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C A P Í T U L O
I
Instituciones y participación
Introducción
Del amplio abanico teórico disponible en la actualidad para el estudio de
la vida social, hemos elegido para nuestro tema, como teoría central o
modelo explicativo el neo-institucionalismo y la orientación post-
conductista, en particular su esquema para recopilar de datos, definir
variables operacionales para organizar nuestra investigación. Varias son
las razones de esta elección. En primer lugar porque habremos de sostener
que las instituciones en las que se desarrolla el individuo influyen en su
comportamiento, que son ellos los que las crean y las cambian, y que por
ello considerar a la institución es considerar los marcos de acción
individual, es decir las instituciones. El neo-institucionalismo puede ser el
enfoque que mejor atiende a estas preocupaciones pues define a las
instituciones grosso modo como “... la guía para la interacción humana”
(North, 1990: 3), es decir como los límites creados para “....reducir la
incertidumbre dentro de una estructura estable” (North, 1990:6)1. Y ello
habrá de ser muy útil para entender la participación de los académicos
dentro de la institución universitaria, que como tal forma la estructura
dentro de la cual los profesores llevan a cabo sus tareas institucionales.
En segundo lugar, pensamos que la matriz analítica del enfoque post-
conductista (Post-Behaviuoral analysis) que integra los elementos cognitivo,
afectivo y evaluativo del comportamiento de los individuos y de sus
1 A menos de que se indique otra cosa, las citas de textos en inglés son traducción libre de la autora.
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actitudes sociales, resulta muy valioso para la investigación cuantitativa y
cualitativa de su participación dentro de las instituciones. Más aún que la
enorme contribución de esta orientación a las ciencias sociales, que
establece la necesidad de respaldar empírica, sistemática y con trabajo
estadístico, toda proposición teórica, y todo su desarrollo ulterior, sigue
siendo una de las bases más importantes de la investigación politológica
actual (March y Stocker, 1995). De aquí tomaremos el esquema analítico
cognitivo, afectivo y evaluativo para el comportamiento de los
académicos en sus instituciones.
Otras teorías disponibles resultaban limitadas para unos aspectos, aunque
abundaban en otros. Por ejemplo, no consideramos atinado el
acercamiento a los académicos desde la teoría de las organizaciones
pues no estamos interesados en abordar a la universidad como
organización de manera central, aquí nos importa conocer primordial el
académico, el cual sería nuestra unidad de análisis; y necesitábamos una
metodología que llegara hasta esta unidad. La distinción entre
organización e institución habrá de abordarse de forma somera más
adelante, pero de entrada hay que decir que la teoría que estudia las
organizaciones (TO) está más comprometida con el estudio de los
procesos y no tanto en individuos, por lo que su ayuda era muy relativa.
La teoría de la Elección Racional, por su parte y a pesar del gran auge
conceptual del que goza en la actualidad orientaría -creemos- hacia otro
rumbo el análisis aquí propuesto, en virtud tanto de la metodología que
provee como desde el punto de vista racional-instrumental del que se
parte. De todos modos tanto la incursión a la TO, como a la de la Elección
Racional, hubieron de hacerse previo a la elección aquí presentada.
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Como puede verse, elegimos un esquema multi-teorético porque el neo-
institucionalismo nos ayudará a describir y explicar, esto es a establecer
posibles relaciones entre variables, en las universidades contemporáneas, y
una parte del enfoque post-conductista formará la matriz metodológico-
analítica para investigar la participación de los académicos dentro de la
institución universitaria.
En principio la utilización de dos enfoques teóricos aparentemente distintos
podría causar cierta inquietud a la hora de abordar un tema como el de
los universitarios y sus instituciones, en este caso el enfoque neo-
institucionalista y post-conductista. Sin embargo, no es así. Pues
consideramos que ambos pueden ser complementarios. El primero provee
los fundamentos teóricos duros, pero adolece, en alguna medida, de una
metodología sistemática que nos permita hacer la investigación
cuantitativa y cuantitativa de la participación de los individuos en las
instituciones. En tanto que los supuestos del enfoque post-conductista
llegan a ser endebles para el panorama teórico actual, pero la
metodología cualitativa y el análisis estadístico de que dispone son muy
válidos, pues el método para estudiar el comportamiento individual y
colectivo, se sigue realizando a partir de dichas herramientas. Dicen March
y Stoker que “...lo mejor de la investigación conductista puede llegar a ser
una considerable contribución a la comprensión y explicación del
comportamiento social” (March y Stoker, 1995: 68).
Los instrumentos de investigación que el análisis post-conductista ha
desarrollado para tratar de contestar a la pregunta ¿Por qué la gente se
comporta de la manera que lo hace? , han sido ya integrados a la Ciencia
Política de manera muy habitual, teniendo un potencial explicativo muy
importante en la actualidad. En este sentido David Sanders dice “...en
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muchos aspectos, todos (los cientistas políticos) somos post-conductistas”
(Sanders, 1995:75).
Pero por otro lado el comportamiento de los individuos necesariamente
tiene lugar en un cierto espacio, en nuestro caso en una institución de
origen milenario como es la universidad. Y para estudiarla necesitamos un
soporte teórico que nos auxilie para explicarla como institución con reglas,
procesos y prácticas que estructuran las relaciones entre los individuos que
a ella pertenecen (March y Stoker, 1995).
En concreto, estudiar los fundamentos institucionales del comportamiento y
de la participación del académico dentro de la universidad, con base en
el esquema analítico cognitivo, afectivo y evaluativo, será el modelo
teórico de nuestro trabajo. Un modelo multi-teorético que también se
justifica por un objeto de estudio multidimensional: los académicos. Nuestra
intención es examinar las distintas formas y niveles del comportamiento
institucional de los profesores universitarios.
Hay que decir de paso que no hay disponibles muchas teorías que
expliquen concretamente la participación institucional, por ello hemos de
echar mano de las más cercanas, para tratar de construir un marco o una
propuesta teórica con el mayor poder explicativo. Esa sería la intención de
este apartado eminentemente teórico.
................&..............
El propósito de este primer capítulo entonces, será explorar aquellos
elementos del modelo neo-institucional que nos ayudaran a abordar el
tema de la institución universitaria. Asimismo, trataremos de extraer de la
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larga tradición del estudio de la cultura política, el esquema analítico que
analiza el comportamiento de los individuos, para aplicarlo dentro del
marco de una institución.
En la primera parte de este capítulo hacemos un recorrido por el estado
del arte del enfoque neo-institucional, tratando de contestar a tres
preguntas esenciales: ¿cómo se define una institución?, ¿cuáles son los
elementos que constituyen a una institución? y si la universidad puede ser
estudiada a partir de los instrumentos analíticos del enfoque. Todo lo cual
servirá de base para abordar el tema de la institución universitaria y de sus
académicos en tanto miembros de una institución, que lo influencia y
puede moldear su comportamiento y viceversa.
La segunda parte se aboca a la recuperación del esquema metodológico
que utilizaremos para el estudio de las actitudes de los individuos en el
contexto social, es decir el enfoque post-conductista y sus orígenes. La
idea es averiguar la forma en que algunos de sus autores más
representativos, han estado estudiando e interpretando el
comportamiento socio-político de los individuos. Una manera de llegar a
este enfoque son los estudios de la cultura política, en particular los
aspectos más importantes de la participación de los individuos en la vida
social.
