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BREVIARIOS del F ondo de C ultura E conómica 208 FILOSOFÍA DEL VALOR

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BREVIARIOSdel

F ondo de C ultura E conómica

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FILOSOFÍA DEL VALOR

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F IL O SO F ÍA DEL V A L O R

por

RAYMOND RUYER

P E B T E N E O i A : UNIVERSA D CENTROAMERICANA J. S. CANAS B i e U D T E C A ;

FLORENTINO IDQATE, 6, J."

FO NDO D E CU LTU RA ECONÓM ICA

MÉXICO

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Primera edición en inglés, 1952t

Primera edición en español, 1969Primera reimpresión, 1974

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Traducción de:Agustín E zcurdia H ijar

Título original Philosophie de la Valeur © 1952 Librairie Armand Colín 103, Boulevard Saint-Michel, París.

D.R. © 1969 F ondo de C ultura E conómica Av. de la Universidad 975. México 12, D. F.

Impreso en México

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Desde los años finales del siglo xvm la noción de valor ba emergido progresivamente en la filosofía moderna. Ahora aparece como una filosofía de importancia pri­mordial. Por otra parte los filósofos antiguos y moder­nos la utilizan desde hace mucho tiempo, pero bajo los nombres de Bien, de Soberano Bien, de Perfección. La filosofía de Kant es, en el fondo, claramente una filosofía del valor. Sus tres “ Críticas” podrían intitu­larse: de lo Verdadero, de lo Bueno, de lo Bello. Pero esta filosofía está todavía implícita. La noción de Ra- aón, herencia filosófica de los siglos precedentes, com­plica y embrolla la exposición. Lo Valioso parece ser siempre lo Racional. El movimiento romántico fue probablemente el factor decisivo para el éxito de la idea de valor. Los Románticos, precedidos en esto por toda la serie de moralistas ingleses del siglo xvm , en­señaron a los filósofos a poner en relación valor y sentimiento.

En cuanto a la palabra en sí misma —o su equiva­lente alemán, YVert— parece que fue puesta de moda, en su sentido filosófico, por Lotze, por el teólogo Ritschl y sobre todo por los economistas austríacos Menger, Von Wieser y Von Bohm-Baverk. No fue un azar que Meinong y Von Ehrenfels, cuyos libros sobre el valor hicieron época, fueran austríacos o hubieran enseñado en Austria. E l éxito de la filosofía de Nietz- sche extendió el empleo de la palabra entre el público cultivado. Hacia 1900 en Alemania y hacia 1910 en In­glaterra y en América, las teorías sobre el valor se encuentran en primer plano. En Francia, no obstante algunas obras interesantes, el éxito no fue el mismo, sino hasta estos últimos años. El empleo universal y un tanto maniático que hoy se hace de la palabra

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valioso es significativo. Aun aquellos que pretenden hacer caer la escala de los valores no cesan de em­plear la palabra.

Acaso porque la teoría de los valores, o axiología, no es la obra de un gran filósofo sino la de una mul­titud de mentes distinguidas trabajando en orden disperso, sorprende la incoherencia de las obras que tratan en principio el sujeto del valor. Al abrir un libro sobre el valor no se sabe si será: 1) un trata­do de teología (Lossky); 2) un tratado de psicología sobre las tendencias y los intereses (R. B. Perry); 3) un tratado de sociología (Bouglé); 4) un tratado de economía política (Fr. Perroux); 5) un tratado de ló­gica (Lalande); 6) un tratado de moral (Scheler); 7) un tratado de filosofía general (R. Polín), u 8) un tratado de física general (Kohler).

Los diccionarios etimológicos no pueden ser de gran auxilio para fijar el sentido de la palabra y la exten­sión de nuestro sujeto. El verbo latino vale o, primi­tivamente significaba: “ soy fuerte” , “ tengo buena sa­lud” . Implica por consiguiente la idea general de ser efectivo, eficiente o adecuado. En francés, de la misma manera que las palabras correspondientes en inglés o en alemán, la palabra valeur, conservando desde luego también algo de su sentido latino (en inglés la palabra worth está ya especializada), está fuertemente impreg­nada del sentido que tiene en economía política. Un objeto tiene valor cuando se está dispuesto a pagar por él, ya sea en moneda o en otra forma. Como la idea de peso entraña la idea de balanza, el valor de un objeto nos parece fijado por su equivalencia con el valor de otro objeto, y como valor de cambio. Los hombres, que pesan todo en una balanza invisible, juzgan instintivamente el peso, la importancia relativa de los seres y de las cosas, según aquello que estarían dispuestos a sacrificar del otro lado de la balanza. Como si los seres y las cosas poseyeran, además de su exis­

8 INTRODUCCIÓNtencia pura, y de cierta manera óptica, una cualidad dinámica, mensurable por el esfuerzo necesario para obtenerlas.

La extrema generalidad de la noción de valor pre­destina, de todas maneras, este sujeto a la filosofía general. Los puntos de vista especiales que citamos no pueden adoptarse sino sobre el fondo de una filosofía general del valor. Una filosofía del valor es precisamente ¡a que vamos a intentar esbozar aquí. Dividiremos esta obra en dos partes. En la primera haremos una des­cripción tan imparcial y amplia como sea posible de los diversos caracteres del valor y de los valores. En la se­gunda expondremos, al clasificarlas sistemáticamente, las diversas teorías del valor.

INTRODU CCIÓN 9

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JtL

P r im e r a p a r t e

DESCRIPCIÓN DEL VALOR

I. E L VALOR CO M O ESEN C IA Y CO M O FORMA

A b r a m o s un diccionario y tomemos de él todos los adjetivos calificativos: abandonado, aberrante, ablativo, abyecto, charlatán, despreciable, etc. Muchos de estos adjetivos se dan por parejas de opuestos: grande-pe­queño, luminoso-oscuro, valiente-cobarde, glorioso-afren- toso, etc. Los otros no tienen polaridad de este género: ablativo, azul, etc., o por lo menos no se les puede oponer sino su propia negación: no ablativo, no azul, la cual no designa cualidad determinada alguna. Eli­minemos estos últimos. De los adjetivos con polaridad aún se pueden hacer dos grupos. Eliminemos las pa­rejas ante las que teniendo que escoger entre A y A’, podríamos permanecer indiferentes; y conservemos aqué­llas ante las cuales sentimos generalmente, no sólo una preferencia, sino que además decimos: “ Vale más ser A que A’ “vale más ser valiente que miedoso, po­deroso que débil, hábil que torpe” . Tenemos aquí, en principio, el dominio entero del valor y de todos los valores.

En este caso es tan sólo una delimitación provisio­nal y no una verdadera definición, pues debimos em­plear la expresión “ vale más . . . ” Al limitamos a hablar de deseo o preferencia la definición no hubiera sido tautológica, sino falsa. En efecto, se pueden preferir los pequeños apartamientos a los grandes, la cerveza clara a la oscura, sin que estas preferencias entrañen juicio o sentimiento de valor. Es posible preferir mo­mentánea o permanentemente una novela policiaca a

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una obra maestra clásica. Es posible buscar sistemática­mente las proyecciones cinematográficas estúpidas sin dejar de reconocer un valor mayor en lo que no se ape­tece. Las definiciones no tautológicas del valor son teo­rías del valor más que descripciones fieles. E l carácter específico del valor es el primer punto que hay que comprobar.

Por otra parte, nuestro principio de elección de ad­jetivos axiológicos nada tiene de riguroso. ¿Hasta qué punto las parejas como sacro-profano, revolucionario- conservador, despojado-adornado, severo-indulgente, op­timista-pesimista, etc., tienen o no un carácter axiológi- co? Depende del punto de vista. La polaridad de las parejas axiológicas puede quedar anulada n invertirse eri ciertas ciipim íancias: hay ocasiones en que vale más ser débil que poderoso. A veces no conviene ser demasiado hábil. Inversamente, las. cualidades neutras pueden lograr un valar de circunstancia. La anchura de un río adquiere valor como obstáculo militar posi­tivo o negativo, según se quiera defender el río con­tra un asaltante o atravesarlo. Las cualidades neutras pueden obtener un valor convencional • si los “ azules” ganan, vale más ser azul o haber apostado a los “ azules” .

Además es fácil notar que los valores de circuns­tancias o los valores convencionales son reflejo de va­lores más fundamentales. Vale más ser vencedor que vencido, ganador que perdedor, y si a veces los errores son afortunados o una derrota bienhadada, es por rela­ción a una victoria ulterior o a un orden mejor. Los valores derivados o convencionales suponen valores fun­damentales o, como se dice, absolutos. Para volver a nuestra comparación, cuando se añade un objeto pe­sado a otro sin peso apreciable, este último parece pesar. Pueden existir conjugaciones de valores como conjugaciones de pesos pero, a la postre lo que cuenta es el centro de gravedad del sistema. E l inmenso do­minio de lo útil concierne a valores derivados, relati­

12 DESCRIPCIÓN DEL VALORvos, instrumentales. Un objeto nunca es útil sino para ciertos seres en determinadas circunstancias. En nuestro mundo, que es un cosmos y no solamente una natu­raleza,'se establecen entre los seres relaciones y nexos cambiantes que no cesan de modificar su valor ins­trumental.

EL VALOR COMO ESENCIA 13

VALOR Y EXISTENCIA ORGÁNICA

La distinción entre valor y existencia es fácil de esta­blecer cuando se trata de un existente físico o cósmico desprovisto de individualidad y que parece tener sólo valores de circunstancia proyectados sobre él por los seres vivos como un reflejo. El río, por ejemplo, pre­senta toda clase de valores de circunstancia positivos o negativos, para el estratego, para el ingeniero que quiere construir un dique o un puente, para los habi­tantes de la ribera que riegan su hortaliza o temen las inundaciones, para los comerciantes, para los pes­cadores, etc.; pero el río es, en sí mismo, un curso de agua con caracteres definidos y neutros, descripti- bles por la geografía física, mensurables y cifrables muchos de ellos.

La distinción es más difícil de establecer cuando se trata de un existente dotado de verdadera individua­lidad y vida, como un animal o un hombre. A éstos pueden agregárseles, incidentalmente, valores de circuns­tancia o valores ocasionales, como al río. A pesar del conocido precepto, es muy frecuente tratar a los hom­bres como a medios más que como a fines: casi toda la vida social, económica, técnica, política, militar, se asienta en este hecho. Un soldado, como por la pluma de Anatole France dice el general Cartier de Chalmot, es “ el utensilio táctico elemental” . Pero bajo estos valores-reflejos no es sólo una existencia bruta y neu­tra lo que se encuentra, análoga a la del río, sino tam­

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bién un “ valor-existencia” propio. Los dos términos son indisociables cuando se trata de un vegetal o de un animal. Si cuando se trata de un hombre, los dos términos se disocian es para dejar como último núcleo, no una existencia bruta, sino por el contrario, un valor que eventualmente sobrevive a la existencia. Los gran­des hombres del pasado, los seres queridos muertos, perdieron su existencia sin perder su valor. Este valor, es verdad, parece depender de la vida actual de los sobrevivientes y de la “ inmortalidad subjetiva” conce­dida por éstos a los desaparecidos.

Parece, pues, que el valor está ligado directamente a la existencia orgánica, y que los valores de circuns­tancia no son sirio el reflejo de los valores relacionados con la vida. Un mundo mineral, un planeta anterior a la vida, no parece tener valor sino por anticipación, como habitat de futuros seres vivientes.

Sin embargo, esta conclusión choca con objeciones de fado. E l mundo físico, el sistema solar, los siste­mas siderales, las montañas y los ríos de un planeta sin vida nos parecen tener, en sí mismos cuando me­nos, un valor: la belleza. Hay una belleza puramente mineral. Cierto es que con frecuencia se ha sostenido que sin testigos vivientes y conscientes, esta belleza se desvanece. Pero ésta es sólo una teoría. Atengámo­nos a la descripción: A la montaña o al río su belleza les es, en todo caso, más inherente que su carácter de obstáculo o vía comercial. La belleza de una gruta submarina, vista por vez primera por un buzo, parece descubierta y no creada por la mirada humana. La pretensión de lo contrario conduce a sostener, igual­mente, que la belleza de un animal salvaje inconscien­te, y al cual nadie mira, es ficticia. De cualquier manera entonces, el valor no estará aunado a la vida or­gánica sino solamente a la conciencia capaz de percep­ción. E l sentimiento espontáneo, sin embargo, es que una flor es bella en sí misma, aun si “ esparce con

14 DESCRIPCIÓN DEL VALORpena su perfume dulce como un secreto en la soledad profunda” .

EL VALOR COMO ESENCIA 15

VALOR Y ESENCIA

Sea que para su realización los valores estén o no li­gados a los seres vivos, no existen al modo de los seres actuales cuyo origen y fin se puede datar. Están más bien fuera del tiempo, como las esencias (como h circularidad, la dualidad, la igualdad, la despropor­ción) que se realizan en lo temporal cuando sus con­diciones de aparición quedan satisfechas. Independien­temente de cualquier teoría filosófica hay que hacer una distinción evidente entre la descripción de exis­tente actual y la descripción de esencia. Un geógrafo describe una isla determinada explicando su formación por causas geológicas. Pero se puede también describir la insularidad en general, o estudiar en general las propiedades del círculo. Una descripción del valor será, evidentemente, de este segundo modo; se puede des­cribir lo cómico, lo gracioso, lo abyecto, lo valiente en general, en la forma que el geómetra estudia las propiedades del círculo. La esencia de lo cómico, como la esencia del círculo, se realiza en seres o situaciones concretas; pero subsista o no fuera de estas situacio­nes concretas, se la puede describir como si fuera inde­pendiente de ellas. Subsiste al menos como una cierta naturaleza posible. No se explica por causas histórico- geográficas como la isla de Java.

Hay en todo valor, como en toda esencia,1 un todo o nada que no puede nacer poco a poco, sino que ha de presentarse de golpe. Se puede hacer una casuís­tica de las esencias como de los valores (por ejemplo,

1 Como apunta É. Bréhier, Transformation de la philosophie rrancaíse, p. 128.

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es posible preguntarse si tal figura es un círculo o es más bien una elipse ligeramente excéntrica); también es posible preguntar si tal broma es verdaderamente cómica o no, si tal acto es vil o no. El portador del valor no puede ser “ sino un sujeto individual tomado en circunstancias muy determinadas. Pero el valor que de alguna manera viene a posarse sobre tal o cual sujeto, permanece el mismo. Sobre este valor, sobre la ‘vileza’, todo el mundo se entiende, aunque pueda haber conflicto de opiniones sobre lo que es vil” .2 Todos se entienden — o cuando menos las discusiones sobre este sujeto son de una manera u otra discusio­nes casuísticas. Las disputas sobre la definición de lo cómico no pueden, evidentemente, ser zanjadas por la historia de la comedia o por la génesis histórica de una broma muy cómica. Por lo tanto, es la defi­nición la que aclara la génesis y no a la inversa. Mis dudas: “ ¿círculo o elipse?” pueden quedar superadas si compruebo que la figura fue trazada con dos alfileres como centros y no con un solo alfiler. Pero esto es porque yo poseo una definición precisa y “ eterna” de círculo y elipse. Y con frecuencia puedo perfectamente pasar por alto todo conocimiento histórico y confron­tar directamente la forma con la definición.

16 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

v a lo r y TIPO

A pesar del carácter “ adjetival” de los valores, muchos juicios de valor se expresan por un atributo sustantivo: “Tú eres un hombre” , “es un jefe” , “ eres un nuevo Moliére” , “ esta niña es verdaderamente un Greuze” . Por supuesto, el sustantivo es, con relación a la per­sona u obra juzgada, un adjetivo implícito. Se puede decir indiferentemente: “ la esencia de la circularidad” o “ la esencia del círculo” . Pero este giro del lenguaje 1

1 É. Bréhier, op. cif., p. 129.

llama nuestra atención sobre un punto importante: £l valor supone__a. menudo la. realización dfi. n a -tipo, y aún dp nn tipo que puede ser histórico. Los adjetivos como raciniano, molieresco, homérico, señalan tipos históricos puesto que encierran un nombre propio. “Tú ap$ un hombre” o “ eres nn jefe” significan: “Realizas plenamente el tipo de hombre” m “ tienes todos los. ca­racteres que hacen a l verdadero jefe, aL jefe-auténtico” . Un valor-tipo, diferentemente de valores tales como bello, elegante, amable, gracioso, justo, tiene algo de histórico en el sentido amplio de la palabra, es lo his­tórico arrancado del tiempo vuelto esencia. E l hombre “es el resultado de la evolución biológica” . Las obras de Racine, de Moliére, de Homero, son productos históricos de la cultura. Aunque en menor grado, los valores no típicos están raramente desprovistos de toda referencia a la historia. Parecen más eternos, eternos en un doble sentido. Parecen “eternos” no solamente por su estatuto, sino por su origen o falta de origen, o por el carácter vago e indiferente de su origen.

Una vez formados, los valores como lo raciniano, lo homérico, adquieren el mismo estatuto supra-histórico que gracioso, justo o vil, pero quedaron definidos en una fecha original cierta. Hay para ellos un “antes de existir” .

EL VALOR COMO ESENCIA 17

VALOR Y PERFECCIÓN

La relación entre valor y tipo justifica, en cierta me­dida el empleo, por la filosofía medieval y clásica, del vocablo perfección como sinónimo de- valor. La rea­lización incompleta de un tipo natural o convencional es de menor valor que su realización integral. De me­nor valor son los tomos deseriados, un soneto irregular, una comida sin vino o sin postres.

Pero la palabra perfección puede tomarse en dos sen-

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tidos muy diferentes: Puede significar “ realización com­pleta” “acabamiento” o, por otra parte, “ excelencia superlativa” .3 Sólo el primer sentido de la palabra con­cierne a la noción de tipo y puede ser preciso sólo cuando el mismo tipo está bien definido. E l segundo sentido es mucho más vago: La “ excelencia superla­tiva” significa, en el fondo, acercamiento a Dios. Aquí excelente es sinónimo de divino. Pero indudablemente a la idea de Dios le falta precisión. A pesar del con­sejo evangélico: “ sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” , Dios casi no puede ser conside­rado como tipo o modelo. E l ideal evangélico no es más claro que “ sed un gentleman” , “ sed un perfecto scout” o “ sed un buen comunista” .

Si nos atenemos al primer sentido de la palabra, el único preciso, es evidente que perfección no podría pasar como sinónimo de valor, pues también se puede comparar entre valor y perfección desde el punto de vista del valor de los individuos o de las cosas per­fectas en su género. Un soneto sin defecto no vale un largo poema correctamente logrado. Perfección y valor pueden ser puestos en balanza: un caballo perfecto no vale un hombre, una canción perfectamente redonda difícilmente valdrá lo que la Sinfonía Inconclusa. Un puerco con buena salud y satisfecho no vale lo que vale un hombre muy enfermo y muy desgraciado. Si esta elección fuera posible podríamos hesitar al elegir entre uno y otro, pero no dudamos en declarar de “menor valor” al puerco. E l tipo perfecto de un ani­mal parásito no es, por cierto, la imagen de la per­fección. El tipo es una forma de médium entre el valor ideal, abstracto y el realizador, pero no es más que eso, un intermediario que puede ser juzgado. Se puede juzgar a un poeta que se equivocó al elegir el soneto como medio de expresión.

Al comparar tipos perfectos, es posible que nos guie-3 Cf. J. Laird, The idea of valué, pp. 108-109.

18 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

mos por la noción de acabamiento o de integridad total que implica la mayor variedad y cantidad posi­ble de valores. E l tipo caballo admite más perfecciones —en plural— que el tipo lombriz, y esto porque nos parece que aquél tiene más excelencia. La aspiración Cáustica hacia la perfección de la existencia, se resuelve en que Fausto no está satisfecho jamás, pues quiere siempre más y siempre otra cosa. La asíntota es aquí la idea de Dios, Perfección, o mejor, Excelencia abso­luta, pero no Tipo. También es necesario subrayar que la mística negativa protestaría contra las nociones de variedad y cantidad introducidas por la mística po­sitiva. A la mística negativa la asíntota divina de los valores le parecería ser más bien el Vacío, el Uno, el Bien, supraesencial, la Nada inexpresable, más rica y más profunda que el Todo.

EL VALOR COMO ESENCIA 19

LO VALTOSO Y LO NORMAL4

La noción de norma se enlaza mejor con la idea de tipo que con la idea de valor. Una norma es un mo­delo, concreto o abstracto, con el cual se comparan los ejemplares propuestos para aceptarlos o rechazarlos. Este modelo, evidentemente, puede tener más o menos valor. Es deplorable, por ejemplo que la separación normal y normalizada de los rieles de ferrocarril en Eu­ropa occidental, no sea mayor. Cuando la palabra nor­mal es tomada abusivamente en sentido de común, esto es evidente. Nada tiene de valioso morir a los sesenta años y, por el contrario, es bueno tratar de aumentar la duración promedio de la vida humana. Esto también es verdad cuando la palabra normal se toma en el sen­tido propio de “ modelo” . Se puede muy legítimamente

4 Para una exposición más profunda, cf. G. Canguilhem, Essai sur quelques problémes concernant Je normal et le pathologique (Les Belles Lettres).

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juzgar malo o insuficiente el ser un estudiante modelo, un soldado modelo, un ciudadano modelo. Hay, como lo advirtió Lalande,5 un “más allá de las normas” .

En sentido amplio todo valor £S normativo. Es de­cir, demanda realización y según reglas precisas, ade­más. Pero puede haber normas más o menos valiosas, aunque la norma, sea un tipo natural, que la misma natpraleza, a modo de conciencia activa, parece esfor­zarse en realizar; por ejemplo, en el curso de una embriogenia que un accidente o el investigador tras­tornó. Es normal, pero enfadoso tener apéndice. Ser normal representa en general un valor positivo, pero un valor entre otros, ya sea económico (para vestirse es benéfico tener una taha normal; la reglamentación es ventajosa para la industria y el comercio) o vital, una anomalía hace, salvo raras excepciones, la vida más difícil. Pero el valor de lo normal no es siempre, aun­que debe serlo, un valor moral. Se puede estar anor­malmente desprovisto de egoísmo, esto amenaza la vida, pero constituye una excelencia moral. La virtud, contrariamente a la tesis de Aristóteles, no es siempre mésotés.* La virtud no es tal sino en relación al ma­terial sobre el que se ejerce la actividad humana. Por ejemplo, el dinero que el pródigo derrocha y que em­polla el avaro, el hombre virtuoso lo distribuye según un sano sentido común, pero su virtud, en sí misma, no tiene nada de común.

A lo normal se opone lo anormal y no lo patológico. Un monstruo puede tener buena salud. Lo anormal deriva a menudo de un estado patológico superado que dejó un déficit o deformaciones más o menos compen­sadas. Los especialistas en embriología demuestran que no es el agente patógeno el que crea directamente la monstruosidad, sino que ésta resulta del esfuerzo que

A. Lalande, La Raison et íes Normes, cap. vm.* = mitad, centro, moderación, mediocridad, medida

proporcional [T.j.

20 DESCRIPCIÓN DEL VALORhizo el organismo lesionado hacia una normalidad re­lativa. En la sociedad muchas instituciones anormales tienen un origen (crisis revolucionarias, incidentes his­tóricos diversos) que no carece de analogía con el de las monstruosidades orgánicas.

EL VALOR COMO ESENCIA 21

VALOR Y “ CANALIZACIÓN”

Así como nos fue posible comparar la cualidad axioló- gica de los seres con algo pesante, se. puede continuar la comparación y decir que el valor en general repre­senta una especie de pendiente (fig. 1). Las parejas de cualidades sin polaridad axiológica son perpendicu­lares a la dirección de la pendiente. Habrá casos inter­medios, en los cuales la pareja de cualidades tendrá apenas una débil pendiente o componente axiológico, por ejemplo la pareja: “ sagrado-profano” . Tal como un curso de agua que en un valle ancho y de pendiente débil describe numerosos meandros y no cesa de des­plazarse, guiado de hecho por el cauce que ya cavó, es nuestro sentimiento de los valores que está canalizado

"M E JO R "F icura 1

según los hábitos individuales y sobre todo sociales. De tal forma que en el dominio de lo habitual, dis­tinguimos mal entre aquello que es verdaderamente valor y aquello que es “ canalización” pura.

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Las culturas son canalizaciones axiológicas de este género. D e aquí que las culturas sean como los tipos orgánicos: guardan elementos verdaderamente precio­sos, y contienen siempre elementos arbitrarios, conser­vados por puro conformismo, que serán reemplazados por otros igualmente arbitrarios, ya sea según una trans­formación de tipo dialéctico, por desplazamiento de “sentido”, ya sea según los caprichos de la moda, o también según las leyes psicológicas de la fatiga y del hastío.

“ Lo que se hace” llega fácilmente a ser sinónimo de “ lo que es valioso” . Pero hay también una valora­ción artificial de la novedad como tal, que no es ya racional. Toda obra de arte conforme con la direc­ción actual de la “ canalización” o conforme al “ tipo” de moda, se sobreestima. Toda obra de arte pasada de moda se subestima. Pero tradicionalistas o modernistas, nuestros juicios de valor se mezclan con elementos no axiológicos. Un juicio de valor más “ puro” puede, desde luego, emerger finalmente: la moda femenina de ayer parece ridicula, pero somos capaces de apre­ciar la elegancia del siglo xvrn.

Los chinos consideran que la cortesía exige que se despida rápidamente a un visitante, para no abusar del tiempo precioso que os hace el honor de consagraros. Los occidentales creen lo contrario, que es cortés re­tenerlo. Las dos costumbres son igualmente racionales o igualmente valiosas, la una y la otra. Los hombres abotonan sus vestidos poniendo el lado izquierdo sobre el derecho, y las mujeres a la inversa; esto, que es perfectamente indiferente, desvalorizaría un vestido que no se conformara al uso. Indiferente es también el hecho de escribir como los árabes, de derecha a iz­quierda y comenzar un libro por lo que para nosotros sería la última página. Pero una inversión de costum­bres sería en extremo penosa tanto para los árabes como para los indoeuropeos.

22 DESCRIPCIÓN DEL VALORAl lado de canalizaciones insignificantes, hay otras

mucho más importantes; el hábito social de la compe­tencia o de la cooperación, la filiación patrilineal o matrilineal, la valoración de los viejos o de la de los jóvenes, el estilo apolíneo o el estilo dionisiaco en la cultura y más generalmente las fijaciones religiosas.6

La saciedad o los desplazamientos de sentido que determinan los cambios lentos o a veces la brusca mutación de los valores recibidos, obedecen a leyes muy oscuras, que son a la vez sociales, psicológicas y espirituales. Estas leyes no pueden ser enteramente psico-fisiológicas,7 pues los gustos estéticos en particu­lar presentan ritmos de muy amplia extensión para que sean explicables de este modo. Por ejemplo, el sentimiento de consonancia en la música. Los griegos no reconocieron sino la octava como consonante; en el siglo iv se acepta el acorde de quinta y de cuarta; en el siglo x i , tercia mayor; en el x i i , sexta mayor y menor y, hoy estamos muy cerca de aceptar los acordes de séptima. Pepper sugiere a título de explicación de estos hechos (muy frecuentes sobre todo en estética) la existencia de una secuencia afectiva natural del gus­to, lo más frecuente según la simplicidad relativa. El gusto se desplaza a lo largo de esta escala, hacia una complejidad creciente. Pero es necesario también provocar la intervención de una forma de placer pro­pio en el esfuerzo de experimentar, en el esfuerzo que exige una pequeña dosis de novedad en lo habitual. Así, los meandros del curso de agua se desplazan in­sensiblemente a pesar del efecto de canalización, y corroen la orilla cóncava.

Entre la hidrografía y la evolución de los valores canalizados, la analogía es general y curiosa. Las cul­turas perfeccionadas nacen de numerosos afluentes.

* Cf. Ruth Benedict, Echantiiions de civilisation.' Cf. S. C. Pepper, Psych. Rev., 1921, citado por R. B. Perry,

General theory oí valué, p. 561.

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Y es precisamente porque no representan valores puros por lo que se perfeccionan por mezcla y combina­ción. La cultura occidental resulta de aportaciones ex­traordinariamente variadas a la corriente principal gre- colatina; ésta, ya desde antes muy compleja, estaba formada por afluentes egipcios, indoeuropeos, asiáticos, semíticos, etc. Hoy, sobre todo por mediación de los anglosajones en contacto con el mundo entero, afluyen elementos hindúes, mongoles, negros (jazz) y aún ele­mentos de la vida de clan primitivo (escultismo). Hay culturas aisladas y estancadas, y hay también bruscos “ rejuvenecimientos de esplendor” , al conectarse dos culturas de niveles axiológicos diferentes, a continua­ción de lo cual, los lentos desplazamientos de canali­zaciones bajo la acción combinada de la costumbre y la moda, dejan bruscamente lugar a violentos embates de la erosión (cf. la China moderna). Cuando dos culturas toman contacto, elementos igualmente arbi­trarios pueden agregarse o sustituirse el uno al otro (cf. por ejemplo Francia después de 1944, Ja imitación superficial de los americanos hizo poner los galones de los oficiales sobre el hombro y no sobre la manga y el índice de los libros al principio y no al final). A me­nudo las aportaciones culturales que desplazan a otras, tienen más fuerte composición axiológica, y entonces hay progreso general. Los elementos arbitrarios se des­truyen mutuamente y los componentes axiológicos se adunan.

Los meandros canalizados de las culturas que pare­cen caprichosas, no deben ocultar la pendiente general que los arrastra. La pendiente existe igualmente para los valores religiosos, en los que la “ canalización” pa­rece esencial y el fundamento axiológico se olvida fácil­mente. Muchos lugares comunes sobre la relatividad de las costumbres, de gustos, de juicios, vienen por esta ilusión de que, porque un curso de agua es si­nuoso, no desciende. Es pesimismo superficial preten­

24 DESCRIPCIÓN DEL VALORder que las culturas contemporáneas, a pesar de ciertas regresiones locales, no manifiestan un progreso general sobre las culturas más antiguas, aunque esto no fuera sino por el número inmenso de valores integrados en nuestra cultura. Sin duda un paseo a lo largo de los Campos Elíseos es cuantitativamente más interesante que un paseo por la vía Apia o por una calle de Nínive o Tebas. E l pesimismo, hoy casi de rigor entre los literatos emotivos y mal informados, es con fre­cuencia la expresión del efecto brutal de formas nue­vas de cultura sobre una cultura viejá que se disgrega por la colisión.

Por otra parte, el sentimiento de los valores, instin­tivo o adquirido en el medio familiar por el individuo, no sigue siempre los caprichos de la coyuntura y de la canalización social momentánea. Los psicoanalistas so­ciólogos como Kardiner, Fromm, Sullivan, K. Horney, Moreno, llamaron recientemente la atención sobre este posible origen de la neurosis. Una sociedad “ compe­titiva” , puede ser demasiado competitiva para muchos de sus miembros. Una sociedad muy comunitaria, puede reprimir en ciertos individuos las tendencias competi­tivas y los valores que les están ligados. Una sociedad patriarcal hace nacer el complejo de Edipo. Las socie­dades matriarcales producen otros complejos. La riqueza misma de una determinada cultura puede aplastar a numerosos individuos que se sienten rebosados e in­quietos.

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LOS OBJETOS DÉ VALOR Y LA CAPITALIZACIÓN AXIOLÓGICA

Es difícil no resbalar desde los valores como cualida­des o esencias hacia los valores como “ objetos reali­zados” , como capital axiológico. Los valores de una cultura son a la vez ideales y materiales. E l valor puede

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estar agregado a un objeto de que se dice tiene valor, o en el habitas de un sujeto hecho más apto por este habitus para crear valores. Los bienes econó­micos, los valores de bolsa, los valores inmuebles, las herramientas, las máquinas, todas las formas de talle­res, los objetos fabricados, las obras de arte, las ins­tituciones políticas, sociales o filantrópicas más impor­tantes, los hábitos, las costumbres, el acerbo científico o filosófico, las instituciones o los ritos religiosos, los organismos y también los hábitos orgánicos y los hábitos del espíritu, los hábitos de observación, de experimen­tación, de reflexión, las prácticas económicas, técnicas, políticas, religiosas, son valores realizados, “bienes” en sentido amplio. Todos los objetos y habitus de valor tienen en común el tener una forma. Toda forma puede ser considerada como valor capitalizado, y todo capital puede, al mismo tiempo, ser considerado, en el fondo, como mnémico, pues toda forma subsiste mnémicamente.

El verdadero capital, en todos los dominios, es la memoria y el hábito de los agentes realizadores, es decir la actividad “ informada” y facilitada por una actividad precedente. Los tipos orgánicos representan la capitalización de innumerables actividades y esfuer­zos axiológicos, puestos a la disposición de todos los nuevos individuos que se forman en la especie. Tam­bién los tipos sociales y las instituciones, con la única diferencia de que la trasmisión, aquí, no es heredi­taria sino en sentido amplio, pedagógica.

Los bienes propiamente dichos, los capitales mate­rializados, representan un fenómeno secundario. Se conservan por inercia, por memoria auxiliar, como la música en los discos y las ideas en los libros o como las invenciones técnicas en el instrumental. Estos bie­nes no serían bienes, valores cristalizados en las for­mas, si la memoria primaria de los seres vivientes y conscientes no los conservara y reanimara periódica­

26 DESCRIPCIÓN DEL VALORmente. Para hombres llegados a la apraxia no habría ja , evidentemente, ni herramientas, ni obras, ni capi­tales algunos. E l hábito es una actividad “ semi-sustan- dalizada” venida a ser forma potencial, y las formas de los objetos materiales no son sino la prolongación de estas formas potenciales. Éstas se crean por la actividad axiológica y se mantienen por un trabajo constante de rehacimiento y reparación.

EL VALOR COMO ESENCIA 27

VALOR Y FORMA

En lugar de tomar los adjetivos de un diccionario, po­dríamos haber iniciado la descripción de los valores por otro método: señalando en derredor de nosotros, sin elegir, absolutamente todos los seres y objetos con forma individualizada: mesa, silla, libro, pluma, tin­tero, frutas, flores, moscas, aparatos eléctricos, radia­dores, animales pasando por la calle, vestidos, árboles, casas, etc. Es fácil verificar que hay lazos mucho muy estrechos entre forma y valor. L a forma no es, como tal, valor pues hay formas más o menos buenas. Pero es imposible o muy difícil concebir un valor realizán­dose fuera de una forma. Inversamente, lo que parece constituir el valor de las cosas o de los seres, es su forma.

Eso que hace que la mesa o la silla sea mesa o silla, con valor de mueble cómodo, confortable o es­tético, es su forma. Igualmente, lo que hace que una mosca sea un ser viable, es la forma de sus órganos. La gracia de una flor está en su forma, lo mismo que la elegancia de un vestido.

El carácter precioso de ciertas materias no debe, evidentemente, constituir aquí objeción, porque su va­lor o su precio está sujeto a una textura formal, que les proporciona su solidez, su comodidad, su belleza. Las cualidades-esencias, como los tipos, se definen por

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los caracteres formales y la forma, como la esencia y el tipo, es discemible de la existencia actual. La “ Idea” platónica, por otra parte, reúne las tres nociones. Es necesario subrayar que la forma, al poseer un valor, no es ya una pura disposición espacial, una estructura estereotipada, sino una forma-idea. Es la forma-idea la que condujo el trabajo del artesano hacia la fabri­cación del mueble o del aparato, y es por la aprehen­sión de esta idea que, como usuario o propietario, yo capto el valor de este mueble, que yo lo aprehendo: Mi silla, mi pluma o mi lámpara eléctrica tienen valor porque yo sé servirme de ellos; igualmente capto la intención de verdad del libro que- leo, la intención estética de los vestidos de los transeúntes o del parterre trazado por el jardinero. Una explicación directamente científica, determinista y estrictamente causalista de todas estas formas sería absurda. E s posible, en rigor, sostener que las formas significativas pueden ser expli­cadas indirectamente por un determinismo puro, pero de cualquier manera,' es evidente para todo el mundo, que la lámpara eléctrica no es producto inmediato de las leyes de la electricidad, como un relámpago du­rante la tempestad: fue hecha según estas leyes, lo cual es completamente diferente.

No se puede ser a priori tan afirmativo a propósito de las formas orgánicas, pero es necesario hacer notar que los aparatos y los objetos no son disociables de las formas orgánicas, puesto que son obra humana. Es un hombre quien hizo mi mesa y mi silla, y soy yo quien me sirvo de ellas como de órganos exterio­res, como de prolongaciones adaptadas de mi cuerpo. Por otra parte la forma de los órganos es, en una multitud de casos, exactamente la misma que la for­ma de las herramientas correspondientes, y entiendo la forma del ojo como aparato para ver, exactamente de la misma manera que entiendo la forma de mi lám­para como aparato para iluminar.

28 DESCRIPCIÓN DEL VALOR EL VALOR COMO ESENCIA 29

LAS FORMAS REVELADORAS DE LOS VALORES

Las formas actuales, ya sean orgánicas o extraorgáni­cas, ya sean cuerpos vivos, bienes económicos, arte­factos o instituciones, son efectos de valores, encama­ciones de valores, más bien que el valor mismo.

No es recomendable, aunque sea inevitable, emplear el valor o los valores como sustantivo y menos reco­mendable aún personificar el valor haciéndolo un de­miurgo. Pero es necesario confesar que todo se toma como si los valores, que no producen los efectos y las cosas por ellos mismos, los produjeran por inter- pósitas personas, reclutando agentes-servidores, a quie­nes dieran deseo u obligación de realizar organismos vivos más y más perfectos, aparatos técnicos, bienes económicos, obras de arte, teorías científicas o insti­tuciones sociales. Es perfectamente posible considerar provisionalmente estos agentes como puro médium eli- minable, y confrontar directamente valores y formas.

Esto es lo que se hace en multitud de disciplinas consideradas, desde luego, como serias y aún como científicas. Una historia de la herramienta y de la técnica no puede ser sino raramente la historia de la invención de tal instrumento por tal hombre. Se sabe quién inventó la lámpara de tres electrodos, pero no quién inventó la rueda o el arco, o la domestica­ción del caballo. La historia no puede, pues, estudiar sino la evolución de las formas técnicas y clasificarlas, un poco como la paleontología clasifica las formas que tuvieron vida, poniéndolas en serie, según su tipo o su presunta parentela. El historiador de las técnicas hace como si la Ingeniosidad o su Comodidad o su Perfección fuera su Dios creador. Obra a su manera, como los antiguos, quienes atribuyeron los dones de la cultura a los héroes y a los dioses, o como los chinos que destinaron este papel a los primeros Emperadores

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míticos. En el arte hay igualmente una vida de las formas, que parece trascender las conciencias indivi­duales que las expresaron.

El alejamiento en la especie hace, en este punto de vista, el mismo efecto que el alejamiento en el tiem­po. Fácilmente tenemos la impresión que las obras de cultura o de civilización en un país lejano, resultan de ellas mismas, por una forma de necesidad no lógi­ca, sino axiológica. Estamos seguros de que en América y en Asia los niños “ se educarán” , los bienes econó­micos “ se producirán” , las obras de arte “ se crearán” , las instituciones “ se mantendrán” o “ evolucionarán” .

En fin, esta impresión es aún más viva cuando se trata de obras de la naturaleza viva. E l paleontólogo no piensa en las ammonitas individuales, que debie­ron, sin embargo, tomarse el trabajo de secretar su concha. Alabamos a la naturaleza por la belleza de un bosque, sin pensar en los esfuerzos de millones de vege­tales. Alabamos a Dios porque los lirios del campe, están tan bien vestidos, aun cuando “ no trabajan ni hilan” — pero acaso, como lo sugiere Samuel Butler, los lirios del campo, cansados de hacer funcionar sus micro-laboratorios químicos, envidiaran a Salomón por­que él no tenía que decir sino una palabra a sus es­clavos para hacer afluir a su palacio telas preciosamente tejidas. Estas maneras de ver son tan legítimas o tan arbitrarias en un caso como en el otro.

30 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

FORMAS Y CAMPO AXIOLÓGICO

Las formas son valores en camino de encarnarse. Ellas hacen sensible el hecho de que los existentes indivi­duales estén sumergidos en una especie de campo axiológico. Revelan o hacen observable el campo axio- lógico, como la humareda revela la dirección del vien­to, las limaduras de hierro el campo magnético, los

equilibrios de todas formas las diferencias de potencial que los determinan. Pero ellas revelan al mismo tiem­po, y éste es el punto interesante, que este campo axiológico es completamente diferente de los campos de la física estática. E l polo positivo o el polo nega­tivo en ésta, es puramente cuantitativo, representa un extremum. E l campo axiológico está polarizado según un optimum indefinible cuantitativamente. Una par­tícula imantada en un campo magnético oscila hasta que su energía potencial sea mínima. Un circuito eléc­trico en el campo, se orienta hasta que el flujo del campo a través del circuito sea máximo. La forma de un mueble o de un motor novedoso en el “ campo axiológico” de una civilización activa, evoluciona hasta un optimum de comodidad, de elegancia o de eficacia —abstracción hecha de los efectos secundarios de ca­nalización o de mecanización.

Un órgano en formación de un ser vivo va desde el estado de esbozo hasta el estado de órgano “per­fecto” . E l proyecto del cuadro de un pintor va desde el apunte hasta la obra acabada. La forma parece des­plazarse a lo largo de una dimensión no geométrica, de una línea de perfeccionamiento, donde la conti­nuidad geométrica es reemplazada por la continuidad de sentido y de tema significante; donde los cam­bios de dirección y de sentido (vectorial) son reem­plazados por los cambios de sentido (meaning); donde los puntos de inflexión son reemplazados por crisis revolucionarias; donde las desviaciones accidentales fue­ra de la línea axiológica, en lugar de producir efectos de fuerza macroscópicos — como las accidentales des­viaciones de un móvil masivo fuera de la geodesia de espacio-tiempo— producen efectos de tensión afectiva que obligan a su vez a reformas y a retornos a la “ nor­ma” . La forma, como significativa y valiosa, no se li­mita a oscilar como una barra imantada, a caer como una masa, a lograr un perfil geométrico de equilibrio

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como un río, a disponerse en Capas horizontales como los líquidos de diferentes densidades; se desplaza ha­cia lo “ mejor" como los diferentes “ estados” de un cuadro proyectado, en el cuaderno de bosquejos de un pintor.

E l carácter estático de las formas visuales que enu­meramos arriba, no es sino una ilusión de “ ralenti” histórico. Si pudiéramos ver en cinematografía acele­rada las formas y las obras de cultura, las formas vi­vientes individuales y las formas de las especies, las veríamos bullir y vivir ante nuestros ojos, como las flo­res que la cámara parece animar al contraer a pocos segundos el desarrollo de muchas semanas.

