Boletin Dominical - 3 de Junio
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En el Antiguo Testamento Pentecostés era
la fiesta que ocurría cincuenta días después
de la Pascua. La fiesta de Pascua celebraba
el éxodo de los israelitas de la cautividad
de Egipto, y entonces Pentecostés celebraba
en don de Dios de los diez mandamientos a
Moisés en el Monte Sinaí.
En la nueva alianza del Mesías, el evento
pascual adquiere un nuevo significado
como los es la celebración de la crucifixión
y resurrección de Cristo, el “éxodo” del
hombre de este mundo pecaminoso hacia el
Reino de Dios. Así como también en el
Nuevo Testamento, la fiesta pentecostal es
completada y renovada con la llegada de la
“nueva ley.” El descendimiento del
Espíritu Santo sobre los apóstoles de Cristo.
“Y cuando llego el día de Pentecostés,
estaban todos juntos en un mismo lugar. Y de repente vino un estruendo del cielo como de
un viento vehemente que venía con ímpetu, el cual hinchió toda la casa donde estaban
sentados. Y les aparecieron lenguas repartidas como de fuego, y se asentó sobre cada uno
de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo… (Hechos 2:1-4)”
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El Espíritu Santo que Cristo había prometido a sus discípulos vino en el día de Pentecostés
(Juan 14:26, 15:26; Lucas 24:49; Hechos 1:5). Los apóstoles recibieron “el poder de lo alto,” y
comenzaron a predicar y dar testimonio de Jesús como el Cristo resucitado, el Rey y Señor.
Este momento ha sido llamado tradicionalmente el natalicio de la Iglesia.
En los servicios litúrgicos de la fiesta de Pentecostés, la llegada del Espíritu Santo es
celebrada junto con la plena revelación de la santísima Trinidad: Padre, Hijo, y Espíritu
Santo. La plenitud de la Deidad es
manifestada con la llegada del
Espíritu al hombre, y los himnos de la
Iglesia celebran esta manifestación
como el acto final de la auto-
revelación y auto-donación de Dios al
mundo que Él creó. Es por eso que en
la tradición ortodoxa el Domingo de
Pentecostés también es llamado del
Día de la Trinidad. Usualmente en
éste día el icono de la Santísima
Trinidad – particularmente aquel de
las tres figuras angélicas que
aparecieron a Abraham, el
antepasado de la de la fe cristiana – es
colocado en el centro de la iglesia.
Éste icono es usado junto con el tradicional icono de pentecostés que muestra las lenguas
de fuego suspendidas sobre María y los Doce Apóstoles, el prototipo original de la Iglesia,
quienes están sentados unánimes circunvalando la imagen simbólica del “cosmos,” el
mundo.
En Pentecostés tenemos el cumplimiento final de la misión de Jesucristo y el primer
comienzo de la era mesiánica del Reino de Dios místicamente presente en este mundo en la
Iglesia del Mesías. Por está razón el quincuagésimo día representa el comienzo de la era
que va más allá de las limitaciones de éste mundo, cincuenta es aquel número que
representa el eterno y celestial cumplimiento en la piedad mística Judía y Cristiana: siete
veces siete, más uno. Es por eso que, Pentecostés es llamado un día apocalíptico, que
significa el día de la revelación final. Es también llamado un día escatológico, que significa
el día del definitivo y perfecto fin (en griego escaton significa fin). Porque cuando el Mesías
viene y el Día del Señor está a la mano, los “últimos días” son inaugurados, en los que
“Dios declara: derramaré mi Espíritu sobre toda carne.” Está es la antigua profecía a la que
el Apóstol Pedro se refiere en el primer sermón a la Iglesia Cristiana predicado en el primer
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Domingo de Pentecostés (Hechos 2:17; Joel 2:28-32). Cabe mencionar nuevamente que la
fiesta de Pentecostés nos es simplemente una celebración de un evento que aconteció siglos
atrás. Es una celebración de lo que nos debe pasar y nos pasa en la Iglesia en estos días.
Todos nosotros hemos muerto y resucitado con el Mesías y Rey, y todos nosotros también
hemos recibido su Santísimo Espíritu. Somos “templos del Espíritu Santo.” El Espíritu de
Dios habita en nosotros (Romanos 8; I Corintios 2-3, II Corintios 3; Gálatas 5, Efesios 2-3).
