje de la identificación de emociones consistieron en asociar emo-ciones con imágenes, teniendo en cuenta los gestos y expresiones faciales que las caracterizaban. Así, Charles Darwin investigó en animales, especialmente en primates, un amplio repertorio de emociones, destacando su carácter social, pues todos contribu-yen a la supervivencia de la especie y poseen una función adap-tativa. Como veremos en el capítulo siguiente, la maduración de las emociones en los seres vivos se ha ido produciendo como consecuencia de la selección natural.

Si le pedimos a una persona que nos explique las emocio-nes que siente, puede resultarle difícil, ya que tiene que expresar con palabras algo que no es verbal, y puede definir muchísimas de

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Los programas más tempranos, aplica-dos a los alumnos de educación infantil, se dirigen a enseñar a los niños a identificar y expresar emociones en sí mismos y en los demás.

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ellas; no obstante, se han aceptado por la mayoría de los autores seis categorías básicas de emociones: miedo, sorpresa, aversión, ira, alegría y tristeza (Goleman, D. 1995). En el caso de los niños, la identificación de emociones resulta difícil, y se suele reducir a unas pocas, habitualmente a tres o cuatro, y siempre en función de la edad o del entrenamiento que haya tenido. Por ejemplo, un niño de 3, 4 o 5 años a la pregunta ¿cómo te sientes?, contestará: contento, triste, tengo miedo o estoy asustado y enfadado. Aun-que el rango emocional que experimentan es muy grande, con la edad se especializará su lenguaje emocional y madurará la ex-presión de sus emociones. Sus emociones son por lo general más profundas, pero de duración breve, y necesitan ser estimulados para aprender a expresar sus sentimientos con palabras.

Todo ser humano a lo largo de un día de su vida, experi-menta una multitud de emociones, de mayor o menor intensidad, pero no solemos pararnos a identificarlas y buscar la causa de su aparición. La importancia de tener la habilidad de identificarlas radica en los pasos posteriores de la inteligencia emocional, que implica el que, una vez reconocidas, seamos capaces de mane-jarlas.

Las emociones básicas, que describiremos más detallada-mente en el Capítulo IV, son el miedo, la sorpresa, aversión, ira, alegría y tristeza (Tabla 1.2.).

Miedo

Sorpresa

Aversión

Ira

Alegría

Tristeza

Predispone a la huida o la lucha.

Predispone a la observación concentrada.

Predispone a alejarnos del objeto que nos produce aversión.

Predispone a la defensa, a la lucha o a la destrucción. Produce rabia, enojo, resentimiento, furia, irritabilidad.

Predispone a afrontar cualquier tarea.

Predispone al ensimismamiento y el duelo.

Tabla 1.2. Emociones básicas.

El miedo es una emoción que nos predispone a la huida o a la lucha. La sangre fluye hacia la musculatura esquelética para permitir la huida o se produce una parálisis general del cuerpo

Sus emociones son por lo general más profundas, pero de duración breve, y necesitan ser estimu-lados para aprender a expresar sus senti-mientos con palabras.

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que permite valorar la conveniencia de huir, ocultarse o atacar y, en general, con la respuesta hormonal responsable del estado de alerta. Tanto el miedo como la ansiedad, son manifestaciones más extremas, se asocian con el secuestro del córtex prefron-tal, obstaculizando las facultades intelectuales y la capacidad de aprender. Si su intensidad es moderada, promueven el aprendi-zaje.

La sorpresa predispone a la observación concentrada tran-sitoria. Se manifiesta por el arqueo de las cejas, lo que provoca un aumento de la luz que llega a la retina, facilitando la percep-ción de lo que está ocurriendo, a fin de elaborar un plan de acción o una respuesta que sea apropiada.

La aversión produce disgusto o asco, lo que nos lleva a alejarnos o a rechazar el objeto que la produce.

La ira nos predispone a la defensa, a la lucha o a la destruc-ción. Produce rabia, enojo, resentimiento, furia, irritabilidad... Se asocia con la movilización de la energía corporal que produce un mayor nivel de hormonas en la sangre, el aumento del ritmo car-díaco y reacciones más específicas de preparación para la lucha.