También, los existentes puramente físicos sin indi­vidualidad propia y que no son sino amontonamientos o sucesiones de fenómenos ligados, como un río o una montaña, cuando reciben un valor de circunstancia por reflejo de los individuos vivientes que los utilizan, es decir, cuando se sumergen en un campo axiológico, sufren de inmediato modificaciones significativas según los órdenes de valor proyectados sobre ellos. Una mon­taña, por ejemplo, puede ser interesante para el geó­logo, para el artista, para el labrador, para el industrial o para el comerciante, para el ingeniero, para el estra­tego, para el hombre religioso, para el médico, para el higienista. Según se trate del tipo de hombre o de cultura dominante, la montaña se transformará inme­diatamente en un determinado sentido: los geólogos la transformarán en esquema instructivo, los técnicos y los industriales la pondrán en explotación, los estra­tegos la transformarán en una fortaleza militar, el mé­dico instalará estaciones climáticas, los artistas la defen­derán contra el afeamiento, los religiosos la coronarán con un santuario y harán de ella una montaña sagrada o un lugar de peregrinación. En la medida en que los hombres pueden ser tratados por otros hombres como cosas o medios, la sociedad humana, como la mon­

32 DESCRIPCIÓN DEL VALORtaña, tiende a ser modelada según el orden de los valores que interesa al clan de los dirigentes. Los mi­litares o los imperialistas la transformarán en un cuar­tel, el doctor Knock en clínica — con rotación para que haya siempre enfermeros sanos— , los sacerdotes en conventos como la Ciudad del Sol de Campanella o la Florencia de Savonarola, los ingenieros en ta­lleres, los hombres de negocios en clientelas cataloga­das, los intelectuales en universidades.

EL VALOR COMO ESENCIA 33

FORMAS Y VALORES NEGATIVOS

Como ratificación de la existencia de lazos estrechos entre formas y valores, se puede comprobar que un ser o un objeto no tiene valor sino en la medida en que logra conservar su forma. El lenguaje común caracte­riza a menudo un ser o una obra malograda reducién­dola a su materia: Un mal discurso no es más que verba et voces, una mala música no es sino ruido; un cuadro sin arte, embadumamiento; una máquina sin rendimiento, chatarra; un mal poema, líneas cojas; una ceremonia hipócrita, gestos y muecas. La filosofía pue­de ser una noble ocupación, pero también puede ser “ el abuso de una terminología creada especialmente para este mismo abuso” . El canto del violín, que pue­de ser sublime, puede volverse también “ el chirrido de crines de caballo sobre tripas de gato” .

Es que el campo axiológico y las “ líneas de perfec­cionamiento” , a diferencia del campo de las dimen­siones geométricas relativas a los cuerpos físicos, no constituye un medio inevitable: una forma valiosa pue­de salir de un campo axiológico y volver a su materia al desaparecer como forma. Mientras permanece en el campo axiológico tiende a perfeccionarse o, en todo caso a mantenerse como forma; pero puede también dejar de permanecer en él. Una desviación accidental puede ser reatrapada y normalizada, pero también pue­

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de determinar una caída irremediable. Una mala ins­titución puede corregirse, pero puede perder al Estado y desaparecer con él. Un escrito mal comenzado e im­posible de enderezar, va al cesto. E l sentido, o el va­lor, es una especie de alma de las formas. Una vez perdida el alma, la forma muere. La flor que parecía revelar su sentido y su alma, en la cinematografía ace­lerada cae como polvo material, pierde a la vez vida, alma, forma, sentido y valor.

34 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

LOS VALORES NEGATIVOS

En muchos casos, los valores negativos: lo falso, lo insano, lo feo, lo canalla, lo injusto, lo vulgar, lo in­noble, lo ineficaz, etc., pueden describirse como mixtos o más bien como “combinados” de la forma que tien­den a ser y de la misma forma destruida, vuelta a su materia. Ponen lo informe en la forma, lo muerto en lo vivo. Durante el tránsito del estado de esbozo al estado de acabado, los accidentes perturbadores — in­terferencia de otros órdenes o valores, mecanizaciones, canalizaciones, semi-materializaciones— no están siem­pre totalmente regulados. De la misma manera como las anomalías y monstruosidades orgánicas son el re­sultado de una regulación incompleta que integra en la forma las huellas de su esfuerzo contra el agente lesivo, así los valores negativos resultan de una espe­cie de hibridización entre la forma y lo informe co­rrespondiente.

Los valores negativos no son ausencia pura y sim­ple de valor, de lo contrario no cabrían dentro del campo de la axiología; no son, tampoco, valor en es­tado de esbozo; valor negativo no es sinónimo de im­perfección, de no perfección, de esbozo; una estatua esbozada no es una estatua malograda; lo “ menos bien que aquello que es mejor” no es un valor negativo, sino verbalmente. Son valores mixtos de la forma ideal

y el fenómeno sujeto únicamente al determinismo, al nivel del cual recaería la forma ideal si perdiera todo valor.

Un razonamiento falso, es todavía un razonamiento, pretende serlo; pero es también función mecánica, no lógica, según la asociación de ideas, o como dice Wood- worth, según el atmosphere effect. En los sofismas, la traza aparentemente correcta de las frases y del razo­namiento, se parece superficialmente a la forma, a la traza de un razonamiento lógico. Un mal cuadro es un cuadro, pero es también un simple agregado de pin­celazos. En cierto momento el pintor fue débil o pe­rezoso, olvidó su intención y coloreó al azar o mecá­nicamente. Un mal gobierno es un gobierno, pero es también un clan de logreros o una pura burocracia. En un rostro feo, la forma humana, la sonrisa inteli­gente, recubren mal las revueltas y los azares de un desarrollo orgánico, hecho según genes más o menos accidentados. La vulgaridad es una mezcla de cultura superpuesta y de brutalidad instintiva. En una parodia de justicia, las pasiones partidaristas afloran bajo las formas legales. En una religión degenerada reaparecen creencias mágicas.

Como bien lo ven los psiquiatras —y tienen pro­bado que la distinción aquí subrayada no es una vana sutileza, sino que es de grandes consecuencias— los resentimientos, las faltas, los odios derivan de un ideal moral perturbado por la vanidad o el egoísmo. Es ne­cesario no confundir amoralidad con inmoralidad, feal­dad con ausencia de toda pretensión estética. La bes­tia no es bestial, el niño no es infantil. La ley de la selva no es malvada sino cuando una sociedad humana retoma a ella. ¿Cuando sólo existía la jungla, qué mal había en ella? E l planeta poblado de dinosauros, tenía más valor que cuando estuvo informe y desnudo.

La línea de desarrollo y de perfeccionamiento de las formas, no va del mal al bien, sino del no-bien al

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bien. E l desarrollo de la moralidad no va, salvo excep­ciones, de la maldad a la bondad; el embellecimiento de un interior no va, normalmente, de la fealdad a la belleza, sino de la desnudez estética a la belleza. E l mal no es un punto de partida, el mal implica una recaída que arrastra en su ruina al bien antes ob­tenido. E l mal es, pues, un híbrido de elementos dis­pares, una aglutinación extravagante; el mal es un “com­plejo” .

Como los complejos psicoanalíticos se forma a me­nudo por condicionamiento accidental. Los vicios, las pasiones, los fetichismos, las idolatrías, las mons­truosidades, suponen coyunturas irracionales de bien y de aquello que es extraño al bien.

Prácticamente, la búsqueda de un valor se define para el hombre como un esfuerzo para no desbarrar. A. Lalande tiene razón al subrayar el carácter norma­tivo, muy a menudo soslayado de la lógica, de la mo­ral, de la estética. Tiene razón también al subrayar que las normas son con frecuencia negativas. Pero sin duda es excesivo concluir metafísicamente: No hay bien sin mal, al menos relativo, ni aun, quizá, sin mal radical.8

No se podrían representar los valores negativos y positivos como números sobre una línea algebraica par­tiendo de — oo a + oo y pasando por O (fig. 2 ). Hay una línea de desenvolvimiento partiendo de un O de valor hacia los valores positivos — una línea, o más bien una banda, asaz ancha, en el interior de la cual las canalizaciones indiferentes pueden ondular. Los valores negativos están fuera de esta banda, no se pa­recen a los números negativos, sino más bien a los números complejos. Para decirlo mejor, combinan siem­pre un valor positivo de un nivel dado (a, b, c y d) con aquello que produciría el retomo de este valor hacia un nivel inferior, o hasta el límite con el O de

* La Raíson et Jes Normes, p. 162.

36 DESCRIPCIÓN DEL VALORvalor. En este sentido, la muerte de un ser apreciado o la destrucción completa de una obra maestra es “va­lor negativo” por excelencia, al menos en la idea de los espectadores o de los supervivientes.

EL VALOR COMO ESENCIA 37

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F igura 2

Fácilmente se puede verificar esto. Una obra de arte destruida no es simplemente una obra de arte ausente, inexistente; la muerte de un hombre no es el retorno al estado del mundo antes de su nacimiento, es un valor positivo convertido en ceniza y torturando a los supervivientes.

Sería absurdo considerar la fealdad como un grado moderado de belleza, o la inmoralidad como una mo­ralidad menor. Fealdad e inmoralidad son desviaciones, perturbaciones “ agresivas” , agresivas precisamente por el elemento positivo que encierran. Sería absurdo con­siderar el sufrimiento como un estado moderadamente agradable: el sufrimiento es la sensibilidad lastimada, atacada y que se esfuerza por mantenerse sensibilidad. Un valor negativo está mantenido en el ser por el ele­mento positivo que entraña: si la lesión es mortal no hay ya sufrimiento ni sensibilidad; si la humanidad entera perece, no habrá sobrevivientes, ni duelos.

Por nuestro esquema, se comprende fácilmente que hay muchos más valores negativos que positivos, pues

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éstos se asimilan a los puntos sobre una línea, y aqué­llos a puntos sobre una superficie. Los valores nega­tivos se encuentran de este modo extrañamente liga­dos a la riqueza del mundo real. Se puede asentar como principio que cada vez que se examina de cerca un valor negativo, se descubren en él elementos posi­tivos.® Todo esfuerzo de renovación, en todos los do­minios, pesca gustosamente en las aguas agitadas de lo absurdo, de lo feo, del mal. No en virtud de la libertad absoluta del espíritu, como se ha creido, sino en virtud de la estructura misma del mundo más am­plio de los valores complejos, donde el número de combinaciones posibles ofrece infinitos recursos. Se en­sayan “complejos” nuevos como los cocineros viandas nuevas, de sabor inesperado, y en los cuales, a veces, el elemento de orden inferior hace resurgir al elemento superior: humillación orgullosa; sadismo pontificante; muchachos malvados mas “auténticos” que honestos hombres de bien; creencia en el absurdo más razona­ble que el racionalismo, etc. Como la línea que separa las canalizaciones indiferentes de los valores complejos es flotante y vaga, casi no hay valores negativos que no puedan ser alcanzados por una canalización más aberrante que la habitual. E , inversamente, apenas hay valores catalogados casi umversalmente como positivos, que no sean, en realidad, complejos, es decir, que no impliquen una cierta desviación y un cierto fracaso, por la combinación con un valor de orden inferior. Todo puede caricaturizarse. La prueba está en que nada de lo que se realiza es absolutamente perfecto. No solamente se puede dudar de que un acto verda­deramente moral se haya cumplido una sola vez. Y, acaso, el cumplimiento sería metafísicamente imposi-

38 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

0 Cf. A título de consulta, L. Krestovsky, Le probléme spiritue! de Ja beauté et dé Ja Jaideur. La fealdad no es falta de belleza, es un poder positivo. Cf. También el estudio más genera! de R. Polín, Du Jafd, du mal, du faux.

ble para toda cosa, sin una pequeña imperfección que lo haga visible y lo distinga del Bien y del Uno. La naturaleza no procede de otro modo, pues parece des­viar, ligera y expresamente, a los individuos fuera de su tipo modulándolos mediante “ genes” que ostenta­rán sus formas hasta los límites de la letalidad.

EL VALOR COMO ESENCIA 39

VALORES NEGATIVOS Y CALCULO ALGEBRAICO

También los axiomas de Bxentano, fabricados sobre el modelo de la regla de los signos algebraicos, y sosla­yando el carácter complejo de los valores llamados ne­gativos, pueden tomarse en un sentido enteramente fútil.

L a existencia de un valor positivo es un valor posi­tivo.

La no-existencia de un valor positivo es un valor negativo.

La no-existencia de un valor negativo es un valor negativo.

La no-existencia de un valor negativo es un valor positivo.

La no existencia de un valor positivo no es un mal. ¿Qué mal hay en que no esté en mi cuarto de estudio un cuadro espléndido como la Bethsabé de Rembrandt? La no existencia de un valor negativo no es un bien. En todo caso yo no pensaría en dar gracias al cielo por no padecer la fiebre purpúrica de las Montañas Rocallosas, antes de haber leído alguna cosa sobre este asunto.

Estos axiomas tienen sentido sólo cuando no-exis­tencia significa existencia trunca, torpe. Pero entonces el valor positivo está ya a la vista, y podrá ser rea­lizado con un poco de más buena voluntad, o por

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extensión, en mejor oportunidad, pues algo se mezcló con él y lo corrompió. Los valores negativos represen­tan, no un número algebraico o el resultado de una multiplicación de números algebraicos, sino un com­plejo de valores positivos y de ausencia accidental de valores, o de valores de cierto nivel. Son siempre, en una palabra expresiva, un embrollo.

Otros autores, además de Brentano, particularmente Laird y Th. Lessing, intentaron hacer una axiomática de los valores (que no debe confundirse con el cálculo hedonista de los utilitaristas y de los economistas, del cual hablaremos más adelante). Pero el carácter com­plejo, más que estrictamente negativo de los valores “negativos” , parece consagrar todas estas tentativas o a la futilidad o a la arbitrariedad. J. Laird, por ejem­plo,10 y Th. Lessing11 distinguen: los axiomas de cons­titución (calcados sobre los principios de identidad, de no contradicción y de tercero excluido) — los axiomas de adición (valor a + valor b > valor a; valor a — valor b < valor a), a los que se pueden agregar los axiomas de conmutabilidad: a X ¡> = b \ a; de aso- ciatividad: (a -|- b) -j- c = a -(- (b + c); de distri- buibilidad (a + b) X c = (a X c) + (b X CJ- Per0 no hay desde luego ni que decirlo, estas tres últimas formas de axiomas, no pueden aplicarse sino a valores comparables entre sí. Laird rechaza los “ axiomas de dependencia” propuestos por Lessing: “ Si el valor de a depende del valor de b, b tiene un valor mayor que a” , y “ si el valor negativo de a depende del valor negativo de b, b tiene más valor negativo que a” . E l mismo Laird hace notar que la oposición de un valor positivo y negativo se torna muy arbitraria cuando se les quiere emplear en una operación de adición o sustracción. ¿Cómo una virtud o una belleza + 1 puede añadirse a un vicio o a una fealdad — 1? No es inevitable que *•

*• The ¡dea oí valué, p. 349 y ss.u Studien zui Wertaxiomatik.

40 DESCRIPCIÓN DEL VALORun valor no tenga sino una sola forma de opuesto. A noble se oponen a la vez vulgar, común, grosero, etc. Sobre todo, son frecuentes los casos en que un valor positivo o negativo no tiene verdadero opuesto, nega­tivo o positivo, o cuando no tienen por opuesto sino una simple ausencia. Muchos comportamientos nega­tivos, sobre todo, se designan por epítetos que no tienen opuesto positivo. ¿Cuál es, por ejemplo, lo con­trario de tosco? ¿de granuja? Este hecho es de fácil comprensión, si los valores negativos son en realidad complejos.

EL VALOR COMO ESENCIA 41

LA COMPLEMENTARIEDAD

Desde hace mucho tiempo los economistas han llama­do la atención sobre la complementariedad de los bie­nes. Los bienes son complementarios cuando es nece­sario conjugarlos en el tiempo y en el espacio, según una proporción bien definida, para satisfacer una ne­cesidad dada o una producción determinada:12 fruta y azúcar para los confiteros, mineral de fierro y car­bón para la industria pesada, etc. Pero esta noción no se aplica solamente a los bienes económicos. Es fun­damental también en todos los órdenes de valores y de formas, puesto que una verdadera forma implica la complementariedad de sus partes. Ya vimos que la no­ción de “ perfección” , al menos en el primer sentido de la palabra, significa “ consumación de un cierto tipo” y que el tipo no consumado requiere un com­plemento para tener todo su valor. Veremos que las teorías más naturalistas del valor, como la de Kohler, hacen de la noción Required ness sinónimo de valor. Y lo requiredness tiene relación con la complementa­riedad. Los economistas refieren la complementariedad

12 Cf. por ejemplo, Murat, ínitiation á la théorie économique, p. 30.

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de los bienes a una necesidad humana. E l azúcar no es necesario, cuando se tienen muchas frutas, sino por­que se tiene el deseo de hacer mermelada. Pero con­forme a nuestra abstracción provisional del agente, podemos considerar la complementariedad refiriéndola solamente al tipo y a la forma. Por eso se dice que la mermelada “ requiere” mucha azúcar o la metalurgia mucho carbón.

Esto es sólo una figura del lenguaje, pero hay casos en que esta manera de hablar está, desde luego, jus­tificada y aun es indispensable. Hay complementarieda- des naturales: el valor del macho para la hembra, la reina para las obreras en una colmena, los insectos para las plantas entomófilas e inversamente; el valor de los órganos, los unos para los otros en un organismo, los simbiontes, y también, aunque unilateralmente en este caso, los vegetales para los animales, los herbívoros para los carnívoros, los parasitados para los parásitos. La necesidad o la voluntad de los interesados está, en todos estos casos, visiblemente subordinada a la reali­zación de un tipo o de una forma de equilibrio glo­bal. Cada uno de los individuos interesados parece obrar según aspiraciones propias: Un hombre de ne­gocios busca un secretario perfecto o un viajero, y Des Grieux canta: “Este es el paraíso ... pero falta algo, aún falta Manon.” Pero evidentemente, un cierto “ tipo” — “Equipo indispensable para un negocio” , o “Pareja específica”— planea sobre estas aspiraciones aparentemente individuales.

Las necesidades-impulsos (diive) de los individuos son consecuencias secundarias de las necesidades (need) definidas por la esencia o el tipo que los individuos realizan conjuntamente. La reproducción cruzada no deriva del hecho de que el macho y la hembra ten­gan atractivo el uno para el otro. Sería perfectamente absurdo considerar esta atracción como primitiva, y la reproducción cruzada como el efecto de este “drive” .

42 DESCRIPCIÓN DEL VALORLos organismos no se forman porque sus elementos químicos o sus diversos tejidos tienen ciertas afinida­des dadas de antemano. Tales concepciones hay que dejarlas a los relatos mitológicos o a las filosofías semi- míticas de Empédocles o Lucrecio. Atracción, necesi­dad, voluntad, están igualmente subordinadas a una forma o a un tipo por realizar, el cual tiene por sí mismo un valor que hace extensivo, por consiguiente, a las actividades o a los elementos que lo llevan a cabo.

Esto es evidente no sólo en el caso de la reproduc­ción sexual, sino también en los casos de reproducción más elemental, por fragmentación y reconstitución, de los que los genes, virus, protozooarios, vegetales, ané­lidos, ofrecen tantos ejemplos. A . . . tendrá necesidad de B, y . . . B tendrá necesidad de A; A y B tendrán valor el uno para el otro si, y solamente si AB- es el tipo. Ep este caso, entonces, la fragmentación de AB en un ambiente adecuado en A o en B podrá tener por efecto la producción de dos -AB, partiendo de uno solo.

Aunque el tipo mismo pueda ser juzgado más o menos valioso por comparación con otros tipos, es, en todo caso, médium indispensable para que las comple- mentariedades y necesidades de todo género existan v tengan sentido axiológico.

La fantasía aristofanesca de Platón en el Banquete, los hombres y las mujeres se buscan porque son las mitades separadas de un solo ser primitivo de cuatro piernas y cuatro brazos, contiene necesariamente algo de verdad. Pues de otro modo se debería admitir la idea absurda de que “ el trueque fortuito de dos fan­tasías” y el “ contacto” no menos fortuito “ de dos epidermis” aseguran por suerte la reproducción cru­zada.

La dificultad está en saber en qué precisamente es verdad el mito platónico y el platonismo en general.

EL VALOR COMO ESENCIA 43

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Si la complementariedad de los órganos en un ser vivo evoca una manera de Idea eterna y, aún la de la pareja macho-hembra, la complementariedad de dos simbióntes y el valor del uno para el otro, parecería más acciden­tal, aunque es posible admitir que, en este caso, la iniciativa de dos organismos de especies diferentes está llamada a “ llenar” un tipo previsto para un solo or­ganismo.13 Pero las complementariedades más o menos convencionales o visiblemente accidentales no pueden interpretarse así. La receta de la mermelada o de la técnica de la metalurgia puede difícilmente concebirse conforme a tipos eternos.

Sin entrar en controversia metafísica y limitándonos a describir el estatuto del valor, parece, en todo caso, que el valor de complementariedad en el mundo actual implica una Forma o un Tipo o una Esencia Ideal, que define el “Todo de los complementarios” .

44 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

LA ELECCIÓN NATURAL

John Laird, apoyándose en un pasaje de F. Bacon (Silva Silvarum) ya comentado por Whitehead,14 des­cribió, bajo el nombre de elección natural o de Prin­cipio de no-indiferencia un fenómeno que él estima fundamental y que estaría subyacente en todo valor: “ Considero como evidente que si dos cosas son com­pletamente indiferentes una a otra, una con relación a la otra, no puede haber valor alguno.” Por el con­trario, si hay atracción, afinidad, respuesta, si se toman en cuenta una y otra en cualquier sentido, el valor puede aparecer para una o para las dos. La elección

ls G. Matisse ha demostrado la generalidad del fenómeno al in­terpretarlo según una filosofía mecanicista (Le Ramean vivant du monde, I, cap. dc Déíicience et hyperficience).

14 Science and the Modera World, p. 53. Whitehead se ins­piró para esta idea en Francis Bacon, en su teoría de la "prehen- sión”.

natural estaría subyacente no solamente en el valor, sino también en el espíritu, en la vida, en la teleo­logía, sin ser, no obstante, ninguna de estas nociones. La afinidad, según Bacon, es una forma de percep­ción más sutil que la percepción por medio de los sentidos.15 La conveniencia lógica (relevance), la rela­ción misma de efecto a causa, las implicaciones de todos géneros incluyendo en ellas las relaciones de me­dio a fin, el interés en general de un ser por otro, y la complementariedad de las partes de un todo en el organismo o en cualquier otra parte, serían casos par­ticulares de elección natural.16

Al analizar la complementariedad, hemos creído com­probar que no se concebía sino en relación con un Tipo ideal. Según John Laird esto sería poner las cosas al revés: la elección es primitiva, produce el tipo que es resultante de afinidades y no preside a las afinidades. Esta concepción parece difícil de conciliar con todos los hechos. En el caso de la afinidad química (o los nexos intra-atómicos o inter-atómicos en general) la tesis de la elección considerada como primaria, puede sostenerse: las afinidades desembocan en tipos, átomos o moléculas, que se pueden colocar en tablas sistemá­ticas.

Aunque esos tipos presenten una gama de propie­dades notables y que parecen predestinadas a tener un papel en el universo17 no es absurdo, aunque sea inverosímil, admitir que esos tipos son nada menos que puros resultados, algunos de afinidades primordia­les. Pero en el orden de la vida, ya lo vimos, la tesis de la elección natural, es, de cualquier modo, insos­tenible.

EL VALOR COMO ESENCIA 45

15 ‘"Cuando un cuerpo se relaciona con otro, aparece un género de elección para aprehender lo que es agradable y para excluir o rechazar lo que es ingrato.”

lfl J. Laird, The idea oí valué, cap. m.17 Cf. Henderson, The íitness oí the enviionmcnt.

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46 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

VALOR Y FUERZA

En la idea de complanentariedad o afinidad, se com­binan indisolublemente la idea de atracción dinámica y la idea de valor. Las necesidades de la descripción nos llevaron ya a comparar el valor con un peso o con una pendiente. E l campo axiológico, por diferente que sea del campo de fuerza, presenta numerosas analogías con él. Que el efecto dinámico sea directo o indirecto, allí donde comienza a aparecer un valor, aparece tam­bién una fuerza. Un animal hambriento se precipita sobre el alimento; el descubrimiento de un mineral de oro suscita un éxodo; el placer, la belleza, la riqueza atraen, y no solamente cuando están en estado de bienes inmediatos y de los cuales es posible apoderar­se, sino también cuando están en estado de ideal por realizar.

Olvidando por un instante nuestra intención de ha­cer abstracción de los agentes y de los sujetos reali­zadores, el sujeto que está en disposición de trabajar para la realización de un valor ideal intuido, experi­menta esta acción como acompañada de una tensión dinámica. O cuando menos, la tensión revela en se­guida que la acción sufre interferencias, internas o externas. Un observador exterior puede comprobar el dinamismo del valor tratando de obstaculizar a un realizador en el curso de su acción. Correrá el riesgo de experimentarlo a sus expensas, como fuerza, en el sentido más ordinario de la palabra. No se puede con­trariar sin peligro a un animal que sigue su instinto, o o a un hombre apasionado. Es tan peligroso obstacu­lizar la “ línea axiológica” de un agente, ya sea instin­tivo o inteligente, como obstaculizar la trayectoria de un cuerpo masivo en el espacio.

Si se comparan directamente la dinámica física y la dinámica de los valores, aparecerá una semejanza capital entre valor y fuerza. Sean dos resortes, A y B, colocados

entre dos planchas paralelas (fig. 3). Su aspecto visual es rigurosamente idéntico, tienen el mismo diámetro, el mismo número de espirales. Pero si se quita una de las dos planchas, el resorte A permanece en el es­tado en que estaba, mientras que el resorte B se dis­tiende y toma otro aspecto visual. Estaba, pues, en estado de tensión. Su aspecto visual no correspondía a su forma verdadera, tal cual “ hubiera debido” ser, si el resorte B hubiera estado abandonado a sí mismo, en su propio campo de fuerza. E l resorte B , compri­mido, está, pues, en un estado transitorio. Un dialéctico diría que el resorte es, a la vez, éste que es y otro además de éste que es, puesto que un “ hubiera de­bido” se combina con un “ es” . E l dialéctico podría decir también que el resorte tenso no es un puro he­cho, sino un hecho que se niega a sí mismo y se tras­ciende, etc.

El físico clásico no entiende nada de este lenguaje que le parece verborrea pura. La aguja del dinamóme­tro, dice, revela fácilmente el estado de tensión del resorte B, y la posición de una aguja es un hecho puro. Si se responde al físico que el equilibrio del resorte y del dinamómetro no es un caso diferente del pri­mero y que hay dos resortes en vez de uno que no

EL VALOR COMO ESENCIA 47

están en el estado en que “ debieran estar” si estuvie­ran abandonados a sí mismos, él contestaría diciendo que el examen microscópico del estado molecular de A y de B revelaría ciertamente las diferencias corres­

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pondientes a la diferencia de tensiones —agregando que este estado molecular es un hecho puro.

Pero el micro-físico estaría menos seguro del carácter de hecho puro de ese estado molecular. E l estado mo­lecular invocado no representa, para él, sino el aspecto estático de acciones elementales que son esencialmente transitivas y para las cuales una descripción de “ estado instantáneo” no tendría ningún sentido. Incluso si el micro-físico fuera capaz de descubrir una diferencia entre el modo de acción de las moléculas en el resorte libre y el resorte comprimido — de la misma manera que el físico clásico se creía capaz de descubrir una di­ferencia entre los estados moleculares— habría una pro­funda oposición entre los dos casos. E l físico clásico creía poder reducir directa y, pensaría, racionalmente (por el principio de determinísmo) el funcionamiento diferente en estado diferente. E l micro-físico no puede tener la pretensión de reducir de esta manera acción a acción o, entonces, su previsión no es más que ana­lógica. Se encuentra en la misma situación, no de un ingeniero ante una máquina cuyo funcionamiento pue­de calcular porque él mismo la construyó, sino de un biólogo ante un organismo desarrollándose hacia un tipo que no es verdaderamente “nada aún” , y que él, ob­servador, prevé solamente porque ha observado el des­arrollo de otros individuos de la especie.

Es únicamente el aspecto molecular de la distensión del resorte el que da a este fenómeno el aspecto calcu­lable de un puro funcionamiento. Son los efectos es­táticos los que dan al campo de fuerzas propiedades diferentes de las del campo axiológico. En el origen de la fuerza y del trabajo físico se encuentran así mismo acciones análogas a las acciones según un tipo o un valor columbrado. Un átomo guarda su tipo como un organismo guarda el suyo, por sus acciones y no por inercia. La fuerza, como el valor, implica fenó­menos que son más que “ estados” instantáneos, que

48 DESCRIPCIÓN DEL VALORestán “en viaje” hacia una forma conforme a un tipo, hacia una esencia, hacia un optimum no realizado aún.

Desde luego, como la terminología es libre, se puede perfectamente decir que la construcción en curso de una casa es un hecho, tanto como lo es un montón de piedras. Pero la diferencia es capital entre estos dos “hechos” . En el primero, en la construcción en curso, el tipo o el valor columbrado está incluido en la textura misma del “ hecho” imposible de describir sin referencia a este valor. En el segundo, en el montón de piedras, percibido molecularmente, se puede pensar que el lenguaje axiológico es inútil y anticientífico, aunque al tomar molécula por molécula y átomo por átomo, se reencuentre la necesidad de incluir la axio- logía, o al menos “ la acción” , en los hechos.

En el fondo y origen de los equilibrios físicos de extremum, se encuentran, pues, acciones y normas que desempeñan exactamente el mismo papel que las nor­mas axiológicas. Entre fuerza y valor hay más que se­mejanza, hay identidad de naturaleza. Esta naturaleza axiológica está disimulada, en el caso de las fuerzas físicas, por fenómenos moleculares y estáticos. Es, pues, el valor el que explica las fuerzas macroscópicas y no a la inversa.18

EL VALOR COMO ESENCIA 49

EFICACTA DE LOS VALORES

La filosofía moderna, sobre todo después de Dilthey, se aplicó a distinguir entre el fundamento racional, o más generalmente el fundamento axiológico, y las cau­sas naturales. No porque una cosa es lógica, o razo­nable, o justa, o económica, se realiza automática­mente, ni mucho menos. E inversamente, las causas naturales, ciegas e interferentes, realizan cualesquiera

“ Contrariamente a la tesis de W. Kohler, que examinaremos más adelante.

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situaciones y cosas desde el punto de vista axiológico. En lógica, en estética, en moral, en política, conside­radas en su carácter propio, normativo, reina una ne­cesidad que no tiene nada de necesidad natural, y que es compatible con la posibilidad de error y de falta.

Si lo lógico, lo razonable, lo justo, se realizan algu­nas veces, es gracias a los agentes, en tanto que éstos son, a la vez, agentes que tienden (apuntan, visan) a un ideal, y seres reales que pueden adoptar el carácter de causa natural. Si un calculista trabaja y se afana por encontrar el buen resultado, o un artista para cuajar una obra, es que son seres dobles, o a caballo sobre dos mundos, obedeciendo a dos géneros de leyes o necesidades y tratando de concordarlas.

Hasta aquí, nada objetable. Pero a menudo hay ten­dencia a abusar de esta distinción exacta, hasta decir que los valores: lo lógico, lo racional, lo justo, etc., no estando en la naturaleza o no pudiendo ser eficaces naturalmente, a la manera de una causa, es imposible, por tanto, atribuirles la menor eficacia. Pero si esto es así, no se comprende ya, cómo un valor pueda tener la menor oportunidad para realizarse alguna vez.

Cuando a un niño se le pone como prueba de inte­ligencia series de números, o de premisas mayores de silogismos, o frases inacabadas para completarlas, o dibujos para terminarlos de una manera armoniosa, se espera que el niño no se limite a “ funcionar” pere­zosamente según sus asociaciones de ideas o los capri­chos psicofisiológicos de su memoria, sino que se es­fuerce por encontrar el complemento correcto. Pero se postula también que la buena solución, de una manera o de otra, encontrará, si se puede decir así, la manera de “ dinamizar” el psiquismo natural del niño, orientándolo en la buena dirección y remon­tando, si hace falta, la corriente del psiquismo natural y perezoso.

50 DESCRIPCION DEL VALOR

Obedecer reglas no es la misma cosa que obedecer un puro impulso, sino que debe haber un elemento dinámico en la obediencia a una regla, tanto como en la obediencia a un impulso; pues de otra manera, ¿cómo podrían imponerse las reglas a los impulsos y cómo, en el mundo, podría algo tomar una forma con sentido y con valor? Los dos tipos de dinamismo — el de la razón y el de la causa— parecían tan diferen­tes en el tiempo del reinado de la física clásica, que su colaboración parecía crear un problema aún más fundamentalmente insoluble que el problema de la unión del alma con el cuerpo. Ninguna solución po­sible, en efecto, mientras se considere la eficacia de la causa como más fundamental que la eficacia de la razón, emergiendo ésta, no se sabe cómo, de aquélla, para gobernarla. Pero la física contemporánea, acaba­mos de verlo, disipó este misterio.

EL VALOR COMO ESENCIA 51

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II. E L VALOR CO M O ACTO D E L A G EN TE

Pero ya es tiempo de abandonar nuestro provisional propósito de describir las relaciones de valores y de formas haciendo abstracción, hasta donde fue posible, del agente o del sujeto. Hubiera sido perfectamente posible hacer la abstracción inversa y describir el acto axiológico del sujeto sin hablar de esencias, ni de tipos y de valores “ sustantivos” o sin hablar de las formas. Para muchos teóricos esta abstracción inversa a la nues­tra, no sería una abstracción, sino una filosofía com­pleta y suficiente del valor. Para ellos, describir el valor, es describir la actividad de un sujeto bajo cierto aspecto, y no otra cosa. Esta tesis, lo veremos, es in­sostenible. De hecho, la primera como la segunda abs­tracción no pueden ser sino una ficción provisional.

EL “ COGITO” AXIOLÓGICO

El cogito cartesiano define la existencia como exis­tencia no de una cosa, sino de un “ pensante” activo. E l cogito parece ontológico. De hecho es axiológico. En efecto, ¿qué es el “pensamiento” en este caso? ¿Es un puro fenómeno psíquico, por ejemplo un puro ensueño? Las fórmulas de Descartes tienen este sen­tido. Pero si éste fuera verdaderamente el caso, el so­ñador no se plantearía el problema filosófico, el pro­blema de la verdad. Sería otro sujeto, otro “ yo” quien a propósito del sueño concluiría: “Pues existe un so­ñador, es verdad que hay existencia.” E l cogito sería acto de este sujeto despierto, no del soñador. Descar­tes parte, de hecho, no de Descartes soñando, sino de Descartes dudando si sueña y buscando activamente la verdad, el valor de lo verdadero. En este caso sola­

52

mente el desdoblamiento no es indispensable y el cogito es inmediatamente concluyente: prueba indisolublemen­te, tanto el valor de verdad como “el agente-buscando- lo-verdadero-y-valorizando” .18 Lo que hay de más in­mediato en el mundo no es mi existencia, es “mi acto” . Yo jamás me aprehendo sino como actuante, trabajando en una realización cualquiera, de verdad, de utilidad, de agrado, etc.

La actividad del agente puede tomar dos formas, por lo demás implicadas entre sí: puede trabajar para realizar un valor o puede limitarse a valorizar.

EL VAL£)R COMO ACTO 53

EL JUICIO DE VALOR

Hay juicio de valor cuando el sujeto juzga que una cosa o un ser tiene valor, o tiene más valor que otro: “ Esta proposición es verdadera.” “ Esta flor es más bella que aquélla” — por oposición a los juicios de hecho: “ Esta proposición comprende tres términos” , “ esta flor es una compuesta” . Un juicio que comprueba, como un hecho, otro juicio de valor, no es un juicio de valor: “ Esta flor vale treinta francos” , “ este pescado es muy estimado” . Por el contrario, los juicios de valor que comprueban la realización de un tipo, pueden ser juicios de valor cuando el tipo es valorizado implícitamente por el sujeto: “Es un ángel” , “ es un don Juan” .20

No hay juicio de valor cuando se acusa una prefe­rencia personal como un puro hecho: “Prefiero el pes­cado a la carne” o “deseo pescado” . E l enunciado de una preferencia no llega a ser, psicológicamente, juicio de valor, sino cuando se cree implícitamente que los otros “ deberían” compartir esta preferencia. Aún es necesario distinguir entre un esfuerzo para convertir a otros, puramente publicitario, o por propaganda cínica,

” Cf. W. Stem, Wertphilosophie, cap. i." En español en el original. [T.].

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es decir no convencida, y el esfuerzo de proselitismo sincero invocando un “ debería” universal.

54 DESCRIPCIÓN DIjL VALOR

LOS JUICIOS DE VALOR INAUTÉNTICOS

Las preferencias y las voluntades individuales se dis­frazan muy a menudo de juicios de valor. E l cínico piensa: “Tú debes hacer esto porque tal es mi deseo” , pero dice: “Tú debes hacer esto, porque esto es bue­no.” Este abuso de la universalidad y de la objetividad de los juicios de valor por el capricho o la voluntad de poder, ha hecho creer a muchos filósofos que todo juicio de valor no es sino una falsa apariencia, el dis­fraz de una voluntad individual que no es, en sí mis­ma, sino un puro hecho.

Esta tesis es inaceptable. E l abuso cometido es, por el contrario, el reconocimiento implícito de la objeti­vidad del valor por aquél que lo juzga. No habría hipocresía si no hubiera verdadera virtud. Psicológica­mente, en todo caso, aquel que concibe un juicio de valor sincero, tiene la sensación de no expresar un sim­ple gusto personal. Cree en la objetividad del valor. Las teorías que reducen el valor a la voluntad, igual que las teorías que niegan la libertad, no describen la experiencia tal como se presenta. Deberían, pues, tomarse en cuenta como explicaciones torcidas (acción del inconsciente, ignorancia de las verdaderas causas que nos hacen obrar, etc.) tanto del sentimiento de valor como del sentimiento de libertad.

En la práctica, el hombre recurre frecuentemente, a veces de una manera semi-sincera, a los falsos racio­cinios o valorizaciones de su conducta. Una conducta que tiene, sobre todo, causas fisiológicas o físicas, o que tiene razones solamente de orden egoísta, busca una fachada de razones más imponente. Un funcionario que quiere ganar más dinero, invoca el interés público;

un industrial adopta la fraseología de “ servicio” ; un político ambicioso, se presenta como un mártir del in­terés nacional; un pueblo en guerra combate siempre por el derecho, la civilización o la paz.

Para las filosofías cínicas, tan a la moda hoy, toda racionalización es una falsa racionalización. Esto con­duce a sostener que toda conducta no tiene sino puras causas, pues las “razones egoístas” son relativamente fáciles de reducir a puras causas.

Esta tesis es contradictoria. Una conducta que no fuera sino el efecto de puras causas, no sería una “con­ducta” , sino un simple funcionamiento. No podría, pues, disimularse. Así como los falsos juicios de valor implican verdades, las falsas racionalizaciones implican la existencia de conductas verdaderamente racionales o verdaderamente motivadas, sea por juicios de valor, sea por valorizaciones implícitas.

JUICIOS Y VALORIZACIONES IMPLÍCITAS

Bajo los juicios de valor conscientes, existen, de hecho y con frecuencia, valorizaciones implícitas, que pueden contradecir los juicios conscientes superpuestos. Son, también, valorizaciones auténticas, aunque subconscien­tes y no puros impulsos. Los juicios se expresan por palabras, las valorizaciones subyacentes por actos, y el agente cree, con frecuencia de buena fe, que cree aquello que dice, mientras un observador exterior per­cibe claramente los verdaderos móviles de su acción y sus verdaderas creencias profundas: discierne la vo­luntad de poder bajo los juicios morales o religiosos, el snobismo social bajo el pregonado interés por las artes, etc.

JUICIOS DE VALOR Y CREENCIA

Cuando el juicio de valor se apoya, no sobre un valor realizado y percibido, sino sobre un valor ideal, llega a

EL VALOR COMO ACTO 55

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ser creencia, en el sentido profundo e intenso de la pa­labra (creencias políticas, religiosas, morales). Se con­vierte en fe. Y esta creencia tiende a traducirse en acción. Del mismo modo que la acción es siempre la mejor prueba de una creencia, o de una valoración implícita, la verdadera creencia se traduce siempre en acción.

El lenguaje distingue, sin embargo, por la forma de la preposición, las creencias que se relacionan con jui­cios de hecho y las que se relacionan con los juicios de valor, cuando el valor es ideal. Se cree a (en) la redondez de la tierra o a (en) la existencia de Groen­landia; pero se cree en (en) Dios, en (en) la justicia, en (en) una persona.21 Como el valor es trascendente a lo actual, la creencia axiológica implica normal y legítimamente un riesgo, un envite; acepta que los he­chos, provisional o indefinidamente, no sean conforme al ideal en el cual se cree. Creer en alguien es siempre darle crédito.

Creer sin prueba un dato de hecho, es irracional; creer contra las pruebas, es absurdo. Pero dar crédito a un ser o a un ideal, no es sinónimo de “ creer sin prueba” y no es irracional, porque la acción correlativa de la creencia verifica el ideal, en el sentido activo de la palabra “ verificar” . De lo actual a lo ideal, el camino es largo y accidentado, a menudo aquel que cree en el ideal, es conducido a creer contra los hechos. Pero esto no es absurdo en este caso, porque está en camino y porque el hecho no es aquí un dato puro, sino un obs­táculo o un medio modificable, en parte, según su voluntad.

No es porque el valor sea esencialmente “precario” , según la expresión de Dupréel, por lo que pide la creen­cia del agente, sino porque es un “ ideal a lograr” por invención y trabajo. No es menos que el hecho, sino

56 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

"l No existe en castellano ninguna dualidad para esta preposición.

más que el hecho. Cuanto más fuerte parece el ideal por sí mismo, tanto más viva está la creencia y más grande el ánimo. Se cree en Dios porque es todopo­deroso. Los marxistas creen en la Revolución, porque la juzgan inevitable y “ necesaria” en los dos sentidos de la palabra. La verdad del fideísmo y del voluntaris­mo, frecuentemente mal expresada incluso por los pro­fesantes de esas doctrinas, reside en esta estructura de la crencia y en la legitimidad del crédito, allí donde hay un ideal sobreactual, pero sólido.

El crédito no es, además, legítimo aquí, como en ninguna otra parte, si se cae en la inflación. E l Ágape cristiano, este “ amor a crédito” , por oposición al Eios helénico, tuvo en el mundo antiguo, y en el orden de los valores humanos, un papel análogo a aquél de la expansión de los medios de pago en el siglo xvi o de los establecimientos bancarios en el xix. Dando crédito a los hombres, realmente los ha revalorizado.

SENTIMIENTO DEL “ DEBERÍA”

Cuando un sujeto-agente emite un juicio de valor, tiene un sentimiento de “debería ser” o al menos de “debe­ría estar aprobado” o “ respetado” , “ favorecido” , “ ad­mirado” , contrapartida subjetiva del carácter normativo del valor. Decir: “Esta proposición es verdadera” tiene por corolario “ se la debe admitir” . Decir: “ esta flor es más bella” , implica: “ se la debe preferir” . Según G. E. Moore,22 valué y oughtness to exist connotan la misma idea y pueden emplearse uno por otro. Se puede decir, al menos, que todo valor entraña un “ de­bería” . A. Lalande denuncia vigorosamente la fobia a lo normativo, sobre todo en lógica y en estética. Exis­te, de hecho, un esfuerzo para burlar el “ debería” presentándolas como ciencias de hecho, reduciendo la lógica a un análisis combinatorio y la estética o la moral

EL VALOR COMO ACTO 57

21 The conception of intrinsic vahe en PhUosophical Studies.

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a un capítulo de psicología o sociología. Y sin embar­go, el “ debería” es irreductible y primitivo como el valor mismo.

