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    Boletn informativo de la Editorial Universitaria

    Ao III, No. 23 Septiembre de 2014

    Universidad Nacional Autnoma de HondurasCiudad Universitaria, Edificio Juan Ramn Molina

    Tel. (504) 2232-4772 / 2232-2109 ext. 208

    Correo: [email protected]

    editorialUNAH @editorialUNAH

    Diseo grfico: Rony Amaya Hernndez

    Mercadeo y publicidad: Tania Arbiz

    Apoyo logstico: Alejandra Vallejo, Maryori Chavarra

    Director: Rubn Daro Paz

    Edicin: Suny del Carmen Arra

    Nstor Ulloa

    Cualquier mes y cualquier fecha es ideal

    para celebrar nuestra cultura. Septiembreno ha sido la excepcin. Merece especial men-cin la visita del escritor y poeta Leonel Alvarado,

    quien present sus ltimos dos libros de poesa:Xibalb, exas(Premio Centroamericano RogelioSinn, 2014) y Retratos mal hablados(Mencin Es-

    pecial Premio Casa de las Amricas, 2013). A estoseventos realizados en Ciudad Universitaria y UNAH-VS concurrieron estudiantes, docentes y notables per-

    sonalidades del mundo de las letras hondureas.

    El ltimo nmero de nuestro boletn estuvo a dedicado arecordar las voces ms representativas de nuestra poesa

    de pos vanguardia. Pero en esta ocasin, Pgina al vientofija su lupa sobre un nombre en especfico: Julio Esco-to. Poco o casi nada podemos decir de este escritor dequien ya tanto con justo mrito se ha dicho. No en

    vano se ha consolidado como uno de los grandes narra-dores de Honduras y Centroamrica. A partir de los aossetenta, su obra marc un nuevo albor para la narrativacontempornea en el pas. Julio Escoto, adems, ha sidoacadmico, crtico literario, cronista y analista poltico,y un editor de importante trayectoria. Hasta el momen-to, su produccin literaria incluye ms de veinte ttulospublicados.

    En este boletn compartimos una entrevista en exclusi-va que el escritor ofreci para nuestro boletn, asimis-

    mo, un estudio del doctor Hctor M. Leyva, catedr-tico de la carrera de Letras de la UNAH, sobre

    la novela El gnesis en Santa Cariba. Y paraofrecer una breve muestra del trabajo narrati-

    vo de Escoto, reproducimos uno de los quincerelatos que conforman el ingenioso y picares-

    co libro Historia de los operantes.

    La Editorial Universitaria se satisface en destacarla trayectoria de este autor cuyo trabajo, como

    dira Andrs Morris, logr situar a Hon-

    duras en la avanzada centroamericana dela narrativa, y a Julio Escoto en el primerlugar de cuantos han escrito novela en supas.

    Rey del alborde lanarrativa contempornea hondurea

    En este nmero:

    Estudio y disciplina: los secretos de un escritor

    autntico / Entrevista a Julio Escoto/ 2

    El libro de los operantes/Julio Escoto/ 5

    Verdad tropical, verdad kitschen El gnesis en Santa

    Cariba de Julio Escoto/ Hctor M. Leyva/ 6

    Taller Casa Tomada

    Foto: Coleccin Rubn Izaguirre

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    Estudio y disciplina:los secretosde un escritor autntico

    Cmo fue la niez y la

    adolescencia de Julio Escoto?

    JE: Tengo muy precisas esas etapas.Mi niez fue mgica y esplendorosa,un infante querido hasta la saciedad(a quien igual disciplinaban al minu-to) que tornaba de la escuela, tiraba elbolsn y suba a los rboles de guayabahasta la hora de almuerzo (que no scon qu apetito coma). Tuve cien ju-guetes, cac araas, sapos y liblulas,captur lucirnagas y estrellas, bebaguas de ro, charco y manantial y res-pir los aires beatficos de El Meren-dn Pero en eso llegaron la pu-bertad y la adolescencia y la maravillase vino abajo. Descendieron sobre misana frente la malicia, la picarda, eldeseo, el omnipresente atractivo delsexo y, particularmente, desde la se-cundaria La Salle, la torpeza religiosa,el horror a lo desconocido y lo ima-ginado, la supersticin, la fe viciada ymal educada, el temor (no el amor) a

    Dios, el miedo a la muerte, pues conella se haca factible el infierno. Sata-ns sustituy a la inocencia. En fin, eldesastre anmico, la inseguridad

    Qu puede decirnos sobre

    su vida estudiantil y, sobre

    todo, las experiencias de

    haberla desarrollado en la

    entonces Escuela Superior del

    Profesorado?

    JE:Me considero afortunado por ha-ber estudiado en dicha Escuela. Labase de mi formacin tica, estticay profesional naci all gracias a ex-traordinarios profesores que eran msamigos que maestros. Alguno de ellos

    no tena idea de la didcti-ca, pero otros eran dueosde una intensa capacidad

    humana para explorar (Les-

    Crdenas a Ken Cuttler, de Jos Bogrn a Jorge Medina, nacen propuestas nuevas.