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Parte 1
El neoinstitucionalismo como enfoque para el análisis de la universidad
contemporánea
Existen muchas corrientes teóricas que nos ayudarían a estudiar a la
universidad contemporánea. Podríamos hacerlo desde la Teoría de las
Organizaciones (TO) y entonces buscaríamos lo relativo a su diseño
burocrático-organizacional y a su capacidad para funcionar
eficientemente. O también podríamos estudiar a la institución universitaria
desde el ángulo sociológico y entonces veríamos su papel como entidad
educativa-socializadora. También podríamos estudiar a la universidad
como un actor político, que busca influir en el sistema político y que
entabla relaciones con éste, de diversos modos y medios y esta sería una
investigación desde la ciencia política más propiamente. Pero, a
excepción del último, ninguno de los otros enfoques nos ayudarían
cabalmente a estudiar a la universidad como estructura dentro de la cual
sus miembros llevan a cabo prácticas distintas y expresan posiciones
diversas respecto a su papel dentro de ella.
Si bien, como dicen unos autores “Ninguna teoría es siempre verdadera, y
éstas son solamente más o menos instructivas” (March y Stoker, 1995: 56), y
no obstante el actual auge por los estudios trans-disciplinarios, debemos
elegir la que más convenga al objetivo arriba fijado, siendo ésta -creemos-
la corriente neoinstitucional. Comencemos por definir el alcance de dicha
orientación.
¿Cómo se define una institución?
El neoinstitucionalismo tiene su origen en la larga tradición del estudio de
las instituciones políticas que constituye a su vez el origen de la política
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como ciencia moderna (Wallerstein, 1996). Los primeros institucionalistas
consideraron que el objeto central para la política como ciencia era la
institución del Estado. Aunque atractivo e importante el tema del estado
comenzó a abordarse desde una óptica legalista-normativa, pero
descuidaba los aspectos del comportamiento de los individuos y centraba
su atención en las estructuras o constituciones de los Estados. March y
Stoker definen este enfoque como “state-centred” (centrado en el estado)
y no como una perspectiva centrada en la sociedad (March y Stoker,
1995).
Al paso del tiempo, y con la irrupción de la revolución conductista y de la
elección racional y sus avances en ciencia política, fue siendo cada vez
menos útil una orientación teórica que se ocupaba de las estructuras del
Estado, prestando poca atención al papel de los individuos y que
utilizaba un método “descriptivo, inductivo, formal, legal e histórico-
comparativo (Rhodes, 1995: 43). En síntesis no había un reconocimiento
explícito de la acción individual, pues era una noción de la estructura a la
agencia, siempre en ese orden.
De manera que el neoinstitucionalismo luego de criticar estas posturas,
emprendió la tarea de recuperar la participación de las personas en las
estructuras sociales y políticas y en el mejor de los casos averiguar cómo se
influencian una a otra. Dos investigadores encabezaron esta corriente J. G.
March y J. P. Olsen con un artículo seminal titulado The new Institutionalism:
Organizational Factors in Political Life, (APSR, No. 78, 1984) y recogieron dos
grandes preocupaciones de la ciencia política: no abandonar el estudio
del Estado, pero quitar el énfasis en su parte legal-normativa, y crear una
versión más completa que incluyera la participación de los individuos
dentro de las instituciones que ejercen poder en la sociedad.
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Y hacia los años noventa la semilla había rendido frutos, no sólo del lado
de la ciencia política (Skocpol, 1992; Evans, 1998 ), sino también de la
economía (North, 1990), y de la sociología (Powell y Dimaggio, 1991).
Desde ambos frentes se desarrolló lo que conoceríamos al final de la
década como neoinstitucionalismo. Algunos de sus postulados centrales los
podemos encontrar al señalar con cierto detenimiento las características
de una institución. Algunos autores nos dicen que las instituciones “...son las
reglas, procedimientos acordados y las prácticas operativas regulares que
estructuran las relaciones entre los individuos en varias unidades de la
política y la economía” (Hall, 1986, pp.19-20). La definición no solamente
incluye al Estado, sino evidentemente abraza un gran conjunto de
instituciones del mundo moderno, constituyéndose así el primer y notorio
cambio con el enfoque precedente. Una institución comprende todo lo
relativo a un ámbito de dominio particular dentro de la sociedad. Un
espacio en donde sus componentes (miembros y recursos) efectúan tareas
persiguiendo determinados fines más o menos compartidos. Una
institución puede ser desde un apretón de manos (vista así por los
sociólogos) hasta la Organización de las Naciones Unidas (vista así por un
internacionalista), desde una universidad hasta la familia, desde un
sindicato hasta el mismo estado. Las instituciones son los hombres reunidos
para alcanzar fines.
En general la vida social contemporánea esta llena de instituciones, en
ellas los hombres se desenvuelven y aprenden a comportarse bajo los
cánones de cada una y de acuerdo a la cultura en donde tiene lugar. En
términos muy generales, por ejemplo, un padre de familia aprende a
mandar a sus hijos, y los hijos a obedecer, pues en la familia occidental esa
es la regla de la institución familiar. En un sindicato el líder lleva la primera
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palabra, pero la decisión la toma la asamblea, al menos en la formalidad
de las normas. En una universidad de modelo occidental el maestro es
quien comparte el conocimiento y lo hace crecer, y el alumno el que lo
recibe y lo practica. Todas estas son muestras de la institucionalización de
la vida social. El hombre contemporáneo casi no escapa a las reglas de las
instituciones a las que pertenece. Por ello estudiar a las instituciones es
tarea central de la ciencia social contemporánea.
Elementos fundamentales de una institución
Acercándonos con más detenimiento las instituciones, se observa que
tienen una estructura formal pero al mismo tiempo mantienen una
estructura informal. D. North nos dice que en las instituciones pueden
haber elementos formales o informales, los primeros son las reglas que los
seres humanos han conformado para sí mismos, y los segundos están
constituidas por las convenciones y los códigos de conducta (North, 1996).
El reconocimiento de la parte informal que existe en toda institución social,
muestra ya un paso adelante del legalismo esquemático de antaño. Las
instituciones se definen tanto por su parte formal, como por la informal. Las
formalidades de una familia, a menudo son transgredidas por algún
miembro, igual que las reglas de una universidad, o de un sindicato. Y muy
a menudo un recién llegado a una cultura distinta desconoce las reglas
informales y comete faltas sin saberlo. Frecuentemente son las reglas
informales las que privan en algunas instituciones, por ejemplo en las
instituciones de la vida política.
El enfoque neoinstitucional nos dice que la institución ofrece a los hombres
cierta estabilidad a través del tiempo, “...reduciendo la incertidumbre y
proveyendo una estructura para la vida diaria” (North, 1990: 3). Esta
estructura esta definida por un conjunto de principios fundacionales. Los
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miembros de una institución comparten esos principios, se identifican con
ellos y hasta los defienden. No hacerlo significaría una no pertenencia a la
institución. La estabilidad es una parte importante de una institución
prominente, pues logra orientar a sus miembros hacia los fines que se ha
propuesto; las instituciones sociales espontáneas, no parecen afectar y ser
influidas en mayor medida por el comportamiento individual, o bien este es
muy efímero. Esta parte tendrá un valor explicativo muy amplio para la
estabilidad de las instituciones universitarias.
