Boletín de La conversación del miércoles – julio 2012

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La conversación del miércoles De la cultura que tenemos a la cultura que queremos Ciclo 2012 La conversación del miércoles Boletín julio

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Conferencia: Avatares del deseo, la identidad y el aburrimiento en la edad del consumismo

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Grupo de estudio

Conferencia preliminar

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Miércoles 27 de junio de 2012Auditorio CorpoZULETA

consumo sin ocuparse de matizar y reconocerle un lugar a esas otras expresiones críticas que también se dan en nuestro tiempo y que en vez de optar por la reproducción y la adaptación al statuo quo, resisten y propenden por una organización social diferente a la que impera. Precisamente una cultura crítica, que sepa poner en cuestión los ideales de la sociedad capitalista es la que se propone una entidad como la nuestra, la corporación cultural Estanislao Zuleta. Ahora bien, el problema que nos convoca en esta ocasión reúne cuatro asuntos que hay que empezar a problematizar contando con los elementos que nos ofrece el texto de referencia: el consumismo, el deseo, la identidad y el aburrimiento.

La moda ha cedido un lugar a las modas; el nuevo plural no es nada anodino, pues responde a las demandas de individualidad de nuestro tiempo y, así, técnicas sofisticadas como la segmentación de mercados abren campo para necesidades cada vez más diversas, transmitiendo la idea de que un producto está hecho específicamente para alguien. Allí donde la modernidad ha dejado una subjetividad que ya no se satisface con verdades y morales generales, allí donde la criatura humana es más frágil porque está invitada a hacerse a su propia existencia, surge la angustia por la identidad que la cultura del consumo entra a taponar con una oferta especializada que el individuo ingenuamente recibe como definitoria de esa identidad. Por eso lo que se consume no es tanto la funcionalidad de un objeto sino el signo que representa y que inscribe al sujeto en una jerarquía social. Se trata de signos posicionales. Una nueva ingenuidad denuncia el autor de referencia: la creencia de que esas jerarquías sociales que traza el mercado y en las que tan activamente participa la oferta tecnológica que se renueva a pasos alarmantes, han venido a superar la noción de clase que evidenció el marxismo cuando nos mostró que en el modo de producción capitalista hay quienes detentan los medios de producción y otros que tan

bre fuegos nuestro grupo de estudio con una lectura de la columna que la Revista AArcadia le dedica a presentar el nuevo libro

de Mario Vargas Llosa intitulado “La sociedad del espectáculo”, pues a contravía de lo planteado por Mike Featherstone en “Estilo de vida y cultura de consumo”, texto que hemos compartido en este espacio, Vargas Llosa pone en ejercicio una función crítica para extrañarse y rechazar la cultura del entretenimiento que ha invadido los medios de comunicación y los imaginarios populares con la idea de “la civilización 'light' que lleva a olvidar que la vida no sólo es diversión, también drama, dolor, misterio y frustración”. De otro lado, Featherstone caracteriza los intelectuales y la cultura, en general, como esos resortes reproductores de la cultura del

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sólo cuentan con su fuerza de trabajo. Es decir, la creencia en la movilidad social que transmite la cultura del consumo, neutraliza un antagonismo de clase más estructural y le resta preponderancia a la crítica del capitalismo. Pero ¿es posible nombrar como identidad esa que se define por las expresiones o las jerarquías que el consumo permite? Siendo la configuración de la identidad uno de los grandes desafíos de la humanidad contemporánea, ¿es pertinente llamar identidad a esa posición en el mundo que se define por los signos que emiten los objetos que se consumen o sólo se trata de identidad cuando se configura un lugar en el mundo desde las preguntas, y quizá, las respuestas más auténticas del individuo?

Otras paradojas nos encontramos con la noción de deseo. Pues si la condición de deseantes nos la define ser seres en falta, el dinamismo en el que nos pone esa falta no necesariamente deviene en experiencias que encaran los grandes asuntos de

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la existencia humana, sino que se trata de una condición subjetiva que puede encontrar realización en la moda consumista. Valga decir, eso definitorio de lo humano que es el deseo, puede ser una fuerza que permitan grandes realizaciones humanas o simplemente una falta que busque satisfacerse entre la multiplicidad de opciones de la oferta mercantil.

