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116 p, J[llOPOTitiNB buacan por fuera de lo neceeario. Quien apetezca un piano de co la, entrara en la asociaci6n de los fabricantea de instrumentos de mtisica. Y dedican- dole parte de BUB raedias jornadas lib res, muy pronto tendra el plano de BUB sueilos. Si se apa- slona por los eBtudios astron6micoB, ingresara en la asociaci6n de los astr6nomos, con sua fil6sofoB, suB observadoreB, BUB calculadores, BUB artiBtaB en instrumentos astron6micos, sus sabios y sus aficio- nados, y tendra el telescopio que desea suminia- trando una parte de trabajo en la obra comun pues un observatorio astron6mico requiere labores, trab ajos de albafiil, da carpintero , de fun- didor, de mecanico, siendo el artista quien da sus ultimas perfecciones al instru mento de precision' En una palabra, Jas cinco 6 eiete horas diarias de que cada cual dtspondr A despues de haber con- sagrado algunas A la producci6n de lo necesario bastarian ampliamente para sa tisfacer todas necesidades de lujo infinitamente va riadas. MUla- res de asocia doa se encargarian de ocuparBe de ello. Lo que ahora es privlleglo de una infima minorfa seria accesible asi para todos. ' Cesando de ser el lujo un a par a to necio y chi- 116n de los burguesea, se convertirfa en una satis- facci6n artistica. L.l OONQUISTA. DIDL PAM 117 Bl trrabaio agrradable I Cua ndo los socialistas afirman que una sociedad emancipada del capita l sabrta hacer agradable el trabajo y suprimiria todo servicio repugnante y malsano, se leo rien en sus narlces. Y sin embargo, hoy mismo pueden ver se paamosos progresos reali- zados en este sentido, y en todas part es doude se han producido esos k s patronos se han congratulado de la economia de fuerza obtenida de esa man e ra. Es evidente que podria hacerse la fabrica tan sana y tan agradab le como un laboratorio cienti- ftco. No es me nos evid ent e que habria gran ven · taja en hac erlo. En una fabrica espaclosa y bien aire ad a es major el trabajo, se aplican alli con mas facilidad las pequefias mejoraa, cada una de las cuales representa una aconomia de tiempo Y. de mano de obra. Y ei la. mayor p, arte de las ta.bncas continuan siendo los lugares y malsanos que conocemos, es porque al trabajador n? se le Uene en nada en la organizaci6n de las y porque eL raego car acteristico de ella.s es el mAs absurdo derroche de las fuerzas humanas. Sin embargo con raras excepcionee, encuen- y a talleres f a.briles tan bien arre- gladoa, que darla verd1, dero gusto trabaj_ar en ellos ei el trabajo no dur ase mas de cuatro 6 cmco horae

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116 p, J[llOPOTitiNB

buacan por fuera de lo neceeario. Quien apetezca un piano de cola, entrara en la asociaci6n de los fabricantea de instrumentos de mtisica. Y dedican­dole parte de BUB raedias jornadas lib res, muy pronto tendra el plano de BUB sueilos. Si se apa­slona por los eBtudios astron6micoB, ingresara en la asociaci6n de los astr6nomos, con sua fil6sofoB, suB observadoreB, BUB calculadores, BUB artiBtaB en instrumentos astron6micos, sus sabios y sus aficio­nados, y tendra el telescopio que desea suminia­trando una parte de trabajo en la obra comun pues un observatorio astron6mico requiere grande~ labores, trabajos de albafiil, da carpintero, de fun­didor, de mecanico, siendo el artista quien da sus ultimas perfecciones al instrumento de precision'

En una palabra, Jas cinco 6 eiete horas diarias de que cada cual dtspondrA despues de haber con­sagrado algunas A la producci6n de lo necesario bastarian ampliamente para satisfacer todas la~ necesidades de lujo infinitamente variadas. MUla­res de asociadoa se encargarian de ocuparBe de ello. Lo que ahora es privlleglo de una infima minorfa seria accesible asi para todos. '

Cesando de ser el lujo un a par a to necio y chi-116n de los burguesea, se convertirfa en una satis­facci6n artistica.

L.l OONQUISTA. DIDL PAM 117

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I

Cua ndo los socialistas afirman que una sociedad emancipada del capital sabrta hacer agradable el trabajo y suprimiria todo servicio repugnante y malsano, se leo rien en sus narlces. Y sin embargo, hoy mismo pueden verse paamosos progresos reali­zados en este sentido, y en todas partes doude se han producido esos t-robre~us, k s patronos se han congratulado de la economia de fuerza obtenida de esa manera.

Es evidente que podria hacerse la fabrica tan sana y tan agradable como un laboratorio cienti­ftco. No es me nos evidente que habria gran ven · taja en hacerlo. En una fabrica espaclosa y bien aireada es major el t rabajo, se aplican alli con mas facilidad las pequefias mejoraa, cada una de las cuales representa una aconomia de tiempo Y. de mano de obra. Y ei la. mayor p,arte de las ta.bncas continuan siendo los lugares inf~ctos y malsanos que conocemos, es porque al trabajador n? se le Uene en nada en la organizaci6n de las fabrtca~ , y porque eL raego caracteristico de ella.s es el mAs absurdo derroche de las fuerzas humanas.

Sin embargo con raras excepcionee, encuen­tran~e y a algun~s talleres fa.briles tan bien arre­gladoa, que darla verd1,dero gusto trabaj_ar en ellos ei el trabajo no durase mas de cuatro 6 cmco horae

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diarias y si cada cual tuvieae facilidad de variarlo A au antojo. . Hay una fabrica-dedicada, por desgracia, a mgenios de guerra-que nada deja que deaear desde el pun to de vista de la organizaci6n sanitaria e inteligente. Ocupa veinte hectl\reas de terreno q,uince de las cuales estan con cubierta de vidrio: El suelo, de ladrillo refractarfo, esta tan limpio como el de una casita de minero; y una escuadra de operarios, que no hacen otra cosa, limpian eome­radamente la techumbre acristalada. Alli se forjan barras de acero ~asta de veinte toneladas de peso, Y eatando A tremta pasos de un inmenso horno cuyas llamas tienen una temperatura de mas d~ 1.000 grados, nose adiviua su presencia sino cuan­do la mmensa boca del horno deja paso a un mons· truo de acero. Y ese monstruo lo rn ::Jnejan s6lo tree 6 cuatro trabajadorea sin mas que abrir aca 6 acu· lla un grifo, haciendo mover fnmen~as gruas por la pres16n del agull dentro de tubos.

Se entra predispuesto a oir el ruido ensordece· dor de los ~azot~ Lolosal.es, y se descubre que no hay mazo nmguno. Los mmensos cafiones de cien ton.eladas Y los ej'=a de los vapores trasatlanticos se forJan por la.pres16n hidraulica, y el obrero se limi· ta A hacer gtrar 1a Have de un grifo para compri­mir el acero, prensandolo en vez de forjarlo lo cua! da un mbtal mucho mas homogeneo, sin que­braJas, cualquiera que sea el espesor de las piezaa.

Es.perase un rechinamiento general, y se ven maqumaa que cortan n.asas de acero de diez metros de longltud sin hB.cer mAs ruido que el necesario para cortar un queso. Y cuando expresabamos nueetra admiracl6n al ingeniero que nos acompa­ba, respondla:

•jPero ei es una simple cu<.'sti6n de ahorrol Esta

LA OONQUlSTA DIIIL PAN 119

maquina que cepilla el acero lleva sfrviendonos cuarenta y doe aflos. No hubiera Bt\rvido ni diez si sus partes, mal ajustadas 6 debil~s se entrechoca­sen rechinasen a cada golpe del cepillo.

~c,Los altos hornos? Seria un gasto inutil dejar irradiar afuera el calor, en vez de utilizarlo. c,Pot que tostar a los fundidores, cuando el calor perdido por irradiaci6n representa toneladas de carb6u?

•Los mazos de pil6n, q_uc hacian retemblar los edificios en cinco leguas ala redonda, 1otro despil· farrol Se forja mejor por presi6n que por choque, Y cueeta menos; hay menos perdida. .

, El espacio concedido a cada taller, la clan dad de la fabrica eu limpieza, todo ello ee una seucilla cuesti6n de a

1horro. Se trabaja mejor cuando se ve

claro y no hay apreturas . • Verdad es que estabamoe muy estrechos antes

de venir aqui. Y ee que el suelo cuesta terrible­mente caro en los alrededores de las grandee ciuda­des. jSon tan rapaces los propietariosl,.

Lo mismo sucede con las minas. Aunque s6lo sea por Zola 6 por los peri6dicos, ya se sabe lo que la min a es hoy. Pues bien; la mina del porvenir estara bien ventilada, con una temperat~ra tan perfectamente regular como la de un gabwe~e de trabajo, sin caballos condenados a morir debaJo de tierra, haciendose la tracci6n su bterranea ~o~ me­dio de un cable autoruotor puesto en mov1m1ento desde la boca del pozo; loa ventiladores estaran siempre en marcha, y nunca habra explosiones. E~ta min a no es un suefio; se ven ya en .Inglaterra, y noeotros hemos visitado una. Tamb1en aqui es una simple cuesti6n de ecouomia ese buen orden. La mina de que bablamos, a pesar de BU. inmensa profundidad de 430 metros, suminietra mll ~onela­das diarias de bulla con doscientos trabaJadores

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eolamente, 6 sea cinco toneladas por dia y por tra­bajador, mientras que el promedio en los doe mil pozos de Inglaterra viene a ser de treeclentae tone­ladas por afio y pot trabajador.

Este asuuto ha sido tratado ya con mucha fre­cuencia po.r los peri6d~cos socialietas, y se ha for­mado opim6n. La tabnca, el taller, la mina, pue­den ser t~n sanos, tal':l magnificos como los mejores laboratonos de las umveraidades modernas· y cuan­to mejor organizados eaten desde eae punt~ de vis ­ta, mas productivo sera el trabajo humano.

lPuede dudaree de que en una sociedad de igua­les, en que los b1·azos no eaten obligadoe a vender­sa, el_ trabajo sera realmente un placer, una dis­traccJ6n? La tarea repugnante 6 maleana debera d~e.aparecer, p~rque es evidente que en estae con­d!CJones es nom va para la sociedad enter a. Podian e~tregaree A ella los eeclavos; el hombre Hbre as­pua a nuevas condiciones de un trabajo agradable e infinitamente mae productivo. Las excepcionee de hoy seran la regla del mafi.ana.

II

Una sociedad regenerada por la revolucl6n sa­bra hacer que desaparezca la esclavitud domeetica ee~ poetrera forma de la esclavitud, la mas tena~ qu1zA, porque tambien es lamas antigua. S6lo que nf J0 hara del modo sofiado por los falansterianos n ° Ia mane~a como frecuentemente se lo imagl~ nan los comumatae.

El falansterio repugna A mfllones de seree hu­manos. El hombre menoe expansivo experimonta

LA OONQUISTA Dl'.IL PAN ll:!l

ciertamente la necesidad de reunirse con sus seme­jantes para Un trabajO COIDUD 1 tantO mas atraCtiVO cuanto que ee tiene conciencta de formar parte del inmenec todo. Pero no eucede asi en las horae de dlcadas al descanso y a la intimidad. El falanste­rio y aun el familieterio, nolo tienen en cuenta, 6 hie~ tratan de responder a esta necesidad con agru­paciones artlficioeae.

El falansterio, qu~ no ee en realidad sino un in· menso hotel, puede agradar a al~unos y aun a to­doe en ciertos periodos de au vada; pero la gran mayoria prefiere la vida de familia, por supue~to, de la familia del porvenir; prefiere la habitaCI6n aielada, y los normandoe anglos&jones llegan .haeta a preferir la casita de cuatro, aeis u ocho PI?zas, en la cual pueden vivir separadamente la familia 6 la aglomeraci6n de amigos.

Otros socialistas repudian el falaneterio. Pero cuando ee lea preguntti c6mo podria organizaree el trabajo domestico, responden: cCada c?al had. au propio trabajo; mi mujer deeempefia bien el de la cas a; las burgueeas haran otro tanto. • Y si ea .un burguee aficionado al socialismo ~uien habla, d1ra a au mujer con una sonrisa graCiosa: •lNo es ~er­dad, quertda, que te pasariae con g~sto sin criada en una sociedad socialista? lNO es Cierto que harias lo miemo que la mujer de nuestro excelente amigo Pablo 6 la de Juan el c~rpintero, a quien conocea?_­A Io que la mujer contesta con una eonriea agri­dulce y un •Vaya que si, querido•, diciendo aparte que, por fortuna, eso no eucederA. tan pronto.

Pero la mujer tambien reclama au p~rte en la emancipaci6n de la humanidad. Ya no qu1ere ser la bestia de carga de la casa. Bas~ante es q?e tenga que dedicar tantos afios de au vida a la cnanza de sue htjos . 1 Ya no q uiere ser m&s la cocinara, la tra·

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jinadora, Ia barrendera de Ia casal Y como las ame­ri~a~as_ ha~ tomado la delautera en esta obra de retviDdtc~ct6n, eon generales lae quejas en Ioe Es­tados Umdos por Ia falta de mujeres que ee com­plazcan en los trabajos domestfcos. La seflora pre­~ere el arte, Ia politica, Ia Hteratura 6 el eal6n de )Uego; la obrera hace otro tanto, y ya nose encuen· tran criadas de eervfr. En los Eetados Unidos son raraslaa solterae y casadas que consientan en ~cap­tar la esclavitud del delantal.

Si oe lustr~Uslos zapatos, ya sabeis cuan rfdfcu­lo es eae trabajo. lPuede haber nada mas estupido que rrotar vein~e 6 trefnta vecee un zapato con el cepillo? Es prectso que una decima parte de Ia po­blaci6n europea se venda por un jerg6n y alimento insuticfente, para hacer e"Je s~rvicfo embrutecedor· es preciso que la misma mujer se conceptue com~ una eaclav~, para que se siga practicando cada me flana seme)ante operacf6n por docenas de millones do bra:tos.

Sin e~bargo, los peluqueros tienen mAqufnas para cep11lar los crAneoe lise a y las cabeller!as cres­p~s. lNo era muy sencillo aplicar el mismo princi · pto A Ia otra e~tremidad? Eso es lo que se ha hecho. Hoy, la maquma de Iustrar el calzado as de uso general en las grandee fondas americanas y euro­peas. Tambien se difunde fuera de ellas. En las g!andea esc~elas de Inglaterra, divididas en sec­Clones con cmcuenta A dosclentos colegiales inter· nos cada una, 3e ha encontrado mAs aencUio tener un solo establecfmfento que todaslas maflanas em­betuna loa mil pares de zapatos· esto dispensa de aoatener un centenar de cria· •as d~dicadas especial­mente a esa operaci6n eatupida. El establecfmfento recoge por la noche los zapatos y los devuelve por a maflana a BU domicilio luatrados A maquina.

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1Fregar la vajillallD6nde habra una mujer que no tenua horror A ese trabajo, largo y sucfo ala vez, y ~ue casi siempre se hace a mano, u~icamen­te porque el trabajo de la esclava domestiC& nose tiene en cuenta para nada? .

En America se ba encontrado algo me]or. Ya hay cierto numero de cludades en Iss cuales el agua caliente se envia a domiclli~, como el agua frfa entre nosotros. En estas condiCiones, el proble­ma era de una gran sencillez y lo ha resuelto ~na mu]er la sefiora Cockrane. Su mAqulna lava vemte docen~s de p1atos, enjuga y los seca en menos de tree minutos. Una fabrica de Illinois construye esas maquinas, que se venden a un precio acceslble para las casas regular ea. Y en cuanto A las. casas mo­destae en"Tiaran au vajil1a al estableCimiento, lo mismo' que los zapatos. H11sta es prc. bable <JUe una misma empresa se dedique A estos dos serVIcios: el de embetunar y el de fregar. .

Limpiar los cuchillos; desollarse la ptel Y. retor­cerse las manoa lavando la ropa p~ra e:xpnmir el agua de ella; barrer los suelos 6 cepdlar las alfo:ID­bras, levantando nubes de polvo, que es pre.c!so quitar en seguida con sumo trabajo de los ethos donde va A posarse; todo esto se hace ~un porque la mujer aigue siendo esclava. Pero comtenz_a a des­aparecer por hacerse todas esas funclones IDfinita­mente m~jor a mAquina, y las .maquin~s de todas clases se iutroduciran en el domtcilio pnvado cuan­do la distribuci6n de la fuerza 8 domicfllo permita ponerlas todas en movimiento, sin gastar el menor esfuerzo muscular.

Las maquinas cuestan muy poco, y ei las paga· moe tan caras todavia, es porque no son de ~80 hge­neral y sobre todo, porque un 75 por 100 se o an llevado ya eaos seflores que especulan con el euelo,

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las prlmeras materiae, la fabricaci6n, la venta, la patente, el impuesto y otras cosas por el eetilo, y todos ellos tienen prisa por poner coche.

El porvenir 110 t...:i te11er eu ~dd..t casa una mA­quina de limpiar calz!ldo, otra para fregar los pla­tos, otra para lavar la ropa blanca, y asi sucesiva­mente. El porvonir es del calorifero comun, que envie el calor A cada cuarto de todo un barrio y evite encender lumbre. Esto se haee ya en algunas ciudades americQnas. Una gran casa central envia agua caliente A todas las casas, A todoa los pisos. El agua circula por loa tubos, y para regular la temperatura no hay mas que dar vueltas a una llave. Y si sa quitue tener aden..As fuego en una estancia determlnada, puede encenderse el gas es­pecial de calefacci6n en via do deede un dep6sito central. Todo ese inmenso servicio de limpiar chi­meneas y hacer lumbre ya sabe la mujer cuanto tiempo absorbe, y estA en vfae de deeaparecer.

La vela de parafina, la lAmpath de petr6leo y haeta el mechero de gas han pasado ya. Hay ciu­dades enterae donde basta apretar un bot6n para que surja Ia luz, y en ultimo termino, es cueatl6n de economia y de saber vivir ellujo de la lAmpara alectrica.

Por ultimo (aiempre en America), tratase ya de forruar sociedades para auprimir la caai totalidad del trabajo domeatico. Baataria crear servicios ca­seroa para cada manzana de casas. Un carro irfa A recoger a domicilfo los cestos de calzado para embetunar, de vajtlla para fregar, de ropa blanca para lavar, de menudencias para remendar (at me­recen la pena), de alfombras para cepillar, y al dia siguiente, por la maflaoa, temprano, dt volverfa bien hecha la labor quo ee le hubfese confiado. AI· gunaa horae mas tarde, aparecerian en vuestra

LA OONQUISTA DIIIL PAN 126

C"'lt·ente y los huevos coctdos en su mesa el cafe ~

pun::r fecto entre mediodia Y las doe de la ta.rde n e u;o mae de veinte millones de amenca­

hay de ~eg s tan toe inglesee comiendo todos ell~s nos y 6 oc~~dero as~do, cerdo cocido, patata~ coCl­~ueyy verduras de la estaci6n. y por lo ba]od ha~ o:~o millonea de fuegos encendyid~~c~~r:a~~e ho~:a-t horae para asar sea carne .

1f:=e; ocho millonee ~~amuq~e:~u~~s~~d~o~~i~:am~~ en preparar eea com1 , mas de diez platos diferentes. d"doa donde baeta-

ICincuenta hornillos encen 1 , 1_

c 1 aba tiempo atrAs una amer ria uno solo!,, exc am familia con vues-c ed en vuestra mesa, en ' cana. om . or favor lpara que esas tros hijos, ei q~erete. Pe~~ ~do la m~fl.ana en bacer cincuenta mu)eree per e re arar aquel almuerzo algunas tazas de cafe Yen P ci:caenta fuegoe, cuan­t~n eencillo? (,Por que esos as bastaria para cocer do con uno solo y dos person todas esas hortalizas? todos eeos trozos de carne y t asado de buey 6 de Elegid voe?tros mismosl v::: ~~licado; sazonad las carnero' Bl sole de pa at si pre feria tal 6 cual verdurae A vuestro gus 0

' ue una cocina tan ea· salsa. Pero no tengAis ~as tin bien diepuesto como paciosa y un solo horn o os haga falta. .

0 ee abrir para ella las

Emancipar A.la m.uJer n el foro y del Parlamen­puertae de la umvere.t~~d , ddeacarga siempre en otra to. La mujer manumth a . a domesticos. Emanci­mujer el peso de lo.s trab~Jo del embrutecedor tra­par Ala mujer es hbertar a o· es organizaree de bajo deJa cocina Y d~~ la:r~::~ ~ducar a sus hijos, manera que le perm a d tiempo de sobra para sl le parece conservan ° tomar parte ~n la vida social.

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Bl eornun aetteifdo libtfe

I

Habituados como estamo h juictos, por una educaci6n s por eredft~rios pre-lutamente fa lsas A Y una 1nstrucC16n abso-gobierno' legisl~ci6~o ;~:nf t~d~s partes mas que creer que los hombres a g s ra ura' llegamos A como fieras el dia en e destro~arfan unos A otroa con los ojoa pueatos ~nq~e el pohzonte no estuviese el caos sf la autoridad d osotros, y que aobrevendrta tirlo, paaamoa junto a. ~~fparecfera. y sin adver­que se conatituyen libr agrupacfo_nes hurnanaa venci6n de 1&. 'e emente, sin mnguna inter-nitamente aup~rf~r~aq:~ logran realiz~r cosas infi­tutela gubernamt>ntal. as que se reahzan bajo la

Trescientos cincuent ·u aman 6 se odian traba .a ~~ ~nee de europeos se sutren 6 gozan. Pero suJ~~ v ven de sus rentas, ~e la literaturlA, del teatro dadyl sus hechos (aparte tgnorados para los peri6d1 y ei sport) permanecen de una manera ti otra lo cobs.s no han fntervenido

L · s go Iernos o muJmo sucede con la Hi .

los menores detallea de la id storfa. Conocemos Parlaruento· nos han v a de un rey 6 de un sos, buenos 'y malos conservado todoa los discur-deros, •discursos qu~ ~rontncfados en esos manti­de un solo mtembro» ~~m shan inftuido en el voto veterano. Las visita~ d:~ decta un parlamentario humor de los politicast os r?yes, el buen 6 mal

ros, sus ]uegos de palabras y

LA 00b;QUISTA DJDL PAN Ul7

sue intrigas, todo eao se ha guardado con sumo es­mero para la posteridad. Pero nos cuesta las ma­yores filtigas del mundo reconatituir la vida. de una ciudad de la. Edad Media, conocer el mecaniamo de ese ini.Zlenso comercio de cambio que se realizaba entre las ciudades anseAticas, 6 saber c6mo edific6 su catedral la ciudad de Rouen. Si algun sabio se ha pasado la vida en eetudiarlo, sus obras quedan desconocidas, y las historias cparlamentarias•, es decir, falsas, puesto que no bablan sino de un solo aspecto de la vida de las sociedades, se multipli­can, se compran y venden, se enseJian en las es­cuelas.

1Y nosotros ni siquiera advertimosla prodigiosa tarea que lleva A cabo diariamente la agrupaci6n espontanea de los hombres, y que constituye la obra capital de nuestro siglol

Ea de plona evidencia que en la actual socle­dad, baaada en la propiedad individual, es decir, en la expoliaci6n y en el individualismo, corto de alcances y por tanto estupido, los hechos de este genero son por necesidad limitados; en ella, el eomun acuerdo no es perfectamente libre, y A me­nudo funciona para un fin mezquino, cuando no execrable.

Pero lo que nos importa no es hallar ejemplos que seguir a ciegas, y que tampoco podria suminis­trarnos la sociedad actual. Lo que nos hace falta es manifestar que, a pesar del individualismo auto· ritario que nos asfixia, hay siempre en el conjunto de nuestra vida una parte muy vasta donde no se obra mas que por libre acuerdo comun, y que es mucho mas fAcil de lo que se piensa el pasarse sin gobierno. ,

Sabido es que Europa posee una red de vias f0. rreas de 280.000 kll6metros, y que por esa red se

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puede circular hoy sJn detenciones y basta ein c~m­hiar de vag6n (cuando se viaja en tren expreso) de Norte A Sur, de Ponie~te A Levant.e, de Madrid A Petersburgo y de Calais A Constantinopla. y aun h~y ~a.s: un bulto depositado en una estaci6n ferro­Vlana ua A poder del destinatarlo, asi este en Tur­qufa 6 en el Asia central, sin mas formalfdad por parte del remftente que la de eBcribir el punto de destino en un pedazo de papel.