Visto desde afuera, por los actos que provoca, el sen­timiento de “ debería” , tiene a menudo efectos análo­gos a aquellos del puro deseo o de preferencia pura. Se compone con el deseo como una fuerza con otra fuerza de la misma naturaleza. Pero para la experiencia inmediata, es absolutamente específico y el sujeto no los confunde sino a precio de hipocresía y mala fe. E l valor advertido atrae, en principio, a pesar de las innumerables inhibiciones o barreras debidas a los con­dicionamientos, canalizaciones o resentimientos, pero aun cuando su atracción está libre de estos efectos perturbadores, no atrae en la forma de un cebo. Igual­mente, cuando la idea — o el ideal— no es correctora, sino inspiradora, esta idea o este ideal no es, nunca, se­parable de un sentimiento de “ debería” . Quien descubre su vocación, la grita con ardor y entusiasmo: “ ¡Yo tam­bién soy pintor!” , él sabe bien que no puede simple­mente dejarse atraer, y que se empeña en una carrera llena de deberes y dificultades.

El sentimiento de “ debería” se pone, por una parte al deseo y, por la otra, al sentimiento de libertad ab­soluta. Un ideal típico se escoge por su valor y obliga porque es un valor. Si el “debería” es incompatible con la libertad-ídolo, no es incompatible con la simple libertad. Las obligaciones de un ideal no tienen nada apremiante o de presión a tergo: un artista obedece al llamado de la belleza, se pliega a sus condiciones de realización y tiene el sentimiento exacto de ser libre.

No hay que confundir el sentimiento de “ debería” con el sentimiento de obligación moral. Éste es un caso particular del “ debería” axiológico general. Hay un “ debería” , un “ sentimiento de obligación” especí­fico en el arte, en la investigación teórica, en la dis­tribución económica, en la política, en la religión, en

58 DESCRIPCIÓN DEL VALORel deporte, tanto como en la moral. E l hombre es guiado en todos estos dominios por una conciencia característica, y la conciencia de que habla el Vicario savoyano, no es la única “ inmortal y celeste voz” ni la única “ guía segura de un ser ignorante y limitado” . Hay deberes estrictos y deberes “ anchos” en materia de estética, de ciencia, o de religión, como de mo­ral. Hay escrupulosos en todos los órdenes. Hay re­mordimientos específicamente estéticos, religiosos, de­portivos.

La lógica, dice Rickert, es la moral del pensamien­to.23 Es verdad. Pero tan legítimo seria invertir los términos y aplicar, metafóricamente, el “ debería” es­pecíficamente lógico o estético a la moral, como aplicar el “ debería” de la moral a la lógica o a la estética. Lo que ha hecho creer que la obligación es exclusivamente moral, son las faltas burdas de un orden que se con­funden con las faltas burdas de otro, y como las fal­tas morales son particularmente peligrosas y graves, tien­den a pasar como las faltas por excelencia. Un sabio o un artista perezoso, que tiene una pequeña debilidad en la ejecución de su obra, comete una falta científica o estética; disminuye el valor de su obra y .experimenta un remordimiento no moral. Si engaña groseramente con las normas estéticas o lógicas y se burla de su pú­blico, es indiscernible de un estafador. Desenmascarado puede, por este término, llegar al suicidio, como Kam- merer, después de sus experimentos falsificados sobre la herencia de los caracteres adquiridos. El remordi­miento no moral puede alcanzar también una igual intensidad por las faltas veniales si el artista, o el sa­bio, es muy escrupuloso. Se puede querer el suicidio, como Fausto, al confirmar la inanidad de su cien­cia, o como el poeta Rigaud al comprobar su falta de talento.

EL VALOR COiMO ACTO 59

a Citado por A. Lalande, La Raison et les Normes, p. 200.

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Por la misma razón es demasiado artificial oponer esencialmente una moral de valores a una moral de deberes. Valor y deber no son absolutamente separables. Es verdad que en moral — como en todos los órde­nes— ciertos sujetos, según su naturaleza, ven sobre todo el carácter ideal, atrayente, del valor que colum­bran y otros, su carácter imperativo. Hay seres ale­gres, felices, sonrientes, desembarazados, y otros ten­sos, aplicados, austeros, respetuosos de las reglas. Hay sabios, artistas, hombres de negocios, deportistas “kan­tianos” y otros “ schelerianos” . Un ideal axiológico no es nunca un puro gusto, pero se le puede aproximar. E l desembarazo y la sonrisa tienen su peligro, pero “ el sentido del deber” también es peligroso, porque im­plica a menudo una cierta mecanización y un endure­cimiento artificial de la normatividad propia de los valores. Se desconfía instintivamente, y con derecho, de aquellos que no obran sino por deber, y la expre­sión: “ él se creyó obligado a . . . ” introduce general­mente el enunciado de una necedad o de una torpeza cometida por “ él” . A los “ afanes” de Flaubert, se opone la frase de Butler: “ No he encontrado aún un solo escritor que ponga la menor atención a su estilo, y que sea al mismo tiempo legible.”

Esta frase podría encontrar aplicación en otros te­rrenos distintos al del estilo.

60 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

NATURALEZA DEL AGENTE

El sujeto que concibe juicios de valor que implican el “debería ser” , que elige, que prefiere según el “ de­bería ser” y que se pone a actualizar los valores, parece un demiurgo platónico situado entre las esencias que contempla y el mundo que fabrica. ¿Pero cuál es su naturaleza, una vez descartados todo mito y toda ima­gen? Puesto que no se le puede definir sino como su­jeto de una actividad juzgadora o actualizante, puesto

que aún el cogito cartesiano no es ontológico, sino axiológico, no se debe hacer de él una sustancia que tendría una existencia previa a su actividad, y separada.

Un “ trabajador” de carne y hueso parece existir independientemente de sus acciones, de sus trabajos y de los objetos e instrumentos de su trabajo. Pero es este un aspecto superficial de la situación, porque el organismo viviente es ya una forma resultante de una actividad que tiene un sentido'. La actividad axiológi- ca del organismo, dirigida sobre el mundo, prolonga la actividad orgánica y órgano-formadora. La herramienta prolonga el órgano; un ser viviente no actualiza ni crea sino después de estar él mismo constituido. E l “ agente” de la formación del ser viviente no puede ser él mismo parecido a un ser viviente. La célula fecundada de don­de salen los metazoarios, puesto que es ya una forma con microórganos válidamente concertados, no es aún sino un intermediario que supone un “agente formante” situado él mismo más allá de la forma. Si no se quiere caer pronto en la metafísica y sf se quiere continuar describiendo, no hace falta separar “ agente” y “ acti­vidad” , puesto que describir a uno es describir a la otra.

Perry24 da como criterio de actividad “ interesada” — es decir, axiológica según su propia tesis— el ser “ selectivo, tentativo, instrumental, prospectivo y fali­ble” . Esta descripción es buena, pero es incompleta y distingue caracteres que se pueden reunir bajo la misma rúbrica.

EL VALOR COMO ACTO 61

LA ACTIVIDAD AXIOLÓGICA

Se caracteriza por:1) La irreductibilidad a un funcionamiento. Un fun­

cionamiento no es sino un conjunto de movimientos

“ Genera! theory oí valué, p. 209.

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según una estructura preestablecida. No es una activi­dad verdadera. Así, una máquina funcionando está ajus­tada de tal manera que produce resultados valiosos, pero no tiene un papel sino de puro médium entre el agente que la conformó y los buenos resultados obte­nidos. Por ejemplo, una máquina de calcular de en­granes o de válvulas electrónicas. Esta máquina llega a resultados exactos por funcionamiento ciego. Pero esto es evidentemente porque el constructor que preveía estos “buenos” resultados acopló las conexiones de la máquina de una en una para obtenerlos automática­mente. Los impulsos causales “ de uno en uno” en la máquina están sustituidos por el acto consciente y orien­tado hacia el buen resultado del constructor, y des­pués del usuario de la máquina.

Un escolar aturdido puede responder: 7 X 5 = 36, mientras una máquina no se equivoca porque la pura memoria que sustituye al cálculo reflexionado es me­nos segura, como sustituto, que las conexiones mecá­nicas o eléctricas pór las cuales la norma del cálculo se toma armazón material. Pero el escolar puede siem­pre juzgar su respuesta y corregirla, mientras que la máquina, descompuesta, no se corrige nunca, a menos que la autocorrección no esté prevista mediante algún aditamento auxiliar.

Un ejemplo más: el autómata autorregulado por retroalimentación o íeedback u homeostato parece “ bus­car” un cierto estado por oscilaciones o hesitaciones. Pero también aquí el buen resultado, el estado “ busca­do” no se obtiene sino por el juego de combinaciones establecidas por el ingeniero. E l autómata no obra y no es un “ agente” ; “ él” , es decir, el conjunto de pie­zas que lo constituye, se desplaza pasivamente hacia un estado de equilibrio previsto por el constructor.

E l behaviorismo (conductismo), como la cibernética dogmática, parece creer que el funcionamiento del organismo, considerado como médium pasivo entre un

62 DESCRIPCIÓN DEL VALORestímulo y la respuesta, puede ser indiscernible de una actividad que busca buenos resultados. Para Watson, por ejemplo, el estímulo “ aire frío” desencadena, en un animal, movimientos orgánicos que lo lleva a una situación en la que el estímulo no obra ya. Lo que equivale a decir que la situación alcanzada puede ser considerada “buena” para el animal, si nos atenemos absolutamente a este vocabulario. La estructura eficaz, en este caso, no fue establecida por un ingeniero, pero se considera que fue integrada por el juego de la se­lección natural.

Esta concepción choca con los hechos biológicos y psicológicos. El orden no es, estímulos -» organismo -» respuesta, sino, organismo -» finalidad, a través de los estímulos y de los obstáculos. Aún se puede hacer el ensayo de postular, como Tolman, tras este segundo esquema, los micro-funcionamientos, infraestructuras del aspecto incontestablemente axiológico del compor­tamiento global. Pero esto no es sino un pium votum.

2) La unidad auténtica. E l funcionamiento es múl­tiple. Cada pieza de una máquina se mueve por su cuenta y la unidad aparente del funcionamiento se obtiene por la interrelación de piezas impulsándose unas a otras. La actividad, al contrario, posee una uni­dad propia: puede tener fases distintas, entrañar actos secundarios, pero siempre acordados temáticamente con el “ sentido” general (Bedeutung y no Richtung) de la actividad. Como la “ acción” de la física, con la cual está estrechamente emparentada, no es descomponible y contiene un cierto dominio espacial y temporal, una cierta amplitud mínima. Por esto constituye formas dotadas también de unidad. Mientras que la parte in­finitesimal de un movimiento sigue siendo un movi­miento (al menos según la física clásica), no se puede dividir una actividad en trozos arbitrarios o arbitra­riamente pequeños.

Es muy notable que sobre este punto se manifieste

EL VALOR COMO ACTO 63

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cierta dislocación entre el agente y la actividad. Por una parte el mismo agente puede pasar de una acti­vidad a otra. Por otra parte, la misma actividad puede exigir una multiplicidad de agentes, sea simultáneos (danzas, cortejos, representaciones dramáticas, activida­des políticas, pedagógicas), sea sucesivos (problemas reanudados por múltiples generaciones de investigado­res, instituciones políticas que duran siglos). Muchos valores no pueden ser realizados sino dentro de estas acciones colectivas.

Este desajuste no contradice totalmente la imposi­bilidad de describir un agente como existente “ sustan­tivo” separado de toda actividad. Participar en una actividad es aún obrar. La multiplicidad posible de agentes en una actividad que apunta hacia un valor único (verdad, belleza, eficacia), no debe hacer con­cluir, como parece haber creído Scheler, en la noción de “persona colectiva” . Al menos la palabra “persona” , con una connotación moral, parece aquí realmente poco apropiada.

Es sobre todo en el orden económico y estético cuando los agentes realizadores de una cierta actividad son, con más frecuencia, múltiples. E l fenómeno se produce también en el orden moral y religioso: hay heroísmos colectivos, santidades colectivas, pero es me­nos frecuente. En el orden vital la situación es muy particular: estos agentes múltiples, aun cuando elemen­talmente conscientes de una fase significativa de la actividad total en la cual participan — de otro modo se saldría del dominio de la axiología para entrar en el del funcionamiento mecánico de uno en uno— son inconscientes del sentido total de esta actividad.

3) La conciencia — o cuando menos— la subjetivi­dad. La unidad verdadera “dominial” y no puntual de la actividad, implica, si no conciencia, en el sentido ordinario de “ conciencia que percibe y controla la acción, por las sensaciones propioceptivas” — caso visi­

64 DESCRIPCIÓN DEL VALORblemente muy particular— cuando menos una subjeti­vidad, es decir autopresencia de la forma y de la acción en ella misma, no solamente en su unidad, sino en su significado. E l valor-esencia está más allá de la con­ciencia, pero la actividad axiológica es inconcebible sin conciencia o subjetividad.

4 ) La finalidad. Toda finalidad es axiológica. Los dispositivos automáticos en feed back, lo hemos visto, no hacen sino remedar la acción finalista reemplazán­dola en beneficio de quien los montó. Inversamente, toda actividad axiológica es finalista por definición, no es literalmente prospectiva, como dice Perry (se puede, por ejemplo, trabajar en la rehabilitación de un hom­bre muerto desde hace tiempo), pero, como ella, apunta hacia un valor intemporal, más o menos precisado en la meta ideal, esta meta se cierne sobre el desarrollo temporal que ella misma unifica y regula. Por consi­guiente, en apariencia, es el porvenir el que parece explicar el presente. De hecho, la finalidad no supone esta eficacia contradictoria del porvenir sobre el presen­te, supone solamente la eficacia de lo intemporal sobre el desarrollo de las fases de la acción. Cuando pro­nuncio una frase larga, trato de expresar un significado que estimo verdadero o útil, no me limito a funcionar instante por instante. Este sentido de lo intemporal domina “ instante por instante” mis articulaciones fi­siológicas.

5) La libertad. Se podría creer a primera vista que la libertad, en la acción axiológica, no es la libertad en general, y que debe ser tomada en un sentido par­ticular. Un hombre que se afana en un problema difí­cil sin llegar a encontrar la buena solución, o simple­mente un niño que se esfuerza en una tarea de cálculo o sobre una prueba de inteligencia, con la sensación de que hay un número o una palabra que tiene que encontrar, no tiene la sensación de libertad-espontanei­dad, sobre todo, si siente que tiene la cruel libertad

EL VALOR COMO ACTO 65

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de equivocarse. Sin embargo, la libertad-actividad, la libertad dominada por una norma, es la libertad au­téntica. La libertad-espontaneidad pura, la elección ab­soluta —es decir, sin que haya nada que elegir—, la libertad que creara el valor y no lo supusiera, parece no ser sino un seudo-concepto. “ Libre” no puede calificar sino una actividad; y una actividad que no tiene finalidad no es una actividad, sino un movimiento explosivo. Pongamos que ser libre sea hacer lo que se quiere, pero para hacer lo que se quiere, de todas maneras se debe hacer alguna cosa, sujetándose por definición a las reglas del “ hacer” particular. La acti­vidad axiológica es libre, porque no es el efecto de causas que la impulsan, sino que va hacia una meta situada más adelante. De la misma manera que un movimiento sin punto de referencia no es movimien­to, una libertad sin meta no es nada. El marco de referencia para la acción libre, es el conjunto de los valores fijados y de las circunstancias.

6) La epigénesis. La actividad axiológica es epigené- tica e inventiva, puesto que no es funcionamiento se­gún una estructura, sino formación y estructuración. Inventa, no el valor, sino los medios de realización del valor ideal; desde luego un ideal preciso, por opo­sición a un ideal muy general, es por sí mismo una primera realización del valor y puede ser él mismo inventado. Un modisto, hoy, vuelve con frecuencia a un tema que ya sirvió: línea egipcia, línea siglo xvm, línea Imperio o Directorio, pero también puede inven­tar el tema, siguiendo las canalizaciones culturales del momento. En uno y en otro caso, es necesario que realice los modelos imaginados, los cuales, el Imperio o el Directorio, u otros jamás vistos, deberán siempre ser elegantes. Sería absurdo creer que porque un mo­disto puede imponer la “ nueva línea” , tiene el poder de decretar la norma de lo bello.

Al confundir la libre invención de los medios de

66 DESCRIPCIÓN DEL VALORrealización con la creación del valor, se cae en la ido­latría de la libertad pura. Un matemático, un artesano o un artista, debe inventar las construcciones auxiliares, las técnicas eficaces o los caminos nuevos hacia la ex­presión estética, pero no puede decretar el que su obra esté o no lograda. Epigénesis o invención no es sinó­nimo de creación. La invención de los medios no es creación absoluta, es una coincidencia del agente y del valor trascendente.

7) La trascendencia. Una actividad o un trabajo axiológico, al fallarle la meta, no tiene, automática­mente, “valor” . Un acto de conocimiento, en sí mis­mo, no tiene valor teórico, sólo lo tendrá en relación con las leyes de la verdad. Cultivar el jardín no tiene valor económico: éste se deriva — o puede derivarse, porque existen aún condiciones geográficas o sociales— de los productos obtenidos. O bien por que esta acti­vidad tenga un fin higiénico; pero aun en este caso, todavía sería necesario que el médico que prescribió el ejercicio al enfermo, no se haya equivocado, y que el enfermo no se agote más en lugar de fortalecerse. Los actos están en el tiempo, pero por encima de los actos el valor es intemporal y trascendente, es decir, de otro orden. El valor no es inaccesible: puede ser alcanzado, pero no es jamás una cualidad estrictamente propor­cional a un carácter intrínseco de los actos. Tiene siempre el carácter de una gracia, desde luego ni capri­chosa ni arbitraria.25 En efecto, el proverbio: “Ayúdate y Dios te ayudará” , es casi siempre verdad. Pero puede acontecer que no sepa uno ayudarse de la buena ma­nera y que, p>or consiguiente, Dios permanezca sordo. Pues no se deja sobornar. No hay camino real ni po­sibilidad de atajo para alcanzar el valor y la buena voluntad misma no es más suficiente que el espíritu de pretensión.

* Cf. Le Senne, Introduction k la philosophie, p. 365.

EL VALOR COMO ACTO 67

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Esta incertidumbre de éxito da a la actividad un sabor muy característico, pero confiere al agente, una inquietud extenuante. Es contra el fardo de esta in­quietud, es posible pensarlo, contra el que se dirigen las rebeliones periódicas contra la lógica, la moral, la estética, las reglas de la prudencia económica, peda­gógica, política. Estas rebeliones son legítimas, si van contra los ideales fijados, los tipos esclerosados, los dio­ses muertos o la “ razón constituida” , como dice La- lande; son vanas y absurdas si quieren escapar a la trascendencia incorruptible del valor, de la “ Razón constituyente” y de Dios, como fuente de ideales siem­pre renacientes. “ Hay eternas relaciones cuya verdad no depende de los hechos.. . no de su persistencia, ni de su eclipse, ni de los tiempos, ni de los lugares.. . Estas relaciones son superiores a todo. Son soberanas, y a través de ellas debemos juzgar los acontecimien­tos. Son inmutables, imperfectibles, inviolables, siempre exigibles. . . ” 26 El infantilismo no es, como lo pre­tende Freud, el proyectar la imagen del padre sobre un mundo trascendente, sino creer que destronando al padre, o a un dios padre cualquiera, se libera uno de la trascendencia de los valores relativos a la acti­vidad.

La trascendencia del valor no es solamente inquie­tante, es primero y sobre todo, feliz. Si no hubiera una “gracia” en toda actividad axiológica, no podría ser inventiva. Es la trascendencia del valor la que da cuenta de la epigénesis y de la invención. Un artista encuentra las “ felicidades de la expresión” . Pero todo agente, en todos los órdenes cuenta con estas mismas dichas. Ya no es “ él” , es decir, el principio abstracto de su individualidad, quien crea, él solícita, él llama the right thing beyond. Se pone en estado, por sü trabajo, de recibirlo, bosqueja “ constelaciones” incom-

20 L. Boisse (citado en el Vocabulaire philosophique de A. La- lande, art. "Trascendance” ).

68 DESCRIPCIÓN DEL VALORpletas apoyándose en lo que está ya actualizado y es la esencia o el valor el que viene a “ cerrar” estas cons­telaciones, a mostrar bruscamente en ellas el cebo de una forma nueva o a subrayar, entre mil falsas líneas, las que logran el efecto buscado. Si la actividad es algo más que un funcionamiento, es porque trabaja entre dos mundos y porque se mueve en el primero, espacio- temporal, al ser captada por el segundo, intemporal. La trascendencia del valor en relación con la actividad, es desde luego semejante a la trascendencia del re­cuerdo respecto al “yo” que lo busca titubeante. Jamás se está seguro de encontrar un recuerdo, pero por otra parte, el recuerdo puede ser dado gratuitamente o venir a pagar con su inmensidad una minúscula soli­citación.

Si la actividad axiológica se parece al esfuerzo mné- mico, no se parece a la actividad de la imaginación pura, de la imaginación sibi piemissa. No se parecerá nunca a un ensueño. La actividad imaginativa, ensueño o experiencia mental laxa, la actividad que se podría llamar utopista, es con frecuencia, de hecho, el pri­mer tiempo, el cebo o el vehículo de una actividad axiológica auténtica. Ensoñar es casi inevitablemente, ensoñar lo “mejor” . Pero aún es necesario, para obrar verdaderamente, abandonar el ensueño y la imagina­ción pura. La experiencia muestra que las utopías27 forjan generalmente un falso porvenir y un progreso falso.

Esta oposición entre el recuerdo mnémico, la inven­ción real de una parte, la imaginación pura de la otra, esclarece el sentido de la trascendencia del valor. Nos parece imposible y contradictorio el definirla como modo de ser del solo agente.28 La actividad y el tra­bajo inventivo, se dirigen hacia algo presentido, como la memoria se dirige hacia un recuerdo columbrado.

31 Cf. R. Ruyei, L ’utopie et Ies utopies, P.U.F., 1950.33 Cf. las obras de R. Polín.

EL VALOR COMO ACTO 69

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En los dos casos, el agente, después del esfuerzo, puededecir: “ es eso” o “ no es eso” .

70 DESCRIPCION DEL VALOR

VALOR Y MOTtVAClÓN PSICO-FISIOLÓGICA

Las descripciones precedentes admiten que toda activi­dad auténtica, es decir, para emplear el criterio más cómodo, irreductible a un funcionamiento, es axiológica. Sin embargo, debimos oponer a la actividad axiológi­ca las actividades motivadas por el deseo o la tendencia instintiva o la necesidad, “ hórmica” 29 en el sentido de MacDougall. ¿Es necesario poner estas actividades in­termediarias, psico-fisiológicas del lado de la axiología o del lado del funcionamiento? ¿O son ellas absoluta­mente sui generis? Lo que hemos comprobado a propó­sito del dinamismo de los valores, nos permite responder que ellos no podrían, en todo caso, ser funcionamien­tos puros. Si la fuerza en micro-física implica ya ac­ciones emparentadas más bien a la actividad axiológica que al funcionamiento mecánico, el dinamismo de la tendencia, de la necesidad o del deseo, parece implicar un parentesco aún más próximo.

De Demócrito a Descartes y a La Mettrie, una cierta tra­dición asimila el organismo a una máquina capaz de utilizar energía, a una máquina inerte si no tiene combustible y si, por otra parte, una incitación venida de fuera no desencadena el consumo de ese combustible. Los psicólogos modernos, casi por unanimidad,30 han abandonado esta concepción. Los tejidos del cuerpo son considerados como motores por sí mismos y como fuentes de motivación. Los experimentadores hacen variar independientemente: 1) la motivación interna (los estímulos internos permanecen constantes); 2) las exci- *

* Teoría hórmica según la cual las emociones dependen de deter­minados instintos fundamentales que se hallarían en la base de toda actividad psíquica. Cf. Dewey, T . P. Nunn, W . McDougall. [T.].

" Anota G. Murphy en Persona/íty, p. 86.

tadones extemas (la motivación interna se conserva constan­te). La práctica experimental, al habituarse a tratar de dis­tinguir la motivación y la mecánica de la afección, conduce a la búsqueda de zonas sensibilizadas o en equilibrio inestable, que ha terminado por encontrar un poco por todas partes, pues no hay regiones que sean centros de impulsión y otras que sean solamente cinemáticas. Todos los tejidos son ines­tables: “ El sistema nervioso no es solamente un sistema de conductores, es la sede de numerosas tensiones. Adrián nos enseña que el cerebro, aún profundamente anestesiado con éter, continúa siendo el origen de continuas descargas.. . Así, cada célula del cuerpo es iniciadora de motivación; no hay lugar especializado de tensión, sino solamente grados de tensión en todo el sistema viviente.” 31 Como todo es más o menos inestable, la interestimulación de los órganos es in­cesante, y por consiguiente incesante la motivación, aunque no llega a ser manifiesta sino hasta que alcanza cierto um­bral. G . Murphy quiere subrayar que esta concepción anti­cinemática del organismo es tan mecanicista, en sentido am­plio, como la concepción de Demócrito. La tendencia sería, en el fondo, un fenómeno químico: tensión físico-química, ne­cesidad, motivación, no son sino una y la misma cosa. Desde luego se podría reconocer, con los psicólogos inspirados en MacDougall, la importancia de la motivación, de la horma, sin estar consagrado a una psicología finalista y axiológica.

EL VALOR COMO ACTO 71

Pero esta interpretación neo-mecanicista de la mo­tivación es un verdadero absurdo. La acción del ser viviente, en esta hipótesis, sería puramente explosiva y no sería pues una acción. No se gana nada, en la teoría del funcionamiento, sustituyendo los desenca­denamientos internos de un tejido, por otro con des­encadenamientos extemos. No se cambia la naturaleza mecánica de una máquina, al poner doquiera fuentes químicas de energía en lugar de concentrar la energía en un motor-almacén especializado y exterior a los di­versos engranajes. Las explosiones en pequeña escala

“ G. Murphy, Personality, p. 88.

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continúan siendo explosiones, es decir, fenómenos fí­sicos y no actos. La tendencia, como ya lo había no­tado Platón 32 es de naturaleza psicológica o bio-psico- lógica, no es explicable mediante una psicología me- canicista en ningún sentido de la palabra. “ Incluso las cosas — decía Butler, antes de su conversión al psico- Lamarkismo— que creemos puramente espirituales, no son sino rupturas de equilibrio en una serie de palan­cas, comenzando por aquellas palancas que son muy pequeñas para ser percibidas al microscopio, y llegando hasta el brazo del hombre y a los instrumentos de los cuales este brazo se sirve.” 33 Sin embargo, está claro que es necesario detenerse en esta ascensión de una palanca a otra, o de una combustión química a otra.

El trabajo físico del ser que obra debe finalmente estar supeditado a una actividad y a un trabajo axio- lógíco, a una acción propiamente dicha. Las tendencias y las motivaciones-necesidades, deben supeditarse a una motivación ideal, resultante directa de la relación agen­te -* valor. Desde luego que la energía gastada en la acción es, en casi su totalidad, de origen químico y alimenticio. Químicos, igualmente, los desencadenado- res (hormonas, etc.) que regulan el gasto o sensibilizan al organismo, reduciendo el umbral de eficacia de los estímulos externos. Pero las fuentes energéticas orgáni­cas no pueden ser sino una técnica auxiliar de la ac­ción. Si ellas son toda la acción, entonces en justicia, no hay derecho para hablar de acción.

Un hombre encolerizado y sin freno, usa la energía de sus alimentos y la adrenalina que sus cápsulas supra­rrenales emiten abundantemente por la acción del sim­pático, que liberando la glucosa hepática ayudan quí­micamente a los músculos a transformar rápidamente esta energía. Pero el hombre está en cólera contra al­guien o alguna cosa que contraría ya sea a su senti-

35 En el Filebo.83 Erewhon, p. 160 (N .R.F.).

72 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

miento de los valores, ya sea a sus tendencias instin­tivas, que no pueden definirse sino por su sentido axiológico. La psicología pura y también la química pueden ir muy lejos en el estudio de la afectividad, pero debe llegar el momento en que éstas cedan la pla­za a la axiología. La actividad humana y animal no puede ser considerada como una forma de subproducto de la química alimenticia, complicada por la química de las hormonas. Una fisiología explicativa — explicativa de todos los movimientos como efectos de causas— no podrá nunca alcanzar una psicología y una biología que quieren comprender las actividades. Dilthey y Spranger encontraron esta verdad después de Platón. No basta para comprender la cólera de Napoleón ante el Papa radicaría en el funcionamiento de su tálamo, de su hipófisis o de sus suprarrenales. Esta cólera tiene ra­zones originadas en las creencias o planes políticos del personaje, al mismo tiempo que tiene fuentes hórmicas en los instintos, en las tendencias, en los impulsos característicos de su temperamento.

EL VALOR COMO ACTO 73

NATURALEZA DE LA ACTIVIDAD HÓRMICA

Si la “ horma” , impulso instintivo, no es una pura ex­plosión o un funcionamiento químico, si la tendencia o el instinto están más cerca de la actividad axiológica, ¿de dónde viene el que con frecuencia permanezcan suficientemente distintos, para que no se pueda con­fundir una tendencia o un deseo o una preferencia pura con un juicio de valor? Si hay algo axiológico en el fondo del impulso instintivo, de la necesidad y del deseo ¿qué es lo que altera y disfraza este elemento, al punto de volverlo irreconocible y determinar así una tercera región entre el funcionamiento y la actividad propiamente dicha?

La clave de esta cuestión está en el carácter de mul­tiplicidad “ colonial” del ser viviente. La unidad de la

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actividad y del agente no se realiza para los seres vi­vientes sino en los actos espirituales puros, es decir, pu­ros de todo elemento psíquico u orgánico, en los cua­les hay transparencia completa del dominio sobre el cual se ejerce el acto, y ausencia de interés orgánico in­dividual. Entender que el todo es mayor que la parte, que decir: “ yo no existo” es absurdo, que un vaso descostillado no vale un vaso intacto, que es malvado castigar a un inocente, que es antieconomico viajar en automóvil sin despegar el freno, etc., estos actos puros no aparecen casi sino al nivel humano. Prácticamente, siempre para el animal, y con más frecuencia para el hombre el acto es mixto; tiene razones, pero obedece también, si no a causas puras a tergo, por lo menos a un impulso psico-orgánico, que tiene nacimiento en las subíndividualidades colonizadas jerárquicamente: te­jidos, células, elementos celulares.

E l acto espiritual es bipolar: es el acto de un agente y es el acto hacia un valor. E l acto compuesto, en parte ordenado por una necesidad orgánica, es más com­plejo.“Tengo sed y busco agua” implica no solamente el “yo” y el agua apaciguadora, sino la necesidad de los tejidos orgánicos, de los cuales la conciencia “yo” es mandataria. “Yo” soy a la vez solicitante y solicitado. La sed me es impuesta; estoy sensibilizado a la vista del agua. Las tendencias llamadas superiores (ambicio­nes intelectuales, estéticas) no ofrecen, en principio, esta complicación, en principio tienden directamente al dinamismo propio de los valores. Las tendencias- necesidades hacen intervenir la multiplicidad de sub­individualidades orgánicas. Por esto son más vecinas a la fuerza de la física macroscópica, también ésta re­sultante a su vez de una multiplicidad de acciones elementales. Pero la sed elemental de cada célula o ele­mento celular, es, en su esencia, axiológica, puesto que se trata para el elemento, de conservar o de rehacer

74 DESCRIPCIÓN DEL VALORun tipo normal, que él mismo expresa respecto al ac­tual, un óptimum.

La física moderna conduce a esta idea paradójica de que la actividad axiológica es más pura en los elementos atómicos e infra-atómicos, que entre los seres vivientes complejos, exceptuando el hombre cuando obra racio­nalmente. Los grupos físicos en 'equilibrio puramente estático, las estructuras cuyos elementos se empujan de uno en uno, desembocan en funcionamiento puro, no obran; las acciones elementales que les son sub­yacentes, desaparecen completamente bajo las leyes de los grandes números. Las organizaciones jerárquicas desembocan en actividades hórmicas en las cuales la esencia axiológica de la acción está como disimulada o combinada. Sólo los individuos verdaderos, ya sean atómicos u hombres racionales, pueden ejercer una actividad puramente axiológica, y esto es precisamente por lo que la razón matemática parece corresponder perfectamente al modo de ser de los elementos físicos, mientras que ella no tiene asidero sino superficial so­bre los funcionamientos, y más superficialmente aún sobre las actividades mixtas psico-orgánicas. E l átomo es una especie de “ espíritu puro” , no tiene necesida­des, no tiene preocupaciones de nutrición y reproduc­ción, no tiene carne ni sangre, no mata para alimentarse, es un género de místico o de poeta perpetuamente en trance e inspirado; existe por sus actividades y sus rit­mos bien ordenados que obedecen perfectamente a la norma del orden que debe guardar.

VALOR E INSTINTO

El instinto es un caso particularmente importante de actividad hórmica. Su carácter intermediario entre la ac­tividad axiológica y el impulso a tergo, por dinámica en gran escala que se dirige hacia el equilibrio, es sor­prendente. Pero, está visiblemente más cerca de la

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actividad axiológica. Tiene todos los caracteres de ésta: es irreductible a funcionamiento, como lo muestran todos los trabajos de psicología experimental; no es un puro conjunto de tropismos o reflejos, tiene unidad temática, sentido general; es finalista: va hacia un optimum específico y no hacia un extiemum; desem­boca en obra y no en simples perfiles de equilibrio, llega a resultados útiles o estéticos, tiene un cierto mar­gen de libertad e improvisación, puede equivocarse, ti­tubea, varía los medios para alcanzar su fin.

Por otra parte, instinto y sentido del valor se fun­den imperceptiblemente: instinto de conservación y amor a la vida, instinto de ritmo y sentido estético, instinto familiar y amor maternal; curiosidad instintiva e interés teorético; instinto de dominación y voluntad de poder; instinto religioso y sentido de lo sagrado; instinto de pudor y sentido de lo honesto; instinto gregario y sentido de la comunidad. El instinto es siem­pre, esencialmente, valoración de ciertos objetos en la Umwelt. La diferencia está en el modo de conciencia. E l instinto no es inconsciente en sí mismo, sin lo cual no podría ser temático, pero no es consciente de su meta, ni de la unidad de las acciones hacia la meta. La psicología experimental ha mostrado cuán impru­dente sería atribuir al animal el sentido total que el observador ingenuo cree percibir directamente en sus actos. Este sentido está como destrozado, despedazado en gnosis y praxis múltiples, en melodías cinéticas in­natas y en taxias guiantes. Por otra parte, es tributario de una sensibilización psicológica, como la necesidad. E l amor maternal, en la mujer civilizada, percibe el valor del hijo, y por esto no podría depender entera­mente de un estado hormonal sensibilizante o del con­tacto del crío al mamar, o de una gnosis innata cual­quiera. E l instinto familiar está bajo la dependencia de tales factores. Si es falso sostener con el Lamarkismo que el instinto deriva de un hábito, es decir, de una

76 DESCRIPCIÓN DEL VALORacción primitivamente axiológica en el individuo, es imposible no admitir que el sentido total, antes de ser despedazado debió ser aprehendido, de una manera o de otra, puesto que la experiencia condena absoluta­mente la hipótesis de una composición progresiva del instinto a partir de elementos (tropismos, reflejos), co­locados punta a punta por el juego ciego de las mu­taciones.

Tras la actividad instintiva del individuo, hay pues una actividad axiológica que no se puede atribuir sino a una forma de Logos específico o típico, considerado como agente unitario. Reencontramos así la conclusión que ya habíamos encontrado al discutir los hechos de la complementariedad.

El desmembramiento del sentido en el instinto apa­rece aún en el hombre (en el instinto sexual, por ejem­plo ) t y produce efectos curiosos. E l impulso sexual aparece en el adolescente y en el niño como vergon­zoso, y a veces, cuando una canalización cultural re­fuerza este sentimiento, como “ lo vergonzoso” , “ lo malo” por excelencia. Por otra parte, de hecho, el des­membramiento del sentido en la actividad semi-instin- tiva y hórmica, amenaza siempre dar lugar a complejos irracionales, a combinaciones de temas por resonancia o semejanzas superficiales que no respetan su sentido propio y que embrollan los niveles, es decir, dan lugar a los valores negativos, según la definición que hemos dado. El dominio de las actividades mixtas, orgánicas y psíquicas, es muy rico, pero es también, por consi­guiente, el dominio del “ mal” desconocido para los funcionamientos, las actividades elementales y las ac­tividades espirituales puras.

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SUBJETIVIDAD DEL VALOR

Es imposible, al describir el valor, hacer abstracción de un agente, de un sujeto de otro modo que por ficción

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provisional. En este sentido preciso, el valor es subje­tivo. Un ideal, es el ideal de un sujeto. E l valor o la forma de un objeto precioso, se aprehende por un su­jeto. La gracia o la belleza de una actitud, lo cómico de una situación, la rectitud de un razonamiento, la utilidad de un material, deben ser captadas por un su­jeto. Este sujeto no es necesariamente un observador diferente numéricamente del portador del valor; es den­tro de sí mismo donde puede captar el valor por in­tuición. Yo puedo sentirme torpe o cómico. Pero no se ve lo que podría ser lo cómico o lo gracioso, lo útil es un mundo inconsciente sin sujetos ni subjeti­vidad.

Se han comparado frecuentemente los valores con las cualidades considerándolas como “cualidades ter­ciarias” , por alusión a las cualidades llamadas “ secun­darias” , tales como el color, el sabor, el sonido. La comparación es justo al menos en esto: en que lo gra­cioso o lo cómico es siempre un “gracioso percibido” , como el azul, calidad sensible, es siempre un “azul visto” . La belleza o la gracia no es evidentemente se­mejante al “ azul” color para un tintorero, sino el azul sensación visual.

Tomemos por ejemplo la belleza de un cuadro. Su­pongamos que este cuadro es de un gran colorista, y que vale sobre todo por la armonía de sus colores. Su belleza es, pues, al menos tan subjetiva como las sen­saciones coloreadas que procura al espectador. Aquí el sujeto está fuera del cuadro-objeto. Con el espectador ausente, no quedan sino pigmentos químicos en una tela. No hay ya colores-cualidades, y con más razón, no existe ya la belleza por armonía de estos colores- cualidades. La belleza no puede estar en o sobre el cuadro como los barnices o los pigmentos. Esto es evi­dente en el caso de una obra hecha por el hombre y que sin el hombre no es sinó ceniza y polvo. E l pin­tor, ya sea naturalista o adepto del arte abstracto no

78 DESCRIPCIÓN DEL VALORbusca, en realidad, reproducir exactamente un objeto. Aun los “ pintores de domingo” los más ingenuos, a pesar de su propia creencia superficial, expresan sus sensaciones, no copian el objeto. Es la sensación del objeto la que es portadora de la cualidad terciaria de belleza; el cuadro físico no es sino un intermediario mecánico entre la sensación del pintor y la del espec­tador, como el disco de fonógrafo no es sino un inter­mediario mecánico entre la conciencia del músico y la conciencia del oyente.

Esto es un poco menos evidente en el caso de la belleza de una flor o de un ser natural, ya que una flor ha nacido bella y subsiste bella por sí misma, al menos en el sentido de que no es médium entre un artista y un espectador, entre una sensación y una sensación. Además una flor en la soledad no puede ser desde luego parecida a un disco en el armario o a un cuadro en la oscuridad. Subsiste en todo caso por sí misma de manera diferente que por la sola inercia de sus constituyentes. Byrd, solo en el polo sur, tiene la impresión de sorprender la belleza de los juegos de luz austral, que le parecía expresar no sabía qué pre­sencia. La aurora austral, no estaba destinada a un espectador tan improbable. Tampoco la belleza de una flor espera un público. Pero esto no debe hacer con­cluir que no haya alguna subjetividad en cuestión. Hay muchas razones para suponer que también el color y el perfume de la flor no son únicamente color-pigmento o perfume-sustancia química a pesar de lo que diga la biología mecanicista, sino que color y perfume mate­riales están subordinados a color y perfume “ sensación” o al menos “ acto subjetivo” de la flor misma. El vege­tal es al mismo tiempo artista, cuadro y espectador.

El color-pigmento en el arte “ natural” como en el arte humano, es una técnica subordinada. En el caso de la flor esta técnica está subordinada, si no a una conciencia parecida a la nuestra, al menos a una sub-

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jetividad self en/oying. Una bailarina que baila sola disfruta estéticamente de sus propios movimientos, es a la vez artista y espectadora. Es verosímil que los ritmos químicos de la flor alcancen belleza, pues son una forma de danza solitaria de un ser que busca por sí mismo la belleza. No se concibe cómo el color- pigmento podría por milagro llevar directamente y sin el intermediario de la cualidad secundaria, la cualidad terciaria de belleza.

La flor es bella también por su forma, a menudo extrañamente refinada; aún más, esta forma es con fre­cuencia no solamente bella, sino útil. Por sus efectos miméticos o aposemáticos atrae a los insectos. Si no hay recurso para la explicación completa de la selección natural, no se entiende cómo por puro azar físico-quí­mico, sin una autosubjetividad guiadora hubieran po­dido producir tales formas. Los colores de las alas de las mariposas son frecuentemente producidos a la vez por pigmentos químicos y efectos físicos de “ lámina delgada” (lame minee). Es la combinación de estas dos técnicas la que produce los colores cambiantes. Esta convergencia de dos procesos tan diferentes para un único efecto, puede pasar también como argumento de peso en favor del carácter subordinado de los medios físicos o químicos relativos a una “ sensación” orgánica primitiva. Esta sensación o “ autosubjetividad” orgáni­ca hace pues caber estos casos de valores naturales en el caso general del “valor para un sujeto” .

El valor estético o “ numínico” de un fenómeno fí­sico como la aurora boreal, puede caer, en el mismo caso. No depende necesariamente de la presencia de un ob­servador humano. Se puede concebir en ella una especie de autosubjetividad inherente, por ejemplo, en las alian­zas que armonizan de instante en instante el fenómeno y lo hacen parecido no a un cuadro pintado por un artista, ni a una danza solitaria sino a una ronda in­fantil, cuya gracia serpentina no es percibida necesa-

80 DESCRIPCIÓN DEL VALOR EL VALOR COMO ACTO 81ñámente por un espectador exterior ni aún presentada directamente a cada niño, sino que está inherente en la manera consciente en que cada niño toma de la mano al otro. Todos los valores realizados colectiva­mente, cuando cada uno de los individuos no está consciente sino de una fase del acto (por ejemplo, una ofrenda colectiva, un largo esfuerzo de múltiples generaciones), son de esta especie.