Siempre tan provisional y tan insuficiente esa primera palabra que se arriesga para hacer problema lo que inicialmente es sólo el tema del mes, queda esta vez en punta para dar paso a la animada conversación que la sucedió con la tarea de decir algo sobre el aburrimiento.

Tomado de: http://www.theprisma.co.uk

Sandra L. JaramilloMiembro fundadora

Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

Tomado de http://3.bp.blogspot.com/

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Discusión

uego de la presentación preliminar surgió en la conversación una cuestión inquietante de Lmano de la identidad y cómo se va a definir

este concepto; más aún si se observa que en una época como a la que asistimos, ligada irremediablemente al consumismo, un factor como la estética se vuelve predominante, y se encuentra por lo tanto lo que podría llamarse identidades transitorias, las cuales cambian como el camaleón, al ritmo generalmente de la moda. ¿Denominar identidades transitorias es una contradicción, o acaso una exageración, pues una identidad fija o dogmática también lo parece? ¿Cómo se puede hablar de identidad en el mundo consumista? Además se debe considerar al abordar este tema que el mismo entorno social que rodea a una persona, los objetos que le han sido dados tener a la mano, no sólo en lo material sino también en lo espiritual, definen las inclinaciones que esa misma persona tendrá, incluidos los gustos; es decir, según el campo social se define la identidad, se define ese capital cultural que uno u otro podrá tener cerca, pues el tema no se reduce sólo a una mirada economicista y cuando hablamos de objetos los materiales son apenas una parte. En ese sentido el problema del grado de complejidad que han alcanzado las sociedades contemporáneas, la súper oferta y la sobrepoblación plantean nuevas perspectivas: en el mundo actual la posibilidad de acceder a múltiples objetos y a la información disponible todo el tiempo no encarnan un hecho de por sí negativo, y trae un planteamiento importante: ¿cómo reivindicar un posicionamiento en el mundo de todo aquello que hemos considerado como la gran cultura, encarnada en personajes como Kant, Dostoievsky, Beethoven, etcétera, en contraposición a lo popular para lograr un diálogo y una crítica dentro de la diversidad sin moralizar de antemano? En todo caso una cosa es la pauper ización de la cul tura y ot ra la democratización de ésta; y de otro lado es necesario

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en esta discusión mantener presente que a pesar del consumismo y una supuesta igualdad en las posibilidades de acceder, en teoría, a la información y a múltiples objetos, sigue la diferencia establecida por el capitalismo entre los propietarios de los medios de producción y quienes sólo pueden ofrecer su fuerza de trabajo como una marca que continúa y que genera inequidad más allá de la superación, en el discurso, de la lucha de clases. Así, como colofón, podemos establecer que en un mundo plural y abierto en donde se propone el acceso a lo que produce el mercado, ya sea imaginariamente o a fuerza del endeudamiento, queda la reiterada cuestión de que el consumismo trae consigo el hastío y el aburrimiento y de nada resuelve los asuntos cruciales que generan tedio e inequidad en la sociedad, y por eso la necesidad de rescatar una cultura, no clasista, sino crítica e integrada a pensar los asuntos vitales de la humanidad.

Eduardo Cano UribeMiembro Fundador

Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

Miércoles 27 de junio de 2012Auditorio CorpoZULETA

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Miércoles 4 de julio de 2012Auditorio Comfama San Ignacio

Conferencia central

AVATARES DEL DESEO, LA IDENTIDAD Y EL ABURRIMIENTO EN LA EDAD DEL CONSUMISMO

caracterizado por la pérdida del deseo, la imaginación, el pensamiento y la voluntad: un ser aburrido no desea, no piensa, no imagina y no ejerce la voluntad. En el aburrimiento todo vale lo mismo, lo que es equivalente a decir que todo vale nada; no hay discriminación valorativa. En síntesis, el aburrimiento es una violencia contra el ser; el imperio del aburrimiento violenta las relaciones con el ser.

Ahora, es un rasgo de esta época que ella sea productora de aburrimiento habiendo signos claros de esto: la compulsión al entretenimiento (que no es el goce vital), la demanda permanente de cualquier tipo de placer, el reclamo incesante de nuevas sensaciones (del sentimiento y el pensamiento a la emoción y la sensación), la invasión de los pasatiempos, el éxito de la industria del entretenimiento y el empobrecimiento paralelo de la cultura, el rechazo imperante en nuestra época a todo lo que nos exija esfuerzo intelectual o espiritual, la preponderancia de los espectáculos, los juegos, la habladuría y los chistes.

