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    AL PAISDE LAS MONTAAS AZULES

    Helena P. Blavatsky

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    ALGUNAS PALABRAS1

    ecientemente, un importante peridico de Londres escriba con tono sarcsticoque los sabios rusos, y con mayor razn las masas rusas, slo posean nocionesharto confusas sobre la India en general y sus nacionales en particular.

    Cada ruso, llegado el caso, podra responder a esta llueva insinuacinbritnica, interrogando al primer anglohind que encuentre, en la siguiente forma:

    Perdone esta indiscrecin: quin le ense y qu sabe usted con precisin de lamayor parte de las razas de la India que le pertenece? Como ejemplo, qu han resueltosus mejores etnlogos, sus ms ilustres antroplogos, sus fillogos y estadsticos, luegode un debate de cincuenta aos acerca de la tribu misteriosa de los toddes, en elNilguiri, que parece haber cado de los cielos? Qu sabe su Real Sociedad (por msque sus miembros se ocupen de esta cuestin, con riesgo de perder el alma, ya hace casimedio siglo), para resolver el problema de las tribus misteriosas de las MontaasAzules, de los enanos que siembran el terror, que difunden el espanto y a quienesllaman los mulukurumbes; de los jaunadis, de los kchottes, de los erullares, de losbaddaques, sea cinco tribus del Nilguiri, ms otras diez menos misteriosas, pero

    asimismo poco conocidas, pequeas y grandes, que moran en otras montaas?En respuesta a todas estas preguntas si, contra todo, lo que el mundo esperaba, el

    ingls se hallase presa de un acceso de franqueza (fenmeno bastante raro entre losingleses), los sabios y los viajeros rusos calumniados podran or la siguiente confesin,harto inesperada:

    Ay! Ignoramos todo de esas tribus. Slo conocemos su existencia porque lasencontramos, luchamos con ellas y las aplastamos, y a menudo ahorcamos a susmiembros. Mas, por otra parte, no tenemos la menor idea sobre el origen, ni tampocosobre la lengua de esos salvajes, s aun menos de los nilguirianos. Nuestros sabios

    anglohindes y los de la metrpoli casi pierden el juicio a causa de los toddes. Enverdad, esa tribu representa un enigma para los etnlogos de nuestro siglo y, al parecer,un enigma indescifrable. Adems, el pasado de esos seres tan escasos por su nmero,est cubierto por el velo impenetrable (le un misterio milenario, no slo para nosotroslos europeos, sino tambin para los mismos hindes. Todo, en ellos, es extraordinario,original, incomprensible, inexplicable. As como los vimos el primer da en que camossobre ellos, inopinada, imprevisiblemente, as permanecen, as son: enigma de esfinge

    1Esta introduccin fue escrita por H. P. Blavatsky.

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    As hubiera hablado al ruso cualquier anglohind honesto. Y de este modo merespondi un general ingls que volveremos a encontrar luego cuando lo interrogusobre los toddes y los kurumbes.

    Los toddes! Los kurumbes! exclam, presa de sbito furor. Hubo un tiempo en quelos toddes casi me enloquecieron y los mulukurumbes ms de una vez me dieronfiebre y delirio. Cmo y por qu? Lo sabr usted luego. Escuche. Si alguno de nuestrosimbciles (dunces) funcionarios del gobierno le declara que conoce perfectamente oque ha estudiado las costumbres de los toddes, dgale por mi parte que se jacta ymiente. Nadie Conoce esas tribus. Su origen, su religin, sus costumbres y tradiciones,todo ello sigue siendo terra incognita, tanto para el hombre de ciencia como para elprofano. En lo que respecta a su asombroso poder psquico como lo llama Carpentier 2,su as denominada hechicera, sus diablicos sortilegios, quin puede explicarnos esa

    fuerza? Se trata de su influencia sobre los hombres y los animales que nadie comprendeni interpreta en absoluto: esta accin es benfica en los toddes, malfica en loskurumbes. Quin puede adivinar, definir ese poder que emplean segn sus deseos?Entre nosotros, se burlan de ese poder desde luego y se mofan de las pretensiones deesas tribus. No creemos en la magia y calificamos de prcticas supersticiosas y detonteras todo cuanto depende de la fe real de los indgenas. Y nos es imposible creeren ello. En nombre de nuestra superioridad de raza y de nuestra civilizacin, negadorauniversal, nos vemos constreidos a apartarnos de esas estupideces. Y sin embargonuestra ley reconoce de hecho esa fuerza, cuando no en principio, al menos en susmanifestaciones, puesto que castiga a quienes son culpables: y ello bajo diversos

    pretextos velados y aprovechando numerosas lagunas en nuestra legislacin. Esa leyreconoci a los hechiceros, permitiendo ahorcar con sus vctimas a cierto nmero deellos. Los castigamos as, no slo por sus sangrientos crmenes, sino tambin por sushomicidios misteriosos en los cuales no se derrama sangre y que nunca pudieron serlegalmente probados en esos dramas tan frecuentes, aqu, entre los brujos del Nilguiri ylos aborgenes de los valles.

    S, tiene usted razn: comprendo que se pueda rer de nosotros y de nuestrosesfuerzos vanos, prosigui, pues, a despecho de todo nuestro trabajo, no hemosadelantado un centmetro hacia la solucin del problema desde el descubrimiento deesos magos y espantosos brujos de las cavernas del Nilguiri (Montaas Azules). Y es

    esta fuerza verdaderamente taumatrgica en ellos lo que nos irrita ms que cualquierotra cosa: no estamos en situacin como para negar sus manifestaciones, puesnecesitaramos, para ello, luchar cada da contra pruebas irrefutables. Al rechazar lasexplicaciones de los hechos, provedas por los indgenas, no hacemos otra cosa queperdernos en hiptesis elaboradas por nuestra razn. Negar la realidad de losfenmenos llamados encantamientos y sortilegios y, adems, condenar los hechiceros ala horca, nos hace aparecer, con nuestras contradicciones, como groseros verdugos deseres humanos: Pues, no slo los crmenes de esos hombres no fueron an probados,sino que llegamos hasta negar la posibilidad misma de esos homicidios. Nos cabe decir

    2Carpentier. Clebre fisilogo (nota de Blavatsky)

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    esto de los toddes. Nos burlamos de ellos y, empero, respetamos profundamente esamisteriosa tribu Quines son, qu representan? Hombres o genios de esasmontaas, dioses bajo los srdidos andrajos de la humanidad? Todas las conjeturas que

    les conciernen rebotan como una pelota de goma que cae sobre una pea granticaPues bien, spalo, ni los anglohindes, ni los indgenas no le ensearn nada de ciertoacerca de los toddes, ni sobre los kurumbes. Y ellos no se lo dirn, pues no saben nada: ynunca sabrn nada

    De esta suerte, me habl un plantador nilguiriano, mayorgeneral en retiro y juez enlas Montaas Azules, al contestar todas mis preguntas sobre los toddes y loskurumbes, que desde hace mucho tiempo me interesaban. Nos hallbamos cerca de lasrocas del Lago y, cuando se call, omos por largo rato el eco de la montaa que,despertado por su fuerte voz, repeta irnico y debilitndose: nunca sabrn nada !

    nunca sabrn nada!Y sin embargo interesaba mucho saberlo! Semejante descubrimiento en loconcerniente a los toddes hubiera sido, sin duda, ms instructivo que toda la novedosarevelacin acerca de las diez tribus de Israel, que la Sociedad de Identificacin3acabade reconocer, por casualidad e inopinadamente, entre los ingleses.

    Y ahora escribamos lo que hemos averiguado. Pero, antes, aun nos queda por deciralgunas palabras.

    Habiendo elegido, en sus recuerdos, los toddes y los mulukurumbes como principaleshroes, sentimos que abordamos un problema peligroso para nosotros, penetrar en un

    terreno indeseable para los sabios y los no sabios europeos, una tierra que les disgusta.Por cierto, ese problema, estudiado en los peridicos, no es de los que gustan a lasmasas. Y sabemos que la prensa rechaza obstinadamente todo cuanto que, de cerca ode lejos, recuerda a sus lectores los espritus, el espiritismo. Sin embargo, cuando nosreferimos a las Montaas Azules y a sus misteriosas tribus, nos es absolutamenteimposible callar lo que constituye su carcter distintivo fundamental, esencial.

    Cuando se describe una regin muy particular de nuestro globo, y sobre todo los seresque moran en ella, misteriosos y muy distintos de sus semejantes, es imposibledesechar del relato los elementos mismos con los cuales se edific su vida tica yreligiosa. Y en verdad, es tan inadmisible actuar de esta guisa respecto de los toddes yde los kurumbes como representar Hamlet suprimiendo en ese drama el papel delprncipe dans. Los toddes y los kurumbes nacen, crecen, viven y mueren en unaatmsfera de hechicera. Si damos fe a las palabras de los aborgenes y hasta a la de losviejos habitantes europeos de esas montaas, esos salvajes estn en constantesrelaciones con el mundo invisible. A ello se debe que en esta floracin de anomalasgeogrficas, etnolgicas, climticas y otras de la naturaleza, nuestro relato aldesenvolverse, se llene de historias en las cuales se mezcla lo demonaco tal como elgrano bueno y la cizaa o de irregularidades en la naturaleza humana, del dominio de

    3 Identification Society of London que se ha fijado la meta de profundizar la cuestin de las tribusperdidas. Dicha Sociedad es muy rica y es una de las curiosidades de Inglaterra (nota de Blavatsky) .

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    la fsica trascendental, en verdad, la culpa no es nuestra. Conociendo hasta qu puntoesta parte del conocimiento desagrada a los naturalistas, nos encantara por ciertoburlarnos, como ellos, de las lejanas regiones y ms prximas a esa aborrecida

    comarca; pero nuestra conciencia no nos lo permite. Es imposible describir a las nuevastribus, las razas son mal conocidas sin ocuparse, para no disgustar a los escpticos, delas manifestaciones ms caractersticas, ms destacadas de su vida cotidiana.

    Los hechos son patentes. Son acaso la consecuencia de fenmenos anormales,puramente fisiolgicos, segn la teora favorita de los mdicos; debemos considerarloscomo los resultados de materializaciones (por cierto igualmente naturales) de fuerzasde la naturaleza que parecen a la ciencia (en su actual estado de ignorancia) imposibles,inexistentes y que, en consecuencia, niega?; esto carece de importancia para la metaque perseguimos. Presentamos, ya lo hemos dicho, slo hechos. Tanto peor para la

    ciencia si nada aprendi en lo tocante a estas cuestiones y si, al no saber nada, sigue,empero, juzgando los hechos como absurdidades brbaras, supersticiones groseras ycuentos de viejas. Adems, fingir la no creencia y rerse de la fe del prjimo en todo loque uno admite como perteneciente a la realidad demostrada, no es propio de unhombre honrado o de un pintor exacto.