La alegría predispone a afrontar las tareas, al aumentar la energía de la que disponemos y al inhibir emociones negativas. Este estado emocional facilita el aprendizaje y provoca sensación de bienestar y seguridad.

La tristeza predispone al ensimismamiento y al duelo. Se produce una disminución de la energía y la ralentización del metabolismo corporal. Sentimos pena, soledad, pesimismo, des-gana... Dependiendo de su intensidad, facilita el aprendizaje ya que, si se trata de una depresión, dificulta el que aquel se dé.

Otra emoción a tener en cuenta son los celos, considerados como posi-tivos cuando dirigen emular a un mo-delo deseado y parecerse a él. Sin em-bargo, el lado negativo lo encontramos cuando la persona se siente marginada y no es capaz de recuperar el estatus que previamente tenía. En los casos más extremos, los celos forman parte de los sucesos más trágicos, que componen los programas informativos.

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LAS DOS INTELIGENCIAS HUMANAS: COGNICIÓN Y EMOCIÓN.

Tradicionalmente, los científicos siempre destacaban la importancia del hardware del cerebro y el software de la men-te, olvidando las emociones. Sin embargo, el enorme interés que despertó la inteligencia emocional, hizo evidente que la teoría cognoscitiva no pueda explicar el hecho de que, entre la gente que conocemos, podamos encontrar a personas que viven espe-cialmente bien; puede que no posean una situación personal y profesional mejor que la nuestra, pero viven percibiendo que su vaso esta medio lleno, acuden a trabajar sintiéndose motivadas por ello, y viven cada día como si fuera el único. La habilidad para manejar sus emociones de forma eficaz hace de muchas de ellas, seres envidiados.

¿Por qué uno de los alumnos más listos de la clase proba-blemente no será el mejor profesional en su futuro?, ¿qué hace que algunas personas nos caigan bien en el primer momento que las conocemos y otras nos hagan sentir una gran desconfianza?... En definitiva, qué diferencias existen en la mente de unas y otras personas para que unas se dirijan hacia el éxito y otras no.

Siempre se había pensado que un alto cociente intelectual era determinante para que una persona tuviera una vida de éxito. El interés radicaba en medir con test específicos las capacidades cognoscitivas de una persona, que serían decisivas para un futuro de éxito académico, personal y profesional. Los padres, los pro-fesores y los propios niños desde la infancia se preocupan de esas capacidades, de hecho se califica a los menores como este niño es inteligente y despierto y no se hacen referencias de su idoneidad en el control de las emociones; resultaría extraño escuchar decir a unos padres o a una profesora este niño tiene un buen control de sus emociones.

Hace un tiempo se cambió esta concepción, atribuyendo a la Inteligencia Emocional una mayor importancia para el éxito personal, que tener un alto cociente intelectual. En los ámbitos en los que se aplica ha reflejado su gran valor. Por ejemplo, así ocurre en el ámbito empresarial, en el que se dieron cuenta de que son otras capacidades las necesarias para el éxito en la vida, tal como se demostró en una investigación realizada en el ámbito mundial por The Consortium for Research on Emotional Intelli-gence in Organizations. En ella se concluyó que en el cociente de éxito, intervienen un 23% de nuestras capacidades intelectuales, y un 77% de las aptitudes emocionales.

En el cociente de éxi-to, intervienen un 23% de nuestras capacida-des intelectuales, y un 77% de las aptitudes emocionales.

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Damasio, Neurólogo de la Universidad de Iowa, afirma que El cerebro emocional está tan comprometido en el razona-miento, como lo está el cerebro pensante. Por tanto, tenemos dos inteligencias y dos cerebros, asociados a la razón y asociados a la emoción, y son ambos los que van a determinar nuestro des-empeño en la vida. No podemos sustituir uno por otro, si no que ambos se complementan y se ven beneficiados tanto por el incre-mento de uno como por el del otro. Debemos encontrar el equi-librio entre ellos, debido a que nuestra estabilidad emocional y nuestra sensación de bienestar influyen positivamente en nuestro rendimiento académico o profesional, igual que se ve perjudica-do cuando nos sentimos mal. También afecta a nuestra salud, a nuestras relaciones sociales, a las relaciones de pareja, a nuestra manera de vivir el día a día...