    Siguiendo con la ltima

    pregunta, en medio de un

    contexto en el que abunda y se

    facilita la produccin potica,

    cmo ha logrado escribir sus

    novelas? Qu lo mueve, o

    cul es el proceso que lo lleva

    a producir tanta narrativa decalidad?

    ly Castejn), vivir (Luis A. Baires) ygozar la vida (Andrs Morris), quees lo que mejor aprend. Adicional alpensamiento analtico, la sensibilidadsocial, la solidaridad y la fe en la hu-manidad que esa Escuela me inspir.Mi asistencia a otras institucionesuniversitarias posteriores jams secompara a lo vivido en la Escuela Su-perior del Profesorado.

    Aunque es un tema sobreel cual ya se ha deliberado

    antes, segn su criterio, a

    qu se deber la escasez de

    narradores y, particularmente,

    de novelistas en el pas?

    JE: Pues esa era una queja y cli-ch hasta hace diez aos pero yano. Hoy ms bien tenemos un intere-sante rebrote de escritores o, mejor, de

    aspirantes a escritores, incluyendo denovela, tanto mayores como jvenes.Algunos se orientan hacia el xito yla fama, otros a explorar la realidadhondurea y con ello su identidad ysu futuro. En donde considero quefalta un poco ms de trabajo es en elestudio de las tcnicas narrativas, estoes ms lectura de autores del mundo.Pero ya vendr, ya llegar. Lo impor-tante es afirmar que hay novelistas en

    Honduras y que el clan crece: de Galel

    La literatura es algo ms que

    ese encantamiento en que

    nos sumergimos a veces por

    horas: es tambin un milagro

    que nos abre los ojos para

    siempre. Esto lo sabe bien

    Julio Escoto, encantador

    de la palabra y hacedor de

    milagros para re-conocernos

    ms hondureos, ms

    humanos.

    Jos Antonio Funes

    Foto: coleccin privada.

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    JE:Si es as se debe mayormente a ladisciplina y el estudio constantes. Es-tudio en cuanto que hay que ver todolo que local o externo caiga en lasmanos (leo regularmente cuatro idio-mas) y analizarlo; disciplina en cuan-to a dedicar horas y horas a perfeccio-nar una pgina, un drama, un suceso

    narrados. He sido usualmente lentoen producir novela: Rey del albor. Ma-drugada me tom doce aos pues debinvestigar muchos datos. Para descri-bir a un sacerdote en misa, ejemploy a pesar de que fui monaguillo, letodo lo referente a la vestimenta queocupa esa ceremonia y luego visit aun cura amigo para que me extrajerade algn error. A mi novela El gene-

    mingway, por el dominio de la picy de lo que es construir una novela; las obras de los Dumas, padre e hijopor su maestro manejo de las tcnicanarrativas. Pero tambin estn JohDonne, Steinbeck, Scorza, GarcMrquez, Sfocles, Gngora

    De sus vnculos con otrosintelectuales, para usted cule

    han sido los ms importantes y

    perdurables?

    JE:Con Andrs Morris en primer lugar, que me educ en el arte y la crtica; Paul Engle, poeta que me recibien el International Writing Programde la Universidad de Iowa; Jaime Fontana, que fue como un tutor en huma

    nidades, scar Acosta que me ensela sencillez de la nobleza; Gramsci Althusser, que moldearon mi comprensin poltica del universo

    Adems del escritor, hay

    diversos Julios. El crtico

    literario, el editor, el cronista

    de la ciudad de San Pedro Sula,

    el analista poltico. De qu

    manera fueron surgiendo todo

    estos roles y cmo ha sido la

    evolucin de cada uno de ellos?

    JE: Quizs por dos factores: la largedad (cumpl 70) y no haber temido la experiencia humana. Me arriesgucon inteligencia siempre que pudbusqu conocer lo permitido y lo escondido y, sobre todo, nunca dej dpreguntar. Si esas son virtudes, bien

    venidas, pero mayormente las cons

    dero prcticas de vida. Y desde luegque a todo eso debe agregarse un ancho trasfondo de lecturas: no pueddejar de leer los ttulos del pedazo dperidico tirado en la calle, el rtulde la pulpera o los ojos de mis interlocutores. Todo eso, bien aprovechado, sirve para escribir obras de

    variados campos si se sabe ha-cer bien.

    ral Morazn marcha a batallar desdela muertela somet a la radiografa deseis historiadores, y as. Si en algo po-dra yo llegar a ser ejemplo sera enesas dos caractersticas tan necesariaspara un autor: estudio y disciplina.

    Qu libros han servido de

    influencia, al punto de marcarde cierta forma su rumbo y su

    experiencia como escritor?

    JE: Muchos, desde luego, pero llevadoa sealar tres dira que Dafnis y Cloe,de Longo, por su administracin her-mosa y pura del tema del amor; Porquin doblan las campanas, de He-

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    Entre 1977 y 1980, usted

    fungi como director generalde la Editorial Universitaria

    Centroamericana (EDUCA). En

    ese entonces, cules fueron los

    aportes ms significativos a la

    literatura hondurea desde esa

    plataforma?

