Boletín Página al viento-N°16

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En este número: “Nació cerca del mar y el trópico...” / 2 Jorge Federico narrador / Eduardo Bähr / 4 La torta de Navidad / Jorge Federico Travieso / 6 Poemas de Jorge Federico Travieso / 7 Boletín informativo de la Editorial Universitaria Año III, No. 16 Febrero de 2014 Universidad Nacional Autónoma de Honduras Ciudad Universitaria, Edificio Juan Ramón Molina Tel. (504) 2232-4772 / 2232-2109 ext. 208 Correo: [email protected] editorialUNAH @editorialUNAH Diseño gráfico: Rony Amaya Hernández Mercadeo y publicidad: Tania Arbizú Apoyo logístico: Alejandra Vallejo, Maryori Chavarría Director: Rubén Darío Paz Edición: Suny del Carmen Arrazola Néstor Ulloa D urante el mes de febrero se vieron inaugu- radas oficialmente las actividades cultura- les de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. De igual forma, el equipo de la Edito- rial Universitaria arrancó de lleno con su trabajo para este 2014 que, confiamos, será un año de nue- vas y destacadas publicaciones. Con nuestro número dieciséis, Página al viento en esta ocasión ha querido recordar con nostalgiaa un poeta cuya influencia en las nuevas generaciones de escritoras y escritores continúa vigente: Jorge Federico Travieso. Si bien resulta difícil resumir su trayectoria en un esbozo biográfico, seleccionamos una serie de opiniones de reconocidos estudiosos de la literatura en el país sobre lo que fue su obra. De su poesía ya se ha dicho que es un fino “entrecruzamiento de amor y muerte” y para ello, dejamos una página libre para confirmar con sus versos tal aseveración. Por otro lado, poco se conoce de su faceta como narrador: compartimos el que, según palabras de Jorge Federico hijo, pudo ser el único cuento de su padre, no sin antes recuperar un pequeño estudio introductorio que realizó Eduardo Bähr so- bre el mismo. Con todo lo anterior, comunicamos el lugar y la hora de nuestras próximas activida- des, junto a otras informaciones de interés. Les recordamos que el objetivo de este boletín es difundir el arte y la cultu- ra nacional y latinoamericana, por lo que pedimos lo distribuyan entre sus contactos. Invitamos a nuestro público lector para que continúe enviando sus comentarios y suge- rencias, y que sigan todas las ac- tividades de nuestra Editorial a través de las redes sociales. Jorge Federico Travieso, más allá de la espera

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En este número: “Nació cerca del mar y el trópico...” / 2

Jorge Federico narrador / Eduardo Bähr / 4

La torta de Navidad / Jorge Federico Travieso / 6

Poemas de Jorge Federico Travieso / 7

Boletín informativo de la Editorial UniversitariaAño III, No. 16 • Febrero de 2014

Universidad Nacional Autónoma de HondurasCiudad Universitaria, Edificio Juan Ramón MolinaTel. (504) 2232-4772 / 2232-2109 ext. 208 Correo: [email protected] editorialUNAH @editorialUNAH

Diseño gráfico: Rony Amaya Hernández Mercadeo y publicidad: Tania ArbizúApoyo logístico: Alejandra Vallejo, Maryori Chavarría

Director: Rubén Darío Paz Edición: Suny del Carmen Arrazola Néstor Ulloa

Durante el mes de febrero se vieron inaugu-radas oficialmente las actividades cultura-

les de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. De igual forma, el equipo de la Edito-rial Universitaria arrancó de lleno con su trabajo

para este 2014 que, confiamos, será un año de nue-vas y destacadas publicaciones.

Con nuestro número dieciséis, Página al viento en esta ocasión ha querido recordar —con nostalgia— a un poeta cuya influencia en las nuevas generaciones de escritoras y escritores continúa vigente: Jorge Federico Travieso. Si bien resulta difícil resumir su trayectoria en un esbozo biográfico, seleccionamos una serie de opiniones de reconocidos estudiosos de la literatura en el país sobre lo que fue su obra.