Este resultado podria obtenerse de dos man eras Un Napoleon, un Btsmarck, uo potentado cualquie~ ra, conquistar Europa, y desde Paris, Berlin 6 Rom a trazar en el mapa la direcci6n de las vias ferreas Y regul~r la marcha de los trenes. El idiota coro­nado Nicolas I sofi6 hacerlo asi. Cuando le presen­taron proyectos de camtnos de hierro entre Moscou Y Petersburgo, cogt6 una. regia y traz6 en el mapa d? Rusia una linea recta entre sus doe capitales dicfendo: cHe aqui el trazado. • y el camino se hiz~ en linea recta, terrapletlando profundae torrenteras Y elevando puentes vertiginosos que fue preciso at andonar al cabo de algunos ~nos costando el

dkil6metro, por termino medio, doe 6 tree millones

e pesetas. Este es uno de los medios; pero en otras partes

se ha hecho de otro modo. Los ferrocarrilee se han c~nstruido A ram~les, enlazandose luego estos entre s ' y despues, las cien diversas compailias cuyos eran esos ramales han tratado de concertarse ara hacer con cor dar BUB trenes A la llegada y A la s~ida r para hacer circular por BUB carrfles coches de odas procedencias, sin descargar las mercancfas al

paaar de una red A otra. cru~:d~ esto Be ha hecho de comun acuerdo libre co n oae cartas Y proposicioneB, por medio d~

ngreaoa adonde iban las delegados a discutir tal

LA OONQOltjTA DJDL PAN 1~9

6 cual cueetl6n especial 6 A leglalt.r; y despues de los congresos, los delegados regresaban a sus com­patHas, no con una ley, sino con un proyecto de contrato para ratifi.carse 6 desecharse.

Esa inmensa red de ferrocarriles e11lazados en­tre sf y ese prodigfo!o trAfi.co A que dan lugar cons tituyen de c1erto el raR.go mas asombroso de nuestro sfglo y se deben al convenio libra. Si hace cin­cuenta a lios alguien lo hubiera previsto y predicho, nuestros abuelos le hubiesen (·reido loco 6 tmbecil , y habrian exclamado: c 1Nunca lograreis que seen­ti l3ndan cien compafiias de accionistasl Eso es una utopia, eso es un cuento de hadas que nos contats. S6lo podrfa imponerlo un gobierno central con un director de brios. •

Pues bien; lo mas interesante de esa organiza-ci6n es que no hay ningun gobierno central euro­peo de los ferrocarriles. 1Nadal No hay ministro de los caminos de hierro, no hay dictador, ni siquiera un Parla.mento continental, nt aun una junta direc­tiva. Todo se hace por contrato.

Pero lC6mo pueden pasarse sin todo eso los fe­rrocarrtles de Europa? l06mo conslguen hacer via­jar millones de viajeros y montafias de mercancias A traves de todo un continente? Si las compafiias propietarias de los caminos de hierro ban podido entenderse, lpor que no se habian de concertar de igual modo los trabajadores al incautarse de las lineae ferreas? Y si la compafiia de Petersburgo A Varsovia y lade Paris a Belfort pueden obrar de concierto, sin permitirse ellujo de crear un gerente de ambas A un tiempo, lPOI que en elseno de nues­tras sociedades, constituida cada una de ellas por un grupo de trabajadores libres, habria necesidad de un gobierno?

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II

Estos ejemplos tfenen s 1 d que es fmposible citar una e~a a o d~fectuoso, por-de la explotacf6n del debU o~gamzacf6n exenta por el rico . Por eso los eata~;,~a~ ~~e~t~, del pobre cirnos, de seguro con la 16 • eJaran de de-c l Ya vefs que la ln tervenctZ~c~ (~e t los distingue: ria para poner fin A esa explot e f6 a ado es necesa-

S6lo que olvida d 1 ac nf, no nos dira~ basta :u~ p~~ltec~fones d~ la Historia~ tado mismo a agra var tal it o a contribufdo el Es­letariado Y entregAndol :1 uacf6n, creando el pro­daran tambien decirn o os ex~lotadores. y olvi· explotaci6n en tanto ~s el es postble hacer cesar la capital individual y laue ~us causae primeras-el mente en sus dos tercf m serila, creada artificial· exfstiendo. 08 por e Eetado-continuen

A prop6eito del c 1 c?mpafifas ferrocarrU:r~: e!~ :cuerdo entre las dt~an: 'lNo vela c6mo la~ e prever que nos rrlles estrujan y malt t :ompafHaa de ferroca· viajeros? JPreciso ea r: ~n sus empleadoe y A los proteger al publico!• q e ntervenga el Estado para

Pero hemos dicho mientras haya capitali~t~epetido hartas veces que s~s de poder. Precisamen~:e perpetuaran esos abu­btenhecbor, es qufen ha dade~ ~stado, el pretenso terrible poderio ue h . o as compafUas ese concesionee, las iaran~fa:;ez;;n.hr,No ha creado las pas contra los em le l 0 a enviado sus tro· huelguistas? y al :Z,in~~;~ d( los ~aminos de hierro r.no ha ex ten dido el pri~~l e~o ahun se ve en Rusfa),

egiO, asta el punto de

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prohibir A la prensa el mencionar los desastres ferroviarios, para no depreciar las acciones de que salia garante? lNo ha favorecldo, en efecto, elmo­nopollo que ha consagrado creyes de la epoca• A los Vanderbilt como A los Polyakoff, a los directo­res del Paris-Ly6n-MedfterrAneo y a los del San Gotardo?

Asi, pues, si ponemos como ejemplo el tacito acuerdo establecido entre las compafiias de ferro­carriles, no es como un ideal de gobierno econ6mi­co, ni aun como un ideal de organizaci6n tecnica. Es para demostrar que el capitalistas sin mAs pro­p6sito que el de aumentar sus rentas a costa de todo el mundo pueden conseguir explotar las vias ferreas sin fundar para eso una oficina fnternacional, lno podran hacer lo mfsmo, y aun major, sociedades de trabajadores, sin nombrar un ministerio de los ca­minos de hierro europeos?

Pudiera tambiEm decirsenos que el comun acuer· do de que hablamos no ea enteramente libre; que las grandee compafiias fmponen la ley A las peque­flas. Pudieran citarse, por ejemplo, tal rica compa­flia que obliga A los viajeros de Berlin A Basflea A pasar por Colonia y Francfort, en vez de seguir el camino de Leipzig; tal otra que impone A las mer­cancias rodeos de cien y doscientos ki16metros (en largos trayectos), para favorecer A poderosos accio­nistas; en fin, tal otra que arruina lineae secunda­rias. En los Estados Unidos, viajeros y mercancias se ven algunas veces obligados A seguir fnverosi­miles trazados, para que aftuyan los d6lares al bol­sillo de un Vanderbilt.

Nuestra respuesta sera la misma. Mientras exfs­ta el capital, sfempre podra oprimir el grande al pequeflo. Pero la opresi6n no s6lo resulta del capi­tal. Merced, sabre todo, al sosten del Estado, al

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monopolio que el Estado crea en su favor, es como ciertas grandee compaftias oprlmen a las pequefias,

:Marx ha demostrado muy bien como la legisla­cion inglesa ha hecho todo lo posible para arruinar la pequeft3 industria, reducfr al campesino Ala mi­serla y entregar a los grandee industriales batallo­ncs de fa trelicos forzados a trabajar por cualquier salario. Exactamente lo mlsmo sucede con la legls­lacion relativa a los caminos de hierro. Lineae estrategicas, lineae subvencionadas, lfneas mono­polizadoras del correo internacional: todo se ha puesto en juego a beneficlo de los peces gordos del agiotiemo. Cuando Rostchild-:-acreedor de tod{)S los Estados europeos-compromete f U capital en determlnado camino de hierro, sua fieles vasallos los ministros ae las arreglan para hacerle ganar aun mas, I

En los Estados Unidos-esa democracia que los autoritarios nos proponen algunas veces por ideal-mezclase el fraude mas escandaloso en todo lo concerniente a ferrocarriles. Si tal 6 cual com­paftia mata a sus competldores con una tarifa muy baja, ec porque se reembolsa por otra parte con los terrenos que, mediante propinas, le ba concedfdo el Estado.

Tambien aqui el Estado duplica, centupllca la fuerza del gran capital. Y cuando vemos a los sin­dicatos de ferrocttrriles (otro prnducto del comun acuerdo libra) conseguir algunas veces proteger a las pequeilas compafiiae contra las grandee, no nos queda mas que asombrarnos de la fuerza intrinseca del convenio libra, a pesar de la omnipotencia del gran capital con el auxilio del Estado.

En efecto, las pequefias compafHas viven a pesar de la parci~lidad del Estado; y si en Francia -pais de centrahzacion-no vemos mas que cinco

LA OOl(QUISTA DEL PAN 13S

6 sefs grandee compafifas, en la Gran Bretafia se cuentan mas de ciento diez, que se entienden a las mil maravillae, y con aeguridad estan mejor orga nizadas para el rapido trans porte de mercancias y viajeros que los ferroc arriles franceses y alemanes.

Adem As no es esa la cuestion. El gran capital, favorecido por el Estado, puede siempre aplastar al prqueflo, si le tiene cuenta. Lo que nos ocupa es esto: el comun acuerdo entre los cent~nares de compaflias ferrocarrilera8 A las que pertenecen los camlnos de hierro de Europa se ha establecido direc­tamente sin la intervencion de un gobierno cent?·al que imponga la ley a las diversa8 8(iCiedades, Y se ha mantenido por medlo de congresos compuestos de delegado8 que discuten entre sl y 8ometen A 8~8 comitentes p?·oyectos y no leyes. Este es un princt­pio nuevo, que difiere po~ completo del prlncipio gubern!lmental, monArqUlco 6 .republicano, abso­luto 6 parlamentario. E8 una mnovaci6n que se introduce, aun con timidez, en las costumbres de Europa; pero el porvenir es suyo.

III

Mucha8 veces hemos lei do en los escritos de _los soeialistas da Estado exclamaciones por este esttlo: c~Y quien se encargara en la sociedad futura de regularizar el t rafico en los canales? Si A uno de vuestros compa'fleros anarq uist!iB 8e le pasas_e por la cabeza atravesar au barca en un canal e tmpe­dir el trAnslto a millares de barcas, lquien le haria entrar en razon?• .

Confesamos que la suposicion es un poco capn-

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chosa. Pero se podria atiadir: c Y sl, por ejemplo, tal 6 cual municipio 6 grupo voluntario quisieran hacer pasar sus barcas antes que las otraa, difi­cultarian el paso del canal para acarrear tal vez piedras, mientras que el trigo destlnado a otro mu­nicipio se quedaria en l" estacada. (.Quien regula­rizarfa, pues, la marcha de las barcas, a no ser el gobierno?~

Sabldo es lo que son los canales en Rolanda: son sua caminos. Tambien se sabe el trAfico que ae hace por eaos canales. Lo que se transporta entre nosotros por una carretara 6 un ferrocarril, ae transporta en Rolanda por los canales. AHA es donde habria que andar a golpes para hacer pasar sua barcas antes que las otras. lAlla tendria que intervenir el goblerno para poner orden en el trafico!

Pues bien; no. Mas prActlcos los holandeses, desde hace largo tiempo han sabido arreglArselas de otro modo, creando ghildas, sindicatos de bar­queros, asociaciones libres, hijas de las necesidades mismas de la navegaci6n. El paso de las .barcas se hacia segun cierto orden de inscripci6n, siguien­doae unas A otras por turno, sin adelantarse, so pena de ser excluldas del sindicato. Ninguna se es­tacionaba mas de cierto numero de dias en los puertos de em barque, y si en ese tiempo no hallaba mercancias que transportar, tanto peor para ella: aalia de vacio y dejaba el puesto a las recien veni­daa. Evitabase asi la aglomeraci6n, aun cuando q_uedase intacta la competencia entre los empreaa­rlos, conaecuencia de la propledad individual. Su­primid eata, y el comun acuerdo serA mAs cordial aun' mas equitativo para todos.

Por supueato, el propietarlo de cada barca po· dia adherirse 6 no al aindicato: eso era asunto suyo;

LA OONQUIBTA DEL PAN 156

pero la mayor parte preferian aflliarse. Los sindt­catos presentan ademAs tan grandee ventajas, que ee han difundido por el Rhin, el Weaer y el Oder, haata Berlin. Los barqueros no han esperado a que el gran Bismarck haga la anexi6n de Rolan­da a Alemania y nombre un Ober Haupt-General­Stats Canal-Navigations Rath, con un numero de galones correspondiente ala longitud de au titulo. Han preferido concertarse internaciona.lmente. Y aun mas: gran numero de barcos de vela que pres­tan servicio entre los puertoa ale_manes Y los de Eacandinavia, asi como los de Rus1a, se han adhe­rido tambien A esos sindicatos, con el fin de esta­blecer cierta a.rmonia en el cruce de los ~arcos. Habiendo surgido libremente eda.B asoci~mones Y siendo voluntaria la adhesi6n a ellas, no t1enen que ver nada con loa gobiernoa.

Es posible es muy probable en todo caso, que tambien aqut' el gran capital oprima al pequeno. Puede ser tambien que el sindicato tenga tenden­cias a erigirae en monopolio, sobre todo. con :~ precioao patronato del Estado, que no deJIUa mezclarse en ello. S6lo que no olvidemos que eaos sindicatos representan una asociaci6n cuyos miem­bros no tienen mas que interesea personales; l?ero si cada armador se viese obligado, por la soetall­zaci6n de la producci6n, del _consum~ Y del cam­blo a formar parte de otras men asomactone~ prc­cie~s para satisfacer sus necesidades, camblarlan de aspecto las cosas. Poderoso en el agua el grupo de los bateleros sentlriase debll en tierra flrme y moderaria sus pretenaionea, para concertarae con los ferrocarriles las manufacturas Y otros grup1~

8 • Puesto que hablamos de buques y barcas, c e­

mos una de las mas hermosas organizaciones que han surgido en nuestro eiglo, una de aquellaa que

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con IPAB juetos tltulos pueden enorgullecernoe· es la Asociacion inglesa de Salvamento de naufragos (Life boat Associations).

Sabido es que todos los afios van a estrellarse mas de mil buques en las costas de Inglaterra. En alta mar, un buen barco rara vez tame la tempee­tad. Junto a las costas le aguardan los peligroa: ~ar agltado que le rompe el codaste, n .. chaa de vtento que le arrebatan mastiles y velas corrientes que le hacen ingobernable, arrecifes y bajfos sobre los cuales va a encallar

Hasta cuando en otros tiempos los habitantes de las ~ostas encendfan fogatas para atraer los buques baCia los ettcollos y apoderarse de au cargamento segun costumbre, siempre han hecho todo Io posi~ ble para salvar A las tripulaciones. Al vera un bu· que. en mal trance, lanzaban sus cascaras de nuez Y d~rlgianse en socorro de los nAufragos, para en­con.rar muy a menudo ellos mismos la muerte en­tre las olas. Cada choza A orilla del mar tiene sus !eyendas del herofsmo desplegado por la mujer, l~Ual que por el hombre, para salvar a las tripula· ctones en vias de perderse.

El E'it>J do Y los sa bios han hecho alguna coea para disminuir el numero de los siniestros. Los fa· roe, las .sefiales, los mapas, las advertencias me­teorol6gtcas, los han reducido ciertamente mucho. Per? siempre quedan cada ano un mill"r de embar­caciOnes Y muchos miles de vidas humanas que salva.r.

~or oso, algunos hombres de buena voluntad p~steron. manoa A la obra. Buenos marinos, ellos ~amos tmaginaron un bote de salvamento que pu­

eae ~esaflar ala tormenta sin ponerse por mon­tara m irse a pique, e iniciaron alguna campafia para interesar al publico en la empresa, encontrar

LA OONQUIBTA DBL PAN 187

el dinero necesario, construir barcos y sltuarlos en las costas, en todas p~rtes donde pudiesen prestar servlcios. .

Como esas gentes no eran jacoblnos, nose din· gleron al gobierno. Habian comprendldo que para realizar bien su empresa lea era pre ciao el concur· so el entusiasmo de los marinos, au conocimiento de

1 los lugares, su abnegaci6n sobre todo. Y para

encontrar hombres que ala primera setlal se lancen de noche al caos de las olas, sin dejarse detener por l1\B tinieblas ni por las rompientea y luchando cinco, seis dtez horae contra el oleaje antes de abordar al buq~e naufrago, hombres dispueatos a j?garae la vida para. sal var la de los dema~, se necestta el sen· timlento de solidaridad, el esph ttu de sacriflcio que no Ge compra con los galones.

Aai, puea, hubo un movimiento .enteramente e~­pontaneo, producto del convenio hbre Y de la im­ciativa individual. Centenares de grupoa locales aurgieron a lo brgo de las coshs. Los iniciadores tuvieron el buen sentido de no echarselas de maea· tros buscaron lucas en las chozaa de los pescado­res.' U n lord en vi6 velnticinco mil pesetaa para conatruir un bote de a~lvamento A un pueblo de la costa· aceptose el donativo, pero dejando a elecci6n de loa' pescadores y marinos de aquella zona el sitio donde habia de situ;use el bote. .

Los pianos de he nuevas embarcac1ones no se hicieron en el Almirantazgo. cPueato .que importa --leemos en el informe de la Asociaci6n-que los sal vadorea tengan plena confianza en la em bar cal cion que trlpulen, la Junta se impone ante todo e debar de dar a los botes la forma y los pertrecho i que puedan desear loa salvadores mismos.• Por eso cada a:fio introduce un perteccionamiento n~evo.

tTodo por loa voluntarios que se orgamzan en

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138 P. XaOPOTKINB

juntas 6 gru~os locales! ITodo por la ayuda m t y por el comun acuerdol IQ e . u ua no piden nada A los contrfb u anarquistasl Por eeo dose lea dieron 1 076 000 uyentes, y el afio pasa­tarias Y espontan~as . . pesetas de cuotas volun-

ta yEt~e~8J!t~:~~~!~v A8t>ciaci6n doscientos noven­eefscientos un nAufra::e;t~. ~8~ mismo afio salvo Desde au fundaci6n h re n a y tres buques. sefscfentos setenta y una ssearlvahdo trefnta y dos mil

H b. es umanos d. Iendo perecido en 1886 .

botes de salvamento con tod e~re las olas tres taronse centenares de os sus ombres, presen­birse, A constftufrse nuevas voluntarios A inscri­cion di6 por resultad:~lgrupoa locales, Y eaa agfta­botes suplementarfos. que se construyeran veinte

Advirtamos de paso 1 cad a a:tlo A 1 que a Asociaci6n en via ~ os pescadores ·

bar6metros a un p . t Y marmos excelentes valor real ro a reciO res veces menor que au cos y tie~! A ~o~a. l~s conocimientos meteoro16gi­variaciones brusca;; ere~~dos al corrfente de las

Repetfmos ue las revis as p~r los sabios. cales no tienenq organfzeq~~tl~s JUntas 6 gtupos lo· ponen unicamente de vofCI t n ?erarquica y se com· to y de personas ue _un arios para el salvamen. Junta central, qu2 es '::a.~n~~resan por esa obra. La pondencla, no interviene d Ien. un centro de corres-

Verdad es que cuand e nmguna manera. de votar acerca de un o ~n el municipio se trata pueato local esas ·u t asun o de educacion 6 de im­on las deliberacl~n:s as no toman parte como tales cia, no fmftan los elegidmo~estfa que, por desgra­Pero, por otra parte e oo be un ayuntamiento-. ten que quienes no h sas uenas gentes no admi­mentas lea hagan le an arrostrado nunca lae tor·

yes acerca del aalvamento. A

LA OONQUISTA DBL PAM 189

la primera ee:tlal de apuro, acuden, se conciertan y echan adelante. Nada de galones, mucha buena voluntad.

Imaginaos que alguieo os hubiese dicho hace veintlcinco afi.os: cTan capaz como es el Estado para hacer matar veinte mil hombres en un dla y que salgan berldos otros cincuenta mil, es fncapaz para prestar socorro a sus propias vfctimas. Por tanto, mlentras exista la guerra, bace falta que in­tervenga la iniciativa privada y que los hombres de buena voluntad se organlcen internacionalmen· te para esa obra huma.nitaria. •

1Que diluvfo de burlas bubiese llovldo sobre quien hubiera osado amplear este lenguajel En pri­mer termino, le hubieran tratado de ut6pico, y si despuea se hubiese dignado abrir la boca, le hubie· ran respondfdo: cPrecfsamente faltaran volunta­rioa alli donde mas se deje sentfr au necesidad. Vuestros hospitales llbres estarAn todos centrali­zados en sitio seguro, al paso que se carecera de lo indispensable en las ambulancias. Las rivalidades nacionalea se las arreglaran de medo que los pobres soldados morfran sin socorro. • Tantos orad ores, otras tantas reflexiones de desaliento. 1Quien de nosotroe no ha oido perorar en ese tonol

Puea bien; ya sabemos lo que pasa. Se han or­ganizado libremente sociedades de Ia Cruz Roja en todas partes, en cada pais, en miles de localidades, y al estallar la guerra de 1870· 71 pusieronse Ala obra los voluntarios. Hombres y mujeree acudieron a ofrecer sus servicfos. Organlzaronse a millares los hospitales y las ambulancfas, corrferon trenea A llevar ambnlancias, vfveres, ropas, medicamentos para los heridos. Las comisiones inglesas enviaron convoyes enteros de alimentos, vestidos, berramien· tas, grano para sembrar, animates de tiro, 1hasta

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HO p, X:ROPOTKINJI

arados de vapor para ayudar A la labranza de los departamentos asoladoa por Ia guerra! Conaultad taR a6lo La Cruz Roja, por Gustavo Moynier, y oa asombrarA realmente lo inmenao de la tarea lleva­da A cabo.

La abnegaci6n de loa voluntariot:t de la Cruz Roja ha sido superior A todo encomio. S6lo pedian ocupar loa puestos de mas peligro. Y al paso que loa medicos aealariados por el Esta.do huian con su Estado Mayor al aproximarse los prusianos los vo · luntarios de la Cruz Roja continuaban au~ taemAs bajo las balas, soportando las brutalidades de los oficiales bismarckistas y napole6nicos prodlgando los mismos cuidados [,. los heridos de todas nacto­nalidades; holandeses e italianos suecos y belgas basta japoneses y chinos ente~dianse A las mti ~aravillaa. Dietribuian au~ hospitales y ambulan· c!as ~egun las necesidades del momento; aobre todo rtvahzaban en la higiene de sus hospitales. 1Cuau· tos franceses hablan aun con profunda gratitud de los tlernoe cuidadoa que recibieron por parte de tal 6 cual voluntario, holandes 6 aleman en l~s ambu-lancias de la Cruz Rojal '

1Que le importa al autoritario! Su ideal es el fi~ico del regimiento, el asalariado del Estado. 1Al dtablo, pues, la Cruz Roja con sua hospitales higie­nicoB, silos eufermeros no son funcionarioBI

He aqui una organizaci6n nacida ayer y que cuenta. e~ este momento BUB miembros por cente· nas de mtllar; que posee ambulancfas hospitales trenes, .elabor,. procedimientos nuevos 'para trata: las hendas, Y que se debe A la iniciath a de unos cuantos hombres de coraz6n.

lSe nos dira. tal vez que los EBtados tambten au· ponen a'go en eaa organlzaci6n? Si; los EBtados han puest<' lf\ mano para apoderarse de ella. Las juntas

LA UONQUISTA D.IIIL PAN 141

directivas eatan presidldas por eeos A qufenes los lacayos llama.n prin~ipes de sangre real. Empera­dores y reinas prodigan su pa.tronato A las juntas nacionales. Pero no PB A ese patr.onazgo A lo que ee debe el triuufo de esa organizac16n, sino A las mil juntas locales de cada naci6n, ala actividad de BUB individuos, A la abnegaci6n de todos los que tratan de aliviar a las victimas de la guerra. IY aun Soria mucho mayor esa abnegaci6n ei el Eatado no se metiese absolutamente en nadal

En todo caao, no fue por 6rdenee de ninguna junta directiva internacional por lo que ingleses y japonesee suecos y chinos, se apreeuraron A enviar socorros A los heridos de 1871. Los hospitalea ee levantaban en el territorio invadido, y las ambu­lancias iban A los campos de batalla, no por 6rde· nee de ningun minleterio internacional, sino por lniciativa de los voluntarioB de cada pais. Una vez en el sitio no se tiraron de las gref1aB, como pre­veia.n los iacobinos: todoB ee pueieron Ala obra, sin dietinc16n de nacionalidadea.