El francés Alfred Binet desarrolló, hace casi un siglo, el primer test objetivo para identificar a los niños que probablemen-te tendrían serias dificultades en las clases del sistema educativo galo y, por tanto, requerirían algún apoyo adicional en su esco-larización. Binet, con la ayuda de Théodore Simon, pasó estas pruebas a niños con edades comprendidas entre los 3 y 15 años, a las que llamó pruebas de inteligencia. Las publicó en 1905 y, dado su gran éxito, se tradujeron al inglés; actualmente son unas de las más usadas para medir inteligencia después haber sufrido nume-rosas revisiones, reciben el nombre de Test de Stanford-Binet.

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Binet también aportó el concepto de edad mental, definida como la capacidad promedio que se cree que tiene una persona a una edad determinada. La edad mental puede coincidir o no con la edad cronológica. Posteriormente, a partir del concepto de edad mental, el psicólogo alemán William Stern pasó a formular el famoso cociente intelectual (CI: índice resultante de dividir la edad mental por la cronológica, multiplicado por 100) como estimación cuantitativa de inteligencia.

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Los test actuales ya no calculan el CI de ese modo, pero sí ponderan la capacidad mental de cada persona, comparando su rendimiento con el promedio característico o baremo de la gente de su edad (preparado para que, en una curva de distribución nor-mal con una desviación típica de 15, sea 100) en la prueba con-creta que se trate. En cualquier caso, el constructo de inteligen-cia (referido a la inteligencia cognoscitiva), hace referencia a la aptitud de las personas para desarrollar el pensamiento abstracto y razonar, comprender ideas complejas, resolver problemas y su-perar obstáculos, aprender de la experiencia y adaptarse al am-biente. Se trata, pues, de una concepción basada en la competen-cia humana para desarrollar pensamientos analítico-racionales.

La inteligencia cognitiva puede medirse mediante test de inteligencia estandarizada, como son las escalas de inteligencia de Wehsler, que miden tanto la capacidad verbal, como la no ver-bal, incluyendo la memoria, el vocabulario, la comprensión, el razonamiento abstracto, la percepción, el procesamiento de la información y las capacidades visuales y motoras. Se considera que el factor inteligencia general derivado de estas escalas, lo que se llama cociente intelectual (CI), resulta extremamente es-table después de que un niño haya cumplido los seis años y suele relacionarse con los otros test de aptitud tales como las pruebas de admisión universitaria.

Mas existe cierta controversia entre los investigadores en cuanto a valorar como semejantes el cociente emocional (CE) con la inteligencia emocional, con la preocupación de que popu-larmente se piense que puede medirse de forma objetiva, tal como ocurre con la inteligencia cognoscitiva. La inteligencia emocio-nal es un constructo, que implica la habilidad para monitorear los sentimientos y las emociones propias y las de los demás, con el fin de discriminar entre ellas y utilizar esta información para guiar los propios pensamientos y acciones. Habitualmente la di-ficultad para su evaluación radica en que las aproximaciones que se han hecho se han dirigido al medio laboral, y son empleadas por consultores en desarrollo organizacional, por lo que se trata de escalas cortas y sencillas con baja validez de contenido. En México se ha desarrollado un instrumento que permite obtener una medición de la Inteligencia Emocional en ocho escalas que conforman un perfil, dichas escalas son: Inhibición de impulsos, que refleja la habilidad que tiene una persona para controlar el comportamiento impulsivo; Empatía, es capacidad de los sujetos para sentir, comprender e identificar las emociones de los otros; Optimismo, es la actitud positiva que presentan los sujetos ante

Las escalas de inte-ligencia de Wehsler, que miden tanto la capacidad verbal, como la no verbal, incluyendo la memo-ria, el vocabulario, la comprensión, el ra-zonamiento abstrac-to, la percepción, el procesamiento de la información y las ca-pacidades visuales y motoras.

Inteligencia emocio-nal implica la habili-dad para monitorear los sentimientos y las emociones propias y las de los demás, con el fin de discriminar entre ellas y utilizar esta información para guiar los propios pen-samientos y acciones.