Otra característica de una institución, de acuerdo al enfoque
neoinstitucional, es que en ella sus miembros deben compartir valores
fundamentales. Esto es justamente lo que le permite trascender al
individuo, y perdurar en el tiempo (Peters, 2003). Los valores son parte
integrante de muchas instituciones, constituyen en buena medida sus
pilares más firmes. La universidad es uno de los mejores ejemplos de
institución con una gran carga de valores.
Asimismo un aspecto relevante de las instituciones es que proveen de un
sistema de significados a sus miembros. Cuando hablamos de significados
hacemos alusión a Weber primero y al enfoque sociológico de las
instituciones, que veremos con mayor profundidad en el siguiente
apartado de este capítulo. Solo para adelantar, según este enfoque una
institución es el resultado final de la repetición de un conjunto de prácticas
sociales y de representaciones culturales que permanece en el tiempo,
creando significados y formando un bagaje histórico, del cual echan
mano los individuos para su acción social. Las ideas de símbolo, significado,
sedimentación, tradición y finalmente institución forman una orientación
teórica básica para entender cómo y por qué permanecen las
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instituciones. Veremos si esto tiene lugar en una institución como la
universidad.
Hasta aquí podemos ver que las instituciones tienen dos elementos
esenciales: la estructura y sus miembros. La estructura la forman la historia,
las leyes, reglas o valores y el espacio; los miembros son todos aquellos
individuos que fundan, pertenecen o buscan pertenecer a la institución.
Hemos visto someramente la estructura veamos ahora a los individuos.
Las instituciones son creaciones de los seres humanos, nacen con ellos, y
ellos las cambian. Es la participación de los individuos el foco para
entender a las instituciones. Las instituciones “Evolucionan y son alteradas
por los seres humanos; por tanto (nuestra) teoría debe empezar con el
individuo” (North,1990:5). A diferencia de otras corrientes teóricas, el
neoinstitucionalismo considera que los individuos son el actor central de las
instituciones, que son éstos los que construyen, moldean y finalmente
cambian a las instituciones. Es un enfoque que presenta primero al
individuo como agente dinámico en un espacio que es la estructura. El
neoinstitucionalismo se define como una orientación más centrada en el
individuo que en la estructura. Anteriormente se pensaba que era la
estructura la que determinaba el comportamiento de los individuos, es
decir eran orientaciones de la estructura a la agencia (Hay, 1995).
En consecuencia son los individuos los que cambian a las instituciones. Y
éstas pueden renovarse –digamos- súbitamente, “...cuando cambian las
estructuras legales o formales; pero las limitaciones informales como las
costumbres, las tradiciones y los códigos de conducta, que además
conectan el pasado con el presente y futuro, pueden darnos una pista
para explicar las rutas del cambio social” (North, 1990:6). Aunque North
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habla del cambio social en general, creemos que su idea es aplicable al
cambio intra- institucional. En ambos sentidos, lo que es más o menos
evidente es que si queremos estudiar el origen del cambio institucional
hemos de acudir al comportamiento de sus miembros.
Así el estudio de las instituciones no solamente incluye su historia, sus leyes,
su estructura (formal e informal) sino también de manera primordial lo que
hacen, piensan y desean sus miembros, pues de ahí se puede empezar a
estudiar porqué cambian las instituciones. ¿Cómo y porqué ha cambiado
la universidad contemporánea? Y ¿cuál ha sido el papel de los
universitarios? serían aquí las preguntas pertinentes a nuestra teoría.
Asimismo, los autores del nuevo institucionalismo, argumentan que las
instituciones moldean el orden social, moldean a los individuos, y a su vez
son moldeadas por éstos (Peters, 2003). Es decir afectan el
comportamiento individual y restringen sus marcos de acción. Aquí de
nuevo entran los actores, los individuos con su participación dentro del
marco institucional. Este punto particular nos habrá de ayudar mucho en el
análisis de nuestros académicos que al parecer también moldean a sus
instituciones, y no solamente obedecen las normas que rigen a la misma.
En este sentido, las instituciones son organizaciones2 integradoras, en virtud
de que sus miembros comparten –en principio- los objetivos de la misma, y
establecen un cierto compromiso con ella (Peters, 2003). Además la
institución “...trasciende a los individuos e implica a grupos de individuos a
través de cierto conjunto de interacciones pautadas que son predecibles
2 Es oportuno aclarar que aquí se expresará institución y organización indistintamente, solo con fines de redacción. Pues consideramos que no son la misma entidad y que cada una tiene un desarrollo teórico distinto. North lo dice muy claramente “ Una organización es el conjunto de estrategias por medio de las cuales una institución alcanza sus objetivos” (North, 1990: pp 3-6).
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según las relaciones específicas que existen entre los actores” (Peters,
2003:36).
Hasta aquí, ya podemos ir visualizando a nuestra institución bajo estudio: la
universidad contemporánea. Es claro que el viejo institucionalismo,
ocupado substancialmente en el estudio de las instituciones políticas,
como el estado y sus componentes, no nos ayudaba a entender, explicar y
aventurar alguna propuesta teórica sobre otras instituciones, tales como la
universidad. Pero el nuevo institucionalismo, si parece contener los
elementos básicos para ese estudio.
La universidad y el neoinstitucionalismo
De entrada la universidad puede ser estudiada como institución social en
primer lugar porque, en sus diferentes modelos, se ha constituido como un
grupo de hombres que persiguen ciertos fines. Es una institución social de
trascendencia porque mantiene un cuerpo valoral y fundacional que
comparte con la sociedad en la que se encuentra. Y porque regula
conductas y provee de significados e identidad a sus miembros; todo ello
en general la hace una genuina institución social. Veamos, sin embargo,
más en detalle las características propias de las instituciones universitarias.
En primer lugar la universidad puede ser estudiada a la luz de la teoría
neoinstitucionalista porque en ella se desarrollan “…rutinas, métodos
normalizados de hacer las cosas mediante organizaciones dotadas de los
recursos y autoridad necesarios” (Shepsle y Bonchek, 2005: 289), esto es
porque en ella se presenta la cooperación y las acciones de los individuos
(acciones colectivas) para ciertos propósitos comunes. O sea la
universidad es integradora, sus miembros profesores, alumnos y
autoridades comparten en principio los objetivos de la docencia, la
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investigación y la difusión. Esto le ha dado a la universidad una
determinada estabilidad, que se ha visto en peligro cuando precisamente
dichos objetivos no son compartidos por sus miembros; o cuando sus
miembros, las autoridades por ejemplo, se han alejado de los objetivos
originarios. Es en este punto cuando las instituciones cambian, y ello ha
ocurrido justamente a las universidades a lo largo de la historia. Sobra decir
que las instituciones universitarias, como toda institución social, no es
estática ni se desarrolla al margen de la vida social, es parte de ella, influye
en ella y es influida por ella.