    En qu medida creemos personalmente en la hechicera y en los encantamientos, ellector lo ver en las siguientes pginas. Existen grupos completos de fenmenos en lanaturaleza que la ciencia es incapaz de explicar razonablemente: pues los seala comoderivados de la accin nica de las fuerzas fsicoqumicas universales. Nuestros sabioscreen en la materia y en la fuerza: pero no desean creer en un principio vital separado

    de la materia. Y sin embargo, cuando les pedimos cortsmente que nos digan qu esesencialmente esa materia y qu represcrita la fuerza que la reemplaza actualmente,nuestros propagadores de luz se quedan boquiabiertos y contestan: No lo sabemos.

    Entonces, mientras los sabios pueden hablar, aun hoy, de esa triple esencia de lamateria, de la fuerza y del principio vital en forma tan deplorable como losanglohindes de los toddes, rogamos al lector retroceder con nosotros medio siglo. Lepedimos que escuche la siguiente historia: cmo descubrimos la existencia del Nilguiri(Montaas Azules), hoy el Eldorado de Madras; cmo encontramos all gigantes yenanos desconocidos hasta ese da, y entre quienes el pueblo ruso puede encontrar

    plena semejanza con sus brujas y curanderos. Adems, el lector se enterar que bajo loscielos de la India hay tina admirable comarca donde, a unos tres mil metros de altura, enel mes de enero, los hombres llevan nicamente vestidos de muselina, y se arropan, en

    julio, en mantos de piel, aunque esa tierra slo est a 11 grados del ecuador. El autor deese libro tuvo que seguir los hbitos de los aborgenes, mientras que en la llanura, unostres mil metros ms abajo, habla una temperatura constante de 118 (Fahrenheit) a lasombra fresca de los rboles ms tupidos.

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    CAPTULO I

    ace exactamente sesenta y cuatro aos, sea hacia fines del ao de 1818, en elmes de septiembre, se realiz un descubrimiento, muy fortuitamente, Y denaturaleza por completo extraordinaria, cerca de la costa de Malabar y slo a350 millas de la ardiente tierra de Dravid llamada Madras. Este descubrimiento

    pareci a tal punto extrao, hasta increble a todo el mundo, que nadie al comienzocrey en l. Rumores confusos, enteramente fantsticos, relatos semejantes a leyendascundieron en seguida entre el pueblo, luego ms alto Pero cuando se infiltraron en losdiarios locales y se convirtieron en realidad oficial, la fiebre de la espera lleg a ser entodos un verdadero delirio.

    En el cerebro de los anglomadrasianos, de lentos movimientos y casi atrofiados por lapereza a causa de la cancula, tuvo lugar una perturbacin molecular, para usar laexpresin de clebres fisilogos. Con exclusin de los mudiliares linfticos que renenen ellos los temperamentos de la rana y la salamandra, todo se conmovi, se agit yempez a disparatar ruidosamente respecto de un maravilloso edn primaveraldescubierto en el interior de las Montaas Azules4, aparentemente por dos hbiles

    cazadores. De acuerdo con lo que decan stos, era el paraso terrenal: embalsamadoscfiros y frescor durante todo el ao; comarca sobreelevada por encima de las eternasbrumas del Kuimbatur5, del que caen imponentes cascadas, donde la eterna primaveraeuropea dura de enero a diciembre. Las rosas silvestres, que se levantan del suelo casidos metros, y los heliotropos florecen all, lirios del tamao de un nfora 6embalsamanla atmsfera; bfalos antediluvianos, juzgando por su talla, pasean libremente, y moranen la comarca los brobdingnags y los liliputienses de Gulliver. Cada valle, cada

    4El Nilguiriest compuesto de dos palabras snscritas: Nilam, azul y Guiri, montaas o colinas. Esas

    montaas son llamadas as a causa de la resplandeciente luz bajo la cual aparecen a los habitantes de losvalles de Maisur y de Malabar.5Segn se supone, esa bruma se debe a los fuertes calores y a las exhalaciones de los pantanos; se formaentre 3.000 y 4.000 pies por encima del nivel del mar y se extiende a lo largo de toda la serrana de losmontes Kuimbatur. Esa bruma es siempre de un color azul resplandeciente. En tiempo de monzn, setransforma en nubes que llevan agua.6 sta es la descripcin, no exagerada, de la flora ms maravillosa, que quizs exista en el mundo.Matorrales de rosas de todos los colores trepan por las casas y cubren el tejado; los heliotropos alcanzanalturas de veinte pies. Pero las ms bellas flores son las azucenas blancas cuyo perfume arrebata elcorazn. Del tamao de un nfora, crecen en las grietas de las rocas desnudas en matas aisladas, de unalto de un metro y medio a dos metros, producen al mismo tiempo unas doce flores. Estas azucenas no seencuentran en las cimas cuya altura es inferior a 7.000 pies; slo se las halla subiendo ms alto. Y cuanto

    ms alto se sube, ms magnficas son; en el pico de Toddovet (prximo a los 9.000 pies), florecen diezmeses en el ao.

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    desfiladero de esta admirable Suiza hind representa un rinconcito del paraso terrestrecerrado al resto del mundo

    Oyendo esos relatos, el hgado de los muy respetables padres de la East IndiaCompany, tan atrofiado y somnoliento como su cerebro, despert a la vida, y la salivales corri por los labios. Al comienzo, nadie saba en qu regin precisa habandescubierto esas maravillas, y nadie pudo decir cmo y dnde buscar ese frescor tanatractivo en el mes de septiembre. Finalmente, los padres resolvieron que eramenester sancionar el descubrimiento en forma oficial y reconocer, ante todo, exacta.mente lo que se acababa de descubrir. Los dos cazadores fueron invitados a la OficinaCentral de la Presidencia y entonces se enteraron que en la vecindad de Kuimbatur lossiguientes sucesos haban tenido lugar

    Pero, ante todo, qu es Kuimbatur?

    Kuimbatur es la principal ciudad de la regin que lleva ese nombre, y sta se halla aunas trescientas millas de Madras, capital de la India del Sur. Kuimbatur es clebredesde muchos puntos de vista. Ante todo, es una tierra prometida para el cazador deelefantes y tigres, as como para la caza menor, porque esa regin, adems de sus otrosencantos, es clebre por sus pantanos y tupidos bosques. Presintiendo la muerte, loselefantes, abandonan, no se sabe por qu, los impenetrables bosques por los pantanos.All se sumergen en el profundo fango y se preparan tranquilamente para el nirvana.Gracias a esta extraa costumbre, los huesos y colmillos de elefante son abundantes enlas cinagas y es fcil procurrselos (o ms bien se los obtena otrora).

    Digo procurrselos en el pasado. Ay! Las cosas cambiaron por completo desdeaquella poca de la desdichada India. Hoy, no se puede obtener nada en ese pas, ynadie consigue nada salvo el virrey: el virreinato le rinde, en efecto, honores reales y loprovee con enormes sumas de dinero, por otra parte acompaadas a veces con huevospodridos ofrecidos por los iracundos anglohindes. Entre el otrora y el hoy se abriel abismo del prestigio imperial a cuyo travs se yergue el espectro de lordBeaconsfield.

    Entonces, lospadres de la Company obtenan, compraban, descubran y conservaban.Hoy, el consejo del virreinato recibe, toma, expropia y no conserva nada. Antao, lospadres constituan la fuerza motriz de la sangre de la India que se coagula y que,cierto, chupaban, pero que tambin rejuvenecan vertiendo nueva sangre en las viejasvenas. Hoy, el virrey con su consejo slo inyecta bilis. El virrey es el punto central de unimperio inmenso hacia el cual no experimenta simpata alguna y con el cual no tieneningn inters comn. Segn la potica expresin de Sir Richard Temple, el virrey es elslido eje a cuyo alrededor debe girar la rueda del imperio Sea: pero esa ruedamueve, desde hace un tiempo, con tan loca rapidez que amenaza, en cualquiermomento, hacerse aicos.

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    Mas, como antao, aun hoy Kuimbatur slo es conocido por sus bosques y cinagas; lalepra, las fiebres y la elefantiasis son all endmicas7. Kuimbatur, o el distrito que llevaese nombre, no debe considerarse como un desfiladero. Situado entre Malabar y

    Karnatik, el distrito de Kuimbatur penetra, en ngulo agudo, hacia el sur, en lasMontaas Anemal, o Montes Elefanta8, luego trepa gradualmente hacia las alturas deMaisur, al norte, como si lo aplastaran los ghats occidentales9, con sus tupidas selvascasi vrgenes, cambia de rumbo en ngulo recto y desaparece en las junglas menosimportantes donde moran las tribus silvcolas. All es la morada tropical del elefante,siempre verdeante a causa de las emanaciones de las marismas; all se encuentratambin la boa constrictor, pero su raza se extingue. Por el lado de Madras, esta masade montaas, semejante de lejos a un tringulo rectngulo, parece enganchada a otraserrana triangular, an ms grande, a los llanos de la superficie montaosa de Dekkanque apoya su extremo septentrional contra los montes Vindya, en la presidencia de

    Bombay, y sus puntas occidental y oriental contra las colinas de Sakhiadri en lapresidencia de Madras. Estas dos cadenas de montaas que los ingleses llaman colinasconstituyen un lazo de unin entre los ghats 10occidentales y orientales de la India. Amedida que las alturas del este se aproximan a los ghats del oeste, pierdenprogresivamente su carcter volcnico. Unindose finalmente con las cimas pintorescasy onduladas del Maisur occidental, parecen fundirse en ellas, dejan definitivamente deser consideradas comoghats y sonllamadas simplemente colinas.

    Los dos extremos de ese tringulo aparente se yerguen, en la presidencia de Madras, aambos lados, a izquierda y a derecha de la ciudad de Kuimbatur, produciendo el aspecto

    de puntos de admiracin. Se asemejan a dos centinelas gigantes colocados por lanaturaleza para vigilar la entrada del desfiladero. Son dos picos de aguda punta,coronados por rocas dentadas, con las faldas cubiertas de verdeantes bosques yrodeados en lo alto por un eterno cinto de nubes y brumas azuladas. Esas montaas depuntiagudas cumbres son llamadas Teperifs de la India, el Nilguiri y el Mukkartebet.La primera se alza a 8.760 pies, la otra a 8.380 pies por encima del nivel del mar.