No acabariamos at quisieramos multiplicar los ejemplos tornados del arte de exterminar A loa hom­bres Bastenos aolamente citar las sociedades innu­mer~bles A que sobre todo debe el ejercit? aleml\n au fuerza que no depende e6lo de au disciplina, como ere~ la generalidad. Es~s .sociedadee pululan en Alemania y tienen por ob]etivo prol!agar loa co· noclmientoe milita.ree. En uno de los ult~moa con­gresoe de la Alianza Militar alemana (K'rtegerbund) se han vieto delegados de doe mil cuatrocientas clncuenta y doe sociedadee f~derad~s entre si, con ciento cincuenta y un mil setectentos doce miembros. . . d ·

Sociedades de tiro, de juegos m1htares, e JUe· goa eetrategicoB, de estudios topograflcoe: he aqui

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p, K ttOPOTKINI!I

los tallerea donde se elaboran los conoclmientos tecnicos del ejerclto aleman, y no en las escuelas de reglmiento. Es una red formidable de sociedades de todas clases, que engloban militarea y paisanos, ge6grafos y gimnastas, cazadores y tecnicos; socie­dades que espontaneamente se organizan, se fade­ran, discuten y van a hacer exploraciones al cam­po. Estas asociaciones voluntarfas y libres son las que constituyen la verdadera fuerza del ejercito aleman.

Su objetfvo es detestable: el sostenimiento del Imperio. Pero lo que nos importa registrar es que el Estado-a pesar de au grandtsima misi6n, que es la organizaci6n militar- ha comprendido que su desarrollo serfa tanto mAs cferto cuanto mas se abandone allibre acuerdo de los grupos y ala lfbre iniciativa de los individuos.

Basta en materia de guerra se recurre hoy al libre acuerdo comun; y para confirmar nuestro aserto bastase mencion~r los h escientos mil volun­tarios inglese@, la Asociacl6n nacional fnglesa de Artilleria y la sociedad que ee,tA organizandose para la defensa de las costas de Inglaterra, que si se constituye sera mucho mAs actfva quo el Minis­terio de Marina con sus acorazados que dan orza­das y sus bayonetas que se doblan como plomo.

En todas partes abdica el Estado, abandona sue funciones sacrosantas a los partlculares. En todas partes se apodera de los dominios de 61 la organi­zaci6n libre. Pero todos los hechos que acabamos de citar apenaa permiten entrever lo que el comun acuerdo libre nos reserva en lo venidero, cuando ya no haya Estado.

..,

LA OONQUISTA DBL PAN 143

Objeeiones

I

No tenemos por que ocuparnos en rechazar las objeciones hechas al comunismo autoritario: nos­otros mtsmos levantamoa acta de ellas. Harto han sufrido las naciones civilizadas en la lucha que habfa de concluir por la manumisi6n del individuo para poder renegar de au pasado y tolerar un go· blerno que viniera a imponerse hasta en los meno­res detallea de la vida del ciudadano, aun cuando ese gobierno no tuviese otro objetivo que el bien de la comunidad. Si alguna vez llegase a constituirse una sociedad comunista autoritaria, no dudaria, Y bien pronto se veria obligada, por el desconte~to general, a disolverse 6 A reorganizarse aobre prm-cipios de libertad. .

Vamos A ocuparnos de una sociedad comumsta anarquista de una sociedad que reconozca l.a llber­tad plena y completa del individuo, no admtta ni~· guna autoridad y no emplee . ninguna violenCia para forzar al hombre al trabaJo. .

La objeci6n es conocida: cSi ~ada cual bene se· gura la existencia, y si la neceetdad_ de ganar un salario no obliga al hombre A trabaJar, nadie tr:­bajarA cada uno se descargara sobre los otros . e los trabajos que no se vea forzado a hacer.• Advir­tamos ante todo la increfble ligereza con que 8t dirige esta objeci6n, sin comprende.r que en rea~­dad la cuesti6n se reduce A saber SI por una par e

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P. KROPOTK(NB

ee obtienen, en efecto, con el trabajo aealariado los resultados que se prctende obtener de el, y ei por otra parte el trabajo voluntario no ee ya hoy mas productivo que el trabajo eettmulado por el salario, cueetl6n que exiglria profundo eatudlo. Pero al paso que en las cienctas exactae nadie falla acerca de aeuntoe lnfinitamente menos importantes y menoe complicadoe sino deepues de seriae investigaciones, recogiendo con eemero los hechos y analizando sue relaciones, aqui ae contentan con un hecho cual­quiera-por ejamplo, el fracaso de una asociaci6n de comunietae de America-para fallar sin apela­ci6n. Por eeo no adelanta el estudio de eaa base fundamental d"' toda la economfa politica: el estu­dio de las condiciones mAe fa vorablee para dar A la socledad la m~yor euma de ;>roductos con la menor perdida de fuerzas humanas.

Lo que hace eata ligcreza tea to mas chocante es flue basta en la economfa politfca capitalieta se encuentran ya algunos escrltoree conducidoe por la fuerza de las cosaa A poner en duda este axioma de los fundadores de au ciencia, axioma segun el cual la amenaza del hambre eerfa el mejor estimulante del hombre p ~ ra el trabajo productivo. Comienzan A advertir que entra en la producci6n cierto ele­mento colectivo, barto deeculdado basta nuestros dias, y que pudiera ser mucho mae importante que la perepectiva de la ganancfa personal. La calidad inferior de la labor asalarlada, la eapantoea per­dida de fuerza humana en loa trabajos de la agri­cultura y de la industria modern as, el numero siempre creclente de los haraganea que hoy procu­ran descargarse eobre loe hom bros de los demAe, la falta de cierto atractivo en la producci6n, que ae hace cada vez mae manlfiesta, todo comienza A preocupar basta A loa economlstaa de la escuela cla-

LA OONQOISTA DBIL PAN 145 •

sica. Algunos de ellos se preguntan sino han errado el camino al razonar acerca de un ser imaginario, idealizado en feo, A quien se suponia guiado exclu-6ivamente por el cebo de la ganancia 6 del salario. Eata berejia penetra basta en las universidadee, se aventura en los libros de ortodoxia economists. Lo cual no impide a un grandisimo numero de nfor­madores socialistas continuar siendo partidarios de la remuneraci6n individual y defender la vetueta ciudadela del asalariamiento, cuando sus defenso­res d9 anta:iio la entregan ya, piedra por piedra, al asaltante.

Asi, pues, temese que, sin forzarla a ello, la maea no quiera trabajar.

Pero lDO hemos oido ya en nuestra vida expre­sar eeas mismas aprensiones por los esclavistas de los Estados U nidos antes de la manumisiqn de los negros, y por los senores rusos a.ntes de la ~anu­misi6n de los eiervos? cSin ellattgo no trabaJara el negro,, decian los esclavistas. cLejos de la vigil an­cia del amo el siervo dejara incultoe los campos a, decian los boyardos rusos. Cantilena de los setlo~es franceses de 1789 cantilena de la Edad Medta, cantilena tan viej~ como el mundo, la oimos siam­pre que se trata de reparar una injusticia en la hu­manidad.

Y la realidad viene a darle todas las veces un solemne mentis. El campeaino redimido en 1792 labraba con una energfa reroz, deaconocida por sus antepasadoe; el negro Iiberto trabaja mas que sus padres, y ellabriego ruso, despue~ de hab~r honra­do la luna de miel de la manumist6n festeJando los viernes como los domingos, ha vue\to con tanto mAs afan cuanto mas completa ha aido su liber.tad. Allf donde no le falta tierra, labra con encarntzamien­to, aei como suena.

10

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146 p, KllOPOTKINBI

El e~tribl.llo escla vista puede ser valid los pr~ptetanos re esclavoa. En cuanto A 1 o para ;IC:o:.••mos, saben to que vale y conocen ~~=·~~: ene;~~no~:e p~r!r' a~i~!~~a~i:oc~o~ e1~onomis•ae ~os modo su tarea en cambio el traba1o i dt cualqUler ducttvo s6lo es obra del ho b n enao y pro­bienestar en proporci6n de au: rfe que ?acrece au cfinticos eutonados ea. loor de f\1~ uerzoe Todos los ducen precisamente A este . propiedad se re-

a. axtoma. Porque-cosa notable- d brar los beneficios de la cua~ o, queriendo cele-

los economistas como u pr~pteda~, nos muestran tano o un periregal se cu~~e;e~ra ~nculta, un pan­el audor del cam eel e riCas mieses con ningun ~odo sup tes~o profietario, no prueban de Al admitlr que la unica ~n avor de la propiedad. jado de los frutos de au otr~nt!a para no ser despo­trumento para trabaj r~ 3 J0 es el poseer el ins­prueban que el hombr:r- o cual es cierto-, solo cuando tr baja con tod n~·broduce realmente sino pactones son en ciert a 1 ertad, cuando sue ocu­tiene vigilante que le ~o~odo electi':as., cuando no ve que au trabajo le a eate y, por ultimo, cuando hacen lo mis . provecha como a otros que 4,Uiera. Eeo e~~oiou~ el, y no a un haragan cual­argumentacion y o lque puede deducirse de su nosotroe. ' es 0 que tambien afirmamos

En cuanto a la form d . mento de trabajo es ~ e ~oseston del instru-rectamente en 8~ d: no mtervtene mas que indi­culti VJ~dor que uadie ~ostracion para asegurar al sus productos ni de e ar;ebatara el bencficio de te<~ is en favor de l:us,.me_Joras. y para apoyar au otra forma de posesio% :p•eddad contra cualqulera

1 c.no ebieran demostrarnos

LA CONQOISTA DBL PAN 147

los econ:>mistas que la tierra no produce nunca tan ricas miesee bajo la forma de poseei6n t.omuniata como cuando la poseslon ~s personal? Pues bien, no es asi; advierteee lo contrario.

Tomad como ejemplo un municipio del cant6n de Vaud, en la epoca en que todos los hombres del pueblo van en invierno a cortar lefla en el bosque que pcrtenece a todos. P recisamente durante eeas fiestas del trabajo es cuando se muestra mas ardor en la faena y mas considerable despliegue de fuerza humana. Ninguna labor asalariada, ningun esfuer­zo de propietario, podrian soportar la comparacion.

0 tomad el de una aldea rusa, todos los habi­tantes de la cua l van a dallar un prado pertene· ciente al municipio o arrendado por el, y alli comprenliereis lo que el hombre puede producir cuando trabaja en comun para una obra comun. Los compafteros ri v ali zan entre si aver qu\lm traza con la guadana el cir~ulo mils ancho; las mujeres se apresuran en su seguimlento para no dejarse adelantar mas cada vez por la hierba dallada. Es otra fiesta del trabajo, durante la cual cien perf!o­nas juntas bacen en pocas horae lo que por sepa­rado hubiera extgido algunos dias de trabajo. 1Que triste contraate forma a au lado el trabajo del pro-pietario individual! Por ultimo se pod dan citar mill ares ~ e ejem-plos eatre los ;oturadores de America, en las aldeas de Suiza Alemania Rusia y cierta pnte de Fran­cia; los t'rabajos he~hos por las escuadras ( a'rteZes) de albaniles, carpinteros, barqueros, peecadores, etcetera, que emprenden una tarea para repartlrse directamente los productos 6 hasta la remunera­ci6n, sin pasar por el intermedlario de los contra-

tistas. El bienestar, es decir, la aatisfacci6n de las

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us P. KROPOTKINII

necesidades fisicas, artfsticas morale la seguridad de esa satfsfacc16~ han ~~ ae! como ell mAs poder.oso estfmulo para ei traba s].o oy Blempro e mercenano apenas lo ra . · cuando mente necesario, el trabaj!dor~~~~:Clr lo estricta­tar para elY para los demaa el b' , que ve aumen­en proporci6n de sus esfuerzos d~ene~tar y el lujo mente mas energia e inteli , i sphega. fnfinita­ductos de primer orden g~oc a y obhene pro­El uno se ve clavado ala muc ~ mas abundantes. esperar en lo venidero la hmliseria, y el otro puede

0 gura Y sus goces.

II

Todo el que se pueda h d la labor indispensable oy I escargar en otros de sura a hacerlo para a exfstencia se apre-sucedera asi. ' y ea cosa admitida que sfempre

Pues bien· el trab · . . e_xfstencia es 'eaencialmaJo Indispensable para la betas y sabioa que se~:~te ~anual. Por mas ar­puede pasarse sin 1 s, mnguno de nosotros trabajo de los brazo;.s product~a obtenidos por el cos, luz calor etc ·A~an, vestidos, caminos, bar-

. , , . un mas· po 1 artistlcos 6 sutilmente met ff : r e evadamente tros goces no ha ni a Bicoa que sean nues-manual. y' prects~me~~o dque se/unde en el trabajo de la vida-es de lo qu edesa abor-fundamento garse. e ca a cual trata de descar-

Lo comprendem f hoy. Porque hacer o: per ec~amente; asi debe ser la actualidad encerr:r!~a~_aJo 6manual signffica en en un taller malsan lez doce horae diarias

o Y permanecer diez, treinta

LA OONQUISTA DBC. PAN 149

alios, toda la vida, amarrado A la misma faena Eso significa condenarse a un salario mezquino es~ tar entregado a la incertidumbre del maflana' al , paro forz~so, ,muy a ruenudo a lt. miJcria, y con mAs frecuenc1a aun ~ la muerte en un hospital, despues de haber trabaJado cuarenta aflos en alimentar vestir, recrear e inatruir a otros que no son un~ mismo y sus propios hijos.

Eso significa llevar toda la vida a los ojos de los demas el sello de la inferioridad y tener uno mismo conciencia de esa inferioridad. Porque digan lo que quier~n los buenos sefiores, el trabajador manualse ve considerado siempre como inferior al trabajador del pensamiento, y el que ha trabajado diez horae en el taller no tiene tiempo, ni menos medios, para proporcionarse los altos goces de la ciencia y del arte, ni sobre todo pu.ra prept11 !;lrse a aprectarlos; tiene que contentarse con las migajas que caen de lamesa de los privilegiados.

En efecto, lque tnteres puede tener ese trabajo embrutecedor para el obrero, que de antemano co­noce su suerte, que desde lacuna al sepulcro vivirA en la mediauia, en la pobrez'l, en la inseguridad del manana? Por eso, cuando se ve ala inmensa mayorfa de los hombres reanudar cada manana la triete tarea, eorprendeos su perseverancla, au adhe­ei6n al trabajo, la coetumbre que lee permlte, como a una maquina que obedece a. ctegas al impulso dado, llevar esa vida de miserla sin esperanza del mafiana, basta sin entrever con vaga claridad que algun dia ellos, 6 por lo menos sus hijos, formaran parte de esa humanidad rica por flu con todos los tesoros de la libre Naturaleza, con todos los goces del saber y de la creaci6n cientifica y artietica re­serv a.dos hoy para algunos pri vtleglados.

Ya es tiempo de eoweter A un serio analieie esa

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160 P. KROPOTKINB

leyenda de trabajo superior ner con ellAtigo del ealario que se pretonde obte

Basta viaftar, no la ma~ufactura . n:odelos que se encuentran acA y lla y la fAbriCa CJonee, sino los talleres como eon :aei ~omo excep­concebir el inmenso deepflfarro d f odos, para qu.e car'lcterfza ala industria act~alu~za humana bnca crganizada mas 6 me i . ara una fa­cien 6 mAs que d~rrocban :;s I ac ~na1mente, bay esa fuerza precioea efn otro tr~baJo del hombre, el proporcionar tal ~ez diez c~~t::~smd~s .serioAque patrono. Ianos m sal

Aq ui veie mozoe de v · t .t . . . todo el dia en un ba h el~ ... ~ ~ vewtrcmco anoe rlfl febrilmente la ca~~~~ uni .. rdo el pacho, movien­ccn una velocfdad de pre~;i~i ~~e~po para anudar boa de un mal hilacho de algo~~!. ores oe doe ca-

lQue geoeraci6n deja a poe temblorosos y raqufti~o~?e; !a tierra eeos cuer­poco espacfo en 1~ fabrfca ero ... c jocupan tan media peseta diarlar .. d' '.ty ml e prodt..c n cada uno

AUf veis ·' u~ c patrono. muchacbas ~=~v:::~ ::mensa f~brica de Londrea, de llevar sobre la cabe s di~z l Blete anos, en fuerza dejaa de cerfllae cuaa:a, e una .sala a otra, ban­podrfa ac trear1~s hast: ;a mAquma mAs eencllla tan poco el trabajo de 1 us m_esas. Pero ... !CUesta oflcio especial! lPara a: mu]eres q~e no tienen estas no puedan qu una maquma? Cuando mente! ;Hay tant~:~d~: 1:=1f:fmplazarA tan tAcH-

Ala puerta de una c· 1 lad<t., encontrareis un nf~ea ~ ca,.en una noche he­au fajo de peri6df 0 orm1do, descalzo, con Jnfantil cuesta ta~os entre los brazos. El trabajo cada tarde en venloco, que se le puerle emplear peri6dicos, con lo c~r 1Por .valor de una peseta de

a ganarA el pobrecillo dfez

LA CO~QUISTA DhL PAN lfll

6 quince centimos. Ved, en fin, un hombre robusto que se pasea con los brazos colgando; sufre U~"' paro forzoso durante meses enteros, micntras que su hija se agosta entre los vapores recalentados del taller de aprestar tejidos, y mientras que au hijo llena A manoa llenas tarros de betun 6 aguarda horae ente­ras en la esquina de la calla a que un transeunte le haga ganar un real.

Si bablAis con el director de una fAbrica bien organizada, os explicarA candorosamente que es di· fici! encontrar hoy un obrero babil, vigoroso, ener­gico, con arranque para el trabajo. cSi se presenta alguno entre los veinte 6 treinta que vienen cada Junes a pedir trabajo, estA eeguro de ser recibido, aun cuando estuviesemrs resueltos a disminuir el numero de brazos. Se le reconoce A primera vista y se lu acepta siempre, a reserva de deapedir el dia siguiente un operario viejo 6 menos activo.• Y eee a quien 86 acaba de despedir, todoelos que lo Beran mafiana, van A r~forzar ese inmenso ejercito de re· aerva del capital-los obreros sin trabajo-, que no se llama sino en los mom~ ntos de prisas 6 para veneer la reaistencia de los huelguistas. Ese des· echo de las majores fAbricas, ese trabajador media­no, va A unirse con el tambien forroidablo ejercito de los obreros viejoe 6 poco habiles que circula de continuo en las fabrfcas secundarias, laa que ap~­nas cubren gastos y saien del paso con timos y a.fia­gazaa puestaa al comprador, y sobre todo al consu­midor de los paises remotos.

Y si hablais con el mismo trabajaoor, sabreis que la regla general de los talleres es que el obrero no haga nunca todo lo que es capaz de bacer. IDes­graciado del que al entrar en una U.brica inglesa no siguiese este consejo que le dan BUB compafierosl Porque saben los trabajadores que si en un mo-

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manto de gcnerosidad ceden a las instanciag de un patrono y co.naienten en hacer fntensivo el trabajo para conclutr encargos apremiantes, ese trabajo nervfoso se ~xfgira en lo sucesivo como regia en Ia escala de l~s salarios. Por eso, en nueve fAbricas de cada dtez, prefieren no producir nunca tanto como podrfan. En ciertas industrias se lfmita Ia producci6n, con elfin de mantener altos los precios y A veces corre la orden de co-canny, que signiflca~ «lA mala paga, mal trabajol,

III

Los que han estudiado en serio la cuestion ilo niegan nfnguna de las ventajas del comuni~mo -por supuesto, a condicf6n de que sea perfecta­mente li~re, es decfr, anarqufsta-. Confiesan que el trabaJador pagado en dinero, aunque se disfrace con el nombre de bonos eu las asociaciones obreraa gober~ad~s por el Estado, guardaria el sello del a~alar1amtento y conservarfa todos sus inconve­mentes. Corupreuden que no tardarfa en sufrfr por e~a causa el sistema entero, aun cuando en la so­CJedad entrase en posesi6n de los instrumentos para producir. Admiten que, gracias a la educacion in­tegral dada A_ todos los nifios, A los hAbitos laborfo· sos de las so_c1edadee clvflizadas, con la libertad de eleglr_ Y vartar las ocupaciones y el atractivo del traba]o he~ho por igua'es para bienestar de todoe, en un~ BoCJedad comunista no faltarfan productores que bten pronto triplicarfan y decuplicarfan la fe­cundi_dad del suelo y darfan nuevo impulso a la in­dustna.

LA OONQU18TA DBL PAN 163

cPero el peligro-dicen nuestros contradicto­res-vendrA de esa minoria de perezosos, que n.o querdn trabajar A pesar de las excelentes condi­ciones que harA~ agradable el trab ijo, 6 que no pondrAn en ello regularidad y _constancia. Hoy, la. perspectiva del hambre construie a los mAs refrac­tarios A marchar al paso de los otros. Pues bien; la remuneraci6n segun el trabajo hecho, lDO es ~1 UOiCO sistema que permite ej~rcer esa !uerza, Bin

menoscabar los seutim~e~c.os _del traba]ad?r? P?r· que cualquler otro mediO_Impllcarfa ~a continua m­tervencl6n de una autondad, que bten pronto re­pugnaria al hombre libra.,.

Est& objeci6n entra en la categoria ~e l~s razo­namientos con los cuales se trata de JUStlficar el Estado la ley penal, el juez y el carcelero. cPuesto que-dfcen los autoritarios-hay gentes (una es­casa mlnoria) que no se someten a las costumbres soclales, preciso es mantener el ~stado, por cos­toso que sea, y la autorldad, el t.nb~nal. y la car­eel aun cuando estas mismas mstltuCJones sean un~ fuente de nuevos males de todas clases.,

Tambien pudieramos limitarnos a resp~nder lo que tantas veces hemos repetido A prop6s1to de la autorldad en general: cPara evitar un mal posible, recurris A un medio que es un mal ~as grande Y que se convlerte en origen de esos mtsmos abuso~ que deseais remediar. Porque no olv!dels que e asalariamiento-la imposlbilidad de v~vir de otro modo que vendiendo su fuerza de traba]o-es el que ha creado el siEJtema capitalista adual, cuyos vi­cios comenzais a reconocer. •

Tam bien pudleramos hacer notar que este razo­namiento es un simple alegato para defender lo que existe. El asalariamiento actual no se ha instiituido para remediar loa iocon venientes del comun smo.

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164 p, KBOPO'J'KINB

Ea otro su origen, como el del Estado y el de la propledad. N ci6 de la escla.vitud y de la servi dumbre impue1 tas por la fuerza, y to es m9s que una modificaci6n modernizada de ell as. Por eso eite argumento no tiene mAs valor que aquellos con los cuales se trata de excuear la propiedad y el Est •do.

lNo es evidente que si una sociedad fundada en el principia del trabajo libre se vieae realmente amonazadil por los holgazanes, podria ..-onerse en guardia contra ellos ein crear una organizeci6n autoritaria 6 recurrfr al asalariamiento?

Supongamos un grupo de cierto numero de vo­luntarios que se unan f'n una emprPsa cualquiera para cuyo buet resultado rivalicen todos en celo' salvo uno de los socios que blte con fr·~cuencia A au puesto. lSe debert\ por causa de et d!aolver el grupo, nombrar un presidente que imponO'a multas 6 distribuir, como en la academia fi cha~ de aeis­tencia? Ea evident(" que no se harA ui lo uno ni lo otro, sino que un dia se le dira al caJDarada que amenaza erbar 1\ perder la emprese.: cAmigo, nos gustaria que trabajases con noactroa; pero como a menudo faltas de tu pueeto 6 descuidas tu tarea debemos separarncs. 1Vete en busca de otros com~ pafieios que se conformen con t.u holgazaneria!•

~retendese, por lo general, que el patrono om­nisctente y sus vigilant€s ma tienen la regularidad Y la caUdad del trabajo en la fa brica. En realidad, en una empresa, por poco co:r.plicada que sea, cuya. mercancia pase por muchas manoa antes de terrm~arse, la misma, Ubrica, el conjunto de loa trabaJ8dores, es quien vela por las buenas condi­ciones del trabajo. Por eso las majores fAbricas in­glesas de la industria privada tienen tao pocos con. tramaestres, muchos menos, por termino medlo,

LA OONQUISTA DEL PAN 156

que lss fabrtcas francesas, e incompar~blemente menos que las fAbrlcas ioglesaa del Estado.

Cuando una compafiia de ferroc:;rriles federada con otras compa.fHas fa.ha a sus compromisos, re­trasa sus trenes y deja detenidas las mercancias en sus estaciones, las otras compafiiaa amenazan con rescindir los contratos, y eao suele bastar.

Se cree generalmente, 6 por lo manoa se enselia, que el comercio no es fi tll A sus compromises sino bajo la amenaza de los tribunales; no hay nada de eso. De diez vecas nueve, el comerctante que ~ya faltado a au palabra no comparecerA ante un jlez. Donde el comercio es muy activo, como en Londros, el hecho de que un deudor haya obligado a litJgar, basta a Ja mayoria dfl los comerciant~s para ab~to· nerse en lo sucestvo de tener negoCios con quten lea haya hecbo avistar11 e con el abogad~.