Nosotros, a través de nuestra membresía en la
Iglesia, hemos recibido “el sello y el don del Espíritu
Santo” en el sacramento de la crismación.
Pentecostés ha acontecido en nosotros.
La Divina Liturgia de Pentecostés nos recuerda
nuestro bautismo en Cristo con el verso de la
Epístola a los Gálatas que remplaza al himno
Trisagio. Versos especiales de los salmos también
remplazan a los salmos antifonales usuales de la
liturgia. Las lecturas de la epístola y el evangelio
hablan del Espírito viniendo a los hombres. El
Contaquio canta acerca de la reversión de Babilonia
cuando Dios une a las naciones en la unanimidad de
su Espíritu. El tropario proclama la reunión del
universo entero en la red de Dios a través de las
obras de los inspirados apóstoles. Los himnos Rey
celestial y Hemos visto la verdadera luz son cantados
por vez primera desde la Pascua, llamando al
Espíritu Santo a “venir a habitar en nosotros”, y
proclamando que “hemos recibido el espíritu
celestial.” La iglesia es decorada con flores y plantas
verdes para mostrar que el divino aliento de Dios
viene a renovar toda la creación como “Espíritu
vivificador.” En Hebreo la palabra para Espíritu,
aliento y viento es la misma palabra, ruah.
Las Vísperas Mayores de la tarde de Pentecostés se
caracterizan por contener tres oraciones largas en las que los fieles se arrodillan por vez
primera desde Pascua. El lunes después de Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo en el
Iglesia Ortodoxa, y el Domingo después de Pentecostés se celebra la fiesta de Todos los
Santos. Ésta es la lógica secuencia litúrgica ya que la venida del Espíritu Santo es
completada en los hombres al hacerse santos, y éste es precisamente el objetivo de la
Bendito eres, Cristo Dios
nuestro, que has revelado a los
pescadores como sabios,
enviando sobre ellos al
Espíritu Santo, y por ellos has
pescado a todo el mundo Tú
que amas a los hombres,
gloria a Ti. (Tropario)
Cuando descendió el Altísimo,
confundió las lenguas,
dividiendo a las naciones;
pero cuando distribuyó las
lenguas de fuego llamó a
todos a la unidad, por eso
todos al unísono glorificamos
al Espíritu Santísimo.
(Contaquio)
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creación y la salvación del mundo. “Así dice el Señor: Santifíquense y sean santos, porque
Yo vuestro Dios soy santo.” (Levítico 11:44-45, I Pedro 1:15-16)
Después del Salmo 103, se canta Bienaventurado el varón….
A Señor, a Ti he clamado…, 10 estiquios: 4 idiomelos, en el Tono 1:
Celebremos Pentecostés, la llegada del Espíritu, el cumplimiento de la
promesa, la realización de la esperanza, el misterio que es tan grande como
honorable; es por eso que te clamamos:¡Oh Señor, Creador de todo, gloria a Ti!
Dos veces
Tú oh Cristo, renovaste a tus discípulos con lenguas extranjeras, para que te
proclamaran a Ti Verbo inmortal y Dios, que das a nuestras almas la gran
misericordia.
El Espíritu Santo lo otorga todo: inspiró profecías, ordeno sacerdotes, enseño
sabiduría a los iletrados y mostro a los pescadores como teólogos; y reunió a
todo el concilio de la Iglesia. Oh Consolador, que eres consubstancial con el
Padre y con el Hijo, gloria a Ti.
Y 6 Idiomelos en el Tono 2:
Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido el Espíritu celestial, hemos
encontrado la verdadera Fe, adorando a la Trinidad indivisible, porque nos ha
salvado. Dos veces
Oh Salvador nuestro, a través de los profetas anunciaste el camino de la
salvación; y través de los apóstoles has hecho brillar la gracia de Tu Espíritu. Tú
eres Dios en el principio, Tú eres también después de todo, porque por siempre
eres nuestro Dios.
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En tus atrios te canto, Salvador del mundo; y doblando mis rodillas adoro Tu
invencible poder. Por la tarde, en la mañana, a mediodía, y a todo tiempo, te
bendigo, oh Señor.
Doblando las rodillas de nuestras almas y cuerpos en tus atrios, Oh Señor,
nosotros los fieles, te cantamos a Ti, el Padre sin origen, el Hijo igualmente sin
principio, y el Santísimo Espíritu quien es igualmente eterno, que iluminas y
santificas nuestras almas.