    A lo largo de los siglos esas dos cumbres eran consideradas por el pueblo inaccesiblesa los simples mortales. Esta reputacin, desde haca mucho tiempo, haba tomado laforma de leyendas locales, y toda la comarca, en la supersticin popular, era tenida porsanta y desde luego por encantada. Franquear sus lmites, hasta involuntariamente, era

    cometer un sacrilegio que slo la muerte poda castigar. El ToDe era la morada de losdioses y de las devas superiores. El svarga (paraso) se hallaba all con el naraka

    7Esa enfermedad terrible y casi incurable, que puede durar aos, dejando al hombre en buena salud

    desde el punto de vista orgnico, es muy frecuente en ese pas. Una pierna se hincha desde la planta delpie hasta la pantorrilla, luego se hincha la otra pierna hasta que ambas, por completo deformadas,adquieren el aspecto de patas de elefante, tanto por el aspecto como por el grosor.8 De la palabra ane, elefante. Pues esos animales abundan, desde tiempos inmemoriales, en esasmontaas.9Ghats, montaas.10Ghat, montaa, y Guiri, colina.

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    (infierno) lleno de asuras y de pisachis11. As, protegidos por la fe religiosa, el Nilguiriy el Todabet (Mukkartebet) permanecieron, por largos siglos completamentedesconocidos del resto de la India. Cmo entonces, en poca tan lejana como la de la

    Right Honourable East India Company, en el decenio del 20 de nuestro siglo XIX, uneuropeo cualquiera poda concebir el pensamiento de internarse en la regin interior deuna montaa cerrada por todos lados. No por creer en los espritus cantores, sino antela inaccesibilidad de esas alturas, nadie era capaz de suponer la existencia, en esasmontaas, de tan bellos paisajes. Y menos suponer la presencia de criaturas vivientesque no fueran las fieras y las serpientes. Rara vez un sporisman o un cazador de Eurasia,llegaba al pie de los encantados montes, insista para que un chicari (cazador) locondujese a algunos centenares de pies ms alto. Los guas indgenas, de comnacuerdo con los chicaris, se negaban a hacerlo, muy naturalmente, bajo un pretexto uotro. Lo ms a menudo afirmaban al Saab 12que era imposible ir ms alto: ya no haba

    ms bosques, ni caza, slo se vean simas, peas, nubes y cavernas habitadas pormalficos silvanos, guardias de honor de las devas. Por eso ningn chicari aceptaba, porms cuantiosa que fuera la suma ofrecida, subir ms alto que una conocida lnea dedemarcacin en esas montaas

    Qu es el chicari? El representante moderno de este tipo sigue siendo semejante alde las pocas fabulosas del rey Rama. Cada profesin se vuelve hereditaria en la India,luego se convierte en casta. As como fue el padre, as ha de ser el hijo. Generacionesenteras se cristalizan y parecen petrificarse en una nica y misma forma. El chicari llevaun traje compuesto de cuchillo de caza, de cebadores de plvora hechos con cuernos de

    bfalo, del antiguo fusil de pedernal que de diez tiros falla nueve, y todas esasfornituras las lleva sobre su cuerpo desnudo. Muchas veces tiene aspecto de un ancianodecrpito, y cuando un extranjero de corazn sensible se encuentra con l (niindgena, ni ingls), su primer movimiento es ofrecerle gotas de Hoffmann: tan hueco essu vientre y parece presa del dolor. Pero la razn por la que el chicari caminapenosamente, agachado, doblado en dos, no es sta: se trata de un hbito contrado porel constreimiento de su profesin. Cuando un saab sportsman se lo ordena, basta. quele muestre o le d algunas rupias, y el chicari se endereza instantneamente y empezara regatear a propsito de no importa qu animal. Luego de la conclusin de latransaccin, volver a inclinarse de nuevo, se deslizar en los bosques con prudencia,

    cubriendo su cuerpo y envolviendo sus pies con hierbas aromticas, para que no lodescubran las fieras y con el fin de que stas no olfateen el espritu del hombre.

    El chicari permanece de esta suerte varias noches consecutivas, oculto, como un ave depresa, en el tupido follaje de un rbol, en medio de vampiros, menos sanguinarios quel. Sin traicionar su presencia por el ms leve suspiro, el caduco nemrod se prepara para

    11Asuras (espritus) cantores que encantan los odos de los dioses con sus cantos, como los gondarvis lohacen con su msica. Pisachis, espritus vampiros. Todos ellos son devas divididos en multitud de clases.12Este apodo es dado por los indgenas indiferentemente a los funcionarios o a los cazadores ingleses y alos tigres. Para el ingenuo hind, no existe en efecto diferencia alguna entre esas dos razas de seres: salvo

    que el fusil del desdichado indgena, cada vez que se produca un levantamiento nacional, no haca blancoen los ingleses, por una felicidad que stos no merecan.

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    seguir con sangre fra la agona de un desdichado cabritillo o de un joven bfalo atadopor l a un rbol para atraer al tigre. Luego, abriendo los dientes hasta las orejas a lavista del carnicero, escucha, sin mover un solo msculo, el lamentable balido, y aspira

    con placer el olor de la sangre fresca mezclado con el tufo especfico y fuerte delverdugo rayado de los bosques. Apartando las ramas, con prudencia y sin ruido, observalargamente, con mirada aguda, al animal que se sacia, y cuando la fiera se adelantepesadamente con sus sangrientas patas sobre el suelo seco, lamindose los labios ybostezando, luego dndose vuelta segn el hbito de todos los carniceros rayados, paramirar los restos de su vctima, entonces el chicari hace fuego con su fusil de pedernal ycon seguridad tumba la bestia al primer disparo. El arma del chicari nunca falla cuandodispara sobre el tigre, es un antiguo dicho que se ha convertido en axioma entre loscazadores. Y si el saab desea divertirse cazando l mismo al bar saab (gran seor delos bosques), entonces el chicari, observando desde su rbol el lugar a donde fue a

    descansar el tigre, en cuanto aparecen los primeros fulgores del alba, salta de suescondite, corre hacia el poblado, rene una multitud, prepara una batida, se afana,todo el da, bajo las llamas trridas y mortferas del sol, de un grupo al otro, gritando,gesticulando, organizando, dando rdenes, hasta el momento en que el saab N 1,seguro sobre el lomo de un elefante, haya herido al saab N 2, momento en que elchicari debe intervenir para rematar el animal con su antiguo fusil Slo entonces, y enel caso de que no suceda nada extraordinario, el chicari se dirige hacia el primermatorral que encuentre y, todo a un tiempo, toma su desayuno, almuerzo, merienda ycena comiendo un puado de psimo arroz y un sorbo de agua de los pantanos

    Y as, con tres de esos hbiles chicaris, en septiembre de 1818, hacia el final de lasvacaciones estivales, dos ingleses, funcionarios agrimensores al servicio de laCompany, en expedicin de caza en el Kuimbatur, se extraviaron, llegando al lmitepeligroso de la montaa: el desfiladero de Guzlekhut, muy prximo a la clebre cascadade KoIakambe13.

    Por encima de sus cabezas, lejos y muy alto bajo las nubes, penetrando, en manchasaisladas, la fina bruma azul, se divisaban las rocosas agujas del Nilguiri y delMukkartebet. Era la Terra incognita, el mundo encantado

    Misteriosas montaas

    Morada de desconocidas Devas

    Colinas de azur

    (como dice una antigua cancin en el tierno idioma de malaialim). De azur en verdad.Contemplad no importa qu punto del horizonte y de la distancia que deseis, de lacumbre o del pie, del valle o de otras cimas, aun con tiempo brumoso, hasta elmomento en que dejan de ser visibles, esas montaas resplandecen como un preciosozafiro, con un brillo interno, parecen respirar suavemente, y confunden, como olas, sus

    13Esta catarata tiene 680 pies de altura. En sus proximidades pasa hoy el camino que lleva a Uttakainand.

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    azuladas selvas que, en la lejana se matizan con reflejos de turquesa y oro, quesorprenden, a despecho de uno mismo, por su extraordinario colorido

    Los agrimensores, deseando tentar la suerte, ordenaron a los chicaris que loscondujeran ms lejos. Pero los valientes chicaris se negaron en forma perentoria, comoera de esperar. Luego, despus del relato de los dos ingleses, nos enteramos que esosdos experimentados cazadores y valientes exterminadores de tigres y elefantes, sefugaron en cuanto se habl de subir ms alto, tras la cascada. Capturados y trados devuelta a la catarata, los tres se dejaron caer con la cara tocando el suelo, ante el torrenteque bramaba, y segn las ingenuas palabras de uno de los ingenieros ingleses,Kindersley, los esfuerzos combinados de nuestros dos ltigos no pudieron obligarlos alevantarse antes que hubieran terminado sus ruidosas invocaciones a las devas de esasmontaas, suplicando a los dioses no castigarlos, ni darles muerte, por semejante

    crimen, a ellos, inocentes chicaris. Temblaban como hojas de lamo tembln, seretorcan en el hmedo suelo de la orilla, como si fueran presa de una crisis deepilepsia Nadie cruz alguna vez los lmites de la cascada de Kolakarnhe, decan, yquien entra en esas cavernas no sale de ellas vivo.

    Esa vez, o ms exactamente, ese da, los ingleses ni siquiera lograron ir ms all de lacatarata. De buen o mal grado, debieron regresar a la aldea, que haban abandonado porla maana, luego de pernoctar en ella. Los ingleses temieron extraviarse sin guas o sinchicaris, y por esa razn cedieron. Pero, en su fuero interno, juraron obligar a los chicarisa ir ms lejos la prxima vez. De regreso a la aldea, para pasar la segunda noche,convocaron a casi todos los habitantes y celebraron consejo con los ancianos. Lo que

    escucharon no hizo ms que aumentar su curiosidad.Los rumores ms extraordinarios corran entre el pueblo acerca de las montaas

    encantadas. Numerosos agricultores apelaban a la autoridad de los plantadores localesy de los funcionarios de Eurasia que conocan la verdad respecto de los Lugares Santos ycomprendan perfectamente la imposibilidad de ir all.