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la vida; Habilidad social, se refiere a la capacidad de una per-sona para relacionarse con otras en situaciones convencionales; Expresión emocional, es la capacidad del sujeto para expresar sus emociones, afectos y sentimientos; Reconocimiento de logro, es la capacidad de reflexión y autocrítica hacia los propios actos; Autoestima: es la destreza que se tiene para reconocer la autoe-ficacia ante diversas situaciones; Nobleza, es la intención de ac-tuar en beneficio de los demás, aceptándolos sin intentar dominar (Cortés, J.F.; Barragán, C.; Vázquez, M.L. 2002).

ÁREAS DE COMPETENCIA EMOCIONAL: LOS COM-PONENTES DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL.

A lo largo del tiempo, el concepto de inteligencias múl-tiples de Gardner ha seguido evolucionando y, a los diez años de la publicación de su primera teoría, dio esta definición de las inteligencias personales:

La inteligencia interpersonal consiste en la capa-cidad de comprender a los demás, cuáles son las cosas que más les motivan, cómo trabajan y la mejor forma de cooperar con ellos. Los vendedores, los políticos, los maestros, los médicos y los dirigentes religiosos de éxito tienden a ser individuos con un alto grado de inteligencia interpersonal.

La inteligencia intrapersonal... por su parte, cons-tituye una habilidad correlativa (vuelta hacia el interior) que nos permite configurar una imagen exacta y verdade-ra de nosotros mismos y que nos hace capaces de utilizar esa imagen para actuar en la vida de un modo más eficaz.

Gardner, en esta descripción, asigna un importante papel al proceso de comprensión del juego de las emociones y a la capacidad de dominarlas; pero, tanto él como sus colaboradores, se centran en la faceta cognitiva de los sentimientos, y no tanto en desentrañar el papel que desempeñan estos. Sin embargo, es consciente de la importancia de las aptitudes emocionales y so-ciales respecto a la violencia en la vida. Así afirma: muchas per-sonas con un elevado CI de 160 (aunque con escasa inteligencia intrapersonal) trabajan para gente que no supera el CI de 100 (pero que tiene muy desarrollada la inteligencia intrapersonal), y que en la vida cotidiana no existe nada más importante que la inteligencia intrapersonal ya que, a falta de ella, no acerta-remos en la elección de la pareja con quien vamos a contraer matrimonio, en la elección del puesto de trabajo, en afrontar los problemas, superar las frustraciones, etc. Es necesario, pues,

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que la escuela se ocupe de educar a los niños en el desarrollo de las inteligencias personales.

En los últimos años, han sido muchos los psicólogos que han llegado a las mismas conclusiones que Gardner, es decir, que la teoría del CI se ocupa solo de habilidades lingüísticas y matemáticas, y el que este sea elevado, permite predecir el ren-dimiento académico o éxito en su profesión, pero no el cómo le irá después.

Las habilidades prácticas que se desprenden de la inte-ligencia emocional son cinco, y pueden ser clasificadas en dos áreas que son las anteriormente mencionadas: Inteligencia intra-personal e interpersonal.

1.- Inteligencia intrapersonal. Hace referencia a las carac-terísticas internas y de autoconocimiento. A este grupo pertene-cen tres habilidades:

- Autoconciencia: capacidad de saber qué está pasando en nuestro cuerpo y qué estamos sintiendo.- Control emocional: regular la manifestación de una emoción y/o modificar un estado anímico y su exteriori-zación.- Capacidad de motivarse y motivar a los demás. 2.- Inteligencia interpersonal. Relacionada con las carac-

terísticas externas, de relación con los demás. Consta de dos ha-bilidades:

- Empatía: entender qué están sintiendo otras personas, ver el punto de vista emocional del otro en determinadas situaciones.- Habilidades Sociales: habilidades de liderazgo y popu-laridad usadas para persuadir, dirigir, negociar, resolver conflictos, trabajar en equipo... Los psicólogos Sternberg y Salovey adoptaron una visión

más amplia de la inteligencia, tratando de reformularla atribu-yéndole un carácter más personal a la explicación de Gardner, cuyas inteligencias personales las sintetizan y organizan abarcan-do cinco competencias principales:

1. El conocimiento de las propias emociones. El conoci-miento de uno mismo, es decir, la capacidad de reconocer nuestros sentimientos en el mismo momento en que apare-cen, es esencial en la inteligencia emocional. 2. La capacidad de controlar las emociones. La conciencia emocional de uno mismo es una habilidad que nos permite controlar nuestros sentimientos y adecuarlos al momento.