Cantemos a la Trinidad consubstancial – al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo;
porque así lo proclamaron los profetas, los apóstoles y los mártires.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, Ahora y siempre, y por los siglos de
los siglos. Amén
Composición del Emperador Leo el Sabio, en el Tono 8:
enid, pueblos, y adoremos a la única Deidad en tres personas – el Hijo en el
Padre, con el Espíritu Santo; porque el Padre engendro al Hijo fuera del
tiempo, coeterno y correinante, y el Espíritu Santo fue glorificado con el Hijo
en el Padre: una sola potencia, una sola esencia, una sola Deidad. Y al adorarle
digamos: Santo Dios que has brindado todas las cosas a través de Tu Hijo con la
cooperación del Espíritu Santo. Santo Fuerte, a través de quien hemos conocido al
Padre, y por quien el Espíritu Santo ha venido al Mundo, Santo Inmortal, Espíritu
consolador, que procedes del Padre y reposas en el hijo, Oh Santísima Trinidad,
gloria a Ti.
La Entrada, el Proquímeno del día y las Tres lecturas.
ntonces el Señor dijo a Moisés: Júntame setenta varones de los ancianos
de Israel, que tú sabes que son ancianos del pueblo, y sus príncipes: y
tráelos a la puerta del tabernáculo del testimonio, y esperen allí contigo.
Y yo descenderé, y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en
ti, y pondré en ellos, y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo.
Y salió Moisés, y dijo al pueblo las palabras de Señor: y juntó los setenta varones de
los ancianos del pueblo, y los hizo estar al rededor del tabernáculo. Entonces el
Señor descendió en la nube, y le habló: y tomó del espíritu que estaba en él, y puso
en los setenta varones ancianos, y fue, que reposando en ellos el espíritu
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profetizaron, y no añadieron. Y habían quedado en el campo dos varones: uno se
llamaba Eldad, y el otro Medad, sobre los cuales también reposó el espíritu: estos
estaban entre los escritos, mas no habían salido al tabernáculo, y profetizaron en el
campo. Y corrió un mozo, y dio aviso a Moisés, y dijo: Eldad y Medad profetizan en
el campo. Entonces respondió Josué, hijo de Nun, ministro de Moisés, de sus
mancebos, y dijo: Señor mío Moisés, impídelos. Y Moisés le respondió: ¿Tienes tú
celos por mí? Mas ¡quién diese que todo el pueblo del Señor fuesen profetas, que el
Señor diese su Espíritu sobre ellos!
dijo el Señor: “Ustedes también hijos de Sión, alégrense y regocíjense en
el Señor su Dios; porque les dará enseñador de justicia; y hará descender
sobre ustedes lluvia temprana y tardía como al principio. Y las eras se
henchirán de trigo; y los lagares rebosarán de vino y aceite. Y serán
restituidos los años que comió la oruga, la langosta, el pulgón, el revoltón, mi
grande ejército que envié contra ustedes. Y comerán hasta hartarse; y alabarán el
nombre del Señor su Dios, el cual hizo maravillas con ustedes; y mi pueblo no será
para siempre avergonzado. Y conocerán que en medio de Israel estoy yo, y que yo
soy del Señor su Dios, y no hay otro; y mi pueblo no será para siempre
avergonzado. Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y
profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros viejos soñarán sueños, y
vuestros mancebos verán visiones. Y aun también sobre los siervos, y sobre las
siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la
tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se tornará en tinieblas, y la luna
en sangre, antes que venga el día grande y espantoso del Señor. Y será que
cualquiera que invocare el nombre del Señor, escapará; porque en el monte de Sión,
y en Jerusalén, habrá salvación, como el Señor ha dicho, y en los que habrán
quedado, a los cuales el Señor habrá llamado.”
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dijo el Señor: “Yo los tomaré de las gentes, y los juntaré de todas las
tierras, y los traeré a su tierra. Y esparciré sobre ustedes agua limpia, y
seréis limpiados de todas sus inmundicias, y de todos sus ídolos los
limpiaré. Y les daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de
ustedes; y quitaré de su carne el corazón de piedra, y les daré un corazón de carne.
Y pondré dentro de ustedes mi Espíritu, y haré que anden en mis mandamientos, y
guarden mis preceptos, y los hagan. Y habitarán en la tierra que di a sus padres; y
ustedes me serán por pueblo, y yo seré a ustedes por Dios.