    JE: Escasos, debo confesar con pudor,pero fue a causa de las circunstancias.Cuando sal de la direccin de EDU-CA dej varios proyectos de autoreshondureos a quienes no pude pu-blicar debido a que me toc la pocaterriblemente contestataria de Cen-troamrica y el momento no estabapara ensalzar a la revolucin sino parahacer la revolucin. De all que el 92%

    de los libros que publiqu,autorizado por el Conse-

    jo Editorial, trat sobre lascondiciones polticas, eco-

    nmicas, culturales, filosficas y so-ciales de la Centroamrica de siemprey del instante. Haba que agitar paraque acabara la matanza de indgenasen Guatemala, para que cayera Somo-za, para que se hiciera la reforma agra-ria en Honduras, para que terminarala represin en El Salvador, para que

    Costa Rica y Panam se solidarizarancon lo que aconteca. A pesar de serun literato, confieso, el huracn socialme impidi dedicar EDUCA a las li-teraturas centroamericanas. Pero fuebien decidido y estuvo bien hecho, ala distancia histrica lo considero as.

    Qu nos tiene preparado para

    el futuro?

    JE:Nuevos proyectos siempre, en loscampos que se permita. Ahora estoycalibrando en mi cerebro el tema delbicentenario de la independencia

    En la obra de Escoto no slo

    est implcito el afn por

    cuestionar y refundar el

    imaginario colectivo del ser

    hondureo, abandonando el

    sentido de la narracin vista

    como espejo de la realidad,

    sino que apunta a rastrear la

    ruta hacia ese aleph donde

    confluyen las experiencias

    personales y el ser colectivo

    del hondureo, a travs de

    los senderos aparentementecontradictorios de la imagi-

    nacin, logrando captar la

    esencia de esa identidad que

    otros intentaron reproducir

    sin xito.

    Mario Gallardo

    (1821-2021), momento que debemoaprovechar los agentes culturales parimpulsar el intelecto nacional, y parlo cual debemos ingeniar ya proyectoque desarrollen el Estado y la empresa privada; sigo apoyando a escritore

    jvenes en SPS, y en lo personal tengo concluidas dos novelas (trabajo d

    once aos), incluso una que es comsaga de Rey del Albor. Madrugad(aunque no continuacin). Y desde luego que tambin peleando poconseguir financiamiento para obrapara la revista IMAGINACIN,parproyectos locales y nacionales. Estoy claro, empero, de que me quedaunos quince aos ms de vida act

    va, teniendo suerte, por lo que mpropongo exprimirlos y extraerles lsavia que potencialmente produzcapara Honduras y para mi obra. Etiempo dir si la lnea ser ms corto larga, aunque en todo caso gozosa

    Julio Escoto en Librera Merln. Foto: coleccin personal.

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    El libro de los operantes*

    De este libro no vers sino unapgina cada da seal el msviejo de los viejos.

    El joven viejo de los operantes tom elvolumen enorme de empastes azulescon hojas ms delgadas que el vuelo deun halcn. Cuando volvi al hogar, lue-go de abandonar los pinares sombrosde las seis de la tarde y las praderasamarillas, abri el libro. De la primerapgina emerga una sola inscripcin:S t sin ilusiones pero tambin sinerrores.

    Cada noche, a la conclusin del traba-jo, tornaba una hoja ms que inevita-blemente estaba en blanco. Aos mstarde decidi escribir sobre aquellaspginas transparentes cada latido de sucorazn, y en los amaneceres rosadoslos murcilagos que retornaban y lasprimeras gaviotas que salan lo encon-traban inclinado sobre el libro gruesode empastes azules.

    Al principio solo seal imperfeccio-nes, defectos. Fue corrigindolos conpersistencia insomne ao tras ao, d-cadas. Y cuando arrib a la ancianidadlo posey el deseo de la fama y revel enel escrito sus modestas ilusiones de serun gran hombre. Despus ya nada de

    aquello le importaba y continu llenan-do las hojas, ahora amarillentas, con ladescripcin del vuelo de las mariposas,la convergencia cclica de un pensa-miento amoroso o con la idea del rayo.

    Cuando la senilidad coloc sobre l sumanto blanco, sus rasgos caligrficos seabran con dibujos temblorosos de flo-res en vuelo y palomas en reposo.

    Un atardecer lleg a la ltima hoja, caya sin fuerzas para volverla. Pero aante el abrazo del ahogo, en el momento final de una lucidez proftica, tuvtiempo para escribir con letra dibujadla siguiente inscripcin: S que las ilusiones son errores.

    La historia terminara ac, dolorosamente, si no fuera porque logr obser

    var que en el segundo preciso en qumora y que por lo tanto no pudescribir una revelacin postrera lacnica le hizo sonrer ante la lumnosidad de lo incorpreo en cuydesvanecimiento penetraba:el libro era l.

    * Del libro Escoto, Julio (2000) Historias de los operantes. San Pedro Sula: Centro Editorial, pp. 47-49.

    Ilustracin: Allan Caicedo.

    Julio Escoto

    Historias de los operantes

    constituye un tributo a la

    imaginacin y a la libertad.

    Dentro de una atmsfera de

    juego, Julio Escoto suelta las

    riendas de la compostura para

    entregar quince deliciosos

    relatos en los que, con la pericia

    del maestro, construye un

    espacio para estos sui generis

    habitantes de La Mosquitia

    que, en su actitud vital, estn en

    consonancia y armona con su

    entorno natural.