Hay dos formas de encarar esa deflación y depotenciación de la vida que se llama el aburrimiento: la primera, arrojarse al entretenimiento, que lo único que hace es desplazar el aburrimiento, no lo liquida, lo desplaza; y la segunda, creo que es la que

a siguiente reseña de la conferencia que dictó Carlos Mario González el día 4 de julio del Lpresente año, se ha realizado tomando palabras

textuales del expositor apoyada en la transcripción de la misma elaborada por Sergio Giraldo. La edición del texto estuvo a cargo de Diana M. Suárez y todo lo anterior debido a dificultades de fuerza mayor de Carlos Mario para su escritura.

La 'aburribilidad': condición del ser humano

El aburrimiento es un rasgo característico y empobrecedor de la sociedad moderna. Esta sociedad incorpora esa actitud ante la vida y, en esa medida, debilita grandemente la experiencia vital. El aburrimiento produce un efecto muy particular: hace al tiempo muy largo y muy pesado, y es curioso porque el tiempo es el bien supremo que tenemos los seres humanos pero que no podremos dominar nunca. En el aburrimiento, el tiempo se nos hace ajeno, como si no nos concerniera.

También el aburrimiento significa un vacío del ser, como si no tuviéramos densidad o espesor ni consistencia. Es un vacío pesado, en él se nos retira la vida, el mundo y el ser mismo. Es un estado de ánimo

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filosóficamente se puede colegir sin mucha dificultad y es darle sentido a la vida acorde con el deseo propio.

El deseo: la búsqueda de algo esencial.

El deseo atañe a una cosa muy especial que no es del orden de la necesidad. La necesidad atañe a condiciones del vivir, el deseo tiene que ver con la búsqueda de algo esencial. El deseo sólo tiene que ver con lo esencial en el sujeto. En la vida hay cosas que son esenciales, no porque vinieron conmigo cuando llegué a la vida; sino esenciales en tanto se constituyen marcajes fundamentales en mi vida que delinean el tipo de ser que yo constituyo y que me singularizan, por ejemplo, frente a otro ser. Por eso el deseo es un singularizador; el deseo, a diferencia de la necesidad, tiene que ver con un problema atinente al ser del ser humano, y es la falta que lo habita, “una falta que nos dinamiza”. Es una falta que, precisamente, no nos aquieta: que nos inquieta. Un deseante es cualquier cosa menos un ser quieto; es un ser que está en marcha. El deseo no es diáfano para el ser humano, por eso es un reto: tratar de precisar qué es lo que se desea. El deseo no es completable, ni es plenamente realizable.

Una enumeración de algunos rasgos del deseo humano bien podría ser así: el deseo fija y centra la atención, permite e incita a permanecer en una actividad, pone en juego los medios concernientes a la conquista del objeto, articula el objeto deseado a un contexto en el cual ese objeto se desenvuelve y que permite a la vez explicarlo (por eso los deseantes son muy universalizantes), se relanza, se recrea

permanentemente.Vivir de espaldas al deseo arroja al

aburrimiento, o, si lo quieren de otra manera, precipita al entretenimiento. Es decir, la negación del deseo condena a un sujeto al aburrimiento, al entretenimiento y a vivir con identidades frágiles: sujetos que no quieren saber de su deseo y no pueden forjar una identidad en consonancia con él se tienen que reconocer en esas ofertas de identidad que le hace el mundo del consumismo.

La identidad: una particular hechura.

La identidad, o uno la puede forjar en relación con el deseo propio, y entonces uno identifica a alguien a partir de la postura que hay de ese ser con su deseo, que acredita unos valores, unos ideales, y unas formas de actuar en el mundo, o uno vive con identidades prestadas y ofertadas por el mercado, e identidades con las cuales uno se va revistiendo hasta tanto el grito de la moda indica que es menester abandonar esa para hacerse a otra. Vivir pidiendo identidades: en la moda como venía diciendo, el problema es que la expresión que cobra el cuerpo en la vestimenta no sea un lenguaje de lo mas propio, de lo más íntimo del sujeto, sino que dependa de ese mundo externo donde si no llevas el punto de referencia de la marca que nos agrupa y nos identifica, quedás excluido, incluso serás objeto de rechazo.