Estas estiqueras idomelas, en el Tono 2:
Oh Salvador nuestro, a través de los profetas anunciaste el camino de la
salvación; y través de los apóstoles has hecho brillar la gracia de Tu Espíritu. Tú
eres Dios en el principio, Tú eres también después de todo, porque por siempre
eres nuestro Dios.
En tus atrios te cantaré, Salvador del mundo; y doblando mis rodillas adoro Tu
invencible poder. Por la tarde, en la mañana, a mediodía, y a todo tiempo, te
bendigo, oh Señor.
Doblando las rodillas de nuestras almas y cuerpos en tus atrios, Oh Señor,
nosotros los fieles, te cantamos a Ti, el Padre sin origen el Hijo igualmente sin
principio, y el Santísimo Espíritu quien es igualmente eterno, que iluminas y
santificas nuestras almas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, Ahora y siempre, y por los siglos de
los siglos. Amén. en el Tono 8:
Oh Señor, cuando enviaste a Tu Espíritu, mientras los apóstoles estaban
sentados, los hijos de los hebreos al presenciar esto se asombraron, porque oían
hablar lenguas extranjeras, según se les concedía el Espíritu. Porque los ignorantes
fueron hechos sabios, envolviendo a las naciones por la Fe, y con elocuencia
declarando cosas divinas. Es por eso que te clamamos: ¡Oh Señor que te apareciste
en la tierra y nos salvaste del error, gloria a Ti!
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En el tono 6:
O Señor, no entendiendo los poderes de Ti el Santísimo Espíritu que habitaste
en los apóstoles, las naciones pensaron que el hablar otras lenguas era producto de
la embriagues, más a nosotros mantennos firmes para que incesantemente
roguemos: ¡No alejes de nosotros tu Santo Espíritu, Tú que amas a los hombres!
Verso: Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto
dentro de mí.
Oh Señor, el descendimiento del Espíritu Santo, al llenar a tus apóstoles, les
concedió de hablar en otras lenguas; tal prodigio fue considerado por los incrédulos
como embriagues, mas para los fieles fue el medio de la salvación. Concédenos a
nosotros también su resplandor, te pedimos a Ti amante de la humanidad.
Verso: No me eches de delante de Ti, y no quites de mí tu santo Espíritu.
Rey Celestial, Consolador, Espíritu de verdad, que estas en todo lugar
llenándolo todo, Tesoro de bienes y Dador de vida: Ven a habitar en nosotros,
purifícanos de toda mancha, y salva Tú que eres Bueno, nuestras almas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, Ahora y siempre, y por los siglos de
los siglos. Amén. en el Tono 8:
En antaño, las lenguas fueron confundidas debido a la soberbia de los
constructores de la torre, pero ahora las lenguas se llenan de sabiduría debido a la
gloria del conocimiento de Dios. Antaño Dios condeno a los impíos por su
transgresión, y ahora Cristo ha iluminado a los pescadores con el Espíritu.
Antiguamente se produjo la disonancia como castigo; ahora se ha restaurado la
armonía de las lenguas para la salvación de nuestras almas.
Tropario de Pentecostés, en el Tono 8:
Bendito eres, Cristo Dios nuestro, que has revelado a los pescadores como
sabios, enviando sobre ellos al Espíritu Santo, y por ellos has pescado a todo el
mundo Tú que amas a los hombres, gloria a Ti.
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Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus
manos.
Refrán: Por las intercesiones de la Madre de Dios, Oh Salvador,
Sálvanos.
Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría.
Refrán: Por las intercesiones de la Madre de Dios, Oh Salvador,
Sálvanos.
Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras.
Refrán: Por las intercesiones de la Madre de Dios, Oh Salvador,
Sálvanos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos
de los siglos. Amén.
Refrán: Por las intercesiones de la Madre de Dios, Oh Salvador,
Sálvanos.
El Señor te oiga en el día de conflicto; El nombre del Dios de Jacob te
defienda.
Refrán: Oh Consolador bondadoso, sálvanos a los que te cantamos:
Aleluya
Te envíe ayuda desde su santuario, y desde Sion te sostenga.
Refrán: Oh Consolador bondadoso, sálvanos a los que te cantamos:
Aleluya
El Señor te dé conforme al deseo de tu corazón, y cumpla todo tu consejo.
Refrán: Oh Consolador bondadoso, sálvanos a los que te cantamos:
Aleluya
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos
de los siglos. Amén.