    Se cuenta una verdadera epopeya respecto de un plantador indio que posea todas lasvirtudes, salvo la de la fe en los dioses de la India. Un buen da as hablaban losbrahmanes importantes, mister D, que cazaba un animal y no prestaba la menoratencin a nuestras advertencias, desapareci trasla cascada; nunca ms se lo volvi a

    ver. Al cabo de una semana, las autoridades dieron a conocer ciertas suposiciones acercade su probable destino, y esto gracias al viejo mono sagrado de la pagoda vecina.Como pudo verse, esa respetable bestia tena la costumbre, en sus ratos libres de todaobligacin religiosa, de visitar las plantaciones vecinas, donde los kulis, llenos de piedad,la alimentaban y la mimaban. Un da el mono regres con una bota sobre la cabeza. Labota llegaba sola, privada de la pierna del plantador, y su dueo se perdi, pues, parasiempre: indudablemente, el insolente haba sido destrozado por los pisachis. As loresolvi el pueblo. Cierto, la Company sospech de los brahmanes de la pagoda que,desde haca mucho, haban entablado un proceso con el desaparecido con motivo de unterreno del cual era dueo. Pero los saabsospechaban siempre y para todas las cosas de

    los hombres santos, particularmente en el sur de la India

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    de sus libreas, se obtendra una suma cuya mitad bastara para alimentar a centenaresde familias anualmente. Agregad a ello los gastos de los miembros, siempre escarlatasde embriaguez, del Consejo y de las distintas comisiones que se constituyen

    habitualmente al final de una escasez general; y he demostrado cmo el prestigiobritnico mata cada ao ms indgenas que el clera, los tigres, las serpientesponzoosas y que los bazos15hindes que revientan tan fcilmente (y siempre con tantaoportunidad)

    Cierto es que las prdidas ocasionadas por dicho prestigio en las filas de la plebe soncompensadas por el constante crecimiento de la tribu de los euroasiticos. Esa raza,bastante fea de criollos representa uno de los smbolos ms objetivos y ms felices dela tica enseada por los civilizados a los hindes, sus esclavos medio salvajes. Loseuroasiticos fueron puestos en el mundo por los ingleses, con ayuda de los holandeses,

    franceses y portugueses. Constituyen la corona y el imperecedero monumento de laactividad de los padres plcidos de la East India Company. Dichos padres amenudo traban relaciones legtimas e legtimas con las mujeres indgenas (la diferenciaentre las uniones legales o no es mnima en la India; se basa en la fe de los esposos y elgrado de santidad de las colas de vaca). Pero este ltimo eslabn de las relacionesamistosas entre las razas altas y bajas, se quebr por propia decisin. Hoy, para alegrade los hindes, los ingleses slo miran con repugnancia a sus esposas e hijas. Dicharepulsin, es verdad, slo la supera la profunda aversin sentida por los indgenas a lavista de las inglesas ms o menos descotadas. Las dos terceras partes de la India creeningenuamente en el rumor difundido por los brahmanes segn el cual los blancos

    deben su color a la lepra.Pero la cuestin no es sa, se trata del prestigio. Ese monstruo naci despus de la

    tragedia de 1857. Barriendo con sus reformas todas las huellas de la India inglesacomercial, la AngloIndia oficial cav entre ella y los indgenas un abismo tan hondoque los milenarios no llegarn a colmarlo. A despecho del amenazador espectro delprestigio britnico, la sima se hace cada da ms amplia y ha de llegar la hora en que setragar a una de las razas, sea la negra, sea la blanca. As el prestigio no llega a ser otracosa que una medida de autodefensa.

    Y ahora puedo volver a la situacin de los habitantes de Kuimbatur en 1818. Entre dos

    fuegos: el prestigio de los seores terrestres y el supersticioso espanto de los amos delinfierno y de su venganza, los dravidianos se vieron aplastados bajo los cuernos de unatroz dilema. No haba transcurrido una semana cuando los saabingleses, habiendo

    15 Dicho rgano, cuyo nombre en ingls es spleen, en realidad desempea en la India un importantepapel. El bazo indgena es el mejor amigo y defensor de las cabezas inglesas que, en caso de faltar, seranineluctablemente amenazadas por la cuerda. Dicho bazo es tan dbil 'y tierno, segn el parecer de los

    jueces anglohindes, que basta un papirotazo sobre el vientre de los aborgenes, basta tocarlodelicadamente con el dedo para que el hombre se desplome y muera. La prensa hind, desde hace muchotiempo, realiza una ruidosa campaa con motivo de esa fragilidad del spleen, desconocida antes de lallegada de los ingleses. El bazo es particularmente poco seguro en los rajahs, lo cual hasta entristece a los

    inglesesEs imposible, suelen decir, rozar un rajah sin que inmediatamente y como hecho a propsitoestalle su bazo. Los senderos tortuosos que sigue el gobierno ingls en la India estn llenos de espinas.

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    dejado a los habitantes del poblado en la dulce esperanza que la tormenta pudieradisiparse, regresaron a Metopolam, a los pies del Nilguiri. Y esta vez los inglesesdejaron or el trueno de la siguiente declaracin: dentro de tres das iban a llegar

    soldados de la guarnicin y otros agrimensores, y ese destacamento emprendera laascensin de las cimas sagradas de las Montaas Azules.

    Luego de or esa terrible nueva, varios labradores se condenaron a la dcharna (muertepor el hambre), ante la puerta del saab, con la intencin de proseguir esta huelga hastael da en que los ingleses, ms comprensivos, prometieran renunciar a su propsito. Losmunsifs, habiendo desgarrado sus vestidos, gesto que no les cuesta muchos esfuerzos,rasuraron la cabeza de sus mujeres, y las obligaron, en seal de desdicha social y deduelo general, a araarse el rostro hasta la sangre. Naturalmente, no deba alcanzar sinoa las mujeres. Los brahmanes lean conjuros y mantras en alta voz, enviaban

    mentalmente a los ingleses, con sus intenciones blasfematorias, al Narak, a todos losdiablos. Durante tres das, Metopolam retumb con los gritos y lamentos; en vano: a lohecho, pecho! Luego de haber equipado un grupo de valientes elegidos entre losmiembros de la Company, los nuevos Cristbal Coln resolvieron ponerse en caminosin gua alguno. El poblado qued vaco como despus de un terremoto; los indgenashuyeron aterrorizados, y no les qued otro remedio a los agrimensores queencabezaban el destacamento que buscar ellos mismos el camino de la cascada. Seextraviaron y regresaron. Empero, los exploradores no se inmutaron. Pudieronapoderarse de dos malabarenses enflaquecidos y declararon que estaban prisioneros:Condzcanos y les daremos oro; niguense, e irn a pesar de todo, pues los

    arrastraremos por la fuerza. Luego, en vez de oro, tendrn la crcel. En aquellosbenditos das en que reinaban los bondadosos padres de la Company la palabracrcel en Madras y en otras presidencias era sinnima de tortura. Ese gnero desuplicio tiene lugar an hoy, estamos al tanto de pruebas muy recientes, pero en aquellapoca la denuncia del menor escriba perteneciente a la raza superior bastaba paracondenar al indgena a la tortura. La amenaza produjo el efecto deseado. Losdesdichados malabarenses, con la cabeza gacha, ms muertos que vivos, guiaron a loseuropeos hasta Kolakambe.

    Los hechos que tuvieron lugar despus no dejan de ser extraos si son ciertos: empero,esta verdad no puede ser puesta en duda despus del informe oficial de los dos

    agrimensores ingleses. Antes que los ingleses llegaran a la cascada, en un talud, un tigresalt y arrebat a uno de los malabarenses a pesar de su extremada y poco apetitosaflacura, y ello ocurri antes que uno de los cazadores tuviese tiempo de divisar elanimal. Los gritos del desdichado despertaron la atencin demasiado tarde: O las balasno dieron en el blanco, o mataron a la vctima que desapareci con el raptor, como siambos se hubieran metido bajo tierra, leemos en el informe. El segundo indgena, quehaba llegado a la otra orilla de la rpida corriente, la ribera prohibida, a una milla mso menos de la cascada, muri bruscamente, sin ninguna causa aparente. Sucedi en elmismo lugar donde los agrimensores haban pasado la noche cuando su primeraascensin. Evidentemente, el terror lo mat. Es curioso leer la opinin de un testigo

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    ocular respecto de esta terrible coincidencia. En el Correo de Madras, del 3 denoviembre de 1818, uno de los funcionarios, Kindersley, escribe:

    Luego de haberse asegurado de la muerte real del negro, nuestros soldados, sobre todolos supersticiosos irlandeses, quedaron extremadamente turbados. Pero Whish (nombre delsegundo agrimensor) y yo comprendimos en seguida que retroceder era deshonrarseintilmente, convertirse en el objeto de las burlas perpetuas de nuestros compaeros ycerrar, durante siglos, la entrada a las montaas del Nilguiri y a sus maravillas (si stasexistan verdaderamente) a los otros ingleses. Resolvimos proseguir nuestro camino singuas, tanto ms cuanto que los dos malabarenses muertos y sus compatriotas vivientes noconocan mejor que nosotros el camino ms all de la cascada.

    Luego viene la descripcin detallada de su difcil ascensin a las montaas, de laescalada de las peas por completo perpendiculares, hasta el momento en que se vieron

    por encima de las nubes, es decir ms all del lmite de la eterna bruma y divisaron asus pies sus movedizas olas azules. Como hablo ms adelante de todo cuanto hallaronlos ingleses en esas alturas, y ya que D. Sullivan, colector del distrito de Kuimbatur,relata los hechos en sus cartas al gobierno que lo envi despus para realizar unaencuesta formal, me contentar aqu, con el fin de evitar cualquier repeticin, con elrelato superficial y breve de las aventuras principales de los dos agrimensores.

    Los ingleses treparon ms alto, lejos de la frontera de las nubes. Y entonces seencontraron con una enorme boa constrictor. Uno de ellos, en la semi oscuridad, caybruscamente sobre un objeto blando y viscoso. Ese objeto movi, se irgui con mucho

    ruido de hojas aplastadas y se mostr tal como era en realidad, un interlocutor bastantedesagradable. La boa se enroll, a guisa de saludo, en torno de uno de los supersticiososirlandeses, y antes de recibir algunas balas en las fauces abiertas de par en par, pudoapretar a Patrick en su fro abrazo con tanta fuerza que el desdichado muri al cabo dealgunos minutos. Luego de haber matado ese monstruo, no sin dificultades, y habiendomedido la piel del animal, se vio que la serpiente tena una longitud de veintisis pies.Luego fue menester cavar una tumba para el pobre irlands; esta tarea fue tanto mspenosa cuanto que los ingleses apenas tuvieron tiempo de arrancar el cuerpo a losmilanos que se amontonaban, acudiendo de todas partes. Aun hoy se muestra la tumba;se encuentra debajo de una pea, algo ms arriba que Kunur. Los primeros colonos

    britnicos se cotizaron y adornaron el lugar con un monumento conveniente, enmemoria del primer pionero que hall la muerte durante la expedicin a la montaa.

    Nada perpeta el recuerdo de los dos negros, si bien eran, de derecho, las primerasvctimas de la ascensin, y los primeros pioneros, aunque involuntarios.

    Luego de haber perdido dos peones negros y un hombre blanco, los inglesesprosiguieron trepando y encontraron una manada de elefantes que luchaban los unoscontra los otros en una batalla de buena ley. Felizmente, los animales 'no se dieroncuenta de la llegada de los extranjeros, por eso no los molestaron. En desquite, suaparicin produjo el inmediato desbande del destacamento espantado. Cuando el

    grupo britnico quiso reunirse otra vez, no se encontr ms que en pequeos grupos dedos o tres hombres. Vagaron as toda la noche en el bosque; siete soldados regresaron,

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    a distintas horas del siguiente da, a la aldea que haban abandonado la vspera contanta presuncin. Tres europeos desaparecieron sin dejar huella alguna.