TRANS-SUB J ETrvrDAD DEL VALOR

Por el hecho de que el valor se asemeja más bien al azul-cualidad sensible que al silicato de cobalto o al fe­rro-cianuro férrico, porque es en este sentido subjetivo o autosubjetivo, no por esto es Una forma de seudo- rrealidad o una ilusión pura. Las cualidades terciarias como las cualidades secundarias no están fuera de la realidad, están en la naturaleza, tienen sus leyes pro­pias, no dependen de una especie de capricho de los sujetos a los cuales se presentan. La concepción que alcanza probablemente a Demócrito —y que la filoso­fía moderna está lejos de haber eliminado— según la cual las cualidades sensibles no tienen sino una semi- existencia convencional, está totalmente desprovista de sentido. Un cuadro o un disco no pueden existir axio- lógicamente sino en la conciencia del artista o de su público, pero esto no quiere decir que su valor pueda ser decretado arbitraria o convencionalmente. E l valor no puede sino definirse en una subjetividad, sin ser “ subjetivo” en el sentido de “ arbitrario” , “ convencio­nal” , “ falso” o “ irreal” . El valor puede implicar siem­pre una relación sujeto-objeto o sujeto-ideal o sujeto- sujeto sin ser por ello mismo relativo. E l amor exige al menos dos personas; la admiración por la obra de un pintor, dos personas y una cosa y en este sentido es “ relación” , pero no se debe jugar con la palabra concluyendo que ella también es siempre relativa, y

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que el relativismo axiológico es pues verdadero. Los valores, como lo ha demostrado Meinong,34 son rela­ciones complejas de personas y cosas. Pero no se tiene el derecho de concluir que los valores son “ relativos” , en el sentido que se puede decir lo que se quiera. E l valor puede ser inconcebible fuera de toda evalua­ción de un sujeto evaluante, sin que él dependa por esto de este sujeto y de sus juicios, si los juicios y las evaluaciones implícitas obedecen al valor que aprehen­dieron. La subjetividad es condición general de apari­ción de las cualidades, de los valores, de los ideales, pero no condición de su naturaleza.

Sin un ser consciente, no hay color azul, ni cosa cómica, pero no basta que una revista abandonada en un vagón vado sea mirada por un viajero, para que su cu­bierta llegue a ser azul si es roja, o que sus caricaturas lleguen a ser cómicas si no lo son. Lo mismo si el via­jero inventa una palabra cómica o dibuja una carica­tura, él no es libre para decretar que lo ha conseguido verdaderamente.

La obediencia a una naturaleza que no aparece, sin embargo, en su realidad si no se la aprehende activa­mente, la obediencia en una libertad que debe tomar no obstante la iniciativa, la realidad encontrada no al lado del sujeto, sino en la actividad misma del sujeto — esta contradicción aparente es absolutamente funda­mental, está en el fondo de toda existencia, como de toda situación axiológica. Un organismo individual se desarrolla activamente al mismo tiempo que obedece al tipo específico que revela. Sin los individuos actua­les la especie no existe y, sin embargo, los individuos actuales, tomados uno a uno, no crean arbitrariamente la especie en el momento de su ontogénesis.

Ahora bien, el valor es a los agentes lo que la espe­cie a los individuos: no puede existir sin ellos, pero no se reduce a sus actos. No hay, por otra parte, di-

82 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

3i Zur Grundlegung der allgemeinen Werttheorie, pp. 33, ss.

ferencia esencial entre los dos casos, puesto que el valor se funde im perceptiblem ente en el tipo, y puesto que el instinto en el que se ve tan claram ente “ la obedien­cia activa” es, lo hem os visto, interm ediario. Sin hablar de Platón, toda la filosofía m oderna, de K ant a Husserl y a W hitehead, ha hecho de esta “ realidad en la sub­jetividad” el tem a principal de sus m editaciones, sin lograr totalm ente definirla correctam ente. E l sujeto, en el caso de la cualidad terciaria com o en el de la cua­lidad secundaria, en la actividad axiológica com o en la actividad sensorial o com o en el desarrollo biológico y la actividad instintiva, no es una sustancia definible por sí m ism a, independientem ente de la actividad. La cualidad, la form a aprehendida, el valor, el tipo, por su actualización, dan al sujeto individual una naturaleza definida, tanto m ás que el sujeto, al obrar, realiza el valor, o el tipo. Y a que ser, es obrar, y que obrar, es apuntar hacia un ideal, no hay por qué dar una prio­ridad m etafísica a uno de los térm inos sobre el otro. L a realidad del valor no pertenece ni al sujeto ni al objeto, pertenece al sistem a indisoluble de la actividad apuntando hacia un ideal a través de una form a, es decir, al sistem a agente -* form a actual -» ideal.

EL MODO DE FIJACIÓN DEL VALOR

Aquellos que creen en la subjetividad del valor como de la cualidad, no pueden, evidentem ente, querer decir que el azul o lo com ico o la belleza no estando en la im agen m aterial de la revista, pertenecen pues al lector o al espectador com o una propiedad. A unque yo mire una im agen azul, cóm ica o bella, yo no m e hago azul, bello o cóm ico: “ Aun si los colores y los olores son parcialm ente producidos por nuestro espíritu, nosotros no pensarem os generalm ente que el espíritu posee las propiedades odorantes o crom áticas, es decir, que el espíritu sea rojo o m alva o perfum ado.” 35 ¿L a cuali-

B J. Laird, The idea of valué, p. 229.

EL VALOR COMO ACTO 83

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dad o el valor pertenecen entonces a los actos mismos? Desde luego que no; en todo caso, para el sentido común. No es mi actividad sensorial la que es azul ni tampoco mi comprensión de la caricatura la que es cómica.

Estamos en un callejón sin salida, pero sólo aparen­te. Pues no es creado sino por una sutileza filosófica que se atraviesa en el camino. Para el sentido común no hay problema; está claro que el objeto percibido es azul o cómico y no el “yo” o su acto. Para el aná­lisis filosófico, en virtud de consideraciones conocidas, y del mismo género que aquellas que desarrollamos a propósito del cuadro sin espectador, la cualidad sen­sible o axiológica no puede residir en el objeto mate­rial. E l filósofo concluye entonces que es subjetiva. Pero esta palabra tiene un sentido muy impreciso y no resuelve nada, puesto que es imposible decir que es el sujeto el que es bello en realidad cuando mira un objeto bello y le atribuye inocentemente la belleza al objeto mismo. La filosofía está embrollada aquí como en el viejo problema, tan mal planteado por la psico­logía antigua: “ ¿Cómo el mundo exterior puede pare- cerme exterior cuando es un conjunto de datos sen­soriales?”

Mi campo visual, cuando leo la revista ilustrada, abarca a la vez la imagen de la revista y la imagen parcial de mi cuerpo, que considero como “ yo” (fig. 4 ). En este campo el yo y el objeto mirado son distintos, exterior el uno al otro; y, como este campo es toda mi conciencia visual, no estoy tentando a creer que la imagen de la revista es subjetiva, en el sentido que sería “ en mí” . Ella se ve, naturalmente exterior a mí. Si es azul, es ella la que es azul e igualmente si es cómica o bella, es ella la que es cómica o bella. La belleza o la comicidad son naturalmente aprehendidas en el objeto visto como fuera de mi “yo” .

84 . DESCRIPCIÓN DEL VALORLlega entretanto el psicólogo, arm ado de conocim ien­

tos fisiológicos, y m e hace notar m i “ error” enseñán­dom e que el todo de m i cam po visual es subjetivo, siendo sensación, y que corresponde a un cierto estado

EL VALOR COMO ACTO 85

" Y O C O M O C O N C I E N C I A " E N T R E V I S T O

F igura 4

de una parte de mi cerebro. La experiencia muestra que, de cierta manera, tiene razón, porque si tengo jaqueca con hemianopsia, la imagen se alterará y si tengo ciertas lesiones corticales, estaré agnósico y no podré captar el sentido de la caricatura. ¿Pero qué más se puede decir? No se puede, sin embargo, concluir finalmente que era mi cerebro el que estaba azul, bello o cómico.

La solución es evidente. Es necesario no confundir el conjunto del campo de conciencia, donde el yo cor­poral figura, con una superficie geométrica, con una imagen física. Se presenta inmediatamente a él mismo. “ Yo conciencia” y no “yo (moi) como conciencia” 03 debe ser presentado simbólicamente como una forma de unidad absoluta de toda mi conciencia (fig. 5). Como centro de actos espirituales que apuntan hacia los sentidos y los valores a la vez encamados y, sin embargo, más allá de sus encamaciones, yo estoy, no

M Debido a la dificultad para traducir en castellano la diferencia francesa entre Je y Moí se prefirió adoptar esta forma. [T.].

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afuera, no exterior al conjunto de mi campo de con­ciencia actual, sino trascendente, y los sentidos y va­lores que se dirigen hacia esos actos son igualmente transcendentales. Lo cómico de una caricatura es siem-

" Y O C O N C I E N C I A "

86 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

I D E A L

F igura 5

pre alusivo, las líneas del dibujo no lo contienen evi­dentemente, ellas no son sino un género de agregado en el mundo espacial. Puedo juzgar, por ejemplo, que el dibujo está imperfectamente logrado, que se podía hacer mejor. De la misma manera, la cualidad sensible azul está en el mismo caso, y es esto por lo que se puede hablar de “ el” color azul, como si fuera una esencia intemporal realizada sólo aquí o allá.

La fijación del valor podrá así ser variable. Puede perfectamente suceder que me encuentre ridículo a mí mismo o elegante, o igualmente que el valor se adhiera particularmente, en ciertos casos, a mi acto como tal — por ejemplo, en el orden de los valores morales— o en el centro mismo de la actividad, a la persona y no al “yo” (moi) como individuo viviente, o a los objetos que yo considero. Puede igualmente, lo hemos visto, fijarse en una colectividad de agentes o de actividades, si éstas van a un mismo ideal. Dos enamorados, cada uno dice “nuestro amor” con un acento de valor en nuestro; o se exclama, como en el romance: “ Un amor como el nuestro, no tiene par.”

Pero estas diferentes formas de fijación no cambian nada en su estatuto esencial; la objetividad — o subje­tividad— la realidad propia del valor no modifica el hecho de que esté fijada en tal o cual punto del sis­tema. Porque de todas maneras, todo valor implica siempre el conjunto del esquema: agente x -> dominio de encamación actual -» ideal.

Es capital sobre todo comprender bien que el género del contenido del dominio actual puede ser completa­mente distinto que el de nuestro ejemplo. Puede ser un campo de conciencia donde el “yo” (moi) cor­poral no figure; puede no ser un campo de conciencia sensorial en el sentido ordinario de la palabra, sino, por ejemplo, una forma orgánica directamente aprehen­dida por un agente x para nosotros indefinible, apun­tando hacia un tipo orgánico. Esta aprehensión directa no tiene absolutamente nada de inconcebible, puesto que en la sensación ordinaria, es necesario también que la modulación sensorial del área cerebral sea aprehen­dida directamente. Un embrión que se desarrolla ac­tualiza formas típicas y valiosas sin guiarse por una percepción análoga a la que hace aprehender lo cómico en una caricatura. Es la forma orgánica la que está directamente “ presentada” en la unidad-agente y refe­rida a un tipo ideal o al tema ideal que dirige la for­mación del área embrionaria “ determinada” . El carácter de actividad axiológica, finalista, temática epigenética de esta formación, resulta claramente de experiencias. Se­guramente, innumerables “ medios” físico-químicos in­tervienen en esta actividad, pero nunca al punto de reducirla a un puro funcionamiento.

En fin, este dominio actual, en lugar de ser un cam­po de conciencia o una forma orgánica en desarrollo, puede asimismo ser un dominio microfísico, ya que la experiencia revela que la forma espacial, aquí también, no es sino un aspecto artificial en una actividad que rea­liza un tipo e irreductible a un funcionamiento.

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III. LOS D IV ER SO S Ó R D EN ES D E VALOR

Los p r o b l e m a s propuestos por la pluralidad de los órdenes de valor, exigirían una biblioteca. Esto se en­tiende fácilmente. Las luchas entre “ culturas” y en el interior de una cultura, son siempre en torno de los valores que se han de admitir o eliminar y en tomo de la jerarquía que se va a establecer entre ellos. Los debates filosóficos no son aquí sino el reflejo de con­flictos tan reales como los conflictos armados. Las guerras de religión, las luchas entre poderes espirituales y temporales, entre partidarios del orden y partidarios del progreso, entre “ libertarios” e “ igualitarios” , entre cristianos y marxistas, entre racistas y universalistas, entre maquiavélicos y moralistas, etc., son ejemplos m uj conocidos. Las banderas de ideologías y de teo­logías opuestas cubren a menudo oposiciones de inte­reses materiales o de temperamentos, pero es exagera­do, lo hemos dicho, pretender que las oposiciones de valores no son sino falsa apariencia. En uno de los primeros conflictos ideológicos de que la historia con­serva huellas, que opuso al clero tebano contra Ame- nophis y su reforma religiosa universal, el clero estaba movido sin duda, en parte, por intereses completa­mente alimenticios, pero el faraón y muchos de sus adversarios eran probablemente sinceros.

Los valores diversos no son solamente parecidos a los dioses de Homero, que toman partido por los com­batientes humanos, los valores parecen reclutar y ar­mar para su causa a los combatientes y exigir de ellos un pesado tributo de sangre.

ESPECIFICIDAD DE LOS VALORESAun cuando esta pluralidad de valores no es germen de conflicto, parece, al menos en nuestro nivel, irreductible

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LO S D IV ERSO S Ó R D EN ES D E VA LO R 89

en su especialidad. E l progreso de la cultura consiste, en gran parte, en multiplicar los valores específicos, par­tiendo de un estado axiológico más indiferenciado, don­de domina verosímilmente el carácter religioso. Los ritos y los mitos primitivos son extraordinariamente polivalentes37 y gustosamente se diría, tomando el vo­cabulario de los embriólogos, “ totipotentes” . No son solamente teorías abstractas disfrazadas, astronómicas y metereológicas, encierran también, en estado de proto­tipo y de arquetipo, un arte, una política, una moral, una jurisprudencia, una medicina, una técnica económi­ca, un deporte, una pedagogía, que se han diferenciado progresivamente en valores específicos, en los que ellos mismos se fragmentaron.

Por ejemplo, la sabiduría que llegó a ser laica entre los escribas orientales y los griegos, llega a ser ella mis­ma, un sistema moral, o filosófico, la que da nacimien­to a las ciencias, etc. Este movimiento ha continuado a lo largo de la historia, con la emancipación sucesiva de la política, de la filantropía, del deporte, de la pedagogía.

Los grandes reformadores religiosos y filosóficos son hombres que traen al mundo el sentido de un nuevo valor, hasta entonces confundido con otros: el ágape cristiano, “ el hombre neumático” de San Pablo; la buena voluntad moral específica de Rousseau y de Kant; el valor vital de Nietzsche. Se considera a me­nudo como nota de filisteísmo, la incapacidad para distinguir finamente entre dos valores específicos ad­mitidos en una época dada. E l hombre incapaz de utilizar simultáneamente varias dimensiones para juz­gar las cosas, pasa por grosero. Es ingenuo confundir la riqueza del decoro con la belleza, el rango social con la honorabilidad.

* Cf. por ejemplo, H. Frankfort, Wilson y Jacobsen, Before phi/osophy. [Hay trad. española, F.C.E.]

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90 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

CONFLICTO DE LOS VALORES

Los valores no son solamente múltiples v específicos, sino que — y aquí está el germen de los conflictos— los valores se oponen por su normatividad y obligan al agente a elegir. Un constructor de automóviles que­rría fabricar un auto a la vez potente, rápido, econó­mico, confortable, estético, pero de hecho, está obli­gado o a escoger o a adoptar un compromiso entre esas diversas cualidades por sacrificios parciales de cada una de ellas. Un arquitecto encuentra antinomias del mismo género. Un Estado que busca la igualdad debe sacrificar la libertad de los ciudadanos. Un Estado que quiere ser poderoso, debe sacrificar a la vez, algo de la libertad, de la igualdad y de la comodidad de los individuos. La fe religiosa o política debe sacrificar el espíritu crítico, y aquel que tiene espíritu crítico, no tiene verdaderamente fe. Con buenas intenciones se hace mala literatura. Si la estrella de la mañana es

. . . E l guijarro de oro y fuego que Dios arrojaComo con honda a la negra frente de la noche,

no puede ser al mismo tiempo un planeta análogo a la Tierra en volumen y densidad y en atmósfera rica en gas carbónico.

Todos los conflictos entre individuos no son con­flictos de valores, los individuos luchan tanto o más cuando adoptan el mismo ideal; pero las especializa- ciones axiológicas, por el contrario, como las especia- lizaciones biológicas, son frecuentemente principio de “ composibilidad” . Pero muchos conflictos entre indi­viduos son claramente de esencia axiológica, y son los más trágicos, porque entonces el compromiso aparece, no como un deber, sino como una traición y una vileza.

LOS DIVERSOS ÓRDENES DE VALOR 91

UNIDAD DE LOS VALORES

La diferenciación progresiva de los valores en las cul­turas históricas no prueba, por sí sola, que los valores sean esencialmente incompatibles: la diferenciación or­gánica tiene por resultado un organismo armonioso. Los valores diversos pueden entrar en un cuadro sis­temático y jerárquico. Los conflictos entre valores, las oposiciones de normatividad, pueden ser interpretadas como no esenciales, como dependiendo solamente de la imperfección de los agentes. En el orden de los hechos sociales -es perfectamente posible que el movi­miento casi continuo de emancipación y de especifi­cación, no represente después de todo, sino una fase destinada a ser seguida por una fase de integración. Ésta comenzó en los sueños de los positivistas del último siglo y en los Estados totalitarios de hoy, que quieren “ reintegrar” la política, la economía, la reli­gión, el arte y aun la ciencia.

El espíritu filosófico se resigna difícilmente a un pluralismo definitivo. Tampoco faltan las tentativas para encontrar la unidad bajo la diversidad. Estas ten­tativas son de dos especies muy diferentes:

a) O se considera a los valores tales como son aprehendidos hoy y se pretende mostrar que son “en realidad” reductibles a un valor más fundamental: pla­cer, razón, virtud, utilidad, intensidad vital, vida so­cial, técnica, existencia auténtica, etc., y que todo aquello que se resiste a esta reducción es valor “ fal­so*'. Volveremos a encontrar estas teorías.

b) O se reconoce que en el universo actual los con­trastes y los conflictos son un hecho pero se piensa que esta situación es provisoria y resultante de nuestra torpeza. Es en efecto notable que los valores se opon­gan, tanto más cuanto más groseramente son interpre­tados. Son sobre todo las formas supersticiosas de la religión y las formas dogmáticas de la ciencia las que

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entran en conflicto; es el clericalismo más bien que el espíritu religioso, el que hace sombra al poder tem­poral; son las formas primitivas y groseras de la indus­tria las que afean la vida; es la libertad de egoísmos la que es antinómica a la igualdad; es la patriotería38 y no el patriotismo el que es hostil al amor de la hu­manidad, son las convenciones estéticas o los clichés poéticos más que el arte sincero, los que exigen el sacrificio de la verdad o de la moral. E l progreso téc­nico es casi siempre una conciliación de eso que pa­recía inconciliable, una coyuntura encontrada.

Los automóviles son hoy a la vez más rápidos, más cómodos, más económicos y más estéticos que los au­tomóviles de hace treinta años. Suiza y Suecia, hoy, son a la vez más libres, más igualitarias, más ordenadas y más ricas que hace un siglo. Al profundizarse dos valores incompatibles se aproximan. Es pues, permitido pensar que prolongando las líneas se alcance un punto de convergencia. Y tanto más cuanto que frecuente­mente, dos valores “profundizados” no solamente lle­gan a ser conciliables, sino que se sirven en lugar de destruirse. La realización de uno, en lugar de exigir el sacrificio del otro, pide por el contrario vitalidad del otro como auxiliar indispensable: la verdadera reli­gión no teme, sino que busca la verdad científica; la verdadera poesía también; la personalidad del indivi­duo no florece sino dentro de una soeiedad bien con­cordada. Las elecciones abruptas, “ esto o esto” arre­batadas, los sacrificios, sangrientos o no, se revelan a menudo como elecciones o sacrificios inútiles o incluso peligrosos. E l escritor que sacrifica todo a su arte, no es más que un hombre de letras. El Estado que sacri­fica todo a su poderío militar, es superado por un Es­tado en el que la industria permanece más libre. Aquel que quiso aplastar a sus adversarios, está obligado a levantarlos él mismo de sus ruinas, para restablecer un

" “Chauvinisme” en el original. [T.]

92 DESCRIPCIÓN DEL VALOR LO S D IV ER SO S Ó R D EN ES D E VALO R 93 equilibrio roto. Los valores que se aíslan o especializan y que se pretenden no solamente específicos, sino ab­solutamente puros, se marchitan.

La tesis según la cual existe para los valores un punto de conciliación en el infinito, no carece de atractivo-

No se puede, en todo caso, eliminarla por argumentos, a priori, como lo quiere hacer Dupréel3® para el cual la fundamental pluralidad de los valores está ligada a su rela­tividad. “ La idea de un valor único y homogéneo es contra­dictoria” , pues ella reduciría todos los otros valores al estado de falsos valores, arbitrariamente; el valor único sería ábsolu- tamente indeterminado, al transformarlo en cosa, en Soberano Bien, ne varietur. E l valor, continúa Dupréel, no es cosa fungible y no da lugar, como la moneda a operaciones cuan­titativas; el valor perdido permanece valor y “el rey cuyo hijo único fue muerto al ganar la batalla que salva a sus Estados, no es como un comerciante, que habiendo gastado cien francos para ganar mil, sería un tonto sí se lamentara por el billete entregado” .40 Estos argumentos tienen contenido contra la unidad por reducción, pero no contra la existencia de un punto de conciliación, a manera de cúspide donde todas las líneas específicas y distintas del sistema de los valores se reúnen como se encuentran en el vértice las aristas y las caras de un poliedro. El rey puede a la vez ganar la batalla y conservar a su hijo, puede también, si tiene genio, salvar sus Estados sin batalla; y si tiene aún más genio, salvar a la vez a sus Estados, a sus rivales y al mundo entero.

Solamente es necesario subrayar que la tesis de la conciliación no puede probarse, a priori. Es fácil com­prender la razón. Toda conciliación particular de dos valores antagónicos es siempre un encuentro, una in­vención, a veces genial, en todo caso inesperada, sor­prendente por definición, puesto que no existía antes de ser realizada.

De igual manera que una invención es esencialmente

33 Philosophie de la valeur, p. 100.43 Dupréel, op. cit., p. 102.

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conciliación, toda conciliación es invención. Un con­flicto no resuelto delata siempre falta de genio; la re­solución de un conflicto, cuando no es debido a un compromiso provisorio y cuantitativo, exige trasladar­se a un plano superior. Es imposible hacer cuatro triángulos equiláteros con seis fósforos mientras haya obstinación en permanecer sobre la superficie de la mesa, sin pensar en la tercera dimensión.

En su libro sobre el pensamiento productivo,41 Wer- theimer toma como ejemplo el caso de dos jóvenes jugando al badminton (tenis con pelota emplumada). Como uno de los jugadores es de más edad y más fuerte que su joven adversario, este último, descora­zonado, abandona el juego y se enfada. E l mayor quiere, sin embargo, continuar jugando. ¿Pero cómo evitar descorazonar y humillar al menor? Las soluciones por concesión de ventaja o torpeza voluntaria del más hábil, no serían verdaderas soluciones. El mayor pro­pone entonces a su camarada ya no jugar para lograr una mayoría de puntos, sino ponerse como meta el mantener entre los dos la pelota con plumas en el aire el mayor tiempo posible. Esta invención hace desapa­recer a la vez el conflicto entre dos valores y el con­flicto entre dos individuos. La descentración intelectual que permitió la resolución, es al mismo tiempo, una descentración moral.

Creer que todos los conflictos de valores pueden ser resueltos, no puede pues ser sino un acto de fe. Para probar la tesis general, habría que encontrar en cada caso particular, la “ coyuntura” . Lo que es tan imposi­ble como inventar, como lo aparentan los autores de utopías, toda una civilización nueva y perfecta. La tesis de la conciliación es un acto de fe, como la creencia en Dios. Y además es la misma creencia, pues Dios es esencialmente “ todos los valores conciliados” . Su per-

94 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

41 Productive Thinkíng, p. 124, ss.

LOS DIVERSOS ÓRDENES DE VALOR 95 fección es la “ perfecta conciliación” cualitativa, más que el infinito cuantitativo de atributos.

Este acto de fe es legítimo, no hace sino prolongar la línea natural de los progresos parciales. Por otra parte, es un hecho que las armonías y los conflictos aparecen como malos: el esfuerzo para la conciliación de los valores se confunde con el esfuerzo hacia el valor en general. Cuando se niega la posibilidad de uno, se está muy cerca de negar la posibilidad del otro.

Es por error por lo que se desconfía de un ideal unitario, al confundirlo con un ideal totalitario. El totalitarismo despótico no es sino una pretensión a la unidad; sofoca los valores que se precia de integrar. Pero si el orden y la unidad por la policía o el poder son malos, esto no quiere decir que el orden o la unidad en sí mismos, sean malos. Si la literatura o el arte alineados por una dictadura y convertidos en propaganda nos molestan, no habría ninguna razón para ser molestado por una cultura armoniosa en la cual la inteligencia se pondría al servicio de la huma­nidad y de los otros valores. Que el totalitarismo se precie de haber realizado la unidad, prueba que la unidad es un ideal natural del espíritu. E l espíritu ensueña espontáneamente cuando se explaya imagi­nando una utopía. No se debe condenar el bien por­que el mal le rinda un homenaje hipócrita. Una polí­tica hipócrita de “orden moral” sería odiosa. Pero el reinado espontáneo del orden moral, sería admirable.

La fe en la conciliación de los valores no obliga a negar su especificidad. La unidad ideal en la que sueña el espíritu no es un retorno a la etapa de indiferencia- ción primitiva. La riqueza del mundo aumenta por la variedad de valores y de formas. Es la concepción radi­calmente pluralista de los valores la que es insostenible como el politeísmo. Es difícil sostener que el placer, la verdad, la belleza, la justicia, el poder, tienden a constituir mundos separados como dioses rivales.

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96 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

CONMENSURABILIDAD DE LOS VALORES

La conmensurabilidad de los valores es una cuestión un poco diferente. E l reconocimiento de su especi­ficidad conduce con frecuencia a afirmar un poco pre­cipitadamente, su inconmensurabilidad, es decir, la imposibilidad de compararlos entre ellos cuantitativa­mente. Se conocen los desarrollos clásicos de Pascal sobre las grandezas camales, las grandezas de espíritu y la caridad. Las acumulaciones, incluso las más gigantes­cas en un orden, no pueden crear un átomo del orden superior. Blanca de Castilla, según se dice habría pre­ferido ver a su hijo muerto que cometiendo un solo pecado mortal, y Newman, yendo más lejos, escribía: “E s mejor que millones de hombres perezcan en la agonía del hambre, antes que una sola alma —aunque no se pierda— cometa un solo pecado venial.” 42

Pero Pascal pudo tener razón sin que la paradoja de Newman se justifique. Pues que las montañas de riquezas no hagan un solo pensamiento o millones de conocimientos verdaderos un movimiento de cari­dad, no quiere decir que no importa que un acrecenta­miento ínfimo de caridad valga más que un inmenso progreso del conocimiento, o que por un solo pensa­miento se deba aceptar la destrucción de enormes riquezas, pues después de todo, la inversa es verdad también: acumular los movimientos de caridad no hace un solo pensamiento y pensar no llena el estó­mago.

Un hombre que aceptara grandes sufrimientos físicos para conquistar una verdad menor o para crear una obra de arte sin importancia, nos parecería pedante y ridículo más bien que sublime. Nos parecería en todo caso falto de sabiduría. Porque la sabiduría43 postula,

“ Anglican difficulties." Como lo hace notar Dupréel, Congrés de Bordeaux, 1950. Pero

LOS DIVERSOS ÓRDENES DE VALOR 97 si no la unicidad del valor, al menos una cierta con­mensurabilidad de valores.

CLASIFICACIÓN DE LOS VALORES

Puesto que es posible servirse, para delimitar apro­ximadamente el dominio de los valores, del conjunto de todos los adjetivos o de todas las formas, entonces los valores son infinitamente numerosos. La trinidad clásica: lo verdadero, lo bello, lo bueno, ha contribuido a hacer ignorar esta infinita variedad. Ésta es respon­sable ciertamente, en parte, del retardo de la filosofía en reconocer la extrema generalidad de la noción. Re­posa sobre una concepción a priori de facultades y de categorías.

Si se quieren clasificar los valores, es necesario ins­pirarse más bien en el método que Coumot empleó para descubrir las “ ideas fundamentales” , las “ claves” del conocimiento, las categorías auténticas, sirviéndose de la inmensa experiencia que constituye el desarro­llo de las ciencias: “ Confiamos más en un proceso empí­rico para el cual el género humano por entero es el experimentador” que en una tabla de categorías con­cebida “ por las reflexiones solitarias del más grande de los filósofos” .44

La inmensa experiencia para el conjunto de los valores, es el conjunto mismo de las obras e institu­ciones humanas históricas, y su agrupamiento natural y espontáneo. Al lado de las ciencias y de las descrip­ciones teoréticas de las obras y de las instituciones estéticas, de las costumbres, de la filantropía, de los ideales de moralidad, hay aún muchos otros dominios

Dupréel, al fin buen pluralista no duda en concluir en la pluralidad de las sabidurías más que en la unidad del valor o en la conmen­surabilidad de los valores.

** Traité sur l’enchaínement des idées fondamentales, p. xv.

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del valor: la religión, el derecho, la economía, la téc­nica, la comodidad, la pedagogía, la política, la fuerza militar y diplomática, las distracciones y los placeres, la salud y la higiene, el deporte, el turismo y el aire libre, el amor, la amistad, la vida familiar, la munda­nidad, las ceremonias, la seguridad social, la explora­ción y la aventura, etc. No nos parece muy interesante, ni sobre todo posible, estereotipar o delimitar la lista, pues la invención de valores es incesante tanto como los desplazamientos de fronteras entre los diversos órdenes.

98 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

JERARQUÍA DE LOS VALORES

También es casi vana la tentativa para fijar ne varié- tur una jerarquía universal de los valores. No porque la tentativa de jerarquización esté desprovista de sen­tido. Teóricamente, si se rechaza el pluralismo absoluto de los valores, se reconocería que se organizan entre ellos y se jerarquizan.45 Prácticamente la sabiduría que es sólo una —diga lo que diga Dupréel— , consiste siempre en jerarquizar los valores, para una persona, una sociedad, en las circunstancias dadas. La jerarquía “ sabía” para una persona dada, no es arbitraria. Hay normas de lo preferible como normas del bien, y dudar de unas, es dudar de las otras. Max Scheler sostuvo que tenemos la intuición no solamente de los valores sino de la del orden de preferencia. Su única equivo­cación es creer en un orden general de preferencia, en un ordo amorís absoluto,46 mientras esta jeiarquiza- ción, como la actualización misma de los valores es siempre circunstancial. La sabiduría misma es una in­vención continua, como el esfuerzo de conciliación y no se puede anticipar sobre una invención más en un caso que en otro. Goethe fue probablemente sabio al

“ Cf. R. Ruyer, Le monde des valeurs (Aubier), cap. vi.“ Cf. M. Scheler, Écríts posthumes, Ordo Amoris.

LO S D IV ER SO S Ó R D EN ES D E V A LO R 99 abandonar a Federica Brion, y escribir Fausto, pero mientras Fausto no estuvo escrito, era imposible decir si el abandono de la joven podía justificarse. La idea de una sabiduría divina, es decir, suprema, es un acto de fe como la tesis de la posible conciliación de los valores; la sabiduría humana no puede sino esperar aproximarse un poco a la perfecta sabiduría, y asi reposa sobre un acto de fe doblemente riesgoso.

SUBORDINACIÓN DE LOS VALORES

Es necesario no confundir, con la jerarquía de los órdenes específicos, la subordinación general de los va­lores entre ellos según su modo de fijarse.

W . Stem 47 por ejemplo, al proponer los criterios de rango: plenitud (la familia tiene más plenitud que el indi­viduo); proximidad del “ yo” ; urgencia; resonancia (con la vocación propia del “ yo” ); distingue ante todo valores pro­pios: Selbswert, y valores derivados: Fremdwert, o Abgelei- tete W ert. Los Selbswert son las Personas, y es en las personas donde se fijan los valores derivados. Basta que los portadores personales de valores no sean absolutamente sim­ples, que tengan partes, manifestantes q expresivas. Estas par­tes resultan portadoras de valores sin ser personales: estas son las Strahlwert (valores radiados), por ejemplo el len­guaje, la expresión artística, etc. Basta por otra parte que las personas apunten hacia los fines; los medios para estos fines (objetos, procesos, fuerzas) devienen valores auxiliares o valores de servicios (Dienstweit). En resumen, hay tres tipos: los Selbswert y los dos tipos de Fremdwert: Stralilwert y Dienstwert.

Independientemente del personalismo de W . Stejn, se distingue generalmente entre los valores intrínsecos y los valores instrumentales; sólo los primeros, se cree, pueden desempeñar el papel de fin, en aquello que se

" Wertphilosophie, cap. m.

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justifica por sí mismo, mientras que los valores ins­trumentales aparecen frecuentemente con un carácter de necesidad desagradable. Ningún ser normal los esco­ge, por sí mismo, un viaje o un camino penoso, una medicina amarga, una operación quirúrgica, un go­bierno dictatorial. Se resigna en caso de necesidad. Inversamente, hay algo escandaloso en considerar los valores intrínsecos de las personas o los valores espiri­tuales, tales como el amor, la belleza, la moralidad, la religión como medios. Que se tome el arte para la publicidad o la propaganda, que se predique la reli­gión como medio para reforzar el orden y la seguridad social, choca a los estetas y a los espíritus religiosos.

Las interpretaciones utilitaristas de la religión son, con razón, miradas con recelo “Yo soy inmoral si doy } una respuesta de orden no moral a la cuestión: ¿Por qué debo ser moral?” .48

Si se invierte el orden natural de subordinación de los valores-medios a los valores-fines no se es sola­mente escandaloso, se es ineficiente. La concepción maquiavélica que considera los factores morales y reli­giosos en la sociedad como fuerzas dóciles en las manos de un político astuto, trastorna no solamente el orden cuerdo de los valores, sino también el orden de la efi­cacia causal.48 La reforma protestante, casi contempo­ránea de Maquiavelo, debía mostrar que la fe religiosa ' puede ser una inmensa fuerza política y económica a condición de no estar al servicio del príncipe. E l mar­xismo es poderoso porque subordina la técnica política y la propaganda a una fe sincera, y no porque sacri­fique, muy a menudo, la verdad pura a la necesidad de la técnica política. Esta enfadosa tendencia es en él • una debilidad y no una fuerza. Por la misma razón es por lo que los Estados que no establecen la justicia

“ Bradley, Ethical Studies." Cf. Sabine, A histoiy o( política! theoiy, p. 301. [Hay trad.

española del FCE.]

100 DESCRIPCIÓN DEL VALOR LO S D IV ERSO S Ó R D EN ES D E VALOR 101

sino por el temor a una revolución popular, serían más fuertes si fueran sólo movidos por el amor a la justicia.

La inversión de medios y fines es causa tal de debi­lidad, que no se puede concebir una sociedad que cometa esta inversión con plena conciencia y en grande. Un monstruo tal — descrito por Huxley en Un mundo feliz— no sería viable. El reino de una técnica, ya no física, sino bio-psicológica, que no crearía solamente instmmentos al servicio de la voluntad y de los fines humanos, sino que modificaría esta misma voluntad (por el empleo del “ acondicionamiento” , por el “ soma” o el alcohol a voluntad, por las intervenciones oficia­les en el desarrollo embrionario) no podría subsistir largo tiempo. Caería en un círculo vicioso. La técnica material propone solamente el problema del buen em­pleo. La técnica bio-psicológica sibi permissa que modi­ficara la naturaleza humana sin subordinarse a un fin humano, se plantearía a sí misma un problema insolu­ble y se autodestruiría en el absurdo.®0

FINES Y MEDIOS

El dominio de los principales valores instrumentales se encuentra en la economía, la técnica, la política, y en el orden del poder en general. Medios políticos y medios económicos son frecuentemente intercambia­bles. La riqueza es poder e inversamente, un gran poder político es equivalente a la riqueza. Se puede obtener un rendimiento dado de los hombres dirigiéndose, sea a su interés personal o al miedo que experimentan por la policía. Cuando el régimen de libre concurrencia es destruido o se ha destruido él mismo, es necesario el dominio de lo planificado políticamente impuesto.

» Cf. R. Ruyer, L ’utopie et les utopíes, p. 273, ss.

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Los hombres, deplorando en cada caso particular la necesidad de recurrir a ellos y además de tener que ga­narlos, tienen tendencia natural a sobrestimar los valo­res instrumentales: el dinero, pero también todos los medios técnicos y políticos, porque ellos están “ en todos los fines” y por consiguiente participan del valor de todos los valores.

Distinguir los valores-fines y los valores-medios, es más fácil en teoría que en la práctica. La técnica em­pleada ejerce una bien conocida acción sobre los fines mismos. Modifica la estructura de la actividad, del organismo individual o de las instituciones sociales y, por consiguiente, la forma temática y la conciencia correspondiente. La conciencia no percibe el valor-fin sino vagamente; al realizarlo, lo precisa, pero según la técnica empleada. La técnica no es un simple medio de locomoción hacia un punto tan definido como una estación de llegada. Al extremo que la historia de la realización práctica y de la técnica produce el efecto de ser la historia misma del valor apuntado. La historia de la técnica arquitectónica o pictórica es casi la histo­ria de la arquitectura o de la pintura. Y según el mate­rialismo histórico, la historia de una técnica en general es la historia misma de la humanidad. Paradoja y exa­geración, pero que tiene algo de plausible y de ver­dadero, igual que la tesis, más general todavía, que considera que la historia de los seres vivientes no puede ser otra cosa que la historia de la .técnica or­gánica.

Por otra parte, la distinción medio-fin, resulta a menudo de un análisis intelectual asaz arbitrario. La vida logra casi siempre mezclar estrechamente todas las fases. La infancia no es solamente el medio para la madurez, tiene un valor propio. E l amor no es el medio de la reproducción. Max Scheler mostró que esta con­cepción utilitarista y tecnicista destruye su esencia misma.

102 DESCRIPCIÓN DEL VALORComer para vivir es probablemente más moral y más

sabio que vivir para comer. Pero no es contrario a la sabiduría transformar la nutrición utilitaria en un arte de comer, en acto social o aún filosófico, como los atenienses del Banquete ó incluso en un acto religioso. No es particularmente escandaloso cultivar, no sola­mente el arte de comer, sino aquél de abrir el apetito y por consiguiente de hallar placer en nutrirse. Aunque, según Platón, toda génesis no sea sino medio de ousia,®1 una génesis tiene un valor propio.

Lo que los pesimistas consideran como el signo de la inutilidad y de lo absurdo de la vida, a saber, que cada generación de hombres o de hormigas, se tome tanto tra­bajo para educar otra generación, la que a su vez toma­rá tanto trabajo para educar otra generación, etc., puede ser considerado también como el signo de su divinidad, al ser Dios antes que todo, ya lo vimos, el punto supre­mo de conciliación. Como Dios, la vida logia conciliar al menos dos órdenes de valores, el orden de los medios y el de los fines. En una cultura humana lograda se observa la misma fusión: la técnica no está separada de la vida, sino que la constituye, igual que los diversos órganos no son solamente útiles al servicio del ser viviente, sino que constituyen el ser viviente mismo. El automóvil es un instrumento de transporte, pero hace también de este transporte una diversión y una especie de manifestación vital.

Después de haber distinguido abstractamente —y un poco arbitrariamente— medios y fines, se cree a menudo explicar su fusión por un fenómeno de des­plazamiento o de condicionamiento según el ejemplo clásico del avaro que guarda primero el dinero para servirse de él y termina por amarlo por sí mismo, por amarlo demasiado para gastarlo. Pero es muy dudoso que alguien llegue a ser avaro de este modo. El avaro es más bien, como lo han demostrado los caracterólo-

61 oüSta: esencia, sustancia, el set (existencia) [T.].

LOS DIVERSOS ÓRDENES DE VALOR 103

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gos, un inactivo emotivo, que ama el poder virtual del dinero. Hincha directamente su personalidad por los supuestos medios que acumula. Estos medios son desde el origen y directamente fines para él. Igualmente el automóvil o el avión no fueron inventados primero como puros medios de transporte de los cuales se hubiera después descubierto la diversión que pueden producir, sino, como dicen los ingleses, por el fun.* Como lo notó Lewis Mumford,®2 muchos aparatos que llegarían a ser útiles, fueron juguetes en un principio: helicóptero, linterna mágica, cinematógrafo, giroscopio, scenic railway. La heterogenia de los fines — es decir los desplazamientos de finalidad de los cuales habla W undt después de Hegel— se duplica por una hete­rogeneidad de medios. Lo que servía a un cierto fin, lo sobrevive y se adapta a otro. Generalmente53 hay politelismo: un objeto o una actividad siendo para muchos fines, no está estrechamente ligado a uno de ellos. Se ejerce un oficio para ganarse la vida, pero también para continuar el oficio de los padres, o por vocación, o por estar ocupado, ser importante, conside­rado, poderoso, o lo más a menudo por todo esto a la vez. La naturaleza muestra ser aquí misericordiosa para el hombre. La vida sería insoportable si los me­dios no fueran al mismo tiempo fines, si no tuvieran su valor propio, si la actividad técnica fuera siempre como una medicina amarga.

104 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

EL VALOR ECONÓMICO Y EL “ VALOR”DE LOS ECONOMISTAS

Los economistas por una parte, y los filósofos de los valores por otra, se lamentan frecuentemente de la dificultad que hay en concordar sus estudios. Se resig-

* Fun: Diversión, entretenimiento [T.].“ Technique et civii/sation, pp. 97-98.* Bouglé, L ’évolution des valeurs, pp. 90 ss.

nan a menudo a obrar como si el valor de los econo­mistas no tuviera nada en común con el valor en gene­ral. Lo que es verdad es que la expresión valor econó­mico puede ser tomada en un sentido muy general al constituir un “principio” de casi toda actividad. En este sentido la componente económica no se presta más a un estudio especial y sistemático que la com­ponente teórica o estética de la actividad. Un filán­tropo, un sabio cuando hace hipótesis, un artista pro­duciendo, un político, economizan esfuerzos y gestos, aun el animal, no hace un rodeo sino en caso de necesidad, de otro modo va en línea recta hacia su objeto, según el principio del menor esfuerzo.

Si remo para adelgazar, o como parece que lo hacía Kant al envejecer, pongo mi pañuelo en la otra extre­midad de mi biblioteca para obligarme a hacer un poco de ejercicio, el “ principio” económico parece desaparecer. Pero en rigor se puede decir que, de hecho, pretendo aún alcanzar el resultado higiénico por las vías más cortas (al tomar eventualmente el camino geométrico más largo). Pero al hacer ésto, mi acción queda inmediatamente fuera de la competencia del economista de profesión, igual que aquélla de Booz, cuando ordenó a sus servidores dejar “caer ex­presamente las espigas” para hacer con elegancia cari­dad a las espigadoras. Pero generalmente, cada vez que la distinción medio-fin se atenúa, el “principio” económico de la acción se esfuma.

Existe la misma dualidad de sentido en la palabra trabajo o en la palabra utilidad. En sentido general, toda actividad axiológica es trabajo. Desde el trabajo encarnizado y desinteresado del artista o del inventor, hasta el trabajo vital de la mujer que educa sus hijos. Pero el trabajo que interesa al economista es el tra­bajo no solamente útil, sino ejecutado con miras a un provecho cifrabie y cambiable. Un escolar no trabaja “económicamente” como su maestro (al contrario,

LOS DIVERSOS ÓRDENES DE VALOR 105

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cuesta) y sin embargo trabaja realmente, útilmente tanto para él mismo como para la sociedad.