Hijo Unigénito y Verbo de Dios….
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El rey se alegrará en tu poder, oh Señor; y en tu salvación, se regocijará.
Bendito eres, Cristo Dios nuestro, que has revelado a los pescadores como
sabios, enviando sobre ellos al Espíritu Santo, y por ellos has pescado a todo el
mundo Tú que amas a los hombres, gloria a Ti.
Le has concedido el deseo de su corazón, y no le negaste la petición de sus
labios.
Bendito eres, Cristo Dios nuestro….
Porque le has salido al encuentro con bendiciones de bien; corona de oro fino
has puesto sobre su cabeza.
Bendito eres, Cristo Dios nuestro….
El Isodicon o verso de la Entrada:
Ensálzate, oh Señor, con tu fortaleza; cantaremos y alabaremos tu valentía.
Tropario en el Tono 8:
Bendito eres, oh Cristo Dios nuestro, que manifestaste a los pescadores como
sabios, enviándoles al Espíritu Santo, y por medio de ellos atrapaste en sus redes a
todo el universo, oh amante de la humanidad, gloria a Ti.
Contaquio en el mismo tono:
Cuando descendió el Altísimo, confundió las lenguas dividiendo a las
naciones; pero cuando distribuyó las lenguas de fuego llamó a todos a la unidad,
por eso todos al unísono glorificamos al Espíritu Santísimo.
En lugar del Trisagio, cantamos:
Todos los que han sido bautizados en Cristo, de Cristo están vestidos.
Aleluya.
Proquímeno en el Tono 8:
Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras.
Verso. Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de
sus manos.
Nota: Este proquímeno se canta has la despedida de la fiesta.
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n aquellos días cuando hubo venido cumplidamente el día de
Pentecostés, estaban todos unánimes en un mismo lugar. Y de repente
vino un estruendo del cielo como de un viento vehemente que venía con
ímpetu, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados. Y les
aparecieron lenguas repartidas como de fuego, y se asentó sobre cada uno de ellos.
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas,
como el Espíritu les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén Judíos,
varones religiosos de todas las naciones que están debajo del cielo. Y hecho este
estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar
su propia lengua. Y estaban todos atónitos y maravillados, diciendo los unos a los
otros: He aquí, ¿no son Galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, los oímos
nosotros hablar cada uno en su lengua en que somos nacidos? Partos, y Medos, y
Elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, y en Capadocia, en el
Ponto, y en Asia, en Frigia, y en Pamfilia, en Egipto, y en las partes de Libia que
están de la otra parte de Cirene, y extranjeros de Roma, Judíos, y prosélitos,
Cretenses, y Árabes: los oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
Aleluya en el Tono I:
Con la palabra del Señor fueron hechos los cielos: y con el Espíritu de su boca
todo el ejército de ellos.
Verso: El Señor miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres.
n el día postrero, día grande de la fiesta, Jesús se puso de pie, y
clamaba, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba. El que cree
en mí, como dice la Escritura, de su vientre correrán ríos de agua
viva. Y esto dijo del Espíritu, que habían de recibir los que creyesen
en él; porque aún no había sido dado el Espíritu Santo, porque Jesús
aún no había sido glorificado. Entonces muchos del pueblo oyendo este dicho,
decían: Verdaderamente éste es el Profeta. Otros decían: Este es el Cristo. Algunos
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empero decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura: Que de la
simiente de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, vendrá el Cristo? Así
que había disensión entre el pueblo a causa de Él. Y algunos de ellos le querían
prender; mas ninguno metió sobre él las manos. Y los esbirros vinieron a los
príncipes de los sacerdotes, y a los Fariseos; y ellos les dijeron: ¿Por qué no le
trajiste? Los esbirros respondieron: Nunca así ha hablado hombre, como este
hombre habla. Entonces los Fariseos les respondieron: ¿También ustedes han sido
engañados? ¿Ha creído en él alguno de los príncipes, o de los Fariseos? Mas esta
gente que no sabe la ley, malditos son. Le dijo Nicodemo, el que vino a Jesús de
noche, el cual era uno de ellos: ¿Juzga nuestra ley a hombre alguno, si primero no
oyere de él, y entendiere lo que ha hecho? Respondieron, y le dijeron: ¿Eres tú
también Galileo? Escudriña, y ve, que de Galilea nunca se levantó profeta. Y les
habló Jesús otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará
en tinieblas; mas tendrá la luz de vida.