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3. La capacidad de motivarse uno mismo. Se trata de la ca-pacidad de controlar la vida emocional y subordinarla para alcanzar un objetivo, lo cual le hace mantener la atención, la motivación y la creatividad. 4. El reconocimiento de las emociones ajenas. La empatía significa considerar los sentimientos de los demás y tener-los en cuenta en las relaciones interpersonales para actuar de forma inteligente. 5. El control de las relaciones. Se refiere a la habilidad para relacionarnos adecuadamente con las emociones aje-nas, es decir, en las interacciones que establecemos con los demás. A continuación, damos una explicación más detallada

acerca los componentes que permiten que una persona sea más capaz que otra, de actuar de forma inteligente en el uso de sus emociones:

Autoconocimiento o autoconciencia emocional.Esta habilidad hace referencia a la capacidad del ser hu-

mano para conocer las propias emociones y ser consciente de sus sentimientos en los momentos en los que estos están ocurriendo. Identificar las emociones propias permite aprender a controlar-las, lo que repercute en una mayor seguridad en la toma de decisiones en su vida personal y profesional. Por ejemplo, así sabrá cuándo y con quién es acertado casarse, cómo comportar-se en una reunión de trabajo,... Si una persona carece de la habilidad para captar sus propios sentimientos difícilmente podrá controlarlos y quedará a merced de ellos. Además, ser capaz de detectar nuestros sentimientos en cada mo-mento es fundamental para la comprensión de uno mismo. Así, cuando una persona tiene una mayor certeza de sus emociones puede dirigir mejor su vida, porque conoce mejor sus senti-mientos reales. Por ejemplo, a la hora de solu-cionar un conflicto, es más efectivo centrarnos en el hecho de resolver el problema basándonos en las causas, sin dejarnos llevar por nuestro es-tado emocional.

Ser autoconsciente implica tener una profunda comprensión de las emociones pro-pias, fortalezas, debilidades, necesidades e

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impulsos. Es la habilidad para evaluarse a sí mismo de forma realista. Cuando una persona posee una fuerte autoconciencia se propone metas reales, conoce cómo sus sentimientos le afectan a sí mismo, a otras personas y al desempeño en el trabajo. Sería el caso de una persona que, sabiendo de la ansiedad que le produce el no entregar las cosas en el tiempo pactado, planifica su tiempo para no tener que pasar por esas situaciones, realizando el traba-jo con anterioridad. El que es altamente autoconsciente, sabe lo que quiere y por qué, por lo que toma decisiones con una mayor certeza rigiéndose en sus decisiones por sus valores; por ejemplo, en un negocio sabe qué decisiones tomar llevándose por su ética y sus objetivos a largo plazo.

Hablan con mayor facilidad y precisión de sus emociones y del impacto que causan cada una de ellas en sí mismos. ¿Cómo podemos ser autoconscientes? En el capitulo VII se detalla cómo hacerlo, los indicadores que nos pueden permitir inferir su pre-sencia, la población objetivo de estudio, las herramientas dispo-nibles para su valoración,...

Autocontrol o autorregulación emocional.El autocontrol o autorregulación, es una habilidad para

manejar las emociones, una vez que uno sabe identificarlas. Los impulsos biológicos que dan lugar a nuestras emociones, pueden ser regulados. Si conseguimos coger las riendas de nuestras emo-ciones, y no dejarnos llevar por ellas, estaremos liberándonos de sentimientos que, en muchas ocasiones, resultan desagradables o nos pueden llevar a situaciones conflictivas. A veces, nos senti-mos en un estado de inquietud permanente provocado por diver-sos motivos de los que no somos conscientes, simplemente nos sentimos incómodos, aunque no pensemos que podemos hacer algo para cambiarlo.