De su poesía ya se ha dicho que es un fino “entrecruzamiento de amor y muerte” y para ello, dejamos una página libre para confirmar con sus versos tal aseveración. Por otro lado, poco se conoce de su faceta como narrador: compartimos el que, según palabras de Jorge Federico hijo, pudo ser el único cuento de su padre, no sin antes recuperar un pequeño estudio introductorio que realizó Eduardo Bähr so-bre el mismo. Con todo lo anterior, comunicamos el lugar y la hora de nuestras próximas activida-

des, junto a otras informaciones de interés.

Les recordamos que el objetivo de este boletín es difundir el arte y la cultu-ra nacional y latinoamericana, por lo que pedimos lo distribuyan entre

sus contactos. Invitamos a nuestro público lector para que continúe enviando sus comentarios y suge-

rencias, y que sigan todas las ac-tividades de nuestra Editorial a

través de las redes sociales.

Jorge Federico Travieso, más allá de la espera

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El poeta durante su estadía en Brasil, 1950. Foto: Colección de José González.

1 En palabras de Roberto Sosa: “1935, año clave para los efectos de la delimitación generacional; este marco temporal circunscribe la llamada generación de 1942. De este modo los nombres de Jorge Federico Travieso, Jaime Fontana y Héctor Bermúdez Milla quedan dentro del círculo de la generación de la dictadura.

“Nació cerca del mar y el trópico...” Jorge Federico Travieso nació en San

Francisco, Atlántida, el 16 de agosto de 1920, y decidió morir a sus treinta y tres años en Río de Janeiro, Brasil, el 8 de junio de 1953 mientras se des-empeñaba como agregado cultural de la Embajada de Honduras en ese país.

Su obra —publicada póstumamente en 1959 bajo el nombre de La espera infinita, a cargo del teatrista nacional Francisco Salvador— es una poe-sía de quiebre en el espacio poético hondureño, ya que logra encontrar una voz propia, rompiendo las ama-rras que la ataban a las estéticas de una tradición modernista que habían echado profundas raíces en la poesía hondureña.

Una pequeña visión crítica

Son pocos los trabajos que se han rea-lizado en relación a la poesía de Tra-vieso. Quizá por el hecho de que no siempre se desenvolvió en tierras hon-dureñas debido a su labor diplomática en el extranjero y su obra, como se ha dicho, se publicó de forma póstuma.

Si bien algunos lo incluyen en la gene-ración de la dictadura1 —que abre las puertas a la vanguardia hondureña—, como bien dice Helen Umaña, su poesía “representa un momento neo-rromántico, liberado de la sensiblería lacrimosa gracias al fino trabajo del verso…”

En un pequeño artículo, José Enrique Cardona hace alusión al estudio que la fallecida Azucena Gutiérrez Pache-co escribiera sobre la obra de Jorge Federico, en su libro Lecturas, signifi-cado y estilo de varios textos literarios, del año 2006. Cardona nos dice que:

“Al leer este ensayo, entendemos por qué Travieso es un digno precursor de poesía moderna hondureña, y por qué, a pesar de pertenecer a una gene-ración de escritores que no intentaron nuevas formas del decir poético, ex-ceptuando a Jacobo Cárcamo o Clau-dio Barrera, su poesía aún conserva la fortaleza estética que nos acerca en el tiempo y en las distancias de las lectu-ras. Y sobre todo nos convence de que aquel universo poético era tensionado desde una fuerte posición existencial que le permitía al poeta abordar el tema de la muerte, o los desasosiegos de una vida solitaria aquejada por el insomnio o el desamor o a las exal-taciones de la falsa vida urbana en contraste con la vida rural. La autora concluye que la poesía de Jorge Fede-rico Travieso iba en tres direcciones: la nostalgia del origen, la nostalgia del pasado y consecuentemente la nostal-gia del color.”