En lugar de Digno es en verdad bendecirte…, se canta:
¡Alégrate, oh Reina, gloria de madres y de vírgenes! porque ni la más
habilidosa y elocuente boca es capaz de cantarte como es digno. Porque toda lengua
y espíritu enmudecen ante el misterio de tu maternidad divina. Es por eso que al
unísono te glorificamos.
Quinonicon o canto para la Comunión:
Tu buen Espíritu me guie a tierra de rectitud. Aleluya.
Despedida:
El que en forma de lenguas de fuego envió desde el cielo el Santísimo Espíritu
sobre sus santos discípulos y Apóstoles, Cristo, nuestro verdadero Dios, por las
oraciones...
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“Dios es una santísima Trinidad. Una Trinidad consubstancial e indivisible.
Consubstancial, porque es, una esencia, una naturaleza. Una Trinidad indivisible: El
Hijo nunca ha sido dividido del Padre, ni el Espíritu Santo del Padre y del Hijo, y
nunca serán divididos.
El Padre, Hijo, y Espíritu Santo no son tres dioses, sino
un Dios, ya que ellos tienen una sola naturaleza. Pero
no solo por esto. Las personas también tienen una
naturaleza, una esencia. Pero en las personas no se
puede decir que dos o tres personas son una, sin
importar lo juntas y lo sociables que puedan llegar a ser.
Las personas no solo tienen cuerpos separados, sino que
cada uno también tiene su propia voluntad, sus
propios gustos, sus propios estados de ánimo. No
importa que tan parecidas sean las personas
corporalmente o de personalidad, aun así nunca
tendrán todo en común o todo por igual.
Con las Tres Personad de la Santísima Trinidad
todo es unánime entre ellos. El amor ilimitado del
Padre por el Hijo, del Hijo por el Padre, y el mismo
amor entre ellos y el Espíritu Santo hacen que su voluntad y acciones sean
unánimes. Ellos tienen una sola voluntad, y todo es realizado por Ellos
conjuntamente. Cualquier cosa que agrada al Padre también agrada al Hijo y al
Espíritu Santo. Cualquier cosa que desagrada al Espíritu Santo también desagrada al
Padre. Lo que ama el Hijo, el Padre y el Espíritu Santo también lo aman.
Todo es llevado a cabo conjuntamente por la Santísima Trinidad. Toda la creación
del mundo, dice en la Biblia: “Y dijo Dios: Sea la luz: y fue la luz.” (Genesis 1:3).
¿Qué entonces que significa “dijo”? Significa que Dios Padre creó con su Verbo, con
aquel Verbo del que habla el Evangelio. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era
con Dios, y el Verbo era Dios. (Juan 1:1)” y que es el Hijo Unigénito de Dios.
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Dios Padre creo todas las cosas con su Verbo; en otras palabras, logró todo a través
de su Hijo. El Padre no crea nada sin el Hijo, así como el Hijo no crea nada sin el
Padre, y el Espíritu Santo siempre asiste al Padre y al Hijo. Dice la Biblia acerca de la
creación del mundo: “Y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
(Génesis 1:2).” Se “movía” sobre la creación, pero no se movía meramente sobre ella
– la palabra original en Hebreo, de la cual el eslavonico carece de un significado
equivalente exacto, significa “cubrir,” “calentar,” así como una gallina que empolla
da vida a través se su calor, y de ahí salen creaturas vivientes.
“Con la palabra del Señor fueron hechos los cielos: y con el espíritu de su boca todo
el ejército de ellos.” (Salmo 32:6). Todo lo que existe fue creado por Dios Padre a
través de su Hijo y fue vivificado por el Espíritu Santo. En otras palabras, todo lo
que el Padre quiso o quiere, fue o es inmediatamente realizado por el Hijo y es
animado por el Espíritu Santo. Así fue creado el mundo, así todo fue logrado por la
providencia de Dios para con el mundo y la humanidad.
Para poder salvar al hombre, que por el pecado había caído lejos de Dios y se hizo
mortal, el Hijo de Dios, según el designio pre-eterno de la Santísima Trinidad,
obedeciendo al Padre, vino a la tierra, nació de la siempre Virgen María por obra del
Espíritu Santo, proclamó al verdadero Dios Padre y su Divina voluntad a la gente, y
les enseño la verdadera adoración de Dios. Habiendo sufrido por nuestros pecados,
descendió con su alma al Hades, y, habiendo liberado las almas de los muertos,
resucitó de los muertos.