En segundo lugar la universidad tiene y trata de mantener cierta
legitimidad ante la sociedad pues los valores que le dieron origen y que se
mantienen como parte de su fundamento, son valores compartidos por la
sociedad (al menos occidental). La búsqueda de la verdad, tan cara a las
instituciones universitarias, ha sido a lo largo de siglos un valor que la
sociedad anhela, y ha sido la universidad la principal depositaria de su
estudio y significación. Los valores de la democracia, como la libertad, la
tolerancia, el respeto, se encuentran en la mayoría de los fundamentos de
las instituciones universitarias modernas. Las sociedades occidentales se
identifican con éstos dejando a la universidad como la institución
formadora de individuos bajo estos valores. Esta es una de las razones
fundamentales que explican la duración y permanencia de las
universidades como instituciones, pues los valores que propugnan
trascienden a sus miembros y abarcan la sociedad entera.
En tercer lugar la universidad es una institución reguladora de conductas.
Las organizaciones (administrativa, académica, legal) que la conforman
establecen los parámetros a seguir por los individuos, en este caso
profesores, alumnos o autoridades (administrativas y directivas). Es decir, las
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universidades fijan límites conductuales a sus miembros. No todo miembro
de la universidad es libre de actuar a su entero deseo. Las reglas permiten
y alientan las acciones para alcanzar ciertos objetivos, pero tanto maestros
como alumnos están obligados a ciertas prácticas, necesarias y
recurrentes y a determinados procedimientos, que no pueden evitar ni
eliminar. Evaluar el rendimiento escolar es un ejemplo de ello, como
también lo es el grado alcanzado por los profesores para ejercer la
cátedra o la obligación de las autoridades de proveer los recursos para el
alcance de los objetivos de docencia e investigación. Todas estas son
formas de regular la actuación de los miembros de la institución
universitaria.
Esta característica es asimismo recíproca. O sea, así como los miembros de
una institución están obligados a seguir cierta conducta, también pueden
pugnar por cambiarla y en numerosas ocasiones lo han logrado. Ello
justamente ha hecho que las instituciones cambien sus rutinas, sus reglas,
sus prácticas e incluso sus componentes organizacionales. Esto se ha
traducido en la creación de distintos modelos de universidad, la mayoría
de los cuales en la actualidad están en proceso de cambio y a menudo
mezclan distintos modelos.
Y si atendemos a las formas de gobierno de las universidades existen varios
prototipos: el burocrático, el colegiado, el político y el llamado de
anarquía organizada (Millán, 2001). Todos los modelos mencionados se han
creado por la recurrencia de la acción colectiva de los miembros de la
institución. Durante la vigencia de éstos, se moldearon ciertas conductas,
que luego fueron cuestionados y finalmente cambiados por nuevas.
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Una cuarta característica propia de la universidad como institución y que
atañe directamente a los individuos que la integran, es la universidad
como sistema de significados. La pertenencia a la universidad ya sea
como profesor, como alumno o como autoridad, otorga un determinado
estatus simbólico, que se reproduce, y forma lo que llamamos tradición
universitaria (como la inglesa que mencionamos arriba). Son prácticas y
representaciones, o acciones e ideas que se van repitiendo y adquieren
determinado sentido con el tiempo. Las posiciones jerárquicas que ocupan
los profesores frente a los alumnos o las autoridades frente a éstos dos, o
bien los niveles académicos, o las formas o métodos de investigación y
docencia, forman parte de dicha tradición. Ser académico universitario,
no es simplemente dar clases3, sino ser académico representa la
adquisición de una herencia social cognitiva que comparte con los demás
miembros, no sólo de la institución, sino con la sociedad en su conjunto.
Así los individuos que ingresan por primera vez a la institución van
aprendiendo dicha tradición y van adoptando sus prácticas. En este
sentido la libertad de cátedra, por ejemplo, es un elemento institucional
que define y distingue a las universidades de otras instituciones educativas.
Aquellos que ingresan ya sea para aprender o para enseñar lo van
asimilando y llegan a defenderlo, pues paulatinamente forma parte de su
propia esencia como universitario, como individuo. Es exactamente esto lo
que definiría a un universitario, su vida social es tal, en tanto pertenece o
pasa por las aulas universitarias. La universidad influye en los individuos, 3 Estamos considerando aquí que un académico es el profesor de tiempo completo que se dedica laboralmente todo su tiempo exclusivamente a la universidad. En América Latina esto es una constante, un buen número de profesores solo dedican una parte de su tiempo a la cátedra. Ello puede o no resultar, un obstáculo para el ejercicio pleno de la academia, ya que depende, si se dedican también a la investigación o a una práctica profesional relacionada con la docencia, la docencia se actualiza (por la investigación) o se vuelve menos teórica y más profesionalizante. También depende del tipo de materia o tema.
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pues les provee de significados y viceversa. Por ello podemos estudiarla
como auténtica institución social.
Un último aspecto propio de la universidad es que se trata de una
institución en donde la sociedad ha depositado autoridad y recursos para
resolver problemas (Shepsle y Bonchek, 2005), y en este sentido se ha
constituido como una comunidad política pues dentro de ella tiene lugar
una lucha por obtener dicha autoridad y por manejar tales recursos, es
decir una lucha por el poder. Las universidades contemporáneas –como
estudiaremos- no son ya meramente centros educativos y científicos, son
espacios donde se establecen pugnas entre sus miembros y entre los
grupos que estos conforman. Shepsle y Bonchek nos dicen que “La
institucionalización de la política no sólo se da en la capital de un país,
sino en torno a la mesa de la cena, en la sala de juntas, en la escuela y en
el salón de asambleas del sindicato”. (2005: 290).
Hasta aquí hemos podido observar que la universidad puede ser estudiada
a la luz de la teoría neoinstitucional, en virtud de que reúne una buena
parte los elementos propios de una institución social. Sin embargo, hemos
de buscar ya nivel de indicador los más específicos de la universidad, que
nos ayudarán a explicar con más detenimiento la institución universitaria.
De este modo, y a pesar de reconocer que las versiones primeras del
nuevo institucionalismo aún no nos ofrecían con precisión tales indicadores,
las aportaciones más recientes comienzan a proporcionar algunos de estos
elementos que nos estarán justamente indicando cómo analizar las
instituciones, en especial instituciones distintas al Estado o a las legislaturas,
que han sido el objeto más recurrente de estudio del neoinstitucionalismo
en ciencia política.
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Tal es el caso de la obra de Shepsle y Bonchek que ya hemos mencionado.
Estos autores señalan para una variedad de instituciones como la empresa,
el sindicato, la Junta de padres de familia, las universidades y desde luego
el Congreso, los partidos políticos, y otras más; cuatro elementos: división
del trabajo y procedimiento regular; especialización del trabajo;
jurisdicciones; y delegación y supervisión (2005:290). Vale la pena desglosar
cada uno de estos indicadores y establecer cual sería su aplicación a la
institución universitaria.