Una asociaci6n, por ejemplo, que estlp~laee con cada uno de sus miembros el contrato slgutente, no tendria haraganes:

cEetamos dispuestos a garantizarte el goce de nuestras casas, de nuestros almacenes, callas, me­dtos de transporte, escuelas, museos, etc., a cond1-c16n de que de veinticinco a cuarenta Y cinco 6 cincuenta afios de edad consagres cuatro 6 cinco horae diarias a uno de los trabajos que se reconocen como necesarios para vi vir. Elige tu mismo cuando qulerae los grupos de que has de fon;nar parte 6 constituve uno nuevo, con tal de que se encargue de proaucir lo neceeario. Y para el resto de tll: tie~­po agrupate con quien te plazca con la mua e cu~lquier recreo de arte, de ciencia, a gusto tuyo.

•Mil doscientas 6 mil quinientas horae de tra· bajo al afto en uno de loE grupos que producen el alimento. el vestido y el alojamiento, 6 ee emplean en la ealubridad publica, los transportee, etc.' ee

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166 P. KllOPOTKlNB

todo lo que te pedimos para garantizflrte cuanto produzcan 6 han. product do estoa grupos. Pero si nin?uno de los mlll~res de grupos de nuestra fede­raCI6n .quiere recibnte, cu ... lq:.:iara que aea elmo­tfvo, ~·. eres a?solutamente incapaz de producir nada utll 6 te megas A hacerlo, IVive como un aia­lado 6 como los enfermoe! Si somos bastante ricos para no negarte lo necesario, con mucho gusto te lo daremos: eres hombre y tienes derecho A vi . P.uesto que quieres colocarte en condiciones es~~~ c~es y saU~ de las filas, es mas que probable que e us relaciOnea cotfdianas con los otros ciudada· n1o; te resient~a de ello. Te miraran como un aparo­

c o de la sociedad burguesa, A menos que tus ami­~os, considerAndote como un genio se apresuren A hbrarte de toda obli~aci6n moral p~ra con la socie­d~dd, haciendo por h el trabajo necesarlo para la VI a.

»yen fin, si eeo no te agrada, vete por el mun­do en b~sca de otras condiciones. 0 bien, encuen­tra parhdari~s y constituye con ellos otroa grupos

Pq~:fesret·morgalmcen con nuevos principios. Nosotros os os nueatros.~

IV

Dicese muy a me d . que 1 b nu o entre los trabaJadores hay ~~et~~~ueaea son ?nos holgazanea. En efecto, contrario es, pero aun son la excepci6n. Por el ridad d ' en cada empresa industrial hay la segu-bajan C.:u~~~o~~~~a~lo 6 varioa burguesea que tra-

. es que la mayorfa de loa bur-gueses aprovechan au eituaci6n privilegiada para

LA OONQUISTA D!DL PAN 167

adjudicaree los trabajos menos penoeos, y que tra­bajan en condiciones hfgianicaa de alimento, aire, etcetera, que lea permiten desempefiar au tarea sin eobra de fatiga. Precisamente, esas son las condi­ciones que pedimos para todoa loa trabajadores sin excepci6n. Preciso es decir tam bien que, merced A su posici6n privilegiada, loa ricos hacen A menudo un trabajo absolutamente inutil6 basta nocivo para la sociedad. Emperadorcs, ministroa, jefes de ofi­cinas, directores de fabricaa, comerciantea, ban­queros, etc., se obligan A ejecutar durante algunaa horae diarias un trabajo que encuentran mas 6 me· nos aburrido, pues todos prefieren sus horae de vagar A esa taroa obltgatoria. Y si en el 90 por 100 de los casos esa tarea es funesta, no la encuentran por eso menos fatigosa. Pero precisamente porque los burgueses emplean la mayor energfa en hacer el mal (a sabiendas 6 no) yen defender su posicion privilegiada, por eso han vencido Ala nobleza se­florial y continuan domfnando ala masa del pue­blo. Si fuesen haraganes, hace mucho tiempo que ya no existirian, y hubieran desaparecido como los arist6cratas de raza.

En una sociedad que s6lo lee exigiese cuatro 6 cinco horae diarias de trabajo util, agradable e hi­gienico, desempefiarian perfectamente B? tarea Y no aguantarlan, sin reformarlaa, las horrtbles. con: diciones en las cuales mantienen hoy el trabaJo. 81 un Pasteur pasara ciuco horae nada mAs en las alcantarillas, bien pronto cncontraria el ~edio de hacerlas tan saludables como su laboratorto bacte· riol6gico.

En cuanto a la bolgazaneria de la mayor parte de los trabajadores, loa economistas y los filantropos son los unicos que hablan de eso. Hablad de ello a \ln industrial inteligente, y OS dirA que sf a los tra·

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bajadores "e lea puaiera en la cabeza vagar no habria mAs remedio que cerrar todas las fabri~as pues 11inguna medldr de severidad y ningun eistem~ de esplonaje podria remedtarlo. Habia que ver en el fnvierno ultimo el terror provocado entre los fn­dus~riales ingleses cuando algunos agitadorea se pusieron a predicar la teoria del co-canny cA mala paga, mal trabajo; hacer que hacemos, n; echar el bofe y malgaatar todo lo que Be pueda». c!Desmo­ralizan al trabajador, quieren matcu la industria!• gritaban los mismos que antes tronaban contra 1~ inmoralidad del obrero y la mala caUdad de BUB pro·Juctos. Pero sf el trabajador fueBej como lo re­pre!entan los economistas, el perezoso a quieu de continuo hay que amenazar con despedirlo del ta­ller, lque signtficaria la piilabra desmoralizacion1 Ad, cuando se habla de haraganeria P•)Bible, hay que comprender que se trata de una infima mino­ria en la eocied:!d. Y antes de legislar contra eaa minori.a, lno ea urgante couocer au origen?

Quteu observe con inteligencia sabe muy bien que el nino reput ... do como perezo~o en la escuela ea a menudo aquel que comprende mal lo que le eneefian mal. Mucho mas frecuentemente aun BU caso proviene de anemia cerebral, consecuti va A la pobr~za y a una educaci6n antihigh~nica.

A·guien ha d~cbo que el polvo es la materia que no esta en au sitto. La misrua. definici6n ae aplica a los nueve decimos de los llamados perezosos. Son personas extravladas en una senda que no res­ponde a BU .temperamento lli a BU capacidad. Le­yen~o las btografias de los grande hombres, choca el numero. de cperezosos que hay entre ellos•. Pe­re~osos m1entras no encontraron au verdadero ca­llllno, Y laboriosos tenaces mas tarde. Darwin, Stephenson Y tantos otros eran de esos perezoaos.

L~ CONQUISTA DJDL P.AN 169

Harto a meLUjO, el perezoso no es ruas que un hombre a quieu repugna hacer toda au vida la de­cimaoctava parte de un alfiler 6 la centesima parte de un reloj cuando aa encuentra con una exube­rancia de e~ergia que quisiera gaatar en otra cosa. Tambh~n con frecuencia es un rebelde que se sub!e­va contra 11\ idea de a. tar toda su vid"' amarrado a ese banco, tr~bajando para proporcionar mil g~­ces ai pt. trono, sabiendo que er. mueho menoes estu­pido que este, y sin otra raz6n que ~aber nacido en un cuchitril, en vez de haber vemdo al mundo en un palacio.

En fin buen numero de pe1·ezosos no conocen el oficlo en que se ven Jbligados a ganarse la vida. Viendo la obra imperft;cta que sale de s_us manos, esforzandose vanamente en hacerla meJor Y co.:n­prendlendo que nunca lo conseguiran,, a causa de los t·t~los habitos de trabajo ya adquindos, tomau odio a BU oficio y haata al trabajo gene~al, por no saber otro. Millares de obrercs y de artlstas abor­tados se hallan en este caso.

Bajo una sola denominaci6n, la pereza, ~e han agrupado toda una aerie de resultados deb1dos A causae divers~s cada una de las cuales pudl6ra

' · 1 d b' eu vez de convertlrse en un manantla e 1enes, ser un mal para la so ~iedad. Aqui, como en la cri­minalidad, como en todas las cuesttones conc~r­nientes A las facultades humanas, ae han ~eu~~do hechos que nada tieueu de comun entre si. 8 . c~ pereza 6 crimen sin to1uarse siquiera el t J.ia)o ~e analizar sue ca~s..ts. Apresurase A castigarlos, ~m

. · 1 ti ... no contiene una preguntarse stquiera at e. cas gv prima a la pereza 6 al cr,men.

He aqui por que una sociedad libre, al ver au-, de holgazanes pen-mentar en au seno el numero ,

saria sin duda en investigar las causae de au pe-

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reza para tratar de suprimirJas antes de recurrir A_ loa castlgos. Cuando se trata, segtin ya bemos dtcbo, de un simple caso C!e anemia, antes de relle· nar de cfencia el cerebro del nffio, dadle ante todo sangre, fortalecedle para que no pierda el tiempo llevadle al campo, A orillas del mar. Allf, enseftadl~ al aire libra, y no en los llbros, la geometrfa mi­dlen~o con el las distancias basta los peft~scos pr6x1mos; aprenderA las cienciaa naturales cogien­do ftores y pescando en el mar; la risica, fabricau· do el bote en que ira de pcsca. Pero por favor no lleneis su cerobro de frases y de le~guas muertas 1No hagAis de el un perezosol .

lNo veis quo con vuestroa metodos de ensefian­za, elaborados por un ministerio para ocho millo· nee de escolares, que representan ocho mfllones de capacidades diferentes, no hacefs mas que im· poner un sistema bueno para medianfas fmaginado por ~n promedio de mediantas? Vuestr~ eecuela Be convterte en una universfdad de pereza como vues­t~a prisi6n es una universidad del cri~en, Raced hbre la escuela, abolid vuestroe grados univerelta· rlos, Hamad a los voluntartos de la enseftanza CO·

menzad por ahf, en vez de dictar contra la pe~eza !eyes que no harAn sino regimentarla.

~ad al obrero que puede cefiirse 'a fabricar una mlnusc~la parte de un articulo cualqufera, que ee ahoga ]unto a una mAquina de taladrar que con­cluye por aborrecer, dadle la probabilldad de cul­ttvar la tierra, derrtbar arboles en el bosque surcar el mar contra la tormenta recorrer dista~cias en una 1 t p ' ocomo ora. ero no hagAis de el un perezoso obltgAndole toda la vida a vfgilar una maquinill~ de ~unzonar la cabeza de un tornillo 6 agujerear el OJO de una aguja.

LA OONQUISTA DJI)L PAN 161

Bl asalattiamiento eoleetivista

I

En sus planes de reconstruccl6n de la sociedad, lo~ colectivistas come ten, A nuestro parecer, doe errores. Hablando de abolir el regimen capita!ista, sin embargo querrlan mantener d?s instituCiones que constituyen el fondo de e_se r_egtmen: el gobler­no repreeentativo y el aealan~m1ento.

De lo concerntente al gobterno que se dicere­presentativo, bastante hemos ~ablado. Es para nos­otros en absoluto tncomprentnble que bom_b~es in· teligentes-y no faltan en el parti~o colectivtsta­puedan continuar siendo partidanos de los Parla­mentoa nacionales 6 municipales, deepues de todas las lecciones que la Historia·nos ba dado sobre eee particular en Francia, Inglaterra, Alemania, Suiza 6 los Estados Untdos.

Mientras vemoe bundirse en todas partes el ~e-gimen parlamentario y aurgir la critica de los pr~n­cipios mismos del sistema-no s6lo de sus apl~cacto­nea-, lC6mo ea que socialistas revolucionanos de· flenden eee sistema, condenado a morir?

Elaborado por la burguesia para bacer fre~te A la realeza y consagrar y acrecentar al mism~ tlem­po su dominio sobre los trabajadores, el e1stema parlamentario es la forma por excelencia del regi· men burgues. Los corlfeos de ese sistema nunca han eostenido en serio que un Parlamento 6 un Ayunta­miento represente Ala naci6n 6 Ala ciudad: los mas

u ·

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I6J p, KBOPOTKlNII

tnteligentes de ellos saben que eso es imposible. Con el regimen parlamentario, la burguesfa ha tra­tado simplea:ente de oponer un dique a la realeza, sin dar libertad al pueblo. Pero a medida que el pueblo se hace mas consclente de sus interesee y se multiplica la variedad de los intereses, el sistema ya no puede funcionar. Por eso los dem6cratas de todos los paises imaginan en vano diversos paliati­vos. Se ensaya el referendum, y se encuentra que no vale nada; se habla de representaci6n propor­cional, de representaci6n de las minorfas, otras uto­pias parlamentartas.

Se esfuerzan, en una palabra, en buscar lo in­hallable; pero ha babido que reconocer que se ha ido por mal camino, y de a parece la confianza en un gobierno representativo.

Lo mismo eucede con el asalariamiento; porque despues de haber proclamado la abolici6n de la propiedad privada y la posesi6n en comun de los instrumentos de trabajo, tc6mo puede reclamarse bajo una u otra forma que se sostenga el asalaria­miento? Y sin embargo, eso es lo que hacen los co· lectfvistas al precontzar los bonos de trabajo.

Comprendese que los socialistas ingleses de co­mienzos de este siglo hayan inventado los bonos de trabajo. Trataban simplemente de poner de acuer· do el capital y el trabajo, rechazando toda idea de tocar con violencia la propiedad de los capitalistas.

Si mas tarde htzo suyo ese invento Proudhon, tambien se comprende. En su sistema mutualista, trataba de hacer menos ofeneivo el capital, a peear del mantenimiento de la propiedad individual, que aborrecia en el fondo del alma, pero que concep­tuaba necesaria como garantia del individuo contra el Estado.

Tampoco extrafia que economiatas mas 6 me-

LA OONQUISTA DBL PAN 163

nos burgueses tam bien admltan los bonos de traba­jo. Poco lea importa que al trabajador se le pague en bonos de trabajo 6 en monedas con la efigie de la Republica 6 del Imperio. Lo que tienen empefio en salvar de la pr6:xima catastrofe es la propiedad individual de las casas habitadas, del suelo y de las fabricas; en todo caso, lade las casas habitadas y el capital necesario para la producci6n manufactu­rer&. Y para conservar esa propiedad, los bonos de trabajo desempefiarian muy bien su papel.

Con tal de que el bono de trabajo pueda cam­blarse por joy as y carruajes, el propietarlo de casas lo aceptara con gusto en pago de alquiler. Y mien­tras la casa habitada, el campo y la fabrtca perte­ne7.can a propietarios indivtduales, de cualquier modo habra que pagarles por trabajar en sus cam­pos 6 en sus fabrlcas y habitar en sus casas. Tam­bien sera preclso pagar al trabajador en oro, papel­moneda 6 bonos cambtables por toda clase de ar­ticulos de comercio.

Pero tc6mo puede defenderse esta nueva forma del asalariamiento-el bono de trabajo-si se ad­mite que la casa, el campo y la fAbrica ya no son propiedad privada, sino que pertenecen al munici· pio 6 A la naci6n?

II

Examinemos mas despacio este sistema de retri­buir el trabajo, ensalzado por los colectivistas fran­cases, alemanes, fngleses e italianos.

Se reduce poco mas 6 menos A esto: todo el mundo trabaja en los campos, tabricas, escuelas, hospitales, etc .; la jornada de trabajo la regula el

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Estado, a quien P.erte~ecen la tierra, las fabricas, las. vias de co.mumcaCton, etc. Cada jornada de tra­b&Jo se cambia por un bono de trabajo (iUe supon­gamo~ lleve impresas estas palabras: ocho horas de traba;o. Con este bono el obrero puede adquirir en lo~ almacenes del Estado o de las diversas cor­por~Ciones toda clase de mereancias. El bono es divisible; de suerte que se puede comprar una hora de carne, dlez minutos de cerillas o media hora de tabaco. En lugar de d~cir veinte ~entimos de jab6n, d~spues de 1~ revolucion colectivista se diria: cinco mmutos de J&bon. . ~a ~ayor parte de los colectivistae, fieles a la

diatmCion establecida por los econ<'mistas burgue­sea_ (y _por Marx) e;'ltre el trabajo cali.ficado y el tra­baJo Btmple, nos dicen ademas que el trabajo cali· ficado 6 profesional debera pagarse cierto ntimero de veces mAs que el trabajo simple. Asf una bora de trabajo de medico debera conaider~rse como equlvalente a doe 0 tree horae de trabajo de la en­fermer&, o a tree horae del cavador. eEl trabajo pr~fesional o caltficado serA un multiplo del tra­b&JO simple-nos dice el colectivista Groenlund­porque ese trabajo requiere un aprendizaje mas 6 me nos largo.,

Otroa colectivistas, tales como los marxlstas ~ranceses, no hac~n esa distincion. Proclaman la Igualdad de los salarioe. El ~octor, el maestro de eacue~a Y el profesor seran pagados (en bonos de trab&Jo) p~r _la misma tarifa que el cavador. Ocho horae de VIBita de hospital valdran lo mismo que oc_ho horae pasadas en trabajos de cavar o en la mma, o en la fabriea. '

Algu~os hacen una concesion mas: admften que el trabaJo deaagradable o malsano-tal como el de las alcantarillas-podra pagaree con arreglo a una

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tasa mAs alta que el trabajo agradable. c Una hora de servicio en la alcantarilla-dicen-se contarA como doe horae de trabajo del profesor. • Aliada­mos que ciertos colectlvistas admlten el pago en conjunto, por corporaciones. Asl, una corporaci6n dirfa: •Aqui hay cien toneladas de acero. Para producirlas hemos aido cien trabajadores y hemos empleado diez dias. Habiendo aido nuestra jornada la de ocho horae, suman ocbo mil horae de trabajo para. cien toneladas de acero, o sean ocho horae la tonelada.• Despues de lo cual, el Eetado lee paga­rla ocho mil bonos de trabajo de una hora cada uno, y esos ocho mil bonos ee repartirian entre los miembros de la fAbrica como lee parecieae.

Por otra parte, habtendo empleado cien mineros veinte dias para extraer ocho mil toneladas de car· bon, el carbon valdria doe horae la tonelada, y los diez y seis m!l bonos de una hora cada uno recibi­dos por la corporaci6n de los mineros ae qistribui­rian entre elloa segun sus apreciaciones.

Si los mineros protestasen y dijesen que la tone­lada de acero no debe costar mas que seis horae de trabajo en Iugar do ocho; si el profesor quiaiera hacerse pagar au jornada doble que la enfermera, entonces intervendria el Estado y arreglaria sua disen timientos.

Tal es, en pocas palabraa, la organizaci6n que los colectivistas quieren hacer aurgir de la revo~u­ci6n social. Como se ve, sus priocipios son: propie­dad colectiva de los instrumentos de trabajo Y re­muneracion de cada uno segtin el tiempo empleado en producir, teniendo en cuent.a la prodl:lct1vidad de su traQajo. En cuanto al regimen pollt1Co, seria el parlamentarismo, modifl.cado por el mand~to im­perativo, y el re(e1•endum, ea decir, el pleblsCito por at o porno.

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Digamos, en primer termino, que este sistema noe parece impracticable en absoluto.

. Los. colecti vis~as comienzan por proclamar un prmcip1o revoluCionario-la abolici6n de la pro­piedad privada-y lo niegan en seguida de procla­marlo manteniendo una organizaci6n de I a produc­ci~n y del consumo que ha nacido de la propiedad pnvada.

Proclaman un princfpfo revolucfonario e igno­ran las consecuencias que fnevitablemente debe traer consigo. Olvfdan que el hecho mismo de abo­lir la propiedad individual de los fnstrumentos de t~abajo (suelo, fAbricas, vias de comunicaci6n, ca­pttales) tiene que lanzar a la sociedad por vias ab­solu~amente nuevas; que debe trastornar de arriba aba]o la producci6n, lo mismo en su objeto que en sus .medios, que todae las relacionos cotidianas en · tre mdivfduos deben modifi.carse desde el momento que se conslderen como posesi6n comun la tierra la mAqufna y todo lo demAs. '

. •No hay propiedad privada,, dicen; y en se· gu1da se apresura~ A mantener la propiedad pri­vada en sus matHfestaciones cotidianas. cSereis una comunidad en cuanto Ala producci6n · los cam· pos, las herramientas, las maquinas, todo' lo que Be ha hecho hasta boy, manufacturas, ferrocarriles, puertos, minas, etc., todo es vuestro. No se hara la menor distfnci6n acerca de la parte que toea A cada uno en esa propiedad colectiva.

, Pero desde el dia siguiente os disputareis con toda ~inuciosidad la parte que vafs A tomar en la creact6n de .nuevas mAquinas, en la constituci6n de nuevas mtuas. Tratareis de pesar con exactitud la parte que corresponda A cada uno en la nueva produccf~n. Contareis vuestros minutos de trabajo Y vela rete por que un minuto de vuestro vecino

LA OONQUISTA DilL PAN 167

no pueda comprar mas productos que un minuto vuestro .

• Y puesto que la bora no mide nada, ya que en tal manufactura un trabajador puede vigilar seis telares A la vez, mientras que en tal otra fAbrica no vigila mas que doe, pesareis la fuerza. muscu­lar Ia energia cerebral y la energia nerVlosa que hayais gastado. Culculareis estrictamente los alios de aprendfzaje para avalorar la parte de cada uno en la producci6n futura. Todo eso despues de haber declarado que no tenets de ningun modo en cuenta la participaci6n que pueda haber tenido- en la pro­ducci6n pasada.•

Pues bien; para nosotros es evidente que una eociedad no puede organizarse con arreglo A doe principios opuestos en absoluto, que. s~ contradic~n de continuo. Y la naci6n 6 e.l muniCipio que se die­sen tal organizaci6n veriause obligados a volver a la propiedad privada 6 transformarse inmediata­mente en sociedad comunista .

III

Hemos dtcho que ciertos escritores colectivistas piden que se eetablezca una distinci6n en_tre ~1 tra­bajo calificado 6 profesfonal y el trabaJo sample. Pretenden que la hora de trabajo del ingeniero, del arquitecto 6 del medico debe contarse por doe 6 tree horae del trabajo del herrero, del albafiil 6 de la enfermera. Y la misma distinci6n dicen q~e debe hacerse entre toda especie de oficios que extJ&n un aprendizaje mAs 6 menos largo Y el de los simples jornaleros.

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Puea bien; eatablecer eaa diatinci6n ea mante­ner todaa las deatgualdadea de la aociedad actual ea trazar de antemano una linea diviaoria entre lo~ trabajadorea y loa que pretenden gobernarloa ea dfvidir 14 ~ociedad en doa claaea muy diatlntaa': la aristocrama del saber por encima de la plebe de manoa calloaas; la una al servicio de la otra· la una trabajando con sua brazos para alimentar y veatir A loa que ae aprovecban del tiempo que lea aobra para aprender A domtnar A quienea loa alimentan.

Esto ea ademas recoger uno de loa rasgos dia­tintfvoa de la aociedad actual y darla la sanci6n de la revoluci6n social; ea erigir en principia un abuao que ae condena hoy en la vieja aociedad que se derrumba.

Sabemoa todo lo que se nos va a responder. Nos hablarAn del csocialismo cientifico•. Nos citarAn los economiataa burgueses-y Marx tam bien-para demostrar que la eacala de los s~lartoe tiene au raz6n de ser, pueeto que cla fuerza de trabajo, del ingeniero ha costado mas a la sociedad que cla tuerza de trabajo, dd cavador. En efecto, Gno han ~rata~o loa economistas de probarnos que si al mgemllo ee le paga veinte veces mAs que al cava· ?or e~ porque los gastos necesarios para hacer un IDgemero son mas cuantioeos que los necesarioa para hac~r un cavador? Gy no ha pretondido Marx q~e la mtama distfnci6n ea igualmente 16gica entre d1v.eraaa ramas del trabajo manual? Tenia que con· cl.uu aaf, pueato que habia aceptado la doctrina de Rtcardo acerca del valor y aoatenido que loa pro­ducto~ se cambian en proporci6n de la cantidad de ¥:baJo so~lalmente neceaario para su producci6n.

ro tambu~m sabemoa a que atenernos acerca de este aeunto. Sabemoa que ai el ingeniero, el aabio y el doctor son pagados boy diez 6 cien veces mas que

,

LA CONQUISTA DJDL PAN 169

el agricultor y diez vecea mAs que la obrera de una tabrica de cerillas noes por sus cgaetoa de produc­ci6n• sino por un'monopolio de educaci6n 6 po.r el monopolio de la industria. El ingeniero, el aabto Y ol doctor explotan sencillamente un capita!-eu diploma-, como el burguea explota una fAbnca 6 como el noble explotaba sua pergaminos.

En cuanto al patrono que paga al ingenie!o veinte veces mAs que al trabajador, .lo ha~e en v1r· tud de eate aencillieimo cAlculo: s1 el 1ngeniero puede economizarle cien mil pesetas al afio en la producci6n, le paga veinte mil pesetas. Y si ve un contramaestre-habil en hacer eudar A sua obre­roa-que le economice diez mil pesetas e~ la mano de obra se apreaura a darle doe 6 tree mtl pesetas anuales'. Afioja un millar de pesetas mae d~nde cuenta ganar diez; eeta es la eaencia del regu:n:en capitalista. Lo mismo sucede con las dlterenmas entre los diveraos oflcioa manualea.