Se entra en la esfera propia del valor de los econo­mistas, cuando se ha puesto en relación y en balanza, por una parte, medios limitados y por la otra, necesi­dades o deseos que satisfacer,64 o como lo escribe Murat,55 cuando se ha “cambiado un costo por una satisfacción, cambio en el cual se busca el máximo de satisfacción por el costo mínimo” , el cálculo se hace a menudo —pero no obligatoriamente— en tér­minos monetarios. La utilidad (en sentido general) de una cosa o de un servicio, es decir, su aptitud para satisfacer una necesidad, y su valor económico, en el sentido general de la palabra, llegan a ser “ utilidad” y “ valor” económico en el sentido restringido, que interesa a los economistas, cuando por el objeto de­seado, que existe en cantidades limitadas, se está dis­puesto a sacrificar esfuerzos o dinero en cantidades determinadas para obtenerlo.

E l valor de los economistas es, pues, no solamente un valor entre otros (estético, moral, etc.), sino que es un caso particular de valor económico en general, que en sí mismo es valor entre otros. Mientras que fuera de la economía política fines y medios son a veces difíciles de disociar, en este caso son necesariamente distintos.

Si Balzac como artista era feliz por crear al escribir sus novelas, como hombre endeudado que trataba de pagar sus deudas, su trabajo literario era, para él, un medio, del cual podía calcular el costo de producción, si no en moneda — salvo el precio del café que bebía— al menos en tiempo de fatiga. Con más razón, medios y fines son distintos cuando, por la división del tra­bajo e intercambio de servicios o de bienes, la activi­dad-medio se ejerce por un individuo diferente de aquel

“ Peiroux, La vajeur, p. 14. a La tnéoiie économiquc, p. 6.

106 DESCRIPCIÓN DEL VALORque la compra. Si me decido a reparar yo mismo mi techo, esta actividad, sin divertirme en exceso, es, sin embargo, transfigurada por el hecho de que embellece mi departamento. Pero el pintor profesional no puede estar animado por el mismo celo. Así se explican muy bien las revueltas filosóficas, sentimentales, políticas contra el reino de la economía. Al comparar el valor del medio de una actividad con el valor del fin obte­nido por ella, se devaloriza en realidad la actividad- medio al hacerla una amarga necesidad. Se impide el juego de la tendencia natural de los medios para con­vertirse en fines. E l placer de crear, en Balzac, estaba disminuido por la obligación de escribir para pagar sus deudas.

Esta ley, por otra parte, es independiente de la forma particular de las instituciones económicas. Igual­mente la ejecución de los menudos trabajos domésti­cos, se hace frunciendo el ceño, como trabajo nece­sario, eso que se haría con placer si fuera un juego. Pero ciertas instituciones subrayan más que otras este cruel carácter de necesidad.

Desde luego, la moneda, al desprender de todos los valores un valor abstracto, parece decolorarlo todo. Cuando todo está en tarifa, todo está humanamente devalorizado. La introducción de un punto de vista económico y del cálculo de pérdidas y ganancias en el arte, la moral, la religión, el amor, la vida social, tiene algo de chocante y destructor: la venta de indul­gencias, la capitalización avara del mérito moral, el régimen de (la) clearing en las relaciones mundanas (debo una invitación a x y h me debe una— de aquí la tentación, como en la conocida broma, de rogar a h que invite a x en mi lugar).

E l punto de vista económico, en sentido estrecho, el cálculo de pérdidas y ganancias, es destructor aún en el orden de la utilidad económica en amplio sen­tido. Entre el trabajo axiológico y el fin axiológico, se

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interponen el trabajo económico y el fin económico, es decir, la moneda:

Trabajo axiológico -» (trabajo económico - * moneda) • * fin axiológico.

El ganar dinero ha llegado a ser fin universal, pues es el medio universal, con el resultado de que el tra­bajo económico deslustra todo trabajo y la moneda todo valor. En muchas utopías el hombre sueña con un trabajo que llegaría a ser juego espontáneo, una actividad axiológica pura. Como dice Hammond en News irom Nowhere de Morris: “ La recompensa al trabajo es la vida. ¿Es demasiado poco?” Morris tiene razón en cuanto al trabajo del artista o del sabio, pero no desgraciadamente en cuanto al trabajo del cavador o del minero.

108 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

VALOR Y UTILIDAD MARGINAL

El carácter particular del valor económico en sentido estricto, se nota claramente en que es accesible a los cálculos de extremum o de equilibrio extTemal, mien­tras que la axiología, por contraste con el dominio de los funcionamientos y de los equilibrios de la física ordinaria, está en el dominio de lo optim um y no de lo extremum. Este es el índice cierto de que la acti­vidad económica no es actividad axiológica “pura” y que ella es psico-fisiológica tanto como espiritual.

La necesidad, noción fundamental en la teoría eco­nómica, es, lo vimos, un tertium quid, entre el yo y el ideal columbrado; éste expresa la presencia de sub- individualidades orgánicas múltiples que se pueden satisfacer progresivamente con cierta regularidad esta­dística. El trabajo, en vista del provecho o de la sacie­dad de necesidad es, de su parte, apenas una actividad. E s también un funcionamiento fisiológico, descoronado

LOS DIVERSOS ÓRDENES DE VALOR 109 ya de fin, venido a ser mediato y lejano. Ciertamente, un sabio, un artista o un místico, no es un espíritu puro; se cansa también al obrar o al inventar, pero la vida espiritual está, por ella misma, por encima de un nivel de necesidad o un umbral de cansancio. Una gran invención obedece a la ley de todo o de nada. No se acerca para nada a lo estadístico; no se pueden trazar con una curva las altas y las bajas de la genialidad de un Newton o de un Rembrandt. Es posible hacerlo, sí en las necesidades o en los trabajos que interesan a los economistas. Una necesidad, como el hambre o la sed, es saciable progresivamente y el vaso de agua que bebo, cuando mi sed está ya casi satisfecha, me da menos placer que el primero. Por consiguiente, la utilidad de eso que satisface una necesidad de este género es progresivamente decreciente, la utilidad de la última dosis, disponible, la utilidad marginal, varía pues con la rareza relativa de la mercancía, y llega a ser nula, si dispongo de cantidades que sobrepasan mis necesidades.

Por otra parte, un trabajo económico se hace en general de más en más penoso, por el efecto de la fatiga psico-fisiológica acumulada, por inhibición in­tema, etc. La actividad axiológica pura no sufre, en principio, ningún autofrenaje, en la medida que ella no concierne, en realidad, al organismo que la soporta. Una primera invención no impide las otras, al con­trario. E l trabajo económico, siempre mecanizado, por­que es medio y no fin, se frena a sí mismo.

Las dos curvas, la de utilidad de producto del trabajo y la del carácter penoso del trabajo, se cortan pues (fig. 6 ) . E l trabajo se detiene cuando la pena o “ inutilidad” marginal de la última unidad de trabajo es igual a la utilidad marginal de la última unidad de su producto. Si, por ejemplo, debo sacar penosamente balde de agua tras balde de agua de un pozo muy pro­fundo, me detendré cuando mis necesidades de agua

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estén no necesariamente satisfechas en su totalidad, sino cuando el esfuerzo que tengo que hacer para ex­traerla sea más grande que la satisfacción que me daría el próximo balde de agua sacado.

110 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

Los economistas han aplicado este esquema a la mayor parte de los problemas económicos que puede encontrar un individuo o una sociedad y a todas las formas de cálculos económicos, en el trabajo, el con­sumo, el cambio, el ahorro, etc. Nosotros no podemos sino remitir al lector a sus obras. Pero lo que nos in­teresa aquí es subrayar: 1) que la teoría económica no es posible sino porque se pueden establecer en grueso las curvas de las necesidades y del trabajo, curvas que expresan una ley de saciedad progresiva. Esta saciedad, está Sáttigungskala, que permite a las curvas cortarse, semejante al clínamen de Epicuro, hace nacer todo el universo económico. Y es porque es imposible estable­cer tales curvas para el trabajo-actividad de un artista o de un sabio, o para'la utilidad así producida, por lo que las leyes de valor de los economistas no se aplican a toda la axiología; 2) que la causa profunda de esta fcy de saciedad reside en el hecho de que el orden económico, en sentido estricto, es semiaxiológico. Pone en juego estadísticamente en el individuo la multipli­cidad de subindividualidades orgánicas o, en la socie­dad, la multiplicidad de individuos obrando cada uno

por su propia cuenta sin plan de conjunto. Esto es por lo que el equilibrio económico, como los equilibrios de la física macroscópica, es extremal, más que optimal.

Hay una analogía sorprendente entre la semiaxiolo- gía económica y el dominio de la inteligencia aún mal separada de la percepción, que Piaget analizó con pro­fundidad:66 Semi-inteligencia, no aún totalmente des­centrada y reversible, obedeciendo aún a las leyes de máximo y a los umbrales diferenciales cuya relativi­dad, deformante, difiere de la relatividad intelectual propiamente dicha, la que es factor de objetividad. En uno como en otro caso la clave de la cuestión está en el carácter estadístico de las leyes de la percepción por oposición a las leyes de la inteligencia pura — como en el carácter estadístico de las leyes económicas por oposición a las leyes de la axiología pura.

El homo economicus clásico o el “ mercado” — tipo de la economía clásica, es parecido a un niño que no puede corregir enteramente una ilusión geométrica al llegar de pronto a las constancias perceptivas.67 E l homo economicus no puede aprehender el valor económico (en sentido lato) sino deformándolo según leyes análogas a la ley psico-fisiológica de Weber-Fechner. Como con­traprueba, en una sociedad planificada cuando el cálculo económico no es ya una resultante estadística, vuelve a ser en principio, y si las consideraciones demagógicas no intervienen, una actividad propiamente axiologica y no se puede aplicar la teoría marginalista sino de una manera vaga y forzada. E l cálculo de un plan pue­de, seguramente, estar contaminado de error y aun de error monumental — la comparación de la economía de mercado con la inteligencia infantil no significa de ningún modo, que aquélla sea necesariamente inferior a la economía planificada— pero estos errores son aná-

w Psychologie de Y intétligence, pp. 85 ss." Ibid., p. 85 ss.

LOS DIVERSOS ÓRDENES DE VALOR 111

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logos a los de un inventor o un ingeniero que se equi­voca en sus cálculos racionales, no en los errores espon­táneos de percepción.

VALOR Y VERDAD

A pesar del prestigio de la trinidad clásica: verdad, belleza, bien, se ha puesto en duda a menudo que la verdad sea un valor. He aquí un resumen de la tesis: “ La verdad es la posición de la realidad, no su ‘posi­ción’ (en el sentido activo de la palabra). Los valores distintos a la verdad, por el contrario, son, si no irreales, por lo menos sobrerreales, y aún en cierto sentido, ‘falsos’. Si, en efecto, se les juzga a ellos mismos ver­daderos (esto es decir, si se les considera como reali­dades establecidas según la definición pasiva de verdad), se destruiría su carácter de valor sobrerreal.”

Esta tesis es desde luego inaceptable y reposa sobre una concepción inaceptable de la verdad. La verdad no es una forma de modo de ser de la realidad, es un carácter de las aserciones hechas sobre la realidad. Igualmente un juicio de hecho no es un hecho bruto, es un acto, como un acto estético o moral. Un mapa puede ser llamado falso, aunque parezca ser un objeto como un pañuelo o una navaja. Pero es que en realidad el mapa es una combinación de aserciones expresadas en líneas en lugar de estar expresadas en palabras. Y precisamente, si la verdad es una manera de ser del ser, el mapa inexacto, siendo un ser real como la na­vaja o el pañuelo, debería ser dicho verdadero en este sentido. Esta consecuencia absurda juzga la tesis.

No hay, por el contrario, ninguna contradicción en que un juicio de hecho, siendo completamente distinto de un juicio de valor, tenga o pueda tener él mismo un valor de verdad. E l valor de verdad, aquí, califica la aserción, pudiendo el objeto de la aserción ser indi­ferentemente un hecho o un valor. La contradicción no aparece sino en el caso particular y artificial donde

112 DESCRIPCIÓN DEL VALOR LO S D IV ERSO S Ó R D EN ES D E VALOR 113 se divierte confundiendo la aserción con su objeto como en la paradoja de “El Epiménides” : “Soy mentiroso” es un juicio sobre mi carácter, juicio de valor si me pongo en un punto de vista moral, juicio de hecho si me considero a mí mismo con la frialdad de un psicó­logo. La paradoja no aparece sino al hacer un juicio de valor sobre la aserción misma implicada en el juicio, pues entonces se oscila indefinidamente entre la afir­mación y la negación. La contradicción no tiene que ver con la imposibilidad supuesta por un juicio de valor de tener al mismo tiempo un valor de verdad, o, por un juicio de hecho, ríe poder él mismo ser juz­gado valioso, es decir, verdadero o falso.58

El carácter axiológico de la verdad se hace evidente si nos guiamos, como lo hace Lalande, en “ el paralelis­mo formal de las ciencias normativas” .59 La verdad tiene todas las características de un valor, y la investi­gación de lo verdadero todas las características del acto axiológico. La verdad trasciende los esfuerzos indivi­duales guiándolos; es universal y se impone a pesar de los gustos y preferencias individuales ( “Me veo forzado a concluir q u e . . . ” ) se cristaliza a veces en códigos muy estrechos que deben ser superados; da el senti­miento del “debería ser” , suscita las vocaciones, las abnegaciones, los heroísmos, y no se encuentra sino al precio de un trabajo dirigido según reglas precisas; y por fin y sobre todo, exige un esfuerzo de invención neogenética, como dice Spearman. Las máquinas de calcular o de razonar dan la solución verdadera, auto-

“ No interesa reducir, como Rickert, los juicios de hecho a juicios de valor al pretender que la proposición: “ Un triángulo equilátero tiene ángulos iguales’’, quiere decir: “La proposición ‘Un triángulo equilátero tiene ángulos iguales’ es verdadera.” El geómetra piensa en calificar el triángulo y de ningún modo en calificar su aserción. No hay que confundir al inventor y la crítica, aunque de hecho los dos se confunden con frecuencia. Una frase puede ser bella sin que esta frase diga que una cosa es bella.

™ La raison et Ies normes, cap. ix.

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máticamente, porque su estructura fue hallada por un ingeniero que trabajó ya en conformarlas con las reglas del cálculo o de la lógica; son como el mapa, aserciones cristalizadas, aserciones expresas en ligas mecánicas en lugar de ser expresadas en palabras o en trazos.

Al considerar la verdad como un valor, se evitan muchos seudoproblemas. Como todos los valores, la verdad implica la trinidad indisoluble -> agente -» for­ma ideal. E l agente apuntando hacia la esencia ideal mediante la forma actual que trata de constituir. Tan vano eS declararla subjetiva porque es inseparable de un sujeto juzgando, como identificarla con una forma de Idea mítica reinando en el Empíreo, bajo el pre­texto de que el ideal apuntado por el agente no de­pende de sus caprichos. La verdad está siempre cons­tituida por el acto de un sujeto. Este sujeto no es necesariamente un hombre; un animal se equivoca con frecuencia en su intento, esto prueba que su acción, teniendo el carácter de una aserción, puede ser llamada “ verdadera” ; y sin duda, los organismos más inferiores, aun moleculares, pueden también “ equivocarse” , por ejemplo, al fijar constituyentes que no corresponden a su tipo.

Aun cuando afirmo que un hecho como “hay cuatro sillas en el cuarto vecino” , la verdad de mi afirmación no es la coincidencia pura y simple de un estado men­tal y un objeto — esto que sería un puro hecho— está en mi intención activa que se servirá eficazmente de esta coincidencia. Esto es aún más evidente si no afir­mo un puro hecho ya existente, sino una verdad nueva (por ejemplo, la posibilidad de fabricar un nuevo com­puesto químico).

El pragmatismo vio bien que la verdad implica una actividad, aunque ha errado al identificar esta activi­dad con una actividad utilitaria. Si la verdad es a me­nudo medio práctico — por ejemplo, cuando se trata de establecer un itinerario exacto— es también fin en sí.

114 DESCRIPCIÓN DEL VALOR LO S D IV ER SO S Ó R D E N ES D E VA LO R 115 Antes de que la técnica utilizara la ciencia, había ya ciencia con su tecnicidad propia.

El neorracionalismo de un Bachelard o de un Gon- seth, defiende una concepción de la ciencia y de la investigación de la verdad que es activista sin ser prag­mática.60 Como los otros valores, la verdad no es pa­ralela a la actividad del sujeto, se revela en la actividad misma. Antes de ordenar a la naturaleza obedecién­dola, es necesario conocerla, y no se conoce a la natu­raleza, sino ensayando desobedecerla — por una pri­mera técnica.

HETEROGENEIDAD DE LOS VALORES

Se debe reconocer, sin embargo, que si la investiga­ción de la verdad tiene todos los caracteres formales de una investigación axiológica, tiene de particular, el tener por ideal, por propio bien, pues, la conquista de una esencia por el juicio, más bien que la conquista directa de un bien por la acción. Como entre valor y esencia las fronteras son imprecisas, igualmente que entre el agente como intelecto y el agente como ser viviente, o persona moral, etc., la búsqueda de lo verdadero y de la verdad permanecen dentro de la axiología. La noción de conocimiento puro, dice Whitehead 61 “ es una pura abstracción que deberíamos rechazar. El conocimiento está siempre acompañado de nociones y de proyectos” . No queda sino el conocimiento, en el límite, que puede dar la impresión de una neutralidad axiológica absoluta.

Con mayor generalidad se puede decir que no hay orden de valores que no pueda aparecer de esta manera tan diferente de todos los otros, que parece oponerse a todos ellos. La moral también ha sido frecuentemen­te colocada fuera de la axiología. Por ejemplo, Spran-

60 Cf. G. Bachelard, Le lationalisme appliqué y L ’activité ratio- naliste de la physique contemporaíne (P.U.F.)

61 Adven tures of ideas, p. 13.

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gei rehúsa considerar un "tipo moral” al lado de los tipos teoréticos, estéticos, políticos, porque, dice: la moral consiste en realizar el valor o la armonía de los valores a los cuales se es sensible. Y Scheler, lo sigue en este camino. Los valores sensibles de agradable o desagradable, han estado también considerados com­pletamente aparte: salen casi de la axiología al aproxi­marse al dominio de las cualidades sensibles. Cono­cemos, en fin, las discusiones sobre el lugar que les corresponde a los valores vitales, políticos, etc. Es, pues, necesario deducir, de estas dificultades, que la unidad de la axiología es en parte convencional.

RELACIONES GENERALES DE LOS ÓRDENES DE VALORES

Estas relaciones dan lugar a leyes muy interesantes, con frecuencia antinómicas en apariencia. La explora­ción del mundo de los valores y de sus estructuras generales, está apenas iniciada. No podemos aquí, sino enumerar las principales.62

a) LEYES DEL PARALELISMO FORMAL. No Se p u ed e escribir sobre los valores sin encontrarlos. Acabamos de utilizar, según A. Lalande, el paralelismo formal de la verdad y de los otros valores. Pero este paralelismo existe, no solamente entre la lógica y la estética o la moral, sino entre los valores clásicos y los valores vita­les, políticos, religiosos. Por otra parte, L. Lavelle, ha demostrado63 el paralelismo entre la aprehensión de diferencias por el intelecto y la posición de preferencias por la sensibilidad y el querer.

b ) LEYES DE PARALELISMO ENTRE LOS VALORES Y LASc u a l id a d e s . Hemos intentado destacarlas más espe­cialmente entre los valores y los colores. Es sorpren­dente: Se encuentran los mismos fenómenos de com- plementariedad, de daltonismo, de contraste simultáneo o consecutivo, de constancia.

c Cf. R. Ruyer, Le monde des valeurs (Aubier).*■ L. Lavelle, Traite des valeurs, p. 460.

116 DESCRIPCIÓN DEL VALORc) LEYES DE ESPECIFICIDAD DIMENSIONAL. Siendo eS-

pecíficos los valores, se deben emplear muchas di­mensiones para representar un hecho polivalente. Por ejemplo, un dolor puede ser útil (biológica o moral­mente), siendo muy desagradable. La clasificación de las obras de arte según su valor estético, no corres­ponde necesariamente con su clasificación según su valor político o moral.

d) l e y e s d e c o m b in a c io n e s . Y sin embargo, los “mixtos” de valores son frecuentemente posibles y aún son un principio de novedad y de invención. Las in­venciones se originan con frecuencia en las regiones fronteras. Los grandes innovadores son polivalentes: Platón, Leonardo da Vinci, Rousseau, Freud, etc.

e) l e y e s d e p r o y e c c io n e s . Cuando la combinación es imposible, un valor puede ser transportado y pro­yectado sobre el plano de otro orden de valores. Pero entonces siempre pierde en ello. Las teorías que re­ducen a fuerza los diversos órdenes de valores a la unidad, emplean la proyección. Una proyección torpe hace un efecto cómico, y lo cómico no es otra cosa sino una proyección torpe de dos valores o de dos esferas de significación, una pidiendo prestado el len­guaje a otra.

f) LEYES DE CONTINENCIAS RECÍPROCAS. Es imposible definir un valor específico bajo una forma absoluta­mente pura, es decir, sin pedir nada prestado para “ llenar” esta forma, con otros valores. E l arte por el arte, la moral por la moral, la justicia absoluta, el puro amor, son, en última instancia, estrictamente imposi­bles. E l arte debe expresar alguna cosa, la acción moral debe producir otra cosa además de la buena voluntad pura; el amor, sin ninguna razón, es capricho puro, etcétera.

g ) l e y e s d e e s p e c if ic a c ió n RECÍPROCA. Las varieda­des de un valor están siempre determinadas por cruza­miento con los otros valores. Un ejemplo particular­

LOS DIVERSOS ÓRDENES DE VALOR 117

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mente significativo es el proporcionado por el caso de la justicia. Perelman®4 discute seis definiciones: 1, A Cada uno la misma cosa; 2, a cada uno según sus méritos; 3, a cada uno según sus obras; 4, a cada uno según sus necesidades; 5, a cada uno según su rango; 6, a cada uno según aquello que la ley le atribuye. Así la primera es matemática y lógica, la segunda re­ligiosa, la tercera económica, la cuarta caritativa, la quinta política, y la sexta jurídica. Por encima de las seis definiciones, pende una forma absolutamente pura de justicia que está absolutamente vacía; no puede apli­carse sino llegando a ser concreta; y no puede llegar a ser concreta sino especificándose por los otros valores.

h ) l e y e s d e a r m o n iz a c ió n . Un valor no vale ver­daderamente si no está armonizado con todos los otros. Por ejemplo: Summum jus, summa injuria; la justicia debe estar armonizada con la equidad. La razón pura, el amor puro, el orden puro, etc., deben estar igual­mente armonizados con otros valores, en la vida indi­vidual, y social, para valer verdaderamente.

118 DESCRIPCIÓN DEL VALOR

De la /ustice (Actualités sociales, Bruselas, 1945).

S e g u n d a p a r t e

LAS TEORIAS DEL VALOR

IN TRO D U CCIÓ N

E x i s t e un paralelismo notable entre la clasificación más natural que se pueda hacer de las numerosas teo­rías del valor y la clasificación de las visiones filosó­ficas del mundo, tal como fue propuesto por Dilthey.63 Éste distingue: 1, el naturalismo (materialistas, positi­vistas, cientistas, asociacionistas, utilitaristas) que no quieren considerar sino la realidad de los hechos natu­rales, ligados por causalidad; 2, el idealismo de la li­bertad, o idealismo subjetivo, que insiste el sujeto operante (Sócrates, Kant, Fichte, existencialistas); 3, el idealismo objetivo, para el cual la realidad es espíritu (Estoicos, G. Bruno, Leibniz, Schelling, Hegel).

Una descripción completa del valor exige que se consideren tres términos: el agente, el ideal que per­sigue, la forma o estado realizado. Se puede, por las necesidades de la exposición, hacer abstracción de uno o dos de estos tres términos. Pero en virtud del ape­tito de unidad que manifiesta el espíritu del teórico, éste está siempre tentado a tomar esta abstracción en serio y de creer que ha logrado la reducción. Aún más, según pertenezca al uno o al otro de los tres tipos de Dilthey, se esforzará por encontrar esta unidad del valor, sea en el agente, sea en el ideal perseguido, sea en la forma o en el estado real. La tendencia natura­lista tratará de reducir el valor a formas y a hechos

65 Teoría de la concepción del mundo. [F.C.E.]

119

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materiales o psicológicos. El idealismo de la libertad reducirá el valor al acto del agente, a su voluntad libre, a su intención, a su juicio. E l idealismo objetivo tenderá a considerar los valores como sustantivos, como Esencias con mayúscula, dominando el mundo de los fenómenos naturales e informándolo, al utilizar los agen­tes individuales como simples medios y, en caso de necesidad, sin recurrir a éstos. Sólo los espíritus me­nos unilaterales harán justicia a todos los aspectos del valor.66

Este paralelismo entre la metafísica y la axiología, no tiene nada misterioso. Se explica por la extrema gene­ralidad de la noción valor y por la imposibilidad de distinguir entre existencia y valor, existencia y activi­dad.^

Lavelle es inducido de una manera natural a hacer que a las categorías de la ontología les sigan las catego­rías de la axiología y a concebirlas paralelas.

Además, sus categorías ontológicas: Ser, Existencia, Realidad, corresponden claramente a los tres tipos de Dilthey (en los cuales, sin embargo, Lavelle parece no haber pensado, lo que hace la concordancia más sig­nificativa), el idealismo objetivo insistiendo sobre el ser, el idealismo subjetivo sobre la existencia y el na­turalismo sobre la realidad. Por el contrario, sus cate­gorías axiológicas: Bien, Valor, Ideal, no corresponden a nuestra clasificación propuesta de las doctrinas sobre el valor. Se espera por otra parte, sin embargo, por la lógica misma de la obra en lugar del ideal, los bienes, en plural, correspondientes axiológicos de los objetos naturales. Una armonización de los vocabularios y de **

** Debemos advertir a nuestro lector que reconocemos en nos­otros mismos una fuerte tendencia hacia el "idealismo objetivo” y una gran dificultad para concebir un punto de vista como el de R. Polin, por ejemplo, típico del “ idealismo de la libertad” . Es, pues, posible que no le hagamos plena justicia.

” Introducción a la ontología. [F.C.E.]

120 LAS TEORIAS DEL VALORlos puntos de vista no parece imposible, pero nos lle­varía demasiado lejos.

P. A. Sorokin 68 clasificó recientemente las culturas dominantes que condicionan todo el sistema de los valores de una manera que no deja de tener relación con la de Dilthey. Distingue: Sistema “ sensualista” (naturalismo); sistema “ ideacional” : el mundo que está más allá de nuestros sentidos es más real que el mundo de los sentidos (aproximadamente, idealismo objetivo); y sistema idealístico (muy aproximadamente, idealismo subjetivo). La cultura según Sorokin está dominada, uno tras otro, por estos tres sistemas.

Desde luego, las cosas son mucho más complicadas de hecho que en un esquema, cualquiera que sea éste. La primera causa de molestias es el que muchos au­tores confunden dos problemas muy diferentes: la teo­ría del valor o de los valores en general y una teoría sobre los valores, que pretende reducirlos a la unidad: placer, razón, utilidad, perfección, etc. E l hedonismo, el utilitarismo, la doctrina de Nietzsche, son a la vez teorías de los valores, y teorías sobre los valores. De hecho, no fue sino hasta 1880, cuando se disociaron verdadera y conscientemente los dos problemas.

Por otra parte, las teorías naturalistas (en el sentido de Dilthey) y las teorías del idealismo subjetivo, que son en general netamente distintas en el orden meta- físico, lo son mucho menos en el orden axiológico y esto se comprende fácilmente. En su deseo de consi­derar toda cosa como un fenómeno natural, los natura­listas ven en la actividad psicológica un puro desarrollo de fenómenos naturales, sujetos a un determinismo como todos los otros. Los valores, para ellos, serán pues, fenómenos psicológicos (haciendo hincapié en fe­nómenos). El idealismo de la libertad, por su lado insiste en la actividad del sujeto como creadora del

* Social and cultural Dynamics.

INTRODUCCIÓN 121

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valor: actividad psicológica, cierto, puesto que el sujeto es un agente consciente. Pero en esta expresión, el hin­capié se hace más sobre actividad que sobre “psicoló­gico” , porque esta actividad está concebida como tras­cendente a los estados psicológicos que parecen —y solamente parecen— desenvolverse como los fenómenos naturales. Ella los constituye, en vez de reducirse a ellos. Sólo entonces y cuando estas dos expresiones: fenóme­nos psicológicos y actividad psicológica correspondan a dos puntos de vista diferentes y aun opuesto, el término común psicológico, crea una confusión, inclu­so, a veces, en el pensamiento de los autores de estas teorías. E l hedonismo y el utilitarismo, en tanto se basen en una psicología asociacionista, serán teorías naturalistas de los valores, pero las teorías del valor- deseo, o del valor-interés (Perry, Dewey, etc.) o más generalmente todas las teorías psicológicas del valor (Urban, Tennant, etc.) en la medida en que recurren, no solamente a estados, sino también a actos psicoló­gicos, se relacionan al mismo tiempo con las concep­ciones naturalistas, y con las concepciones del agente como creador de valor.

Deberemos, pues, dividir las teorías de nuestro se­gundo grupo en dos subgrupos. La expresión teoría psi­cológica del valor, frecuentemente empleada, es muy equívoca y puede dar lugar a que se confundan puntos de vista muy diferentes.

122 LAS TEORÍAS DEL VALOR

I. LAS TEO RÍA S NATURALISTAS

A. HEDONISMO Y UTILITARISMO CUANTITATIVO. El he­donismo de los materialistas y atomistas antiguos es típicamente naturalista: el valor se confunde con el placer, considerado como un estado simple y funda­mental del cuerpo y, por consecuencia — en virtud de la tesis materialista— del alma. Todos los demás pre­tendidos valores, moralidad, justicia, honor, son el re­sultado de opiniones convencionales, que no valen más que por el placer que encierran, igual que un com­puesto material no es otra cosa, en el fondo, que los átomos que lo constituyen. E l cálculo razonado y la prudencia son valores auxiliares que sirven para medir exactamente la cantidad de valor-placer, de manera tal que contenga la máxima cantidad posible de placer en este compuesto que es la vida humana.

Reducción del valor al placer, asimilación del placer a un algo al cual se pueda aplicarse un cáculo de máxi­mo, estas características reaparecen en los utilitaristas del siglo x v iii , responsables del nacimiento, en el xix a las teorías de la economía hedonista y marginalista. En el siglo xvm la idea de un cálculo, de una aritmé­tica de la felicidad, está en el aire (cf. La Rochefou- cauld, Fontenelle, Shaftesbury, Hutcheson, Helvetius y Beccaria). Esto debía tentar a los matemáticos.

Maupertuis (Ensayo de filosofía moral) define el bien como una suma de placeres. E l placer es “ una percep­ción que el alma prefiere experimentar que no experi­mentar” . La pena se define por lo contrario. Placer y pena ocupan tiempo y además tienen una intensidad. Al obtener el producto de intensidad por tiempo, se puede calcular el valor algebraico del placer, de la

123

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pena, y hacer la suma de estos productos. La felicidad o la desgracia es una ecuación. Si la balanza es defi­ciente (lo es a menudo), el suicidio es legítimo. Si únicamente está equilibrada, “ el ser vale cero” .

D. Bernouilli (Specimen theoriae novae de mensura soitis) no hace un cálculo de los placeres, busca la re­lación entre la “ fortuna física” y la “ fortuna moral” o, en otros términos, entre la riqueza y la felicidad. Dado un mínimo de subsistencia aseguarada, la felici­dad aumenta en progresión aritmética, cuando la rique­za lo hace en progresión geométrica:

Y = K log x

a

(y, la felicidad, K, una constante, a, la riqueza inicial).En esta fórmula, criticada por Buffon, vuelta a tomar

con alguna reserva por Laplace, quien saca consecuen­cias sobre la sabiduría — o la locura— de los múltiples envites del juego (el perdedor pierde más moralmente que lo que gana moralmente el ganador aun si el juego es absolutamente equitativo), contiene en germen la teoría marginalista, que Gossen, seguido por Menger, entresacaría en el siglo xrx. Si el dinero o un medio cualquiera me da placer, el placer producido por una cantidad dada de este medio, se volverá cada vez más pequeño, a medida que este medio se añada a una suma acumulada ya más considerable.

Hay también — contrariamente a lo que prevee Ber­nouilli— un Punto de saciedad completa. Por otra par­te, se nota que la fórmula de Bernouilli es idéntica a la de Fechner. Éste, efectivamente la tomó de Bemoui- lli y de Laplace, y la aplicó a la relación, no solamente de una causa física y de una sensación de placer, sino de una causa física y de una sensación cualquiera.

124 LAS TEORIAS DEL VALORBentham por su lado, al referirse a Helvetius y a

Beccaria, adopta el mismo postulado, que la mayor can­tidad de placer es el mayor bien, y que el problema práctico es la maximación del bien.69 El problema está en medir a lot oí pleasure or pain.70 La expresión es característica. También trata del valor total of the stock oí pleasure belonging to the whole community, como si el placer pudiera ser considerado independiente de la manera con la que se obtiene, y de los agentes que lo obtienen.

Esta psicología primitiva, muy próxima a la de Hume, que también habla de los estados de conciencia como de cosas, tiene por otra parte, una contrapartida de generosidad y beneficencia. El placer está tan separado del agente y de su ideal, que la concepción benthamista es tan poco egoísta como posible. Los individuos, no siendo sino recipientes, lo que cuenta es la cantidad total de placer contenido en el conjunto de recipientes dados. A los cuatro coeficientes de Beccaria, que mi­den un placer dado (duración e intensidad que se re­presentan por números enteros y que son como la base y la altura de un rectángulo; probabilidad y proximidad que se representan por una fracción — siendo la unidad “ certeza” y “presencia” ), Bentham agrega lo extenso: Es necesario multiplicar el placer por el número de in­dividuos que lo experimentan.

Se sabe cómo Bentham aplica sus principios a la moral, a la política, a la jurisprudencia. Como hay una proporcionalidad aproximativa entre placer y dinero —muy aproximativa, pues Bentham no admite la fórmu­la matemática de Bernouilli y enumera treinta y dos circunstancias que pueden modificar el paso de la cau­sa, la riqueza, al efecto, el placer— el legislador, para alcanzar el máximo de placer para su pueblo, debe

• Cf. los manuscritos editados por E. Halévy, Le radicalisme philosophique, I, Apéndice.

™ Los manuscritos y Principies of Moráis and Legislation.

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guiarse por una apreciación monetaria de los placeres. La “ deontología” consiste en “ establecer un presu­puesto de ingresos y gastos en el cual cada operación deba dar una ganancia de bienestar” . E l derecho penal bien comprendido consiste en establecer, no “castigos ligeros” , sino por lo menos “ castigos económicos” , es decir, que lleven al máximo la suma de felicidad, en el sistema unitario delincuente-sociedad.

Toda axiologia que trata el valor como una cosa es conducida a cuantificarlo, a hacerlo homogéneo y men­surable. Por lo tanto, no hay ya problema de jerarquía, sino solamente problema de máximo. Un utilitarismo cualitativo, como el de Stuart Mili, es completamente diferente.

Es normal que esta concepción naturalista haya triun­fado teóricamente en el orden de la economía política que, como lo hemos visto, no es sino axiologia a me­dias. Pero en el orden de los valores propios, daría extraños resultados. Estos resultados no aparecen en los utilitaristas, porque piensan en la naturaleza humana tal cual es o, al menos, tal como era en su tiempo y en su medio, y no tal como sería, si se conformara estrictamente a su principio. La teoría, por ejemplo, debería aprobar a un sádico, si éste obtuviera más pla­cer que pena su víctima. Debería aconsejar la eutanasia generalizada. En política conduciría a un despotismo ilustrado que no se limitaría mucho tiempo a distribuir a los mejores instruments of happiness bajo forma de riquezas, sino que juzgaría más rápido y expedito utilizar técnicas biológicas y psicológicas — o aun quí­micas— para hacer que cada uno estuviera contento con su suerte.

E l placer, lejos de ser una forma primitiva y ele­mental del valor, es, como la necesidad, un fenómeno particularmente complicado, dependiente de la multi­plicidad de las subindividualidades orgánicas. No tiene nada de sustancia mensurable, de átomo axiológico.

126 LAS TEORÍAS DEL VALORB. TH. HOBBES Y LA AXIOLOGÍA MECANICISTA. De la

mecánica galileana y cartesiana de la figura, del movi­miento y de la inercia, podría concluirse una teoría naturalista de los valores más profunda que el hedonis­mo antiguo y moderno. Éste se contenta con considerar metafóricamente al placer como un elemento, lo cual no es. Hobbes explica el placer mismo, así como todas las cualidades segundas e, indirectamente, todas las otras actividades por conatos e ímpetus, es decir, por movimientos muy pequeños en el cuerpo. Hobbes es un naturalista estricto. Todo es actual y corporal; no hay nada virtual, ideal, simplemente posible, contin­gente, dinámico. Incluso las sensaciones mismas son cuerpos, sujetos a la inercia. E l deseo o la aversión no es una aspiración, se reduce en el fondo al élan (ímpetus) de los pequeños movimientos en el cuerpo, ordenados por los movimientos de las sensaciones e imágenes materiales.71 El yo, el alma, no son sino ilusión.

La deliberación voluntaria es una simple perplejidad mecánica en los pequeños movimientos del cuerpo. El bien y el mal —y los otros valores— son relativos al deseo y a la aversión; son, por lo tanto, reductibles, en el fondo, a los ímpetus y a la inercia. “Lo que de algún modo es objeto de cualquier apetito o deseo hu­mano es lo que con respecto a él se llama bueno. Y el objeto de su odio y aversión, malo; y de su desprecio, vil e inconsiderable o indigno. Pero estas palabras de bueno, malo y despreciable siempre se usan en rela­ción con la persona que las utiliza. No son siempre y absolutamente tales, ni ninguna regla de bien y de mal puede tomarse de la naturaleza de los objetos mismos. . . ” 72

11 “ These small beginnings of Notion, within the body of Man, befare they appear in walking, speaking, striking and other visible actions, are commonly called endéavour.” (Leviafhan, I, cap. vi).

71 Hobbes, Levfatán, I, vi, F.C.E., México, 1940.

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En lugar de la sociología hedonista como fue defi­nida por Bentham, tenemos con Hobbes una sociolo­gía mecanicista: los hombres se confían a un legislador, Arbitiatoi, encargado de buscar no el máximo de placer para la comunidad, sino el máximo de compatibilidad entre los “ poderes” de los individuos. Asegura el or­den, la paz y hace cesar la guerra sin fin entre conatus e ímpetus individuales.

Esta concepción no es, en el fondo, muy diferente de la hedonista. Tan sólo toma las cosas desde más arriba. En el siglo xvrrr un mecanismo social y psico­lógico, renovación del de Hobbes, está a menudo aso­ciado a una renovada filosofía hedonista, de la anti­güedad.

Las concepciones axiológicas de Spinoza son muy complejas. En los tres primeros libros de la Ética, Spinoza adopta, sobre el valor, concepciones próximas a las de Hobbes. E l hombre empujado por su apetito, él mismo reductible a la tendencia del ser a perseverar en el ser — es decir, como para Hobbes por inercia— obra en función de lo que le conviene, en función de lo útil. Por ignorancia de las causas que lo impulsan a tergo se cree libre. Llama Bien a todo aquello que contribuye a la conservación de su cuerpo, Mal a lo que le es contrario. Y del mismo modo con todos los otros valores: “ Si por ejemplo, el movimiento que reciben los nervios de los objetos que vemos, conviene a la salud, entonces los objetos son llamados bellos, y feos aquellos que excitan el movimiento contrario.” Como Hobbes, Spinoza escribe que “ . . .no nos esfor­zamos por nada, ni lo queremos, apetecemos ni deseamos porque juzgamos que es bueno, sino que, por el contra­rio, juzgamos que algo es bueno porque nos esforzamos por ello, lo queremos, apetecemos y deseamos” .73 Pero en la cuarta parte de la Ética, aparece un punto de vista muy diferente, que no tiene ningún equivalente en Hob-

” Ética, III, ix (escolio) p. 112, F.C.E., México, 1958.

128 LAS TEORIAS DEL VALOR

bes, finitista. La axiología de Spinoza, de naturalista que parecía ser, se revela conforme al tipo de idealismo objetivo. La “ perfección de una cosa” hasta entonces definida como el Bien, lo Bello, en relación al apetito humano, llega a ser, después de una transición curiosa y significativa: “ Pero aunque así sea” (Verum, quamvís se res ita habeat. . . ) se convierte en ideal (naturae hu- manae exemplar). La perfección del hombre es ser ra­cional, y esta perfección no tiene ya nada de relativa. Nuestras acciones racionales son siempre buenas. Por la Razón el hombre se identifica a la Natura natuians; no es solamente parte de la Natura naturata conserván­dose por inercia. Paralela y por encima de la Ciudad utilitarista de Spinoza, no muy diferente de la Ciu­dad de Hobbes, hay una comunidad en Dios de los seres racionales.

C. FREUD Y LA AXIOLOGÍA DIN AMISTA. Existen h o ypartidarios de una axiología mecanicista. Éstos son, entre otros, los psicológos behaviouristas, y, general­mente, los psicólogos y biólogos que creen en una reducción posible de la vida, y del comportamiento consciente, a fenómenos físico-químicos y mecánicos. Como Hobbes, éstos definen el Bien como aquello hacia lo cual se dirige la tendencia, y reducen la ten­dencia a movimientos según una estructura dada. Sin embargo, las otras formas de naturalismo son más vi­vas, renuncian a “ reducir” la tendencia y conservar sólo la primera parte de la tesis. Las filosofías y psicologías “ hormicistas” , instintivistas, están en este caso.

La axiología freudiana es la más típica. Para Freud, los valores religiosos, morales, políticos, estéticos —y aun los valores teóricos— no tienen consistencia pro­pia. Son en principio, pura proyección, puro efecto- signo de la libido o de una de sus formas; no cons­tituyen un mundo propio con el cual la libido estaría obligada a avenirse, como está obligada a avenirse con el mundo real; los valores son el resultado de diversas

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sublimaciones. E l ideal del “yo” no es sino el efecto de una pulsión y de una fijación infantiles. La acti­vidad artística, por ejemplo, es esencialmente una des­carga, un aligeramiento del potencial afectivo, es “ ten­denciosa” en el sentido propio de la palabra. No tiene objeto ideal, ni se pliega a las normas ideales. Esto es precisamente el porqué ejerce una acción terapéu­tica a título de descompresión, de liberación.

La moral y la religión sobre todo, no son sino seudo- valores. Creencias y ejercicios religiosos se parecen a las representaciones y a las prácticas de la neurosis ob­sesiva. Los tabús morales y religiosos delatan su carác­ter neurótico por su ambivalencia, su inconsciencia, su posibilidad de transferencia. Los dogmas religiosos son mitos, y los mitos no son sino una psicología proyec­tada sobre el mundo exterior. Son complejos visuali­zados y dramatizados: complejo de Edipo, sobre todo, siendo Dios la imago del Padre. La angustia religiosa no es sino una manifestación del infortunio del niño sin padres. La ciencia misma — pero Freud no expresa en este tema sino ideas vagas— 74 * no es quizás, sino un avatar de la libido, en la forma de “curiosidad sexual” .