El dramaturgo español radicado en Honduras, Andrés Morris, en su mo-mento hizo ver que “…con él comenzó la renovación de la poesía hondureña. En su obra advierte el tránsito de esa mezcla de modernismo y romanticis-mo que era dueña del ambiente, hacia formas más limpias, menos rítmicas, más melodiosas, expresivas de la gran aportación de Hispanoamérica a la poesía actual”.

Jorge Federico Travieso forjó uno de los mundos poéticos más delicados

y consistentes que encontramos en la poesía

hondureña del siglo XX.”Helen Umaña

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Manuscrito de Jorge Federico Travieso. Foto: Colección familiar de Jorge Federico Travieso h.

Su estilo es el de la confidencia; su voz la de un poeta que iba de prisa por la vida; su queja era muy honda… Hon-

duras perdió en él uno de sus poetas más promisorios.”Rafael Heliodoro Valle

La poesía de Jorge Federico Travieso es la representación de una

actitud existencial… Contiene una muestra

trágica de dolor, muerte, angustia y tristeza.

Podemos hablar de un tragedismo individual,

que nace de su vitalidad angustiosa.”

Galel Cárdenas

Salvo algunos artículos y menciones, la obra de Jorge Federico Traviesa aún no se ha revisado de forma concien-zuda: la historia, en algunos casos, puede ser injusta. Sin embargo, esto posibilita el abordaje de una poesía cuyo valor sigue vigente y —directa o indirectamente— forjó parte de la base de nuestra tradición poética con-temporánea.

Bibliografía consultada

Argueta, Mario (2004) Diccionario de escritores hondureños. Tegucigalpa: Editorial Universitaria.

Cardona Chapas, José Enrique (2013) “La obra crítica de Azucena Gutiérrez Pacheco” en La Tribuna, 17 de marzo. Disponible en: http://www.latribuna.hn/movil/2013/03/17/la-obra-criti-ca-de-azucena-gutierrez-pacheco/

Paredes, Rigoberto y Salinas Paguada, Manuel (1987) Literatura hondureña. Selección de estudios críticos sobre su proceso formativo. Tegucigalpa: Edito-res Unidos.

Umaña, Helen (2006) La palabra ilu-minada: el discurso poético en Hondu-ras. Guatemala: Letra Negra Editores.

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Este cuento breve de Jorge Federico —hasta ahora inédito2— es, por

varias razones, un pequeño tesoro. Se-gún Jorge Federico hijo, también poeta, es probablemente el único ejemplo de narrativa que dejó su padre, detalle que decide su especial valor. Pero si esto no resultara exacto, el mismo cuento tiene en sí los elementos necesarios para ha-cerlo valioso.

A partir de una pequeña cuestión de dignidad —comportamiento del ser humano frente a la dolorosa humilla-ción del hambre—, Jorge Federico di-buja un precioso mosaico psicológico con personajes arrancados del proto-tipo por el contraste de sus acciones. Un vendedor que destruye su pequeña escala de valores, la aplicación comer-cial al comportamiento cotidiano, frío y objetivo; la empírica intención del convencimiento para lograr el objeto de su “profesión”: vender una torta de Navidad, que termina regalando por un arranque de caridad. Un estudiante pobre “que son los que le dan nombre al gremio”, momentáneamente vencido por la relación sentimental que se es-tablece entre el recuerdo maternal y la inmediata mordida del hambre diaria. Y, de esta antítesis, un regreso a la dig-nidad heroica, sin testigos, solitaria, tal como habrá sido la dignidad del autor en momentos de semejanza fáctica.

El cuento tiene una densidad humana lograda por el estudio psicológico de los personajes. La cuestión del espacio es un problema resuelto en el primer párrafo con la rapidez de una cámara fotográfica, técnica moderna que no deja de contrastar con la factura clási-ca general del cuento. El tiempo, casi el tiempo de Chejov en su teatro de la aristocracia campesina rusa, tiene ape-nas un par de referencias, una de ellas de precisión y alarde técnico insospe-

Jorge Federico narrador* Eduardo Bähr

chado: “Las calles se agitaron un mo-mento por el desfile precipitado de los trabajadores (…) un minuto después las calles estaban solitarias”.