Indicadores institucionales y universidad
a) División del trabajo y procedimientos regulares. Una institución
normalmente cuenta con una estructuración preliminar que sirve de guía
para la actuación de sus miembros. Se trata del conjunto de reglamentos
y procedimientos que cotidianamente se han de seguir al interior de la
institución. Consideramos que en el caso de la universidad dichos
elementos son, por un lado la legislación y los reglamentos ya establecidos;
y por otro la división de autoridades, en órganos de gobierno y
administración burocrática. Estos elementos permiten saber hasta que
punto los responsables de cada ámbito cumplen y que tan regularmente
se llevan a cabo los procedimientos o lo contrario. Ello es muy importante
pues como dicen nuestros autores “…frena las conductas arbitrarias de
los líderes de la institución” (2005: 292). Una institución como la universidad
debe observar con precisión esa división del trabajo y ese cumplimiento en
los procedimientos, pues es un cuerpo muy complejo de individuos que no
necesariamente y siempre buscan o tienen los mismos intereses.
b) La especialización del trabajo. Esta característica responde a la
diversidad de cualidades y preferencias de los miembros de una institución.
En este sentido, las instituciones intentan hacer una separación de ámbitos
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de desempeño. Para el caso de las universidades esta podría ser la gran
división entre docencia, investigación y difusión. Gracias a esta distribución
la institución otorga a ciertos individuos las responsabilidades
correspondientes a cada ámbito, y éstos van adquiriendo experiencia y
pericia en el área. Lo que en su conjunto hará que las tareas de la
institución entera sean más eficaces. Esto es lo contrario a que todo el
mundo haga de todo, sin llegar a acumular experiencia en algún área de
trabajo más específica.
c) Las jurisdicciones4. Aquí se habla del paquete de actividades y los
individuos que las realizan, en un rubro específico de todos los que tendría
la institución. “En el caso de las universidades, por ejemplo, las áreas del
conocimiento se dividen en disciplinas, cada una de las cuales se asigna a
la jurisdicción de una facultad o departamento. Los estudiantes de cada
facultad se especializan en dominar el conocimiento de la disciplina de
que se trate, mientras que los profesores se especializan en la creación de
nuevo conocimiento en ese campo y su enseñanza a otros” nos dicen
nuestros autores refiriéndose precisamente a las universidades (Shepsle y
Bonchek, 2005: 296).
Así, las facultades, escuelas o departamentos son las distintas jurisdicciones
con las cuales la institución especializa sus objetivos. Las universidades se
empeñan en reforzar sus jurisdicciones por las presiones externas (gobierno,
sociedad y otras universidades) para mejorar su capacidad de
4 Habría que definir con más cuidado el término traducido del inglés Jurisdiction, que quiere decir: “el poder oficial para tomar decisiones legales y juicios a cerca de algo” (Oxford, Advanced Learners, Oxford University Press, 1995), y el significado en español, según la Real Academia de la Lengua Española (2001) se dice que jurisdicción es el poder o autoridad que tiene alguien para gobernar. Si bien el término también tiene otras acepciones cercanas a tareas de jueces y magistrados en ambos idiomas, la idea de nuestros autores es la jurisdicción como el otorgamiento de poder a un determinado ámbito de trabajo en una institución.
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desempeño; y también por las presiones internas, por ejemplo de sus
profesores que quieren obtener más apoyos para investigación, o de sus
estudiantes que quieren mayor especialización, o de sus autoridades que
buscan destacar su nivel de poder jurisdiccional, frente a otras facultades.
Asimismo el establecimiento de las jurisdicciones en las universidades les
lleva a ser expertos en áreas particulares, incluso fuera de la institución.
“Suele suceder que un politólogo de Harvard sepa más sobre lo que está
pasando en la facultad de Ciencia Política de Stanford que sobre lo que
ocurre en la facultad de Química de Harvard” (Shepsle y Bonchek, 2005:
297).
d) Delegar y supervisar. Por último, y dada la cantidad de tareas de la
institución, se necesita delegar autoridad en determinados miembros de la
institución y ser capaz de ejercer cierta vigilancia sobre su cumplimiento,
para evitar que cada quien actúe según sus propios deseos. En las
universidades, cada facultad o jurisdicción, debe responder a los objetivos
de toda la universidad y las acciones de sus profesores, alumnos y
autoridades deben estar sujetos a supervisión. Ya que si en una facultad se
diera preferencia a las pretensiones de los alumnos o de los maestros,
aunque estos fuesen ajenos a los de la institución en su conjunto, al final la
delegación de autoridad sería un fracaso. “Si el departamento de Ciencia
Política de una universidad pudiera ejercer cualquier actividad que los
miembros de su cuerpo docente desearan, algunas tareas de capital
importancia de la universidad (la enseñanza de los estudiantes, por
ejemplo) podrían resultar deficientes” (Shepsle y Bonchek, 2005: 298). La
supervisión de los horarios y las tareas de los académicos por ejemplo,
forman parte de este componente institucional de las universidades, y nos
41
estarían indicando cuan desarrollada es la delegación y supervisión de las
actividades y objetivos institucionales.
Consideramos que estos cuatro puntos serán útiles para observar a las
instituciones universitarias y en términos generales nos ayudarán en el
tratamiento analítico de las instituciones universitarias. No obstante, aún
tienen un carácter muy general, y no llegan a proporcionarnos
herramientas concretas para acercarnos a la conducta individual. Nos
indican que tanto se han delegado funciones, o que tantas jurisdicciones
tiene o cómo se ha dividido el trabajo, en la institución en general, pero no
la participación de los miembros en todo ello se presenta de manera muy
tangencial. Qué es lo que piensan, por ejemplo, los académicos de la
división del trabajo, o de la delegación y supervisión de actividades, no
está especificado cómo se ha de analizar. O no hay elementos para
investigar en detalle cuál es la influencia de los estudiantes en la
regularidad de los procedimientos. O hasta que punto las autoridades
pueden imponer una determinada división jurisdiccional.
Finalmente, aunque el enfoque nos ofrece las ideas fundamentales para
entender y explicar a las instituciones (incluidas las universitarias) parece
que aún está en proceso de desarrollar herramientas de investigación para
llegar al nivel del individuo, aún sus más detalladas herramientas están
hablándonos de la estructura. Consideramos esto como una debilidad del
enfoque. Y en el estudio de las instituciones universitarias, el problema
radica en que abundan las indagaciones (y más aún las propuestas) sobre
estructuras, pero urgen estudios sobre el papel de sus miembros, al menos
sobre una parte, sus académicos5. Es por ello que buscamos utilizar una
5 Aún los estudios que se han hecho sobre estudiantes, acuden en general a datos cuantitativos de matrícula, egreso, eficiencia escolar, grados académicos, etc. Sin embargo, un grupo de estudios sobre participación estudiantil se dio durante el periodo
42
perspectiva teórica que lo ha hecho con mucha pertinencia, a saber la
orientación post-conductista. Este enfoque –creemos- completará la visión
de la universidad como institución, pues atenderá a las particularidades de
la conducta de una parte de sus miembros, los académicos.
Mediante un breve repaso del enfoque post-conductista, podremos
destacar los instrumentos de investigación cuantitativa y cualitativa con los
que habremos de analizar la participación de los académicos en sus
instituciones.