Cuando comenzamos un proceso de autorregulación emo-cional, entablamos un autodiálogo en el que tratamos de que esos impulsos emocionales, o ese mal humor, sean canalizados de for-ma inteligente para que sean funcionales. Imaginemos que un padre observa que su hijo de 5 años está toqueteando las teclas de su ordenador de forma inapropiada, pese a haberle advertido en un par de ocasiones que deje de hacerlo, pero sigue insistien-do; el progenitor puede actuar de dos maneras diferentes ante esta situación. Puede sentirse tan encolerizado que se disponga a gritarle y sermonearle para terminar pegándole un azote o, por el contrario, si posee un buen dominio de sus emociones, mantener la calma y explicarle por qué no se toca de esa forma, y enseñarle

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cómo hacerlo, pasando un rato adiestrándole en el uso correcto. Si un ejecutivo observa que un grupo de sus empleados

hace una vaga exposición de las cuentas de la empresa a la jun-ta directiva, este puede estar encolerizado, dispuesto a gritarles, golpear la mesa y, por último, despedirles. Si fuese capaz de au-torregular sus sentimientos, en un primer momento, midiendo sus palabras les comentará su mala ejecución, para, posterior-mente, reflexionar sobre las razones del fracaso, ¿qué razones pueden justificar este hecho? ¿serán razones personales o falta de trabajo? ¿ha ocurrido más veces? ¿qué papel ha tenido él como ejecutivo? ¿podría haber cambiado algo? Después de razonar sobre este hecho, convocaría a su equipo, manifestándoles sus sentimientos, las consecuencias del incidente, analizando el pro-blema y planteando posibles soluciones.

Todo puesto de trabajo que tenga asignada la responsa-bilidad de dirigir a un grupo de personas, necesita que quien lo ocupe cuente con gran capacidad de autorregulación, ya que, en primer lugar, controlar sus sentimientos e impulsos le hace más razonable y capaz de crear un ambiente de confianza, seguridad, serenidad... en sus empleados. Un jefe que se muestra habitual-mente cordial, tranquilo y sociable hace que sus empleados tam-bién tiendan a autocontrolar sus emociones, y no manifiesten un humor descontrolado. En segundo lugar, es imprescindible la ca-pacidad de autorregulación en el mundo laboral actual tan com-petitivo. Los constantes cambios que se producen en el ámbito empresarial, la inclusión de las nuevas tecnologías, la crisis eco-nómica, los planes de regulación de empleo, el poder de la com-petencia... todo ello requiere un gran dominio de las emociones que faculta para poder manejar los cambios y adaptarse a ellos.

Manejar los sentimientos para que sean adecuados es una capacidad basada en la conciencia emocional de uno mismo. En el capítulo VIII, analizaremos la capacidad de tranquilizarse, de librarse de la irritabilidad, eliminar la ansiedad, acabar con la tristeza extrema, terminar con la cólera desmedida…, las técni-cas que nos permiten resolver conflictos eficazmente y las con-secuencias del fracaso en esta destreza emocional básica. Las personas que carecen de esta capacidad luchan constantemente contra tensiones desagradables, sentimientos de pena, ataques de nervios y de ira, mientras aquellas que la tienen desarrollada pue-den recuperarse con mucha rapidez de los reveses y trastornos que surjan la vida.

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La responsabilidad de dirigir a un grupo de personas, necesita que quien lo ocupe cuente con gran ca-pacidad de autorre-gulación, ya que, en primer lugar, contro-lar sus sentimientos e impulsos le hace más razonable y capaz de crear un ambiente de confianza, seguridad, serenidad... en sus empleados.

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Automotivación.Cuando una persona posee autocontrol emocional, es de-

cir, capacidad de demorar la gratificación y evitar la impulsivi-dad, está dotada de la habilidad para ser más productiva y eficaz en todo aquello que emprenda en cualquier área de la vida. Por tanto, esto incrementa su motivación por actuar y progresar a fin de lograr sus metas. En el capítulo IX se demostrará cómo ordenar las emociones al servicio de un objetivo es esencial para prestar atención, para la automotivación y el dominio, y para la creatividad, además de proponer las estrategias que se pueden utilizar para afrontar los obstáculos que pueden impedirnos avan-zar hacia nuestras metas.