No dudamos que Jorge Federico, due-ño de una cultura sólida, conociera el tratamiento que los narradores realis-tas rusos le daban a los temas psicológi-cos. Tampoco dudamos que la más im-portante narrativa de los años cuarenta —Horacio Quiroga, por ejemplo— fue-ra asimilada por el poeta. Pero el trata-miento de los personajes es, sin restric-ciones, el logro definitivo del cuento. Para evitar esa periferia del tema del hambre que colinda con la cursilería de los narradores de folletín, el autor en-vuelve su intención en un fino humor, atenuante: los “autógrafos” de los gatos del vecindario; las narices “ansiosas”; la descripción —una especie de auto-descripción— del estudiante y la frase coloquial e infiltrada que le da vida al tipo esencial de dignidad con la que el estudiante quiere ocultar su indigencia.

De aquí surge la dimensión de este per-sonaje, emparentado, por mucho de su recelo, con aquel extraordinario hidal-go del Lazarillo, que usaba un monda-dientes para hacer creer que había co-mido, mientras escudaba el dolor de su hambre en una dignidad ejemplar.

Y el lenguaje, esas frases que hablába-mos, lleno de sugerencias, como cuan-do el estudiante toma contacto directo —el hambre físicamente acicateada— con la torta de Navidad y el autor-na-rrador nos dice que “la examinó como tratando de encontrarle algún defecto”. O cuando el personaje quiere cubrirse de aristocrática indiferencia y dice de la torta con mucho desplante: “Tiene buena cara”. Y el detalle patético: “Se quedó con ella en una mano mientras el silencio se hacía largo y embarazoso,

con la otra revolvió disimuladamente el bolsillo sin esperanzas, esta vez, sin bostezar, los ojos se le habían hume-decido”. Y el poeta que se le escapa de pronto al narrador: “…volviendo a to-mar la torta como si fuera un espejo”.

Y muchas cosas más que saldrían en un estudio más largo tiene este breve cuen-to de Jorge Federico, probablemente el único que escribió, en donde el autor, pese a su distanciamiento profesional, no puede dejar de mostrar algunos de sus mejores valores poéticos: su pro-fundo amor al ser humano sin recurrir al prototipo; la firmeza del carácter y la trascendencia de las acciones. Y, sobre todo, una magnífica capacidad para matizar de poesía un tema que podría, en otras manos, deslizarse hacia la cur-silería, hacia el tratamiento sentimental del folletón telenovelesco al que son tan “dados” algunos de nuestros narrado-res actuales.

* Este artículo fue publicado en la sección cultural de diario Tiempo, el 15 de noviembre de 1977.2 Para la fecha en que se escribió este artículo: 28 de agosto de 1977.

El cuento tiene una densidad humana lograda por el estudio

psicológico de los personajes. La cuestión del espacio es

un problema resuelto en el primer párrafo con la rapidez

de una cámara fotográfica, técnica moderna que no deja

de contrastar con la factura clásica general del cuento

(…) No dudamos que Jorge Federico, dueño de una cultura

sólida, conociera el tratamiento que los narradores realistas

rusos le daban a los temas psicológicos.”

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El estudiante se asomó a la baran-dilla de hierro que enjaulaba la

casa y que en otro tiempo defendie-ra un jardincillo del que solamente quedaban pequeños troncos, uno que otro brote rebelde a la sequía y al descuido y montículos piramida-les como otros tantos autógrafos de todos los gatos del vecindario.

Un reloj dio las doce del mediodía como para recordarle al sol que era tiempo de alumbrar recio, pero el día siguió nublado y frío; las calles se agitaron un momento por el desfile precipitado de los trabajadores que marchaban unidos por un solo ideal, concreto y reconfortante: el almuer-zo. Fue algo rápido y cinematográfi-co, un minuto después las calles es-taban solitarias.