No se nos venga hablando de loa c~aatoa de ~ro­ducci6n que cueata la fuerza de trabaJo•, Y dimen­donos que un estudiante que ~a pasado alegre 8~ juventud en la Univereidad hene de~echo au~ sa lario diez vecea mAs a!.to que el hiJO del mt~e~o que se ha agostado en la mina desde la eda e once afios, 6 que un tejedor tiene derecho a u~ sa­larlo tree 6 cuatro veces mae alto que. el ag~Icul­tor Loa gastos necesarios para productr un te]edor no ~on cuatro vecee mas conaiderablee que los g~s-

. 1 briego El teJe-toa necesarioe para productr u.n a · . dor ee beneficia aencillamente de las venttJ~~ e~ que se halla la industria en Europa con re ac n loa paisea que aim no tienen industria.

Nadie ha calculado nunca esoe cgastos ~e ~rr­ducci6n•. y al un holgazan cuesta mucho m s . ~ sociedad que un trabajador, falta saber ei temen

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dolo todo en cuenta-mortalidad de los nifios obre­ros, anemia que los destruye y muertes prematu­ras-un robusto jornalero no cueata mAs A la socie­dad que un arteeano.

lQuerran hacernos creer, por ejemplo que el salario de peseta y media que se paga A 1~ obrera parieiense, los treinta centimos de la. campesina de Auvernia que se queda ciega. haciendo encajes 6 las doe pesetas diarias del campesino repreeent~n sus cgastos de producc'i6n,? Sabemos que A menudo se trabaja. por menos de eso; pero sabemos tambien que ee hace exclusivamente porque, gracias A nues· tra magnifica organizaci6n, hay que morirse de hambre sin esos salarios irrisorios.

Tampoco dejarA de decirsenos que la escala co· lectivista de los salarios s~ria, sin embargo, un pro­greso. Mas valdra ver A Ciertos obreros cobrar una suma doe 6 tree veces mayor que la de la generali· dad, que ver A los ministros embolsarse en un dia lo que el trabajador no logra. ganar en un afio. Siam­pre seria. eso un paso haci a la. igualdad.

Para nosotros, ese paso seria un progreso al re­ves. lntroducir en una sociedad nueva la distinci6n entre el trabajo simple y el trabajo profesional ya hemos dic~o que conduciria A hacer sancionar

1

por la revoluc16n y erigir en principia un hecho brutal qu_e sufrimos hoy, pero encontrandolo, no obstante, inJusto. Seria imitar a aquellos que el 4 de Agosto d? 1789 proclamaban con frases de afecto la aboli­CI6n de los derechos feudales, pero el dia 3 de Agos­to sancionaban esos mismos derechos imponiendo a los labradores foros para abonarselos A los sefio­res, A q~ienes ponian bajo la salvaguardia. de la Revoluct6n. Seria tambien imitar al gobierno ruso, al reclamar,_ cuando la emancipact6n de los sier­vos, que la tterra perteneceria en lo sucesivo a los

LA OONQUISTA DEL PAN 171

sefiores al paso que antes era un abuso el disponer de tier~as pertenecientes A los s\ervos.

0 bien para tomar un ejemplo mAs conocldo, cuando la' Commune de 1871 decidl6 pagar A los miembros de su Consejo quince pesetas diarias, mientras los federados en las mural~as no cobraban mas que peseta y media, esta decist6n fu~ ac}ama­da como un acto de alta democracia iguahtan~. En realidad, la Commune no bacia mas qu_e rattftcar la afieja desigualdad entre el funcionarto Y el sol­dado el gobierno y el gobernado. Por. parte de una CAm~ra oportunista, semejante deCJsi6n hubiera podido parecer admirable; p~ro la Commune falta· ba asi A su principio revoluctonarlo, Y por eso mis-mo lo condenaba. .

En la sociedad actual, cuando vemos a un mmis· tro pagarse cien mil pesetas al afl.o, mientras que e~ trabajador tiene que contentarse con mil 6 menos, cuando vemos al contramaeetre pagado doe ? tree veces mas que el obrero, y que entre los mtsmos obreros bay todas las gradaciones, desde diez pes~· t.as dlarias basta los treinta centimos de 1~ campes . na desaprobamos el alto salario del mimstro, pero ta~bien la diferencia entre las diez peset~a del ~br~­ro y los treinta centimos de la pobre mu~er' Y e~ -moe· «IAbajo los privllegios de la educaCI6~, lo m a­mo que los del nacimiento!• Somos anarquts ~as pre-cisamente porque eaoa p~ividlegio1s ~0! s:~,~:~r:i·a!: aqui por que comprendten o c er o -la imposibilidad de mante~?-er la escalade

1~: ~:~r~ rioa en una sociedad insp1rada por el sop 1 a revoluci6n, se apresuran A proclamar qu~ os s c~ Iarios saran iguales. P~ro 8~d e~tr;!1~:s c::~:~o~u 68

vas dificultadea, Y au 1gula a la escala de loa una utopia tan irrealizab e como otros colectivistas.

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Una sociedad que ee ha d riqueza social y proclama~a apo erado ~e toda la recho a ella-cual uiera 0 que todos ttenen de· que en crearla hu~ieran q;e tu;se la partlcipaci6n obligada a abandonar toda ~~a ~antes-, se vera sea en moneda sea en b ea e asalariamiento quier forma qu'e se prase~~~~ de trabajo, bajo cual~

IV

• c A cad a uno segun sua o b . ti.v~stas, 6 en otros termino rae.•' dicen los colec· VlClOB prestados a la 8 i ;~ ~egun BU parte de ser­recomienda para pone~~ e a . I y este prlncipio se voluci6n haya puesto ;n e en practi~a cuando la re­trabajo y todo lo neces ~omun los metrumentos de

Pues bien· si la r ar 0 para la producci6n 1 gracia de pro~lamar e;s~luci6n sodal tu viese la des­litar el desarrollo de 1 e trincipio, saria imposibi­nar, sin resolverlo 131 _a umanidad; seria abando­nos llan legado los' sig~nmenso problema social que

En efecto en os antenores. donde vemos' que ~~~n~~ciedad com~ la nuestra, menos se le retribuye est m~s ~r~baJa el hombre al pronto como una a~pi e ~~mciplo puede parecer

Pero en el fondo no rae n bacia la justicia. de las injusticias d~l es :as que la consagraci6n m~nz6 el aPalariamie~t~sa o. Por e~e principia co­odlosas desigualdade I par~ V8Dlf 8, parar a 1&8

dad actual. Porque dse;d:bo:nmaclones de la socie­zaron a valorar en mo e dia en que se comen­pecie de aalario los s ne~a .6 en cualquier otra es­dia en que se dijo qu er~ ctos prestados; desde el

e ca ll uno s6lo tendria lo que

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conslguiera hacerse pagar por sus obras estaba escrita de antemano, encerrada en germe~ en este principia, toda la bistoria de la sociedad capita-Beta con ayuda del Estado.

Los servicios prestados 8. la sociedad sean tra-bajos en los campos 6 en las fabricas e~an servi­cios morales, no pueden valorarse en ~nidades mo­netariae, no pueden haber medida exacta del valor de lo que impropiamente se ha llamado valor de cambio, ni del valor de la utilidad, con respeto a ~a producci6n. Si vemos dos individuos que traba­Jan uno y otro durante afioa cinco horae diarias en beneficia de la comunidad y en diferentes trab~jos que lea agraden lo mismo, podemos decir en resu­men que sue trabajos son casi equivalentes. Pero no puede fraccionarse su trabajo y decir que el producto de cada jornada, bora 6 mlnuto de tra­bajo del uno vale por el producto de cada minuto y bora del otro. Se puede decir g'l·osso modo que el hombre que durante au vida se ba prlvado de descanso diez ho­rae diariae ha dado a la sociedad mucbo mas que quien s6lo se ha privado de descanso cinco horae d\ariae 6 nose ha privado nunca.

Pero nose puede tomar lo que ha hecho durante doe horae y decir que ese producto vale doe veces mas que el producto de una bora de trabajo de otro individuo y remunerarlo en proporci6n.

Entrad en una mina de carb6n y ved aquel hom-bre apostado junto ala inmensa maqulna que hace subir y bajar la jaula. Tiene en la mano la palanca que detiene e invierte la marcha de la maquina, la baja, y la jaula retrocede en su camino en un abrir y cerrar de ojos, lanzandola arriba 6 abajo con una velocidad vertlginosa. Todo el atenci6n, s{gue con la vista en la pared un tndicador que le muestra en

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uaa escalfta en que lugar del jaula A cada inatante de au pozo :e encueutra Ja el !ndlcador llega A cferto niv~a~c t~; y en cuanto el lmpulso de la ja ula ni un , t e ene de pronto mas abajo de Ia lfnea r~ uerid me ro mas arriba 6 cargado los recipientes11enos ad y ap~nae han des­do los vacios, invierte la pala e car 6n y coloca -Ja jaula al espacio. uca yen via de nuevo

~urante ocho 6 diez hora 'd . prodJgiosa atenci6n Que ~~s~gu_l as sosbene esa Y la jaula irA a eeire!lar!: a raiga un momento, destrozar el cable aplast ~ ~omper las ruedas, pender todo el traba ·o de ~r os hombres y sus­eegundos por cada ~olpe : mi~a. Que pierda tres ci6n-en las minas e pa anca, y la extrac­reducirA de vefnte Ape:teccionadas modernas-se

lEa el quien r cmcuenta toneladas diarias. lEa acaso el mo~oesta el mayor aervfcio en lamina? que suba el aacena:r~ed~ d~ de;de a bajo la sefial de tante arriesga 1a vida ens~ f m dnero que a cada ins­dia quedara muerto ore on o del pozo Y que un que por un simple erfor del grfau? lO el fngeniero perdfese la capa de c ~6 suma e~ sus cAlculos piedra? d0 el ro . t ar n e hfcies6 arrancar todo su patrimo~io pie arfo que ha comprometfdo todas las prevision!s~ue tal vez ha dicho, contra excelente carb6n•? · cCavad aqui; encontrareis

Todos los traba. d . contribuyen en la J.:e~~~s l~teresados en la mina energfa de au b a e sus fuerzas, de au bUidad,' A extr::r :~' de ~u inteligencia y de au ha­todos tienen derecho ~ar. ~n. y podemos decir que sfdades y hasta sua vavar, A satisfacer sus nece­seguro para todos 1 caprfchos despues de que este sus obras1 ° necesario. Pero dC6mo valorar

Y ademas, del carb6 n que extraen es obra suya.'

LA OONQUIBTA DBIL PAN 176

lNo es tambien obra de esos hombres que ban cons­truido el ferrocarril que conduce a la mina y los caminos que irradian de todas sus estaciones? lNo es tam bien obra de los que han labrado y sembrado los campos, extraido el hierro, cortado la madera en el bosque, fabricado las mAquinas donde se que­marA el carb6n, y asi sucesivamente?

No puede hacerse ninguna distincf6n entre las obras de cada uno. Medirlas por el resultado nos lleva al absurdo. Fraccfonarlas y medirlas por las horae de trabajo nos conduce al absurdo. S6lo queda una cosa: poner las necesidades por encima de las obras y reconocer el derecho A la vida en primer termfno, al bienestar despues, para todos los que tomen cualquiera parte en la producci6n.

Pero tomad cualquiera otra rama de la activi­dad humana, tomad el conjunto de las manffesta­ciones de la existencia. lQuien de nosotros puede reclamar una retribuci6n mAs cuantiosa por sus obras? lEI medico que ha adivinado la euferme- · dad, 6 la enfermera que asegura la curacl6n con sus cuidados higienicos?

lEa el inventor de la primera mAquina de vapor, 6 el muchacho que, cansado un dia de tirar de la cuerda que entonces se usaba para hacer entrar el vapor bajo el pist6n, at6 esa cuerda 8. la palanca de la mAquina y se fue A jugar con sus camaradas, sin imaginarae que habfa inventado el mecanfsmo esencial de toda maq uina moderna, la vai vula au­tomAtfca?

lEB el inventor de la locomotora, 6 aquel obrero de Newcastle que sugirf6 la idea de reemplazar por travieeas de madera las piedras que antafio se po­nian debajo de los carrlles y que hacfan descarrilar los trenes por falta de elasticldad? lEa el maqulnista de la locomotora? lEI hombre que con sus sefiales

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detiene loe trenes? lEI guardaaguja que les da paso Alae vias?

lA quilm debemos el cable trasatlantico? lSera al ingeniero que se obstlnaba on afirmar que el cable transmitia los despachos, al paso que los sa­bios electricistas d"'claraban imposible la cosa? lAl eabio Maury, que aconsejo abandonar los cables gruesos por otros tan delgados como una cafta? 1.0 a esos voluntarios venidos no se saba de donde, que pasaban noche y dia sohre cubierta examinando minuciosamente cada metro de cable para quitar los clavos que los accionistas de las Compafiias ma­rftimas hacian clavar neciamente en la capa aisla­dora del cable, A fin de dejarlo fuera de servlcio?

•1Las obras de cada uno!, Las sociedades hu­manas no vivirfan dos generaciones seguidas, des · aparecerfan dentro de cincuenta afios, si cada cual no diese infinitamente mas de lo que se le retrl buy a en moneda, en bonos 6 en recompensas civicas. Se extinguiria la raza si la madre no gastase au vida por conservar lade sus hljos, si el hombre no diese algo sin interes, sobre todo donde no espera nin­guna recompensa.

Y si la sociedad burgueaa decae, si estamos hoy en un callej6n sin salida del cual no podemos pasar sin acometer A fuego y hierro las tnstituciones del pasado, es precisamente por sobra de calculoa, por culpa de habernos dejado conducir a no dar sino para recibir; es por haber querido hacer de la so­ciedad una compaliia comerclal basada en el debe y haber.

Los colectivistas lo saben. Comprenden vaga­mente que no podria exietir sociedad ninguna si llevase al extremo el principio de ca cada uno se· gun aus obras,.. Comprenden que las necesidades -no hablamos de los caprichos-, las necesidades

LA OONQUISTA DIDL PAN l'i7

del indivlduo no siempre responden A sus ob1·as. Por eso nos dice De Paepe:

cEste principio-eminentemente individualia­ta-se atemperarta por Ia intervenci6n social para la educaci6n de los niflos y los j6venes (incluyendo en ella la manutenci6n) y por la organizacl6n social de la existencia de los achacosos y enfermos, del rettro para los trabajadores ancianoa, etc. •

Comprenden que el hombre ~e cuarenta a~os Y con tree hfjos tlene otras necea1dades que el ]oven de veinte afios. Comprenden que la mujer que ama­manta a au criatura y pasa noches en blanco a au cabecera no puede hacer tantas obras como el hombre que ha dormido tranquilamente. Parecen comprender que el hombre y la mujer coneumidos ).loCaBO a fuerza de haber trabajado por la BOCiedad pueden sentirse incapaces de hacer tantas obt·as como los que han pasado BUB horae Ala bartola Y embolsado sus bonos en situactones privilegiadas de estadisticos del Estado.

y se apresuran a atempe'rar au principio, dici.en-do: •lSi· la sociedad criad. y educara A sus hiJo~l 1Sl; asi~tlrA A los viejos e invalidos! 1Si; las nece~a· dadea seran la medida de los gastos que la SOCle­dad se impondrA para atemperar el principio de las obras/a

De modo que, despues de haber negado el comu-nismo y haberse burlado a BUB anchaB de la f6rmu · la: cA cada uno segun sua neceaidade~,, salimos ta.mbien con que A los grandee econom1atae se lea han olvidado-poca cosa-las necesidadee de los productores. y se apresuran A r~conocerlaa. S6lo que al Estado le incumbirA. aprectarlas, comprobar si las necesidades son desproporcionadas con las obras.

El Estado dara limosna. De ahi a la ley de po-12

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bres y al workhouse ingles no hay mas que un paso. No hay mas que un solo paso, porque basta esa sociedad madrastra. contra la cual nos sublevamos ~e ~a. vfsto obligada a atemperar BU principfo de md1 VIdualismo, ha tenido que hacer concesiones en aentido c~munista y bajo la mfsma forma de caridad. . Tambten ella distribuye comidas de a cinco cen­

ttmos para precaver el saqueo de sus tiendas. Tam­bien construye 1ospitales, A menudo muy malos pero a veces esplendidos, para precaver los estra~ gos de las enfermedades contagiosas. Tambien, despues de no haber pagado las horae de trabajo recoge los hijos de aquellos a quienes ha reducid~ a la ultima de las miserias. Tambien tiene en cuenta las necesidades por la caridad.

Ya hemos dicho que la miseria fue la causa pri­~era de las riquezas, quien cre6 el primer capita­hsta; porque antes de acumular el •exceso de val~r· de ~ue tanto gusta hablar, era preciso que hub1ese mtserables que coneintieran en vender au fu~rz~ de trabajo para no morirse de hambre. La m1sena es quien ha hecho los ricos. Y silos pro­gresos fueron rApidos en el curso de la Edad Media es porque las invasiones y las guerras que siguie~ ro? A la creaci6n de los Estados y el enriqueci­nuGnto por la explotaci6n en Oriente rompieron los lazos que unian en otros tiempos A las comunidades agricolas y urb~na~ y las condujeron a proclamar, en. vez de la sohdandad que antes practicaban, ese prmctpio del asalariamiento, tan grato a los explo­tadores.

lY habia de salir ese principia de la revoluci6n Y. atreve!se a llamarla con el nombre de crevolu~ Cl6n SOCial», ese noillbre tan grato a los hambrien­tos, a los que sufren, a los oprimidos?

No sucedera asi, porque el dia en que las viejas

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instituciones se desplomen bajo el hacha de los pro­letarlos, se olrAn voces que griten: cjPlin, casa y bienestar para todosl•

Y esas voces seran escuchadas. El pueblo dira: •Coznencemos por satisfacer Ia sed de vida., de ale­grfa, de libertad, que nunca hemos apl\gado. Y cuando todos hayamos probado esa dicha, pondre­mos manoa a la obta: demolici6n de los ultimos vestlgioa del regimen burgues, de au moral tomada en los libros de contabilidad, de au filosofia del debe y haber, de sus institucionE:ls de lo tuyo y de lo mio. cDemoUendo, edificaremos•, como decla Proudhon; edificaremos en nombre del comunismo y de la anarqufa.•

Consumo y pt1odueei6n

I

Couaiderando la sociedad y au organizaci6n po­litic& desde muy otro punto de vista que las escue­las autorltarlas, puesto que ~artimos del individuo libre para llega.r a una. soCiedad libre, en vez de comenzar por el Estado para desceudar basta el individuo seguimos el mlsmo metoda respecto a las cuestione~ econ6micas. Estudiamosla.s necesidades del individuo y los medios A que recurre para satis­facerlas, antes de discutir la producc16n, el cam­bia el fmpuesto, el gobierno, etc.

1Abrid no lmporta que obra de un economist&.

Comienza por la p 'roduccion, el analisis de los me-

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dios empleadoa hoy para crear la riqueza, la divi· ai6n del trabajo, la manufactura, la obra de Ia maquina, la acumulaci6n del capital. Deade Adam Smith basta Marx, todoa han procedido de eaa ma­nera. En la. aegunda 6 tercera parte de au obra aolamente es cuando tratara del consumo ea declr de la satisfaccion de las neceaidades del individuo' y aun e.utoncea ae HmitarA A cxplicar como a~ re~ partirAn las riquezas entre los que se diaputan su posesiou.

Tal vez ae diga que eato es 16gico: que antes de aatisfacer nect;B{dadea es preciso crear lo que pueda satisfacerlas, que es preciso p1·oducir para consu­mir. Pero a~tes de pro~ucir, sea lo que fuere, lCO precfsa sentu au necesJdad' lNo es la necesidad quien desde el principio impula6 al hombre A cazar a criar ganado. A cultivar el suelo A hacer utensi~ lios, y mas tarde aun a inventar y hacer mAquinas? lNo es tambien el eetudio de las necesidadeslo que debiera regir A la producciou? Por lo menos tan 16gico seria comenzar por ahf, para ver de~pues c6mo es preciso arreglArselas para atender A esas necesidades por medio de la producci6n.

Pero en cuanto la consideramos desde eate punto de vista. la economia politlca cambia totalmente de aspecto. Deja de ser una simple descripci6n de hechos y se convierte en cie1lcia, con el mfsmo titulo que la fisiologia. Se la puede definir: el estudio de las .necesidades de la humanidad y de los medios de satcsfacerlas con la meno1· perdida posible de fuer­zas huma.nas. Su verdadero nombre seria fisiologia de la soccedad. Constltuye una ciencia paralela A !a fisiologia de las plantas 6 de los animales la cual es tambi.en el estudio de las necesidades de 1~ planta o. del ammal y de los medios mas ventajosos de sa­ttefacerlas. En la aerie de las cienctas sociol6gicas,

LA CONQUIBTA DBL PAN 181

la economfa de las sociedades humanas viene a tomar el puesto ocupado en la aerie de las ciencias biol6gicas por la fisiologia de los seres organizados.

Noaotros decimos: «He aqui seres humanos re· unidos en sociedad. Todos sienten la necesidad de habitar en casas hlgtenicas; ya no lea satlsf!lce la choza de un salvaje, sino que exigen un abrtgo so· lido y mAs 6 menos comodo. Se trata de saber si, dada la productividad del trabajo humano, podrA tener cada uno su caea y que lea implde teneri a. •

Y en seguida vemos' que cada famllia en Europa podria perfectamente tener una casa con comodi· dades, como las que se edffican en Inglaterra 6 .en Belgica 6 en la ciudad de Pulman, 6 bien un ptso correspondiente.

Pero los nueva decimos de los europeos no han pos~ido nunca una casa saludab 'e, porque en todo tiempo el hombre del pueblo ha t?nido que trabaja:r al dia, casi de continuo, para sattsfacer l~s necesl­dades de los goberna.ntes, y jamAs ha temdo 1~ ne­cesaria holgura de tieropo y de dinero para edtficar 6 hacer edificar la casa de sus ensueiios. Y no ten­dra casa. y vivirA en un zaquizami, en tanto que no cambien las actuales condiciones. .

Ya se ve que procedemos al contrarto de los economistas, que eternfzan las pretensas leyes de la producci6n, y sacando la cuenta de las casas que se edifican cada. afto, demuestran que, no ~~stando las casas nuevamente ediflcadas para satlsfacer toda la demands., los nueva decimos de los europeos deben habltar en tabucos.

Pa.semos al alimento. Deapues de haber ~nume-rado los beneficios de la d I visi6t;t del. traba]o' pre­tendeu loa economistas que eea divisl6n extge ~ue unoe se dediquen A la agricultnra y otros A la tn­dustria manufacturers.. Los agricultores producen

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tanto, las man utacturas cuanto el . de tal modo; analfzan la venta , camb1? se hace ducto lfqufdo 6 eobrevalor 1 ' ell b~nefiCJo, el pro­la Banca, y aaf sucesfvam~n~e sa ariO, el fmpuesto,

Pero despues de hab I . estamos mAs adeJantad~~.os Bf>~ttfdo basta alJf, no clC6mo es que a tan toe milt y 81 lea preguntamos: lea falta el pan, cuando cad:nes ?~ seres humanos cir trfgo par~t. alfmentar a d' fatn1l.ta podrfa produ­personas al aflo?, nos Jez, vemte Y basta cien tribillo: cDiviai6n' del :eapo~den con el mfamo es­capitah, etc., llegando r:b:Jo, aalarfo eobrevalor, que la producci6n es . a~ar por consecuencia todas las necesidades cmsufictent~ para satisfacer do fuese cierta no r~a onsecuenCia que, aun cuan. Ja pregunta: 'lPued~ londe en manera alguna a ducir el pan que neces't n; tuede, trabajando, pro-impide?:. 1 a sf no puede, lque se lo

A treacfentos cincue t . lee hace falta cada atio t n ~ ~Illones de europeos ne, vino, leche huevos an o e pan, ta.ato de car· casas, tantas r~paa· es !1mat~eca; necesitan tantas dades. lPued~n r~du . m mmum de sus necesf­lles quedarA hol ~ra Cir todo eso? Si lo pueden jetos de arte, de ~ien~:ra proporcfonarse lujo, ob~ bra, todo Jo que

0 Y de recreo, en una pala ·

e.etrictamente nec~s:ri~~t~~ I en la categorfa de lo hva, lque lee fmptd i a respuesta ea afirma­se para allanar los o~s~aad~Ja~te? lQue debe hacer­IQue se lo tomenl p cu 08 lSe necesfta tiempo? objetivo de toda rod ero no perdamos de vista el de las necesidade~ Si ~ccf6n, q~e es la satisfacci6n sas del hombre qu~da as. nece~tdades mas fmperio­hacerse para aume n BID satisfacer, lque debera jo? lNo hay otrae c~~:~; PJoductividad del traba· el que, habiendo perdido d l of sera alguna de ellas

e v sta la producci6n, las

LA OONQUISTA DIIIL PAN 183

necesidades del hombre, ha tornado una direcci6n absolutamente falsa y au organizaci6n es viciosa? Y puesto qlie asf lo comprobamos, en efecto bus· quemos el medio de reorganizar Ia producci6n de modo que responda en realidad a todas las necesi­dades.