…………………….&……………………
La relación individuo-institución ha sido abordada, con mayor o menor
éxito, en casi todas las versiones del nuevo institucionalismo (histórico,
normativo, sociológico, empírico, racional, internacional) (Peters, 2003); es
clara la preocupación por establecer el papel del individuo como
miembro de una institución, sin embargo no parece haber un método más
o menos específico y preciso para estudiarlo, para investigarlo. Esta es en
nuestra opinión, la mayor limitación del nuevo enfoque: cómo averiguar
de qué tipo, en qué modalidades, bajo qué estímulos se establece la
intervención de los individuos en sus instituciones, en especial en
instituciones como la universidad. El enfoque no parece proveernos de un
método cuantitativo o cualitativo claro para llevar a cabo dicha tarea.
Aquí es donde observamos que la metodología post-conductista puede
resolver, en buena parte, la deficiencia. La parte que sigue intenta
recuperar ese aún valioso legado.
posterior a 1968, cuando tuvo lugar en el mundo una reforma importante de las universidades, reclamada en buena medida por los estudiantes. No siendo aquí el lugar para ahondar en ello, la nota sirve como observación hacia la escasez de estudios recientes sobre participación estudiantil en las estructuras universitarias.
43
Parte 2
El esquema analítico del enfoque post-conductista y los académicos
En esta parte buscamos recuperar del enfoque post-conductista la parte
metodológica que puede proveernos de las herramientas cuantitativas y
cualitativas básicas para la investigación de la participación de los
académicos, y a través de ello establecer un respaldo empírico sólido para
la investigación. Para nuestros fines, sin embargo, conviene revisar los
orígenes de dicho enfoque, pues nos permitirá ubicar la validez de sus
aportes como esquema que con más pertinencia llega al individuo.
Un primer aporte lo encontramos en los estudios de la cultura política, cuyo
tratamiento ha sido extensamente abordado desde la aparición en 1963
del libro The Civic Culture (Almond y Verba, 1963). La sugerente idea de
analizar el comportamiento político de la población, utilizando técnicas
cuantitativas, resultó sumamente importante y formó parte de la llamada
revolución conductista de los años sesentas y setentas, que sugería estudiar
al individuo aislado del mundos social y político. Se presentaba como una
orientación que analizaba el comportamiento de un individuo libre de
valores era una teoría llamada value free. Sin embargo, dicha
aproximación resultó ampliamente cuestionada, especialmente por
sociólogos y antropólogos, que la consideraban parte de un modelo
occidental de orientación norteamericana capitalista y democrático-
liberal e insistían en reubicar el estudio de la cultura política (o del
comportamiento político) dentro del amplio campo de los valores,
significados e instituciones de la cultura general. En general el
conductismo. Pero en términos reales
44
Más de cerca el esquema que dicha tradición aportaba era el siguiente.
Se intentaba estudiar las actitudes de la población hacia sus respectivos
sistemas políticos, abarcando tres aspectos centrales: los conocimientos
sobre el tema político, la identificación o sentimientos del individuo hacia
su sistema político y la evaluación sobre éste; es decir una dimensión
cognoscitiva, una afectiva y una evaluativa. Entender que en sociedad
los individuos actúan con base en dichos elementos ha nutrido gran parte
de los estudios posteriores sobre comportamiento político e institucional, en
virtud de que abarca tres de las esferas más importantes en un individuo:
sus conocimientos, sus sentimientos y su escala de valores.
Dicho esquema nos permitió la definición de variables, y la asociación de
indicadores observables (medibles) que dieran cuenta de dichas variables.
Es decir, en primer lugar la definición conceptual, enseguida la definición
operacional y de indicadores, y por último el instrumento de medición, en
este caso el cuestionario. La técnica de encuestas, que resultó en el
mediano plazo una técnica de investigación con amplias posibilidades de
aplicación a la investigación de los fenómenos políticos y sociales en
general.
A pesar de las sucesivas críticas a la corriente de la cultura política, es
posible afirmar que ha sido muy útil para entender las actitudes de las
personas hacia la esfera política, que saben de ésta, como se identifican
con ésta, y como la evalúan. Al menos así lo han desarrollado los más
recientes aportes teóricos en esta línea. Ejemplos de ello son los textos de
John R. Gibbins, titulado Contemporary Political Culture (1989) y el de Larry
Diamond cuyo título es Political Culture and Democracy in Developing
Countries (1993), R. Inglehart (1997) Modernization and Postmodernization.
45
Estamos hablando ya de un nuevo enfoque de cultura política, el que nos
presenta de manera integral estudios de inferencia estadística sobre
cambios de valores en las sociedades contemporáneas. Se trata de
investigaciones que ya no observan la fuerte carga ideológica pro-
capitalista y de reproducción del sistema democrático-liberal anglosajón,
que contenían los estudios pioneros sobre cultura política, pero que sin
duda aportan substanciales hipótesis sobre el cambio socio-político de las
sociedades contemporáneas y el comportamiento y papel de los
individuos en éste. Todo ello forma parte del llamado post-behaviuoralim o
post-conductismo.
Lo que aquí nos importa más, sin embargo, no son los avances en el
estudio de la cultura política sino dos asuntos centrales. El primero es el
proceder metodológico o sea la necesidad de respaldar con datos
empíricos toda proposición teórica. Y el segundo la forma en que se
recopilan dichos datos, es decir la técnica cuantitativa de los estudios de
opinión, la cual habiendo superado la fase elemental de selección de
datos gruesos y superficiales y ayudada por la inferencia estadística
aplicada a la investigación cualitativa (King, et al: 1994) ha hecho avanzar
notablemente a los estudiosos sobre el terreno de datos finos de
poblaciones grandes o pequeñas y proporcionar evidencias de mayor
validez a las proposiciones teóricas. Pues en buena medida todas estas
aportaciones ayudan para entender y explicar las distintas formas en que
grupos sociales abordan la esfera de poder político en general e
institucional en particular. Según esta teoría, todo individuo a la hora de
enfrentar una esfera institucional y/o de poder echa mano de estos tres
elementos: sus conocimientos previos y vigentes del entorno, sus
emociones o sentimientos hacia el mismo o sus miembros; y la evaluación o
46
juzgamiento que hace de dicho entorno (Almond y Verba, 1963; Inglehart,
1997; Diamond, 1993).
En suma creemos que la teoría post-conductista posee muchas virtudes a
la hora de analizar actitudes y comportamientos sociales. Ya que, a menos
que nos interesara el comportamiento psicológico de los individuos,
difícilmente encontramos un esquema analítico más rico que el que
observa los aspectos cognitivos, afectivos y evaluativos en el
comportamiento de los individuos (sus creencias y su participación) en un
espacio más o menos determinado. Justamente lo que aquí habremos de
buscar en los académicos, pues de ahí se derivarán las modalidades de
participación dentro de la institución universitaria. Como se puede ver el
enfoque neo-institucional puede verse complementado por estos aportes.