    Al quedarse solos, Kindersley y Whish vagaron por las vertientes de la montaadurante varios das: subiendo hasta las cumbres o bajando otra vez hacia losdesfiladeros. Tuvieron que alimentarse con hongos y bayas que encontraron enprofusin. Cada noche, los rugidos de los tigres y los bramidos de los elefantes lesobligaban a buscar refugio en altos rboles y a pasar la noche desvelados, turnndoseen la guardia y esperando la muerte de un momento a otro. Las devas y otros habitantesmisteriosos, guardianes de las cavernas encantadas, se manifestaron as desde elcomienzo. Los desafortunados exploradores quisieron ms de una vez descender alpoblado; pero a despecho de todos sus esfuerzos y aunque bajaban en lnea recta, seencontraban, en el camino, con tales obstculos que se vean obligados a cambiar de

    rumbo. Y cuando queran rodear una elevacin o una pea, caan en una caverna sinsalida. Sus instrumentos y todas sus armas, salvo el fusil y las pistolas que llevaban,haban quedado en manos de los soldados. En consecuencia, les era imposibleorientarse, hallar el camino de regreso; slo les quedaba subir, subir siempre ms alto.Si recordamos que, por el lado de Kuimbatur, el Nilguiri se levanta en escalones derocas perpendiculares hasta 5.000 y 7.000 pies por encima del valle de Uttakamand, yque muchas peas forman terribles cimas, y que los agrimensores haban elegidoprecisamente ese camino, es fcil figurarse todas las dificultades que tuvieron quesuperar. Y mientras trepaban por la montaa, la naturaleza pareca cortarles todas lasvas de regreso. A menudo tuvieron que subir a la cima de un rbol para saltar luego por

    encima de los despeaderos a la siguiente roca.Finalmente, en el noveno da de su viaje y despus de perder toda esperanza de

    encontrar en esas montaas otra cosa que la muerte, resolvieron intentar otra vez eldescenso, siguiendo un camino recto y evitando, en la medida de lo posible, cualquieratajo que los alejase de la va recta. Por esa razn, queran ante todo llegar a la cumbreque tenan ante ellos con el fin de examinar las inmediaciones y reconocer mejor elcamino que habran de seguir. Se encontraban entonces en un claro, no lejos de unacolina bastante elevada y que les pareci de suave pendiente con pequeas rocas en lacima. Para llegar a la colina, les pareca que un sencillo recorrido era suficiente, pues nose vea ningn obstculo exterior. Para sorpresa de los agrimensores, el ascenso dur

    dos horas; agotaron sus ltimas fuerzas. Cubierta de tupido pasto que aqu se llamasatinado, el terreno de la ladera fcil se mostr tan resbaladizo que los ingleses, desdelos primeros pasos, tuvieron que trepar a cuatro patas, aferrndose al pasto y a lasmalezas con el fin de no rodar. Trepar por semejante colina les pareca subir por unamontaa de vidrio. Finalmente, llegaron a la cima despus de increbles esfuerzos ycayeron agotados, esperando lo peor, como escribi Kindersley.

    Era la clebre colina de los sepulcros, conocida hoy en toda la comarca deUttakamand; se los llama cairnsen la regin. Este nombre druidico conviene mejor alcarcter de esos monumentos que pertenecen a una antigedad desconocida, pero muy

    remota, y que los agrimensores tomaron por rocas. Numerosas elevaciones de la cadenadel Nilguiri estn tambin tachonadas de semejantes tumbas. Es en vano discutir sobre

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    ese particular: su origen y su historia se pierden en una bruma tan impenetrable como lade los pueblos que moran en las misteriosas montaas. Sin embargo y mientrasnuestros hroes descansaban, hablaremos de esos monumentos: el relato ser breve.

    Cuando, veinte aos despus de esos sucesos, se realizaron las primeras excavaciones,los europeos encontraron en cada sepultura una gran cantidad de utensilios de hierro,bronce y barro, estatuillas de forma extraordinaria y adornos metlicos, obras toscas.Esas estatuillas evidentemente dolos, esos adornos, esos instrumentos norecordaban en absoluto los objetos anlogos empleados en otros lugares de la India yen otras naciones. Las obras de arcilla tienen un aspecto particularmente bello; alparecer se vea en ellos los prototipos de los reptiles (descritos por Brose) quereptaban por el caos en tiempo de la creacin del mundo. En lo que concierne a lastumbas mismas, en cuanto a lo que se conoce de la poca en que fueron construidas, de

    los obreros que las hicieron y de la raza cuyo ltimo refugio fueron en la tierra, nada sepuede decir, imposible suponer nada, pues todas las hiptesis son inmediatamentedestruidas por tal o cual argumento irrefutable. Qu significan esas extraas formasgeomtricas, hechas con piedra, hueso o arcilla, qu quieren decir esos dodecaedros,esos tringulos, esos pentgonos, exgonos y octgonos muy regulares y, finalmente,esas imgenes de barro, con cabeza de carnero o de asno y cuerpo de pjaros? Lossepulcros, es decir los muros que rodean las tumbas, tienen siempre una forma ovaladay su altura vara entre un metro y medio y dos metros, construidos con enormes piedrasno talladas y sin cemento alguno. El muro siempre rodea una tumba, cuya profundidades de cuatro a seis metros, cubierta por una bveda bastante bien dibujada y construida

    en panten con piedras pulidas, aunque es difcil distinguir esos panteones, pues lossiglos los han cubierto de tierra y guijarros. La forma de los sarcfagos, semejanteexteriormente a la de los sepulcros muy antiguos en otras partes del mundo, no nosrevela empero cosa alguna que pueda aclararnos su origen. Monumentos semejantes seencuentran en Bretaa, en otras regiones de Francia, en el pas de Gales y en Inglaterra,as como en las montaas del Cucaso. Naturalmente, los sabios ingleses, en susexplicaciones, no pudieron dejar de mencionar a los partos y los escitas que,evidentemente, deban poseer el don de ubicuidad. Pero los restos arqueolgicos queencontramos all no tienen absolutamente nada de escita; adems, hasta ahora no seencontraron esqueletos, ni objetos parecidos a armas. Ninguna inscripcin tampoco,

    aunque se exhumaron planchas de piedra mostrando vagas huellas, en las esquinas, querecordaban los jeroglficos de los obeliscos de Palenque y de otras ruinas mejicanas.

    Entre las cinco tribus de las montaas del Nilguiri, y los seres pertenecientes a cincorazas16por entero diferentes las unas de las otras, nadie pudo dar la menor informacinrespecto de esos sepulcros que todo el mundo desconoca. Los toddes la tribu msantigua de las cinco tampoco saben nada a este respecto. Esos sarcfagos no sonnuestros, y no podemos decir a quienes pertenecen. Nuestros padres y nuestrasprimeras generaciones los hallaron aqu, nadie los construy en nuestra poca. Tal vezes la invariable respuesta de los toddes a los arquelogos. Si evocamos la antigedad

    16La descripcin de las cinco tribus se encuentra en el captulo III.

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    que se atribuyen los toddes, podemos llegar a la conclusin que en esas tumbasenterraban a los antepasados de Adn y Eva. Los ritos fnebres difieren totalmente encada una de las cinco tribus. Los toddes incineran a sus muertos, con sus bfalos

    favoritos; los mulukurumbes los entierran bajo las aguas; los errulares los atan en lacima de los rboles.

    Si los cazadores extraviados se hubieran recobrado y hubiesen examinado losalrededores que se extendan en torno de ellos, por doquier en una distancia de variasdecenas de millas, por cierto se habran adelantado a mi descripcin de uno de los msmaravillosos panoramas de la India. Pues se encontraban entonces ignorndolo en lacumbre ms elevada de esas montaas, con exclusin del pico de Toddabet, al que losingleses, no s por qu, llaman Doddibet. Cuesta imaginarse, y aun menos describir lossentimientos que agitaban entonces a los dos hijos de Albin, cuyos ojos contemplaban

    ese grandioso cuadro. Es de suponer que nada semejante al entusiasmo de un artista ode un miembro del Club alpino hall cabida en sus desfallecidos cuerpos. Tenanhambre, estaban medio muertos de cansancio, y ese estado, fsico domina siempre encircunstancias parecidas, al elemento espiritual de nuestra desdichada humanidad. Sicomo lo hacen a menudo hoy sus descendientes, sesenta aos despus de elloshubieran llegado a esa cima a caballo, o en un coche con resortes, rodeados por unadecena de cestos llenos de alimentos para un gozoso picnic, habran de seguroexperimentado el xtasis que sentimos ante el nuevo mundo que parece desplegarse ala mirada de los hombres en aquellas alturas. Pero en aquel entonces sonaba una horacrtica para toda la presidencia de Madras, para los dos ingleses y tambin para

    nosotros: si los dos agrimensores hubiesen perecido en la montaa, hoy no se salvarantodos los aos centenares de vidas y nuestro verdico relato no se habra escrito

    Como esa cumbre se halla estrechamente ligada a los sucesos que expondr acontinuacin, os pido el permiso de describirlos y de expresar, en ausencia de unadescripcin mejor, mi sentimiento personal. Es difcil para quien subi una sola vez en lavida a la colina de los Sepulcros olvidarla luego. Y quien escribe estas pginas realiz,ms de una vez, esta hazaa herclea: la ascensin de la montaa por ese resbaladizocamino Por lo dems, me apresuro en formular una reserva y una confesin: realizabasiempre ese acto heroico cmodamente sentada en un palanqun, por encima de lasdoce cabezas de los cooles siempre sedientos, prontos, en la India, a arriesgar la vida

    por un puado de monedas de cobre. En la India inglesa no cuesta nada acostumbrarse atodo, hasta convertirse en incorregible asesino de nuestros desdichados hermanosinferiores, de los cooles secos, del color y de la flacura del alaj. Mas, cuando se tratade la colina de los Sepulcros deseamos y exigimos circunstancias atenuantes, pues, enverdad, somos culpables frente a nuestra conciencia. Toda la magia del mundo, losencantos de la naturaleza que esperan al viajero en la cumbre pueden paralizarcualquier precaucin no slo respecto de los bazos del prjimo, sino del propio.

    Intentad representaros ese cuadro. Subid a esa cumbre, alcanzad 9.000 pies porencima del nivel del mar. Ved ese espacio zafirino en una circunferencia de cuarenta

    millas en torno de la cumbre, hasta el horizonte de las riberas de Malabar y contemplad:a vuestros pies una inmensidad que abarca doscientas millas de ancho y de longitud.

