Capítulo III y IV DON QUIJOTE (Cucaña. Vicens Vives)

9
PPT: Anto 2014

Transcript of Capítulo III y IV DON QUIJOTE (Cucaña. Vicens Vives)

PPT: Anto 2014

Por culpa de su locura, don Quijote sigue confundiendo lo real con lo imaginario: un rebaño de ovejas con un ejército de un emperador moro llamado Alifanfarón. Los dueños del rebaño le dan una paliza. Después confunde el ruido de batanes con gigantes de nuevo.

Batán: máquina con unos gruesos mazos de madera movidos por una corriente de agua que se empleaba para tratar las pieles y las telas de lana

Se cruzan por el camino con un barbero que llevaba en su cabeza (pues llovía) una bacía y Don Quijote lo confunde con el yelmo de Mambrino, un casco maravilloso del que los libros decían que volvía invencible a quien lo usaba. Le quitan la bacía y Sancho se queda con la albarda del borrico y se la pone al suyo

Bacía: plato hondo con una muesca en un lado que se colocaba bajo las barbas durante el afeitado. Albarda: almohadón que se coloca sobre el animal para ponerle carga encima.

Sancho le dice a don Quijote que tiene la peor figura del mundo, que bien se podía llamar El caballero de la Triste figura. A don Quijote le gusta.

Se cruzan con unos galeotes (presos que van condenados) decide liberarlos y termina apedreado .

Don Quijote encuentra un maletín que contiene 100 escudos de oro que da a Sancho y un libro de poemas. Se queda a solas en Sierra Morena haciendo penitencia y pide a Sancho que lleve una carta a Dulcinea. Sancho no puede hacerlo porque se encuentra con el cura y el barbero.

A su vez, los tres encuentran a una doncella, Dorotea. Los amigos de don Quijote traman un plan para que regrese a casa. Dorotea se ofrece a interpretar el papel de una princesa, la princesa Micomicona.

La princesa Micomicona (Dorotea) convence a don Quijote para que le ayude y acabe con el gigante Pandafilando.

Accede y todos inician camino.

Sancho se ve obligado a mentir a don Quijote contándole que ha entregado la carta a Dulcinea.

“...Maldijo a quienes le habían obligado a decir tantos embustes, pues había sudado cien veces más con aquellas pocas mentiras que en toda una vida de

trabajar en el campo”.