Hay que agregar que dentro de los elementos que propone la corriente
post-behaviorista, debemos rescatar que recurre al criterio de verificación
o testabilidad. Y que la obtención de evidencias por la vía de las
encuestas sirve para probar proposiciones teóricas. Pudiendo ser éstas
verificables por otros investigadores, es decir, el llamado criterio de
falsación o falsificación de la teoría, del que ya nos hablaba Popper
(Popper, 1972). Aún más, según Popper “...las teorías pueden ser vistas
como científicas, si éstas generan predicciones empíricas que pueden ser
verificables” March y Stoker, 1995: 63). En este sentido, cuando abordamos
a nuestros académicos, no estamos eligiendo aquellos casos que
–digamos- se acomodan a nuestra teoría, pues ello significaría encontrar
casos ad hoc a lo que queremos explicar, y la selección de ejemplos
puede ser ciertamente arbitraria, y difícilmente replicable. Por tanto si
seguimos el esquema metodológico riguroso hemos de abarcar un objeto
de estudio lo más sistemáticamente definido que nos permita verificar
47
nuestras explicaciones sobre el mismo. Pero que además otros lo puedan
replicar. Todo ello estará detrás del trabajo de campo que en capítulos
posteriores habremos de llevar a cabo para estudiar la participación de
los académicos de una institución universitaria.
De todas maneras vale la pena hacer una incursión más amplia en otras
teorías que abrazan el estudio del comportamiento y la acción social y
tratar de ver si sus fundamentos pudieran ser de utilidad para nuestro
estudio. Veamos dos de estas orientaciones, la teoría de la Elección
Racional y la sociología interpretativa. Veamos.
La teoría de la elección racional, las instituciones y los individuos
En ésta corriente se asume que todos los individuos llevan a cabo sus
decisiones en forma racional basados en un cálculo entre las opciones
disponibles. Esta teoría tiene sus raíces en una obra de Gordon Tullock
(1962) (citado por Chilcote,1994)6, cuya línea es en cierta medida
continuada por James Buchanan (1962) dentro de la economía y por
Anthony Downs (1957) por el lado de la sociología y ciencia política7. En
ambos el argumento central es que un análisis del mercado debería estar
basado en el individuo racional que persigue sus propios intereses y elige
en consecuencia. En ese sentido la preocupación central era la
eficiencia de las instituciones gubernamentales en el diseño de las
preferencias individuales sobre los bienes y las políticas públicas.
Así, hacia los años sesenta y setenta esta teoría intentó, basándose en la
economía y los modelos formales, describir el ambiente político, incluidas
6 The Politics of Bureaucracy (1962) Public Affairs, Washington, D.C. Citado por Chilcote (1994) 7 Las obras respectivas son: Buchanan, James. (1962) The Calculus of Consent, Univ. of Michigan, Michigan y Downs, Anthony (1957) An Economic Theory of Democracy, Harper & Brow, New York.
48
las actitudes hacia la política. La obra que marca la decisiva entrada de la
Rational Choice a la teoría política es de Mancur Olson: “La Lógica de la
acción colectiva” (1992)8. Gabriel Almond, fue un gran crítico de la misma
al calificarla de reduccionista y en cierto modo lo era. “..el análisis de la
elección racional puede conducir a distorsiones empíricas y normativas, si
no es utilizado en combinación con las ciencias históricas, sociológicas,
antropológicas, y psicológicas, las cuales consideran los valores y servicios
de la gente, los intercambios culturales y nacionales, a través de los
estratos sociales, y en un espacio temporal dado (Almond, 1990:121). Es
decir, no toma en cuenta todo el bagaje histórico-institucional del que los
individuos echan mano a la hora de actuar.
La teoría de la elección racional tiene una relativa utilidad si tratamos de
buscar significados, códigos y tradiciones sobre las esferas institucional y
política en la que se mueven los individuos. Es poco factible, de acuerdo a
todo lo dicho, que un individuo actúe dentro de los límites de una
institución, basado solamente en un cálculo racional individual. La
elección racional, para ser considerada en términos culturales, tendría que
adentrarse en otros ámbitos diferentes a los que sus estudiosos lo
concibieron. La historia, la ideología, la religión, la tradición cultural, son
factores no abordados por ésta teoría. Todos, sin duda, explican mucho de
la vida institucional a la que los individuos atienden.
De todas maneras, es importante mencionar dicha aproximación teórica,
porque el impacto del mercado en la dinámica social contemporánea es
tal que ha removido el ámbito político-institucional en amplia medida. Tal
pareciera que las instituciones han perdido parte de su influencia en las
8 La edición en español en la editorial Limusa data de 1992 , pero la obra original en inglés es de 1965, con el título de “The Logic of Collective Action: Public Goods and the theory of Groups” Cambridge, Mass: Harvard University Press.
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decisiones del individuo, pues se presenta una imagen de individuo
calculador y frío al momento de elegir o decidir sobre las opciones que se
le presentan.
Hasta aquí, parece difícil encontrar en la Teoría de la Elección Racional
una aproximación más o menos plausible para el estudio de la
participación de los individuos en las instituciones. No obstante su amplio
poder explicativo, así como los eminentes cambios en la racionalidad de
las instituciones sociales, pueden estar presagiando un comportamiento de
los individuos más acorde con un cálculo racional sobre las opciones
disponibles, y de menor compromiso a las metas de la institución.
Posiblemente un homo academicus mucho más calculador, y cada vez
menos idealista.
La sociología interpretativa, las instituciones y los individuos
Consideremos ahora la sociología interpretativa. Ésta nos ofrece otra
mirada para estudiar el origen del comportamiento y la acción social de
los individuos, y nos presenta dos instrumentos de análisis muy sugerentes: el
sentido y significado de los mismos. La idea central aquí es que detrás de
las acciones de los hombres subyacen ciertos sentidos, que las acciones de
los individuos no son casuales o meramente accidentales. Ello significa que
las acciones de los hombres no se sitúan en el nivel superficial, o externo,
sino que tienen un determinado sentido anterior, un sentido que se va
adquiriendo a partir de los usos y costumbres de la comunidad o de la
institución de la que son miembros.
Todo lo anterior ya aparecía en la obra de Alfred Schutz The
Fenomenology of the Social World (1932), quien desarrolla la
fenomenología hacia el campo del mundo social. Las personas
50
desarrollan y usan ‘tipificaciones’ en el mundo social. En cualquier situación
que se da en el mundo de la vida cotidiana, una acción viene
determinada por un tipo constituido de experiencias anteriores (Ver
Ritzer,1993: 268-269).
Esas tipificaciones, resultado de los hábitos y patrones construidos
previamente, las utiliza el individuo en su acción social cotidiana y se
convierten en instituciones. De manera que la búsqueda por el origen de
las prácticas sociales tiene que ver con esos hábitos, patrones,
tipificaciones, que van formando finalmente instituciones. Siguiendo este
orden de ideas el origen de las prácticas institucionales de los individuos
hemos de situarlo en el plano intersubjetivo, referido a la forma en que los
miembros de una colectividad piensan lo que piensan con relación a su
institución.
Para llegar a conocer el sentido de la acción individual y colectiva
debemos interpretar los códigos, a través de los cuales se dan las
relaciones entre individuos, propias y distintivas a cada institución o en
cada grupo social dentro de ésta. Para descodificar esos sentidos,
debemos reconocer el significado de sus códigos y para esta tarea
habremos de buscar el sedimento o la estructura del bagaje común de los
sentidos propio del grupo social en estudio o sea el acervo social del que
los miembros de dicho grupo echan mano a la hora de actuar. En el caso
de nuestros académicos, ese bagaje ha de buscarse en la historia de la
institución, en sus distintas etapas y como esto ha generado las diferentes
modalidades de participación a lo largo de su trayecto como institución.
Por ello esta aproximación teórica nos ha de ser más útil.