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    Que la mirada se dirija a la derecha, a la izquierda, al sur, al norte, ante ella ondula unocano sin orillas de elevaciones bermejas y azules, cimas rocosas, agudas, dentadas,redondeadas, con formas muy caprichosas y fantsticas: as como un mar enfurecido

    donde el zafiro y la esmeralda se confunden en la intensa irradiacin del sol tropical, enla hora de un inmenso cicln, cuando toda la masa lquida est cubierta de mstiles denavos que zozobran o que ya se hundieron. As se nos aparece en sueos el ocanofantasma

    Mirad hacia el norte, La cresta de la serrana del Nilguiri, elevndose 3.500 pies porencima de los llanos montuosos de Maisur, se arroja en el espacio en un gigantescopuente de quince millas de ancho y de cuarenta y nueve de longitud, como surgiendodel Jellamulai piramidal de losghats occidentales y se echa a volar, a locas, en gradas desuaves pendientes, con resplandecientes abismos en ambas vertientes hasta los

    redondos collados de Maisur que se esfuman en brumas de aterciopelado azur. All,chocando con las agudas peas de Paikar, ese prodigioso puente cae brusca yperpendicularmente, salvo una faja montaosa muy estrecha que une una serrana a laotra, se desmenuza en pequeas rocas y se muda en una lluvia de piedras, que rugen yallan en un torrente cuyas aguas ruedan rabiosas como si quisiera alcanzar un lmpidoro nacido en las poderosas cavernas de la montaa.

    Y contemplad ahora el costado meridional de la colina de los Sepulcros. En unaextensin de cien millas, que encierra toda la zona sudoeste de las Montaas Azules,sombras selvas duermen en la impoluta majestad de su belleza inaccesible y virgen,

    junto a las infranqueables cinagas de Kuinibatur, cercadas por los montes de Kchund

    de un color rojo ladrillo. Ms lejos, hacia la izquierda, al oriente, desenroscndose comouna serpiente de piedra, la cresta del Ghat se alarga entre dos hileras de elevadas peas,volcnicas y escarpadas. Coronados por bosques de abetos, que el viento desmelena ytuerce en todo sentido, esos inmensos anfiteatros de solitarias cimas dentadas ofrecena la vista extrao espectculo. La fuerza volcnica que los arroj, al parecer quera dar aluz a algn prototipo rocalloso del hombre por venir: pues esas rocas tienen formahumana. A travs de la bruma que se agita, transparente como el humo, esos grandiososdesiertos se mueven, corriendo el uno tras el otro, y se forma la imagen de antiguaspeas, cubiertas de secular musgo, que saltan y galopan en el espacio. Se confunden, seentrechocan, se adelantan y se destrozan unas contra las otras, y se apresuran, parecidas

    a escolares que desean huir de los estrechos desfiladeros para vivir en los vastosespacios y la libertad

    Y en derredor, muy alto, lejos y abajo, a los pies mismos del turista que est en lacolina de los Sepulcros, en primer plano se extiende y se yergue una imagen muydistinta: serenidad, naturaleza igual, beatitud divina

    En verdad, he aqu un primaveral idilio de Virgilio, rodeado por los amenazantescuadros del Infierno del Dante. Altozanos de esmeralda, esmaltados con flores,tachonando la clara faz del valle montaoso donde crecen las embalsamadas hierbas yel alto y sedoso pasto. Pero en lugar de los corderos de nevado blancor, de los

    pastorcillos y las pastorcillas, un rebao de enormes bfalos negros como el alquitrn, y

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    a lo lejos la inmvil estatua, hecha al parecer de bronce, la atltica silueta de un joventodde tiralli (sacerdote) con larga cabellera ensortijada

    Reina en esta cumbre una eterna primavera. Las heladas noches de diciembre y enerono pueden expulsarla pasado medioda. All todo es frescor, todo reverdece, todoflorece, exhalando perfumes a todo el largo del ao. Y las Montaas Azules aparecenen esa cumbre con todo el encanto de un adolescente que hasta sonre a travs de suslgrimas, y an ms bello, tal vez, en la estacin de las lluvias que en las otras pocas delao17. Por otra parte, en esas cimas todo parece nacer como si viniese al mundo porprimera vez. El furioso torrente de la montaa aun est en la cuna. Surge de su piedranatal en un hilo de agua muy delgado que luego escapa en gorjeante arroyo detransparente fondo en el cual se hallan los tomos que han de constituir las formidablesrocas futuras. Bajo su duro aspecto, la naturaleza se muestra como el smbolo pleno de

    la vida humana: pura y clara en las cimas, semejante a la adolescencia, y severa,atormentada ms abajo, tal como es la vida en sus fatales luchas. Pero bajo los cieloscomo en, el valle, la flora prospera a lo largo de todo el ao ofreciendo los irisadoscolores de la paleta mgica de la India. A aquel que sube de las hondonadas terrestres alas Montaas Azules, todo le parece extraordinario, extrao, salvaje. All, el coolienflaquecido, de color de alaj, se transforma en un todde de elevada talla, de plidorostro que, tal como una aparicin del antiguo mundo griego o romano, con el perfilaltanero, majestuosamente arropado en una toga de blanco lino que nadie lleva enotros lugares de la India, contempla al hind con el condescendiente desafo de un toroque mira pensativamente un saponegro. All, el gaviln de los terrenos bajos, de patas

    amarillas, se convierte en la poderosa guila de los montes; y las secas estpites y lasbardanas quemadas, los cactos de los campos de Madras crecen en gigantescas hierbas,en bosques enteros de juncos, donde el elefante puede jugar audazmente al escondite,sin temer la mirada del hombre. El ruiseor ruso canta en esas alturas, y el cuclillo ponesus huevos en el nido de la maina del sur de amarillo pico, en lugar del nido de su amigaseptentrional, la corneja tonta, que se transforma, en esos bosques, en un cuervo cruel ynegro como el holln. Los contrastes surgen por doquier, las anomalas aparecen entodos los lugares donde se posa la mirada. De la densa fronda del manzano silvestresurgen, en las horas claras del da, melodiosos sones, gorjeos, cantos de pjarosdesconocidos en los valles de la India; sin embargo, en los sombros bosques de pinos

    resuenan por momentos los ominosos rugidos del tigre y del chilah y los mugidos delbfalo salvaje Muchas veces, el solemne silencio que reina en las cimas es roto pormurmullos misteriosos y dulces, estremecimientos y, bruscamente, por un rauco gritoLuego, todo calla otra vez, se desvanece en las embalsamadas ondas del puro aire de lascimas, y por mucho tiempo, renace el silencio que ningn ruido interrumpe.

    En aquellas horas de hondo apaciguamiento, el odo atento, amante de la naturaleza,es capaz de or el latido de su robusto y poderoso pulso, intuyendo con sutileza el

    17En la estacin de las lluvias, cuando diluvianas tormentas se echan contra el pie de las montaas, sloalgunas gotas de lluvia caen en las alturas, durante algunas horas del da, y a intervalos.

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    movimiento perpetuo en la manifestacin muda de la gozosa vida de las miradas deformaciones visibles e invisibles.

    A quien puede vivir en ellos le cuesta olvidar los Nilguiri Azules! En aquel maravillosoclima, la Madre Naturaleza, juntando sus fuerzas diseminadas, las concentra en unapotencia nica que da nacimiento a todos los prototipos de sus grandes creaciones.Parece alternar en su produccin ora la de las zonas septentrionales, ora la de las zonasmeridionales del globo terrestre. Por eso se anima, despertando a la actividad, luegovuelve a dormirse, cansada y perezosa. Se la ve medio soolienta en la impolutamajestad de una belleza centelleante de rayos solares, acunada por las armoniosasmelodas de todos los reinos. Se la encuentra altiva y salvaje, recordando su poderogracias a las colosales floras de sus selvas tropicales y el rugido de sus fieras gigantes.Otro paso en la zona opuesta y la Naturaleza vuelve a caer como si estuviese agotada

    por un extremado esfuerzo y se duerme deliciosamente en los tapices de violetas delNorte, de nomeolvides y de muguetes Y nuestra Madre poderosa y grande estechada, silenciosa e inmvil, acariciada por los frescos cfiros y las tiernas alas de lasmariposas y otros lepidpteros muy raros y de encantadora belleza.

    Hoy, el pie de esta colina est rodeado por triple cerco de bosquecillos de eucaliptos.Esos bosquecillos deben su existencia a los primeros plantadores europeos18. Aquel queno conoce el admirable Eucalyptus globulus, originario de Australia, cuyo crecimiento esms vigoroso en tres o cuatro aos que el de cualquier rbol en veinte aos, ignora elesencial encanto de los jardines. Por ser un incomparable medio para purificar el aire detodas las miasmas, dichos bosques hacen an ms sano el clima del Nilguiri. Todos los

    indgenas a quienes aturden las caricias demasiado montonas y quemantes de lanaturaleza hind, y tambin los representantes de Europa en la presidencia de Madras,slo tienen una impaciencia: la de buscar la salud y el reposo en el seno mismo de estaNaturaleza, en las Montaas Azules; y stas nunca engaan su espera; al sintetizarcomo un inmenso ramo todos los climas, todas las floras, la zoologa y la ornitologa delas cinco partes del mundo, el genio de esas montaas ofrece sus tesoros, en nombre desu Reina, al viajero fatigado que sube a las Montaas Azules, al Nilguiri.

    Las Montaas Azules representan la tarjeta de visita llena de ttulos y mritos que laNaturaleza, madrastra cruel del europeo en la India, ofrece a su sufrelotodo en seal de

    plena reconciliacin.La hora de dicha reconciliacin son finalmente para nuestros desdichados hroes.Quebrantados, sin fuerzas, apenas podan sostenerse sobre sus pies. Kindersley, msfuerte, haba sufrido menos que Whish. Luego de descansar un poco, dio la vuelta a lacima: quera ver, a travs del caos de bosques y de peas, el camino ms fcil paradescender, cuando crey divisar humo no lejos de donde estaba. Kindersley se apresuren regresar junto a su amigo para anunciarle esta buena nueva, cuando de pronto sedetuvo, estupefacto Ante l estaba Whish, de pie, medio vuelto de espaldas, plido

    18Hace cuarenta aos, el general Morgan con tres libras de semillas de ese rbol enviadas de Australia, lassembr en todas las regiones vacas y los valles de los alrededores de Uttakamand.

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    como un muerto y temblando de fiebre. Con el brazo extendido, Whish sealaba conademn convulsivo un lugar muy cercano.

    Siguiendo la direccin de su dedo, Kindersley vio, a algunos centenares de pies, antetodo una casa, luego hombres. Esta vista que los hubiera alegrado en otro momento,provoc en ellos no hubieran podido decir por qu indecible terror. La casa eraextraa, de una forma que desconoca por completo. No tena ni ventana, ni puerta;redonda como una torre, la remataba un tejado piramidal aunque terminaba en formade bveda. En cuanto a los seres humanos, los dos ingleses vacilaron al principio enconsiderarlos hombres. Ambos se echaron instintivamente tras un matorral cuyas ramasapartaron y miraron con ojos desorbitados a las extraas siluetas que se movan anteellos.