La torta de Navidad Jorge Federico Travieso

El estudiante bostezó largamente, tanteó en los bolsillos una moneda imaginaria y volvió a bostezar mien-tras sus ojos se humedecían.

Un vendedor ambulante se perfiló en la calle solitaria, traía una cesta bajo el brazo y caminaba balanceán-dose pesadamente como un viejo pato satisfecho, al pasar frente a la barandilla extrajo su flamante sonri-sa comercial y la extendió frente al estudiante, al tiempo que decía:

—Mire, tiene usted suerte, la última que me queda.

Hasta las narices ansiosas del otro ascendió un olor tibio de pan recién horneado, un olor que podía subdi-vidirse: almendras y nueces tostadas,

pan tierno en el centro y pan dora-do en las orillas, azúcar y pasas; en conjunto, un delicioso olor a torta de Navidad que hinchó los pulmones del estudiante y le contrajo el estó-mago dolorosamente.

El estudiante tomó la torta en la mano huesuda y larga, la examinó como tratando de encontrarle algún defecto y luego aspiró el perfume con fruición mientras se la aproximaba a la nariz. Luego, tornó a ponerla en la cesta que el vendedor mantenía de-bajo del brazo, todavía la contempló un momento:

—No —dijo— ahora no. Quizá ma-ñana, si pasa usted.

—Es la última que me queda —ex-plicó el vendedor– mañana no sa-caré más. ¿Sabe usted? No es ne-gocio, los materiales están caros, demasiado caros.

—¿Usted las hace? —preguntó el es-tudiante, que había vuelto a tomar la torta.

—No —dijo el otro—, mi mujer.

—Tiene buena cara —dijo el estu-diante—. Mi madre acostumbraba mandarme una cada Navidad… Pero de eso hace mucho tiempo, la perdí hace cinco años. Desde entonces no he vuelto a probarlas, bueno, quiero decir que no las he probado tan buenas. Esta me pa-rece que es igual, debe ser la mis-ma receta.

El vendedor se acomodó en la ba-randilla, decidido a continuar la plá-tica. Tomó la torta de las manos del estudiante y la colocó en la cesta con un ademán que indicaba que había renunciado a la venta, pero no a la conversación.

—¿Usted es estudiante? —pre-guntó.

Ciego comiendo, 1903, óleo sobre lienzo. Pablo Picasso

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El otro hizo un signo afirmativo y se miró la indumentaria de pobretón y descuidado. No había necesidad de ser muy agudo para descubrir que lo era: los anteojos sobre las cuencas hundidas, la corbata que no llegaba nunca a establecer contacto con el cuello, el cuello que no cerraba, la flacura, la manera de hablar, la nos-talgia de la familia retratada en cada palabra… Sí, era un estudiante, era un estudiante pobre, que son los que le dan nombre al gremio.

—Yo estudié antes de venir aquí, son los mejores años. Es verdad que se pasan dificultades, pero, ¡qué dia-blos! Daría cualquier cosa…

La conversación se alejaba de la torta y el estudiante se apresuró a volver a ella:

—¿A cómo las vende? —preguntó señalándola.

—A dos cincuenta, pero siendo la última puedo dejársela en dos veinticinco… vamos, quédese con ella, si es cuestión de dinero ma-ñana pasaré recogiéndolo.

Dieron las doce y media.

—No, no es eso, seguramente han comprado en la casa donde tomo

los alimentos —dijo mintiendo y volviendo a tomar la torta como si fuera un espejo.

—Se la dejaré en dos.

—Ahora no, francamente, estoy un poco escaso de fondos —confesó mientras olía la torta con mayor entusiasmo. —Otra vez le com-praré.

Se quedó con ella en una mano mientras el silencio se hacía largo y embarazoso, con la otra revolvió di-simuladamente el bolsillo sin espe-ranzas, esta vez, sin bostezar, los ojos se le habían humedecido.

—Iguales a las que hacía mi ma-dre… —dijo, soltándola al fin en la cesta, como un pájaro—. Otro día le compraré. —Y puso en la cara la señal de despedida, pero no se movió.