    Helen Umaa

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    Verdad tropical,verdad kitschen

    El gnesis en Santa Caribade Julio Escoto

    Pecado es la transgresin de un c-

    digo, desobediencia de una de susprescripciones que compromete en elacto el edificio de lo que se considerarecto o justo. As entendido, pecadono es slo el de las religiones institu-cionalizadas sino el de cualquier feli-gresa apegada a un cdigo que en unmomento hubiera considerado moral(costumbre piadosa, verdad revelada,destino necesario). De un pecado tra-ta la novela de Julio Escoto El gnesis

    en Santa Caribay es el de la seduccinpor la sensualidad. al seduccin no esun crimen pues no hay en ello falta alas leyes, sino propiamente al credo demuchas iglesias y a los modos auste-ros de entender la cultura, sobre todola alta cultura. De acuerdo con los an-tiguos principios, lo que debe primaren el cultivo de las ciencias y las arteses la bsqueda del conocimiento, msque la del placer; el desinters y el juicio

    equilibrado, ms que el sentimentalis-mo y el caos pasional. Las desviacionesde estas normas (del todo comunes enlos productos culturales de las socieda-des actuales) son consideradas formasmenores o sucedneas de la actividadcreativa e intelectual y atribuidas a losgustos de las masas incultas, aunque encasos como este constituyen un gestodeliberado que burla la severidad deciertos estilos culturales. La novela de

    Julio Escoto, asumiendo el resquebra-jamiento del paradigma tradicional, seentrega a una doble sensualidad: la delkitsch y la del trpico (aunque tal vezambas cosas sean lo mismo). Su obraes la del disfrute de ese lenguaje neoba-rroco, propio del realismo maravilloso,capaz de fagocitar inagotables mundos

    imaginarios, y es tambin la

    seduccin por la rotunda pasin sexualgeneralmente atribuida a los trpicosque, como sostiene la novela, podraser uno de los rasgos ms profundos

    de su identidad y su impulso vital. Eneste sentido, la novela es un pecado yuna provocacin. Un entender la lite-ratura como disfrute, que confronta laseriedad del arte difcil y del torturadorealismo, y un celebrar la pasin libidi-nal tropical como aquello que le falta almundo.

    Puede aceptarse que una diferencia cul-tural escinde el planeta en dos, siguien-

    do la lnea de los trpicos. En uno desus rincones se alberga el Caribe quees una regin geogrfica (un mar queabraza a un archipilago que subsisteen condicin poscolonial) pero del quesobre todo se ha dicho que es arrecifede sueos. Escollos y cordilleras semi-sumergidas poblados por ubicuos habi-tantes que han alentado el vuelo de un

    imaginario desarrendado, especialmen

    te en la literatura. Imaginario del desoden y la autodestruccin, pero tambidel amor. La novela de Julio Escoto eentrega feliz a una de sus islas: SantCariba. Una isla imposible, construiden el mismo acto de contarla y que viene a ser ms bien la proyeccin de uportentoso deseo de fecundidad y alegra: La costa se encenda con brillofatuos nos dice la novela cuandlas mantarayas anidaban en la playa y

    viento oreaba a los cocoteros espumando la savia de sus frutos, que colgabade los penachos como grgolas de amo[] (10).

    Las metforas convocan el paisaje en disfrute sensorial que provoca su dinamismo y su sustancia interior. La isles un juego de reflejos (brillos fatuosespejos rotos [10]), un concierto druidos (bostezos de pelcanos, ron

    quidos de peces [10]) y especialmentes refluir de sustancias (cocoteros quespuman savia en grgolas de amorluz de medioda que es esperma dmercurio [10]).

    Como corresponde a una ilusin, toden la isla est modelado por el sentmiento: sus farallones dice el enigmtico narrador (a quien se atribuye lenguaje de la novela) eran redondo

    y con paisajes tan lbricos que slo provocaban echarse a la hamaca para haceel amor o meditar, mientras las olas nresultaban inocentes sino que cantabamelopeas en las alongadas playas (40La situacin es tan idlica que algunoextranjeros que llegaban se echaban dormir y se despertaban ancianos. Lopropios caribanos vivan en tal armon

    Hctor M. Leyva*

    Caratula de El gnesis en Santa Cariba, (2006).

    * Escritor e investigador hondureo. Es doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Complutense de Madrid y profesor literatura en la UNAH.

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    ba Salvador Lejano] pero se escriba,pintaba, tallaba y musicaba con ape-tito sensual. El varn [deca], era m-quina de poblar []. Codiciaba mus-los, brazos y nalgas no por estticassino por anunciar fuerza, y las mamasque ellas traan enclavijadas al costi-llar eran, en la ms pura concienciaanimal, bastimento para la tribu, se-

    guridad alimentaria. No nos equivo-cramos, al fondo de la reproduccinno quedaba sitio para poesas, nosamasbamos de la ms cruda exigen-

    cia [] (193).

    Descubierto el reclamo ms ntimo desu ser por este lcido lder, los caribanosobtendrn la independencia y lo entro-nizarn en el poder, aunque con l y conlos infaltables enemigos surgirn nuevos

    peligros que debern volver a ser enfren-tados. Su verdad esencial, sin embargo,se les ha hecho perfectamente clara y esaser su principal esperanza. La idea deque la sensualidad del trpico es cierta yde que podra abrazarse como una ver-dad (o de que debera alimentar comosi lo fuera nuestros sueos), la comparteesta novela con otras corrientes del tro-picalismo latinoamericano (si bien nocon la hipersexualizacin de que hace

    gala la novela de Escoto). Vasos comu-nicantes la unen con el realismo mara-villoso de Carpentier (en la palabra queno solo representa sino que disfruta elobjeto de su deseo), tanto como con laclida msica del calipso o de la bossanova(que no aspiran solo a la melodasino a la flexin sentimental). Hay lamisma invitacin a encontrarse y auto-complacerse en este espejismo afectuosode la propia identidad. Sergio Ramrez,

    compaero de generacin y centroa-mericano como Julio Escoto, escribaque el neobarroco que puso en bogaCarpentier vino a convertirse en la vozencontrada del continente latinoameri-cano (s.p.), el lenguaje ms apropiadoa su juicio para esta tierra de la exa-geracin, la voluptuosidad y la msica.