    Kindersley habla de una partida de gigantes rodeada por varios grupos de enanos

    horriblemente feos. Olvidando su anterior temeridad y la forma en que se burlaban delos chicaris, los ingleses estaban prontos a considerarlos como genios y gnomos de esasmontaas. Pero no tardaron en saber que vean all a los grandes toddes, a loshaddagues, sus vasallos y adoradores, y a los pequeos servidores de esos vasallos, lossalvajes ms feos del mundo: los mulukurumbes.

    Los ingleses no tenan ms cartuchos, haban perdido uno de sus fusiles y se sentandemasiado dbiles como para resistir hasta un ataque de los enanos. Se prepararon,pues, para huir de la colina dejndose deslizar por el suelo, como pelotas, cuando depronto advirtieron otro enemigo que los sorprenda por el flanco. Monos, que se habandeslizado hasta los ingleses, sentados un poco ms alto que ellos, encima de un rbol,abrieron fuego con un proyectil bastante desagradable: barro. Sus parloteos, sus gritosde guerra no tardaron en llamar la atencin de un rebao de enormes bfalos quepastaban en las cercanas. Estos animales empezaron a mugir a su vez levantando lacabeza hacia la cumbre de la colina. Finalmente, los toddes mismos debieron percibir anuestros hroes, pues al cabo de algunos minutos aparecieron repugnantes enanos y seapoderaron sin resistencia alguna de los dos ingleses medio muertos. Kindersley, comol mismo escribe, se desvaneci a causa del hedor que exhalaban esos monstruosossalvajes. Para sorpresa de los dos amigos, los enanos no los comieron, ni siquiera leshicieron mal alguno. Se pasaban el tiempo saltando y bailando delante de nosotros, y

    rean a mandbula batiente dice Kindersley. Los gigantes, es decir los toddes, secomportaron del todo como gentlemen (sic)! Luego de satisfacer su curiosidad,evidentemente natural, en presencia, como lo supimos ms tarde, de los primeroshombres blancos que hubiesen visto, los toddes les hicieron beber una excelente lechede bfalo, les sirvieron queso y hongos, luego los acostaron en la casa piramidal dondeestaba oscuro, pero el aire era seco y caliente, y donde durmieron con sueo de plomohasta el da siguiente.

    Los ingleses se enteraron luego que los toddes haban pesado toda la noche en unconsejo solemne. Algunos aos despus, los toddes contaron a mister Sullivan lo quehaban experimentado en esas memorables horas. (Seguan llamando a Sullivan, quien

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    se haba ganado su confianza y su amor, su hermano paterno19, palabras que expresansu veneracin ms grande despus de la de padre.) Los toddes le dijeron que hacamucho tiempo que esperaban a los hombres que moran en las tierras del sol poniente.

    Sullivan les pregunt cmo haban podido prever su llegada. Y los toddes siempre ledieron esta invariable respuesta: los bjalos nos lo dijeron hace mucho tiempo; siempresaben todo. Los ancianos, esa noche, haban decidido la suerte de los ingleses y vueltoas una nueva pgina de su propia historia. A la maana siguiente, al ver que a losingleses les costaba caminar, los toddes dieron orden a sus vasallos de fabricarangarillas para que los baddagues pudieran transportarlos. Los ingleses vieron, esamisma maana, que los toddes despedan a los enanos. Despus y hasta el da denuestro regreso al Nilguiri, no los vimos ms y no los encontramos en lugar alguno,cuenta Kindersley. Como se supo luego, sobre todo despus de los relatos delmisionero Metz, no faltaban motivos para que los toddes temieran para sus huspedes

    la presencia hostil de los mulukurumbes: les haban ordenado regresar a su cuevas delos bosques, prohibindoles formalmente mirar a los hombres blancos. Esta prohibicin,extraa en verdad, la explic el misionero por el hecho de que la mirada del kurumbemata al hombre que lo teme y no est acostumbrado a l. Y como la aterrorizadarepulsin de los ingleses por los enanos haba sido notada por los toddes desde lallegada de los dos cazadores, los gigantes prohibieron en seguida a los kurumbes mirarlos hombres blancos.

    Desdichados toddes, de alma grande! Quin sabe cuntas veces, despus, los ancianosno se habrn arrepentido de no haber abandonado aquellos hombres al mal ojode los

    mulukurumbes. Pues el destino del Nilguiri dependa de su regreso a Madras y de suinforme. Pero, as lo haban decidido los bfalos y ellos saben!.

    Llevados con lentitud, suavemente, por los baddagues, sobre angarillas, asombrados ynaturalmente alegres de su feliz e inesperada liberacin, los ingleses tuvieronoportunidad de bien estudiar esta vez el camino y de examinar mejor los lugarescircundantes. Quedaron estupefactos ante la diversidad de la flora que rene casi todaslas familias de los trpicos a las de los climas septentrionales. Los inglesescontemplaban viejos pinos gigantes de cuyos rudos troncos no se vean las racescubiertas por loes y cactos, las violetas crecan a los pies de las palmeras y los abedulesde blanca corteza, los estremecidos lamos temblones se reflejaban en las sombras y

    mudas aguas de una laguna, ' junto a la flor del loto, flor real de Egipto y de la India.Encontraron en su camino los frutales de todos los pases, hayas de toda clase, desde lasbananas y las manzanas hasta las pias, fresas y frambuesas. Pas de la abundancia,tierra bendita! Las Montaas Azules son en realidad una de las regiones escogidas porla Naturaleza para sus exhibiciones universales!

    Durante el descenso, centenares de arroyuelos no cesaban de gorjear en torno de losviajeros; el agua clara y sana surga de las hendeduras de las peas, los vapores se

    19Por razones que enunciar ms adelante, los toddes no reconocan pariente alguno, salvo el padre, y

    aun en una forma por completo nominal. El todde considera como padre a quien lo adopta.

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    levantaban de los manantiales minerales, y de todas las cosas emanaba un frescor quehaca mucho que los ingleses haban olvidado en la trrida India.

    La primera noche de ese viaje, una aventura bastante cmica les ocurri a nuestroshroes. Los baddagues, luego de una breve deliberacin, se apoderaron bruscamente delos dos ingleses, los desnudaron completamente y, pese a su desesperada resistencia,los sumergieron en la tibia agua mineral de una laguna y les lavaron las llagas y otrasheridas. Luego sostenindolos, uno tras el otro, en los brazos cruzados, por encima delagua, justo donde se desprenda el clido vapor, los baddagues entonaron un canto quese pareca a un conjuro, acompandolo con tales muecas y gritos salvajes, comoescribe Kindersley, que lleg el momento en que creamos seriamente que nos iban asacrificar a los dioses de los bosques.

    Los ingleses se equivocaban; pero slo se pudieron convencer de la injusticia de sus

    sospechas a la maana siguiente. Luego de frotarles los pies enfermos con ciertoungento hecho con arcilla blanda y hierbas jugosas, los baddagues cubrieron conmantas a los dos cazadores y los durmieron literalmente por encima del tibio vapor delmanantial. Cuando los despertaron al da siguiente, los ingleses experimentaron unextraordinario bienestar en todo el cuerpo y ms en especial mucha fuerza en losmsculos. Todos los dolores que sentan en las piernas y las articulaciones habandesaparecido como por arte de encantamiento. Se levantaron en buena salud,fortalecidos. En verdad nos sentamos avergonzados ante esos salvajes de quieneshabamos injustamente sospechado, cuenta Whish en una carta a un amigo.

    En la tarde, haban llegado a un punto tan bajo de la ladera que sintieron otra vezcalor: los ingleses observaron entonces que haban pasado ms all del nivel de labruma y ya se encontraban en la regin de Kuimbatur.

    Whish escribe que el siguiente hecho los haba asombrado: al trepar a la montaa,vean a cada rato las huellas de la presencia de animales salvajes, ambos estaban enguardia y tomaban todas las precauciones posibles para no caer en la guarida de untigre, no darse de buenas a primera con un elefante o una manada de chitahs,mientras que al regreso, el bosque pareca muerto: hasta los mismos pjaros dejabanor su canto a lo lejos, sin volar cerca de nosotros ni siquiera una liebre roja salt en elcamino. Los baddagues los llevaban siguiendo un sendero apenas visible, sinuoso y al

    que ningn obstculo pareca interrumpir. En el preciso momento en que el sol se pona,salieron del bosque y no tardaron en encontrar a los kumbatureses de los pobladosdiseminados al pie de la montaa. Pero los ingleses no pudieron presentar a sus guas.Al divisar a lo lejos los cooles que regresaban en grupos del trabajo, los baddaguesdesaparecieron instantneamente, saltando de una roca a la otra, como una bandada demonos atemorizados. Los ingleses, milagrosamente salvados, se quedaron solos otravez. Ahora, se hallaban a la linde del bosque: todo peligro se haba desvanecido.

    Interrogaron a los aldeanos y se enteraron de que los baddagues acababan dedescenderlos muy cerca de Malabar, en Uindi, comarca diametralmente opuesta aKuimbatur. Una cadena de montaas los separaba de la cascada de Kolakambe y delpoblado de donde haban salido. Los malabareses los acompaaron a la carretera y, para

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    la cena, los ingleses fueron acogidos por el munsil (baile) hospitalario del burgo. A lamaana siguiente consiguieron caballos y llegaron por fin hacia la noche, sin que lessucediese otra aventura, a la aldea de donde haban partido para dirigirse a las

    encantadas montaas, haca exactamente doce das.La noticia del feliz retorno de saabs blasfemos, que regresaban de la morada de los

    dioses, se difundi 'por la aldea y los alrededores con la rapidez del rayo.

    Las devas no haban castigado a los insolentes, ni siquiera tocado los ferings queacababan de violar tan. audazmente sus cielos cerrados por siglos al resto del mundoQu significaba esto? Acaso eran los elegidos de Saddu? Tales eran las palabrasque se murmuraban, se multiplicaban, se transmitan de una aldea a la otra, hastaconvertirse en el ms extraordinario suceso del da. Los brahmanes guardaban ominososilencio. Los ancianos decan: Tal fue, esta vez, la voluntad de las devas benditas; mas

    qu nos reserva el porvenir? Slo los dioses lo saben. La emocin cruz muy lejos lasfronteras del distrito. Multitud de dravidianos venan para prosternarse ante losingleses y rendirles los honores debidos a los elegidos de los dioses

    Los agrimensores ingleses triunfaban. El prestigio britnico ech profundas races yse mantuvo firme por largos aos al pie de las Montaas Azules

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    CAPTULO II

    asta esta pgina, y pese a los datos que tom de los relatos publicados porKindersley y Whish, el mo se parece a una leyenda. Como deseo que no se mesospeche de la menor exageracin, proseguir mi descripcin fundndome enlas palabras del administrador de Kuimbatuir, del High Honourable D. Sullivan,

    extradas de los informes que la East India Company public ese mismo ao. Asnuestro mito tomar un carcter puramente oficial. Esta obra no va a aparecer, pues,como se hubiera podido suponer hasta ahora, en la forma de un importante pasajetomado de la historia medio fantstica de dos cazadores hambrientos y casimoribundos, presa de la fiebre, del delirio provocado por las privaciones, o como unasimple llamada al cuento inventado por los supersticiosos dravidianos. Mi libro ha deconstituir el reflejo preciso de los informes de un funcionario ingls, la exposicin desus estadsticas relativas a las Montaas Azules. Mister D. Sullivan vivi en Nilguiri yadministr durante mucho tiempo las cinco tribus. Y el recuerdo de este hombre justo ybueno perdurar por largo tiempo: sigue vivo en las colinas20 inmortalizadas por UttaKamand que haba construido con sus floridos jardines, su bello lago. Y sus libros,accesibles a todos, sirven de testimonio y de confirmacin a todo cuanto escribo. Elinters de nuestra narracin no puede sino aumentar gracias a este llamamiento a lasautnticas declaraciones del antiguo colector de Kuimbatur.