Es evidente que cuando la ciencia de la fieiolo gia social trate de la producci6n actual en las na· clones ci vilizadae, en el municipio indostAnico 6 entre los salvajee, se podrAn e:xponer loa hechoe de otro modo que los economistas de hoy, como un simple capitulo descriptivo, anAlogo A loa capitulos descriptlvos de la zoologia 6 de la botAnica. Pero ad virtamos que si ese capitulo se hicieae desde el punto de vlsta de la economfa de las fuerzas en la satisfacci6n de las necesidades, ganaria en claridad tanto como en valor clentifico. Probarfa basta la evidencia el terrible derroche de las fuerzas huma­nas por el sistema actual, y admitirfa con nosotroe que mientras dure no quedan\n satisfechas nunca las necesidades de la humanidad.

Se ve que el punto de vista quedaria cambiado por complete. DetrAs del telar que tejo tantos me· tros de lienzo, detrAs d~ la mAquina que horada tantas pVlcas de acero y detrAs del area de cauda­lea donde se eepultan los dividendvs, ae veria al hombre, al fautor de la produccf6n, e:xclufdo casi siempre del banquete que ha preparado para otros. Comprenderfaee tamblen que las preteneas leyea del valor, del cambio, etc., no son mas que la ex· presi6n, A menudo falefslma-por eer falao el punto de partida de ella-de bechos tales como ocurren ahora, pero que podrfan suceder y eucededn de un modo muy diferente cuando la producci6n se orga· nice de manera que cubra todas las necesidades de la sociedad.

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II

La eobreproducci6n es una palabra mos oyendo aiempre No h que eeta­academico 6 candid~ to ay un solo economiata, probt~-ndo que las . ! que no hay a sostenido tesis exceso de producci~~~s~sueecon6micas resultan d~l producen mAs telae de al en un momento dado so los que hacen f.alta lN o g~d6n, paflos, relojes, de dad a los capitalist~s qu:~e :macu_sado de rapaci­mb del consumo posible? penan en producir

dadp~~s c~=~~;a~er~~oon~mi~nto manffieeta au false­nom brad una mer n a a cuesti6n. En efecto, de la cual se prodcancfa, entre las de uso universal, nad uno por uno t u~ca mAs de Io necesario. Exami­Ios paises de gra o os los artfculos expedidos por todos Be producen ~:xportaci6n, r Ver~is que cas{ para los habftantes d~ant~dades ansuficJentea has

No ee un sobrante pa ~ que los exporta. ropa el campesino rue de £ngo el que en via A Eu­trigo y de centeno en~· as. mayo rea cosechas de ciao para la poblaci6n \ Rusia europea dan lo pre­sino Be priva el i ' por lo general, el campe­Vende au trigo 6 sumc emt de lo necesario cuando to y la renta en eno para pagar el impues-

No ea un ~obrante • b . rra ae envia A todos loae :arb.6n lo que de Inglate-que no le quedan ma: m Itos ~el globo, puesto kilos por atlo y hab't qua seteCientos cincuenta tico interior y u \ante para el consumo domes­privan de f~egop e~8 • 0 que millonee de ingleees se

lDVIerno 6 nolo eostienen mae

LA OONQUISTA DEL P.&l( 185

que lo preciso para her vir un poco de hortaliza. De hecho (no hablemos de los articuloe de lujo) no hay en el pais de mayor exportaci6n, Inglaterra, mas que una sola mercancia de uso general, los tejidos de algod6n, cuya producci6n sea bastante cuantio­sa para superar acaso A las neceaidades. Y cuando se piensa en los harapos que reemplazan A la ropa blanca y de veetir en mas de la tercer a parte de loa habitantes del Reino Unido, estA uno tentado a pre­guntarse si las telae de algod6u exportadas no re­presentarAn poco mas 6 menoslas necesidades rea­lea de la poblaci6n.

Por lo general, no es un sobrante lo que se ex­porta, aunque las primeras exportaciones hubiesen tenido este origen. La tabula del zapatero qtle an­daba descalzo es v~rdadera para las naciones como para aquel artesano. Lo que se exportn es lo nece· sario, y sucede asi porque los trabajadores no pue­den comprar con solo au aalario lo que han produ­cido pagando rentas, beneficios e intereses al capi­talist& y al banquero.

Todos los economistas nos dicen que si ht\y una ley econ6mica bien establecida es esta: eEl hombre produce mAs que consume.• Despues de haber vi· vido de los productos del trabajo, siempre le queda un remanente. Una familia de cultivadores produce con que alimentar A muchas familiae, y asi por el estilo.

Para nosotros, esa frase tan repetida carece de sentido. Tal vez fuera exacta si debiese slgnificar que cada generacl6;..1 deja algo a las futuras. Un culUvador planta un arbol que vlvirA treinta, cua· renta aflos, un siglo, y c-qyoa nietos aim cogerAn el fruto. Si ha roturado una hectArea de suelo vlrgen, otro tanto ha crecido la herencia de las generacio­nes por venir. El camino, el puente, el canal, la

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casa y sus muebles, son otras tantas riquezaslega­das A las generaciooes sfguientes.

Pero nose trata de eso. Nos dicen que ellabra­dor produce mAs trigo del que consume. Pudiera deciree mAs bien que, habfendole qultado una bue· na parte de sus productos el Estado bajo la forma de impuesto, el sacerdote en forma de diezmo y el propfetario en forma de renta, se ha creado toda una clase de hombres que en otros tiempos consu­mian lo que producian-salvo la parte dejada para imprevistos 6 los gastos hechos en arboles, cami­nos, etc.-, pero que hoy se ven obligados a ali­mentarse de castaflas 6 maiz, A heber aguapie, ha· biendoles quitado el resto el Estado, el propietario, el sacerdote y el usurero.

Preferimos decir: el cultivador consume menos de lo que p'roduce, porque se le obliga A acostarse sobre paja. y vender la pluma; a contentarse con aguapie y vender el vino; a comer centeno y ven­der el trigo. Advirtamos tam bien que tomando por punto de partida las necesidades del individuo, se llega fatalmente al comunismo como organizacf6n que p~rmite satisfacer todas esa.s necesidades de la manera mas completa y econ6mfca. Al paso que partiendo de la. producci6n actual y proponilmdose nada mas que el beneficia 6 el sobrevalor, pero sin preguntarse sf la producci6n responde A la satis­facci6n de las necesida dea, se llega fatalmente al capitalismo, 6 A lo sumo al colectivismo (puesto que uno y otro no son mas qua diversas formas del asalariamiento).

En efecto, cuando se consideran las necesida­des del indi vlduo y de la sociedad y los medios a que el hombre ha recurrido para satisfacerlas du­rante sus diversas fases de desarrollo, convlmcese uno de lo necesario de solidarizar los esfuerzos, en

LA OONQOISTA DEL PAN 187

vez de abandonarlos a los azares de Ia producci6n actual. Se comprende que la apropiuct6n por algu­nos de todas las riquezas no consumfdas, transmi­tiendolas de una generaci6n a otra, va contra el interes general. Compruebase que de esta manera las necestaades de las tres cuartas partea de la so­ciedad corren e1 riesgo de no quedar satisfechas, Y

·que el excesivo gasto de fuerza human a no es sino mas imitil y mae criminal.

Por ultimo, comprendese que el emple~ mAs ventajoso de todos los produ~tos es el que sat1sface las necesidades mAs aprem1antes, y que el valor de utilidad no depende de un simple capric~o, co~o se ha afirmado A menudo, sinll de la satisfacCJ6n que da a necesidades reales.

t>htisi6o del ttrabajo

La economia politica se ha limita~o siempre a com pro bar los hechos que veia producuse en laB~ ­ciedad y a justiflcarlos en lnteres de la clas~ d_omi­nante. Lo mismo hace con reepecto a la divtai6n del trabajo creada por la industr.ia: _habiendola en­contrado ventajosa para los capitahstas, la ha eri-gido en princlpio. s 'th

cVed eae herrero de pueblo-decia Adam ml 8

: el adre de la economia poHtica modern a-. 1

nuJca se ha habituado A hacer clavoe, ~ d_uras pe­nas fabricara doscientos 6 trescientos dtartos. Pero

. h mas que clavos, pro-si ese mtsmo herrero no ace . . ducira ta.cilmente basta dos mil tresciOntos :n cur so de una jornada.• y Smith se apresuraba sacar

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eata consecuencia: cDividamos el trabajo, especia­licemos cada vez mas; tengamos herreros que s6lo sepan hacer cabezas 6 puntas de clavos, y de esa manera produciremoa mas y uos enrfqueceremos.•

En cuanto A saber si el herrero condenado por toda la vida a no hacer mas que cabezas de clavos perderA el interes por el trabajo; si no Estara. ente­ramente a merced del patrono con ese oficio limi­tado; si no tendra cuatro meses de paro forzoso al ano; si no bajara su salario cuando facilmente se le pueda reemplazar con un aprendiz, Adam Smith no pensaba en nada de oso al exclamar: c1Viva la divisi6n del trabajol 1He aqui la verdadera mina de oro para enriquecer la naci6n!, Y to do al mun­do grttaba como el.

~ aun cuando un Sismondi 6 un J. B. Say ad­vertlan mas tarde que la divisi6n del trabajo, en luga~ de enriquecer Ala nac16n, s6lo enriquecia a los ncoa, y que reducido el trabajador a hacer toda au vida la decimaocta va parte de un alfiler se em­brutecia y caia en la mieeria, lQUe propuei~ron los eco~omistas oficlales? 1Nadal No se dije ron que aphcandose asf toda la vida a un solo trabajo ma­quiual, el ~brero perderia la inteligencia y el espi­ritu inventtvo, y que, por el contrario la variedad en l~s ocupacionas darla por resultado aumentar cons~derablemente la prcductlvidad de la naci6n.

S1 no hubiese mas que los economistas para predicar la divisi6n del trabajo permanents y A menudo heredftaria, se les dejaria perorar A sus anchas .. Pero las ~deas profesadas por los doctores de la Clencia se mfiltran en los espiritus pervir­tiendolos, y A fuerza de oir hablar de la 'divisi6n del trabajo, del interes, de la renta, del credito, etcetera, como de problemas h&. mucho tfempo re­aueltos, to do el mundo (y el trabajador mismo) con-

LA OONQUlSTA DlllL PAN 189

cluye por razonar como los ecouomistas, por vene­rar los miamos feticbes.

Asi vemos a gran numero de socialistas, basta los que no temen atacar los errores de la ciencia, respetar el principia de la divisi6n del trabajo. Ha­bladles de la organizaci6n de la sociedad duraate la revoluci6n, y responden que d~be sostenerse la divisi6n del trabajo; que si hacia1s puntas de alfi­leres antes de la revoluci6n, las harMs tambien despues de ella. Bueno; trabajareis nada mas que cinco horae hacieudo puntas de alfileres. Pero no harMs mas que puntas de alfileres toda la vida, mientras otros hacen maquinas y proyectos de ma­quinas que permiten afilar durante vuestra vida. miles de millones de alfileres, y otros se especiall­zaran en las altas funciones del trabajo literario, cientifico, artistico, etc. Has nacido amolador de puntas de alfileres, Pasteur ha n~cido vacunador do la rabia, y la revoluci6n os deJara a uno Y otro con vuestros respectivos empleos ..

Conocidas son las consecuencu~s de la diviei6n del trabajo. Evidentemente, eetamos divididos en dos clases: por una parte, los productores que con­sumen muy poco y estan dispens~dos de pensar porque necesitan trabajar, Y. traba]an mal porque su cerebro permauece inact1vo; Y por otra part~, loa consumidores que producen poco Y tlenen el prl­vllegio de pensar por loa otros, y piensan mal p~r­que desconocen todo un mun1o, el de los traba]a­dores manuales. Los obreros de la tierra no saben nada de la maquina; los que sirven las maquinas ignoran todo el trabajo de los campos. El ideal de la industria moderna es el nifio sirviendo una rna­quina que no puede ni debe comprender, y vigilan: tes que le multen si se distrae un momenta su a ten 1 ci6n. Hasta se trata de suprimir por completo e

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trabajador agl'icola. El ideal de la agricultura in· dustnal ea un hombre alquilado por tres meses y que conduzca un arado de vapor o una trilladora. La division del trabajo es el hombre con rotulo y sello para toda au vida como anudador en una ma­nuiactura, vigilante en una industria, impeledor de un carret6n en tal sitio de una mina, pero sin idea ninguna de conjunto de maquinas, ni de in­dustria, ni de mina.

Lo que ee ha hecho con loa hombres quiso ha­cerse tambien con las naciones. La humanidad se di vidirA en fAbricaa nacionales, cada una con su eepecialidad. Rusia estA destinada por la Natura­leza A cultivar trigo, Inglaterra A hacer tejidos de algod6n, Belgica A fabricar pafios, al paso que Suiza forma nifi~raa e institutricea. En cada uaci6n so eepecializaria tamblen: Lyon A fabricar sede­rias, la Auvernia encajee y Parle articulos de ca­pricho. Esto era, sagun los economistas, ofrecer un campo ilimitado a la producci6n al mismo tiempo que al coneumo: una era de trabajo y de inmensa fortuna que se abria para el mundo.

Pero eeas v .\stas esperanzae se desvanecen a medida que el saber fecnfco ee difunde en el uni­verso. Todo iba bien mientrae Inglaterra era la unica en fabricar telae de algod6n y trabajar en grande loa metales, mientras Paris bacia el solo juguetes artieticos: podia predicaree lo que ae lla­maba la division del trabajo, sin temor de verse desmentido.

Puea bien; una nueva corriente induce A las nacionee civilizadaa A eneayar en au interior todas las industrias, hallando ventajae en fabricar lo que antes recibian de loa demaa paises, y las mismas <;olonias tienden a paaarae sin su metr6poli. Como loa descubrimientos de la ciencia univeraallzan loa

LA. OONQOISTA DlGu PAJI

ua deseenttfalizaei6o

de las industt:rias

I

191

. d 1 guerrae napole6nicas, A la conclusion e as uido arruinar la gran

Inglc..terra casi babia cowegncia a fines del siglo industria que nacia ~n d~aloa mares y sin serioa pasado. Quedaba due a b6 de eso para construir competidor~s .. se apr~v~ce imponlendo a las nacio­un monopollo mdustn.a' ara las mercancias que nea vecinae ,sus pr~clOS imonton6 rtquezas sobr.e ella sola pod1a fabncar, tldo de esa situaci6n pn­riquezas y ~upo sacar par t . vUegiada y de todaa sus ~~6~a~~rguesa del siglo

Pero cuando la revo u tdumbre del terrufio y

Pasado bubo abolido la serlvt iado la gran indus-L.., ' ia un pro a ar ' b 6 creado en .r ranc impulso r reo r . mento en su '

tria, detemda un mo a se unda mit~ad de nues-nuevos vueltJB, y d~~~edl sergtributaria de Inglate­tro siglo Francia de) e ufacturados. Hoy ha rra para loa productos :::~:dor. Vende al extran· llegado a ser un pais e:p il qutnientos millones de jero por valor de mAe em facturados, y los dos tar­pesetas de productos manu

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clos de esas mercancias son tejldoa. Se calcula que cerca de tree millones de franceses trabajan para la exportaci6n 6 viven del comercio exterior.

Asi, Francia ya no ea tributaria de Inglaterra. A su vez, ba tratado da monopolizar ciertas ramas del comercio exterior, tales como Jas sederias y las prendas hechas; de ello ha obtenido inmenaos be­neficios, pero eata a punta de perder para siempre ese monopolio, como Inglaterra esta a punta de perder para siempre el monopolio de los tejidos y basta de los hiladoa de algod6n.

Marchando bacia Oriente, la industria se hade­tenido en Alemania. Race treinta alios, Alemania era tributaria de Inglaterra y de Francia en la mayor parte de los prod,uctos de la gran industria. Ya no sucede eso en nuestros dias. En el curso de los veinticinco ultimos afios, y sabre todo despues de la guerra, Alemania ha reformado por completo toda su industria. Las nuevas fabricas poseen las majores maquinas; las mAs recientes modas del arte industrial en Manchester para las telae de algod6n, 6 en Ly6n para los tejidos de seda, etc., se han realizado en las nuevas fabricas alemanas. Si han sido precisas dos 6 tree goueraciones de trabajado­res para encontrar la maquinaria moderna en Ly6n 6 en Manchester, Alemania la tom a perfeccionada del todo. Las escuelas tecnicas adecuada.s a las necesidades de la industria suministran a los ma­nufactureros un ejercito de opera.rfos inteligentes, de ingenieros practices, que saben trabajar con las manoa y con la cabeza. La industria alemana co­rnienza en el punto p1eciso adonde han llegado MAnchester y Ly6n despues de cincuenta afios de eafuerzos, de ensayos y de tanteos.

De abi resulta que Alemania, haciendolo todo tan bien en su casa, disminuye de afio en alio sus

LA CO!'\QUISTA DlDL PAN 193

iooportaciones de Francia y de Inglaterra. Ya es su rival para la exportaci6n en Asia y en Arrica, y aun mas en los mismos mercados de Londrea y de Paris. Las gentes cortas de vista puedeu vo~iferar contra el tratado de Francfort, pueden exphcar 1a competencia alemana por pequefias diferencias de tarifas de ferrocarriles . Pueden decir que el alemAn trabaja por nada, deteniendose en las pequefiecee de cada cuestl6n y deacuidando los grandea hec~os hist6ricos. Pero no es menos cierto que la., gra~ m­dustria-antes pri vilegio de Ioglaterra Y :F taneta­ha dado un paso bacia Oriente. Ha encontrado en Alemania un pais joven, lleno de fuerza, Y una bur­guesia inteligente, Avida de enriquecorse A eu vez con el comercio exterior.

Mientras Alemania se emancipaba de la tute~a inglesa y francesa y fabricaba ella .misma sus te]i­dos de algod6n, sus telas, sus mAqumas, en uua pa· labra todos los productos manufacturados, la gran industria se imptaotaba tam bien en Rusia, donde el desarrollo de las manufacturas es tanto mas asom-broso cuanto que han nacido ayer. .

Eo la epoca de la abolici6n de la servldumbre, en 1861 Rusia no tenia casi industria. Todas las mAquin~s, los carriles, las locomotor~s, las te~a~ de lujo que neceeitaba, le venian de Occtdente. '\ e.wte alios mas tarde, poseia ya mas de ocbenta .Y ClDCO mil manufacturas, y las mercanciaB productdas por ella habfan cuadruplicado de valor. 1 Las ~ntiguae berramientns han sido reemp :za-das por completo. C11.si todo el acero cm_Ple~~~ c~~: los tres cuartos de hierro, los dos terctos t dos b6o todas las locomotoras, todos los vagones, 0b

' . b de vapor ee an los carriles, cast todos loa uq ues ' hecho en Rusia. · _

De pais condenado~segun decian lv3 econo .JHB 13

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tas-a continuar siendo agricola, Rusfa se ha con· vertido en un pats manufacturero. No pi de casi nada. A Inglaterra, muy poco A Alemania.

Los economistas hacen reaponsables de estos hechos A las aduanas, pero los productos manufac­turados en Rusia se vend en al mtamo precio que en Londres. Como el capital no conoce patria los capitalistas alemanee e ingleses, seguidof3 de i

1nge­

nieros y contramaestres de B!lB nactones, han im­plantado en Rusia y en Polenta manufacturas que rlvatizan con las mejores manufacturas inglesas por la excelencia de los productos. AboPdas ma~ nana las aduana@, las manufacturae s6lo ganarAn con e!lo. En este mismo ruomento los ingeniercs britS.nicos estAn en vias de dar el golpe de graeia :\ las importaclones de pafios y Janas de Occidento: moutnn en el Mediodia de Rusia inmensae manu­factul El de lana, con las maquinas mas per(ectas ?e Bradford, y dentro de diez enos Rusia ya no 1mportara mas que algunaa piezas de panes iu­gleees y Janas trnncesaa como muestras. '

La gran industria no s6lo marcha bacia Orien*"e· taru bien se extiende por las peninsulas del Sur. L~ Expoeici6n ce Turin mostr6 :va en 1884 los progre­sos de 19. industria italiana. Y no nos dejemos en­gafiar: el od1o entre las doe burguesias frances& e it~liana, no tiene m!t.s ortgen que su rtvalidad in­dustr~al ItaHa se emancipa de la tutela francesa y comp1 te con los comerciautes franceses en la cuenc1t mediterranea y en Oriente. Por eso, y no por otra cosa correra un dia la saugr~ en la frontera italia­na, a meuos que la revoluci6n no ahorre esa sau­gre pieciosa.

Tam bien pudieramoe mencionar los rApidos pro­~rPAOR _de Espana en Ia senda de Ia graB indus.rja. Pcro fiJemonos mt\s bien en el Brasil. lNo le htt.b!au

LA OOr>QOISTA DBlL PAN 195

condenado loa economistas a cultivar para siempre el algod6n, exportarlo en bruto y recibir en cam­bio tejidos de algod6n importados~ En efecto, hace veinte afioa el Brasil no tenia sino nueve mfseras manufacturas de 'llgod6n, con trescientos ochenta v cinco husilloa. Hoy tiene cuarenta y seis; cinco de ellaa poaeen cuarenta mil husilloa y echan al inercado treinta millones de metros de tela deal­god6n cada afio.

Hasta :Mejfco se pone A fabricar eeas telae, en vez de importarlaa de Europa. Y en cuanto A los EstRdos U oidos, se ban libertado de la tutel~ euro· pea. La gran industria ae ha deearrollado trmnfal­mente alli.

Pero la India es quien tenia que dare~ mas ~ri­ll'lnte mentis a los partidarios de la espemalizam6n de las industriaa nacionales.

Conocida es esta teoria: hacen falta colonias a las grandea naciones europeas. Estas colonias en· viara.n a la metr6poli productos en bruto, fibras de algod6n, lanas en ~ucio, especias, etc. Y la metr6-poli lea enviara esos productos manufacturados, telas pasadaa hierro viejo en forma de maquinas eaidas en des~so; en una galabra, todo aquello que no necesita que le cueeta poco 6 nada, Y que no por eao dej~rA de vender a un precio exorbi~ante.

Tal era la teoria; tal fue durante largo ttempo la practica. Se ganaban fortunas en Londre~ Y en Manchester, mi~ntras se arruinaba_n l~s Indta.s. Id al Museo Indtco, en Londres, y vere1s nquezas tnau· dltas insensatas amontonadas en Calcuta Y en Bombay por los 'negociantee ingleses. PerG otroa ne~ociantes y otros capitalistas' ingleses igual­mente concibieron la idea muy natural de que seria ~As ha bil explotar a los habitantes de la Iudia directamente Y hacer esas telae de algod6n

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en las mismas Indias, en lugar de importarlas de Ioglaterra anualmente por quinientos 6 aeiscientos millonea de pesetas.

Al principia no fue mas que una aerie de fraca­aos. Loa tejedores indics-artistas en su oficio-no podian habituarae al regimen de la fAbrica. Las ma­qufnas remitidas de Liverpool eran malas; tambh~n babia que tener en cuenta. el clima y adaptarse A nuevas condiciones, hoy sr. tisfechas todas y la India ingle8a truecase en una rival cada ve~ mao amenazadora de las manufacturas de la metr6poli.

Hoy posee ochenta manufacturas de a1god6n, que emplean ya cerca de sesenta mil trabajadores Y en 1885 habfan fabricado ya mas de 1.450.000 ton_eladaa metricas de tejidos. Exporta cada a!lo A Chma, a las Indias holandeea8 y al Africa por valor de cerca de cien millones de pesetas de e8oo ~~8~os algodones blancos que ae decfa ser la espe­~lahdad de Inglaterra. Y mtentraa loa trabajadorea mglesea tfenen paro forzoao y caen en la miaeria l~s mujeres indiaa, pag~das A raz6n de sesenta cen~ tlmoa al dia, son quienes hacen a maquina las telae de algod6n que se venden en los puertos del Ex­tremo Oriente.

En resu~en, no esta lejoa el dia-y los manu­factureros mteligentes no lo dfsimulan-en que no se sabrA que hacer de los brazos que se ocupan en Ioglaterra en fabricar tejidoa de algod6n para cx­portarlos. Y eso no es todo; de informes muy serios resulta 9-ue dentro de diez ailoa Ia India no com· prarA m un~ sola tonelada de hierro a Inglaterra. Se han venCldo las primerae dificultades para em­p_lear la bulla y el hierro de las Indiae, y fabricas n vales de las tnglesa8 levAntanse ya en las costas del oceano Indlco.