La tesis de Freud, a pesar de la sustitución del di­namismo por el mecanismo, concuerda bien con el esquema de la axiología naturalista. Los actos humanos responden a un fenómeno de equilibrio, según un prin­cipio de relajamiento máximo o de menor acción. La libido juega el papel de una especie de depósito ge­neral de dinamismo.76

La sublimación, es decir, la sustitución de una meta primitiva, sexual por una meta axiológica, conservando, sin embargo, la naturaleza profunda del instinto, no es concebible, para Freud, sino porque lo esencial del instinto, no es precisamente la meta de éste, sino su

74 L ’avenir d’une iIlusión, pp. 90*91.78 La idea de un depósito general de dinamismo está expresada,

explícitamente por MacDougall (Social Psychology).

130 LAS TEORIAS DEL VALORquanúim de fuerza propulsora. Si nos atenemos al sen­tido axiológico de la acción “ querer otra cosa” es “ te­ner otra voluntad” . Una ley de conservación no tiene significado en axiología pura. Entonces, el instinto pue­de transformarse con conservación, como la energía física, es que tiene algo material en su dinamismo.

La reducción freudiana es insostenible, y Freud ma­nifiesta mucha perplejidad al menos en aquello que concierne al arte y a la ciencia. Si los diversos valores son proyecciones, en el límite todos ellos se equivalen, y no se puede hablar de sublimación, es decir, de me­tas más altas las unas que las otras.

D. LA AXIOLOGÍA DEL MATERIALISMO HISTÓRICO. Uncarácter común a todas las tesis precedentes, es que distinguen en la actividad humana, una infraestructura consistente — placer, interés, conservación del cuerpo, libido— y una superestructura, si no ilusoria, cuando menos desprovista de verdadera autonomía. Esta dis­tinción, como se sabe, es esencialmente marxista. La filosofía marxista es desde luego demasiado compleja para tratarse en pocas líneas.76 Pero desde este punto de vista, al menos, se emparienta con las axiologías naturalistas. E l paralelismo con Freud, sobre todo, es sorprendente. E l marxismo quiere hacer una “ sociolo­gía de lo profundo” , así como el psicoanálisis es una “ psicología de lo profundo” . E l marxista como el freu- diano, ante los valores que se ostentan, es cínico, o si se prefiere, radical: no cree en la autenticidad de los juicios de valor conscientes, de las creencias, que son siempre, para él, creencias de “ apariencia” ; los trata como síntomas puros, como efectos-signo, no de la libido, sino del interés de clase. Para él, arte, reli­gión, moral, política, no son sino proyecciones; el sa­ber mismo es del ámbito de la psicología de lo pro­fundo. Revela una cierta “ perspectiva” más que la obediencia a las normas de una verdad eterna.

" Dejamos a un lado la teoría del valor medido por el trabajo.

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¿En qué consiste exactamente la infraestructura para el marxismo? E l marxismo de combate se limita a insis­tir en el interés de clase, y “desenmascara” las ideo­logías de protección. Para el marxismo afinado y filo­sófico, hay, más que una infraestructura, una serie de escalones. E l primero, es “ el hombre natural dado” , no dado inerte, sino conjunto de posibilidades bioló­gicas, y, estas posibilidades no se pueden aprehender, sino ya en la obra. El segundo escalón es el mundo de productos, el instrumento total,77 que comprende, a su vez, dos niveles: la técnica y los productos ma­teriales por una parte, y por la otra, la técnica y los objetos sociales, principalmente las instituciones eco­nómicas, estrechamente moldeadas sobre la técnica. E l tercero (la superestructura), es el mundo de los productos espirituales, que son la obra del hombre, pero obra en tal manera deformada por las instituciones sociales, de tal manera enajenada, que ha llegado a ser irreconocible para su autor. Exactamente de la misma manera como los mitos y fetiches morales o religiosos, para Freud, productos de la psicología humana, se im­ponen como realidades trascendentes incluso al hombre mismo que las produjo. Los productos espirituales ex­presan en cierto sentido la vida humana, pero la expre­san mal.

Hay en el marxismo filosófico una terapéutica por la conciencia, que hace pensar en la terapéutica freu- diana, pero que recuerda también al spinocismo de los últimos libros de la Ética. Invoca, no la idea de In­finito, ni de Natura naturante, sino la idea de Tota­lidad tomada de Hegel. E l hombre plenamente cons­ciente no es el hombre económico caído en la trampa de sus propias obras, es el libre, porque se ha apro­piado su “ esencia total” ; no permite ya a su voluntad transformarse en naturaleza social, él transforma la na-

" Cf. Lefebvre, Le matérialisme dialectique, pp. 102 y ss.

132 LAS TEORIAS DEL VALORturaleza en voluntad. Es a la vez sujeto y objeto de un devenir; está desenajenado. Sería, pues, quizá aún más exacto decir que el naturalismo axiologico del marxismo tiene la tendencia a desplazarse, no hacia idealismo objetivo y místico, como en Spinoza, sino hacia idealismo de la libertad. En Hegel como se sabe, idealismo objetivo e idealismo de la libertad están es­trechamente soldados.

E . LA ÁXIOLOGÍA CONCLUIDA DE LAS LEYES FÍSICAS.Cuando se reducen los valores a hechos naturales, y cuando, por otra parte, la ciencia de una época cree haber encontrado la unidad de todos los fenómenos, los valores se encuentran entonces explicados por la acción de una gran ley científica, que engloba a la vez los fenómenos físicos, biológicos, psicológicos y so­ciales.

Es el caso, como vimos, de Thomas Hobbes, con su ímpetu. El evolucionismo y particularmente el evolu­cionismo spencerianó ofrece otro ejemplo. Con la evo­lución, tenemos un sentido, una dirección: va de lo homogéneo a lo heterogéneo, de lo menos adaptado a lo más adaptado. Los valores, en su polaridad, serán, pues, definidos y determinados simultáneamente. Posee un valor positivo todo aquello que es compuesto, he­terogéneo, integrado y adaptado, todo lo que se con­forma al sentido de la evolución.

El físico W . Ostwald,78 construyó una axiología de la física energética y del segundo principio de la ter­modinámica. Su sistema es curioso y típico y será interesante detenerse en él. La física en el siglo xix se dio cuenta de que la noción de energía es más fundamental que la de materia. Todas las formas de la energía están ligadas por un principio conservativo. Pero a la ley de conservación de la energía, se agrega

™ Die Philosophie der Werte, 1913.

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la ley de degradación de esta energía, que Spencer desconoció. Como todas las formas de energía tienden a transformarse en calor y el calor tiende a pasar de un cuerpo caliente a un cuerpo frío y nunca a la in­versa, la energía utilizable disminuye, la entropía — co­ciente del calor por la temperatura en un sistema— aumenta, y tiende hacia un máximo en una evolución irreversible. Este máximo alcanzado, todo se detiene; el igualamiento de la temperatura significa la muerte. Po­demos, pues, definir rigurosamente un sentido (Rich- tung) de tiempo, o, como diría Eddington más tarde, una “ flecha” del tiempo.

Por otra parte, la termodinámica permite definir ri­gurosamente el buen o mal rendimiento de una má­quina, según desperdicie o no la energía libre y rinda un efecto útil en proporción más o menos elevada de la energía consumida. La termodinámica contiene, pues, implícitamente, la axiología, a la vez por la irreversi­bilidad y por la noción de “buen” rendimiento. En un mundo reversible, no hay sentido (Richtung) y por consiguiente no hay sentido (Sínn, Bedeutung). Una falta reversible no es una falta, pues no costaría nada borrar los efectos y volver atrás, al punto de partida. La reversibilidad, introduciendo uno, introduce el otro. Los actos son imborrables y por consiguiente impor­tantes y eventualmente trágicos. La energía, una vez gastada, no se recupera ya.

Para constituir el elemento de la axiología, basta conjugar, con la voluntad humana por sí misma formal y vacía, el principio del buen rendimiento energético. La máxima fundamental llega a ser: “No derroches energía.” E l sistema de Ostwald se une así a la gran corriente del utilitarismo y del pragmatismo. Las ins­tituciones de todas formas son juzgadas como máqui­nas, según la relación: efecto útil, energía utilizada. La guerra es un derroche de energía, las malas institucio­

134 LAS TEORIAS DEL VALORnes conducen a sacrificios inútiles; las buenas teorías científicas son las que economizan el pensamiento; las obras de arte logradas tienen el máximo de efectividad por el mínimo de palabras, de colores o de sonidos empleados; la felicidad es un balance energético posi­tivo, etc.

Este curioso sistema presenta, aumentado y simpli­ficado, todos los rasgos de la axiología naturalistas; transposición de la calidad en cantidad, del optimum en máximum, sentido (significación) sentido (vectorial); interpretación del bien y del mal, como un balance, positivo o negativo, de una cantidad fundamental; re­ducción de las superestructuras a una infraestructura. La técnica, para Ostwald es infraestructura, como para el marxismo, pero en un sentido muy diferente: sirve de criterio para las instituciones y para las actividades, no es la causa profunda.

Es de notar que la filosofía de André Lalande — que es desde luego mucho más sutil y sin medida común con la de Ostwald y que no es verdaderamente natu­ralista, pero que está también marcada por la medita­ción del segundo principio de la termodinámica— re­lacione también el bien y el mal al mismo tiempo que a la unidad más o menos realizada de la razón, al más o al menos de la entropía. Pero a la inversa de Ost­wald, el bien es el “más” de la entropía. La marcha hacia la uniformidad, conjugada con la marcha hacia la unidad racional, es norma positiva. Esto prueba, al menos, que no es fácil pasar del sentido (Reichtung) — del sentido de una evolución, de una involución o de una vección en general— 79 al significado (Sínn o meaning). Si es perfectamente verdadero que un mundo reversible no podría ser un mundo donde los valores tuvieran un sentido, no es consecuencia lógica que la irreversibilidad por sí sola introduce el “ signi-

™ Vocabulaíre philosophique, art. Érolution.

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ficado” (Sinn) en el mundo. Una condición necesariano es siempre una condición suficiente.

F. l a a xio lo gía d e k ó h le r . La reciente tentativa de Kóhler,80 más profunda y menos ambiciosa que la de Ostwald, no es esencialmente diferente. Pretende encontrar la clave del valor en la física, y en la física clásica. Ya Wertheimer fue guiado por la ambición de hacer cesar el dualismo entre el mundo de la cien­cia considerado como mundo de hechos y de cantida­des puras, y el mundo del orden, de la finalidad, y de los valores. E l cientismo dogmático conduce inevita­blemente a una corrección vitalista y finalista, tan arti­ficial como aquello que corrige. Se encuentra, sin em­bargo, sin salir de la física clásica, fenómenos muy poco conocidos, en los cuales se unifican el hecho y el or­den, el hecho y el valor. Son los fenómenos “ de forma” o más exactamente, los fenómenos de selí distríbution, en los estados dinámicos estacionarios — por ejemplo, la distribución espontánea de las cargas eléctricas en un condensador— fenómenos estudiados por Dirichlet, Neumann y Maxwell, pero dejados un poco en la som­bra por la física contemporánea. E l orden, aquí no está impuesto desde fuera, se establece por sí mismo. Más aún, si es accidentalmente perturbado, tiende a restaurarse, según el máximo de estabilidad y simpli­cidad. Las selí distiibutions, obedecen a la ley según la cual, en un sistema, la energía potencial tiende ha­cia un mínimo. Esta ley es en el fondo equivalente al segundo principio de la termodinámica, puesto que el máximo de entropía corresponde a un mínimo de ener­gía potencial. Ostwald, al fundar la axiología sobre este segundo principio, consideraba, en el fondo, el universo entero como un caso de selí distribution. Al considerar toda la multiplicidad posible de formas “ autodistribui- das” particulares, Kóhler “ desmenuza” la concepción de 50

50 The place of valué in a woild of facts.

136 LAS TEORIAS DEL VALORuna pieza de Ostwald, un poco como los atomistas antiguos desmenuzaron la esfera parmenídica, lo que les permitió cercar los fenómenos mucho más estrecha­mente que el viejo eléata.

El orden, en tales sistemas, no es aún el valor, pero está muy cerca de él: bien ordenado, simple, simétri­co, estable, todas estas expresiones designan general­mente valores positivos. Intervenir desde afuera en un sistema “autodistribuido” es el desordenarlo, alterarlo, perturbarlo — todas estas expresiones designan general­mente valores negativos. La fuerza que ejerce sobre el perturbador, la tendencia de volver del estado desor­denado al estado ordenado, parece pues una actividad dirigida hacia lo mejor. Un fenómeno de fuerza, lo hemos anotado, es a la vez un hecho y más que un hecho, un dato, y más que un dato, puesto que la fuerza se dirige, allende su existencia presente, hacia otro estado que ella producirá, si no es estorbada por un obstáculo. La aproximación aparece aún más legí­tima, si, por otro lado, se reduce el valor a lo esen­cial, y si no se pretende entrar en los terrenos de la moral, de la estética o de la lógica. Este esencial, es “ el hecho de ser exigido” (requiredness), es la “deman­da intrínseca” . La intuición (insight) intelectual o ra­cional es la percepción de una tal “ demanda” en una situación de contexto.

El sentimiento del “ debería” es inherente a esta situación, no es un ideal del agente. Más exactamente, el agente no aporta sino una necesidad, y es en la situación dada cuando la necesidad se transforma en requiredness. Para que el chimpancé ponga la caja bajo el plátano que hay que alcanzar, es necesario que sien­ta que la caja “ debería estar ahí” . Pero ¿qué decir? Es el campo perceptivo mismo el que “ demanda” el despla­zamiento de la caja hacia el cebo y quien contiene el vector eficaz. La requiredness es inseparable de un cierto contexto formal. En una melodía en la menor,

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la nota ía aparece con la calidad de tónica, “ calidad terciaria” , axiológica, puesto que si la melodía se ter­mina en otra nota, esta nota parece “ falsa” o la melo­día coja.81 Se ve por este ejemplo que la requiredness no parte siempre del “yo” , o, incluso, no siempre le concierne. Siento el arresto ordenado por el agente de policía, como emanado de él; siento una tarea urgente, como si me presionara. Y es la melodía misma, y no yo, la que demanda una cierta nota final.

Las concepciones no naturalistas del valor se apoyan sobre todo, en su carácter “ epigenético” : algo parece venir de una región trascendente para responder a la exigencia de lo que “ debería ser” . Para explicar este carácter sin salir de la naturaleza, Kóhler recurre al isomorfismo entre los fenómenos cerebrales y los cam­pos de conciencia. Cuando busca la palabra apropia­da, por ejemplo, esta palabra no está en mi conciencia; pero si un contexto consciente la exige, acabará por aparecer. Existía, dice Kóhlér, bajo la forma de huellas cerebrales en equilibrio dinámico (gradiente electroes- tático, campo de difusión iónica, etc.). Un cierto con­texto consciente puede pues encontrar su equilibrio al tomar los elementos de los fenómenos puramente ner­viosos “ trascendentes” , con relación a él. Inversamente, se da el caso —por ejemplo, en la comparación suce­siva— en la que es un fenómeno trascendente, que busca un equilibrio racional en el dominio de la con­ciencia.82 En la invención pura el “ cierre” de la situa­ción-problema, representa también una reequilibración cerebral. En su obra sobre la invención, Wertheimer,83 toma como ejemplo el problema del joven Gauss. En­cuentro inmediatamente la suma de los diez primeros números, sin hacer abiertamente la adición yendo del

“ Kóhler, op. cit., pp. 85 y 95.8* Op. cit., p. 272.83 Produktive Thinking, cap, m.

138 LAS TEORÍAS DEL VALORprimero al último, cuando los organizó según el es­quema:

. . .. ..........................................

LAS TEORÍAS NATURALISTAS 139

. . . que muestra cinco sumas parciales iguales a once.E l isomorfismo, anotémoslo, no es una misteriosa

correspondencia entre fenómenos desconocidos que su­ceden en la intimidad de cada célula nerviosa y la conciencia; es una identidad formal, entre el pattem de la percepción o de la acción consciente y el pa- ttern de los fenómenos nerviosos macroscópicos.

Las leyes de self distribution son igualmente válidos para la física, la biología y la psicología. En los tres dominios hay formas buenas y malas. Las regulaciones biológicas que el vitalismo atribuye también a una ac­ción trascendente, son, para Kóhler, los fenómenos de equilibrio o de equilibración móvil, no estático, pero horneo-estática, como lo mostró Cannon y como los realiza hoy el Dr. Ashby, con sus “ animales” artificia­les siempre en busca, aparentemente, de un optimum.

En resumen, para Kóhler, forma dinámica y required­ness o valor, al tener exactamente las mismas propie­dades, son una sola y misma cosa. En lo abstracto, si se considera a la naturaleza como dominio de los puros hechos por oposición al “ debería” de los valores, se impide, con ello sostener una teoría naturalista del valor. Pero si el mismo mundo físico contiene, al lado de los hechos puros, no dinámicos, factores dinámicos que facilitan o impiden la ocurrencia de los hechos, en­tonces se puede sostener una teoría naturalista del

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valor, siendo que “ el mundo físico no es ‘natura­lista’ ” «*

c r ít ic a . La tesis esencial de la filosofía axiológica de Kohler: el parecido entre la fuerza y el valor, es, lo hemos visto, perfectamente correcto. Pero queda por saber si es la fuerza la que imita al valor o el valor el que imita a la fuerza. Queda por saber si el fenómeno dinámico, tal como aparece macroscópicamente, se ase­meja a una acción según un valor, porque no es sino un promedio estadístico de actividades axiológicas ele­mentales o si por el contrario el valor, en los organis­mos y en las conciencias, se parece a la fuerza porque es isomorfo a los fenómenos físicos subyacentes, que son la infraestructura y la realidad verdadera. Kohler adopta la segunda hipótesis. Pero esta hipótesis es fal­sa. Los fenómenos de selí distribution estudiados por Kohler en una obra de su juventud —-esto explica la curiosa nostalgia con la que habla de la física precuánti­ca—86 son típicamente fenómenos secundarios, estadís­ticos, comQ el segundo principio de la termodinámica. Aunque haya desmenuzado la teoría de Ostwald, Kohler permanece al nivel de los fenómenos de multitudes, y no es con tales fenómenos con los que se puede comprender la axiología. Kohler desconoce que un or­ganismo aún “ grande” es, sin embargo, como lo han subrayado Bohr y Jordán, del mismo orden que las individualidades de la microfísica, donde no se encuen­tran equilibrios propiamente dichos, sino acciones.

La trascendencia de la que habla Kohler no es sino una seudotrascendencia. La invención, científica o ar­tística, es una auténtica “ neogénesis” , que actualiza de lo virtual, de lo posible, esencias transespaciales. No se limita a subrayar las figuras disimuladas en un rincón del espacio. E l agente, en todos los órdenes, se es­

140 LAS TEORIAS DEL VALOR

54 Kohler, op. cit., p. 364. “ Op. cit., p. 173.

fuerza por conformar lo actual con una esencia, con un tipo columbrado, del cual él aprehende el signifi­cado (meaning) general: No espera a que sus fenóme­nos nerviosos encuentren por sí mismos un buen equi­librio. Kohler reprocha a Hume su mala descripción del campo de conciencia, considerado como un cuadro inérte: hay, dice, vectores en el campo. Pero sus des­cripciones — o las de Wertheimer, las de Lewin— no perfeccionan realmente la psicología de Hume. Con­serva el postulado de una conciencia — cuadro ante la cual el agente es pasivo, aun si las fuerzas no cesan de deformar el cuadro, al englobar el yo como una imagen entre las otras. Todo se desarrolla para él en un solo plano, a pesar del extraño vocabulario que llama “ trascendentes” a los fenómenos nerviosos rela­tivos a la conciencia. Es imposible prescindir del “de­bería” en la acción axiológica, de esta transversal al campo de conciencia, que va del agente — je y no moi—se a un idea]. Este ideal, que es el verdadero origen de los vectores en el campo de conciencia. No habría nunca para nosotros obstáculo o zona de atrac­ción en el mundo de los hechos, si no entreviéramos nada más allá del mundo de los hechos.

La vista de un niño jugando en el borde de un acantilado, me da la sensación física de la zona peli­grosa, y los movimientos de mi emoción, como la dirección de mis actos, son estrechamente solidarios de la geometría del campo, pero esto es porque más allá del cuadro he aprehendido el sentido y el valor del niño y del peligro que corre. Los “ caracteres de llamado” , los vectores en el campo, son secundarios en relación a esta aprehensión de sentido; secundarios igualmente, los equilibrios dinámicos en el cortex.

LAS TEORÍAS NATURALISTAS 141

“ En el original francés je y moi.

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II. LAS TEO RÍAS NATURALISTAS D E L A G EN TE

E l v a l o r no se concibe ya com o el m áxim o de una cosa o de un estado qu e se transform a y que se puede calcular. E s tá defin ido a partir de la actividad del agen­te. Pero esta actividad está aún concebida com o un fenóm eno natural, psicológico o social.

A. TEORÍAS PSICOLOGISTAS

Los naturalistas puros, aun cuando parezcan hacer una axiología psicológica como Epicuro, Hobbes, Freud, Kdhler, no parten, en todo caso, de la actividad del sujeto individual. Esto es lo que los distingue de los autores que vamos a examinar, y cuya tesis general puede ser enunciada así: el valor no es un carácter propio de los objetos, reales o ideales, carácter que haría nacer en mí, sujeto, un interés, una tendencia, un deseo, o un sentimiento de simpatía o de aproba­ción. Es mi tendencia, o mi sentimiento, fenómeno primitivo, el que permite hablar del valor del objeto hacia el que apunta esta tendencia o sentimiento.

Todo valor es, pues, "valor para alguien” . Una pro­posición tal como “x tiene valor” es absolutamente indeterminada, mientras no se precisen los sujetos o agentes para los cuales “x tiene valor” .87 Así como lo escribe F. R. Tennant:88 "E l hecho de que un juicio de valor como: ‘Este acto es noble’, tenga gramatical­mente la misma forma que: ‘E l cielo es azul’, disfraza su naturaleza. Manera de hablar aceptable, pero filo­sóficamente superficial. La verdadera forma sería: ‘Ex-

87 Cf. Osborne, The philosophy oí valué, p. 37.88 Philosophicaí theology, I, pp. 156-157.

142

LAS TEO RÍA S N A TU RALISTA S D E L A G EN T E 143

perimento ante este acto el sentimiento de que es noble.”

m o r a l is t a s d e l s ig l o x v i i i . La mayor parte de los moralistas franceses e ingleses del siglo x v iii adop­tan este punto de vista más o menos explícitamente. La moral, particularmente, es esencialmente concebida como una psicología natural.89 “ ¿Qué es la ley natu­ral?” pregunta Voltaire: “Es el instinto que nos hace sentir la justicia.” Pero también en estética: “ ¿Qué es lo bello?” No es ya como se creía en el siglo x v ii , aquello que está conforme a un cierto canon racional y universal, es “ lo que es decidido por el gusto” es “ una pasión purificada” (D ubos), es “ eso que toca en nosotros un cierto sentimiento interior” (Hutcheson), es eso que toca un cierto sentido irreductible a la razón o al interés. The good taste of men of sense es el verdadero criterio del Bien y de la Belleza (Shaftes- bury). Los pensadores del siglo x v iii no son sensibles a la evidencia del círculo vicioso en que caen. Si se les preguntara como juzgan ellos- a los “ hombres de sentido” , responderían: “ Son los hombres naturalmen­te conducidos al bien y a la belleza por un gentle- manlike approvaí.” Creen sinceramente escapar a toda vana metafísica.

Hume critica en Clarke y en Wollaston sus preten­siones de legislar en moral a nombre de axiomas eter­nos y de los “ fines que la naturaleza de las cosas y la verdad nos ordenan perseguir” . Critica su creencia de que hay “ un bien o un mal moral, tan cierto como hay un verdadero y un falso” . Para él la razón no puede proponemos ningún fin. Los valores no se de­finen sino por nuestras inclinaciones y nuestras “pa­siones” . La belleza es “ un orden y una combinación de partes tal, que por la constitución primitiva, por la

89 Cf. P. Hazard, La pensée européenne au X V lile siécle, I.p. 227.

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costumbre o por el capricho, es lo apropiado para dar al alma placer y contentamiento” .90 El placer y el dolor experimentados “ no son, pues, solamente los compa­ñeros necesarios de la belleza y la fealdad, constituyen su esencia misma” . La bajeza moral de Verrés resulta “ de la consideración del conjunto cuando se le pre­senta a un ser cuyos órganos tienen una particular estructura y formación dadas” .91 La virtud es aquello que da “ al espectador el agradable sentimiento de aprobación” . El placer o la aprobación no tienen aquí el papel que desempeña en la doctrina utilitarista; no es un constituyente del valor, es el signo que el sujeto puede atribuir de valor a un objeto, porque este ob­jeto es conforme a su propia naturaleza.

Todas estas doctrinas encuentran la misma dificul­tad: escapar al capricho de la impresión individual momentánea. La resuelven —muy aproximadamente— desdoblando al sujeto e invocando en él, más allá del “ sensible o del deseable momentáneo” un “ sensible ideal” , un “espectador imparcial” . Lo que es lo mis­mo, evidentemente, que buscar una cierta objetivi­dad en el valor, pretendiendo, sin embargo, permanecer en la psicología. Por una curiosa inadvertencia Hume habla, en el Tratado —al oponerle, al hombre si no animado, al menos regulado por la razón— los hom­bres que “ juzgan los objetos más por comparación que según su mérito y su valor intrínsecos” ffrom their intiinsic woith and valué). Como si la percepción del valor, en la hipótesis pudiera estar sujeta a las leyes de “ constancia” , como la percepción de un objeto.

Samuel Butler, en el siglo xrx, aun conservando la muy británica idea de bien como “ lo que es juzgado tal por el verdadero gentleman" se da al menos cuenta del círculo vicioso y lo acepta alegremente y consciente­mente.

M Traité de la Nature húmame, II, vm.Enquéte sur les principes de la morale, p. 153 (Aubier).

144 LAS TEORIAS DEL VALORs c h o p e n h a u e r y n ie t z s c h e . Schopenhauer, muy ins­

pirado en los moralistas del siglo xvirr adoptó una con­cepción análoga, si no para la estética —a causa del seudo platonismo que él combina con su metafísica de la voluntad— al menos para el bien moral. Contra Kant y Fichte y su Razón práctica abstracta, invoca la psicología y los motivos desinteresados de los “ ver­daderos hombres de honor” “ de los raros Aequi dis­persos en la multitud innumerable de los Iniqui” ;92 sus actos tienen como característica el dejar tras ellos la aprobación de la conciencia y de provocar el respeto de los espectadores desinteresados.93 Contra los filó­sofos que, “ con gesto de misterio y de devoción hablan de una Idea del bien” , precisa: “Todo lo que está conforme a los deseos de una voluntad individual, se nombra, por relación a esta voluntad, bueno.” Si un hombre, en virtud de su carácter, acude a los deseos de otros, “ aquellos a quienes socorre le llaman un hom­bre bueno” .94 La justificación metafísica que da Scho­penhauer de la bondad y de la piedad, no debe con­fundirse con una teoría metafísica del bien y de los valores.

La filosofía nietzschiana de los valores predica la dureza y no lo benéfico, pero está en la línea del psico- logismo naturalista. Los valores se definen con relación a la psicología humana. Se definen, no según los gus­tos del gentleman o del hombre verdaderamente com­pasivo y desinteresado, sino según los gustos — o la voluntad— del aristócrata pleno de vitalidad y de vo­luntad de poder. Nietzsche que tanto hizo para poner los valores de moda, contra el culto de la verdad ob­jetiva y contra el racionalismo socrático, en un sentido, no cree en los valores. No cree sino en la voluntad

*2 Lefondement de la morale, pp- 112-113 (Alean).M Ibid., p. 114.M Ibid., p. 183.

LAS TEORIAS NATURALISTAS DEL AGENTE 145

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del hombre y eso que él llama “ la aversión de todos los valores” es la sustitución de un tipo de hombre por otro, del hombre común por el superhombre, del burgués “ bien educado” por el “ aristócrata educado” .

Pero todo lo que se dice de Nietzsche parece fal­so. En un sentido Nietzsche cree en los valores por encima de su superhombre. Habla a menudo de la “ voluntad de poder” , como si se tratara de un Sum­mum bonum metafísico. Su aristócrata se sacrifica a los valores superiores, Nietzsche está frecuentemente muy cerca del realismo axiológico.

kantianos h eter o d o xo s . Herbart, Lotze, Beneck, todos ellos kantianos aún más heterodoxos que Scho- penhauer, aunque aproximándose a veces, sobre todo Lotze a un realismo del valor ( “E l verdadero punto de partida de la metafísica está en la ética. Creo es­tar en el buen camino cuando busco en lo que debe ser el fundamento de lo que es” ) 98 ligan en general el valor a la psicología del agente y al sentimiento. Un objeto tiene valor cuando despierta un sentimiento de placer o de pena en nosotros; y este sentimiento es índice de la influencia favorable o desfavorable de este objeto sobre el desenvolvimiento natural de la personalidad. Según Beneck: “Apreciamos los valores de todas las cosas según condicionen de una manera pasajera o durable el progreso o la regresión de nuestro desenvolvimiento psíquico.”

m ein o n g (Primer modo). Meinong96 y Von Ehren- fels, ambos austríacos e inspirados en los economistas, publicaron casi al mismo tiempo obras que hicieron época por sus análisis cuidadosos y profundos. Meinong evolucionó, pero en su primera obra adopta como Ehrenfels, un punto de vista esencialmente psicológi­co, aunque diferente del de Ehrenfels. Mientras que

146 LAS TEORÍAS DEL VALOR

9r' Lotze, Metaphvsik, Conclusiones.90 Psychologischethische Untersuchungen ztir Wcrtthccric, 1894.

este último reduce el valor de un objeto al deseo de un sujeto por este objeto (Begehibaikeit), Meinong reconoce, al contrario, que el valor no puede estar fundado sobre el dfeseo,97 sino que, a la inversa, el deseo se funda sobre el sentimiento del valor de un objeto. Su teoría permanece psicológica, sin embargo, porque, para él, el sentimiento de valor no se funda a su vez sobre un valor objetivo. E l valor no es sino la relación de un objeto con un sujeto que experi­menta un sentimiento de valor ante ese objeto. La prueba está en que no importa cuál objeto, desde luego neutro, pueda producir, en un cierto momento, un sentimiento de valor en el tal sujeto y por consiguiente pueda ser considerado como valioso sin haber sufrido ningún cambio intrínseco.

Experimentar este sentimiento de valor (Wertgefühl) no es aun tomar un juicio de' valor explícito (bewei- ten) ni siquiera tomar una actitud de valuación (Wer- thaítung), pero es su fuente.

No se puede tratar el valor como un absoluto, atri­buyéndolo pura y simplemente a la cosa, como lo hace el lenguaje corriente. Todas las tentativas hechas para encontrar un carácter propio, común, a los obje­tos valiosos, además del “ de ser apreciados” terminan en el fracaso. Meinong, sin embargo, rechaza también la tesis según la cual el valor sería el estado psicoló­gico como tal, el sentimiento de valor como tal. Es la psicología misma,* la que nos obliga a no confundir el estado psicológico con el valor.98 Cuando poT ejemplo, sentimos el agradable calor que viene de la estufa, es a la estufa encendida a la que atribuimos un valor de satisfacción y no a nuestras sensaciones. Este ejem­plo muestra al mismo tiempo que el valor no es un carácter absoluto de la cosa (puesto que si tengo ya mucho calor, la estufa encendida carecerá para mí

97 Loe. cit., p. 1?98 Cf. Für die P^chologie gegen den Psychologismus (1912).

LAS TEORÍAS NATURALISTAS DEL AGENTE 147

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de valor); y que el valor no es un carácter absoluto dé nuestro estado psicológico (ya que estoy dispuesto a pagar un precio alto por la estufa). E l valor es una relación, nuestra relación personal con la cosa.

Sin embargo, se aprecia cuán próxima está esta teo­ría psicológica de una teoría muy diferente, traspsi­cológica. Basta, para dejar el terreno de la psicología, hablar de la “ capacidad” (Fáhigkeit) de ciertos objetos para hacer nacer la experiencia psicológica del valor en una persona normal, orientada de manera normal. Por eso se comprende que en su última o b r a " Meinong, aunque manteniendo el carácter relativo del valor, aban­dona de hecho la teoría psicológica. E l sentimiento de valor no es sino el aspecto “ fenoménico” del valor, el único accesible a la experiencia. Más allá de los va­lores personales, de los valores para alguien, más allá de la cualificación (Eignung) del objeto, por consi­guiente, de sus cualidades y de su posición, para deter­minar en el sujeto una experiencia de valor, Meinong admite los valores — pero aquí él prefiere otra palabra como Wúrde— impersonales: la verdad, la belleza y el bien moral. Un valor impersonal es un valor “legí­timo” para no importa qué sujeto. Lo que aprecian un niño, un retrasado, un supersticioso que depende de su amuleto, es desde luego, valor para ellos y, por consiguiente, valor auténtico en tanto que valor; pero con menos “validez” que aquello que apreciaría un Sócrates. Los valores del niño son pueriles, aunque no sean necesariamente falsos valores. No hay más valor en sí, que verdad en sí, pero hay, sin embargo, valores universales, como verdades universales. Esto es menos psicologismo que una teoría objetivista del va­lor, que es solamente agnóstica en cuanto a lo que está más allá de la experiencia psicológica.

Zar Grundlegung der allgemeinen Werttheorie (1923, pós- tumo).

148 LAS TEORÍAS DEL VALOR LAS TEORÍAS NATURALISTAS DEL AGENTE 149 v o n e h r e n f e l s . La tesis de Von Ehrenfels 100 es un

psicologismo mucho más estricto que el de Meinong aun en su “primer modo” : “No deseamos las cosas porque percibamos en ellas una esencia mística e in­tangible. Por el contrario, les atribuimos un valor por­que las deseamos.” Hablar, como Brentano, de un deseo, o de un amor justo por un objeto o una per­sona, no es sino el efecto de un prejuicio y de la tendencia inveterada a objetivizar, a considerar como absoluto lo que no es sino relativo. Un objeto no es valioso si no condiciona en el sujeto, estando presente, un estado de placer más intenso que aquél que con­dicionaría la idea de su ausencia. E l placer no inter­viene aquí sino como “ placer más grande” y principio de preferencia. E l deseo está siempre ligado a una diferencia positiva de placeres descontados. Por tanto, siempre es consciente; un deseo no consciente es una contradicción. Y, sin embargo, Ehrenfels no puede evi­tar introducir algo como lo que Meinong llama la “ capacidad” del objeto para suscitar el sentimiento de valor, aunque haya argumentado contra Meinong por este propósito. E l Bien es, en principio, lo deseado; pero, está constreñido a hacer notar, no se desea aque­llo que ya se posee o lo que se ha poseído en el pa­sado; sin embargo, no es ilegítimo hablar del valor de un bien efectivamente poseído, actualmente o hace tiempo, o igualmente del valor de un bien que se desearía si se conociera su existencia.101 El bien es pues, no lo deseado, sino lo deseable.

Ehrenfels no cree salir de la psicología, no cree introducir por la desinencia de la palabra deseable el equivalente de la “ capacidad” de la que habla Alexis Meinong, porque, él lo admite, la única prueba de que una cosa es deseable, es que es, o fue o será de­seada.

100 System der Werttheorie.101 System der Werttheorie, I, pp. 52 ss.

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Entiende por deseable, no lo que es “ digno de ser deseado” , sino solamente “ lo que puede ser deseado” , cómo un sonido es audible, cuando “ puede ser oído” . Pero está claro, sin embargo, que para hacer verosímil su concepción, Ehrenfels se ve obligado a sobreenten­der el primer sentido en el segundo. Porque hay deseos mórbidos o viciosos, y juzgados tales por quien los experimenta. Su objeto se ha, pues, revelado de hecho “ deseable” — como un sonido se revela audible desde que ha sido oído— pero es paradójico sostener que este objeto es, por eso mismo, valioso y que un es­pantajo es tan deseable como una belleza porque haya encontrado por casualidad, alguien que pueda desearla.

Cuando se dice que una sinfonía es “ audible” , o que un platillo es “ comible” , o que una novela “ se lee” , se quiere decir que tiene suficiente valor propio para que el oyente, el comensal o el lector puedan lle­gar hasta el fin de la absorción. El lenguaje corriente emplea la posibilidad de hecho para designar, de una manera atenuada, una cierta valiosidad moderada del objeto. Parece que la tesis de Ehrenfels saca provecho de esta dualidad de sentido. Gana con ello una vero­similitud que no posee; porque de la psicología del deseo se puede difícilmente extraer el “ sentido de obli­gación” .

Las teorías psicológicas análogas a la de Ehrenfels son numerosas, y giran con monotonía sobre el mismo círculo. Kreibing, por ejemplo,102 afirma como Ehren­fels la subjetividad y la relatividad de los valores; des­pués de lo cual se ve conducido a reconocer una cierta objetividad del valor en tanto es juzgado por un sujeto cuyos sentimientos actuales o potenciales están unificados y hechos idealmente constantes.

m ü l l e r - f r e i e n f e l s . Sin resolver las d ificu ltad es de la teoría p sico lóg ica , tu vo el m érito d e h acerlas apa-

10a Psychologische Grundlegung eines Systemes der Werttheorie (1902).

150 LAS TEORIAS DEL VALOR LA S TEO RÍA S N A TU RALISTA S D E L A G EN T E 151

recer con particular claridad.103 Una obra maestra — que acostumbro apreciar como tal— puede un día fastidiarme y desplacerme. Una miserable cancioncilla puede momentáneamente encantarme. E l carácter visi­blemente superficial del estado psicológico: deseo, sen­timiento y aun interés, en relación a la toma de posi­ción axiológica, es innegable y Müller-Freienfels lo reconoce francamente. Admite desde luego que este estado, esta actitud psicológica, esta toma de posición primaria, no es sino el fundamento de una segunda actitud o toma de posición segunda, la que es verda­deramente Wertsetzung. La segunda toma de posición puede contradecir a la primera.

“ Cuando la belleza lo fastidia, un hombre honesto se interroga y trabaja para corregirse” , decía un escri­tor francés un poco académico. En tales casos senti­mos el valor como un “ debería” . Y Kant, como se sabe, no admite el valor moral de un sujeto, sino hasta que su segunda toma de posición está en contradic­ción con su actitud psicológica primaria, con sus deseos o sus inclinaciones. Mientras una teoría psicológica no explique este “debería” que parece inherente al valor, no ha hecho nada. Müller-Freienfels pretende haber logrado la explicación de esta dualidad y de esta toma de posición segunda, sin salir, si no de la psicología, al menos del dominio de los hechos naturales. Lo hace mediante un cierto número de análisis ingeniosos.

Es la psicología misma la que nos enseña que el sujeto no es uno, sino múltiple. E l mismo hombre, puede ser dividido en sujetos momentáneamente dife­rentes. Y esta multiplicidad íntima es por escalones. Sobre los “ sujetos momentáneos” divididos por senti­mientos e inclinaciones diferentes y opuestas, está “ el sujeto unitario” , es decir, la representación del yo, como ser sustancial, central y constante. Este yo unitario

103 Gnmdziige einer neuen Wertlehre (1919).

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no es un término medio psicológico; no es tampoco “el ideal de yo” , en el sentido freudiano de la pala­bra, aunque esté emparentado con él, resulta de una idealización tanto intelectual como afectiva a base de la memoria, del lenguaje y de las convenciones socia­les. Es este sujeto unitario el que “otorga el valor” de un objeto más allá de las impresiones momen­táneas y quizás contra ellas.

A la constancia del yo responde la constancia del objeto. Los psicólogos han estudiado en la percepción los “ fenómenos de constancia” : un objeto gris bien iluminado, emite mucha más luz que cuando está en la sombra; sin embargo, parece ser el mismo gris, gra­cias a los conocimientos unificados y estabilizados de lo circunstante. Si observo el objeto aislándolo visual­mente por medio de un tubo, para suprimir la acción de estos conocimientos, puedo muy bien creerlo blanco si está iluminado, y negro si está en la sombra. E l caso es, desde luego, análogo a la posición psicológica pri­maria según la impresión momentánea. Una vez el tubo suprimido, la toma de posición segunda se afirma e inmediatamente encuentro el “verdadero” color del objeto.

Al hablar del “verdadero” color, pondré de acuerdo no solamente mis impresiones entre sí sino mis im­presiones y las de otros. E l sujeto unitario en nosotros, es también de hecho un sujeto supraindividual y so­cial. Con frecuencia es, la norma o tradición social la que juzga por boca de un sujeto unitario, cuando este juicio contradice la impresión espontánea. Si me re­procho mi fastidio ante una obra maestra, ¿de dónde alcanzo a saber que ésta es una obra maestra, a pesar de mi fastidio, sino de la tradición social?

Pero es necesario comprender bien — sostiene Mül- ler-Freienfels— que sujeto unitario, verdadero valor del objeto, norma supraindividual, constante axiológica, todo es ficticio. Estas ficciones se originan unas en

152 LAS TEORIAS DEL VALORotras, hasta una última ficción, que es la toma de posición tercera o creencia filosófica en valores en sí. Estas ficciones son útiles: es más simple hacer como si los individuos y los objetos tuvieran un estado civil y un estatuto axiológico ne varietur, que disolverlo todo en el impresionismo. Pero éstos no son sino “como si” .

Müller-Freienfels insiste, justamente, en la rareza de los juicios de valor verdaderamente personales, com­parados con la extrema frecuencia de los valores acep­tados sin “ fundamento psicológico primario” , sin sin­ceridad. Describe muy bien el esfuerzo secundario para adaptar las impresiones psicológicas a las posiciones sociales de los valores104 y sin embargo, agrega, las impresiones son las únicas raíces de la Wertsetzung. Cortadas estas raíces, ya no hay valores: Si una cierta cantidad de aficionados no tuvieran con suficiente fre­cuencia un placer sincero al escuchar la música de Bach, -no estaría establecida, primero en ellos mismos, después en la sociedad, una constante ficticia: “ el valor en sí de Bach” cuyo reconocimiento se impone a la multitud como un deber.

Sin embargo, parece claro que la concepción de Müller-Freienrels es insostenible. Si hay “ fenómenos de constancia” en la percepción de colores, luminosi­dades y tamaños de los objetos a pesar de la variación de las imágenes de estos objetos según la distancia, la iluminación y el contexto, es que los objetos tienen un color, un albedo, un tamaño, si no absolutos, cuan­do menos verdaderamente objetivos. Cuando juzgo que un pedazo de carbón es negro, blanco un pedazo de yeso, aunque el yeso envíe menos luz momentánea­mente que el carbón, mi saber, que contradice la im­presión retineana, no es una ficción, un ais ob cómo­do. Corresponde a alguna cosa real del objeto y sin esta correspondencia no hubiera podido establecerse.

LAS TEORÍAS NATURALISTAS DEL AGENTE 153

3M Op. c it, p. 330.

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El que los postes telegráficos, a lo largo de un ca­mino visto en perspectiva, sean realmente de igual longitud, no es una ficción. Los observadores colocados en diferentes lugares de este camino, experimentan imágenes retineanas diferentes, pero el producto para cada poste: dimensión retineana por alejamiento, es una constante, y esta constante prueba la realmente longitud igual de los postes. La física añade otras sutilezas y prueba que esta longitud real depende aún del movimiento del observador, pero la constante —y la realidad objetiva— se encuentran bajo la forma nue­va del intervalo.