    Sergio Ramrez, siendo de lacosta del Pacfico, se da cuen-ta de que aquellas caractersti-

    cas han sido generalmente atribuidas alCaribe, pero sintindolas como propiasy de su obra narrativa, no duda en atri-buirlas al continente por entero. El Ca-ribe dice somos todos: todos quie-nes habitamos islas, meandros y la tierrafirme, montes y llanuras que rodean estemare nostrumde la imaginacin (s.p.).

    Un libro de Caetano Veloso tituladoVerdad tropical (por analoga con lavereda tropical de la cancin) vienea coincidir con los planteamientos deEscoto. Es un libro de memorias en elque el cantautor, reflexionando sobrelas contribuciones de la msica bra-silea de su generacin, concluye queesta haba participado con otras ma-nifestaciones artsticas del planeta enun gran movimiento que ha llevado lallama civilizatoria de las reas calientesa las regiones del fro hemisferio norte(citado por Sovik 5-6). Caetano Velosohabla de una sutil pero crucial (citadopor Sovik 6) contribucin de la msicade su pas, dos adjetivos que calificanapropiadamente el delicado arreglo yla hondura sentimental de sus propiascomposiciones, que l considera que

    han tenido algo importante que decan en la confusa era de la globalizacin

    No puede dejar de decirse, sin embargque estas corrientes tropicalistas, quhan sido tan ampliamente celebradahan sido tambin duramente criticadaespecialmente en los ltimos tiempo

    en que se han llegado a considerar comuna rendicin a fciles idealizacioneUna vez dejado atrs su momento orginal, se ha considerado que los lenguajes y los estilos del tropicalismo shan convertido en estereotipos y se hacanonizado. Si en un principio supusieron la emergencia de estructuras dsentimiento contraculturales, asociadaa movimientos polticos emancipatorios, ahora sus crticos consideran quno slo han perdido su poder de sub

    versin sino que se han integrado lenguaje del poder y del mercado cominofensivos lugares comunes que mocultan que revelan los trpicos.

    Liv Sovik dice, por ejemplo del tropicalismo musical brasileo, que ha dejadde hallarse asociado a los movimientode izquierda para convertirse en el discurso estable de la identidad brasiley en una frmula de xito en el mercado global de la cultura (1-7). Esto ocurre en detrimento de otras formas dexpresin de la diversidad y alteridamusicales y polticas del pas (Sovik 1Michael Dash, refirindose a las formaliterarias del tropicalismo caribeistlas ha acusado de perpetuar la visicolonizadora del continente, visisiempre proclive a dejarse llevar pouna ensoacin que disfraza las realdades locales y que tiende a presentarlos habitantes de la regin ya sea comsalvajes violentos y libidinales, o combuenos salvajes, msticos y libres (26Ernest Pepin llega ms lejos al decir quesa literatura que mitifica al Caribe, apresentarlo con aguas azules, arenadoradas, aves cantarinas, vegetacilujuriosa y con la gracia fsica de lamujeres criollas, viene a ser una mara

    villa fcil basada en la ilusin de un ino

    La novela de Julio Escoto,

    asumiendo el resquebrajamiento

    del paradigma tradicional, se

    entrega a una doble sensualidad: la

    del kitschy la del trpico (aunque

    tal vez ambas cosas sean lo mismo).

    Su obra es la del disfrute de ese

    lenguaje neobarroco, propio del

    realismo maravilloso, capaz de

    fagocitar inagotables mundos

    imaginarios, y es tambin la

    seduccin por la rotunda pasin

    sexual generalmente atribuida a

    los trpicos que, como sostiene la

    novela, podra ser uno de los rasgos

    ms profundos de su identidad y su

    impulso vital.

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    cente paraso (2). A lo que aade queen su exceso, este exotismo anula todaposibilidad de referirse a la naturalezao a la realidad e incluso toda posibi-lidad de sentido. A su juicio, lo nicoque queda de estas formas de expresinliteraria es el vaco de un escenario deisla de fantasa acariciado por una brisacon aroma a vainilla (2). Aunque talescrticas encierran verdades que no pue-den dejar de tenerse en cuenta, la nove-la de Escoto parece aferrarse a la suyacon deliberada conciencia del gesto.No cabe duda que hay una entrega a laidealizacin y a los juegos de degusta-cin del lenguaje, que es rendicin de

    beligerancias, y que hay tambin unhalago de lo placentero, que es compro-metida aproximacin a los productosms triviales de la cultura y el mercado.Pero en esas crticas parecen advertirsetambin los resabios de un viejo mora-lismo, que ahora como antes reclama ala literatura extrema seriedad y lucidez,sangre, sudor y lgrimas; sufrimiento ydolor como pruebas de la verdad. A finde cuentas podra ser el antiguo y re-

    calcitrante reclamo del realismo, ahoraentendido mejor como hiperrealismo.al vez se piensa que los escritores es-tn en la obligacin de presentarnos lamisma realidad que la prensa grfica ytelevisiva, o tal vez otras realidades in-cluso ms duras gracias a un estilo y aunos sentimientos ms desgarrados.Santa Cariba, sin embargo, parece me-nos interesada en esas realidades que enlos sueos, y ms quizs en las verdadesdel corazn que en las verdades verda-deras.