La colonia haciendo competencia A la metr6poli

LA OOl!.QUISTA DEL PAN 197

por sus p1·oductos manufacturados: he aquf el ten6~ meno determinante de la economia del efglo XIX.

l Y por que no habia de hacerlo? (.Que le falta? lEL capital? El capital va a todas partes donde se encuentran mlserables a quienee explotar. lEl sa­ber? El saber no conoce las barreras n9.cionales. tLoa conocimientos tecnicos del obrero? Pero (.ea 1nferior el obrero indio a esos novema Y dos mil niflos y ni.fias menores de quince aiios quo trabajan eu eete momento en las manufacturas textiles de lnglaterra?

II

Despues de habH cch~do una oje~da a las in· dustrias nacionales, seria mteresamie1mo hacer lo mismo con las industrias especiales. .

Tenemos, por ejemplo, la seda, pr?ducto eml­nentemente frances en la primera m1tad de eete siglo. Sabido es c6wo Ly6n se hizo el ce~tro de la industria de la seda , recolectada al prfnctpio. en el Mediodia pero que poco a poco se ha pedtdo a ItaUa a Espana A Austria, al Caucaso, al ~ap6n, para hacer seder'ias . De cinco millones tle ktlos de eeda cruda transformada en tejidoB ~n la regi6n lyonesa en 1875, s6lo cuatrocientoa mil kilos eran de soda franceea. . d 1

Pero puesto que Ly6n traba)aba con se as m-portadas (.por que no babian de hacer lo mismo Sniza Alemania y Rusia? El arte de la seda ~~de:­arrou6 poco A poco en los paeblos del can n e Zurich Basilea se hizo un gran centro se~ero. ~a admini~traci6n del Caucaso invit6 A m~Jere~ lo: Marsella y obreros de Ly6n a ir a ensenar

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198 p. llt&OPOTIUN•

georgianoa el cultivo perfeccionado d I aeda y a loa campesinos del ca. e gusano de transformar la seda en tel as A t u.caso .el .arte de mania, con ayuda de obre~os ~a na lea ImJt6. Ale­menaos tallerea de sederi Lyoneses, mont6 tn­hlcieron otro tanto en Pat:s· oa Estados Unidoa

y h 1 1

rson ... 0 Y a ndustria de Ia d . fr~ncesa. Se hacen aederias s: &111. no ~s mdustria

tna, en los Estados Unid n lemama, en Aus­pesinos del CAucaso te. os, en ~n~laterra. Los cam­aeda a un precio que ~e~ en l~Vlerno pafiuelos de de Ly6n. Italia envia se~~ri~ sm pan a los obreros que exportaba en 1870-74 ertaa a Francia; Y Ly6n, toe sesenta millones d por valor de cuatrocien-que doscientos treinta ~ r::et~~· ya no exporta mas al extranjero mas que lo t··den pront? no enviara nas novedades para se s. eJI os supenores 6 algu· nee, rusos y japoneses. rvu e modelos a los alema-

Lo mtamo sucede c t d gica ya no tiene el mouoo~o~i a; Its indus trias. Bel· en Alemania Rusia A .o e os pafios; sa hacen Suiza y el Ju~a fran~es ustrta, lo~ Estados Unidos. de la relojeria; se fab I ya no ~tenen el monopolio ~!cocia ya no refiua r l~:n r~loJes en todas partes. Importa azucar ruso en I azucares para Rusia; se no tiene hierro ni h 11 f o~laterra. Aunque I talia razados y construyeulaa, ~r]a ella misma sus aco­por. La industria u ' ~ r.:l quinas de buques de va-Inglaterra. Se hac~ ~~~: Y~ ,n? es mouopolio de partes. Las ma uin au unco Y eoea en todas en los alrededor~a d:s zde. t~da.s clases fabrfcadas ultima Exposici6n u . UllC hacianae notar en la bulla ni hierro-nad:~:ersal. Suiza, qus no tiene tecntcaa- hace law a As. que excelentes escuelas que lnglat~rra. He a~u?~mas mejor Y mAs baratas de loa cambios. 0 que queda de la teoria

LA COl\QUISTA Dlllf, PA.N 199

Cada n'lci6c ho.lla 't"entaja on CCI:nb\nar dentro de au territorio la ~gricultura con la mayor varie· dad posible de U.bricaa y manutactur~s. L<\ eepe· cializacl6n de que los economistas nos han ba.blado era buena para enriquecer a algunos capitaliatas; pero no tie no raz6n de ser 1 y por el coDtrario, ea muy ventajoao que cada. pais pueda cultivar su tr!go y sue legumbres y fabricar todos los productos rna.­nufacturados que ('.onsume. Esta di"ersidad es la mejor prueba del coropleto desbrrollo de la prod\lC­ci6a por el concurso mutuo y de cada uno de loa elementos del progreso, mientras que Ia especiaii-za~i6n es la auspeusi6n del progreso.

III

En efecto es insensate exportar el trlgo e im­portar las h~rinaa, exportar la lana e importar pafio, exportar el hierro e importar las maquinns, no s6lo porque eaos transportee ocasionan ga~tos inutiles, sino sobre todo porque un pais que no tlene desarrollada la industria queda por tuerza atrasado en lu. agricultura; porque un pais que no tiene gr~n­des fabricas para trabajar el acero va tamb1en atrasado eu todas las demt\.~ lndustrias; en fin. por· que gran numero de capacida.des industriales Y tec-

nicas quedan sin empleo. , Todo se enla1-a hoy en el mundo ao la produ~-ci6n. Ya no eo posible el cultivo de la tierra stn maquinas, sin potentes riegoa, sin fenoca.rri.les, sin tabricas de aoonos. Y para tener eeas roll.qutmta adecuadas A las cond\ciol}es locales, esos f~rroca­rriles esos artefactoe de hierro, etc., es pree1eo que

'

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200 P, ltROPOTKlNlll

se deaarrolle cierto espiritu de invenci6n cierta hab1lldad tccnica, que no pueden manifestarse en ta~to que la aza.da y la reja del arado sean los timcoe mstrumentos de cultivo.

Para que el campo eete bien cultivado para que de las prodigiosas coaechas que el hoz:r:bre tiene derecho a pedirle, es preciso que a au alcance hu­meen muchlls fabrlcas y manufacturas. . La variedad de las ocupaciones y de las capa·

ctdades que de. ella surgen, fntegradas con Ja mira de un fin comuo: he ahi la verdadera fuerza del progreso.

Y ahcra imagfne~os una ciudad, un territorio, vasto 6 exfguo, poco ImpoFta, que dan los prime­roe pasos en la senda de la revoJuci6n social

N rl • c a .• a cambi3;rA-so nos ha dicho a1guuas ve-

ces-. Se exproptarAn los talleres y fabricas se proclamaran propiedad nacional 6 municipal' y cada u~o volverA a au tra.bajo de costumbre. 'La revoluc,6n quedara hecha .•

Pues bien., no; Ia revoluci6n social no se hara con esa senc1Uez .. Ya lo hemos dicho. Que manana est.!ille la revoluct6n en Paris, en Ly6n 6 en cual­quierll: otr~ ciudad; que mailana se ponga mano, en Pttrls o no 1m porta d6nde, en las fAbricas, las casas 6 la ~!Inca, Y toda la producci6n actual dcberA camb1ar de aspecto por ese solo hecbo

Disminuid~ la entrada de viveres y aumentado el consumo; am trabajo t~s millones de franceses que se ocupaban en l.a exportaci6n; no llegando mil cosas que hoy se rectben de pafaes Iejanos 6 pr6xl­m~s; auspenaas temporalmente las tndustritts de luJo, (,que haran los habitantes para tener que comer al cabo de seis meses?

Los ciudadanos tend1an que hacerse agrfculto­rea. No A la manera def campesino que se derren-

LA OONQIJ18TA D.l!lL PAN 201

ga con el arado para recoge! a.p~nas au alim~nto anual sino si(7uiendo los prmCiplOB de la agncul-

' ~ . d t tura intensiva hortelana, aphca as en vas as pro-porcionea por 'medio de las mejo~ea mAquioas qu.e el hombre ha inventado y pueda mventar. Se culh­vara., pero no como la bestia de carga d~l Canal; se reorganizara el cultivo, n~ dentro de d1ez afio~, eino inmediatamente, en med1o de las luchas r~vo· lucionarias, so pena de suc~mb!r an.te el enem1g~.

Se euitivara; pero tambten nabra que productr mil cos as que tenemoa costumbre de pedir. al ex­tranjero. y no olvidemoa que para .los habttantes del territorio insurrecto sera extranJero. todo aquel. que no le ha.ya aeguido en au r~voluc16n. ~ab~a que saber pasarse sin eee extranJero, Y se pasara. Ftllncia. invent6 el azucar de remolacha c~audo lleg6 A faltar el azucar de caiia a consecuen.eta del bloqueo continental. Paris encontr6 el salitre en sus cuevae cuando no le llegaba de nioguna parte. GSeriamos inferiores a nuestros abueloe, q~e RJ?~? naa silabeaban las primeraa palabraa de la Clencia

lla agrrieu1torra

I

Ca.da vez que se habla de agricultura imag~nase Bl·empre al campeaino encorvado eobre la es evda,

. 1 ido y esperan o echando al azar un tr~go :0~ ce~n6 mala eetaci6n. con ansia lo que le traiga. a ~en As am·

El agricultor de hoy ttene Ideas mucho m

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202 p, KROPOTK!Nm

plias, conceptos mucho mas grandiosos. No pi de mal:3 que una fracci6n de hectarea para hacer que crezca todo el alimento vegetal de una familia; para alimentar veinticinco cabezas de ganado vacuno ya no se necestta mas espacio que en otro tlempo para allmentar una sola. Quiere llegar a hace?' el EUelo, a desafiar las estaciones y el Clima, a calen­tar el aire y la tierra en torno de la tierna plants; en una palabra, a producir en una hectarea lo que antes no se conseguia recolectar en cfncuenta hec­tAreas; y todo eso sin fatigarse de un modo exce­sivo, reduciendo mucho la suma total del trabajo anterior. Pretende que se podra produe1r amplia­mente con que alimentar a todo el mundo no dando al cultivo de los campos sino lo preciso que cada cual puede darle con gusto, con alegria.

Mientras los sabios guiados por Liebig, el crea­dor de la teoria quimica de la agricultura, se deaca· rriaban a menudo en su entuaiasmo de te6ricos, cultivadoree sin letras han abierto una nueva via de prosperidad a la humanidad.

Al paso que una familia necesitaba tener antes por lo menos siete u ocho hectareas para vi vir con los productos del suelo-y ya se sabe como viven loa campesinos-, ya no ae puede ahora ni eun d~cir cuAl es la minima extensi6n de terreno nece­s.aria para dar a una familia todo lo que se puede extraer de la tierra, lo neceaario y lo de lujo, culti­vandola con arreglo a los procedimientos del cul­tivo intensivo. St se ncs preguntase cual es el nu­mero de personas que pueden vivir muy bien en uua legua cuadrada sin importar ningun producto agricola, serianos dificil contestar.

Race diez afios podia ya afirmarse que una po­blaci6n de eien millones podria vivir muy bien de los productos del suelo frances sin importar nada.

. .

LA. OONQOISTA DEL PAN 203

Poro hoy al ver los prog~esos realizados reciente­ente lo 'mismo en Francta que en Inglaterra, y al

:ntemplar los nuevos horizontes que se abren an~e nosotros diremos que cultivando la tierra co~o . . a ultivan' a en muchos sitios' aun en terrenos po _1 es'

c. ·uy nes de habitantes en los cincuenta. millo-~1:: ;:~h~ctareas del suelo frances s:r~~:~~a u~t. cortisima proporci6n de lo que ese au

me~~~de coneiderarse como abs~lutamt~~t~~e~~~~ trado que si fa!is y los dosi::~e~r ~~;:na en comu­y del Sena y ~lse a~ orga~odos trabajasen con sus uidad anar9msta,. on e tero se negaae a enviar­brazos, y Bl el umverso ~n una sola cabeza de ga­les un solo celemin de tngo, f t y no les dejase nado, una sola. bat;tasta deb~: :~partamentos, po­mas que el terntono d.e am o s6lo el trigo, la car­drian producir ello.s mtsmos. n sino tam bien todas ne y las hortali.zas neces~~:~~s suflcientes para la las frutas de luJo, en can 1

poblaci6n urbana Y rural. el gasto total de tra-y ademas afirmamos que eno1' que el empleado

bajo humano seria mucho mblaci6n con trigo reco­hoy para alimenta~ a esa k~sia con las Iegumbres lectado en Auverma 6 .en ;ande en todas par­producidas por el cultl~o en !n el Mediodia. Nunca tes y con las frutas ma ~r:s bajo empleado por los se ha tenido en cue~ta, e.L rara cultivar la vifia, ni viticultores del MedlOnia l:ungaros para cultivar por los labradores rusos Qua praderas y sus el trigo, por fertiles que sean dimientos de cuiti vo campos. Con sus act~al~s ft~C::!nte mas trabajo del extenaivo, se to~an tn ln mismos productos por el necesa.rio par':' ootener csclima.s muchisimo me_nos eultivo intensiVO, aun en turalmente menos nco. benlgnos y en un suelo na

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~04 P, KROPOTKIN.III

rr

Nos serfa fmpoaible cftar i 1 hechoa en los cuales fundam aqu a masa de loa nee Para 08 nuestras afirmacio-rea 'a. loa a:ti~~~~=8 ~n:~::s rem~~imoa a los lecto­pero sobre todo, a q~ienea 1~: Fn~~~~::dol en fnglea; recomendamos que le e e asunto lea publicadaa en Francia~n algunaa e.xcelentea obras

Encuantoaloa h b'r t dades, que atin no ti:n~~a~dea d~ Jas grandee cfu-que puede eer la all"ric 1 ea mnguna real de lo . recorran t\ pie las ~am;!!ura; lea a.coneejamoa que su cultivo. Que observe~ as n~edlataa Y estudien telanoa y un mundo ' que ablen con loa hor­podrAn 'entrever lo q:euevoase ~br!r~ ante ellos. Asi e~ siglo XX y que fuerz:e~ ~ Acullttvo euro.~eo en Cial cuacdo se cono en r a revoluc10n so­tierra to do cuanto s:~a e.ld seen to de to mar de la

S b.d e p1 a. a 1 o es en que · b

cuentra la agricult mu~era lea condiciones ae en-del suelo no ea des~~ .en Europa. Si el cultivador &orial, lo ea por el Eqti~~o lior el prop~etario terri­y el ueurero rob an ; 1 j t' prop1etano, el Estado coutribuci6n y el redit cuL JVador con la renta, Ja cada pais: nunca e o. a suma robada varia en muy A menudo es 1: :enor de Ja cuarta parte, y Francia Ja aO"ricu ttad del producto bruto. En del Prod'ucto obrut~~ura paga al Eatado el44 por 100

Hay mat~. La part d 1 · tado va siempre e e e prop1etarfo y la del Es-prodigios de trabajoa~me.nto. Tan pronto como por ba obtenido mayore~ e Invhencf6n 6 de iniciativa,

cosec as el cultivador, au-

LA CONQUISTA Dli!L PAN 206

menta en proporci6n el tributo que debera al Esta­do, al propietario 6 al usurero. Si dobla el ntimero de hectolitros recogidoa por hecU.rea, duplicara la reuta, y por consiguiente, loa impuestos que el Es­tado se apresurara a elevar atin mas si suben los precios. En todae partes el culti vador del suelo tra­baja de doce A diez y seis horas diarias; en todas partea le arrebatan sus tree aves de rapiiia todo lo que pudlera ahorrar; en todas partes le roban lo que podria servirle para mejorar el cultivo. Por eso permanece estacionaria la agricultura.

S6lo conseguira dar un paso adelante en condi· ciones excepcionales por una dieputa entre sus tree vampiros, por un esfuerzo de fntoligencia 6 por un aumento de trabajo. Y aun no hemos dicho nada del tributo que cada cultivador paga al industrial, quien le vende por triple 6 cuadruple de lo q11e cueetan cada maquina, cada azad6o, cada tonel de abono quimico. No olvidemos tam poco los interme­dtarios, que sa !levan la parte delle6n en loa pro­ductos del auelo.

En las praderaa de America-que s6lo dan mez­quinas cosechas de siete A doce hectolitros por bec­tarea, cuando peri6dicas y frecuentea aequfaa .no las perjudican- qutnientos hombres que traba]an ocho meaea del ~flo producen el alimento anu.al de cincuenta mil personas. Loa resultados se obtlenon alli por una gran economia. En aquellaa vastaa llanuras que no puede abarcar la vista, eatliD; or­ganizadaa casi militarmente la Jabranza, la s1ega y la. trilla: nada de idae y venidas fnutiles, n.ada de perder el tiempo. Todo se ha~e con la exactltud de una parada. Este es el cultlvo en grande, e:x­tenaivo.

Pero bay tambien el cultlvo intensivo, en ayu-da del cual vienen y vendran mas cada vez las ma-

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~06 p, KttOPOTKINIII

quinae. Se ptopone sobre tod . pacio limitado abonarlo c o c~ltivar bun un es-trabajo y obt~ner el mf orregtrlo, _concentrar el E~te genero de culttvo sey~~/entimtento posible. paeo que ee contentRn con ulen e cada afio, y al dit>z A doce hectolitros na coaecha media de el Mediodia de Francia en el ~ult~vo en gr~nc!e en Oeste americano se recole e~ Ius tierra a fertiles del • y seis y basta ci~cuenta ~ :n por lo :egular treinta hectolitroa en el Norte 'de ;eces cmcuenta y seis anual de un hombre se obf rancfa. El consumo de una dozava parte de la I:net:si en la superficie

y cuanto mas intensidad ec rea. trabajo ae gasta para ob'" se ~: al culttvo, menos La maquina reemolaza ~~~er e ectolitro de trigo. preparatorios y hace d ombre para los trabajos jor&s, tales como el des: ~.na -vez para siam pre me­que permiten duplicar 1 gua y el despedregamiento, gunas vecea, nada rna:~::~ coaechas venideraa. Al­perrnite obtener de un s (ue u~a labor profunda eechas de ailo en ail t:e 0 medumo excelentcs co-ha hecho durante ~~i~~ est~rcolar nunca. Asi se cerca. de Londrea. e a oa en Rothamatead,

No hagamos nr.velas a"' i 1 en aquella cosech~ d or co as. Detengamonos requiere un suelo e e cu~renta hectolitroa que no racional cultivo y xcepCiona!, eino sencillamente

Los tres mill~ne:ea~o~ lo que significa. habitan en los departseisCientoa mil individuos que y Olse consumen al a~mentos dol Sana y del Sena manoa de ocho mill o para alimentarse un poco principalmente de tr:-es ~ hectolitros de cereales obtener eata cosech~go. ~ nuestra hip6tesis, par~ tas mil hectareas d ntcesitari~n cultivar doscien· poeeen. 6 as seisCientaa diez mil que

Es evidente que no las cultivar~.n 11 con azad6n.

LA 001!\QUlSTA DIDL PAN ~07

Eso exiglria demaaiado tiempo: doscientas cuarenta jornadas de cinco hora.s por hectarea. Mejorarian mas bien de una vaz para eiempre el suelo des­aguando lo que debtera desaguarae, allanando lo que sa necesitase allauar, dosp~dregando el terre­no, auuque an eee trabajo preparatorio hubiera que emplear cinco millones de jrrnadas de cinco horas, 6 s~~, termlno medio, veintidnco jornadaa por hec-

En seguida labrarian con arado de vapor de ta.rea..

vertedera profunda, y luego con arado doble, em­ptea.nno en cada labor cuatro jorn2.das. No ct~ger:\n la. aeroiila a\ azar, siuo escogiendola con harnero de va?or. No sembr~uan a boleo, 8ino a golpe, en Hne~. Y co11 to do eso, no ae h:1bran empleado ni veinticinco jornadas de cinco horae por hectarea, si el trabajo ae hace ea buenas condiciones. Si du· J'ante tres 6 cuatro auoB sa dedican diez millones de joruadas a un buen cultivo, se podran conse­"'Uir mas tarde coeecha.s de cuarenta y de cincuen­~a bectolitros no empleando mas que la mitad del

tiempo. Asi, pues, no se habran empleado mas que quiuce mil\onea de jornadae p~ra dar pan a_esa po­blaci6u de tres millones aeiscientos mil hab1tantes. Y todos los trabajos seria.n tales, que cad~ cual po­dria desempenarlos sin tener par~ eso mueculos d3 a.cero ni h~ber trabajado nunca en la tierra. antes. La iniciativa y la distribuci6n general de l?s tra· bajos serian de los que euben lo que reqmere la

tiar:~. 1 Pues bien; cuando se piensa que en e caos

actual, atn contar los desocupados de la holgazane­ria elevada hay cerca de cien roil hombres para­dos en aus r~spectivos oficios, seve que la fuerza petdida en nue•tra organiz>ci6n actual baotarla

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208 P, KROPOTKIN81

ella sola para dar por un culti . neceaario para los' tree 6 cuatrovo ;~clonal, el pan tllntes de ambos departame t mt ones de habi-

R t. n os.

epa tmos que esto no e 1 hemos hablado del cultivo a n~v~ a, y ni siquiera sivo, que da resultados muc~er a eramente fnten-hemos calculado con arre"'lo :1 ~t: pasmo~os. No M. Hallet en tres a.flos 0 roO obtemdo por puntado produjo una, y ~n que un solo grano re­granoa, Io que ermft' ma a con mAe de diez mil rodo el trigo pa~a una~~~a;~. c~o n.ecesario recoger el eapacio de un centen 1 la e cmco personas en el contrario, s6lo hem:: d~tm;tros cuadrados. Por numerosos gran ·ero Cl a .0 lo que hacen ya gfca, Flandes eJtc By ~n Francia, Inglater.ra, B~l­mafiana con 1~ ex.'e . 0 q.ue podria hacerse desde porIa prActica en ~r~~~~~a Y saber ya adqulridos

III

Loa ingleses, que comen much men por termino m d. a carne, conau-kilos por adulto a~o~o un J?OCo menos de cien carnes consumtda~ fues~:udo~lendo que todaa las un poco menos de un t . ~ uey ceb6n, sumaria aiio para cinco persona~~tn e buey. Un buey por ya una raci6n suficie t p cluyendo loa nf.flos-es dio de habitantea da~ e. ara tree millones y me­cfentas mil cabezas d a un consumo anual de sete·

H e ganado. 0 Y' con el sistema d

por Io menos dos millo e dpastoreo, ee nscesitan mentar seiscientas sese~~= ~1 hectareas para ali­

Sin embargo con prad mi cabezas de ganado. ' eras modestfsimamente

LA OONQOISTA DBIL PAN 209

regadaa por medio de agua manantial-como se han creado recientemente en miles de hectareas en el Sudoeste de Francla-bastan ya quinientas mil hectareas. Pero sl se practica el cultivo intenaivo, plantando remolacha como alimento, s6lo ae nece­sita la cuarta parte de ese espacio, es decir, ciento veinticinco mil hectareas. Y cuando se recurre al malz, ensilAndolo como los Arabes, se obtiene todo el forraje necesario en una superflcie de ochenta y ocho mil hectareas.

En los alrededores de Milan, donde utilizan laa aguas de las alcantarillas para regar las praderas, en nueve mil hectareas de regadio se obtiene ali­manto para cuatro 6 seis cabezas de ganado bovino por hectarea, y en algunas parcelas favorecidas se han recolectado hasta cuarenta y cinco toneladas de heno aeco por hectare&, lo cual da alimento anual para nueve vacas lecheras. Tree hectareaa por cabeza de ganado en pastoreo y nueve bueyes 6 vacas por hectarea: he aquf loa extremos de la agricultura moderna.

En la isla de Guernesey, en un total de cuatro mil hectareaa utilizadas, cerca de la mitad (mil no· vecientas hectareas) estan cubiertas de cereales y de huertas, y s6lo quedan doe mil clento para pra· doe; en esas doe mil ciento hectareas se alimentan mil cuatroclentos ochenta caballos, slete mil dos­clentae sesenta cabezas de ganado vacuno, nove­cientoa carneroa y cuatro mil doscientos cerdos, lo cual hace tree cabezas de ganado bovino por hectarea sin contar los caballos, los carneros Y los cerd~s. Es inutil aftadir que la fertilidad del suelo se hace corrigiendolo con algas y abonos qui­micas.