La comparación de Müller-Freienfels se revuelve pues contra él. Si las constancias perspectivas son ín­dice de realidad objetiva y no superestructura ficticia edificada sobre datos inmediatos, las constancias axio- lógicas tienen grandes oportunidades de ser, igualmen- mente, índices de la realidad objetiva de los valores. No pueden ser puras ficciones, construidas “ sobre el fundamento psicológico primero” .

Sin embargo, se dirá, que aún al interpretar, como se quiera, los fenómenos de constancia, se debe retener en todo caso una cierta relatividad de los valores, aun supuestamente objetivos en un cierto sentido. El color verde de un libro o la longitud de una regla, o igual­mente la belleza de una obra de arte, no dependen de mis impresiones sensoriales o de mi gusto momen­táneo; pero si no hubiera un observador o sujeto, co­lor, longitud y valor, no perderían tampoco todo sen­tido concebible.

Sea, pero, de todas maneras, el sujeto abstracto en cuestión no tiene entonces nada de especialmente psi­cológico. Si los valores, aun siendo objetivos, son rela­tivos, no son relativos, en todo caso, a un “contenido” psicológico.

E L PStCOLOGtSMO PRAGMATISTA: R. B . PERRY, J . DE­

154 LAS TEORIAS DEL VALOR LAS TEO RÍA S NA TU RALISTA S D EL A G EN T E 155 w e v . La tentativa de Perry105 —la identificación del valor y del interés— es inversa, al menos, en un sen­tido, al punto de partida de la de Müller-Freienfels. En lugar de perfeccionar la tesis psicológica invocando las superestructuras del yo unitario o de la sociedad, invoca el interés como subyacente a los deseos, ten­dencias y emociones del sujeto. Es una característica de todo espíritu viviente el ser por ciertas cosas, y contra ciertas otras. Este “por” y este “ contra” no equivalen a un “ sí” o a un “ no” puramente lógicos o cognoscitivos, porque se puede decir sí o no de mala gana. E l “ por y contra” fundamental, el interés, apa­rece bajo múltiples formas: deseo y aversión, búsqueda y huida, agrado y desagrado.

Pero, en todos los casos, es la actitud motriz-afectiva, pragmática del agente la que importa. Lo que es un objeto de interés, es ipso tacto valor. De la misma manera que un objeto que se apunta es ipso tacto, un blanco. “ X tiene valor” es idéntico a “ Interés to­mado por X ” . Aristóteles se equiyocó al decir que “el bien aparente” de una cosa hace de él objeto de ape­tito, mientras que el “bien real” , es objeto de deseo racional. Es Spinoza el que habla correctamente cuan­do dice “ que una cosa es buena porque nos esforza­mos hacia ella” .108

El interés define el valor independientemente del jui­cio consciente que el sujeto pueda hacer. “ Para el gato — escribe D. W . Prall, con el cual Perry se declara de acuerdo— la crema tiene valor, cualquiera que sea la incapacidad probable del animal para concebir la cre­ma o hacer juicios sobre el tema.” El interés no puede existir sin una cierta cognición del objeto del interés, pero puede existir, y de hecho existe, sin conoci­miento de sí mismo. La actitud, pragmática, del inte-

105 General theory oí valué (1926).106 Perry, General theory oí valué, pp. 115-116.

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rés, es lo que importa. E l valor no está conferido al objeto por un acto de juicio, tal como: “esto me in­teresa” , sino, por la misma actividad interesada, por la actitud polarizada del sujeto. E l juicio de valor, así como el juicio de interés, es un fenómeno secun­dario.

Esta concepción es más biopsicológica que psicoló­gica, y Perry consagra largos capítulos a la biología del interés, a la adaptación, a los ajustes compensadores, al condicionamiento.

Sin embargo, este ensanchamiento biopsicológico del psicologismo no es incompatible con un ensanchamien­to psicosociológico. Perry invoca, como Müller-Freien- fels las superestructuras sociales. Consagra aún más largos capítulos al estudio de la integración de los in­tereses, sea por racionalización individual, sea por com­posición social. Estudia largamente los factores sociales de la génesis y de la mutación de los intereses. Se acepta claramente, en Perry, el paso natural del psico­logismo al sociologismo. Perry rebasa incluso el so- ciologismo estricto. E l mayor bien (the highest good), el equivalente pragmático del Dios de los metafísicos y teólogos, no es otro que la integración completa de todos los intereses en una Federación universal de los agentes. Esta integración no es sino un ideal, pero todo hombre puede tratar de convertirse en un ATI bene- voíent will, al pretender sólo aquello que, universal­mente adoptado, daría como resultado la armonía uni­versal.

Las concepciones de Dewey104 son muy análogas a las de Perry, con un carácter pragmatista más mar­cado. Los juicios de valor son un hecho humano, pero los valores ideales y a priori son un mito: E l “ debe ser” proviene siempre de un "hay” y allí aparece siem-

107 Theory oí vaiuation (Int. Encyclop. II, 4, 1939).

156 LAS TEORIAS DEL VALOR LA S TEO RÍA S N A TU RALISTA S D E L A G EN T E 157

pre; el “ debe ser” es en sí mismo un “hay” : el “hay” de la acción.

La realidad del valor está, pues, arraigada en la psi­cología de los hombres, no en sus sentimientos o emo­ciones, sino en sus intereses, que ellos tratan de con­cordar eficazmente en los planes de acción.

El bien no es el fin ideal de estos planes de acción, sino los mismos planes de acción, en tanto que eficaces y coordinados.

c r ít ic a d e l p sic o lo g ism o . La forma más atractiva del psicologismo se encuentra en William James, por­que representa ante todo un esfuerzo hacia lo concreto, y también hacia la acción decidida. James “quiere vol­ver a sumergir en la corriente de las existencias finitas los meanings de Royce, los ‘valores’ de Munsterberg, las Ideas de Santayana, ‘ ¡como si el mundo de los va­lores fuera independiente del mundo de la existen­c ia ! . . . Sólo en tanto que es, es por lo que una cosa es mejor que otra. La prueba de que el valor procede de nosotros es por lo que podemos obtener provecho de los sufrimientos, del mal mismo” .108 Dios no es sino un “más grande” que tiene designios más amplios y que nos ayuda. “ No tenemos ninguna necesidad de un Mundo en sí de valores. . . aunque el mundo fue­ra un mundo de azar puro, no por eso seguiría siendo menos verdad que lo que está ganado, está ganado.” Las cosas son buenas o malas, no en sí mismas, sino según nuestra acción, su éxito, o su fracaso.

Es posible decir que el psicologismo fracasa al dar cuenta del valor. No llega a ser interesante y verosímil sino en la medida en que sea infiel a sí mismo, en la medida en que desborde el fenómeno psicológico. Si busca una base más profunda que el deseo, el sen­timiento, el interés consciente, tiende a una concep­ción del valor que se acerca mucho a la teoría de la

1ÜS Lettres (26 de mayo de 1904).

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“ elección natural” . E l infusorio cuyo comportamiento manifiesta que “busca” el oxígeno o que “ rechaza” las partículas de carmín, suscita, pues, el valor del oxígeno o del carmín. Pero la diferencia es mínima entre este comportamiento del infusorio y aquél de una molécula de ácido “ávida” de metal. Y no se puede hablar de “psicología” a propósito de la molécula, sin ampliar mucho el sentido de la palabra. Como por otra parte, como ya vimos, la elección natural no es concebible si no produce el “ tipo” , sino que por el contrario lo supone, el psicologismo naturalista cesa pues, a la vez, de ser psicológico y de ser naturalista.

Si pretende, al contrario, con los moralistas del si­glo xvni, con Meinong, Kreibig, Müller-Freienfels, y Perry en sus últimos capítulos, definir una unificación ideal de las tendencias, de los sentimientos, de los in­tereses o de los planes de acción, confiesa pues, implí­citamente, que adopta otro criterio de valor distinto a la tendencia y el sentimiento, o el interés mismo. El “ espectador imparcial” en nosotros, que puede des­preciar lo que el “yo” desea, parece de otra esencia que el “yo” empírico. Se puede por convención de lenguaje identificar “valor d e . . . ” e “ interés p o r . . . ” , pero entonces habrá que designar de otro modo el valor, superponer como Meinong, un Würde al Wert de este “valor” , para el espectador imparcial, y una “ timología” a una “ axiología” .

Para tomar este valor en el segundo sentido, por ejemplo, lo Verdadero, lo Moral, lo Noble, lo Puro, la condición será ser “desinteresado” , no tomar en cuenta las propias preferencias, las propias inclinaciones. ¿Ex­plica el ambiente social esta total oposición? De cual­quier manera, la tesis abandona al psicologismo, y no permanece naturalista sino confundiéndose con el so- ciologismo.

158 LAS TEORÍAS DEL VALOR LAS TEORÍAS NATURALISTAS DEL AGENTE 159

B. TEORÍAS SOCIOLOGISTAS

Todo adepto del psicologismo es llevado a invocar poco o mucho los efectos sociales para “ lastrar” los fenómenos psicológicos individuales que carecen de ma­nera muy evidente de estabilidad y de seriedad para poder explicar los valores. Si escucho a Hamlet, por­que es una obra maestra clasificada; si voy a oír un sermón el domingo; si encuentro honesto respetar la propiedad de mi vecino o pagar mis impuestos; si me molesto en escribir con ortografía una carta, no es que experimente especial placer en estas diversas operacio­nes, ni que me interesen siempre apasionadamente: es que me creo obligado. Incluso, una psicología de ins­piración gnóstiea o maniquea, no podría explicar esta dualidad del hombre sin salir del psicologismo, puesto que para ella el “yo” que se obliga a sí mismo a estas austeras actividades, a pesar de las rebeliones de la “ carne” o del “ hombre psíquico” , sería de origen tras­cendente. Si se quiere permanecer en la naturaleza v evitar el recurso a una trascendencia teológica, meta­física o axiológica, no queda más remedio que invocar la presencia de nuestras representaciones de origen social.

Importa subrayar, sobre todo para los lectores fran­ceses que recuerdan la oposición de Tarde, de su socio­logía psicológica y de Durckheim, apóstol de la especifi­cidad de lo social, que el psicologismo axiológico, cuando siente la necesidad de recurrir a los fenómenos sociales para completar su tesis, no se dirige a una sociología psicológica, sino más bien a una sociología verdadera­mente específica, puesto que precisamente se trata de comprender la dualidad del hombre y el “ debería” in­herente a los valores. Perry insiste tanto como Durck­heim en el hecho de que la sociedad no es una suma de individuos. Los individuos, en la sociedad, compo­

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nen un todo original, con propiedades especiales que no pueden ser atribuidas a los individuos, tomados uno a uno. Forman un sistema con una estructura que persiste cuando sus constituyentes cambian. Este siste­ma tiene una individualidad propia.108 E l grupo fami­liar, por ejemplo, es una estructura triádica: padre, madre e hijo no obran tan solo uno sobre otro, cada individuo es función de la estructura familiar consi­derada como un todo, y no solamente de otros indi­viduos. Sin embargo, Perry, y los adeptos del psicolo- gismo axiológico, no llegan a hacer de la sociedad un “ sujeto” sui generis con intereses y por consiguiente valores distintos de los intereses de los hombres indi­viduales. La sociedad es un todo que obra como un contexto, un medio ambiente específico, que modifica el comportamiento y los juicios del individuo, no es una persona, un agente axiológico propiamente.

En este sentido Perry, Müíler-Freienfels y los otros adeptos del psicologismo se acomodarían mejor con la sociología “ formalista” alemana o americana. Y de he­cho, sociólogos como Bogardus, Ross, Tonnies, Simmel, Vierkand y Von Wiese, cuando se ocupan de lós valo­res, no dicen nada muy diferente de lo que dicen los “ psicólogos” en sus últimos capítulos.

d u r k h e im . En sus primeras obras (La división del trabajo social) Durkheim no anda muy lejos de esta concepción. Los hechos mentales que, en nosotros, ex­ceden el psiquismo directamente ligado a la vida orgá­nica, pueden ser considerados como todavía naturales, pero a condición que se relacione su génesis con las causas sociales y que se les explique ya no por la psi- cofisiología, sino por la “ socíopsícología” . Durkheim entiende por esto el estudio de los efectos sobre los individuos, las relaciones sociales, de la estructura, del volumen, de la densidad, en una palabra, de la mor-

160 LAS TEORÍAS DEL VALOR

109 R. B. Perry, Genera/ theory of valué, p. 461.

LAS TEO RÍA S NA TU RALISTA S D E L A G EN T E 161 fología social. Por estas relaciones, el hombre está mo­dificado como un elemento en un compuesto. Lo social es algo nuevo, específico, que manifiesta la naturaleza de grupo como grupo y que hace aparecer en las con­ciencias de sus miembros sentimientos y representacio­nes que no habrían jamás aparecido por las leyes psico­lógicas.

Las “ representaciones colectivas” no se realizan sino en los individuos. Durkheim no modificará nunca esta tesis. Solamente bastará insistir sobre la autonomía de estas representaciones colectivas para deslizarse al “ sociologismo” puro de la “ conciencia colectiva” , ser psíquico si se quiere, pero que constituye una indivi­dualidad de un nuevo género.110 Los ideales colectivos no son ya solamente una “psicología inducida” en los individuos, son el alma del grupo. Esta -alma vive una vida propia, en el sentido en que una representación colectiva no tiene por causa próxima sino otra repre­sentación colectiva y no tal carácter de la estructura social. Es centro de actos y juicios de los que los in­dividuos no son sino los órganos. Crea el ideal. Los discípulos de Durkheim lo expresan en un lenguaje solemne: “Los valores que se constituyen al hacer con­verger las miradas de los hombres, ordenan sus deseos, jerarquizan sus tendencias. Un mundo se a b re .. . po­blado de formas majestuosas, atractivas y temibles a la vez.” 111

Si la especificidad de lo social se conservara sola­mente en la estructura del grupo, se comprendería que se tradujera en los individuos como una violencia-coer­ción, pero no que sea la fuente de la violencia moral, del “ debería” y de los valores. Así, Durkheim entiende por violencia a la vez una coerción externa y una “obli­gación ideal interna” . Los ideales colectivos autónomos

110 Les régles de la méthode socio/ogíque.111 Bouglé, Lefons de sociologie sur révolution des va/eurs.

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pueden solos explicar la “violencia” en este segundo sentido. Solos, pueden explicar el “ debería” y los va­lores.

Esto es precisamente el porqué Durkheim cree poder hacer de la sociología la clave de la filosofía del valor.112

La axiología de Durkheim no se reduce solamente a este razonamiento: “ E l ‘debería’ es necesariamente de origen social. E l ‘debería’ es característico del valor. Entonces, el valor es de origen social.” Durkheim pre­cisa el doble sentido del “ debería” . E l valor implica obligación pero también lo deseable, la aspiración —ha­cia un ideal que debe tener algo de objetivo. La so­ciedad juega en la axiología de Durkheim un doble papel, es a la vez sujeto axiológico (que se expresa por las conciencias individuales) y objeto axiológico (que da a los individuos un ideal). La sociedad real es inseparable de la sociedad ideal, como las líneas concurrentes de un dibujo en perspectiva son insepa­rables del punto ideal de concurrencia. Todo real so­cial, crea ipso facto un ideal. Como el Dios de la axiología teológica, es el ideal social que se quiere a sí mismo en nosotros. Durkheim visiblemente conserva algo de la religión positivista de la Humanidad y del Gran Ser.

Todas las ciencias normativas y todos los órdenes de valores han, pues, sido interpretados sociológicamen­te. E l bien es aquello que está conforme a la norma, si no de la sociedad real, al menos de la sociedad; el bien es lo que prolonga las líneas concurrentes. Lo sagrado es lo social que trasciende al individuo que anima y exalta en la comunión de las fiestas y de las ceremonias. E l valor económico es un hecho social y una ciencia económica puramente hedonista o mate­mática, que no tomara en cuenta las representaciones colectivas, sería superficial (cf. por ejemplo, la noción

M “Les jugements de valuer et les jugements de réalité” (Revue de Métaphisique, julio, 1911).

162 LAS TEORIAS DEL VALOR LAS TEO RIA S N A TU RALISTA S D E L A G EN T E 163

de “ salario normal” ). Igualmente la estética; el arte, en efecto, tiene orígenes sociales múltiples: guerreros, económicos, mágicos, religiosos. La misma lógica es inseparable de la sociología: lo racional, ideal e impe­rativo, tiene la marca de lo social. Las clasificaciones, los conceptos, las categorías de espacio, de tiempo, de causalidad, tienen un origen y una historia social. La universalidad misma de la verdad no es sino un límite del acuerdo social y de un ideal de armonización.

La paradoja violenta de “ la Raison ou de la Verité filie de la Cité” es el índice del fracaso general de la axiología de Durkheim. Es perfectamente exacto que la vida social condiciona el descubrimiento, por los individuos, de la mayor parte de los valores, y perfec­ciona los valores que los individuos pueden descubrir. Si un hombre o incluso un animal aislado economiza sus esfuerzos, trata de evitar errores de hecho, intenta evitar el sufrimiento, obedece a los llamados del ins­tinto de conservación y del instinto de reproducción, posee probablemente un sentido estético rudimenta­rio, la vida social desarrolla inmensamente todos estos valores y hace descubrir otros, morales, políticos, jurí­dicos, pedagógicos, de los cuales el individuo aislado no puede ser el soporte. Pero no se trata sino de des­cubrimientos y de facilitación de estos descubrimientos: el criterio de los valores no es nunca puramente so­cial. Las máquinas, las obras de arte, las ciencias, las religiones no existirían fuera de la sociedad, pero su mérito y su valor no pueden ser juzgados por normas sociológicas. Un motor de automóvil, un aparato per­feccionado, es el producto de un esfuerzo colectivo. Pero su valor, su buen o mal rendimiento, no tienen que ver, en sí mismos, con este origen social.

Los ideales políticos, las formas sociales ideales, la sociedad real no los crea sino por la evocación de un tipo que completa y prolonga el estado real, pero que tiene su valor y su mérito propio, como un motor. Por

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ejemplo, una sociedad democrática ha menester de una enseñanza, un ejército, una diplomacia democráti­ca, a una sociedad aristocrática igualmente, le corres­ponden instituciones apropiadas. Pero el tipo social, cualquiera que sea, puede ser juzgado, tiene un valor, no es el valor por excelencia.

Las sociedades humanas, tanto como los hombres individuales están en la naturaleza; no son Natura na- turans; son juzgables, tanto como juzgantes. Si el jui­cio que un individuo hace sobre la misma sociedad a la que pertenece arriesga que la “ perspectiva social” lo haga confuso y perturbado, el juicio hecho sobre otra sociedad o sobre una sociedad del pasado es ya más fácil. La reciprocidad de los juicios sociales desprende un ideal humano más que social.

¿Puede el hombre juzgar también a la humanidad? No se, priva de ello, y la juzga, frecuentemente, muy mal. Nada menos natural que el culto a la humanidad. E igualmente si se admite que el hombre no puede juzgar a la humanidad sino por un. ideal también hu­mano, se trata entonces de una axiología humanista y no sociológica.

l o s s o c ió l o g o s “ f o r m a l is t a s ” . Han sido mucho menos ambiciosos que Durkheim en su teoría de los valores y permanecen mucho más cerca de los psicó­logos.113 Simmel también es relativista de doctrina y temperamento. La objetividad de los valores morales, económicos y también teóricos, nace de lo social. Pero es necesario entender por “ social” un sistema extre­madamente general de relaciones y no una realidad sui generis que pesaría enormemente sobre el individuo. Las instituciones y los sistemas de valores son el resultado de relaciones elementales entre individuos: dominio, concurrencia, oposición, cambio, que se renuevan sin cesar. Hay menos “ sociedad” qüe “ socialización” siem-

164 LAS TEORIAS DEL VALOR

1,3 Cf. sobre todo Philosophie des Geldes y Soziologie.

LAS TEORÍAS NATURALISTAS DEL AGENTE 165 pre en actividad. De estas socializaciones salen los va­lores. E l valor se determina progresivamente a partir de un “ vivido” donde no hay aún ni subjetividad ni objetividad y en el cual el instinto o el deseo inme­diatamente satisfecho o el gozo inmediato, nos pueden dar una idea. E l valor aparece cuando una distancia comienza a disasociar lo vivido en sujeto y en objeto, y cuando el deseo del uno por el otro debe franquear las barreras. E l objeto admirado estéticamente, o ama­do, o considerado como útil, está necesariamente a una cierta distancia de nosotros, distancia que permite la reciprocidad de acción.

Simmel analiza especialmente la determinación pro­gresiva del valor económico por las relaciones sociales, particúlarmente por el cambio. E l objeto que deseo exige, para ser obtenido, sacrificios. Lo que yo sacri­fico, puede ser objeto de deseo de otro y si sacrifico a para obtener b, otro puede precisamente estar dis­puesto a sacrificar b para obtener a. E l cambio muestra claramente que ni a ni b tienen valor absoluto, puesto que el cambio implica que el mismo objeto, a o b, aparece a los co-cambistas, con un valor diferente. Es precisamente esta diferencia subjetiva la que crea se­cundariamente, por la puesta en relación de dos deseos inversos, el valor relacional del objeto. E l cambio, ge­neralizado en una sociedad, fija el precio de las cosas, les confiere un valor determinado. E l dinero no es la naturaleza de una sustancia, es una realidad relacio­nal. No es un valor cosa, sino un valor funcional. Todo valor, y, en el fondo, toda realidad determinada, es de este tipo. Simmel describe, sin embargo, un pro­ceso secundario e inverso: la sustancialización del di­nero: la moneda es valorizada como medio universal y deviene, por transferencia, un fin en sí. Se transforma en un valor absoluto.

Existe un punto de vista muy análogo a este de Simmel en otros sociólogos formalistas, como Vier-

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kandt, como en el sociólogo norteamericano T . Veblen, como en los teóricos de los valores no especialmente sociológicos, como Urban y Tennant. Pero Veblen y Vierkandt insisten más que Simmel en el carácter arti­ficial e irracional de los valores así determinados por las relaciones sociales. Desarrollan en suma, sobre todo, la segunda parte de la tesis de Simmel: la sustancia- lización irracional de los valores.

Para Vierkandt,114 si todo valor fuera relacional — funcional, como lo llama Simmel— sería “verda­dero” . Pero al intervenir leyes diferentes — psicológicas y sociales— los valores se desplazan, se producen aso­ciaciones y condensaciones, que les dan un carácter histórico y tradicional, al desprenderlos de su núcleo axiológico. Vierkandt describió muy bien los diversos modos de lo que nosotros llamamos la “ canalización” social. Estamos, en un sentido, en las antípodas de Durkheim, puesto que la sociedad aparece como agente de perturbación y no de creación, de los valores. Sin embargo, Durkheim no desconoció las canalizaciones, las sobrevivencias, los desplazamientos y las transferen­cias de fines y medios.

Bouglé115 ensayó combinar con el punto de vista de Durkheim éste de Simmel y de los formalistas. Sus interesantes estudios sobre el politelismo, la transfe­rencia, la religión y la técnica, hacen aparecer a la sociedad más bien como agente perturbador qüe como agente creador de normas auténticas. Pero este sincre­tismo no es una verdadera conciliación. El conflicto de Durkheim y de Lévy-Bruhl sobre el origen de la razón —hija de la ciudad y de la religión, o, por el contrario constituida en oposición al prelogismo psi­cológico y social— aparece como un caso particular de un conflicto más general entre los sociólogos que pretenden construir la axiología, y los que, más mo-

114 Die irrafionaie Charakfer nnserer Wertbi'Jdungen.115 Lefons de sociologie sur l’évolution des vaíeurs.

166 LAS TEORIAS DEL VALOR LA S TEO RIA S N A TU RALISTA S D E L A G E N T E 167

destos, no quieren más que enseñamos la manera en que la sociedad la refracta.

La etnología americana ha producido recientemente obras de un gran interés para este problema capital. Los estudios comparativos de los tipos de cultura (Kar- diner, M. Mead, Benedict, Blackbum, Plant), al mos­trar la diversidad de pattems axiológicos según estos tipos, vuelven poco verosímil, a pesar del relativismo afirmado por la mayor parte de estos autores, la idea de que las sociedades crean los valores. Los tipos so­ciales son más bien parecidos a los diversos caracteres o a los diversos “ tipos espirituales” entre los individuos, selectivos para ciertos valores más que para otros.

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III. LAS TEO RÍAS NO N ATURALISTAS D E L A GEN TE

E l c a rá cter común de estas concepciones es que, para ellas, los valores no son ni fenómenos naturales, ni modelos ideales trascendentes imponiéndose a los sujetos. Todo valor está determinado por el acto y por el juicio mismo del agente. Pero el agente no está considerado en tanto que individuo concreto, en sus particularidades psicológicas o psicosociales, con instin­tos, deseos, necesidades, emociones particulares. En po­cas palabras, no está considerado como un fenómeno en la naturaleza y obediente a las leyes naturales. Está considerado como espíritu juzgante. A esto se debe el que no cuente la multiplicidad de los espíritus. E l agen­te no tiene que ponerse en relación externa con los otros agentes para que, de la confrontación o compo­sición de dos deseos o de dos voluntades particulares, nazca un valor. Si juzga verdaderamente como espí­ritu, y no como individuo, está, por eso mismo, en comunidad ideal con todo espíritu, en una unidad transnatural.

Para comprender esta concepción es necesario pen­sar en lo que es la actividad del espíritu en las ma­temáticas o en la física matemática. Un matemático “constituye” teoremas valiosos, verdades, independien­temente a toda referencia exterior. Su espíritu es “ li­bre” o autónomo, en el sentido de que no obedece a causas a tergo, sino que quiere llegar a un resultado justo. Esta libertad no tiene ninguna relación con la libertad caprichosa de una voluntad “psíquica” , es el espíritu mismo, como actividad, no como sustancia. Sobre este modelo, las axiologías que vamos a examinar conciben todos los otros valores: la moral, la estética,

168

LAS TEORIAS NO NATURALISTAS 169 la religión, el derecho, la política, son constituidos por el agente, el agente espiritual según las exigencias propias del espíritu. Sophiae germana Mathesis. La dua­lidad de la naturaleza humana es la del espíritu trans­natural y la del “ yo” empírico, natural y egoísta.

k a n t . Aunque Platón, Descartes, Spinoza hayan esta­do en ocasiones muy cerca de esta concepción, es Kant quien la inaugura con brillantez, y ya sabemos el papel que discurrió en su pensamiento la medita­ción de las matemáticas y de la física de su tiempo. La fuente de la verdad, del bien, de lo bello, está en el espíritu mismo y en la estructura formal de estas categorías. La verdad, en las ciencias del espacio, del tiempo, de la causalidad mecánica, es lo que está con­forme a las condiciones a priori del conocimiento y de su unidad. El carácter obligatorio de lo verdadero no se define como obligación de conformarse a un modelo. La necesidad está en la actividad misma del espíritu. Igualmente la acción moral, no es definible por su conformidad a un Bien metafísico, o por la presencia de determinados sentimientos, o por tales o cuales cálculos de sabiduría utilitaria. La acción es mo­ral cuando está conforme a la norma de la sola razón. De la misma manera el juicio estético no está tam­poco sujeto a un modelo eterno de Belleza o depende del placer o de la emoción sensible experimentada, es a priori y pretende a la universalidad porque su nece­sidad no está condicionada sino por nuestras faculta­des, en libre juego y adquiriendo su legislación en la naturaleza. Por fin, la religión que no puede fundar la moral, porque de ella depende, es el conocimiento de todos nuestros deberes como mandamientos divi­nos. Pero estos mandamientos no tienen nada de orácu­lo ni de revelación externa, no hacen sino uno con “ las más santas enseñanzas de la razón” .

la e sc u e la de m a r bu r g . Se resumiría bastante bien la filosofía de Kant diciendo que, para él, “ la buena

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voluntad” en todos los órdenes (es decir, la obediencia a la norm a racion al), no puede ser sino “ buen a” , sen­cillam ente, porque la obediencia a la norm a no es sola­m ente un m edio para alcanzar el valor, sino qu e es el valor m ism o. N o es un itinerario obligado hacia un pun to preexistente, es, por sí m ism a, el “ buen itinera­rio” . E n otros térm inos, la axiología de los “ idealistas d e la libertad” consiste en no distinguir valor y norm a o si se les distingue en la exposición, consiste en subor­dinar el valor a la norm a, a la obediencia de la norm a, en lugar de definir la norm a según el valor.

Acostumbramos a considerar que la norma se con­forma a un valor, a una esencia dada anteriormente. Un valor, o una esencia, se traduce secundariamente en norma. Si el círculo es el lugar de los puntos equi­distantes de un centro; si una tragedia es la represen­tación de una acción, una, en un lugar y en un día, la regla sería: “ Para trazar un círculo, haced girar una recta alrededor de un punto” o “ Para lograr una tra­gedia, respetad las tres unidades” . Los kantianos y neo- kantianos rechazan esta concepción. No dicen: “ Para llegar al punto ‘Bien’ o al punto ‘Verdad’, tomad este itinerario” , sino “ tomad el buen itinerario y estaréis en el verdadero” o aun: “La,verdad es lo que debe ser pensado, el bien lo que debe ser hecho.”

Partiendo de un punto dado sobre una esfera, los viajeros acaban por reunirse todos, a condición de ir derecho hacia adelante. No corren el riesgo de disper­sarse si no se desvían de la “norma” de los grandes círculos.

Esta concepción paradójica no es evidentemente soste- nible sino con la condición de no oponer a la actividad del espíritu una naturaleza que sería distinta a ella. En matemáticas, en rigor, el objeto puede ser considerado como constituido por el espíritu. Pero si se viaja en la tierra y no en una esfera ideal, habrá que tomar en cuenta la geografía empírica. Si cartográficamente

170 LAS TEORIAS DEL VALORtodos los caminos .llevan a Roma, sería, sin embargo, recomendable no ir a errar hasta Kamtchatka, porque Roma existe en un lugar determinado y espera al viajero.

Kant todavía distingue, de las categorías del enten­dimiento, una materia suministrada por la sensibili­dad. La Escuela de Marburg “purifica” radicalmente el kantismo negando esta dualidad. H. Cohén cons­truye una axiología absolutamente pura, sobre el mo­delo de las matemáticas, en la que los objetos son engendrados por el pensamiento, en la que el pensa­miento no se aplica al círculo, a lo infinitesimal como a objetos de la naturaleza, sino que los constituye.

P. Natorp y E . Cassirer han sostenido tesis análogas. Son matemáticos; se dedican a mostrar que la mate­mática no es una ciencia natural, y que las ciencias dichas naturales no son ciencias, sino en la medida en que son matemáticas. La especificidad de los di­versos órdenes de valores se esfuma en esta concepción, como ya en Kant, que reduce todos los valores a la Razón. El Bien es el Uno, no el Uno hipostasiado como en Plotino; es el Uno que no es un ser, sino la unidad de la actividad espiritual.

l . BRUNSCHw rcG . L. Brunschwicg116 está muy cerca de los neokantianos de Marburg. Los valores son la obra de la vida espiritual, opuesta a la vida psicológica, a la vida interior, al impulso instintivo. Son la obra del je que juzga y no del moi.117 La conciencia moral consiste en juzgarse, en percibir uno mismo el punto de vista de otro, lo que no implica que se con­fundan estos puntos de vista, sino más bien que se les haga entrar en un sistema único, por una opera­ción de coordinación intelectual donde el je se opone

“ • Introductíon i la vie de I'esprit; le progrés de la con Science daus la philosophie occidentale.

m En el original: Elles sont l’oeuvre du “ je” qui juge, et non du moi. [T.].

LAS TEORÍAS NO NATURALISTAS 171

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al m o i118 ingenuamente egoísta. El relativismo mo­ral es de la misma naturaleza que la relatividad en la ciencia. Mientras que el físico preeinsteniano se creía en un Tiempo absoluto, que no es sino su tiempo pro­pio hipostasiado, el físico relativista, al coordenar los tiempos propios, el suyo inclusive, construye un sistema unificado de espacio-tiempo. El espíritu del sabio no está en el universo de la ciencia, como el “yo” 119 del sabio está en el mundo. El espíritu y el universo son conexos. La conciencia moral, como la conciencia cien­tífica, no es una facultad del hombre, es la unidad espiritual en acción en el hombre.

La conciencia religiosa, igualmente, no puede defi­nirse por la adhesión a una revelación trascendente, o por la esperanza de una salvación venida de fuera, sino por la inmanencia de la reflexión y por la since­ridad, no psicológica, sino espiritual. Dios es en es­píritu y en verdad, y no es sino en espíritu y en verdad. Es sobre todo en el orden religioso donde la paradoja del neokantismo se verifica: para encontrar a Dios, el Valor, no es necesario tomar un camino fijado hacia un lugar determinado, hacia una Roma o una Meca religiosa, confundida con una Roma o una Meca geográfica. Todos los que adoran a Dios en espíritu, lo encuentran, y concuerdan 'entre ellos, cualquiera que sea la dirección de sus pasos o de sus miradas. No hay “verdadero Dios” como ser real existente, pero todos los espíritus sinceros descubren en sí al Espíritu. Brunschwicg concuerda con el Kierkegaard del Post- Scriptum aux Miettes phihsophiques. No es el nombre del ídolo el que hace al ídolo, es la manera de ado­rarlo.

DUPRÉEL Y LA ESCUELA DE BRUSELAS. Brunschwicg gustaba invocar a Sócrates. Pero, Sócrates, como se

118 En el original: par une opération de coordination intellectuelleoír el “ je” s’oppose au “moi” naivement égoiste [T.].

n* En francés moi.

172 LAS TEORIAS DEL VALOR LAS TEO RÍA S NO N A TU RA LISTA S 173 sabe, aun oponiéndose a los sofistas, les andaba muy cerca. Dupréel se interesa mucho en los sofistas, y Perelman en la retórica. Basta dejar de creer en la unidad inmanente del Espíritu, de la Verdad en los espíritus, para desembocar en una forma heterodoxa de axiología, que se la podría llamar, sin tomar a mal el término, “ sofística” , es decir, radicalmente conven- cionalista y pluralista. Suprimamos la unidad espiritual inmanente de los agentes y no quedará más que la libertad absoluta de sus juicios. Dupréel120 es a la vez antinaturalista, antiontologista y antiidealista. E l valor del conocimiento no viene de las leyes del pensamiento, ni de un criterio trascendente: “Desde que un valor es afirmado, es.” 121 Protágoras tenía razón al decir que todo depende de las conveniencias y de las convencio­nes de los sujetos. La idea de necesidad no es sino un ídolo. Nada de juicios que se imponen al espíritu. La verdad o el bien no pueden obligarlo. Los valores son precarios por definición. La esencia o el valor no es una fuerza; la fuerza — de la cual Dupréel nos prohí­be sondear el origen— sostiene un orden que ella no suscitó. Los valores no adquieren consistencia sino por sus relaciones mutuas. Un valor no se establece sino por oposición a otros valores reconocidos precedente­mente. Así, la conducta moral no se define sino por oposición a la conducta utilitaria, y la conducta utili­taria no se define sino por oposición a la conducta de necesidad y de deseo.

Se podría estar tentado a creer que Dupréel, que es también sociólogo, vuelve a la axiología de los sociólo­gos formalistas, y parece en ocasiones muy próximo a Simmel. Pero toma la “ relación social” en un sentido extremadamente general, hipersociológico. La realidad de las formas orgánicas, de las cosas materiales incluso,

180 Esquisse d’une philosophie des valeurs y Essais pluralistes.121 Esquisse d’une philosophie des va/eurs, p. 120.

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es de orden axiológico, siendo la axiología toda la filo­sofía. Los valores “ absolutos” son simplemente el fin de un proceso de convergencia, de una solución de conflictos, que, por negación de negaciones, desemboca en una convención común. Esta convergencia no está ordenada, como entre los neokantianos o L. Brunsch- wicg, por la unidad del Espíritu, es siempre precaria y tan sólo probable.

Volviendo a tomar nuestra metáfora, el mundo de los valores no es parecido a una esfera en la cual se podrían definir grandes círculos y por consiguiente los polos, los agentes no tienen la obligación de ir derecho adelante, de seguir la norma de los geodési­cos. E l mundo de Dupréel no es geodésico. Los agentes pueden ir donde quieran, y el punto en el que con­vergen es simplemente aquél en el cual deciden con­vergir, corrigiendo sus itinerarios los unos con relación a los otros.

Al corregir sus convenciones y también al persua­dirse los unos a los otros. Cuando se cree en lo ne­cesario, en lo racional, todo lo que no sea argumenta­ción lógica, todo lo que sea argumentación retórica — tratan de persuadir y no de convencer racionalmen­te— parece “ lógica pervertida” . Pero si los juicios de valor no pueden pretender la objetividad, la retórica se vuelve legítima porque es inevitable.122 La retórica o “ la lógica de lo preferible” amerita ser estudiada por sí misma, si la ilusión platónica se disipa, por una dialéctica técnica de lo verdadero incondicional y uni­versal. E l auditorio universal, que supone la argumenta­ción lógica, no es sino un límite del auditorio particular que la retórica busca persuadir. La contradicción, ab-

1=1 Ch. Perelman y Olbrechts, Logique et rhéton'que. Se encuen­tra un punto de vista muy análogo en el filósofo norteamericano Ch. L. Stephenson: Ethics and Language, y en toda la escuela del “ relativismo arbitrario” .

174 LAS TEORIAS DEL VALOR LAS TEO RÍA S NO N A TU RA LISTA S 175 surda, no es sino un límite de la incompatibilidad, ridículo.

l a a x io l o g ía e x is t e n c ia l is t a . Los existencialistas franceses están, en el problema de los valores, muy próximos a los axiologistas bruselenses. Sartre y Polin, como Dupréel, fundan el valor sobre la libertad pura del agente, y sobre una libertad que, no solamente no se dirige hacia un Ideal definido, de lo que ema­naría una obligación, sino que no está sujeto a las normas. Son a la vez antinaturalistas, antiplatónicos y antikantianos. Están más emparentados con Kant que con cualquier otro filósofo clásico, con Kant, así como con todos los idealistas de la libertad, por su activismo, su formalismo, su moralismo. El agente li­bre, el existente humano, es fuente única del valor.123

Después de Heidegger, como cada uno sabe, el hom­bre no solamente es medida de todas las cosas, es surgimiento metafísico del “ para sí” , es decir, de un ser que es “ carente de sí mismo” , “ distante a sí mismo” y cuya “carencia” es el ser mismo. El deseo, por ejem­plo,124 que la axiología naturalista considera como un estado o un comtus, es evidentemente inconcebible si se atribuye a un ser que se completa él mismo, que es justamente lo que es. Un círculo incompleto no es incompleto sino para mis ojos.

Pero si yo mismo no estuviera incompleto sino a la manera de una cosa incompleta, no estaría incompleto “ para mí” y, por consiguiente, no desearía nada. Es necesario, pues, que la "realidad humana sea su propio excedente hacia aquello de que carece” , que “ exista como carencia” .125 La “ potencialidad” , la reminiscencia platónica, el requiiedness mnémico de Kóhler parecen

ia L ’étie et le néant, p. 76.124 Ibid., p. 130. .125 Ibid., p. 132.

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a los existencialistas seudosoluciones.126 M i “ carencia” no es relativa a los seres distintos de mí, no es rela­tiva a Dios, a una Trascendencia hipostasiada, es la definición misma de mi conciencia. La trascendencia es un impulso que no va a ninguna parte, ün salto puro, habría dicho Paul Valéry.

El valor no depende pues de un “ tipo” , de una esencia que tan sólo me conciemería de una manera extrínseca — como el valor de complexión de un círcu­lo incompleto, es definido por la idea del círculo— “ hace pareja” con la realidad humana, con mi liber­tad. No me envuelve. M i libertad es el único funda­mento de los valores. La acción no es un trabajo a partir de un dato y según una norma. M i situación en el mundo parece imponerme tareas. Mi desperta­dor parece decirme: “Levántate.” Pero todo depende de un primer proyecto de mí mismo. Soy yo el que ha decidido tomar en serio mi despertador, es mi deci­sión la que dando un sentido al timbre despertador, le otorga un valor de señal. He proyectado mi libertad en las cosas, y cuando les encuentro un valor, no es sino el reflejo de mi libertad lo que percibo en ellas.127 No hay libertad y valor sino en situación, pero no hay situación sino a través de mi libertad.

La angustia, para Sartre es más moral que metafí­sica, desempeña totalmente el papel del “ respeto” de la moral kantiana. No es awe (deber) ante la ley (puesto que no hay ley moral, como no hay Dios en el cielo estrellado), pero si es awe (deber) ante mi propia libertad.

Los existencialistas han analizado mucho más el va­lor en general que los valores específicos. Los caminos por los que encuentran los valores sociales, políticos, estéticos, jurídicos están bastante mal trazados. E l pa-

1:8 R. Polín, La création des valeurs, pp. 50 ss.121 L ’étie et le néant, p. 541.

176 LAS TEORIAS DEL VALOR LAS TEORÍAS NO NATURALISTAS 177 ralelismo entre el formalismo de Sartre y la deducción kantiana de “ deberes particulares” es sorprendente. Sar­tre define no un Reino de los fines, sino una Repú­blica de las libertades y de las obligaciones. E l valor fundamental no es ya la universalización racional de la ley, sino la autenticidad; el antivalor por excelencia es la mala fe. Debo obrar de modo que quiera mi libertad y la de los otros. La libertad de “ definición de existente” que era, se transforma en una especie de fin en sí. Como el hombre es libertad, condenado a la libertad por su condición, no puede dejar de ser libre, pero puede esconderse a sí mismo su total li­bertad, y, por miedo a existir, simula ser cosa. Los valores estéticos mismos, se definen por la autentici­dad, por la relación que hay entre la voluntad del creador y el resultado.128 Polín precisa que es necesario renunciar a conocer todo en el terreno de los valores.12® No hay un mundo de valores “ explorable” . E l salto puro, el impulso de la trascendencia humana no es un medio de exploración geográfica.

c r ít ic a . Las teorías no naturalistas del agente han suministrado descripción del acto axiológico, infinita­mente más sutiles y próximas a la realidad que las teorías naturalistas. Las descripciones del acto moral por Kant, de la búsqueda de lo verdadero por Brunsch- wicg, de la consolidación social de los valores por Du- préel, de la conciencia, del deseo, del sentimiento del “hacer” por Sartre y Polin, son mejores que las des­cripciones correspondientes en las otras teorías. Pero tienen el defecto característico de todos los “ idealis­mos de la libertad” . E l agente libre aparece como se­parado de toda cosmología. E l hombre es un imperio dentro un imperio. Es creador de todo “ significado” y medida de toda cosa. ¿Por qué el hombre y no el cinocéfalo? preguntaba ya Platón a Protágoras.

1J* Sartre, L ’existentielisme est un humanisme, p. 76.La création des valeurs, pp. 84 ss.

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Cuando el espíritu humano, como en el kantismo y en el neokantismo, no es sino un agente del Espí­ritu, de la Unidad espiritual, este defecto es tolerable: las matemáticas y la física matemática, sin poder cons­tituir por sí mismas el cosmos, conectan cuando menos al hombre y al universo de la ciencia. Kant tenía la más vasta erudición científica, los neokantianos igual­mente, aun cuando hayan totalmente ignorado los he­chos biológicos. Pero, con los convencionalistas y sobre todo los existencialistas, este defecto aparece cruda­mente. La conciencia y la libertad humana, pasan al plano de surgimiento primordial. No solamente el uni­verso de la ciencia es puesto entre paréntesis —lo que es legítimo porque se tiene siempre el derecho de no tratar sino un solo problema a la vez— pero está ca­racterizado arbitrariamente como dominio uniforme del “ en sí” , lo que va contra los hechos más claramente establecidos.