—Bueno —dijo el vendedor— quizá me decida a hacer más entonces…

Pero no continuó: una lágrima se ha-bía resuelto a rodar y bajaba por la mejilla del estudiante, que la limpió nerviosamente y ensayó una sonrisa.

—Hasta luego —dijo el vendedor, y estuvo a punto de cruzar la calle por

la cual avanzó dos pasos, entonces, sacando la torta de la cesta y con la cabeza baja giró sobre sus talones y se llegó hasta la barandilla:

—Mire —dijo— no quiero caminar más. Acéptela como regalo de Na-vidad, después de todo…

Y se alejó rápidamente.

—Gracias —dijo el estudiante para sí mismo, porque ya el otro no lo oía. Entró en su pequeño cuarto, frío y triste, puso la torta sobre la mesita de noche, una ola roja y caliente le subió por el cuello y le floreció en la cara. Se tendió de es-paldas en la cama —que protestó con todos sus resortes desvenci-jados— y sollozó largamente con los ojos puestos en el techo. La nuez de Adán le subía y le bajaba desesperadamente.

La torta permaneció en la mesita toda la noche y todo el día siguiente, cuando la mujer entró para hacer el aseo, una mañana después, preguntó viendo la torta y con una lejana es-peranza:

—¿Y esto?

—Puede llevársela —contestó el es-tudiante.

¡Disponibles en la Editorial Universitaria!

Diez poemas de Jorge Federico Travieso

Una selección de textos de Jorge Federico Travieso, donde se podrán reconocer la esencia y las caracterís-ticas torales de su poesía: la inclinación existencial y romántica por la vida y la muerte, junto a esa mezcla de amor por la patria, la soledad y el ser humano.

Dos grandes latinoamericanosKarla I. Herrera

Esta publicación recoge dos estudios acerca de la obra de Pablo Neruda y Octavio Paz; de este último, un en-sayo del poema Piedra de sol, obra maestra de Paz, des-de una visión estético-antropológica y un análisis de la significación poética de las imágenes más recurrentes entre versos.

Canción de la espera infinita

Pesa a veces la vida y el hombre desespera.Pesa el pesar y pesa la vida que no fue.La esperanza musita: espera, espera, espera y el corazón cansado responde: ¿para qué?

¡Cuando yo sea grande! Oh, frase verde y frescaque florece en los labios cuando principia abril.¡Cuando yo sea grande! espera, espera, espera,y la niñez se pierde prendida al porvenir.

¡Cuando tenga dinero! ¡Cuando ella me sonría!¡Cuando lleguen las glorias por caminos de ayer!¡Cuando tenga el secreto de la muerte y la vida!¡Cuando Dios me visite tras un atardecer! Y las cosas que llegan ya no tienen aroma,el corazón cansado pregunta: ¿para qué?Espera, espera, espera, la esperanza pregonay otra vez nos ponemos a esperar y a creer.

Mas un día se hiela la canción en la boca,la esperanza no tiene ni aguijón ni poder.El amor está lejos como estrella en derrota,y Dios está lejano como sol por nacer.

Erguido ante el poniente el corazón enredasu pregunta de siempre: ¿Para qué? ¿Para qué?Y musita la muerte: espera, espera, espera¡Y otra vez nos ponemos a esperar y a creer!

Patria: nostalgia del color

¡Ah! No me deis estos cipreses mustios,estos abetos pálidos y grises,este sol que rastrea por las hojasy tirita sin fe sobre los líquenes:

Dadme un pinar, azulidad y flautas,dardeando recio por los soles místicos,un pinar de esmeralda en que se crucencomo arco iris, guacamayos indios.

¡Ah! No me deis los nórdicos océanos,color de plomo al mediodía triste,mares de luto en que la niebla arrastrasu melena de sombra por el límite:

Dadme mi mar, azul como mi cielo,blanco de alas, púrpura de picos,mis islas verdes, mis espumas albas¡Dadme a Honduras, magnífica y terrible...!