Volviendo a nuestroa tree millones y medio de habitantee de la aglomeraci6n de Paris, se ve que

a

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210 p, KBOPOTJtlNB

Ia superflcie necesaria para crlar ese ganado des­clende desde doe mlllones de hectAreas basta ochenta y ocho mil. Pues bien; no tomemos las cl­lras mas bajas, sino las del cultivo intensivo ordl· nario; afiadamos el terreno necesario para el ga­nado menor y pongamos ciento sesenta mil hectA· reas 6 doscientas mil, de las cuatroctentas diez mil h~ctareas que nos quedan, despues de haber pro­vtsto el pa~ necesario para l.a poblaci6n. Pongamos por la.rgo ctnco .m.illones de Jornadas para dejar ese espac1o en condiciones de producci6n.

Asi, pues! empleando veinte millones de jorna­das de trabaJo por afio, la mitad para mejoras per­manentes, tendremos seguros el pan y la carne sin contar ademae con las aves de corral cerdoe c~ba­doa, conejos, etc., y sin contar con que, habiendo excelentes legumbres y frutos, consumirA la pobla­cl6n ~enos carne que los ingleees, que suplen con la ahmentaci6n animal su pobreza en alimentos vegetates. Veinte millones de jornadas de cinco ho­rae, lCUAntas hacen por habitante? Muy poca cosa. En una poblaci6n de tree millonee y medio debe baber por lo menos un mill6n doscientos mil varo· nee adultos y otraa tantaa hembras. Puea bien; para aaegurar el pan y la carne A todos bastarian diez Y siete jornadae de trabajo por ailo, para los hom· bree nada mAs. Atiadid tree millones de jornadas para obtener Ia _Jec:h~. A~adid otro tanto, y todo ello no lle~a A veJnhcenco J01'nadas de cinco horas -cuest16n de divlrtirse un poco en el campo-para obtener estos tres productos principales: pan carne y leche. 1

S_a.l~amoe de Paris y visitemoe uno de esoe esta­blectmieutoe de cultivo horticola que A pocoe kil6-metros de las academias hacen prodigioa fgnora­doa por los sa bios economistaa; por ejemplo, el de

LA OONQU18TA DEL PAN

M. Ponce, autor de una obra acerca del asunto quien no hace misterlo de lo que le produce la tie~ rra y lo ha revelado con detalles.

Monsieur Ponce, y eobre todo sus obreroa tra· bajan como negroe. Son ocho para cultivar

1

poco mae de una hectarea. Trabajan de doce a quince horae diarias, es decir, triple de lo que se debe. Aunque fuesen veinticuatro los obreros, no habria de mas. Probablemente responder& a eso M. Ponce que pueeto que paga la tremenda cantidad de doa mil quinientae pesetas anuales de renta y de im­puesto por sus once mU metros cuadradoe, y doa mil quinientas pesetas por el abono comprado en los cuarteles, estA oblfgado A explotar. •Explotado yo, exploto ami vez•, seria probablemente eu rea­puesta. La instalaci6n le ha costado tam bien treinta mil pesetas, de las cuales mas de la mitad aegura­mente como tributo a los varones hoJgazanes de la industria. En resumen, au instalaci6n no repreaenta mas de tree mil jornadas de trabajo, probablemente mucho menos.

Veamos sus cosechas: diez mil kilos de zanaho­rias, diez mil kiles de cebollas, rAbanos y otras menudencias, sefs mil coles, tres mil coliflores, cinco mil banastas de tomates, cinco mil docenas de frutas escogidas, ciento cincuenta y cuatro mil ensaladas; un total de cfento veinticinco mil kilos de hortalizas y frutas en una superficie de ciento diez metros de loogltud por cien metros de anchu· ra, lo cual da mas d:e ciento diez tonelada,s de ve1'· dura por hectarea.

Un hombre no come mae de trescientos kilos de legumbres y frutas por ano, y la hectarea de un hortelano da las suficientes para servir bien la mesa de trescientos cincuenta adultos. De modo que veinticuatro personas ocupadas todo el an.o en

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cultivar una hectarea de tierra trabajando cinco horae diarias, producirian hortahzas y frutae bas­tantes para trescientos cincuenta adultoe lo cual equlvale A quinientos indtviduoe de todas, edades.

Cu.ltivando como M. Ponce-y hay quien le ha e.xcedtdo en resultados-, trescientos c!ncuenta in­dividuos que dedicasen cada uno poco mas de cien horae por afio tendrian verduras y frutas para qui­nientas personas.

Esa producci6n no es excepcional. Bajo los mu­ros de Paris la consiguen cinco mil hortelanos en una superficie de novecientas hectareas· s6lo que se ven reducidos al estado de bestias de c~rga para pagar una renta media de dos mil pesetas por hec­tarea.

lPero estos hechos no prueban que siete mil h~ctAreae-de las doscientas mil que nos quedan dtsponi~les-bastarian para dar todas las hortalizas necesartas y una buena provision de fruta a los tres millones y medio de babitantea de ambos de­partam en toe?

La canti~ad de tra~ajo para producirlas seria cincuenta mlllones de Jornadas de cinco horas-6 Bean cincuenta dias al aflo para los adultos varo­nes solos-, tomando por tipo el trabajo de los hor­t?lanos. Pronto veremoa reducirse esta ca11tfdad, s1 se recurre a los procedimientos usuales en J er­sey yen Guernesey.

IV

Loa hortelanos se ven obligados A reducirse al eatado de maquinaa y A renunciar A todos los goces de la vida para obtener sus cosechas fabulosas.

LA OONQUIBTA DIIIL PAN 218

Pero han prestado un inmenso servicio Ala huma­nidad enseilandonos que el auelo ae hac.e.

Lo hacen ellos con las capas de esth~rcol que han servido ya para dar el calor necesario a las plantas j6venes y a primerlzas 6 tempranas. Hacen el suelo en tan grandee cantidades, que cada alio se ven obligados A revenderlo en parte.

Sin esa subirfa el nivel de sus huertas doe 6 tres centimetres al ailo. Lo bacen tan bien, que en los contratos recientes-Barral noslo dice en el articu­lo cHortelanos, del Diccionario de Agricultura.-el hortelano eatlpula que ae llevara consigo su auelo cuando abandone la parcela que cultiva. El suelo llevado en carros, con los mueblea y bastidores: he aqui la reapuesta que los cultivadores prActicos han dado A los desvar fos de un Ricardo, que repre­sentaba la renta como un medio de compensar las ventajas naturales del suelo. eEl euelo vale lo que va.lga el hombre,, tal es 1& divisa de los jardineros y hortelanos.

Y sin embar~o, los hortelanoa parisienses y rua­neses se fatigan triple que sus colegas de Guerne­sey y de Ioglaterra para obtener los ~iemos resul­tados. Aplicando la industria a la agncultura, ha­cen el clima ademas del euelo. En efecto, todo el cultivo hortfcola se funda en estos doe principios:

Pcimero. Sembrar debajo de bastidorea, criar las plantas j6venes en un suelo rico, en un espacio limitado, donde ee les pueda cuidar bien, y replan­tEnias mas tarde cuando bayan desarrollado bien las barbillas de sua rafces. En una palabra, hacer como con los animates: cuidarlaa desde su mas tier· na edad.

y segundo. Para madurar temprano las cose-chas, cal en tar el suelo y el a ire, cubriend? laa plantas con bastidores 6 con campanas de v1drio,

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P, .ltROPOTX:lNIII

y produciendo en el suelo gran calor con la fer­mentacion del estiercol.

Repunta&iento y temperatura mAs alta que la del aire: he aqui la esencia del culttvo hortfcola, una vez que se hay a hecho artificialmente el auelo.

Ya hemos visto que la prfmera de estas dos con­diciones se ha puesto en practica y solo requiere algunos perfeccionamientos de detalle. Y para rea­lizar la segunda se trata de calentar el aire y la tierra, reemplazando el estiercol por agua caliente que circule en tuberlas de fundicion, ya en el suelo debajo de los baatidores, ya en el interior de los in­vernaderos.

Y esto ee lo que se ha hecho. El hortelano pari­siense pide al termoslf6n el calor que antes pedia al esth~rcol. Y el jardinero Ingles edifica e3tufas.

En otros tiempos, la estufa era un lujo de rico. Se reservaba para las plantas ex6ticaa y de actor­no. Pero hoy se vulgariza. Hectareas enteraa estAn cubiertas de vidrio en las is las de Jersey y de Guernesey, sin contar los millarea de eatufaa pe­quefiaa que se ven en Guerneeey en cada granja, en cada jardin. En loa alrededores de Londrea co­mienzan a acrfstalarse campos enteros, y en los suburbioa se instalan cada allo millares de estutaa pequefias.

Se hacen de todas clases, desde el invernAculo de parades de granito basta el modesto abrigo de tablaa de pino y techo de vidrio, que, a pesar de todas las sangufjuelas capitalistas, no cuesta mas que cuatro o cinco pesetas el metro cuadrado. Se calf~nta o no-basta el abrigo, si no se trata de pro­ducir tempranecea-, y alli se crtan, no uvas ni flo· res tropicales, sino patataa, zanahorias guisantes y judias tiernas. '

Aai ae emancipa del clima, diapensAndose del

LA OONQUIST.A DliiL PAN 216

laborioso trabajo de hacer camas; ya no se com­pran montones de estfercol, cuyo precio sube. en proporcion de la creciente de~and~. Y ae a~prtme en parte el trabajo humano: stete u ocho hombres baatan para cultlvar la hectarea acriatalada y ob~ tener los mismos resultados que en casa ?e M. Pon­ce. En Jersey, siete hombres qu~ traba]an menoa de seaenta horae por eemana obtienen ~n espaci~a infinitesimales cosechas que en otros t1empoa exl· gian hectareas de terreno. Por ejemplo: treinta Y cuatro peones y un jardinero, cultivando cuatro hectareas bajo vidrio-pongamos en su lu~ar seten­ta hombres que trabajen cinco horae dlanas-, ob­tienen cada allo veinticinco mil kilos de_uv~s ven­dimiadas des de 1. 0 de Mayo, ochenta mil kt.loe ~e to mates, treinta mil kilos de patatas. en Abn~, s~11 mil kilos de guisantes y doe mil ktlos de ]Ud1as tiernas en Mayo, o sea ciento cuarenta. y tree mil kilos de frutas y hortalizae, sin contar una cose­cha muy grande en ciertas estufas, nf un inmenso in vern adero de adorno, ni las coaechas de toda clase de pequefios cultivos al afre libre entre las eatufas.

!Ciento cuarenta y tree toneladas de frutaa Y hortalizas tempranas con que alimentar bien to.do el allo a mil quinientas personas! y eao no. requie­e mas que veintiuna mil jornadas de trabaJo, 6 sea

~oscientas diez horas de trabajo por a1'1o para me-dia millar de adultos. d

AfiAdase Ia extracci6n de unas mil tonela aa de carbon que ee queman anualmente ~n esa.s estu=

ra calentar cuatro hectareas, y Biendo la ex !as ~~on media en Jnglaterra de tree toneladaa por . r

3c di horae y por obrero, eeto suma un

JOrnada de ez ntario de siete a ocho horae anualea trabajodsuplemdee los antedlchos qutnientos adultoa. para ca a uno

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Ya hemos dicho la tendencfa de hacer del fn­vernadero-eatufa una simple huerta bajo vldrio. y cuando se aplica a este uso con abrlgos de vfdrlo aencillfsimos y calentadosligeramente durante tree meses, se obtienen, cosechas fabulosaa de hortali­zas; por ejemplo, cuatrocfentos cincuenta hectoli­tros de patatas por hectare& como primera cosecha a fin de Abril. Despues de lo cual, corregldo el suelo, se obtlenen nuevas cosechas desde Mayo A fin de Octubre, con una temperatura cast tropical de· bida nada mAs que al abrfgo del vidrio. '

Hoy, para obtener cuatrocientos cincuenta hec­tolitros de patatas se necesita labrar cada a:ilo una superficie de veinte hectAreas 6 mas, plantar y mAs tarde recalzar las plantas, arrancar la mala hierba co!l azadon, y asi sucesivamente. Con el abrigo vi­drtado, emplease, tal vez al principio media jor· nada de trabajo por metro cuadrado y

1hecho esto

se ?Conomiza la mitad 6 tree cuartas 'partes del tra~ baJo en lo futuro. ·

v

Segtin lo habia previsto L. de Lavergue hace treinta a:ilos, la tendencia de la agricultura moder­na es reducir todo lo posible el eapacio cultivado crear el suelo y el cliJ;na, concentrar el trabajo y reunir todas las condiciOnes necesarias para la vida de las plantas, todo lo cual permite obtener mds productos con menos trabajo y mayor seguridad. . Deapue~ de haber estudiado los abrfgos mas sen­

ctllos de vtdrfo en Guernesey, afirmamoa que se gasta mucho menos trabajo para obtener bajo cris­talertaa patatas en Abril que el necesario para co-

il7

sechar al aire libra, tree mesas mas tarde, cavan­do una superficie cinco veces mas grande, regan.­dola y escardando la mala hierba, etc. Ea como con las herramientas 6 las mAquinas, que economizan mucho mas el costo previo de elias.

En el Norte de Inglaterra, en la frontera de Es· cocia donde el carb6n solo cuesta A cuatro pesetas la ton'elada en la boca de lamina, hace mAs de trein· ta aftos que se dedican al cultivo de la vid en inver­nadero. AI principio, esas uvas, maduras en Euero, se vendian por el cultivador A razon de veinticinco pesetas la libra, y se revendian A cincuenta para lamesa de Napoleon III. Hoy, el mtsmo productor no las vende mas que A tree pesetas la libra; nos_lo dice e1 mismo en un articulo reciente de un peno­dico de horticultura. Y es que competidores suyos envfan toneladas y toneladas de uvas a Londrea y a Paris. Gracias a la baratura del carbon y a un cultivo inteligente, la uva crece en invierno en el Norte y vfaja bacia el Mediodfa, en eentido opueato a los productos ordinaries. En Mayo, las uvas in­glesas y de Jersey se vend en por los jardineros a doe pesetas la libra, y aun este preclo se sostiene, como el de cincuenta pesetas hace treinta afios, por lo escaso de la competencia. En Octubre, las uvas cultivadas en las cercanias de Londrea-siempre bajo vidrio, pero con un :poco de caldeo artificial­sa venden al miamo precto que las uvas comp~adas por libras en los viftedos de Suiza 6 del Rhm, es decir, por unas cuantas pie~as de cinco centimos. y atin hay en estos dos terCios de careatia, A con­secuencfa de lo e,xcesivo de la renta del suelo, de los gastos de instalaci6n y de calefaccf6n, sobre los cuales el jardinero paga un tributo formidable al · dustrial y al intermediario. Explicado eato, puede ~rmarse que no cuesta casi nada el tener en otofio

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uvas deliciosl,\s en Ia latitud y en el clima brumoso de Londres. En uno de sua arrabalea, por ejemplo un mal abrigo de vidrio y de yeso apoyado contr~ nuestra casita, y de tree metros de longitud por doe de anchura, nos da en Octubre, desde hace tree alios, cerca de clncuenta libras de uvas de un sabor exquisito. La cosecha proviene de una cepa plantada hace seis afios. Y el abrigo es tan malo que lo ~ala la lluvfa. Por la noche, la temperatur~ es la m1sma dentro que fuera. Es evidente que no Be Calienta, pues equivaldrfa a querer calentar la calle. Los cuidados que requiere son: podar la vtd med~a hora al afio y echar un capazo de estit~rcol al pte de la cepa, plantada en arcilla roja fuera del abrigo.

Por otra parte, si se valoran los cuidados que se dan al viliedo en las orillas del Rhin 6 del Le­mAn, las planicies construfdas piedra por piedra en las pendlentes de los ribazos el transporte del estiercol y a veces hasta de la tierra a alturas de d.oscientos a trescientos pies, llegase A la conclu­BI6n de que el trabajo neceaario para cultivar la vld es mAs considerable en Suiza 6 en las mtugenes del Rhin que bajo vidrio en las a.fueras de Londres.

Esto parece parad6ji~o al pronto, pues por lo general se cree que la v1d crece por si sola en el Mediodia de Europa y que el trabajo del vifiador no cuest~ nada. Pero los jardineros y los horticul­tores, leJOB de d~smentirnos, confirman nuestros asertos. c El culhvo mas ventajoso en Inglaterra es el cultivo de la vid,, dice un jornalero prac­tlco, el redactor del Journal d' Ho1•ticultu·re Ingles. Y ya se sa?e que los precios tlenen su elocuencia.

Traduciendo estos hechos al lenguaje comunis­ta, ~odemos afirmar que el hombre 6 la mujer que ded1quen de au tiempo de sobra una veintena de

LA. OONQOIST.\ DJDL PAN 219

horaa por afio para cuidar doe 6 tree cepas bajo vidrio en cualquier cllma de Europa, cosecharan tanta uva como puedan comer su f~milia y amigos. Y esto se aplica no s6lo a la vid, sino a todos los frutales.

Baataria que un grupo de trabajadores suspen­dieae durante algunos mesas la producci6n de cierto numero de objetoa de lujo, para transformar cien hectareas de llanura de Gennevilliers en una aerie de buertos, cada uno con su dependencia de estufas de vidrio para los eemilleros y plantas j6venee, y que cubriera otras cincuenta hectareas de inver­naculoa econ6micos para obtener frutas, dejando los detalles de organizaci6n a jardineros y bortela­nos peritoa.

Esas ciento cincuenta hectAreaa reclamarian cada afto unoa tres millones seiacientas mil horae de trabajo. Cien jardineros competentes podrian dedicar cinco horae diarias A eete trabajo, y el reato lo podria hacer cualquiera que sepa manejar una azada, el rastrillo, la bomba de regar 6 vigilar un horno. Ese trabajo darfa todo lo necesario y lo de lujo en materia do frutas y hortalizas para setenta y cinco mU 6 cien mil personas. Admitid quo entre ellas hay treinta y seis mil adultos deseosos de tra­bajar en la huerta. Cada uno s6lo tendria que dedi· carse cien horae al afto, y no seguidas. Estas horae de trabajo aerfan mas bien de recreo entre a.migos, con los hljos, en aoberbios jardinea, mas bermosos probablemente que los pensiles de la legendaria Semiramis.

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VI

Ca_da vez que hablamoe de la revoluci6 traba]ador grave que ha visto nifios faltos den'al~l ::e;::l~~~c~~~!r~ej~s ro::sereptte obatfnado: 'Gv r:~~a;~li::i ::J:r:=~~~~n~,.~:1~!;~ c~1~:~~J:! en 1793?.- , o lo hfcteron las bandas negras

t IQue lo intenten los propfetarioe ruraleet E onces, las grandee ciud d n·

campos. a es ee pasaran sin los

de t!~2j~~::e:~~~:::':.~!~:nc~~~nare1s de miles iloe talleres y en las rna f en os peque-recobren la libertad? 6Co:~i::!~~:s del di~ e~ que revoluci6n encerrados en las fAb . espu a e la lSeguiran baciendo chucherfas d~~~~~ como alntes? portaci6n cua d . JO para a ex­eecasear ia ca:n: quiza vean agotarse el trigo, reemplazarse? ' deeaparecer las hortalizas sin

ca~;~:;~ que nor ;Saldran de la ciudad e iran a los los mas· de~~l::~!an de J: maquina, que permitira A bajo, llevaran la re~~~u~~~~o~a~uft~rte ;n el tra· eado esclavo como 1 11 vo e un pa­Y A lae ideas: a evarAn A las inetitucioneo

u.r!~u~ s~a c~b~iran de vfdrio centenares de bec­cuidarAn de l~~e;l!n~~ ho.~bre de manoa delicadas otroa centenares de h et~ venae. Alii se labraran

ec Qreas con el arado de va-

LA OONQUISTA. DilL PAM 221

por de vertedera honda, se mejorarAn con abonos, 6 se enriquecerAn con un euelo artificial obtenldo pulverizando rocae. Alegres legionee de labradores de ocasi6n cubrirAn de mieees esae hectareas, guia­dos en su trabajo por los que conocen Ia agricul­tura y por el ingenio grande y practico de un pue­blo que despierta de largo suefio y al que alum· bray guia ese faro luminoso que se llama la felici­dad de todos.

Yen doa 6 tree mesee, las cosechas tempranaa vendrAn A aliviar las necesfdades mae apremiantes y proveer Ala alimentaci6n de un pueblo que, al cabo de tantos siglos de espera, podrA por fin saciar el hambre.

Mientras tanto, el genio popular, que se subleva y conoce sus necesidades, trabajarA en experimen­tar los nuevos medios de cultivo que se presienten ya en el horizonte. Sa experimentara con la luz-ese agente desconocido del motivo que bace madurar la cebada en cuarenta y cinco dfas bajo Ia latitud de Yakusth-concentrada 6 artificial, y la luz riva­lizarA con el calor para acelerar el crecimiento de las plantas. Un Moncbot del porvenir inventarA la mAquina que hade gular A los rayos del sol y ha· cerlos trabajar, sin que sea preciso descender a las profundfdades de la tierra en busca del calor solar almacenado en la bulla. Se experimentarA regar la tierra con culti vos de mieroorganismos-idea tan racional y nacida ayer-, y que permitlra dar al suelo las pequeftae celulas vi vas tan necesarias para las plantas, ya para alimentar a las raicillas, ya para descomponer y hacer asimilables las partes constitutivas del suelo.

Se experimentara ... Pero no; no ~aramos mas lejos, porque entrariamos en el dommto de la no­vela. Quedemonos dentro de Ia realidad de los he-

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chos adquiridos. Con los procedimientos de cultivo ya en uso, aplicados en grande y victoriosos en la lucha contra la competencia mercantil, podemos obtener la comodidad y ellujo A cambio de un tra· bajo agradable. El pr6ximo porvenir mostrara lo que hay de practtco en las futuras conquietas que hacen entrever los recientes descubrimientos cien­tifieos.

Limitemonos ahara 8. inaugurar la nueva senda, que coneiste en el estudio de laa necesidadeo y de los medios para satiafacerlas.

Lo unico que a la revoluci6n puede faltarle es el atrevimiento de la iniciativa. Embrutecidos por nuestras instituciones en nuestras escuelas, escla­vfzados al pasado en la edad madura y basta la tumba, no nos atrevemos a pensar. lSe trata de una idea? Antes de formar opini6n iremos a consultar libracos de hace cien afios para saber que pensaban l~s antiguos maestros. St ala revoluci6n no le fat­tan audacia en el pensar e iniciativa para obrar, no serAn los viveres lo que le falten.

De todas las grandee jornadas de la gran Revo­luci6n, la mas hermosa y grande, que estara gra­bada para siempre en los espiritus, fue la de los federados que desde todas partes acudieron y tra­bajaron en el terreno del CBmpo de Marte para preparar la fiesta. Aquel d1a Francia fue una; ani­mada por el nuevo espiritu, entrevi6 el porvenir que se abrfa ante ella con el trabajo en comun de la tierra. Y con el trabajo en comun de la tierra recobraran su unidad las sociedades redimidas y se borraran los odlos, las opresiones que las habian dividido.

Pudiendo en adelante conceblr la solidaridad, ese inmenso poder que centuplica la energla y las f11erzaa creadoraa del hombre, la nueva sociedad

LA OOlCQUIBTA DBL PAN 223

marchara ala conquista del porvenir con todo el vigor de la juventud.

Cesando de producir para compradores desco-nocidos, y buacando en au mismo seno necesidades y gustos que satisfacer, la sociedad asegurara am­pliamente la vida y el bienestar a cada U~O de ~UB miembros, al mismo tiempo que la e~tisfa~~~6n moral que da el trabajo libremente eleg1do Y hbre­mente realizado y el goce de poder vi vir sin hacerlo 8. expensas de la vida de otros. Inspirados en nu_eva audacia soatenida por el eentlmiento de la aohda· ridad c~minaran todos juntos ala conquista de _los elsvados placeres de la sabiduria y de la creac16n artistica. t

Una sociedad aai inspir~da no.tendra que emer disentimientos interiores Dl enemtgos exteriores. ~ las coaliciones del pasado contrapondrA au amor: nuevo orden iniciativa audaz de cada uno y e todos, llegando a. ser herculea su fuerza con el des-pertar de au gemo. .

Ante esa fuerza irresistible, los cre~eB CODJUra· doe• nada podran. TendrAn que inclmarse ante ella, uncirse al carro de la bumani.dad rodando ba­cia los nuevos horizontes entreablertos por la RE· VOLUCI6N SOCIAL.

FIN

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INDICE

Naestras riquezas. El bienestar para todos. • El comunismo anarquista. La expropiaci6n .. Los viveree. • El alojamiento. • El vestido.. • . Vias y medioe. • Las necesidadee de lujo •• El trabajo agradable. • El comun acuerdo libre. Objecionee. . , • •

. . El asalariamiento coleotivista. • • . Coneumo y produooi6n. • • . • Divisi6n del trabajo. • • . . . La desoentralizaci6n de las industria&. La agricultura. • . • • . • . •

P6gs.

6 16 27 89 63 79 89 92

100 . 117

126 143 161

• • • 179 187

. 191 201