No daremos sino un ejemplo. Después de haber re­chazado, con todo derecho, la concepción del deseo como un estado físico, Sartre continúa al rechazar el recurso a las explicaciones fisiológicas: “ La sed, como fenómeno orgánico.. . no existe. E l organismo privado de agua presenta ciertos fenómenos patentes, por ejem­plo, un cierto espesamiento de la sangre... E l con­junto es un estado patente del organismo, que no remite sino a sí mismo, como el espesamiento de una solución en la cual el agua se evapora, no puede ser considerado en sí mismo como deseo de agua de la solución,” 130 Pero esta fisiología mecanicista es total­mente falsa. Una célula o un protozoario al que le falta agua no es semejante a una solución “ espesada” , que concedamos, no experimenta ninguna tendencia. La célula es un individuo verdadero que manifiesta un poder de regulación específica hacia su “ tipo” ñor-

130 L ’étre et le néant, p. 130.

178 LAS TEORIAS DEL VALOR LAS TEORÍAS NO NATURALISTAS 179 mal, más hidratado. ¿La bellota que llegará a ser en­cina, o el embrión que llegará a ser adulto, al pasar en caso de necesidad por las regulaciones más sorpren­dentes, pertenece pues al “ en sí” completamente puro que “no es sino lo que es” como las soluciones de la física macroscópica?

La descripción de la “ carencia” no puede estar re­servada a la conciencia humana. Los existencialistas tienen toda la razón al creer que la sed es inconce­bible fuera de una conciencia. Pero olvidan que los ■ animales también tienen sed al faltarles agua, y la buscan. Los animales, y se puede concluir por razón de continuidad, los vegetales, los virus y todos los in­dividuos verdaderos. Todos los individuos verdaderos tienen “ sedes” o sus equivalentes. Son, pues, si no conciencias, al menos “autosubjetividades” , y nues­tra conciencia emerge de una “autosubjetividad” de este género. Nuestros deseos no hacen sino continuar los instintos formativos de la célula de la cual salimos.

La dialéctica existencialista de la “ carencia” , se im­pide a sí misma, por otra parte, comprender la espe­cificidad de las necesidades y de los deseos. Un ser carece de alguna cosa, de una sustancia química deter­minada, de una realización determinada de un instin­to. Esta especificidad del deseo es la prueba palpable que el deseo o la voluntad de valor no es trascendencia pura y abstracta. Lo que no es dado de hecho, es, sin embargo, definido específicamente, no solamente como valor, sino como tal valor.

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IV. TEO RÍA S REALISTAS

P a r a e s t a s teorías los valores están más allá de los hechos naturales, como más allá de los agentes a quie­nes imponen sus normas. “ Son independientes de nues­tros pensamientos y de nuestros deseos, determinados como las matemáticas. Podemos tomarlos tan a la ligera — they are no more to be trifled with— como a la gravitación.” 131 Las reglas axiológicas no son reglas convencionales o arbitrarias. Lo no-regular, lo ilícito axiológico, es al mismo tiempo lo ineficaz, lo nulo, lo informe. Lo que hace que se “ sostenga” una obra de arte, una política, una conducta, una teoría, una reli­gión, no es la voluntad del hombre, sino la conformidad con la naturaleza ideal de la cosa, igual que lo que hace que se sostenga una torre o un puente, no es la voluntad del ingeniero, sino el hecho de que éste se ha atenido a las leyes de la construcción racional.

El platonismo es considerado el modelo clásico de esta filosofía eminentemente clásica. Ya en la Antigüe­dad, junto al edificio majestuoso y grave del platonis­mo, el naturalismo y el convencionalismo bajo todas sus formas, producen el efecto de construcciones abe­rrantes. Las teorías realistas de los valores están evi­dentemente emparentadas al “ idealismo objetivo” de­finido por Dilthey, y que constituye, dice él, el grueso de los sistemas metafísicos. San Agustín, los escolásti­cos, que utilizan la perfección divina como polo de su filosofía, todos los clásicos, todos los racionalistas, los dogmáticos, los místicos, los deístas, creen, en prin­cipio, lo que podríamos llamar la realidad ideal del Bien y de lo Valioso.

Carlyle.180

TEO RÍA S REA LISTA S 181La “corriente principal” de la filosofía se confunde

con frecuencia con la corriente principal de la cien­cia. El joven esclavo del Menon no encuentra por sí mismo la duplicación del cuadrado, sino porque se acuerda de una esencia eterna, y del mismo modo encuentran el bien los interlocutores de otros Diálogos guiados por Sócrates. Y sin duda, en el fondo, pocos sabios, matemáticos o físicos, en el ejercicio de sus funciones, pocos moralistas, artistas o juristas acepta­rían la explicación naturalista o convencionalista para sus propias invenciones o creaciones. Tienen, de ma­nera espontánea, la impresión de explorar un mundo a la vez ideal y real. Platonizan espontáneamente, in­cluso cuando adoptan el lenguaje, y por seguir la moda de su tiempo, de una filosofía convencionalista.

Sin embargo, las teorías realistas pueden tomar for­mas no platónicas. Muchas se cuidan, incluso cuida­dosamente, de todo mito de un Mundo trascendente. El valor es real, pero en las cosas mismas: es un carácter objetivo, pero inmanente a los objetos. Mien­tras que, para Tennant, por ejemplo, la identidad de la forma gramatical entre: “ Este acto es noble” y “ el cielo es azul” , es equívoca, un realista dirá, como Mei- nong (segunda manera): “ Se dice que el cielo es bello, en el mismo sentido en que se dice que es azul.” Aristóteles es tan realista en axiología como Platón. Y, por otra parte, no se ha probado que Platón diera mucha importancia filosófica a sus mitos, él, que se burlaba de los que creen encontrar ideas “ elevadas” porque miran hacia el techo.

LAS TEORÍAS NEORREALISTAS Y EL VALOR COMO CUA­LIDAD t e r c ia r ia . Estas teorías son intermediarias entre el naturalismo y el realismo axiológico, pero más pró­ximas al realismo. Un filósofo como Santayana 132 ha sido a la vez platonizante y naturalista. La belleza o

131 The lile oí rcason.

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la armonía del cuadro de un gran colorista, anotába­mos, no puede tener un estatuto diferente del de la calidad coloreada misma. Si se hace de la cualidad sensible algo subjetivo, la belleza de esas mismas cua­lidades o de su arreglo, puede difícilmente ser con­siderada de otro modo que como subjetiva. Pero si se admite con el neorrealismo anglosajón, con G. Moore, B. Russell, Alexander y Whitehead, que las cualidades sensibles, que el azul o el verde no son modos de la subjetividad, sino que son los “ objetos” de la con­ciencia, se dirá entonces lo mismo de las cualidades terciarias, o valores: también son objetos para la con­ciencia y no modos de la conciencia. Se puede, dice G. E . Moore,133 afirmar que la “ existencia del azul” es lo mismo que la existencia “ de la sensación de azul” . E l azul de una flor pertenece al todo que es esa flor, es objeto como la flor misma. “ No hay pro­blema en saber cómo nos arreglamos para salir del círculo de nuestras propias ideas o sensaciones. E l solo hecho de tener una sensación es estar ya fuera del círculo. Es conocer algo que no es una parte de mi experiencia.” 134 Igualmente para los valores. Lo va­lioso es una cualidad del objeto, no depende sino de la naturaleza intrínseca de ese objeto. Haced un segun­do cuadro con los mismos pigmentos, dispuestos del mismo modo que en el primero y tendréis exactamente el mismo valor de armonía y belleza.

Moore no cree, como los naturalistas, que el valor es un efecto natural de los pigmentos y de su dispo­sición espacial, como el trueno, o más exactamente el sacudimiento del aire es efecto del relámpago; el valor no es un efecto natural, es un objeto de pensamiento indefinible, que aparece cuando mis condiciones natu­rales. están dadas. Por lo demás, ocurre lo mismo en

182 LAS TEORÍAS DEL VALOR

133 Phiiosophica! Studies, pp. 16 ss.1,1 G. E. Moore, Philosophiai Studies, p. 27.

realidad con el color azul, en relación con las vibra­ciones electro-magnéticas y con el sonido-cualidad en relación con las vibraciones del aire. E l valor, la cua­lidad terciaria, aunque aprehendido en el objeto, no está contenido en él, más bien se posa en él, como la gracia de un movimiento en el movimiento.

Que hay un platonismo latente en el neorrealismo, es evidente. No es casualidad el que tantos neorrealis- tas hayan platonizado, como Moore mismo, Russell o Whitehead. Se puede decir otro tanto, sin paradoja, de la filosofía de la emergencia.

La visión del mundo de Alexander parece, a pri­mera vista, absolutamente opuesta a la visión dualista, según la cual una región eterna de esencias o de va­lores, por encima de la región natural del cambio y de la evolución, permitiría al fenómeno cambiante, en todas las fases del cambio, “ encontrar” un “ tipo” , un tipo en el que podría participar, y que le haría ser esto, después de haber sido aquello. En el mundo de Alexander los niveles de realidades aparecen y emer­gen sin nada “encontrar” ; no vienen a llenar las ca­sillas ya preparadas por los ideales trascendentales. De las combinaciones de puntos de espacio-tiempo, emer­gen las cualidades dichas “ segundas” . Estas cualidades se agregan a sus condiciones previas (que no son sus causas) como la conciencia se agrega al sistema ner­vioso; son el “espíritu” de grados inferiores de existen­cia. Después emergen la vida y la conciencia. Los valores, cualidades terciarias, no son un nivel particular de emergencia. Los valores humanos se elaboran en las relaciones de los espíritus entre sí y de los espíritus con las cosas, pero tienen en común con las cualidades segundas, el no ser subjetivos. Igual que el verde, de­bido a un puro efecto de contraste, no es por ello menos verde que cualquier otro verde, aunque sea fal­samente atribuido a la superficie gris, una cualidad

TEORÍAS REALISTAS 183

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estética mal atribuida, no deja de ser por eso su natu­raleza estética.

Si lo esencial del naturalismo es el reducir todo a encadenamientos de causas y efectos y no creer que desarrollo o cambio se comprende como “participación” en una esencia después de otra, se puede decir que la filosofía de la emergencia no es más naturalista que la filosofía de Platón. Simplemente la metáfora — o el mito— está invertido: las naturalezas nuevas “ emergen” en lugar de descender. ¿Pero si no descien­den de un Cielo mítico, de qué Mar, de qué Océano no menos mítico emergen pues?

EL SEMIRREALISMO DE LA ESCUELA DE BADEN. Es en su punto de partida casi indiscernible del idealismo de la Escuela de Marburg y prefiere, como éste, de­finir los valores como normas, más bien que como objetos ideales. No difiere sino por una diferencia de acento. En lugar de decir: “ El bien es aquello que debe ser hecho” , si por contrario se subraya: “ el bien es aquello que debe ser hecho” , “ lo verdadero es aque­llo que debe ser pensado” por esta diferencia de cam­bio de vías, se acaba por llegar, como Windenband, a la afirmación de valores no relativos, luego, como Ric- kert a valores independientes del deber ser, y que fun­dan, al contrario, el deber y la validez. Los valores reemplazan las categorías kantianas. Los valores no teó­ricos se nos presentan en la realidad empírica de las culturas. Los valores ideales son objetivos y trascen­dentes “ en sí” . Son independientes de los “bienes” reales, que no le sirven sino de soporte; son individuos que hacen de intermediarios entre valor y existencia.

l a a x io l o g ía FENOMENOLÓGiCA. Con M. Scheler y N. Hartmann, estamos dentro del franco realismo. Se apegan a Brentano y a Husserl. Brentano ha sido a la vez precursor de la fenomenología y de la axiología realista contemporánea por su teoría de la conciencia intencional. La conciencia no es un estado, sino un

184 LAS TEORIAS DEL VALORacto que se dirige hacia un objeto (Gegcnstand en general). E l valor es, si no un objeto, al menos el objeto de la forma justa de amor, como la verdad es el objeto del juicio justo. E l amor y el odio no son estados psicológicos — en cuyo caso no podrían concernir a la axiología— sino intenciones dirigidas so­bre aquello que es eventualmente digno de ser amado u odiado.

Para comprender el punto de vista de Husserl, es necesario no olvidar que en un principio se interesó por la lógica y las matemáticas, y que en sus primeras obras, combate a la vez el naturalismo y el kantismo. El punto de vista “ científico” , a finales del siglo xix, tiende a sustituir en todas partes al punto de vista del hecho, de la sucesión causal, por el punto de vis­ta lógico y normativo. E l “ psicologismo” en lógica, es decir, la pretensión de reducir las leyes de la lógica a las leyes del pensamiento real, a procesos psíquicos, no es sino un caso particular de esta ilusión. Se cree haber explicado todo, cuando se ha vuelto a trazar una génesis, una evolución, Pero es necesario volver a las cosas mismas. La explicación psicológica de la ló­gica olvida su carácter esencial; a la lógica concierne lo verdadero y lo falso. Ahora bien, un puro hecho psíquico no puede ser verdadero o falso, acontece, simplemente. Lo verdadero y la exigencia de lo ver­dadero, debe, pues, ser buscado fuera del campo de los puros hechos psíquicos como táles. La teoría de Kant, según la cual la exigencia lógica procede de la estruc­tura formal del espíritu, que se impone a una materia, no es sino una teoría y, a su modo, una reconstrucción genética.

La intuición de una exigencia lógica se asemeja, más bien, a una percepción. Cuando “ realizamos” la ver­dad de una proposición, nosotros apuntamos directa­mente hacia el contenido de esta proposición como “ ante nosotros” . Pero mientras que la percepción apun­

TEORÍAS REALISTAS 185

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ta hacia un objeto real, la intuición lógica apunta hacia los objetos ideales: la igualdad, la identidad, la plu­ralidad, la relación, etc., contenidos de significación que son totalmente independientes de sus apariciones, y que permanecen numéricamente idénticos a sí mis­mos, aun si miles de personas los descubren sucesi­vamente. Que el anaranjado sea una cualidad visual intermedia entre el rojo y el amarillo, es una verdad independiente de todo acontecimiento. No podemos pretender que el amarillo sea una cualidad interme­diaria entre el anaranjado y el rojo. Esta verdad no es una ley empírica de la naturaleza, pero define la naturaleza misma de las esencias.

Las normas no pueden derivar de los hechos, de los procesos. Como lo imagina el naturalismo, se fundan en las esencias ideales. Las normas de las ciencias prác­ticas se fundan en una ciencia teórica correspondiente. E l químico que dice: “Para obtener ácido carbónico, juntad bicarbonato de sodio y ácido clorhídrico” , se apoya en una fórmula química. Las ciencias normativas propiamente dichas se apoyan de igual modo en una ciencia “eidética” , que define órdenes ideales. “ Un guerrero debe ser valiente” significa que “ un guerrero valiente es un buen guerrero” . La palabra “bueno” se refiere a un orden esencial, a un Bestand, a un haz permanente de predicados esenciales,135 a un contenido constitutivo de esencias, tal como, en el caso presente: “Aquél que defiende a su patria.” Decir: “se puede obtener z al hacer x” y “es necesario hacer y para ob­tener z” , son dos aserciones de la misma naturaleza. Una esencia es una norma para el agente que la quiere actualizar. E l agente puede, verbalmente, pretender obtener z haciendo x, pero en esto se equivoca, y no cambia la esencia de z. Un cobarde “puede” pretender ser guerrero, pero no puede nada contra la esencia del guerrero.

135 Idécs directrices pour une phénoménologie, p. 17.

186 LAS TEORIAS DEL VALORHusserl ha protestado contra la interpretación “ pla­

tónica" de su pensamiento. Él no cree en un cosmos de Ideas. La noción de esencia, para él, no implica una invariante inteligible que resiste a los procesos empíricos, y la intuición de esencias no implica sino la posibilidad de “ llenar” las significaciones lógi­cas.138 Pero la experiencia paralela del neorrealismo anglosajón muestra que se puede “platonizar” y pro­clamar que se rechaza el mito de un Mundo trascen­dente de las Ideas. Es de sentir que Platón no esté ya aquí para dar su opinión sobre la cuestión.

m a x s c h e l e r . Se inspiró 137 a la vez en Brentano y en Husserl, en un platonismo que tiene algo de agustiniano. Los valores son objetos de intuición, como las esencias; pero son esencias-cualidades, no aprehen- sibles por la razón — al modo de la rectangularidad del rectángulo— sino por una intuición emotiva. E l ordo amoris es una invariante, como el ordo rationaíis.138 Es un orden propio, tan objetivo como la gama de los sonidos, o el arco iris de los colores. Las metas, las reglas de acción, los deberes, los bienes, todas estas nociones se derivan de los valores, y no los constitu­yen. Los utilitaristas del siglo xvrrr se equivocaban al no considerar sino los bienes ( g ü t e r ) : los bienes no son bienes sino porque los valores existen en ellos, como cualidades, a las que por otra parte se les puede aprehender fuera de su portador. Pero Kant se equi­vocaba también con su “ morale de sous-officier” . E l deber, lejos de ser antes que los valores, no apa­rece sino por la resistencia de la voluntad al “ deber

TEORÍAS REALISTAS 187

138 Cf. la introducción de P. Ricoeur a su traducción de las Idees directrices pour une phénoménologie, p. 33.

137 Ver sobre todo Formalismus in dei Ethik und die materialc Wertethik (1921).

138 Ordo amoris (Escritos postumos).

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ser ideal” de los valores, y obrar por deber no es el modo directo y normal de realizarlos. La admiración, después la imitación de un modelo valioso, es un modo más frecuente y más eficaz.

La intuición emotiva aprehende a la vez los valores y su orden jerárquico, como la intuición sensible apre­hende si una nota es más alta que otra. Por ejemplo, los valores espirituales se dan en la intuición como “a preferir” relativamente a lo agradable o a lo vital. E l yo empírico no puede voltear este orden, sino en el sen­tido en el cual él puede también decir que un rec­tángulo no encierra ángulos rectos. E l orden objetivo de lo preferible se manifiesta en la vida psicológica. E l “yo” no puede experimentar placer si él está sin gozo — si, por ejemplo, si sacrifica un alto ideal esté­tico a la alegría material— o estar en gozo si no está en paz con su conciencia — si, por ejemplo, él ha sacri­ficado al estetismo, al arte por el arte, su salvación religiosa— no puede realizar un biángulo en el plan euclidiano.

Estamos, pues, en las antípodas de las teorías natu­ralistas del agente. Lejos de que el agente, como ser psicológico, funde valores, son los valores, en tanto que aprehendido por actos, los que fundan, si no al agente como individuo, al menos, al agente como per­sona, la tesis es paradójica, pero profunda. La persona, dice Scheler, no es un ser escondido detrás de actos espirituales, ella no es otra cosa que la unidad de los actos.

Si, por ejemplo, los valores espirituales aparecieran en un animal, este animal, cualquiera que sea, mono, elefante o perico, se volvería una persona y podría por eso, formar una unidad espiritual con el hombre — sería hombre, a pesar de su biología. Las personas, no separables de sus actos, son separables de la indivi­dualidad subjetiva que dice “yo” . Puede haber, por consiguiente, personas comunitarias.

188 LAS TEORIAS DEL VALORn . h a r t m a n n . Al describir los valores y las virtudes,

N. Hartmann139 se expresa absolutamente como un astrónomo que cataloga un enjambre, un nido de le­janas nebulosas espirales. Invoca francamente el reino de las ideas y de las esencias descubierto por Platón y Aristóteles. Los valores pertenecen, como las ideas, al An sich seiende idéale Spháre.

Lo valioso no es tal sino por participación con los valores. La conciencia de los valores, parecida a un estrecho haz de luz, se desplaza, gracias a algunos pre­cursores de la exploración, pero los valores, en sí mis­mos, permanecen inmutables, como las constelaciones.

La principal diferencia entre Hartmann y Scheler está en la concepción de la persona. Para Scheler la persona puede disasociarse de la subjetividad y del in­dividuo que dice: “ yo” ; ella es puramente axiológica. Para Hartmann el ser moral tiene una doble naturaleza, es sujeto y persona, y a este título, está en una doble relación: como sujeto existente con el mundo de las cosas — es yo frente a un no yo— 140 y como portador de valores con el mundo de las otras personas —es “ yo” frente a un tú— . Decir yo es ya ser una persona. La persona no es, pues, solamente la unidad de los actos axiológicos. La persona nace en el sujeto del he­cho que los valores no molesten al sujeto, pero son para él un ideal que él tiene la libertad de realizar. Esta libertad pone al sujeto sobre un pie de igualdad con el poder metafísico del ser. Al realizar un valor el sujeto deviene portador de un valor propio, no idén­tico al valor que estaba columbrado. Por ejemplo, al dar a un infeliz es su bien que columbra, pero este yo o más bien y o 141 que adquiere un valor moral y deviene una persona.142

« • Ethik, 1926.140 En el original francés —it est mor en face du non -mor.1,1 En el original francés —Mais c'est raoi, ou plutót "je” .143 Ethik-, cap. 19 f. y g.

TEORIAS REALISTAS 189

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e l r e a l is m o m o n is t a . Scheler y Hartmann son rea­listas hasta la paradoja y la contradicción. Si los valores son descubiertos como los “ en sí ideales” o como un reino de cualidades, son al cabo seres, y no se ve claramente por qué son ideales, en el segundo sentido de la palabra, es decir, porque obligan al sujeto que los percibe a tomarlos por ideal de acción en lugar de hacer simplemente catálogos análogos a catálogos astronómicos, en los que nosotros trabajaremos como con rúbricas “Aristóteles 10” o “ Hartman 31” en lugar de “Messier 31” o “ Messier 33” .

Por otra parte, su realismo es pluralista: cada valor, al pertenecer a una constelación es un absoluto. Es esto por lo que Hartmann se proclama ateo, y esto es el porqué del ateísmo de Scheler, que como se sabe, no fue sincero, puesto que lo repudió en sus últimos años.

Mas frecuentemente el realismo axiológico pone de golpe a Dios como valor absoluto, al mismo tiempo que como ser absoluto. Todo valor parcial, escribe Le Senne,143 se revela como la prenda de una promesa de la cual la contemplación es el valor mismo de todo lo que es, “ nosotros diríamos, el valor absoluto” . Se conoce el papel del Summum Bonum en la Antigüedad, del Uno en la mística, de la Perfección en la filosofía clásica. Plotino, San Agustín, el seudodionisio, Escoto Erigena, Duns Escoto, Spínoza, Malebranche, tienen su contrapartida en la filosofía contemporánea. El rea­lismo monista ha reinado sobre todo en Inglaterra, donde el idealismo religioso se combina con la influen­cia de Hegel y de los sistemas monistas: Todo lo que es finito, está absorbido en lo absoluto (Green, Brad- ley, Bosanquet). Él ha tenido igualmente un gran éxito en Rusia, donde el pensamiento está impregnado de neoplatonismo, y alimenta a los Padres Griegos es-

1,3 Le Senne, Congreso de Bruselas, Lovaina (1947).

190 LAS TEORIAS DEL VALORtudiados en los monasterios, con144 Soloviev y 145 Los- sky. Para Lossky todos los seres se esfuerzan por par­ticipar en la “Plenitud divina de la existencia” como miembros del Reino de los Cielos.

Las teorías monistas son profundas y un poco monó­tonas. E l cielo, por defecto de aquellos que lo des­criben, tiene siempre algo de fastidioso. Se comprende la revuelta de espíritus como W . James, combativos, amantes de lo concreto y aún de lo “ salvaje” .

Se debe reconocer, sin embargo, que el monismo tiene de su parte la lógica, la verosimilitud, y aun la experiencia psicológica. Los fines tienen tendencia a coordinarse, y a jerarquizarse. El campo axiológico, a pesar de sus irregularidades locales, tiene una pen­diente general, y es necesario, en axiología como en física, un origen de los “ potenciales” . La armonía es un bien, un bien inarmónico, es una contradicción en los términos. Los conflictos, también buscan la uni­dad; son hechos transitorios como los lagos en una red hidrográfica. Psicológicamente es un hecho que nosotros no nos contentamos con valores en estado aislado. No nos contentamos con lo “ noble” , lo gra­cioso, lo generoso, lo placentero en sí y parecidos a fan­tasmas que se pasean en el mundo. Nos son necesarios no solamente los portadores para todas estas cualida­des, sino portadores unificados por un ideal superior y único, en el cual ellos existan, vivan y se muevan. De otro modo los valores degeneran y devienen, como lo dice Lossky,146 de disgusting shadows.

TEORIAS REALISTAS 191

144 La justificación del bien (Aubier).113 Lossky y Marshall: Vahíos and Existente (1936). 146 Valué and Existence, p. 52.

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V. LAS TEO RIA S D E L VALOR COM O “ PARTICIPACION ACTIVA’’

L a d esc r ipc ió n de los valores, de sus defensores, de sus limitadores, no puede descuidar ni al agente, ni a la forma realizada, ni al Tipo o Ideal director de la acción. Estos tres elementos, distinguidos por como­didad de la descripción, son indisociables. Aislados, pierden todo sentido. Ninguno precede a los otros, se dan en conjunto o no se da ninguno. Es necesario re­sistir a la tentación de aislar o subrayar uno de ellos en detrimento de los otros; es necesario intentar escapar a los prejuicios de tipo espiritual — en el sentido de Dilthey— al cual se pertenece. E l conjunto del fenó­meno valor, es así relativo por esencia, es relación, pasaje, transición actualizante.

Para hacer la cosa más clara, consideramos en ge­neral la noción de acción o de trabajo. Una acción tiene algo de objetivo, y aun de absoluto; se puede distinguir una acción de otra acción. Pero este no es un absoluto de ser; implica siempre en relación un agente, una obra en curso, un ideal. E l valor es el orden de la acción — o mejor, valor y acción no hacen más que uno. El valor se parece a una danza, no a una estatua. Las obras de valor no son tales sino por la acción que continúa y vive en ellas como una es­tatua de la danza no vale si no es verdaderamente “ danzante” . E l agente no es nada, si cesa completa­mente de obrar y de actualizar.

La impresión contraria no procede sino de nuestro hábito de seres vivientes en nuestra escala, de seres vivientes en su apariencia superficial. Subsisten aún durante su sueño. Su ser parece aún sobrevivir a su actividad. Pero en realidad el sueño no es la supresión sino de actos dirigidos hacia el Umwelt, no es la su­

192

presión de los actos vitales. El organismo en sueño continúa actualizando el tipo específico, de otro modo estaría muerto, y no solamente dormido. El deteni­miento total de la actividad propia de un ser significa el fin del ser mismo. Una célula que no actualiza más su forma de célula no es sino un montón de moléculas. Una molécula misma, no es lo que ella es, sino porque conserva activamente su tipo. E l ideal, por otra parte, no es nada si no es columbrado activamen­te. Por ejemplo, la paz universal, no estando realizada de hecho, no puede ser un valor sino por nuestras aspiraciones y en la medida en que estas aspiraciones son también actos.

Nos encontramos esta concepción bosquejada, delinea­da con matices diversos en Meinong (segunda manera), en Heyde,147 que tiene, sin embargo, el equívoco de recaer en el psicologismo, al hablar del “ sentimiento de valor” en el sujeto, en lugar de considerarlo como un agente. W . Stern particularmente mostró el ca­rácter indisociable de los dos polos de la esfera axio- lógica: El “ sujeto evaluante” y el: “ Hay valores.” Ha caracterizado la relación inherente al valor como “ sig­nificación” en el sentido activo de la palabra. La signi­ficación es la verdad tangente entre el yo y el mun­do. Aún más, W . Stern se ha percatado del carácter universal de la axiología, mostrando que la noción de una cosa que no fuera sino cosa, no sería sino seudo- idea.

W . Stern ha llegado hasta hacer del átomo una “ persona” . La expresión es extravagante, pero la anti­cipación es genial, sobre lo que debía ser el desenvol­vimiento de la física y la ciencia contemporánea.148

Gurvitch define igual el valor como relación, como “ señal de coalescencia lograda entre la libertad y el

“PARTICIPACIÓN ACTIVA” 193

141 Grundlegung der Werttheorie (1916). 148 W. Stern, Person und Sache, I.

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ser” 140 Y D. Parodi, aunque esté muy próximo al idealismo absoluto, se une también a esta concepción de valor como síntesis activa de lo inteligible y de lo real.150

l e se n n e y l a v e l l e . El valor como actividad, como relación activa de la conciencia y de lo Eterno, el valor como el espíritu en acto, como participación no estática, sino actualizante, en la obra de la creación, tal es tema de las meditaciones metafísicas de Le Senne y Lavelle. Le Senne151 ha mostrado que el valor es a la vez una experiencia (el sentimiento de realidad no es sino una especificación del sentimiento de valor), y una obligación de trascendencia. El valor está siempre más allá de las determinaciones, no como nada, sino como “ más que positivo” . La existencia no es sino un golpe del valor, o más bien de la “valorización” siempre en acto. E l agente es agente de mediación entre valor-trascendencia y valor-deter­minación; está entre Dios y Dios; entre Dios como gracia y Dios como obstáculo. E l cogito en nosotros es teándrico: el “yo” se asocia al acto de Dios.

Lavelle,152 al caracterizar como axiología el conjunto del sistema Bien (correspondiente al Ser), Valor (co­rrespondiente a la existencia), Ideal (correlativo de real), reserva la palabra valor a la existencia, es decir, al pasaje del Ser a lo real, a la existencia, participa­ción en acto. El valor como la existencia, al mismo tiempo que nos es dado nos empeña en una situación y depende de un acto libre, por el cual nosotros nos la damos a nosotros mismos.

Toda la obra de Lavelle está llena de análisis ex­tremadamente profundos y logrados, particularmente sobre las relaciones de valor y tiempo, de valor y po- **

* * Moral, teórica y ciencia de las costumbres, p. 115.*“ En búsqueda de una filosofía.151 Le Senne, Obstáculo y valor y El destino personal.,M Lavelle, Introducción a la ontología y Tratado de los valores.

194 LAS TEORIAS DEL VALORsible, sobre la ontología de la preferencia, sobre la conversión y la perversión.

Parece necesario, que la teoría relacional del valor dispense cualquier metafísica. Por el contrario, exige una metafísica, pero más profunda y más sutil que la ontología tradicional, o que el monismo absolutista de Bradley o de Green. El valor actividad temporal, el valor trabajo, implica dos polos a la vez inaprehen- sibles y evidentes: uno de este lado del agente repre­sentando eso que lo ha traído en la existencia y con­tinúa trayéndolo en su acción, el otro más allá de las formas y aun de los ideales, representa el punto de convergencia de los ideales en el Bien. Dios es uno V también el otro. La Creatividad, según la expresión de Whitehead, es el nombre que se le puede dar al aspecto eterno de la valorización.

“PARTICIPACIÓN ACTIVA" 195

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CO N CLU SIÓ N

L as t e o r ía s relaciónales del valor como actividad par­ticipante y creadora nos parecen muy cerca de la so­lución. La metafísica contigua es igualmente sana.

Es penoso, sin embargo, que ésta no sea sino una metafísica, y que no haya sido hecha, para los valores en general, el trabajo preciso, informado, científico y valiente a la vez, de los racionalistas que hemos lla­mado activistas: Bachelard, Gonseth, Collingwood. El pequeño libro tan logrado de Lalande, pero que se limita, sobre la moral y la estética, a indicaciones, a observaciones profundas y oscuras esparcidas en las obras de Whitehead, hacen anhelar aún más un tra­bajo.

Las relaciones de la axiología y de la ciencia fueron hasta el presente, infelices. Los teóricos de los valores están a menudo mal informados de la ciencia; los sabios respiran mal en la atmósfera rarificada de la fisolofía axiológica. Los ensayos de axiología científica de un Ostwald y de un Kohler, están desastrosamente inspirados en una física y en una biología hoy com­pletamente pasadas, y ellos han comprometido, más que favorece una buena causa.

Sin embargo, la axiología ganaría infinitamente po­niéndose al corriente de las ciencias y la síntesis filo­sófica entre la teoría de los valores y la cosmología científica es hoy posible.

Los aportes fundamentales a este punto de vista, de la ciencia contemporánea, nos parecen poder ser resumidos en tres puntos.

1. La microfísica ha revelado el carácter desde lue­go superficial — filosóficamente hablando— de la física clásica y de las nociones clásicas de cuerpo material, de funcionamiento, de determinismo, de equilibrio ex­

196

tremo. Un átomo o un elemento atómico no es una forma sino porque es formación activa. Él no es lo que es sino porque él hace que él sea. Lo que apa­recía, en ciertas observaciones, como corpúsculo alo­jado en el espacio, no es ya disasociable de una forma de “ transversal” metafísica, o más exactamente meta- espacial. La acción es el verdadero elemento de la rea­lidad, y la acción es irreductible al funcionamiento según una estructura dada, púesto que ella es consti­tuyente de forma típica.

2. La química biológica hace más y más probable la continuidad entre los individuos microfísicos, las moléculas, las moléculas gigantes, los virus, y los in­dividuos vivientes. E l universo no está hecho sino de individuos obrantes, aunque las acciones individuales estén como sumergidas por los fenómenos de la mul­titud, o de amontonamiento hasta el borde, por el montón, que se limitan a funcionar tendiendo hacia un equilibrio extremal; y que dan al universo un as­pecto radicalmente extraño a toda axiología, mientras que no está hecho, sin embargo, sino de individuos empeñados en una actividad columbrando un tipo,' una esencia, un valor.

3. La embriología experimental no encuentra nin­guna razón para obstinarse en explicar el desenvolvi­miento y la regulación por causas tomadas de la física clásica. E l desenvolvimiento de un organismo es ver­daderamente epigenético. Él supone, pues, también una transversal meta espacial; él es también acción constituyente según un tipo o una memoria especí­fica, que lo hace pasar en la especie al corregir por necesidad las perturbaciones accidentales debidas a cau­sas interferentes.

Por estos tres descubrimientos la ciencia de la na­turaleza se ha aproximado a la axiología. La continui­dad salta a los ojos entre el estatuto de existentes dichos físicos, de organismos en desenvolvimiento y

CONCLUSIÓN 197

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de agentes en participación, tal como los describe la axiología contemporánea. Gracias a este aproximamien- to casi todos los problemas dejados en suspenso por la teoría de los valores, encuentran una solución, o des­aparecen como problemas.

El primero de estos problemas es el carácter apa­rentemente emergente del valor en un mundo “ físico” “ neutro” . Alexander, N . Hartmann, los existencialistas, admiten esta emergencia como un hecho inexplicable. Pero la emergencia de los valores, al menos tal como ellos la conciben, es una pura apariencia. Igualmente que la materia es inseparable del espacio-tiempo y no lo viene a llenar, como si él fuera un recipiente vacío, ella es inseparable de una axiología elemental, puestp que el elemento “material” es ya acción. Ciertamente, los valores nuevos emergen en cada instante, en una invención continua, puesto que por definición, el valor es participación activa o transespacial, e invención li­bre; pero él no viene a unirse como un nuevo reino al reino de la existencia bruta. Todo existente es for­mación áxiológica. Existencia y valor comienzan al mis­mo tiempo, suspendidos en los dos polos de la crea­tividad: Agente e Ideal.

E l segundo problema no es sino un aspecto del primero. Este problema consiste en que el valor parece no poder definirse sino para los seres vivos, sus nece­sidades, sus deseos y que, sin embargo, él trasciende la vida. La verdad, la belleza, la justicia, el poder, el amor, no son sino simples expresiones de la vida or­gánica. Las vocaciones.espirituales no toman nacimien­to sino de los hombres vivientes, pero sería absurdo reducirlas a fenómenos de desarrollo orgánico. E l ado­lescente descubre los valores ideales al mismo tiempo que desarrolla sus órganos genitales; se siente a la vez el parentesco y la desemejanza de los dos hechos.

La solución aparece si se ensueña a la universalidad de la axiología como de la vida. La vida no es sola­

198 CONCLUSIÓNmente eso que estudian los biólogos en los organismos macroscópicos. Todo individuo verdadero es viviente, en tanto que obrante; pero el modo de realización y la envergadura de su ideal son muy variables. Las in­dividualidades físicas y también los organismos elemen­tales, tales como los virus y los genes están “ siempre en circuito” con el tipo que ellos actualizan; ellos no se desenvuelven propiamente hablando, en el sentido que ellos no contienen estados embrionarios. Los orga­nismos macroscópicos, al contrario, pueden “ ir y ve­nir” , aparecer y desaparecer, aparecer en el espacio tiempo o salir del espacio tiempo. Un mamífero puede estar reducido a una sola célula (huevo o espermato­zoide); la forma típica del adulto en este caso está reconstituida activamente por la memoria específica en cada ontogénesis, al mismo tiempo que ella es perfec­cionada por pequeñas invenciones que acumuladas cam­bian la especie.

A más, el hombre (y desde ahora, en algún grado, los mamíferos superiores) está en participación indi­vidual no solamente con el tipo específico, sino con un mundo de ideales sin frontera precisa, y que él puede convertir en formas actuales. E l hombre no es solamente como todos los existentes, una subjetividad y una actividad primarias columbrando a la conserva­ción del tipo orgánico, sino una conciencia y una ac­tividad segundas, organizando según los ideales varios, los objetos del mundo exterior y transformándolos en “bienes” .

Entre el tipo orgánico y el instinto formativo por una parte, la esencia o el valor ideal y la actividad axiologica consciente por la otra parte, hay todas las transiciones posibles. En el conjunto de la actividad humana ¿dónde cesa la actividad aún animal que man­tiene la forma humana y dónde comienza la actividad espiritual que mantiene la cultura y los valores indivi­duales y sociales? La mujer que educa a su hijo tiene

CONCLUSIÓN 199

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sucesivamente por ideal que ese niño siga la curva normal de aumento de peso y después que llegue a ser un hombre honesto, instruido, rico, elegante, feliz.

Esta continuidad justifica en amplia medida a los axiologistas que “platonizan” . Los pasajes incesantes entre la memoria orgánica o individual y la invención, prueban que la trascendencia de los valores no es como la quieren los existencialistas, una trascendencia pura, sin ninguna especificación, una especie de alteridad vacía. Se debe admitir un mundo rico y variado de esencias y de los valores que “ financia” las invencio­nes, puesto que es necesario admitir de cualquier ma­nera un mundo de memorias y de tipos orgánicos, que preside el desenvolvimiento de los individuos vivientes.

El tercer problema resuelto es el de la eficacia de los valores. Tanto que se considere la fuerza como un fenómeno físico, en el sentido clásico de la palabra, la eficacia del ideal contra el hecho, de la razón con­tra las causas a tergo, de los valores en general contra los funcionamientos en gran escala y contra la inercia de la materia, parece aún más misterioso que la organi­zación biológica (que no es sino un caso particular), más misteriosa que la manera según la cual una direc­ción finalista está impresa en el ser viviente, en los fenómenos psicoquímicos.

Pero en las nuevas perspectivas científicas, toda fuer­za es de esencia axiológica. La fuerza expresa funda­mentalmente una acción individual, o una energía de ligazón y de interacción en un dominio individuali­zado. Las fuerzas macroscópicas del mundo físico son debidas a los fenómenos de acumulación. Ellas repre­sentan el aspecto de muchedumbre sin organización, que toma una multitud de acciones elementales, cuan­do éstas se adunan simplemente. Las fuerzas organi­zantes y manifiestamente axiológicas que parecen nacer ex nihilo en los organismos y sus actividades, son de­bidas a integraciones en relevos de fuerzas microscó­

200 CONCLUSIÓNpicas que pueden esperar así un orden de grandeza suficiente para luchas contra los dinamismos de acumu­lación pura, utilizándolos y que pueden organizar final­mente el mundo todo entero según un ideal unitario.

La fuerza que da al hombre un ideal, un valor co­lumbrado, no es “ fuerza” por metáfora. La fuerza del ideal utiliza, sin duda, para su realización, las fuerzas de millones de células y de moléculas, fuerzas hechas convergentes por fusión de individualidades, y también por todo un andamiaje de relevos, pero ella es por ella misma, en su unidad específica, real y literalmente, fuerza y aun prototipo de toda fuerza. Si fuera de otro modo, ningún valor podría jamás realizarse. La exis­tencia no significaría nada, o más bien, nada existiría.

CONCLUSIÓN 201

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pítulo ix ).

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Introducción

P r im e r a p a r t e

D ESCRIPCIÓ N D E L VALOR

I. El valor como esencia y como fo r m a ........

valor y existencia orgánica, 13; valor y esencia, 15; valor y tipo, 16; valor y perfección, 17; lo valioso y lo normal, 19; valor y "canalización” , 21; los objetos de valor y la capitalización axiológica, 25; valor y forma, 27; las formas reveladoras de los valores, 29; L' formas y campo axiológico, 30; formas y valores ne­gativos, 33; los valores negativos, 34; valores negativos y cálculo algebraico, 39; la complementariedad, 41; la elección natural, 44; valor y fuerza, 46; eficacia de^ los valores, 49

II. E l valor como acto del a g e n te .....................el cogito axiológico, 52; el juicio de valor, 53; los jui­cios de valor inauténticos, 54; juicios y valorizaciones implícitas, 55; juicios de valor y creencia 55; senti­miento del "debería”, 57; naturaleza del agente, 60; la actividad axiológica, 61; valor y motivación psico-fisio- lógica, 70; naturaleza de la actividad hórmica, 73; valor e instinto, 75; subjetividad del valor, 77; trans­subjetividad del valor, 81; el modo de fijación del valor, 83

III. Los diversos órdenes de v a lo r ........................

especificidad de los valores, 88; conflicto de los valo­res, 90; unidad de los valores, 91; conmensurabilidad de los valores, 96; clasificación de los valores, 97; je­rarquía de los valores, 98; subordinación de los valo­res, 99; fines y medios, 101; el valor económ ico y el

209

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210 IN D IC E

“valor” de los economistas, 104; valor y utilidad mar­ginal, 108; valor y verdad, 112; heterogeneidad de los valores, 115; relaciones generales de los órdenes de valores, 116

S e g u n d a p a r t e

LAS TEO RIAS D E L VALOR

Introducción .............................................................. 119

I. Las teorías naturalistas............................... 123

A) Hedonismo y utilitarismo cuantitativo, 125; B) Th. Hobbes y la axiología mecanicista, 127; C) Freud y la axiologia dinamista, 129; D) La axiología del materia­lismo histórico, 151; E) La axiologia concluida de las leyes físicas, 155; F) La axiología de Kóhler, 156

II. Las teorías naturalistas del a g e n te ................ 142

A) Teorías psicologistas, 142; B) Teorías sociologistas,159

III. Las teorías no naturalistas del a g e n te ......... 168

IV. Teorías rea lista s ................................................. 180

V. Las teorías, del valor como “ participación activa’’ . . . .\ ..... . .................. .............' . ............ 192■ * V ; ■

Conclusión '■ . ...r ........................... 196

Bibliografía ................................................................ 203

Este libro ae terminó de im p sin j el d i

30de Noviembre de 1974 en los taB ew fc Lito Ediciones Olimpia, S . A., Sevilla 109, México 13, D. F . Se encuadernó en Encuadernación Progreso, S. A., Muni­cipio Libre 188, México 13, D. F. Se

tiraron 5,000 ejemplares

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