Hay identidades centradas en el deseo, y esos son los seres admirables, y que escaparán, por ejemplo, a esa forma del borramiento de la identidad singular y del acceso a la identidad de masa que se llama el sentido común, que se saben hacer cargo de su deseo, tallan una vida en consonancia con ese deseo; puede ser difícil, puede ser sufrida, pero finalmente es leal a su deseo.

El consumismo: una edad de estas sociedades capitalistas.

El consumismo no tipifica una sociedad nueva en la historia, el consumismo para mí es una edad; es la edad del consumismo en el proceso de consolidación y expansión de la sociedad capitalista. Del capitalismo unos rasgos en relación con el consumismo: que el capitalismo es un invento de sociedad; que produce para el mercado y la ganancia, y no más; que tiene el poder del Rey Midas que todo lo que toca lo vuelve mercancía; que está movido por una lógica interna suya imposible de evadir que se caracteriza por un creccendo, por una aceleración de la producción y del consumo.

El capitalismo se sustenta sobre un imaginario: supone un individuo que es racional, idóneo y soberano, es decir, un individuo libre. Y que ahí está nuestra

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libertad, en una especie de elección abierta y libre que tiene cada uno para poder forjar mediante los objetos que consume una identidad propia. Pero eso tiene un piso falseado: esa posición imperativa del gran otro que le dice: “compra esto”: el aparataje propagandístico, mediático, publicitario, de marketing, todas esas cosas que viven bombardeando nuestra existencia.

El tipo de individuo que reclama el consumismo y que es el bocado de ángel de las políticas de mercadeo

logra fundamentar en la postura deseante del propio sujeto, que lo singularice en gracia a su deseo, y lo hace entonces tan fácilmente prisionero de la propuesta de identidad que le ofrece el mercado, y finalmente un consumismo que en el imperativo de volver la vida humana simplemente la lógica de la ganancia lleva al planeta entero y a los seres humanos al desenfreno de una producción enloquecida en la construcción de necesidades muchas veces insulsas y dañinas para que se desate un consumismo desaforado caracterizado no porque el objeto se consume. Incluso la palabra ha ido perdiendo ya sentido: no es que el objeto se consume, el objeto se detenta y se desecha.

Esta realidad requiere definir una lucha contra el consumismo y un enmarcamiento ético y político del consumo que interrogue las necesidades forjadas, la relación del sujeto con su deseo y que asuma la exigencia de un consumo responsable respecto de la propia vida, la sociedad y el planeta. Que algún día se le logre quebrar la columna vertebral al capitalismo y la humanidad, como ha hecho prueba a lo largo de mucho tiempo, sea capaz de inventar una forma de existencia que no esté regida por la codicia, la ambición y la ganancia que caracteriza este régimen de cosas. Solo así, en mi opinión, tendremos individuos y sociedades que gocen y enaltezcan la vida y conquisten una efectiva y verdadera libertad.

del consumismo es un sujeto con una psicología maleable, moralmente muy dependiente del otro, con una personalidad muy indefinida, un carácter débil, una identidad muy precaria, desconocedor por excelencia de su deseo y de espaldas al pensar. Ese es el individuo que responde de inmediato a la oferta que se le hace para que se haga una identidad con la cual medio-ganar un lugar en el mundo y ganar un poco de reconocimiento en el otro.

Para cerrar : toda esa cosa que conecta el aburrimiento (con el entretenimiento) como consecuencia de un vivir de espaldas al deseo, y este último, como el gran abandonado de nuestra época junto con el pensar, una identidad que no se

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Miércoles 11 de julio del 2012Salón cuarto piso Comfama San Ignacio

Tertulia

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tro miércoles de tertulia, de compromiso con la palabra, con la escucha, con el opensamiento, con el intento de opinar no

cualquier cosa sobre ciertos asuntos de la aventura humana, en las coordenadas del presente, contando con las del pasado, sospechando las posibles. A continuación una relación insuficiente del curso que siguió la reflexión adelantada que incluyó la presencia de más de una veintena de comprometidos:

Como un buen comienzo, fue la presentación de una reseña que recuperara algunas de las proposiciones elaboradas en la indagación que se nos ofreció en la conferencia y que habría de servir como marco de referencia para los que pretendíamos conversar; a ella siguió el flujo de las intervenciones cobrando diversas formas: preguntas, afirmaciones, dudas, suposiciones, contestaciones, precisiones y otras. Teníamos cuatro significantes articulados en función de uno, el tiempo; son éstos: el aburrimiento, el deseo, la identidad, el consumismo, sumidos en el quinto que es la finitud, el límite insuperable y que rige para lo humano como una proposición mayor irrefutable que dijera 'esta existencia concreta que es la vida humana, algún día terminará.'…

El aburrimiento es una vivencia nunca antes experimentada hasta el siglo XIX, según afirmó el conferenciante, quien dijo de ella que es exclusiva de la modernidad, época atravesada por el capitalismo. Dos sentidos para el entendimiento de esa vivencia:

ésta se experimenta o bien como una sensación de hastío que es la consecuencia de tener que vivir haciendo un sinnúmero de actividades indistintas en las que invertimos el tiempo diario de la vida, o bien como una incapacidad que reduce exponencialmente la vida: la de conseguir para ella un sentido posible para significarla, de ahí que suceda que la vida resulte anegada en otra significación angustiante que es la de el vacío.¿Cómo hacerle frente a esa vivencia tan nuestra? ¿El deseo? ¿Desear, qué es? No se trata de necesitar y tampoco de demandar. Aquello que se desea, concentra, conecta y moviliza. ¡Alguien que desea, un deseante, no se aburre! ¿Y qué es un ser como ese? Es un ser que tiene una causa que lo pone en movimiento; es el que no busca cómo, con qué llenar el tiempo de la vida por significar porque tiene una causa que lo encausa; el que se angustia de no contar con más tiempo de vida por significar para moverse aún más allá, animado por lo que desea.¡Y el deseo es histórico! ¡Y el deseo hace historia! ¡Y desear nos hace sujetos! ¡Ese fenómeno, desear, es siempre muy difícil de precisar!

El capitalismo, –considerado no sólo como sistema de producción sino, y sobre todo, (para lo que animaba la reflexión de la conferencia y la que en consecuencia adelantaron los tertuliantes), como fenómeno civilizatorio–, engendra, desarrolla, propone e impone propuestas culturales, maneras de realizar la vida, el consumismo es una de esas, ¿de qué

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se trata? De producción y consecución enloquecida de objetos; compra, ostentación y desecho de objetos; derroche y multiplicación de objetos; deshistorización de la relación con los objetos que se consumen; apetito voraz, desordenado, devastador; oferta descomunal de objetos que adquieren el atributo de signos y que confieren identidad, o mejor la ilusión de hacerse a una a través de ellos. No todo el mundo es consumista, porque la capacidad adquisitiva que se requiere para habitar así en el mundo es una condición social de vida que por principio será siempre exclusiva de un grupo de personas privilegiado, a lo sumo unas cuantas miles, diminuto cuando se compara con los millones de personas que habitamos el mundo. ¡El mercado, en el capitalismo, en el consumismo es totalitarista! ¿Libertad del sujeto consumidor en el capitalismo?, ¿qué, son carcajadas las que se escucharon? El mercado modela los gustos, los placeres, los anhelos, las ambiciones y además propone las satisfacciones para éstos, a guisa de voz reinante dice: '¿Sientes esto? ¡He aquí lo que buscabas!'. ¡A la hora de salir de compras cada cuál tiene la capacidad de decir qué quiere y qué no quiere!, comentó alguno. ¡Vana ilusión esa!, replicó otro preguntando que cuándo se ha visto a alguna marca invocando a un comprador a que piense porqué quiere lo que quiere. ¡El capitalismo desprecia el pensamiento! El capitalismo tapona la emergencia de la singularidad: un diseñador y comerciante de morrales comentó que vendió uno muy raro, con forma de ataúd, y que a los pocos días recibió un encargo para que vendiera poco más de una decena del