    Control en las jornadas de mi estada personal en Nilguiri la realidad de lasobservaciones hechas acerca de los toddes y los kurumbes por numerosos funcionariosy misioneros, compar sus declaraciones y teoras con los datos de los libros de misterSullivan y las autnticas palabras del general Morgan y de su esposa, y respondo de laabsoluta verdad de todos esos escritos

    Reanudo este libro en la hora en que los agrimensores regresaron a Madras despusde su milagrosa salvacin

    Los rumores relativos a la nueva tierra descubierta y a sus1abitantes, su hospitalidad, ysobre todo la ayuda prestada por los toddes a los hroes ingleses, cobraron talesproporciones en su resonancia universal, que los padres se despertaron y creyeron quedeban actuar seriamente.

    Se envi un correo de Madras a Kuimbatur. Ese viaje dura hoy doce horas; lo efectuentonces en doce das. Y se dio la orden siguiente al gobernador del distrito, ennombre de las autoridades supremas: "Mister John Sullivan, colector, tiene el encargo

    20Su hijo es conocido en todo Madras; desde hace algunos aos tiene el cargo de uno de los cuatromiembros del Consejo del Gobierno general de Madras y vive casi siempre en las montaas del Nilguiri.

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    de estudiar el origen de estpidas fabulaciones divulgadas respecto de las MontaasAzules, verificar su autenticidad y escribir luego un informe a las autoridades.

    El colector organiz al punto una expedicin; no como la expedicin de losagrimensores, mero puado de hombres congregados a toda prisa que se dispersabanen seguida, sino un contingente que equip como si tuviera en vista un viaje a losocanos polares.

    Los segua un ejrcito de cipayos, con varias decenas de elefantes de guerra,centenares de chitahs21de caza, de perros y de poneys. Formaban la retaguardia dosdocenas de maestros de caza ingleses. Llevaban presentes; para los toddes, armas quenunca emplean; para los kurumbes, turbantes para los das de fiesta, tocado que nollevaron ni una sola vez desde el da de su nacimiento. Nada faltaba. Llevaban tiendas einstrumentos; mdicos que traan una farmacia completa; tampoco haban olvidado los

    bueyes que deban matar todos los das, y los prisioneros indgenas para trabajar latierra en donde fuera necesario arriesgar la vida, sacrificar existencias humanas parahacer saltar rocas o desbrozar caminos. Los nicos que faltaban eran los guasautctonos: porque los hombres de esta profesin volveran a huir de todas las aldeas.La suerte de los dos malabareses, en la primera expedicin, estaba todava fresca entodas las memorias. Quiz tengan que dar cuenta los indgenas, decan los brahmanesespantados, y hasta los ingleses y su prestigio, agregaban los dravidianosaterrorizados, del acto por el cual no sufrieron castigo los barasaabs.

    Tres grandes rajahs enviaron embajadas a Maisur, Vadian y Malabar coninstrucciones de suplicar al colector de dejar a salvo la regin y sus numerosaspoblaciones nativas. La clera de los dioses, declaraban, se contiene a veces, perocuando estalla, se vuelve terrible. La profanacin de las santas alturas del Toddabet ydel Mukkertabet poda ser seguida por terribles desdichas para el pas entero. Sietesiglos antes, los reyes de Tcholli y de Pandia, deseando apoderarse de las montaas,partieron a la cabeza de dos ejrcitos para guerrear con las devas, mas, no habanacabado de cruzar el lmite de la bruma cuando fueron aplastados con todas sus tropasy sus bagajes por enormes rocas que cayeron sobre ellos. Ese da, se verti tanta sangre,que las peas se colorearon de prpura en una extensin de varias millas y hasta lamisma tierra se volvi roja22.

    El colector mostr inquebrantable firmeza. Es siempre difcil hacer que un ingls ceda.El britnico no cree en el poder de los dioses; por el contrario, todo objeto cuyaposesin se presta a controversias debe ser suyo, por derecho divino.

    Por lo tanto, en enero de 1819, la caravana de mister Sullivan se puso en camino yempez la ascensin de la montaa por el lado de Denaigukot, es decir dejando a un

    21Chitabs, animales domesticados para cazar el jabal, el oso y el gamo. Todos los cazadores de la Indialos emplean.22En efecto, en algunas regiones, sobre todo en Uttakamand, las rocas y la tierra misma tienen el color de

    la sangre, pero esto se debe a la presencia de hierro y de otros elementos. Cuando llueve el suelo de lascalles de las ciudades adquiere un color rojo anaranjado.

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    lado la cascada portadora de muerte. Y he aqu lo que los asombrados lectores podrnleer en el Correo de Madras del 30 de enero y del 23 de febrero que reproduca losinformes del colector. Abrevio y resumo:

    Me complazco en anunciar a la mosthonourable, a la East India Company y a susExcelencias los seores directores que, con arreglo a las rdenes recibidas (fecha, etc.)he salido (todos los detalles conocidos) para las montaas. Me fue imposibleprocurarme guias pues, so pretexto de que esas elevaciones son el dominio de susdioses, los aborgenes me declararon que preferan la crcel y la muerte a un viaje msall de las brumas. Por lo tanto equip un destacamento de europeos y cipayos y el 2de enero de 1819 dimos comienzo a la ascensin en la aldea de Denaigulcot, situada ados millas por debajo del pie del pico de Nilguiri Con el fin de conocer el clima deesas montaas, me complazco en adjuntar los cuadros comparativos desde el primer

    hasta el ltimo da de nuestro ascenso.Esos cuadros revelan el siguiente hecho: mientras en la presidencia de Madras, entre el2 y el 15 de enero, el termmetro sealaba de 85 a 106 Fahrenheit, el mercuriopermaneca en 50 a partir de 1.000 por encima del nivel del mar, descendiendo amedida que se acercaba uno a la cumbre y sealando slo 32 (sea 0 Raumur) a laaltura de 8.076 pies en las horas ms fras de la noche.

    Hoy, muchos aos despus de las primeras expediciones, cuando las elevacionesnilguirianas estn cubiertas de plantaciones europeas, cuando la ciudad de Uttakamandcuenta con 12.000 habitantes permanentes, cuando todas las cosas estn ordenadas,conocidas, el clima de esa admirable comarca constituye por, s mismo un fenmenoinopinado, milagroso: a 300 millas de Madras, a n grados del Ecuador, de enero adiciembre, la temperatura pese al monzn del sudoeste y del nordeste, evolucionasiempre con una diferencia constante de 15 a 18 grados en los meses ms fros y msclidos del ao, desde la aparicin hasta la puesta del sol, en enero como en julio, a1.000 como a 8.000 pies de altura. He aqu las pruebas irrefutables de las primerasobservaciones de mister Sullivan.

    El termmetro Fahrenheit seala el 2 de enero a 1.000 pies de altura:

    A las 6 de la maana, 57; a las 8, 61; a las 11, 62; a las 14, 68; a las 20, 44.

    A 8.700 pies de altura, el mismo termmetro Fahrenheit seala el 15 de enero:A las 6 de la maana, 45; de medioda a las 14, 48; a las 20, 30; a las 2 de la

    madrugada, el agua tena una ligera capa de hielo.

    Y esto en enero, a unos 9.000 pies por encima del nivel del mar.

    Abajo, en el valle, el 23 de enero, el termmetro sealaba a las 8 de la maana, 830; alas 20, 97; a las 2 de la madrugada, 98.

    Para que esas cifras no cansen demasiado al lector, doy fin a esta determinacin delclima nilguiriano con un cuadro comparativo de la temperatura Fahrenheit deUttakamaud, capital actual de las Montaas Azules, con las de Londres, Bombay yMadras:

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    Londres 50

    Uttakamand (7.300 pies) 57

    Bombay 81Madras 85

    Todo enfermo que hua del quemante calor de Madras en su prisa por llegar a lasbienhechoras montaas se sanaba casi siempre. Los dos primeros aos que siguieron ala fundacin de Uttakamand, sea de 1827 a 1829, entre los 3.000 habitantes yaestablecidos en dicha ciudad y sus 1.313 huspedes de paso, slo se contaron dosmuertes. Nunca la tasa de mortalidad de Uttakamand excedi 1/4%; y leemos en lasobservaciones del Comit sanitario: El clima del Nilguiri se considera hoy, con sobradarazn, como el ms sano de la India. La perniciosa accin del clima tropical no persiste

    en esas alturas salvo en el caso de que uno de los rganos principales del enfermo estirremediablemente perdido.

    Mister Sullivan explica del siguiente modo la ignorancia secular en que permanecansumidas las poblaciones nativas que vivan cerca del Nilguiri, respecto de estamaravillosa comarca:

    Los montes nilguirianos se extienden entre los 76 y 77 de longitud este y entre los11 y 12 de latitud norte. La vertiente septentrional sigue siendo inaccesible a causade las rocas casi perpendiculares. Al sur, hasta unas cuarenta millas del ocano, siguencubiertos an hoy de selvas impenetrables porque es imposible cruzarlas; al oeste y al

    este, estn rodeados y cercados por peas de aguda cima y por los collados de Khunda.No es de extraar, entonces, que, por siglos, el Nilguiri permaneci Por completodesconocido del resto del mundo; adems, en la India estaba protegido contra cualquierinvasin por su naturaleza del todo excepcional desde muchos puntos de vista.

    Juntas, las dos cadenas montaosas, la del Nilguiri y la de Khunda, abarcan unasuperficie geogrfica de 268.494 millas cuadradas, llena de rocas volcnicas, valles,desfiladeros y peas.

    Debido a ello, despus de haber llegado al nivel de 1.000 pies, el ejrcito de misterSullivan se vio obligado a abandonar los elefantes, a arrojar casi todos los bagajes, pues

    era preciso subir cada vez ms alto, escalando las rocas con la ayuda de cuerdas ypoleas. El primer da, tres ingleses perecieron, el segundo, siete indgenas entre lospri