Brassavola

Yo te conozco, pálida en la atmósferade esta Honduras feraz de poesía,sostenida en el aire por la lunade largos dedos finos,por la luna y el aire que te quiereny te rodean y te ciñenen las cálidas noches de mi tierragrande de amor, feraz de poesía.

Yo te conozco inmóvil en tu vueloque finge rapto de extasiada virgen.Tu vuelo detenido en la penumbrade árbol y selva: tu santuario vivo;vuelo de virgen novia, así te llamo,blanca virgen, paloma, luz, orquídea.Tu dulce vuelo detenido en sombracomo una clara anunciación del día.

Brassavola: ¿Qué abejas te fecundansin mancillar tu doncellez dormida?¿Quién te llenó de plata los cabellosde ese pétalo sexo que te anima?¿Quién te mantiene intacta como muestrade pureza que tal vez no existe?¿Quién te enjuga las lágrimas, si ruedan,antes de mancillar tu cutis niño?

Yo sé que tus raíces son serpientesenlazadas al tronco en que palpitan.Tentáculos del mal son tus raícesávidas de oprimir en su lascivia;tu tallo es carne y carne son tus hojas,verde carne sin fe que ama la vida.Y tú surges del mal como suavetransfigurada evocación de espíritu.

Brassavola: ¿Qué gnomos en la noche te vienen a bailar para que olvides,mientras sigues el ritmo y ya no piensasen el deseo, el llanto y la partida?¿Qué gnomos te destierran pesadumbrespara que no te manchen, alba esquiva,mientras en derredor de tu blancuratodo fermenta en sangre y agonía?

Yo te quiero que te prendan al escudode esta tierra de amor que te cobija,para que le compartas el milagroinmarcesible de tu fe adquirida,para que la transmitas, flor amable,blanca virgen, paloma, luz, orquídeael valor de tu sueño entre las asombrasdesnuda muestra de tu valentía.

Brassavola: ¡Qué llanto en tus entrañas!Antes de ser así: ¡tranquila y limpia!

Poesía

Con motivo de conmemorarse el centenario del nacimiento de Oc-

tavio Paz, la Editorial Universitaria ha organizado una conferencia que con-tará con la participación de Jorge Fe-derico Travieso hijo, Gustavo Zelaya y Héctor Leyva, quienes ofrecerán una aproximación a la obra El laberinto de la soledad desde diferentes perspecti-vas –antropológica, filosófica y litera-ria–.

El próximo 13 de marzo se realizará la presentación del libro Escrito en

los afluentes del poeta peruano Miguel Ildefonso Huanca, quien por razones

Breves de actualidad

Presentación del poemarioEscrito en los afluentes

El evento forma parte de una serie de actividades que se desarrollarán du-rante el mes de marzo en torno a la figura del nobel mexicano. La cita es el próximo 27 de marzo, a las 3:00 p.m. en el Audito-rio “Jesús Aguilar Paz” de la Facultad de Química y Farmacia, en Ciudad Uni-versitaria.

personales no podrá estar presente. La obra resultó ganadora del Tercer Pre-mio Iberoamericano de Poesía Juegos Florales de Tegucigalpa (2013) y su publicación es un esfuerzo conjunto de la Alcaldía Municipal del Distrito Central y la Editorial Universitaria.

En palabras de Ramón García Mateos: “Escrito en los afluentes (…) se proyec-ta hacia lo universal, apoyándose en referencias geográficas y culturalistas con valor de símbolo común. El sus-trato patrio está ahí, en voces y giros verbales, en alusiones tanto veladas como expresas a la historia y sus per-sonajes, en la mirada y en la pluma del mismo Miguel Ildefonso.”

La actividad se llevará a cabo en las instalaciones de la Librería Universi-taria, a las 5:00 p.m. de ese día, y se estará obsequiando un ejemplar del libro a las primeras treinta (30) perso-nas que asistan.

Las figuras del mes

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