Las personas actúan en su vida movidas por factores de motivación externos e internos. Para un niño, entre los factores externos que le motivan a actuar de determinada manera, están los comentarios positivos de sus padres o profesores, o un balón de fútbol del Real Madrid, o ver la última película de Spiderman. Para un adulto seria, por ejemplo, un salario alto o considerado justo, o el status adquirido en la empresa resultado de su traba-jo. Sin embargo, el papel de la automotivación interna consiste en actuar movido por los logros que uno quiere conseguir. Esto ocurre con la figura de buen líder que se motiva por el deseo de conseguir sus objetivos. La diferencia con respecto a aquellos que trabajan guiados por las recompensas externas que puedan conseguir está en la pasión por el trabajo mismo. Son personas que disfrutan trabajando, buscan desafíos creativos, les encanta aprender y mejorar y se enorgullecen del trabajo bien hecho. Día a día despliegan toda su energía para dar y hacer las cosas lo me-jor que saben, y suelen ser persistentes en su labor.

Reconocimiento de emociones ajenas.La empatía es otra capacidad que parte de la propia con-

ciencia emocional de uno mismo. Constituye la habilidad para reconocer las emociones de los demás. Así, una persona empáti-ca suelen sintonizar con las señales sociales que desprenden las demás, que indican qué necesitan, qué quieren y qué sienten. Por ejemplo, en el caso de la elección de una profesión, le hace más idónea para el desempeño de profesiones sanitarias, docencia, ventas y dirección de empresas. Un joven dotado de esta capaci-dad, si está presenciando una situación de maltrato, le hará estar más predispuesto a actuar buscando ayuda o interviniendo para intentar interrumpirla al ser sensible al sufrimiento de los demás. En general, es una dimensión de la inteligencia emocional que

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no es considerada en el mundo de la empresa, ya que a nadie se le felicita por poseerla en mayor o menor medida, aunque como veremos tiene un papel muy importante en la comunicación den-tro del mundo laboral.

En el capítulo X, estudiaremos la importancia de la empa-tía en las relaciones humanas, las consecuencias de su ausencia en el ser humano y las diferentes formas de desarrollarla.

Relaciones interpersonales.Es la habilidad para manejar las relaciones con otras per-

sonas, lo que, en parte, supone la habilidad de manejar las emo-ciones de los demás. Estas son las habilidades vinculadas con la popularidad, el liderazgo y la eficacia interpersonal. Las personas que se destacan en estas habilidades se desenvuelven bien en todo aquello que se relacione con la interacción eficaz con los demás; son muy populares a nivel social. En el colegio, los niños que poseen esta habilidad, suelen ser los compañeros más valorados; en un grupo de amigos, serán a los primeros en ser llamados para quedar el fin de semana.

Las habilidades sociales pueden aprenderse, aunque de forma natural parece que algunas personas están dotadas de esta capacidad, esto le lleva a contar con un amplio grupo de conoci-dos con los que de forma asombrosa parece tener siempre algo en común. Puede considerarse como el fin último de la inteligencia emocional, ya que esas personas comprenden y manejan hábil-mente sus emociones y las de los demás. Lo mismo ocurre con la motivación, ya que las personas habilidosas socialmente, tienden a ser más optimistas y emprendedores. En el mundo laboral, sue-len ser buenos en el trabajo en equipo, porque siempre disponen de compañeros que están dispuestos a trabajar con ellos, no obs-tante, algunas veces se piensa que son empleados que trabajan poco, porque suelen estar charlando en los pasillos con los com-pañeros, o aprovechando cualquier ocasión para bromear, y se les considera que no están verdaderamente centrados en su trabajo.

En el capítulo XI se analiza el desarrollo evolutivo de las habilidades sociales, las diferentes formas de comportarse y la manera más apropiada de hacerlo en cada momento, qué supone la competencia y la incompetencia social, las habilidades especí-ficas que las integran y los programas para entrenarlas.

Cada una de estas habilidades prácticas de la inteligencia emocional fueron a su vez subdividas, por Daniel Goleman, en diferentes competencias. Estas capacidades son:

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1.- Autoconciencia: Consiste en reconocer los propios es-tados de ánimo, los recursos y las intuiciones. Las com-petencias emocionales que dependen de la autoconciencia son:

- Conciencia emocional: identificar las propias emocio-nes y los efectos que pueden tener.- Correcta autovaloración: conocer las propias fortale-zas y sus limitaciones. - Autoconfianza: fuerte sentido del propio valor y ca-pacidad.