    La novela se desmarca de la esttica queentiende la obra de arte como obra de

    conocimiento o de edificacin moral.No quiere elevar a la mente una imagenque representara fielmente la realidad oque inculcara un valor normativo (delo bueno, o de lo justo). En cambio seentrega y quiere invitar a entregarse aun lance pasional. Quiere unirse y queel lector se una a la sensualidad tropicalcomo disfrute pleno de un algo que sino es verdad (si acaso lo inventa el es-critor o lo ha inventado la gente) es algo

    que se desea y que bien pudiera ser. Euna verdad que contradice los hbitodel pensamiento eurocntrico y la alt(aunque estrecha) cultura, en aras quzs de otra racionalidad y otros estilode vida ms bien sentimentales. El gesto cruel del escritor, como sacerdote dla erudicin y del lenguaje, que sacrificla realidad a los sueos, se justifica aen esta esttica kitschque da la espalda los valores puritanos del humanismpara reivindicar los ms terrenales tambin humanos de la benevolencia la amabilidad. No cabe duda que Santa Cariba sin desdecir del anticolonialismo (como aspiracin poltica tpic

    del humanismo moderno, con el cupodra confluir la aventura de esa islque libra batallas antiimperialistas anti hegemnicas), lo sorprende en ngulo inesperado de haber encerraduna represin del goce. La seriedad y lseveridad de la accin poltica anticolonialista, se truecan aqu por hu-mor y disfrute regocijados, com-prometiendo ciertamente dichaaccin (acaso empantanndola

    Acrlico sobre lienzo, David Saintus.

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    en cierta forma de cinismo), pero invi-tando a redescubrir y reapropiarse de

    vetas que quizs tuvieran tambin unpotencial emancipatorio.Las observaciones de Ludwig Giesz so-bre la fenomenologa del kitschaportanelementos para comprender la expe-

    riencia esttica que propone la novela.Lo importante en este arte dice espoder baarse, desahogarse en una dis-posicin de nimo agradable, homo-gnea (52). Lo kitsch es lo cursi perono porque sea necesariamente feo opasado de moda, sino por su enganchesentimental, por la facilidad con queconmueve o con que instala al artista yal espectador en el disfrute. En el artekitschel sujeto se funde con el objeto,el artista o el espectador se unen con laemocin o el placer que suscita la obra;se relajan las serias actitudes y las seve-ras distancias del arte clsico; el sujetoabandona su imparcialidad, el juicio serinde al sentimiento; y el espritu clau-dica su libertad: no quiere ms conocersino sentir. No se trata de una actividaddel conocimiento o de una accin mo-ral, sino del acto ms crudamente ma-terial de satisfacer una necesidad emo-tiva, y en esto se haya ms prximo alconsumo de una mercanca cualquieraque a la contemplacin desinteresadade la belleza o de la verdad (ver Giesz52-72).

    El kitsches pecaminoso, tanto por su in-vitacin al placer como por su implcitonihilismo que condena al descrdito losantiguos caminos del arte, la ciencia yla filosofa, que se consideraba debanser tortuosos y speros para conducira algo bueno. Ms frvolo o quizs msemotivo e inmediatista, el kitschquierepara ahora y en la mayor cantidad po-sible aquello que pueda dar felicidad.Desconfa de lo puramente intelectualcomo de los reclamos moralistas y des-cree de toda forma de trascendencia (o

    se resigna a la idea de que noexiste). Efectivamente la no-

    vela de Julio Escoto sacrificael Caribe real para lograr una

    obra de arte seductora y acariciadora.El dilema moral que convoca, sin em-bargo, no es ajeno a la experiencia es-ttica universal que desde antiguo se hadicho que encuentra valores de bellezaen el sufrimiento humano. San Agus-tn (pensando quizs en las tragediasgriegas) hablaba de esta inclinacinintelectual como de una abominableenfermedad por ser capaz de hallarplacer emocional en el dolor (ver Giesz80). Numerosos pasajes de la novelapodran citarse para hacerla ver comouna piedra de sacrificios en la que lasangre de los caribanos, derramada ensus luchas por la libertad, es convertidaen gemas preciosas de expresin ver-bal. As, por ejemplo, despus de unamatanza que acaba con una revuelta, lasangre de los cados se filtra por los re-sumideros de la plaza hacia los tnelessubterrneos por donde huyen algunosprotagonistas, quienes al verla gotear semaravillan pues les parecen destellosmaterializados de luz solar:

    Sangre, haba sangre por todas partes.Sangre pronta a cuajarse como lcteo

    vital. Sangre que empezaba a oxidarsecon delgado esplendor mate y prose-gua derramndose a impulsos, comodescompensada de un hgado gigante,sangre de linfocitos arctiles en cami-no a pudrirse y fraguar la plasta, torta

    o delirio de moscas y canes, sangre dpresencia inesperada, estera de flogisto y estupefaccin, sangre desconocida y annima, curtida, vertidincombustible sangre que cristalizabal sol. anta era la sangre all expuestque deba provenir de un mrtir cclpeo o de una legin de soadore