Santiago GutiérrezMiembro Fundador

Corporación Cultural ESTANISLAO ZULETA

mismo tipo especial de morral, ¿a cuántos se vería por ahí, con algo así como un ataúd a cuestas, convencidos de ser los únicos?¡No es posible ser un deseante consumista de los objetos que se desea!, afirmar lo contrario es incurrir en una contradicción porque con los objetos de su deseo, el deseante tiene una relación temporal que es demorada, en tanto que el consumista agota su relación temporal con los objetos con la novedad, y sucede que en el mercado capitalista siempre hay objetos más nuevos que no cesan de aparecer porque hay que hacer ganancias e incentivar el consumo irreflexivo. ¿Cómo se mueve un sujeto entre el aburrimiento, el deseo, la identidad, en la edad del consumismo?, pregunto alguien.¡En el capitalismo también hay deseantes!, afirmó otra voz, ¿qué desea alguien que se reconoce como capitalista?, propuso otra. ¡Se puede ser consumista y ser un deseante, no son experiencias excluyentes!, aclaró una voz moderadora que además advirtió que no se puede totalizar al sujeto, reducirlo a una sola dimensión de él, incluso si se trata de su deseo y los objetos del mismo, cristalizarlo en una representación de él que siempre será insuficiente.¡No todo el mundo puede ser consumista, pero sí sucede que cualquiera puede ser partícipe de la ideología del consumismo, que cualquier persona puede anhelar la adquisición de objetos para ostentar con ellos y creerse algo!, comentó otra. En el capitalismo se ofertan estilos de vida que –se supone–, dan identidad a ese ser carente de ella y de ella tan necesitado: el ser humano, nosotros; ¡algo se supone que dice de quién es uno si se va por las calles en un Mercedez!, acuñó otra…

Tomado de http://www.acercandonaciones.com/

Bien, como una sima, la pregunta que las diversas intervenciones fueron preparando y que apretó la una contra la otra, ambas reflexiones, la de la conferencia, la de la tertulia: ¿cómo hacerle frente a ese modelo civilizatorio que es el capitalismo y que afecta toda la vida en el planeta? El deseo, la filosofía, la política, la ética y el arte, los frentes para combatir el capitalismo y sus propuestas, deshumanizadoras. En la medida en que estemos de espaldas al conocimiento y al deseo seremos presa fácil del capitalismo, “papita pal loro” de ese devastador fenómeno civilizatorio.

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Tel: 234 36 41 Dirección: Cll 50 No. 78a - 89

Próxima conferencia: Nosotros, estos solitarios que deambulamos

entre la muchedumbre.Miércoles 1 de agosto 6:30 p.m.

Auditorio Alfonso Restrepo MorenoComfama San Ignacio (cuarto piso)

Informes:

Apoya: Organiza:

Boletín de La conversación del miércoles

Edición del 18 de julio del 2012Revisión editorial:Vincent RestrepoDiana SuárezDiagramación:Vincent Restrepo

«La preocupación por un estilo de vida y una autoconciencia estilística hechos a medida no sólo puede hallarse entre los jóvenes y los opulentos; la publicidad de la cultura de consumo sugiere que en todos hay un lugar para la autosuperación y la autoexpresión, sean cuales fueren nuestra edad o nuestros orígenes de clase. Este es el mundo de los hombres y de las mujeres que están a la busca de lo más nuevo y lo último en relaciones y experiencias, que son sensibles a la aventura y corren los riesgos de explorar plenamente las opciones de vida, que son conscientes de que sólo tienen una vida y deben esforzarse intensamente para gozarla, experimentarla y expresarla.»

Mike FeatherstoneLa cultura del consumo y el postmodernismo

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Pensador o pensadora de referencia

Mike Featherstone. Profesor de investigaciones de Sociología y Comunicaciones, fundador y director del Centro de Teoría, Cultura y Sociedad en la Universidad Trent de Nottingham (Reino Unido), así como del Centro para el Estudio de la Vida Adulta. En su amplia obra se destacan los libros La cultura del consumo y el postmodernismo (1991) traducido al italiano, portugués, turco y japonés) y Deshaciendo la cultura: Globalización, postmodernismo e identidad (1995) traducido al portugués y al italiano, así como sus trabajos dedicados al cuerpo y los procesos de envejecimiento. Es el editor de importantes volúmenes sobre la globalización cultural —como Cultura Global (1990) y Modernidades globales (con S. Lash y R. Robertson,1995)—, de la revista Theory, Culture & Society y de la Serie Theory, Culture & Society de la editorial londinense Sage. Además, es co-editor de la revista Body & Society

Tomado de: http://www.criterios.es/autores/featherstone.htm