2.- Autorregulación: Consiste en el control y manejo de los propios estados de ánimo, impulsos y recursos. Las competencias emocionales que dependen de la autorregu-lación son:

- Autocontrol: mantener vigiladas las emociones per-turbadoras y los impulsos. - Confiabilidad: mantener estándares adecuados de ho-nestidad e integridad.- Conciencia: asumir las responsabilidades del propio desempeño laboral.- Adaptabilidad: flexibilidad en el manejo de las situa-ciones de cambio. - Innovación: sentirse cómodo con la nueva informa-ción, las nuevas ideas y las nuevas situaciones.

3.- Motivación. Son las tendencias emocionales que guían o facilitan el cumplimiento de las metas establecidas.

- Impulso de logro: esfuerzo por mejorar o alcanzar un estándar de excelencia laboral.- Compromiso: matricularse con las metas del grupo u organización. - Iniciativa: disponibilidad para reaccionar ante las oportunidades. - Optimismo: persistencia en la persecución de los ob-jetivos, a pesar de los obstáculos y retrocesos que pue-dan presentarse.

4.- Empatía. Implica tener conciencia de los sentimientos, necesidades y preocupaciones de los otros.

- Comprensión de los demás: darse cuenta de los senti-mientos y perspectivas de los compañeros de trabajo. - Desarrollar a los otros: estar al tanto de las necesida-des de desarrollo del resto y reforzar sus habilidades. - Servicio de orientación: anticipar, reconocer y satisfa-cer las necesidades reales del cliente.

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- Potenciar la diversidad: cultivar las oportunidades la-borales a través de distintos tipos de personas. - Conciencia política: ser capaz de leer las corrientes emocionales del grupo, así como el poder de las rela-ciones entre sus miembros.

5.- Destrezas sociales. Supone ser un experto para inducir respuestas deseadas en los otros. Este objetivo depende de las siguientes capacidades emocionales:

- Influencia: idear tácticas afectivas de persuasión. - Comunicación: saber escuchar abiertamente al resto y elaborar mensajes convincentes.- Manejo de conflictos: saber negociar y resolver los desacuerdos que se presenten dentro del equipo de tra-bajo. - Liderazgo: capacidad de inspirar y guiar a los indivi-duos y al grupo en su conjunto.- Catalizador del cambio: iniciador o administrador de las situaciones nuevas.- Constructor de lazos: alimentar y reforzar las relacio-nes interpersonales dentro del grupo. - Colaboración y cooperación: trabajar con otros para alcanzar metas compartidas. - Capacidades de equipo: ser capaz de crear sinergia para la persecución de metas colectivas.

Los tres primeros componentes de la inteligencia emocio-nal son destrezas que requieren el control que tiene la propia per-sona, mientras que las dos últimas, empatía y habilidades socia-les, tienen que ver con la capacidad de las personas para manejar las relaciones con los demás.

No todas las personas manifiestan el mismo dominio en cada una de las competencias anteriores; por ejemplo, uno pue-de controlar su ansiedad, pero, ante otra persona encolerizada, pierde el control; o controlar su miedo, pero al ver a alguien con-sumido por el pánico, empezar a asustarse. No obstante, aunque estas competencias no estén muy desarrolladas en un individuo, hay que tener en cuenta que el cerebro es muy plástico y está en continuo proceso de aprendizaje, por lo que la falta de algunas de estas habilidades emocionales puede mejorarse o adquirirse por medio del trabajo y entrenamiento adecuado.

Las capacidades del cociente emocional interactúan con el Cociente Intelectual, tal que una persona puede destacar tanto en capacidades cognoscitivas como en las sociales y emocionales. La diferencia más importante entre CI y el CE, es que el CE no

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La diferencia más im-portante entre CI y el CE, es que el CE no posee una carga ge-nética tan marcada, lo cual permite que tanto padres como educadores puedan contribuir a su desa-rrollo para determinar las oportunidades de éxito de un niño.

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posee una carga genética tan marcada, lo cual permite que tanto padres como educadores puedan contribuir a su desarrollo para determinar las oportunidades de éxito de un niño. Si esto es así y es tal la importancia de las competencias emocionales en la vida de una persona, deberían invertirse mayores recursos en progra-mas de entrenamiento, ya que estaríamos contribuyendo, no solo a mejorar la vida de muchas personas en su faceta personal y profesional sino, también, a la convivencia entre ellos.