    (123-124)

    erribles son tambin los pasajes dtormentos que los poderosos infligen

    los rebeldes caribanos. A Crista Melndez, los britnicos la cuelgan en un cadalso con trampa y su vida se escapa eun instante narrado con lujo de detalle(un temblor agnico indic habersdesalineado la traquea y los msculos deltoides se contrajeron dos veceen persecucin de un oxgeno escaso[80]). El cuerpo de la lideresa, aade novela, qued tan rgidamente izadque semejaba dedo irascible claman

    do al cielo (80). A Chepito Mart (encarnacin dudosa del independentistcubano), lo queman a fuego rpidosobre un tablado de ciprs y su cuerpdespide un humo dulzn comparabsegn el narrador al de la grasa de pollo, la chicharra de lechn o el aire dpato quemado (209). A Salvador Lejano, cautivo en el despuntar de la revueta, sus torturadores lo sientan en unsilla de patas imperiales y lo golpea

    Foto: Diario La Prensa

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    de todas las formas imaginables perolas marcas de violencia en su cuerpo co-bran las formas de una rara belleza, as:mostraba el ojo como carbunclo, de unrub encendido por la serosidad nuevadel tejido celular (247).

    Algunas de las torturas son psicolgicas

    pero igualmente perversas y as conver-tidas en motivo de juego neobarrocoen la novela, como las que aplican a unestilista homosexual, a quien en lugarde arrancarle las uas se las pintan consimpticos motivos (corazoncitos sal-monados, culebritas vibrtiles, araitascoquetas [249]) y lo mismo hacen consu cuerpo que en lugar de golpearlo loempolvan y perfuman, e incluso le pin-tan tatuajes (por ejemplo claveles detmpera en la nalga y las mejillas [249])aunque al final todo esto termina conun balazo mortal. Debe observarse quela transformacin de la realidad en ob-

    jeto esttico est visiblemente tamiza-da por la irona. La trivializacin de lonarrado convoca la seriedad y el juiciomoral ausentes. Esto comunica la sen-sacin de una mala conciencia (la con-ciencia del pecado), pero tambin poneen suspenso el propio discurso narra-tivo que asume su condicin ficticia ofalsaria. De este modo, en el entrelinea-do de la novela puede apreciarse el fon-do de la esttica convencional (justa ybuena) de la que la obra se aparta. As,por ejemplo, cuando narra el procesode degradacin moral a que arrastra lacolonizacin britnica, lo que resalta esla celebracin de los pormenores de lacorrupcin y el vicio que se extiendenentre los caribanos, aunque tras ellopueda presumirse un lamento. Vaseel caso de la descripcin de la casa deplacer reconocida por el nombre de Ca-tedral Citroen:

    [] de la primigenia galera techadacon palma y horcones creci y ampliluego su variedad coreogrfica: cham-panes al inicio, aguardiente, chichas ymarihuana al final; cantoras alsacia-nas y castrati de Italia, o pberes deViena que viajaban para deleitarnos, a

    sifilticas y transitadas garotas y ano-rxicas de Pars encampanadas con

    vistosos revuelos o peladitas comovenidas al mundo. Exuberantes teto-nas de Marsella, sudanesas de cuello

    jirfico, nalgudas garfunas, carnosasballetistas zutuhles, gitanas de Ham-burgo, cmicos de la legua y los msbellos travesti de la humanidad desfi-

    laron por un escenario que al comien-zo era un tablado de pino embreadocon cola de buey pero que despus fueun inmenso auditorio sembrado conbambalinas, candilejas y fresneles,dotado con cmaras de nieve, humo

    curiosos aspectos y acentos transitaban vestidos en bermudas o frac pasando la larga noche del trpico euna orga sin tiempo. (56)

    En el trasfondo de pasajes como estpodra haber una cierta nostalgia por placer natural que con la colonizacise habra corrompido. Clara alusin la transformacin de las islas del Carbe en industrias del placer cosmopolitque trajo el siglo XX. Narracin entonces del avatar de un apetito que intervenido por fuerzas y presencias exgenase desarraiga de su matriz original, sartificializa y se multiplica en las formams diversas al mismo tiempo que s

    vaca de humanidad y se degrada, comexpresin de un alma quizs igualmente insaciable pero ahora extraviada torturada. Las notas de frivolidad grotesco hedonismo, sin embargo, nconsiguen aplacar la rutilante fuentde energa que emana del amor. Menoque una delectacin solipsista, la noveparece ms bien confesar un acto de fLa escritura ama sus objetos como lopersonajes se aman entre s, sabindosficticios pero querindose verdaderoEs el amor subido de tono de las representaciones que solemos llamar cursi

    que son falsas y se quieren ciertas.