51
Dichas acciones individuales, como acciones sociales, poseen ciertos
significados, que a su vez provienen de un depósito común de sentidos,
compartidos por los integrantes del grupo social. Es decir, por ideas o
nociones que se han fijado generacionalmente. El bagaje de significados y
sentidos que los hombres dieron y siguen dando a sus acciones forman una
tradición, la tradición de los sentidos que es compartida por todos los
miembros de la comunidad y fuente de la acción social de éstos. Y si bien,
dichos sentidos parten del ámbito subjetivo, importa mucho reconocerlos
porque nos permiten averiguar por qué los hombres responden como lo
hacen en momentos o ante problemas determinados; en nuestro caso,
porqué responden como lo hacen en las instituciones universitarias.
Habremos sin embargo, de observar que tanto el sentido como el
significado de la acción social son todavía muy generales para
comprender la acción de los académicos dentro de su institución, en
virtud de que abarcan todo el espacio de lo social, mientras que el campo
bajo estudio es más restringido, aún si lo consideramos como el espacio
donde tienen lugar la elección de acciones dentro de una institución. De
manera que el sentido de la acción dentro de las instituciones se podría
empezar a buscar en el acervo social o sistemas de significado de la
institución, los cuales según Crespi “...habiéndose formado a través de la
experiencia individual y colectiva, median simbólicamente en las
relaciones del sujeto con sí mismo, en las relaciones entre los actores
sociales, además de en las relaciones entre éstos últimos y las condiciones
materiales de su ambiente de vida” (Crespi, 1997:12).
Este orden de ideas coloca el análisis de la participación de los
académicos del lado del individuo en su vida institucional cotidiana. En
consecuencia, la acción institucional de los individuos no está siempre
52
orientada desde las estructuras de poder, sino que una parte responde y
es objetivación del conjunto de ideas sobre la autoridad y el poder que
están contenidas en el acervo social y que se fueron sedimentando
históricamente en él. Las consideraciones que los hombres hacen a sí
mismos y con los otros hombres, sobre la autoridad y el poder en el grupo
social, se obtienen principalmente de dicho acervo, pueden cambiar y se
pueden negociar en cada acción o ser respuesta de la estructura de
incentivos que presenta la institución, pero una buena parte se preserva y
hereda.
La fuerza de dicho acervo influye en la reproducción del orden
institucional, lo cual significa que son las acciones individuales de los
hombres quienes participan preservando o cambiando de dicho orden.
Por eso las instituciones no están dadas para siempre, una parte la
reproducen los hombres y otra cambia. Como bien decía North (1990).
La acción individual en consecuencia, no empieza con la consideración
del hombre como miembro de una institución, recién ahí ya se han
formado la mayor parte de los códigos intersubjetivos con los que se actúa
en la vida institucional. La otra parte está fijada por la estructura de
incentivos que presenta la institución a sus miembros. Lo que da
propiamente su carácter de institución.
A pesar de lo sugerente del enfoque interpretativo, resulta notoriamente
difícil el estudio de la participación institucional de un grupo social como
los académicos exclusivamente desde el ángulo de la sociología
interpretativa, pues desde nuestro punto de vista la forma en que reúne y
sistematiza los datos no sería lo más adecuado para analizar la
participación institucional de los académicos. Lo que usualmente se utiliza
53
para llevar a cabo investigación bajo dicho enfoque son métodos
cualitativos, entrevistas a profundidad, investigación presencial, y la
llamada descripción profunda (Geertz, 1995). Pero estos métodos no nos
permiten llevar a cabo investigación cuantitativa que nos ayude a
establecer inferencias válidas para explicar el comportamiento de un
universo más o menos grande de individuos, pues su propósito es estudiar
grupos concretos y generalmente reducidos. No es el caso de nuestros
académicos.
No obstante, es muy importante el rescate de ideas centrales como el
acervo de códigos que, en este caso, los académicos han construido
históricamente acerca de su orden institucional ya que éste permea su
acción dentro de la universidad, es en este sentido la objetivación de
dicho acervo.
Y en este mismo sentido comenzamos a estudiar a los académicos,
recurriendo a su acervo histórico, para ir desmenuzando sus pautas de
comportamiento en la institución. Primero lo haremos observando al
conjunto de las universidades públicas, y en este recorrido visualizamos por
un lado a la estructura institucional, y por otro al comportamiento de los
académicos dentro de ésta. Con este marco histórico-institucional nos
acercamos a un grupo determinado de académicos los profesores de la
UAEM.
El enfoque postconductista, la universidad pública y la UAEM
Por último la utilización del enfoque postconductista para el estudio de los
académicos de una universidad pública se justifica por al menos dos
razones fundamentales. En primer lugar por que aspiramos a que la
metodología utilizada para el estudio de los académicos (muestra
54
representativa de un universo determinado, del cual la muestra fue
establecida siguiendo ciertas reglas para garantizar representatividad) sea
útil a investigaciones de corte similar. La tesis analiza un estudio de caso a
profundidad, su fortaleza es justamente los métodos de llegar a dicha
profundidad.
En segundo lugar creemos que el enfoque individualista del
postconductismo se ha perfeccionado lo suficiente como para poder
aplicar la metodología de las encuestas a grupos como los académicos, y
al mismo tiempo evitar su visión del individuo libre de valores que antes
distinguían al enfoque. Justamente las más recientes investigaciones bajo
esta orientación se han avocado al cambio estudio de los valores en las
sociedades contemporáneas (Inglehart, 1988, 1997).
En concreto la utilización de una parte del enfoque posconductista será de
gran ayuda para reunir, sistematizar, analizar e interpretar los datos sobre la
participación institucional de los académicos en la universidad. Utilizamos
la vertiente de los estudios de cultura política que nos indica tres elementos
de dicho comportamiento, el elemento cognitivo, el afectivo y el
evaluativo. En consecuencia estaremos organizando la información
entorno a estos tres elementos indicativos de cada faceta del
comportamiento individual, pero además hemos definido un prototipo de
académico que representa una generalidad en la institución. Todo ello
habrá de enmarcarse en la estructura y tradición universitaria,
reconociendo de antemano que el académico es tal en tanto pertenece
a la institución.
El acercamiento a nuestros académicos debe tener cierto rigor, pues la
búsqueda casual o arbitraria de opiniones, de formas de acción o de
55
actitudes en un grupo determinado de individuos no serviría para
demostrar parámetros consistentes de participación institucional. Serían
ejemplos casuales o fortuitos que no representarían un fuerte respaldo
empírico a nuestras proposiciones teóricas. El conocimiento de una
institución no sería completo si no estudiásemos el papel que juegan sus
miembros, el conocimiento de la institución universitaria no será integral
hasta que no indaguemos la forma en que sus académicos participan en
el diseño y cambio de su institución. Los modelos teóricos del
neoinstitucionalismo y el posconductismo, y la metodología que de ellos se
desprende, nos permite fundamentar empíricamente nuestro estudio, y
verificar o refutar las hipótesis, es decir la posibilidad de relaciones entre las
variables identificadas.
Intentaremos aplicar estas grandes líneas teóricas a nuestra institución bajo
estudio, la Universidad Autónoma del Estado de México y a sus
académicos.
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