Antes de sus sufrimientos, Cristo prometió a sus Apóstoles, elegidos por Él de entre
sus discípulos, darles el poder de atar y desatar – de redimir los pecados de las
personas o dejarlos en sus pecados. Después de su Resurrección el Señor concedió el
don de la Gracia a los Apóstoles, no a cada uno por separado, sino conjuntamente:
Él estableció su Iglesia, el repositorio de esa Gracia, y unió en ella a todos aquellos
que creen en Él y lo aman.
Habiendo prometido a sus Apóstoles que los investiría con el poder que viene de lo
alto, y enviándoles su Espíritu Santo, y habiendo logrado todo por lo que Él había
venido a la tierra, el Señor Jesucristo ascendió al cielo, recibiendo en su humanidad
aquella gloria y honor que tenía como Hijo de Dios desde antes de la creación del
mundo.
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Al descender sobre los discípulos de Cristo, según la promesa, el Espíritu Santo los
confirmó en la fe en Cristo y con su Gracia derramó sobre ellos los dones de Dios.
Fortaleciéndolos para predicar y realizar en vida las enseñanzas de Cristo, para
construir la Iglesia establecida por Cristo y puesta en acción por el Espíritu Santo.
La Iglesia, se alza sobre su fundación en la tierra, es liderada por el Hijo de Dios que
esta sentado a la diestra del Padre, y es misteriosamente guiada por el Espíritu
Santo. Ella internamente liga a todos sus hijos y los une con Dios. A través de la
Iglesia, los dones de la Gracia de Dios son derramados sobre todos aquellos que se
esfuerzan en seguir el camino de Cristo; estos dones santifican y fortifican todo lo
bueno que hay en ellos, y los limpia del pecado y toda mancha, haciéndolos capaces
de ser receptáculos de la refulgencia de la gloria y el poder de Dios.
A través de la Iglesia el hombre es hecho participante de la naturaleza Divina, y
entra en la mas estrecha relación con la Santísima Trinidad.
No solo el alma, sino también el cuerpo del hombre es santificado y comulga con
Dios al participar del Cuerpo y la Sangre de Cristo, a través de los que se une con la
Santísima Trinidad entera. A través de la Gracia Divina, con la participación de su
propia voluntad y esfuerzo, el hombre se convierte en una nueva creatura, un
participante en el eterno Reino de Dios.
La naturaleza, también, esta siendo preparada para la llegada del Reino de Dios,
para la próxima purificación por fuego de las consecuencias de los pecados del
hombre y la maldición que habita en ella. La naturaleza recibe los primeros frutos
de la santificación a través del descendimiento del Espíritu Santo sobre ella en la
Teofanía durante bendición de las aguas y en otros ritos de la Iglesia, para que más
tarde se pueda convertir en una nueva tierra y un nuevo cielo.
Esto será realizado en el tiempo designado por Dios Padre, y el Hijo vendrá con
gloria a pronunciar el juicio sobre el mundo.
Entonces aquellos que aman a Dios y se han unido a Él, brillarán con los rayos de la
luz Divina y se deleitaran eternamente en la luz increada de la Deidad Triuna de la
Consubstancial, Vivificadora, e Indivisible Trinidad.
BOLETÍN DOMINICAL 3 de Junio de 2012
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A Dios, nuestro Creador y Salvador, sea la gloria, honor, y adoración por los siglos
de los siglos.
Venid, pueblos, y adoremos a la única Deidad en tres personas – el Hijo en el Padre, con el
Espíritu Santo; porque el Padre engendro al Hijo fuera del tiempo, coeterno y correinante, y
el Espíritu Santo fue glorificado con el Hijo en el Padre: una sola potencia, una sola esencia,
una sola Deidad. Y al adorarle digamos: Santo Dios que has brindado todas las cosas a
través de Tu Hijo con la cooperación del Espíritu Santo. Santo Fuerte, a través de quien
hemos conocido al Padre, y por quien el Espíritu Santo ha venido al Mundo, Santo Inmortal,
Espíritu consolador, que procedes del Padre y reposas en el hijo, Oh Santísima Trinidad,
gloria a Ti.
(El Dogmaticon de las Vísperas Mayores de Pentecostés)