    Como se destaca en la resea de la contraportada, la novela est plagada damores: la pintora adolescente desfallece de amor por el viril rebelde SalvadoLejano; dos apasionados homosexualese aman bajo una montaa justo en momento en que sta se derrumba; ufervoroso sacerdote cae en el pecado dperder su virginidad en brazos de un

    hembra descomunal, para terminar horriblemente torturado por los remordimientos; etc. El encuentro de SelvMadura, el personaje ms plenamentsexual, con el cura Casto Medelln, podra pasar por un tpico, acalorado demorado captulo de novela erticSiendo ambos vrgenes en esemomento el roce de sus cuerposdesata energas insospechadaspara ellos: Lo peor vendra

    No cabe duda que hay una

    entrega a la idealizacin y alos juegos de degustacin del

    lenguaje, que es rendicin de

    beligerancias, y que hay tambin

    un halago de lo placentero, que

    es comprometida aproximacin

    a los productos ms triviales de

    la cultura y el mercado. Pero en

    esas crticas parecen advertirse

    tambin los resabios de un viejo

    moralismo, que ahora como

    antes reclama a la literatura

    extrema seriedad y lucidez,

    sangre, sudor y lgrimas;

    sufrimiento y dolor como

    pruebas de la verdad.

    y vapor, flanqueado por bares de lico-res exticos, pianos, orquestas, salas,combos, tragamonedas y el cubcu-lo estrecho del mortuario, donde losquebrados por la ruleta se aplicaban elpistolazo fatal. Los meseros recorranen patines de madera el estruendocacofnico de la multitud depositan-do las rdenes y recogiendo a puosla propina mientras en las terrazas elespectculo de la baha encendida confarolas de yates y cruceros del mundodaba la sensacin de contemplar a laurbe de la prosperidad. Gentes con

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    luego, lo que ni sus fantasas ms tier-nas podan inventar y era el voltaicochispeado de los labios, roce de comi-suras que para lo nico que serva erapara apetencia de ms [] (24).

    Enamorada intilmente de SalvadorLejano, Alfonsina Mucha (encarnacin

    adolescente de Alfonsina Storni) va asoar y a delirar por su amado hastaterminar en el fondo del mar, muerta deamor. Loca por pintar, pintar tambinel rostro de Salvador Lejano en las pare-des de Santa Cariba, pero sobre todo seentregar a ensueos del todo literariosen los que se ver a s misma recibiendoa su combatiente como las damas de loscastillos a sus seores en las novelas decaballera:

    Y entonces ella vendra y le tirara deldormn mientras l roncaba agotado,y le extraera las botas de cuero conpezua de peltre y espuela de plata, ylos guanteletes con resina de cauchoy arenilla de sudor, los cinturones tri-ples con gotas de mercurio y amaran-to y oro, los escapularios santos y elsuspensor hmedo para dejarle al airelas bolas reproductivas donde se le re-clua la sntesis ltima del valor, aquel

    espcimen heroico de la raza tendidoall sobre el jergn cual amapola de-secada, girasol desorientado mientrasella le sobaba y repasaba grasa de dan-to y untos de cloroformo, restitua laspartes y apujaba las hernias deformes,regaba el hervor de su saliva desespe-rada aqu y acull y all y de a poco el

    retoo despertaba (241).

    Selva Madura, la campeona sexual de lanovela, tiene tan cautivadores encantosque segn el narrador slo requeralevantar los brazos, bostezar, abrir laspiernas, nicamente respirar para queel planeta extraviara el rumbo aten-to al desplazamiento de sus deliciosasmolculas (120). Desgraciadamente el

    verdadero amor, aquel de un hombredispuesto a compartir su vidacon ella, le ser negado, has-ta que ya sea muy tarde y ella

    se vuelva enormemente gorda. Uno delos momentos culminantes de la novela,sin embargo, ser cuando ella se percateque tampoco Salvador Lejano, a quienacaba de tener entre sus brazos, querrcasarse con ella.

    En el jardn un ebrio flautaba un tur-bio minueto y las notas espumabany se perdan en la avenida lquida dela mar. El globo de la luna se alzabaal fondo de la retina rizando el agua,cercado por un abejeo de estrellas.All, recostada en el alfizar, engruda-dos sus muslos con la savia bendecidade Lejano, que daba a sus piernas unbarniz de salmn, Selva Madura reca-pacit sobre lo oblicuo de la felicidad.

    (334).

    La escena es aqu de un exotismo utpi-co y ucrnico. El amor que resplandecese halla exagerado o sobredorado por ellenguaje y los escenarios irreales. Comose deca al principio parece ms la pro-yeccin de un portentoso deseo o de unsueo que una cosa cierta. Como en elartekitsch, mucho es el oropel y muchala desconfianza con respecto a los sen-timientos genuinos. Podra pensarse lanovela por entero como un juego fr-

    volo en el que el lenguaje maestro delneobarroco fagocitara el Caribe paraentregarlo en despojos, pero esto tal vezsera del todo injusto con respecto a esaconfesin sentimental que tambin pa-rece albergar la novela. El amor en ellaes algo en lo que se quisiera creer, y stesera el resultado de ese raro encuen-tro (que no va a conocer Selva Madu-ra) de la pasin carnal con la atraccinespiritual. Amor romntico en el ms

    cursi estilo, si bien aqu hiperestsico ehipersexual. El disfrute de los placeresmateriales y carnales, lo mismo que delos sentimientos ms exaltados del almaes algo que debera ser cierto aunque yanada pueda darse por seguro con inge-nuidad. La novela pareciera concederseuna autoindulgencia, la de permitirsecreer, si bien rindose, que el amor es su

    verdad o al menos una verdad necesariapara los trpicos y para todos.

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